La Nueva Ciencia Penal
La Nueva Ciencia Penal
La Nueva Ciencia Penal
CIENCIA PENAL
(EXPOSICIN Y CRTICA)
POR
MADRID SEVILLA
F. DE ARAMBURU Y ZULOAGA
OVIEDO
CONFERENCIA PRIMERA
SEORES:
II
III
IV
VI
EL DELITO
CONFERENCIA SEGUNDA
EL DELITO
II
EL DELITO 59
6 la sustancia apetecida (azoada nitrogenada) le desdea y
le perdona la vida?
La analoga sube de punto al pasar del reino vegetal al ani-
mal; los zologos prodigan las pruebas: Ferri , en su libro so-
bre El homicidio, distingue nada menos de veintidos especies de
muertes , es decir, animalicidios , debidos variedad de causas,
Desde hace mucho tiempo, Para nadie es un misterio que el
pez grande se traga al chico, que la araa prepara la trampa
de su tela contra las moscas, que el cuclillo devora las orugas
y la zorra las gallinas y el lobo los corderos; todos saben que
la necesidad de la defensa, el mando de la tribu, el incentivo
del goce sexual, originan luchas, rivalidades, lesiones y muer-
tes entre los sres infrahumanos; y hasta se sabe, sin escnda-
lo, que el proverbio de que los lobos no se comen los unos
los otros, peca de inexacto, y ya, en parte, queda rectificado
en la frase vulgar son lobos de una carnada.
Lombroso, para acentuar el parecido que busca, se fija es-
pecialmente en los animales domsticos y en los selvticos que
forman las sociedades que consagr su atencin Espinas.
Las abejas y las hormigas, tan dignas siempre de los estudios
de los naturalistas, le prestan muchos elementos; su rgimen
y organizacin ofrecen la sociedad singulares maravillas;
pero esta misma complejidad relativa de su modo de vivir,
permite apreciar variados hechos de los que al caso convienen;
as el citado profesor nos habla de las hormigas abejas que,
presas de un furor demente, maltratan y asesinan sus con-
gneres, , dominadas por la ambicin, cometen hurtos se
entregan al bandidaje y al saqueo, , ciegas por el ardor ge-
nsico, incurren en irregulares atropellos... A parte de estos
humildes insectos en los que , pesar de todo, podra el hom-
bre aprender muchose descubren numerosos delitos entre los
representantes del reino animal: as el canibalismo (?) en los
topos, sollos, etc.; el infanticidio y el parricidio en los coco-
drilos, zorras, gatos; el adulterio y sodoma en palomas, ga-
llinas, asnos, perros; el hurto y la estafa en monos, caballos,
-y por ah adelante.
Pero lo an ms interesante de la comparacin resulta al
puntualizar los orgenes el por qu de tales fenmenos: la
crueldad de un animal aparece en muchos casos relacionada
con anomalas cerebrales ostensibles por la forma exterior del
LA NUEVA CIENCIA PENAL
crneo, como los caballos r't jaez busqu, calificados as por los
veterinarios franceses, y de los que es preciso desconfiar ; la
antipata entre individuos de diferente especie, y de la misma
en ocasiones, los arrastra la violencia ms inclemente; la ve-
jez y los dolores fsicos modifican su carcter y los vuelve ri-
josos, egoistas y pendencieros; una suerte de locura suele apo-
derarse de ellos, y acometen contra todo aquello que les sale
al paso; el mpetu del celo convierte en batalladores y furiosos
los que de ordinario muestran ndole blanda inofensiva ; la
presin del miedo puede conducirlos cruentos estragos; el al-
coholismo les ataca, los desconcierta y embravece. Para acla-
rar este ltimo concepto, y por lo curioso del caso, citar el
que menciona Bchner y Lombroso reproduce: habiendo mez-
clado aqul una cantidad de aguardiente la miel con que de-
ba cebarse un enjambre de abejas, observ la avidez con que
se aprovecharon del extrao manjar, y cmo poco se mostra-
ron excitadsimas y abandonaron sus labores hasta que el ham-
bre se hizo sentir de nuevo; entonces, las degradadas abejas se
dieron al vicio y se entregaron sin escrpulo al saqueo y al la-
trocinio (sic).Otro caso curioso es el aducido por Houzeau
en sus estudios de psicologa comparada: los pastores de la
Abisinia observaron que sus cabras coman las aromticas ba-
yas de un arbusto de la montaa , y que , despus de comerlas,
daban muestra de una excitacin particular, que sola ser bas-
tante para que veces se entregasen luchas encarnizadas:
el hombre prob de aquel fruto y encontr el caf.
Las analogas se multiplican con las influencias metericas
que hacen al len del Atlas menos feroz que el del desierto, y
que tenemos ocasin de advertir en los accesos del gato do-
mstico, cuando la atmsfera est muy cargada de electricidad;
con los rasgos fisonmicos que se marcan en los animales fie-
ros, tales corno la robustez de la mandbula, los ojos inyecta-
dos de sangre, la gran capacidad orbitaria , etc. , etc. , rasgos
de que en su da veremos el partido que se saca para el estu-
dio del delincuente humano.
La embriologa del Delito se contina considerando este
fenmeno entre los salvajes, es decir, en los hombres primiti-
vos alejados del concierto de la civilizacin. El trnsito se
justifica mediante la afirmacin de que, lo mismo que entre
los animales, en el salvajismo es el delito la regla general y se
EL DELITO 61
confunde con las acciones ms inocentes; los datos se extrac-
tan aqu de las obras de Lubbock , Tylor, Shortt , Nadaillac,
Maury, Hovelaque, Letourneau , Morselli y otros. Aquella
afirmacin se deduce en primer trmino del lenguaje: as, por
ejemplo , la palabra crimen procede de la raz snscrita hri,
que significa hacer, como en el idioma latino facinus procede
de facere; con un mismo vocablo se designan hechos que hoy
distinguimos en lcitos ilcitos; las voces para expresar la ac-
cin de matar herir son numerosas: Pictet dice que estas
races en sanscrito pasan de ciento. La mitologa nos presenta
triunfante el Delito en el cielo: en las islas Fidj son Turnan-
banga y Ravuravu los dioses del adulterio y del asesinato; los
peruanos deificaban tambin el parricidio y el infanticidio;
Venus y Laverna en Grecia y Roma implican la consagracin
de vicios y delitos comunes. Estas noticias de Lombroso po-
dran aumentarse indefinidamente sobre la base de un antropo-
ino;fismo sin tregua, repetido en la historia religiosa: un distin-
guido escritor dice este propsito, que si los tringulos hu-
biesen de tener un dios, sera de fijo un dios de tres lados.
Volviendo la tierraaunque no habamos salido de ella
en realidad ,se nos habla de la carencia de pudor en los pue-
blos incultos y en las razas salvajes, acusada desde luego por
la carencia de vestido y por la pblica satisfaccin de los ape-
titos gensicos: la promiscuidad, la prostitucin hospitalaria,
religiosa y civil, el incesto , el adulterio, el estupro, el rapto,
el comercio carnal con las bestias, el empleo del falo como
adorno comn, y tantas otras torpezas como pudieran citarse,
son hechos corrientes en tiempos remotos, en los pases recien-
temente explorados y en colectividades menos atrasadas de la
civilizacin pagana. El aborto y el infanticidio, por la escasez
de medios de vida, por razn del sexo, por la supuesta infide-
lidad que se descubre en el nacimiento de seres gemelos, por
la supersticiosa creencia de que la madre premuerta llama al
hijo que dej en el mundo, se prodigan entre los habitantes de
algunas comarcas del Africa, de la Isla Formosa y entre los
Pieles-rojas; el homicidio de ancianos, mujeres y enfermos, de
.que los antiguos historiadores dan cuenta ya, se practica en
Tait, Polinesia, Tierra del fuego, Cafrera, etc.; el canibalis-
mo por falta de alimentos, glotonera, odio guerrero, y an
por piedad filial, es frecuente en las tribus salvajes; Auto Ge-
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lio, Csar, Tucdides, nos clan como lcito el latrocinio en
Egipto, Germania y Esparta, al par que Amicis lo hace refi.
rindose los actuales habitantes de Marruecos, y Daumas y
D'Azara la Arabia y ciertas regiones ndicas.Lo que los
salvajes estiman modo de Delito, es el quebrantamiento de
usos tradicionales de prescripciones religiosas, que viene
ser lo mismo; semejan en esto los animales, que se rebelan
ante una inopinada variacin, como el perro que ladra al oir
por primera vez un instrumento msico ; y tambin se aseme-
jan las mujeres... y los acadmicos.
La copia de datos, influda por igual criterio y enderezada
un resultado preconcebido, se complementa con lo tocante
al Delito en los nios; los escritos de Moreau , Prez, Ban y
lionssel, constituyen el arsenal donde se provee el profesor
italiano para redactar este captulo de su obra , partiendo de
un enunciado semejante al que hube de comunicaros poco h:
los grmenes de la locura moral y de la delincuencia se en-
cuentran, no por excepcin, sino normalmente, en la .primera
edad del hombre, como se encuentran en el feto de un modo
constante ciertas formas que en el adulto son una monstruosi-
dad; nuestros nios son pequeos salvajes, siquiera las madres
ignaras se empean en mirarlos como angelitos del cielo. La
clera es en ellos una pasin dominante: lloran , patean y ra-
bian ante la menor contrariedad, y rompen y arrojan en tales
momentos lo que tienen mano; la venganza, ese placer de
los dioses, es tan suyo tambin, que de ordinario se acallan si
se les permite ejercerla sobre la persona que les ha ofendido, y
an basta que finjamos golpear el objeto inanimado que les
produjo algn dolor ; la envidia es tan general , que muchos
maltratan ocultamente al hermano de quien estn celosos,
siendo ste ms dbil, bien se agrian y se estenan devora-
dos por ese rastrero sentimiento; el disimulo y la mentira no
van en zaga lo anterior, y en estas malas artes ejercitan los
albores de sus facultades; su crueldad resalta en los tratos que
dan los animales menos ofensivos y en el abuso de su fuerza
sobre los que les son inferiores por este concepto; perezosos y
vanos, aman slo el ocio, el juego, el bullicio, se gozan con
los atavos de su traje, buscan la ocasin de humillar con ellos
los que carecen de medios para disfrutarlos, y escogitan la
manera de atribuir su familia las mayores preeminencias y
EL DELITO 63
distinciones; sus tendencias obscenas se apresuran aparecer
en el vicio feo del onanismo y en imitaciones torpes de lo malo
que observan su alrededor; su aficin las bebidas alcohli-
cas se nota bien en los hijos de familias humildes, que se com-
placen menudo en favorecerla...
A esta repulsiva pintura dan los ltimos toques varias no-
ticias biogrficas de personajes famosos por sus maldades, co-
mo Caracalla , Cmmodo , Calgula , Luis XI, Carlos IX,
Luis XIII y otros grandes criminales de inferior notoriedad
histrica, los cuales revelaron en su infancia los perversos ins-
tintos de su naturaleza; una casustica en que abundan los
ejemplares de precocidad viciosa y malvada, y una estadstica
antropomtrica que demuestra la frecuencia de anomalas f-
sicas en los nios.
A presencia de tal pintura , es probable que alguno de vos-
otros recuerde los preciosos pasajes del Evangelio donde el
Maestro ensea que es preciso ser como los nios para entrar
en el reino de Dios, y con acento dulce y regocijado exclama:
sinite parvulos venire ad me; es probable que alguno de vosotros
recuerde que apenas puede citarse ninguna de las grandes pro-
ducciones literarias en que no haya pginas conmovedoras, lle-
nas de delicadeza y de simpata, dedicadas esos seres que em-
piezan vivir y sern nuestros continuadores en la tierra; es
probable que alguno de vosotros, padre carioso, sienta deseo
de traer palabras de protesta los labios que hace pocos instan-
tes acariciaban con deleite inefable el fruto de su amor y el cen-
tro de sus esperanzas. Para esos debo especialmente decir, que
tampoco falta en El hombre delincuente una nota tierna, que parece
sublime discordancia ; tras del hombre de ciencia, fro y sin
entraas, se descubre un punto el padre apasionado y dolori-
do ; acurdase el autor de que la muerte le arrebat un hijo
queridsimo, apresrase colocarle entre las que llama raras
excepciones y escribe estas hermosas palabras: E tu eri fra
quelle , angiolo mio , i cui occhi dolci , vivaci mi splendono an-
cora dal sepolcro, e che non sembravi godere che del compia-
cere altrui!palabras que, mi vez, me hacen recordar las
pronunciadas por David Hume (el clebre filsofo que prest
los contradictores de lo sobrenatural el argumento
les) cuando , recin muerta su madre y oyendo lamentarse
un amigo de que no pudiera hallar consuelos en las ideas re-
LA NUEVA CIENCIA PENAL
64
III
Sin necesidad de que yo os lo vaya sealando con el dedo,
habris advertido ya el significado de las pesquisas que acabo
de reducir la expresin ms concisa posible; el criterio que
las preside y el objetivo que van guiadas. Permitidme ahora
que, antes de tocar en el corazn del asunto, pretenda rectifi-
car singulares conceptos desparramados en esa embriologa del
Delito, comenzando por las frases de Renn que al frente de
ella se estampan: la naturaleza nos da el ejemplo de la ms
implacable insensibilidad y de la inmoralidad ms grande.
Cunto podran replicar esto los verdaderos filsofos de
la naturaleza, los que buscan en ella enseanzas y ejemplos,
y aquellas almas padecidas, que volviendo la espalda los fic-
ticios goces y falaces promesas de la vida mundanal, maltra-
tadas por los desengaos, las deslealtades, las bajezas y las
miserias humanas, convierten sus miradas y sus ansias, piden
un asilo plcido y sereno, una acogida maternal nunca rehu-
sada, esa alma natura! Acaso es insensible porque no lloran
las nubes cuando nuestros ojos lloran , y no responden sus
truenos cuando nuestra clera estalla, y no se oscurece el sol
cuando la ausencia de lo amado enlutece nuestro corazn, y
no se agostan las flores cuando se marchitan nuestras ilusio-
nes , y no chocan las piedras cuando se encrespan las civiles
contiendas, y no rajen las olas cuando la imprecacin y la
blasfemia braman, y no desciende el cielo y el espacio se con-
trae cuando los caracteres se rebajan y los pensamientos ser-
pean entre el fango? Conturbse un da, cuando padeca el Autor
de ella; ridculo fuera que le pidiese sensibleras de histrica, el
pobre sr de quien dijo el poeta
mang par l'acarus, tu veux devorer l'hydre.
IV
EL DELITO 77
Moleschott, Quatrefages, Vogt, Lubbok, Houzeau, Fouille,
Joly, Galton, Delbxuf, Agassiz, Fol, Romanes, etc., etc.
Ha llegado para el hombre la ocasin anunciada por el profe-
ta, comparatus est jumentis insipientibus , y la de ver confirmado
aquel dicho corriente de que las comparaciones son siempre
odiosas. Nadie se haba opuesto que el zologo tornase y co-
locara al sr racional en este 6-en el otro orden de la animali-
dad; que figurase el hombre junto los monos antropomor-
fos, formando en la familia de los primados constituyendo
un reino singular; mientras se trataba de un sr corporal, del
aprecio de su estructura, de la importancia de sus rganos y
funciones fsicas, sera el colmo de la vanidad que protestara
aqul quien fu dicho pelvis es et in pulverem reverteris ; pero h
aqu que los sabios naturalistas resuelven la invasin de que
os habl oportunamente, invaden dominios extraos su im-
perio, pretenden reducir su gobierno ,los fenmenos menta-
les, morales y religiosos , los estiman por el camino de las ana-
logas y de las apariencias;y es entonces cuando, mal parada
nuestra naturaleza, desconocidos los fueros de ciencias que
se despoja de este ttulo, confundidos de un modo lastimoso
elementos que al cabo es fuerza reconocer como cualitativa-
mente diversos, vino la hora de la batalla sostenida por los
creyentes y por los pensadores espiritualistas en la forma que
cada cual corresponde.
El hombre es un animal, pero es algo ms que esto; de la
animalidad la racionalidad hay una distancia grandsima;
ya que no existan motivos suficientes para que en el terreno
propio de la zoologa se haga de la humanidad un reino apar-
te , segn lo quiere Quatrefages, segn cabe defender sin usar
muchos de los argumentos de este ilustre sabio, hay suficien-
tes motivos para rechazar las conclusiones y tendencias de la
psicologa comparada al uso; se puede pecar de laxo en con-
ceder exactitud no pocas noticias suministradas por los mo-
dernos sabios, y aun as persistir la antigua separacin con
todo su vigor; tales son los resultados que recoge un espritu
sereno en la contienda que viene sostenindose.
El animal, se deca, tiene instinto, el hombre inteligencia;
hoy se dice que los animales son inteligentes, afirmacin que,
despus de todo, tampoco expresa nada concreto, porque,
como Delba3uf observa, en cierto sentido tambin puede cali-
LA NUEVA CIENCIA PENAL
/'
ficarse de inteligente un mecanismo. El animal conoce el su-
frimiento,
no conoce el dolor, escribe Laugel; pero no falta
quien para este interesante problema del placer y el dolor ol-
vide la distincin que aparta al hombre del bruto y, cuando
ms, conceda, como lo hace Mantegazza , que el animal en-
cuentra el placer y el hombre le busca , sin columbrar todo el
alcance que esto mismo denota. El hombre es eminentemente
sociable, se repiti de continuo, y con mayor insistencia des-
de que hubo quien soara un estado de naturaleza inveros-
mil; pero la mano tenemos libros como el de Espinas sobre
Las sociedades animales, que dan base equiparaciones fciles en-
tre un hormiguero y una nacin tan pagada de su cultura como
Francia. El animal no tiene libertad; pero ay! que la divina,
ausente tampoco vive entre nosotros, tampoco el hombre es li-
bre , aunque la ilusin se empee en fingrselo. El hombre es
ser de conciencia, de moralidad, de religin; pero tambin se
descubre una conciencia beb en el animal, y unos albores de
moral, y se descubrira un esbozo de religin no ser la reli-
gin, segn Vacherot proclama, una manifestacin inconsis-
tente, que responde un estado transitorio de la humanidad y
que desaparecer como desaparecen los sueos de la infancia;
no ser la compaera obligada de los ignorantes, al modo que
la ciencia, fuente pura de la verdad, lo es de la aristocracia de
la inteligencia, segn Renan asegura. Conviene, no obstante,
percatarse de que sea aquello mismo que cuesta mayor traba-
jo hallar en los animales, lo que llena la vida de las socieda-
des humanas ms prximas su origen: la ley de la evolucin.
debera contar en la historia un auxiliar menos deficiente en
este punto.
Joly, el sagaz psiclogo francs, insiste, propsito de esos
paralelos entre el animal y el hombre, en una dificultad ya
confesada por Darwin y con que necesariamente han de tro-
pezar los investigadores: de los animales slo podemos juzgar
por las manifestaciones exteriores, y de que los hechas se ase-
mej en materialmente, no se deduce en buena lgica que sean
intelectualmente semejantes. As lo reconoce Delbeeuf, y sin
alardear de cientfico, as pareca entenderlo el oscuro alcalde
de un pueblo de quien se cuenta na ancdota que voy refe-
riros por va de incidente chistoso. El citado alcalde haba pu-
Micado una ordenanza prohibiendo bajo pena de multa que
EL DELITO 79
los carros. de los labradores circunvecinos pasasen por las ca-
lles de la villa produciendo el ruidoso rechino que no desagra-
da oir (y hasta para muchos tiene su parte de encanto) en la
aldea apartada y silenciosa; los labradores presentaron la
autoridad municipal una reverente instancia suplicndole que
derogase su disposicin , pues los bueyes gustaban de aquel
singular chirrido y llevaban mejor la carga al comps de su
msica; el alcalde, que no saba nada de que hubieran existi-
do en el mundo intrpretes como Dupont de Nemours, conocido
que le fu este razonamiento, puso al margen de la instancia
un breve decreto que deca as: informe el buey ms antiguo
del concejo.
Con lo dicho no afirmo yo que sea imposible en absoluto,
y ocioso y vano bajo ningn concepto, estudiar y apreciar los
hechos en que los animales demuestran su carcter de seres
vivientes y activos; nicamente significo lo aventurado de cier-
tos juicios los que preside un propsito preconcebido. Es
evidente que el animal realiza actos parecidos los que el
hombre ejecuta ; pero la luz que le gua, la inteligencia (si as
querernos llamarla ) que revela, dista mucho de ser la inteli-
gencia humana, aquella participatio increati en sentir del
sabio de Aquino, sin que ,se vea manera de pasar de una
otra cosa por grados insensibles. El animal recorre un crculo
cerrado entre sus necesidades fsicas y los objetos que han de
satisfacerlas, y sus rganos son los que regulan esta relacin;
cede un impulso, un mvil, cuya causa y cuyo fin le son
perfectamente desconocidos; si un agente extrao, corno el
hombre, interviene y altera las condiciones en que el mecanis-
mo debe actuar, el animal es incapaz de reponerlas y de aco-
modar su actividad las nuevas exigencias. En este sentido se
defini el instinto como el deseo imperioso innato de ejecu-
tar series de actos propios para conseguir un objeto final que
el agente no comprende, y esto han venido ratificar, entre
muchos otros trabajos anlogos, los recientes ensayos entomo-
lgicos de M. Fabre. Estudiada la vida de ciertos hirnenpte-
ros solitarios anuales, que primera vista revelan una inte-
ligencia privilegiada al construir sus celdas en forma de pe-
queas redomas y disponerlas con exquisitos cuidados para
que en el momento oportuno nada falte al nuevo sr depositada
en ellas , M. Fabre hizo algunos cambios con las construccio-
LA NUEVA CIENCIA PENAL
So
nes de dos de aquellos insectos que trabajaban contiguos, y
vi que, desconociendo su propia obra, siguieron su labor
como si tales cambios no hubiesen ocurrido, condenando
segura muerte al sr mismo que al parecer les mereca todos
los afanes maternales. Si cortis el nervio olfatorio un perro,
dice Joly, acabaris con todas sus preferencias por el dueo;
llevad cazar un perro de pastor , que sirve mucho para
cuidar el rebao, y no os servir sino de estorbo. A los expe-
rimentos de Lubbock, que crey haber enseado leer uno
de estos fieles animales, se han dado explicaciones satisfacto-
rias, muy distantes de lo que el maestro pretenda; y en cuanto
(aun concediendo el hecho) la posibilidad de obtener y tras-
pasar por herencia tales adquisiciones parciales, se objet
fundadamente que el perro no habra obtenido nunca esa en-
seanza de un semejante suyo, ni la transmisin sera jams
hacedera, toda vez que slo las aptitudes se conceptan trans-
misibles. El animal mejor dotado no traspasa el lmite de lo
parcial y de lo finito; no produce otros actos que los de sen-
sacin , y, por ende , el smbolo y el concepto estn muy por
cima de sus facultades. Lo contrario podra , sin embargo, in-
ferirse de noticias que los naturalistas acogen con una facili-
dad digna de atencin ; Darwin, por ejemplo, nos cuenta que
un papagayo de un seor almirante, viendo que otro papagayo
abandonaba la jaula y se pona comer unas manzanas colo-
cadas sobre una mesa , le apostrof enrgicamente dicindole:
grandsimo ladrn! Es el hecho cierto? Si lo es , y si la ex-
clamacin del pobre animal no hemos de atribuirla su cos-
tumbre de repetir maquinalmente una frase aprendida (en
cuyo caso no mereca la pena de consignar un hecho insigni-
ficante y casual), por qu no se sacan todas las consecuen-
cias y se da por resuelto un problema interesantsimo? El
tal papagayo, inteligente y moral como l solo, estara llama-
do conseguir en la opinin efectos semejantes al que produ-
jo cierto loro en un sencillo aldeano de nuestra tierra. Entraba
ste en la casa de un indiano recin instalado en la aldea,
y como se encontrara en el zagun con el vistoso animal en-
caramado sobre luciente cruz de hojalata, acercse l con
curiosidad, y para cerciorarse de si era cosa viva simulada,
empez urgarle con una varita; el loro, acostumbrado
repetir palabras desvergonzadas, agit las alas y grit: bruto,
EL DELITO 81
pcaro, pcaro!; espantado el labriego, retrocedi dos pasos,
quitse el sombrero, y con humilde acento exclam su vez:
Perdone, seor; cre que era un pjaro.
Pasmoso es, sin duda, cuanto hacen los animales para dar
satisfaccin sus necesidades fsicas y singularmente para ase-
gurar la continuacin de la especie; dirige sus movimientos y
sus actos en este punto una sabidura nunca bastante celebra-
da y admirada, que si unos , como Hartmann , les obliga
crear el mito de lo inconsciente , otros nos lleva reconocer
el poder inefable de la Providencia; las construcciones del
castor y de la abeja, tan conocidas y ensalzadas, no llevan
ventaja la envoltura que dispone con extraordinaria previ-
sin la saturnia pavonia mino'; el escarabajo macho, al abrir el
agujero de donde ha de salir ms tarde, lo hace con las di-
mensiones necesarias para que los cuernos de que ha de verse
provisto no le impidan la salida; el perro sale al campo y toma
aquellas yerbas medicinales que han de aliviarle, mientras que
la vaca que pasta en la dehesa rechaza las plantas venenosas
que habran de causar un desorden en su economa; el cuclillo
coloca sus huevos en los nidos de otras aves para que los em-
pollen, y al efecto sus huevos son de tamaos diferentes y co-
loreados de distintas maneras, y no se equivoca en la distribu-
cin oportuna, por ms que veces le sea imposible ver,
causa de la disposicin del nido, lo que dentro de l hay; el
zofito que trabaje, en su celdilla separado de todos y cada
uno de sus congneres, armoniza su labor particular con la
labor comn y contribuye al complicado y regularsimo con-
junto del polipero; el rhissa persuasoria adivina, travs de la
compacta madera de las conferas, el sitio en que hay una lar-
va propia para depositar su huevo, y medio de su taladro, le
introduce sin equivocarse hasta una profundidad conveniente;
otros insectos del orden de los dpteros aciertan poner sus
huevos en el sitio en que el animal de que son parsitos ha
de lamerse ha de realizar una funcin anloga, que servir
para llevarlos al intestino las fosas nasales en que esos
embriones deben encontrar lugar adecuado para la incuba-
cin, sustancias alimenticias los futuros seres; y en fin, Se-
ores, hara interminable este relato si continuara citando las
mil y mil ocasiones en que el observador de la naturaleza se
queda perplejo y atnito ante las muestras de inteligencia, de
6
LA NUEVA CIENCIA PENAL
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previsin, de adivinacin constante, segura, indefectible, que
proporcionan todas horas esos inferiores organismos ani-
males.
Pero esa misma perfeccin, constancia, seguridad y fijeza
de sus obras y de sus actos, nos dicen bien las claras que
nos hallamos en presencia de una facultad, de una energa y
de un procedimiento muy distintos de cuanto es y significa la
inteligencia humana. El animal es mero instrumento de algo
que no est en l mismo, sino sobre l y sobre todos; asignada
la causa inmediata la disposicin de sus rganos, no queda-
r el misterio resuelto todava; tener una inteligencia como
la nuestra, sus progresos seran penosos, paulatinos indefini-
dos, y sus seales apareceran en toda su vida, y no nicamen-
te en maravillas singulares; el nio, que es incapaz de hacer
una obra tan acabada corno cualquiera de las que al casi im-
perceptible animalillo atribumos , y que en este concepto se
nos presenta como inferior, hace, segn afirma justamente
Joly, una primera cosa que siempre ser inasequible al ani-
mal; en la accin ms sencilla del salvajeya pudimos ob-
servarlono hay slo una necesidad satisfecha, hay razona-
miento, clculo, eleccin individual de materiales ms aptos
y de instrumentos ms cmodos y apropiados , referencia
principios y normas concebidos para proceder conducirse
con arte; el hombre se sobrepone las circunstancias, aprove-
cha sus experiencias, generaliza sus conocimientos, dirige sus
facultades, descubre en el orden de los fenmenos un orden
racional , rebasa los lmites de lo sensible, ve lo existente y lo
afirma, .forma de un simple carcter exterior la representacin
de una cosa que existe en s misma, y as, constituyendo los
seres inteligibles, que la mera realidad de fuera no puede dar-
le, al modo que el Autor supremo constituye los seres reales,
prueba que no en vano dijo Dios en los comienzos del mundo:
faciamus hominem ad irnaginem et sirnilitudinem nostram.
Aquella cspide de la pirmide que figuraba Bacon, aquellas
altas categoras enumeradas por la filosofa aristotlica, no po-
drn ser jams olfateadas ni ledas por el perro de M. Lubbock.
He insistido adrede en lo tocante la potencia intelectiva,
porque estoy lejos de creer con Quatrefages, de acuerdo en
tanto con Federico Cuvier, Fe, Flourens, etc., que no se d
aqu ninguna diferencia suficiente para separar al hombre del
EL DELITO 83
(i) Me apresuro declarar que Enrique Ferri ha dado este paso re-
cientemente. En el libro titulado Polmica en defensa de la escuela criminal posi-
tiva, acepta el argumento de Moleschott y dice que su conciencia, iluminada
por el saber, niega absolutamente ( sic ) la existencia de la libertad. Ya tene-
mos, pues, por lo menos, dos conciencias que no testimonian en favor de aque-
lla discutida facultad, siquiera el nmero no sea aun suficiente para dar va-
lor estas palabras del ilustre miembro de la minora coscienza por cos-
cienza, tanto vale iI vostra si quanto il nostro no. u
EL DELITO 89
Kant cmo somos capaces de comenzar el movimiento reobrando
sobre nuestros actos y adjuntando el ideal desvelado en un
punto de nuestra marcha; recoged del mismo Sheffle la confe-
sin de que el hombre no slo obra por algo, sino para algo , lo
que supone la visin y comprensin del fin y la posibilidad de
disponer de las facultades adecuadas l; consultad... iconsul-
taos vosotros solos!, recordad aquella hora infausta en que
sucumbsteis la tentacin halagadora, al apetito grosero, al
ardor del instinto; recordad aquella otra feliz y gloriosa en que
apartsteis del camino con brazo robusto la piedra de escn-
dalo donde venais tropezando, en que ahogsteis dentro del
corazn la pasin desapoderada, en que estirpsteis de la mente
la idea pecaminosa y el propsito innoble, en que husteis de
la ocasin dejando acaso entre sus garras pedazos del alma,
en que alzsteis los ojos al cielo sacudiendo la cabeza y arro-
jando al suelo laureles de apetecidos triunfos y coronas de dis-
putadas grandezas; recordad lo porfiado de aquella lucha sos-
tenida en el fondo insondable de la conciencia, lo punzante de
aquellos remordimientos que no podan arrancar de nuestras
entraas amorosas manos y cuyas heridas no detergan ni ce-
rraban los besos ni las lgrimas, lo dulcsimo inefable de
aquellas satisfacciones que brotaban de las profundidades del
espritu le acariciaban con caricias qu escapan al sentido y
suban tambin al sentido para hacerle contemplar mucho ms
grata la tierra y mucho ms grande y luminoso el espacio ,y
decidme, Seores, si no os reconocis como autores de vuestras
cadas y de vuestras elevaciones , si no aceptis como mereci-
dos aquellos remordimientos y como timbres de gloria y anti-
cipado premio aquellas puras alegras, si no concebs que sien-
do la vida perdurable combate, vzilitia est vita kominis super
terram, pueda el hombre afirmarse en la fortaleza de su volun-
tad y en los auxilios de lo alto, y resistir y vencer las astucias
y las embestidas de los enemigos de su verdadera libertad,
respondiendo c- omo el personaje de Corneille:
Contre tant d'ennemis que vous reste-t-il?
Moi!
Es en vano que toda la sabidura del mundo se empee en
oscurecer y negar lo que tantas confirmaciones recibe en el
curso de la existencia y tan arraigado se halla en el nimo de
cada cual y en la opinin comn; y puesto que las negativas
LA NUEVA CIENCIA PENAL
90
EL DELITO 93
vador y su conservador. De los animales cabe afirmar que son
productores de daos, no sujetos de delitos, y las confusiones
que origina en este punto el lenguaje de la nueva escuela no
hay necesidad de sealarlas con mayor insistencia.
EL DELINCUENTE
CONFERENCIA TERCERA
EL DELINCUENTE
SEORES:
II
Atribuye Ferri verdadero inters la determinacin de los
factores que concurren la produccin del delito y que, segn
l, han de dividirse en tres grupos: factores a,btropolgicos, inhe-
rentes al criminal, su constitucin orgnica y psquica y sus
caracteres personales; factores fsicos, clima, naturaleza y ferti-
lidad del suelo, estaciones, temperatura anual, corresponden-
cia entre el da y la noche , meteoros , produccin a u rcola; y
factores sociales, densidad de la poblacin, estado econmico,
religin y costumbres dominantes, rgimen legislativo, consti-
tucin familiar, alcoholismo, produccin industrial. Considera-
dos todos estos factores y apreciada su concurrencia, no slo
se descubre una ley que, trasladando un dictado de la qumi-
ca, puede llamarse de saturacin criminal y origina fecundas ex-
plicaciones y luminosos avisos, sino que se evitan los riesgos
del unilateralismo en que cayeron lo mismo la escuela clsica
con su exclusivo aprecio de la supuesta perversin de la vo-
luntad individual, que la escuela socialista con su prurito de
atribuir al slo influjo del ambiente social la produccin y aun
la justificacin del delito.
Prescindiendo de la propiedad del calificativo que impone
el distinguido profesor de Siena los enumerados elementos
(propiedad que Tarde parece negar al decir que todos los fac-
tores son individuales y psicolgicos), es posible que algn es-
pritu atrabiliario se atreviera sostener que con haber inten-
tado Ferri reunir cuanto contribuye puede contribuir la
existencia del delito, se haba olvidado por completo de lo ni-
co que en puridad le produce; y es que en ese anlisis vera el
descontentadizo vicios marcados de observacin y de lgica,
confundindose lo principal con lo accesorio, lo meramente
ocasional con lo causal, lo que no lleva en s nota ninguna in-
trnseca pertinente al caso y lo que es resultante de complejos
componentes que en tal composicin y por virtualidad propia
se determina ,con todos los caracteres necesarios al efecto. De
induccin en induccin y por el camino que se traza, la dia-
LA NUEVA CIENCIA PENAL
I 12
ti
LA NUEVA CIENCIA PENAL
118
nos muy distantes de los que el positivismo recorre, impulsado
por creencias que no todos comparten, y medio de subjetivis.
MOS
i
que no pretendera imponer cuando son inefables en mucho.
En lo que se refiere los factores sociales, nadie dir que su
influencia haya pasado inadvertida: un poeta de universal re-
nombre, contemplando el patbulo con su mirada de guila,
crea ver escritas en los pilares que le dan sustento dos terri-
bles palabras: miseria, ignorancia ; y sobre esos factores coloc
uno de los ananks que magistralmente desarrolla en una de
sus obras: Los Miserables. Con visibles hiprboles y descom-
puesta audacia aspira el socialismo enemigo de lo existente
demostrar que el delito es la obra de las injusticias sociales,
que, en cierto modo, es la misma justicia ejercida del modo
posible , la protesta aislada que, poco poco, se difunde y vigo-
riza, y organizada un da , y poderosa por el nmero y la or-
ganizacin, acabar al fin por realizar la reparacin inexcusa-
ble. El poder del ambiente social ha parecido tan concluyente
indefinido alguno de los que en nuestros das estudian los
fenmenos hipnticos , que no vacila en considerar todas nues-
tras acciones corno fruto de una inconsciente sugestin que
ninguno escapa. Y aparte de poetas, sectarios y soadores de
mayor menor fuste, es de ahora y de siempre sostener que el
ejemplo de lo que ocurre en torno y las exigencias de las cir-
cunstancias en que nos hallamos colocados, obran con vigor ma-
nifiesto en la conducta humana. De no ser as, no dijramos
que el hombre era esencialmente sociable ; porque lo es, de la
sociedad toma y la sociedad vuelve cuanto, en este perenne
cambio y en esta reciprocidad contnua de que testificamos
cada hora, sirve corno condicin de existencia individual y co-
lectiva. Pero si hemos de salir de un crculo vicioso de una
viciosa concepcin tocante nuestra naturaleza, no hemos de
olvidar un momento que aquel carcter sociable se da en nos-
otros al tiempo mismo que los dems caracteres que nos dis-
tinguen y nos capacitan para la propia obra; que uno y otros
han de explicarse sin perder de vista el conjunto en que arm-
nicamente se expresan , y que tan absurdo corno nos parece
tornar al hombre guisa de material pasivo que se descompo-
ne y talla y ajusta segn los agentes circunstantes, otro tanto-
nos parece idearle fuera del medio que le sujeta su rganis
mo , y en el que halla complementos y auxilios insustituibles,
EL DELINCUENTE 119
EL DELINCUENTE 121
III
El Delincuente, el sujeto activo del delito, es para las es-
cuelas penales anteriores la naturalista positiva, un hom-
bre esencialmente igual los dems hombres que, conocedor-
del derecho y capacitado para cumplirle, conscientemente le
niega, obedeciendo torpes inmorales apetitos; es un rebelde
que puede y debe responder de sus rebeldas, con las que que-
branta el orden de las condiciones necesarias la vida huma-
na individual y social; es un individuo degradado y pervertido,
que puede y debe ser colocado en vas de enmienda y regene
racin , mediante la pena.
En nombre de la nueva ciencia , la escuela penal positiva
rechaza aquel concepto, fruto de prejuicios teolgicos y meta-
fsicos; y formula el suyo, resultado de repetidas experiencias,
calcado en los hechos y en los nmeros. El Delincuente es una
variedad antropolgica, es un loco, un enfermo, un producto-
de atavismo, un salvaje que resurge en la ciudad un ciuda-.
dano que salta la selva , un tipo retardado en los caminos de
IV
Ocupa muchas pginas en los libros lo que pretendo redu-
cir aqu muy angostos lmites, y as, lo que vis oir no ser
ms que un extracto breve y desvado de ello; y como ocupan
tambin mucho lugar en aquellas pginas los esquemas, las
tablas grficas y los datos estadsticos , que no es hacedero
trasladar ntegramente una conferencia, habris de conten-
taron con las menos excusables y posibles referencias.
EL DELINCUENTE 137
(r) Lombroso no quiere transigir con el hecho deque la raza juda pre-
sente algunos de los caracteres ms distintivos de la criminalidad y no sea,
sin embargo, tan criminal como otros pueblos que carecen de aquellas sea- .
les En los hebreos, dice, hay criminalidad latente (manutengolismo e usura)
que oculta disimula la verdadera.--Yo creo despus-de todo, que el legisla
dor se dara por muy satisfecho con
latentizar as universalmente las terri-
bles manifestaciones de la delincuencia.
EL DELINCUENTE 145
ayudarn juzgar de la confianza que debis conceder los
signos de pormenor de que hube de daros cuenta, y entre los
cuales figura uno de que an no acabo de percatarme. Me re-
fiero al de las cicatrices traumticas que suelen abundar en el
crneo de los delincuentes, el cual signo anomala me hace
recordar el cuento de los gallegos:
Barrunto que va haber palosdijo uno.
En qu lo conoces?le pregunt el compaero.
En que ya me dieron dos.
Dejando ya esas alteraciones del crneo que non esprimo-
no che la pi grosolana delle lesioni del centro intellettuale
veamos las anomalas del cerebro y de las vsceras que el
autor italiano otorga mayor importancia; y conste desde lue-
go que la ciencia, no slo afirma que es muy diferente pesar el
cerebro seguida de la muerte y pesarle despus de conser-
vado en alcohol por algn tiempo, sino que afirma adems
que el resultado depende en gran manera de la edad, del sexo,
de la estatura, de la enfermedad sufrida, del ejercicio intelec-
tual practicado, de circunstancias, en fin, que no han de pa-
sar inadvertidas so pena de incurrir en lamentables errores.
Ha cuidado Lombroso de esas circunstancias? Son declara-
das y estimadas en las comparaciones que enriquecen su obra?
Leedla y veris si mis preguntas significan un mero prurito
obstrucionista.
Y cul es el crdito que merece este dato, aun ajustado
las exigencias cientficas? Sabido es que se atribuye falsamente
al ilustre Broca la especie de que las facultades guardan rela-
cin ntima con el peso del cerebro, y cabalmente se present
ocasin de rectificar semejante concepto al poner en la balanza
.el cerebro de un clebre poltico francs: siendo el peso medio
del cerebro humano de 1.400 gramos, el de Gambetta apenas
lleg pesar r.i6o, mientras que el de Cuvier y el de Cromwell
haban pesado 1.83o y 2.000. Por ventura Gambetta era un
hombre insignificante , una pobre inteligencia y un espritu
menos que mediocre? Nada de eso; y los hombres de ciencia
y los partidarios del egregio orador se apresuraron declarar
que la calidad suple la cantidad, y que un cerebro de clulas
nerviosas ms perfeccionadas, es un rgano superior otros
de peso mximo y de constitucin ms rudimentaria.
Benedikt crey haber descubierto la anomala morfolgica
10
LA NUEVA CIENCIA PENAL
146
cerebral caracterstica de los delincuentes, que, segn l, pre-
sentaban en los lbulos frontales cuatro circunvoluciones , en
vez de tres que son las ordinarias ; y este descubrimiento hu-
biera satisfecho no poco la escuela , porque implicaba un pa-
recido elocuente entre el criminal y los animales carnvoros.
Giacoinini se encarg, sin embargo, de evidenciar la falsedad
del aserto: tal anomala se observa en el cerebro de los hom-
bres honestos, y acaso con ms frecuencia.
En cuanto las anomalas histolgicas, ni las experiencias
han sido numerosas en los cerebros de criminales, ni hay com-
1
paraciones con los de individuos honestos, y as lo declara Ga-
rofalo ; pero , por mi parte , puedo deciros que el primer cerebro
que examin acompaado por un distinguido mdico y amigo,
presentaba fuertes adherencias de las meninges y hasta varios
puntos en que apareca algo de pus perceptible simple vista;
y este cerebro era el de una pobre campesina , ya anciana,
muerta de una afeccin de las vas digestivas y que jams ha-
ba dado que hacer la administracin de justicia.
Recuerdo tambin que el cerebro del famoso Bichat , uno
de los sabios ms esclarecidos de la vecina repblica , tena
atrofiado uno de los hemisferios ; y los interesantes estudios de
Soltmann nos ensean cmo la prvida naturaleza acierta
suplir esas deficiencias y encomendar el trabajo fisiolgico de
la regin enferma otros centros nerviosos aptos para el caso.
Respecto las alteraciones patolgicas de las vsceras, per-
mitidme que pregunte: pues qu, por ventura los delincuentes
no estn, como todos estamos, expuestos contraer achaques
y enfermedades? El predominio de las afecciones cardiacas
puede , dice Garofalo con razn , considerarse en mucho como
efecto de la triste vida carcelaria ; y yo aado que la misma
vida anterior desarreglada , preada de temores, corrida en
medio de abusos y excesos y hasta en lugares nada favorables
la salud, proporciona explicaciones suficientes. No se con-
fiesa que la sfilis y el alcoholismo contribuyen al fomento de
esas dolencias? Y el sifiltico y el alcoholista no han demos-
trado ya lo irregular de su conducta para contraer dolencias y
hbitos tan lamentables? De suerte que los efectos acarreados
por la prctica del vicio y del delito vienen estimarse como
anomalas caractersticas y prestablecidas de la criminalidad.
Estupenda lgica! que, pesar de serlo, difcilmente llegar
EL DELINCUENTE 147
componer la aseveracin tocante los numerosos desarreglos
patolgicos que se asignan al criminal y la otra aseveracin
rotunda de que los criminales logran larga vida: el enfermo
vive poco.
Los datos referentes la talla y el peso de los criminales,
tampoco creo que significan lo que se pretende: las observa-
ciones de Lombroso no estn acordes con las de otros obser-
vadores, Tompson y Wilson entre ellos, y el gnero de vida,
las condiciones del delito mismo y otras causas anlogas , dis-
tantes del sentido que se trata de imponer, facilitan la racio-
nal interpretacin del hecho. Si el muchacho, por ejemplo,
lleva una vida suelta, agena los trabajos mentales, ocupada
en ejercicios y juegos que favorecen el desarrollo corporal, es
consiguiente que exceda en estatura y peso al menor recludo
en el hogar y en la escuela durante muchas horas, cargado
prematuramente de tareas morales, y entretenido de ordinario
con diversiones sedentarias y suaves. En condiciones naturales
semejantes y bajo un plan educativo ajustado sabias pres-
cripciones, es seguro que las notas distintivas que se buscan
entre el menor honesto y el delincuente, fallaran casi de con-
tinuo. Que el homicida sea ms frecuentemente alto y robusto,
el ladrn de talla mediana baja, el estuprador dbil y de
poco peso , nada tiene de raro: para los delitos de sangre se
necesita en muchas ocasiones fuerza material; para practicar
un escalo, penetrar por una brecha realizar las operaciones
que suele suponer el latrocinio, puede ser una ventaja la pe-
queez de la talla ; y los apetitos que muestra el estuprador,
no son en verdad de aquellos que contribuyen la robustez y
la grosura. Pero repitindose tanto el doble delito de robo
con homicidio, qu es lo que resolver la escuela en este caso
sobre la estatura y el peso ? Y qu acerca de otros casos, tam-
bin repetidos, en que la torpe pasin deshonesta se acompaa
de sangrientas ferocidades? A dnde se quiere ir por esa sen-
da de datos empricos, mal concertados, mal entendidos y de
ninguna vala para impedir echar por tierra explicaciones
compatibles de todo en todo con las creencias dominantes? (I).
VI
(I) Claro es que Lombroso no agot el examen de los que nosotros llama-
remos caracteres fsicos y morales del Delincuente: en la Polmica dice que,
entre otras cosas, le falt estudiar lo tocante al olfato y al gusto, y que estu-
di poco la sensibilidad muscular y los errores sexuales. Ferri dice a su vez,
que en punto psicologa criminal queda an mucha materia de estudio.
La obra de Marro, no slo enriquece con numerosos y propios datos los
puntos examinados ya, sino que extiende sus investigaciones otros particu-
lares interesantes (medida de la mano, pulso y respiracin, y su correspon-
dencia, movimientos reflejos de los msculos, etc., etc.), clasificando los ca-
racteres criminales en atpicos, atavsticos y morbosos y fijando en estos ltimos
la causa prxima de los delitos. Encierran capital importancia estas palabras
suyas : nell' insufficienza nutritiva temporanea permanente degli orgain
cerebrali stia la causa precipita delle vare forme della delinquenza ; por
manera que el defecto de nutricin del sistema nervioso central, una espe-
cie de polarizacin cerebral, como l escribe, viene ser el carcter de los
caracteres.Si con esto se gana en precisin, lo que parece, no se ve toda-
va la explicacin satisfactoria del hecho criminoso y nos quedamos en el
EL DELINCUENTE 165
VII
LA PENA
CONFERENCIA CUARTA
LA PENA
SEORES :
II
III
delitos que hoy se castigan con una breve reclusin tina irri-
soria indemnizacin de daos y perjuicios.
Viniendo ahora las ofensas al sentimiento de justicia, y
empezando por los reos instintivos, los rasgos fisonmicos, el
hecho de descender de ociosos, alcoholistas malhechores, las
reincidencias, la no existencia de una necesidad imperiosa na-
cida de la miseria del abandono, son otros tantos signos que
llevan afirmar con seguridad que es un ladrn un estafador
nato incorregible el individuo en quien concurren. Estos
reos instintivos contra la propiedad, sern examinados por
mdicos alienistas y conducidos al manicomio criminal, y si
all no manifiestan ninguna forma de locura, se les condenar
relegacin perpetua y trabajo obligatorio, pues la pena capi-
tal se limita los homicidios en razn que cuando el senti-
miento de piedad no fu violado por el delito del modo ms
grave irreparable, ese mismo sentimiento se opone la muerte
del reo. En las ofensas la justicia , los reos fortuitos dan el
contingente mayor ; las influencias del ambiente son muy va-
rias y el sentimiento atacado no tiene el mismo arraigo que
el de piedad, de que antes hablamos. Es menester sacar al reo
de la atmsfera en qu ha vivido y trasladarle otra diferente;
pero para determinar con acierto el modo de eliminacin , im-
porta mucho descubrir la especie de spinta que el hecho puede
atribuirse : as, ser el ocio , el reo ir un ambiente donde la
necesidad de la propia conservacin le fuerze trabajar, y esto
se lograr adscribindole una compaa de trabajo en un
lugar aislado y con establecimientos industriales creados ad hoc
por el Estado: trabaja y gana un salario, aunque menor que
el de los trabajadores libres, muere de hambre. Si una nece-
sidad momentnea de dinero una inexplicable aberracin
fu lo que ocasion el hurto, la estafa la falsedad, importa
en primer trmino que la concupiscencia del reo se vea COM"
pletamente defraudada, esto es, que no pueda aqul esperar
fruto alguno del delito una vez descubierto: obligarle una
completa restitucin reparacin del dao y una multa favor
del Estado, ser lo ms eficaz, valindose para ello de medi-
das anlogas las antes indicadas: y la eliminacin por el
primer delito se limitar, la interdiccin de los derechos pol-
ticos, de los cargos pblicos y de las profesiones liberales, Las
colonias agrcolas penitenciarias para los delincuentes jvenes
LA PENA 217
IV
Si mi propsito de daros una idea de las opiniones del po-
sitivismo penal en el punto que hoy tratamos, me oblig des-
cender pormenores sin los cuales no verais con claridad las
LA PENA 219
;reja
no debera repugnarnos en absoluto, no ser porque aque-
lla confusin de la libertad y el derecho, y aquel extrao po.
der del contrato en la vida social, implican errores ya anti-
guos y gastados, siquiera se reproduzcan en una nueva forma.
La responsabilidad social, la defensa social, el bien de la
especie , son otros tantos fundamentos que se ofrecen para
reemplazar el criterio existente y asentar la represin; diferen-
tes en el nombre, son en sustancia iguales : iguales en firme-
za y en resultados. Si se niega la responsabilidad individual,
se desconoce lo que la sociedad es, hay que negar la res-
ponsabilidad social; lo uno implica lo otro, y en el todo no ha
de surgir por modo maravilloso aquello de que en absoluto
carece la parte.La defensa social es una frmula que, usada
ya por escuelas que reconocan la responsabilidad, era impro-
pia, segn se ha demostrado cumplidamente por los penalis-
tas; en el caso presente y con el sentido positivista , la impro-
piedad sube de punto, y as se comprende apenas se para la
atencin en las condiciones que la defensa legtima supone.
El bien de la especie, la conservacin de la especie , las exi-
gencias de la especie, es un eufemismo, y no significa ms que
el capricho, la tirana, la fuerza; ni significan tampoco en de-
finitiva cosa mejor las precedentes locuciones. Quin decide
lo que conviene no la especie? Es posible decidirlo en ab-
soluto decidirlo en un momento dado? Por qu no es bueno
lo que hace el criminal? Por qu es malo ? No obedece el
criminal su naturaleza ? Importar algo , algo trascenden-
tal , que el delincuente est solo que los delincuentes sean
hoy los menos ? No estuvieron solos y no fueron sacrificados
injustsimamente muchos de los que hoy aclamamos como
fundadores de salvadoras doctrinas como bienhechores in-
signes de la humanidad? No pueden los criminales ser un da
los ms? Y el nmero entonces lo justificara todo ? Dentro.
del estricto criterio positivista, los criminales pueden ser los
hroes; y en esta ceguera para toda finalidad, para toda dis-
tincin entre el bien y el mal, no caben ms que dos solucio-
nes: el dejar hacer, porque todo es natural, y todo debe ser
porque es; la fuerza brutal, incondicionada , irrazonada,
porque s. Irrisorias soluciones!
No cumple mi propsito detenerme tanto en presentar
reparos la crtica que Garofalo hace del otro principio en
LA PENA 231
la coesistenza di uno stato civile e del delinquente: duque fra essi non
pui csistere rapporto gluridico. Discutere a proposito del delinquente di di-
ritti dell'individuo un parlare a sproposito, scambiando fra loro cose assolu-
tamente eterogenee, come 1' U01710 delinquente e l'uorno onesto.
16
LA NUEVA CIENCIA PENAL
242
hadas y Jainica y la situacin que all tenan , forman una
de las pginas ms ignominiosas de que debe avergonzarse un
pueblo honrado; los medios coercitivos y aflictivos de que fu
preciso echar mano, las evasiones frecuentes, las insurreccio-
nes repetidas, la corrupcin moral , la existencia de lugares
que merecieron ttulos tan expresivos como el de Islas infernales,
la posterior resistencia de las colonias prsperas recibir nue-
vos contingentes de malvados , son testimonios elocuentsi-
mos, que no es lcito preterir olvidar los reformadores de lo
existente. El mismo Garofalo, al discurrir sobre si la deporta-
cin pudiera ser sucedneo de la eliminacin absoluta, descu-
bre inconvenientes graves del lado de la seguridad social; y
es extrao que despus abandone esos temores al hablarnos de
esas islas lejanas, desiertas, incultas, casi soadas, que llama
en auxilio de su relativa eliminacin. Acaso al idear su plan
ha querido hacerle para uso particular de Italia de tal cual
nacin que disponga, cuando menos, de la posibilidad mate-
rial de realizarlo? Ms vasto creamos que fuera el intento, si
no ms original, y nunca ocasionado que las naciones que
carecen de territorios adecuados, se vieran perplejas para des-
embarazarse de sus culebras de cascabel con arreglo al diagnstico
y al plan depurativo de los nuevos doctores ; ya que no empe-
zaran por entender, segn entiende la ilustre escritora espa-
ola , que el remedio propuesto tiene todo lo que puede desear
la debilidad, la pasin, el error, la hipocresa, pero le falta
cuanto exige el derecho.
Cuando la eliminacin relativa, que en este primer grado
sera muchas veces disimulado procedimiento para la elimina-
cin absoluta, no requiere alejamiento tan radical y completo
del penado, viene convertirse en la usada y conocida Pena
del destierro. Debiera sta aplicarse con mayor frecuencia?
Convendra separar al reo de la atmsfera en que actan in-
fluencias ocasionales perniciosas, de las compaas corrupto-
ras, de la vista de sus vctimas de la familia de ellas, de los
lugares donde sembr la alarma y el escndalo, y hacerlo en
consideracin delitos distintos por su nmero y calidad de
los que hoy se castigan con el destierro? Para proponer este
cambio y para aceptarlo no habra, por cierto, necesidad de
mover tanto rudo ni de subvertir los fundamentos de los ac-
tuales cdigos. Sin embargo, si como ya indicamos, entre los
LA PENA 243
defectos de la deportacin y del destierro, figura en primer
trmino la dificultad para impedir la evasin del reo, no se
explica satisfactoriamente que quien se cura ante todo de la
defensa social, quien parafrasea con insistencia el ut securiores
cceteri vivant , conceda importancia excesiva al aludido medio
de represin.
Otro elemento componente de su sistema, que Garofalo
otorga inters grande y que le da motivo para censurar una
vez ms el sistema en uso, es la coercin para la reparacin del
dao proveniente del delito. Lo que hoy existe, la responsabi-
lidad civil, jzgalo deficiente ineficaz, influido por las pre-
ocupaciones de los juristas y letra muerta en la prctica. Acep-
tando en este punto una parte del programa penal de Spencer,
ahito del utilitarismo ingls, la coercin personal reparadora es,
su juicio, el mejor sucedneo de las penas leves y menudo
ilusorias de hoy: y encomia la fuerza de este dilema que se
propondra al reo; restitucin reclusin sin trmino. Pres-
cindo de la justicia que resplandece en las dos proposiciones
enunciadas (una Pena posiblemente interminable como suce-
dneo de una Pena leve) y voy aclarar lo que el autor pre-
senta obscuro. Los juristas creen que el dao causado por todo
delito debe ser siempre reparado (siempre que haya trminos
hbiles, que no siempre los hay); y creen ms, creen que an
el dao causado sin dolo, por un loco, por un menor, exige lo
mismo; y esta responsabilidad que llaman civil, y que no po-
dan llamar de otra manera toda vez que afecta los que no
son responsables criminalmente, es transmisible los herederos,
principal y subsidiaria, alcanza la restitucin, la repara-
cin del dao causado, la indemnizacin de perjuicios, y en
los hechos punibles alcanza los autores, los cmplices y
los encubridores: ved este efecto los artculos 19, 20, 21, 114,
121, 122, 123, 124, 125, 126, 127, 128, 464 y 494 de nuestro
Cdigo, y os convenceris de que el legislador no ha sido parco
ni flojo en las disposiciones que consagr al asunto. Lo que
los juristas no creen, es que esta responsabilidad deba reves-
tir forma penal, porque parte de la razn que de paso acabo
de significaron, cuando entienden que el delito pide una Pena
que recaiga sobre la propiedad, establecen las penas pecunia-
rias, las multas, que reformadas en la ley, segn el consejo de
la ciencia, pueden ofrecer mayor equidad, mejores resultados,
LA NUEVA CIENCIA PENAL
244
sin ofender al ya ofendido, sin autorizar instituciones odiosas
(pie injurian la pobreza, y sin dar patentes de relativa impu-
nidad al poderoso. El Congreso antropolgico criminal de
Roma, que en otras ocasiones me refer, discuti la tsis que
nos ocupa, pero tras de los informes de Fioretti y V enecian, y
de la animada discusin que dieron origen, su acuerdo nada
puntualiza y viene slo reducirse lo siguiente: manifestar
el deseo de que la legislacin positiva adopte los medios ms
eficaces para hacer efectiva en la prctica la responsabilidad
civil , no slo en inters de la parte ofendida, sino de la defensa
social. Por qu esta vaguedad y hasta esta aceptacin del
tecnicismo clsico? Vironse tal vez los peligros, las dificul-
tades y las injusticias de una solucin ms concreta y radical?
No quiero preguntar si habiendo sentado corno principio
que la eliminacin era la forma racional de toda represin,
entra dentro del molde esta ltima Pena y otras en que no me
detengo por ser importadas del catlogo de las existentes; urge
que terminemos esta crtica, ya demasiado prolija, con algu-
nas consideraciones que tocan la relacin de las Penas que
examinamos con los delitos correspondientes. En esta relacin
se ingiere el nuevo trmino de la temibilidad, en el que se acen-
ta la situacin de una teora que mira el problema penal del
lado de los que temen, es decir, del lado de la sociedad; la cual,
para nosotros, antes que temer al criminal, ama el derecho.
Polletti (El sentimiento en la ciencia del derecho penal) ha visto cla-
ro al advertir que la temibilidad, que es un sentimiento, no
puede atribursele el valor de un principio, y Tarde (La crimi-
nalidad comparada) se admira con razn de la singuliere quantit
que la temibilidad expresa. Al querer Garofalo responder
estos cargos, abre ms camino al ataque, como quien al inten:
tar la imposible extraccin del proyectil que caus una pro-
funda herida, abre camino ms fcil la muerte: col mio sis-
tema, dice entre otras cosas, non tolto di fatto ogni rapporto
fra la repressione penale e la gravit intrinseca del reato, in
quanto questa, considerata nell elemento del danno od in
quello del valore morale dell azione, uno dei fattori della tenu-
bilit. No equivalen tales palabras una capitulacin con el
enemigo? Ya sabemos que en el aprecio de la temibilidad no
entran slo aquellos elementos, pero s se recurre ellos para
alejar la injusticia; virtualidad no pequea se les otorga, y
LA PENA
245
mucho pierden, por ende, las acusaciones dirigidas al sistema
de la proporcin penal. Adems, con ocasin de precisar el
medio idneo la represin de los criminales instintivos, ofenso-
res del sentimiento de piedad, no se declara que el solo hecho
del delito basta para decretar la eliminacin absoluta? En to-
dos los casos no se declara que para penar es indispensable
que el hecho ocurra? No se desconfa en cambio la continua
de la certeza del juicio proveniente del examen somtico y
psicolgico? No hemos probado nosotros que esta descon-
fianza debiera ser todava mayor? Qu es , pues, lo principal
en ese cmputo de variados datos? De dnde se deduce con
preferencia la idoneidad del medio? Aun aceptado como bueno
el trmino de la temibilidad , no ha de corresponderse con l
la Pena que se imponga al reo? Esta correspondencia es otra
cosa que una proporcin ? Puede ser idneo lo despropor-
cionado?
Si en la determinacin de la temibilidad entran elementos
que se toman de doctrinas calificadas de inseguras y variables,
y entran en tanta medida, es vano declamar sobre la fijeza del
nuevo criterio; si la temibilidad, respondiendo su nombre, se
acomoda al sentimiento producido por razn del delito, los
riesgos que se expone la justicia sen evidentes; si la temibi-
lidad no representa la perversin de una voluntad consciente,
no hay motivo racional para distinguir al hombre del bruto,
al sano del enfermo, al cuerdo del loco. Nada hay, por tanto,
de extrao en que se lamente que el criterio de la temibilidad
suprima el mrito y demrito de las acciones y haga caso omi-
so de la justicia; en cambio, hay sobrados motivos para admi-
rarse de la donosa rplica contenida en la Criminologa. Qu
ocurre hoy en punto al aprecio del mrito del demrito? No
se encomia al soldado valiente, siquiera sea hijo de padres va-
lerosos, y no se afea el proceder del que huye aunque le fuera
imposible vencer su miedo? Ni lo uno ni lo otro, contestaremos
nosotros; prubesenos que el ser valiente un soldado es fatal-
mente debido la cualidad de valiente que tuvo su padre, sin
ningn esfuerzo tampoco de parte suya , y el hecho no tendr
el aprecio que la opinin le da; prubesenos que su compa-
ero le fu imposible vencer el miedo, y ser un miserable el que
le afrente. El post koc ergo propter koc, no puede prosperar en
buena lgica; la opinin entiende que el que ama su patria
LA NUEVA CIENCIA PENAL
246
VI
EL JUICIO
CONFERENCIA QUINTA
EL JUICIO
II
III
Ferri, que, segn se dijo, confa muy poco en la influencia
que la amenaza legislativa puede ejercer para apartar al hom-
bre del delito, opina que esta pequea utilidad coactiva se de-
ber, ms que al cdigo donde se sealan las penas, al sistema
de procedimiento criminal. La observacin es exacta y no ha
escapado los criminalistas de otras escuelas; depende, sin
duda, de que el procedimiento es el que da vida y efectividad
LA NUEVA CENCIA PENAL
2S2
IV
y
En medio de la indeterminacin y la oscuridad que todava
existe sobre muchos puntos de lo que llamaramos mecanismo
judiciario de la nueva escuela, existe uno sobre el cual las de-
claraciones son terminantes: ni magistrados ni jurados. Los
magistrados con su vano saber de leyes romanas, con su apego
las frmulas, no sirven para administrar rectamente justicia
la manera que la desea el positivismo penal; y menos, mu-
cho menos, sirven los jurados, ignorantes, tornadizos, venales
y medrosos.
No s yo dnde habr formado la escuela un concepto tan
despreciativo de la cultura jurdica de Roma y de la vida que
all vivi el derecho, aunque me inclino creer que ni Savigny
ni Ihering, Ihering sobre todo, fueron sus maestros; no s yo
tampoco hasta dnde es pertinente manifestar temores al for-
malismo, al artificio, la ficcin, hoy que la oralidad y la pu-
blicidad de los Juicios criminales trae la administracin de
justicia el triunfo de un sano naturalismo, si as puedo expre-
sarme; pero reservando mi opinin acerca de lo que todos
convendra que los juzgadores entendieran de veras lo mismo
que en ellos se tilda, y sin tomar mi cargo la defensa de la
magistratura, que la hallara cumplidsima no existir en con-
tra suya otro linaje de consideraciones que las enunciadas, no
e s fcil excusarse de criticar la impugnacin destemplada y
violenta de que es objeto una institucin que prestan simp-
tica acogida las diferentes naciones civilizadas; impugnacin
en que no se combate slo el Jurado como tribunal incompa-
tible con la prctica de las doctrinas positivas, sino como im-
LA NUEVA CIENCIA PENAL
314.
propio insostenible para conocer de los asuntos que se le so-
meten en el da bajo el imperio de cualquiera doctrina jurdica.
Que el Jurado es una reminiscencia de pocas b rbaras, y
una mistificacin histrica el abolengo que se le asigna, cons-
tituye uno de los argumentos de sus apasionados im pugnado-
res que para nosotros apenas merece examen detenido; ni
con probar que los brbaros tuvieron usaron tal cual cosa,
se prueba que la cosa sea mala, ni con probar que en Grecia
<5 Roma tuvo su origen una institucin, se prueba que es bue-
na; pero , corno dice bien Carrara, si algo debe ser antiguo, si
de algo cabe proclamar que no tiene origen, es, por lo que de na-
tural implica, el Juicio por jueces legos, por simples hombres
que no han hecho un privilegio una profesin de la tarea de
juzgar; este privilegio, esta profesin, suponen ya un grado
superior de social desenvolvimiento. No obstante, la opinin
de que los griegos y romanos presentan antecedentes que, in-
terpretados de un modo racional, no literalmente, revelan la
influencia del mismo principio que anima el Jurado moderno
y una organizacin muy parecida, est autorizada por escrito-
res tan competentes como Zumpt , Prins, Pergameni, Vacca,
Pisanelli, Pizzamiglio y tantos otros; buscar la identidad para
afirmarla, segn hace el primero de stos, para negar la si-
militud, segn hacen los impugnadores, es innecesario y aven-
turado afn de afirmar ciego empeo de contradecir.
Que los polticos ,declamadores incontinentes son los
principales adalides del Jurado, como lo fueron de otros insti-
tutos ya cados en profundo descrdito, es otro de los motivos
de censura. Con sustituir la adjetivacin y consignar que los
polticos liberales defienden sn descanso el Juicio por jurados,
el hecho resultara ms exacto; y cuenta que no es preciso to-
car en los arrebatos del radicalismo revolucionario para hacer
suyo ese rengln del programa poltico; Ministros conservado-
res le han aceptado y han cantado sus excelencias en Italia,
y un Gobierno, conservador tambin, se dispone resucitar en
Espaa lo que en 1875 qued abolido. Y es que el Jurado, as
atrae favor suyo razones de ndole meramente poltica, como
razones cientficas y prcticas de verdadera vala. La historia
demuestra que nace con la libertad, crece y prospera con ella,
y si acontece que la libertad se amengua decae, el Jurado
sigue ese movimiento descendente, y cuando, como por des-
EL JUICIO
315
gracia ha sucedido, la libertad muere, con ella muere tambin
el Jurado. , en 1874.) Hasta en la misma nacin in-
glesa, tierra clsica de esta institucin , si con los Estuardos,
con la Cmara estrellada, la libertad se eclipsa, eclpsase aqulla
transitoriamente.
Los polticos liberales son perfectamente lgicos en su as-
piracin; el poder de juzgar va. unido de continuo la sobera-
na, y si se proclama la soberana del pueblo, si se llama al
pueblo la funcin legislativa, la funcin ejecutiva, por qu
ni cmo ha de exclursele de la funcin judicial? Bastar
apresurarse declarar que esta ltima funcin reviste un ca-
rcter tcnico, que incapacita los simples ciudadanos para
su desempeo? De dnde se deducen ese carcter y esa in-
competencia, respecto al aprecio inteligente del hecho y la
idea universal del derecho? Por qu no pedir en tal caso que
los Parlamentos, las Cmaras, abran sus puertas nicamente
los legistas, ya que en ellos se forman las leyes? Los polti-
cos liberales quieren que los derechos de los ciudadanos ob7
tengan las mayores garantas posibles, y para huir las arbi-
trariedades de Gobiernos recelosos y absorbentes, y para evitar
monopolios irritantes injustificados, apelan al Juicio popular,
y creen evitar as los peligros que se corren con magistrados
amovibles, dciles las rdenes insinuaciones de los gober-
nantes, y las contingencias tambin temibles al erigir una ma-
gistratura privilegiada, inamovible, poseedora de facultades
las ms sagradas y respetables.
Pero no hablemos ya de polticos de este del otro color;
sera prurito de oposicin caprichosa negar que jurisconsultos
ilustres, magistrados competentes y peritos, hombres de cien-
cia y de experiencia en fin , son partidarios entusiastas del
Jurado; algunos nombres citamos ya, como los de Carrara,
Pizanelli y Vigliani, que abonan nuestro aserto, y la lista sera
larga buscar otros en la misma Italia, en Francia, Alemania,
Austria, Inglaterra, Rusia, etc.; Pessina, Mancini, Hlie,
Helio, Oudot , Mittermaier,, Ihering, Brunner, Glaser, Cake,
Forsyth, Phillips Wladimirow, y tantos ms, no merecen
se guramente ser contados entre los polticos indoctos irre-
flexivos. Cierto es que jurisconsulto s y magistrados, tambin
de nota, figuran del lado opuesto, y en nuestra Espaa no fu
el insigne Pacheco quien menos duro se mostr en combatir
3i () LA NUEVA CIENCIA PENAL
ginas 61 y 62.)
He repetido textualmente estos prrafos de Ferri, con su mo-
ntona insistencia, que tiene algo de la tenacidad implacable
del remordimiento, porque en ellos est pintado lo vivo no
la imposible pretensin de sus adversarios, sino el compromiso
que contrae la escuela y que impone sus jueces por virtud de
las premisas que sienta, de los anlisis que acomete y del re-
sultado que aspira. Ella, y no aqullos, es la que cree en la
fatalidad de la accin del medio que circunda al reo; ella es la
que descompone los factores del delito ; ella es la que concede
valor grandsimo los caracteres somticos; ella es la que de-
clara que la eredit del vizio, della rnalattia del delitto,
regina delle prove ; ella es , en fin, la que se mete en un labe-
rinto sin salida y se atreve esperar dalle odierne cognizioni
scientifiche lo que no pueden darle.Es verdad que no per-
sigue la responsabilidad moral del agente, pero persigue su te-
mibilidad , persigue la definicin del tipo, persigue la clasifica-
cin exacta del reo en un grupo dado, persigue la aplicacin
de un medio idneo para la represin de cada criminal; y esto,
Seores, dentro del rigor dialctico que hay derecho exigir,
para que se haga no ms que verosmil el acierto, arguye la
necesidad de traer al Juicio criminal un cmulo de anteceden-
tes, datos, ensayos, auxilios, observaciones, experimentos, tan
variados, tan copiosos, tan prolijos, que no es de extraar que
la misma escuela se asuste de la propia obra y se esfuerze en
simplificar la tarea y en presentarla fcil y llana hasta cierto
punto. Pero esta simplificacin es caprichosa; esa facilidad
esa llaneza, arbitraria y convencional. Ferri se vale de un ejem-
plo, en un caso de homicidio, para puntualizar lo que los jue-
ces que juzgasen con arreglo al nuevo criterio, deberan ir ave-
EL juicio
327
riguando sobre el caso; Garofalo se previene su vez contra la
objecin que desarrollamos; ambos sostienen lo expedito y
breve del procedimiento recomendado; ambos, no obstante,
sacrifican este propsito, al propsito de presentar como muy
sencillo y prctico su sistema de enjuiciar_ , tal vez lo ms ori-
ginal y sustancioso de la doctrina.
Discurriendo sinceramente, es cosa fcil y prctica precisar
en cada caso el grado de temibilidad? No depende el aprecio
de esa temibilidad y su grado, del aprecio individual y exacto
de cada uno de los precedentes del reo (es el reo hijo de pa-
dres locos, criminales, alcoholistas , hay en su familia ejem-
plares de esta clase? ha dado el reo mismo muestras de algu-
no de estos vicios anomalas? ha delinquido? cuntas
veces y de qu modo y en qu proporcin ha sido penado?
cmo y cundo? qu educacin ha recibido? qu ejemplos
ha visto en el seno de la familia ? qu compaas y qu sitios
ha frecuentado ? qu oficio se dedicaba ? etc., etc.), de los
caracteres y cualidades personales y actuales del mismo ( cul
es su edad, su oriundez , su estado? qu rasgos fisonmicos
son los suyos? cul es la forma de su crneo y qu singulari-
dades ofrece ? cul es su estatura , su peso , la forma de su
mano, la largura de sus brazos, el color de su tez, de su cabe-
llo, de sus ojos? cul es su fuerza muscular, su sensibilidad
tctil , dolorfica, meterica...? qu timbre de voz tiene, qu
carcter de letra, qu lenguaje, qu manera de expresarse?
muestra incoherencia, versatilidad en sus. ideas, aberracio-
nes, mpetus en sus afectos, tendencias la maravillosidad,
la supersticin , la jactancia por sus actos perversos ? revela
seriales de afecciones hepticas, cardiacas, etc., etc.), de las cir-
cunstancias en que el delito se produjo ( d en qu estacin del
a delinqui , en qu da , en qu regin del territorio? fu la
comisin del hecho motivada, casual, justificada, premeditada,
provocada? fu el ocio, la necesidad , la ambicin, la vengan-
za otro mvil distinto lo que le arrastr al crimen? tuvo
instigadores, consocios, cmplices? es un caso de tentativa,
de frustracin, de consumacin? qu relaciones median entre
el ofensor y el ofendido? qu otras particularidades dignas de
estima concurrieron en la ejecucin material del delito , etc-
tera, etc.?)--y de todos aquellos congruentes elementos y por-
menores, en fin, que slo en muy pequea parte se estimaron
LA NUEVA CIENCIA PENAL
328
hasta aqu y puso en plena luz, con la debida im portancia y
al servicio de un plan cientfico, la nueva escuela a ntropol-
gica.
No creis que al acumular tantas preguntas me ha guiado
el afn de extremar las dificultades del sistema: el cuadro no
est recargado adrede; si de algo peca, es de insuficiente y
desvado, como as resultar si hacis memoria de lo que ex-
pusimos, ms que en ninguna otra, en la tercera de estas con-
ferencias. Fijaos en el punto de aquel largo interrogatorio que
os parezca menos apreciable, y no ser difcil, discurriendo sin
tibieza con el criterio que censuramos, demostrar que el juez.
no podra prescindir de su examen proponindose realmente
definir, no el grado de responsabilidad del agente, sino el gra-
do de ternibilidad del criminal, la carencia el cunto de si
sentido moral, la fuerza de resistencia de que dispone para re-
frenar sus tendencias criminosas, la calificacin que le toca en-
tre los reos instintivos, fortuitos habituales, y, consiguien-
temente el medio idneo aplicable al caso, segn lo que la so-
ciedad necesita para quedar asegurada , lo que el delincuente
requiere para no ser nocivo en adelante acaso para ser til
miembro de aqulla, y lo que la justicia (entendida como la es-
cuela la entiende , pero entendida al cabo de algn modo) de-
manda. Os parece, por ejemplo, nimio conocer la tempera-
tura que marcaba el termmetro el da en que el acusado de-
linqui? Pues no lo ser, supuesto que la temperatura ejerce
influjo manifiestosegn la escuelaen el aumento de crimi-
nalidad: entre dos criminales que hayan hecho lo mismo , el
que lo hizo en un da en que el termmetro estaba o grados,
ser ms temible que el que lo hizo 8 sobre o. Me diris que
este dato por s slo no significa gran cosa y es preciso relacio-
narlo con los dems? Pues entonces, sin quitar valor mi ob-
servacin, reconocis la necesidad de no omitir ninguno. Y
no seguir tambin teniendo importancia para la eleccin del
medio idneo? S, tal; y en este punto , echo de menos un prin-
cipio que debera figurar claramente formulado en el progra-
ma de la eliminacin: aquellas islas lejanas donde habr de
enviarse los criminales de sangre, se hallarn situadas, ser
posible, all al septentrin, en las regiones polares, hacia Spi-
tzberg la Nueva Zembla...
El delito, en cuanto hecho, en cuanto dao, dice algo, pero
EL JUICIO 329
dice poco; lo que hoy se juzga como insignificante de escasa
entidad y se castiga con algunas semanas algunos meses de
crcel, quiz delata en su productor una ditesis criminosa
llamada exteriorizarse pronto con catstrofes terribles, y exi-
ge una represin fuerte y oportuna; esto no puede obtenerse
sin estudiar la prognsis sobre el documento vivo , sin hacer que
converjan sobre cada uno de los malhechores los mltiples y
fecundos destellos de la antropologa; hay que decidir si el reo
es instintivo fortuto, y descifrar esta incgnita es la magna
labor del juez, mejor dicho, del sabio. El hecho realizado autori-
za esta inquisicin, la auxilia en parte; nada ms. Si Garofalo
dispone que en ciertos atroces delitos de sangre baste al juz-
gador percatarse de la enormidad del caso para dar al reo por
clasificado y por avisado al verdugo, es guisa de excepcin,
harto significativa y acaso harto costosa para la verdad. No
hay, pues , trminos hbiles (quiz los haya habilidosos) de
rehuir en el Juicio las consecuencias de la doctrina; no hay
forma de privar los jueces de un arsenal judiciario descono-
cido hasta la fecha y en que los aparatos elctricos , el pletis-
mgrafo , el esfigmgrafo, el esteregrafo, el gonimetro, el
estesimetro, el algmetro, el dynammetro , el termmetro,
el estetoscopio, etc., etc., figuren en primera lnea; no hay
otro camino que el de extremar ms y ms el concepto de
P. Ellero: K il carcere (y la sala de justicia) protrebbe servire
(y es preciso que sirva) di clinica ed scuela ( de laboratorio
y gabinete); no hay manera de suprimir abreviar la tarea
ni de sacar la justicia de las manos del especialismo y del
monopolio.
No discutimos aqu, porque fu ya discutido, si el procedi-
miento lleva garantas de legitimidad y exactitud; nicamente
hacemos hincapi en que se vea el carcter singularsimo que
tomaran los Juicios criminales acomodados la nueva pauta,
y en que se comparen las dificultades que respectivamente
originan el criterio de la terribilidad llevado rigor, y el usual
criterio que parte de la responsabilidad moral. Fu la vista
de esas dificultades y contingencias, todava no analizadas en
toda su multiforme gravedad, lo que sugiri Kraepelin la
idea de transferir los directores de los manicomios y de las
crceles facultades que Garofalo les niega? No sera extrao;
de esa suerte el trabajo se reparta, las rectificaciones se faci-
LA NUEVA CIENCIA PENAL
33()
litaban, y se aligeraba tambin la conciencia del sabio juz-
gador.
Dado el carcter cientfico del Juicio criminal, la justedad
mecnica de sus medios auxiliares y la consideracin que me-
rece el delincuente, no habra razn para sorprenderse de que
la escuela idease adoptase algo parecido al testimonimetro de
Dentham, de que reprodujera aquel sistema indagatorio que
se vala de las representaciones engaosas, de las amenazas,
de las promesas, del espionaje, de la prolongacin y agrava-
miento en la incomunicacin y el trato del recluso, de los gol-
pes, de cuanto Mittermaier condenaba en la ley alemana
como vestigio del tormento, y aun del tormento mismo, para
conseguir el resultado propuesto. Qu no puede hacerse con
la nioly,itla para sorprender sus propiedades, sus movimientos?
Cuntos remedos no caben de la viviseccin, que tantos ser-
vicios presta la ciencia? Qu miramientos etiquetas , qu
temores al ridculo al fracaso, pueden detener al sabio en su
obra bienhechora?Franklin lanza los aires una corneta,
como lo hara el ms candoroso de nuestros escolares, y des-
cubre el pararrayos; Newton aprovecha la cada de una man-
zana para explicar el sistema del mundo...
Pero corre actualmente por el mundo, adobada la moda,
cortejada por llamativa copia de observaciones y experimentos,
una doctrina que requerira mencin especial aqu en gracia
su relativa novedad y su concomitancia con la expuesta,
no requerirla en particular el incidente que nos la trae al dis-
curso que hemos de formular seguida. En sus estudios sobre
el Sonambulismo provocado, M. Beaunis, de Nancy, da entender
que, los adelantos conseguidos en este punto, pueden poner en
evidencia el fondo de las almas del mismo modo que la sonda
hundida en el ocano trae la superficie y permite conocer la
misteriosa vida del fondo de las aguas. Qu servicios no puede
prometerse la escuela antropolgica, que nada esquiva para
permitidme lo familiar del vocabloatrapar la delincuencia,
que tanto apetece las confesiones del acusado, que tanta dili-
gencia revela en defender la sociedad ; qu servicios, repito, no
puede prometerse de aquellos eficaces sondeos! Y si la suges-
tin hipntica , que tan atareados trae profesores mdicos
respetables, da margen prodigios teraputicos que compiten,
al decir de un psiclogo belga, con los milagros de la Virgen
EL, JUICIO
331
de Lourdes, cmo dudar de que en el catlogo de la defensa
social del porvenir, , propiamente, de los medios preventivos
y represivos, han de incluir los modernos criminlogos el tra-
tamiento szigestivo y han de someter sus jueces la labor de ave-
riguar el grado de aptitud que para el efecto muestren los cri-
minales? En el reciente libro de otro profesor de Nancy, de
Bernheim, La y lgestin y sus aplicaciones teraputicas, ya se lee lo
siguiente: lo que una sugestin en estado de vigilia puede
realizar sobre ciertos cerebros jvenes y vrgenes, la sugestin
hipntica, que suprime el racionismo (i ventaja insigne!) lo
efecta la fuerza con una eficacia muy poderosa. Cabe afir-
mar con Durand que el braidismo nos suministra la base de
una ortopedia intelectual y moral, que se inaugurar positiva-
mente algn da en las casas de correccin y en los estableci-
mientos penitenciarios?
Sera muy largo traer cuento y relacin con las nzaravi-
llosidadcs de nuestra poca los antecedentes que la supersticin
y el fraude dejaron en la historia del mundo, desde el trpode
de la pitonisa hasta la mesa giratoria; desde los magos , po-
sesos, brujas y hechiceros, hasta los iluminados, slzakers , espi-
ritistas, mediunis y sonmbulos; desde lo qu pudiera llamarse
teratologa religiosa , hasta lo que W. Fonvielle llama hoy sal-
tinzbanquisnzo cientfico. Baste decir que desde Mesmer ac, desde
aquella gran mistificacin del fluidismo universal, al que no
escapaban soles ni planetas, cuerpo ni espritu, salud ni enfer-
medad , los anales de lo maravilloso se han enriquecido con
testimonios, logomaquias y pseudo-teoras capaces de entrete-
ner muchos ocios, de trastornar muchos cerebros y de satis-
facer muchos pujos de originalidad y de renombre. El mesme-
rismo cede y se apaga ante un fluido real y poderoso (el fluido
revolucionario del 93) y reaparece un punto, ya entrado el siglo
actual, hasta que el imaginacionismo del abate Faria , Ber-
trand, etc., le subplanta y permite James Braid fijar el con-
cepto de la sugestin, de donde se originan la electro-biologa
de Grimes, la hipotxis y la ideoplastia de Phillips, y el hip-
notismo que inaugura Libeault en 1866 y cuenta ya con dos
escuelas rivales: la de Nancy, de que el mismo Libeault y los
citados Bernheim y Beaunis forman parte, y la de la Salp-
trire que Charcot principalmente di fama. Los trabajos y
escritos de Dumontpallier, Binet , Richet, Cullere,
LA NUEVA CIENCIA PENAL
33 -
Laalame, Azam, Bottey, Bourneville, Preyer, 'Grtzner, Tam-
burini, Ochorowicz, Lombroso y otros, se encargan de difun-
dir y popularizar los progresos y conquistas de esos estados
hipn t i co s tan fecundos en milagros y alarmas; pero todo eslul s.
resulta plido ante el descubrimiento de la telepata y de
efectos, debido una sociedad inglesa (que recuerda la So-
ciedad de la armona fundada en Strasburgo por los antiguos
mesmerstas) presidida por el honorable B. Stewart , celebra-
do autor del libro Conservation of energy, la cual sociedad
acaba de autorizar la publicacin de una obra monumental
Phantasms oflivingcuya lectura suspende y asombra...
Fs posible que todo esto nos tuviera sin gran cuidado, no
habernos enseado la nueva escuela penal que el delito es una
neurosis, un vicio del organismo, y no recaer principalmente.
aquellos ensayos sugestivos sobre neurpatas, ms menos de-
clarados, que, bajo el influjo de una medicacin imaginativa
(como ya deca Deslon hace un siglo) se ven libres por modo
rpido.y nada engorroso de lesiones orgnicas tan importantes.
como un foco de reblandecimiento central que diera lugar
una hemiplegia izquierda incompleta con heniianestesia com-
pleta sensitivo-sensorial, temblor posthemiplgico y contrae-
t lira secundaria ; no habernos encontrado con la consabi-
da doctrina de los factores del delito, doctrina que ha de sen-
tirse vivamente afectada por las experiencias que ahora se in-
dican ; no hacernos desconfiar estas experiencias mismas,
con la posibilidad de trasmisiones supersensorias influencias
prximas lejanas, cumplideras en 'plazos ms menos largos
( modo de letras de cambio ) , de los resultados del examen _
que los criminlogos del da quieren someter al reo, del valor
de los testimonios, de la suficiencia de los antecedentes que se-
apetecen y han de venir al proceso, y an del propio veredicto
que los magistra dosantroplogos emitan , no saber,
fin, que ya andan en manos de las gentes folletos y libros,.
como los de Liegeois y Campili, en los que el derecho (suerte-
infausta!) y singularmente el derecho penal (la disciplina que
provee nada menos que la defensa social) queda expuesto _
raras hiptesis mec nico-espiritualista (?), enredado en cbalas-
y maraas i
nextricables, zabullido en turbiorrulo
Y g. torrente
(que quiere creerse un mar fuerza de meter ruido, como.
cierto militar de pega se crea un Napolen I fuerza de tomar
EL Juicio
333
rap) y secuestrado por una raza de sabios que suean para
discurrir discurren sobre sueos.
No quiero con esto negar, ni discutir por ahora (permitid-
me decirlo de pasada) , que el poder de la imaginacin ha sido
y es muy grande, que el cuerpo y el espritu respectivamente
se condicionan, que la influencia de lo moral sobre lo fsico (
lo que con este dualismo se trate de significar) se manifieste
todas horas; nadie ni nada podra obligarme negar la eviden-
cia, aunque me escapase la explicacin ; hasta reconocer , si
se desea, que el neui'osismo ha cobrado en nuestros tiempos im-
portancia desconocida , as en la vida , por l que sus condicio-
nes actuales para la humanidad favorecen tal predominio,
como en la ciencia que, segn escribe Ball, tiende sacar del
cuadro de las enfermedades de lesin para colocarlas en la fa-
milia de las afecciones orgnicas de los centros nervisos for-
mas nosolgicas tan graves y fecundas como la locura ; hasta
comprendo que, supuesta la real invencin de la aludida fuerza
teleptica , se confe en domearla al igual que se domearon
fuerzas de la naturaleza muy nocivas en un principio y hoy
uncidas al yugo del bien y del progreso; pero quin que tenga
memoria y prudencia no ve en mucho de estas cosas la exage-
racin de lo cierto, la resurreccin de lo aejo y desechado, el
sntoma de una decadencia, la propincuidad al absurdo? quin
que conozca la historia se dejar convencer nicamente por
prestigios de personalidades del nmero ? Tan raros son los
descarros del genio mismo y las endemias de errores y aluci-
naciones? Quin que haya ledo los conocidos libros de Eli-
phas Lvi, P. Christian , Regnard', etc., no tratar de preser-
varse del contagio? Quin que medite sobre la ciencia en
boga , la pretendida roGf.,-; de estos tiempos, no la ve tomada
de un vicio dolencia que , en gracia la materia del inci-
dente, cabra denominar la IvilSertrofia del dato ?
Tampoco aspiro, ni me atrevo, sealar todas las suturas
que haya pueda haber entre la doctrina. de los nuevos crimi-
nlogos que consagramos estas conferencias y la doctrina de
los sugestionistas, que en calidad de curioso episodio surge al
tocar el trmino de la tarea; pero parte de las aplicaciones
teraputicas (sobre las cuales, y no para patrocinarlas, corres-
ponde los farmacuticos el primer turno), y parte asimismo
(le las indicaciones que van hechas ya acerca de las tocantes
LA NUEVA CIENCIA PENAL
334
1; materia penal, los casos prcticos que se citan, Com o e/
proceso de Castellan, descrito por Despine y transcrito por Be-
rnheirn, el de Tisza-Eslar, en Hungra, y , sobre todo, los ex-
perimentos que aduce en su Memoria De la sugestin hipntica
en sus relaciones con el Derecho civil y el criminal el abogado Liegeois
(quien, entre otras cosas, nos asegura que sugiri uno de los
sonmbulos de Libeault la idea de matar un magistrado, lo-
grando ser obedecido hasta el punto de que, haber estado
dispuesta en propia forma el arma homicida, la magistratura
hubiera perdido seguramente uno de sus miembros y Liegeois
uno de sus amigos) dan, la verdad, motivo sobrado para inusi-
tadas zozobras y tela sobrada para el juicio de un tribunal,
siquiera le compongan los previsores y sabios colegas de Lom-
broso, Garofalo, Ferri, etc. Con el proceso de Castellan se pre-
tende demostrar que una joven sencilla, sana (?) y honrada,
puede ser seducida contra todo su querer , por un procedi-
miento anlogo al que atribuye el vulgo la serpiente para
atraer sus fuces al inocente pajarillo ; con el proceso de
Tisza-Eslar se pretende demostrar que un hijo amante puede
ser constreido, sin coaccin visible, deponer contra su padre
en una causa capital, y con una conviccin y un calor que en-
vidiara el ms implacable enemigo; con el experimento men-
cionado de Liegeois se pretende demostrar que es hacedero
convertir en asesino una infeliz mujer, vctima inconsciente
de una idea metida en su cerebro automatizado por la palabra
de un hipnotizador; mayor abundamiento, Beaunis afirma
que la inmensa mayora de los hombres somos hipnotizables
(de ioo, resisten 7 lo ms) y Richet testimonia que ni siquiera
se necesita dormir una persona para esclavizarla un ajeno
intento, porque hay un hipnotismo latente larvado que no es
nada singular ; juntad ello la eficacia de la auto-sugestin
inadvertida y los fantasmas de la Psychical Research ampa-
rada por la respetabilidad de Stewart , y luego al punto de-
cidme dnde hallaris el delincuente, dnde la prueba, dnde
el juzgador, dnde la realidad,el delincuente, la prueba, el
juzgador, la realidad, positivos, ciertos, indubitables;dnde
hallaris la anomala, la responsabilidad (individual social),
la inadaptabilidad,
la defensa, la garanta del acierto para la sen-
tencia y de la fijeza para la justicia, con las notas de seguridad
y de eficacia apetecibles.
EL JUICIO
335
Julio Campili , buscando su vez, como Liegeois, las rela-
ciones de lo hipntico y de lo jurdico, acude fortalecer las
excelencias del positivismo penal y declara: que mientras los
metafsicos sostienen la irresponsabilidad del que obra por su-
gestin , los positivistas habrn de examinar los caracteres so-
mticos y psquicos del sugerido, y sobre esta base y siempre
condicin de no comprometer el porvenir (sic), apoyarn su
veredicto. Por manera, Seores, que los antroplogos todava
encuentran en sus aparatos de medicin , en el pergeo del
presunto reo, en sus avances psicolgicos, un fuerte asidero
para resistir esta nueva invasin; con ventaja, por supuesto,
sobre los asendereados metafsicos, que no s dnde ni cundo
se han congregado para definir aquella adicin su credo.
Binet y Fr, por su parte, dan tambin curiosas instrucciones
experimentales los jueces, distinguiendo el grande y el pe-
queo hipnotismo, y distinguiendo y subdistinguiendo hasta
el infinito... La nica conclusin parece ser esta: los hipnti-
cos criminales deberan ser tratados corno los locos criminales.
Consolmonos, si as os place, con esa liberacin del por-
venir que se nos brinda; moderemos nuestra inquietud; que si
esto fuera poco para conseguirlo, todava cabe descubrir ma-
yores fundamentos para la general tranquilidad.Pablo Janet
ha arrancado al mismo Bernheim una preciosa confesin: el
sueo provocado no depende del hipnotizador sino del dur-
miente; es la propia fe la que hace dormir; nadie puede ser
hipnotizado contra su voluntad que resiste al mandato; con-
fesin preciosa, repito, por ms que en el mismo libro en que
consta, conste tambin el aludido proceso de Castellan, que
la desmiente. La alucinacin universal, que pareca ser la
consecuencia de las extremosas doctrinas; el peligro de que
en la calle, en el paseo, en nuestra casa , cualquier advenedizo
nos automatizase con una mirada con una orden, tampoco
es posible, segn asimismo declaran los prcticos. Estos no
estn de acuerdo sobre los estados trmites del hipnotismo;
los ms prudentes entienden que requieren una particular
aptitud morbosa, el histerismo, por ejemplo; no hay mdico
experimentado que no sepa que las histricas propenden
mentir y engaar su mdico inclusive; los dementes, los me-
lanclicos, los hipocondricos, las personas de imaginacin
mvil (tlos delincuentes de la nueva escuela?) oponen la
LA NUEVA CIENCIA PENAL
336
sugestin una gran repugnancia, consciente 6 inconsciente;
basta que el mdico ( el padre, 6 el marido, 6 el agente de la
autoridad, el magistrado antroplogo, supongo yo) sugiera
al hipnotizado la idea de que nadie pueda dormirle ms que
l , para que el sujeto en cuestin quede abroquelado contra
todo ataque; con lo cual y con lo que el-sentido comn, sin
ir ms all, rebaje todava en punto la suma y valor de los
datos y observaciones recogidos, es de esperar que la alarma
se contenga. Siempre el sentido comn sirvi de contrapeso
los soadores y utopistas; nunca la augusta labor cientfica
fu extraa por entere la masa annima, como nunca los
dislates y extravagancias fueron terreno vedado para los doc-
tores y sabios de mayor menor fuste. En nombre, pues, de
ese sentido comn cabe declarar, que si lo que da origen
aquellas maravillas teorticas existiese en la proporcin que
sus apstoles predican, la vida hubiera testimoniado ms y
mejor de su existencia en el pasado, y los compromisos del por-
venir llegaran lo inverosimil y lo absurdo; que lo que de
ello exista, no tolera las explicaciones que de ello se dan ac-
tualmente y el alcance que se le atribuye; y que un ms de-
purado criterio cientfico, una vigilante 'y previsora accin del
legislador, con el fin de evitar los excesos del charlatanismo
de una repugnante explotacin industrial, y'un mancomunado
esfuerzo de cuantos entienden que no hay mejor antdoto con-
tra la credulidad desapoderada, contra la milagrera desmora-
lizadora y contra la codicia de punzantes sorpresas, que una
fe racional, firme y reposada, en la cual se ponderan y equili-
bran los anhelos congnitos del alma que gravita hacia arriba,
y el ilustrado sentido de la realidad presente, acabaran por
volver las cosas su asiento, si es que la dislocacin y el tras-
torno llegaran adquirir inesperada gravedad (I).
poses. Le nombre des accidents de cet ordre qu'il a produits est vritable-
ment tres considerable. Ces accidents nerveux constituent le vritable dan-
ger des manceuvres hypnotiques inconsidres , bien plus encore que le vial,
dont il existe cependant plussieurs exemples, et surtout que les suggestions ditcs
crintinelles, qui ont trop viventent agit l'atention publique, et dont l'acomplissentent
ne franchira pas la porte des laboratoires, par ce fait atnme qu'elles ne sauraient don-
ner aucune scurit d leer auteur.Aun respecto la sugestin mental, en gene-
ral, el mismo Ch. Richet, en su prefacio al libro, copioso en datos, de Ocho-
ro wicz, declara que no est todava probada rigorosamente y que las expe-
riencias demostrativas son raras; quanti elles (nos dice) sont probantespar
la concordance des rsultats, elles ne sont pas irrprochables; et quanti eles
sont irrprochables, elles ne sont pas tout a fait probantes.15
22
LA NUEVA CIENCIA PENAL
338
tima de la impotencia del egosmo del Estado. Respecto
al segundo punto, la historia nos dice que si la Asamblea cons-
tituyente francesa de 1791 , cegada por su noble afn de esta-
blecer la igualdad ante la ley, y contradiciendo otros princi-
pios liberales de su obra de reforma penal, decret la abolicin
de la gracia de indulto, bien pronto esta gracia volvi abrir-
se camino, porque tiene fundamentos nada efmeros en la infi-
nita variedad de las circunstancias, no siempre apreciables
para el magistrado , que causan la forma concreta de los deli-
tos; en la posibilidad de errores y en la inflexibilidad misma
de la ley, que acaso lleva resultados odiosos ( Slt1121321tIn jUS,
511711711 a injuria); en la ayuda que presta la correccin de los
CAPITULO IV. R
esponsabilidad
social.La inversin ideolgica en que la es -
cuela incurre, se acenta ms y ms al desarrollar este asunto. En los Nue-
vos horizontes
se parte del aserto de que en el orden fsico, en el biolgico y-
en el social existe una reaccin, que entraa una sancin, y que sigue de cer-
ca, indep e
ndientemente de la voluntad del individuo, las acciones pertur-
badoras de sus leyes. Aunque sea difcil d
iferenciar en esa enumeracin lo f
-sicoylbg,aunqeschdmolrentic,qusao
en la co
nciencia, puede consentirse en la admisin de tal aserto, pe
ro es La-
APNDICES
355
posible prescindir de la voluntariedad en la sancin social. Cierto que hay
una responsabilidad social, mejor llamada civil poltica, pero siempre
partir de la imputabilidad moral: puede responder el agente de un acto , por-
que ese acto puede ponerse su cuenta,. la responsabilidad se refiere al efecto,
la imputabilidad la causa. Y que es ocioso aspirar romper este enlace,
viene demostrarse en el citado libro, donde figura una casustica que estima
los motivos determinantes del agente y que no acierta, por tanto, prescin-
dir del examen subjetivo para resolver sobre la accin; de este examen depen-
de la efectividad de la responsabilidad social, que se basa en la voluntariedad
del hecho. Ejemplos tomados de lo que diariamente ocurre , acaban de paten-
tizarlo.
APNDICE B
CONFERENCIA PRIMERA
Empez el orador por decir que, no ser los que all le precedieran en el
uso de la palabra personas tan conocidas por su ilustracin y su elocuencia,
casi se atrevera suponer que el auditorio estara ya fatigado de asuntos
belicosos (cuestin de Oriente, guerras martimas); pero que as y todo , l
iba permitirse hablar de un asunto semejante, de esa guerra interminable,
cruenta y tristsima que viene sosteniendo , el criminal contra sus semejantes
desde los primeros das del mundo ; guerra en que se usan todas las armas y
todos los medios, en que no se invocan los respetables nombres de indepen-
dencia, de derecho, de honor nacional, con que muchas veces se ocultan en
las otras luchas propsitos menguados, sino en que se hieren con perverso
instinto los ms caros intereses sociales y se abandonan con horrible cinismo
los firmes caminos del deber y de la justicia.
Manifest despus, que el tema de sus conferencias le haba sido propuesto
en das en que pareca de gran oportunidad por celebrarse en nuestro Tri-
bunal superior la vista (le un sangriento drama, y que si bien esta oportuni-
dad no era ya tan viva, jams, por desgracia, poda hacerse viejo el estudio
de los intrincados problemas de la penalidad.
LA NUEVA CIENCIA PENAL
364
Sr. Aramburu hizo seguida, y grandes rasgos, una resea hist-
rica de la materia penal, bajo el punto de vista legal y cientfico, y recab
para este siglo especialmente la gloria de consagrarse con atencin prefe-
rente y con un alto sentido de caridad y rectitud, la solucin de aquellos
graves problemas, fijndose en la determinacin ms exacta de los delitos (y
en este punto dedic un prrafo los cielitos imaginarias, que tantas vctimas
costaron en tiempos an prximos), en la limitacin de las penas dentro de
limites racionales, y en la ejecucin de estas mismas penas, segn lo atesti-
guan los Congresos penitenciarios celebrados en Francfort, Bruselas, Cinci-
nati , Londres, Stokohno y Roma. Acerca de esto hizo especiales considera-
ciones referentes nuestro pas, donde algo parece acusar al presente un sa-
ludable II)U ien to.
5.,Pero he aqu, dijo, que cuando la moderna escuela correccionalista iba
conquistando el terreno palmo palmo y llevando la prctica sus princi-
pios espiritualistas y filantrpicos, se presenta en escena una novsima es-
cuela penal que pretende echar por tierra muchas de aquellas afirmaciones y
ponerse al lado de instituciones que se quera dar por perpetuamente conde-
nadas: esta escuela es la llamada positivista. El orador crey necesario estu-
diar la gnesis de este movimiento contemporneo, y para ello present el
progreso realizado en nuestros das por parte de las ciencias naturales, las
que ofreci singular servicio el perfeccionamiento del microscopio, consecu-
tivamente, obtenido por Jausen, Fontana, Fraunhofer, .Nachet, etc.; hizo men-
cin de las labores as realizadas por Malpighi, Swammerdam, Dutrochet,
Unger, Brown, Mirbel, Mohl, Schleiden, hasta llegar , Shwann, en el que se
detuvo, porque habiendo sido el que formul la famosa teora histogentica
celular, dando la unidad constitucional de los organismos, haba proporcio-
nado una base cientfica la morfologa, al transformismo, que tanto haba.
de significar poco en las direcciones del .pensamiento, gracias los traba-
jos valiosos de Darwin, Mieckel, etc., extendindose la aplicacin del mtodo
experimental todos los rdenes del conocimiento, como lo hicieron Bernard,
Wirchow, Spencer, Ardigo, Wundt , Bain, etc., en las sendas ciencias que
cultivan, y extendindose el mismo sentido naturalista todas las esferas del
arte. A este propsito, record la sntesis formulada por un publicista res-
pecto la marcha de la investigacin, que hoy reclama como nica norma de
criterio la experiencia, y precis cmo de la filosofa pas esto mismo al de-
recho, y del derecho en general la rama especial de la criminologa.
Al llegar . este punto, declar que el centro'ms brillante de esta labor
est en Italia, y con tal motivo record los antecedentes gloriosos de esta
nacin en los estudios penales, partir de Beccaria; indic el carcter domi-
nante de la escuela clsica, que all cuenta con ilustres sostenedores, y vino
luego citar los nombres de aquellos que hoy se distinguen en la ardiente
defensa del positivismo penal, que cuenta . la vez con distinguidos repre-
sentantes en varios Estados del continente europeo.
;>Dada esta idea general del desarrollo ndole de las novsimas doctrinas,
APNDICES
365
marc las conclusiones capitales que consignan respecto al delincuente, al
delito, la pena, al juicio, y termin aplazando para las prximas sesiones
el examen de estos particulares con el detenimiento escaso que consienten
esta clase de conferencias, siquiera aspire lograr que se comprenda la tras-
cendencia y el efectivo valor que entraa la evolucin presente.
CONFERENCIA SEGUNDA
CONFERENCIA TERCERA
CONFERENCIA CUARTA
CONFERENCIA QUINTA
Pagluag.
PRLOGO. Ix
I. Advertencia preliminar. 55
II. Punto de partida de la nueva escuela: embriologa del delito ; el
delito en las plantas, en los animales, en el salvaje, en el nio. 56
III. Rectificaciones que exigen varios singulares conceptos de la doc-
trina expuesta en el prrafo precedente. 64
IV. Vicio de origen de la aludida embriologa: el hombre y el ani-
mal ; diferencias sustanciales; consideracin especial de lo to-
cante la libertad humana. 75
V. El concepto del delito natural, segn Garofalo. Crtica de este
concepto. 93
LA NUEVA CIENCIA PENAL
376
de los trabajos
I. Preferencia de este asunto dentro del criterio y
practicados por la nueva escuela. ......... 109
I NDICE 377
Pginaa.
APNDICES
Apndice A 351
Apndice B 36 3
Notas sobre la edicin digital
Nota de copyright :
3. Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien claro los trminos de
la licencia de esta obra.
Universidad de Sevilla.
Biblioteca de la Facultad de Derecho.
Javier Villanueva Gonzalo.
jabyn@us.es