Corazonar Abya-Yala 1
Corazonar Abya-Yala 1
Corazonar Abya-Yala 1
PAT R I C I O G U E R R E R O A R I A S
CORAZONAR
Quito-Ecuador
2010
CORAZONAR
UNA ANTROPOLOGA COMPROMETIDA CON LA VIDA
Miradas otras desde Abya-Yala para la decolonizacin del poder, del saber y del ser
PAT R I C I O G U E R R E R O A R I A S
1era. edicin:
Ediciones AbyaYala
Av. 12 de Octubre 14-30 y Wilson
Casilla: 17-12-719
Telfonos: 2506-247 / 2506-251
Fax: (593-2) 2 506-255 / 2 506-267
e-mail: editorial@abyayala.org
www.abyayala.org
Quito-Ecuador
Diagramacin:
Ediciones ABYA-YALA
Quito-Ecuador
ISBN:
978-9978-22-
Impresin:
Ediciones Abya-Yala
Quito - Ecuador
Dedicatoria:
Al sabio anciano Guaran Karai Miri, Poty
que desde la sabidura de su silencio y su palabra,
me ha enseado,
que para transformar la vida,
hay que tener siempre encendido fuego,
en el corazn.
Para todos los pueblos y culturas,
que han vivido la colonialidad del poder,
del saber y del ser,
en sus propias subjetividades y en sus cuerpos,
y que por ello mismo, tienen la fuerza
para hacer insurjir
un distinto horizonte de humanidad,
de civilizacin y de existencia.
Agradecimientos
Q
uiero expresar desde lo ms profundo de mi corazn, mi agradecimiento al pueblo Paraguayo, que desde hace ms de una dcada me ha
abierto sus puertas, y me ha acogido siempre con profunda solidaridad
y cario, desde cuando el sueo del Padre Juan Botasso, de crear el Instituto de Antropologa Aplicada, como sede de la Universidad Salesiana
de Ecuador, hizo posible que con varias compaeras(os) docentes de la
escuela de Antropologa Aplicada, como Lourdes Endara, Emilia Ferraro, Jos Juncosa, Fernando Garcs, Ninfa Patio, Ariruma Kowy, Anastasio Mitjans, pudiramos viajar para aprender de un pas con una riqueza cultural inagotable, con pueblos de una sabidura ancestral profunda de la cual tenemos todo por aprender; Paraguay es un pueblo generoso, fraterno, solidario, luchador, pues a pesar de siglos de dominacin colonial y de varias dcadas de silencio, opresin y muerte sembrada por la dictadura militar, no ha renunciado nunca a su inquebrantable voluntad de continuar tejiendo la vida.
Aqu conocimos no solo a compaeras(os), sino a hermanas(os)
que siempre compartieron e impulsaron nuestros sueos y corazonamientos: Gracias a Jos Zanardini un ser humano a quien desde que lo
conoc, quiero, admiro y respeto, por su intransigente compromiso militante con la vida. A Daysi y Liz Amarilla por mantener siempre encendida la esperanza y la alegra; a Tola y Melquades, porque a pesar de
haber sufrido la brutalidad de la represin, no han renunciado a las
utopas y mantienen encendido el fuego de la magia de los sueos; A
Margot Bremer, Raquel Peralta, Amelia Nardelli, por sembrar una espiritualidad encarnada en la vida; a Iris por sus colores y por no dejar que
se apague la luz; a Pelusa por seguir peleando intransigentemente por
los derechos de lo humano; a Andrea Chamorro y Mariana por haber
comprendido el poder de las sabiduras insurgentes; gracias a Mara
Adela Cristaldo por su corazn generoso, por su solidaridad y por ese
tenaz compromiso por curar las enfermedades del alma, de los actores
ms empobrecidos y subalternizados por el poder; gracias a todas(os)
las (os) compaeras(os) que nos ensearon tanto en los diversos cursos, talleres y guitarreadas compartidos, en la perspectiva de construir
una antropologa comprometida con la vida.
Debemos agradecer a Bruno Barrios, Viceministro de Cultura del
Paraguay, por la audacia de buscar construir un Plan Nacional de Cultura, desde el potencial descolonizador que la cultura tiene, y por su
preocupacin de abrir este debate entre los diversos actores sociales de
un Paraguay tan rico y diverso.
De manera especial quiero agradecer, Vctor Achucarro, permanentemente comprometido en la revitalizacin de las sabiduras insurgentes,
en la construccin de una nueva mirada que permita trabajar en la revitalizacin de la cultura desde perspectivas descolonizadoras; gracias adems por que ha hecho posible nuestro reencuentro con este pas y pueblo maravillosos, y por todo el apoyo para la publicacin de este libro.
Igualmente gracias a todo el equipo de profesoras(es) y administrativos del Centro Paraguayo de Ciencias Sociales, por continuar comprometidos por la descolonizacin no solo de la teora, sino de la vida,
gracias por acoger estos corazonamientos, y por su impulso constante
para tejer una Red de Sabiduras y Ciencias Sociales de Abya-Yala. Gracias a Mnica Olaso y al camarada Che Telmo, que a pesar de haber visto tanta muerte, siguen transitando los caminos de la esperanza; gracias
a Leonor Palmera, cuyo corazn tiene aroma de caf, de canela y de cacao, y tiene la calidez de sus trpicos colombianos.
Gracias a mi camarada Alfredo Haquin por haber credo siempre
en el sentido poltico insurgente del Corazonar, por impulsarme a llevar esta propuesta a diversos sectores sociales, y porque a pesar de los
derrumbes y las tempestades de estos tiempos, sigue militando intransigentemente por la vida.
Gracias a Cristina Cristaldo, por toda su tenacidad, pues por ms
de una dcada, ella ha sido el soporte para que el sueo iniciado por
Juan Botasso y continuado all por Jos Zanardini, pueda seguir germinando; pues ella ha sido la impulsora de diversos talleres, cursos, encuentros, seminarios, para poder ir dando una mirada comprometida
con la vida ya no solo a la Antropologa, sino al conjunto de las ciencias sociales, de ah su preocupacin junto con Alfredo Haquin por la
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La historia de Abya-Yala tierra en plena madurez como llamaron a nuestro continente los pueblos Kunas- desde el mismo momento en que la conquista instaura la modernidad y con ella nuevas formas
de dominacin, de exclusin, de subalternizacin, ha estado marcada
por la colonialidad, lo que nos llev a perder nuestro propio camino, y
el camino para el encuentro con los otros; es por ello, que hoy ms que
nunca como dice el anciano sabio, es urgente que aprendamos a
....reencausar nuestro camino y nuestro caminar....
Durante ms de cinco siglo hemos estado transitando por un camino de muerte, el de la colonialidad, sustentada en la hegemona de
discursos de verdad como la razn, la ciencia, la tcnica, la democracia,
el desarrollo, la modernidad, que han operado y lo hacen hasta el presente, como construcciones mticas que le permiten al poder continuamente recrearse y naturalizar los ordenes de dominacin que han impuesto. En consecuencia, reencausar nuestro camino y nuestro caminar,
implica empezar a construir senderos de descolonizacin, que permitan enfrentar toda forma de colonialidad del poder, del saber y del ser;
pues solo as podremos como nos dice el sabio Guaran ....reencontrarnos con nosotros mismos y con los otros y en consecuencia, reencontrar
nuestro ....ser, estar y sentir en el mundo....
Es por ello, que el Centro Paraguayo de Ciencias Sociales, cuando
est proponiendo empezar a tejer una Red de sabiduras y ciencias sociales de Abya-Yala, asume, lo que nos ensea la sabidura del anciano
Guaran, como un camino diferente para la descolonizacin, como un
puente, puesto que como dice el mandato del anciano ....debemos
aprender a ser puentes para una nueva existencia....; por ello esta red se
propone trabajar, profundamente comprometida con la vida, en la
perspectiva de la construccin de un horizonte social, tico, esttico,
poltico, que nos permita, hilar, sueos, luchas, esperanzas y ternuras, a
fin de tejer juntos, distintos horizontes de existencia.
Asumimos Abya-Yala, como otra forma de enfrentar la colonialidad del saber, que hizo que desde la conquista hablemos desde las polticas del nombrar, desde el lugar de enunciacin que nos impusieron
los dominadores; as, Amrica Latina, Latinoamrica, fueron denominaciones impuesta desde afuera, que no solo ignoraron la existencia de
la diversidad y la diferencia de los pueblos originarios, sino que respondan a proyectos de poder que pretendan su homogenizacin. Desde la
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te, los seres humanos, hemos sabido tejer redes para la vida. Desde el
mismo instante de la conquista, todos los pueblos de Abya-Yala, y que
fueron sometidos a la colonialidad del poder del saber y del ser, empezaron a tejer las redes de las comunidades invisibles, redes tejidas con hilos largos y que perduraran a travs del tiempo como anunciara el Popul Vhu, o la sabidura Amatica de los Andes, para hacer posible la
preservacin de la tradicin, de la memoria colectiva, de la sabidura y
la cultura de nuestros pueblos; fueron redes que permitieron alumbrar
sus luchas de resistencia, de re-existencia y de insurgencia frente al poder y la dominacin; redes que han estado esperando la llegada de ese
tiempo nuevo, de ese Pachakutik como anuncian las profecas de los
Amatas andinos, ese tiempo que transformar todas las dimensiones
csmicas, civilizatorias, sociales e histricas, pues es un tiempo en el
que ....empieza a amanecer en mitad de las tinieblas...., y que hace posible que toda esa sabidura preservada desde lo ms ancestral del tiempo emerja a la luz, para poder ensear a la humanidad, dimensiones de
un sentimiento y un pensamiento ligados a formas distintas de tejer la
vida, como la que podemos encontrar en la profunda sabidura del anciano Guaran; redes que para enfrentar la muerte y poder preservar la
vida, solo podan ser tejidas desde la fuerza insurgente de la vida misma, desde la cotidianidad, que es, como dice el anciano ....el lugar de
nuestra existencia....; y es justamente, desde la lucha por la existencia
que estn llevando adelante los pueblos para quienes la colonialidad del
poder, del saber y del ser, no fue una mera abstraccin, sino que la vivieron y viven, la sufrieron y siguen sufrindola en sus propios cuerpos
y subjetividades, de donde insurge un horizonte otro, diferente de humanidad, de civilizacin y de existencia.
Tejer una red para la vida, ha sido la tarea que los pueblos de Abya-Yala a lo largo de todos estos siglos de lucha por la preservacin de
su existencia, han estado tejiendo cotidianamente, como una forma de
combatir otro rasgo perverso de la colonialidad del poder, la colonialidad de la alteridad, que en palabras del sabio Guaran implicara que....
nos estamos perdiendo a nosotros mismos, que estamos perdiendo nuestro
propio camino y tambin estamos perdiendo el camino para encontrarnos
con los dems....; pues mientras ms separados estemos de nosotros
mismos y de los otros, no podremos ser capaces de soar diferentes horizontes de existencia, de compartir dolores, de tejer sueos, de transi-
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tar esperanzas y luchas por materializar utopas posibles; es por eso que
Amrica Latina se encuentra tan fragmentada, tan dividida, vivimos en
sociedades fracturadas en la alteridad, pues as es ms fcil que opere la
matriz colonial de poder; por ello, una forma de combatir la colonialidad, es volver a tejer una red que pueda hilar distintas formas de alteridad, que permita re-construir esa unidad en la diversidad que siempre hemos sido, una red para que en ella vuelva a florecer los mltiples
colores de la vida.
Es necesario y urgente, volver a tejer un entramado diferente, que
nos hermane, que potencie el encuentro con los otros, con la diferencia, que reconstruya el tejido de la alteridad y potencialice toda la fuerza colectiva que tenemos y que viene desde lo ms ancestral del tiempo
y de procesos de lucha de resistencia e insurgencia material y simblica de larga duracin. Aqu vale recordar lo que nos ensea la sabidura
de Mama Dulu, Dolores Cacuango, lder indgena de los Andes Ecuatoriano, cuando empezaba el proceso organizativo de los pueblos indios, ella adverta, que si estamos solos, somos como una simple paja
de pramo, como quinua que lleva el viento, como hebra de poncho
que puede fcilmente romperse, pero que cuando estamos juntos, unidos, como cuando se teje la paja, o cuando nos entrelazamos como hebras de poncho tejido, nadie podr rompernos, ni doblegarnos. Mama
Dulu nos enseo: Somos como paja de pramo que se arranca y vuelve a
crecer y de paja de pramo, sembraremos el mundo...; ...A natural unido
como a poncho tejido, patrn no podr doblegar ...; ...Nosotros somos como los granos de Kinua, si estamos solos, el viento lleva lejos. Pero si estamos unidos como en un costal, nada hace el viento, bambolear, pero no
nos har caer ....
Buscamos hilar sueos, luchas, esperanzas y ternuras, para tejer
una red para la vida, como otra forma de enfrentar la colonialidad del
saber, hasta ahora sustentada en la hegemona de la ciencia y la tcnica,
de la frialdad de la razn, que construy un conocimiento disciplinador, alejado de toda forma de afectividad, para que sea instrumental al
ejercicio del poder, y que se erigi como nico discurso de verdad, para subalternizar silenciar y desconocer otras formas de tejer conocimiento. Es necesario empezar a ver que hay en Abya-Yala, un enorme
entramado, un gigantesco tapiz, de conocimientos, de saberes y sabiduras, tejido con mltiples colores, en los que se reflejan la riqueza de
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la diversidad y la diferencia de la propia vida; por ello es necesario, hacer visible todo el potencial afectivo, epistmico, pero sobre todo tico
y poltico de las sabiduras insurgentes de todos los pueblos diversos
que habitan este continente.
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La sabidura del anciano Karai Miri, nos demanda tambin, empezar a tejer redes distintas de alteridad, que nos enseen y ayuden a dialogar ms profundamente, no solo entre seres humanos, sino tambin
con la naturaleza, con todo aquello en donde palpita la vida; como forma de combatir el sentido ecocida de esta civilizacin occidental capitalista, que hace de la naturaleza mercanca, y cuya voracidad devoradora, esta aniquilando la vida en todas sus formas; de ah que es urgente construir formas de alteridad csmica, que tengan la vida como horizonte, que nos permitan volver a conversar con el espritu de la naturaleza, pues como nos ensea la sabidura del anciano Guaran,....el espritu de la palabra, que da vida el fuego del corazn, har posible que podamos conversar con amor y con respeto, con el espritu de la tierra, de la
naturaleza y el cosmos..., lo que implica empezar a tejer una ecologa del
espritu, que haga de la espiritualidad, como nos han enseado los indios Pueblo, ...la forma ms elevada de la conciencia poltica...; es desde
una espiritualidad distinta de la existencia, que podremos enfrentar el
ecocidio generado por una civilizacin erigida sobre la depredacin, la
muerte y el despojo; ah est la esperanza para empezar a curar las heridas de la madre tierra, que ahora agoniza, y que nos demanda, que si
queremos salvar la existencia presente y futura del planeta y el cosmos,
tenemos necesidad, el deber, de hacer urgentemente, un pacto de ternura con la vida.
Es urgente comenzar a construir un horizonte diferente de existencia, que nos ayude a ....reencausar nuestro camino y nuestro caminar
..., pero no podemos olvidar, que se trata de una construccin colectiva, pues como nos ensea la sabidura del Viejo Antonio, los caminos
solo pueden ser construidos caminando, pero es un camino que ....solo
puede hacerse caminado juntos con los otros, pues as se construyen todos
los caminos.... De igual manera, a tejer una red solo se aprende tejindola, uniendo distintos y diferentes hilos, para que siga floreciendo la
sagrada trama de la vida. Pero tejer la vida, como nos ensea la sabidura Tolteca, implica la hermandad de muchas manos, de muchos corazones; de ah que no son redes que atrapan, que aprisionan, sino que
son redes que hermanan, que entrelazan, que descolonizan, que liberan, y que hay que aprender a tejerlas desde el corazn, pues como nos
ensea la sabidura del anciano Karai Mir:....la nica forma de reencausar el camino, es desde la fuerza del corazn, y para ello, hay que tener
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CORAZONAR DESDE LAS SABIDURIAS
INSURGENTES, PARA COMBATIR
LA COLONIALIDAD DEL PODER,
DEL SABER Y DEL SER
L
o sealado por el anciano sabio, a un grupo de acadmicos y expertos en desarrollo, en la comunidad Canelo Kichwa de la Amazona
ecuatoriana, constituye un profundo cuestionamiento a la praxis que
hemos venido realizando desde la academia, heredera de un proceso de
colonialidad del saber, que se ha mantenido como un continun histrico desde su misma constitucin en el siglo XVI, en el que se instaura
un orden de dominacin, que se sustenta en el ejercicio de una matriz
colonial de poder, que fue la que le permiti a occidente el control absoluto de la economa, la poltica, lo social, pero sobre todo la colonizacin del saber y del ser, de las subjetividades, los imaginarios y los
cuerpos.
Desde entonces se construye un patrn de conocimiento profundamente articulado al ejercicio del poder, sustentado en una razn colonial que ha tenido las caractersticas de un espejo que construye imgenes deformantes de la realidad, y que nos ha condenado a tener un
conocimiento ventrlocuo, a ser un mero reflejo de otros proceso de
otras territorialidades y experiencias histricas, de otros conocimien-
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colonialidad del poder- al resto de los pueblos del mundo, cuyo proceso de segregacin, desplazamiento, subalternizacin y dominacin
tambin se inicia. La universalizacin del habitus y el ethos europeo se
expresa, como lo evidencia Garcs,8 en varios planos, entre los principales podemos anotar: en lo econmico, la economa capitalista se erige como el nico modelo universal de regulacin de la economa; en lo
poltico, el sistema de gobierno republicano y la democracia liberal, se
vuelven el nico modelo poltico desde el cual se puede pensar y organizar la sociedad; en lo religioso, el cristianismo se erige como la religin hegemnica, como la nica religin verdadera; en lo epistmico,
la hegemona de la razn, el pensamiento racional cientfico tecnolgico, se convierte en el nico conocimiento verdadero para la comprensin de la realidad y de la vida; en lo lingstico, las lenguas europeas en
espacial aquellas derivadas del latn y el griego, se vuelven las nicas
lenguas de conocimiento, que estn en capacidad de expresar las verdades del conocimiento cientfico racional.
Esto construye polaridades, dicotomas, exclusiones, jerarquizaciones que van a estar presentes a lo largo de toda la historia, la divisin del
mundo entre la sociedad occidental europea, que se erige como la cspide la evolucin social, del desarrollo, del progreso, de la modernidad;
y los otros pueblos que sern vistos como primitivos salvajes, subdesarrollados, premodernos; pero al mismo tiempo legitima el derecho que
se atribuyen a s mismos la sociedad europea hegemnica, de ejercer la
dominacin sobre los otros y justificar su tarea civilizatoria, para llevarnos desde entonces a la civilizacin, al desarrollo, a la modernidad.
La instauracin de la modernidad colonialidad, inicia la implementacin de una matriz colonial de poder que determina las configuraciones geopolticas y las clasificaciones, estratificaciones, jerarquizaciones y exclusiones de las nuevas identidades sociales de la colonialidad, sustentada en la construccin de la raza, como categora clasificatoria discriminadora; el racismo expresado en la racializacin de las relaciones de clase y gnero, se vuelve entonces la matriz fundante del
imaginario del sistema mundial moderno colonial, la raza es el eje que
permite las clasificaciones y estratificaciones del poder capitalista mundial de seres humanos, de sociedades, de culturas, de clases, de gneros,
de conocimientos, de sentidos;9 es el dispositivo que hace posible la
produccin y reproduccin de lo que Mignolo10 denomina la diferen-
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cia colonial,11 que se expresa en la clasificacin de la humanidad en jerarquas por las que sociedades y culturas sern subalternizadas12 con
relacin al centro hegemnico que impone la clasificacin; la colonialidad del poder se vuelve en consecuencia, un lugar epistmico de
enunciacin, desde donde se describe y legitima el poder colonial.
As se configura en torno a la nueva distribucin geopoltica construida desde la matriz colonial de poder, ese nuevo horizonte de sentidos nter subjetivos que se llamar modernidad, sustentada en la colonialidad necesaria para la dominacin de los imaginarios, los cuerpos y
las sensibilidades, dando como consecuencia los procesos de colonialidad del saber (Quijano) y colonialidad del ser (Nelson Maldonado Torres), que atraviesan toda nuestra historia desde la conquista hasta hoy.
La construccin de la modernidad se la levanta sobre el supuesto
carcter universal de la historia sostenida en la visin evolucionista de
progreso, que permite la clasificacin y jerarquizacin de temporalidades, espacialidades, pueblos, culturas, experiencias histricas, saberes,
conocimientos; que harn posible la ontologizacin de un orden social
que aparece como naturalmente superior a otros que se los muestra como naturalmente inferiores, de ah la posibilidad de naturalizar el orden colonial dominante13 Esto explica porque Amrica Latina, desde la
geopoltica del conocimiento, fue construida como una territorialidad
desplazada de la modernidad, y como ha operado histricamente una
razn colonial, que solo aspira a ser el reflejo de las sociedades modernas, y que nos hace ver a la modernidad como el nico horizonte posible para alcanzar la felicidad y el desarrollo, ....como si la modernidad fuera un punto de llegada y no como la justificacin de la colonialidad del poder.14
Una cuestin que es importante no dejar de lado cuando se discute la colonialdad del poder, del saber y del ser, como lo advierte Coronil,15 es la cuestin del imperialismo como categora poltica que nos
permite entender que la colonialidad del poder ha tenido un continun
histrico en el ejercicio de la dominacin desde su misma constitucin
en el siglo XVI hasta el presente, y ver como opera la matriz colonial de
poder en tiempos del capitalismo transnacional globalizado, en donde
encuentra nuevos mecanismos para su ejercicio imperial; es por eso
que hemos venido hablando de la implementacin de una matriz colonial-imperial de poder.
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mos entender, que si bien hay un continun histrico en la implementacin de la matriz colonial-imperial de poder, que estableci mediante
la diferencia(cin) colonial zonas de valor universal del conocimiento
como expresin de un modelo civilizatorio racializado; por otro tambin ha sido un continn histrico la lucha de resistencia e insurgencia
que los actores subalternizados por la colonialidad han estado llevando
adelante y que desde los espacios fronterizos, liminales, desde los intersticios del poder han sido capaces de recrear universos epstemolgicos, una memoria y sobre todo una sabidura que ha ido de la mano
con la lucha por la existencia.
La colonialidad del poder ha sido tambin un escenario que ha
posibilitado la lucha de sentidos por el control de los significados y el
control del poder interpretativo; de ah que sentipensamos se hace necesario hablar de la existencia en plural de geo(s) poltica(s) del conocimiento; una desde el ejercicio del poder, que como lo entiende
Walsh18 opera como una estrategia vital de la colonialidad modernidad, y que busca erigirse como nico y universal horizonte civilizatorio
del cual emergen los conocimientos que se transforman en discursos de
verdad necesarios para el ejercicio del poder, pues son mostradas como
nicas e inobjetables verdades sobre el mundo, la humanidad, la naturaleza y la vida, y conducen a la subalternizacin, a la invisibilizacin y
el silenciamiento a otros conocimientos y a los sujetos productores de
conocimientos, a quienes tambin silencia, oculta, invisibiliza.
Pero tambin desde los espacios fronterizos, perifricos, liminales
y desde los actores que insurgen frente a la colonialidad del poder se
hace posible otra geopoltica del conocimiento que surge desde la herida colonial (Anzaldua) desde la experiencia histrica y subjetiva de dichos actores sometidos a la dominacin, la exclusin, la subalternizacin por la colonialidad del poder, que desde sus practicas de lucha, de
re-existencia(Alban) e insurgencia material y simblica frente al poder,
construyen una geopoltica del conocimiento, que es una crtica a la
geopoltica de la modernidad colonial europea, que cuestiona, desestructura y descoloniza un conocimiento, un horizonte civilizatorio que
es ajeno a nuestras geografas y que devuelve la dignidad epistemolgica a conocimientos que han estado histricamente silenciados e invisibilizados, que han sido vistos nicamente como saberes exticos, incapaces de producir conocimientos. La geopoltica del conocimiento,
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incorporacin, la superacin a travs de la resistencia, sino que se sustenta en el poder insurgente de lo propio, que busca pensar desde la
herida colonial, desde nosotros mismos, y desde nuestra propia palabra, en donde el poder de la palabra del subalternizado, se vuelve un
instrumento insurgente frente a las palabras del poder; lo decolonial
hace posible procesos de insurgencia desde lgicas-otras y pensamientos-otros,25 desde sabiduras otras o sabiduras insurgentes, no busca un espacio dentro del poder como lo hace la resistencia, sino que insurge frente a ese poder, en perspectiva de una transformacin radical
de un modelo civilizatorio sustentado en el ejercicio de la muerte y la
violencia, para plantearse un horizonte utpico posible, de una civilizacin que se levante sobre el respeto de la dignidad de la vida, que
transforme radicalmente todas las dimensiones de la existencia.
Lo otro de lo otro
Hemos estado sealando que los procesos decoloniales abren posibilidades para la construccin no solo de otro horizonte civilizatorio
y de existencia, sino sobre todo, de un horizonte civilizatorio y de existencia otro; vale en consecuencia hacer una breve aclaracin de lo que
significa lo otro de lo otro.
La nocin de pensamiento otro, segn lo muestra Walsh,26 viene del rabe-islmico Abdelkebir Khatibi, que plantea la necesidad no
de otro pensamiento, sino de un pensamiento otro, un pensamiento
que radicalice la diferencia en perspectivas insurgentes de liberacin; lo
que implica una estrategia radical otra, para la lucha por la descolonizacin, vista esta, no solo como un asunto epistmico y poltico, sino
fundamentalmente de existencia.
Un pensamiento otro, hace posible insurgir contra la no existencia, el despojo de la humanidad, marcada en la subjetividad y los cuerpos impuesta por la colonialidad. Implica radicalizar el pensamiento
critico, en un re-pensamiento crtico de-colonial desde otro lugar, desde la herida colonial, desde la corporalidad y la subjetividad negadas
por la colonialidad, desde los danmes o condenados de la tierra.
El pensamiento otro evidencia la relacin colonialidad no-existencia, des-humanizacin, como la ms perversa evidencia de la colonialidad del ser y la necesidad de la insurgencia de otras filosofas de la exis-
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La colonialidad de la alteridad.
Uno de los rasgos ms perversos de la colonialidad del poder, es lo
que Quijano seala como la radical ausencia del otro; de ah que creemos se hace necesario considerar eso que podramos llamar la colonialidad de la alteridad, desde la implementacin de la matriz colonial
de poder sustentada en el racismo, el otro no solo que no es visibilizado, no existe, y lo que es peor se lo despoja de humanidad y dignidad.
Hablar de la colonialidad de la alteridad, no implica hacer redundante el concepto de diferencia(cin) colonial,(Mignolo) sino por el
contrario, creemos, permite complementar la comprensin de ese proceso y abrirnos al anlisis de otros fenmenos no considerados y sobre
los que planteamos algunas sugerencias. Pensamos adems, que se hace necesario visibilizar nombrar y usar la categora de alteridad, -que
no aparece en el anlisis de la diferencia(cin)colonial, al menos en el
material que hemos tenido acceso- emplendola como una categora
poltica, necesaria para la comprensin del proceso de colonialidad del
poder y de la implementacin de la matriz colonial-imperial de poder.
Desde el ejercicio de la colonialidad del poder y la construccin de
una temporalidad, una espacialidad y un sentido hegemnicos se construye, un sistema de dicotomas y polaridades que construirn una forma de alteridad tal, en la que todo lo que esta fuera de ese centro hegemnico, de la hybris del punto cero, ser considerado su otro y por lo
tanto, estar en condiciones de inferioridad y subalternidad; as se
construye a la naturaleza como lo otro de la cultura; al cuerpo como
lo otro del alma; a la afectividad y las emociones como lo otro de la razn, a lo femenino como lo otro de lo masculino; a lo privado como lo
otro de lo pblico; se construye una narrativa histrica, un patrn de
dominacin y colonizacin de la alteridad, en donde lo otro y toda
forma de sociedad, de pensamiento, de conocimiento de los otros,
que no est dentro de la narrativa universal eurocntrica occidental dominante, siempre sern vistos como obstculo, como carencia, como
inferioridad. Es por ello que si desde la implementacin de la matriz
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colonial-imperial de poder se subalterniz y coloniz lo otro, empezar a hablar de epistemologas otras, o de lo que hemos llamado, sabiduras insurgentes en horizontes de civilizacin y de existencia
otros, es tambin una respuesta insurgente frente a la colonialidad del
poder, del saber y del ser.
La colonialidad del poder no solo cambia la relacin del sujeto
consigo mismo, sino sobre todo la interrelacin con los otros, por ello
construye sujetos para sujetarlos primero, y luego desestructurar su
subjetividad, hacindonos as, extraos y lejanos de nosotros mismos,
y con mayor razn nos aleja de los otros; he ah, porque el poder fractura la alteridad, pues si somos con los otros, hay que evitar ese encuentro. Es ms, la colonialidad del poder construye un imaginario de la alteridad, sustentado en la radical exterioridad de la otredad frente a la
mismidad, lo otro es lo extrao, lo lejano, lo peligroso, lo que nos
amenaza, lo que debe ser controlado y dominado; cuando desde las sabiduras insurgentes, la alteridad, no es sino la conjuncin, el encuentro abierto desde la afectividad entre la mismidad y la otredad, puesto
que no puedo ser yo mismo, sino solo en el encuentro dialogal con el
otro, si no entiendo que el otro me habita, y yo habito en el otro, que
estoy contenido en el otro, as como yo tengo al otro en m; de igual
manera, la otredad no existe sin la mismidad, el otro existe sin nosotros, y nosostros no podemos existir sin los otros, y es en el encuentro
que hace posible el calor de los afectos, de los encuentros y los desencuentros, que la mismidad y la otredad se vuelve un nosotros, desde
donde podemos pensar y luchar por horizontes otros compartidos de
existencia. Por ello quizs debemos no olvidar lo que le viejo Antonio27
desde la Selva Lacandona y desde su sabidura insurgente nos ha enseado: ....La vida sin los otros que son diferentes es vana y est condenada
a la inmovilidad [...] nuestra esperanza crece cuando hemos sabido escuchar a los otros, pues el que sabe escuchar se hace grande y consigue que su
caminar siga a travs de los tiempos, que lejos llegue, que se multiplique
en muchos y otros pasos.
Otra consecuencia de la colonialidad de la alteridad, ha sido la
preeminencia que en el discurso moderno ha tenido la visin esencialista de la identidad, como un fenmeno autogenerado, que no ve que
la identidad es una construccin social e histricamente situada y que
solo puede darse en la relacin no solo entre nosotros mismos, sino en
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el encuentro dialogal con los otros, con la diferencia; pues no es posible la identidad sin la alteridad. De ah el porque el discurso del poder
plantea que uno de los ms graves problemas actuales de la sociedad
moderna, es la cuestin de la identidad, cuando en realidad, el problema ms grave que afecta la sociedad es de alteridad, nuestra incapacidad de encontrarnos y dialogar con amor y respeto con la diferencia,
como consecuencia de la implementacin de una matriz colonial-imperial de poder, que ha fracturado la posibilidad del encuentro con los
otros, para poder soar y luchar por cambiar la vida, pues mientras
ms nos encerremos en nuestras propias identidades y en nuestras reivindicaciones particulares, el sentido global del poder queda sin ser
cuestionado, peor transformado, que es la base en la que se sostienen
las polticas multiculturales para la despolitizacin del contenido insurgente de la diversidad y la diferencia.
La alteridad, adems, no debe seguir siendo entendida nicamente desde dimensiones antropocntricas, visin que caracteriza la modernidad; alteridad antropocntrica que construye relaciones de una
otredad como extrernalidad, solo entre seres humanos; la colonialidad
del poder fractura formas de alteridad csmica, que nos habla de las interrelaciones que el ser humano establece, no solo entre s, sino adems
y sobre todo, con esos otros que tambin estn en la naturaleza. La racionalidad occidental colonizadora, al construir una visin antropocntrica como hegemnica, pudo justificar y legitimar, como buscaba
Bacn, el ejercicio del dominio sobre la naturaleza, por parte del hombre civilizado europeo, poseedor de la racionalidad cientfica, sobre cuya base se constituye un modelo civilizatorio ecocida y depredador de
la naturaleza, que es su voracidad por el control absoluto de todos los
mbitos de la vida, est poniendo en riesgo, las posibilidades de existencia presente y futura de todo el planeta.28
De ah que nos preguntamos, si el poder construye formas de colonialidad de la alteridad, que se expresa en la radical ausencia del otro,
una manera de abrir procesos decoloniales, no ser plantearnos la radical insurgencia del otro, de la alteridad?. Si la colonialidad del poder
se expresa en la fractura de la alteridad como la que caracteriza a nuestras sociedades, fracturadas por diversas practicas etnocntricas racista
y heterofbicas todas ellas propias de la matriz colonial-imperial de poder, la decolonizacin no implicara entonces volver al otro, hacer visi-
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cuchar y aprender de esas otras voces que han estado siempre conversando con la naturaleza y el cosmos, no solo desde la razn, el conocimiento y la epistemologa, sino sobre todo desde la sabidura, el corazn, la afectividad y la ternura.
Una de las expresiones ms evidentes del ejercicio de la matriz colonial de poder en el control de las subjetividades y la colonialidad del
ser, ha sido la de erigir la razn, como hybris del punto cero, y el rol que
le adjudic en la organizacin y la forma de concebir el mundo, la naturaleza, la sociedad y la vida; la razn se erige como el nico universo
no solo de la explicacin de la realidad, sino de la propia constitucin
de la condicin de lo humano, de ah la definicin desde occidente del
hombre como ser racional, lo que hace evidente como la modernidad
fragmenta la visin del ser humano, pues desconoce que no solo somos
lo que pensamos y peor que solo existimos por ello, como lo sostiene el
fundamentalismo racionalista de Descartes; sino que fundamentalmente, el sentido de lo humano est en la afectividad, no solo somos seres racionales, sino que somos tambin sensibilidades actuantes, o como nos ensea la sabidura shamnica, somos estrellas con corazn y con
conciencia .
La colonialidad del poder, la implementacin de la matriz colonial-imperial de poder construye las bases para la hegemona de la razn. Sustentados en la astucia de la razn como lo denomin Hegel,32
en la inmanencia y hegemona de la misma, se hace posible que una
forma particular de saber, adquiera un carcter universalista y totalitario y se erija en horizonte universal del conocimiento, en el nico modelo civilizatorio dominante. El logocntrismo, hace evidente de esta
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forma, la relacin intima entre saber y poder, y no es sino, otra expresin de la colonialidad del poder y su ejercicio.
En consecuencia, y como expresin de la colonialidad y de la diferencia(cin) colonial, de la colonialidad de la alteridad que se genera
como resultado del mismo proceso, todo aquello que no estaba en el espacio y el tiempo europeo y que no estaba en el horizonte de la razn,
sera trasladado al terreno de lo otro, de lo primitivo, de lo salvaje, de
lo brbaro, de lo irracional; desde la hegemona de la razn, se facilitara la legitimacin y la justificacin del ejercicio de la violencia, de la explotacin, de la dominacin de todo lo otro que apareca como su negacin y atentaba contra su dominio.
Y as como se domin, someti, silenci, invisibiliz, subalterniz
los conocimientos, saberes, prcticas y a seres humanos, se coloniz
tambin la afectividad, las sensibilidades, las emociones, pues estas negaban la hegemona de la razn y de un pensamiento e ideologa guerrerista que era necesario para el ejercicio del poder y la violencia, y para que occidente legitime el absoluto dominio de la naturaleza, de los
seres humanos, de las subjetividades y de la totalidad de la vida; en consecuencia, no poda haber lugar en el conocimiento racional para la
afectividad, pues si el mundo, la naturaleza y la vida son vistos como
meros objetos de dominio, de conquista, no puede haber lugar para la
ternura; por eso se consider que las sensibilidades, la afectividad, la
ternura, constituan la parte que negaba el predominio de lo racional,
y que pertenecan a la esfera de la animalidad, de lo instintivo, de lo
irracional, de lo primitivo, y por tanto, tambin deban ser negados,
marginalizados, reprimidos, conducidos a los mrgenes, a los intersticios, a espacios subterrneos, a la esfera de lo privado.
La razn se convierte as en la base para la instauracin de un orden falocntrico dominador aun vigente, necesario para el dominio
masculino de la vida social, puesto que el conocimiento se identificaba
con la razn, y esta con la masculinidad, poseer conocimientos, les estaba negado no solo a otros pueblos y culturas considerados primitivas,
sino tambin a las mujeres y a los nios. Sentir era una forma de negar
el carcter patriarcal, masculino, dominador, e irracional de la razn
hegemnica, escenario de lo pblico, en consecuencia la afectividad, las
sensibilidades, la ternura, sern excluidas de la vida intelectual, del
mundo acadmico, pues construir un saber disciplinario demandaba,
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humana hizo la colonialidad del poder, pues desde la racionalidad colonial de occidente, RAZONAR ha sido el centro de la constitucin de
lo humano, ya desde un punto de vista semntico la sola palabra connota la ausencia de lo afectivo, la RAZN es el centro, y en ella la afectividad no aparece ni siquiera en la periferia.
CORAZONAR, busca reintegrar la dimensin de totalidad de la
condicin humana, pues nuestra humanidad descansa tanto en las dimensiones de afectividad, como de razn. En el CORAZONAR no hay
centro, hay un descentramiento del centro hegemnico marcado por la
razn; el CORAZONAR, lo que hace es descentrar, desplazar, fracturar
la hegemona de la razn y poner primero algo que el poder neg, el corazn, y dar a la razn afectividad; CORAZON-AR, de ah que el corazn no excluye, no invisibiliza la razn, sino que por el contrario, el
CO-RAZONAR le nutre de afectividad, a fin de que decolonice el carcter perverso, conquistador y colonial que histricamente ha tenido.
Un acto de decolonizacin, nos preguntamos en consecuencia, no
seria empezar a CORAZONAR las epistemologas construidas por occidente y que an estn presentes en nuestras practicas acadmicas e
intelectuales?, no ser una forma de empezar a pensar con el corazn
caliente (Mignolo), con el hgado o con todo nuestro cuerpo como expresin de otra forma de corpoltica?. CORAZONAR puede vrselo,
creemos, como una expresin de pensamiento fronterizo, de una geopoltica del conocimiento que siente y piensa desde el dolor de la herida colonial, pues puede evidenciar esfuerzos de pensamientos otros,
presentes en Amrica Latina, que plantean la necesidad de construir un
pensamiento desde la afectividad y hacen evidente la existencia de otras
lgicas distintas a la razn (Kusch); o de la construccin de comunidades sentipensantes (Fals Borda). Pero sobre todo porque se evidencia
que el sentir desde el cuerpo, la afectividad, el hablar desde el corazn,
tiene un carcter poltico insurgente, que ha sido una prctica continua
de los pueblos sometidos a la colonialidad, como nos ensea la sabidura de las mujeres mayas, las que al concluir sus discursos dicen, ....esto
es lo que est en mi corazn....; o como afirma la sabidura Naza, cuando muestran que en el corazn est el poder para la construccin de la
memoria, pues ....recordar, es volver a pensar desde el corazn....; o como
lo podemos evidenciar desde las practicas polticas de los pueblos afroamericanos que ven la ....africanidad como un sentimiento filosfico y
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gocntrica propia de la colonialidad de occidente que queremos combatir; una condicin del pensamiento fronterizo y de la diferencia(cin) colonial, es la posicionarse fuera del sujeto moderno cartesiano, alejarnos de las posturas que celebran ciegamente la preservacin
de las epistemologas hegemnicas, sin las cuales la universalizacin de
la ciencia no es posible, de ah la necesidad de situarnos por fuera de los
dispositivos conceptuales, epistmicos erigidos en nombre de la razn
dominadora, debemos empezar a romper con el logocntrismo, con lo
que podramos llamar el epistemocntrismo en el que halla atrapado la
academia, que nos obliga a seguir siendo custodios del concepto moderno de la razn hegemnica (Mignolo)33 y olvidamos que el logocentrismo, ha sido uno de los ejes constitutivos y constituyentes para la
imposicin de la colonialidad epistmica, del saber y del ser.
De ah que nos preguntamos, si queremos en verdad descolonizar
el saber y el ser, no ser tiempo de empezar a romper el epistemocntrismo, el logocntrismo heredado de la colonialidad del saber, dejar de
hacer solo reflexiones o razonamientos, disquisiciones tericas que estn cada vez ms alejadas de la realidad y empezar a nutrir las teoras
de vida, a transformar su opacidad y su frialdad, con el calor de los afectos y la ternura?, pues ya es hora de que la universidad empiece a comprender, que podemos y debemos empezar a aprender tambin desde la
ternura y la sabidura, pues como deca Taita Marcos, ....quien no tiene
ternura en el corazn no puede ensear....; por eso planteamos la necesidad de empezar a CORAZONAR las epistemologas hegemnicas.
Otra consecuencia del logocentrismo es que empezamos a hablar
sobre la realidad y la vida a partir de la teora y no a partir de la realidad y la vida misma, y lo hacemos con lenguaje cargado de opacidad en
el que no se refleja la potica de la existencia, que ha sido como lo
muestra Zapata Olibella, encontrada incluso en el dolor de la explotacin, la miseria y la muerte, de ah que resulta imposible encontrar una
explicacin terica a esa voluntad irrenunciable de vida que hace que
nuestros pueblos subalternizados por el poder, a pesar de las condiciones de miseria, de dominacin y muerte, sigan celebrando la vida, cantando desde la miseria, eso solo es posible hacerlo desde el corazn, ah
est la fuerza que el poder no ha podido fragmentar, y que ha sido la
base de los procesos de re-existencia y de insurgencia de todos los pueblos sometidos a la dominacin a lo largo de la historia, ha sido la fuer-
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za insurgente de la ternura, la esperanza, la alegra, de mujeres, hombres, ancianos, jvenes y nios, no como recursos re-tericos, sino como fuerzas insurgentes insustituibles para transformar todas las dimensiones de la vida; porque a pesar de estar acorralados por la muerte, esos pueblos bailan, sonren y cantan, encuentran desde la profundidad de sus dolores, formas para seguir amando, para seguir soando
y creyendo, para burlar la muerte y para continuar tejiendo la sagrada
trama de la vida; es all donde est la fuerza insurgente para enfrentar
la fragmentacin de la totalidad de la existencia, que en nombre del imperio de la razn ha querido hacer el poder; pero a pesar de ello, como
deca Sbato:34
El ser humano sabe hacer de los obstculos nuevos caminos, porque
a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo
primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar.
El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.
CORAZONAR implica adems la necesidad de empezar a encontrar otras formas de nombrar, que rompa con aquellas que reproducen
el sentido hegemnico de la razn, no puede seguir siendo solo el pensar, el razonar, el reflexionar, el teorizar, las nicas formas desde las cuales podemos acercarnos y construir conocimiento, tambin lo podemos
hacer desde la afectividad, de ah el porque proponemos CORAZONAR
la ciencia, lo que no implica la negacin del pensamiento, ni de la razn, lo que busca el CORAZONAR es descolonizar el sentido perverso
y dominador que la razn ha tenido, como instrumento necesario para la imposicin del poder; el CORAZONAR pretende, como ya decamos nutrir de afectividad a la inteligencia. No se trata tampoco de una
inteligencia emocional como ahora propone el mercado, pues all sigue
siendo hegemnica la razn y la afectividad continua en segundo plano, el CORAZONAR como analizbamos descentra el centro hegemnico de la razn y muestra no la separacin entre el sentir y el pensar
sino la intima relacin entre los dos en la constitucin de lo humano
que la colonialidad del saber fractur y como posibilidad para la construccin no solo del conocimiento, sino del sentido de la existencia; por
ello, CORAZONAR las epistemologas, tiene un sentido poltico insurgente, que nos plantea el reto de cmo pensar la teora, la economa, la
poltica desde el corazn; y que por lo tanto, puede ser visto como una
acto de decolonizacin del saber y del ser.
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Construir un pensamiento otro, un pensamiento fronterizo crtico decolonial, solo ser posible desde un cambio radical de la existencia, un cambio radical de la forma de vivir, solo ser posible si hay un
cambio no solo en la forma de pensar, sino tambin en la de sentir; no
solo implica ver crticamente el locus desde donde se piensa y se habla
(Mignolo), sino que creemos tambin desde donde se siente; CORAZONAR puede ser ese locus de enunciacin desde donde sentir, pensar,
hablar, significar y construir el pensamiento fronterizo, o el repensamiento critico y decolonial; que abra perspectivas para la construccin
de un diferentes horizonte civilizatorio y de existencia otro, que ms
que de epistemologas necesita de sabidura.
El actual modelo civilizatorio, erigido sobre la hegemona de la razn, resulta insostenible, pues atenta contra la posibilidad de la vida en
todas sus formas. Una de las expresiones ms visibles de la irracionalidad de la razn occidental, es la crisis ambiental, que no es sino el reflejo de una crisis civilizatoria;35 es adems una crisis de una forma de
conocimiento erigido como hegemnico, totalizador y como verdad
universal, con un carcter totalmente instrumental y al servicio del poder y de la dominacin del ser humano, de la naturaleza y la vida. Resulta por ello, en consecuencia, tambin insostenible, el imaginar un
horizonte de civilizacin y de existencia otro que se sostenga sobre la
razn y la epistemologa, que han sido los pilares sobre los que se estructur la racionalidad occidental eurocntrica y constituy un mode-
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lo de colonialidad del saber, que como hemos visto, se erigi como hegemnico, sobre otras formas de conocimiento.
Imaginar un horizonte de existencia otro, implica por tanto, una
radical interpelacin de lo que hacemos, (Lander) en trminos ticos y
polticos, pues nos lleva a cuestionar la forma como se ha estado produciendo el conocimiento, dada la complicidad que los saberes, las
ciencias sociales, las humanidades y dentro de ellas las epistemologas,
han tenido con el ejercicio de formas de colonialidad del saber y del ser,
y que actualmente siguen cumpliendo para hacer funcional la matriz
imperial/neocolonial de poder; de ah la urgente necesidad de preguntarnos, como lo hacamos al inicio, junto con Lander ....Conocimiento
para qu? Conocimiento para quien?, y tambin con Walsh ....Qu conocimiento(s), conocimientos de quin?, conocimientos para quienes?....,36 y por nuestra parte preguntamos, qu perspectivas civilizatorias hacen posible?, qu horizontes de existencia otros, ayudan a
imaginar y construir?.
Enfrentar la colonialidad del saber y del ser, y abrir espacios de
descolonizacin de los imaginarios y los conocimientos y la perspectiva de la construccin de un (re)pensamiento crtico (de)colonial, plantea la necesidad, no solo de la crtica epistemolgica a los saberes hegemnicos,37 sino sobre todo una radical accin poltica, en la perspectiva de la desestructuracin y descolonizacin de un paradigma de conocimiento hegemnico erigido como nico, y como discurso de verdad
universal; para hacer posible que se expresen, con todo su potencial
epistmico y poltico, desde los intersticios y desde los actores subalternizados por el poder, otras sabiduras, otras practicas, saberes y horizontes de existencia, otros sujetos y subjetividades, otras espacialidades
y temporalidades, en las que podemos encontrar posibilidades, no solo
para una reconstruccin radical del conocimiento, que enfrente la colonialidad del poder, sino tambin espacios de sentido para la descolonizacin del saber y del ser.
Si bien las posturas de repensamiento crtico reconocen la necesidad de dialogar con las epistemologas otras, el dialogo con esas otras
epistemologas, sujetos y culturas, como dice Lander, 38 no se da sino
parcialmente y en forma muy tmida y se reduce a la presencia de representantes de dichas culturas, generalmente intelectuales orgnicos
formados en el manejo del instrumental epistemolgico occidental, lo
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que implica que son las epistemologas eurocntricas las que tienen
mayor peso en la actual construccin del conocimiento, especialmente
desde la academia; falta, sin embargo, que las epistemologas otras dejen de estar presentes solo en las discursividades acadmicas del repensamiento critico decolonial y se visibilicen en todo su potencial epistmico y poltico.
Una evidencia de aquello, es que a pesar del innegable esfuerzo
que se realiza por la descolonizacin del saber y el indisciplinamiento
de las ciencias sociales, en el texto Indisciplinar las Ciencias Sociales:
Geopolticas del conocimiento y colonialdad del poder. Perspectivas desde
lo andino. WALSH Catherine; SCHEY Freya; CASTRO-GOMEZ Santiago (editores) Universidad Andina Simn Bolvar / Abya Yala, Quito,
2002; se seala sin embargo que, ....Este libro parte de una visin distinta. Indaga las posibilidades de descolonizar la produccin de conocimiento, de encontrar la manera como el episteme moderno, puede ser enriquecido por los conocimientos subalternizados.... (pp: 9) Lo que nosotros
nos preguntamos es, se podr dar una real descolonizacin del saber,
si solo aspiramos a enriquecer el episteme moderno?, no se reproduce
as otra forma de colonialidad del saber?, no quedan as los conocimientos subalternizados como meros auxiliares para la resemantizacin del episteme racionalista moderno dominante en el que se sustento la colonialidad del saber?; pues as como el trabajo, el sudor y la sangre de los pueblos subalternizados enriquecieron los imperios, tambin sus conocimientos, deben enriquecer los epistemes del reino de la
academia?; o por el contrario, no ser necesario descolonizar ese episteme moderno colonial y colonizador, a partir de una desestructuracin radical del mismo?; no deberamos hacer que esos conocimientos
hablen desde sus propias voces, palabras, actores y horizontes de existencia?.
De igual manera, si bien es positivo que se plante ....poner en dialogo los conocimientos occidentales con las discusiones y proyectos de intelectuales indgenas.... y negros, (pp: 10) el volumen no refleja dicho
dialogo, como los aportes que se sealan fueron hechos por Juan Garca, cuya palabra y pensamiento desde la sabidura afro, no se escucha,
lo que se hace evidente si, es que esos dilogos contribuyeron a varios
de los textos que se presentan, todos de prestigiosos intelectuales innegablemente comprometidos con la descolonizacin del saber, pero, y
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dialogar con las sabiduras insurgentes e incorporar tambin al lenguaje acadmico lo que estas pueden ensearnos.
Lo anterior impone en consecuencia, una apropiacin crtica de lo
mejor de la tradicin del pensamiento occidental, pues tenemos derecho legtimo a ello, pues forma parte de la herencia que nos corresponde como humanidad; lo que se trata, reiteramos, no es negar el pensamiento occidental, sino de desenmascarar su articulacin del saber con
el proyectos neocolonial-imperial del poder, de hacer evidente su carcter perverso e instrumental y abrir una apropiacin critica de dichos
conocimientos, desde nuestras propias realidades, territorialidades, lugares y horizontes histricos; se trata de resemantizar sus sentidos,
cuando esto sea posible o, desestructurarlos si es necesario, se trata de
darle un distinto sentido tico y poltico, pero tambin de mirar sus lmites y de ver que desde la epistemologa no es posible otros horizontes de existencia, sino desde la sabidura.
Se trata de entender que no es posible pensar la posibilidad de la
vida presente y futura dentro de los universos conceptuales, epistemolgicos o del conocimiento hegemnico instrumental de la ciencia tal
como ha sido concebida, pues este conocimiento como dice Leff,46 ya
no nos salva, ya no nos ofrece posibilidades de sentido frente a la existencia, sino que por el contrario ha instrumentalizado la totalidad de la
vida para que sea til al capital y al mercado. En consecuencia, se hace
necesario una guerrilla antiepistmica, un proceso de insurgencia simblica y de lo imaginario, una insurgencia de las sabiduras otras, que
hagan posible una refundacin de un cocimiento que trabaje en perspectivas de la existencia, se hace necesario re-pensar y re-sentir lo pensado desde la afectividad, es decir sentipensar, para empezar a corazonar, abrirnos a un conocimiento que no este cargado de certezas, sino
abierto a una pedaggica del error, a la incertidumbre, es necesario derrumbar la fortaleza de la ciencia, para construir formas distintas de saber, un conocimiento, una sabidura que permita la reapropiacin y reconstruccin del mundo y tenga la vida como horizonte. Todo esto
muestra, lo reiteramos, la necesidad no solo de epistemologas, sino sobre todo de sabidura.
Mientras desde la epistemologa se construye una relacin de
identidad entre el concepto y la realidad, que busca la unificacin del
ser y la objetivacin y la transparencia del mundo a travs de un cono-
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rentes de sentido para la existencia, profundamente liberadores, marcados por el calor de los afectos, las sensibilidades y las emociones.
Otra diferencia importante de la sabidura respecto de la epistemologa, es que mientras la ciencia desde la razn solo explica y describe, la sabidura hace posible la comprensin desde la vivencia experiencial para la transformacin, para la liberacin.50 La epistemologa por
teorizar alejada de la vida, no ha tenido el poder para transformar la
existencia individual o colectiva, mientras que la sabidura por estar ligada al sentido de la existencia, lo ha estado haciendo cotidianamente.
La sabidura permite el encuentro, entre la explicacin, la descripcin,
la comprensin, el dialogo entre conocimiento y amor, entre el saber
y la intuicin, entre el corazn y la razn, para la transformacin y liberacin de uno mismo y de la realidad; la sabidura hace posible que
podamos corazonar la vida no solo para comprenderla, sino fundamentalmente para transformarla, de ah su sentido insurgente.
Otra caracterstica de la sabidura, es su capacidad de coherencia a
lo largo del tiempo y el espacio, su capacidad para jugar entre la transformacin y la permaneca a lo largo de la historia, y no como ocurre
con la ciencia que est sujeta a una compulsiva movilidad propia de
una civilizacin de lo efmero, por ello la academia se mueve en el vrtigo de la constante sustitucin de unos sistemas de pensamiento, de
modas intelectuales por otras; mientras que la sabidura articula la memoria, las races de ancestralidad con el presente, muestra su contemporaneidad y devuelve dicha contemporaneidad a sujetos que fueron
despojadas de ella por la colonialidad del poder. Esto explica adems, el
porque a pesar de los intentos de occidente de sustituir la sabidura por
la ciencia y los epistemes, la sabidura ha sido capaz de preservarse, de
recrearse, de revitalizarce, all est el sentido poltico de la sabidura, su
carcter insurgente frente a la colonialidad del saber, puesto que ha pesar del imperio de la ciencia dominadora, esta no ha podido evitar que
los pueblos subalternizados, continen construyendo diversos sentido
de la existencia, desde sus propios lugares, desde sus espacios fronterizos, desde los intersticios del poder; es por todo eso que las llamamos
sabiduras insurgentes.
La ciencia y los epistemes de la modernidad-colonialidad de occidente parecen estar en crisis, mientras que la sabidura aunque ocultada, invisibilizada se ha mantenido resistiendo e insurgiendo a la domi-
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leza la fuente que acoge a toda la comunidad, el kama la energa, el sinchi o la fuerza que de ella fluye, que est sometido al principio del tinkuy, es decir a la confrontacin, a la resemantizacin, al cambio y transformacin permanentes, que se basa en el principio de movilidad que
en la dialctica andina seria el kuyuri, reflejo de la movilidad y recreacin continua de la vida, lo que se constituye en la columna vertebral
de un pueblo..
El sapi o tiksi de la comunidad kichwa, da origen de la vigencia del
runa kausay, que significa la vida de las personas, la vida en construccin permanente, lo que equivale a la cultura de los hombres o ukanchipak kausay, o sea nuestra vida, en la que se condensan los referentes
de sentido, los simblicos y espirituales de las comunidades. La fuerza
de una cultura esta en sus smbolos tukapus. Por ello los smbolos son
hoy el eje del proceso de insurgencia simblica66 (Guerrero) de las luchas presentes que estn llevando adelante no solo por transformar el
Estado-nacin dominante, sino sobre todo el modelo civilizatorio y la
totalidad de la existencia.
La capacidad de descifrar esos smbolos est en los yayas (ancianos), yachags sabios, shamanes, en los yupak, los ararawi que son los
narradores de mitos e historias, y que por ello mismo su sabidura se
vuelve un referente para la construccin del sentido de su cultura.
El tinkui, el sapi, el runa kausai, -siempre siguiendo a Kowi, constituyen los ejes de la racionalidad kichwa, que rigen toda forma de conocimiento de la realidad y de la vida, son lo que Quijano llam los
modos de conocer y de reproducir conocimiento que tiene como eje
el saber ser de la comunidad; aunque en realidad pensamos, que es
ms que modos de producir conocimientos, sino de reproducir sabidura, cuya revitalizacin constituye una necesidad en el proceso de descolonizacin de la historia, epistmica, del saber y del ser.
Igual visin totalizadora, holistica diramos, se puede encontrar
desde la sabidura kichwa amaznica, el sacha (la selva) es la fuente de
la totalidad de la existencia. Dicha visin se sustenta en tres principios:
El Sumak Allpa, que se refiere a la naturaleza, a la tierra como fuente de
vida, como la tierra sin mal; el Sacha Runa Yachag, se refiere a la sabidura (yachag) del hombre de la selva (Runa), sustentado en un saber
heredado desde sus ancestros; y el Sumak Kawsay, que se refiere al buen
vivir, para lo que es necesario entrelazar el sentir, el pensar, el decir y el
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hacer, ah esta el secreto del buen vivir, pero el sinchi (fuerza) principal
para vivir con alegra, que es la meta de todo runa, est en el corazn.
Mientras las epistemologas dominantes se sustentan en un saber
que consideran moderno, propio de un modelo civilizatorio sostenido
en un discurso y praxis de desarrollo evolucionista unilineal, y que sirvi para erigir la civilizacin occidental como la cspide de la evolucin cultural e histrica, y en nombre de ello, rechazar la tradicin como expresin de atraso y primitividad propio de otros pueblos y culturas; para las sabiduras insurgentes, el saber se sustenta en el poder de
una raz de ancestralidad que no se queda anclada en el pasado, sino
que muestra su contemporaneidad, la tradicin es una fuerza que viniendo de atrs del tiempo, se revitaliza permanentemente, por ello el
poder que aun tiene la palabra de los mayores, de los antiguos, de los
abuelos, de los weas, los ancianos, como referentes de la memoria, como depositarios de la sabidura. La memoria, no es un deposito de cosas que vienen del pasado, sino que es una construccin social que hace referencia a todo el acumulado social de la existencia de un pueblo,
que es lo que le ha permitido construirse como tal; de ah la importancia en las sabiduras insurgentes de la memoria colectiva y de la tradicin, pues desde la revitalizacin de la ancestralidad, de la tradicin y
la memoria, los pueblos sometidos a la dominacin, han construido
histricamente referentes de sentido para vivir el presente e imaginar el
futuro, pues la memoria como nos ensea el viejo Antonio, ....es la raz
de la sabidura.
Desde esta visin, que considera el potencial de la tradicin desde
la sabidura kichwa, se cuestiona el sentido que desde el pensamiento
experto busca dar a la capacitacin, capacitar desde su lectura es un
acto colonial, pues la capacitacin se vuelve un discurso civilizador,
pues se considera que el saber del otro es inferior y por eso hay que ensearle, capacitarle; desde la sabidura kichwa, no se habla por tanto de
capacitacin sino de re-ancestralizacin del saber, de revitalizacin de
la memoria, y es el trabajo que actualmente estn haciendo con los nios y jvenes, en continuo encuentro dialogal con la memoria viva de
los ancianos.
Desde la perspectiva de la revitalizacin de la memoria, las sabiduras insurgentes al contrario de las epistemologas hegemnicas que enfatizan miradas denotativas de la realidad y la hegemona de la verdad
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inmovilista que hace que la realidad no pueda ser sino lo que el discurso cientfico ha construido sobre ella, las sabiduras insurgentes, tienen
un sentido connotativo, simblico, critico, autopoytico, performativo
y transformador, lo que les otorga un potencial epistmico para explicarse realidades nuevas; una expresin de ello es por ejemplo, el sentido poltico que le estn dando al mito, no solo como posibilidad simblica de explicacin del pasado, como se ha considerado al mito desde las epistemologas de occidente, el mito dado su riqueza simblica,
est cargado de contemporaneidad, pues hace posible explicar situaciones muy actuales; un ejemplo notable de esto, es el mito de la Boa plateada construido por los kichwas amaznicos, a travs del cual, buscan
explicar la presencia de las empresas petroleras en su territorio, con las
que estn actualmente en conflicto y en pie de lucha:
Los ancianos ya saban que vendra un tiempo, en el que una enorme boa plateada, profanara el corazn del sacha (selva) y que desde sus
entraas brotara una sangre negra, que ira matando poco a poco la vida de la selva.67
La sabidura recupera adems junto con la afectividad, una dimensin que la razn hegemnica no lo ha hecho, la dimensin espiritual
de la existencia, pero vista desde dimensiones polticas, en el mismo
sentido en que nos lo ense la sabidura de las naciones Iroquezas,
....La espiritualidad, es la forma ms elevada de la conciencia poltica.
Corazonar desde las sabidurias insurgentes, para combatir la colonialidad del poder, del saber y del ser
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nizacin si no hay un desprendimiento del logocentrismo, del epistemocntrismo que ha sido en eje central en el ejercicio de la colonialidad; si a lo largo de la historia se ha evidenciado que sobre la base de la
racionalidad y los epistemes se han ejercido formas perversas de dominacin, y no han sido los epistemes los que le han dado a la humanidad
precisamente los referentes de sentido para tejer la existencia, sino que
ha sido la sabidura. Por ello ya no se puede solo seguir razonando, hay
que empezar a corazonar, a sentipensar las epistemologas hegemnicas, pues eso las desestructura, las decoloniza.
Este constituye un desafi para senti-pensar los legados coloniales
en la produccin acadmica que si bien a nivel de reflexin y discursividad a logrado mucho aun falta hacerlo a nivel de la existencia, no separando como lo hizo el poder la teora de la vida, no alejndola de la
existencia, sino hablando a partir de ella. Ser posible nombrar, interpretar y sobre todo vivir la realidad y la vida, fuera de las cadenas epistemolgicas?, la humanidad muestra que a lo largo de toda su historia,
ha tejido la vida sin epistemologa, sino de la mano de la sabidura.
Si tenemos el desafi de realizar, al decir de Boaventura de Sousa,68 una segunda ruptura epistemolgica, esta solo ser posible como lo
sealan Walsh, Schiwy y Castro-Gmez, con la ruptura de la jerarqua
de los conocimientos de la episteme moderna, lo cual significara que
el reto mayor de las ciencias sociales, es acercarse a esas epistemologas
otras, a las sabiduras insurgentes; aunque pensamos que se hace necesario ir ms all del solo acercamiento, pues se trata de hacer visible
su presencia y su palabra, para aprender de ellas y tomarlas como referentes de sentido para nuestra propia vida.
Basados en las misma prcticas logocentricas y epistemocntricas
como dice Said,69 no podremos pensar los sitios de resistencia y los
efectos terribles de la globalizacin; es por ello imprescindible cuestionar el logocentrismo y el epistemocentrismo de la academia, la misma
que como otra forma de ejercicio de la colonialidad del saber-poder, legitima su hegemona epistemocntrica, en la superioridad pedaggica
del libro, en el poder en la escritura, lo que deja aun lado la riqueza de
las sabiduras de las culturas orales, que han hecho del poder de la palabra, una arma insurgente frente a las palabras del poder; de ah que
otra forma de luchar por la decolonizacin espistmica, es tambin
buscar un descentramiento del libro como referente exclusivo de la ver-
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la exclusin y la dominacin en la que viven la mayor parte de la poblacin del planeta; se vuelve por tanto, una condicin inevitable, para
que se pueda luchar por la construccin de otros horizontes civilizatorios y de existencia, que permitan corazonar la vida, y hagan posible la
insurgencia de otras formas de sentir, pensar, imaginar, decir, nombrar,
hacer, significar, una distinta tica, esttica y ertica de la existencia,
que para que sea realidad, requiere no tanto de epistemologa, sino sobre todo, de ternura y sabidura.
Y si bien el camino de la descolonizacin es un proceso largo, difcil, nos alienta las palabras del viejo Antonio que nos advierte que
....es largo el camino de los sueos...., para que a pesar de los anuncios de
fin de la historia y el aparente triunfo absolutista del mercado, continuemos militando intransigentemente por la vida, con la actitud del arquero loco de la luna:
Un arquero tena el sueo de un da llegar a cazar la luna. Desde entonces, cada noche sala a disparar sin descanso sus flechas hacia el hermoso astro que sonriente lo miraba y le iluminaba con su luz de plata.
La gente de la aldea que vea al arquero disparndole a la luna, pens que estaba loco, y comenzaron a burlarse de l y a llamarle el arquero
loco de la luna, y a hacer todo tipo de comentarios irnicos y crueles.
Sin embargo, el arquero, sin importarle lo que podan pensar de l los
dems, segua inmutable en su objetivo y continuaba noche tras noche,
disparando sus flechas a la luna.
Pas el tiempo, y si bien, el arquero loco de la luna, nunca lleg a cazar la luna, si se convirti en el mejor arquero que alguien puede haber conocido en todo lugar y tiempo.
Pues lo que importa es lo que en el camino de la lucha por materializar los sueos vayamos construyendo; quizs, la nica diferencia, es
que nos anima la terca seguridad en la irrenunciable esperanza, de que
si podemos alcanzar la luna.
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Notas
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LANDER, Edgardo. Conocimiento para que? Conocimiento para quien?. Reflexiones sobre la universidad y la geopoltica de los saberes hegemnicos. En: Material seminario: Conocimiento y globalizacin neoliberal. Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos. Universidad Andina Simn Bolvar, Quito, 2005(a): 1
WALSH, Catherine. Qu conocimiento(s): Reflexiones sobre las polticas del conocimiento, el campo acadmico y el movimiento indgena ecuatoriano. En: Comentario internaacional Geopolticas del conocimiento numero 2 II semestre. Universidad andina simn Bolivar, Quito, 2001: 65
Ver LANDER Y WALSH, obras citadas.
LANDER, Edgardo. Pensamiento crtico latinoamericano: La impugnacin del eurocentrismo.. En: Material seminario: Conocimiento y globalizacin neoliberal. Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos. Universidad Andina Simn Bolvar, Quito, 2005(b): 5-7
Cit. en WALH Catherine. (Re)Pensamiento crtico y (De)Colonialidad, en: Pensamiento crtico y matriz (de)colonial, reflexiones latinoamericanas, Universidad
Andina Simn Bolvar / Abya-Yala, Quito, 2005.
MIGNOLO Walter.Diferencia colonial y razn postoccidental. En: CASTRO-GOMEZ Santiago, edit. La reestructuracin de las ciencias sociales en Amrica Latina..Instituto Pensar, Bogota, 2000: 4-5
LANDER, Edgardo. Ciencias sociales: Saberes coloniales y eurocntricos, en LANDER, Edgardo (compilador) La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias
sociales. Perspectivas Latinoamericanas. CLACSO-UNESCO, Buenos Aires,
2000:18-19
GARCS Fernando. Las polticas del conocimiento y la colonialidad lingstica y
epistmica. En: Pensamiento crtico y matriz (de)colonial: Reflexiones Latinoamericanas. WALSH Catherine (editora). Universidad Andina Simn Bolvar / AbyaYala, Quito, 2005: 141
QUIJANO, Anbal. Colonialidad del poder, globalizacin y democracia. Material seminario: Conocimiento y globalizacin neoliberal. Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos. Universidad Andina Simn Bolvar, Quito, 2005: 2
MIGNOLO Walter. Historias locales/diseos globales. Akal, Espaa, 2003.
Si bien Mignolo habla de Diferencia Colonial, estamos de acuerdo con la observacin sealada por Garcs (2005. Op. cit: 145) en el sentido que puede resultar ms
pertinente hablar de diferenciacin colonial, para comprender el proceso de clasificacin socio- racial y epistmico que es analizado por Mignolo.
Hablaremos de sociedades, culturas o actores subalternizados, y no subalternos,
para referirnos a que dicha condicin no es un atributo natural de las mismas, ni
una situacin por ellos buscada, sino una construccin resultante de la imposicin
de una matriz colonial de poder.
LANDER, Edgardo. Op. cit 2000: 29
MIGNOLO Walter, entrevista con WALSH Catherine Las geopolticas del conocimiento en relacin a Amrica latina. En: Comentario internacional, nmero 2 II semestre, Universidad Andina Simn Bolvar / Abya-Yala, Quito, 2001: 50
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15 CORONIL Fernando. Globalizacin liberal o imperialismo global?. El presente y sus
diferencias. mimeo Universidad Andina Simn Bolvar, Quito, 2002:9
16 CORONIL Fernando. Op. cit.: 9
17 Citado en NOVOA Patricio. La matriz colonial, los movimientos sociales y los silencios de la modernidad. En: En: Pensamiento crtico y matriz (de)colonial: Reflexiones Latinoamericanas. WALSH Catherine (editora). Universidad Andina Simn
Bolvar / Abya-Yala, Quito, 2005: 91-92
18 WALH Catherine. Op. cit. 2005: 17 / Ver tambin WALSH Catherine; SCHiWY
Freya; CASTRO-GOMEZ Santiago. Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolticas
del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino. Universidad
Andina Simn Bolivar / Abya-Yala, Quito, 2002
19 CASTRO-GMEZ, Santiago. La Hybris del punto cero: Biopolticas imperiales y colonialidad del poder en la Nueva Granada (1750-1810), en material de estudio Seminario Epistemologa y Estudios Culturales, Universidad Andina Simn Bolvar,
Quito, 2005(a).
20 MUYULEMA, Armando. De la cuestin indgena, a lo indgena como cuestionamiento. Hacia una crtica del latinoamericanismo, el indigenismo y el mestiz(o)aje,
RODRGUEZ. I (editora). Convergencia de tiempos: estudios subalternos/contextos latinoamericanos. Estado, cultura y subalternidad, Amsterdan / Atlanta, Ga,
Rodopi, 2001; : 327 /359
21 LANDER, Edgardo. Op. cit 2000: 31
22 CASTRO-GMEZ, Santiago. Op. Cit. 2
23 WALSH Catherine, Op. cit, 2001: 66
24 WALSH, Catherine. Op. cit. 2005: 21
25 WALSH, Catherine. Op. cit. 2005: 24
26 WALSH, Catherine, Pensamiento critico y matriz )de)colonial: Reflexiones Latinoamericanas. Universidad Andina Simn Bolvar Abya-Yala, Quito, 2005: 22-23
27 VIEJO ANTONIO, en Desde las montaas del sureste mexicano (cuentos, leyendas y
otras posdatas del Sup Marcos. Recopilacin y notas Alguien. Plaza Janes Editores
S.A., Mxico: 266-268
28 LANDER, Edgardo, Op. cit. 2005 (a): 5
29 LEFF, Enrique. Ms all de la interdisciplinariedad. Racionalidad ambiental y dialogo de saberes. En: LANDER, Edgardo. (comp.) Material seminario: Conocimiento y globalizacin neoliberal. Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos. Universidad Andina Simn Bolvar, Quito, 2005: 7
30 GUERRERO, Patricio. La Cultura: Estrategias conceptuales para comprender la
identidad, la diversidad, la alteridad y la diferencia, Abya-Yala, Quito, 2002: 23
31 SEATLE, Jefe Indio. La carta del jefe indio Seatle. Acku Quinde, Sistema de Bibliotecas campesinas de Cajamarca, Per, 1998: 29
32 Cit. en LEON Catalina, Hacia una posible superacin de la metahistoria de lo latinoamericano. En: Pensamiento crtico y matriz (de)colonial: Reflexiones Latinoamericanas. WALSH Catherine (editora). Universidad Andina Simn Bolvar /
Abya-Yala, Quito, 2005: 115-120.
33 MIGNOLO Walter. 2003 Op. cit.:145-149.
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POR UNA ANTROPOLOGA
COMPROMETIDA CON LA VIDA
Antropologa y globalizacin
No estaremos viviendo, como seala Auge,1 el espacio histrico de
la antropologa y el tiempo antropolgico de la historia. El actual proceso de globalizacin ha hecho posible que por primera vez la humanidad se halle interconectada y descubra como nunca antes que el mundo es redondo, pues es redonda la globalidad que atraviesa todas las dimensiones de la realidad presente.
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En la actual fase de la globalizacin, los antiguos pueblos primitivos desaparecen como objeto de estudio, pues el orden de esas sociedades se halla profundamente alterado por el desarrollo del proceso
de globalizacin del capitalismo transnacional y el mercado. Esto plantea una crisis a la vieja antropologa de lo extico, que crea que al integrarse a la historia los pueblos primitivos (que han sido sus objetos privilegiados de estudio) la antropologa ya no tendra sentido y
por lo tanto tena que desaparecer.
Al contrario de lo que anunciaban los agoreros del desastre, por
primera vez la antropologa tiene el espacio histrico para anunciar la
muerte del exotismo y mostrar su funcin, no ms como ciencia de indios, negros y marginales, primitivos y salvajes, como ciencia de las
sociedades premodernas o del tercer mundo, de culturas inexorablemente ancladas en tiempos muertos. Hoy debemos ver a la antropologa no como ciencia del pasado, anclada solo en el anlisis de una tradicin que busca revivir para exotizarla; sino como ciencia de la contemporaneidad; es ah donde la antropologa puede mostrar su propia
contemporaneidad, pero sobre todo, su potencial y su perspectiva para
entender la dinmica del futuro.
Hoy como nunca antes la antropologa se muestra realmente como la ciencia de las diversidades, de las pluralidades y las diferencias humanas, ya no solo como la ciencia de el otro, de la otredad, sino tambin de la mismidad, de nosotros mismos. En consecuencia, la antropologa, debe ser mirada como la ciencia de la alteridad, entendida esta no solo como una otredad encerrada en s misma, sino que toda alteridad se construye siempre en el encuentro dialogal entre nuestra
mismidad con esa otredad que siempre nos habita, pues inevitablemente, el otro habita en nosotros, as como, nosotros habitamos en los
otros. La antropologa, como ciencia de la alteridad, por tanto, lo que
busca, es comprender las tramas de sentido que se tejen en ese encuentro que hace posible la alteridad, los significados y significaciones que
se manifiestan y se esconden en el mundo de los imaginarios, las representaciones, los discursos y las prcticas, es decir en los universos de
sentido que hemos sido capaces de construir a travs de la cultura y de
sus mundos simblicos, tanto los otros, como tambin nosotros.
Hacer de las alteridades, por tanto, de las otredades y las mismidades, de las diversidades, de las diferencias, no el objeto de estudio, si-
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una acumulacin ilimitada y en ese proceso prioriza el valor del capital y no el de la vida. Un modelo concentrador del capital, del poder, de
la tecnologa que los instrumentaliza para la virtualizacin de la realidad y para la guerra. Modelo depredador, ecocida, pues est aniquilando la naturaleza transformando todo lo que ve en mercanca; modelo
excluyente que conduce a la mayora de la humanidad a la miseria y a
la muerte. Estas son las bases de este viejo esquema colonial-imperial
continuamente recreado y que han llamado modernidad, nuevo orden mundial. La globalizacin no es sino una nueva mscara del viejo
rostro del poder, una nueva fase de este viejo modelo de dominacin.
La antropologa ha sufrido un complejo sndrome de valores dada
su histrica complicidad con el poder. Entrampada en su matriz eurocntrica y en paradigmas analticos, tericos y metodolgicos que se
derivan de su rol colonial dominador, ha intentado reivindicar su autonoma moral, tica y poltica y legitimar su voz ante, en y con los condenados de la tierra.2
Hoy estamos seguros que la antropologa tiene la posibilidad de
comprometerse con la vida, no nicamente para entenderla, sino para
transformarla. Ahora tiene la posibilidad no solo de descolonizarse, sino de contribuir a la decolonizacin de la vida, a la construccin colectiva de un diferente sentido de civilizacin, de un distinto proyecto civilizatorio, a la construccin de otros sentidos de la existencia; no solo
desde una visin antropocntrica, sino desde una perspectiva csmica
que ponga la prioridad de la vida como centro del ser humano y de todo lo existente. Hay que refundar una mirada que nos atrevemos a llamar cosmo-antropo-cntrica, as como formas de alteridad csmica en la
perspectiva de ir construyendo otro tipo de interrelacin, ms holstica
y armnica, entre el ser humano, la naturaleza y el cosmos.
Antropologa y contemporaneidad
Como bien lo seala Auge3, el problema de definir la disciplina y
su objeto es un problema tambin de la contemporaneidad de la antropologa dada la diversidad de hechos y procesos que la misma contemporaneidad presenta. Esto implica que hay que empezar a buscar los
otros horizontes y escenarios de su praxis, comenzar a sentir y pensar,
a senti-pensarnos, corazonar por nosotros mismos a partir de nuestras
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realidades y procesos, de nuestras especificidades culturales, de nuestras historias cargadas de dominacin, de nuestros procesos de lucha
por la existencia de muy larga duracin, a partir de nuestras heridas coloniales, y considerar la contemporaneidad que estos procesos tienen.
Hoy ms que nunca, como anotara Auge4, se plantea la cuestin de
saber, si la antropologa tiene algo que decir que sea especficamente
antropolgico sobre las nuevas situaciones. Lo ms importante es que
desaparezca la nocin de objeto que la antropologa construy con
relacin a los sujetos sociales, que entendamos que no busca estudiar al
ser humano como tal, construirlo como objeto de estudio, sino que lo
que buscamos comprender, son los procesos, los fenmenos, los hechos
socio-culturales, las distintas realidades, los diversos mundos que esos
sujetos y seres humanos concretos construyen y a los que se encuentran
articulados.
Si bien hay que interrogarse, segn Auge, sobre lo esencial de la definicin de la antropologa, hoy es ms importante discutir sobre la
funcin terica, metodolgica, tica y poltica que la antropologa
cumple en el actual proceso de la historia.
La antropologa ha comenzado a ver la contemporaneidad de sus
antiguos objetos de estudio y a hablar con ellos. Es importante no olvidar que este proceso de cambios no responde a la maduracin de la
antropologa o de los antroplogos en s, sino a las nuevas condiciones
histricas, al proceso de insurgencia material y simblica de esos objetos transformados por su propia praxis y lucha en sujetos polticos e
histricos que imponen su presencia y contemporaneidad. La antropologa por tanto, no poda continuar ignorando este hecho.
La contemporaneidad de la antropologa est ligada a la necesidad
de plantear una reflexin sobre el presente, de entender las nuevas y diferentes situaciones, las distintas realidades y problemticas, los diversos actores y sujetos, los nuevos escenarios y procesos que ahora han
emergido, y tratar de encontrar una interpretacin antropolgica a los
mismos.
Casi toda la clsica antropologa ha tenido una evidente actitud etnologizante, ya que no ha considerado la contemporaneidad de los sujetos, pues hace de las representaciones de los otros transformados en
objetos tambin objetos de descripcin y anlisis, generando una situacin como la llama Auge5 de alocronismo, que implica una fra dis-
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tancia frente al otro, a quien nunca se lo considera como un contemporneo, como un igual; por eso, en este encuentro, evidentemente asimtrico, desigual, no existe dilogo, pues el dilogo implica contemporaneidad y equidad entre los interlocutores.
En el viejo discurso antropolgico, caracterizado por una praxis
colonial extractivista, que solo va, toma y no comparte, no devuelve; la
ausencia del otro es perversa, el otro aparece como objeto y vctima, no
es considerado un productor de conocimiento, sino tan solo un informante; herencia colonial de dominacin de la subjetividad del otro, que
aun se mantiene totalmente vigente en el trabajo, no solo antropolgico, sino del conjunto de las ciencias sociales, pues todava en los manuales tericos y metodolgicos se sigue enseando, que la clave para
un buen trabajo de campo, es encontrar el informante calificado, el
informante clave, y no el interlocutor con el que debemos conversar
con humildad, y del que debemos procurar aprender lo que nos ensean sus universos de sentido, es decir, aprender de su sentir, de su pensar, de su decir y de su hacer; pues no se trata de recrear ese acto colonial de extraccin de sentido, que lo transforma en un mero dador de
informacin para enriquecer nuestros informes; sino que debemos hacer posible un dialogo respetuoso que permita que al encontrarnos con
el mundo simblico de los otros, podamos comprender mejor, el mundo simblico de nosotros; pues el trabajo antropolgico es un acto de
alteridad que busca, transitar el mundo del sentido, para poder comprender mejor el sentido del mundo, o para que podamos transitar en
el mundo con sentidos distintos de la existencia; ah est la riqueza de
la alteridad, que hace posible que al caminar por los universos de cultura de los otros, nos permite retornar con una mirada diferente haca
nosotros mismos; pues todo encuentro de sentido entre nosotros y los
otros, debe ayudar a una comprensin que mutuamente nos enriquezca y nos transforme.
En consecuencia, es necesario establecer en la relacin, en ese encuentro con el otro, una perspectiva que podramos llamar de altercronismo o dialocronismo que devuelva la contemporaneidad negada a
los sujetos-objetos investigados; que los des-objetivice, que nunca ms
los vea como informantes sino como interlocutores, y que permita que
hablen desde sus propias y diversas voces; que anule la asimtrica relacin entre el observador-investigador imbuido muchas veces de una
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Una tarea urgente que se le plantea a la antropologa y al conjunto de las ciencias sociales hoy, es la de trabajar por la decolonizacin
epistmica, de sus perspectivas tericas, de su praxis metodolgica, de
sus visiones ticas y polticas, eso implica la urgente necesidad de superar el epistemocntrismo en el que se encuentran atrapadas actualmente, que es hegemnico en la academia, para empezar a mirar el potencial que tienen las sabiduras que estn en la praxis vital de los actores
sociales subalternizados, que han hecho de ella un instrumento insurgente para la lucha contra la dominacin; ya es hora de empezar a mirar e incorporar en la academia todo el potencial, no solo de conocimientos, sino de sentido, de referentes ticos y polticos que ofrecen las
sabiduras, para la construccin de un horizonte diferente de vida.
Otra forma de decolonizar la antropologa es adentrarnos en el
mundo del poder, de sus construcciones simblicas para ejercerlo, es
necesario hacer una Antropologa del poder. Es importante estudiar la
conducta de las clases dominantes, las construcciones simblicas del
sistema neoliberal y del mercado; estudiar el mundo empresarial y financiero, los actuales procesos de produccin, circulacin y consumo
de los bienes simblicos, la abrumadora circulacin de capital y de violencia que pone en movimiento esta fase del capitalismo transnacional.
Hay que estudiar cmo opera la interaccin simblica del poder, analizar los procesos que nosotros llamamos de usurpacin simblica del poder, cmo este produce la resemantizacin de sentidos con los que manipula la conciencia, los imaginarios, las subjetividades y la praxis social para su legitimacin y ejercicio. Tal es el caso de las movilizaciones
regionalistas y la manipulacin que las oligarquas costeas estn desarrollando en torno a la cuestin de las autonomas y la construccin de
nuevos discursos identitarios de verdad para la reafirmacin de sus poderes regionales. Estos son campos an no explorados, en los que necesitamos sumergirnos para ver que esconden en sus profundidades.
Dada la emergencia social de distintas identidades y actores sociales, es importante ampliar el campo de la antropologa poltica. Son
distintos y diversos los problemas que una antropologa comprometida con la vida tiene que abordar y debe hacerlo desde otra dimensin
poltica, desde una perspectiva diferente de anlisis de la cultura.
Es vital estudiar en esta etapa de grandes cambios planetarios cmo se perciben y viven estos por parte de los diversos actores sociales
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en su quehacer cotidiano. Hay que analizar el proceso de occidentalizacin de las culturas tradicionales, pero tambin examinar la resemantizacin de sentidos que estas hacen de la globalizacin. Hay que prestar atencin a los procesos de glocalizacin, es decir la interdependencia e interinfluencia, que se da entre lo global y lo local, y como lo local influye en lo global. Debemos tratar de comprender la complejidad
poltica que tiene el proceso de construccin de identidades y de etnicidades reconstruidas en un mundo globalizado.
Hay que hacer una lectura antropolgica de la globalizacin, para
evidenciar frente a quienes creen que esta es algo inevitable, o una totalidad absoluta de la que es imposible desprendernos y que estamos
condenados a sobrevivir bajo sus designios, se hace necesario, otra mirada, que la muestre, como un proceso histrico y por lo tanto que puede ser modificable, y que de hecho esta siendo transformada, subvertida por la accin colectiva y luchas en todo el mundo, la globalizacin,
es tambin un territorio de luchas minado por relaciones de poder, por
luchas sociales a nivel planetario que tienen la terca esperanza, de que
es posible parir un nuevo proceso de liberacin mundial.8
El desarrollo de resistencias e insurgencias contra la globalizacin neoliberal, ha hecho posible tambin, la reconstitucin de un imaginario crtico, de otro horizonte de futuro diferente, estaramos asistiendo como dice De Sousa Santos, a una transicin paradigmtica a
nivel no solo poltico y social, sino sobre todo, cultural y epistemolgico, que abre posibilidades, sentimos nosotros, para radicales rupturas
a nivel no solo epistmico, sino para que insurjan formas distintas de
sentir, de pensar, de hacer, de decir, de significar, de construir la poltica y lo poltico.
La Antropologa desde una mirada crtica, tiene hoy, la urgente necesidad para comprender los diferentes procesos abiertos por la globalizacin, de aportar en la construccin de distintos marcos tericos,
metodolgicos y polticos que nos permitan sentipensar la globalidad
desde las historias y procesos locales, desde diferentes polticas del lugar
(Escobar), que articulen la presencia del pasado en el presente y la inscripcin de lo global en lo local; y que considere el carcter plural y diferenciado de experiencias histricas, de actores, culturas, identidades
y escenarios.
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Si desde los ideologemas de la globalizacin, esta aparece como totalidad absoluta, surge como una necesidad poltico-metodolgica en
el anlisis de los procesos sociales: la consideracin de su historicidad y
de una visin de totalidad distinta, por ello el concepto de heterogeneidad histrico-estructural planteado por Quijano, que nos permite diferenciarla del concepto de totalidad orgnica con que se construye el
sentido universalista de occidente, resultar til, pues desde esta perspectiva, se pone la cuestin del poder en el centro del debate,9 y nos
ayuda a entender como operan las diversas y diferenciadas formas de
dominacin, pero tambin como se expresan las diversas y diferenciadas luchas contra dicha dominacin desde los actores subalternizados.
Una tarea urgente en la perspectiva de trabajar una Antropologa del
poder, es entonces, trabajar en una cartografa de la dominacin o en la
analtica de la colonialidad imperialidad del poder;10 pero tambin, en una
cartografa de resistencias e insurgencias, de las luchas y los movimientos
que se construyen como respuesta alternativa al patrn de ese poder.
Debemos dar ms atencin a la dimensin poltica de los actuales
procesos de los pueblos indios, negros y de las diversidades sociales;
analizar su insercin en los sistemas democrticos dominantes. Junto a
ello hay que discutir cul es la presente significacin de la democracia,
someter la razn homogeneizante de la democracia a la crtica de la razn plural y diversa. Debemos empezar a cuestionar la eficacia simblica de los grandes mitos construidos por el poder con los que naturaliza y legitima el orden dominante, tales como el mito de la democracia o el mito del desarrollo que se los muestra como las nicas formas
posibles de hacer humanidad y de alcanzar la felicidad.
El reto es empezar a sentipensar y construir, ya no solo una democracia y un desarrollo alternativo, sino alternativas a la democracia y al
desarrollo; que rompan el orden sacralizado que el poder les ha otorgado, pero para esto hay que entender sus lgicas internas, sus sentidos
profundos, ver qu significados y significaciones construye el poder para su naturalizacin y para lograr su permanente reproduccin.
Comencemos a mirar la riqueza de la diversidad como la realidad
desde la que se puede construir el futuro en perspectiva de la construccin de una sociedad que respete la pluralidad y la diferencia, que haga posible la unidad en la diversidad. Por ello es importante empezar a
considerar las dimensiones insurgentes que tienen la cultura, la diversidad y la diferencia.
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La antropologa puede ser un instrumento que aporte a la comprensin de la complejidad de la unidad y la pluralidad de las sociedades humanas como aporte a la construccin de una humanidad que se
funde en el respeto a la diferencia y que ayude a convivir pacficamente con esa diferencia. La antropologa tiene la tarea de contribuir a la
construccin de verdaderas sociedades interculturales, que tienen su
mayor reto, no solo en alcanzar la democratizacin formal de la sociedad, sino fundamentalmente, la democratizacin del poder; es decir,
posibilitar que todos los sectores que conforman la sociedad puedan
ejercer el derecho de tomar sus propias decisiones y que los dems seamos capaces de reconocerlas y respetarlas.
Es necesario analizar, crticamente, los procesos que hemos caracterizado como de insurgencia simblica que las diversidades sociales estn llevando adelante. Para ello hay que estudiar el carcter de sus luchas de sentido en la perspectiva de la construccin de un horizonte civilizatorio diferente. Esto implica comenzar a tener una mirada distinta de los procesos que nos permita entender las dimensiones simblicas de lo poltico y las dimensiones polticas de lo simblico, que actualmente se expresan en la lucha social.
En tiempos de globalizacin como los que vivimos, desde la perspectiva de una Antropologa Poltica distinta, se hace necesario, volver
a debatir una categora que ha sido dejada aun lado en el anlisis social,
la categora de imperialismo, pero para verlo en sus dimensiones presentes, como imperialismo global,11 dicha categora tiene importancia,
no solo como categora analtica, sino como fenmeno histrico determinante del presente-futuro de la humanidad. El imperialismo no puede seguir siendo visto como cosa del pasado, ni como la fase superior
del capitalismo (Lenin), sino como la parte constitutiva y constituyente de la dominacin colonial-imperial; en consecuencia, no basta hablar de globalizacin, hay que especificar que se trata de una globalizacin imperial. Esto implicara no solo hablar de una matriz colonial de
poder, sino tambin de una matriz imperial de poder, pues tanto colonialidad e imperialidad, son constitutivos y constituyentes del patrn
mundial de poder.
Despus del 11 de septiembre se construye un distinto orden simblico, la construccin del terrorista le permite al imperio legitimar y
planetarizar el uso de la violencia, pues con la justificacin de comba-
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tir el terrorismo, legitima el terror como poltica planetaria y de su hegemona intervensionista. La invencin del terrorista, ha tenido una
enorme eficacia simblica en la justificacin de la poltica del terror
que el imperialismo ha impuesto en el planeta, pues la categora terrorista, al estar cargada de opacidad, est en todas partes y en ninguna, lo
que le permite al imperialismo, intervenir donde este determine que
existe una amenaza terrorista; de esta forma en nombre del combate al
terrorismo, el imperialismo ha legitimado su poltica de terror en el
mundo. Esto evidencia, que la globalizacion neoliberal hoy, no solo hace posible el libre flujo de capitales y mercancas, sino tambin de la
violencia y del terrorismo imperial, hoy no solo se expande el libre
mercado, sino que ahora existe un mercado libre para la violencia.12
Pero la globalizacin transnacional, ha abierto tambin otras posibilidades para que insurja un carcter global de las luchas sociales y
antisistmicas, para potencializar procesos de insurgencia material y
simblica de las diversidades; una expresin de ello es la funcin poltica que cumple el Foro Social Mundial (FSM), como un diferente fenmeno social y poltico que da cuenta de que existe tambin una insurgente globalizacin contrahegemnica, pues como dicen los Zapatistas, si se ha globalizado el mercado, tambin se ha globalizado la esperanza. El FSM, se constituye entonces, como una utopa crtica, como
una epistemologa del sur (De Sousa Santos),como una emergente poltica cosmopolita, que proclama la existencia de alternativas a la globalizacin neoliberal dentro y contra ella, y le anima la seguridad histrica, de que otros mundos son posibles.
La lucha por las utopas posibles de una globalizacin alternativa,
cuestionaran por tanto, la utopa del mercado total y el poder imperial
(Lander) su carcter homogenizante y totalitario, para proponer una
utopa distinta, construida desde la diversidad, desde la diferencia y
desde la interculturalidad.
El proceso de luchas antisistmicas, contra la globalizacin neoliberal, ha posibilitado tambin la emergencia de un diferente tipo de sujetos histricos plurales, constituidos por una multiplicidad de actores
diversos, que no pueden ser vistos simplemente como multitud (Negri y Hart), sino ms bien como diversidades insurgentes.
La lucha contra la globalizacin del FSM combina la lucha por la
justicia social global, y la justicia cognitiva global, la justicia redistributi-
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tensin y riqueza de vivir entre varias culturas y las posibilidades polticas de no ser reconocida en ninguna de ellas, para abrir posibilidades
de otros encuentros que permitan que sea habitable la propia frontera.
Estas dimensiones mltiples de sentido que se encierra en la nocin de frontera, constituye otro escenario muy rico para el trabajo antropolgico, pues la frontera se vuelve una metfora de movilizacin
poltica estratgica. Vivir en la frontera, como lo han estado haciendo
los actores sociales histricamente subalternizados, discriminados y excluidos por el poder, como los negros, indios, gays, lesbianas, o aquellos
que considera minusvalidos, desechables, enfermos con sida, etc, tiene un profundo sentido poltico insurgente, pues no implica solo una
cuestin geogrfica, sino epistmica, cultural y poltica. La frontera representa, un rechazo a las barreras sociales y culturales hegemnicas; la
conciencia de estar en un espacio intermedio y desarrollar una capacidad tctica frente a los discursos dominantes, para utilizarlos deformarlos, desestructurarlos; la conciencia del alto costo de la diferencia, por
ser parte de una identidad descentrada, dislocada, nmada, excntrica,
mestiza; pero que tambin permite conversar con otras diferencias y establecer alianzas estratgicas con ellas, para construir procesos de afirmacin en la diferencia y de respuestas polticas al orden dominante.21
Desde las identidades fronterizas, es posible propugnar una mirada antropolgica de la parcialidad que abre espacios a lo pluridiverso,
y buscar polticas relacinales, a fin de realizar, como dira, De Sousa
Santos un ejercicio de traduccin; para construir alianzas de afinidad,
marcadas sobre todo por un elemento no considerado en las teorizaciones sobre los procesos de la lucha social, la afectividad, puesto que el
encuentro con la diferencia solo puede ser un acto de amor; es necesario por ello, construir, comunidades afectivas, desde la diferencia y trabajar en la formulacin de modelos afectivos, de polticas del amor necesarias para dar otros sentidos a las luchas de las diversidades sociales
por la vida.
Otra cuestin que la Antropologa no puede dejar de considerar,
es que, las PIC de los MS, abren condiciones, para senti-pensar posibilidades de modernidades alternativas, frente al sentido excluyente y hegemnico de la modernidad occidental marcada por la colonialidad,
emergen otras formas de modernidad alternativas o alternativas a la
modernidad, pensadas desde polticas del lugar.22
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nalidad, no es posible una salida para la vida. Por ello se plantea la necesidad de una Antropologa Ecolgica, que permita una reapropiacin
del sentido de la vida negado por occidente, una forma diferente de alteridad que rompa el sentido antropocntrico, sino que abra un espacio de encuentro dialogico con la misma naturaleza, en perspectivas de
una forma de alteridad disitnta, una alteridad csmica, biocentrica, en
donde el eje vital sea la propia vida. Esto permitir volver a re-erotizar
el mundo y construir una poltica que acaricie la vida (Leff)
Es importante mirar todas estas luchas, a pesar de la diversidad y
diferencia de sus objetivos, como luchas por la decolonizacin de toda
forma de poder, del saber y del ser, por combatir la matriz colonial imperial de poder, esto implica mirar a la decolonizacin como un horizonte a seguir, no como un mero ideal, sino como utopa, y como utopstica
(Wallerstein,) como estrella del norte que gui las luchas hacia la construccin de un diferente patrn de poder sin dominacin ni explotacin.24
Lo anterior implica adems, una redefinicin del concepto de revolucin,25 ms all de su nocin de cambios radicales desde el estado, sino definir revolucin como una categora histrico y tico-poltica, como
un proceso de descolonizacin profunda, que connota un proceso de mltiples transformaciones radicales que se dan simultneamente sin la hegemona de uno de ellos, que tienen un carcter antisistmico, que subvierte el patrn de dominacin y va construyendo otras formas de poder.
La decolonizacin implica la construccin de una nueva formacin
del poder y de una nueva hegemona, en perspectivas de otros horizontes
de existencia. Se trata en definitiva de un proceso de decolonizacin como el que se anuncia en el espritu de la Sexta Declaracin de la Selva Lacandona, que est buscando en la lucha de sus diversos actores, dar a luz
una poltica de la esperanza,26 de que estamos pariendo no solo otros
mundos posibles, sino sobre todo, mundos de otro modo, gestados desde
las luchas de los damnes o condenados de la tierra (Maldonado-Torres).
Es importante no olvidar, algunos ejes polticos metodolgicos
que debemos considerar en el anlisis de los actuales procesos de insurgencia: Analizar las luchas desde una perspectiva histrico mundial de
larga duracin, que han hecho posible un acumulado de la lucha social
por la existencia que ha estado histricamente presente, desde el mismo momento en que se instaura la matriz colonial imperial de poder,
para el dominio y colonizacin de la totalidad de la vida, de ah la ne-
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cas del sentido de la praxis humana, expresada en la cultura, siga haciendo de la observacin su tcnica de trabajo privilegiada, puesto
que la induccin y la deduccin, as como la sola observacin, el solo
trabajo etnogrfico, resultan insuficientes para dar cuenta de las profundidades, que se esconden en los diversos universos simblicos de la
realidad y de la vida; no debemos olvidar que la Antropologa como
ciencia del sentido, trabaja, no solo por mostrarnos el mundo material
de los signos observables y hacer una lectura denotativa de los mismos;
sino que la Antropologa, exige lecturas connotativas, de un trabajo
hermenutico, interpretativo que nos permita, hacer visibles los rostros
de lo invisible, acercarnos a las dimensiones profundas de la trascendencia y de lo inefable, ayudarnos a materializar y comprender el espritu que habita en todas las cosas.
Debemos incorporar por tanto modelos connotativos, hermeneticos de lectura de la realidad, reconocer las formas abductivas de conocimiento, proponer horizontes des-civilizatorios, des-racionalizantes y como respuesta a la tirana de la razn dominadora de Occidente,
se hace necesario empezar a corazonar no solo la antropologa sino la
vida. Solo as, estamos seguros, podremos abrirnos al dialogo con otras
sabiduras, lgicas, saberes y racionalidades, devolver la dignidad que la
epistemologa le usurpo a la imaginacin simblica, que es la que hace
posible la construccin del sentido sobre nuestro ser, estar y sentir en el
cosmos, el mundo y la vida.
Una profunda limitacin del conocimiento racional y conceptual
de la ciencia occidental, es, haber privilegiado el uso hegemnico de los
sentidos externo preceptores vista y odo- como las nicas fuentes de
conocimiento; heredera de esa racionalidad, la vieja Antropologa, hizo
de la observacin, -por ms participativa que aparezca, su mtodo
ideal de conocimiento de la realidad; conduciendo a las otras facultades, como la imaginacin, la sensibilidad, los afectos, las emociones, los
deseos, como tambin a los otros sentidos, el gusto, el tacto, el olfato, a
los territorios de lo irracional, a los espacios marginalizados y subterrneos del conocimiento, produciendo como consecuencia, un saber
fragmentado y fragmentador. Si la Antropologa busca conocer e interpretar desde miradas holsticas (totales) y sistmicas (integradas e integrales) la totalidad del mundo del sentido, y del sentido del mundo, debe en consecuencia mirarla e interpretarla tambin, desde la totalidad
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en la frialdad de los laboratorios, ya o seremos gestados en el encuentro apasionado y amoroso de los cuerpos y los espritus, que es lo que
nos hacia nicos e irrepetibles; la clonacin es el proyecto extremo y terrorista del poder, de la colonizacin de la totalidad de la vida.
Estos son retos diferentes para una antropologa comprometida
con la vida, que deber considerar las distintas significaciones, simbolizaciones y sentidos que actan en el conjunto planetario a travs de
las redes de des-informacin que son las fuentes de transmisin y reproduccin de las actuales significaciones simblicas. Hay que analizar
los procesos de virtualizacin de la realidad, de uniformizacin cultural, de planetarizacin del mercado, de mundializacin de la imagen,
que modifican aceleradamente las relaciones de cada sociedad con la
propia realidad. Hoy, se relativizan categoras como espacio y tiempo,
pues el tiempo de destemporaliza, y el espacio se desterritorializa, se
acelera la historia y se achica el planeta, se reduce la frontera, la distancia entre lo prximo y lo lejano, la categora del otro se recompone,
pues estos fenmenos tienden a diluirlo o reducirlo, a borrarlo, hacerlo invisible, transformarlo en un fantasma, como se hace tambin con
el capital, y la propia realidad, para que el mercado y el poder puedan
viabilizar, la libre circulacin de los capitales, de la violencia y la muerte. Todo esto hace que se agudicen los fenmenos que generan conflictos intertnicos, regionalismos, xenofobia, racismo, heterfobia, que adquieren mayor gravedad al darse en una etapa de locura atmica que
pone en riego la estabilidad de la totalidad de la vida.
La complejidad de la realidad posibilita encontrar frtiles campos
para el trabajo antropolgico, ya no solo en las sociedades simples,
fras, primitivas, brbaras, salvajes, subdesarrolladas, premodernas de pequea escala; sino tambin en las sociedades complejas, calientes, desarrolladas, modernas y postmodernas. Hoy en
este proceso de globalizacin de la economa y la cultura, la antropologa debe mirar los impactos de dicho proceso en las sociedades ms pequeas, as como el proceso de construccin de las actuales identidades
en contextos transnacionales.
Tenemos que analizar el mundo de los fenmenos religiosos y las recreaciones y reinterpretaciones continuas de los mismos, los actuales movimientos religiosos, las diversas cosmovisiones, los diferentes sistemas de
creencias, las actuales ritualidades, los diferentes ethos, surgidos en la eta-
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pa de la New Ege. Hoy asistimos a un proceso en el cual, si bien aceleradamente la sociedad se des-mistifica, no por ello se de-mitifica sino que por
el contrario, necesita de nuevos mitos para explicarse el actual orden del
mundo y la vida. Esto implica tener que analizar la contemporaneidad del
mito y la funcin de los actuales mitos y ritos de la modernidad.
Un problema que sentimos es vital en esta mirada distinta de la
antropologa es la cuestin de la alteridad. Toda identidad se construye
en la confrontacin y negociacin con los otros diferentes, con diversas alteridades, de ah que toda crisis de identidad en realidad es una
crisis de la alteridad. En consecuencia, el problema ms importante que
la antropologa debe enfrentar en el presente no solo es priorizar, como
lo ha venido haciendo, el anlisis de la identidad, sino empezar a considerar la cuestin de la alteridad. En realidad, lo que est viviendo la
humanidad no solo es una crisis de identidad ( no saber quines somos); sino que hoy, la crisis mayor que enfrentamos, es una crisis de alteridad, dada nuestra incapacidad de conocer, reconocer, valorar, respetar, tolerar y convivir con la insoportable diferencia del otro. Una caracterstica de estos tiempos postmodernos y globalizados es que vivimos en sociedades terriblemente fracturadas en la alteridad. El desafo
de la construccin de una humanidad intercultural, para tejer relaciones de sentido de la alteridad diferentes, no es solo un escenario conflictivo de posibilidades para que emerja una nueva antropologa, sino
que es tambin una posibilidad para insurja, una distinta antropologa
comprometida con la vida.
Pero adems de esto, una antropologa comprometida con la vida
nos posibilita y nos obliga, a le necesidad de re-sentipensar las relaciones de alteridad que hoy construimos. De ah que nos atrevamos a proponer que no se debe entender la alteridad nicamente desde una perspectiva antropocntrica, pues no es solo con otros seres humanos con
quienes tejemos las relaciones de sentido de la existencia; debemos empezar a construir formas de alteridad ms csmicas, biocntricas que permitan relacionarnos y dialogar con amor y respeto con todos los seres
de la naturaleza y el mundo en los que palpita la vida. Si no empezamos a ver a los ros, los rboles, el mar, los animales, las plantas, como
esos otros de los que tambin depende nuestra propia existencia presente y futura, los depredaremos, contaminaremos, los convertiremos
en simple mercanca para el mercado de la vida, como lo ha hecho el
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balizado es quiz uno de los ms altos desafos que se plantea en el cercano maana para la diversidad de actores sociales.
El proceso de construccin de sociedades interculturales no solo
que interpela y cuestiona la realidad social en su conjunto, sino, adems, al conjunto de la ciencia, sus miradas y representaciones sobre la
realidad misma; cuestiona las perspectivas tericas, metodolgicas, as
como sus practicas, sus metas y ticas que adquieren otro sentido frente a los desafos de la modernidad, la postmodernidad y la globalizacin del mundo, para plantearle como requerimiento impostergable la
necesidad de ir colectivamente setipensando y re-sentipensando cmo
avanzar en la construccin de una antropologa diferente, ms comprometida con la vida, que trabaje en la perspectiva de la esperanza y la ternura, porque lo que est en juego es la dignidad de la vida en todas sus
formas, la de un mundo en el que sea posible la felicidad de todos los
seres, donde no sea la razn instrumental sino el corazn abierto a la
incertidumbre y la ternura, lo que determine el latido de la existencia.28
En un mundo en el que los proyectos dominantes buscan vaciarnos de sentido para imponer el sentido nico e irreversible del mercado y el consumo, es tarea urgente de la antropologa trabajar en la perspectiva de la construccin de sentidos otros de la existencia en funcin
del ser humano, de la naturaleza y el cosmos, en la perspectiva de un orden simblico distinto, de un horizonte civilizatorio totalmente diferente, de una humanidad intercultural que se nutra de la riqueza de la
diversidad y la diferencia que son parte de la bondad de la propia vida.
Para ello se hace necesario deconstruir, desestructurar los paradigmas
de una antropologa que an conserva la razn colonial con la que naci y todava sustenta y que sigue siendo til a la reproduccin de la colonialidad del poder, del saber y del ser. Hoy ms que nunca es urgente
que nutramos de vida tanto la teora, las metodologas como los discursos, quiz esto permita construir una antropologa verdaderamente
comprometida con la vida, que no solo se conforme con hablar sobre la
realidad, sino que desde su insercin militante con la realidad y la vida
misma contribuya a la necesidad impostergable de su transformacin.
Hoy no se trata solo de la decolonizacin de la antropologa sino
de cmo aportamos para hacer una revolucin del sentido, una guerrilla
antiepistmica, la insurgencia de los smbolos y los imaginarios que nos
permitan fundar una propuesta civilizatoria distinta, que termine con
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Notas
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AUGE, Marc. Hacia una Antropologa de los mundos contemporneo. Editorial Gedisa, Espaa, 1995: 11
AUGE, Marc: Ibid.
AUGE, Marca. Op. cit.: 31-5
AUGE, Marc.: Ibid.
AUGE, Marc.: Ibid.
AUGE, Marc.: Ibid.
AUGE, Marc.: Ibid.
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ESCOBAR, Arturo. Op. cit.: 91
LAO_MONTES, Agustn. Op. cit: 8
LAO_MONTES, Agustn. Ibid
LAO_MONTES, Agustn. Ibid
AUGE, Marc: Ibid.
GUERRERO, Patricio. La interculturalidad solo ser posible desde la insurgencia de
la ternura. Primer Congreso Latinoamericano de Antropologa Aplicada, Escuela
de Antropologa Aplicada, Universidad Politcnica Salesiana, Quito, 1999: 7
n
INTRODUCCIN A LA
ANTROPOLOGA SIMBOLICA
Notas para transitar el mundo del sentido
y comprender el sentido del mundo
A modo de entrada
En la sabidura del Popol Vhu, se cuenta que en los principios del
tiempo los dioses constructores de la vida, primero crearon a los hombres de arcilla, los que si bien podan articular palabras no tenan an
entendimiento. Al ver lo perecedero del material con que fueron creados los primeros hombres, los deshicieron dentro del agua, pues entendieron que su creacin an era imperfecta.
Entonces los dioses buscaron construir un hombre de un material
ms perdurable. As labraron los hombres de madera. Pero estos no tenan aliento, corazn, ni sangre en las venas, y si bien de su boca brotaba la palabra no haban llegado todava al conocimiento, por lo que carecan de memoria, de humildad para descubrir la sabidura. Los dioses entendieron que haban fracasado nuevamente en su intento: los
hombres de madera eran demasiado fros y sin sentimientos, por lo
tanto no podran dar luz a su creacin.
Los dioses, generadores de todo lo existente, se reunieron en Consejo y al ver que haba llegado el amanecer discutieron que era tiempo
de terminar su obra, que aparezca la definitiva humanidad para poblar
la tierra. Colectivamente decidieron crear un nuevo tipo de hombres, a
quienes insuflaron su propio aliento para que existan y los nutrieron de
maz, que fue el fluido vital que hizo que su corazn cante, encendieron el fuego de la magia de los sueos y se maravillaron con el sagrado
milagro de la existencia.
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condidas de la realidad. Pero sobre todo, la antropologa debe contribuir a la construccin de sentidos diferentes de la existencia, que estn
marcados por el corazn y la razn, para que la humanidad se recupere a s misma y pueda revitalizar los sueos, el amor, la esperanza, la
dignidad, la ternura y la alegra, que son los hilos insustituibles para
que podamos seguir tejiendo la trama infinita de la vida.
Corazonamientos de entrada
Cierta vez el maestro dibujo un punto negro en la pizarra que estaba en el centro de la clase,
Que es lo que miran al frente - pregunt a sus discpulos.
Una mancha negra - respondieron algunos.
Un tnel; un agujero negro; una araa; una mosca desde el aire dijeron otros
Les he preguntado, que miran al frente respondi el maestro- y
solo habis visto el pequeo punto negro que est en la pizarra, pero no habis mirado la realidad mucho mayor de la que forma parte; pues al frente no solo est el punto negro, sino, adems, est la
pizarra, esta la pared, el escritorio, la silla, los afiches, pero sobre todo, no habis visto que estoy yo.
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dos, etc, han sido empleados para poder entender una dimensin de la
realidad, que est ms all de lo perceptible, la dimensin simblica.
Si la cultura es una construccin eminentemente simblica, y el
smbolo es uno de los ejes claves en la construccin del sentido de la
existencia y por lo tanto de la cultura; se hace necesario en consecuencia, una aproximacin a los universos simblicos de la cultura, que son
los que dan sentido a nuestro ser y estar en el mundo de la vida.
Interpretar la cultura como un sistema de smbolos, de significados y significaciones socialmente construidos y compartidos, que dan
sentido a las acciones de los seres humanos y de las cosas, constituye
uno de los centros fundamentales de preocupacin de la Antropologa
Simblica, que no es sino la ciencia del sentido, a la que nos acercaremos en el siguiente trabajo, a fin de que podamos transitar por el mundo del sentido y nos aproximemos a la comprensin del sentido del
mundo.
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nificado a su existencia, a su forma de ser y estar en el mundo y de actuar dentro de este, lo que ninguna otra especie podr hacer. Por ello
vale aclarar, que el ser humano no es -como occidente nos ha hecho
pensar- solo un ser esencialmente racional, resultante de la razn y el
pensamiento; sino que tambin el ser humano, es un ser eminentemente emocional, producto del corazn y el sentimiento, como nos lo ensea la sabidura shamnica ...somos estrellas con corazn y con conciencia...; y es en esa dialctica entre el sentir y el pensar, entre la afectividad, la sensibilidad y la racionalidad, la inteligencia, que el ser humano
a travs de sus construcciones simblicas, pudo dar sentido, significado y significacin a su ser y estar en el cosmos, el mundo y la vida, pudo dar sentido a sus necesidades, a sus reflexiones, a sus sentimientos,
a sus angustias, a sus miedos; sentido que le permiti llegar a descubrir
la alegra, ser quiz por eso, que el ser humano es el nico de los seres
de la naturaleza capaz de rer y de llorar y de dar significado, sentido a
su esperanza y a sus sueos?.
No es tampoco, solo el sentido de vivir en sociedad, lo que le da al
ser humano su estatuto de humanidad, puesto que otras especies viven
en sociedades de mayor organizacin y complejidad que la sociedad
humana, sino es el hecho de que el ser humano gracias a la cultura, no
solo se conforma con vivir en sociedad, sino que este, construye un sentido de la sociedad para vivir.
La cultura, es en consecuencia, la que hace posible la constitucin
del ser humano como tal, como resultado de un largo acumulado de
aprendizaje, experiencia, praxis y tradicin, que le permiti, no solo
adaptarse a la naturaleza, sino transformarla y en ese proceso-parafraseando a Engels- tambin transformarse a si mismo.1
Para tratar de entender como se dan las primeras construcciones
de la cultura humana, debemos aproximarnos a la comprensin de la
dialctica naturaleza-ser humano-cultura. El ser humano como ser
biolgico, es naturaleza, en tanto ser de la naturaleza y resuelve sus necesidades dentro de la naturaleza, pero a su vez, el ser humano representa el punto en que la naturaleza se trasciende a s misma, pues fue
capaz de construir lo que es ms que naturaleza, la cultura, lo que le posibilit ir ms all de su herencia biolgica gracias a su capacidad para
la creacin simblica lo que le posibilit poder dar significado y sentido a todo lo existente, es all cuando se construye la cultura y el hom-
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bre pasa de ser un mero Homo Sapiens, para construirse como un Homo Simbolicus que es lo que afirma su estatuto como humano. La cultura le posibilit un salto cualitativamente diferente frente a la naturaleza y al resto de las especies, para ya no ser un esclavo de ella sino su
arquitecto.2
El ser humano en consecuencia, es la consecucin de un largo proceso de la evolucin de la naturaleza misma de cuyo proceso hered
adaptaciones anatmicas muy particulares que le permitiran llegar a la
cultura, esa construccin a travs de la cual el ser humano no solo
transforma la naturaleza sino, se transforma a s mismo. La vida azarosa de los hombres y mujeres tempranos, entre la libertad y el peligro
constante, la necesidad de entender y adaptarse a los fenmenos de la
naturaleza cargados de poder como una erupcin volcnica, un trueno,
el sol recreando la vida, la luna baando de plata la tierra; impulso la
necesidad de descubrir y manejar las fuerzas espirituales trascendentes
que esta encierra, el tratar de encontrar una explicacin a los misterios
del cosmos, de la vida y de la muerte, condujeron a los seres humanos
tempranos, a la bsqueda de un lenguaje que les permita explicar y vivir la trascendencia, una explicacin simblica de la realidad que daran inicio a los proceso de eufemizacin simblica (Garagalza) mediante los cuales podan encontrar un sentido frente a todas aquellas
cosas que estaban ms all de su posibilidad de comprenderlas, como
el misterio doloroso de la muerte, para saber que ella no termina con la
vida sino que continua en otras dimensiones csmicas.
Estas debieron ser las motivaciones que determinaran el surgimiento de los cultos funerarios, de la magia, del totemismo, de los ideales religiosos, que los llevo a nutrir de sentido simblico a la palabra a
travs del mito y a sus acciones a travs del rito y el sacrificio, necesarios para mejorar la caza, elevar la fertilidad, dominar las fuerzas de la
naturaleza, que daran a su vez lugar a la creacin de la danza, la msica, la pintura, cuyas evidencias las encontramos en pinturas y grabados
en su arquitectura ltica sagrada, como expresiones vitales de la cultura, para ir construyndose un sentido sobre sus formas de vivir y de
morir, en definitiva de ser y estar en el cosmos, el mundo y la vida.
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El smbolo para ser tal esta constituido por tres elementos: El significante que no es sino su aspecto concreto sensible, la parte externa,
material, observable, sgnica del smbolo, pues este como todo lenguaje, tiene un conjunto de signos, de significantes que evocan, que presentan, que hacen referencia a algo de la realidad; por ejemplo una paloma como un ser perteneciente a una especie concreta de aves del reino animal.
El significado que es su carcter optimal necesario para la evocacin de la realidad, y que se refiere al contenido que representa, el significado no es sino el contenido que le damos al significante o al signo;
siguiendo el ejemplo anterior al significante paloma, le cargamos con el
significado de paz.
Y la significacin tiene que ver con el uso social que se hace del
smbolo; as ese smbolo, la paloma de la paz, es un eje de las luchas sociales que buscan frenar la violencia y el terror del imperio.
A este nivel de la realidad se la conoce como lectura connotativa
que es aquella que permite acercarnos a la comprensin del mundo simblico, es decir, comprender las dimensiones, inefables, no materiales,
trascendentes, espirituales, no observables, internas y profundas de la
realidad. Es aquella que nos permite, no solo ver, sino mirar, no solo or,
sino escuchar la realidad ms all del punto, mirarla como un sistema
holstico ms amplio y descubrir el sentido que dicha realidad encierra.
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La interpretacin del smbolo, implica como seala Duran, un salto heurstico en el vaco7, puesto que la imagen sensible sufre una
transfiguracin, una trans-significacin del sentido observable, que no
est regido por un patrn racional, sino que entra en las dimensiones
de la imaginacin creadora del sentido. El papel del smbolo no se reduce a la comunicacin de un saber preestablecido, objetivo, lgico,
cientfico, sino en la confirmacin de un sentido o libertad personal de
doble naturaleza: Puede germinar el sentido simblico, es decir, se vuelve una poiesis, o sea, la creacin de una trascendencia, que la hace un
mediador entre dioses y hombres, entre lo terrenal y los trascendente,
entre lo urnico y lo celeste, entre lo profano y lo sagrado, entre lo histrico y lo que esta ms all de la historia.
Si como decamos antes, el signo presenta la realidad, el smbolo lo re-presenta mediante una arquitectura de sentidos. El signo tiene relacin unvoca, unireferencial con el objeto real y la palabra que lo
nombra; en cambio en el smbolo esta relacin no existe, puesto que se
da una cadena de sentidos que van ms all de lo que nombran las palabras, pues no hay un lenguaje atado a un significado univoco, sino a
mltiples significados, es multvoco y multirefrencial; por ello la necesidad de una hermenutica, que nos permita interpretar los ejes de sentido o isotopas, que tienen toda accin simblica que construye el ser
humano.
Si el signo corresponde al mundo fsico, el smbolo corresponde al
mundo de la cultura, pues es una construccin cultural, social e histricamente situado, que una sociedad ha sido capaz de producir para
darse un sentido para su existencia, y por lo tanto implica que quienes
forman parte de una determinada cultura, deben conocer los significantes, los significados y sus significaciones para poder operar en la
realidad y tener un sentido de su ser y estar en el mundo y la vida, pues
los smbolos al ser fuentes de sentido, hacen posible que podamos asignar significados y significaciones, a los procesos, hechos, fenmenos
que nos ofrece la realidad de la naturaleza y de la sociedad.
Un claro ejemplo de lo anterior, es que cuando no conocemos los
significados y las significaciones de los elementos simblicos de una
cultura, no podemos actuar, operar en ella, puesto que sus significados
y significaciones, nos resultarn incomprensibles, esto ha servido muchas veces para la construccin de estereotipos etnocentristas como los
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de una propaganda de detergente se disfraza una profunda visin racista que presenta al negro como sinnimo de suciedad y reproduce el
sentido machista de nuestra sociedad, puesto que nos muestra a la mujer atada a las tareas domesticas. Lecturas connotativas necesarias, para
que podamos descubrir que detrs de la inocencia de los nios que
anuncian las bondades de la banca, mientras nos dicen que donde
manda capitn, capitn manda, nos estn diciendo en realidad, que
donde manda el capital, el capital manda. Por todo eso, hacer lecturas
connotativas de la realidad, es el recurso necesario para la decolonizacin de la conciencia.
Se hace necesario y lo queremos reiterar, que si la Antropologa la
entendemos como la ciencia de la cultura, y si la cultura no es sino una
construccin simblica de sentido, entonces debemos empezar a mirar
a la Antropologa, como la ciencia del sentido, en consecuencia lo que
busca es descubrir, describir (nivel etnogrfico) e interpretar (a nivel
antropolgico), cuales son las tramas de sentido de la accin social, es
decir, cuales son los significantes, los significados y las significaciones,
presentes en las representaciones, los discursos y las prcticas que los
seres humanos, las sociedades y las culturas construyen para tejer la trama de la vida.
Esto plantea en consecuencia, y nos atrevemos a proponer, la necesidad de empezar a mirar crticamente tambin, la perspectiva metodolgica en la que la antropologa tradicionalmente ha sustentado su
trabajo; que hizo de la observacin participante, no solo una tcnica de
acercamiento a la realidad, sino todo un mtodo para interpretarla; pero si la observacin, por ms participante que sea, solo nos permite un
acercamiento a las dimensiones materiales, externas, observables y signicas de la realidad, es decir una lectura denotativa de esta; resulta en
consecuencia insuficiente, para poder llegar a conocer e interpretar las
dimensiones profundas, inefables, es decir simblicas de esa realidad,
puesto que el significado del smbolo no puede ser captado con la mera observacin, sino que se hace necesario mtodos abductivos, lecturas hermenuticas, connotativas, que vayan mas all de las palabras y de
los propios hechos, si queremos encontrar el sentido profundo de la
realidad y de la vida, y de las practicas socio culturales que los seres humanos construyen como respuestas a ellas. En consecuencia, y aun con
el riesgo de parecer tautolgico, debemos decir, que el sentido del sen-
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Son una construccin cultural, y por lo tanto una construccin social, especficamente humana, resultante de la praxis del ser humano en su bsqueda por dar un sentido a su ser y estar en el cosmos,
el mundo y la vida.
Son una construccin dialctica, por lo tanto implica, que no son
construcciones estticas, sino que estn sujetas a procesos de transformaciones y cambios, de creacin, recreacin y desconstruccin; de
significacin y resignificaciones constantes: interpretarlos significa
tratar de entender la dialctica de sus significados y significaciones.
Estn cargados de historicidad, no aparecen natural, ni espontneamente, sino que son construcciones sociales resultantes de procesos
histricos concretos. La simbolizacin, no es sino la capacidad humana de construccin de sentido, que surge como respuesta a determinados procesos histricos y sociales.
Son fuentes de sentido, que forman parte de los imaginarios, las representaciones, los discursos y las practicas del mundo de la vida cotidiana (doxa), y ordenan la accin individual y social dentro de esta.
Cumplen una funcin poltica, son un escenario de lucha de sentidos, pues pueden por un lado ser instrumentalizados, manipulados
por el poder para su ejercicio y el mantenimiento del orden dominante, proceso al que hemos denominado como usurpacin simblica; pero tambin por otro, cumplen una funcin contra hegemnica, puesto que son empleados por los actores sociales, en su lucha
para la impugnacin de ese mismo poder y la dominacin, proceso
al que hemos caracterizado como insurgencia simblica.11
Tienen un sentido estructural y posicional. Entender la instrumentalizacin o manipulacin de los smbolos implica, tratar de develar
su sentido estructural, es decir, considerar los contextos en que los
smbolos son empleados; as como su sentido posicional, que equivale a ponerlos en relacin con otros smbolos y otros sistemas de smbolos, para llegar a comprender sus significados y significaciones.12
Tienen un carcter unireferencial, es decir, que pueden llegar a constituirse como smbolos mayores o sintetizantes de determinado
orden dominante, que hacen posible su naturalizacin y la imposibilidad de impugnarlo, puesto que aparecen como smbolos que tienen un significado casi sagrado, unvoco, que es el que le otorga el
poder, cambiar dicho sentido y significacin implicara, atentar
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antropoformizada y adquiera las caractersticas de los propios hombres, conciencia voluntad y muchas veces corporeidad; pero tambin posibilita que la sociedad pueda ser naturalizada; lo que ayuda
a regular el orden de la vida.
Lo simblico significa construccin de sentido, expresado a travs
de la produccin de textos, de discursos, de acciones que operan como estructuras narrativas abiertas, a travs de las cuales se puede
leer los sentidos de lo social; en consecuencia, el smbolo es siempre
interpretable, pero desde dimensiones connotativas y hermeneticas, que nos permitirn llegar a descifrar los significados y significaciones, es decir, los ejes de sentido o isotopas, de todas las acciones
humanas; es por eso que la interpretacin del mito o del rito debe ir
ms all de las palabras y las acciones y sondear en la profundidad
del sentido que estos encierran.
Adems, siguiendo a Durand,15 entre otras caractersticas de la
dialctica del smbolo podemos encontrar las siguientes:
El smbolo es polismico y multivalente, esta cargado de significados
mltiples.
El smbolo se caracteriza por la oscuridad y ambigedad, su sentido
multvoco y re-presentacional; frente al sentido univoco, la distincin
y claridad presentacional del signo.
La antinomia, es decir, la reunin de sentidos diferente, as vemos
que el significante, la figura, puede representar toda clase de cualidades; y el significado por su parte, puede usar cualquier signo o cosa como vehculo.
La redundancia, la repeticin, las aproximaciones acumuladas de
sentido, permiten alcanzar una cierta coherencia. El smbolo no
queda explicado definitivamente como una formula matemtica, es
ms bien como una partitura, musical o una obra de arte o de teatro, que existen en las sucesivas interpretaciones que puedan hacer
de ella los espectadores.
El smbolo es un signo que habla de lo inefable, de lo invisible, de lo
trascendente, de lo espiritual, cuya adecuacin se da en continua redundancias mticas, rituales, iconogrficas; de ah que Jung dijera,
que el smbolo cumple una funcin compensadora.
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Tipos de smbolos
Como hemos sealado antes, una caracterstica del smbolo, es su
carcter polismico y multivoco, es decir, que tiene significados mltiples, sin querer hacer una tipologa definitiva de lo simblico, podemos
encontrar entre los principales:
Los Emblemas. Son aquellos smbolos cuyo significado y significacin, representan el pensamiento o la poltica de una determinada, nacin, Estado, pas o institucin, partido poltico, club deportivo, barrio,
etc. Un ejemplo muy claro de ello, lo es la bandera, cuya eficacia simblica esta en el hecho de que se convierte en un smbolo que construye pertenencia y diferencia, una forma de identidad que tiene tremenda eficacia simblica, a tal punto que la gente esta dispuesto a morir y
matar por ellos.
En estos emblemas cada color esta cargado de significado, cada estrella, o cada elemento que lo constituye, as encontramos por ejemplo,
que el toro es el emblema de la fuerza y el poder de ciertas culturas y
eso debe estar visiblemente expuesto para trasmitir ese sentido a quienes pertenecen a ella.
Los Atributos Son objetos simblicos que permiten reconocer un
personaje, as como el significado del que esta embestido. Un ejemplo
claro de estos atributos, lo tenemos en la banda presidencial; los cetros
de las reinas; el triangulo de Jpiter; la mitra del Papa; el alfanje de los
danzantes del Corpus; los bastones de poder de los Mirucos Chachis o
de otros Shamanes, etc.
Las Insignias Son una especie de atributo que identifica a alguien
como miembro de una institucin, funcionan, por tanto, como un elemento diacrtico que muestra su pertenencia y diferencia, como por
ejemplo el carn, o el uniforme.
Las insignias hacen referencia tambin, a determinados atributos
que se les otorga a quienes han sido distinguidos con un honor especial; por ejemplo, la medalla al valor, al herosmo que se otorga a los
militares; la medalla al mrito, o las medallas olmpicas, que se entregan a los mejores deportistas en las olimpiadas.
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Los Arquetipos Son conjuntos, haces de relaciones, de ideas, de representaciones, de emociones, de experiencias que estn en la conciencia de la gente y se transmiten de generacin en generacin y son fcilmente comunicables, por ser familiares a quienes participan de una
cultura.
Para Jung, quien introduce este trmino, los arquetipos se refieren
a imgenes y smbolos ancestrales que constituyen un fondo comn a
toda la humanidad y se encuentran en todo individuo y sociedad, constituyendo parte de su memoria colectiva; as los arquetipos transmitidos en sus relatos mticos, los cuentos, las leyendas, operan como modelos ideales de las cosas o de las acciones, por ejemplo el arquetipo de
Dios como smbolo del poder absoluto; o el arquetipo de la madre como smbolo de la fecundidad, del amor, de la generosidad y el sacrificio, a los que se denomina arquetipos de personificacin.
Estn tambin los arquetipos de transformacin, que son asociaciones convencionales, pues los significados y significaciones varan de
cultura a cultura. Arquetipos elaborados a travs de una muy largo proceso histrico y que se refieren a cosas, sitios, situaciones, experiencias,
figuras geomtricas y diversidad de smbolos, son por ejemplo: la cruz,
la corona, los mandalas, la cruz del sur, la serpiente, el cndor y el guila de la cultura andina, los dragones de las culturas orientales; la paloma como smbolo de la paz; o los significados que se dan a los colores
de las banderas; o el sentido que se otorga a otros que se han generalizado: el blanco que significa pureza; el negro duelo para algunas culturas; el verde esperanza; y que muchas veces son tomados como referentes simblicos para motivar la accin social de determinados grupos,
por ejemplo: el verde como smbolo de la lucha de los ecologistas; el lila de los movimientos gays y lsbicos; los colores del arco iris que forman parte de la Wipala que embanderan los pueblos indios, como smbolo de su lucha por la construccin de una sociedad plural, diversa e
intercultural.
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nificante tiene un carcter lineal. En cambio en el smbolo, estas caractersticas se invierten, en el smbolo, la naturalidad o semanticidad sustituyen a la arbitrariedad, y la pluridimensionalidad, sustituye a la linearidad del signo.
El smbolo se caracteriza y se distingue, porque a travs de la figura signica, material, externa que lo conforma, se manifiesta un sentido.
Entre significante y significado hay una pregnancia, una homogeneidad
que los vincula, los cohesiona, una similitud interna; no hay arbitrariedad ni convencionalidad. El smbolo en consecuencia, tiene poder de
resonancia, una consistencia y semanticidad propias.
La pregnacia simblica de la que habla Cassirer, es el modo como
una vivencia perceptual, considerada como vivencia sensible, entraa al
mismo tiempo un determinado significado no intuitivo, que es representado concreta e inmediatamente por ella. La pregnancia simblica
hace referencia a la impotencia que condena al pensamiento, al no poder llegar a intuir algo, sin dejar de relacionarlo con uno o muchos sentidos; esta es una consecuencia de que en la conciencia humana, nada
simplemente se lo presenta, sino re-presenta; de esta forma las cosas
existen pero dependiendo del sentido que les de el carcter que les otorga el pensamiento, esto es lo que las constituye como smbolos.18
El poder de persuasin del smbolo est en que a travs de la imagen se vivencia un sentido, se despierta una experiencia antropolgica
vital, en la que necesariamente queda implicado el interprete que debe
aportar su propio imaginario en el que se despliega el sentido, atendiendo a las resonancias, a los ecos afectivos que en l se despiertan.
Esta coherencia entre la imagen y el sentido, no expresa una unvoca adecuacin, el smbolo por su carcter de ambigedad que le es
esencial, es mltivoco, no fijo ni lineal.
El simbolismo se edifica sobre la paradoja, de que el sentido solo
puede manifestarse por medio de la distorsin, de la resignificacin de
la imagen, ocultndose y revelndose. Se expresa una dialctica entre
univocidad y equivocidad, en la que el smbolo con su ambigedad deja abierto un circulo hermenutico, en el que la significacin, queda a
la libre inspiracin del actor.
En lo que tiene que ver con su linearidad o temporalidad, el smbolo se muestra como una construccin atemporal, que s perpetua lejos de la consideracin temporal, del cronometraje existencial, es un
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dizaje, puesto que esta ltima solo nos ofrece una explicacin parcial,
fra y fragmentada de la realidad, pues se limita solo a lo observable y
material; mientras que el mito, gracia al lenguaje simblico, nos brinda
una explicacin totalizadora y potica de la vida.
Frente a la visin aristotlica fragmentada del hombre como ser
racional, se opone, una visin mas integral del ser humano como ser
simblico, cuya construccin no solo depende de la razn, sino tambin de los afectos y las sensibilidades, de la conjuncin entre razn y
afectividad, pues es eso lo que nos constituye como humanos; por ello
como respuesta al fundamentalismo cartesiano del pienso luego existo,
es necesario plantearnos como principio, siento, amo, luego existo.
La funcin simblica es inherente al ser humano y se expresa en
todo lo que implica su vida, desde que una cosa de la realidad entra en
contacto con el ser humano, se reviste de un sentido, se carga de significado, se hace smbolo, el ser humano, le va dando un significado, una
significacin para poder construirse un sentido de su ser y estar en el
mundo.
Si bien tenemos que romper con la dicotoma razn-imaginacin,
se hace necesario tambin, distinguir entre la mera fantasa y la imaginacin simblica como fuerza constructora de sentido, la misma que
muestra dos grados: Imaginacin que hace posible la sntesis de lo dado, en la percepcin Y lo imaginario o imaginal que reunifica el mundo
ms all de las antinomias de la razn pura y encuentra su sentido o
anmnesis.
El ser humano no vive solo en un mundo presentacional o signico, sino que debe dar sentido a ese mundo, a travs de las re-presentaciones simblicas que sobre este construye. La imagen sensible no es
pura copia, pues acta la imaginacin que es un dinamizador para reformar o deformar dichas imgenes. Toda aprensin de la realidad se
encuentra marcada por la simbolizacin o metaforismo que se hace sobre esta. La metfora, es un autntico ver como que co-implica ser tal
cosa, pero tambin no serlo al mismo tiempo.
En el instante en que una cosa entra en relacin con un yo, pasa a
formar parte de su mundo integrado a un conjunto de re-presentaciones, adquiere un sentido antropolgico como lo sostiene Durand.
El planteamiento de Durand sobre la imaginacin simblica, busca ser una respuesta alternativa frente a las dos posturas extremas del
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simbolismo, la sicoanaltica y la sociolgica: La postura sicoanaltica cuyo merito es haber reconocido la importancia del subconsciente y liberar la represin de lo imaginario; su debilidad es la de haber reducido
al smbolo, a un mero hecho resultante de la pulsin sexual (libido),
mostrndolo como alusiones imaginarias de los rganos sexuales. El
smbolo as queda reducido a simple mscara, cuando en realidad es un
rostro que tiene mltiples sentidos.
La postura sociolgica sostiene, que el smbolo debe explicarse
acorde a factores objetivos, econmicos y sociales, y desconoce los factores sicolgicos y existenciales. Segn esta corriente, el smbolo se reduce a un mero signo, que refleja la realidad o lo que pasa en ella, es un
simple reflejo imaginario de la estructura social que lo proyecta.
Durand, formula una diferente teora que ayuda a equilibrar las
ontologas sicoanalista y sociologista, y plantea una ontologa simblica,
basada en la nocin de trayecto antropolgico, segn la cual, el simbolismo le permite al ser humano equilibrar la presin de las fuerzas instintivas y de las presiones sociales o ambientales, dndoles sentido en la
totalidad de la cultura.
En todo individuo como en toda cultura se establecen una dialctica entre estos dos polos; dialctica que es la que constituye el trayecto
antropolgico, se trata en consecuencia de una gnesis reciproca de los
dos factores en la creacin de lo imaginario.
El mundo imaginario, da al ser humano un ambiente de libertad
frente a la pulsin instintiva y la presin social y ambiental. Lo simblico en la cultura es el lazo relacional intermedio entre lo biolgico y lo
social, que armoniza la dicotoma que se ha construido entre lo objetivo y lo subjetivo, entre el espritu y la materia.
El mundo simblico se constituye como ese imperativo del ser, es
ese lugar de encarnacin del sentido, que es el lugar en el que se despliega la hermenutica y la antropologa. La hermenutica o interpretacin simblica, no puede limitarse a la observacin y explicacin de
los fenmenos, sino que debe buscar estructuras de sentido, que no son
ajenas al ser humano y su subjetividad, lo que se trata es de buscar e interpretar el sentido antropolgico de la accin simblica, puesto que es
en este mundo simblico, donde todo conocimiento, incluso el racional, tiene sus races y donde se ordenan todas las acciones humanas.
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imaginario simblico que le permite al ser humano y la sociedad, construirse un sentido de la existencia.
Una caracterstica distintiva del smbolo como lenguaje de la trascendencia, es la facultad de presencia de la imaginacin y el factor imaginario, lo que lo hace distinto del lenguaje cientfico que busca reflexionar sobre la realidad. En la reflexin los objetos quedan separados
fragmentados, desarticulados, por ello la ciencia para explicar la vida
ha tenido que matarla, fragmentarla, dividirla, mientras que solo desde
la imaginacin es posible una visin no totalitaria, sino totalizante, holstica, integrada, sistmica de la realidad.
La racionalidad de occidente sustentada en la hegemona de la razn, del logos, busc mutilar la imaginacin, pues comprendi muy
bien el sentido insurgente que esta tiene, para darnos otros colores de
la existencia; es por ello que desde la tradicin aristotlica se le neg su
potencial como otra fuente de conocimiento y se la encerr en los territorios inferiores, oscuros del inconsciente, de la fantasa, del sueo,
de lo falso, de lo irracional, por ello Malenbranche la llamara la loca de
la casa. Occidente solo privilegio como fuentes de saber, aquellas formuladas por el pensamiento aristotlico, la experiencia (la empiria)
perceptiva, luego el concepto y su lgica que inicialmente sera silogstica y posteriormente matemtica, legitimndose as, el logos, la razn
como la forma hegemnica de conocimiento y de verdad.21
El primer paso del conocimiento es la percepcin, que permite un
punto de vista sobre algn aspecto de la realidad, una visin unilateral
del objeto; la reflexin hace lo mismo capta una dimensin fragmentada de las cosas, desde determinado ngulo de la realidad, pero por estar sustentado en el dominio de la razn, construye una verdad totalitaria sobre el mundo. La imaginacin simblica transgrede la visin
univoca de la reflexin racionalista, para abrirnos a la posibilidad de
mirar la realidad desde dimensiones mltiples, holsticas totalizadoras
y trascendentes; es por tanto un medio de conocimiento, que nos permite una percepcin ms profunda de la realidad y de la vida, que le est negado al conocimiento racional; desde la racionalizacin una flor es
un objeto, desde la imaginacin puede ser el reflejo del color de la existencia.
Desde el lenguaje de la ciencia, solo es posible enunciar lo concreto, lo objetual, lo inmediato, lo limitado, los signos perceptibles de las
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pues no descansa en el poder de creacin que se le atribuye a Dios, sino que es un poder de creacin inmanente, constitutivo y constituyente de los seres humanos singulares, como a las colectividades humanas,
es decir de seres socio histrico concretos; creacin significa entonces,
una forma de hacer-ser, la creacin de un horizonte de sentido, de un
magma de significados y significaciones, de nuevas formas de ser.
Es por ello que las construcciones simblicas de sentido que se expresan en la cultura, como el lenguaje, el ethos, los sistema de valores,
de creencias, las ritualidades, la ciencia, la tcnica, las representaciones,
los discursos y las prcticas sociales, no pueden ser explicados por factores naturales o lgicos exteriores a las propias sociedades y a los sujetos que las crean; sino tan solo por el poder del imaginario, de la imaginacin instituyente, que hace referencia a ese poder de creacin, a esa
facultad constitutiva de formacin e innovacin radical que construye
toda sociedad y cultura.25
Cuando las diversa significaciones sociales imaginarias y las instituciones que las sostienen, se materializan, se fortalecen y solidifican, se
estructura el imaginario social instituido,26 el mismo que hace posible
la legitimacin, naturalizacin y reproduccin del orden social establecido; el mismo que ser mantenido, hasta cuando se den procesos de
lucha de insurgencia material y simblica, surgidos desde el poder de
creacin colectiva de una imaginacin radical, que hagan posible la
transformacin de la sociedad y de la historia, es decir, la materializacin de las utopas.
La imaginacin radical, implica la capacidad de hacer surgir imgenes sobre algo que no es ni que fue; es la que crea formas en el sentido de in-formar, lo que permite que se construya una imagen nueva o
distinta, la misma que es perceptible no en forma aislada, sino solo en
interrelacin con otras imgenes; la imaginacin radical en consecuencia, es ese poder de construccin de imgenes, esa ola, ese flujo incesante de representaciones, de anhelos, de sueos, de deseos, de afectos, de
recuerdos, de memoria, de organizacin de dichas imgenes, para ordenar una visin diferente y transformadora del mundo.27 Por eso la
utopa como expresin de la imaginacin radical, no es vista como algo imposible, que no es y que nunca ser; sino como algo que aun no
llega, pero que estamos seguros que llegar, que va a ser, que esta siendo luchado, construido; y por eso esta imaginacin radical mueve la ac-
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cin social, pues la utopa pareciendo imposible, viabiliza luchas posibles que la van acercando, se vuelve un horizonte de un sentido distinto de existencia, por el que vale la pena luchar intransigentemente.
La imaginacin simblica como dispositivo constructor de sentido, se convierte en consecuencia en la matriz ms importante de las
construcciones de la cultura, que nos es sino como dice Castoriadis,28
el dominio del imaginario, de su fuerza poitica constructora de sentido; pues nos ofrece un magma de significados, para dar a la vida un
sentido ms all de lo meramente instrumental y lo funcional, sino que
crea razones para vivir la vida de otro modo. Esa fuerza poitica adems, hace posible el acumulado social de la existencia de un pueblo,
que constituye su memoria colectiva, que es la que le ha permitido llegar a ser lo que este ha sido capaz de construirse; en consecuencia lo
imaginario y la memoria colectiva, se constituyen en una totalidad simblica, que toma como referente un pueblo para construirse su sentido
de la existencia y para la revitalizacin de esos sentidos de generacin
en generacin a lo largo de sus procesos histricos.
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puesto que la espiritualidad, la ritualidad, ayudan a comprender y aliviar el sufrimiento, la angustia y poder dar equilibrio a la existencia.
El factor antropolgico La imaginacin simblica reestablece el
equilibrio antropolgico del ser humano, puesto que la razn y la ciencia, solo lo vinculan con las cosas, con un mundo signico, material muchas veces vaciado de sentido; cuando lo que une a los seres humanos
entre si, no es tanto la razn, sino el corazn, los afectos, el saberse parte del dolor del otro, de las penas, alegras, esperanzas y sueos mutuamente compartidos en la cotidianidad de la vida, eso es lo que nos da
sentido; eso que podramos llamar una alteridad afectiva, que se expresa en las representaciones, en las sensibilidades y afectos vividos, compartidos, que construimos y tejemos con los otros.
La antropologa de lo imaginario busca romper con ese otro constructo que ve la dicotoma entre el pensamiento salvaje y el civilizado
de la mente humana, que es propio de la visin etnocntrica y racista
de occidente, y que olvida que las cosas ms fundamentales de la vida
no pasan por la razn, ni la ciencia; pues el amor no es cientfico, como
no lo son la alegra y la ternura, pero son fuentes vitales de sentido de
lo humano y que la humanidad necesita en todo tiempo y lugar; no es
la razn lo que nos hace solidarios con los otros, sino que es todo ese
universo de representaciones marcadas por los afectos, lo que nos convierte en hijos de la tierra.
El factor csmico Todo smbolo apunta a una teofana, a encontrar
la dimensin trascendente de la realidad como valor supremo, hacer
que nos sintamos parte importante y necesaria de este infinito cosmos,
pues al final como dice la sabidura shamnica, los seres humanos, no
somos sino estrellas con corazn y con conciencia.
La imaginacin simblica muestra un supremo esfuerzo homeosttico (ordenador),30 que da equilibrio a todo lo existente; toda cultura busca dar orden y sentido al tiempo, al espacio, al mundo profano, desde las dimensiones de lo trascendente, con la vivencia de la espiritualidad, de tiempos y espacios sagrados, o encuentra mediante un
ser intemporal y eterno ese equilibrio y ese orden; lo que hace que el
smbolo se vuelva teofana, puesto que permite dar sentido y equilibrio a las representaciones humanas, sobre el cosmos, el mundo y la
vida.
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La antropologa ha aportado, una mirada sistmica y holstica sobre la cultura, que evita el reducirla nicamente a sus aspectos manifiestos, materiales, a expresiones exticas destinadas a agradar la mirada de turistas, que se alegran de encontrar aspectos de la cultura a ser
fotografiados. Hay que ver la cultura no solo como ese montn de cosas a ser miradas, esa dimensin meramente signica de bienes materiales, que es lo que implica el folklore; hay que ver la cultura, desde la
profundidad de sus representaciones simblicas y de sentido.37
As encontramos por ejemplo que para un danzante de Corpus
Cristi, lo que se expresa en esa ritualidad, es una profunda interaccin
simblica, puesto que all se da una real vivencia simblica del tiempo
y el espacio sagrado de la ritualidad profunda y un conocimiento del
significado y la significacin de ese momento intenso que es la fiesta.
Mientras que para un bailarn de un grupo de danza folklrica, este ser simplemente un hecho coreogrfico dentro del cual no puede darse
interaccin simblica, puesto que no se vive ni un tiempo ni un espacio cargado del contenido sagrado de la ritualidad; en la fiesta, cada
personaje conoce y vive el significado y la significacin del sentido de
lo simblico; mientras que en un acto folklrico, el bailarn, as posea y
opere los mismos significantes, los mismos signos, como por ejemplo
la belleza, la luz y el color de las vestimentas, que pueden ser las mismas; por ms armona que expresen sus movimientos que buscan reproducir la de los danzantes tradicionales, no podr acercarse al sentido hierofnico, sagrado de la danza; en cambio, para el Danzante indgena, que revitaliza el poder sagrado de los ancestrales tushugs o sacerdotes hacedores de la lluvia, cada paso de baile es una expresin de
agradecimiento a la Pacha Mama por lo que todos los das le ofrece generosa, es un pedido para que el semen fecundante de la lluvia, fecunde el vientre de la tierra, para que pueda continuar el milagro maravilloso de la vida.
En la presentacin folklrica al contrario, todo se queda en la esfera signica, los personajes no solo que no conocen los significados y
significaciones del smbolo, y por ello mismo, estn incapacitados para
vivenciar su sentido profundamente espiritual y sagrado. Hasta el acto
de vestirse para un danzante, tiene un sentido ritual, puesto que la
vestimenta est cargada de significados simblicos, que el danzante respeta y vivencia, para poder reproducir en el presente, los tiempos sagra-
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dos de los ancestros; mientras que lo que hacen los bailarines folklricos, es disfrazarse, pues usan la vestimenta instrumentalmente, la
misma que conservando la belleza de su colorido y de sus formas, esta
despojada de la riqueza del sentido simblico que tiene para un danzante; en los actos folklricos, se hace uso instrumental de las formas
estticas externas de la vestimenta, nicamente con el fin de agradar la
vista de los espectadores; no es para encontrar una interaccin, una
forma de comunicacin con aquellas fuerzas espirituales de la naturaleza que solo pueden ser vividas desde las profundidades simblicas del
rito; el acto folklrico es una mera usurpacin simblica que como todo proceso de usurpacin empobrece, distorsiona y degrada el significado y la significacin del mismo, y el objetivo es agradar al publico
asistente, ms no encontrar la fuerza hierofnica que haga posible que
continu el orden del cosmos y la vida.38
La usurpacin simblica
Si entendemos la cultura como ese tejido simblico que hace posible la produccin de sentidos de la vida social, que nos permite encontrar significados y significaciones a nuestro ser, estar y hacer en el
mundo de la vida, tambin es, como antes sealbamos, un escenario
para la lucha de sentidos por el control de los significados y el poder interpretativo. En consecuencia, la cultura y sus construcciones simblicas pueden ser instrumentalizadas ya sea para el ejercicio del poder y la
dominacin o ser empleadas para su impugnacin.
Toda sociedad tiene la necesidad de poder justificar su pasado y su
presente, sus orgenes o cmo piensa su porvenir. Solo puede hacerlo a
partir de los recursos culturales y simblicos que ha sido capaz de construir en su proceso histrico. Ah se expresa la eficacia de la funcionalidad simblica. Sin smbolos no es posible construirse un sentido de lo
social, de la existencia.
Cuando eso no se da, un recurso que el poder ha instrumentalizado es usurpar aquellos smbolos que sabindolos ajenos, tienen una
profunda eficacia en la construccin de sentido; smbolos que pueden
ayudar a construir un ordenamiento de la sociedad que posibilite la legitimacin, la preservacin del orden dominante. A este proceso lo hemos caracterizado como usurpacin simblica.
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Entendemos usurpacin como el proceso mediante el cual el poder se apropia, despoja y se apodera de un recurso material o en este caso simblico, que no le pertenece sin tener derecho a ello; por lo tanto
se trata de un hecho ilegtimo, que se ejerce a travs de mecanismos de
imposicin y violencia material o simblica, o a travs de mecanismos
de seduccin y complicidad. No olvidemos lo que seala Foucault: el
poder no solo se impone, el poder seduce. En el caso de la usurpacin
simblica, estamos hablando de un proceso concreto de robo, de despojo de bienes simblicos que son producidos por otra cultura; y si lo
hemos visto anteriormente- el smbolo es un constructor de sentido, el
proceso de usurpacin simblica es un proceso de usurpacin del sentido de la accin social, ya que dada la fuerza constructora de sentido
que tienen los smbolos estos resultan necesarios para la legitimacin y
ejercicio del poder. De ah que la usurpacin simblica forme parte del
proceso general de usurpacin propio de la naturaleza del poder, que
generalmente ha sido analizado desde sus perspectivas de materialidad.
Creemos importante no olvidar que dicho proceso se extiende a las dimensiones de lo simblico, puesto que la dominacin se ejerce a travs
de formas sutiles de control, no solo material si no, sobre todo, de los
imaginarios y los cuerpos. Es aqu donde la dimensin simblica es vital para el ejercicio de la dominacin.39
Una expresin muy clara del proceso de usurpacin simblica, la
encontramos en la fiesta de la Mama Negra que se celebra en la ciudad
de Latacunga en Ecuador, as como en la accin de los medios de desinformacin.
La fiesta de la Mama Negra de noviembre la vemos como un claro ejemplo de este proceso de usurpacin simblica, puesto que, lo hemos visto en su desarrollo, son los sectores articulados al poder los que
usurpan los smbolos de una celebracin realizada por los actores sociales subalternizados en el mes de septiembre; es tal la fuerza, belleza
y sentido simblico de la fiesta que los sectores hegemnicos encuentran que la fiesta constituye un dispositivo simblico ritual importante
para la legitimacin del poder, su ejercicio y construccin de un discurso de identidad y unidad en el que sostiene sus lealtades y hace posible
la articulacin de la accin social.
Es por ello que los sectores dominantes locales, desde hace unas
cuatro dcadas, han usurpado los smbolos de esta celebracin, pues al
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biando, empobreciendose y degradando sus significados y significaciones; de tal forma que los smbolos quedan definitivamente transformados en meros referentes signicos, provocando lo que Baudrillard llam
proceso de reduccin semiolgica del smbolo, que, creemos, caracteriza y se evidencia, en todos los procesos de usurpacin simblica.41
El anlisis del proceso de reduccin semiolgica del smbolo, que
caracteriza a los procesos de ejercicio del poder, nos ayuda a entender
no solo lo insostenible de la arbitrariedad del signo si no su incapacidad para la sustitucin de lo real, tal como se busca en la sociedad capitalista global, ahora caracterizada por la hegemona de lo signico sobre lo simblico. La hegemona del signo ha transformado todas las dimensiones de la realidad provocando su ficcionalizacin y virtualizacin. Asistimos al triunfo de los significantes sobre los significados, a
un espejismo del referente y por ello a un profundo dficit simblico
que provoca un vaciamiento del sentido; pues para Baudrillard el signo aparece como la construccin fantasmal del sentido cuyo carcter
perverso oculta una organizacin funcional que bajo el signo de la positividad y el valor imponen formas de terrorismo social y poltico que
pretende erigirse como el principio de la totalidad del sentido, cuando
lo que en realidad busca es el encuadramiento y vaciamiento de dicho
sentido. Lo que, desde nuestra perspectiva, sera la degradacin del sentido simblico. Objetivo que forma parte del trabajo ideolgico de los
sistemas de poder y dominacin para su libre ejercicio, sostenido en la
lgica interna del signo42.
La base sobre la que se asienta el proceso de reduccin semiolgica del smbolo est en la idea de la fetichizacin de la mercanca que caracteriza a la sociedad capitalista global; fetichizacin que opera no solo sobre los bienes materiales, tambin sobre los simblicos, haciendo
que el fetiche sea el eje que organiza toda la vida social.
El fetiche hace referencia a esa fuerza y propiedad sobrenatural
que se le otorga a los objetos que provocan procesos de virtualizacin,
de alienacin de los sujetos que buscan la apropiacin de los mimos
mediante formas de proyeccin que terminan conformndose con la
posesin signica del objeto, y vistindose de una esencia casi sagrada
que genera una actitud compulsiva por poseerlo. El fetichismo de la
mercanca como sostn de la sociedad capitalista, ha conducido a la sacralizacin, a la fascinacin y a la sujecin del dinero como signo hege-
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truir su propio destino histrico con el conjunto de las diversidades sociales, y para ello ya no basta resistir al poder, sino hay que insurgir
contra ese poder, por ello hay que rebasar los limites de la resistencia,
pues lo que ahora parece olvidarse, es que, lo que se confronta, es la disputa con el poder y por el poder.
Este hecho es resultante de un acumulado social e histrico de largo alcance, que ha ido de la resistencia, a la insurgencia, muestra la
constitucin del movimiento indgena y negro, no solo como sujeto social que resista al poder, sino su constitucin como sujeto poltico y su
perfilamiento como sujeto histrico; su autodefinicin como Nacionalidades y pueblos, es una clara expresin de ello, Nacionalidades y pueblos que ahora ya no solo se conforman con resistir al poder, sino que
demuestran su potencialidad para rebasarlo, y si bien su accin no ha
cambiado todava, las bases estructurales del poder, nos ensea que tienen la potencialidad para hacerlo, y desde el punto de vista simblico,
inaugura un hecho cualitativamente nuevo y diferente de la lucha social, en su proceso de insurgencia simblica.
El proceso de insurgencia simblica que se expresa en la lucha de
los pueblos indios, negros y de las diversidades sociales es resultante de
un acumulado social e histrico de larga duracin, que ha ido de la resistencia a la insurgencia, un ejemplo claro de ello, es que cada vez se
hace ms visible la fuerza de su ritualidad y de sus smbolos en la accin poltica, como ha sucedido en los ltimos levantamientos. Esto solo puede ser resultado de un largo proceso de acumulacin histrica de
sus luchas, por eso hoy no esconden sus smbolos sino que los proponen como referentes de un distinto sentido civilizatorio, de un diferente sentido de la existencia; sus smbolos dejan de ser objetos folklricos
para pasar a ser referentes polticos para la construccin de otro tipo de
sociedad.49
Desde los pueblos negros, como expresin de este proceso de insurgencia simblica, vemos un fuerte movimiento que trabaja por la
revitalizacin poltica de su memoria colectiva, pues son sus referentes
de ancestralidad los que estn guiando sus luchas y propuestas polticas presentes. Es por esto que le han planteado al Estado nacional homogeneizante que se reconozca y legitime la constitucin de sus propios espacios geopolticos territoriales, las comarcas y palenques, que
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revitalizan formas de organizacin y administracin del espacio territorial, ancladas en lo ms ancestral de su cultura y orgenes.
La propuesta de constitucin de comarcas y palenques tiene un
profundo contenido poltico, rompe la visin homogeneizante que caracteriza la organizacin geopoltica del territorio por parte del Estado
nacin dominante. Esta propuesta plantea que se reconozca y legitime
el derecho que tienen los pueblos negros a tener autonoma territorial,
a disear procesos de autogestin econmica, as como a construir su
propia autonoma poltica. Al mismo tiempo estn avanzando en procesos de revitalizacin de su religiosidad, de sus cultos y ritualidades
ancestrales, y en la construccin de un pensamiento cimarrn.
Todo esto demuestra, que estamos asistiendo a un proceso de insurgencia simblico, pues hoy las luchas se las hacen de mano de la cultura, lo que implica, que no se puede dejar de analizar la dimensin poltica de lo simblico que se expresa en la cultura, y la dimensin simblica de lo poltico, pues gracias a la cultura los pueblos sometidos a
la dominacin la han resistido, han tenido la capacidad de reinterpretar, sincretizar, heterogeneizar o resemantizar elementos y significados
de la cultura dominante afirmando sus propios recursos culturales.
La cultura se ha convertido en el fundamento de la lucha de los
pueblos por la construccin de sus horizontes de futuro y utopas posibles, esas luchas que son en s un acto cultural y a la vez expresiones
de la vitalidad de su cultura, ya que como sealaba Almilcar Cabral, solo pueden movilizarse y luchar aquellos pueblos que conservan y recrean su memoria colectiva y su cultura.
Todava el principal obstculo que se interpone entre el imperio y
nuestros pueblos es la cultura. Frente a los proyectos homogeneizadores de la globalizacin y la planetarizacin del mercado, la cultura permite que nos definamos como distintos, como pueblos diversos, plurilingsticos, multitnicos, plurinacionales, y con identidades culturales
propias y diferenciadas. Sometidos en lo poltico, dependientes en lo
econmico, polarizados en lo social, nuestros pases re-existen al estatuto de semicolonias gracias a su especificidad cultural. La cultura no
solo que nos ha preservado de la conquista poltica, sino que nos a permitido sobrevivir a ella.
La cultura es una respuesta creadora frente a la realidad y la vida,
por ello es un instrumento imprescindible para su transformacin. No
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podramos entender dnde est esa fuerza que afirma a los pueblos indios y negros en la lucha por la defensa de su identidad por ms de 500
aos de dominacin. Los pueblos indios y negros han venido resistiendo desde hace siglos desde su cultura, y desde ella hoy insurgen con la
fuerza y el poder de sus smbolos, abriendo procesos de insurgencia
material y simblica, para dejar de ser pueblos clandestinos y construirse como pueblos con destino.
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para la accin vital, para encontrar sus razones de ser y estar en el mundo de la vida.51
Generalmente solo se considera la adiccin con relacin al consumo de drogas y alcohol, pero un sntoma del estado actual de la cultura,
es tambin el de estar enfrentando una adiccin meditica, una adiccin
a las imgenes que nos vaca de imaginacin y que se produce por:
La cantidad de imgenes que circulan a travs de los medios de informacin de masas; lo que le llevo a Michael de Certeau a hablar de
que hoy vivimos un estado de semiocracia, es decir el gobierno y dominio de los signos; el mismo que esta construyendo un nuevo tipo de
hombre, el homo videns como lo definiera Umberto Eco.52
Por el carcter efmero que tiene la actual cultura que se caracteriza por la velocidad impresionante con que se transmite esas imgenes;
proceso al que autores como Pal Virilio han denominado como de
dromocracia, el gobierno de la velocidad, que hace de la velocidad la alucinacin de los tiempos histricos.53
Por la pornografizacin de las imgenes, por el vaciamiento de
sentido que se hace de ellas, y que las convierte en mera mercanca a ser
consumidas, pues solo se las muestra en su dimensin signica, carentes
de esas dimensiones de misterio que mueven en el ser humano inquietudes para develarlas; si la realidad es tan fra como nos lo muestran las
imgenes, muy poco esfuerzo hay que hacer para imaginar la vida y
peor aun para imaginar otra forma de ser y estar en la vida y de transformarla.
Esta sobreabundancia de imgenes, mas la velocidad con que se
producen y la mercantilizacin de las mismas, son las causas para el actual dficit simblico, para que vayamos empobreciendo y desconstruyendo el dispositivo de la imaginacin simblica, pues as nos vaciamos
de sentido, instrumento imprescindible para el ejercicio del poder, pues
a ms imgenes menos imaginacin, a ms proyecciones, menos proyectos54 histricos, de vida, de futuro, de utopas; nos convierte en meros sujetos consumidores pasivos de imgenes que alteran nuestra forma de representarnos la realidad y la vida y de actuar en ella para transformarla.
Vivimos como advierte Auge,55 una nueva y ms efectiva forma de
colonizacin, una invasin de proporciones nunca antes imaginada,
pues afecta al conjunto global del planeta, la colonizacin a travs de las
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imgenes, las mismas que han logrado la construccin ficticia del orden social, y la naturalizacin de dicho orden, pues hoy, gracias a la invasin de imgenes, resulta difcil distinguir entre la realidad virtual
y la realidad real, esta es solo una imagen distorsionada de aquella, lo
virtual penetra y contamina tanto las dimensiones de percepcin de la
realidad, as como tambin contamina y altera el orden de lo imaginario, el mismo que pasa a ser sustituido por un orden de ficcionalizacin sistemtica de la realidad, hasta el punto de hacernos dudar de
ella; as vamos perdiendo el sentido de la vida social, y el sentido sobre
las dimensiones de la identidad y la alteridad que la hacen posible.
Si esta capacidad para la produccin y accin de la imaginacin
simblica se atrofia, genera un vaci frente a la existencia, y no contribuye a que el ser humano encuentre el trayecto antropolgico que le
permita encontrase a s mismo, y encontrarse con los otros; puesto que
el proceso de la construccin identitaria, es un acto supremo de alteridad, pues solo en el encuentro constante con los otros podr llegar a saber que es lo que soy y que me hace diferente de los dems.
Una de las consecuencias ms perversas del proceso de dficit simblico que enfrentamos, es que provoca un resquebrajamiento de las
relaciones de alteridad en la sociedad, y esto es lo que conduce a la violencia, material o simblica; actualmente vivimos un proceso al que hemos llamado de fracturacin de la alteridad, nuestras sociedades se caracterizan hoy, por estar tremendamente fracturadas en la alteridad, incapaces de encontrarse con el otro, de conocer, de re-conocer, de valorar, de respetar la insoportable diferencia del otro y peor aun, de compartir sus sueos y dolores, sus esperanzas y utopas.
La perversidad, de esta dictadura de la imagen sobre la imaginacin, de la sustitucin de los medios sobre las mediaciones simblicas;
se expresa, lo reiteramos, en que todo ese proceso a contribuido a agudizar la fractura de las relaciones de alteridad en nuestras sociedades y
por lo tanto a ampliar los caminos de la violencia, pues hoy, en tiempos de globalizacin neo-imperial, se generan procesos acelerados para la libre circulacin no solo del capital, sino sobre todo de la violencia y el terror; en consecuencia, el otro no existe, es invisibilizado o simplemente construimos un otro virtual, existente solo en la frialdad de
la pantalla del ordenador, como lo hace el internet.56
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smbolos que den colores diferentes a nuestra existencia, que nos permitirn, no solo a or y ver como lo hemos hechos hasta ahora, sino
empezar a mirar y escuchar de forma distinta y ms profunda, el latido
de la vida.
Esta capacidad de reencontrarnos con las dimensiones de la imaginacin simblica, har posible que el ser humano redescubra y potencialice su fuerza creadora y constructora de sentido; que encuentre
en las dimensiones interiores del espritu, fuerzas antes desconocidas y
negadas por la hegemona racionalista y empirista; no en vano desde la
sabidura shamnica se enseaba el arte de ensoar, como el recurso teraputico ms profundo para alcanzar otras dimensiones del espritu
que conducan a la sabidura, a otras dimensiones csmicas.
Parece ser que la tarea es empezar a aprender como desaprender lo
aprendido; a descivilizarnos, a romper con todos los paradigmas de
una civilizacin que ha sido incapaz de hacernos felices, que nos llen
de todo, pero nos vaci de sentido; empezar a romper con la irracionalidad de la razn, para volvernos idiotas, en el sentido en que los Sufis
daban a la idiotez, el idiota era aquel que con humildad haba alcanzado los ms altos niveles de encuentro con el espritu y la sabidura que
esto implica, para as estar en condiciones de encontrarse en el amor y
la ternura con los otros.
Hay que recuperar el sentido trascendente de la vida, su magia, su
misterio; recuperar las dimensiones de ritualidad necesarias para vivir
la fiesta sagrada de la vida y que occidente fue atrofiando a lo largo de
la historia; hay que empezar a mirarnos en las aguas de lo imaginario
para poder saber que somos y como estar y ser con los otros; el ser humano ha perdido el sentido de lo trascendente, la fuerza del misterio, la
capacidad de maravillarse con lo cotidiano; debemos recuperar esa capacidad y sentido, si queremos recuperarnos a nosotros mismos; lo que
implica en cierta forma, volver a ser nios, aprender de ellos a tener
siempre encendido el fuego de la magia de los sueos, la capacidad de
asombro, que nos permita desbotonarnos los conceptos y empezar a
mirar el mundo y la vida con ojos de mago; pues los nios poseen una
profunda capacidad para la imaginacin simblica creadora, por eso
no ven con amargura la vida.
Es importante no dejar de ver, la capacidad teraputica que tiene
la imaginacin simblica para curar las enfermedades del alma, pero
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tambin para curar las enfermedades sociales. Potencializar la imaginacin simblica, no es un acto que nos aleja de la vida, sino que, por el
contrario, la nutre de un sentido diferente; nos permite empezar a mirar esas dimensiones de la existencia que siempre se han mantenido
ocultas; a encontrar razones que la razn nunca podr entender ni explicar; a entender que la realidad no es solo lo que esta ante nuestros
ojos, sino una multiplicidad de dimensiones que han permanecido
ocultas y que gracias al dispositivo simblico, empiezan a ofrecer otra
mirada diferente a la vida y de la vida; es recrear esa capacidad de demiurgo, la fuerza poietica constructora y creadora que tiene el ser humano para poder darse un sentido de su ser, sentir, estar y hacer en el
mundo.
Recuperar la fuerza insurgente de la imaginacin simblica, es en
consecuencia un acto profundamente poltico, puesto que implica una
actitud militante frente a la vida, ya que, para enfrentar el actual proceso de colonialidad del poder, del saber y del ser, la colonialidad de las
almas de las conciencias, de las subjetividades y los cuerpos a travs de
la invasin de las imgenes, tenemos que recuperar la imaginacin; ante el abarrotamiento de proyecciones, debemos recuperar la posibilidad
de soar y luchar por nuestros propios horizontes histricos de un futuro distinto; ante la ficcionalizacin y virtualizacin de la realidad, debemos dotarla de un sentido ms csmico.
Ante la fractura de la alteridad que impone la virtualizacin de las
relaciones con los otros, creemos, que es urgente e imprescindible,
aprender a tejer los sentidos de una diferente alteridad; de una alteridad, que nos atrevemos a proponer, que no debe limitarse a lo humano, a ser antropocntrica, sino que creemos, que el equilibrio de la vida, requiere de una alteridad ms csmica, biocntrica, que tenga como
horizonte la defensa de la totalidad de la vida en todas sus formas, pues
si no empezamos a mirar a la naturaleza y todo lo que en ella habita,
como esos otros de los que depende nuestra vida, siempre estaremos
alejados de ella y no podremos dialogar con la misma con amor y con
respeto; esa es la causa del profundo deterioro ambiental del mundo y
la humanidad que se sustenta en la visin ecocida que caracteriza a la
civilizacin de occidente; si no empezamos tambin a mirar y considerar a los rboles, a las flores, a los ros, a los mares, a los peces, a los animales, como esos otros de los que dependen nuestra existencia pre-
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sente y futura, los depredaremos, los contaminaremos, los convertiremos en mera mercanca para obtener ganancias a cualquier precio; solo una mirada de una alteridad csmica, har posible, el encuentro en
el amor y la ternura, entre los humanos, y de ellos, con todo lo que existe y en lo que palpita la vida, y que forman parte del orden csmico de
las cosas.
Todo esto implica, empezar a trabajar en una ecologa del espritu, y por lo tanto, no debemos descuidar como lo hemos hechos hasta
ahora, la dimensin espiritual de la vida, mirar las dimensiones espirituales de los procesos polticos, as como las dimensiones polticas de
lo espiritual; puesto que como nos ensearon los indios Pueblo, ....la espiritualidad, no es sino, la forma ms elevada de la conciencia poltica.
Si queremos tener perspectivas futuras para la existencia, se hace
necesario abrir procesos de insurgencia material y simblica y de lo
imaginario, que nos permita soar, imaginar, que otros mundos, que
otra humanidad, que otra existencia diferentes son posibles y nos empuje a luchar por ellos; que nos permita construir una ecologa del espritu para la construccin de un tipo diferente de subjetividades e
imaginarios, de seres humanos, capaces de convertirse como propone
la sabidura Amatica, en guerreros guardianes de la tierra y del cosmos, y que en la intransigente defensa por su perspectiva futura, contribuyan a que la humanidad haga un pacto urgente de ternura con la
vida; guerreros que contribuyan a curar las enfermedades del corazn
del ser humano y del mundo, ayudndonos a transitar por los senderos
de la rueda medicinal de las cuatro direcciones del viento; seres humanos que tengan en sus espritus y en sus corazones, el poder de los cuatro elementos con los que el gran espritu teji la sagrada trama de la
vida, corazones con la cristalina transparencia del agua; que tengan la
generosidad y fecundidad de la tierra; siempre encendidos e iluminados
con la luz y la pasin del fuego; y que se alcen siempre libres como el
viento, al sagrado vuelo de la vida.
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Notas
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GUERRERO, Patricio. La Cultura: Estrategias conceptuales para comprender la identidad, la diversidad, la alteridad y la diferencia. Abya-Yala, Quito, 2002: 58-59
GUERRERO, Patricio. Op. cit: 62
GARAGALZA, Luis. La interpretacin de los smbolos. Editorial Antrhopos, Espaa,
1990: 51
GUERRERO Patricio. Op. cit.: 79-82
GARAGALZA, Luis: Ibid.
RUIZ, Ruth. Smbolo, mito y hermenutica, Abya-Yala, Quito, 2004: 12
Garagalza: Ibid.
GUERRERO, Patricio. Op. cit.:252
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n
LOS HORIZONTES DE
SENTIDO DEL MITO
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lo que ser futuro, a lo que fue pasado; el mito ayuda a que la vida cante desde los ms ancestral del tiempo, pero siempre con una nueva frescura que es capaz de recrearse, para enfrentar tiempos como estos en
que se anuncia la muerte de las utopas; el mito seguir dando esperanza al corazn de la humanidad para que recupere la magia, el sentido
de existir en un mundo en que parece que ya todo carece de sentido, el
mito seguir dando luz y color a la memoria, continuar dando sentido a la vida de la humanidad a pesar de las tinieblas, pues mientras el
mito exista, el ser humano tendr la posibilidad de mantener siempre
encendido el fuego de la magia de las utopas y los sueos.
Corazonmientos de entrada
La relacin del ser humano con la realidad y con aquellos aspectos
de sta, que se hallan por encima de su capacidad gnoseolgica de comprenderla, pues encierran una fuerza trascendente que lo supera, le exigi al ser humano la creacin de una forma de respuesta socio cultural,
un universo de sentido arquetpico que le permita interpretar el mundo y su realidad desde sus orgenes, en sus fundamentos ms profundos, as como en sus causas; que estructure una forma de pensamiento
sobre la realidad y lo trascendente que esta encierra. Este universo de
sentido, solo es posible elaborarlo sobre contenidos simblicos, esto es
lo que constituye el universo simblico que se expresa en los mitos, estos le permitirn en consecuencia a los seres humanos explicar y legitimar los principios esenciales de su sistema de creencias, de su percepcin de la realidad y de lo trascendente. Por ello el mito no es solo importante como historia de los orgenes, sino como explicacin de la
realidad misma y la fuerza de lo trascendente que esta encierra.
El mito surgir como necesario en la infinita bsqueda del ser humano de dar sentido a un mundo que no lo tiene, de dar significado a
nuestra existencia, de dar respuesta al problema de la vida y dentro de
ella a aquello que esta ms all de su capacidad para entenderla, como
respuesta podramos decir a lo trascendente que en la vida se expresa,
pues el mito posibilitar poner en contacto el mundo real, material, con
sus dimensiones trascendentes, con lo sobrenatural, o lo que est ms
all de lo natural; permite relacionar lo sagrado con lo profano, configurando as el mbito de lo sobrenatural-profano que solo es posible a
169
170
solo hablan de una pretrito lejano, sino que nos ayudan a explicar un
presente que est ante nuestros ojos y que lo vivimos cotidianamente.
A pesar de que occidente al anunciar el triunfo absoluto de la razn sobre el mito, quiso como hace con todo aquello que no comprende y no puede tener bajo su dominio, arrojarlo a las tinieblas de lo irracional, de la fantasa y de lo falso, mostrarlo como algo propio de las sociedades primitivas, salvajes y brbaras, que niega nuestra racional humanidad; no ha podido dejar de recurrir al poder del mito, pues si el
mito es un horizonte de sentido, de significado para orientar la vida;
tambin las sociedades modernas, contemporneas siguen necesitando
del mito para explicarse el actual orden del mundo; es por eso que podemos hablar de mitologas de la modernidad.
Claro que las nuevas mitologas de la modernidad, ya no se expresan en la riqueza simblica de la palabra, como en las sociedades tradicionales; sino que lo hacen a travs de esa nueva galaxia de signos que
se construyen los mass medias, como nuevas factoras mitopopyicas,
en las cuales se fabrican los nuevos mitos, ritos, cultos y dioses de la
modernidad.
En consecuencia, el mito, no solo ayudar a ordenar el caos fantstico de las sociedades fras o sin historia, como sealaba LviStrauss, sino que tambin permite ordenar y entender, las cada vez ms
caticas sociedades calientes o histricas contemporneas como lo ha
planteado Barthes y Dorfles.
El mito debe ser estudiado, al decir de Barthes,1 como un sistema
semiolgico, tratando de encontrar sus mltiples, significantes, significados y significaciones, que pueden estar constituidas por distintas representaciones y discursos que constituyen unidades o sntesis significativas que se manifiestan ya no solo en la palabra, sino tambin en la
escritura o en la imagen, en lo audiovisual, como smbolo de la modernidad; as, el discurso escrito, el reportaje, la fotografa, el cine, el deporte, los espectculos, la publicidad, etc, constituyen, unidades significativas, campos muy ricos para la produccin de significaciones y
sentidos que se expresan en el habla mtica y que pueden ser objeto de
distintas lecturas y; es justamente en estos signos y smbolos de nuestros tiempos, donde se producen, las diversas y variadas mitologas de
la modernidad.
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El presente trabajo, busca ser una breve aproximacin al mito, para tratar de entender su sentido e historicidad, por ello lo analizaremos
desde la funcin que este cumple en las sociedades y las culturas tradicionales, as como haremos una reflexin en torno al mito en la modernidad y mediante ejemplos concretos analizaremos algunos mitos de
esa modernidad, a travs de los cuales veremos claramente, como se expresa la contemporaneidad del mito.
Lo que buscamos, es aportar a la superacin de esos viejos enfoques, que analizan el mito solo como referente de un pasado ligado a
los orgenes, y le niegan el potencial de sentido que tienen para explicar la contemporaneidad, la modernidad; o de aquellos que lo ven solo como relatos sagrados, sin evidenciar que los mitos, nos ofrecen un
universo de significados para explicarnos tambin el carcter profano
de la vida. Es esa dimensin holstica de sentido que ofrece el lenguaje
simblico del mito, la que nos permite una visin no fragmentada de
la realidad que se queda solo en el pasado y en lo sagrado; sino una mirada integral del mundo, pues el mito se vuelve puente entre lo sagrado y lo profano, habla desde lo ms ancestral del tiempo y nos permite
entender los actuales lenguajes de la modernidad.
Igualmente queremos aproximarnos al anlisis del mito desde una
dimensin generalmente descuidada, su dimensin poltica, lo que
quiere decir que el anlisis del mito, pasa necesariamente por la consideracin de la cuestin del poder; eso implica que el mito por un lado,
puede ser instrumentalizado por el poder a travs de la usurpacin simblica, que hace del mito un instrumento estratgico para su reafirmacin; pero por otro, tambin el mito es un instrumento para la insurgencia simblica, pues cumple un papel contrahegemnico y sirve para
dar sentido a las luchas polticas y por la existencia, que los actores subalternizados estn llevando adelante.
Los objetivos que pretendemos con este trabajo, no son sino, aproximarnos al conocimiento del mito, de su sentido dentro de los sistemas culturales, de sus relaciones con la realidad, la historicidad, la ideologa y el lugar que este tiene en la cultura. Debatir la falsa dicotoma
entre mito ciencia, para evidenciar como occidente a pesar de que decreto la muerte del mito, sigue necesitando de este y recrendolo; lo que
evidencia la contemporaneidad del mito, y veremos las diversas construcciones mticas que se expresan en la modernidad. Analizaremos la
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pluralidad de discursos, representaciones, fenmenos, procesos, practicas, valores y acciones simblicas, en torno al mito. como constructor
del sentido de la accin social en el actual proceso de expansin del sistema mundo globalizado, que constituyen el actual escenario de produccin mitopopyica, donde se fabrican las actuales mitologas de la
modernidad.
El universo esta hecho de historias,
no de tomos.
Muriel Rukeyser
Mythos y Logos
Antes de que la ciencia construida sobre la hegemona de la razn,
del logos pudiera dar al ser humano, una fra explicacin sobre el orden
del mundo y de la vida; el ser humano encontr desde lo ms ancestral
del tiempo, en el lenguaje simblico, en la calidez y la potica que ofrece el mito, la posibilidad de construirse un universo simblico coherente de significados, que le dieran sentido a su existencia; el mito vendra
a ser el antecesor de las doctrinas religiosas como de los sistemas filosficos, e incluso del discurso cientfico.
Los mitos no son sino construcciones simblicas de sentido, que
han estado presente desde los tiempos ms tempranos de la cultura humana, que le han permitido al ser humano, dar orden al caos, y poder
explicarse el porque de su presencia dentro del orden csmico, social y
vital, el porque de su ser y estar en el mundo y la vida, cual es el sentido que tiene su existencia; los mitos, son como los pilares simblicos
que sostienen la gran casa csmica (May: 1998), para que podamos habitar en ella y que nos permiten captar el alma de la vida.
Una de las caractersticas del pensamiento occidental, es la de considerar, que es la razn, el pensamiento filosfico, el logos la lgica, la
nica posible explicacin cientfica de la realidad y sus misterios; lo que
se contrapone y resulta antagnico a una explicacin mtica del mundo; con el surgimiento del pensamiento occidental, es la filosofa, la razn la que reemplaza al mythos como explicacin del orden del mundo
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y del universo; la razn se erige as en la nica forma de entender la realidad, la ciencia en el nico discurso de verdad, as como la democracia
en el nico orden social posible de hacer humanidad; visin dominante que se ha mantenido hasta nuestros das.
La dicotoma formulada por occidente entre mythos y logos, resulta ser ms un constructo ideolgico, para justificar una forma de ejercicio de poder, que una contradiccin real en s misma. Mythos y logos,
no son sino dos formas distintas de conocimiento, de lenguaje, que
buscan explicar el orden del universo, del mundo y de la vida, y el papel del ser humano dentro de estos. Mientras el logos del pensar filosfico busca hacerlo desde las dimensiones de un lenguaje abstracto, conceptual, desde la frialdad de la lgica; el mito lo hace desde la riqueza
del lenguaje simblico, desde la calidez de la potica de la metfora, que
le posibilita llegar a explicar aspectos mucho ms profundos e inefables
de la realidad, que el pensamiento racional no podr nunca entender.
Mythos y logos, en consecuencia, son dos sistemas de conocimiento, dos formas de percibir y explicar la realidad, que corresponden a racionalidades diferentes, pero no por ello se puede sostener como lo ha
impuesto la racionalidad occidental, que es la razn la nica forma valida y superior de conocimiento y por ello en su supuesto triunfo, ha
trasladado al mito al terreno oscuro de la fantasa, de lo irracional y de
lo falso, o como dice Duran,2 a los patios traseros, a los espacios subterrneos y marginalizados, de la epistemologa y el conocimiento.
Esta visin hegemnica de la razn, del logos sobre el mito, considerado como algo irracional, como la negacin de la razn, es la que se
ha impuesto hasta el presente, y la que ha conducido a que hagamos
hoy del mito, sinnimo de mentira, de irrealidad, de mera fantasa y supersticin; hoy cuando se dice que algo es un mito, se lo hace para referirse a ello, como algo falso, ilusorio, absurdo; despojndolo as de su
fuerza constructora de sentido. La definicin errnea del mito como
falsedad, como mentira, a la que estamos acostumbrados y que se
transmite a travs de los textos, la escuela, y de los medios masivos, es
resultado de un largo proceso del imperio de la razn, por el que solo
se nos acostumbr a pensar en trminos racionales, a creer que solo lo
que nos dice la razn, es sinnimo de verdad, de esta forma tambin se
nos despojo del poder constructor de la imaginacin simblica creado-
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ra, como una estrategia clave del poder, para el ejercicio de la colonialidad del ser, de los imaginarios y las subjetividades.
Los relatos mticos, por ser humanos, demasiado humanos, difcilmente invitaban a una interpretacin terica del mundo; es por ello,
que a partir del surgimiento en Grecia del pensar filosfico, sustentada
en la razn, ya no ser pertinente una interpretacin mitolgica del
mundo; lo que determina que en la nueva racionalidad de occidente, el
mito sea conducido al terreno de lo irracional y lo inconsciente; lo que
evidencia, las grandes paradojas y contradicciones que son constitutivas de occidente, puesto que a pesar de su anuncio de que el mito a
muerto, no ha podido dejar de depender de este y se ha visto obligado
a tener que resucitarlo; una evidencia de esta paradoja, es que, occidente al anunciar el triunfo absoluto de la razn, decreta la supuesta muerte del mito; pero sin embargo, hace de la razn, su mito fndante.
Otra irona se expresa en la racionalidad de occidente, pues en
nombre del logos, de la razn, que se levanta triunfante sobre la irracionalidad del mito, la civilizacin occidental, hace de la ciencia y la tcnica, tambin nuevos mitos, que segn occidente iban a resolver todos los
misterios del universo y todos los problemas de la sociedad. La sociedad occidental, no solo que es incapaz de liquidar a los mitos, sino que
necesita de ellos, para universalizar, legitimar y naturalizar el orden social dominante; y es ms occidente mismo se vuelve un mito que necesita construir otros mitos para su reproduccin, por ello mitifica la democracia, como el nico orden natural posible de construccin de la
sociedad y lo poltico; mitifica el capitalismo, el desarrollo, la modernidad, como los nicos proyectos para alcanzar el progreso y la felicidad,
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nos avergonzamos (Durand: 2003); pero lo ms irnico es, que aquellos que quisieron debilitarlo, no han podido evitar su revitalizacin; el
mito, como el mito del fnix, se alza desde sus cenizas, para que el poder que siempre ha tenido la imaginacin simblica, siga alzndose al
sagrado vuelo de la vida, a fin de continuar ayudando al ser humano, a
que encuentre su significado, su sentido dentro de ella.
Resulta ms irnico todava, que la razn, la ciencia, que combatan el oscurantismo del mito, ahora tengan que verse obligados a acudir a su parte maldita, al fantasma de la razn para que les brinde ayuda, para poder explicarse aquello que son incapaces de explicar los epistemes, los paradigmas del racionalismo Cartesiano; los binarismos de
la lgica Aristotlica; la geometra Euclidiana; las formas a priori de la
fsica Newtoniana; el determinismo Galileano; la critica de la razn pura Kantiana; el mecanicismo instrumental Baconiano; el positivismo
Comtiano; ni la astucia de la razn de Hegel;5 pues todas han fracasado en lo ms importante, en ayudarle al ser humano a construirse un
sentido para vivir la vida; y lo que es ms grave todava, la ciencia, no
ha podido hacernos ni mejores seres humanos, ni ms felices.
De ah la necesidad que ahora expresan los cientficos crticos, de
crear una distinta visin del mundo, para lo cual ya no podemos continuar transitando solo por los caminos de la razn y los epistemes impuestos por occidente; sino que las respuestas ms profundas sobre el
cosmos y la vida, se encuentran en ancestrales sabiduras, cuya profundidad no est en los conceptos, sino en la profunda riqueza simblica y
espiritual que las caracteriza. Es por ello que los fsicos cunticos, buscan respuestas a sus teoras, no en los paradigmas de la ciencia occidental, sino en la sabidura de los Hindes; Niels Bohr, recurre ya no solo
a los textos tericos, sino a la belleza potica del Tao Te King, a la sabidura de Lao-Tse y del Taoismo; Erwin Schrodinger encuentra que el
potencial de la fsica moderna, ya estaba escrita en la sabidura Vedanta; Oliver Costa, muestra que las paradojas de la fsica cuntica, estaban
mejor explicadas en la visin de Maya del Hinduismo;6 los fsicos ahora saben que los misterios sobre el orden del cosmos y la naturaleza, ha
estado presente desde hace siglos, en la sabidura shamnica.
Pero quizs, la mayor irona de todas, es, que la posibilidad de salvar nuestro planeta y de todo cuanto en l habita, de sanar las heridas
de la madre tierra mortalmente enferma, a causa de una civilizacin
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ecocida, que como el Rey Midas del mito, transforma en oro, en mercanca y miseria todo lo que toca, y que ha sido incapaz de realizar su
propio mito del progreso ilimitado que arrogantemente anunciaba; la
posibilidad de salvar la vida ahora amenzada; esta en la sabidura, en los
universos simblicos de sentido, de aquellos pueblos, a los que occidente calific de salvajes y brbaros y cuyos conocimientos despreci, coloniz, subalterniz por considerarlos inferiores ante la luminosidad de
la razn, pero lo que es ms, a los que la modernidad colonialidad despojo de la existencia, del ser, y que quiso liquidar en nombre de la razn y el desarrollo; es desde los pueblos que sufrieron la colonialidad
del poder, del saber y del ser en sus propios cuerpos y subjetividades, en
donde estn las posibilidades, para la construccin de diferente horizonte civilizatorio y de existencia.
Mito y realidad
Si el mito posibilita al ser humano un patrn coherente de significaciones para que ste comprenda el orden de la realidad, es decir del
mundo, del cosmos, la naturaleza, la sociedad, la cultura y la vida, y para que encuentre un sentido para estar en ellos; significa que es la realidad la fuente generadora de los mitos, si bien estos reflejan simblicamente los contenidos trascendentes que la realidad encierra, no significan que la niegan, sino por el contrario, que la necesidad del ser humano de encontrar una explicacin de dicha realidad, de su relacin con
la naturaleza y el cosmos desde sus orgenes y causalidad, requiere de
una estructura de conocimiento, de un universo arquetpico total que
lo explique, el mismo que solo puede estructurarse sobre la base de un
universo simblico.
Para Durand,7 el mito representa la primera emergencia de la conciencia, el comienzo de la derivacin cultural en la cual se actualiza la
naturaleza humana, el comienzo de la diferencia. El mito es un discurso ltimo que lleva acabo la primaria interpretacin vivencial del ser
humano sobre la realidad del mundo de la vida. El mito instaura la significacin afectiva en la que se enraza todo despliegue posterior del
sentido. El mito es un sistema de smbolos, de arquetipos, un sistema
dinmico que tiende a formar un relato, un discurso. El mito es una narrativa simblica de la conciencia, pues emplea el hilo del discurso, en
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la cultura andina. En consecuencia, en el lenguaje de los mitos, se refleja la visin trascendente que el ser humano tiene de la realidad social,
de la naturaleza, de su mundo y de la vida; por ello, conocer el contenido de realidad expresada simblicamente en los mitos, nos permite
conocer otros aspectos invisibles, inefables, trascendentes de la propia
realidad vital del ser humano y su cultura.
Mito y cultura
Los mitos no son sino construcciones culturales social e histricamente situadas, generadas por el ser humano para poder dar respuesta
a los interrogantes que la realidad le plantea.
El mito est cargado de smbolos, constituye como hemos dicho
un universo arquetpico simblico y ha sido gracias a la capacidad del
ser humano para la construccin simblica que este pudo estructurar
la cultura; es por ello que el mito no es sino una clara manifestacin y
representacin propia de la cultura del ser humano; son hechos vitales
de cultura que solo pueden ser posibles de ser estructurados socialmente y por ello permiten dar respuestas a las necesidades vitales de los seres humanos y tienen tanta importancia como modelos de la conducta
humana. Los mitos son creaciones de la cultura humana, y no como
bien lo anota Eliade,9 hechos patolgicos o instintivos reflejos de la esfera de la bestialidad humana, como se crea; sino que se trata de respuestas culturales, hechos de cultura y por lo tanto de riqueza simblica profunda.
Como hechos culturales, los mitos son producciones sociales que
hacen posible la pervivencia y la revitalizacin de una cultura. El mito
como construccin de la cultura, es una fuente productora de sentido
para la reproduccin de esa misma cultura que lo gener, por ello el
mito no es vivido individualmente, sino que tiene una significacin
trascendente en toda la cultura pues como anota Meslin,10 vive en ella,
y con ella muere, ayuda a justificar su presencia, si una cultura desaparece, desaparece el mito, o si este es insuficiente para justificar el orden
del mundo que dicha cultura encuentra en l, el mito no podr seguir
existiendo; el mito como construccin de la cultura humana, otorga
sentido y hace vivir dicha cultura.
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Mito y religin
Ya hemos sealado, que uno de los sentidos que el mito expresa, es
la necesidad de articular el mundo profano, la realidad profana, con la
trascendencia que en dicha realidad encuentra, poner en contacto el
mundo natural con el sobre-natural. Por ello, el mito es vivido desde
la esfera de lo sagrado, ese mbito de lo sobrenatural-sagrado solo es
posible de acceder mediante el contenido simblico que tienen los mitos, los mismos que se estructuran como centros esenciales, como principios vitales para poder vivir la esfera de lo trascendente que la religin sacraliza, institucionaliza y articula y que el ritual refuerza y hace
que se manifieste y exprese; el mito as, viene a estructurarse como una
expresin simblica de la propia religiosidad humana para su relacin
con lo trascendente, por ello precede los sistemas religiosos, los mismos
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Mito y leyenda
Un viejo dogma se ha mantenido con relacin al mito y, que busca ser demolido por el anlisis de Kirk,14 quien ve en los mitos, ya sea
algo distinto y opuesto en relacin con los cuentos populares, o que no
encuentra ninguna diferencia entre ellos, para lo cual considera inicialmente pertinente partir, de la diferenciacin que las propias culturas
grafas realizan en torno, a los mitos y cuentos populares por un lado,
y las leyendas de naturaleza histrica, y por otro, a las distinciones entre leyendas y mitos de un mayor carcter solemne y trascendente, fantstico, a los que se los considera sagrados y, por tanto, verdaderos; y
aquellos que pueden ser no mucho ms histricos y fantsticos que los
otros, pero que no tienen una significacin sagrada.
Se hace necesario el ver que si bien cualquiera sea su tipologa, mitos, cuentos, populares o leyendas, entran en el plano de la narrativa, sin
olvidar que en cualquier narracin tradicional, podemos encontrar,
mezcla de elementos imaginarios como reales; de ah la necesidad y utilidad metodolgica de distinguir, segn plantea Kirk,15 entre rasgos y
narraciones que son bsicamente reales, de aquellas que son bsicamente fantsticas, o entre las que tienen ms elementos legendarios de otros
ms imaginativos; pero si bien, este efectivamente constituye un recurso metodolgico bastante til, creemos, que mucho ms lo es, el que podamos distinguir, que los motivos, las significaciones y los contenidos y
sentidos imaginario simblicos que estas muestran, son diferentes.
Leyenda y mito, muestran una carga de contenido y significaciones simblicas e imaginarias distintas y, es a partir de all, que puede explicarse su fundamental diferencia. El mito no es solo importante como narracin, no se lo puede ver nicamente como un simple relato de
la historia de los orgenes, ni tampoco como una simple ficcin, como
una mera divagacin imaginativa; sino que el mito debe ser entendido
como explicacin simblica totalizadora de la realidad misma, que permite que los smbolos dancen a travs de las palabras, para ayudarnos
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a descubrir y explicar el misterio del ser humano en el universo; el mito constituye por ello, un mensaje total y viviente.16
Es esa riqueza de smbolos que tiene el mito, la que posibilita al ser
humano hallar una explicacin simblica al misterio de su ser y estar
en el cosmos, el mundo y la vida, y construir respuestas al misterio de
la existencia, de su realidad y de lo trascendente; esto es lo que hace al
mito distinto de la leyenda, pues el mito, no es mirado nicamente como un relato, sino que es vivido como verdadero, como algo viviente, es parte vital del ser humano, y es por ello que no puede separrselo de los seres concretos que lo construyen, ni del proceso histrico en
el que ha sido vivido y narrado; si bien su riqueza simblica permite explorar los contenidos csmicos del universo, esto se lo hace siempre a
travs del ser humano real, articulado a una realidad socio histrica y
cultural concreta, en la que desarrolla su praxis existencial vital.17
El mito dada su riqueza simblica, se caracteriza por su carcter
polismico, pues muestra una polivalencia y multifuncionalidad muy
grande, este no solo debe ser visto como una historia de lo sagrado y
que esta indisolublemente ligada a lo religioso y al pasado; sino que
permite, narrar una historia que explica el orden del universo y del
mundo pero desde dimensiones que van ms all de lo externamente
perceptible, sino que abarca tambin dimensiones ocultas de la realidad profana de nuestra contemporaneidad.
Esa diversa multifuncionalidad del mito, se expresa ya sea en la esfera de lo trascendente a travs del rito, el ceremonial, o en la del orden
profano; cuando una norma moral o social exige ser reconfirmada apoyndose en el origen sagrado o no que encierra, pero siempre con fuerza sancionadora en la conciencia colectiva. Mientras el mito abarca la
esfera profunda de lo real, tambin simblicamente entra en el plano de
lo sagrado. La leyenda en cambio, se mantiene en la dimensin de lo
profano, se vuelve un relato que descubre perspectivas histricas del pasado, pero de la esfera profana de la vida del ser humano y por ello sin
la carga simblica de la que est pletrica el mito, y que posibilita al ser
humano acercarse justamente al contenido profundo y trascendente de
la realidad, para as ordenar y equilibrar los procesos de su existencia.
Adems, los referentes espaciales y temporales a los que hace referencia la leyenda, estn objetivamente localizados, as como tambin su
vivencia es individualizada, mientras que en la esfera del mito, tales re-
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ferentes por estar cargados de contenidos simblicos, rebasan las categoras tempo-espaciales, y en cuanto a su vivencia es colectiva y vital,
tanto para aquel que narra el mito, como para aquellos que lo vivencian ritualmente o no; y es este tambin, otro de los aspectos que diferencian el mito de la leyenda.
En consecuencia, el mito no es solo un relato, sino que es percibido como una realidad vivida y viviente, justamente por el contenido
simblico que encierra, porque permite transmitir la trascendencia de
los orgenes, que nos posibilita ver algo que se cree que ocurri as en
los tiempos primigenios y que a partir de ese hecho influye en la conducta presente de los seres humanos, sobre el mundo y el destino que
estos tienen en l; es por ello que el mito expresa, codifica las creencias,
sanciona para su funcionalidad social la moralidad, viabiliza la praxis
del ritual y proporciona un ethos, un sistema de valores, una serie de reglas prcticas morales, para aleccionar a los seres humanos.
El mito como vemos, no es un simple relato, no es igual que la leyenda, no es una mera invencin intelectual o una fantasa surgida de
la irracionalidad del ser humano, el mito constituye una construccin
socio cultural vital en toda cultura humana, para poder como decamos, dar sentido y respuestas a los complejos problemas de la vida y a
las interrogantes que plantea la dialctica incesante de la realidad y encontrar un sentido dentro de ellas.
Mito e ideologa
A travs del mito, como lo hemos anotado anteriormente, el ser
humano busca orientar su situacin en el universo, en la realidad, es
una respuesta socio cultural al problema de la vida y en la que se refleja tambin todo su sistema de creencias; por el mito el ser humano logra explicarse aquello que est ms all de lo que puede observar directamente; le ofrece respuestas a las interrogantes perpetuas de sus orgenes, del de dnde vengo? y el hacia dnde voy?, qu significacin tiene la vida y cul es el papel del ser humano en su devenir?; en definitiva, el ser humano encuentra en el mito una respuesta cultural al problema de la vida, en el que se expresan todo un sistema de actitudes, su
manera de pensar y percibir la vida, su mentalidad, su sistema de creencias, as como su praxis vital para dar orden y sentido al mundo y a la
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lenguaje connotativo o simblico. Si bien es cierto que el mito es tambin un metalenguaje que est cargado de contenidos simblicos; pero
no por ello, advierte Barthes,20 podemos pensar que el mito es igual a
la ideologa, pues al decir de este, la ideologa siempre oculta, mientras
que el mito devela, el mito no oculta nada, es una subversin a luz del
da, no es la ocultacin del sentido, sino por el contrario, es la develacin de este.
Toda cultura busca dar respuestas al problema de la su existencia
y va estructurando un sistema de ideas con respecto a la naturaleza, el
cosmos, la sociedad, el mundo y la vida que tiene que estructurarse como un sistema coherente que otorgue sentido a la praxis vital del ser
humano. Ese sistema de creencias que ha sido culturalmente desarrollado y transmitido socialmente, estructura su ideologa, la que puede
expresarse en el lenguaje simblico del mito, lenguaje mtico que hace
posible dar coherencia interna a la sociedad y a la cultura para que estas puedan encontrar las respuestas a esas interrogantes que encuentra
en la realidad; el mito tiene en consecuencia, una carga ideolgica simblica que har posible que el ser humano encuentre una razn valedera frente al cosmos y su mundo, ante sus orgenes, su pasado y su futuro, as como para que oriente su praxis presente.
El mito tiene tambin una funcin ideolgica; el papel ideolgico
del mito no est sino en proporcionar al ser humano un continente de
significados y significaciones para que ordene su visin del mundo y su
praxis en l, lo que muestra tambin a su vez la multivalencia, la multifuncionalidad que el mito cumple, lo que explica el porque de su importancia en toda la historia de la cultura humana.
Mito e ideologa en consecuencia, son lenguajes simblicos, metalenguajes que operan en dimensiones connotativas; pero no son lo mismo; pues la ideologa se queda en el horizonte de las ideas, mientras
que el mito, ofrece una explicacin holstica de la totalidad de la existencia del ser humano y las sociedades; sin embargo, mito e ideologa
estn profundamente interrelacionados a una dialctica que a veces los
confunde, pues como hemos sealado, a travs del lenguaje del mito,
podemos llegar a conocer la ideologa de una sociedad y una cultura,
en el mito podemos escuchar la voz de la ideologa y el mito puede
cumplir una funcin ideolgica; as como tambin una ideologa, nos
puede traer ecos de voces mticas, puede revestirse de sentido mtico; es
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por ello mismo que el poder, para ocultar los sentidos de su ejercicio,
termina ideologizando el mito, y mitificando su ideologa.
Es igualmente importante, considerar que la ideologa, no es algo exclusivo del poder, el mismo que hace que la funcin de la ideologa sea la
de deformar, distorsionar o naturalizar el orden dominante; sino que tambin los actores sociales que luchan contra el poder construyen una ideologa, para develar las perversidades del poder y luchar por su liberacin.
Mito e historicidad
De hecho todo mito relata una historia, aunque no podemos equipararla al concepto occidental hegemnico que actualmente tenemos
de esta, sino que se trata de una forma de trasmitir los hechos del pasado desde una dimensin distinta, por el hecho de estar los mitos cargados de smbolos a travs de los cuales se expresa lo trascendente de la
realidad y sus procesos, los hechos que describen, vale decir la historia
que encierra, en consecuencia, esta tambin impregnada de dicho carcter; por ello, autores como Eliade consideran a los mitos como una
historia sagrada, pues la explicacin que ofrece sobre los tiempos primigenios necesarios para entender la experiencia cotidiana, sobrepasa
las dimensiones de un tiempo profano, de una diacrona como la que
encontramos en lo que conocemos como historia.
El discurso mtico construye una historia que est ms all del
tiempo y de la historia misma, y es por eso, que con el mito, podemos
hablar del ancestrales pasados, que los recreamos continuamente en el
presente; o podemos construirnos mitos en el presente, para que se vaya, constituyndo como memoria.
En los mitos encontramos tambin lo que se podra decir una diacrona que rebasa lo profano, que no la articula a la concepcin diacrnica que regula el cosmos y la historia, esa cualidad atemporal que posee
el mito hace posible que rebase en consecuencia tambin las dimensiones diacrnicas de la historia, pues en el mito diacrona y sincrona se interrelacionan, al ser una historia sagrada, el mito narrar hechos sobre
sus dioses o hroes ocurridos en tiempos primordiales, es decir, a un
tiempo que se halla ms all del tiempo profano, vale decir del tiempo
histrico, nos habla de una historia pasada, pero a su vez siempre presente y vital y que por eso mismo puede explicar el orden actual del mundo
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rencia frente al dolor del mundo, que nos asla en un egosta encerramiento dentro de nosotros mismos, y nos hace incapaces de hermanarnos con los otros.
Es innegable que estamos enfrentando una profunda crisis de sentido, como consecuencia de un crtico dficit simblico, que no nos
ofrece significados para la construccin de horizontes para vivir la vida; ya no esta la fuerza potica de la palabra que canta en el mito; pues
hoy vivimos colonizados de imgenes televisivas, que estn atrofiando
nuestro poder creador para la imaginacin simblica; estamos abarrotados de proyecciones, que nos estn vaciando de proyectos histricos;
ahora priorizamos la frialdad de los ojos virtuales, pero estamos perdiendo la calidez que encierra la mirada y el abrazo humanos, del encuentro humano; la ciencia y la tcnica erigidas sobre la irracionalidad
de la razn, ha llegado a tal nivel de desarrollo, que esta poniendo en
riesgo la totalidad de la vida en todas sus formas; las tecnologas de la
comunicacin se han desarrollado a tal extremo, que nos han conducido al silencio, a la fractura de la alteridad, a un cinismo y narcisismo
exacerbante que nos encierra en nuestro propio egosmo y nos aleja de
los otros; como en ninguna otra etapa de la humanidad, estamos repletos de datos, de informacin, pero vacos de ternura; hijos de la sociedad del conocimiento y la informacin, hemos desarrollado nuevas
destrezas para el manejo de las tecnologas, pero mantenemos un profundo analfabetismo afectivo; la globalizacin ha transformado todas
las dimensiones del tiempo, del espacio y del sentido, ha acelerado a niveles inimaginables, los mecanismos de libre circulacin del capital, pero tambin de la violencia; ha construido un sentido fantasmal no solo
del capital, sino del mundo, del ser humano y de la vida. La supuesta libertad que el mercado ofrece hoy a los sujetos, est construyendo sujetos sujetados a sus leyes, a tal punto que lo que ahora consumimos, no
es sino capital, podemos comprarlo todo, menos felicidad; crecen inconteniblemente las megpolis, pero tambin nuestra soledad y anonimato; se contaminan no solo los mares, los ros, el aire, sino tambin el
espritu, se deforesta los bosques, pero tambin los corazones, se arrasa
con las selvas, pero tambin con las esperanzas y los sueos; y ante tanto desarrollo de la razn y de la ciencia y de la tcnica, como nunca antes, estamos llenos de vaco.
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Es por ello que frente a esta profunda crisis de sentido, como uno
de los ms perversos males de estos tiempos, y clave para el poder para
ejercer la colonialidad del ser, los seres humanos, buscan desesperadamente una tabla de salvacin para no perecer ahogados en el ocano de
la angustia, buscan a alguien o algo a que atarse, buscan una razn que
los mantenga en pie; por ello recurren desesperadamente a sicoterapeutas,29 para que alivien sus angustias, pues ya no queda tiempo para
charlar con los amigos; o recurren a otros sustitutos que llenen el vaci
que los est ahogando, las drogas, la pornografa; o caen en las redes de
los supermercados del alma, para buscar alivio entre las sectas, en los libros de autoayuda; y en todo un rentable negocio del mercado del espritu, que han usurpado hasta la espiritualidad, para convertirla en
nueva mercanca; pues para el poder del capital, hasta la crisis de sentido que este mismo provoca, le produce plusvala, y ya cuando hemos
perdido el horizonte, cuando la crisis de sentido existencial es demasiado profunda, se recurre al asesinato colectivo y al suicidio; que triste
irona, la de que sea E.U. que se considera a s misma la civilizacin
ms desarrollada del planeta, la que tenga los mayores ndices de violencia, de asesinatos masivos en las escuelas, de drogadiccin, de consumo de pornografa; de paranoicos y esquizofrnicos, de asesinos en
serie, de suicidios de nios; perversa radiografa de lo que es en realidad la sociedad estadounidense, paradigma de la civilizacin occidental, del desarrollo cientfico tcnico, pero tambin del fracaso del mito
del sueo americano, transformado en terrorfica pesadilla; es por ello
que despus de conocerla, un shamn yanomami deca con sabidura:
....si esto es la civilizacin, estoy muy feliz de ser un salvaje.
Cuando se produce un dficit simblico, cuando se usurpa los
smbolos, y se vaca a los mitos del poder constructor de la imaginacin
simblica, para que sean tiles al poder; cuando se nos niega en derecho de soar y de la utopa, se esta instrumentalizando una de las formas ms perversas de la colonialidad del imaginario sobre el ser humano, pues se nos est quitado parte vital de nuestro ser, lo que nos produce una profunda crisis de sentido, pues como dice la sabidura Guaran, ...no podemos perder los mitos, los sueos, pues sin sueos y sin mitos, perdemos nuestra humanidad.
Cuando los mitos, cuando la imaginacin simblica ya no ofrece
significados para la vida del ser humano, cuando ya no nos proporcio-
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Mito y Modernidad
Antes de entrar a analizar el mito en la modernidad, creemos necesario hacer una breve distincin entre lo que entendemos por modernidad, modernizacin y modernismo, en las que est presente el mito.
La modernidad hace referencia a una etapa histrica que surge en
el momento mismo que se impone la matriz colonial-imperial de poder, para el ejercicio de la colonialidad del poder, del saber y del ser, que
esta vigente hasta nuestros das. Como expresin de la colonialidad del
saber, erige a la razn, la ciencia y la tcnica como discurso de verdad
hegemnicos, que supuestamente iban a combatir el oscurantismo y
primitividad del mito; aunque, como veamos, lo paradjico de esto, es
que si bien la modernidad tuvo la pretensin de matar al mito, hizo justamente de la razn, la ciencia y la tcnica, sus mitos fundantes.
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En definitiva, lo que podemos constar, como ya habamos sealado en pginas anteriores, es, que con la imposicin de la modernidad,
se abre un proceso de acelerada des-mistificacin de la realidad, pero no
de de-mitificacin de la misma; si bien la modernidad trata, de des-mistificar el mito, pero de ninguna manera puede des-mitificar la realidad
contempornea, en la que se puede constatar, que los mitos, retornan
ms vitales.
Dorfles seala, que es necesario superar esa visin reduccionista y
equivoca propia de la racionalidad occidentalista, que ubica el lenguaje simblico de los mitos, dentro del terreno de la irracionalidad y lo
anormal, como la loca de la casa, y que por lo tanto no ofrece posibilidades analticas para la cientificidad actual, pues los consideran como
manifestaciones de la irracionalidad y la fantasa humanas, propias de
las sociedades primitivas. Es esta justamente, la causa para que se reproche la presencia de contenidos mticos en tiempos contemporneos,
en un mundo marcado por el sello de la racionalidad cientfica. Dorfles encuentra precisamente aqu el equvoco, en el no haberse percatado de la posibilidad de poder construir a partir de elementos aparentemente no racionales y no discursivos, un discurso perfectamente normal y racional.33
En consecuencia, el mito as como el rito, como construcciones social e histricamente situadas, no solo se encuentran en las sociedades
tradicionales, sino que estn presentes, con distinta estructura y sentido, en las sociedades contemporneas, constituidos como hechos comunicativos, dada la accin de los medios de comunicacin de masas,
que han invadido todos los espacios de nuestra cotidianidad. La modernidad se vuelve as una fuente continua para la produccin simblica, para la creacin de nuevos mitos y rituales y para su rpido consumo, mitos y ritos que se crean y recrean, se transforman, cambian, desaparecen, se desgastan, se sustituyen, se inventan o reinventan, muy rpidamente, dado los ritmos tan acelerados de funcionamiento de la
modernidad.
Es justamente, segn Dorfles, en este rpido agotarse de la carga
mitaggica, que se expresa una de las caractersticas de los actuales
tiempos, que lo diferencia substancialmente de etapas histricas precedentes, pues hoy ms que en ninguna otra etapa de la cultura humana,
gracias a la accin de los mass media, esos elementos mtico-rituales en-
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cuentran tambin la posibilidad de una divulgacin mucho ms planetaria, rpida, eficaz, y necesaria para un control ms efectivo del orden
dominante.34
Lo que resulta evidente en consecuencia, consideramos por nuestra parte, es la cada vez mayor mitificacin de la modernidad, de una
sociedad y un tiempo que si bien por un lado se des-mistifica, pero por
otro, no dejan de mitificarse ininterrumpidamente, para poder encontrar un orden al caos que la misma modernidad genera; pues como
bien anota Dorfles,35 resulta difcil de pensar que en una etapa marcada por tal nivel de desarrollo tecno-cientfico, que ha hecho posible que
el ser humano llegue al espacio, que manipule la ingeniera gentica y
haya desarrollado la ciberntica y los micro chips, pero tambin la industria atmica a niveles de poner en riesgo la propia existencia futura
de la humanidad, no baya a producir nuevos smbolos, conos, fetiches,
mitologas, ritualidades, que le posibilite representarse estos actuales
acontecimientos en imgenes igualmente antropomrficas, como tecnomrficas, a travs de las cuales pueda encontrar una respuesta a los
contemporneos paradigmas de la modernidad, y mitificar su situacin
en el mundo, dentro del presente orden social e histrico que hoy vive
la humanidad.
El antroplogo, debe en consecuencia, estar en capacidad de poder
hacer una lectura de esas contemporneas formas del discurso mtico,
por ello Dorfles plantea necesario como una propuesta metodolgica,
la necesidad de que el estudio de las constantes mticas, tanto por fines
estticos y ticos, coincida con un intento de su des-mistificacin, pues
esto nos posibilitar, ver la perspectiva sincrnica del mito y la ritualidad, as como su funcionalidad concreta en la sociedad del presente,
encontrar las significaciones y sentidos, de los actuales smbolos, iconos
y fetiches de nuestra era; de las contemporneas ritualidades y mitologas de la modernidad.
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les o individuales y en los que cada vez ms, como anota Dorfles,38 se
evidencia una tendencia mitificadora, una carga mitopopyica tan fuerte como la del pasado, pero que regulan una era revolucionaria de la informacin, en la cual el mundo de lo audiovisual, del poder de los mass
medias los han vuelto hechos de comunicacin, de fcil consumo y ms
amplia divulgacin; perceptibles en los carteles, en los comics, en la
ciencia ficcin en las historietas, en la publicidad, en el carteln cinematogrfico, en los filmes, en las fotografas, en las telenovelas, en las
teleseries, en los reality shows, y dems programaciones de ese actual
ttem electrnico, la televisin, smbolo del presente, donde se realiza
la construccin mitaggica, donde se producen y vehiculan las mitologas de la modernidad, que genera la sociedad globalizada para el consumo de las multitudes, victimas de ese incontenible material icnico
que ficcionaliza el mundo y la realidad y del cual todos terminamos
siendo presas.
Uno de los mitos ms caractersticos de esta era de revolucin en
la comunicacin, de desarrollo cientfico-tecnolgico y que esta marcando el ritmo de la modernidad y de la postmodernidad, lo constituyen los mass media, estos se han convertido en mito, signo onmipresente de la civilizacin contempornea, y a su vez en el espacio reproductor de nuevos contenidos mitaggicos.
Los medios de in-comunicacin, de des-informacin de masas, como ms correctamente deberamos llamarlos, son algo ms que simples medios transmisores de acontecimientos, o difusores de la actualidad, sino que son verdaderos, amplificadores de los signos de estos
tiempos, talleres donde se forjan los acontecimientos del presente, centros emisores de lo espectacular, soportes de las actuales mitologas de
la modernidad. Los mass medias constituyen ese anfiteatro planetario
en el que se presentan y consumen diariamente las grandes ceremonias
mitolgicas del presente, donde se fabrican en serie los nuevos sueos,
dolos e idolatras, hroes y ritualidades; en definitiva, como dice Cueto,39 se han convertido en verdaderas factoras de lo histrico, pues
son ellos quienes, al decir de Pierre Nora, detentan hoy, el monopolio
de la propia historia. Desde que la prensa la radio, la televisin, la publicidad, el internet, imponen su poder en la sociedad moderna, los hechos solo suceden, si las voces planetarias de los mass media los registran, los fabrican, los difunden; lo ms grave de esta expresin de crisis
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de sentido, es que los medios, nos hacen ver la realidad con los ojos del
poder y hablar sobre la realidad y el mundo, desde lo que dicen los discursos y voceros del poder.
Los mitos de la modernidad, al igual que los mitos de cualquier
tiempo y cultura, ejercen una enorme influencia en la vida de los seres
humanos; es por ello que los medios de des-informacin de masas, producen y reproducen infinidad de mscaras, de rostros, de signos, de
mensajes, de modas, de metforas, de dolos, de modos de vida, de formas de identificacin, de sueos y seducciones, de patrones de conducta a imitar, de ethos, valores y normas de comportamiento tanto ticas
como estticas, pero sobre todo, pautas universales de comportamiento, delirios colectivos, rituales planetarios de consumo, en definitiva una
ingeniera social, que pretende modelar una cultura planetaria homogeneizante, en la cual se anule, la pluralidad, la diversidad y la diferencia.
Los mass medias han hecho posible la produccin de una nueva
forma de cultura, necesaria para la consolidacin de la sociedad de
consumo, la radio, la prensa, la televisin, la publicidad, los actuales
medios de produccin y reproduccin de lo audiovisual, han creado un
tipo muy diferente de cultura, una cultura de consumo, de masas,
mass culture, o una tercera cultura como la denominaba Morn,40
que esta sustituyendo a las culturas clsicas tradicionales y nacionales.
Una cultura producida acorde a las mismas leyes de fabricacin que rigen la economa de la sociedad de consumo, seriada, en cadena, masiva repetitiva, que es distribuida, publicitada y vendida para el consumo
planetario a travs de los medios de in-comunicacin de masas, que se
dirige hacia una masa indiscriminada, a un pblico heterogneo, que
consume dicha cultura como cualquier otro producto de la sociedad
industrial, ya sea como ocio, como signo de distincin, como vida cotidiana, como muestra de derroche y ostentacin, como smbolo de
status, de insercin en la modernidad.
Cultura de masas, producida y fabricada por la sociedad de consumo, pero que no por ello deja de ser cultura, porque como seala Morn,41 est constituida por un cuerpo de smbolos, mitos e imgenes
que se refieren a la vida prctica, una cultura que genera y reproduce,
nuevas formas de percepciones de la realidad, nuevos imaginarios, proyecciones e identificaciones, para hacernos dependientes del orden dominante, que genera un nuevo discurso, simplificador, alienante, que
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busca anular nuestra historicidad, despojndolo de contenidos, crticos, perturbadores y peor aun revolucionarios; un discurso que nos
conduce como dice Auge42 a la ficcionalizacin del mundo, a la mitificacin del estatuto social, y a la justificacin del ejercicio de la dominacin; pues a travs de este discurso, tomando esa figura retrica del
pensamiento burgus que es descrita por Barthes en sus Mitologas,43
se inocula la vacuna que logra inmunizar al poder contra el saber molesto, y ocultar los principales males sociales, se inyecta as en el imaginario colectivo pequeas dosis de la enfermedad social reconocida,
acostumbrndonos a ella, vindola como algo natural con la que debemos convivir cotidianamente; logrando as la mitificacin del estatuto
social hegemnico y la justificacin del ejercicio de la dominacin; vacuna que genera y reproduce, nuevas formas de percepciones de la realidad, nuevos imaginarios, proyecciones, identificaciones y representaciones, para hacernos dependientes del orden dominante, que generan
nuevos discursos, representaciones, prcticas y significados, simplificadores, alienantes, estereotipados, que buscan anular nuestra historicidad, despojndola de contenidos, crticos, perturbadores y peor aun revolucionarios; esta vacuna, se vuelve as para el poder, la mejor defensa contra el riesgo de una subversin que desestabilice el orden de dominacin establecido.
De todos los smbolos de la sociedad de consumo, el televisor, es
quiz el que mejor la representa y reproduce. El televisor, se ha vuelto
en un centro creador del universo mtico de la modernidad, su sola posesin constituye en s mismo, uno de los smbolos ms visibles de las
actitudes consumistas. Es alrededor de este contemporneo ttem electrnico que se organiza las actividades diarias de lo familiar, hoy, ver la
tele se ha vuelto un verdadero acto litrgico cotidiano. La televisin
ha trastocado los horarios familiares, ha creado nuevos hbitos en la
ocupacin del tiempo y sustituido diversas formas de socializacin, como la del hablar por la del contemplar, as gracias a esa funcin sagrada, totmica que ahora tiene la televisin como instrumento de estupidizacin y alienacin, se reproducen e interiorizan valores propios de
la cultura de masas que contribuyen al reforzamiento de una lgica
consumista y competitiva, una sociabilidad nuclear que es el soporte de
la sociedad de consumo.44
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noma de lo efmero (energa, electrnica, informtica, robtica, trasportes comunicaciones). Esto ha desplazado el signo ostentatorio del
consumo y del status social, de lo esttico de la casa; a otro ms dinmico, acorde a las velocidades de estos tiempos, al vehculo. El poder
militar tambin se mide no por la cantidad mortfera de su arsenal, sino por la velocidad instantnea de destruccin La carrera armamentista no es de acumulacin de material sino de velocidad. El smbolo de la
modernidad es la rapidez de Aquiles, la instantaneidad. Las actuales
tecnologas han impuesto otros ritmos a los procesos sociales, productivos y de la vida. Como el dios Jano la velocidad tiene dos caras, la una
mira al presente-ya-pasado que es lo efmero, la otra al futuro, pero irnicamente, Jano est emparentado inexorablemente con Saturno, el
cronos tiempo griego, devorador de sus propios hijos.54
Las mitologas del imperio de la velocidad, del vrtigo de lo efmero, han transformado nuestra cotidianidad, las maneras de ver y pensar
el mundo. La aceleracin temporal, la mutacin de velocidades, no solo reduce las distancias planetarias, sino sobre todo fractura la alteridad, pues ya no tenemos tiempo para dialogar con el otro. La aceleracin de los tiempos sociales espectaculariza la realidad, la pantalla del
televisor y el parabrisas del auto, son sus signos evidentes. Desarrollo de
las tecnologas del vrtigo, los corredores de autos, los deportistas extremos son los actuales hroes. A medida que la realidad se acelera el
mundo se empequeece, se trivializa, se sincroniza se uniformiza, las
diferencias pierden sentido; pues hoy, las ciudades se parecen en todas
hay KFC, pizza Hatt, Mac Donalds. La inflacin de velocidad, aumenta
la angustia existencial. El mito de la permanencia de las sociedades tradicionales ha sido arrastrado por el de lo efmero; las crisis polticas y
econmicas no son ya algo excepcional, sino cotidiano.55
Vivimos la civilizacin de lo efmero, marcado por la hegemona
de la moda, por la trascendencia de los signos ligeros, frvolos, de las
apariencias, de lo banal, que muestra la actual tendencia civilizatoria.
La moda tiene una centralidad simblica en los mitos modernos. Nada
ms natural que el imperio de la moda en un mundo marcado por la
velocidad, lo efmero, lo narcisista, lo masificado, que regula la economa del consumo; de acelerada circulacin de mitos y ritos, donde reinan las apariencias, el simulacro como cultura. La moda no es frvola,
es el mundo contemporneo que se frivoliza a consecuencia de la crisis
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una virtud productiva, se alimenta la competencia y el xito egocntrico, que la colaboracin colectiva. Violencia y miedo que genera etnocentrismo, racismo, heterofobia, que fractura la posibilidad de encuentro con la diferencia. Violencia socializada a travs de la TV y todos los
medios que la naturalizan y justifican, la prensa amarilla y la crnica
roja han hecho de la pornoviolencia, el mejor recurso para aumentar el
raiting. La violencia atraviesa la totalidad de las gramticas sociales y
se ha instalado en sus ritualidades cotidianas, a travs de violencias materiales y simblicas que las producen y reproducen, que las hacen circular, la redistribuyen, la espectacularizan, la tratan como una mercanca ms a ser consumida. Hay una plusvala de la violencia, una Plusviolencia59 que se instaura como forma natural de convivencia en la casa,
en los buses, en las escuelas, en la calle, en el trabajo, en todos los escenarios sociales.
Pero como el capital, todo lo convierte en mercanca para acumular riqueza y poder, la situacin de violencia generalizada que enfrenta
la humanidad, ha posibilitado el surgimiento de otro mito propio de
estos tiempos, el mito de la seguridad. El impulso del miedo moviliza a
las masas, los medios alimentan la fascinacin por el sensacionalismo,
la destruccin, el desastre; eso hace que el mercado tenga terreno frtil
para las mitologas de la seguridad, para el buen negocio de las compaas de seguros. Pero en la lgica del capital, no interesa tanto la defensa de la vida de las personas, sino las ganancias que pueden ofrecer el
miedo de los consumidores; se evidencia as, un macabro proceso de
usurpacin simblica, por el que se nos despoja del poder imaginario
de la eufemizacin simblica, con el que histricamente las sociedades
y los seres humanos enfrentaban el miedo a la muerte para derrotarla;
ahora, vaciados del poder de lo imaginario, y abrumados por el poder
totalitario del miedo, y ante tanta incertidumbre que ahora aprisiona la
vida, hay que pagar para que nos administren nuestras propias angustias y miedos.
Las empresas de seguros crean un nuevo universo permanente del
miedo, miedo a todo, a las enfermedades, a los virus desconocidos
como el actual AH1N1, a los alimentos, al cigarrillo, al infarto, al cncer, al sida, pero sobre todo miedo al otro, al diferente. El poder produce inseguridad, por ello la existencia cotidiana, es una permanente angustia y sobresalto. El sujeto moderno es un emisor y devorador de
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miedo y de violencia; la actualidad es sinnimo de accidentalidad, el sabotaje; el secuestro, el asalto, la violacin, son rasgos caractersticos de
la sociedad moderna que se reflejan en los mass medias. La mitologa
de la seguridad es el producto ms sofisticado de este enfermizo consumo de miedos y del chantaje de la seguridad; las empresas de seguros y
seguridad, se han convertido en las administradoras de los terrores cotidianos, operan como chantaje de la vida; su presencia empieza a tutelarlo todo, ellas son las que ahora nos ofrecen, seguros de vida, de accidentes, seguridad social, ciudadana, privada, de desempleo; pero lo ms
irnico, eufemizacin simblica, claro est, despus de pagar una costosa prima. En estos tiempos, la seguridad del Estado pasa por la inseguridad del ciudadano, al fin el miedo, siempre ha sido la ms eficaz
forma de control social y de la subjetividad, por ello el poder produce
y hacer circular el miedo, como instrumento eficaz para la legitimacin
del orden dominante.60
A partir de la dcada del sesenta las mitologas derivadas de las luchas sociales, estn siendo sustituidas por las de la fuga, la huida, la indiferencia frente al dolor del mundo; el radicalismo no se expresa como lucha de clases, sino como huida de clases, asistimos a la rebelin
de la fuga, a la huida como consecuencia del desencantamiento del
mundo, de la razn de los grandes metarelatos, huidas hacia el sueo
alucingeno, evasin virtual de la realidad que da espacio al gran mercado de la droga, del alcohol, del cigarrillo, de la pornografa y de las
actuales adicciones virtuales.61 Como no va a ver crisis de sentido, si
en el tiempo de la vitalidad de las utopas, Fidel, el Che, fueron los referentes mticos de la lucha revolucionaria; hoy lo son Rambo, Madona, Maikol Jackson, que sentido se puede construir a partir de ellos, sino aquellos que impone el poder. Vivimos a partir de la cada del muro el mito de la muerte de las utopas y las ideologas, del supuesto fin
de la historia. Los territorios de la fuga son hoy individuales, narcisistas, el nihilismo, el hedonismo, el cinismo heterofbico, una nueva economa poltica del placer y nuevas gramticas corporales, nuevas estticas, ticas y erticas son producidas por el mercado, pero tambin
desde los espacios liminales del poder, desde los actores subalternizados por el poder, que evidencia, que no se ha apagado el fuego de las
utopas ni de los sueos, que no es el fin de la historia, sino que por el
contrario, la historia est aun por hacerse.
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De todas las fugas para enfrentar el vaco existencial de estos tiempos, es el mito del retorno a lo sagrado62 la que ms carga mitopopyica expresa. Roszak entenda la contracultura como religin, como movimiento de regeneracin espiritual; pasamos de la lucha por la liberacin social a la liberacin mstica; eso explica el crecimiento de las ciencias ocultas, de la astrologa, de la macrobitica, del yoga, de las artes
marciales orientales, del shamanismo y las religiones ancestrales, de los
textos sagrados y de sabidura, as como de los gurs, shamanes, profetas y nuevos sacerdotes, la fuga hacia oriente y los saberes ancestrales, a
los proyectos mesinicos, milenaristas, fundamentalistas; hay una muy
rentable industria de la salvacin que tienen el monopolio de los negocios del alma, un supermercado espiritual, que explota la crisis de sentido y ejerce usurpacin simblica de la espiritualidad. Hay una politizacin de lo religioso, y una religiosizacin de lo poltico, se crean nuevas religiosidades del inconsciente, nuevas metafsicas de la ausencia y
de la diferencia.
Como parte de la mitologa del retorno a lo sagrado, esta tambin
el mito del retorno a la naturaleza.63 No es evidencia de conciencia ecolgica, sino resultado de la lgica postindustrial, expresin de actual
status se huye de las abarrotadas ciudades para vivir en espacios rurales, que reproducen las mismas condiciones de las que se escapa. Hemos pasado de la crtica ideolgica a la crtica ecolgica; la naturaleza
es el actual referente de la accin poltica y del mercado; el ecologismo
se transforma as, auspiciado por las industrias ms ecocidas del planeta, en un contemporneos mito totalizante.
Otra mitologa que le resulta muy rentable al poder, es la el mito
del turismo. Hay una carga ideolgica y mtica sobre lo diferente lo lejano, lo desconocido es mitificado, el mas all y el otro diferentes,
que sugieren una representacin mtica de la humanidad anterior a la
de los visitantes modernos, que habitan espacios y tiempos primordiales de desarrollo, en contacto puro con la naturaleza. El turismo genera una demanda de objetos y sujetos exticos, por ello construye una
visin alocrnica del otro suspendido en un tiempo y lugar mticos; no
es el presente lo que se oferta, sino un pasado reinventado, un tiempo
mtico construido ahora para el mercado. El turismo posibilita un viaje imaginario a tiempos y espacios mticos al encuentro con el buen
salvaje que se muestran como museos vivientes. Se construye una muy
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rentable industria del recuerdo, que hace una representacin etnologizada de la diferencia. Contempornea mitologa que no es sino una
actual forma de penetracin neocolonial, de nuestros pueblos que siguen siendo mirados como exticos, y son invadidos por las hordas de
turistas armados ya no de cruces, sino de cmaras fotogrficas. El turismo es una mitologa civilizatoria propia de la modernidad.
El mito de la democracia y el desarrollo,64 son los recursos con mayor eficacia simblica para la legitimacin y naturalizacin del poder y
el orden dominante; desde ellos es imposible su impugnacin, pues la
democracia aparece como la nica forma de hacer sociedad, y el desarrollo como el nico camino hacia la felicidad. Son mitologas que reproducen un discurso civilizatorio necesario para el ejercicio del poder.
Desde las esferas del poder se tiene tambin muy claro la importancia de lo simblico y de la ritualidad como formas de ejercicio de ese
poder, el mismo que se legitima a travs del ritual, de la ceremonia. Una
de las caractersticas del ejercicio del poder ha sido, la de construir referentes simblicos que se erigen como verdades absolutas que regulan
la accin social, mediante los cuales imponen contenidos especficos
que se erigen como discursos de verdad con carcter casi sagrado, que
deben permanecer inalterables para que as el equilibrio social no quede roto ni violentado; el ejercicio del poder no puede desvincularse del
proceso de construccin de esos referentes simblicos que construyen
un sentido de la accin social dentro del marco de inters de los dominadores. El mito de la democracia,65 es una de las construcciones simblicas ms eficaces, que permite orientar las practicas sociales en direccin de una lgica que favorece a quienes detentan el poder para as
imponer lo que ese poder desea.
El poder necesita de estos mitos ya que estos son tambin discursos sociales instrumentalizados para su ejercicio y reproduccin, que
por un lado ofrecen la explicacin simblica de un determinado orden
y lo justifican, lo muestran como superior, es en ese carcter ritual y sagrado que se legitima el mantenimiento del orden dominante, pues que
mejor instrumento para el poder para fundar, legitimar y naturalizar la
desigualdad social, que hallar su fundamento en formas simblicas que
estn ms all de los seres humanos y de las sociedades, de la esfera de
nuestra comprensin; por ello el poder ritualiza permanentemente su
ejercicio as como manipula, usurpa, construye y descontruyen referentes simblicos que ofrecen un sentido de la sociedad y el orden.
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All radica la fuerza de lo simblico pues permite borrar toda huella artificiosa con que se impone determinados valores, creencias y representaciones de la realidad y prcticas sociales, as el mito de la democracia, al mostrarlo como algo que est ms all de la voluntad de
los seres humanos, como un estado inefable de la superioridad a la que
ha llegado la sociedad, que se presenta a esta como el orden necesario
y posible de ser creble y credo por todos los individuos y por lo tanto
no cuestionado por ninguno, permite una continua legitimacin y naturalizacin del poder; por eso oponerse a ese orden social, simblico
de lo que representa la democracia, implica la ruptura del orden natural ideal al que ha llegado la sociedad humana, el poder ha convertido
as la democracia en la actual hierofana un objeto sagrado de revelacin y culto, que hace imposible procesos de liminalidad (Turner) de
ruptura del orden establecido.
Una muestra de la eficacia simblica del poder es darle a sus instituciones el carcter inmanente de lo sagrado, aunque no lo haga aparecer como tal, pero que en la accin cotidiana ritualiza y simboliza
permanentemente, el poder pone a esta construccin simblica como
algo que esta por encima de los individuos, pues al convertirla en hierofana, o algo sagrado, es construida como una gracia, y por ello inapelable, as la usurpacin simblica de lo sagrado por el poder, posibilita la sacralizacin del poder mismo, que adems cuenta con la venia
de la institucionalidad de la iglesia, que ha mostrado un parentesco
esencial con el poder(Azcona); en consecuencia, este ha sido el mejor
instrumento del poder para determinar un sentido a todo lo que acontece en la realidad social.
Es a travs de ese sentido universalista y abstracto, casi sagrado de
la funcionalidad simblica que cumplen las leyes y las instituciones, como el poder construye sentido de lo social, base vital para la legitimacin e imposicin del orden dominante; all encuentra adems el marco simblico de sancin a todo intento de ruptura de ese mismo orden;
esa ha sido la base del sostenimiento del orden del sistema y del Estado
capitalista moderno, sustentado en la dimensin casi sagrada de la democracia; este es uno de los instrumentos con la mayor eficiencia simblica con los que cuenta el poder.
Un aspecto importante que no podemos olvidar en el anlisis de
las dimensiones simblicas del poder, es el parentesco entre lo sagrado
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y lo poltico, puesto que en la relacin del poder con la sociedad, se expresa la misma dicotmca que se encuentra en la relacin de lo sagrado y lo profano, esa relacin de lo sagrado y lo poltico se impone con
la fuerza expresndose la misma geografa simblica caracterizada
por una dicotoma casi sagrada (Balandier) en la que, lo bueno, el orden, lo establecido, equivale a la modernidad y el progreso, lo puro, la
unidad, la cohesin esta relacionado con el centro; mientras que el
desorden el caos, la anarqua, la destruccin, la entropa el atraso, la miseria, lo impuro, la disolucin, la desarmona, se relaciona con la periferia, con lo marginal con el otro: excluido, con el indio o el negro insurrectos.
Frente al desorden y el caos social, es el poder el llamado a la imposicin del orden, pues sabe que toda sociedad busca construir un
sentido de eternidad de la misma, que la libere del caos y el desorden,
de la anomia social, pues esto implicara la muerte de la democracia como modelo de sociedad ideal; eso explica, el porque la necesidad de
mistificacin, sacralizacin y mitificacin del poder puesto que esto le
permite operar el culto de la fuerza legitimando su empleo a travs de
sus instituciones y sus leyes, a fin de poder ordenar el caos; legitimado
el poder se muestra as como esa fuerza invisible pero siempre actuante por sobre el mundo de los seres humanos y las cosas, as el poder por
un lado construye un orden cosmolgico necesario para la existencia
de la sociedad, y por otro, eso mismo le permite mantenerse como poder de dominacin y hegemona; el ritual hace posible, la legitimacin
de lo primero, mientras que la accin poltica y econmica garantiza el
mantenimiento de la dominacin y la encubre(Balandier).
Este carcter sacralizado del poder, permite plantearle a la sociedad, un universo de valores de los cuales no podemos alejarnos, pues
de hacerlo nos volvemos violentos, alteramos la paz y la convivencia
pacifica, perdemos la dimensin de humanidad de la cual la democracia es su ms alta expresin, de ah el reiterado llamado de volver al orden establecido, para recuperar la armona la bondad que la democracia hace posible, y frente a la sacralidad con que se enviste el poder, un
acto de impugnacin del mismo ser visto como un acto sacrlego, como un pecado social (Balandier). Se evidencia as el contenido ideologizante que se hace de la democracia, que ms que ser una realidad, es
un smbolo que permite la reproduccin del poder y su libre ejercicio,
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pues para ello hay que buscar que todo se mantenga como existe, que
el orden dominante siga inalterable, pues solo as salvaremos el orden
democrtico.
Esta clara ideologizacin de lo axiolgico ha sido un recurso muy
empleado por el poder, quien es el que determina la finalidad de la conducta social, pues esta debe corresponderse a la del orden establecido:
el discurso del poder necesita el poder de los discursos, por ello construye discursos de verdad absoluta e impone formas de conocimiento,
de valoracin de normas de prcticas, de saberes que para gozar de legitimidad deben ajustarse al orden dominante, solo as podrn ser consideradas correctas aceptables modelos a seguir y valores a imitar.
Es por ello que por dar un ejemplo, acciones como las del 21 de
enero de 2001, en que se produjo la insurreccin de las diversidades en
Ecuador, la misma que rompe con lo establecido, que impugn el orden dominante, que hizo entrar en crisis la institucionalidad de la democracia y se tomaron los centros simblicos del poder; fue considerada incorrecta, injusta, peligrosa, salvaje, no civilizada, no aceptable,
anormal, equivocada, falsa; por lo tanto sujeta a la necesidad de una
sancin, la misma que se vuelve un requerimiento para mantener el orden simblico del poder; por ello las fuerzas ms recalcitrantes de la sociedad, se opusieron a la amnista para los actores protagnicos de la
insurreccin de enero porque para el imaginario del poder, un hecho
as no poda quedar en la impunidad, pues de lo contrario, como anunciaban los discursos de sus representantes y beneficiarios, se sentara un
precedente que rompera una de las reglas del juego del ejercicio del
poder.
Otra de las cuestiones importantes que demuestra la eficacia simblica del poder, es que a pesar del claro agotamiento de la institucionalidad en la que se sustenta el orden dominante, el poder tiene capacidad para continuar reproducindose. Si bien el poder, ha buscado dar
a su ejercicio contenidos de sacralidad, mostrndola como el nico orden posible, ha tenido que enfrentar por un lado, la naturaleza efmera, mortal, de sus representantes (Balandier), pero tambin por otro, la
necesidad de saber que el poder est ms all de dicho sentido efmero,
pues el poder a pesar de quien lo ejerza, debe reproducirse, mantenerse, y existir siempre como poder.
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ciedades deba hacrselo dentro de los marcos del progreso que reproduca un modelo civilizatorio lineal y homogeneizante, segn el cual, la
perspectiva del desarrollo humano se sustentaba en la revolucin cientfico-tcnica, convertida en el paradigma del progreso y la modernidad
de la racionalidad de occidente; sin embargo, tal revolucin, a pesar de
la complejidad alcanzada, no solo que no ha resuelto los problemas que
la modernidad occidental anunciaba resolvera en nombre de la razn
de la ciencia y de la tcnica, sino que por el contrario los ha agudizado,
hasta el punto de atentar contra el porvenir de la propia sociedad humana, como lo demuestra la crtica situacin del medio ambiente que
enfrenta la humanidad, resultante de la accin ecocida, causada por la
instrumentalizacin de la ciencia y la tcnica al servicio de los monopolios capitalistas, y que no hace sino evidenciar la crisis civilizatoria de
occidente; pero lo que es ms grave, el mito del desarrollo, no ha podido hacernos ni un poquito mejores seres humanos, ni ms felices.
Hoy las diversidades sociales muestran que esa lgica frente a lo
econmico, no es sino una ms entre una diversidad de posibilidades,
por ello hoy se reivindica el derecho a implementar desde las propias
sabiduras insurgentes, formas otras de racionalidad econmicas propias, que respondan a nuestras propias races de ancestralidad, a nuestras propias realidades, y que estn sustentadas en la riqueza de nuestra
diversidad de culturas y sabiduras, y que no buscan solo la satisfaccin
material, sino sobre todo que se sustentan en dimensiones espirituales
que permitan romper la alineacin y el carcter depredador y ecocida
que caracteriza el modelo de desarrollo de occidente. Es evidente que
se hace necesario por lo tanto, no solo repensar el modelo de desarrollo, sino sentipensar el modelo de sociedad, de civilizacin en perspectiva de la dignidad y la felicidad, que permita construir relaciones ms
armnicas entre los seres humanos, la naturaleza y el cosmos.
La crisis del modelo econmico dominante ha implicado tambin
una crisis de los principios en los que se sustentaba, pues se trata de una
crisis moral, tica, afectiva, sicolgica, ecolgica que sume al ser humano en la desesperacin, la soledad, fomenta el darwinismo social, la
competitividad a niveles de canibalismo social; una expresin no conocida de la lucha de clases se evidencia en estos tiempos, el conflicto no
se traslada solamente a la esfera de las clases antagnicas, sino al interior de las propias clases marginalizadas por el poder, que son las que
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queteo a la muerte. Juegos de azar para bsqueda de una plusvala imaginaria, sostenida en el poder hipntico del dinero; apostar es el ritual
de adoracin a la diosa fortuna; bueno para el negocio de loteras, casinos y apuestas. Juegos de competicin, que se supona respondan al
manejo de igualdad de condiciones y de reglas, pero hoy, responden a
las reglas del mercado; son los que ms se espectacularizan, por el efecto masivo y planetario, como el ftbol, pues generan millonarias ganancia y otorgan poder econmico y poltico.67
Disney se erige en el contemporneo universo mtico de lo ldico,
modelo perfecto del simulacro absoluto, instala una ritualidad profana
ldica casi religiosa; se ha vuelto en el actual templo de las mitologas
ldicas de la modernidad. Hay una reconversin de lo serio por lo ldico, la poltica, las finanzas, los negocios se hacen como juego, como
competencia, como simulacros, como espectculos, el manejo de conflictos de basa en la teora de los juegos, la geopoltica se ve como un
juego de ajedrez. Pero lo ldico tambin es un espacio liberador, que
puede ser construido como filosofa de recambio, como religin profana, como tica, ertica y esttica alternativas, como espacio para la insurgencia simblica del imaginario.
Otra de las mitologas de la modernidad, en tiempos en que el
mercado se planetariza, como expresin de esta actual fase de la expansin del sistema mundo capitalista y que instrumentaliza el poder para
articularnos a la dependencia del mercado, es el mito de la supuesta soberana del consumidor que se construye a travs de la publicidad.
Nunca como hoy, ese proyecto de la modernidad, de la libertad plena
del sujeto, parece ser una realidad, el consumo le ofrece los nuevos contenidos mticos que le persuaden que es su personalidad, sus gustos, la
voluntad de sus propias decisiones, la libertad de elegir, que hace posible el libre mercado, la que le llevan a comprar como supuesta forma
de satisfacer sus necesidades. Cuando lo que se oculta, es que no hay
naturalidad en los actos consumistas, ni que ese mercado sea tan libre
como aparenta, puesto que la supuesta soberana del sujeto frente al
mercado, es una falacia construida por el poder a travs de un conjunto de representaciones que planetarizan los medios a travs de la publicidad, que hace que los sujetos queden sujetados a las leyes del mercado, y estn condenados a consumir capital, y lo que este demanda para
su reproduccin.
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nes, que son las que tambin hacen que seamos singulares; as el Banco
Mundial y el Fondo de la Muerte Internacional (FMI) podrn liberarse de los desechables sociales, que son como anuncian sus voceros, el
costo inevitable del progreso y el desarrollo; as el Pentgono podr
construir el soldado universal, perfecto, que no sienta, que no piense,
que solo reciba ordenes, que sea la perfecta maquina de matar.
La clonacin lo que hace, no es sino llevar al extremo del horror, el
proyecto de homogenizacin que ha sido uno de los rasgos constitutivos y constituyentes de occidente, pues la clonacin social, de las subjetividades, de los imaginarios que histricamente ha instrumentalizado
la colonialidad del poder para la colonialidad del ser, para el imperio de
lo mismo, ha sido el anticipo de la homogenizacin, de la clonacin biolgica;75 siempre el poder a travs de los aparatos ideolgicos de colonizacin de los imaginarios y las subjetividades, como la escuela, los medios de in-comunicacin, han buscado aniquilar la singularidad de los
sujetos, para que se conviertan en fotocopias humanas idnticas, en clones de sujetos que han sido fabricados al igual que cualquier objeto, como simple masa; de ah que la mediocridad, sea el rasgo caracterstico
de estos tiempos, pues ahora no somos nosotros mismos, sino que queremos parecernos, ser un simple reflejo, de los sujetos y las imgenes
virtuales con las que la televisin nos coloniza el espritu y el cuerpo.
La clonacin en definitiva, constituye uno de los atentados ms
brutales y macabros a la diferencia, pues el milagro de la vida, ahora ya
no ser el resultado del encuentro amoroso de los cuerpos y los espritus, que en la danza de ternura de sus pieles, en ese ir y venir como las
olas de los ocanos, gestaban seres humanos cuyo mayor milagro es,
que seamos seres singulares, nicos e irrepetibles. Mas ahora, se radicaliza la concepcin capitalista ms brutal para la mercantilizacin de la
vida; pues tambin los seres humanos seremos fabricados en serie como cualquier otra mercanca; se abre paso as, a una de las formas ms
perversas y antes no advertidas de la colonialidad de la diversidad, de la
diferencia y de la vida; colonialidad que se ejerce ya no solo sobre las
sociedades, las culturas, los conocimientos, las lenguas, los cuerpos y las
subjetividades humanas, sino contra todas las especies, contra la totalidad de la vida.
Frente a ese panorama aterrador que esta fabricando el poder, es
nuevamente el potencial insurgente de las construcciones simblicas de
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des-sujetarse de las amarras del poder y, una forma de hacerlo, es rompiendo los mitos que el poder ha construido para su ejercicio y su reproduccin.
Frente a los mitos del poder, el ser humano desde los intersticios,
desde los espacios liminales, desde los escenarios subalternos, es capaz
de construir mitos contrahegemnicos, de abrir procesos de insurgencia simblica, que le impulsan a luchar por imaginar formas otras de
ser, de sentir, de decir, de hacer y significar, distintas formas de tejer la
vida; que hagan realidad la materializacin de la utopa, de una diferente esttica de la existencia.
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Es desde dicha ontologizacin de la totalidad, que occidente, construye tambin la fragmentacin de las otras sociedades, como estrategia para la dominacin de las mismas, puesto que al ser miradas como
inferiores, como objetos, no estn en capacidad de entrar en relacin de
intercambio de conocimientos, de culturas, de saberes, peor aun de
producir conocimientos. Desde el imaginario totalitario dominante occidental, era necesaria la fragmentacin de toda forma de orden social,
la fragmentacin de los universos simblicos sobre los que se construye el sentido de la existencia de las culturas, la fragmentacin de toda
forma de saber, de pensamiento, de conocimientos, as como la fragmentacin de los imaginarios y las subjetividades.
Es sobre la base de la nocin de cuerpo fragmentado, que Lacan
construye su teora del estadio del espejo, que ser la responsable de la
posterior aparicin de la amenazante fantasa a la que Lacan llam
cuerpo en pedazos, que constituye uno de los ejes que definen la cultura y las identidades de los sujetos de occidente, marcadas por el permanente miedo y ansiedad ante la fragmentacin o la desintegracin.
La fragmentacin es entonces, otra estrategia de dominacin que
se inscribe en la cultura de occidente, a fin de poder mantener su carcter totalizador; es una respuesta poltica frente a la necesidad que tiene
el poder de ejercer el control sobre la totalidad de la vida social y simblica, control que solo puede ser posible en trminos lacanianosdesde la fragmentacin del cuerpo, tanto del cuerpo social, como del
cuerpo individual y de su subjetividad; por eso opera una fragmentacin en todo los ordenes: desde lo social se estratifica las sociedades,
desde lo poltico, la formula Maquiavlica de divide y reinars se constituye en uno de sus postulados bsicos; desde la dominacin del conocimiento, se construyen espacios disciplinarios para fragmentar la posibilidad de comprensin de la realidad, desde otros saberes, desde
otras lgicas, desde otros conocimientos y sabiduras.
La visn fragmentadora de occidente, niega la dimensin holstica
y sistmica que es propia del orden csmico de la vida, en la que nada
se encuentra desarticulado, todo esta interrelacionado; visin que esta
presente en otras culturas, que buscan entender la totalidad, en la interrelacin de las partes con el todo y de este con las partes; es occidente
por razones de poder que se obliga a fragmentar la vida, para as poder
ejercer el control totalitario sobre la misma, construyendo espacios que
229
separan a los seres humanos consigo mismos, que nos aleja de la alteridad, de los otros, y nos hace totalmente extraos al orden csmico.
Es por ello que la fragmentacin ha sido una de las estrategias permanentes en el ejercicio del poder, y ha tenido un continon histrico
desde tiempos coloniales hasta el presente, pues fragmentar implica
instaurar un orden social y simblico acorde al proyecto totalizador de
los dominadores. Pero tambin ha sido un continon histrico, las luchas de resistencia e insurgencia de los pueblos que han sufrido la dominacin frente al poder. Muchos ejemplos histricos dan cuenta de
ello; de ah que, frente a las respuestas insurgentes de los colonizados,
el poder siempre busc la fragmentacin material y simblica de los
cuerpos de quienes eran smbolo de lucha e insurgencia frente al poder;
desmembrar a Atahualpa, a Tupac Amaru, a Toms Katar, tenia una
importancia simblica muy grande en el imaginario colectivo, era matar un smbolo de unidad muy fuerte y de profunda eficacia simblica
en las culturas indgenas marcadas por la totalidad, era otra forma de
liquidar sus referentes simblicos para evitar la continuidad de la lucha;
era adems, despojarlos de su memoria, pues fragmentar el cuerpo, era
otra forma de fragmentar la memoria.
Desde las respuestas contra el poder, los pueblos sometidos a la
dominacin, han hecho de su cultura un arma insurgente frente a dicha dominacin. Una clara evidencia de ello, es que desde tiempos coloniales, las culturas indias de toda Abya-Yala, han hecho del poder del
mito, un arma insurgente frente a los mitos del poder; como lo muestra el claro sentido poltico que tienen los mitos del Inkarri y el mito del
Pachakutik en el mundo andino.
La temtica del decapitamiento, del descuartizamiento, de la fragmentacin del cuerpo divino del Inka y la posterior reconstitucin del
cuerpo sagrado, est muy presente en los mitos andinos; el mito del Inkarri, es la mejor evidencia de aquello, cuyo sentido poltico, vendra a
operar como una respuesta simblica y poltica, para enfrentar la fragmentacin del cuerpo, que implica la muerte simblica y la negacin
de la memoria, para volver a reconstruir la unidad, la totalidad del
cuerpo como posibilidad de volver a la vida; y es ah justamente en
donde se expresa su sentido poltico insurgente.
230
El mito del Inkarri fue dado a conocer por Jos Mara Arguedas,
Efran Morote y Josafat Roel Pineda79 El mito hace referencia al Inka,
como una divinidad, que forma parte del ordenamiento csmico, como
un dios ordenador, que sufre la violencia de la invasin espaola que
vendra a fragmentar el orden csmico, el Pachakutik, que segn la tradicin Amatica, corresponde a los periodos de trasformacin csmica,
de la totalidad del tiempo, el espacio y el sentido, que en se producen en
el mundo andino cada 500 aos. El noveno Pachakutik, corresponde al
tiempo de la conquista, que inicia la ruptura del orden csmico, y en el
que comienza a oscurecer en la mitad del da, all se inaugura un periodo
de caos y destruccin, a partir de la muerte de Atahualpa en Cajamarca.
La violencia de la conquista, provoca una reinversin del orden
csmico, y genera una lucha que ser constante entre caos y cosmos; esa
dicotoma estar presente en la tradicin mtica de los Andes, pues all
se encuentra el caos sobre la superficie de la tierra, en el Kai Pacha;
mientras el cosmos, subsiste en el mundo de abajo, el Huku Pacha, es en
donde se encuentra el Inkarri, reconstruyendo su cuerpo fragmentado
por los conquistadores.
Dicen que ahora est en el Cuzco. Ignoramos quien le habra llevado al
Cuzco. Dicen que llevaron su cabeza, solo su cabeza. Y as dicen que su cabellera est creciendo; su cuerpecito est creciendo hacia abajo. Cuando de
haya reconstituido, habr de realizarse quiz, el juicio.
231
mitologa que es posterior a la conquista espaola, Atahualpa no muere como consecuencia de la estrangulacin por el garrote, segn lo registra el hecho histrico; sino que segn lo refiere el mito, el Inka ha sido decapitado y su cuerpo fragmentado, descuartizado en cuatro partes y cada una de ellas enterradas en los cuatro distintos suyus que correspondan al Tawa.n-intin suyu; pues otra estrategia del poder ha sido la de ocultar el lugar de entierro de aquellos que pueden seguir viviendo ms all de la muerte.
Este desplazamiento simblico de la temporalidad histrica a la
del mito, le da a la accin colectiva, la posibilidad de ver que su proceso de lucha no ha terminado y que debe continuarla; construye un referente simblico sobre un tiempo pasado, un tiempo futuro y un tiempo presente que se hallan interrelacionados, que les habla de un orden
csmico, de un tiempo de perfeccin pretrita al que se debe retornar,
y al que estn esperando con una paciencia activa, hasta que llegue el
tiempo, el nuevo Pachakutik, en el que se har posible que el cuerpo
fragmentado del Inka, se vuelva a unir a su cabeza y entonces el Inka
volver a la vida y seguir andando, solo as se reconstruir el orden
csmico perdido y empezar a amanecer en mitad de las tinieblas; como lo seala otra versin del mismo mito.
El sol tuvo dos hijos, uno era Inkarri y el otro Espaarri. Este sabia leer, el
primero hacia quipus, ambos se malentendieron entonces.
Pero la luna y el sol se juntaron, el toro y el Amaru. El mundo avanz. La
tierra tembl y la cabeza de Inkarri la escondi su hermano. Desde entonces surgieron los degolladores. / La sangre de Inkarri est viva en el fin de
nuestra madre tierra. Se afirma que llegar un da, en que su cabeza, su
cuerpo habrn de juntarse. Ese da amanecer en el anochecer, los reptiles
volarn, se secar la laguna de Parinacocha, entonces el hermoso y gran
pueblo que nuestro Inkarri no pudo concluir ser de nuevo visible.80
232
Cada uno de estos lideres eran vistos por su pueblo como la imagen rediviva del Inkarri, al que deban seguir, para poder reordenar el mundo; y por eso mismo, en cambio, por el poder eran vistos como un grave peligro al que deban destruir; haba que dejar huella de ello en la
memoria colectiva, y que mejor que fragmentar la unidad de los cuerpos a fin de matar los smbolos que podan alimentar un sentido para
continuar la lucha; por eso toda la sangrienta ritualidad que se expresaba en los actos de descuartizamiento que se hacan en las plazas pblicas. Fragmentar el cuerpo, era una forma de provocar la muerte simblica del Inkarri, para que sea borrada de la memoria.
El mito del Inkarri fue el motor que impuls las luchas y sublevaciones, durante todo el siglo XVII y XVIII. Mito que ha tenido y tiene
mucha importancia poltica y que a servido para activar la lucha, en algunos de los casos, de movimientos esencialistas y mesinicos que se
plantean el retorno al tiempo del Incario.
Desde otra lectura y horizontes polticos, el mito del Inkarri, as como el mito del Pacahakutik, estn igualmente siendo revitalizados, para
explicar el actual proceso de insurgencia material y simblica que estn
viviendo los pueblos indios de Abya-Yala; pues, segn lo han sealado
las tradiciones Amaticas de los Andes, es a partir del dcimo Pachakutik como el que estamos viviendo, que empezara a amanecer en mitad
de las tinieblas. En consecuencia, simblicamente el mito del Inkarri se
ha cumplido, la cabeza del Inka representara la actual direccin poltica que desde los pueblos indios se est construyendo en el cuerpo de
Abya Yala, la tierra en plena madurez que profetizaron los Kunas; el
cuerpo del Inka est volviendo a unirse, est volviendo a la vida, esto
simblicamente tambin puede leerse, como ese gran proceso de articulacin organizativa que se est dando en el continente, as como explicara todo el proceso de movilizacin, de luchas y de propuestas, que
con distintos ritmos y contenidos, estn buscando no solo la transformacin del Estado Nacin, sino del orden civilizatorio dominante.
El mito del Inkarri, asi como el del Pachakutik, cumplen en consecuencia una funcin poltica contra hegemnica, pues es una respuesta simblica frente a la nocin de fragmentacin impuesta por el poder, el mito adems hace posible que se preserve la memoria, que se
reactualice y que se convierta en referente poltico de las luchas del presente. Esto hace evidente adems, como la cultura, se vuelve un escena-
233
rio de luchas de sentidos por el control de los significados, entre aquellos que quiere construir el poder, en permanente confrontacin, con
aquellos que luchan e insurgen desde los mrgenes contra ese poder.
Otro ejemplo de nuestra historia contempornea, de la importancia que para el poder tiene la fragmentacin de la unidad del cuerpo,
como una forma de extinguir tambin la memoria, es la construccin
que el poder ha hecho con relacin al asesinato de Eloy Alfaro; pues lo
que el poder ha dejado en las representaciones de la memoria colectiva
del pueblo, es la imagen de la fragmentacin, del desmembramiento y
sometimiento a la hoguera del cuerpo del viejo luchador, a fin de obscurecer al Alfaro revolucionario, pues esta memoria no es la que quiere construir el poder, porque Alfaro revolucionario, es una memoria
que cuestiona las bases de ese poder; pero sobre todo, puede seguir
siendo un referente para continuar la lucha revolucionaria.
Otra de las estrategias de dominacin empleadas por el poder para la anulacin de la memoria, y que tiene profunda eficacia simblica,
ha sido, el no enterrar a los muertos, especialmente, a aquellos que se
han transformado en smbolos de lucha e insurgencia; por ello el poder
siempre ha buscado mantener en secreto el sitio donde estos han sido
enterrados, como sucedi por ejemplo con Camilo Torres o el Che
Guevara, al que el poder tambin fragmento su cuerpo, al cortarle sus
manos, y oculto el lugar donde haba sido enterrado, para evitar que se
convierta en un lugar simblico de peregrinacin.
Por el contrario, la respuesta de los pueblos sometidos a la dominacin, en cambio, ha sido, enterrar y celebrar el recuerdo de sus muertos, acto que tiene una importancia simblico poltica profunda, pues
a travs de esto se busca mantener la unidad del cuerpo que el poder
quiere fragmentar, pero adems, se trata de mantener siempre encendido en la memoria, el fuego de quienes con su ejemplo de lucha, los viene alumbrando ms all de la muerte.
Decidimos crear un mito para que el estado colombiano se deshiciera por
fin de sus muertos. Para que los vivos por fin pudieran caminar sobre la
tierra de los muertos. El Estado colombiano siempre se ha negado a hacer
el funeral de sus errores. Los esconde, como se dice, en el armario, de donde peridicamente salen como fantasmas a asustar a los vivos.
Por eso escogimos dos cadveres ideales. Uno el de Efran Gonzles, hasta
cierto punto un Robin Hood..... El otro Camilo Torres que se identificaba
234
con el estudiantado. En ambos casos sus cuerpos fueron escondidos celosamente por sus asesinos......De hecho, el general que conoce el paradero de
su tumba declar que mientras existiera guerrilla en Colombia l jams
entregara su cuerpo.
Nuestro proyecto por tanto era sencillo. Queramos hacer dos funerales,
que permitieran enfrentar al pas con sus fantasmas...... Nosotros queramos evitar estos cuarenta aos de guerra......Nosotros nos proponamos
fundar una idea, ms que un movimiento, que nos permitiera cerrar esas
rupturas, romper la cadena de la violencia.81
235
res, formas para seguir amando, para seguir soando y creyendo, para
burlar la muerte y para continuar tejiendo la sagrada trama de la vida;
es all donde est la fuerza insurgente para enfrentar la fragmentacin
que de la totalidad de la vida quiere instrumentalizar el poder; pero la
mayor victoria a pesar de tanta violencia, dolor y muerte, siempre ha sido, la intransigente seguridad en la esperanza del triunfo final del amor
y la vida; pues como dice Sbato:82
El ser humano sabe hacer de los obstculos nuevos caminos, porque a la
vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar.
El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.
Notas
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5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
BARTHES, Roland Mitologias Siglo XXI , Espaa, 1980; y tambin Dolfles, Gilo:
Nuevos mitos, nuevos ritos, s/f..
DURAND, Gilberd. Mitos y sociedades: Introduccin a la Mitodologa. Editorial Biblos, Argentina, 2003: 21
CUETO, Juan. Mitologas de la modernidad. Salvat Editores, Espaa, 1992.
DURAND, Gilberd. Op. cit.: 23
DURAND, Gilberd. Op. cit.: 40
DURAND, Gilberd. Ibid
En: GALAGARZA, Luis. La interpretacin de los smbolos. Editorial Antrhopos, Espaa, 1990: 91
GODELIER, Maurice. Economa fetichismo y religin en las sociedades primitivas. Siglo XXI. Madrid: 1985: 376
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WINDENGREN, Geo. Fenomenologa de la religin. En: Mito, rito y Smbolo. Instituto de Antropologa Aplicada, Quito: 168
HOCART, Arthur. Mito, ritual y costumbre. Siglo XXi. Madrid. 1985.: 31
ELIADE, Mircea. Op. cit. : 25
KIRK. El Mito. Paidos. Madrid. 1970. : 44-45
KIRK. Op. cit. : 46
RUEDA. Marco.. Mitologia. Universidad Catlica. Quito. 1994. : 29
RUEDA, Marco. Op. cit.: 44
236
18 ELLIOT, Greogory. Ideologa. En: Diccionario de Teora Crtica y Estudios Culturales, PAYNE, Michael (comp.), PAIDOS, Buenos Aires, 2002, Pgs: 393-398
19 En este punto seguimos el anlisis de: ELLIOT, Gregory: Ibid.
20 BARTHES, Roland. Mitologas. Siglo XXI, Espaa, 1976.
21 WINDENGREN, Geo. Op cit.: 166
22 GODELIER, Maurice. Op. cit. : 380-391
23 BARTHES, Roland. Op. cit.: 199
24 LEVI-STRAUSS. La estructura de los mitos. En: Antropologia estructural. Eudeba.
1968. 189-190
25 BARTHES, Roland. Op. cit. : 200
26 MAY, Rolo. La necesidad del mito: La influencia de los modelos culturales en el mundo contemporneo. Paidos Contextos, Espaa, 1998: 18
27 Para una profundizacin de la Usurpacin Simblica, de la crisis de sentido y el dficit simblico, vase nuestro trabajo de Introduccin a la Antropologa Simblica
de este mismo volumen; o GUERRERO, Patricio. Usurpacin simblica identidad y
poder. Universidad Andina Simn Bolvar / Corporacin Editora Nacional / AbyaYala, Quito, 2004.
28 MAY, Rolo. Op. cit.: 18
29 MAY, Rollo. Ibid.
30 MAY, Rollo. Op. cit.: 22-23
31 DORFLES, Gilo Racionalidad e irracionalidad del mito actual. En: Nuevos ritos,
nuevos mitos.. Ed. Lumen s/f: 52-53
32 DORFLES Gilo. Op. cit: 53-54
33 DORFLES Gilo. Op. cit: 54-55
34 DORFLES Gilo. Op. cit.: 57-58
35 DORFLES Gilo. Op. cit. : 71-72
36 CUETO, Juan. Mitologas de la modernidad. Salvat Editores. Espaa, 1982: 4. - Las
reflexiones de este apartado, las hacemos siguiendo el texto de Cueto sealado, pero siempre en dialogo con nuestras propias propuestas.
37 CUETO, Juan. Op. cit.: 5
38 DORFLES, Gilo. Op. cit. : 71 / Tambin CUETO, Juan. Ibid
39 CUETO Juan. 1982 : 6
40 Cit por CUETO, Juan. La sociedad de consumo de masas. Salvat Editores, Espaa,
1981: 48-49:
41 Cit por CUETO Juan: Ibid.
42 AUGE, Marc. La guerra de los sueos. Gedisa, 1997.
43 BARTHES Roland. Op. cit: 247
44 CUETO, Juan. Op. cit. 1891: 50-51
45 CUETO, Juan. Op. cit, 1982: 48-49
46 CUETO, Juan. Ibid.
47 CUETO, Juan. Op. cit.: 58
48 CUETO. Juan, Op. cit.: 58-59
49 CUETO, Juan. Op. cit: 1982: 14-15
50 CUETO, Juan. Op. cit: 16-17
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n
LA INTERCULTURALIDAD SOLO
SERA POSIBLE DESDE LA
INSURGENCIA DE LA TERNURA1
(Notas para la aproximacin a la interculturalidad)
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entre ellas, ni solo declarar su reconocimiento y tolerar la insoportable diferencia del otro, o de esencializar identidades. Interculturalidad,
significa entre culturas, es decir, relaciones, interacciones; interculturalidad no es simple co-existencia de culturas diferentes, sino la con-vivencia de stas en su diversidad y diferencia, y la con-vivencia solo es
posible desde la vivencia de la propia vida cotidiana entre diversos pueblos culturalmente diferenciados y con universos de sentidos propios y
distintos de la existencia. Implica encuentros dialogales y una continua
relacin de alteridad entre sujetos concretos, entre seres humanos provistos de visiones distintas del mundo, entre los que se producen intercambios simblicos, de significados y sentidos; por ello y a diferencia
de la pluriculturalidad, que es un hecho fcilmente constatable, la interculturalidad, es una realidad que an no existe, pues se trata de una
utopa posible y necesaria, de un proceso en camino, de un horizonte a
alcanzar, que para que exista, debemos luchar cotidianamente para su
construccin y materializacin.
Al contrario del multiculturalismo donde la diversidad y la diferencia adquieren expresiones radicales extremas a travs de separatismos fundamentalistas o etnocentrismos excluyentes, o en las formas liberales de tolerancia instrumental a la diferencia; la interculturalidad
construye puentes, articulaciones sociales de sentido, implica relaciones, interacciones, negociaciones, encuentros dialogales, construccin
de formas otras de alteridad, en las que se produce intercambios simblicos de significados, significaciones y sentidos, de actores con diferentes representaciones de la existencia, en las que no se sobredimensiona ni se anula la diferencia, ni tampoco se busca la simple mezcla,
mestizaje o hibridacin de identidades despolitizadas, sino que se establece una dialctica entre la pertenencia y la diferencia, entre la mismidad y la otredad, entre la identidad y la alteridad, pero con contendidos
polticos, lo que significa que tiene en claro la cuestin del poder y su
ejercicio, as como la de su impugnacin.
Entender la interculturalidad como construccin significa verla,
no como un atributo casi natural de las sociedades y culturas, ni como una mera invencin arbitraria, sino, que es necesario no olvidar el
carcter social y poltico que sta tiene, pues es resultante de prcticas,
acciones y luchas sociales concretas y concientes que llevan adelante sujetos sociales, polticos e histricos igualmente concretos.
249
La interculturalidad es resultante de la dialctica de un proceso social de construccin simblica, en el cual se expresa la conciencia, la voluntad, la creatividad, los imaginarios sociales, las representaciones, las
esperanzas, los sueos, las utopas, los horizontes de existencia de diversos actores, que en un determinado momento de la historia, buscan
la construccin de formas otras, diferentes de sentir, de pensar, de hacer, de significar, de tejer la vida, es decir una distinta tica, esttica y
ertica de la existencia; para establecer una interaccin simblica con
otras identidades diferenciadas, en la perspectiva de un horizonte de
existencia otro que haga posible conocer, reconocer, valorar, respetar
y convivir con la diferencia y la libertad necesaria para que cada sociedad, pueblo, cultura, puedan construir sus propios sentidos de existencia presente y futura.
Todo fenmeno social, debe necesariamente considerar la problemtica de las relaciones interculturales, puesto que generan encuentros
y desencuentros entre culturas diferentes, implica recorrer una diversidad de otredades culturales. Lo que vale la pena preguntarnos, es:
cules son las implicaciones e impactos de ese encuentro?; esta sustentado en el respeto a la diferencia, o esta marcado por actitudes etnocntricas, racistas y heterofbicas que reafirman la colonialidad del poder hegemnico?; cmo se ve al otro diferente, se lo construye como
objeto extico y folklrico a ser fotografiado, como museo viviente, como culturas atrapadas en el pasado, o se las ve como culturas vivas, en
su plena contemporaneidad, con saberes, conocimientos y prcticas de
vida de las cuales podemos aprender y establecer un dilogo de seres,
saberes y sentires, con otros conocimientos y prcticas vitales, que nos
enriquezca como humanidad?.
La pluriculturalidad se queda en el marco de la constatacin de un
hecho cuantitativo, la existencia de muchas y diversas culturas, pero no
dice nada de las interacciones que se establecen entre ellas, y de las relaciones ideolgicas, polticas, las mismas que se encuentra irremediablemente atravesadas por la cuestin del poder. Por lo tanto, la diferencia entre multiculturalidad, pluriculturalidad e interculturalidad, no
solo hace referencia a conceptualizaciones distintas, sino a horizontes
de vida, de existencia, de sociedad y civilizacin, con prcticas, visiones,
compromisos, tareas y dimensiones polticas no solo diferentes sino
antagnicas.
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La interculturalidad y lo otro
Hemos estado sealando que la interculturalidad hace posible un
horizonte civilizatorio y de existencia otro; vale en consecuencia hacer una breve aclaracin de lo que significa lo otro.
La nocin de pensamiento otro, segn lo muestra Walsh,16 viene del rabe-islmico Abdelkebir Khatibi, que plantea la necesidad no
de otro pensamiento, sino de un pensamiento otro, un pensamiento
que radicalice la diferencia en perspectivas insurgentes de liberacin; lo
que implica una estrategia radical otra, para la lucha por la decolonizacin, vista esta, no solo como un asunto epistmico y poltico, sino fundamentalmente de existencia.
Un pensamiento otro, hace posible insurgir contra la no existencia, el despojo de la humanidad, marcada en la subjetividad y los cuerpos impuesta por la colonialidad. Implica radicalizar el pensamiento
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critico, en un re-pensamiento crtico de-colonial desde otro lugar, desde la herida colonial, desde la corporalidad y la subjetividad negadas
por la colonialidad, desde los danmes o condenados de la tierra.
El pensamiento otro evidencia la relacin colonialidad no-existencia, des-humanizacin, como la ms perversa evidencia de la colonialidad del ser y la necesidad de la insurgencia de otras filosofas de la existencia (Lewis Gordon), de sabiduras insurgentes (Guerrero Patricio),
en perspectivas de horizontes de re-existencia (Albn Adolfo) y civilizatorios otros.
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