El Guardavías - Dickens

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El fantasma de las navidades residuales.

Sobre El guardavas de Charles Dickens.

Para comenzar convendra hacer un apunte respecto a la postura de Dickens


frente a lo paranormal. Lo cierto es que el tema resulta un tanto oscuro y
abierto a debate, dado que sus ngulos son mltiples y alcanzan a
enmaraarse en ms de un punto en las ms extravagantes de las
contradicciones. Dickens fue un hombre de su poca, un victoriano hasta la
medula, y condensadas por su prolfica pluma se reflejaron buena parte de las
tendencias de su Inglaterra, que a mediados del siglo XIX se vio invadida por
una oleada de profusa exaltacin haca lo metapsquico, el hipnotismo, el
mediumnismo, los sances espiritistas, el orientalismo naf o la psicologa en
etapa embrionaria y as hasta arribar toda clase de charlataneras de la ms
baja calaa. Ni el novelista, que virtualmente acostumbr mantener puntos de
vista lgicos y escpticos, qued indemne, llegando a practicar el mesmerismo
o magnetismo animal, as como a defender la combustin espontanea
humana a la que echa mano al momento de matar a cierto personaje en su
Casa desolada, amn de la fascinacin que sus creaciones ostentan hacia lo
inexplicable.
En ste sentido me gustara por divertimiento, por ociosidad, por esa
avidez generalmente infructfera que nos lleva a engranar las concomitancias
ms insospechadas y desproporcionadas esbozar una suerte de elucidacin
respecto a la naturaleza de la misteriosa presencia en el cuento que al
presente texto le atae:
Desde que la noche de los tiempos comenzaba a verse irrumpida por
quebradizos y espordicos atisbos de luz, la humanidad se ha afanado en la
aprehensin de lo inexplicable esa mana prcticamente atvica de dar forma
a lo informe, de etiquetar lo que ms o menos colectiva e inconscientemente
facturamos en respuesta a la incertidumbre, a la orfandad, a la positivista
esquematizacin de las cosas dando lugar precisamente a singularidades que
van desde el totemismo a las presumidas y tan en boga profecas mayas. As,
entre las mltiples y multitudinarias ramificaciones mutantes y no metdicas
que ha adoptado dicha fascinacin, bien nos corresponde profundizar en esa
mayoritaria asercin tan exaltada por la parapsicologa asimismo preocupada
por el importantsimo desentraamiento de la piroquinesis y la abacomancia
que es la manifestacin fantasmal.
Las teoras son legin y de tal manera dejando de lado artefactos
pticos, pareidolias, hipnagogias, alteraciones psicotrpicas y otras
plausibilidades en los lineamientos de lo racional y a esa visin folclricamente
tradicional que intenta sujetarle como la manifestacin de almas incapaces,
por diversas y generalmente ambiguas causas, de trasladarse apropiadamente
a otro plano metafsico podemos encontrarnos con que los fantasmas son
percepciones producidas por los mecanismos comunicativos de la telepata;
emisiones tangibles de las experiencias extracorpreas; nubes de plasma
cargadas por campos electromagnticos desplegados en sitios de actividad
ssmica; tulpas o materializaciones del pensamiento proyectadas
subconscientemente por energa mental segn las degradaciones occidentales
del misticismo tibetano; o aqu es cuando nos aproximamos al meollo una
figuracin, no ms certera ni sustancial ni convincente pero quiz, hasta cierto
punto, mejor inscrita dentro de las gradaciones de la extraeza, expuesta por
lo que se ha dado en llamar hiptesis de las apariciones residuales.
Pese a que las bases constitutivas de la hiptesis residual son tan
antiguas como la intuicin y la polarizacin de lo etreo, lo cierto es que sus
elementos argumentativos no logran conformarse ntegramente gracias a
especficas adecuaciones pseudocientficas y a la casi siempre epidmica
ficcin de masas hasta dentro del marco de la contemporaneidad; para aclarar
quiz conviene un poco de Historia: Ya desde finales del siglo XIX, la activista y
psquica Eleanor Mildred Sidgwick esposa de Henry Sidgwick, co-fundador y
primer presidente de la Society for Psychical Research, hermana del conde
Arthur James Balfour, primer ministro britnico y asimismo miembro honorario
de la SPR, y cuada y colega del fsico nobel John William Strutt, Lord Rayleigh
declaraba que determinados muebles o edificios podan absorber impresiones
psquicas capaces de reproducirse a las personas sensibles que mantuvieran
contacto con dichos objetos. En la navidad de 1972 la BBC emiti The Stone
tape, un telefilme que si bien limitado y tcnicamente pobre no carece de su
encanto serie B. Escrita por Niegel Kneale reconocido por la creacin del
popular personaje Doctor Quartermass y por la controversial adaptacin de
1955 de la orwelliana Mil novecientos ochenta y cuatro, dirigida por Peter
Sasdy y protagonizado por Michael Bryan, Jane Asher e Iain Cuthbertson, trata
sobre un grupo de cientficos de la imaginaria Ryan Electrics que intentan
desarrollar un nuevo medio de grabacin y por tanto revolucionar las
tecnologas de comunicacin modernas, instalndose para ello en una aislada
mansin victoriana llamada Taskerland, en cuya decrepita bodega, a las
primeras de cambio, tropiezan con apariciones la secuencia aleatoria y
hologrfica de una sirvienta cubrindose y gritando horrorizada al pie de una
ruinosa escalera que deciden examinar, develando as que el material con el
cual los muros estn construidos posee la propiedad de almacenar y copiar
intensos eventos del pasado. La pelcula, en su momento, no tard en adquirir
cierto culto entre los fanticos del gnero un distintivo mashup horror/sci-fi y
trascendi por la influencia que algunos crculos de parapsiclogos le
adoptaron, quienes, oficialmente o no, utilizaron sus conceptos para
fundamentar la idea del fantasma residual opuesta al fantasma tradicional:
el nima semiconsiente y penante, la idea de visiones repetitivas y no
interactivas, sucesos capturados por el o los materiales de la zona en donde se
llevaron a cabo, retransmitidos peridicamente como si de un dispositivo
meditico ambiental se tratara. La imagen, aunque objetivamente vacua y
pueril, no est exenta de cierta belleza; me inclina por sospechar al mundo
como una versin amplificada de La invencin de Morel, como un escenario
descomunal habitado por hologramas suspendidos en instantes eternizados,
violentos y sublimes y trgicos instantes.
Explicado esto bastara entonces aderezar un poco de mecnica
ondulatoria una que poqusimo tiene que ver con Schrodinger, Bohr,
constantes de Planck, qubits, relaciones de incertidumbre y todas esas
sistemticas galimatas sino con una que de la forma ms derivativamente
pedestre, cognitivamente sesgada y baratamente ciencioficcionera intenta
aprovechar las nebulosidades de la teortica oficial, concretando la premisa
residual con las propiedades superlminicas de los imaginarios taquiones
supuestamente capaces de desplazarse en el tiempo; con el entrelazamiento
cuntico, la propiedad en la que dos o ms partculas en los sistemas
microscpicos se bilocan o mantienen estados correlativos a pesar de llegar a
separarse espacialmente y tambin, hipotticamente, cronolgicamente; con la
conjetura de cierta informacin errtica transmitida mediante corrientes a nivel
subatmico puede amplificarse a travs de los microtubulos neuronales, y as
tendramos algunos ingredientes para fermentar una pseudo-explicacin para
justificar la existencia de condensaciones energticas rompiendo el continuum
lineal, repitindose y proyectndose ad absurdum a travs de las curvaturas
del tiempo.
Alcanzado este punto podemos ahora s, finalmente remitirnos al relato
de Dickens. A caballo entre lo macabro, lo supersticioso y lo inquietantemente
verosmil, construido bajo una elaborada atmosfera de lobreguez y desolacin
y caracterizada por esa suspensin argumental entre lo sobrenatural y lo
psicolgico tan cultivada y perfeccionada por Hoffmann, Gautier o Poe, toma
lugar en un sombro desmonte ferroviario, prximo a la entrada de un tnel de
piedra, donde se sita una caseta de enclavamiento en la que labora el
guardavas, un individuo de comportamiento cuando menos receloso y
excitable a quien el narrador un entrometido en busca de usanzas y
confesiones, es decir: con espritu de escritor se aproxima, consiguindole una
turbadora aseveracin, la de que se encuentra acosado por una visin
espectral que funge como heraldo de catstrofes que el personaje se descubre
incapaz de evitar. La visin es la de un hombre que desesperadamente seala
a las vas con una mano mientras con la otra se cubre el rostro, en un
indiscutible gesto de espanto, gritando: Hola, ah abajo!, expresin con la
que se introduce el narrador inicialmente. Lo ms contundente del asunto es
que cada aparicin presuntamente tres, repartidas a lo largo de un ao
aproximadamente antecede el acaecimiento de fatdicos accidentes
ferroviales, el ltimo de los cuales es la muerte del guardavas mismo. El
descubrimiento final es el eptome de todos: La postura y las palabras de
alarma que el maquinista articula durante el siniestro final consisten en la calca
conductualmente exacta del espectro.
El guardavas o The signalman, ttulo original que me hace especular en
una mltiple significacin, no solo como el sealero sino como, algo ms
literalmente: el hombre-de-la-seal; conceptuando seal como indicacin o
clave, como el smbolo comunicativo cuyo desciframiento invita a la ejecucin
o prevencin de un acto; y tambin, quiz, como el vestigio o impresin que
queda de un hecho toca temas como el determinismo o el fatalismo, la
inevitabilidad de la tragedia desde una suerte revisionista del mito de
Cassandra; as como la eterna batalla entre el escepticismo y la supersticin,
ante lo cual el cuento se acenta como uno de las ms elegantes piezas
narrativas en el ejercicio de la ambigedad.
Cabe destacar, por otro lado, la relevancia de ciertos hechos histrico-
biogrficos. En su prefacio a Historia de dos ciudades, Rafael Torres advierte
que cada acontecimiento en la vida de Dickens, en su autodidactismo e
hipersensibilidad, adquiere una magnitud clave y trascendente en pro de su
corpus literario de este modo personas como su padre, el oficinista John
Dickens, se convierte en el Mister Micawber de David Copperfield y Mara
Beadnell, su altanero primer amor, se convierte en la Dora de Copperfield y en
la Flora Finching de La pequea Dorrit, o circunstancias sociales como la
explotacin durante la Revolucin industrial quedan traslucidas en Cuento de
navidad o en Tiempos difciles. Pues bien, es conocido que dos eventos, dos
accidentes ferroviarios durante un espacio relativamente corto acaso inspiraron
el cuento. El primero, indirecto, tiene que ver con el Dickens book-star y mass
idol se sabe, por ejemplo, que sus giras de lecturas pblicas solan causar
inusitado furor, llegando a agotar entradas a velocidades pasmosas y provocar
especulacin de reventas; xito alcanzado hasta Nueva York, donde, en 1867,
cuando iba a realizar una de sus actuaciones en el Steinway Hall, alrededor de
cinco mil personas ya se encontraban haciendo cola, el Dickens que, sobra
remachar, consciente de su popularidad, de sus cuantiosos lectores y de las
tendencias de estos, tal vez vio en el escandaloso accidente del tnel Clayton,
ocurrido a finales de agosto de 1861 y en el cual dos trenes colisionaron
dejando un saldo de 23 muertos y 176 heridos, el escenario idneo y la
circunstancia motriz para su historia. El segundo, sobrevenido en primer lnea
al novelista y por tanto crudamente significativo, fue el choque de Staplehurst,
en el cual siete vagones colapsaron de un puente de vigas que estaba siendo
renovado, el 9 de junio de 1865 y del que Dickens, quien viajaba
supuestamente de incognito en primera clase con su amante, la actriz Ellen
Ternan, sali casi ileso; no obstante, los estragos anmicos a causa de la
impresin le acompaaron, afectndolo, hasta el da de su repentina muerte en
1870, precisamente en el quinto aniversario del siniestro.
El guardava fue publicado en 1866 dentro de la coleccin Mugby
Junction, en la edicin navidea de la revista All the year round.

Joshua Ometeotl Ramrez Martnez.

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