La España de Ayer y La de Hoy - Emilia Pardo Bazan
La España de Ayer y La de Hoy - Emilia Pardo Bazan
La España de Ayer y La de Hoy - Emilia Pardo Bazan
Seoras, seores:
Solemos censurar los espaoles las inexactitudes y errneos juicios de los viajeros franceses, y
en Francia misma, eruditos como Alfredo Morel Fatio se impusieron la tarea de rectificar a los
hispanlatras, empezando por Vctor Hugo.
No me propongo unirme a los sabios para corregir a los poetas soadores: al contrario, he de
justificar la conducta de estos ltimos, explicando su curiosa enfermedad de la vista. Cierto
que contemplan a Espaa al travs de la bruma de una leyenda; pero esta leyenda, especie de
romancero rezagado y tardo, es creacin colectiva de los espaoles.
Dijrase que al cruzar los Pirineos se apodera del viajero un espritu de ilusin y engao. No es
[62] sino la leyenda, que le envuelve y subyuga. Cosa bien natural y sencilla: efectos del
contagio. La leyenda se pega; la comunicamos a los extranjeros porque la llevamos en la masa
de la sangre; y esa funesta leyenda ha desorganizado nuestro cerebro, ha preparado nuestros
desastres y nuestras humillaciones.
No hay ms remedio que afrontar la situacin; son la hora de la verdad. El golpe ha
despertado a los durmientes, desatando las lenguas antes mudas; se reconoce la magnitud del
problema y llueven artculos, discursos, folletos, libros{1} que sin compasin barren los
oropeles legendarios. No obstante, algunos compatriotas mos, sabedores de [que] yo pensaba
exponer aqu lo que vena repitindose sin interrupcin, me preguntaron alarmados si iba a
hablar mal de la patria. Ah! La patria tiene hambre y sed de verdad, y por otra parte, es un
secreto a voces el que quieren que guardemos. Sbense de sobra en el extranjero nuestras
desdichas, y aun no falta quien con mengua de la equidad las exagere; sirva de ejemplo el
libro reciente de M. Ives Guyot, que podemos considerar como tipo de leyenda negra, reverso
de la dorada. La leyenda negra espaola es un espantajo para uso de los que especialmente
cultivan nuestra entera decadencia, y de los que buscan ejemplos convincentes en apoyo de
determinada tesis poltica. [63] Est en este caso M. Ives Guyot, y en vez de expurgar su obra
sobre Espaa, prefiero reconocer que entre errores explicables y a pesar del abuso de las
tintas sombras, encierra ciertas dosis de verdad. Debemos los espaoles, en las actuales
circunstancias, mirar a M. Ives Guyot como a un amigo involuntario: porque hoy nuestro
verdadero amigo ser quien nos fuerce, por cualquier medio, as sea chapuzndonos en un
bao de tinta muy negra y acre, a meditar acerca del origen de nuestros fracasos y
tribulaciones. De las dos leyendas, es la dorada, la heroica y hermosa, la que ms dao nos
hizo.
Caracteriza a la leyenda dorada la apoteosis del pasado. El ayer se nos ha subido a la cabeza;
hemos credo que bastaba evocar las blancas carabelas de los conquistadores para conservar
las conquistas. Y los secuaces de la leyenda; los que han persuadido a la gente honrada y
pacfica de que el ideal consiste en no moverse, en detener la evolucin, en la completa
parlisis de Espaa, se ven en grave aprieto cuando les dirigimos preguntas concretas y
categricas. Cuando les pedimos que fijen el perodo histrico en que debemos eternizarnos,
ya nombra a los Reyes Catlicos, que fundaron la unidad nacional, ya a Carlos V y Felipe II, en
cuyos dominios no se pona el sol. Grandezas que velaban la decadencia inminente cuyo rpido
desarrollo ser siempre para el legendista enigma sin clave. [64]
Esta nacin que lograron amarrar a su pasado, cuerpo vivo atado a un cadver, parece
cabalmente predestinada por sus condiciones geogrficas y topogrficas a tomar parte
activsima en la marcha y adelantos de la civilizacin del mundo. Pennsula que se destaca
gallarda y atrevida, adelntase entre el Atlntico y el Mediterrneo, entre el mundo antiguo y
las naciones nuevas. Dirase que ha nacido para el comercio, para la navegacin y la industria;
rico es su suelo, vario su clima: cornase al Norte de bravos pinos y rudas encinas, y al
Medioda prende en su pecho grupos de palmeras, africanos oasis. La raza espaola, o ms
bien las razas humanas que forman el conjunto de la poblacin, son superiores, aunque no
arianas todas; la sangre cltica y goda se mezcla con la fenicia, bereber y rabe. Avezada a las
luchas por la independencia, pronta a todo glorioso intento, tan rica en dotes y tan personal
que apenas romanizada impona a Roma sus cualidades literarias y consegua espaolizar el
arte latino, convengamos en que la raza espaola ha debido ser vctima de algn maleficio
extrao para que al finalizar nuestro siglo se discutan seriamente sus derechos a figurar entre
los pueblos cultos.
Verdad que la raza, si posee extraordinarias cualidades, tambin tiene graves defectos.
Verbigracia, el instinto de anarqua individualista, estorbo a toda labor colectiva, sin razn
confundido [65] con el instinto de independencia. Si a veces contribuy a la defensa del
territorio, otras muchas hizo ineficaces las leyes, atiz la discordia y dispers las fuerzas
nacionales. Aparte de su indisciplina viva, inclnase el espaol a no respetar el derecho ajeno y
a violentar la conciencia. Levadura semtica, fe musulmana que por la fuerza se impone. Acaso
en esto consista que con leyes muy semejantes a las de otras naciones, nuestras costumbres
revelan mayor atraso, y haya podido decir con gran exactitud el actual Presidente del Consejo,
D. Francisco Silvela, que Espaa posee todas las apariencias y ninguna realidad de nacin
jurdicamente constituida.
Leyes, ms bien nos sobran. Andamos perdidos en un laberinto de disposiciones, anegados en
un ocano de papel, y el derecho, ciencia, como la teologa, profundamente espaola, ha cado
en tal descrdito, que el nombre de justicia engendra recelo o desconfianza invencible, y no es
aventurado decir que en Espaa se teme ms a la justicia que a los malhechores. No hay lucha
legal, porque se la cree ociosa; la indisciplina se transforma en estoico fatalismo o en
cautelosa astucia; hecha la ley, hecha la trampa; a ver cmo se elude lo que no puede
cumplirse; contra ley de estuco abuso de piedra; venga el contrabando, venga la influyente
recomendacin, gire la mecnica poltica, enrdese el pleito y maana Dios dir.
No niego el atractivo que ejerce sobre la imaginacin [66] la Espaa de ayer, la de los Reyes
Catlicos. Aquel deslumbrante reinado fue base de la unidad confirmada y reconocida, pero
atac nuestra espontaneidad. Antes de Isabel y Fernando, ramos un pueblo ligado por
intereses comunes; despus, una nacin, pero el pueblo rebosaba savia y fuerza, la nacin iba
a debilitarse prontamente. Antes de Isabel y Fernando, Espaa haba producido dos
florecimientos magnficos, el de la civilizacin hispano-romana y el de la hispano-rabe en la
Edad Media: hallbase entonces poblado el territorio con ms de cuarenta millones de
habitantes, y cubierto de ciudades y villas, cuyos escombros dan todava asunto a la
admiracin; ramos fuertes, temidos, estudiosos, poseamos industria y agricultura, y son los
restos de aquella vida intensa los que en parte sostienen la actual. Dos siglos despus de los
Reyes Catlicos, quin ignora como qued Espaa, solitaria, exhausta, famlica; cuatro siglos
y medio despus nada nos resta de las grandezas de antao, y tristemente repetimos: de
todo apenas quedan las seales. Entre adelfas, esbeltos lamos, arrayanes y surtidores
moriscos, lzase hoy, fino encaje tejido por los genios, la incomparable Alhambra. Al lado de la
joya oriental, ocurrindosele a Carlos V erigir un palacio del Renacimiento, de arcadas y
medallones. Ms ruinoso en el da que la Alhambra, jams lleg el palacio a concluirse. Son un
smbolo estos dos edificios. El poder cesreo, el imperialismo [67] de la dinasta austriaca,
tampoco coronaron su obra, apenas iniciada cuando deshecha.
Asmbranse los historiadores viendo una nacin que empieza a decaer con rapidez vertiginosa
cabalmente cuando llega a la cspide de sus destinos, y descubre un nuevo mundo y lo
conquista; tratan de explicarlo de mil modos, y quizs cada explicacin encierra partculas de
verdad. Unos hablan de anemia debida a tanto desangrarnos en el titnico esfuerzo de ganar a
Amrica despus de seorear a Europa; otros, de errores polticos, de moriscos y judos
expulsados, que se llevaron consigo el comercio y la riqueza. Ya es la Inquisicin y el
fanatismo religioso, ya el teutonismo y despotismo de Carlos V, que anularon nuestras
tradiciones de libertad y de justicia popular. Repito que cada explicacin puede ser discutida,
pero hay un hecho innegable, la decadencia. No concibo condenacin ms elocuente de un
estado social que el cuadro de Espaa yerma y desierta, seca y rida, semejante a una
mendiga que se tiende al sol, ni seal ms clara de nuestro decaimiento profundo que estas
siluetas con tanta frecuencia trazadas por los poetas satricos del siglo XVIII el hidalgo palillo
en boca, esparcidas las migas de pan sobre el coleto, porque crean que ha comido, o el pcaro
frtil en trazas, injerto en pordiosero o en bandolero. Tanto como las letras expresa el arte:
mirad los cuadros de Velzquez y Murillo: el primero retrat a los altivos magnates de [68]
guante de gamuza, pero ms abundan en sus lienzos enanos y bufones, bobos e insensatos; si
el segundo nos sube al cielo con la Concepcin, tambin nos hace adivinar en sus granujillas y
piojosos la situacin de la gente humilde y la educacin de la infancia. Habl Quevedo de cosas
que parecen tener ser, y slo son ya sombra y figura. As Espaa qued convertida en fiel
amante del pasado, en patria de los aparecidos. Otro poeta moderno, Gaspar Nez de Arce,
es quien afirma que en Espaa slo estn vivos los muertos. Desde entonces nos rebozamos
en el sudario de nuestra leyenda.
Leyenda digo, y no historia. La pereza y la rutina han encontrado cmodo atenerse a la
leyenda, y sta ha falseado nuestro sentimiento y nuestro juicio. No se ha buscado bien el
verdadero espritu de nuestras tradiciones, ni hemos sabido entender que cuanto ms
ahondsemos en ellas ms descubriramos los grmenes de progreso, de libertad, de
tolerancia, de fe, de trabajo y de esfuerzo viril, claro es que segn cada siglo puede
comprender y practicar esas virtudes. Reconozco que no habamos de estacionarnos en la
filosofa de Sneca, ni en la civilizacin de los Califas, ni en la ciencia de San Isidoro; pero
tampoco debimos pararnos y atollarnos en las pocas siguientes, sino continuar avanzando,
cambiando si era preciso, ya que poseamos el slido apoyo, la cepa robusta de la tradicin.
Hubiese bastado con no estacionarse en el siglo XVII, con aceptar el [69] espritu nuevo
mientras es nuevo, porque a su vez llegar a no serlo, y otras corrientes arrastrarn a la
humanidad hacia el porvenir.
La dinasta de Borbn, a su advenimiento, trat de mejorar algo la situacin de Espaa: hubo
una cruzada por la cultura, cruzada de grandes y seores de empolvada peluca, de casaca
tornasol, de medias de seda: pero la leyenda pudo ms: haba echado en el pueblo hondas
races: ya se detestaban las innovaciones, ya se crea que tocar a Espaa era profanar una
reliquia. Ocurri entonces una cosa digna de notarse, y fue que cierto monje benedictino,
anciano estudioso, de enciclopdico saber, de vida pura y sin tacha, creyente y ortodoxo como
el que ms, y escritor de fcil y persuasivo estilo, especie de periodista con cogulla, quiso
combatir y extirpar los errores comunes, las supersticiones del vulgo, y torn contra la ciencia
increblemente atrasada, contra los falsos milagros, contra la hipocresa y la necedad; seal
con ademn enrgico hacia la negra cueva de las brujas donde haba sido maleficiado el ltimo
rey de la dinasta austriaca. El monje tuvo partidarios y lectores y admiradores, pero se hizo
sospechoso; llovieron sobre l libelos e impugnaciones, y hasta se le acus de impiedad y
hereja y se le compar a Voltaire. Fue preciso que el monarca en persona, por medio de un
decreto, prohibiese atacar al Padre Feijo; as se trataba de reformar a Espaa, de real orden,
[70] cuando sera indispensable que la reforma comenzase por las capas profundas. Y aun por
eso, a despecho de excelentes intenciones y de resultados positivos que no quiero desconocer,
no consiguieron los primeros Borbones modificar radicalmente el estado del pas. Al
espaolizarse, los Borbones se pusieron de parte de la leyenda, y el decaimiento de la
Inquisicin contribuy a reforzar el absolutismo monrquico, sin beneficio alguno para la vida
nacional.
Una disertacin de la Sra. Pardo Bazn ha cerrado ayer la tercer campaa de la Sociedad de
Conferencias. Disertacin de los ms interesante, y que sin duda har ruido. La clebre
novelista tom por asunto La Espaa de ayer y la de hoy. Sobre este tema, de vibrante
actualidad, se expres con lenguaje de alta elocuencia, de perfecta elegancia y pureza, y con
una franqueza que algunos de sus conpatriotas estimar acaso excesiva, pero til, saludable
y patritica. La Sra. Pardo Bazn no desespera del porvenir de su pas: slo desea abrir los
ojos a sus compatriotas y traerles de la leyenda a la realidad.
(Journal des Debats.) [102]
Ante un crculo restringido de privilegiados, el gran escritor espaol, doa Emilia Pardo Bazn,
ha dado una conferencia sobre La Espaa antigua y moderna. El autor de La cuestin
palpitante, naturalista en las novelas, lo es tambin en su crtica. Su sistema, que le hace
parecer a veces aventajado discpulo de Taine, consiste en exponer el mal en toda su
desnudez, para que sea factible encontrar el remedio. La lcera existe: hay que examinarla y
reconocerla, desdeando la susceptibilidad y el amor propio de las gentes. Su valenta ser
acaso mal interpretada en Espaa, pero ella cumple su deber de ciudadano enrgico. La
palabra de la Sra. Pardo Bazn es ardorosa, llena de colorido, vibrante; y cuando la
indignacin hiere su alma, las frases caen, cortantes a modo de cuchillo de guillotina. El estilo
es expresivo y pintoresco, rebosando en imgenes varias y luminosas, que sorprenden,
admiran y encantan. Lstima que esta conferencia se haya organizado como a la sordina, y
que slo una crema especial haya podido saborear la palabra elocuente del gran escritor.
(LEvnement.)
Hemos dicho nuestra opinin sobre el talento excepcional de doa Emilia Pardo Bazn. Su
magnfica conferencia de ayer en la Sala Charras no hizo sino confirmar la reputacin de que
viene precedida la clebre novelista espaola: y cuenta que esta conferencia se ha verificado
en las condiciones ms desfavorables posible. La disertacin ha sido nutrida y substanciosa; ha
interesado infinito al auditorio; ha demostrado, con singular ingenio, una extraordinaria alteza
de miras patriticas y una elocuencia pasmosa, que brota del corazn y al corazn llega
directamente. El xito de la eminente novelista es completo.
(La Fronde.)
Con el ttulo de La Espaa de ayer y la de hoy, una espaola, la Sra. Pardo Bazn, ha
pronunciado una elocuente disertacin en la Sociedad de Conferencias, y la vemos reproducida
en la Revista Poltica y Literaria (Revue Bleue). La seora Pardo Bazn ha denunciado la
leyenda con una valenta que acaso no le agradezcan sus compatriotas: doble mrito en la
eminente conferencista. Slo en un punto sigue asocindose a la leyenda: la Sra. Pardo Bazn
niega la influencia depresiva del catolicismo en Espaa.
(Le Sicle) [104]
El martes ltimo, en la Sala Charras, la seora Pardo Bazn, el gran escritor espaol, nos ha
hablado de la Espaa de ayer y la de hoy, con elocuencia y precisin realmente asombrosas.
Desde el principio hasta el fin ha sido su conferencia un trozo de literatura que honrara a los
mejores autores franceses; dbanle extraordinario relieve el vigor de la expresin, el colorido
del estilo y la feliz eleccin de las palabras. Con valor y firmeza ha venido la Sra. Pardo Bazn,
lmpara en mano, a alumbrar y registrar los males que Espaa sufre. Y lo ha hecho con tal
verdad y dignidad, que los ms espaoles tienen que aplaudirla, que fortalecerse con la
esperanza. Sus juicios revelan una ardiente patriota que no teme hacer sufrir al enfermo para
curarle. Expone el peligro nacional convencida de que Espaa posee bastante energa nativa
para conjurarlo.
(Le Pain.)
Un clebre escritor espaol, una mujer, la seora Pardo Bazn, ha dado en Pars una
conferencia que resonar ms all de los Pirineos pues todava hay Pirineos, diga lo que
quiera Luis XIV. Ha hablado de su pas. Qu asunto ms apremiante y doloroso para una
espaola patriota! Y ha hablado con luz y elocuencia; su discurso despeda esa claridad propia
de la elegante oratoria [105] espaola; y las desdichas de su patria, todava palpitante, daban
a su voz acentos melanclicos que observaron todos los presentes. Quien no se conmovera,
aunque extranjero, ante las desventuras de ese gran pas! Sin embargo, la oradora no
desespera: piensa que lo enorme de la catstrofe ser estmulo para despertar a los suyos.
Slo que la curacin no se realizar sin una renovacin fundamental.
(LEcho.)
La Sra. Pardo Bazn, nuestro husped desde hace das, ha dado esta tarde, en la Sala Charras,
una conferencia sobre La Espaa de ayer y la de hoy. Ante un auditorio numeroso y de lo ms
selecto ha tratado valerosamente, con elocuencia y persuasivo encanto, la cuestin de la
actual decadencia espaola. Mil veces la interrumpieron los aplausos del auditorio. Su frase fue
elevada y aconsej que Espaa se consagrase a renovarse y fortalecerse para lo por venir.
(Agencia Hawas. Telegrama a varios peridicos italianos, suecos, belgas y alemanes.)
La Espaa de ayer y la de hoy. Tal es el ttulo de la conferencia que la Sra. Pardo Bazn dio el
martes ltimo en Pars. Sobre ese asunto, [106] de conmovedora actualidad, se ha expresado
la gran espaola con una elocuencia comunicativa que arrebat al auditorio. Sintiendo ms que
nadie el estmulo del amor patrio, ha tenido el valor de proclamar en voz alta las verdades de
las cuales ha de salir la Espaa de maana. Deseamos, pero no nos atrevemos a esperarlo,
que su vigoroso lenguaje sea bien interpretado all. La conferencista no se forja ilusiones, sin
embargo, en este respecto, lo cual hace doblemente meritoria su actitud. Pero su amor patrio
la mueve a desdear el peligro, y su carcter, probado por largas luchas, la coloca por encima
de todas las mezquindades y estrechas preocupaciones de una pasajera popularidad. Y no nos
equivoquemos: nada ha podido amenguar la fe de la Sra. Pardo Bazn en los futuros destinos
de la patria espaola. Nosotros somos de los que sabemos qu fiebre de patriotismo abrasa el
alma escogida de la escritora, qu sentimientos animan a esta espaola entre todas excelsa, y
lo que ha necesitado sufrir con el espectculo de los desastres para que realice este acto. Por
eso la saludamos aqu, desde el ltimo lmite de Europa, con admiracin y emocin.
(El Diario, de Constantinopla.)
Una visita extica: la de Emilia Pardo Bazn, la ilustre escritora, que vino a Pars a dar [107]
una conferencia llena de patriotismo. Doa Emilia Pardo Bazn es de las primeras celebridades
literarias espaolas: buena, corts y modesta en su trato, en letras es una figura curiossima
de aptitudes muy diversas.
(Corriere italiano.- Florencia.)
Todos los diarios de Pars que han visto la luz en el da de ayer, dedican una o varias columnas
a la disertacin de la Sra. Pardo Bazn en la Sociedad de Conferencias. La clebre novelista
haba tomado por asunto La Espaa de ayer y la de hoy. Se ha expresado con una lealtad que
exaltar susceptibilidades epidrmicas, mas no por eso deja de ser de los ms sutil, patritico
y saludable.
(El Faro, de Niza.)
{1} No figuran en esta seccin sino los breves renglones que condensan la significacin de la
conferencia, pues no tendra objeto incluir aqu reseas ni anlisis de la misma, y menos las
interviews y los artculos de crtica y biogrficos con esta ocasin publicados.
Emilia Pardo Bazn y la leyenda negra
Ivn Vlez
Fue Emilia Pardo Bazn, y no Julin Juderas,
quien introdujo en 1899 el concepto de leyenda negra