Poeta en Nueva York Algunos Poemas

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Poeta en Nueva York

Entre las ediciones clsicas de Poeta en Nueva York existen algunas


diferencias que ataen fundamentalmente a la puntuacin y solo
ocasionalmente a la sustitucin de alguna palabra en el verso. Sin embargo, al
ser un texto no definido en su estructura final por Garca Lorca hay algunas
variantes en la colocacin de algunos poemas e incluso algunas ediciones
carecen de algunos de los poemas que aqu se recogen.
En cuanto a las ediciones que podis manejar, cualquiera de las de
Biblioteca (Losada, Aguilar) es vlida, incluso algunas de las que pueden
rastrearse en la Red, aunque ninguna de estas cuente con notas explicativas. Eso
s, hay que completarlas, en su caso, con los poemas que siguen (edicin de
Mara Clementa Milln):1
I. POEMAS DE LA SOLEDAD EN COLUMBIA UNIVERSITY

Tu infancia en Menton (segn la edicin, el tercer o cuarto


poema de esta seccin). En alguna edicin se coloca tambin en
esta seccin La aurora, que por lo general ocupa el ltimo lugar
de la seccin III: Calles y sueos.
TU INFANCIA EN MENTON

S, tu niez: ya fbula de fuentes.


JORGE GUILLN.
S, tu niez: ya fbula de fuentes.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
y tu mscara pura de otro signo.
Es la niez del mar y tu silencio
donde los sabios vidrios se quebraban.
Es tu yerta ignorancia donde estuvo
mi torso limitado por el fuego.
Norma de amor te di, hombre de Apolo,
llanto con ruiseor enajenado,
pero, pasto de ruina, te afilabas
para los breves sueos indecisos.
Pensamiento de enfrente, luz de ayer,
ndices y seales del acaso.
Tu cintura de arena sin sosiego
atiende slo rastros que no escalan.
Pero yo he de buscar por los rincones

Para los interesados en los avatares textuales de Poeta en Nueva York, es una lectura bsica el
trabajo de Daniel Eisenberg: Poeta en Nueva York: Historia y problemas de un texto de Lorca,
disponible en la Biblioteca Virtual Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra/poetaen-nueva-york---historia-y-problemas-de-un-texto-de-lorca-0/.

tu alma tibia sin ti que no te entiende,


con el dolor de Apolo detenido
con que he roto la mscara que llevas.
All, len, all, furia del cielo,
te dejar pacer en mis mejillas;
all, caballo azul de mi locura,
pulso de nebulosa y minutero,
he de buscar las piedras de alacranes
y los vestidos de tu madre nia,
llanto de medianoche y pao roto
que quit luna de la sien del muerto.
S, tu niez: ya fbula de fuentes.
Alma extraa de mi hueco de venas,
te he de buscar pequea y sin races.
Amor de siempre, amor, amor de nunca!
Oh, s! Yo quiero. Amor, amor! Dejadme.
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clnica y selva de la anatoma.
Amor, amor, amor. Niez del mar.
Tu alma tibia sin ti que no te entiende.
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niez, amor, y tu niez.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Ni t, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
S, tu niez: ya fbula de fuentes.
VI. INTRODUCCIN A LA MUERTE (POEMAS DE LA SOLEDAD EN VERMONT)

Amantes asesinados por una perdiz


AMANTES ASESINADOS POR UNA PERDIZ

Los dos lo han querido me dijo su madre. Los dos


No es posible, Seora, dije yo. Usted tiene demasiado temperamento
y a su edad ya se sabe por qu caen los alfileres del roco.
Calle Vd. Luciano, calle usted
No, no, Luciano, no.
Para resistir este nombre, necesito contener el dolor de mis recuerdos.
Y usted cree que aquella pequea dentadura y esa mano de nio que
se han dejado olvidada dentro de la ola, me pueden consolar de esta
tristeza?
Los dos lo han querido me dijo su prima. Los dos.
Me puse a mirar el mar y lo comprend todo.
Ser posible que del pico de esa paloma cruelsima que tiene corazn
de elefante salga la palidez lunar de aquel trasatlntico que se aleja?

Recuerdo que tuve que hacer varias veces uso de mi cuchara para
defenderme de los lobos. Yo no tena culpa ninguna; usted lo sabe.
Dios mo! Estoy llorando.
Los dos lo han querido dije yo. Los dos. Una manzana ser
siempre un amante, pero un amante no podr ser jams una manzana.
Por eso se han muerto, por eso. Con veinte ros y un solo invierno
desgarrado.
Fue muy sencillo. Se amaban por encima de todos los museos.
Mano derecha,
con mano izquierda.
Mano izquierda,
con mano derecha.
Pie derecho
con pie derecho.
Pie izquierdo,
con nube.
Cabello,
con planta de pie.
Planta de pie,
con mejilla izquierda.
Oh mejilla izquierda! Oh, noroeste de barquitos y hormigas de
mercurio! Dame el pauelo, Genoveva; voy a llorar Voy a llorar
hasta que de mis ojos salga una muchedumbre de siemprevivas Se
acostaban.
No haba otro espectculo ms tierno
Me ha odo usted?
Se acostaban!
Muslo izquierdo
con antebrazo izquierdo.
Ojos cerrados,
con uas abiertas.
Cintura, con nuca,
y con playa.
Y las cuatro orejitas eran cuatro ngeles en la choza de la nieve. Se
queran. Se amaban. A pesar de la Ley de la gravedad. La diferencia que
existe entre una espina de rosa y una Star es sencillsima.
Cuando descubrieron esto, se fueron al campo. Se amaban.
Dios mo! Se amaban ante los ojos de los qumicos.
Espalda, con tierra,
tierra, con ans.
Luna, con hombro dormido.
Y las cinturas se entrecruzaban con un rumor de vidrios.
Yo vi temblar sus mejillas cuando los profesores de la Universidad le
traan miel y vinagre en una esponja diminuta. Muchas veces tenan
que espantar a los perros que geman por las yedras blanqusimas del
lecho. Pero ellos se amaban.
Eran un hombre y una mujer,
o sea,

un hombre
y un pedacito de tierra,
un elefante
y un nio,
un nio y un junco.
Eran dos mancebos desmayados
y una pierna de nquel.
Eran los barqueros!
S.
Eran los barqueros del Guadiana que machacan con sus remos todas las
rosas del mundo.
El viejo marino escupi el tabaco de su boca y dio grandes voces para
espantar a las gaviotas. Pero ya era demasiado tarde.
Cuando las mujeres enlutadas llegaron a casa del Gobernador ste
coma tranquilamente almendras verdes y pescado fros en un exquisito
plato de oro. Era preferible no haber hablado con l.
En las islas Azores.
Casi no puedo llorar.
Yo puse dos telegramas, pero desgraciadamente ya era tarde.
Muy tarde.
Slo s deciros que dos nios que pasaban por la orilla del bosque,
vieron una perdiz que echaba un hilito de sangre por el pico.
sta es la causa, querido capitn, de mi extraa melancola.
VII. VUELTA A LA CIUDAD

Crucifixin

La luna pudo detenerse al fin por la curva blanqusima de los caballos.


Un rayo de luz violeta que se escapaba de la herida
proyect en el cielo el instante de la circuncisin de un nio muerto.
La sangre bajaba por el monte y los ngeles la buscaban,
pero los clices eran de viento y al fin llenaba los zapatos.
Cojos perros fumaban sus pipas y un dolor de cuero caliente
pona grises los labios redondos de los que vomitaban en las esquinas.
Y llegaban largos alaridos por el Sur de la noche seca.
Era que la luna quemaba con sus bujas el falo de los caballos.
Un sastre especialista en prpura
haba encerrado a tres santas mujeres
y les enseaba una calavera por los vidrios de la ventana.
Los tres nios en el arrabal rodeaban a un camello blanco
que lloraba asustado porque al alba
tena que pasar sin remedio por el ojo de una aguja.
Oh cruz! Oh clavos! Oh espina!
Oh espina clavada en el hueso hasta que se oxiden los planetas!
Como nadie volva la cabeza, el cielo pudo desnudarse.
Entonces se oy la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.

La muchedumbre cerraba las puertas


y la lluvia bajaba por las calles decidida a mojar el corazn
mientras la tarde se puso turbia de latidos y leadores
y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo de los carpinteros.
Esa maldita vaca
tiene las tetas llenas de perdigones,
dijeron los fariseos azules.
Pero la sangre moj sus pies y los espritus inmundos
estrellaban ampollas de laguna sobre las paredes del templo.
Se supo el momento preciso de la salvacin de nuestra vida
porque la luna lav con agua
las quemaduras de los caballos
y no la nia viva que callaron en la arena.
Entonces salieron los fros cantando sus canciones
y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del ro.
Esa maldita vaca, maldita, maldita, maldita,
no nos dejar dormir, dijeron los fariseos,
y se alejaron a sus casas por el tumulto de la calle
dando empujones a los borrachos y escupiendo sal de los sacrificios
mientras la sangre los segua con un balido de cordero.
Fue entonces
y la tierra despert arrojando temblorosos ros de polilla.

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