El Pueblo Soberano - Ana Maria Londoño
El Pueblo Soberano - Ana Maria Londoño
El Pueblo Soberano - Ana Maria Londoño
Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
I. Constitucionalismo fundacionalista: el pueblo fundador del derecho
y la poltica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
1. La legitimidad poltica del poder a manos del pueblo soberano. . . . . . . . . . 25
2. La soberana popular en J.J. Rousseau: una fuerza fundadora . . . . . . . . . . . . 32
2.1 La soberana del pueblo sobre la soberana del Estado . . . . . . . . . . . . 36
3. Nacin, pueblo y Tercer estado en Emmanuel-Joseph Sieys . . . . . . . . . . . 46
3.1 La constitucin como fundacin: un punto cero en la poltica . . . . . . . 55
4. La contrailustracin: el debate fundacin versus tradicin . . . . . . . . . . . . . . . 58
4.1. Joseph Marie Conde de Maistre. Sobre la imposibilidad de un
pueblo soberano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
4.2. Edmund Burke y la quimera del pueblo soberano . . . . . . . . . . . . . . . .65
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Ana Mara Londoo Agudelo
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El pueblo soberano
deliciosa obra Las conversaciones de San Petesburgo, de las que se sirve Ana
Mara para presentar un completo panorama de las ideas que se fraguaban
a inicios de la consolidacin del Estado de Derecho y de las nuevas formas
de legitimidad modernas.
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Y sta es tambin la razn de que la pluralidad de los hombres nunca pueda abo-
lirse enteramente y de que la huida del filsofo del reino de la pluralidad siempre
permanezca en una ilusin: incluso si viviese totalmente por m mismo, en tanto
que estoy vivo vivira en la condicin de la pluralidad.
(Arendt, 2008, p. 58).
Aquel que desposa fcilmente a la multitud conoce goces febriles de los que esta-
rn eternamente privados el egosta, cerrado como un cofre, y el perezoso, inter-
nado como un molusco. l adopta como propias todas las profesiones, todas las
alegras y todas las miserias que las circunstancias le presentan.
(Baudelaire, Las Multitudes).
Introduccin
1 Para Hobbes, una multitud de hombres que pactan entre s; para Locke, una comunidad que
expresa su voluntad mayoritaria por medio del poder legislativo; y para Rousseau, una asamblea
constituyente de hombres libres e iguales que participan de la construccin de la voluntad general.
2 Es importante diferenciar la soberana del gobierno. La primera es absoluta en la medida que no
est sometida a las leyes civiles, pero es siempre limitada en tanto sometida en conciencia a las
leyes de la naturaleza. El gobierno siempre es limitado, pues est sometido al poder soberano. De
este modo, podra decirse que para ninguno de los autores iusnaturalistas contractualistas
ningn poder es ilimitado (Fernndez, 1992, p. 43).
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El pueblo soberano
De ah que se crea que la soberana del pueblo deba ser revisada, para hacer
una interpretacin del fenmeno y a la par un diagnstico del presente,
que interrogue las fisiologas contemporneas que necesitan ser entendi-
das para reavivar las energas e impulsos libertarios que descansan en la
accin poltica de los sujetos plurales.
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reivindicar las potencias transformadoras y constructivas de los sujetos plu-
rales (Hardt y Negri, 2004), como una manera de rescatar una veta inexplo-
rada y pletrica de posiciones y sentimientos polticos, que por siglos fueron
confiscados por las burocracias y los aparatosos sistemas polticos.
Cuando Francis Fucuyama afirma que el paso histrico que estamos vi-
viendo se define por el fin de la historia, quiere decir que se acab la edad
de los grandes conflictos; dicho de otra manera, la potencia soberana no
confrontar su Otro, ya no estar confrontada con su afuera, pero exten-
der progresivamente sus fronteras hasta abrazar el conjunto del planeta
como su dominio propio (2005, p. 28).
Encontrar una forma de asociacin que defienda y proteja de toda fuerza co-
mn a la persona y a los bienes de cada asociado, y gracias a la cual cada uno,
en unin de todos lo dems, solamente se obedezca a s mismo y queda tan libre
como antes. Este es el problema fundamental que resuelve el contrato social.
(Rousseau, 1988, pp. 14-15).
Las naciones de la tierra deben concebirse como individuos fuera de toda relacin
social o, como se dice, en estado natural. El ejercicio de su voluntad es libre e
independiente de toda forma civil. Su voluntad, al no existir las que en el orden
natural, slo necesita, para surtir todo su efecto, poseer los caracteres naturales
de una voluntad. De cualquier manera que quiera algo una nacin, basta con
que lo quiera; todas las formas son vlidas y su voluntad es siempre ley suprema
[]. Una nacin no sale nunca del estado de naturaleza y, en medio de tantos
peligros, nunca sobran maneras para expresar su voluntad. Insistamos: una na-
cin es independiente de toda forma; y de cualquier forma que quiera, basta con
afirmar su voluntad para que todo derecho positivo se interrumpa ante ella como
ante el origen y el dueo supremo de todo derecho positivo.
(Sieys, 2008, pp. 146-147).
1. La legitimidad poltica del poder a manos del pueblo
soberano
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Ana Mara Londoo Agudelo
Al caer esta ficcin (Morgan, 2006, p. 13;8 Ibsen, 19839) del derecho divi-
no,10 se haca necesario construir otra ficcin, pero ahora en el otro polo
6 Para Dubiel, siguiendo a Claude Lefort, el comienzo del proceso de secularizacin de la poltica,
en el que se separan lo simblico y la facticidad del poder, est relacionada con la metfora de los
dos cuerpos del monarca. La ejecucin del monarca en las revoluciones democrticas (Jacobo II
y Luis XVI), liquida a la vista de todos la personificacin del lado de ac del orden intocable del
lado de all. El lugar del poder queda vaco, creando tanto una despersonificacin de la socie-
dad como del poder. El rgimen absolutista renuncia a la justificacin religiosa y aparece como
usurpador. Se presenta el conflicto de una nueva ordenacin social y gubernamental, creando un
nuevo significado social imaginario, que se personifica en la imagen de s mismo como sociedad
autnoma, capaz de obrar y decidir sobre su destino e historia. Con la ejecucin del soberano ab-
solutista como ocupante ilegtimo de la posicin del poder, este queda vaco en el plano simblico
de la representacin. En adelante, ninguna persona ni grupo puede formular frente a la sociedad
civil una exigencia legtima de ocupar y personificar el poder. La autoinstitucin de una sociedad
civil autnoma, interviene mediante el restablecimiento de una esfera de lo poltico y de lo pol-
tico frente al lugar vaco del poder. El anterior dispositivo plantea la cuestin democrtica: la de-
mocracia moderna es la forma de gobierno que separa lo simblico y lo real, donde ni el prncipe
o un pequeo nmero (oligarqua) se pueden aduear del poder (Meja, 2010, pp. 57-58).
7 En su aspecto poltico, el Derecho Divino de los Reyes fue algo as como la expresin popular de
la teora de la soberana. Como concepto abstracto, la idea no es predominante; pero vista la sobe-
rana como un hecho, como algo investido en un persona o corporacin, conduce a la elaboracin
de una doctrina mucho ms inteligible y prctica que puede jams serlo el anlisis acadmico que
de la nocin nos dej Juan Austin, o hasta Hobbes o Bodino (Figgins, 1963, p. 183).
8 No es tarea fcil, pues las opiniones que se necesitan para hacer que las mayoras se sometan a las mi-
noras, a menudo se diferencian de los hechos observables. As pues, el xito de un gobierno requiere
la aceptacin de ficciones, requiere la suspensin voluntaria de la incredulidad, requiere que nosotros
creamos que el emperador est vestido aunque podamos ver que no lo est (Morgan, 2006. p. 13).
9 En esta obra, el escritor noruego describe un drama de personajes que habitan sobre una gran
mentira aludiendo al orden social y poltico, que es necesaria para poder vivir felizmente.
Dentro del texto se le llama mentira vital al estado ficticio (que incluye la poltica) que da la
posibilidad de vivir en el confort:
RELLING. l de siempre. Procuro conservarle su mentira vital.
GREGORIO. Su mentira vital? No entiendo.
RELLING. La mentira vital es algo as como un principio estimulante, comprendes? (Ib-
sen, 1983, p. 300).
10 Para una explicacin acerca del desmonte de la teora del derecho divino de los reyes a manos de
la Cmara de los Comunes en Inglaterra, vase Morgan, 2006: Pero a eso haba conducido la
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El pueblo soberano
La fuerza del concepto, que se avizoraba desde el siglo xvii, alcanza gran
tono ya para los siglos xviii y xix, por declaraciones como la del prembu-
lo de la Constitucin de Pensilvania (1776), donde se le atribuy al pueblo
el poder constituyente: El pueblo tiene el derecho, en virtud del consenso
colectivo, de cambiarlo [al gobierno]; tambin en la Constitucin de C-
diz, en la que por primera vez se identific a la Nacin (Artola, 2005, p.
85), reservndole en el artculo 3. el poder constituyente: La soberana
reside esencialmente en la nacin por lo mismo pertenece a sta exclusiva-
mente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
exaltacin del rey. Al prohibir a otros trepar a los lugares de la majestad, los Comunes se haban
elevado a s mismos hasta el punto en que estaban enfrentando el rey menos como sbditos que
como rivales. Y ese tipo de enfrentamientos no poda ser realizado segn las antiguas reglas.
En ltima instancia requiri una transferencia de la sancin divina del rey a su pueblo y sus
representantes (p. 13). En el mismo sentido, vase Artola, 2005: La Cmara de los Comunes,
constituida en Parlamento, declara: que el pueblo, despus de Dios, es la fuente del poder justo, y
que los Comunes de Inglaterra, habiendo sido elegidos por y en representacin del pueblo, tienen
el poder supremo en la nacin. Declaran, adems, que cualquier decisin, promulgada o consi-
derada como ley por los Comunes constituidos en Parlamento, tiene fuerza de ley y que todos los
nacionales quedan obligados a cumplirla, aunque falte el consentimiento o concurrencia del rey o
de la Cmara de los Lores (p. 16).
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Se trata, segn se ve, de un pueblo que supone una potencia capaz de fun-
dar el derecho y la poltica, cuyo contexto de emergencia est caracteriza-
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13 Cierto que el genio de los hombres reunidos o de los pueblos es muy diferente del carcter del
hombre particular, y que no encaminarlo tambin en la multitud sera conocer de modo muy
imperfecto al ser humano; pero no es menos cierto que hay que comenzar por estudiar al hombre
para juzgar a los hombres, y que quien conociese perfectamente las inclinaciones de cada indivi-
duo podra prever todos sus efectos combinados en el cuerpo del pueblo (Rousseau, 1990, Libro
IV, Tercera mxima).
14 Tampoco se obliga el monarca a nadie por ningn pacto por el poder recibido, porque recibe el
poder del pueblo pero, como se acaba de exponer, el pueblo, en el momento mismo de la transfe-
rencia, deja de ser persona, y cuando desaparece la persona, desparece tambin toda obligacin
para con ella (Hobbes, 1999, pp. 72-73).
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El pueblo soberano
esenciales; pero consideradas por separado, su poder ser nulo. Este solo
reside en el conjunto. La comunidad necesita una voluntad comn; sin la
unidad de voluntad, no llegara a conformar un todo capaz de querer y de
actuar (1989, p. 140).
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Ana Mara Londoo Agudelo
No cabe duda de que con Rousseau, el pueblo ocupa por entero la pol-
tica, alcanzando una vigorosidad capaz de refundar las comprensiones
sobre la sociedad civil no solo hombres replegados en su esfera priva-
da-econmica, y capaz de convertirse en el fundamento de una nueva
forma de comprensin de la comunidad poltica: el Estado de Derecho. Esto
ltimo, muy especialmente al proponer que el pueblo como actor poltico,
condicin en la que no es solo una multitud entendida como una simple
reunin de hombres, es el nico sujeto donde reside la soberana y que los
gobernantes en su ejercicio deben ejecutar la voluntad general emanada del
pueblo, que es la Ley. Sin soberana popular no hay legitimacin poltica
de la ley, solamente dominacin; y sin ley es imposible el ejercicio de la
libertad poltica libertad positiva.19 De ah que la premisa fundamen-
19 La obediencia a la ley que nosotros mismos nos hemos dado (Fernndez, 1992, pp. 81-82).
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El pueblo soberano
tal en Rousseau sea, como en Kant (Fernndez, 1992, pp. 76-77), el apego
irrestricto a la ley por los gobernantes y los gobernados.20
Esta ficcin poltica del pueblo soberano no es por entero una novedad
introducida por Rousseau, pues fue precariamente acariciada en algunos
acontecimientos de Inglaterra antes de la publicacin de El contrato social
en 1762 (La Carta Magna, 1215; Peticin de Derechos, 1628; rdenes
Fundamentales de 1639; The Grand Remonstrance, 1641; Purga de Pride,
1648),21 que desembocaron en la instauracin de un rgimen bipolar com-
puesto por la monarqua y un parlamento profundamente desconfiado
cuya tarea fue vigilar al rey (ms adelante parlamentarismo; Artola, 2005,
p. 81), rgimen que ret las prcticas absolutistas tradicionales de la mo-
narqua,22 a travs de una autoridad invocada desde el pueblo sin que el
pueblo en general hiciera nada para otorgarla (Morgan, 2006, p. 51).
20 Esta relacin entre la competencia de decir el derecho (dictar las leyes) y la soberana, es clsica
dentro de la filosofa poltica. Bodino as lo deca. Es necesario que quienes son soberanos no
estn de ningn modo sometidos al imperio de otro y puedan dar ley a los sbditos y anular o en-
mendar las leyes intiles; esto no puede ser hecho por quien est sujeto a las leyes o a otra persona.
Por esto se dice que el prncipe est exento de la autoridad de las leyes. El propio trmino latn ley
implica el mandato de quien tiene la soberana (1973, p. 82). Y ms adelante: Vemos as que el
carcter principal de la majestad soberana y el poder absoluto consiste principalmente en dar ley
a los sbditos en general sin su consentimiento (p. 85).
21 Imposible olvidar a Pierre Jurieu, el francs protestante (1637-1731), quien con ocasin de la re-
volucin gloriosa, retom la imagen organicista del pueblo y el rey, para sostener que este es solo
un magistrado (un brazo) de la soberana del pueblo (Jaume, 2005, pp. 143 -146).
22 Sobre las olas de las ltimas rebeliones de la nobleza que fundaron el estado proto-constitucional,
cfr. Marquardt, 2009: En esta violenta erupcin final de la poca de la trasformacin del Reino
tradicional al Estado de la paz interna, venci en Francia el Rey LUIS XIV; en Hungra tambin
triunf el Rey, aunque tuvo la sabidura generosa del vencedor al confirmar la constitucin esta-
mental en la paz de Sathmar de 1711; en Portugal se impuso un duque del crculo de los principa-
dos rebeldes, JUAN DE BRAGANZA; en Inglaterra venci el parlamento, si bien este no reclam
ms que un bipolarismo con monarcas protestantes; y en el Sacro Imperio Romano-Germni-
co obtuvieron el triunfo los defensores del equilibrio bipolar institucionalizado entre monarca y
asamblea representativa, que haba sido desarrollado originalmente entre 1495 y 1555. Indepen-
dientemente del aspecto del equilibrio de subpoderes, existi paralelamente el mismo resultado:
desde esta poca, el Estado de la paz interna, que se arque sobre la diversidad segmentaria, no
fue ms cuestionado, sino que fue aceptado (p. 64).
Y sobre una aparicin aun ms remota: La ciudad-estado (polis) introdujo la participacin de
los ciudadanos (polites) y la democracia. La res publica, sobre la base del poder compartido de los
patricios y plebeyos senatus populusque romanus (SPQR), puso el fin a la monarqua etrusca
en torno al 509 a.C. (Artola, 2005, p. 13).
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Del mismo modo que la mayora de los ciudadanos que tienen suficiencia
para elegir no la tienen para ser elegidos, el pueblo, que tiene capacidad
suficiente para darse cuenta de la gestin de los dems, no est capacitado
para llevar la gestin por s mismo. (1993, Libro ii, Cap. ii, pp. 20 - 21).
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El pueblo soberano
poder dentro del Estado, y fue desde la acogida del Contrato Social como
ficcin poltica24 que la soberana popular tuvo la virtualidad de represen-
tar un punto cero de creacin de la poltica y el derecho, esto en cuanto la
soberana era desde Bodino un atributo del Estado, a la manera del impe-
rium antiguo, pero no el empoderamiento de un actor poltico, que es tal
en la medida del contrato social.
[]
Dado que, despus de Dios, nada hay mayor sobre la tierra que los prn-
cipes soberanos, instituidos por l como sus lugartenientes para mandar
a los dems hombres, es preciso prestar atencin a su condicin para, as,
respetar y reverenciar su majestad con la sumisin debida, y pensar y ha-
blar de ellos dignamente, ya que quien menosprecia a su prncipe soberano
menosprecia a Dios, del cual es su imagen sobre la tierra (Bodino, 1973,
Captulo x, p. 90).
24 Las nuevas ficciones parlamentarias estiraban la credulidad tanto como las antiguas. El derecho
divino de los reyes haba destacado el carcter divino de la autoridad del rey sin prestar demasia-
da atencin al acto en el que se supona que Dios lo haba nombrado. De la misma manera, la
soberana del pueblo, al destacar el carcter popular de la autoridad gubernamental, reposaba en
supuestos actos del pueblo, pasados y presentes, que resultaban casi tan difciles de revisar como
los actos de Dios. La existencia misma de algo como el pueblo, capaz de actuar para otorgar po-
deres, definir y limitar un gobierno antes inexistente, requera una suspensin de la incredulidad.
La historia no registraba un acto semejante (Morgan, 2006, p. 14, 61).
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Ana Mara Londoo Agudelo
25 Lo cual es vlido tambin para la filosofa poltica de Rousseau, cuya genialidad consisti en
apropiarse de los atributos de la soberana de los monarcas absolutos para adjudicrsela a otro
dueo, el pueblo (Jaume, 2005, p. 142).
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El pueblo soberano
26 En las Consideraciones sobre el gobierno de Polonia y su proyecto de reforma, Rousseau, para resolver el
problema de la extensin territorial como el lmite a su proyecto de democracia directa, admite
la participacin de comisionados en las asambleas, a condicin de ser provistos de estrictos man-
datos imperativos y con la obligacin irrestricta de rendir cuentas de su gestin y estar bajo una
vigilancia y control constantes: Uno de los mayores inconvenientes de los grandes Estados, el
que ms difcil vuelve el mantenimiento de la libertad, consiste en que en ellos el poder legislativo
no puede mostrarse directamente, sino que acta nicamente por diputacin. []
Existen dos medios de prevenir ese mal terrible de la corrupcin que hace del rgano de la libertad
el instrumento de la servidumbre. []
El segundo medio consiste en forzar a los representantes a seguir escrupulosamente las instruccio-
nes de los electores y a rendirles cuentas rigurosamente de su conducta en la Dieta. Al respecto no
puedo sino admirarme de la negligencia, la incuria y, oso decirlo, la estupidez de la nacin inglesa;
sta, una vez armado a sus diputados con el poder supremo, no aade ningn freno mediante
el que regular el uso que aqullos harn de l en los siete aos completos que dura su comisin
(Rousseau 1988a, p. 82-83).
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Ana Mara Londoo Agudelo
27 En efecto, Rousseau, recupera para la soberana del pueblo varios rasgos caractersticos de la
acepcin monrquica: la unidad del sujeto soberano, la indivisibilidad, la inalienabilidad, aunque
tambin un elemento menos analizado, su carcter de infalibilidad de derecho. El soberano es la
fuente del discurso de la verdad sobre el bien de los gobernados, al igual que la fuente de la voluntad
poltica (Jaume, 2005, p. 142).
28 Las leyes morales que el hombre obedece son absolutas, son algo de lo que sabe que no debe
apartarse. A este respecto, la opinin de Rousseau es una versin secular del calvinismo, pues
lo nico en que perpetuamente insiste es en que las leyes no son convenciones, no son recursos
utilitarios, sino simplemente la escritura, en trminos apropiados al tiempo y lugar y a pueblos en
particular de regulaciones que encarnan verdades sagradas, reglas sagradas que no son obra del
hombre, sino que son eternas, universales y absolutas (Berlin, 2004, pp. 58-59).
29 No tiene ninguna duda de que el objetivo de mantener la libertad y seguridad de una repblica
representa el valor supremo (en realidad, decisivo) en la vida poltica. Por tanto, no vacila en
concluir que todo intento de aplicar la escala cristianan de valores al juzgar los asuntos polticos
deber ser totalmente abandonado (Skinner, 1985, p. 209).
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El pueblo soberano
Esta entrega mutua de derechos y de poder entre los que conforman la co-
munidad poltica significa la forma de presentacin de la igualdad poltica
entre todos los asociados, de suerte que, en esta posicin, asegura Rous-
seau, ninguno podr ser superior a los dems, y la garanta es el hecho de
que todos son el soberano,30 constituyndose como pueblo: en cuanto
a los asociados, toman colectivamente el nombre de pueblo, y se llaman
ms en concreto ciudadanos, en tanto son partcipes de la autoridad sobe-
rana, y sbditos, en cuanto estn sometidos a las leyes del Estado (1988,
Libro Primero, Cap. vi, p. 16).
30 Rousseau ofreci a la mayora la posibilidad de conservar el poder despus del contrato, mientras
que la garanta de los derechos era una consecuencia de la participacin de todos en el descubri-
miento de la voluntad general (Artola, 2005, p. 81).
31 Sieys criticar fuertemente esta estructura del pacto rousseauniano al afirmar: Existe una gran
diferencia entre un poder absoluto y total y el poder propiamente poltico. En efecto, este ltimo,
entendido en su integridad, se encuentra limitado, desde el primer momento por el objetivo po-
ltico de la sociedad. El hombre no se asocia para entregar su libertad y sus derechos naturales y
recibirlo a continuacin, al albur de la libertad de su soberano (1990d/1794, p. 247).
32 De igual parecer es Sieys: y basta que su voluntad se manifieste para que cualquier derecho po-
sitivo desaparezca frente a ella que es fuente y rbitro supremo de todo derecho positivo [Sieys,
Preliminares de la constitucin. Reconocimiento y exposicin de los derechos del hombre y del ciudadano.
Ledo el 20 y el 21 de julio de 1789 en el comit por el abad Sieys, 1993, pp. 155-158] (Citado en: Duso,
2005, p. 167).
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Ana Mara Londoo Agudelo
puede haber ningn tipo de ley fundamental obligatoria para todo el cuer-
po del pueblo, ni siquiera el contrato social (1988, Libro i, Cap. vii, p. 17).33
Una vez admitidas estas distinciones, es preciso afirmar que es falso que en el
contrato social haya, por parte de los particulares, ninguna renuncia verdadera,
pues su situacin, por efecto de este contrato, es realmente preferible a la de an-
tes, y, en lugar de una enajenacin, no han hecho ms que un cambio ventajoso,
pues han sustituido una manera de vivir incierta y precaria por otra mejor y ms
segura, la independencia natural por la libertad, el poder de perjudicar a los de-
ms por su propia seguridad, y su fuerza, que otros podan sobrepasar, por un de-
recho que la unin social hace invencible (1988, Libro Segundo, Cap. iv, p. 33).
33 Al respecto, tambin Sieys es categrico: El gobierno slo ejerce un poder real porque es cons-
titucional; slo es legal porque es fiel a las leyes que le han sido impuestas. Por el contrario, la vo-
luntad nacional slo necesita de su realidad para ser siempre legal, es el origen de toda legalidad.
No slo la nacin no est sometida a una Constitucin, sino que no puede estarlo, no debe estarlo,
lo que equivale a decir que no lo est (1989, p. 145). Se nota claramente cmo el abate reproduce
la nocin rousseauniana de la soberana ilimitada e inalienable: Ante todo una nacin no puede
alienarse, ni prohibirse el derecho de querer algo; y cualquiera que sea su voluntad, no puede
perder el derecho a cambiarla si su inters lo exige (1989, p. 146).
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El pueblo soberano
humano; lo que no es pueblo es tan poca cosa que no merece la pena te-
nerlo en cuenta. El hombre es el mismo en todos los estados: si esto es as,
los estados ms numerosos merecen el mayor respeto. Ante quien piensa,
todas las distinciones civiles desaparecen (Rousseau, 1990, Libro iv, Ter-
cera mxima, p. 333), y esa conviccin lleg a postularla como la columna
vertebral de toda forma de organizacin poltica, dndole una vigorosidad
casi subversiva, fuertemente combativa, enrgica, ferviente y esperanzada
en el papel del pueblo para detener la arbitrariedad y el autoritarismo,
enseando que es la nica forma de la libertad poltica. Y esas palabras
deben resonar fuertemente, porque encierran tal sensibilidad y atino que
no se entiende cmo la contemporaneidad casi ha borrado esta compren-
sin para erigir el mundo poltico sobre la base del temor a la expresin
popular, de lo que se ha seguido una penosa despolitizacin de la sociedad
civil y una invisibilizacin de las dinmicas plurales.
34 Aqu solo una frase, quien sabe si la ms perniciosa, de un precursor de la ilustracin: Entiendo
por pueblo el populacho que slo tiene sus brazos para ganarse la vida. Me parece esencial que
haya pordioseros ignorantes (Voltaire, 1994, p. 136).
35 La conclusin a la que se llega si no se mira a la solucin dada al problema de la mejor forma
de gobierno, sino a la ideologa poltica manifestada por cada uno de los autores, es la siguiente:
conservadora (Hobbes), liberal (Spinoza, Locke y Kant), revolucionaria (Rousseau). Bobbio as lo
explica: La frmula hobbesiana del pacto de unin desempea una funcin conservadora en Ho-
bbes, radical-revolucionaria en Rousseau, mientras que la misma ideologa liberal acepta y utiliza
para el mismo fin, en Spinoza-Kant y en Locke, dos soluciones opuestas respecto al problema de
la obligacin poltica (deber de obediencia o derecho de resistencia) (Bobbio y Bovero, 1997, pp.
125-126).
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Ana Mara Londoo Agudelo
36 De las anteriores consideraciones se sigue que el concepto de la voluntad general, central dentro
de la filosofa de la democracia, no se refiere a una supuesta unanimidad entre los ciudadanos,
y menos a un sentimiento comn, que resultara de las solas costumbres. La voluntad general se
refiere a un procedimiento, garantizado jurdicamente, que incluye la proteccin de las pequeas
diferencias en la deliberacin pblica, para evitar la manipulacin que consiste en hacer pasar
intereses particulares poderosos como si fueran de inters comn. Lo que busca la democracia son
verdaderas garantas para las minoras porque, segn afirma Kelsen, la minora, por no estar en el
error ni desprovista de derechos, puede, en cualquier momento, convertirse en mayora (Arango,
2006, pp. 123-124).
37 La voluntad general es pues una orientacin fija y constante de los espritus y de las actividades
en un sentido determinado, en el sentido del inters general. Es una disposicin crnica de los
sujetos individuales. Y como esta misma direccin depende de condiciones objetivas (a saber, el
inters general), se sigue que la misma voluntad colectiva tiene algo de objetivo. He ah por qu
Rousseau habla a menudo de ella como de una fuerza que tiene la misma necesidad que las fuer-
zas fsicas. Llega a decir que es indestructible (Durkheim, 1990, p. 45).
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El pueblo soberano
La voluntad general es, en la obra de Rousseau, casi como una entidad que
nace, una gran existencia suprapersonal que deja de ser la expresin de un
avasallador Leviatn (Berlin, 2004, p. 70) para ser producto de una comu-
nidad mayor que el individuo. I. Berlin describir con alguna desconfianza
que se trata de un momento mstico y misterioso en que, de un grupo
de individuos libres, cada uno con intereses particulares, se pasa a una
sumisin al todo, con lo que puede decirse que efectu una reconciliacin
entre la libertad individual y la autoridad de la comunidad (Berlin, 2004,
p. 51). Libertad individual que se expresa en la forma de la libertad positiva,
que es la obediencia a las leyes que nosotros mismos nos hemos dictado
(Fernndez, 1992, pp. 81-82),38 leyes que son la expresin de la autoridad
de la comunidad a travs del poder legislativo, que tiene la supremaca entre
los poderes, pues solamente puede pertenecer a la voluntad colectiva del
pueblo Hemos visto cmo el poder legislativo pertenece al pueblo y
slo puede pertenecer a l (Rousseau, 1988, pp. 55-56).39
38 La libertad positiva implica que cada uno participe en la formacin de la voluntad colectiva que
es la nica voluntad que puede ser legisladora (Fernndez, 1992, pp. 81-82).
39 Propsito republicano que se encuentra tambin en Kant: El poder legislativo no puede perte-
necer ms que a la voluntad colectiva del pueblo (Principios metafsicos de la doctrina del derecho,
citado en: Fernndez, 1992, p. 80). Y en Sieys: Si los seores del rey no son representantes de
la nacin, no son nada en el poder legislativo, porque slo la nacin puede querer leyes para s
misma, y por consiguiente crearlas (1989, p. 135).
45
Ana Mara Londoo Agudelo
40 Imitar las costumbres era hacer que las virtudes que otrora aquellos hroes de la antigedad
exhibieron, volviesen a aflorar entre los modernos, y fomentar las virtudes implicaba el amor a la
patria y a las leyes, las cuales, de nuevo, slo se podan inculcar en el corazn de los hombres me-
diante costumbres sencillas. Esto slo poda lograrse, segn l, mediante una educacin pblica y
dirigida a los nacionales (Blanco, 2009, p. 149).
46
El pueblo soberano
De all que una parte definitiva de la poltica de Sieys pase por la elimina-
cin incontestable de los privilegios (Barberis, 2005, p. 178), bsicamente
los privilegios de la nobleza, pues estaba convencido de que bajo su vigen-
cia sera imposible la emergencia del inters general,43 y porque su fervor
revolucionario tena el objeto de enfrentar al antiguo rgimen para dar
largo alcance a una defensa de la libertad universal y, con ella, construir
una ms justa organizacin del estado social (Sieys, 2008, p. 124-125).
Los privilegios, a su ver, minaban la igualdad, no de una clase asumida
de forma ontolgica respecto de las dems, sino que atacaban el equili-
brio entre los hombres44.
Lo anterior explica por qu se lee tantas veces en sus textos que el enfren-
tamiento no es directamente con las estructuras clasistas de la sociedad, y
por qu no sugiere la abolicin de estas. Antes bien, propone una equili-
brada ecuacin para distribuir la participacin poltica de los estamentos;
especficamente, para alcanzar una mayor participacin del Tercer estado
que, hasta entonces, no ha sido nada (Sieys, 2008, p. 85). Incluso, muchas
veces lleg a referirse al clero con aquiescencia, por considerar que desa-
rrollaba una actividad indispensable para la sociedad, que no representaba
mayores engorros al Estado en trminos de presupuesto y, lo que de forma
ms definitiva expresaba como la razn de su complacencia por el clero
a ms de haber pertenecido a l, era que una importante mayora de
sus miembros pertenecan al Tercer estado:
41 [] Quest-ce que le Tiers tat, que puede considerarse como una especie de programa de la re-
volucin francesa, desde la convocatoria de los Estados generales hasta el golpe de estado del
Brumario (Barberis, 2005, p. 177).
42 En un mismo sentido: No es muy cierto que el orden noble posee privilegios, dispensas, incluso
derechos separados de los derechos del gran cuerpo de los ciudadanos? Por ello se sale del orden
comn, de la ley comn. As, sus derechos civiles les convierten ya en un pueblo aparte dentro de
la gran nacin. Es verdaderamente imperium in imperio (Sieys, 2008, p. 92).
43 As que si quieren reunir en Francia los tres rdenes en uno, antes han de abolirse todos los privi-
legios. Es necesario que el noble y el sacerdote no tengan ms inters que el inters comn y que
no gocen por ley de ms derechos que el simple ciudadano. Sin ello, por ms que reunis a los tres
rdenes bajo la misma denominacin, seguirn constituyendo materias heterogneas imposibles
de amalgamar (Sieys, 2008, p. 133).
44 Sieys sostuvo que la igualdad y la libertad son piezas determinantes en la construccin de una
organizacin poltica: Si tuviramos que elaborar una Declaracin de Derechos para un pueblo
nuevo, alcanzara con cuatro palabras: igualdad de derechos civiles, esto es, proteccin igual para
cada ciudadano en su propiedad y en su libertad; e igualdad, asimismo, de derechos polticos, esto es,
idntica influencia de los ciudadanos en la formacin de la ley, etc. (Sieys, 1990e/1789, p. 89).
47
Ana Mara Londoo Agudelo
45 Si el Tercer Estado sabe conocerse y respetarse, los dems tambin lo respetarn, sin duda algu-
na. Que se piense que la antigua relacin entre los rdenes ha cambiado por ambas partes simult-
neamente; el Tercero, que haba sido reducido a la nada, ha vuelto a adquirir, gracias a su trabajo,
una parte de lo que la injuria del ms fuerte le haba arrebatado. En lugar de volver a pedir sus
derechos, ha consentido en pagarlos; no se los han restituido, se los han vendido. Pero finalmente,
de uno u otro modo puede acabar por poseerlos. No debe ignorar que l es hoy la realidad nacio-
nal de la que antes no era ms que la sombra; que, durante este largo cambio, la nobleza ha dejado
de ser esa monstruosa realidad feudal que poda oprimir impunemente, que ya solo es sombra de
lo que era y que dicha sombra se esfuerza en vano por asustar a una nacin entera (Sieys, 2008,
pp. 117-118).
48
El pueblo soberano
La nacin es para Sieys la reunin de los sujetos del Estado que se forma
tan solo por el derecho natural (2008, p. 145) y que est compuesto por
aquellos que no tienen privilegios,47 es decir, por el Tercer estado cuando
se refiere al estamento histricamente reprimido, o el pueblo cuando se
refiere a los meros pobladores de un territorio,48 de manera que el trmino
coincidente en lo fundamental al pueblo de Rousseau sera en Sieys la
nacin, compuesta por el Tercer estado (Gaviria, 1989, pp. 53-54).
46 Para este autor, tales equiparaciones devienen excluyentes, pues desconocen la diversidad de la
nacin misma, a partir de lo cual se permite advertir un peligro y es que abre la posibilidad de
manipular la democracia y convertirla en algo que se le parece muy poco: la Nacin no es el todo,
la Nacin es una mayora, una gran mayora y una mayora con cuyos intereses tendemos a iden-
tificarnos, pero Sieys la presenta ya simplemente como el todo, o sea que la hace portadora, no
de lo que Rousseau llamara inters particular mayoritario sino que la hace portadora del inters
general. Y ese doble juego, por una parte la Nacin ya manipulada, creada a imagen y semejanza
del intrprete y de quien ejercer el mando, y el inters particular mayoritario transformado en
inters general, permite toda clase de manipulaciones, toda clase de creaciones.
Cuando el pueblo como sujeto poltico deja de ser ya el agregado de individuos para convertirse
en un ente abstracto distinto de la totalidad de los individuos, se ha dado un paso decisivo para
convertir la democracia en el sistema antittico suyo, en el totalitarismo (Gaviria, 1989, p. 54).
47 Debe entenderse por Tercer Estado el conjunto de ciudadanos que pertenecen al orden comn.
Todo privilegiado por la ley, en las circunstancias que sean, se sale del orden comn, es una excep-
cin de la ley comn y, en consecuencia, no pertenece al Tercer Estado. Ya lo hemos dicho, una ley
comn y una representacin comn, eso es lo que constituye una nacin (Sieys, 2008, p. 96).
48 Finalmente, la Nacin, concepto principal en su obra, es la que rene al Tercer Estado y al pueblo.
En 1792 Sieys hace una aclaracin fundamental: Una sociedad poltica, un pueblo, una Nacin
son trminos sinnimos (Sieys, 1990b, p. 219).
49
Ana Mara Londoo Agudelo
Por esta razn, para al abate la nacin siempre est en estado natural y el
gobierno siempre ser derecho positivo, de ah que el querer de la nacin
no pueda quedar atrapado en la positividad. Con esto se ve claramente el
lenguaje de derecho natural que usa Sieys y los alcances que tiene para su
sistemtica, pues la distincin entre estado de naturaleza y sociedad civil
se traducen en su sistema de pensamiento en la voluntad natural de la na-
cin y su fijacin positiva en la constitucin, todo reflejado en las nociones
de poder constituyente y constituido (Blanco, 2009, p. 145).
50
El pueblo soberano
Esta categora, sin duda, tiene una maravillosa fuerza y una gran capaci-
dad de rendimiento en la obra de Sieys, tanta que el constitucionalismo
que se crear despus fundar sobre ella sendas proposiciones y teoras.
Este poder constituyente es de tal magnitud que, para el abate, se confunde
con la soberana misma, pues es la forma de ejercicio de todos los poderes
de la nacin, de suerte que equivale a la soberana popular de Rousseau.
51 Puede acaso ignorar que el plan de representacin en la Asamblea nacional, bien que imper-
fecto en diversos extremos, es, sin embargo, el ms puro y el mejor que ha aparecido hasta el
momento sobre la tierra? (Sieys, 1990a, p. 210).
51
Ana Mara Londoo Agudelo
No bien esto, Sieys se permite admitir que, para casos extremos, el cuerpo
de los representantes puede equivaler a la nacin misma (2008, p. 149),52
a condicin de estar comisionados para un asunto muy concreto y por
un perodo de tiempo cierto, caso en el que le reconoce independencia al
cuerpo representativo, pues asegura que a travs de la deliberacin (don-
de est el espritu de la nacin que los comisiona) obran acordes con el
pueblo, de forma tal que su voluntad comn equivaldr a la de la nacin
misma (2008, p 149).
Los individuos que componen la nacin tendrn por ello un derecho poltico
a ser electores, en correspondencia con la calidad de ser ciudadanos, pues
Sieys entiende, de forma acorde a la lgica y bajo una estricta coheren-
cia muy funcional a sus ideales libertarios, que si la ley es la expresin
de la voluntad general, no puede menos que concedrsele espacio a la
nacin para que se exprese en toda su extensin y la mayora o voluntad
general pueda representar certeramente a la nacin:
Los derechos polticos, como los derechos civiles, deben corresponder a las
cualidades del ciudadano. Esta propiedad legal es idntica para todos, sin
consideracin sobre las mayores o menores propiedades con que cada uno
pueda contar por su fortuna y para su bienestar. Todo ciudadano que rena
52
El pueblo soberano
las condiciones establecidas para ser elector tiene derecho a ser representa-
do, y su representacin no puede ser una fraccin de la representacin de
otro. se es un derecho; todos los ejercen en igualdad, de la misma manera
que estn por igual protegidos por la ley que han contribuido a elaborar.
Cmo puede defenderse, por un lado, que la ley es la expresin de la
voluntad general, es decir, de la mayora, y pretender al mismo tiempo
que diez voluntades individuales pueden contrapesar mil voluntades par-
ticulares? No significa eso exponerse a dejar la ley a una minora, lo que,
evidentemente, va contra natura? (2008, pp. 112-113).
53 La funcin fundamental que tiene la ley como expresin de la soberana de la nacin requiere
que el pueblo est sujeto a la ley que l mismo se ha dado; es por consiguiente el depositario del
poder legislativo y la representacin es el mecanismo que permite entender tanto el modo de ex-
presin de la voluntad general como la fuente de legitimacin del mando que est en la expresin
de la voluntad de todos, en el acto de eleccin de los representantes. Ya no hay una pluralidad de
instancias, sino que mediante la representacin el poder se convierte en el poder de todos en la
medida en que todos conforman el cuerpo poltico (Duso, 2005, p. 168).
53
Ana Mara Londoo Agudelo
Es imposible crear un cuerpo para un fin, sin darle una organizacin, unas
formas y unas leyes propias para el cumplimiento de las funciones a las
que ha sido destinado. Es lo que se denomina la Constitucin de dicho
cuerpo. Es evidente que no puede vivir sin ella. Es tambin evidente que
todo gobierno comisionado debe tener su Constitucin; y lo que es vlido
54 Cita Garca (1984, p. 35): Cuando esta idea de la razn se aplica al campo poltico, entonces
todos los poderes e instituciones tradicionales monarcas, parlamentos, cuerpos administrativos,
magistrados son disueltos en un complejo de normas; no representan en s mismo instituciones,
ni en su conjunto ni en un orden concreto, para cuya existencia y relaciones se precisen deter-
minadas normas, sino que deben su existencia y competencias precisamente a la constitucin
considerada como complejo normativo; cualquier institucin u rgano nest rien sans cette forme
constitutive, il se commande que par elle (Sieys, quest-ce que le Tiers tat, 1789, Pars, 1888, p. 66).
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El pueblo soberano
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As la ley de naturaleza permanece como norma eterna ante todos los hom-
bres, legisladores o legislados. Las reglas que los primeros establecen para
las acciones de los restantes hombres debern, lo mismo que las acciones
del legislador y las de los dems, conformarse a la ley de naturaleza, eso
es a la voluntad de Dios, de que ella es manifestacin; y siendo ley funda-
mental de la naturaleza la preservacin de la humanidad, ninguna sancin
humana ser contra ella buena o valedera (1963, Cap. xi, 135, p. 87).
57 No es, quiz, sorprendente que la Cmara de los Comunes, al interpretar su papel elegido, se
haya sentido obligada a exigir los derechos para todos los sbditos. Lo que es ms extraordinario
es que ellos pudieran convertir el sometimiento de los sbditos y la exaltacin del rey en un medio
para limitar la autoridad de ste (Morgan, 2006, p. 25).
58 La separacin de los dos reinos en la obra de Martn Lutero, uno temporal, gobernado por el
poder secular y la espada (reino del mundo) y otro espiritual gobernado por el poder divino y
estancia de los verdaderos cristianos (reino de Dios), concedi plena independencia al reino de
los hombres, pues en el contexto de la Contrarreforma, el papa careca de representacin de los
cristianos, quienes eran, sobre todo, una congregacin de fieles, de suerte que reforz, con esta
comprensin la legitimidad de los monarcas temporales, al establecer que no eran elegidos por el
papa, sino por el mismo Dios (Lutero, 1990, pp. 28, 134-135; Skinner, 1986, pp. 18-26).
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El pueblo soberano
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62 Si Burke descubri la importancia de la teora jurdica histrica, como seala Strauss, lo his-
trico para l representaba lo local y accidental. La historia es presentada como la providencia
secularizada y en parte inteligible, en la cual lo eterno ha sido temporizado (Douzinas, 2008, p.
191).
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64 La historia prueba desgraciadamente que la guerra es en un cierto sentido el estado habitual del
gnero humano; es decir, que la sangre humana debe derramarse sin interrupcin sobre el globo,
aqu o all; y que la paz para cada nacin, no es mas que un respiro (Maistre, 1990, p. 27).
65 Al respecto, se identificaba con la cole Theologique del siglo xix, junto al marqus espaol Juan
Donoso Corts y al Vizconde Louis de Bonald (Rivera, s. f., p.1). Con este ltimo comparti una
copiosa correspondencia (Cfr. De Maistre, 1884, p. 437).
66 Hay en la revolucin francesa aun carcter satnico que la distingue de todo lo que se ha visto y
quiz de todo lo que se ver. Recurdense las grandes sesiones! El discurso de Robespierre contra
el sacerdocio, la apostasa solemne de los sacerdotes, la profanacin de los objetos de culto, la
inauguracin de la diosa Razn, y esa multitud de escenas inauditas en que las provincias trataban
de superar a Pars; todo eso se sale de crculo ordinario de los crmenes y parece pertenecer a otro
mundo (Maistre, 1990, p. 51).
60
El pueblo soberano
Se nos cita Amrica; yo no conozco nada que impaciente ms que las ala-
banzas otorgadas a este nio en mantillas: dejadlo crecer (1990, pp. 43-44).
Para Maistre es muy claro que las posibilidades en la vida de los hom-
bres, as como en la poltica, tienen solo las coordenadas arrojadas por la
historia. De manera que esa forma de gobierno en que el pueblo est a la
cabeza del poder, no es conocida en tantos millones de aos de prctica
poltica; no entiende, entonces, cmo pueden los franceses insistir en esta
quimera:
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El pueblo soberano
68 Pero como no se deja de morir de vez en cuando en tal intervalo; como por otra parte se puede
repetir la eleccin sobre las mismas cabezas, y como una multitud de individuos, por naturaleza y
buen sentido, sern siempre incapaces para la representacin nacional, la imaginacin se espanta
del nmero prodigioso de soberanos condenados a morir sin haber reinado (1990, p. 44; 1884a,
Libro 1, Captulo I, p. 342).
69 Cela commence sentendre. Le peuple est un souverain qui ne peut exercer la souverainet.
Esta es una interpretacin que tambin tiene Benjamin Constant acerca del soberano rousseau-
niano, pero a diferencia de Maistre, no lo asume con sentido sardnico para ridiculizar al autor,
sino que lo reconoce como uno de los pocos actos sensatos del ginebrino, quien, asustado por el
monstruo tan poderoso creado, se ide una sistemtica impracticable (Constant, 2006, p. 6).
70 Maistre siempre acept que la soberana era divina, en primer trmino porque todo deviene de
Dios, pero tambin humana en dos sentidos: el primero, porque es una voluntad soberana la que
dicta el derecho y, el segundo, porque se requiere un consentimiento humano en cuanto a la obe-
diencia para que la soberana no desaparezca: Il est trs-vrai, dans un sens infrieur et grossier,
que la souverainet est fonde sur le consentement humain: car si un peuple quelconque saccor-
dait tout coup pour ne pas obir, la souverainet disparaitrait, et il est impossible dimaginer
ltablissement dun souverainet sans imaginer un peuple qui consent obir (1884a, Libro 1,
Cap. I, p. 313).
63
Ana Mara Londoo Agudelo
jeto con la virtualidad suficiente para ser parte activa de la poltica; es, en
suma, carente de toda potencia.
71 Il y a srement ici quelque quivoque sil ny a pas une erreur, car le peuple qui commande nest
pas le peuple qui obt (Maistre, 1884a, pp. 311-312).
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El pueblo soberano
errores del siglo, pues en poltica no hay nada puramente humano (1884a,
Libro 1, Cap. vii, p. 344).72
Edmund Burke (1729-1797) fue un poltico ingls que, como Maistre, visi-
t los acontecimientos de la Revolucin francesa con desagrado. Deca de
tales episodios que eran algo asombroso que haba ocurrido en la historia
72 Une des grandes erreurs de ce sicle est de croire que la constitution politique des peuples est une
uvre purement humaine; quon peut faire une constitution comme un horloger fait une montre.
Rien nest plus faux; et ce qui lest encore plus, cest que ce grand uvre puisse tre excut par un
assemble dhommes (Maistre, 1884a, p. 344).
73 En el vasto dominio de la naturaleza viva reina una violencia abierta, una especie de furia pres-
criptiva que arma a todas las criaturas, llevndolas a su comn condenacin (Berlin, 2004, p.
177). Por naturaleza el hombre es vicioso, maligno, cobarde y malo (181).
74 [] esa palabra ciudadano con que han sustituido a las formas antiguas de la cortesa la obtienen
de los ms viles de los humanos (Maistre, 1990, p. 48).
65
Ana Mara Londoo Agudelo
Desde su posicin de poltico, nunca como terico, pues crea que era una
colocacin insulsa y venenosa, se enfrent a los conceptos de la revolucin
anteponiendo a las ideas ilustradas de regeneracin y cambio, la demos-
trable superioridad de las instituciones o Establishments como la iglesia, la
nobleza o los militares (Mansfield, 2010, p. 658),75 de los que predic su
estabilidad y derecho de gobierno gracias a la prescripcin, tpica figura del
derecho civil que Burke quiso extrapolar al derecho pblico, insinuando
que una institucin o una constitucin, como el caso de la inglesa, ganan
legitimidad, valor y deben respetarse por que han existido desde tiempos
inmemoriales, lo que constituye el principal ttulo de un derecho (Mans-
field, 2010, pp. 661-662).
Sobre esta idea de la prescripcin, edific el autor ingls una fuerte crtica
a los derechos del hombre proclamados en 1789, pues fue esta declaracin
la insignia de un comienzo en la poltica para los franceses, que llevaba a
trmino el principio fundacionalista de la revolucin:
66
El pueblo soberano
76 Consideraba Burke que la sociedad necesita cambios, pero de ninguna manera una debacle que
lleve al traste la organizacin habida; su estrategia fue siempre la reforma, que debe basarse en el
principio de referencia de la antigedad y estando seguros de poderlos realizar, por ser fines claros
y ajustados a la realidad: Todas las reformas que hemos hecho hasta ahora han procedido un
principio de reverencia por lo antiguo. Y espero, es ms, estoy persuadido, de que todas las refor-
mas que puedan hacerse de ahora en adelante se harn con cuidado de ajustarse a un precedente
anlogo, a la autoridad y al ejemplo (Burke, 2003, p. 66). Ms adelante insisti en ello de forma
grfica: Quien est dispuesto a hacer los cambios en las instituciones bsicas, quien examina
los vicios del Estado tiene que hacerlo como quien examina las heridas de un padre, con temor
piadoso y temblorosa solicitud. Hemos consagrado el Estado, para que nadie suee por comenzar
su reforma subvirtindolo todo; se nos ensea a mirar con horror a aquellos hijos de su pas que
estn prontos a cortar precipitadamente en pedazos a su anciano padre y a colocarlo en manos de
magos con la esperanza de que con sus filtros venenosos y sus encantamientos puedan regenerar
la constitucin paterna y renovar la vida de su progenitor.
77 Nada tengo que decir a la torpe sutilidad de su poltica metafsica. Que esta sea su entretenimien-
to de escuela Illa se jacten in aula Aelous, et clauso ventorum carcere regnet [Que Eolo
sople con furia en el aula, y reine en la cerrada crcel de los vientos (Virgilio: Eneida, I, 140-141].
Pero no les dejemos que salgan de la prisin y soplen como un viento de Levante, arrasndolo todo
con su fuerza de huracn y desencadenando la tromba que nos inunde (Burke, 2003, p. 102).
78 La principal crtica de Burke seala que el discurso de los derechos padece de idealismo y ra-
cionalismo metafsico. Los defensores de los derechos siguen una torpe metafsica poltica; son
racionalistas metafsicos o especulacionistas, lo que constituye el peor insulto dentro del rico vo-
cabulario de abusos de Burke. La especulacin es la creencia de que la prctica poltica, el arte de
lo posible, debe ser guiada por una teora, de que la intrincada red de la vida poltica y el complejo,
y antiguo patrimonio de las obligaciones legales y los derecho deben ser reorganizados segn un
plan concebido por la razn humana y deben ser cumplidos por medio de la accin radical. Esta
postura es, en parte, compartida por un sector de crticos de los derechos de la posmodernidad:
Finalmente, los enfoques posmodernistas del derecho, influenciados por la tica de la alteridad
asociada a las filosofas de Levinas y Derrida, critican el racionalismo de los derechos y hacen
nfasis en su carcter particular e inalterable. Es as como estos crticos no se alejan demasiado de
Burke cuando afirman que slo la justica individualizada puede proteger la libertad (Douzinas,
2008, pp. 180-181).
67
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El pueblo soberano
Y segundo, porque crea que no era posible esa presunta liberacin del
pueblo, pues no haba en el orden del antiguo rgimen francs ninguna
clase de represin a los individuos; al contrario, el rgimen monrquico
prodigaba todos los derechos, tal como se requiere segn las leyes del recto
gobierno. Pero ms fuerte que esta conviccin, que Burke reconoce que es
personal en cuanto su condicin de ingls y no de francs, es la razn que
se desprende de la naturaleza misma del pacto celebrado entre los hombres
y que explica el poder poltico, en virtud del cual las personas han entre-
gado sus derechos para fundar el estado civil. No corresponde, entonces,
a las personas menos aun al pueblo ejercer potestades del estado natu-
ral, cuando ya se ha establecido el poder poltico a manos de otro, que
se encargar de hacer justicia:
69
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Las leyes son, a estas luces, decisiones formales tomadas por los gobier-
nos de conformidad con las costumbres informales del pueblo, nunca a la
inversa, pues l neg cualquier virtualidad del derecho o de la razn, para
configurar la realidad tanto de los medios como de los fines en la poltica.
70
El pueblo soberano
Si la sociedad civil se ha hecho para beneficio del hombre, todas las venta-
jas que ella procura son un derecho del hombre. Es una institucin de be-
neficencia; y la ley no es otra cosa que la beneficencia sometida a normas.
Los hombres tienen derecho a vivir segn estas normas; tienen el derecho
de hacer justicia entre sus conciudadanos, tanto si stos estn desempean-
do una funcin pblica como si realizan una ocupacin ordinaria. Tienen
derecho a los frutos de su trabajo y a los medios de hacer que su trabajo
fructifique (2003, p. 103).
Si bien reconoce este fin del gobierno, que a su parecer redunda en el be-
neficio de los gobernados, Burke crey, en total desencuentro con Tocque-
ville, que la democracia es un rgimen imposible, pues el pueblo tan solo
es un elemento pasivo en contraste con los hombres activos del Estado
(Mansfield, 2010, p. 654), aquellos originariamente predestinados al go-
bierno a la manera de guas naturales habla de una autntica aristocra-
cia natural; ello como correlato de la imposibilidad original de los mu-
chos para gobernarse a s mismos. Adems, ventila un defecto operacional
de la democracia, y es que en esta se carece de controles del poder que,
crea Burke, son fundamentales, pues la opinin pblica, moderadora
de las acciones del gobierno, sera en la democracia el mismo gobernante,
por lo que tan solo se dedicara a autoaprobarse.81
han olvidado que, al constituir los gobierno democrticos, haban desmembrado virtualmente su
pas (95).
80 No obstante este pensamiento, Burke fue elegido representante de la localidad de Bristol al Parla-
mento ingls en 1774 (Burke, 1996, p. 311).
81 A esta interpelacin responden bien la obras de Rousseau, al establecer una diferencia entre el
soberano y los rganos constituidos, consistente en que el poder del soberano es absoluto e ili-
mitado, mientras que el poder que ejercen los rganos por comisin del soberano es limitado,
tanto que tales rganos siempre se podrn remover cuando no se sometan a lo establecido por la
voluntad general; y, de otro lado, la obra de Sieys, con la diferenciacin de las funciones dentro
del Estado gracias a la teora de los dos poderes: constituyente y constituido.
71
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82 No tuvo empacho en declarar que la inercia de la costumbre, el prejuicio, era un recurso que
todo gobierno deba poseer, porque bien saba que un vnculo emocional debe sumarse a las razo-
nes cvicas de contar con un apoyo slido (Figgins, 1963, pp. 194-195).
83 La confusin cognitiva y la pobreza moral de los constitucionalistas racionalistas y de los entu-
siastas de los derechos es confundida por su ignorancia de la historia y de la naturaleza humana.
Ellos consideraban que la razn humana, sin ayuda de la historia, la tradicin o el saber prctico,
puede crear instituciones estables y legtimas; sin embargo, estn completamente errados. La tra-
dicin constitucional debe ser abordada con humildad pues es necesario un elemento de mstica
para darle un aura a la constitucin viviente (Douzinas, 2008, p. 183).
72
II. El constitucionalismo democrtico:
constitucin y derechos
Por eso estas democracias [puras o populares] han dado siempre el espectculo
de su turbulencia y sus pugnas; por eso han sido siempre incompatibles con la se-
guridad personal y con los derechos de propiedad; y por eso, sobre todo, han sido
tan breves sus vidas como violentas sus muertes. Los polticos tericos que han
patrocinado estas formas de gobierno, han supuesto errneamente que reducien-
do los derechos polticos del gnero humano a una absoluta igualdad, podran
al mismo tiempo igualar e identificar por completo sus posesiones, pasiones y
opiniones.
(Madison, El Federalista X)
1. El constitucionalismo democrtico como lmite a la
soberana popular
84 Incluso en un autor como Hobbes, aunque en su sistema ello no tenga implicaciones democr-
ticas: Si se lleva esta distincin hasta las ltimas consecuencias se debera concluir que para
Hobbes la soberana no descansa en el monarca o en la asamblea, sino en la persona artificial, en-
tendiendo por tal tanto al monarca o asamblea, como a la multitud de hombres que componen el
Estado, llegando as a bordear escandalosamente la teora de la soberana popular de Rousseau
(Ramrez, 2010, p. 63).
85 La ltima gran obra sobre contractualismo fue publicada en 1970 por el estadounidense John
Rawls (1995).
75
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Es, pues, evidente que en toda ciudad hay algn hombre, o concejo, o
tribunal que tiene tanto poder sobre cada ciudadano en particular como
cada hombre tiene sobre s mismo fuera del estado civil, es decir, un poder
supremo y absoluto, slo limitado por el vigor y las fuerzas de la ciudad
misma, y por ninguna otra cosa en el mundo. Pues si su poder fuera limi-
tado, esa limitacin debera proceder de algn poder mayor. Porque quien
prescribe lmites debe tener un poder ms grande que el de quien se ve
constreido por dichos lmites. Ahora bien, ese poder que prescribe lmites,
o bien carece l mismo de lmites, o es a su vez constreido por algn otro
poder mayor que l; y procediendo de este modo llegaremos finalmente
a un poder que no tiene otro lmite que el que es terminus ultimus de las
fuerzas de todos los ciudadanos juntos (Hobbes, 2000, Cap. 6, 18, p. 137).
76
El pueblo soberano
[...] Poder es sin ms fin que la preservacin, sin que por tanto pueda jams
asistirle el derecho de destruir, esclavizar o deliberadamente empobrecer a
los sbditos; las obligaciones de la ley de naturaleza no se extinguen en la
sociedad, sino que en muchos casos ganan en propincuidad, y mediante
las leyes humanas traen anejas penas que obligan a su observacin. As la
ley de naturaleza permanece como norma eterna ante todos los hombres,
legisladores o legislados. Las reglas que los primeros establecen para las
acciones de los restantes hombres debern, lo mismo que las acciones del
legislador y las de los dems, conformarse a la ley de naturaleza, eso es a la
voluntad de Dios, de que ella es manifestacin; y siendo ley fundamental
de la naturaleza la preservacin de la humanidad, ninguna sancin huma-
na ser contra ella buena o valedera. (1963, Cap. xi, 135, p. 87).
77
Ana Mara Londoo Agudelo
Estas ideas son el insumo para la fundacin del Estado de derecho, que en
esencia es una forma poltica que se basa en los lmites a la arbitrariedad
(Ramrez, 2010, p. 46),86 cuya funcin sera solo administrar y gobernar,
y en ese ejercicio los poderes constituidos estn atados a una axiomtica
humanista fundada en los derechos naturales subjetivos.
86 Estado de derecho se define como aquel en el cual el poder dentro del Estado no es ejercido ar-
bitrariamente, sino que se desarrolla dentro de unos cauces legales. Y esta frmula de Estado es
la que mejor explica cmo los lmites han sido la primera reaccin, defensa y respuesta ideolgica
frente a la tirana, sin dar luces para explorar formas polticas ms diversas; nunca lo ha sido la
movilizacin o el cultivo de la esfera pblica, por ejemplo. Por esta respuesta se inclin Sieys
en el ocaso de su carrera poltica y ante lo desencadenado por Napolen, y basndose en ello
promulg lmites a la soberana y se separ radicalmente de Rousseau: Los poderes ilimitados
son una monstruosidad poltica []. Cuando se forma una asociacin poltica, nunca se pone en
comn todos los derechos que cada individuo aporta a la sociedad. Slo se pone en comn, bajo
el nombre de poder pblico o poltica, lo estrictamente indispensable [Les discours de Sieys
dans les dbats constitutionnels de lan III (2 et 18 Thermidor). Hachette, Pars, 1939. Citado en:
Barberis, 2005, p. 186].
87 Benjamin Constant y James Madison en el debate moderno, y autores como Robert Alexy, Jrgen
Habermas y Luigi Ferrajoli en el debate contemporneo (Corts, 2011, p. 36).
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El pueblo soberano
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Ana Mara Londoo Agudelo
Esta maiestas como virtud para el manejo del Estado fue vista diversa-
mente: bajo una interpretacin personalista que la entiende como un don
individual capaz de suscitar admiracin y honor una suerte de autoridad
carismtica, para recordar la forma como posteriormente la llamar M.
Weber refirindose a la autoridad de la gracia (2001, p. 85); y bajo una
interpretacin que la asume como un verdadero poder objetivo que pone
de manifiesto el valor jurdico de la nocin; como una fuerza intrnseca-
mente dominante, un poder absoluto.
80
El pueblo soberano
Esta maiestas del siglo xvii, aunque representa el mximo poder dentro del
Estado, no se compara con la sistemtica de la soberana que nacer al
amparo del iusnaturalismo racionalista bajo la metodologa del contrac-
tualismo, pues esta maiestas nunca inicia ni se funda, menos representa
una fuerza tal de coordinar en soledad todo dentro del Estado, y es una
fuerza limitada. Y esto porque su capacidad de legislar, principal tarea del
Estado, debe sumisin a las prescripciones divinas, naturales y de la razn,
por el derecho de gentes y por los pactos celebrados con los comisionados
estamentales (Scattola, 2005a, p. 78), los cuales representan los elementos
fundamentales de ese orden que el prncipe quien tiene el imperium por
virtud de la maiestas de ninguna manera puede violar.
De acuerdo a tal concepcin, la Ley orden positivo para que sea tal
debe ser conforme a la justicia, pues la idea central del iusnaturalismo en
todas sus manifestaciones histricas es que ningn hombre puede tener
dudas sobre lo que es justo, pues considera posible establecer lo justo y
lo injusto de modo universalmente vlido. Gustav Radbruch, jurista ale-
mn del siglo xx, hace eco de esto a travs de una formulacin ejemplar:
89 Lo que Dios declar querer es Derecho (Grocio, 1987, p. 7); La primera potestad en todo es
Dios, como artfice de la obra y como del ms digno al menos digno. Ausonio dice El Derecho
es el conocimiento cierto de Dios (8).
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Ana Mara Londoo Agudelo
La idea del derecho natural, esto es, del conjunto de los primeros principios
ticos y de la justicia que se materializan en el derecho positivo como
virtud general proveniente de la razn divina y de la razn natural (Ruz,
2012, p. 23), caracterizado por la apelacin a la summa potestas funcin
de principio y de origen viene cultivndose desde la Antigedad clsi-
ca; pero su consideracin como sistema y modelo es tributaria solo del
Renacimiento, cuando la antigua idea del derecho natural se desarroll
y difundi entre el inicio del siglo xvii y el final del siglo xviii (Bobbio y
Bovero, 1997, p. 15; Fernndez, 1992, p. 17; Peces-Barba, 1988, p. 207).
90 Aquino expone su divisin tripartita entre Ley Eterna (estrato divino), Ley Natural (estrato natu-
ral) y Ley Positiva (estrato humano), los dos ltimos correspondientemente ordenados con rela-
cin al primero (Peces-Barba, 1988, p. 216).
82
El pueblo soberano
91 Tambin claramente marcado por todos los rasgos del trnsito a la modernidad como la nueva
organizacin econmica, el Estado como la nueva forma de poder poltico, el proceso de secula-
rizacin, la nueva ciencia, el racionalismo y el individualismo (Peces-Barba, 1988, p. 212).
92 Gregorio PecesBarba (1988, p. 222) es del mismo parecer, al asegurar que esta corriente iusnatu-
ralista empieza con Hugo Grocio y llega hasta Kant.
Sin embargo, asegura Bobbio que en trminos metodolgicos el fundador del iusnaturalismo es
Hobbes y no Grocio, pues fue l quien decididamente introdujo el mtodo geomtrico al estudio
de la poltica: Aquellas que llamamos leyes de la naturaleza precisa despus de haberlas enu-
merado no son otra cosa que una especie de conclusin derivada de la razn con respecto a lo
que se debe hacer o evitar (Tomado de El ciudadano, III, 33 y citado en Bobbio, 1997, pp. 24-25).
Seguidamente, asegura el autor que De Cive de T. Hobbes, junto con De la Republique de J. Bodin,
son las primeras grandes obras polticas que sealan el inicio del iusnaturalismo poltico y del
estudio racional del problema del Estado (1997, pp. 49-50; 52).
93 Esta idea [el nominalismo] ha determinado persistentemente la concepcin del derecho de los
reformadores, en especial de Lutero (1483-1546). Segn Lutero, no hay ningn puente jurdico
entre la lex aeterna y la lex humana; se da slo la ayuda de Dios mediante su gracia misericordiosa
(Kaufmann, 1999, pp. 67-68).
94 Peces-Barba (1988, p. 225) seala como tericos de esta escuela a Grocio, Pufendorf, Thomasio y
Barbyrac.
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El pueblo soberano
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Ana Mara Londoo Agudelo
95 Por derecho natural e institucin de la naturaleza no entendemos otra cosa que las leyes de la
naturaleza individual, segn las cuales concebimos a cada individuo determinado naturalmente a
existir y a obrar de un modo dado (Spinoza, 1985, cap. XVI, p. 173).
96 Conceptualizacin no emparentada, en principio, con la sistemtica que desarrollar el marxismo
(Bobbio y Bovero, 1997, pp. 80-81).
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El pueblo soberano
97 Contra la creencia ciega de la multitud, las leyes no son justas en s mismas, sino que lo son por
ser leyes. Su reconocimiento se funda en la costumbre presente en virtud de la cual el pueblo se
confa a su gobierno y les tributa obediencia y sujecin: La justicia es lo que est establecido; y
as, todas nuestras leyes establecidas sern necesariamente consideradas justas sin previo examen,
puesto que estn establecidas. Es el fundamento mstico de su autoridad [Pascal, Fragmento 312,
1981, p. 542] (citado por Ruz, 2012).
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Ana Mara Londoo Agudelo
Es por esto que se entiende cmo la doctrina del derecho natural lo que
hace es ayudar a resolver el problema respecto a de dnde extrae su auto-
ridad el soberano sin que su poder sea solo fuerza o violencia, expresin
88
El pueblo soberano
desnuda de poder (Ruz, 2012, pp. 39-40; Duso, 2005, p. 164),98 debate que
funda el Estado moderno, pero que como gramtica de los lmites qued
siempre a la deriva del soberano. Rousseau, en cambio, asumi con ms
destreza el tema, depositando los lmites en otros contextos.
98 Se puede advertir entonces que todo el instrumental del derecho natural moderno terminar
siendo utilizado, tendr pues su impacto en al dogma constitucional del Estado (Duso, 2005, p.
164).
89
Ana Mara Londoo Agudelo
99 Dicha libertad es, en efecto, el objeto de toda asociacin humana; sobre ella reposa la moral p-
blica y privada; sobre ella descansan los clculos de la industria; sin ella no hay para los hombres,
paz, dignidad ni dicha (lvarez, 1970, p. 156).
100 Toda intervencin del gobierno en los asuntos religiosos es mala (lvarez, 1970, p. 145).
101 El lenguaje se convertira en un medio de alcance limitado; una desconfianza provechosa, fruto
de la experiencia, preservara a los oyentes de un entusiasmo irreflexivo, todo, al fin, volvera al
orden, con la nica diferencia de que las comunicaciones sociales y, en consecuencia, el perfeccio-
namiento de todas las artes, la rectificacin de todas las ideas, contaran con un medio adicional.
Igual pasar con la prensa, dondequiera que la autoridad, justa y moderada, no se enfrente con
ella (lvarez, 1970, p. 134).
102 La arbitrariedad es incompatible con la existencia de un gobierno concebido como una institu-
cin, ya que las instituciones polticas son contratos, y la naturaleza de stos consiste en el esta-
blecimiento de lmites fijos. Por ser la arbitrariedad el extremo opuesto a un contrato, mina en su
base toda institucin poltica (lvarez, 1970, p. 158).
103 A la arbitrariedad sobre la propiedad pronto sigue la arbitrariedad sobre las personas: en primer
lugar, porque es contagiosa; en segundo lugar, porque la violacin de la propiedad provoca nece-
sariamente la resistencia. La autoridad se ensaa entonces contra el oprimido que resiste, y como
consecuencia de querer quitarle su propiedad atenta a su libertad (lvarez, 1970, p. 122).
104 Siempre que una ley parece injusta existe el deber positivo, general, irrestricto, de no cumplirla.
Esa fuerza de inercia no entraa trastornos, ni revoluciones, ni desrdenes. Nada justifica al hom-
bre que presta su asentimiento a la ley que cree inicua (Constant, 1970, p. 14).
90
El pueblo soberano
Sin embargo, no son claros los usos y el alcance que el autor de Lausana
da al concepto de soberana del pueblo, pues ya no funge como patrn de
legitimidad que es en su sistema una tarea reservada a los derechos; tam-
poco como fuerza creativa y fundadora, porque Constant como buen libe-
ral parte de un orden superior y anterior al momento constituyente, que
como tal es inmodificable; y menos aun usa el concepto para apuntalar
la potencia de los sujetos plurales como garanta democrtica frente a las
burocracias y aristocracias tan acostumbradas a la arbitrariedad, porque el
lausans trabaja sobre la unidad mnima de la poltica, que es el individuo, y
no permite la injerencia de otras entidades, sean polticas o morales, pues
ve en ello el principio de una indeseable subordinacin del individuo, que
debe bastarse as mismo en lo privado y en lo pblico. Y aunque no ex-
puso en sus obras una forma especfica de gobierno, reneg del gobierno
del pueblo llamndolo tirana convulsiva (1970, p. 13;107 2006, p. 7), y
mostr sus afectos por la monarqua constitucional.108
105 Nuestra actual Constitucin reconoce formalmente el principio de la soberana del pueblo, es
decir, la supremaca de la voluntad general sobre toda voluntad particular. Tal principio, en efecto,
no se puede negar. Se ha pretendido en nuestros das oscurecerlo, y los males que se han causado
y los crmenes que se han cometido con el pretexto de hacer cumplir la voluntad general, dan una
fuerza aparente a los razonamientos de aquellos que querran asignar otra fuente a la autoridad
de los gobiernos. Sin embargo, todos esos razonamientos no resisten a la simple definicin de las
palabras que se emplean. La ley no puede ser otra cosa que la expresin de la voluntad de todos,
o de la de algunos. [] En una palabra, en el mundo slo existen dos poderes: uno ilegtimo, la
fuerza; otro legtimo, la voluntad general (Cfr. 2006, p. 1).
106 Constant acepta la tesis bsica de Rousseau, segn la cual la soberana es expresin de la volun-
tad popular: el poder debe ser la expresin de la voluntad del pueblo, pero se separa de Rousseau
al ponerle lmites a la soberana. La soberana del pueblo no es ilimitada: est circunscrita a los
lmites que establece la justicia y los derechos de los individuos (Corts, 2011, p. 40).
107 El gobierno popular no es sino una tirana convulsiva; el monrquico, un despotismo ms con-
centrado (Constant, 1970, p. 13).
108 De hecho, algunos autores consideran (Barberis, 2005, pp. 188-190) que en la obra de Constant
hay un captulo de constitucionalismo monrquico, cuando para volver a la esfera poltica,
apoy la candidatura al trono francs del general Bernadotte, momento en que flexibiliz sus
conceptos de constitucin rgida y lmites infranqueables, al escribir que gran parte de los temas
constitucionales pueden ser modificados por el rey y por las dos cmaras de mutuo acuerdo.
91
Ana Mara Londoo Agudelo
109 Algunos escritores han confundido de tal manera la sociedad con el gobierno que han hecho
escasa o ninguna distincin entre ambos, a pesar de que no slo son diferentes, sino que tienen
orgenes distintos. La sociedad es obra de nuestras necesidades, y el gobierno de nuestra perver-
sin; la primera promueve nuestra felicidad positivamente al unir nuestras afecciones; el ltimo
negativamente, al refrendar nuestros vicios. Una favorece la cooperacin; el otro crea distinciones.
La primera es un patrn, el ltimo un verdugo.
La sociedad en cada estado es una bendicin, pero el gobierno, incluso en su mejor estado, no
es sino un mal necesario, y en su peor condicin intolerable; porque, cuando sufrimos o somos
expuestos por causa de un gobierno a las mismas miserias que podramos esperar de un pas sin go-
bierno, nuestra infelicidad se ve aumentada al considerar que nosotros mismos nos proveemos de
los medios que nos hacen sufrir (Paine, 1990, p. 5). [Las cursivas son de la fuente]
92
El pueblo soberano
Hay, al contrario, una parte de la vida humana que es, por naturaleza,
individual e independiente y la cual queda al margen de toda competencia
social. La soberana slo existe de un modo limitado y relativo. Donde comienza
la independencia y la existencia individual se detiene la jurisdiccin de
esta soberana. Si la sociedad sobrepasa esta lnea, se hace tan culpable
como el dspota cuyo nico ttulo es la espada exterminadora; la sociedad
no puede rebasar su competencia sin ser usurpadora, ni la mayora sin ser
facciosa. El asentamiento de la mayora no basta en todos los casos para
legitimar sus actos; hay actos que es imposible sancionar; cuando una au-
toridad comete actos semejantes, nada importa la fuente de la que pretende
emanar, nada importa que se llame individuo o nacin. Le faltara la legi-
timidad aunque se tratara de toda la nacin y hubiere un solo ciudadano
oprimido (Constant, 1970, p. 10).
110 Como se ve, este es el germen del concepto de democracia que desarrolla hoy el derecho poltico,
entendindola, no como la expresin de las mayoras, sino como el respeto por los derechos fun-
damentales. Al respecto, cfr. Ferrajoli, 2011.
93
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94
El pueblo soberano
111 En vano se dividirn los poderes: si la suma total del poder es ilimitada, los poderes divididos no
tienen ms que formar una coalicin y el despotismo ser inevitable. Lo que nos importa no es
que nuestros derechos no puedan ser violados por uno de los poderes sin la aprobacin del otro,
sino que ningn poder pueda transgredirlos (Constant, 1970, p. 13).
95
Ana Mara Londoo Agudelo
Como se ve, los derechos tienen para Constant una fuerza tan fulgurante
que son los que determinan la esencia de una constitucin, y no al con-
trario, al punto que para la tradicin del constitucionalismo democrtico
una constitucin solo es tal si contiene el catlogo de derechos, adems
del sistema representativo igualitario, derechos fundamentales y sepa-
racin de poderes; de lo contrario, no hay constitucin. El texto consti-
tucional es tan solo un acto de refrendacin de principios inmanentes,
metafsicos, ms fuertes en legitimidad que el pueblo y que cualquier
otro soberano:
96
El pueblo soberano
[Son] verdades tan santas, tan sencillas, y tan necesarias la gloria y felici-
dad de la Nacin y del Rey (2006, p. ix-x).
97
Ana Mara Londoo Agudelo
Pero esos hombres haban tomado varias de sus teoras de las obras de dos
filsofos que no cuestionan los cambios acontecidos por disposiciones del
gnero humano. Yo, quizs, examinara una vez ms el sistema de J. J.
Rousseau, el ms ilustre de esos filsofos, y mostrara que transportando
a nuestros tiempos modernos una ampliacin del poder social, de la so-
berana colectiva que perteneca a otros siglos, ese genio sublime a quien
animaba el ms puro amor por la libertad, ha proporcionado no obstante
funestos pretextos a ms de un tipo de tirana (Constant, 1995, p. 6).
Y en el Curso de poltica:
112 Es preciso recordar que la obra del abate Sieys tambin previ la necesidad de lmites, que con-
sider a favor de los asociados: A esta necesidad de organizar el cuerpo gubernativo, si se quiere
que exista o acte, hay que aadir el inters que tiene la nacin por que el poder pblico delegado
no pueda llegar a ser nunca perjudicial para sus comitentes. De ello se deducen una multitud de
precauciones polticas insertas en la Constitucin y que suponen otras tantas reglas esenciales
para el gobierno, sin las cuales el ejercicio del poder sera ilegal. Se percibe, pues, la doble nece-
sidad de someter al gobierno a unas formas estables, sean interiores o exteriores, que al mismo
tiempo garanticen su aptitud para el fin para el que ha sido constituido y su imposibilidad de
separarse de l (1989, p. 142).
98
El pueblo soberano
113 Que fue una idea muy desarrollada tambin por Montesquieu, quien, desde luego, influenci a
Rousseau: Todo estara perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales,
de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resolu-
ciones pblicas y el de juzgar los delitos o las diferencias particulares (Montesquieu, 1993, Libro
XI, Cap. VI, pp. 115 - 116).
114 Cuando la soberana no est limitada, no hay ningn medio de poner a los individuos al cobijo
de los gobiernos. En vano se pretender someter los gobiernos a la voluntad general. Son siempre
ellos los que dictan esa voluntad, y todas las precauciones resultan ilusorias (Constant, 1970, p.
13).
99
Ana Mara Londoo Agudelo
100
El pueblo soberano
Constant explica que las sociedades modernas difieren mucho de esta for-
ma de organizacin, pues no solo la esclavitud fue abolida, remplazndo-
se por un sistema de produccin que involucra relaciones sociales en las
que todos son partcipes como empleadores o empleados, sino que el
comercio se convirti en una profesin para muchos adems que trajo
el efecto de hacer de las guerras mtodos desuetos para poseer lo que se
desea (1988, p. 13), de suerte que el tiempo de dedicacin a los temas
pblicos debi ser reducido a un mnimo necesario, y esto no como una
remembranza apesadumbrada, sino como contenido mismo de la liber-
tad: en la clase de libertad que nos corresponde, cuanto ms tiempo para
nuestros intereses privados nos deje el ejercicio de nuestros derechos pol-
ticos, ms preciosa ser la libertad (1995, p. 10).
115 Abundantes crticas fueron hechas a la rigidez de las categoras del autor suizo, especialmente por
aquellas mediante las que explica la libertad, obviando su devenir histrico a travs del cristianis-
mo, la Edad Media, el Renacimiento, la Reforma o la Ilustracin (Snchez, 1988, p. XIX).
101
Ana Mara Londoo Agudelo
116 Los hombres no eran, por decirlo as, sino mquinas cuyos resortes y engranajes eran regulados
por la ley. La misma sujecin caracterizaba los hermosos siglos de la repblica romana; el indivi-
duo, de algn modo, se haba perdido en la nacin, el ciudadano en la ciudad (Constant, 1995,
p. 3).
102
El pueblo soberano
117 No obstante, Constant acept la necesidad de un pacto fundacional: Yo no dir, que ni los pac-
tos indicados hechos en el gobierno patriarcal, ni los celebrados despues con los que sucedieron
aqul, fuesen tan marcados como despues lo han sido: pero es cierto que los hubo siempre,
expresos tcitos, y que jams podr traerse el ejemplo de una sociedad bien regida, en la que
no haya habido convenciones recprocas entre los sbditos y la primera persona del Estado [sic]
(2006, p. VII).
103
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104
El pueblo soberano
120 A Madison no le duelen las palabras a la hora de criticar la nefasta influencia de los estable-
cimientos eclesisticos y de la religin en general, que no han hecho sino levantar, en algunos
casos, una tirana espiritual sobre las ruinas de la autoridad civil, que en otros muchos casos, se
han contemplado como soportes de tronos de tirana poltica y a los que nunca se ha visto como
guardianes de las libertades del pueblo (Muiz, 2005, p. xxiii).
Por ello consideramos que en asunto de religin nadie est vinculado por las instituciones de la
sociedad civil y que la religin se encuentra por entero fuera de su alcance (Madison, 2005, p. 8).
121 Poner el bien pblico y los derechos privados a salvo del peligro de una faccin semejante y
preservar a la vez el espritu y la forma del gobierno popular, es en tal caso el magno trmino de
nuestras investigaciones (Hamilton y Jay, 2004, p. 38).
122 All donde la esclavitud existe, la teora republicana se hace cada vez ms falaz (Madison, 2005,
p.18).
123 El federalismo fue defendido por Madison como una herramienta tambin til para evitar la
accin de las facciones: Y mientras mayor placer y orgullo sintamos en ser republicanos, mayor
debe ser nuestro celo por estimar el espritu y apoyar la calidad de Federalistas (Hamilton y Jay,
2004, p. 41).
124 Por faccin entiendo cierto nmero de ciudadanos, estn en mayora o en minora, que actan
movidos por el impulso de una pasin comn, o por un inters adverso a los derechos de los
dems ciudadanos o a los intereses permanente de la comunidad considerada en conjunto (Ha-
milton y Jay, 2004, p. 36).
125 Una repblica, o sea, un gobierno en que tiene efecto el sistema de la representacin, ofrece
distintas perspectivas y promete el remedio que buscamos (Hamilton y Jay, 2004, p. 39).
126 De igual parecer fue Tocqueville, quien dijo, comentando El Federalista: Si alguna vez la libertad
se pierde en Norteamrica, ser necesario achacarlo a la omnipotencia de la mayora que habr
llevado a las minoras a la desesperacin, forzndolas a hacer un llamamiento a la fuerza material.
Se precipitar entonces la anarqua, pero llegar como consecuencia del despotismo. El presidente
James Madison ha expuesto los mismos pensamientos (Tocqueville, 2005, p. 264).
105
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106
El pueblo soberano
Este examen del problema permite concluir que una democracia pura, por
la que entiendo una sociedad integrada por un reducido nmero de ciuda-
danos, que se renen y administran personalmente el gobierno, no puede
evitar los peligros del espritu sectario. En casi todos los casos, la mayora
sentir un inters o una pasin comunes; la misma forma de gobierno pro-
ducir una comunicacin y un acuerdo constantes; y nada podr atajar las
circunstancias que incitan a sacrificar al partido ms dbil o a algn sujeto
odiado (Hamilton y Jay, 2004, p. 39; Cfr. Diamond, 1996, p. 625).
130 Ms aun, la separacin de poderes contribuye a garantizar que en el ejecutivo y el judicial queda-
rn las personas ms apropiadas para salir airosas del trance; esto es, influye positivamente sobre
la eleccin de la mayora. La separacin de poderes, como puede verse, ofrece un maravilloso ar-
gumento retrico a quienes estn preocupados por la ineptitud del gobierno popular (Diamond,
1996, p. 633). Ms adelante agrega: El principio de representacin, reforzado por la separacin
de poderes, se propone negarles la autoridad del gobierno a las mayoras populares opresivas
despus de formadas stas (634).
131 Esta concepcin del federalismo como uno de los remedios republicanos en el contexto de su
apuesta por un republicanismo de grandes dimensiones y altos vuelos se erige, pues, en uno de los
elementos del diseo terico y prctico madisoniano del sistema realista de frenos y contrapesos
(Muiz, 2005, p. xxxvi).
132 El sistema representativo, luego, era distinguido como un sistema destinado a refinar y extender
la voluntad de las mayoras, pasndola a travs del medio de un cuerpo elegido de representan-
tes (Gargarella, 2002, p. 55).
107
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133 Madison afirma: El respeto sentido por las grandes figuras se ve siempre disminuido en propor-
cin al nmero ante el que se ha de dividir la censura o la loa. Y se sabe que la conciencia moral, el
nico lazo que resta, resulta inadecuado en los individuos. Poco se puede esperar de ella si habla-
mos de grandes nmeros (2005, p. 30). Y en otro texto dice: Si se consiente que la inclinacin y
la oportunidad coincidan, bien sabemos que no se puede contar con motivos morales ni religiosos
para contenerla. No son frenos bastantes para la injusticia y la violencia de los hombres, y pierden
su eficacia en proporcin al nmero de stos que se renen, es decir, en la proporcin en que esta
eficacia se hace necesaria (Hamilton y Jay, 2004, pp. 38-39).
134 Como se demuestra, las causas latentes de la divisin en facciones tienen su origen en la natu-
raleza del hombre; y vemos por todas partes que alcanzan distintos grados de actividad segn las
circunstancias de la sociedad civil (Hamilton y Jay, 2004, p. 37).
135 Los que se manifiestan en pro de una democracia sin ms o de una pura repblica, actuando por
razn de la mayora y operando dentro de sus estrechos lmites, dan por sentado o presuponen un
caso que es del todo ficticio. Su modo de pensar lo basan en la idea de que el pueblo que forma
la sociedad disfruta no slo de igualdad en cuanto a los derechos polticos, sino que tienen tam-
bin los mismos intereses y experimentan los mismos sentimientos en todos los rdenes. Si esto
fuera as, su razonamiento sera inobjetable. El inters de la mayora sera tambin el inters de
la minora; las decisiones no resultaran sino opiniones sobre el bien del conjunto, representando
entonces la voz ms numerosa el ms seguro criterio; y en un mbito reducido, esta voz se podra
recoger con la mxima facilidad. Lo que permitira administrar los asuntos pblicos con el mayor
esmero. Sin embargo, sabemos que una sociedad nunca consisti, ni puede consistir, en una masa
tan homognea de ciudadanos (Madison, 2005, p. 41).
136 Esto queda explicado en el quiz ms citado fragmento del autor: Si los hombres fuesen ngeles,
el gobierno no sera necesario. Si los ngeles gobernaran a los hombres, saldran sobrando lo mis-
mo las contraloras externas que las internas del gobierno. Al organizar un gobierno que ha de ser
administrado por hombres para los hombres, la gran dificultad estriba en esto: primeramente hay
que capacitar al gobierno para mandar sobre los gobernados; y luego obligarlo a que se regule a s
mismo (Hamilton y Jay, 2004, p. 220).
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El pueblo soberano
Sin embargo, esta poltica de Madison convive con varias aporas. Primero,
la creencia en la fundamentacin popular del poder en tanto all descansa
la legitimidad de su arquitectura poltica,138 con un miedo irredimible por
mayoras y facciones, tpica del constitucionalismo democrtico; segundo,
un infatigable respeto por las libertades, las que l mismo reconoce como
las generadoras de las temibles facciones, pues solo bajo un rgimen de
libertad pueden las personas interactuar de forma tal que sea posible el
encuentro con el otro:
Hay tambin dos mtodos para hacer desaparecer las causas del espritu de
partido: destruir la libertad esencial a su existencia, o dar a cada ciudadano
las mismas opiniones, las mismas pasiones y los mismos intereses.
Del primer remedio puede decirse con verdad que es peor que el mal perse-
guido. La libertad es al espritu faccioso lo que el aire al fuego, un alimento
sin el cual se extingue. Pero no sera menor locura suprimir la libertad, que
es esencial para la vida poltica, porque nutre a las facciones, que el desear
la desaparicin del aire, indispensable a la vida animal, porque comunica
al fuego su energa destructora (Hamilton y Jay, 2004, pp. 36-37).
Para resolver todo aquello dijo que no obstante las limitaciones y morda-
zas, la fundamentacin ltima la tena el pueblo soberano,139 considerado
en su gran magnitud, apelando a un atributo casi metafsico de esta en-
tidad poltica, porque nunca reconoce su presencia; antes bien, pretende
deshacerse de sus manifestaciones y apelar a cierta conciencia popular,
137 Porque la forma de gobierno popular permite a la mayora popular poner en prctica su vio-
lencia y enmascararla bajo las formas de la constitucin (Cfr. Diamond, 1996, p. 629).
138 Tocqueville as lo explica: En Norteamrica, el principio de la soberana del pueblo no est ocul-
to, no es estril como en algunas naciones. Es reconocido por las costumbres, proclamado por las
leyes, se extiende con la libertad y alcanza sin obstculos sus ltimas consecuencias.
Si hay algn pas en el mundo en el que se pueda apreciar en su justo valor el dogma de la sobe-
rana del pueblo, estudiarlo en su aplicacin a los negocios pblicos y juzgar sus ventajas y sus
peligros, ese pas es sin duda Norteamrica (2005, p. 74).
139 El gran desidertum en materia de gobierno estriba una modificacin tal de la soberana que la
haga suficientemente neutral frente a los diferentes intereses y facciones como para poder evitar
que una parte de la sociedad invada los derechos de otro y al mismo tiempo la haga suficiente-
mente capaz de controlarse frente a la generacin de un inters adverso al de la sociedad en su
conjunto (Madison, 2005, pp. 23-24).
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que la supone y que siempre est, por la fuerza de las cosas, en consonan-
cia con la exigencia y proteccin de los derechos individuales. No recono-
ce Madison ningn otro clamor popular.
Y para no eliminar las facciones, pues sera atentar contra la libertad mis-
ma lo que a sus ojos y creencias republicanas era peor que el dao que se
quera remediar, procur la implementacin de un rgimen partidista que
no eliminara sino que gestionara a las mayoras, la que es la estrategia de
los checks and balance:
La leccin que hemos de sacar de todo esto es que donde una mayora se
une por un sentimiento comn y tiene oportunidad de imponerse, los de-
rechos de la menor parte se tornan inseguros. En un gobierno republicano
la mayora, cuando se encuentra unida, siempre tiene una oportunidad. El
nico remedio consiste en ensanchar la esfera y, de esa manera, dividir la
comunidad en un nmero tan grande de intereses y partidos que, en pri-
mer lugar, no se haga probable que en un momento dado pueda darse una
mayora que tenga un inters comn separado del conjunto o del de la mi-
nora y, en segundo lugar, que en caso de que se d tal inters, no resulten
capaces de unirse en su prosecucin. A nosotros nos importaba intentar
un remedio as y, con vistas a esto, modelar un sistema republicano en una
escala y en una forma que lo hagan apto para controlar todos los males que
hemos experimentado (Madison, 2005, pp. 30-31).
Los checks and balances son la estrategia limitadora del autor, compuesta de
forma arquitectnica por numerosos dispositivos de control pensados para
limitar poltica y constitucionalmente a las mayoras y cuidar los derechos
de las minoras. Es una estrategia basada en la suspicacia generada por las
facciones, la democracia popular, el poder constituido y las instituciones,
y que desemboc en sistemas de poder poltico fundado en una constitu-
cin limitada en contenido e interpretacin, el sistema representativo,
la democracia indirecta, un sistema de control de constitucionalidad (judi-
cial review of legislation) desconfiado de las mayoras polticas, la presencia
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140 Aqu tenemos una frase de combate de Madison, con ribetes claramente elitistas: El efecto de la
primera diferencia consiste, por una parte, en que afina y ampla la opinin pblica, pasndola
por el tamiz de un grupo escogido de ciudadanos, cuya prudencia puede discernir mejor el verda-
dero inters de su pas, y cuyo patriotismo y amor a la justicia no estar dispuesto a sacrificarlo
ante consideraciones parciales o de orden temporal. Con este sistema, es muy posible que la voz
pblica, expresada por los representantes del pueblo, est ms en consonancia con el bien pblico
que si la expresara el pueblo mismo, convocada para este fin (Hamiltony Jay, 2004, pp. 39). Igual
pasin se advierte en Hamilton, al referirse a la falsedad del slogan la voz del pueblo es la voz de
Dios: La gente es cambiante y turbulenta; raramente juzgan o llegan a determinaciones correc-
tas (Cfr. Gargarella, 2002, p. 51).
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III. Consideraciones finales
Este trabajo, que se presenta como una disertacin libre sobre el tema de
la soberana popular en el liberalismo poltico de la modernidad, no ha
tenido como objetivos la descripcin asidua de una obra o autor, y menos
an responder con evidencias histricas acerca de la existencia de un pue-
blo soberano.
El inters sobre este paso tiene dos registros. El primero pasa por la creen-
cia de que se trata de un encuentro terico determinante, en el que el cons-
titucionalismo gan todo su basamento y contextura al decidir separarse
de la poltica cuyo anclaje est en el debate y en la puesta en comn de
formas de vida buena. El constitucionalismo que all se configura hace un
pacto ptreo con el derecho, utilizndolo como herramienta de asegura-
miento de una ideologa: la liberal individualista.
Aun cuando este trabajo es, ms que nada, un marco terico que se desa-
rrolla con ocasin de una categora, el pueblo soberano, s es preciso hacer
hincapi en un par de ideas que actuaron, primero como intuiciones, lue-
go como hiptesis nunca como conclusiones, sobre las que se recaba.
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141 La imagen del pueblo soberano, por cierto, ha sido modificada hoy y clasificada normativamente
por las ideas de derecho natural y por las tradiciones culturales. [] En contraposicin a esto,
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La idea es, en suma, que desde que los derechos naturales subjetivos son
enarbolados como en esta doctrina el constitucionalismo democrti-
co, el pueblo ya no es soberano,143 pues las decisiones fundamentales
en lo referente a la poltica y a la vida en comunidad ya estn tomadas
o, si se trata de definir sus contornos, el pueblo no es el competente para
pronunciarse; lo es el tribunal constitucional apelando a un saber incon-
trovertible que se viene construyendo desde la doctrina del iusnaturalismo
racionalista.
el pueblo ya est relacionado desde un principio al ser humano en tanto poseedor de derechos
fundamentales inalienables. Es solo sobre la base que todo poder del Estado surge del pueblo
(Hberle, 2001, p. 32).
142 As puede leerse en Tocqueville cuando seala que cada individuo sufre porque se le sujeta,
porque ve que no es un hombre ni una clase, sino el pueblo mismo, quien tiene el extremo de la
cadena (2005, p. 634).
143 Tan slo a la vuelta de una dcada la nocin de pueblo sufre bruscos cambios, que le obligan a
reinterpretarse a s mismo, el peligro que corre en esta redefinicin es renunciar a la dinmica,
algo catica, de su energa inicial, en intercambio por un sentido de ordenamiento de las palabras
ltimas (Sann Restrepo, 2006, p. 69).
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2. La poltica y el constitucionalismo
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144 Si existe un concepto movedizo en la historia poltica de los ltimos doscientos aos esa es la
nocin de pueblo, Kramer no logra advertir que tan solo a la vuelta de veinte aos, lo que era un
bloque compacto comienza a desvertebrarse, ese pueblo uniforme que acta como un todo slido
comienza romperse en fragmentos cada uno de los cuales busca un tipo especfico de manifesta-
cin, ya no en secuencias nicas como las elecciones o la turba, sino en manifestaciones plurales
como los grupos de presin y claro, las demandas judiciales (Sann Restrepo, 2006, p. 69).
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IV. Referencias bibliogrficas
Aristteles. (1989). Politeia (La poltica). (M. Briceo Juregui, Trad.). Bo-
got: Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo (Trabajo original escri-
to aproximadamente entre los aos 350 y 330 a. C).
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Bodino. (1973). Los seis libros de la repblica. (P. Bravo Gala, Trad.). Barce-
lona: Aguilar. (Trabajo original publicado en 1576).
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Cox, R. (2010). Hugo Grocio. En: L. Strauss & J. Cropsey (Comp.). His-
toria de la Filosofa Poltica. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, pp.
368-376.
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Hberle, P. (2001). La imagen del ser humano dentro del Estado Constitucional.
Per: Pontificia Universidad Catlica del Per.
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Locke, J. (1963). Ensayo sobre el gobierno civil. (J. Carner, Trad.). Mxico:
Fondo de Cultura Econmica. (Trabajo original publicado en 1690).
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Lutero, M. (1990). Escritos Polticos. (J. Abelln, Trad.; 2.a edicin). Espaa:
Tecnos. (Trabajos originales publicados entre 1520 y 1526).
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Se termin de imprimir en la Editorial L. Vieco S.A.S en agosto de 2015.
La cartula se imprimi en propalcote C1S 240 gramos,
las pginas interiores en Propalbeige 70 gramos.
La fuente tipogrfica empleada es Calixto MT.
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