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LA IDENTIDAD

CULTURAL AREQUIPEÑA
COMO CAMINO DE LA
IDENTIDAD NACIONAL
PERUANA 1

Eusebio Quiroz Paz Soldán

INTRODUCCIÓN

L
A MACIZA EXPRESIÓN HISTÓRICA Y CULTURAL QUE NOS OFRECE
AREQUIPA COMO REALIDAD ESPECÍFICA Y A LA VEZ COMO SIGNO
INTERPRETATIVO SUGERENTE DE LA REALIDAD NACIONAL,
OFRECE INNUMERABLES FLANCOS PARA DESARROLLAR UN CON-
JUNTO DE ANÁLISIS, ESTUDIOS E INVESTIGACIONES MUY PRO-
fundas que constituirían materia digna de un artículo como este. De
más está decir que la materia es abrumadoramente grande y que no
pretendemos agotarla en un ensayo de las presentes dimensiones.

Arequipa no solo es una ciudad con fisonomía original, sino una


ciudad donde se ha produci- Eusebio Quiroz Paz Soldán es Doctor en Historia y
do una admirable síntesis profesor emérito de la Universidad Nacional de San
cultural entre lo español y lo Agustín y profesor principal investigador de la
andino dentro de una comu- Universidad Católica San Pablo. Es autor de múltiples
nidad regional de alguna libros de historia, investigaciones y artículos.

1. Este artículo ha sido elaborado en sus primeros acápites en base al Discurso de Orden que pro-
nunciáramos en la Sesión Solemne organizada por el Concejo Provincial de A requipa para con-
memorar el cuadricentésimo quincuagésimo aniversario de la fundación española de la ciudad y
que se llevara a cabo en el Te a t ro Municipal de Arequipa el 15 de agosto de 1990.

PERSPECTIVA 57
manera aislada del conjunto del Perú colonial. Arequipa, quizá como
el resto del país, es realidad de contrastes, lo hemos leído en los
brillantes discursos del historiador Francisco Mostajo, cuando nos
ha dicho que los polos del conocimiento del Derecho y de la lucha
ciudadana se producen entre la universidad por un lado, y el taller
artesanal por el otro. Ciudad donde las personas se persignan antes
de salir al combate, y donde junto con las primeras letras se aprende
a apilar sillares para hacer barricadas y donde se distingue el sonido
de las campanas para establecer si se exige al pueblo que acuda a la
Plaza de Armas, donde el orador toma por cátedra la base de los
arcos de la Catedral e inflama al pueblo con su discurso en el que
clama por el respeto a la Ley y a la Constitución.

Ciudad democrática y republicana por excelencia, en cuya pican-


tería se encuentran a la hora del jayari, el letrado con el picapedrero
y donde cuando la sombra de la tarde cae, una mano diestra arranca
hermosos lamentos de una guitarra, repitiendo los versos de un yaraví
de Mariano Melgar que el pueblo ha hecho suyo. Ciudad de con-
trastes verdaderos, cuyas calles urbanas terminan en “rondas”,
donde rumorosa el agua de la acequia refleja también la paciente
cabellera del sauce centinela en medio del silencio de la tarde cuan-
do se tornasolan los trigales y se adormecen los caminos.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

Nos ocuparemos brevemente en este artículo del pasado de


Arequipa, de cara a entender su identidad cultural con la esperanza
de que ello, más allá de su originalidad, sea un elemento iluminador
de la identidad cultural peruana toda. El pasado sin el presente
carece de sentido, ya que no se trata solo de exaltar lo que ya sucedió,
sino de afirmar lo que puede ser y lo que debe ser. Se trata de recoger
del pasado lo mejor de la tarea realizada por el pueblo arequipeño y
volcarla como mensaje para construir el futuro.

Los temas que conforman la parte central de este ensayo son los
siguientes: La Historia de Arequipa, de cuánto se ha avanzado en el
conocimiento de la misma; de otro lado, proponemos los elementos
de una Teoría de Arequipa, que nos permita establecer lo que se ha
elaborado en cuanto explicación sobre la presencia de nuestra ciudad

58 PERSONAYCULTURA - Número 4, Año 4


en la Historia del Perú; terminaré proponien- Ciudad de contrastes
do las luces que de lo mencionado se verdaderos, cuyas calles
desprenden para la comprensión de la iden-
urbanas terminan en
tidad cultural peruana.
“rondas”, donde
La identidad cultural de Arequipa será rumorosa el agua de la
examinada como realidad objetiva y como acequia refleja también la
experiencia de aculturación, bajo el concepto paciente cabellera del
que es resultado de un crisol de mestizaje
que se ha forjado en la ciudad, y que con ello
sauce centinela en medio
le confiere una originalidad propia y que sin del silencio de la tarde
embargo no desentona con el mestizaje pro- cuando se tornasolan los
ducido de manera análoga a lo largo y ancho trigales y se adormecen
del territorio peruano2. los caminos.

LA HISTORIA DE AREQUIPA EN EL CONTEXTO NACIONAL

En setiembre de 1940 firmó las conclusiones de su Historia Sintética


de Are q u i p a, el doctor Víctor N. Benavente3. Escribió entonces que ese
trabajo era una pauta, una monografía que serviría como estímulo
para hacer la historia integral de Arequipa que “tanto se espera”. Para
cuando celebramos el cuadricentésimo quincuagésimo aniversario de
la fundación española de la ciudad, se nos dio la oportunidad a otros
historiadores de realizar la anhelada Historia General de Are q u i p a, que
el tres de agosto de 1990, entregó la Fundación Manuel J. Bustamante
de la Fuente al Alcalde de Arequipa como expresión del mejor home-
naje que se podía tributar a la ciudad4. En materia de investigación
arqueológica e histórica la Historia General de Arequipa representa una
puesta intelectual al día de los conocimientos históricos en relación
con la publicada en 1940 con motivo del Cuatricentenario de la
Fundación Hispana de la ciudad. La obra aclara y modifica bastante

2. Por su parte el doctor José Antonio del Busto prefiere el término de “mestizaje cultural”, pues el tér-
mino “aculturación” pese a ser directo y constante, adolece de vicio en español, idioma donde el
prefijo “a” significa “sin” o “hacia”. Ver José Antonio del Busto Duthurburu, El mestizaje en el Perú,
Universidad de Piura, Piura 1993, pp. 22-23.
3. Víctor Benavente, Historia Sintética de Arequipa, A requipa 1940, p. 179.
4. Máximo Neira Avendaño y otros, Historia General de Arequipa, Ediciones de la Fundación Manuel J.
Bustamante de la Fuente, Cuzzi y Cía. Impresores, Arequipa 1990.

PERSPECTIVA 59
lo que el prejuicio y la
reiteración ha ido con-
sagrando, muchas veces
sin fundamento, sobre la
historia de Arequipa5.

En este sentido es
importante el aporte
que sobre la prehistoria
de la ciudad ha hecho
el arqueólogo Máximo
Neira Avendaño. Allí n o s
Catedral de Arequipa. es permitido visualizar
la ocupación humana del
espacio geográfico de Arequipa, y su ámbito regional, cuando
cazadores y recolectores altoandinos utilizaron abrigos, y se insta-
laron en campamentos en diversos lugares cercanos a Arequipa. Los
estilos arqueológicos Chuquibamba y Churajón son también exami-
nados por este autor, así como la presencia y difusión de los collaguas
desde la zona del Valle del río Colca6.

Guillermo Galdos Rodríguez, ha profundizado seriamente la


línea de investigación iniciada por Francisco Mostajo y a la que
también contribuyó el estudioso mercedario fray Víctor M.
Barriga. Galdos incide en una tesis fundamental: El Valle del Chili
estuvo intensamente poblado por indígenas desde antes de la lle-
gada de los españoles, de modo que a su arribo, encontraro n
numerosas etnias, lo que explica la toponimia de los alre d e d o re s
de nuestra ciudad, así como la presencia de andenerías y la de
restos arqueológicos. Hemos construido así una imagen histórica
coherente entorno a la ocupación prehispánica del Valle del Chili y
a superar la idea de que los españoles llegaron a un espacio geográ-
fico deshabitado completamente. Por el contrario, como lo demues-
tran las fuentes históricas y la investigación etnohistórica, encon-

5. Un buen ejemplo de ello es la llamada “Fundación Incaica de A requipa”, que se considera como un
hecho histórico y que no se ha demostrado que se hubiera producido. Los Incas como sabemos no
tenían la costumbre occidental de “fundar” ciudades.
6. Máximo Neira Avendaño y otros, ob. cit., cap. I.

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traron terrenos cultivados, acequias de regadío y numerosas
construcciones7. Las consecuencias de estos aportes son vastas, y
contribuyen, sin duda a modelar mejor la idea del mestizaje inten-
so que se produjo en A requipa, desde los momentos iniciales de su
fundación.

Puede decirse que la segunda parte de la Historia General de


Are q u i p a, de la que somos coautores, recoge la información histórica
sobre hechos relacionados con la fundación El tema de la arquitectura
de A requipa de una manera exhaustiva. La
primitiva fundación de Villahermosa en el
resulta fundamental no
Valle de Camaná, y su traslado al Valle del solo por su importancia
Chili en agosto de 1540, posee prueba docu- histórica como testimonio
mental suficiente y forma parte de una de una época sino por su
coherente historiografía que no es del caso proyección al presente.
reiterar aquí.

La historia cultural de Arequipa, en cuanto a la educación y a la


arquitectura, también ha sido abordada con suficiencia para el perío-
do colonial por Guillermo Galdos y Alejandro Málaga Medina. Surge
de esta síntesis una imagen consistente sobre el proceso histórico en
Arequipa con su vida cotidiana, sus acuerdos de Cabildo, la constru c-
ción de su puente, que hoy se llama Puente Bolognesi, y en fin, todos
los detalles, que corresponden a la existencia histórica de una villa
que va perdiendo su fisonomía netamente española para convertirse
en un crisol de mestizaje.

El tema de la arquitectura resulta fundamental no solo por su


importancia histórica como testimonio de una época sino por su
proyección al presente. Es válido afirmar con la base que propor-
ciona la investigación científica, que la arquitectura arequipeña con-
forma un estilo original que debe ser llamado mestizo y cuya carac-
terística definitiva está dada por los elementos de su ornamentación,
no por los de su construcción ni por los de sus estructuras, aunque
posee la casona arequipeña rasgos estructurales también muy

7. Es enormemente valiosa la colección documental publicada por el mencionado padre mercedario


doctor fray Francisco Víctor M. Barriga y que cubre principalmente el período inicial de Arequipa
con la serie de documentos para la Historia de Arequipa, 3 volúmenes, 1534 a 1580.

PERSPECTIVA 61
d i f e renciados de los otros lugares del Perú8.

La vida de Arequipa y su región se desenvolvió bajo la domi-


nación hispánica durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Puede encon-
trarse en la Historia General una imagen histórica esencial de la ciu-
dad y de su ámbito geográfico durante los siglos del dominio
español y de formación de una sociedad mestiza y de una cultura de
este signo también.

La Independencia es un proceso relacionado con Arequipa desde


1780. Su antecedente es la rebelión antifiscal en enero de ese año9, el
mismo en que la Revolución de Túpac Amaru toca las puertas de la
ciudad. Un documento dirigido a los habitantes de Arequipa por el
caudillo rebelde pone en evidencia las conexiones del movimiento
con caciques de las partes altas de la ciudad10.

En 1814 el ejército patriota acaudillado por los hermanos Angulo y


Mateo Pumacahua entra a Arequipa y libra combate en la Apacheta.
En particular un prócer de gran estatura moral se suma al movimien-
to: Mariano Melgar Valdivieso11. Su profunda vinculación con la
causa revolucionaria, su adhesión al movimiento de 1814 cuando el
ejército patriota se encontraba en Chuquibamba y su probada cali-
dad literaria, su rango intelectual, su temprana y desventurada
muerte en Umachiri siendo Auditor de Guerra en el ejército de

8. José de Mesa y Teresa Gisbert, Determinantes del llamado estilo mestizo, en Contribuciones al estudio de
la arquitectura andina, Academia Nacional de Ciencias de Bolivia, La Paz 1966. Ramón Gutiérrez,
A rquitectura y urbanismo de Iberoamérica, siglos XVI-XX, Editorial Cátedra, Madrid 1984. Héctor
Velarde, Arquitectura peruana, Editorial F.C.E., México 1946. Leopoldo Castedo, Historia del arte y de
la arquitectura latinoamericanas, Editorial Pomaire, Barcelona 1970. Alejandro Málaga Medina, La
arquitectura mestiza arequipeña: la ermita de la Basílica Catedral, en Plaza Mayor n. 9, Lima 1983. Eusebio
Quiroz Paz Soldán, La arquitectura mestiza arequipeña: del rancho de paja al palacio de sillar, en Plaza
Mayor n. 9, Lima 1983.
9. Ver Guillermo Galdos Rodríguez, La rebelión de los pasquines, Editorial Universitaria, Arequipa 1967.
Ver también Eusebio Quiroz Paz Soldán y otros, La Rebelión de 1780 en Arequipa, en Actas de las jor -
nadas peruano bolivianas de estudio científico del Altiplano boliviano y del sur del Perú, tomo III, La Paz
1976.
10. Ver Eusebio Quiroz Paz Soldán y Alejandro Málaga Medina, La Rebelión de Túpac Amaru en Arequipa,
en Historia de Arequipa n. 2, Arequipa 1983. Daniel Huamán Asillo, A requipa y las rebeliones de 1780,
Tesis para optar el Título Profesional de Licenciado en Historia UNSA, Arequipa 1988.
11. La vida y la obra de Mariano Melgar Valdivieso es materia de valiosos estudios. Destaca entre ellos
el libro del que es autor Aurelio Miró Quesada Sosa, Historia y Leyenda de Mariano Melgar, Ediciones
Cultura Hispánica, Madrid 1978.

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Pumacahua, todo hace de Melgar un símbolo, uno de los más extra-
ordinarios que puede mostrar Arequipa. Melgar ha contribuido con
sus yaravíes al desarrollo de una expresión musical mestiza que carac-
teriza originalmente a la tierra arequipeña. El pueblo ha tomado las
composiciones literarias de Melgar y las ha convertido en su música
predilecta, les ha conferido ese inconfundible sello de lo que siendo
del pueblo identifica a todo arequipeño.

Los libros de Guillermo Zegarra Meneses, y de Arturo Villegas


Romero, son una fuente imprescindible sobre el periodo de transi-
ción entre fines del siglo XVII e inicios del XIX12. Los años del
Vi r reinato van concluyendo a fines del siglo XVIII y se abren las
perspectivas de la República.

El rol desempeñado por el Seminario de San


Jerónimo como semillero intelectual que orientó a
toda una generación hacia el republicanismo
democrático ha sido puesto en relieve en la Historia
General de Are q u i p a.Reside en ello una de las claves
de explicación del cambio en la manera de pensar
del clero arequipeño, que en los años aurorales y
republicanos se muestra liberal13, que ante la interro-
gación por las causas de la corona española, con
títulos hispanos y con población hispana, abrace Fuente del Monasterio de
resueltamente las ideas de libertad e independen- Santa Catalina.
cia, puede responderse que entre ellas se encuentra
elementos sociales e intelectuales. Entre los primeros no puede dejar
de mencionarse el antecedente del pensamiento del pampacolquino
Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. Las investigaciones de Salvador
Rodríguez A.14, nos permiten hoy vincular profundamente a
Vizcardo, hijo del español, con caciques de la zona de Pampacolca y
con un ambiente familiar en donde se vivió una aculturación en su

12. Guillermo Zegarra Meneses, A requipa en el paso de la Colonia a la República, Imprenta Cuzzi,
A requipa 1973.
13. Ver A l e j a n d ro Málaga Medina, Seminario de San Jerónimo en Arequipa en Revista Peruana de Historia
Eclesiástica n. 1, Cusco 1989.
14. Ver Salvador Rodríguez Amésquita, Monografía de la Villa de Pampacolca, cuna del precursor Juan
Pablo Vizcardo y Guzmán, Arequipa 1971.

PERSPECTIVA 63
Esta presencia de Arequipa en forma más concreta. No cabe duda de la
la vida política peruana forma vigorosa presencia del pensamiento
político de Vizcardo y Guzmán en la
parte esencial de su historia
Emancipación de América y la raíz del
republicana. mismo puede encontrarse en el mestiza-
je social y cultural en que vivió su infancia y parte de su juventud. El
pueblo de Arequipa, recogió las semillas sembradas de la libertad y
en las barricadas republicanas, en sus trincheras y en las torres de los
templos de la ciudad, repitió los gestos nobles de quienes legaron tan
valioso ejemplo. La presencia de Arequipa en la Historia del Perú,
como parte y signo de lo que es, resulta un hecho desde su momen-
to fundacional. Esta presencia de Arequipa en la vida política perua-
na forma parte esencial de su historia republicana.

Arequipa, ha tenido la iniciativa revolucionaria del Perú desde


1834. Da comienzo entonces a un ciclo extraordinario que le confiere
una «conciencia cívica» admirable como la denomina Víctor Andrés
Belaúnde15. «Una gesta heroica» la denomina José Luis Bustamante
y Rivero16. Es de estimar sin duda esta continuidad en el espíritu
reivindicador de la justicia y el derecho conculcado. Objetivamente
apreciada existe diferencia entre la historia de una ciudad virreinal
con una vida apacible relatada literariamente en las tradiciones de
Mariano Ambrosio Cateriano y la urbe republicana, rebelde, revolu-
cionaria, democrática y valiente, desde cuyas bóvedas se defiende a
sangre y fuego la ciudad mil veces sitiada y defendida.

La ciudad de la que hoy hablamos es la Arequipa mestiza, que ha


ganado al arequipeño el apelativo de characato, porque algo tiene de
campesino, y como dijo Mostajo, la influencia rural sobre la ciudad
fue muy marcada hasta bien entrado el siglo XIX, de allí la expli-
cación de su habla popular tan llena de palabras, giros y voces de ori-
gen loncco. De esta Arequipa hemos escrito en esta ocasión con la sen-
cillez que un artículo de esta naturaleza amerita y de cara al Perú y
al presente nuestro. Y es que el historiador no es ni un pasadista, ni

15. Víctor Andrés Belaúnde, Trayectoria y destino, Memorias completas, Ediventas S.A., Lima 1967, t. I,
véase la primera parte, p. 85.
16. José Luis Bustamante y Rivero, Una visión del Perú, Elogio de Arequipa, Ediciones P.L.V., Lima 1972,
véase parte III, Elogio, p. 67.

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un documentólatra, es una persona de su tiempo, comprometido con
sus ideas y con su trabajo científico. La historia de Arequipa republi-
cana ha embargado varios años de nuestra vida profesional, que
hemos volcado en la Historia General y que sin duda ha de ser con-
tinuada y profundizada.

PARA UNA TEORÍA SOBRE AREQUIPA EN LA HISTORIA DEL PERÚ

Existe un problema fundamental para todo historiador interesado


en el estudio de la historia de Arequipa republicana ¿cuál es la expli-
cación posible a esa señera presencia del pueblo arequipeño en la
vida del Perú?

Desde diversas perspectivas, muchos escritores han propuesto


respuestas a esta pregunta esencial. Por mis actividades como pro f e-
sor universitario he tenido la oportunidad de encontrar tanto en sesu-
dos ensayos como en hermosos versos, la expresión de este anhelo
por dar un cauce a lo que se podría denominar sin pretensiones, una
“Teoría sobre A requipa”. Si entendemos por tal un conjunto orgánico
de razonamientos, una síntesis de los conocimientos que se han
obtenido en el estudio de un orden de hechos y que sirvan para expli-
carlos, nos daremos cuenta de que la pregunta “¿por qué Arequipa
tiene tanta vigencia en la historia del Perú?” ha dado lugar a un abi-
garrado planteamiento cuyos polos están dados, de una parte, por la
emotividad y la nostalgia que alientan el regionalismo arequipeño, y
de la otra por los puntos de vista de los historiadores y escritores que,
desde el siglo pasado, se preocuparon de recoger del caudal de sus
propias experiencias, aquello que reposa en el fondo del espíritu: lo
permanente del arequipeñismo en el contexto nacional.

En libros como Arequipa de Jorge Polar; en el discurso de apertura


del año académico de la Universidad de San Agustín en 1950 pro-
nunciado por Francisco Mostajo; en el discurso pronunciado por
Víctor Andrés Belaúnde en 1935 en la Academia Brasileña de Letras;
en el Elogio de Arequipa de José Luis Bustamante y Rivero; en la con-
ferencia La Leyenda de Arequipa de Mario Polar; en el libro de Manuel
J. Bustamante de la Fuente sobre La Monja Gutiérrez y la Arequipa de
ayer y hoy; en las páginas de Teodoro Núñez Ureta sobre el paisaje
arequipeño; en las de Aurelio Miró Quesada sobre la picantería are-

PERSPECTIVA 65
quipeña; en los artículos de Enrique Chirinos Soto; en el discurso de
Elías Lozada Benavente pronunciado en el Senado de la República en
1940; en el libro Arequipa de Patricio Ricketts, sin mencionar trabajos
específicamente historiográficos, vamos encontrando un hilo conduc-
tor realmente notable: el intento de explicar lo que significa esta presen-
cia de Arequipa en la Historia del Perú, lo que es Arequipa, ¿cuál es
la esencia de A requipa? En los libros que he mencionado encon-
tramos re f e rencias constantes al paisaje y la geografía, al medio ru r a l ,
y su contraste con el urbano, a la arquitectura mestiza, al espíritu re l i-
gioso que ha ganado para la ciudad el nombre de “Roma de América”,
el espíritu cívico, el sentido familiar, la trayectoria revolucionaria, el
espíritu romántico y el sentido social democrático admirable. Junto
con ello menciónase el aporte intelectual, jurídico, científico e histo-
riográfico de los arequipeños, su amor por la agricultura, cultivo
minucioso de la tierra, su apego al terruño, la existencia de un habla
popular plena de arcaísmos, de quechuismos y de cholismos.

Solamente mencionaremos los elementos constantes de esos traba-


jos, aquellos que conforman el esquema de la teoría que señalo como
válida. Y para ello resulta fundamental precisar aquí dos cuestiones:
Jorge Basadre escribió a los veinticinco años de edad su libro: La mul -
titud, la ciudad y el campo en la Historia del Perú; en la parte relacionada
con la situación de las ciudades en la política, se ocupó de Arequipa.
Dijo allí que esa era la ciudad más representativa y pintoresca de la
república y que era el caudillo colectivo del país; pero dijo algo más,
que el alma histórica de A requipa ofrecía un hecho inexplicable ante
un análisis17. Al afirmar esto Basadre, reiteró los elementos de expli-
cación elaborados por Francisco Mostajo e hizo re f e rencia a cir-
cunstancias telúricas y sicológicas que influyeron en ello.

La segunda cuestión que afirmamos es que en 1950 Mostajo retorna-


ba sobre el tema explicando la vocación por el Derecho que tenía
Arequipa y afirmando su sentido agrario18. El aislamiento geográfi-

17. J o rge Basadre, La multitud, la ciudad y el campo en la Historia del Perú, Ediciones Treintaitrés, Mosca
Azul Editores, Lima 1980, pp. 200-201.
18. Francisco Mostajo, Discurso de Orden en la apertura del año universitario de la Universidad Nacional de
San Agustín en 1950, en: Revista universitaria de la U.N.S.A. n. 38 Homenaje a Francisco Mostajo,
A requipa 1953, pp. 46-47.

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co cuyo análisis ha sido confirmado Factores como el orgullo por un
sólidamente por Wibel y Fisher al pos-
caudillo, el sagrado honor de la
tular la existencia de comunidades
regionales fuertemente aisladas al ciudad o el profundo ideal
interior del Imperio colonial español, religioso, han desempeñado un
unido a la condición del paisaje rol determinante en la
geográfico propio del Valle del río Chili actuación histórica, social y
y sus tributarios que configuran una política de Arequipa en el
especie de oasis en medio de un seco
desierto, dan base geográfico-política
contexto nacional.
a esta teoría.

El aspecto humano y social no es ajeno a la misma, «un pueblo


temperamental» ha dicho Basadre, atento a los acontecimientos, no
adormecido por la vida cortesana, unido a la presencia de agitadores
fascinantes: el Deán Valdivia, Domingo Gamio, los Masías, Alvizuri,
la esposa de Vivanco, Bustamante, Manrique y otros, fomentaba un
orgullo localista por el terruño.

Factores como el orgullo por un caudillo, el sagrado honor de la


ciudad o el profundo ideal religioso, han desempeñado un rol deter-
minante en la actuación histórica, social y política de Arequipa en el
contexto nacional, durante su existencia republicana. Una unidad
social entre sus diversas clases, hace del pueblo y sus caudillos un
cerrado núcleo que da vigor y fuerza a A requipa, como conjunto y
hace escuchar su palabra hasta 1955 por lo menos, como lo pro-
ponemos en la parte correspondiente a la Historia General de
Arequipa.

Hemos realizado un recorrido singular en busca de la Teoría sobre


Arequipa, la hemos encontrado como una afirmación en varios tex-
tos, como re f e rencia a ciertos temas que al arequipeño identifican
profundamente; y la encontramos formulada con rigor, con sentido
orgánico en historiadores como Mostajo y Basadre, que en nuestra
opinión son los que más han trabajado los elementos y factores de
esta teoría y han contribuido a darle forma. Por una parte, es posi-
ble recoger puntualmente en los testimonios históricos una valiosa
información que ratifica nuestro punto de vista: los Manifiestos
tienen un contenido doctrinario, político y social. No hallamos en
ellos la vana palabrería, ni la cohonestación del atropello, por el con-

PERSPECTIVA 67
trario, hay en todos ellos un aliento
popular y una vigencia de valores
cívicos admirable, digna de poner en
relieve como parte conformante de
esta teoría19.

Y es que en Arequipa se ha pro-


ducido un verdadero crisol de mesti-
zaje, que resulta ser signo particular
de un único mestizaje, que en distin-
tos tonos y matices, recorre amplia-
mente el territorio nacional y la
propia identidad cultural peruana. El
mestizaje de Arequipa es sin duda
particular, quizá acentuado por la
desarticulación geográfica que marcó
su realidad histórica ya desde los
momentos de su fundación: lejos de
la costa y lejos de las alturas, desa
Arquería del Monasterio de Santa Catalina.
rrolló el orgullo de una comunidad
en la que los cambios eran más lentos que en el resto del país y donde
el ritmo de la vida tenía mucho que ver con el de las actividades agrí-
colas de los valles que la rodeaban y de la campiña que la circunda.
Mestizaje en la población y en las manifestaciones nuevas en la cul-
tura como resultado de procesos similares que se denominen acul-
turación, han generado en Arequipa una definida identidad cultural

19. Las referencias sobre estos documentos se relacionan con las expresiones de Hipólito Sánchez sobre
el pueblo de Arequipa en los sucesos de 1857 y 1858: «Venid a Arequipa y os admiraréis de la calma
y serenidad que reina entre su pueblo armado que desafía la muerte... Aquí no hay legiones alis-
tadas ni se necesita capaces militares porque todo ciudadano es soldado de la patria y porque a la
primera campana de alarma se lanzan todos al combate rebosando de felicidad y con una vehe-
mencia que parece fueran a conquistar los tesoros del mundo o a recibir la corona de un imperio».
Véase Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, ob. cit. t. III, p. 1137. El periódico arequipeño
La Guillotina del 19 de febre ro de 1865 publica el Manifiesto Revolucionario que dice «Hoy, Arequipa,
es el alma indignada, con el corazón palpitante de coraje se dirige a los pueblos, sus hermanos, y
protesta ante ellos y ante la América toda... Arequipa pide el castigo de los traidores, y armada del
derecho y la justicia, invoca a los demás pueblos».
El Manifiesto dirigido a la nación el 22 de agosto de 1930 por el Comandante Luis M. Sánchez Cerro,
dice: «El pronunciamiento que acaba de efectuarse en Arequipa es la expresión genuina de un
anhelo nacional fervoroso y unánime». El autor de este documento fue el doctor José Luis
Bustamante y Rivero con la colaboración de M. A. Vinelli y Gustavo La Jara. Los tres testimonios
confirman nuestro punto de vista.

68 PERSONAYCULTURA - Número 4, Año 4


y que, sin desmerecer sus rasgos particulares, resulta ser signo de la
identidad cultural peruana.

LA IDENTIDAD CULTURAL MESTIZA DE AREQUIPA

Entendemos por tal, un conjunto de rasgos esenciales, característi-


cas inconfundibles que le dan a Arequipa una manera de ser propia.
Se completa el concepto cuando hay una comunidad social que
asume tales rasgos como propios y hace de ellos elementos de cohe-
sión y unidad. Este proceso se ha dado en Arequipa, por ello recoge-
mos el concepto de que Arequipa es «un crisol de mestizaje», expre-
sado por Francisco Mostajo en 195020.

En sus grandes rasgos se manifiesta tal identidad cultural en la


arquitectura mestiza, en la creación popular musical, en su habla
popular, en su religiosidad popular tan profunda, en su comida típi-
ca y en sus tradiciones y costumbres vinculadas con lo pagano y lo
religioso. En suma: se trata de un conjunto de manifestaciones cul-
turales mestizas, donde el componente occidental y el andino se han
mezclado por contacto en diversa medida, dando forma a una expre-
sión original, propia, que nos sirve como elemento de reconocimien-
to regionalista y de construcción de una comunidad vigorosa,
dinámica, plena de una aguda conciencia de su propio valor y con
mucho que aportar al mestizaje propio del resto del país21.

La fisonomía de Arequipa y su conciencia histórica, se asientan


firmemente sobre su identidad cultural, y en el fondo de la misma
podemos reconocer objetivamente que es mestiza. No podemos dejar
de lado la discusión sobre el término y la valoración del mestizaje

20. «Crisol de mestizaje» es un concepto expresado por Francisco Mostajo en su Discurso de Orden p ro-
nunciado en la U.N.S.A. en 1950 y que hemos citado. Véase la p. 45.
21. Horacio Velazco Suárez, La ciudad mestiza, en Cuadernos del Milenio, Buenos A i res 1990, pp.118-119.
S o b re el yaraví arequipeño, véase Carlos Sánchez Málaga, La música en la costa, en: Fanal vol. XII, n.
47, Lima 1956, pp. 6-9. Sobre el habla popular de A requipa, véase Francisco Mostajo, Algunas pecu -
liaridades del lenguaje arequipeño, en: Revista Arequipa, p. 84. Acerca del mismo tema puede consul-
tarse también Enrique Carrión Ordóñez, La lengua en un texto de la ilustración, Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 1983, incluye un vocabulario etimológico, al que
podríamos denominar diccionario de arequipeñismos. La noticia... de Antonio Pereyra y Ruiz que
es el texto analizado por Carrión data de 1816, es un testimonio histórico y valioso.

PERSPECTIVA 69
como resultado de un proceso de aculturación. Ella insiste, sobre
todo, en el problema de cómo la categoría de mestizo puede servir
como elemento de identidad cultural22.

Quizá lo más importante sea reconocer y afirmar la existencia de


los valores conformantes de esta identidad cultural y darnos cuenta
de que su dinámica está enraizada profundamente en su carácter
popular; en tal medida, son valores compartidos por grupos sociales
numerosos y se han extendido en una magnitud amplia.

No afirmamos pues aquí una identidad cultural excluyente, aisla-


da o exclusivista. El Perú todo es mestizo como se simboliza en la
imagen histórica del Inca Garcilaso de la Vega. Reconocemos como
un hecho que tales elementos han funcionado efectivamente en la
historia de Arequipa para darle una fisonomía característica propia
en el contexto de un mestizaje más amplio realizado en el Perú.

LUCES PARA LA IDENTIDAD CULTURAL PERUANA

No pretendemos en este acápite final desarrollar el tema de la


identidad nacional. Eso excede por mucho a los marcos propios de
nuestro trabajo. Sencillamente señalaremos cómo ese mestizaje pro-
pio que expresa la identidad cultural arequipeña resulta siendo en
algún sentido signo o modelo para entender la identidad cultural
peruana toda.

Lo que está detrás de la identidad de una nación o de un pueblo es


la identidad cultural. Las naciones se sustentan y entienden a través
de su cultura. En opinión de José Agustín de la Puente Candamo:
«Una nación es una forma semejante de ser hombre, no es un con-
junto de actitudes idénticas. Hay muchas formas de ser peruano
—por la geografía y el clima de la propia comarca, por las específi-
cas raíces prehispánicas, entre otras causas— mas, el tronco es el

22. Dos importantes síntesis sobre esta discusión pueden hallarse en: Julio Ortega, Crisis, identidad y cul -
tura en el Perú, en: Perú, identidad nacional, Ediciones CEDEP, Lima 1979 y en José Herrera Tamayo,
La identidad regional y la memoria colectiva, en Regionalización e Identidad Nacional, Ediciones CEPAR,
Lima 1988.

70 PERSONAYCULTURA - Número 4, Año 4


mismo, y parte del encuentro de
Cajamarca y de su germen mestizo. El
tronco se enriquece, como un árbol
viejo en el curso de los años, se incor-
poran al camino común los grupos
humanos amazónicos y más tarde, en
la República, ingresan nuevas sangres
y expresiones de vida, al caudal
común de las cosas peruanas»23.

Es la teoría de la aculturación la que


explica el resultado de este proceso
comenzado en 1492 y que sostiene
que a través del contacto continuo y
prolongado entre pueblos de tradi-
ciones y ethos diferentes como ocurrió
en Arequipa y sobre lo que nos hemos
ocupado largamente, ha surgido una
cultura eminentemente mestiza, más
Puerta, Monasterio de Santa Catalina.
allá de las diferencias étnicas o
raciales, en el Perú24. Vale la pena decir con Tamayo Herrera que «La
aculturación iniciada en el siglo XVI no es tampoco solamente una
mezcla, un cóctel andino, como se suponía en el pasado. Asume for-
mas más ricas y distintas. Por un lado la cultura hispánica occiden-
tal asimila en su estructura elementos andinos, coloreándose de
algunos contenidos indígenas, hasta dar origen a la cultura criolla
peruana, variante de la europea u occidental, pero no exactamente

23. José Agustín de la Puente Candamo, La identidad peruana en lo hispanoamericano, Universidad de


Piura, Piura 1992, p. 40.
24. Ha escrito Germán Doig Klinge sobre el mestizaje peruano: «Este mestizaje (…) no debe entender-
se solo y primariamente a nivel étnico, sino sobre todo en perspectiva cultural —con el sentido
amplio y rico que tiene este concepto hoy en día—. Esta síntesis se manifiesta en todos los planos
del acontecer social —en la familia, en el trabajo, en la economía, en el orden político, en el arte, en
las relaciones cotidianas—. Así, más allá de que racialmente no siempre se dio de manera total y
uniforme, el mestizaje cultural se fue gestando paulatinamente, y se ha expresado con sus matices
p e c u l i a resen los diversos pueblos de la región. A la síntesis originaria se sumarán después el aporte
africano, y más tarde otras tradiciones, como las asiáticas —que incluyen a pueblos tan distintos
como el palestino, el japonés o el chino— aunque en menor proporción. Lo africano y lo asiático
han podido integrarse tan fácilmente en esta nueva realidad precisamente por el hecho de que el
mestizaje, como se ve, nunca ha sido cerrado y excluyente, sino abierto» (Ver Germán Doig Klinge,
América Latina, identidad y destino, en Revista Vida y Espiritualidad, Lima 1999, año 15, n. 44, p. 33).

PERSPECTIVA 71
igual a ella y cuanto más metida en el hinterland, más peruana, más
americana, menos una simple reproducción o fotografía»25.

Un detenido estudio sobre el pro-


El mestizaje cultural peruano es ceso de mestizaje operado en nuestro
dinámico y en ese sentido es una país es el realizado por José Antonio
tarea, misión que se inició en el del Busto Duthurburu titulado El
siglo XVI y aun no termina. Es un mestizaje en el Perú en el que demues-
proceso que, dentro de lo previsi - tra que efectivamente este proceso,
tanto biológico como cultural, se dio
ble, nadie ni nada puede detener. en el Perú, manifestado en su comi-
da, vestido, arquitectura, música, danza, pintura, literatura, artesanía
y religiosidad. En ellos se observa la gran variedad de legados cul-
turales que conforman nuestra identidad. Y concluye afirmando que
el Perú es único, porque es un país uninacional, pluricultural, multi-
lingüe y, por añadidura, mestizo26. Es interesante reconocer en los
rasgos generales que destaca del Busto, también los propios que
marcaban el mestizaje arequipeño.

Es indudable que en el proceso de mestizaje se crea algo nuevo, no


una simple modificación de una o de otra realidad. Tampoco se pro-
duce la llamada aclimatación o transformación de la cultura. Hay
algo más profundo que podemos descubrir en el germen del Perú27.

Corresponde a los representantes de la denominada Generación


del ‘900 el ser los primeros en estudiar dentro de los diferentes aspec-
tos de la realidad nacional el tema de la identidad28. Uno de los más
preocupados por el tema y que con mayores luces lo abordó, fue sin
duda, el notable pensador arequipeño, Víctor Andrés Belaúnde,
quien a lo largo de su vida y trayectoria se ocupó de la identidad cul-
tural mestiza peruana a la que denominó desde una perspectiva
dinámica «la síntesis viviente». En su obra La realidad nacional, a la
vez de rebatir los planteamientos conflictuales de Mariátegui, hacía

25. José Tamayo Herrera, Regionalización ¿mito o realidad? e Identidad nacional ¿utopía o esperanza?, Centro
de Estudios País y Región, Lima 1988, p. 115.
26. José Antonio del Busto Duthurburu, El mestizaje en el Perú, en Tres ensayos peruanistas, Instituto Riva-
Agüero, PUCP, Lima 2003, p. 48.
27. José Agustín de la Puente Candamo, Reflexiones sobre el Perú mestizo, Lima 1966, pp. 25-26.
28. Ver César Pacheco Vélez, Ensayos de simpatía, Universidad del Pacífico, Lima 1993, p. 302.

72 PERSONAYCULTURA - Número 4, Año 4


notar que el catolicismo no solo había
sido uno de los elementos esenciales
en la forja de nuestra identidad cul-
tural sino que ha de desempeñar un
papel fundamental a través de su doc-
trina social de cara a plasmar una
filosofía constructiva. Como señala
Pacheco Vélez, Belaúnde es el que
más explícitamente desarrolla la inte-
gración social dentro del pro y e c t o
nacional29. Arequipa

Pero es indudablemente en su obra Peruanidad donde Belaúnde


alcanza una perspectiva más acabada de lo que es la identidad cul-
tural peruana, haciendo un recorrido histórico por los legados cul-
turales que conforman nuestra nacionalidad y resaltando el aporte
de la evangelización en la formación de la conciencia nacional peru a-
n a. Recientemente la Universidad Católica San Pablo ha publicado
un trabajo sin duda alentador que aborda en la obra de Belaúnde la
temática en cuestión, resaltando la participación de la Iglesia
Católica en la construcción de la identidad cultural peruana, una
identidad que es «una síntesis viviente, síntesis entre el elemento
indígena y el elemento hispánico sobre una base común de valores
espirituales»30. También en opinión de Sanders: «Belaúnde fue el
único de los interpretadores de la realidad nacional que adoptó una
postura directamente inspirada en el cristianismo. Al volver al catoli-
cismo, encontró la llave para dar mayor coherencia a su inter-
pretación integral de la historia y la cultura del país»31. Resulta
interesante destacar cómo para el autor de Peruanidad, la clave de lec-
tura católica de la identidad cultural arequipeña resulta siendo
importante para la comprensión de la identidad cultural peruana.

Para terminar debemos precisar que estamos de acuerdo con

29. Allí mismo, pp. 302ss.


30. Carlos Neuenschwander Sahurie, Iglesia y Peruanidad, una lectura desde Víctor Andrés Belaúnde,
Universidad Católica San Pablo, Arequipa 2005, p. 124.
31. K a ren Sanders, Nación y tradición. Cinco discursos en torno a la Nación peruana 1885-1930, Fondo de
Cultura Económica, Lima 1997, p. 364.

PERSPECTIVA 73
Belaúnde en que el mestizaje cultural peruano es dinámico y que en
ese sentido es una tarea, misión que se inició en un sentido en el siglo
XVI y aun no termina. Es un proceso que, dentro de lo previsible,
nadie ni nada puede detener. Además es un proceso irreversible
como ha demostrado suficientemente del Busto32.

Para José Agustín de la Puente Candamo: «la historia nos lleva a


una tarea irrenunciable en la hora presente del Perú. Debemos
devolverle al hombre nuestro regocijo frente a su calidad mestiza;
enseñarle a superar visiones frívolas que todo lo reducen a lo exte-
rior y son de verdad racistas y paganas; mostrarle que lo permanente
es el espíritu en la actitud humana; infundirle desde el colegio, amor
conjunto y unitario a lo incaico y a lo español, como en la sobremesa
familiar aprendimos a querer lo nuestro sin segmentos, ni regateos;
exhortarle a estudiar la historia nacional con mirada limpia de pre-
juicios sociales y políticos; renovarle diariamente la vivencia en que
el rumbo de la Nación no puede ser otro —por fuerza de la historia
y por la propia naturaleza del Perú— que el del intenso arraigo de lo
mestizo en el ámbito occidental de la cultura; decirle en fin, que una
de las notas más altas de la vida del Perú, está en el ser él, nuestro
país, obra de la comunidad entre los hombres y de la creencia cris-
tiana en que somos iguales, hijos de Dios, hechos a Su imagen y a Su
semejanza»33.

Existe pues una vinculación indesligable en el reconocimiento de


la identidad cultural mestiza arequipeña, y el hecho biológico y cul-
tural del contacto entre lo andino y lo occidental producido en el
Perú, cuyo resultado es una realidad nueva, mestiza. Tenemos así un
contexto, un horizonte mestizo que es el Perú y una perspectiva de
menor dimensión geográfica, que es el mestizaje cultural are-
quipeño; sin duda entre ambos podemos descubrir elementos pare-
cidos hasta similares o comunes y también matices diferentes, con
marcado acento local.

Resulta importante comprobar que el mestizaje cultural are-

32. José Antonio Del Busto Duthurburu, ob. cit., p. 13.


33. José Agustín de la Puente Candamo, Reflexiones… ob. cit., pp. 26-27

74 PERSONAYCULTURA - Número 4, Año 4


quipeño es un factor de identidad que se ha desarrollado profunda-
mente en la Ciudad Blanca, de tal modo que en nuestro regionalismo
nos reconocemos mestizos, desde que hablamos o entramos a orar a
un templo; ese mestizaje, tan vigoroso, dinámico, reconocible, ha
configurado un lugar propio para Arequipa en la historia del Perú;
postulamos aquí que ese es un camino que puede ser recorrido tam-
bién por el resto del Perú, de tal modo que reconozcamos, en el
fondo, ser todos mestizos, y en ello, peruanos, pues tenemos de
común ese mestizaje que nos identifica.

PERSPECTIVA 75

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