Identidades Culturales - Marcela Alejandra País Andrade
Identidades Culturales - Marcela Alejandra País Andrade
Identidades Culturales - Marcela Alejandra País Andrade
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Identidades culturales
en y desde las fronteras
Un enfoque de gnero a la(s) polticas y
a la(s) prctica(s) culturales juveniles
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ISBN 978-987-1983-18-6
1. Antropologa. I. Ttulo.
CDD 306.105
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ndice
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
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Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Documentos consultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
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Agradecimientos
En primer lugar espero poder retribuir con este trabajo a las mujeres
y varones con quienes compart mi trabajo acadmico y militante. Las
horas de charlas, mates, risas, llantos, entrevistas, calores, grupos foca-
les, inundaciones, talleres, encuentros, desencuentro, amistades, soledades,
amores, bailes, cantos, decepciones, maternidades, dolores, alegras, crisis,
cambios. A todas aquellas personas que de una u otra forma fueron parte
este proceso que ondul entre: la generacin de conocimientos conjuntos,
la retroalimentacin de saberes compartidos y en las transformaciones
personales les quiero decir: Gracias.
La tesis de este libro resulta de la labor que he venido desarrollando
durante los ltimos 6 aos. Se inicia con el proyecto Frontera e Identidad.
Procesos de Consumo Cultural y Polticas culturales en la Ciudad de
Concordia, Entre Ros, apoyado y financiado por una beca postdoctoral
otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas
(conicet). De l, se nutren los diversos proyectos de investigacin que he
dirigido y han finalizado:
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Martin, Carolina del Valle, Liz Vicente, Julieta Nebra, Nazarena Alegre
y Mara Lujn Platero.
4) Experiencias de Intervencin social desde una perspectiva de Gnero.
Una mirada socioantropolgica de las poltica(s) en las configuraciones
identitarias. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
En el Programa de investigacin en grado de la carrera de trabajo social
2013-2014. Junto a las ya nombradas Miranda Gonzlez Martin, Carolina
del Valle, Liz Vicente, Julieta Nebra, Roco lvarez, Mariana Pereira y
Lucrecia Blanes.
Agradecer tambin a estas instituciones de las cuales he conseguido los
recursos materiales y simblicos para llevar adelante mi labor investiga-
tiva.
Eternamente agradecida a mis compaeras de diversos mbitos de la
investigacin y la docencia por las charlas, el acceso a sus producciones,
discusiones y escritura de diversos artculos en conjunto. Por ellas y con
ellas fue posible la construccin de muchas ideas aqu expuestas.
Abrazo entonces a Mnica Rotman, quien dirigi el Proyecto ubacyt
del cual form parte Patrimonio y polticas culturales: Procesos de con-
formacin y dinmicas de reproduccin, marcos institucionales y normati-
vos y configuraciones identitarias, en el marco del Programa "Economa
Poltica de la Cultura. Estudios sobre Producciones culturales y Patri-
monio", Instituto de Ciencias Antropolgicas-seanso, ffyl, uba. A mis
compaeras: Laura Cardini, Cecilia Benedetti, Julieta Infantino, Liliana
Raggio y Carolina Crespo.
Infaltable lo compartido con las mujeres con las cuales comparto la
Ctedra de Antropologa Social ii en la Carrera de Trabajo Social en la
Facultad de Ciencias Sociales de la uba. Su titular Mnica Lacarrieu y
el equipo de trabajo conformado por Victoria Barreda, Florencia Girola,
Gretel Thomasz y Paula Yacovino.
Sumado a lo anterior, quiero sealar que han sido de especial sostn
aquellas actividades que he realizado en diferentes mbitos locales, nacio-
nales e internacionales: la divulgacin, la discusin y la transferencia de
resultados parciales desde una dialctica permanente con y desde las ne-
cesidades de la comunidad con la que trabaj; los proyectos de extensin
universitaria; la tarea docente; la militancia desde el Programa Nacional
Juana Azurduy en la provincia de Entre Ros (perdurable agradecimien-
to a la Checha Merchn y su equipo, Cata de Isla, Josefina Isnardi,
Las Juanas Concordia y Las Juanas Chajar); las estancias acadmi-
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Agradecimientos 11
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Introduccin
Los artculos y ensayos aqu reunidos algunos publicados en revistas cien-
tficas, captulos de libros y/o como ponencias en Congresos- han sido
revisados, modificados y/o elaborados especialmente para este libro. La
idea del texto general es que pueda ser ledo como el todo de una in-
vestigacin finalizada y/o que pueda ser apropiado desde cada captulo
planteado como reflexiones particulares.
La intencin de este trabajo es describir y analizar las transformacio-
nes econmicas, polticas y culturales de la ltima dcada -tomando como
centro la ciudad fronteriza de Concordia-. Nos interesa especialmente vi-
sibilizar las prcticas culturales juveniles actuales a nivel local en relacin
con las (re)configuraciones identitarias desde una perspectiva de gnero.
Daremos cuenta de los cambios acontecidos enmarcados en un proceso re-
gional y mundial desde donde numerosos factores econmicos, polticos y
sociales de inicios del siglo xxi vienen (re)configurando identidades desde
lo cultural.
Desde el trabajo de campo, observaremos diferentes prcticas culturales
que nos permitieron pensar las representaciones, categoras y poltica(s)
que se pusieron en juego, en el marco de los ltimos 12 aos con la lle-
gada al gobierno del Dr. Nstor Kirchner (2003-2007). En este proceso la
Argentina qued inserta en un proceso poltico de origen peronista deno-
minado Kirchnerismo debido a quienes lo han efectuado (lo continu en su
mandato -desde el 10 de diciembre del ao 2007 hasta el 10 de diciembre
del 2015-, su esposa la Dra. Cristina Fernndez de Kirchner). Dicho pro-
ceso poltico-econmico social se caracteriz en trminos generales, por:
el rechazo al neoliberalismo y a una poltica econmica desarrollista; al
rechazo de los tratados del libre comercio; la defensa del mercosur y
el alineamiento internacional latinoamericano, la defensa y revalorizacin
de los Derechos Humanos; la reivindicacin y acciones de garanta a mi-
noras vulneradas como grupos indgenas, juventudes, diversidad sexual,
mujeres, entre otros.
Fue en este contexto donde las polticas culturales comenzaron a ser eje
de reflexin y de accin de otros derechos sociales mostrando la existencia
de cierta tensin en las reflexiones acerca de las prcticas y manifesta-
ciones que contienen las polticas culturales (en relacin con aquellos que
pueden caracterizarse como derechos culturales), Al mismo tiempo, dio
cuenta como el acceso de las minoras tnicas, de gnero, religiosas, eco-
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1 En este trabajo optamos por utilizar el lenguaje escrito como una forma de visibilizar las
marcas genricas, por ello utilizamos la x cuando nos referimos a universales en los que pueden
incluirse todas las personas, sin importar si se reconocen como mujeres, varones o trans. Si
bien el uso de x es algo informal, o inclusive incomodo, su uso en mbitos formales como la
academia, es una herramienta de explicitacin de la heteronormatividad del lenguaje. El uso
de la x puede ajustarse a cada persona sin re-producir, a travs del poder del lenguaje, la
creencia en dos gneros/sexos, que, siguiendo a Wittig (1986) es una base fundamental no slo
del sexismo, sino tambin de la homofobia y la heteronormalizacin.
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Algunas consideraciones
tericas-metodolgicas
Enmarcamos el enfoque de nuestra investigacin en los actuales desarrollos
tericos metodolgicos que apuntan a construir mediaciones explicativas
entre los procesos sociales, econmicos, polticos e ideolgico-culturales
y las prcticas identitarias en la vida cotidiana de los agentes y de las
acciones sociales 1. Para ello recuperamos perspectivas interdisciplinarias
(sociologa, antropologa, Estudios de Gnero, Culturales y del Traba-
jo Social). Asimismo, incorporamos las discusiones tericas que abordan
la problemtica de las fronteras (Aubert, 1991; lvarez, 1995; Clementi,
1996; Badar, 1999; Bueno, 2000; Grimson, 2000 a, b, 2002) como as tam-
bin las cuestiones que afrontaban los procesos de integracin regional 2
y la conformacin de bloques econmicos en el contexto del mercosur 3
mientras se desarroll esta investigacin.
Observamos como los procesos de globalizacin y regionalizacin junto
a la idea de desarrollo local en relacin a la vida econmica, poltica, social
y cultural de las denominadas Mercociudades 4 (como lo fue Concordia),
1 Referimos a los trminos acciones sociales y agentes desde Max Weber: ( . . . ) los actores
sociales actan intersubjetivamente respondiendo segn las formas de actuar de los otros,
en concordancia con sus propios intereses y de acuerdo con sus cosmovisiones y sus valores
culturales (Catullo 2006:42). En este sentido, la cultura es ( . . . ) una seccin limitada de
la infinitud desprovista del sentido del acaecer universal, a la cual los seres humanos otorgan
sentido y significado (idem).
2 Los procesos de Integracin regional que se vienen llevando a cabo en nuestro continente
visibilizan las diversas problemticas presentes en las reas de fronteras inter-nacionales. En
nuestro caso especfico, el anlisis del rea de frontera Concordia-Salto nos permiti abordar los
procesos de cambio interpelados por las adscripciones nacionales, locales y regionales en relacin
con los sentidos socioculturales que los propios actores le otorgan a la frontera enmarcada en
el desarrollo poltico-econmico del mercosur (Mercado Comn del Sur).
3 Mercado Comn del Sur firmado en Asuncin del Paraguay el 26 de marzo de 1991 como una
unin aduanera integrada (hasta 2010) por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Adems,
figuraban como Estados Asociados los siguientes pases: Venezuela, Bolivia, Chile, Colombia,
Ecuador y Per. Sus objetivos eran planteados en trminos de: la libre circulacin de bienes,
servicios y factores de produccin entre los pases; la existencia de un arancel externo comn
y el amparo de una poltica comercial comn; la coordinacin de polticas macroeconmicas y
sectoriales entre los Estados partes; la modulacin de las legislaciones para lograr el fortaleci-
miento del proceso de integracin. Asimismo, las Mercociudades, conformaban un organismo
oficial vinculado al mercosur (sin pertenecer a su organizacin inicial).
4 La Mercociudades en 2010 estaban integradas por 123 ciudades a travs de diversos municipios
de los pases miembros con sede en la ciudad de Montevideo. Contaban tambin, desde el 9 de
agosto de 1991 con la Asociacin de Universidades Grupo Montevideo (augm), creada en 1991
e integrada por la mayora de las universidades pblicas del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile,
Paraguay y Uruguay) persiguiendo el objetivo de fortalecer y de consolidar diversos recursos
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Identidad-Frontera
Intentar mostrar las nuevas configuraciones identitarias (Grimson, 2011)
que los actores sociales reproducen en/desde la vida cotidiana, nos oblig
a (re)construir la nocin de identidad como un juego de reconocimien-
9 Entendemos por estrategia identitaria el proceso histrico en donde los sujetos son determi-
nados y se determinan en el juego de mltiples identidades en relacin al espacio social que
ocupan en un momento determinado.
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de las ltimas dcadas hayan sido provistas por la retrica de la multiculturalidad (ya no la
asimilacin de la diferencia y la homogeneizacin) como motor del desarrollo (Crespo, 2013).
Profundizaremos en estas ideas en el Captulo 3 de este libro.
13 Nos centraremos en el captulo 4 a describir lo que se entiende por cultura y sus consumos
haciendo foco en ciertas experiencias concretas.
14 Profundizaremos en el captulo 3 de este texto.
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15 En este trabajo entenderemos por hacer frontera a las diversas experiencias, prcticas,
relaciones sociales, econmicas, polticas y culturales de hombre y mujeres como as tambin las
negociaciones-tensiones cotidianas entre grupos y sujetos que van conformando y transformando
permanentemente los lmites fronterizos y sus espacios tanto fsicos como simblicos.
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Identidad-Nacionalidad
Los conceptos de Identidad, nacin y/o nacionalidad como construcciones
histricas y culturales, vienen siendo temas permanentes de revisin hu-
mana desde que las diversidades culturales y de (con)vivencia comunitaria
se hicieron temas sociales. Desde el inicio de las penurias filosficas prima-
rias de explicar quienes somos, hasta las ms antropolgicas y/o sociol-
gicas de describir de quienes nos diferenciamos, los sujetos han intentado
explicarse como diferentes, diversos o desiguales. A los principios, desa-
rrollos, profundizaciones y complejidades que han venido presentado las
naciones y sus identidades culturales en el desarrollo histrico de nuestro
acontecer humano, se le suman las diferencias-diversidades presentes en
cada uno de estos territorios llamados Patrias. Diferencias-diversidades
no slo culturales sino religiosas, econmicas, polticas, educativas, de
gnero y de edad (entre otras) que generan permanentes desigualdades
sociales.
En la actualidad, los procesos globalizadores y mundializadores (Ortiz,
2010), que en nuestra regin vienen haciendo huella desde la dcada del 70
y cuya ms cruel visibilizacin se ha dado en los aos 90 (Ortiz y Schorr,
2007), han revitalizado con creces las complicaciones y fragmentaciones
identitarias que conforman las naciones (Altamirano, 2010) -y agregamos
nacionalidades (a partir de aqu utilizaremos el concepto nacin(alidades)-
como as tambin sus espacios culturales. Estas complejidades, visibili-
zan una tensa trama ante las repuestas regionales de enclaves locales y
bloques econmicos, que demandan la integracin cultural de territorios,
polticos y culturalmente, diversos y desiguales. En este sentido, los es-
pacios fronterizos permiten problematizar la posibilidad-imposibilidad de
los sujetos para construir identidad en el marco de los proyectos naciona-
les y/o transnacionales presentes en nuestra regin poniendo en cuestin
conceptos obvios en la prctica de ciudadana.
Por tanto, advertimos cmo las estrategias identitarias de los suje-
tos, en los espacios fronterizos, adquieren ciertas especificidades que po-
nen en cuestin los conceptos de identidad y nacin(alidad) enmarcados
en los procesos de integracin cultural. Dichos sucesos, los hemos ob-
servado y son observables desde las teoras y mtodos de la antropolo-
ga contempornea. No obstante, se convierte en necesario (re)construir
terica-metodolgicamente esos hechos indiscutibles y materiales para vi-
sibilizar las motivaciones no explicitadas. Es decir, iluminar las cuestiones
del vivir o practicar cultura e identidades. Pues, es necesario (re)construir
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16 Entendemos la cotidianeidad como una construccin social, que nos forma como sujetos.
Dicha cotidianeidad produce una perspectiva de posibilidades y de acciones. Limita lo que
podemos ver y hacer. Sin embargo, la heterogeneidad y fragmentacin social permite observar
disputas y negociaciones que se reflejan en contradicciones. Esto, nos permite pensar y actuar
distinto a otro debido a la compleja red de relaciones y correlaciones de fuerza existentes en
ella.
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Identidad- Cultura
Renato Ortiz afirma que la Globalizacin No se trata de un nuevo para-
digma, de una nueva teora, sino de una situacin que redefine los marcos
en los cuales se manifiestan los fenmenos sociales. En este sentido, pa-
ra comprenderla es necesario inventar o redefinir los elementos tericos
tradicionalmente disponibles (2004: 22).
A manera de crtica, a quienes explican la globalizacin desde un eje re-
levantemente econmico (Castells, 1996; Coraggio, 1998; entre otrxs), en
las Ciencias Sociales (sobre todo desde los aos 90) comienza un debate
acadmico que tiene como ncleo comn la aceptacin de la complejidad
del fenmeno. Desde esta perspectiva surgirn diversos focos explicati-
vos; por un lado, quienes ( . . . ) cuestionan su centralidad y proponen
distinguir las transformaciones reales de las ideologas que las sustentan
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(Garretn, 1999); a las que la anuncian como el fin del mundo nacional
(Held, 2001), pasando por las que ven en ella una Segunda modernidad
(Beck, 1998). (Kriger, 2010: 3). No obstante, comienzan a surgir enfoques
integracionistas como el de Nstor Garca Canclini (1999), el cul afirma
que: Si no contamos con una teora unitaria de la globalizacin es no slo
por deficiencias en el estado actual del conocimiento, sino tambin por-
que lo fragmentario es un rasgo estructural de los procesos globalizadores
(Garca Canclini, 1999: 48). De la misma manera, Renato Ortiz, con quien
coincidimos en la idea de que estamos ante la emergencia de una sociedad
global donde la existencia de procesos globales ( . . . ) trascienden los gru-
pos, las clases sociales y las naciones (Ortiz, 1994, p. 17), y ante lo cual,
plantea la necesidad de distinguir conceptualmente dos trminos: mundial
y global. Con el primero refiere los procesos econmicos y tecnolgicos; el
segundo, refiere al dominio especfico de la cultura, es decir, a las formas
de estar en el mundo, al universo simblico que da especificidad al pre-
sente de los sujetos y que (con) vive con diversas miradas. 17 Por tanto,
visibiliza e instituye conflictos, jerarquas y acomodaciones (Ortiz, 1994,
p. 45).
Notemos que la nocin de identidad viene siendo problematizado desde
hace dcadas tanto desde los enfoques histricos-filosficos 18, sociolgi-
17 Es necesario visibilizar algunas especificidades comunes que se han instituido en torno a las
caractersticas del proceso globalizador actual. Para esto tomaremos las particulares sintetizadas
por Miriam Kriger (Kriger 2010:4): 1) Su rasgo central el debilitamiento de los Estados nacio-
nales, de su autonoma, soberana y legitimidad, frente a la interpenetracin de mercados, de
relaciones sociales y de comunicaciones que los atraviesan. Lewkowicz (2002) describe este pro-
ceso como un cambio epocal ms radical y postula el advenimiento de la sociedad post-estatal,
caracterizado por la emergencia del Estado tcnico administrativo, que, a diferencia del viejo
Estado-nacin, exhaustivo y totalizador, tiene por funcin la eficiente gestin y administra-
cin de lo comn. A l ya no se le pide que suture el desgarro de la sociedad, sino que se
le exige que logre tejer en lo mltiplemente desamarrado (op.cit.: 186.) y sostener as una
trama comn de convivencia. 2) Genera un proceso gradual de desterritorializacin, que rompe
la relacin tradicional de las sociedades con el espacio territorial, tanto para la produccin de
bienes materiales (industriales) como simblicos (culturales); es decir, ocurre una interaccin
ms compleja entre focos dispersos de produccin, circulacin y consumo. 3) Se intensifican los
intercambios entre las sociedades y aumenta la circulacin de bienes, capitales y mensajes den-
tro del planeta; tambin la de personas, que se trasladan entre pases y culturas como migrantes,
turistas, ejecutivos, estudiantes, profesionales, que no eran posibles hasta mediados del siglo xx.
4) Se resignifican la dimensin cultural y los imaginarios poltico ciudadanos a escala global, lo
que, para algunos, introduce el problema de la cultura global versus la local y, para otros, el
de la interculturalidad. 5) Se produce una explosin de identidades diferenciadas, nuevas y
viejas (nacionalistas, tnicas, culturales, religiosas, de gnero, etc.). 6) En todos los procesos
mencionados, se destaca el rol de las nuevas tecnologas comunicacionales e informacionales,
que caracterizan para muchos autores la emergencia de la sociedad de la informacin.
18 ( . . . ) la cuestin de la continuidad de lo mismo, es decir, de lo que en un ser permanece
en medio del cambio y la cuestin de la unidad que subyace detrs de lo que se muestra como
mltiple y diverso. (Altamirano, 2010: 5).
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Identidad-Prcticas-Perspectiva de Gnero
La propuesta para el estudio de la poltica cultural en/desde una pers-
pectiva de gnero que propusimos en esta pesquisa permiti indagar so-
cioantropolgicamente las nociones de produccin, circulacin y consumo
de las reas/instituciones culturales y las diferentes formas de gestionar
cultura y de hacer frontera atentxs a las necesidades/accesos de las diver-
sas mujeres y los diversos varones que all habitan. Nos gui (re)elaborar
herramientas tericas metodolgicas que nos permitieran observar lo que
disputan los distintos actores implicados en cada caso y que daban cuen-
ta de la (re)produccin de las diversas desigualdades sociales y de gnero
que venamos observamos en el espacio fronterizo. Dimos cuenta de la
relevancia que adquiere visibilizar las continuidades y rupturas del vncu-
lo Estado-Poltica-Cultura-Gnero en cada estudio situado, relevando la
agencia de los sujetos que tensionan y/o negocian las polticas culturales
locales. Asimismo, son los distintos actores que (re)construyen resisten-
cias y acuerdos a travs de los cuales van (re)produciendo diversas formas,
matices y sentidos a sus prcticas y acciones culturales. Ante esto, parti-
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mos desde una mirada dialctica y complejizada que vincul los debates al
interior del campo de lo poltico con los referentes al campo de lo cultural
en el marco del desarrollo y la diversidad.
Cremos necesario identificar tres niveles de anlisis: de dnde y con qu
sentido parten las polticas culturales en un contexto determinado; como
transitan y como son (re)apropiadas en los espacios sociales concretos por
mujeres y varones; y, por ltimo, cmo es explicado/narrado este proceso
desde cada actor implicado para (re)producir especficas narrativas de
lo identitario-cultural de y desde la condicin de gnero que permiti
visibilizar las complejidades planteadas en las polticas culturales a nivel
local y nacional.
En este sentido, nos gui la necesidad de (re)significar epistemologas
que vinculen niveles de anlisis macro y micro para explicar ciertas prcti-
cas de una ciudad de frontera reconociendo en ellas las tensiones, resisten-
cias y/o acuerdos en y desde la(s) poltica(s) socioculturales actuales. Por
tanto, el enfoque socioantropolgico, nos permiti recuperar diferentes
dimensiones de lo que se denomina reflexividad, atendiendo a nuestro in-
volucramiento tanto como profesionales y como sujetos sociales implicados
en la misma realidad que estudiamos. Priorizamos el mtodo etnogrfico
por permitirnos (re)significar la problematizacin de la construccin y
los sentidos que le otorgan los sujetos a las polticas culturales. Dialc-
ticamente, nos focalizamos en problematizar la construccin que hacen
estas polticas de la poblacin a la que apuntan. Pero adems, pensar
las prcticas y las polticas culturales de esta manera ampliada, es decir
entendindolas como experiencias de un Estado que est conformado por
los aparatos estatales (Lechner, 2006), por la sociedad civil y el mercado,
nos permiti dar cuenta de la politizacin de las intervenciones sociales
que se realizan desde distintas instituciones. Teniendo la posibilidad de
construir desde distintos sectores el problema pblico (Foucault, 1978),
la agenda pblica, las modalidades de intervencin, entre otras.
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Ante una vista como esta, desde los relatos de viajeros del Siglo XVII, Salto Grande
fue considerado un accidente del Ro Uruguay de gran belleza natural. A fines del
siglo pasado de 1890, Gregorio Soler, oriundo de concordia entrevi la posibilidad de
utilizar la fuerza imperecedera del ro transformndola en energa til. Este hermoso
paraje fue frecuentado por los habitantes de Concordia. Familias con sus nios que
exploraban la zona. Vecinos que pernotaban en el lugar disfrutando de la pesca y la
vida en contacto con la naturaleza. Hoy esto no existe, la Represa de Salto Grande
inund la zona. (Fotografa de Leonel del Prado a pedido de la autora, 11-06-2012)
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pas integrante creo especficamente para tal fin. Estuvo a cargo del ente
binacional argentino-uruguayo denominado Comisin Tcnica Mixta de
Salto Grande (ctm) creada en 1946 y atendida por una delegacin de ca-
da pas (vale subrayar que con diversas complejidades internas y externas
hasta la actualidad). 11
A contrapelo de las expectativas generadas por estos emprendimientos
de desarrollo, en el ao 1995 comienzan a manifestarse en el mercado
laboral local las consecuencias de las transformaciones provocadas por las
medidas econmicas adoptadas por el gobierno nacional (cierre de rama-
les ferroviarios, vaciamiento de empresas locales que generaban trabajo en
distintas actividades relacionadas con sus producciones, venta de estable-
cimientos agropecuarios tradicionales de la zona a Sociedades con capita-
les de dudosa procedencia, endeudamiento de productores agravado por
la baja en los precios internacionales, licuacin de los retiros voluntarios
pagados a los agentes estatales, etc.) 12.
A partir de Octubre de ese mismo ao comienza a tomarse al aglomera-
do Concordia en la Encuesta Permanente de Hogares. Los datos obtenidos
reflejan la precariedad e inestabilidad en los puestos de trabajo ofrecidos
a la poblacin activa y el consecuente incremento de la pobreza. En el
censo de 2001, la misma encuesta, demuestra que hay ms de un 77% de
pobres y 50% de indigentes. Concordia era, en la primera mitad de este
siglo, la ciudad ms injusta del pas con respecto a la distribucin del In-
greso, el 10% ms rico de la poblacin gana 30 veces ms que el 10% ms
pobre, mientras que en el resto del pas esa diferencia era de 24 veces. En
el ao 1998, se observ un pequeo aumento en el ingreso medio, per c-
pita del quintil 1, debido a la puesta en marcha de los planes transitorios
de empleo provincial y nacional, que apuntaban a contener el desempleo.
No obstante, la inequidad distributiva continu fragmentando an ms
el tejido social. El aumento de la brecha entre ricos y pobres signific,
en trminos relativos, un incremento en la transferencia de riqueza de los
sectores de menores recursos hacia los estratos ms altos de la sociedad.
11 Para un anlisis exhaustivo recomendamos leer Catullo (2006) y Pas Andrade (2012).
12 En el gobierno menemista (1989-1999) se implementaron decisiones poltico-econmicas co-
mo la flexibilizacin laboral, la privatizacin de servicios pblicos, la concentracin de activi-
dades bancarias y financieras en las ciudades, el auge inmobiliario y la conversin de la moneda
(1991-2001) que, entre otras causas, condujeron al desempleo masivo, al aumento de la pobreza,
a la profundizacin de las desigualdades sociales y culturales que convergieron en la crisis del
2001 y sus efectos. Si damos cuenta de la distribucin, el ingreso en la ciudad de Concordia
(Entre Ros) se observa que en la dcada del 90 la poblacin local increment su fragilidad
socio-econmica: el ingreso per cpita de los estratos bajos y medios bajos decreca en relacin
a aos anteriores -en el ao 1995 el ingreso per cpita era de $50 llegando a $ 41 en 1997 y a $
33 y $ 23 en el 2000 y 2002- (Mingo de Bevilacqua, 2006).
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Haciendo ciudad(es)
Nos parece importante en este apartado, remarcar las continuidades y
discontinuidades socioculturales, econmicas y polticas en la que se en-
marcan las ciudades de la regin (re)observando ciertas caractersticas
que le dan especificidad. Una de las maneras de mirar estas cuestiones es
haciendo eje en la construccin actual de ciudad en comparacin con la
idea moderna con las que se construyeron nuestras ciudades en el siglo xix
(lo cual fue observable en los festejos del bicentenario de nuestra Patria,
por ejemplo). De aqu poder, bucear en las especificidades que presenta la
ciudad de Concordia actualmente y que interpelan las (re) construcciones
identitarias en lo cotidiano.
Continuando esta perspectiva y siguiendo a Lacarrieu (2006), partire-
mos del supuesto de que las ciudades no se construyen solamente desde el
18 Siguiendo a mara Rosa Catullo subrayamos que la Argentina siempre fue y es el socio
mayor de este Proyecto a Gran Escala (pge) y acota: ( . . . ) quisiramos sealar que en su
vida cotidiana el salteo siente desconfianza y recelo hacia el entrerriano y se identifica as mis-
mo como el primo pobre del argentino. As, se autodefinen como una sociedad perteneciente
al medio pelo, utilizando an para su propia descripcin una caracterizacin del ensayista,
poltico y escritor argentino Arturo Jauretche. Asimismo, los problemas socioeconmicos y po-
lticos de la Argentina, y en especial de la provincia de Entre Ros, alteran la rutina diaria de
los habitantes de Salto (Catullo, 2006: 60). Asimismo, los Salteos se significan ms parecidos
a los entrerrianos que a sus propios compatriotas montevideanos. Los concordienses a la inversa
se significan muy diferentes a los salteos. No obstante, quisiera remarcar (separndome de la
afirmacin tan rgida de Mara Rosa Catullo) que estas diferenciaciones, si bien se podran gene-
ralizar, se convierten en estrategias identitarias de diferenciacin- similitud segn los momentos
histricos (Pas Andrade, 2011c).
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territorio (sobre todo en Buenos Aires) pero tambin puso en primer plano
algunos de los rasgos propios de la ciudad moderna y de los problemas
derivados de su cosmopolitismo: la exaltacin del patrimonio edificado; el
problema de la integracin, asimilacin y nacionalizacin del otro en tanto
que extranjero (sobre todo europeo); el problema del control y disciplina-
miento de ese extranjero en tanto que obrero asalariado en la industria
y por ende, potencial promotor de los emergentes movimientos poltico
sociales de izquierda.
Por su parte, son numerxs lxs autorxs que ubican en las ltimas tres d-
cadas del siglo xx el ocaso de la ciudad moderna y la paulatina emergencia
de un nuevo modelo alternativamente denominado ciudad contempornea
(Donzelot, 1999), posmoderna (Amendola, 2000) o posciudad (Mongin,
2006); y que se refieren a la superacin de la fase moderna de expansin
urbana por la actual fase de transformacin y renovacin de la ciudad
existente. Si los acelerados procesos de industrializacin y el urbanismo
funcionalista caracterizaron a la urbe moderna; la desindustrializacin y
la emergencia de nuevas formas de hacer ciudad que suelen subsumir-
se bajo la denominacin de planeamiento estratgico 20 distinguen a la
ciudad del presente.
La reconversin de espacios urbanos heredados de la modernidad, la
primaca del patrimonio inmaterial por sobre el patrimonio edificado, el
debilitamiento del culto rendido al patrimonio nacional, el ensalzamiento
de la diversidad cultural y el multiculturalismo, la expansin de los cultos
a la cultura (Delgado Ruiz, 1997) y el uso de esta ltima como recurso
(Ydice, 2002) para producir procesos de renovacin urbana, son tambin
fenmenos caractersticos del modelo urbano contemporneo. En palabras
de Lacarrieu:
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Por su parte, Amendola llama la atencin sobre los cambios en los usos
del espacio que se derivan de los actuales fenmenos de transformacin
urbana: nuevos usos vinculados con el ocio, el entretenimiento, el disfrute
y el consumo pasan a ser predominantes, reemplazando y subsumiendo
a las funciones que prevalecan en la configuracin de la ciudad moderna
(industria, residencia, circulacin, etc.) En efecto, este autor afirma que un
particular proceso de reencantamiento urbano y un nuevo hedonismo
de masas han invadido a las ciudades contemporneas de suerte que
el imperativo primario que gua la estructuracin de sus espacios es el de
resultar bellos, agradables y atractivos a fin de proveer placeres y estimular
el consumo (Amendola, 2000: 142-146).
En tal sentido, Amendola concluye que el planeamiento urbano -urban
planning- ha sido reemplazado y superado por el diseo urbano -urban
design- (Amendola, 2000:31). En la ciudad de Concordia especficamente,
la vigencia del nuevo modelo urbano hasta aqu referido se registra cla-
ramente en los procesos de reutilizacin y renovacin urbana promovidos
en zonas tales como la Costanera, la renovacin de la terminal, el Parque
San Carlos y la Plaza central (25 de Mayo) por supuesto por citar slo
algunos ejemplos.
En este captulo, nos hemos centrado en reconstruir histrica, social y
culturalmente los orgenes de la ciudad hasta su actualidad entendiendo
ciudad desde las complejidades de las ciudades modernas/contemporneas
para comenzar a vislumbrar las representaciones presentes en los y las ciu-
dadanas concordienses vinculadas a sus construcciones identitarias loca-
les/nacionales. Por otro lado, y retomando nuestros ejes tericos-metodo-
lgicos propuestos en el captulo 1, observamos que para desnaturalizar y
explicar ciertas tramas invisibles que adquiere la construccin de las es-
trategias identitarias, en sus vnculos con el campo cultural y las nociones
de nacin(alidad) en una ciudad de frontera debemos: intentar identificar
en los individuos las continuidades y rupturas histricas con los acuerdos,
lealtades y caractersticas sociales compartidas en el espacio fronterizo
para desnaturalizar las nociones de clase y nacionalidad entre quienes
habitan el espacio-territorio. De esto, daremos cuenta en los siguientes
captulos.
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de los estados, significa una forma de hablar de la diversidad de modo dinmico y sin lmites
prefijados e implica el reto de la sostenibilidad (Appadurai, pp.1).
7 En 1993, el Informe de la Comisin Mundial de Cultura y Desarrollo denominado nuestra
diversidad creativa, comienza a reflexionar acerca del desarrollo como una tarea compleja. En
contraposicin a la idea del desarrollo moderno como un camino nico, uniforme y lineal ahora
se haca necesario dar luz a la ineludible diversidad y a las diversas experiencias y estrategias
culturales presentes en el mundo. Si esto no estaba presente se restringira peligrosamente la
capacidad creativa de la humanidad. Esto se fue construyendo como resultado de la emancipa-
cin poltica que se comienza a edificar a partir de la constitucin de las naciones y donde los
pueblos toman conciencia de que sus diferentes formas de vida constituan un valor, un derecho,
una responsabilidad y una oportunidad. Esta visibilidad en los derechos a constituirse en cada
pueblo dio paso a la problematizacin de las ideas eurocntricas como nico sistema de pro-
duccin de modelos valorativos entendidos como universales; y, puso en el tapete mundial las
diversas formas en que los distintos pueblos del mundo llevan a cabo la modernizacin. En otras
palabras, los pueblos comenzaron a (re) valorizar su riqueza cultural y sus patrimonios mlti-
ples (materiales e inmateriales) y a reclamar que sus bienes culturales (en el sentido material e
inmaterial) no podan solamente pensarse en trminos econmicos en la afirmacin de valores
universales de una tica global que deba incluir el mayor bienestar humano. Estas nuevas vo-
ces comenzaron a cristalizar las tensiones culturales presentes en cada pueblo como resultante
de los fracasos (guerras civiles, regmenes autoritarios, etc.) y expectaciones falladas desde las
polticas de desarrollo tradicionales lo que pona obstculos al propio proceso de desarrollo y
trazaba una lnea cada vez ms firme entre los pases que lograban el xito y los que no, es decir,
pases pobres cada vez ms pobres y pases ricos cada vez ms ricos. Pero tambin mostraba
como ciertos pases fieles a sus valores culturales lograban mejorar su calidad de vida vinculando
sus valores culturales con los procesos econmicos, la tecnologa y la ciencia ms que algunos
pases industrializados (el caso del Este Asitico es un ejemplo). Ante esto, el desencanto de
los pases industrializados que mostraban escaso proceso material y altos niveles de consumo
de los sectores ms privilegiados en un contexto de desempleo y penurias generalizadas fueron
ubicando a la cultura y a la identidad cultural en temas relevantes de agenda pblica.
8 Como generadora de estndares, la unesco ha establecido varios instrumentos legales inter-
nacionales de carcter vinculante relativos a las cuatro reas de la diversidad cultural, a saber:
patrimonio cultural y natural, propiedad cultural mvil, patrimonio cultural intangible y crea-
tividad contempornea. En total, se han firmado siete convenciones: 1. Convencin Universal
sobre Derecho de Autor (1952, revisada en 1971); 2. Convencin sobre la Proteccin del Pa-
trimonio Cultural en Caso de Conflicto Armado (1954) (primer protocolo en 1954, segundo
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protocolo en 1999); 3. Convencin sobre las Medidas que deben adoptarse para Prohibir e
Impedir la Importacin, la Exportacin y la Transferencia de Propiedades Ilcitas de Bienes
Culturales (1970); 4. Convencin sobre la Proteccin del Patrimonio Cultural y Natural del
Mundo (1972); 5. Convencin sobre la Proteccin del Patrimonio Cultural Subacutico (2001);
6. Convencin sobre la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003); 7. Convencin
sobre la Proteccin y Promocin de la Diversidad de las Expresiones Culturales (2005).
9 Disponible en http://www.unesco.org/fileadmin/multimedia/hq/clt/diversity/pdf/conv-
ention_2005/Convention%202005_10%20claves.pdf
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y al imperio de la ley para todos los ciudadanos. Los ciudadanos parciales plantean interrogan-
tes sobre derechos y deberes en las zonas oscuras de las normas nacionales legales y polticas
sobre ciudadana. La globalizacin ha hecho cada vez ms difcil tratar a los emigrantes como
no-ciudadanos en absoluto. Esto significa, a su vez, que se pone en duda la idea de el pueblo
con algn sentido de intimidad histrica, cultural y fsica, y que, en alguna medida, se difumi-
nan las fronteras de la ciudadana nacional. Segundo, las minoras culturales especialmente
los refugiados, los trabajadores extranjeros y otros grupos desfavorecidos- estn cada vez ms
capacitadas para articular sus derechos culturales como derechos humanos ante los tribunales
nacionales e internacionales. As el problema del derecho a la diferencia cultural -ya sea en el
vestido, la oracin, la alimentacin, la vivienda, el matrimonio o la lengua- se ha convertido
en una cuestin de justicia distributiva. En tanto en cuanto ha llegado a ser arbitrable por
los tribunales de justicia, mayoritariamente como una cuestin de derechos humanos, se ha
introducido de lleno en la esfera poltica/legal. Como resultado, estos argumentos adquieren
un aspecto doblemente preocupante para los ciudadanos nacionales Amenazan a los supuestos
tnicos no expresados sobre quin es miembro de la nacin, y abren la puerta de reclamaciones
sobre otros derechos (tales como asistencia, crditos o vivienda) que de otro modo no estaran
abiertos a los ciudadanos parciales. La globalizacin afecta a estos debates sobre la ciudadana
de dos maneras: primero, como fuerza econmica que proporciona incentivos para la migracin
econmica, y segundo como circuito a travs del que discursos tales como los de los derechos
humanos se extienden rpidamente a nuevos contextos nacionales y culturales. Esto conduce
a la tercera complicacin que introduce la globalizacin en el problema del pluralismo cultural,
a saber, el problema de la xenofobia. Dado que los grupos de emigrantes, llevados o seducidos
hacia las nuevas sociedades nacionales por las fuerzas de la globalizacin, presionan con exi-
gencias culturales ms fuertes que nunca en nombre de derechos culturales considerados como
derechos humanos, estos grupos fuerzan las bases tnicas implcitas de todos los nacionalismos
existentes. El debate sobre el uso del pauelo de cabeza en las escuelas francesas pone de relieve
las delicadas relaciones entre la vida pblica, el ser francs y la situacin racial/religiosa de
las minoras en Francia. (Appadurai: 2)
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13 Cabe sealar que en la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, se incrementaron los estudios
realizados desde los mbitos gubernamentales y privados a partir de principios del 2000 en
relacin a la medicin de los consumos culturales. Uno de los primeros estudios de medicin
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mantienen diferencias de grado y no sustanciales con los derechos civiles y polticos. Es decir,
en su conjunto todos los derechos humanos suponen la creacin de condiciones institucionales
y un complejo de obligaciones positivas y negativas por parte del Estado.
17 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos: Disponible en
http://www2.ohchr.org/spanish/law/ccpr.htm Pacto Internacional de Derechos Econmicos,
Sociales y Culturales: Disponible en http://www2.ohchr.org/spanish/law/cescr.htm
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18 Es un hecho que la creciente oferta-demanda cultural, como la complejidad del propio sector
(tics, Industrias creativas, internacionalizacin cultural, etc.), ha transformado desde comienzos
del nuevo siglo a las Ciudades en una real factora y servicios de calidad revelando la necesidad
de un sector profesional destinado a la gestin del campo cultural junto a la democratizacin
y descentralizacin del Estado (Pas Andrade, 2011; Elia, 2006). A contrapelo de las distintas
experiencias de diversos pases desarrollados, la formacin del administrador/a y/o gestor/a
cultural en la Argentina se desarrolla casi 25 aos despus presentando diversas y especficas
complejidades locales en su campo de accin.
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dos con las bellas artes comienzan un proceso que parte de el conocimiento
adquirido en sus propias prcticas a la necesidad de concretar una gran
capacidad gerencial 19.
Una segunda etapa, la cual denomina: el inicio de las actividades de
capacitacin las cuales se caracterizan por ser diversas actividades de
formacin (Encuentros, Jornadas, Congresos y Seminarios) con el objeti-
vo comn de ofrecer a lxs gestorxs culturales conocimientos novedosos y
de aplicacin concreta a sus quehaceres profesionales. Por tanto, a par-
tir de 1994 las acciones fueron orientadas al intercambio de experiencias
y la bsqueda de respuestas que exigan los nuevos desafos cotidianos.
En este perodo, que Elia identifica hasta los aos 1998/1999, el sector
cultural todava era percibido fuera del campo econmico, de los mto-
dos de produccin; y, de la programacin y racionalizacin del quehacer
especfico. Sin embargo, ciertas organizaciones culturales comienzan a in-
corporar graduadxs relacionadxs con la administracin, la contabilidad,
la economa y profesiones afines que resultaban adecuadxs para la funcin
cultural. No es sorpresivo que en 1997 la Facultad de Ciencias Econmicas
de la Universidad de Buenos Aires de origen al Observatorio Cultural 20.
La tercera etapa (que Elia llama: La incorporacin del sistema uni-
versitario a las actividades de formacin) encuentra a la Argentina, re-
cin entrado el ao 2000, con sus primeras experiencias sistematizadas
de formacin en Gestin cultural. En este sentido podemos agrupar las
orientaciones curriculares en tres ejes: 1) Carreras que se centran en el co-
nocimiento terico y se orientan a formar investigadores; 2) Carreras que
se basan en las exposiciones de especialistas destacados, sobre todo en el
campo internacional, y se orientan a formar gestores y a capacitar funcio-
narios; y, 3) Carreras que combinan la teora con herramientas tcnicas y
prcticas y se orientan a formar gerentes o directores ejecutivos. Es en esta
etapa, y con una orientacin que propone combinar herramientas tcnicas
con teora en la formacin de gestores ejecutivos. Desde aqu se comienzan
a proponer formar profesionales de la gestin cultural (los cuales deben
poseer ya algn ttulo de grado superior anterior) que puedan conocer
los instrumentos de gestin qu ms operativos resulten para desarrollar
19 Para ver como se fue cristalizando este proceso en los mbitos barriales recomendamos
leer pas andrade, Marcela Alejandra (2011) cultura, juventud, identidad. Una mirada
socioantropolgica del Programa Cultural en Barrios.
20 Se puede subrayar este evento como el primer paso formal del sistema universitario argen-
tino en el campo de la formacin y capacitacin en gestin cultural. En 1998 el Observatorio
comienza dictar los primeros cursos en forma de mdulos independientes con el auspicio del
inap (Uno de los primeros cursos fue el Seminario Polticas Pblicas y Sector Cultural).
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22 En Espaa este modelo estatal de poltica cultural se mantiene desde mediados del s. xix a
mediados del s xx se centra en el concepto de Alta Cultura, caracterizndose por el apoyo a la
creacin artstica y por la tutela de las grandes obras patrimoniales.
23 A partir de 1950, con el Estado de Bienestar, la cultura comienza a entenderse como servicio
pblico. Esto se traduce institucionalmente en la difusin de la Alta Cultura. Las grandes lneas
de actuacin sern entonces; la preservacin del patrimonio, la creacin de nuevo patrimonio,
el acceso a la cultura. Fundamental es en este momento la descentralizacin de las polticas
patrimoniales, que posibilitan el acceso de la ciudadana a los bienes y servicios culturales.
Como consecuencia de esto se crean equipamientos culturales descentralizados y polivalentes,
fomentndose el acceso y la participacin ciudadana en los mismos.
24 En la dcada de los sesenta las polticas pblicas aaden al concepto tradicional de cultura
el reconocimiento de que lo plural y colectivo en la sociedad tambin forman parte de ella
(cultura de masas, basadas en la industria cultural, cultura popular tradicional, cultura de lo
cotidiano). Se comienza entonces a hablar de culturas y se desarrollan las estrategias de fomento
para hacer posible una mayor implicacin de las iniciativas privadas en los proyectos pblicos,
abrindose nuevas vas expresivas y de participacin ciudadana de una forma organizada.
25 En la dcada de los noventa se establecen criterios de rentabilidad econmica en las polticas
culturales tanto privadas como pblicas, convirtiendo la cultura en una excusa y recurso para
ser explotado.
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contexto, el ingreso de divisas por medio de las privatizaciones de las empresas estatales, sobre
todo, sostuvo la tranquilidad econmica y social del pas. Sin embargo, para 1997 la inestabilidad
econmica comenzaba a sentirse otra vez. La recesin, las sospechas ticas sobre los funcionarios
pblicos y el empobrecimiento de la sociedad, entre muchas otras causas, llevaron al gobierno
en 1999 al Dr. Fernando de la Ra. A pesar de las medidas econmicas que tom este gobierno
en funcin de sostener la Convertibilidad no pudo evitar la permanente inestabilidad econmica
provocando un endeudamiento mayor con el exterior. Ante los distintos Ministros de economa
que fueron asumiendo durante el gobierno de De la Ra (Jos Luis Machinea -1999 a marzo de
2001, Ricardo Lpez Murphy marzo de 2001 a abril del mismo ao y Domingo Cavallo abril
de 2001), la inestabilidad econmica junto a la ineficiencia poltica no pudieron evitar la fuga
de capitales que el 29 de noviembre de 2001 provoc el inicio de la retirada de dinero de los
bancos argentinos por parte de los grandes inversionistas con los que contaba el pas. Ante esto,
el 2 de diciembre 2001 el Ministro Cavallo anuncia por Cadena nacional el Corralito una nueva
mediada econmica que limitaba la extraccin de los depsitos bancarios de los ahorristas a $
250.- pesos por semana (Pas Andrade, 2011: 93).
27 Aclaramos que el Director de Cultura no es el mismo que cuando realizamos este acerca-
miento al campo, el cual estuvo en gestin hasta el 2011.
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6 La construccin dela(s) memoria(s) que tie(n) dichas prcticas se presentan como el resul-
tado de la tensin generada por luchas de memoria contra memoria para interpretar hechos
pasados, donde se recuerdan algunos hechos y otros no, en la conformacin del sentido de ese
pasado. All los sujetos tienen un rol activo en la produccin de sentido, dentro de estas ten-
siones generadas por las relaciones de poder (Jelin, 2002: 6). Se representan en un complejo
entramado a nivel ideolgico, poltico, econmico y social donde se ven reflejados ciertos sentidos
del pasado que al actualizarse actan directamente en la construccin de sentido y significando
de las prcticas presentes.
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Contexto
Desde las significaciones presentes de quienes entrevistamos y conforman
lo que denominamos el primer grupo de muestra (entre 30 y 41 aos de
edad), pudimos rastrear en qu formas se fueron modelando las experien-
cias culturales en relacin con las transformaciones del mercado de trabajo
que se llevaron a cabo en la dcada del noventa. Dicho contexto, ubic a la
ciudad como una de las localidades ms pobres del pas 9 sumado a la difi-
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10 http://www.diariojunio.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=9795,%202005.
11 Vale subrayar que para reservar la identidad de nuestrxs entrevistadxs lxs identificaremos
con letras.
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12 Recomendamos leer: Pas Andrade, Marcela Alejandra y Ahtziri Molina Roldn (Comp.)
(2013) Cultura y desarrollo en Amrica latina. Actores, estrategias, formacin y prcticas.
Buenos Aires, Argentina: Ediciones Cooperativas (Argentina) y en Mxico: De la Vega editores.
13 Quisiramos subrayar que la realizacin de 87 cuestionarios semiestructurados (51 responden
a jvenes entre 18 y 26 aos y el resto a distintos grupos etarios que van de los 27 a los 50 o
ms) se llev a cabo en un espacio muestra especfico: estudiantes que asisten a la Facultad de
Humanidades Artes y Ciencias Sociales (fhaycs) de la Universidad Autnoma de Entre Ros.
14 Expresin local que significa que algo se hace de forma azarosa porque las circunstancias lo
permiten.
15 Nos parece un dato interesante aclarar que tambin son lugares recreativos con los que
Concordia no cuenta.
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16 El video cable permiti la llegada al territorio nacional de series originales sin dobla-
je ("Friends", "Seinfield", "La niera", "Cdigo X"). Los programas infantiles tambin tuvie-
ron en productos importados sus principales referentes ("El show de Xuxa", "Los Simpson")
y proliferaron dibujos animados protagonizados por monstruos y criaturas extraas. El de-
porte pas a ocupar un rol destacado, con canales de dedicacin temtica completa. En
http://www.argentina.gov.ar/argentina/portal/paginas.dhtml?pagina=2901
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Fiestas tradicionales (90%)
21 Dicha fiesta popular se ha venido recuperando a nivel nacional luego de ser prohibido por
decreto bajo el ltimo gobierno dictatorial argentino -1976/1983, concretizndose en la ciudad
de Concordia en el ao 2008/2009.
22 http://www.turismoentrerios.com/concordia/carnavales.htm
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sido introducida en muchos nuevos dominios en los 80 y los 90, incluyendo racismo cultural y
multiculturalismo, cultura corporativa, y cultura y desarrollo. (1998: 139).
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El espacio Universitario
Las carreras a las que hacemos referencia representan un ttulo intermedio
que se otorga desde la Licenciatura en Psicologa y se propone un perfil
profesional que permita: realizar tareas de sostn y acompaamiento de
pacientes en crisis y pacientes compensados; desarrollar tcnicas de instru-
mentacin psicolgicas; colaborar en actividades de investigaciones en el
campo de la salud mental; participar en la elaboracin de planificaciones
de programas de salud y accin social; y, participar en equipos interdis-
ciplinarios en el campo de la Salud Mental. Su Plan de Estudios 25 est
organizado en tres aos, donde la Asignatura Antropologa se encuentra
a la mitad de la carrera y se dicta de forma anual.
En dicha localidad la carrera de Acompaante Teraputico abre sus
puertas junto a la de Gerontologa en el ao 2008 26 siendo significativa
la matrcula creciente que fue mostrando la carrera desde que comenz a
funcionar. Nos permitimos subrayar a continuacin, como se ha construi-
do el espacio educativo superior en la Ciudad de Concordia para poder
comenzar a reflexionar las razones y formas de hacer universidad de lxs
estudiantes a lxs que se hacemos referencia -interpeladxs por sus deseos,
posibilidades, limitaciones y expectativas- a la hora de elegir la carrera.
La uader, se crea el 8 de junio del 2.000 por ley 9.250 teniendo la parti-
cularidad de estar constituida por la transferencia a su incumbencia de 28
Institutos y Escuelas Superiores de la provincia, ofreciendo una inmensa
oferta acadmica desde sus cuatro facultades y en una amplia cobertura
de localidades en la provincia. Esto ha generado diversas disputas y con-
flictos en el nivel de la educacin superior de Entre Ros y a la Institucin
en s misma que se encontraba en proceso de normalizacin (desarrollo
de carreras a trmino, algunas en proceso de resolucin normativa, infor-
malidad en los procesos de Concurso docente, falta de profesorxs para el
dictado de clases, etc.). Las distintas facultades de esta casa de estudios
25 Es relevante aclarar que este programa representa los 3 primeros aos de la Licenciatura en
Psicologa que se dicta en la ciudad de Paran. Asimismo, permite que quienes no estando en la
localidad paranaense puedan cursar los 3 primeros aos de la licenciatura y luego desarrollar los
2 ltimos aos en la ciudad Capital. Esto genera en las expectativas de lxs jvenes concordienses
que se inscriben la posibilidad de terminar una carrera de grado universitario sin tener que
invertir tanto dinero (se supone que irn a Paran con un ttulo intermedio que les permitir
trabajar y terminar sus estudios).
26 Ambas son tecnicaturas universitarias y se daban juntas hasta el tercer ao donde se dife-
renciaban en seminarios especficos. En 2011 la carrera de Gerontologa deja de funcionar por
la baja matriculacin mientras que la de Acompaamiento Teraputico sigue en crecimiento.
En 2012, segn fuentes de la facultad se inscribieron en el curso de ingreso aproximadamente
140 estudiantes.
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27 Esta Facultad tiene sus subsedes en diferentes localidades de la provincia de Entre Ros
desde donde se dictan las siguientes carreras segn las sedes: Sede Paran: Lic. en Ciencias So-
ciales, Prof. en Ciencias Sociales, Lic. en Geografa, Prof. en Geografa, Lic. en Psicologa, Prof.
en Psicologa, Tec. en Acompaante Teraputico, Tec. en Psicogerontologa, Lic. en Historia,
Prof. en Historia, Profesorado en Educ. Inicial, Profesorado en Educ. Primaria, Lic. en Filo-
sofa, Prof. en Filosofa, Prof. en Portugus, Prof. en Francs, Traductorado de Francs, Prof.
en Lengua y Literatura, Prof. en Ingls, Prof. en Italiano, Traductorado Pblico de Italiano,
Profesorado en Educ. Especial, Prof. en Psicologa, Tec. en Acompaante Teraputico, Tec.
en Psicogerontologa, Profesorado de Educ. Primaria,Prof. en Msica, Profesorado de Teatro,
Lic. en Pedagoga, Lic. en Artes Visuales, Prof. en Artes Visuales, Tec. en Pintura, Tec. en
Cermica, Tec. en Grabado, Tec. en Escultura, Prof. en Msica, Prof. en Canto Lrico, Prof. de
Instrumento, Tec. Instrumentista Musical, Tec. en Canto Lrico, Profesorado de Educ. Primaria
con Orientacin Rural, Profesorado de Educacin Inicial con Orientacin Rural, Profesorado de
Educ. Primaria con Orientacin Rural. Sede Concepcin del Uruguay: Prof. en Psicologa, Tec.
en Acompaante Teraputico, Tec. en Psicogerontologa, Profesorado de Educ. Primaria, Prof.
en Francs, Traductorado de Francs, Prof. en Geografa, Lic. en Geografa, Prof. en Historia,
Lic. en Historia, Prof. en Ingls, Prof. en Lengua y Literatura, Prof. en Portugus, Prof. en M-
sica. Sede Gualeguaych: Profesorado de Teatro, Lic. en Pedagoga. Sede Concordia: Tec. en
Acompaante Teraputico y Tec. en Psicogerontologa (cerrada su inscripcin en el ao 2011).
28 Dicha facultad cuenta con sedes en las localidades de crespo, Chajar, Federacin, La Paz,
Paran, Villaguay, Gualeguaych y Concepcin del Uruguay. Las carreras que se dictan son:
Administracin Pblica, Administracin de Empresas, Archivstica, Bibliotecologa, Comercio
Internacional, Cooperativismo y Mutualismo, Economa, Gerenciamiento en Servicios gastro-
nmicos, Hotelera, Marketing, Museologa y Turismo.
29 Se dictan las siguientes carreras: Licenciatura en Enfermera, Licenciatura en produccin
de Bioimgenes, Licenciatura en Higiene y Seguridad laboral, Podlogo Universitario, Tcnico
en Anlisis Clnicos, Profesorado en Educacin Fsica y Tcnico en Deportes. Se desarrollan en
dos sedes Paran y Concordia.
30 Tiene sedes en Paran, Federacin, Concepcin del Uruguay, Crespo, Basavilbaso, Guale-
guay, Chajar, Villaguay, Santa Elena, Diamante y Oro Verde. Se dictan las siguientes carreras:
Profesorados en Educacin Tecnolgica, Matemtica, Fsica, Biologa y Qumica; Tecnicaturas
en Acuicultura, Balstica, Papiloscopa, Documentologa, Accidentologa vial y, Granja y Pro-
duccin Avcola; Tecnicaturas Universitarias en Produccin Agropecuaria, Automatizacin y
Control de procesos Industriales, Telecomunicaciones, Planeamiento Industrial y Gestin Am-
biental. Adems, Anlisis de Sistemas y Licenciaturas en Criminalstica, Accidentologa Vial,
en Sistemas de Informacin, en Redes de Comunicacin, en Biologa, en gestin Ambiental y
Licenciatura en Automatizacin y Control de procesos Industriales.
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increment su fragilidad socio-econmica: el ingreso per cpita de los estratos bajos y medios
bajos decreca en relacin a aos anteriores -en el ao 1995 el ingreso per cpita era de $50
llegando a $ 41 en 1997 y a $ 33 y $ 23 en el 2000 y 2002- (Mingo de Bevilacqua, 2006).
35 Vale aclarar que ninguna de lxs estudiantes que conforman el Centro tiene experiencias
polticas militantes partidarias previas.
36 Nos referimos con campo Universitario a aquellos espacios que conforman instituciones,
actores, polticas, gestiones, etc., que desde el estado Nacional deben/deberan garantizar y
organizar el acceso a la educacin Superior y por tanto aportar a la construccin de identidades
de lxs ciudadanxs. En el espacio educativo conformado en Concordia es posible percibir la
necesidad de perfiles ms tcnicos y de enfoques ms productivos lo que deja a una alta
poblacin local sin espacios psico-sociales de enseanza-aprendizaje (si es posible encontrar
estos perfiles educativos en los niveles medios de educacin terciaria -tanto privados como
pblicos).
37 Su pgina web relata: La Universidad Nacional de Entre Ros, creada por Ley N o 20.366,
de mayo de 1973, surge como cristalizacin de los esfuerzos realizados por distintos sectores
de la comunidad entrerriana durante medio siglo. Desde entonces la Universidad Nacional de
Entre Ros ha ido creciendo constantemente y afianzndose en su labor educativa y cientfi-
ca, con el constante aporte de sus docentes, investigadores, estudiantes, no docentes y de la
sociedad toda que le da su apoyo y la sustenta. La presencia de la Universidad Nacional de
Entre Ros en el territorio provincial con su conformacin descentralizada, la distingue de las
Universidades Nacionales, que renen todas sus actividades en un mismo ncleo urbano. Esa
circunstancia pone distancia de hasta 300 kilmetros entre sus unidades acadmicas y un reco-
rrido completo de 800 kilmetros. El 26 de abril de 1986 constituye una fecha histrica de la
Universidad Nacional de Entre Ros, pues se realiza en la ciudad de Concepcin del Uruguay
la Primera Asamblea Universitaria. De all surge el primer Rector electo a travs del voto.
http://www.uner.edu.ar/01_universidad/frame_01/m_universidad.htm
38 Dicha Institucin plante su intencin de creacin en 1972 y se termin de instaurar como
casa de estudio regional en el ao 1985.
39 En dicha Facultad se dictan las siguientes carreras: Tecnicatura Superior en Tecnologa de
Alimentos, Tecnicatura en Gestin Gastronmica, Tecnicatura Superior en Tecnologa arroce-
ra y Tecnicatura Superior en Tecnologa Avcola (como carreras de Pre-grado); Ingeniera en
Alimentos (carrera de grado) y un curso de Actualizacin profesional.
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de la Administracin 40; mientras que la utn, tiene una sede regional de-
nominada la Facultad Regional Concordia. 41
La insercin de la uader en la localidad ha sido bien recibida por lxs
ciudadanxs que vieron en ella la posibilidad de acceso 42 a: en primer lugar,
una oferta acadmica novedosa. En segundo lugar, un espacio universitario
que se presentaba como complejo, desorganizado y en el cual se poda
inscribir, en palabras de algunas estudiantes, gente como uno (x, 2010);
aunque no hayas terminado el secundario por una ley te pods anotar
igual . . . eso est brbaro!(M, 2011); Ac te pods anotar en una carrera
que ayuda a otros . . . hasta ahora no haba nada igual en la ciudad que te
diera un ttulo que te sirva . . . adems si quers y pods despus te vas a
Paran y haces la licenciatura (D, 2011). En otras palabras, la uader se
visibilizaba como un mbito universitario que es provincial y no nacional,
esta situacin a lxs estudiantes les quitaba peso histrico acadmico y
legitimaba que lxs ciudadanxs comiencen a ocupar sus aulas desde lugares
ms pequeos que generan pertenencia: Esto no es la uba o la uner,
ac nos conocemos todos (M, 2010). Asimismo, se construa el imaginario
(social y subjetivo) de que cursar en dicha facultad era ms fcil (tanto
porque es nueva y entonces no tiene historia que la legitime y adems
porque dicta carreras sociales). Por ltimo, quisiramos subrayar ciertas
afirmaciones que nos fueron ofreciendo las estudiantes madres las cuales
se imbricaban con la posibilidad de que la facultad ( . . . ) te reconoce
y justifica faltas por ser trabajadora y por ser madre ( . . . ) (M, 2010).
Las estudiantes jvenes/madres reconocan como un valor central de la
Universidad que se las legitimara en sus roles y responsabilidades como
madres 43.
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El Aula
La unidad 4 del Programa de Antropologa se denominaba: antropolo-
ga y gnero, desarrollaba los siguientes contenidos mnimos: El proble-
ma del gnero: enfoques y debates en torno de su construccin: naturaleza/
cultura, igualdad/ diferencia. La relacin sexo/gnero- de los estudios de
la mujer al problema de la explicacin de la diferencia/ desigualdad sexual.
Esencialismo vs. Constructivismo. Gnero y accin poltica. Identidades
sexuales-diversidad. Nuevas discusiones en torno al gnero y sexualidad.
Los estudios de masculinidades. Violencia de gnero. Trata de personas
con fines de explotacin sexual. Crianza. Salud.
Desde el trabajo de estos contenidos las clases, en muchas oportuni-
dades, se transformaban en espacios de catarsis y relatos de experiencias
43 Si bien an no existe una legitimidad que contemple el ser ama de casa como trabajo,
es decir las horas de trabajo que tenemos las mujeres en nuestra casa, es un avance que en
el mbito universitario se legitime la inasistencia a clase de una estudiante por que su hijx
estaba enfermx, por ejemplo (vale aclarar que los varones solo cuentan con beneficios como
trabajadores pero no como padres).
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personales muy fuertes en las cuales las horas ctedra quedaban cortas y
debamos tomarnos tiempos para poder reflexionar y contener determina-
das situaciones, que en muchos casos tambin, excedan el objetivo de la
clase.
Estos momentos en el aula se fueron repitiendo y podramos decir que
hasta casi transformaron en la norma. Las chicxs no solo encontraban
oportunidad en el aula de contar ciertas vivencias personales sino tam-
bin de construir desde esos temas ejes reflexiones conceptuales desde sus
trabajos de evaluacin. Asimismo, resultaron apreciables las subjetivida-
des construidas en relacin con la edad y el tema. Esto se visibilizaba
en las narraciones de sus experiencias de vida (lxs ms adultxs se sensi-
bilizaban ante temas de violencia, crianza, etc.) como de los miedos que
expresaban: las que eran madres jvenes de nias mostraban mucha sen-
sibilidad ante la trata de mujeres y nias (tema a subrayar en la regin),
salud sexual y reproductiva, diversidad socio-sexual, etc. Y lxs jvenes
sin hijas o hijos relataban experiencias de violencia en sus familias, entre
otras.
Es decir, en estas jvenes los temas permitan visibilizar y (re)construir
su ser mujeres mediante la narracin de sus diversos relatos de vida en
donde materializaban sus juegos (generalmente jugaban con muecas, a
ser madres, maestras y en el mbito privado de sus hogares), sus tareas
domsticas (ayudaban a sus madres a diferencia de sus hermanos o con
ms exigencias y responsabilidades en esos quehaceres), su prcticas en
el Tiempo libre (ir al cine, salir con sus familias, hacer danza, salir con
amigas), entre otras. Desde aqu podamos (re)pensar como fueron cons-
truyendo la idea de lo femenino/masculino desde nociones de cuidado,
ayuda, sensibilidad, etc. Paralelamente, los pocos varones que cursaron
durante estos aos (remarcamos que la mayora abandon la carrera que-
dando un solo varn en instancias finales), significaban algunas cualidades
de lo femenino (sensibilidad, cuidado, etc.) como propias y las ponan en
tensin con la idea de ser esos hombres masculinos que todos esperan
(C, 2010) 44
Estos relatos de vida, nos permitieron durante los cursos visibilizar
aquellos envolturas (como las llam alguna estudiante) que nos van
agregando en la vida y que se relacionan con la desigualdad social que
forjan las diferencias de gnero, como esto (re)produce cultura y las rela-
ciones de poder que se van (re)construyendo en las prcticas, lenguajes,
smbolo, sentidos y significaciones que vamos acumulando a lo largo de
44 Recomendamos leer connell, R (1997): La organizacin social de la masculinidad.
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nuestras vidas por ser varones o mujeres (desde nuestras casa, desde el
tiempo libre, desde las diversas instituciones por las cuales vamos pasan-
do: escuela, clubes, Iglesia, otras- ).
Trabajar con los estereotipos culturales desde una mirada poltica con-
formados por la relacin esencialista de ser varones o mujeres (Rubn,
1989); reflexionar acerca de como llevamos a cabo nuestra sexualidad
(Foucault, 1984), pensar como padecemos las diversas enfermedades segn
nuestro gnero (Grimberg, 2002; Menndez, 2010); analizar como las di-
versidades socio-sexuales comienzan a tensionar este binomio Mujer-varn
(Barreda, 2003, Fernndez, 2004, Butler, 2007; Sabsay, 2011), permiti en
las estudiantes mujeres (jvenes y adultas) reconocerse en condiciones de
desigualdad ante ciertos roles esperados socialmente y; sobre todo, mirarse
en sus propios estereotipos de ser mujer que reproducen permanentemen-
te las condiciones patriarcales de dominacin que se podan registrar en
comentarios como: ( . . . ) no puedo, no s, me cuesta, solo cuidaba mis
hijos hasta que empec la facultad, antes no haca nada (registros de
campo, 2011). As tambin, permiti a los escasos varones presentes re-
conocerse como portadores de caractersticas socialmente dominantes por
ser varones, iluminando y empoderando a sus compaeras: ( . . . ) uff, yo
no s cmo hacen . . . cocinan, cuidan sus hijos a sus maridos, estn en el
Centro de Estudiantes y encima en la facu tienen re buenas notas! (C,
2011).
Acceso a la universidad
Los enfoques antropolgicos contemporneos proponen una mirada de las
sociedades estatales que ponen en cuestin la nocin misma de Estado
desestabilizndolo, y optando por un enfoque procesual que se centra en
las tensiones y las disputas. En este escenario, las polticas no son meras
herramientas del Estado, sino que son constructoras del mismo, en un
proceso en el cual Estado, poblaciones construidas por, y destinatarias
de las polticas educativas-culturales, se entrelazan e interaccionan en un
marco de ejercicio de poder y resistencia. Las nociones de gnero, las
relaciones que implican, los roles que legitiman, y las prcticas que se
normalizan e impugnan se construyen, significan y resignifican en este
mismo proceso.
Es un hecho, que nuestro siglo encuentra a los espacios universitarios
con mayora de mujeres (estudiantes, graduadas, docentes, etc.) y ante
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afirmar que queda mucha tela por cortar 46. Por un lado, la necesidad de
que las polticas de derecho sean coherentes con la vida universitaria y
permitan un real acceso a los sectores ms vulnerables de la sociedad en
cuanto a formas y ofertas acadmicas locales. Por otro lado, incorporar en
los cursos de ingreso la perspectiva de gnero que interpele a lxs jvenes es-
tudiantes en sus propias categoras y estereotipos en cuanto a lo femenino
y a lo masculino. Si la Universidad intenta orientarse a una mirada que
piense la educacin como permanente, es decir, ms all de los sistemas
formales legitimados para eso, debe interpelar los procesos y formas de
construir poder y control social en nuestras sociedades. Desde aqu, pen-
sar(nos) como sujetos construidos histrica y socialmente desde el vnculo
gnero-educacin-cultura se tornan imperante para (re)pensarnos como
agentes transformadores de las relaciones de poder que nos oprimen. Asi-
mismo, provoca la incorporacin de espacios de discusin y reflexin en
los mbitos universitarios que posibiliten la visibilizacin de las mujeres
en relacin con los varones en un sentido amplio -construcciones estereoti-
padas de gnero/educacin, y, en un sentido micro, su futura intervencin
como mujeres profesionales- en los campos especficos de salud.
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El anlisis del caso de esta Feria artesanal (Pas Andrade, 2010) mostr
como el trabajo artstico se visibilizaba como una estrategia local, eco-
nmica e identitaria, en permanente negociacin-tensin entre lo local y
lo fronterizo. Esta complejidad era construida desde y con el estado local
y/o provincial, a partir de los jvenes artistas -devenidos en autogestores
de su propia tarea-, desde los usos permitidos de la ciudad y en ciertos
casos con el acercamiento y/o alejamiento con la vecina ciudad de Salto
(Uruguay). En este sentido, lo cultural en este grupo era percibido y se
(re)construa como una estrategia de identidad doble: como artista local
y como trabajadorx transfronterizx.
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de turismo, peatonal, etc.) espacio a donde llegan lxs turistas y que les
permite poner en disputa y valor el espacio cultural.
De igual forma, observamos que las complejidades presentes en los es-
pacios culturales-laborales de la ciudad de Concordia como ciudad de
frontera permite a ciertos grupos juveniles remitir a indudables estrate-
gias identitarias flexibles entre los diversos actores sociales que gestionan
y promueven el desarrollo local-regional en el marco de la integracin re-
gional y aquellos sujetos que acceden a la posibilidad de moverse en el
espacio fronterizo (ya sea por posibilidades materiales y/o simblicas) 2.
De hecho, ciertos grupos juveniles relacionados y (re)valorizados dentro
de los espacios artsticos intrafronterizos (en nuestro caso La Feria Arte-
sanal Permanente) logran (re)construir las relaciones y/o trayectorias pa-
sadas entre lxs artistas y lxs Artesanxs de ambas orillas, (re)configurando
un novedoso discurso de multiculturalidad en pos de negociar los di-
versos obstculos polticos-econmicos y culturales a los que se enfrentan
cotidianamente como artistas y trabajadorxs.
En consecuencia, resulta empobrecedor fundir a lxs jvenes que traba-
jan en la feria en la imagen de un sujeto colectivo homogneo (la juventud/
lxs jvenes); sino ms bien se trata de analizar el espacio de sus opciones,
conformado por los procesos de consumo, culturales, econmicos y polti-
cos (sumados los diferenciales de gnero). Referirse a la juventud, mejor
dicho a las juventudes, involucra sumergirse en un concepto cada vez ms
heterogneo, que implica tensiones simblicas y econmicas, tanto como
polticas y culturales. Ser joven, implica responder a un cierto momento
de la vida representado en aos, pero tambin se imbrica necesariamente,
con la estructura de clase a la cual se pertenece, el gnero, la ubicacin
geogrfica, etctera, lo cual se materializa en las formas de socializacin,
las experiencias en cuanto al campo cultural y sus formas creativas de
genera nuevas maneras de empleo.
Aqu, la productividad-competencia-creatividad se pone en juego en la
integracin socio-cultural de la ciudad y en la representacin y gestin de
las polticas pblicas y culturales. Sin embargo, desde las polticas sociales
y culturales gubernamentales que promueven el desarrollo local-regional,
la ciudad de Concordia y la ciudad de Salto, conforman un espacio fron-
terizo comn que invisibiliza a los sujetos que conforman un espacio in-
trafronterizo local desigual (por ejemplo en los 12 puestos permanentes
2 Estamos pensando aqu en las minoras tnicas, religiosas, artsticas, etc. que gestionan la
diversidad cultural en funcin de acceder a la promocin del desarrollo local-regional por sus
caractersticas de exotismo, belleza, etc. Si bien no es intencin de este trabajo profundizar en
esto, creemos que es necesario enunciarlo.
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3 http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00011&rl=00182 (Consultado el
7 de agosto de 2012).
4 http://agrupacionestrellaamarilla.blogspot.com.ar/2010/11/1-encuentro-de-candombe-de-las-
dos.html (Consultado el 1 de Noviembre de 2010)
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sable, adems de llevar la Revista a cabo es integrante activo de todos estos movimientos y un
fuerte impulsor de la integracin de la cultura de ambas ciudades fronterizas. Recomendamos
leer Pas Andrade (2011) Haciendo frontera de Boca en Boca. La difusin en los procesos
de integracin regional. Disponible en http://www.xcaas.org.ar/ponenciasTrabajarCon.php
6 Recomendamos leer Frigerio, A Y Lamborghini, E (2009) El Candombe (uruguayo) en Bue-
nos Aires: (Proponiendo) Nuevos imaginarios urbanos en la ciudad blanca.
7 Recomendamos leer Rosato, A. (Coord.) (2009).
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Por el ao 2005 eran varios los amigos que tiraban sus primeros
sonidos con el candombe. Aun sin contar con tamboriles se realizaron
los primeros desfiles populares con zurdos, timbales, y congas por las
calles de Concordia. As el fri los reuna y los relacionaba. Y de ese
vnculo surge la idea de trabajar en conjunto para adquirir los prime-
ros tamboriles comunitarios, un hecho que sello una manera de hacer
las cosas. Con la llegada de la primavera el grupo incorpora el nombre
de Estrella Amarilla, haciendo mencin a uno de los 20 sellos Maya.
La estrella amarilla simboliza el arte de embellecer la expresin arts-
tica y el arte en la vida. La bsqueda del lugar. A travs de las tpicas
negativas con respecto al fuego, los fueron alejando del centro hacia
la costanera llegando a un lugar abandonado que los vecinos adopta-
ron como un basural. Esto les planteaba un desafi... "Lo que no te
mata te fortalece". As nace el espacio de intencin ecolgica, un lugar
recuperado de la basura, una batalla a la indiferencia. Este lugar fue
testigo de las primeras tocadas como comparsa participando del car-
naval "De los pequeos duendes", y "La primera llamada al puerto" en
la ciudad vecina de Salto (R.O.U) entre otras actividades. Al tiempo
unas maquinas abrieron literalmente una calle en el medio del espacio
en pos del progreso edilicio de la costanera causando un traslado pau-
latino hacia un lugar que nos alberga actualmente, este lugar se llama
Tambora, y se ubica frente al Parque Mitre, a escasos 100 metros del
ro, el cual se asoma tras la arboleda de tipas que rodean la playa Los
Sauces. Tambora nuclea diferentes actividades artsticas (teatro, sala
de ensayo, recitales, fiestas) y culinarias sobre todo los Mircoles y
Domingos cuando el candombe nos rene y pide salir a las calles. El
candombe nos convoca, nos uni y nos une, nos envuelve, nos atravie-
sa. El candombe es fuerza viva, es sangre, es comunin, es familia. Es
la energa que nos enraza con la tierra antes de ser aire, de ser sonido
expandido, de ser latido. Cuando el candombe suena, suena... (Blog
de la Agrupacin Estrella Amarilla, 2012)
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Uno de los objetivos que nos gui, a la hora de relevar como fuente de
investigacin a esta revista, fue el de identificar localmente las prcticas,
los espacios, los diferentes grupos culturales y sus formas de difusin en
la ciudad de Concordia. De la misma forma, nos interes por el alcance
que tiene la revista en el ambiente cultural.
El cuadro que sigue, es una revisin a los ejemplares impresos de la
Revista de los aos 2009-2010. Lo que se observa como serie 1 (en color
verde obscuro) corresponde a los datos obtenidos en el ao 2009. Mientras
que Serie 2 (en color verde claro) corresponde a los datos registrados
para el ao 2010.
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Actividades culturales realizadas en total Actividades culturales realizadas en Salto (Uruguay)
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Actividades culturales realizadas en Concordia (Argentina) Actividades culturales declaradas de integracin
entre Argentina y Uruguay
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Sin que fuera una accin poltica prioritaria y al ritmo de la danza que
promueven los tambores y las producciones artesanales, las personas de
carne y hueso que habitan la localidad, parecieran estar (re)configurando
en la difusin, promocin y participacin de sus prcticas culturales bi-
nacionales creativas formas de denunciar las desigualdades locales.
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1 Existen dos elementos que integran la nocin de derechos humanos y que permiten dife-
renciarlos de otro tipo o categora de derechos: son derechos bsicos de las personas por ser
Humanos independientemente de la pertenencia o no a una comunidad o ciudadana poltica;
y, tienen una garanta aadida que es la proteccin internacional entendiendo que los Estados
han consentido el establecimiento de lmites a su autonoma poltica.
2 Recomendamos leer para profundizar estos procesos histricos y los antecedentes que dan
origen a los ddhh a: Arendt, H. (1981) La decadencia de la Nacin- Estado y el final de los
derechos del hombre en Los orgenes del totalitarismo, Madrid: Ed. Alianza.
3 Argentina ha ratificado diversos instrumentos de derechos humanos y es parte de las Nacio-
nes Unidas (onu) y de la Organizacin de los Estados Americanos (oea). De tal manera ha
asumido ciertas obligaciones internacionales que incluyen el deber de someterse al control de
los organismos internacionales que crean los tratados o que dependen de la oea y la onu, y de
acatar sus decisiones.
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4 Este grupo de derechos corresponde a las libertades que se consagran a las personas frente al
Estado y/o autoridades pblicas. Incluyen los derechos a la vida, libertad, igualdad, seguridad
jurdica, propiedad, el derecho a la libertad de expresin, al voto; a participar de los asuntos
pblicos directamente, a peticionar a las autoridades y al debido proceso.
5 Son derechos de contenido predominantemente social que tienden a procurar mejores condi-
ciones para el desarrollo de una vida plena. Comnmente se los reconoce bajo la sigla desc.
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culturales que representan las diversas obligaciones que los Estados deben
atestiguar en el equitativo y efectivo acceso, desarrollo y (re)produccin
del conocimiento, al derecho a la comunicacin, a la produccin artstica
y a la diversidad de prcticas y costumbres.
Sin embargo, este enfoque en ddhh (generado por el impacto de las
guerras mundiales) todava presenta lugares difusos. 6 El reparto entre de-
rechos reconocidos en tanto ciudadanxs y derechos reconocidos en tanto
personas, sigue vigente. Un ejemplo de ello son los derechos relacionados al
respeto y tolerancia presentes en la nocin de Diversidad Cultural produ-
cida por las polticas multiculturales para el desarrollo, las cuales fuimos
interpelando en la condicin fronteriza que presenta la ciudad de Con-
cordia; y, el derecho individual de las personas al acceso y participacin
equitativa de las diversas prcticas culturales sin distincin de sexo, etnia,
nacionalidad, religin, etc. Paradoja que (re)construye vnculos complejos
entre Cultura(s), Gnero(s), Poltica(s) y Desarrollo.
En este sentido, en el captulo 3 explicamos como en la actualidad
la nocin de desarrollo ya no se reduce al crecimiento econmico sino
que plantea la necesidad de lograr el desarrollo social, mejorar la equi-
dad, fortalecer la democracia y preservar los equilibrios medioambientales
(Kliksberg, 2000): las expresiones identitarias de los grupos sociales -sus
producciones, costumbres, prcticas, entre otras- son concebidas como
elementos diferenciadores en un mercado de bienes simblicos que se
visibilizan como parte de la diversidad cultural presente en este mundo.
Estos bienes simblicos no solo deben ser garantizados por ser derechos
culturales y procurar la cohesin social sino que se (re)producen como
recursos econmicos y de acceso a derechos ciudadanos (en muchos ca-
sos hasta el momento negados). Ahora bien, en este escenario la nocin
de diversidad toma un vuelo propio. Reconocer el derecho a la diver-
sidad como una cualidad homognea, asexuada y sin conflictos -la cual
poseen algunas personas y/o grupos- ha hecho que las polticas culturales
de las ltimas dcadas hayan sido provistas por la retrica de la multi-
culturalidad (ya no la asimilacin de la diferencia y la homogeneizacin)
como motor del desarrollo (Crespo, 2013). En particular, las luchas de las
llamadas minoras sociales (tnicas, religiosas y de gnero) junto a los dis-
tintos programas de organismos internacionales, de normativas locales y
de proyectos de organismos gubernamentales han tomado relevancia con-
6 Autoras como Seyla Benhabib (2007) sostienen que Ana Arendt (1981) no se equivoc total-
mente al sealar el conflicto entre los Derechos Humanos Universales y la reivindicacin de la
soberana como la paradoja bsica en el centro del orden internacional basado en la idea de un
Estado, una Nacin y un Territorio.
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13 Recomendamos leer: Pas Andrade, M (2011) Cultura, Juventud, Identidad: una mirada
socioantropolgica del Programa Cultural en Barrios.
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propuestas desde las polticas pblicas nacionales y/o locales (como desde
organizaciones privadas y/o colectivos y/o individuos) como fuimos dando
cuenta a lo largo de todo el libro.
Desde nuestros trabajos en campo podramos afirmar que existe un
gran avance en la participacin e intervencin democrtica y universal en
el goce, disfrute y creacin de los bienes culturales los cuales se vinculan
con el ejercicio del ser ciudadanx y con el disfrute de los plenos derechos
culturales. Sin embargo, estos derechos, que se visibilizan en las diver-
sas formas de participacin, acceso material y simblico, se observan de
maneras diferentes y desiguales entre varones y mujeres (Pas Andrade,
2013, 2014 y 2015) 14 , es ms, en las directrices de promocin cultural
nacionales esto pareciera no estar explcito.
Nos comenzamos a preguntar entonces si en la vacancia de prcticas
culturales materializadas en la ciudad de Concordia que promocionan la
inclusin regional pero tambin de ddhh existan directrices que visibili-
zaran las desigualdades entre los gneros. Alegbamos, que los derechos
culturales (re)construyen, en las miradas contemporneas, las posibilida-
des del acceso (o no) de (ciertas) minoras tnicas, de nacionalidades,
etarias, de gnero, religiosas, econmicas y la cohesin/integracin de la
diversidad cultural para el desarrollo presente en la regin.
A partir del trabajo en campo y de discursos como el que acabamos
de ejemplificar comenzamos a (re)plantearnos la necesidad de desbordar
el vnculo entre Cultura(s), Gnero(s) y Poltica(s) -que venimos proyec-
tando desde la perspectiva de Derechos- para ahondar en las nociones de
desarrollo que se estn (re)produciendo en nuestro pas para pensar las
polticas culturales como polticas pblicas. Es decir, para comprender los
procesos, resultados, impactos y paradojas de las polticas culturales para
la implementacin de estrategias enmarcadas en el enfoque de ddhh que
(re)generen espacios de equidad para varones y mujeres. Adems, mejorar
la validez de los planes que se asignan a dichas polticas como as tambin
la interpelacin analtica y la redistribucin de recursos que se hace en y
desde las mismas.
Desde esta mirada y focalizando en el objetivo de este trabajo quisira-
mos subrayar que a mediados de la dcada del 70 la Organizacin de las
Naciones Unidas (onu) declar el Decenio de la Mujer (1975/85), a fin
de promover la igualdad, el desarrollo y la paz entre los seres humanos y
entre los pueblos, con la incorporacin plena de las Mujeres y la vigencia
efectiva de sus derechos. Esta iniciativa sent las bases para especficos
14 Nuestro abordaje en campo nos ha permitido observar estas desigualdades.
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2, isis-flacso: Ediciones de las Mujeres N 24, pp. 31-48. Parrini, Rodrigo (2002): Apuntes
acerca de los estudios de masculinidad. De la hegemona a la pluralidad, flacso-Chile.
17 Estamos pensando en diferentes performances corporales de los grupos trans, campaas
contra la violencia sexual, homofbica, etc., muestras teatrales, fotogrficas, televisivas, inter-
acciones y denuncias a travs de las redes sociales, etc.
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Mientras tanto, los hombres (en diferentes formas, por supuesto) fueron
beneficiados con los mejores manjares que ofrecieron y siguen ofreciendo
los rditos del Patriarcado y el capitalismo 21. Entre estos manjares se
encuentran los cuerpos femeninos. No obstante, las ltimas dcadas han
puesto en tensin este poder de dominacin masculino en todos los m-
bitos cotidianos (en algunos ms que en otros). Las hogueras (que han
justificado la quema de nias y mujeres a lo largo de varios siglos) co-
mienzan a encenderse (ahora) en manos de ciertos grupos de mujeres e
iluminan diversos espacios sociales que han comenzado a desdibujarse y
que se ponen en cuestin. Ya se ha entrado a los hogares y se ha visto vio-
lencia, se ha ingresado a las distintas instituciones estatales y se ha visto
desigualdad, se ha caminado por la calle y se ha sentido miedo, se ha visto
televisin y se ha sentido humillacin en el nombre de la belleza femenina,
se ha entrado a los burdeles y se ha visto explotacin y esclavitud 22.
Hablar de Trata de nixs, jvenes y mujeres con fines de explotacin
sexual es inmiscuirse en la sexualidad de los cuerpos; es tensionar las re-
laciones de gnero imperantes; es ahondar en los procesos globalizadores
que generan exclusin social y migraciones; es profundizar en los procesos
mundializadores y en las prcticas y consumos culturales que naturali-
zamos en nuestras vidas cotidianas; es identificar ciertas caractersticas
etarias; es cuestionar las polticas nacionales y globales que reproducen
los estereotipos de gnero y la pobreza; y, por sobre todo, es empezar o
profundizar en la militancia cotidiana de nuestras formas de crianza, de
enseanza, de solidaridades, de comunidades. Es, en definitiva, comenzar
a (re)configurar prcticas culturales, acciones de prevencin y de gestin
de diversas experiencias cotidianas, proyectos comunitarios, espacios es-
colares y recreativos, polticos, vecinales donde nuestros nixs, jvenes y
mujeres (re)conozcan sus cuerpos y su sexualidad como espacios de posi-
bilidades y no como objetos de consumo e intercambio. Se trata tambin
de invitar a los varones a (de)construirse como clientes de los cuerpos
de otrxs y a (re)construirse como sujetos pares en el reconocimiento y la
demanda de los derechos que tenemos todxs por ser humanxs.
De las (re)lecturas tericas que nos posibilit la investigacin, desde el
examen de las prcticas culturales juveniles en la ciudad y de la experien-
cia militante realizada desde el Colectivo Las Juanas con las brujas
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Estimulamos la lectura de Butler (2002,2010); Liska (S/D); Spargo (2006), Ortner (1979); entre
otrxs.
26 Existen diferentes formas de violencia naturalizadas hacia las mujeres: Violencia psicolgica;
Violencia fsica; Violencia sexual; Violencia econmica; Violencia reproductiva, entre otras.
27 Artculo 4 de la ley argentina 26.485: Ley de proteccin integral para prevenir, sancionar
y erradicar la violencia contra las mujeres en los mbitos en que desarrollen sus relaciones
interpersonales (2009).
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Contexto, poltica(s)
Para 2011, un total de 215 vctimas haban sido rescatadas por Trata
de personas con fines de explotacin sexual segn el captulo Poltica
de Seguridad contra el delito de Trata de personas del cuadernillo de
difusin Seguridad democrtica, publicado por el Ministerio de Seguridad
Nacional de la Presidencia de la Nacin Argentina. Dentro de este grupo,
las mujeres fueron mayora. Asimismo, un dato importante en el contexto
argentino es que las vctimas en su generalidad (el 70%) son extranjeras
(por lo cual la regin fronteriza del Ro Uruguay se (re)configuraba como
un espacio de observacin).
A pesar de los avances judiciales y los nuevos programas que se abrie-
ron en los ltimos aos, sigue siendo necesario profundizar las medidas de
acciones polticas que se vienen realizando en los ltimos aos y generar
nuevas prcticas y herramientas que den respuesta a todxs lxs involu-
cradxs. Desde aqu la necesidad de aumentar los esfuerzos de aplicacin y
cumplimiento de la ley de combate a la trata de personas, visibilizar y pro-
blematizar las zonas que promueven y legitiman trabajos ilcitos, investi-
gar el trabajo forzado, a los funcionarixs polticos, legislativos, ejecutivos,
judiciales, gobiernos, grupos econmicos locales y nacionales (pensemos
en el reciente fallo dictado en el caso 29 Marita Vern); y, observar los
cruces fronterizos, entre otras medidas.
De un extremo a otro, entendemos que los avances en cuanto a la fede-
ralizacin y penalizaciones del delito de trata han sido de prosperidad; sin
embargo, afirmamos que la dificultad de las polticas de disear, legislar
y ejecutar sus acciones preventivas de intervencin y de penalizacin del
delito no logran un enfoque multidisciplinar y complejo donde se tensio-
nen las prcticas desiguales de empleo y desarrollo de lo global, regional
y nacional en perspectiva de gnero. Sabemos de manera generalizada
que no contamos con espacios y agentes especializados para trabajar con
las vctimas recuperadas de trata. Algunas consecuencias en las vctimas
de este flagelo son: adicciones; embarazos; violencia fsica y psicolgica;
desarraigo familiar, local, y/o nacional; exclusin de la sociedad y discri-
29 Para profundizar en este caso recomendamos: http://casoveron.org.ar/
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30 Este Programa fue parte de una Poltica Pblica Nacional con perspectiva de Gnero. Se
puede consultar el colectivo de Concordia en www.facebook.com/Las-Juanas-Colectivo-de-muje-
res-Concordia-170542686327217/
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31 Recomendamos leer del Ro Fortuna, Cynthia y Lavigne, Luciana (2010) Una mirada an-
tropolgica de dos polticas pblicas en sexualidad en la ciudad de Buenos Aires.
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2 Para profundizar en este enfoque recomendamos leer Marcela A. Pas Andrade, Miranda Gon-
zlez Martin Marcela A. Pas Andrade, Miranda Gonzlez Martin, M. Julieta Nebra, Carolina
del Valle, Elizabeth Vicente, Roco lvarez, Mariana Pereira y Mara Lujn Platero, 2015, Po-
lticas Sociales y Trabajo Social. Un aporte socioantropolgico y de gnero para (re)construir la
investigacin en y desde la Intervencin social en Nemesio Castillo Viveros (Compilador) Cien-
cias Sociales, Polticas Sociales y Trabajo Social; Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias
Sociales de la uader y la Universidad Autnoma de Ciudad Jurez, Mxico.
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