Jean Cocteau Opio
Jean Cocteau Opio
Jean Cocteau Opio
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Jean Cocteau
Opio
Diario de una desintoxicacin
ePub r1.1
ElCavernas 10.11.14
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Ttulo original: Opium: Journal dune dsintoxication
Jean Cocteau, 1930
Traduccin: Julio Gmez de la Serna
Prlogo: Ramn Gmez de la Serna
Ilustraciones: Jean Cocteau
Retoque de cubierta: ElCavernas
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PRLOGO
Para arrojar luz sobre el arte contemporneo hay que iluminar hasta la
transparencia la figura de Cocteau.
Hasta en la literatura espaola su antecedente es indispensable, pues es el que ha
lanzado de nuevo los ngeles, estando amparado su estro bajo el signo querbico,
siendo el fundador de lo que podra llamarse el Serafismo en poesa.
El que nos trajo los ngeles es algo tan importante como el que nos trajo las
gallinas, y no se nos diga que los ngeles siempre estuvieron cercanos a nosotros,
porque los ngeles que Cocteau vuelve a traer al mundo son unos ngeles originales
en que vuelven a volar en el cielo de los ngeles primeros y recin nacidos.
Es su principal acto, pues ha dejado llenos los espacios de ngeles nuevos,
cndidos y mecnicos, en contraste potico con los seres achabacanados y terrenos
que llenaban las poesas.
Cocteau vuelve a bordar los ngeles en nuevos caamazos.
Con un anglico destino l mismo, hay que contar su biografa con cuidado, pues
es la envidia del mundo, de los poetas y de los escritores.
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juegos de ese genial nio de Francia que es Cocteau.
Cocteau diavoliza de divolo, no de diablo en los jardines de Francia,
poniendo en lo ms alto la taba de su divolo, como si fuese la estrella primera de la
tarde.
En 1911, a los diecisiete aos, despus de algunos libritos de versos, publica
Prince Frivole.
En 1913 aparece un libro ms grave titulado La danse de Sophocle.
Tiene la primera enfermedad incomprensible, crisis de sus nervios, al enredarse
nervios y alma en la primera confusin del ovillo ntimo, y descubre que la poesa no
es un juego ni un medio de alcanzar la gloria, sino una bestia que os devora, un
ngel conminativo, el mensaje de aqullos que viven a aqullos que mueren.
Aparece en l una sinceridad que al servirle de mtodo har que le devore su
obra. Es como el vehculo de una fuerza extraa, a la que se dedica en cuerpo y
alma, mecnicamente. Sus obras quieren vivir y se sirven de l, atravesndole,
acabando con su salud, haciendo de l un desollado vivo.
Le Potomak (1913-14) refleja esta crisis pintando el alma de una madre llena de
sensibilidad que llega a las ms puras adivinaciones. En Potomak se destacan Los
Eugenios, microbios del alma en cuya combinacin hay ya complejos
psicoanalizados.
La guerra estalla. Se le declara rform, pero l se va al frente fraudulentamente
por aburrimiento de estar lejos de la batalla.
Convive con los fusileros, marinos en Nieuport y vive en parte su Thomas
lImposteur que aparecer en 1922.
Funda con Paul Oribe el peridico Le Mot (1914).
En esa poca en que el espritu del mundo se revuelve y en Pars vuelan todas las
hojas de los libros movidas por el desvaro de un viento de desarraigo, slo los muy
sagaces vieron que todo iba a variar y por eso se renen y se reconocen en esa hora
Cocteau, Picasso, Satie y los ms jvenes msicos.
En mis biografas de Picasso y Apollinaire est pintado ese momento; pero este
adolescente rutilante pone los puntos sobre las es de aquellos minutos.
En 1917 llega la hora de su alegra apotesica con Parade en colaboracin con
Picasso y con Erik Satie, donde presenta una farsa de circo con acrbatas giles y
pobres que quisimos revestir de la melancola que tienen los circos el domingo por
la noche, cuando la sinfona final obliga a los nios a meter un brazo por la manga
de su gabn mientras echan una ltima mirada a la pista.
Naci, en efecto, la idea de Parade en una representacin de circo en que
Cocteau vio cmo un enorme elefante de pega se hinchaba, se hinchaba, hasta que
estallaba con un detonante estallido y salan de su ruina dos clowns en locura de
bofetadas.
Cocteau elev la idea hasta planear un animal fantstico, compuesto por dos
bailarines que danzaban el famoso pas du cheval de Parade.
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Yo encontr el circo como un nio; l lo encuentra como un nio prodigio que
vuelve de las retricas amaneradas.
Ah grita frente al cielo de la pista, si yo tuviera el alma tan bien hecha
como estos saltimbanquis tiene el cuerpo!.
Ama el circo, el music-hall, las orquestas americanas, porque todo eso fecunda
a un artista tanto como la vida misma. Servirse de las emociones que tales
espectculos despiertan no equivale a hacer arte segn el arte. Sirven de excitante
como las mquinas, los animales, y el peligro.
Se ampara de Picasso, y de Erik Satie sobre todo, descartando las influencias de
los escritores, porque pueden dar tics y debilidades que dificulten la huida, ya que el
primer deber del escritor, segn Cocteau, es la fugitividad.
En 1918 publica Cap de Bonne Esprance, libro; que responde a la moda
vanguardista de los poemas breves, las naturalezas muertas, las poesas inspiradas
en los nios, en los locos y en los sueos.
Despus viene; Garros, laviation, en que relumbra el cielo iluminado gracias a
la alta tensin de un rayo sostenido.
En Le Coq et lArlequin (notas alrededor de la msica) est su pacto con los
nuevos msicos, pacto que nace en el primer concierto en la calle Huyghens, en un
saloncito sin sillas, donde se mezclaban los esnobs y los iniciados de Montparnasse.
Entre constantes escndalos nace el grupo que ha de llamarse de los Six, que
preside remoto Erik Satie y est formada por Darius Milhaud Francis Poulenc;
Georges Auric, Germain Tailleferre, Louis Durey y Arthur Honneger.
Intentan una msica a la medida del hombre. Nada de nubes, olas, acuarios y
ondinas. Una msica a ras de tierra; una msica de todos los das.
Previene a los jvenes contra los debussistas y contra Stravinsky, demasiado
enorme; aunque despus diga de l el mismo Cocteau: M viejo Stravinsky es un
tiburn que ahora pretende cantar como un ruiseor.
Un embalsamador de pocas debera embalsamar esos aos 16, 17, 18 y 19 del
siglo XX para que se notase ms el sentido de reaccin que tienen muchas cosas de
Cocteau frente al sentimentalismo vano de la poca.
Hacia 1918 conoc personalmente a Cocteau en Pars. Haba almorzado yo con
Tristn Tzara en casa de Delaunay, una comida en ese estudio de pintor en que todo
est improvisado siempre y en cuyo men los huevos fritos saben a aceite de linaza,
la ensalada tiene un poco de aguarrs y el vino est teido con las mezclas con que
se pinta el vino en las copas de los cuadros.
En la sobremesa fueron apareciendo algunas figuras muy interesantes del Pars
nuevo, las ms atentas y, por suerte, las mejores, a las que haba avisado Delaunay
en nmero veinte veces mayor que el de las que concurrieron.
Entre todos, Cocteau fue una aparicin con algo alado, y yo jurara que entr
por los cristales del balcn ms que por la puerta. Desde luego se situ en posicin
de estar sobre la cpula, en pie durante toda la visita, jugando con unos guantes de
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deportista de la nieve, guantes que no apretaba nerviosamente, sino que acariciaba,
dejndoles conservar su morbidez esponjosa, como si diera la mano a la
representacin de s en el peligro de la conversacin.
Envuelto en su gabn felpudo, tambin tejido y confeccionado para Chamonix,
tena algo de esos saltadores de esques, que se lanzan desde las alturas y hablaba
frvolamente mientras llegaba abajo. De pie frente a la mesa en que nos habamos
apacentado, la convirti en mesa del conferenciante, y su ngel de la guarda le debi
de llevar un vaso de agua que l se debi beber misteriosamente.
Como es un volador, fue breve en su visita y en seguida march hacia las
chimeneas de la tarde.
La impresin que me dej fue la de uno de los pocos jvenes que no amaan su
arte, que todo lo que deca le era anunciado de verdad por un especial ngel de la
Anunciacin dedicado slo a su servicio.
Toda la obra de Cocteau responde a esa genialidad que no acaba de creerse,
porque todos se suelen preguntar ante cada cosa de las suyas: Es posible que haya
en esto tanta intencin como parece? Es posible que se haya dicho con sentido esta
frase, que parece imposible de bien definida que est?.
Cocteau lanza poemas paradjicos, pero certeros, como el Poema para leer en un
espejo, que va autografiado y escrito al revs.
Siempre me haba parecido, al ver los espejos sobre las mesas, que tenan cierto
deseo de actuacin potica.
Esos espejos cuadrados y del tamao de una cuartilla queran actuar como
cartabones poticos o algo por el estilo.
Yo me he complacido en aplicar el aparato del espejo a esos versos, y he notado
subrayado y dotado de un sentido ms remoto el poema de Cocteau, es joven poeta
de tup de fuego y de poesa.
En ese segundo trmino del espejo, que devolvi, toda su derechura al poema
escrito del revs, el artificio de la poesa se prolongaba, adquira su escenario y la
poesa se dedicaba a una coquetera prctica, sincera, de mujer que se contempla de
cerca y ensea los blancos e iguales dientes al espejo.
Jean Cocteau ha consentido as a su musa un placer nuevo, el placer que
esperaba con ansiedad.
Narcisismo decadente! exclamarn los que nunca entienden nada.
Pero no hay nada de narcisismo espreo en esta reconstruccin de la poesa en el
espejo, y, sin embargo, gracias a este procedimiento, ha quedado desplazada en un
ambiente fantasmagrico y evocador.
Con qu gusto la leern las mujeres en su tocador, orientando el espejo sobre la
poesa, como cuando lo orientan hacia su nuca y miran si est bien ese ltimo
caracolillo de su pelo que las interroga por detrs, cerrando su interrogante!
Qu difcil es encontrar pginas qu se puedan someter a la prueba del espejo!
No es que todo se escriba del revs para volverlo del derecho en los espejos, pero
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las pginas excelsas, los pensamientos en que lo nuevo se destaca del resto de lo
dicho en el mundo, bien podran someterse al espejo.
Para las puras delectaciones, para los poemas en que no haya brutalidad,
deberamos tener el espejo junto al abrepapeles harakirizante, el espejo para
desdoblar el acto de encontrar demasiado directamente la maravilla.
En 1920 conoce a Raymond Radiguet al que llama Cocteau el milagro del
Marne porque al borde de ese ro habitaba con sus parientes, y le ayuda a la
publicacin de sus poemas, consiguiendo que aparezca, en 1922, su obra Le diable
au corps.
Radiguet dice cosas hermanas de las cosas de Cocteau.
Nos prometimos no ocultarnos nada de nuestros pensamientos secretos,
compadecindola un poco a causa de que ella crea eso posible.
Mientras, Cocteau escribe novelas como todo el mundo, en reaccin contra el
modernismo que comienza a muequear, a divinizar las mquinas, a volverse un
sistema, un truco.
Es el momento en que funda la liga antimoderna con Max Jacob, Derain,
Picasso, Braque, etc., etc.
Se estrena su obra Le boeuf sur le toit (1920) en el teatro de los Campos Elseos.
En Le boeuf sur le toit transporta a escena un bar en que todo sucede al ralenti.
Aparece un bar americano, con su alto andamiaje, vestidos los actores de
autmatas con grandes cabezas de cartn, bajo cuyo exagero resultaba ms curioso
el movimiento de los brazos cortos. Un marido ofendido por los amores de su dama
con el negro del bar, enarbola su bastn muy lentamente sobre el negro que ensea
sus dientes blancos, y lo deja caer como en una pelcula a la que se le hubiera
acabado la cuerda, hasta que tropieza con su cabeza y lo deja muerto. Un guardia
entra, pero el ventilador le secciona la cabeza. El guardia se la vuelve a poner y se
va.
Cocteau utiliz en esta obra todo lo que encontr a mano, desde la coctelera
hasta el pistn y el trombn, esos instrumentos que hacen rer, pero que estn llenos
de melancola.
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volvimos personas que se contradicen, farsantes, clowns. Se contaba y se cuenta que
yo tena un dancing. Estaba comprometido y perdido para siempre. Pero nos
habamos salvado.
A continuacin (1921) estrena Les Maris de la Tour Eiffel, composicin con tipo
de afiche en que son rehabilitados muchos lugares comunes. sta es la obra en que
dos fongrafos se producan sin imagen que les personificase detrs de una de las
bocinas lea el papel del Fongrafo Nmero Uno el mismo autor mientras los
personajes, acartonados y al fondo, se movan segn un mecanismo genial inventado
por Jean Victor Hugo. La msica era del grupo de los Six y todas las noches haba
un motn en la sala.
Aparece Le Secret professionnel (1920), libro en que Cocteau muestra sus
ilusionismos, pero sin dejar vislumbrar el secreto de su ejecucin.
Sigue Le Grand cart (1922), falsa autobiografa, con su historia de amor dicha
con palabras rpidas, llena de ancdotas que dan un relieve coloreado a lo que va
sucediendo, como una restauracin pintoresca de un relieve antiguo.
Tiene treinta aos. No los esperaba y exclama un poco quemado ante los que se
los achacan: Treinta aos! Os burlis cuando sa es la gracia de los mrmoles?.
Thomas lImposteur (1922) es una novela blanca como la sal, la menta y la
nieve. Una novela en estilo cursivo. Novela de penumbras, entre el sueo y la
realidad, entre la tierra y el cielo, entre la vida y la muerte.
Plain-Chant (1922) presenta lo que en Cocteau hay de medio muerto, de fsico de
odo fino y telescpico.
Radiguet comienza su Bal du Comte DOrgel, esa novela que es a la Princesse de
Clves lo que los relojes elctricos de cristal son a los gruesos relojes de oro hechos
con encaje de ruedas.
Crea Cocteau, en 1922, tude sur Picasso y Paul et Virginie, libreto de una pera
cmica que en colaboracin con Radiguet deba musicar Satie, que habiendo muerto
sin cumplir el encargo, deja a Francis Poulenc esa misin.
Antigone (1922), primer ensayo de Cocteau para rejuvenecer los viejsimos
temas arrancndoles la ptina que Gide llama la recompensa de las obras
maestras y Cocteau el fardo de las mediocridades.
Ms tarde perfecciona Antigone con Oedipe Roi, y en 1924 representa en medio
de tinieblas, sin que se atisben apenas algunas lneas de las balaustradas y de las
ventanas, un Romeo novsimo, en que vendimi las guirnaldas que sobrecargaban la
obra de Shakespeare y no dejaban ver la desnudez pasional de sus blancos huesos.
En (1923) muere Radiguet, golpe terrible para Cocteau, que llora como un nio y
se pone luto de nio, el nico luto que puede llevar colgadas cintas negras de
corona.
Cocteau decide no volver a escribir hasta nueva orden, dando a esa palabra el
sentido grave de no volver a escribir hasta que le seale la hora de esas apariciones
que se presentan en la puerta que abre el aire misterioso de los pasillos.
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Su corazn de diamante ha dicho Cocteau de Radiguet con el estilo de los
recordatorios no reaccionaba al menor contacto, sino que necesitaba fuego y otros
diamantes.
Por fin, en 1926 entra en el alivio de su luto y escribe su Orphe, en que es el
mismo Radiguet el que aparece como Orfeo, Representan la obra los Pitoeff, y
Cocteau representa en el estreno el papel de ngel vidriero.
Cocteau entrega al pblico esos dibujos suyos que estn dibujados con plumas
estilogrficas y tienen mucho de rbricas organizadas y vertebradas.
Sus dibujos sobre Espaa responden a aquel concepto que traz l mismo con su
escritura altibajante: Marinero, arriba la Geografa! Espaa, tinta china y
corrida de tinta roja, Espaa, jaula de loros, Espaa que besa a la muerte por
debajo de la pierna. Espaa, guitarra que recibe telegramas, Espaa, persiana del
cielo. Espaa, abanico del mar.
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El reverso de una tela bordada excita la envidia de las apetencias ruines.
Ha llegado de China con todo el reverso de oro puro para que por el derecho
slo aparezcan algunos hilos dorados sobre sedas mates, de un negro de tinta. Es
raro que nuestras damas no la usen por el revs.
As es como el romanticismo lleva la poesa.
Este falso lujo finge a veces la verdadera riqueza; pero si se impone al vulgo, la
mirada experta sufre su contrasentido.
La poesa debe tener un aire pobre para aqullos que no conocen el verdadero
lujo. Un poema es el sumo lujo, es decir, el pice de la reserva, lo contrario de la
avaricia.
Su esttica es complicada, pero clara.
Las mquinas y las construcciones americanas se parecen al arte griego en el
sentido de que la utilidad les confiere una sequedad y una franqueza despojadas de
lo superfluo. Pero esto no es Arte. El papel del Arte consiste en captar ese sentido de
la poca y en extraer del espectculo de esta sequedad prctica un antdoto contra la
belleza de lo intil que favorece lo superfluo.
A veces aboga por la reaparicin de la rosa, nica reaccin posible contra las
flores del mal y las mquinas.
La poesa moderna? La palabra moderna es absurda. Decir Yo soy moderno
equivale a decir: Nosotros, caballeros de la Edad Media. No hay tal poesa
moderna. Hay la poesa, que es de siempre, como la electricidad, que, como ella,
obra sobre las masas por fuera del arte, y hay personas que la fabrican pequeos
vehculos. Son los artistas.
Este mismo concepto lo repite con estas palabras:
No se puede decir que Mallarm era mallarmeano, como no se puede decir que
Picasso es cubista La poesa de Mallarm le perteneca a l exclusivamente, como
el cubismo es exclusivamente de Picasso.
La poesa es una partida de carias ejecutada por el alma. Reside en las rupturas
de equilibrio y en la divinidad de los juegos de palabras.
Una escuela potica es un hospital.
Para apoyar sus tesis encuentra esas palabras terribles de los grandes hombres
que nunca subrayaron los eruditos; as, esa de Goethe: Lo contrario de la realidad
para obtener el colmo de la verdad.
Su obra es como la segunda creacin de la Va Lctea, y a los que dudan de l
como si fuese un mixtificador se les podra contestar lo que contest Picasso a unos
que le dijeron que se quera quedar con el pblico:
El arte ha sido siempre quedarse con los otros, burlarse de ellos Eso hizo el
Greco, eso hizo Goya en su San Antonio de la Florida y en sus Proverbios, y eso hizo
Miguel ngel.
De vez en cuando dice con volubilidad axiomas irremovibles:
El futuro no pertenece a nadie. No hay precursores; slo existen retardatarios.
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Una obra de arte debe satisfacer a todas las musas. Es lo que yo llamo: la
prueba por nueve.
Un hombre joven jams debe adquirir valores seguros.
El ruiseor canta mal.
Lo que el pblico te reprocha, cultvalo: eres t.
Hay un tiempo para burlarnos y otro para que se burlen de nosotros, como hay
un tiempo para beber cocktails y otros para vomitarlos.
La cordura es la locura vuelta del revs.
Cuando los dems nos crean comprometidos es que estamos salvados.
Una cosa permitida no puede ser pura.
Los museos son como la Morgue, a la que va uno a reconocer a los amigos.
Al entrar en un saln decorado a la manera moderna, es decir, sin nada en las
paredes, como si todos los muros actuales esperasen una nueva pintura con la que
an no se atreven, exclama Cocteau:
Qu bien est esto, pero qu lstima que lo hayan robado!
Define a los hombres sin negar su naturaleza.
As contesta a los que le preguntan por qu le gusta Tzara, que mete las palabras
en un sombrero y las saca al azar:
Tzara es un creador. Es incapaz de oscurecer las cosas. Qu hace? Lo inverso.
Da sentido a lo que no lo tiene. El simple hecho de que su mano dirija el azar, hace
que ese azar le pertenezca y se le parezca. Saca de la nada una criatura a su imagen.
Que le imite cualquier otro, y las palabras que saquea del sombrero saldrn mal!
Tzara mover el sombrero y sacar maravillas.
Como exacta silueta de Proust escribe:
Una mala noticia para los amateurs de desastres: Marcel Proust deja una obra
completa, hasta el punto final. Eso lo sabamos y se lea en su rostro muerto. El
mundo, no entrando ms en aquel rostro, no lo atormenta ms. Los que han
contemplado aquel perfil tranquilo, de orden y plenitud, jams olvidarn el
espectculo de un increble aparato registrador inmovilizado, trocado en obra de
arte: una obra magistral de reposo, cabe una pila de cuadernos en los que el genio
del amigo continuaba palpitante, cual el reloj pulsera de los soldados muertos.
Del pintor Chirico ha dicho:
Chirico o el lugar del crimen.
Chirico o la hora del tren.
Y anotando lo que tienen de ciegas sus telas, aade: Pero ninguna es ciega.
Cuando llega al mximum en la biografa es cuando dice que Victor Hugo fue
un chiflado que se crea Victor Hugo.
Gracias a su agilidad ha pasado su espritu como un rayo descubridor de colores
a travs de opacidades.
Procura poner junto a esa frivolidad celerosa una gravedad de enfermo, de
moribundo, de enlutado por sus mamis renovadas.
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Se podra decir que tiene la suerte de la muerte y el velo de luto oportuno,
cuando su coquetera irrita al mundo demasiado lerdo.
Cocteau tiene frases de decepcin y desesperacin que le hacen perdonar su
pasado.
Despus de esa poca central de su vida en que fija su esttica y lanza sus
mejores metforas, colecciona sus mejores poemas bajo el ttulo de Posie, y sus
crticas bajo el ttulo de Le rappel lordre.
Aparecen sus Visites a Barrs, la Lettre Maritain y Le mystere lac (1928), obra
en que ensaya llevar a su ltima conclusin ese desorden sagrado que l cree que es
el orden puro.
Sufre dos intoxicaciones de opio, que fuma para calmar sus pesadillas nerviosas,
y en el despertar de la segunda escribe en diecisiete das sus Enfants terribles (1929),
que lleva en el corazn desde los diecinueve aos, y que siendo la obra ms objetiva
del poeta se halla mezclado a ella, como el cmplice de un crimen en el que no tom
parte.
La protagonista de la novela dicen que se suicid por ser lgica con la novela de
Cocteau, y en Pars, en un Exposicin de Mir, conoc al hermano plido de la
muerta, tmido como un colegial, con la sombra de su hermana a los pies, diciendo
que se suicidara tambin en cuanto desapareciese su madre. Recuerdo que una
elegante clama me propuso preparar una cena para que le conociese, pero a m me
dio miedo ver moverse en la misma mesa unas manos invisibles que manejaran
cubiertos de cristal. Lo suprasensible mata en su aproximacin.
Cada breve decir de Cocteau, cada poesa disparada como una cerbatana es una
rfaga viva, pues las obras atlticas son un resultado de fatigas, de tristezas, de
psames y de enfermedades.
En 1925 trae de su veraneo en Villefranche-sur-Mer, como Picasso de sus playas,
una serie de objetella etc., etc., que con cierto aire de obras de arte tos hechos con
limpiapipas, alambres, plomos de bodel presidio, sostiene Cocteau que se lanzan a
vivir en cuanto se vuelve la cabeza con una vida criminal y sangrante. Busca en
estas experiencias las relaciones secretas de lo humano y lo inhumano, de lo invisible
y lo material.
Convierte sus poemas en discos parlantes, encantado con colaborar con sus
gramfonos y or su voz convertida en una voz que no es suya, una voz que parece
salir de una mscara griega.
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Et des incandescences,
Et le feu central.
Songe, en continuant la descente,
Quil y a du feu et encore du feu,
Puis, des laves incandescentes.
Puis de la roche et du minral,
Puis de la terre,
Et encore de la terre,
Et peu a peu,
De la terre o pntre de lair,
Et du gazon,
Et de la nuit sur une saison,
Et une femme qui dort la Nouvelle-Zlande,
Avec labime au-dessous delle,
Au-dessous de son toit.
Et songe que pour elle il est pareil pour toi.
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opio, todos en corro alrededor del capitn se alzaban las siluetas de aquellos
hombres flacos, sarmentosos y retorcidos, como si fuesen un vivo olivar.
Y qu prepara ahora? le pregunt.
Voy a estrenar una cosa en la Comedia Francesa La titulo La voz humana.
Una contraposicin al escndalo de Hernani, cuyo centenario se celebrar estos das
en la misma Comedia Francesa Me dirijo al corazn de la sala por encima de la
cabeza de los intelectuales.
En la Comedia Francesa! Qu dirn sus enemigos! Y todas las estatuas con
peluca que llenan los pasillos?
Lo que digan los enemigos no me importa, y en cuanto a las estatuas, todas me
saludan con familiaridad.
Al decir esto Cocteau hizo un gesto de picarda, como suponiendo que los
grandes comedigrafos del pasado le dirigiesen un Adis, ninchi!, puesto en
francs.
He resucitado los viejos telones de la Comedia Francesa, los telones en que las
holgadas cortinas se pliegan sobre otras cortinas Espero que bajo aquel marco de
oro y de respeto las palabras adquieran su verdadera proporcin, su justo sentido
Abomino de la luz de los nuevos teatros y no quiero que la actualidad deforme mi
obra. Todo en mi drama es el recuerdo de una conversacin sorprendida por
telfono Huyo de las palabras amorosas tan insoportables como las palabras de
los nios
Despus de aquella conversacin fui al ensayo ntimo de la obra de este poeta,
que ya tocaba prodigiosamente el piano de la poesa a los ocho aos.
Toda la Comedia Francesa estaba inquieta al ver llegar a los invitados al ensayo
de Cocteau, pues no eran los que son asiduos a su prcer saln, sino los tipos que
slo se ven en los teatros de ensayos, en los estudios teatrales, construidos con
biombos superpuestos y enlaberintados.
La sala del teatro tena la media luz de las iglesias, y junto al teln del lecho
dramtico las cortinas con grandes senos de misterio, las luces del proscenio
eran como candelabros de piano con arandelas de cristal que son los pauelos para
las lgrimas talladas.
Como detalle chocante del gran teatro burocrtico de Pars nos sorprendi la
presencia de un viejo jefe de negociado que bajo una lmpara de oficina sobre un
pupitre establecido en la tercera fila de butacas lee una comunicacin, y en la hora
de comenzar el ensayo general telefone la orden de levantar el teln por el receptor
de mesa colocado en la butaca de al lado.
Con sencilla solemnidad de toma de posesin del escenario clsico por la
vanguardia, se levant el teln sobre la nica escena de la comedia de Cocteau.
La protagonista estaba tirada en el suelo a los pies de su cama, como una sombra
blanca embarullada de enaguas y de saltos de cama.
El telfono sonaba, y la sombra blanca comenzaba la escena angustiosa, con las
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moderaciones de la agona que quiere ser noble, del amor que an tiene una ltima
esperanza.
El poeta digno, subrayaba slo la gran sencillez de la voz humana en su juego de
escalas.
Lograba Cocteau que se notasen en su obra contrastes de pureza tales como el
que se pudiesen ver los dos papeles de la actriz cuando habla y cuando est muda
frente al telfono adems de la eternidad de los silencios.
Se vea que el mundo no es ms que un mundo de despedidas, y por eso estaba
tan bien cogida la despedida.
Slo hubo una intervencin impertinente en la sala, debida a un enemigo de
Cocteau, el poeta Paul Eluard, que grit a la actriz que telefonea:
Est-ce Jean Desbordes que vous tlphonez?
La sala protest vivamente, y la polica se llev al interruptor que as haba
lanzado una insinuacin maligna, pues Jean Desbordes es el joven novelista amigo
ntimo de Cocteau, que, segn dicen iba con l, vestido de marinero, a los Ballets
Russes.
Pronto se reanud el silencio.
Te oigo con tal avidez, que tengo ojos en los odos, deca la protagonista con
inflexin de voz que quera morir confesando su pasin.
La actriz era flexible, dctil, maestra. No dudaba ni un instante, y daba toda la
serpiente de su monlogo en vivo e incesante cimbreo no estara oyendo al
apuntador por el auricular?, envolvindose en la cinta de las palabras como si
fuese a ahorcarse con la sarta de ellas, como hay un momento en que materialmente
parece ir a suceder con el hilo del telfono, que se enrosca a su cuello como lazo de
nudo corredizo, el lazo que hubiese disparado desde lejos el hombre que se evade de
su amor a travs de la lnea telefnica.
La larga conversacin pattica no era ms que eso: conversacin, ovillo de
palabras; pero as reaccionaba el teatro contra las bambalinas exageradas, contra
ese juego de cajones superpuestos que era el otro extremo en que se le quera hacer
caer, y el habla adquira su proporcin suprema.
Eran emocionantes los detalles, como cuando la dolorida mujer, cansada de or
mentir, dejaba hablar al aparato en el vaco
La peripecia no supona apenas nada: es un corte inesperado que hace que la
protagonista vuelva a llamar a casa del amante para reanudar la conversacin,
enterndose entonces por el viejo criado de que el seor no est en casa, o sea que la
ha llamado desde otra parte, desde la casa de la nueva invasora, que quiz es la que
en un momento dado pone el dedo en el ganchillo que guillotina la conversacin;
unos guantes por los que pregunta el que huye, y que ella dice no encontrar, aunque
ahoga los sollozos en sus velludos nidos, y al final, acostada sobre el peridico, que
suena a hojas secas, un admirable vmito de lgrimas.
Los invitados aplaudieron largamente; pero Cocteau no sali a escena, porque
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cuando llaman los aplausos de la invitacin el autor no debe salir de la alcoba de las
reflexiones.
Todos al final comenzamos a bajar las escaleras con una sonrisa especial, como
si hubisemos asistido a la primera amonestacin de la boda entre el joven de la
calle y la dama de abolengo.
Las estatuas de todas las supuestas chimeneas de los pasillos y de los rellanos de
la escalera estaban hierticas, enfurruadas, rompiendo con encono el aire de sus
cumbres. Dos, tres, cuatro bustos de Victor Hugo hacan presente el mal humor del
presidente del Tribunal Supremo de la Poesa.
Una seora sala diciendo a otra:
Yo he tenido diez veces esa misma conversacin por telfono. Qu verdad es la
comedia!
Picasso, mientras, le deca al odo a Cocteau, refirindose al gesto que hace la
actriz en camisn, haciendo como si se calentase en un radiador que imagina junto a
las candilejas, como si un muro cerrase la comunicacin de la escena con la sala:
Qu bien ha estado eso! Los espectadores no deban ver nada, puesto que se
supone una pared entre ellos y el escenario y deban irse Eso he estado yo
pretendiendo con mi pintura, que fuesen, que dejasen de pretender ver lo que haba, y
no he conseguido nunca que se marchen.
Algn tiempo despus de ese estreno vi a Cocteau en una cena que dio en sus
salones de Pars Victoria Ocampo, y en la que reuni a madame de Noailles, a
Cocteau, a Jos Ortega y Gasset y a m.
La entrada de la condesa de Noailles tuvo esa cosa de gran mariposa de gasas y
sedas negras que es ahora la poetisa ideal. Vena acompaada de su doctora, que
siempre la vigila de cerca para estar atenta a su pulso cuando pueda desfallecer.
Al sentarse en el sof la condesa se levantaban por detrs sus gasas, como la
faldilla de linn de las bailarinas y sus brazos enguantados con largos guantes
negros recitaban al moverse poemas de abanicos japoneses.
Cocteau, en traje claro porque tiene el permiso del poeta de dejar el smoking
para los das de luto dio los primeros trompetazos de lirismo.
Pasamos despus al comedor.
Cenamos entre bromas a los candelabros y desprecios al fro de la calle, y
acabada la cena volvimos al saln.
La condesa de Noailles pidi que se apagasen luces para encontrar ese reposorio
de silencio de penumbras que ella necesita, y se acost sobre el sof para hablar de
rosas blancas y rendijas de luz en las siestas de Grecia.
Cocteau era el que consuma ms tumos saltando de unas cosas a otras.
Max-Jacob sostiene que su bisabuelo fue el que invent las costumbres
bretonas.
Los museos, como ha dicho Picasso, estn llenos de cuadros que fueron malos
y que de pronto resultaron buenos.
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Hay que defenderse de los salones que estn llenos de una luz que no hace
sombras como la de las candilejas.
Ortega, de pie en el saln, se situaba con pocas y certeras palabras en el
panorama de los grandes hombres, mientras encontraba en Cocteau esa
maravillosidad espiritual que sustituye su tup rubio por la lengua de fuego del
verbo sagrado y frvolo de la poca.
Cocteau volva a flotar en la conversacin.
Cuando se milagriza una cosa es de aqul que la milagriza
Victoria pona su nuca y su espalda en el espejo como un magnfico reloj de
seduccin sobre el baco de la chimenea, distribuyendo los lazos del premio entre las
cosas ms difciles y mejores que se iban diciendo.
Los brazos enmascarados de la de Noailles recitaban palabras. Ortega elevaba
los asuntos como s su rostro cetrino mirase a los soles que olvidbamos en una
atmsfera de demasiado artificio.
Me ha llamado Rothschild por telfono insista Cocteau para que me
encargue del teatro Pigalle Yo he respondido que no se acuerdan de los poetas sino
en los naufragios, pero que los poetas no tienen las mismas obligaciones que los
ngeles de la guarda. Tambin me han escrito hoy de Los ngeles, ofrecindome una
gran cantidad para dar soluciones mgicas a los asuntos; pero yo abomino la luz de
all lejos.
No se debe hacer caso a ese seor mezquindoso que dice: No hay que mirar a
la Victoria de Samotracia Lo que tiene valor es una figurita que hay junto a
ella. Mentira! Lo que vale como uno de los pocos hallazgos de la humanidad es
la Victoria de Samotracia
Hay una poca de ngeles, otra de mariposas, otra de ojos
Cada obra corresponde a un doctor diferente.
Ese algo misterioso que tiene la pintura Esa poesa incomprensible y
triunfadora que se envuelve en la pintura y que hace que un Seurat valga hoy
quinientos mil francos y un Rousseau cerca del milln.
Yo hablaba buscando las palabras inauditas del francs para espantar al saln.
Cocteau me comprenda, y la condesa, alegre como una nia, aceptaba mis
paradojas.
Victoria, como la reina de la pampa, tomaba ms gravemente las cosas y
desafiaba al espejo con la esbelta cascada de su espalda.
La de Noailles, llegadas las doce y media, se puso en pie para irse:
Je vous dfends de toucher le franais de Ramon Ne le corrigez jamais!
Son franais est un franais plastique que jaime.
Cocteau, con esa extraa fraternidad que hay entre l y yo como si yo fuese el
hermano de buen ao y l el flaco, defendi tambin mi francs, sosteniendo ya en
la puerta que mis palabras francesas eran como esas bolas de colores que tiran todos
los bolos que encuentran a su paso, con una divertida iconoclastia contra las
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palabras demasiado tiesas del francs.
Se fue en el coche de la condesa.
Ortega, que siempre ha repetido frases de Cocteau con admiracin, se qued
encantado de su espiritualidad inconfundible estrella en la frente y termin la
velada despidindonos los dos de Victoria Ocampo, que haba sido la reina
americana que haba ofrecido a dos espaoles los mejores indgenas de Pars.
Despus de esa entrevista, Cocteau cada vez ms en candelero, repite sus poemas
en bellas ediciones a sesenta mil francos cada ejemplar; escribe obras de teatro para
el escenario de la fbula como La belle et la bte y se produce cada vez con ms
deseo de ser amado, posedo por la locura de la exactitud, pues como l ha dicho;
Yo soy un mentiroso que dice siempre la verdad.
Al salir del sanatorio de Saint-Cloud, donde le han extirpado su aficin al opio,
escribe este Opium que hoy se publica en castellano, y lo ilustra con unos dibujos
esfinogrficos que responden a la maravillosidad del libro, como va a ver el lector.
Su ltima creacin ha sido una creacin cinematogrfica, pues Cocteau, sin
ninguna novifobia, cree que el cine es la nica arma de precisin que permite matar
a la Muerte.
Subvencionado por los vizcondes de Noailles, su film ha sido el escndalo de los
salones de Pars, y en esos crculos cerrados a la moda de Londres se ha querido
expulsar al aristcrata audaz, dando eso lugar a las ms divertidas hablillas de
aquella aristocracia conservadora y absurda.
Cocteau, que haba filmado su obra a retazos contradictorios, proyectaba dos
palcos proscenios junto al escenario de la descorazonacin de un nio, y como la
escena haba sido construida por partes, primero un palco, despus el otro, y por fin
el sadismo del escenario, lo extraordinario era ver reunidas las tres cosas con
isocronismo, y contemplar un palco lleno de prostitutas en camisa frente a un palco
enlutecido por los ms alcurniados aristcratas de Francia, aplaudiendo la
atrocidad propiciatoria del drama.
Admirable estratagema!
Cuntas cosas como sas hay que hacer en el mundo pasmado de tontera y
mojigatera!
Cmo resumir el valor de esta figura literaria? Slo afirmando que Cocteau es
nico o apelando a esa definicin que de l hizo el gran Oliverio Girondo, cuando
dijo que es un ruiseor mecnico al que ha dado cuerda Ronsard.
No se le puede mezclar a otros nombres literarios, aunque con el afn de dar la
leccin completa de su momento, haga que se le ligue a Max Jacob, Giraudoux,
Breton y Radiguet.
En contestacin a este afn defectuoso, ha dicho Cocteau:
Las estrellas que forman la Osa Mayor no saben cmo estn colocadas, no
saben que la Tierra las ve, componiendo ese dibujo.
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RAMN GMEZ DE LA SERNA
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Sublevacin de las tripulaciones
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DEDICATORIA A JEAN
DESBORDES
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Mon cher bon grand fond malempia.
LA SECUESTRADA DE POITIERS
(Segn el estudio de Andr Gide).
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Estos dibujos y estas notas datan de la clnica de Saint-Cloud (16 de diciembre de
1928-abril 1929)[1].
Se dirigen a los fumadores, a los enfermos, a los amigos desconocidos reclutados
por los libros y que constituyen la nica disculpa para escribir.
He suprimido los dibujos hechos con el pretexto de distraerme. Quisiralo yo o
no, trascendan a trabajo plstico, cualquiera que fuera mi tontera frente a los
problemas de actualidad. Relato una desintoxicacin: herida al ralenti. Los dibujos
que van a continuacin son como gritos de sufrimiento al ralenti, y las notas, las
etapas del trnsito de un estado considerado como anormal a un estado considerado
como normal.
Aqu se levanta el ministerio pblico. Pero yo no declaro. No defiendo. No juzgo.
Aporto unos pliegos de cargo y descargo al sumario del pleito del opio.
Me acusarn, sin duda, de falta de compostura. Quisiera carecer de compostura.
Es difcil. La falta de compostura es el signo del hroe[2].
Me refiero a una falta de compostura hecha de cifras, de cuentas de hotel y de
ropa sucia.
Leit-motiv del DE PROFUNDIS[3]
El nico crimen consiste en ser superficial. Todo lo que se comprende est bien.
La repeticin de esta frase irrita, pero es reveladora. Ese lugar comn, ltimo
descubrimiento de Wilde, deja de ser un lugar comn y empieza a vivir por el hecho
mismo de descubrirlo. Adquiere la fuerza de una fecha.
Quisiera no preocuparme por escribir bien o mal; llegar al estilo de las cifras.
Me gustara saber si la carta de Wilde es tan chapucera como su traduccin. Sera,
un triunfo sobre la esttica.
Acaba uno esa carta con la impresin de haber ledo una obra maestra de estilo,
porque en ella todo es cierto, todo tiene el peso mortal de los detalles indispensables
para preparar una coartada, para perder o salvar a un hombre.
Rousseau adorna sus cifras. Las cierra, las rubrica. Chopin las enguirnaldar. Sus
pocas lo exigen. Pero carecen de compostura. Lavan su ropa sucia en familia, es
decir, en pblico, en la familia que se buscan y que se encuentran. Sangran tinta. Son
unos hroes.
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Los designios oscuros de la Providencia
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Ya explicar ms adelante que los fenmenos increbles de una desintoxicacin,
fenmenos contra los cuales no puede nada la medicina como no sea dar al calabozo
un aspecto de cuarto de hotel y exigir al mdico o a la enfermera paciencia, presencia,
fluido, en vez de ser los de un organismo que se descompone, deben ser, por el
contrario, los sntomas incomunicados del recin nacido y de los vegetales en
primavera.
Un rbol debe sufrir con la savia y no sentir la cada de la hoja.
LA CONSAGRACIN DE LA PRIMAVERA orquesta una desintoxicacin, con una
exactitud escrupulosa de la que no sospecha ni Stravinsky.
Me he reintoxicado, pues, porque los mdicos que desintoxican deba decirse
simplemente que purgan no intentan curar los primeros trastornos que causa la
intoxicacin, porque volva yo a hallar mi desequilibrio nervioso y porque prefera un
equilibrio artificial a la falta absoluta de equilibrio. Este maquillaje moral engaa ms
que una cara descompuesta: es humano, casi femenino, recurrir a l.
Me intoxicaba con prudencia y bajo la vigilancia mdica. Existen doctores
accesibles a la piedad. No pas nunca de diez pipas. Las fum a razn de tres por la
maana (a las nueve), cuatro por la tarde (a las cinco) y tres por la noche (a las once).
Crea yo disminuir as las probabilidades de intoxicacin. Nutr de opio clulas
nuevas, renacidas al mundo despus de cinco meses de abstinencia, y las nutr con
innumerables alcaloides desconocidos, cuando el morfinmano, cuyas prcticas me
asustan, recarga sus venas con un solo veneno conocido y se entrega menos al
misterio.
Escribo estas lneas despus de doce das y doce noches de insomnio. Dejo al
dibujo el trabajo de expresar las torturas que la impotencia mdica inflige a los que
rechazan un remedio que se est convirtiendo en un dspota.
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Creo que la naturaleza nos inflige las reglas de Esparta y del hormiguero. Hay
que bordearlas? Dnde se interrumpen nuestras prerrogativas? Dnde comienza la
zona prohibida?
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El dolor exquisito
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No esperis de m que traicione. El opio sigue siendo nico, naturalmente, y su
euforia superior a la de la salud. Le debo mis horas perfectas. Es lstima que en vez
de perfeccionar la desintoxicacin, la medicina no intente hacer inofensivo al opio.
Pero ah volvemos al problema del progreso. El sufrimiento es una regla o un
lirismo?
Me parece que en una tierra tan vieja, tan arrugada, tan llena de revoque donde
siguen haciendo estragos tantos compromisos y tantas convenciones risibles, el opio
eliminable dulcificara las costumbres y hara ms beneficios que daos produce la
fiebre de accin.
Mi enfermera me dice: Es usted el primer enfermo al que veo escribir al octavo
da.
S muy bien que introduzco una cuchara en la tapioca blanda de las clulas
jvenes, que obstruyo una mancha; pero me abraso y me abrasar siempre. Dentro de
dos semanas, a pesar de estas notas, no creer ya en lo que siento. Hay que dejar una
huella de este viaje que la memoria olvida, hay que, cuando es imposible, escribir,
dibujar sin responder a las invitaciones novelescas del dolor, no aprovecharse del
sufrimiento como de una msica, hacerse atar la lapicera al pie si es necesario, ayudar
a los mdicos a quienes la pereza no suministra datos.
Durante mi neuritis, una noche que preguntaba yo a B Por qu, usted que no
busca clientela, usted a quien le sobra trabajo en el hospital y que prepara su tesis, por
qu me trata usted a domicilio, noche y da? Conozco a los mdicos. Me quiere usted
mucho, pero quiere usted ms an a la medicina. Me respondi que tena al fin un
enfermo que hablaba, que l aprenda ms conmigo, por ser yo capaz de escribir mis
sntomas, que en el hospital, donde la pregunta: Qu le duele a usted?, provocaba
invariablemente esta respuesta: No lo s, doctor.
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Pjaro
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Las clnicas acogen pocos opimanos. Es raro que un opimano deje de fumar.
Las enfermeras no conocen ms que falsos fumadores, fumadores elegantes, de esos
que mezclan el opio, el alcohol, las drogas y el decorado (opio, alcohol: enemigos
mortales), o de esos que pasan de la pipa a la jeringa y de la morfina a la herona. De
todas las drogas, la droga es la ms sutil. Los pulmones absorben su humo
instantneamente. El efecto de una pipa es inmediato. Me refiero a los verdaderos
fumadores. Los aficionados no sienten nada, esperan visiones y corren el riesgo de
sufrir el mareo martimo; porque el efecto del opio proviene de un pacto. Si nos
seduce, ya no podremos abandonarle.
Moralizar el opio es como decir a Tristn: Mata a Isolda. Te encontrars mucho
mejor despus.
El opio no soporta los adeptos impacientes, los torpes. Se aparta de ellos, les deja
la morfina, la herona, el suicidio, la muerte.
Ciertos organismos nacen para ser presa de las drogas. Requieren un correctivo
sin el cual no pueden tener contacto con el exterior. Flotan. Vegetan entre el perro y el
lobo. El mundo sigue siendo un fantasma antes que una sustancia le d cuerpo.
Ocurre que esos desdichados viven sin encontrar nunca el menor remedio. Ocurre
tambin que el remedio que encuentran los mata.
Es una verdadera suerte cuando el opio los equilibra y proporciona a esas almas
de corcho un traje de buzo. Pues el mal producido por el opio ser menor que el de
las otras sustancias y menor que la debilidad que intentan curar.
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peligro. Se exagera, como Michelet exageraba fantsticamente el papel del caf.
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Carta de H., que se ha desintoxicado solo, con un valor inaudito. Conoca yo el
esfuerzo intil, la confusin entre suprimirse y desintoxicarse, y esperaba noticias
pesimistas despus de las primeras cartas optimistas.
1. demasiado ejercicio; 2. uso del alcohol (penltimas cartas); 3. (ltima carta)
la catstrofe. Me duele cmo le dira yo? m macizo central. Reconocis el
gran simptico, la terrible cadena de montaas nerviosas, el armazn del alma?
Si el organismo expulsa la droga, es su ltimo refugio. El opio, expulsado del
edificio, se refugia en el cuarto de mquinas.
Sigo convencido, a pesar de mis fracasos, de que el opio puede ser bueno y que
solo de nosotros depende el hacerlo grato. Hay que saber manejarlo. Ahora bien, no
hay nada igual a nuestra torpeza. Un plan severo (laxantes, ejercicios, exudaciones,
descansos, higiene del hgado, horas que no quitan las del sueo nocturno) permitira
el empleo de un remedio al que comprometen los idiotas.
No se me diga: El hbito obliga al fumador a aumentar las dosis. Uno de los
enigmas del opio es que permite al fumador el no aumentar nunca sus dosis.
El drama del opio no es otro, para m, que el drama de la comodidad y de la
incomodidad. La comodidad mata. La incomodidad crea. Hablo de la incomodidad
material y espiritual.
Tomar opio, sin abandonarse a la comodidad absoluta que proporciona, es
evitarse, en el terreno espiritual, los trastornos estpidos que no tienen nada que ver
con la incomodidad en el terreno sensible.
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toma esa dolencia por un exceso de conciencia, por una ventaja intelectual.
Todo me demuestra en los dems el funcionamiento de esa fijacin ridcula, tan
indispensable como la costumbre que nos oculta a diario el espanto de tener que
levantarse, que afeitarse, que vestirse, que comer. Aunque no fuese ms que el lbum
de fotografas, uno de los instintos ms tontos para hacer de un tirn una serie de
monumentos solemnes.
El opio me aportaba esa fijacin. Sin el opio todos los proyectos bodas, viajes
, me parecen tan insensatos como si una persona que se cayese por un balcn
quisiera intimar con los ocupantes de las habitaciones ante las cuales pasa.
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Situacin de Mallarm
Una juventud apasionada de lo maravilloso y del cinismo prefiere cualquier
medium de feria, cualquier estafador, a este tipo de hombre honrado, de burgus
ntegro, de aristcrata exquisito, de obrero piadoso, de orfebre: Mallarm. Humano,
demasiado humano. Confieso, por mi parte, una vez desaparecida la sombra que lo
aureolaba, que ya no veo ms que el modern-style de la orfebrera.
Si Mallarm talla piedras, es, ms bien que un diamante, una amatista, un palo,
una gema sobre la tiara de Herodas, en el museo Gustave Moreau.
Rimbaud ha robado sus diamantes; pero dnde? He aqu el enigma.
Mallarm, el sabio, no os cansa. Merece esa dedicatoria sospechosa de Las flores
del mal, que Gautier no merece. Rimbaud conserva el prestigio del encubrimiento, de
la sangre; en l, el diamante est tallado con vistas a un robo con fractura, con el
nico fin de cortar un cristal, una luna de escaparate.
Los verdaderos maestros de la juventud, entre 1912 y 1930, fueron Rimbaud,
Ducasse, Nerval, Sade.
Mallarm influye ms bien sobre el estilo del periodismo.
Baudelaire presenta arrugas, pero conserva una juventud asombrosa.
Cada verso de Mallarm fue, desde su origen, una bella arruga, fina, estudiosa,
noble, profunda. Este aspecto, ms viejo que eterno, impide que su obra envejezca a
trozos y la da toda una apariencia arrugada, anloga a la de las lneas de la mano,
lneas que seran decorativas en vez de ser profticas.
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Nada ms triste que el diario de Jules Renard; nada demuestra mejor el horror a
las Letras. l ha debido decirse: Todos son bajos, pequeos, arribistas. Nadie se
atreve a confesarlo; yo lo confesar y ser nico. Y ello provoca en el lector impo y
a quien le gustaba Renard, una opresin insuperable.
Abandona uno ese breviario del hombre de letras, del arrivismo ntegro, con la
seguridad de que las ranas han encontrado rey. (Entiendo por ranas lo que se atrapa
con un trozo de cinta roja).
Unos pocos polvos insecticidas aniquilaran esos volmenes que nos escuecen,
que nos impiden releer Pelo de zanahoria.
Supongo que muchos periodistas no quieren mentir, pero que mienten por ese
mecanismo de la poesa y de la Historia que deforman lentamente para lograr el
estilo. Esta deformacin aplicada de manera inmediata, produce la mentira. Ahora
bien; no s si esa mentira, gracias a la cual los hechos deben a la larga su relieve, es
til sin la perspectiva. Creo que los hechos relatados con fidelidad, en caliente, al da
siguiente tendran mil veces ms fuerza.
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Maravillas
Tarquino el Soberbio decapita las adormideras (el smbolo mismo de la
actividad). Jess fulmina un rbol inocente, Lenin siembra la tierra con ladrillos,
Saint-Just, con el cuello cortado, cortador de cuellos encantador, y esas muchachas
rusas de la sublevacin de las tripulaciones, cuyos pechos eran bombas, y el opio
prohibido, fabuloso.
Fedra o la fidelidad orgnica. Legalmente hay que ser fiel a una persona,
humanamente a un tipo. Fedra es fiel a un tipo. No es un ejemplo de amor, es el
ejemplo del amor. Y, adems, qu incesto es se? Hiplito no es su hijo. Es corts
que Fedra respete a Teseo y que Teseo ame a Hiplito. Es humano que Fedra ame a
Hiplito y que Teseo lo deteste.
El hasto mortal del fumador curado. Todo cuanto se hace en la vida, incluso el
amor, lo hace uno en el tren expreso que marcha hacia la muerte. Fumar opio es
bajarse del tren en marcha; es ocuparse de otras cosas que no sean la vida y la muerte.
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El opio castiga los fines.
Recuerdo que a los dieciocho y a los diecinueve aos (EL CABO)[4] me angustiaba
yo con las imgenes. Me deca, por ejemplo: Voy a morir y no habr expresado los
chillidos de las golondrinas, o: Morir sin haber explicado la ereccin de las
ciudades vacas, por la noche. El Sena, los anuncios, el asfalto de abril, los barcos-
moscas; no experimentaba yo el menor placer ante todas esas maravillas. Sufra
nicamente la angustia de vivir demasiado poco para expresarlas.
Una vez dichas esas cosas, sent un gran alivio. Miraba con desinters. Despus
de la guerra, las cosas que deseaba decir eran de un orden cada vez ms raro, se
limitaban a unas pocas. No podan quitrmelas ni adelantrseme. Respiraba como un
corredor que se vuelve, se tumba, se calma, que no ve ya siquiera la silueta de los
otros corredores en el horizonte.
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Siento un gran deseo esta noche de releer los Cuadernos de M. L. Brigge, pero no
quiero pedir libros, quiero leer lo que cae buenamente en este cuarto.
Si por casualidad los Cuadernos figurasen entre los libros dejados por los
enfermos a las enfermeras! No. M. no tiene ms que Paul Fval y Fval hijo. He
agotado ya las familias Artagnan y Lagardre. En la calle dAnjou me han sacado el
ejemplar adquirido en la librera Emile-Paul.
Releera la muerte de Cristbal Detlev Brigge o la muerte del Temerario; volvera
a ver la habitacin de esquina, en 1912, en casa de Rodin, en el hotel Biron; la
lmpara del secretario alemn Rilke. Viva yo en el antiguo edificio de las Hermanas
del Sagrado Corazn, actualmente derruido. Mis puertas-balcones daban a siete
hectreas de parque abandonado, que bordean el Bulevar de los Invlidos. No saba
yo nada de Rilke. No saba nada de nada. Era yo terriblemente despierto, ambicioso,
absurdo. He necesitado muchos sueos para comprender, para vivir, para aorar.
Mucho tiempo despus, en 1916, Cendrars me descubra a Rilke, y mucho ms tarde
an, en 1928, la seora K. me trasmita el telegrama trastornador: Dgale a Jean
Cocteau cunto lo quiero; que es el nico ante quien se revela el mito del que vuelve
curtido como de la orilla del mar.
Con motivo de Orfeo, aquel hombre escriba: Tenemos un concepto distinto de
lo maravilloso. Los dos creemos que cuando todo suceda naturalmente, las cosas
eran mucho ms extraas todava.
Y pensar que despus de estas recompensas altsimas nos irrita a veces un
artculo!
Qu vulnerable es uno al despertar de esos sueos cuya apoteosis es la muerte,
de esos sueos en los cuales debiera uno estarse quieto, esperndolos, en vez de
querer echrselas de importante y mezclarse en la conversacin de las personas
mayores, y colocar su frase, y decirla de tal modo que pagara uno lo que fuera por
haber callado!
No tengo sobre la conciencia muchas obras escritas despierto, excepto mis libros
anteriores al Potomak, en el que he empezado a dormir; pero tengo algunas. Qu no
dara yo porque no existiesen!
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melodramas novelados. Hugo desprecia el teatro. Encuentra en l un vehculo. Regla
o negligencia? Regla, porque los dramas de Hugo llenan an los teatros, igual que los
de Wagner.
Se pregunta uno si el pblico no podra, a la larga, llegar a prestar toda su
atencin. Preparndolo, hipnotizndolo, arrojndole rimas como huesos para
mantenerlo con las aletas de la nariz trmulas, lo han pervertido. No es que yo
combata la rima en s, sino ese rumor capcioso cuya misin consiste en no dejar al
pblico que se duerma.
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Estando muy intoxicado, ocurrame dormir interminables sueos de medio
segundo. Un da, yendo a ver a Picasso, en la calle La Botie, me pareci, en el
ascensor, que creca yo juntamente con algo terrible, que sera eterno. Una voz me
gritaba: Mi nombre est en la placa!. Una sacudida me despert, y le en la placa
de cobre de los botones del ascensor: Ascensores Heurtbise. Recuerdo que en casa de
Picasso hablamos de milagros. Picasso dijo que todo era milagro y que era un milagro
no deshacerse en el bao como un terrn de azcar. Poco despus, el ngel
Heurtebise me obsesiono y comenc el poema. En m siguiente visita mir la placa.
Llevaba el nombre de Otis-Pifre; el ascensor haba cambiado de marca.
Termin El ngel Heurtebise, poema, a la vez inspirado y formal como el juego
de ajedrez, la vspera de mi desintoxicacin en la calle Chateaubriand. (La clnica de
las Termas ha sido derruida: dieron el primer piquetazo el da de mi salida). Despus
llam Heurtebise al ngel de Orfeo. Cito el origen del nombre a causa de las
numerosas coincidencias a que da motivo todava.
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Coincidencias en torno de un nombre y de una obra
Como Marcel Herrand quiso ensayar la obra la vspera de la funcin, nos
reunimos en mi casa, en la calle dAnjou. Ensaybamos en el vestbulo y Herrand
acababa de decir: Con esos guantes atravesar usted los espejos como si fuesen
agua cuando se oy un estpito espantoso en el fondo de la casa. De un alto espejo
del cuarto de bao no quedaba ms que el marco. La luna, pulverizada, cubra el
suelo.
Glenway Wescott y Monroe Wheeler, que haban venido a Pars para el estreno de
Orfeo, se vieron detenidos, camino del teatro, en el bulevar Raspail, por un choque;
un cristal roto y un caballo blanco que asomaba su cabeza dentro del coche.
Un ao despus, almorzaba yo con ellos en Ville-franche-sur-Mer, donde
compartan una casa muy aislada, sobre la colina. Estaban traduciendo Orfeo, y me
dijeron lo incomprensible que resultara un vidriero en Amrica. Les record, como
argumento contrario El Pibe, en esa pelcula hace Chaplin en Nueva York, el papel de
un vidriero. Es raro en Nueva York y raros en Pars les expliqu; no se
encuentra uno vidrieros casi nunca. Me estaban diciendo que les describiese un
vidriero, y me acompaaban entre tanto hacia la verja, cruzando el jardn, cuando
omos y vimos un vidriero que, contra toda espera y toda verosimilitud, pas por la
carretera desierta y desapareci.
Representaban Orfeo, en espaol en Mxico. Un temblor de tierra interrumpi la
escena de las bacantes, derruy el teatro e hiri a unas cuantas personas. Una vez
reedificada la sala, volvieron a representar Orfeo. De pronto, el director artstico
anunci que el espectculo no poda continuar. El actor que desempeaba el papel de
Orfeo, antes de resurgir del espejo, se haba desplomado muerto entre bastidores.
El vizconde y la vizcondesa Carlos de Noailles haban escondido los huevos de
Pascua de sus hijos en la arena de una sala de gimnasia de su finca del Medioda.
Encargaron a un joven albail que trabajaba en el jardn, y al que apodaban
Heurtebise a causa de su silueta blanca, que colgase unos farolitos de papel sobre la
arena de aquella sala. El muchacho subi a la banderola de cristales, se escurri, la
atraves y cay sin hacerse dao, de bruces sobre la arena, con la espalda llena de
cristales rotos. Al ser interrogado el joven declar llamarse ngel.
La princesa E. de Polignac adquiere una casa de campo y pregunta su nombre al
joven ayudante del jardinero. Respuesta: Rafael Heurtebise[5].
Es natural que, creyente y crdulo, me mantenga continuamente en guardia y no
conceda con demasiada precipitacin a unos cuantos encuentros un significado de
orden sobrenatural.
No incitarse nunca al misterio para que el misterio venga por s solo y no
encuentre el camino dificultado por nuestra impaciencia de entrar en contacto con l.
No olvidar que las tomas de contacto oficiales con lo desconocido acaban siempre
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en un negocio, como Lourdes, o en una visita policaca, como Gilles de Rais.
Las mesas giran. Los durmientes hablan. Esto es un hecho. Es repugnante
negarlo.
Pero que hagamos trampas a propsito o sin saberlo, por mediacin de una fuerza
que nuestra impaciencia exhala, viene a ser lo mismo en lo que al contacto con lo
desconocido se refiere.
Cuanto ms vido es uno, ms indispensable resulta hacer retroceder, cueste lo
que costare, los lmites de lo maravilloso.
Se habla mucho de grandeza, de misterio. Rara vez se demuestran. Una bonita
leccin de grandeza y de misterio: el espectculo BNVOL - ROBERTSON - INAUDI -
Madame LUCILE en el Ambigu. Esos artistas ingenuos trabajan honradamente,
directamente, cara a cara con lo desconocido. Los ojos de Madame Lucile, la
soberbia de Bnvol, la autoridad, el encanto de Inaudi. Inaudi: tipo Berthelot,
Bergson. Ninguna vulgaridad. El pblico innoble gritaba los nmeros 606, 69. l no
acusa nunca el golpe. Su gracia, cuando aplasta a un contador pretencioso, a una
seora que se equivoca de fecha. Sus manos pequeas que hacen punto. Aquello
acaba por ser como la belleza misma. Bajo aquel aluvin de cifras que no comprendo,
tena yo los ojos llenos de lgrimas y mi corazn lata hasta romperse.
El armario de los hermanos Davenport, el bal de Bnvol, otras tantas obras
maestras que explican el estudio de Poe sobre el jugador de ajedrez. Pero qu
estudio habra que escribir? Un milagro deja de serlo por el hecho de producirse. Y en
ellos el milagro subsiste. El truco no engaa. Y cuando el truco llega a esa sencillez
considerable en que ya no es un truco, o sea, cuando Bnvol adormece, cuando
madame Lucile adivina, ese espectculo, donde nada autoriza a un diletante de los
circos, de los music-halls, de los burdeles, de las ferias a buscar el menor provecho,
ese espectculo sin pintoresquismo, esos artistas sin arte, esos gigantes exquisitos me
recordaban un palco de Ballet Ruso, donde vimos una noche juntos a Picasso,
Matisse, Derain, Braque, y este grito sublime de mujer (citado por Barrs) en el
entierro de Verlaine: Verlaine! Todos los amigos estn ah.
(1930). Estos cuartitos de hotel, donde acampo desde hace tantos aos, cuartos
para los ejercicios amorosos en los que me consagro a la amistad, sin descanso,
ocupacin mil veces ms extenuante que la del ejercicio amoroso.
Al salir de Saint-Cloud yo me repeta: es abril. Soy fuerte. Tengo un libro que no
me esperaba. Cualquier habitacin de cualquier hotel ser buena, Ahora bien; mi
cuarto de ahorcado, en la calle Bonaparte, se convirti en un cuarto para ahorcarse.
Haba yo olvidado que el opio transforma el mundo y que, sin el opio, un cuarto
siniestro sigue siendo un cuarto siniestro.
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Uno de los prodigios del opio consiste en convertir instantneamente un cuarto
desconocido en un cuarto tan familiar, tan lleno de recuerdos, que uno cree haberlo
ocupado siempre. Ninguna herida acompaa la partida de los fumadores, merced a la
certeza de que el mecanismo ligero funcionar al minuto, en cualquier parte.
A las cinco pipas una idea se deformaba, se desarrollaba lentamente en el agua del
cuerpo con los nobles caprichos de la tinta china, con los escorzos de un nadador
negro.
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Puede encontrarse la prueba de la ptica singular del teatro hasta en el teatro
llamado realista. L. Guitry me contaba que en una obra, en la que tena que comer
en el Ritz con otro personaje, haca traer la comida del mejor restorn. A pesar de
todos sus esfuerzos, la escena segua siendo fra, hasta que advirti que el dueo del
restorn le mandaba la comida y el matre dhtel. Sustituy el matre dhtel por un
actor y logr inmediatamente que adquiriese relieve.
Coregrafos, ejecutad vuestra danza con una msica clebre (Carmen, Tristn e
Isolda, qu s yo) y suprimidla despus.
Exigid que el pintor sea un director de escena.
El bao de las gracias de MERCURIO es una postura escnica. Cread la pantomima,
el cuadro vivo, el gesto en silencio. Dejad de ser frvolos y de conjugar las artes.
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Elegir sus trampas
El ritmo de nuestra vida se desarrolla por perodos, muy semejantes, salvo en que
se presentan de una manera que los hace irreconocibles. El acontecimiento-trampa o
la persona-trampa, son tanto ms peligrosos cuanto que dependen, por su propia
cuenta, de la misma ley y llevan sinceramente la mscara.
A la larga, el sufrimiento nos da el alerta y seala multitud de trampas. Pero, a
menos de una negativa inspida a vivir, hay que aceptar ciertas trampas, a pesar de la
seguridad que entraan de tener consecuencias funestas. La sabidura consiste en
estar loco cuando las circunstancias valen la pena de estarlo.
Goethe es uno de los primeros que ha hablado de una verdad del arte, obtenida
con lo contrario de la realidad (a propsito de un grabado de Rembrandt). Hoy, toda
investigacin es admitida como investigacin. Es difcil de imaginar la soledad de
Ucello. Ese pobre Paolo dice Vasari, poco versado en la ciencia de la
equitacin, habra hecho una obra maestra si no hubiese representado a su caballo
levantando las dos patas del mismo lado, lo cual es imposible. Ahora bien, toda la
nobleza de la obra a que se refiere Vasari procede de ese contraste, de ese acto de
presencia del artista, por medio del cual se afirma y exclama a travs de los siglos:
Ese caballo es un pretexto. Me impide morir. Aqu estoy!.
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Escena de Orfeo
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Intensidad de una atmsfera
Atmsfera tipo de teatro: patio de hostera. Coro de pinches de cocina. La
diligencia llega. Algunos de los personajes principales de la obra bajan de aqulla.
Adivina uno que actores y actrices hablan entre s de otras cosas que no son la obra.
Cae la noche. La orquesta ataca con sordinas el coro de pinches.
Quiero encontrar de nuevo esta atmsfera. Si la vuelvo a encontrar ya no habr ni
patio de hostera, ni diligencia, ni anochecer, ni coro de pinches. Por ejemplo: ha sido
la necesidad en que se encuentran los actores del Chtelet de hablar fuerte lo que me
ha hecho descubrir el estilo de los fongrafos en LOS ESPOSOS DE LA TORRE EIFFEL.
Texto de LOS ESPOSOS. Quera yo que las frases gruesas del texto fuesen como si
viera uno emparejadas tarjetas postales de la Venus de Milo, del Angelus de Millet, de
la Gioconda.
He ledo el legajo Victor Hugo en la Comeda Francesa. Sobre una hojita marca l
los puestos de sus jvenes amigos, ndica los versos que hay que aplaudir, dispone su
claque y su contraclaque.
Y que nos acusasen a nosotros de organizadores! Nunca hemos contado ms que
con los amigos desconocidos que tanto nos reprochaban y que vinieron en nuestra
ayuda por sorpresa. Esos jvenes amigos de Victor Hugo deban ser la flor y nata del
vanguardismo. Excepto Ptrus Borel, no conozco un solo nombre. Tefilo Gautier no
visitaba todava a su dolo. Estaba en su puesto, de servicio, con su barba, sus
narizotas y su chaleco grotescos.
Le gustara a uno un poco hacer fumar a Hugo. A Victor Hugo no le ha faltado
ms que estar enfermo. Me equivoco. Su enfermedad constitua su gloria. Estaba
loco. Al principio era un megalmano, luego se volvi loco. (Sus dibujos, sus
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muebles, sus amores, sus mtodos de trabajo lo demuestran).
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Asunto de costumbres
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Las famosas deformaciones debidas al opio. Lentitudes, perezas, sueos
inactivos. PERA es la obra de un opimano. Nadie le preguntaba a usted nada,
responden los imbciles. Ahora bien, no he logrado nunca velocidades semejantes,
Velocidades que llegan a la inmovilidad. M ventilador no da aire y no enturbia la
imagen colocada detrs; pero no aconsejo a nadie que ponga all el dedo.
Aun sin ningn espritu de proselitismo es imposible que una persona que no
fume viva junto a una persona que fuma. Cada una de ellas vivira en un mundo
distinto. Una de las nicas defensas contra la recada ser, por lo tanto, la
responsabilidad.
Desde hace dos meses vomito bilis. Raza amarilla: la bilis condensada en la
sangre.
El opio es una decisin a adoptar. Nuestro nico error consiste en querer fumar y
compartir los privilegios de los que no fuman. Es raro que un fumador deje el opio.
El opio lo deja a l, arrastrndolo todo. Es una sustancia que escapa al anlisis, viva,
caprichosa, capaz de volverse bruscamente contra el fumador. Es un barmetro de
una sensibilidad enfermiza. En determinadas temporadas de tiempo hmedo, las
pipas trasudan. Al llegar el fumador a orillas del mar, la droga se hincha, se niega a
cocer. La proximidad de la nieve, de una tormenta, de un vendaval, la hacen ineficaz.
Ciertas presencias parlanchinas la despojan de toda su virtud.
En suma, no existe querida ms exigente que la droga, que lleva sus celos hasta
castrar al fumador.
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La cada del joven caro
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Al preparar el opio bruto se combinan los alcaloides al azar. Es imposible prever
los resultados. Si se le aade dross[7] aumentan las probabilidades de xito, pero esto
puede hacer peligrar una obra maestra. Es un golpe de gong que embrolla la meloda.
No aconsejo la gota de Oporto, ni la de fine-champagne. Lo que aconsejo es un litro
de vino tinto aejo en el agua donde est en remojo la bola en bruto, procurando
luego evitar la ebullicin y pasndose ocho das en la faena.
Con una buena higiene, un fumador que aspirase doce pipas al da durante toda su
vida estara no slo inmunizado contra las gripes, catarros y anginas, sino adems
menos en peligro que un hombre que bebiese una copa de coac o que fumase cuatro
puros. Conozco personas que fuman una, tres, siete a doce pipas desde hace cuarenta
aos.
Algunos os dicen: Los delicados tiran el dross. Y otros: Los delicados hacen
fumar a sus criados indios y slo fuman el dross. Si se interroga a un criado indio
sobre el peligro de la droga: Buena droga, engorda responde. Dross, enferma.
El vicio del opio es fumar el dross.
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helados, calambres, sudor en la raz de los cabellos, boca pastosa, mucosidad,
lgrimas. No insistis. Vuestro valor se encuentra en franca derrota. Si tardis
demasiado no podris ya tomar vuestro material y amasar vuestra pipa. Fumad. El
cuerpo no esperaba ms que noticias. Una pipa basta.
No hay que tomar el opio a lo trgico. Hacia el ao 1909 fumaban artistas que no
lo decan y que ya no fuman. Muchos matrimonios jvenes fuman sin que nadie lo
sospeche; los coloniales fuman contra la fiebre y dejan de fumar cuando las
circunstancias les obligan a ello. Sufren entonces las molestias de una gripe intensa.
El opio perdona a todos esos adeptos porque no lo tomaban ni lo toman trgicamente.
El opio se torna trgico en la medida en que afecta a los centros nerviosos que
gobiernan el alma. Si no, es un antdoto, un placer, una siesta extraordinaria.
Lo grave es fumar para combatir un desequilibrio moral. Entonces es difcil
acercarse a la droga, como hay que acercarse a ella, y como conviene acercarse a las
fieras: sin miedo.
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Un da en que, realmente curado, intentaba yo desembrollar un poco el problema
inabordado del opio con el doctor Z., ms apto por su juventud para vencer ciertas
rutinas, el doctor X. (generacin de los grandes incrdulos) pregunt a mi
enfermera si poda entrar a verme. Est contest ella con el doctor Z. Oh!
Entonces, ya que se trata de literatura, no subo. No tengo talla.
Mi enfermera (una bretona) dice: No se puede querer mal a la Santa Virgen por
haber engaado al buen Dios porque l haba marchado a guerrear contra los judos y
la dejaba todo el tiempo sola.
Hay una amable enfermera, viuda de guerra, que es del norte. En la mesa, sus
compaeras la interrogan acerca de la ocupacin alemana durante la guerra. Sorben
su caf y esperan or horrores.
Eran muy amables responde ella, repartan su trozo de pan con mi hijito y
hasta, si alguno de ellos se portaba incorrectamente, no se atreva una a quejarse a la
Kommandatur porque los castigaban con demasiada dureza. Por haber molestado a
una mujer les ataban a un rbol durante dos das.
Esta respuesta consterna a la mesa. La viuda se hace sospechosa. La llaman la
Boche. Llora ella y poco a poco modifica sus recuerdos y desliza una pequea
atrocidad. Quiere vivir.
Esta maana en que se celebran los funerales de Foch, la condesa abre su ventana
como de costumbre, Nos desafa, dice el personal.
El ala sur del antiguo hotel Pozzo di Borgo ha sido construida en 1914 por una
empresa sanitaria alemana. Ay! Los muros son de cartn. Si se clava un clavo se
viene abajo la habitacin, Mi enfermera me muestra las tres terrazas de las curas de
sol: Fjese usted me dice, esos condenados han construido plataformas para
bombardear Pars.
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molesta al mdico director, que desagrada en cambio. Permanece diez minutos.
Colocan a cualquier enfermera junto a cualquier enfermo. Ahora bien; la eleccin
de enfermera es capital para los nerviosos. Sonrisas: Ah! Si hubiese que ocuparse
tambin de esos detalles. Y tratan al nervioso como a un idiota. Le ocultan el
contenido de los medicamentos, evitan las relaciones humanas. El doctor debe ser
inhumano. A un doctor que haba, que entra en contacto con el enfermo, no se lo
toma nunca en serio. S, es un hombre muy elocuente; pero si me sintiera mal,
mandara avisar a cualquier otro. La psicologa es la enemiga de la medicina. Antes
que abordar la cuestin del opio con el enfermo, a quien obsesiona, la soslayan. Un
verdadero doctor no se entretiene en la habitacin. Oculta sus trucos, a falta de trucos.
Este mtodo ha pervertido a los enfermos. El doctor que los escucha, el doctor
humano, les resulta sospechoso. El doctor M ha matado a toda una familia,
tratando la fractura de nariz de mi hermano como si fuese una erisipela. Su levita, su
crneo, tranquilizaban.
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Por la boca de su herida
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El opio se transmite a travs de los siglos como el codo real[8]. Helena conoca
frmulas tan perdidas como los misterios de la gran pirmide. Al cabo del tiempo
unas y otras se encuentran. Ronsard ensaya la adormidera bajo todas sus formas y nos
lo cuenta en un poema consternador. Conoca a una Helena; no saba ya preparar la
adormidera.
El fumador forma cuerpo con los objetos que lo rodean. Su cigarrillo, un dedo,
caen de su mano.
El fumador tiene que volver mil veces a su punto de partida como el huevo del
tiro al blanco, al extremo del surtidor. El menor ruido intempestivo hace saltar el
huevo del surtidor.
La sustancia gris y la sustancia marrn forman los ms bellos acordes.
El optimismo del fumador no es un optimismo de borracho. Imita al optimismo
de la salud.
Picasso me deca; El olor del opio es el olor menos estpido del mundo. Slo
podra comparrselo al olor de un circo o al de un puerto de mar.
El opio en bruto. Si no lo guardis en una caja de metal y os contentis con una
caja cualquiera, la serpiente negra se escapar, reptando, en seguida. Sed prevenidos!
Bordea los muros, baja las escaleras, los pisos, gira, cruza el vestbulo, el patio, la
bveda, y bien pronto se enrollar alrededor del cuello del agente de polica.
Decir las drogas hablando del opio viene a ser como confundir el Pommard con
el Pernod.
Estaba en m cuarto el oficial de marina que cuidaba tres cuerpos y que cambiaba
de piernas a toda velocidad.
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Cuando dibujo, la enfermera me dice: Me da usted miedo, tiene cara de
asesino.
No me gustara que me sorprendiesen escribiendo. He dibujado siempre. Para m,
escribir es dibujar, es enlazar las lneas de tal modo que se hagan escritura o
desatarlas de tal manera que la escritura se convierta en dibujo. No salgo de ah.
Escribo, intento limitar exactamente el perfil de una idea, de un acto. En resumidas
cuentas, circundo fantasmas, hallo los contornos del vaco, dibujo.
Crear: matar en torno de uno todo lo que impide proyectarse en el tiempo por
mediacin de una apariencia cualquiera, no siendo el inters de esta apariencia ms
que un subterfugio para hacerse visible despus de su muerte.
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Sorpresas del tribunal de Dios
Una nia roba unas cerezas. Se pasa toda su larga vida redimindose de esa falta
por medio de oraciones. Muere la devota. DIOS: Sers una elegida porque has robado
unas cerezas.
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convertirme en una estilogrfica!.
Una caa pensante! Una caa doliente! Una caa sangrante! Eso es. Llego, en
suma, a esta comprobacin siniestra: por no haber querido ser un literato, uno se ha
convertido en una estilogrfica.
Los nerviosos (normales) se apagan de noche. Los nerviosos (opimanos) se
encienden de noche.
Aqu, cualquier libro es bueno para m, con tal de que las enfermeras me provean
de ellos. Lea yo EL HIJO DE ARTAGNAN de Paul Fval, hijo. Athos y el hijo de
Artagnan se encuentran cara a cara, de repente. Lloro. No siento ninguna vergenza
de estas lgrimas. Despus encuentro esta frase: El rostro ensangrentado estaba
cubierto por una mscara de terciopelo negro, etc.
Cmo? El barn de Souvr, despus de sus luchas y sus baos, todava con su
mscara? Naturalmente. Souvr lleva una mscara de terciopelo negro. se es su
personaje. se es el secreto de la grandeza de FANTOMAS. A los autores picos les
cohben tan poco los postizos y las fechas falsas como a Homero la geografa y las
metamorfosis.
No hay que curarse del opio, sino de la inteligencia. Desde 1924, slo conservo
mis trabajos de prisionero.
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Los libros deben tener fuego y sombra. Las sombras cambian de sitio. A los
diecisis aos se devora DORIAN GRAY. Despus el libro se torna ridculo. Me ha
sucedido volver a tomarlo y hallar en l sombras bellsimas (episodio del hermano de
Sybil Vane) y ver cun injusto es uno. En ciertos libros las sombras no se mueven;
bailan all mismo. MOLL FLANDERS, MANN, PAN, LA CARTAJUNA, ESPLENDORES Y
MISERIAS, GENJI.
Todos los crticos oficiales han dicho que TOMS, EL IMPOSTOR[10], contaba una
falsa guerra y que bien se vea que yo no haba estado en ella. Pues bien, no hay un
solo paisaje ni una sola escena de ese libro que no haya yo habitado o vivido. El
subttulo historia, tena dos sentidos.
Toman esa nieve situada entre la tierra y los pies de Toms, ese paso de los
sueos, por una ligereza de mal gusto. Por una ofensa al poilu.
Abandon la guerra cuando comprend una noche, en Nieuport, que me diverta.
Aquello me asque. Haba yo olvidado el odio, la justicia y dems pamplinas. Me
dejaba llevar por las amistades, los peligros, las sorpresas, una estancia en la luna.
Apenas hice este descubrimiento me dediqu a buscar el medio de marcharme, a
aprovechar que estaba enfermo. Ocultaba yo mi enfermedad como los nios que
juegan.
Velocidad lenta del opio. Bajo el opio se llega a ser el lugar de los fenmenos que
el arte nos enva desde el exterior.
Le sucede al fumador ser una obra maestra. Una obra maestra que no se discute.
Obra maestra perfecta por fugaz, sin forma y sin jueces.
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masa.
Pues bien, la necesidad de expresarse, de relacionarse con el exterior, desaparece
en el hedonista.
l no intenta hacer obras maestras; intenta llegar a ser l mismo, el ms
desconocido, el ms egosta.
Decid, refirindose a un fumador en estado continuo de euforia, que se degrada,
viene a ser como decir del mrmol que ha sido deteriorado por Miguel ngel; del
lienzo, que fue manchado por Rafael; del papel, que fue emborronado por
Shakespeare; del silencio, que fue roto por Bach.
Nada menos impuro que esta obra maestra un fumador de opio. Nada ms natural
que la sociedad, que exige el reparto, lo condene como una belleza invisible y sin
sombra de prostitucin.
El pintor a quien le gusta pintar rboles convirtindose en rbol. Los nios llevan
en s una droga natural. La muerte de Toms, el impostor, es el nio que juega al
caballo, convertido en caballo.
Todos los nios tienen un poder mgico para transformarse en lo que quieren. Los
poetas, en quienes la infancia se prolonga, sufren mucho al perder ese poder. sa es,
sin duda, una de las razones que impulsan al poeta a emplear el opio.
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PERROS. Satie quera hacer un teatro para perros. Se alza el teln. El decorado
representa un hueso.
En Inglaterra acaba de proyectarse una pelcula para perros. Los ciento cincuenta
perros invitados se arrojan sobre la pantalla y la destrozan. (New York Times).
El duque de L. pagaba a los porteros del castillo por cuidar de su viejo perro de
lanas. Llega un da el duque, de improviso. Sale a su encuentro un perro amarillo, con
una piel blanca de perro de lanas, que arrastra a su zaga. Desde haca tres aos, los
porteros disfrazaban a su perro con la piel del muerto.
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Un fumador completamente desintoxicado y que vuelve a fumar, no experimenta
ya las molestias de la primera intoxicacin. Existe, pues, fuera de los alcaloides y de
la costumbre, un espritu del opio, una costumbre impalpable que subsiste a pesar de
la refundicin del organismo. No hay que tomar ese espritu por la tristeza de un
opimano que ha vuelto a la normalidad, aunque esa tristeza entrae una parte de
invocacin. La droga muerta deja un fantasma que recorre la casa a ciertas horas.
Los mdicos pretenden que el opio nos embota y nos priva del sentido de los
valores. Pues bien, si el opio saca bajo nuestros pies la escala de valores, nos pone
otra mucho ms alta y ms fina.
(1930). No puede decirse que el opio, al despojarlo de toda obsesin sexual,
empequeezca al fumador, pues no slo no provoca ninguna impotencia, sino que
sustituye ese gnero de obsesiones bastante bajas por un gnero de obsesiones
bastante elevadas, singularsimas y desconocidas para un organismo sexualmente
normal.
Por ejemplo, un tipo de espritu ser olfateado, rebuscado, emparentado a travs
de los siglos y las artes, contra toda apariencia, y obsesionar esta sexualidad
trascendental como un tipo humano, a travs de los sexos y los medios sociales ms
dispares, obsesionar la sexualidad inculta (Dargelos, Agata, las estrellas, los
boxeadores del cuarto de Pablo)[11].
Todos los animales se quedan fascinados por el opio. Los fumadores coloniales
conocen el peligro de este cebo para las fieras y los reptiles.
Las moscas se agrupan alrededor de la bandeja y suean; las salamandras, con sus
pequeos mitones, desfallecen en el techo encima de la lamparilla y esperan la hora;
los ratones se acercan y roen el dross. No me refiero a los perros ni a los monos,
intoxicados como sus dueos.
En Marsella, entre los anamitas, donde se fuma con un material apropiado para
despistar a la polica (tubo de gas, botellita de muestra de Benedictine, en la cual se
ha abierto un agujero, pinches de sombrero, las cucarachas y las araas forman
crculo extasiadas).
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Triste seor
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En aquel puesto, no estaba lejos de creer que tanta ligereza profunda era lo nico
que permita flotar sobre el agua al navo monumental.
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He querido tomar notas durante mi estada en la clnica, y sobre todo
contradecirme, a fin de seguir las etapas del tratamiento. Convena hablar del opio sin
trabas, sin literatura y sin ningn conocimiento mdico[12].
Los especialistas parecen ignorar el mundo que separa al opimano de las otras
vctimas de los txicos, la droga de las drogas.
No intento defender la droga; intento ver con claridad en lo oscuro, penetrar en la
entraa de la cuestin, abordar de frente problemas que se abordan siempre de
soslayo.
Supongo que la moderna escuela de Medicina empieza a sacudirse el yugo, a
rebelarse contra unos prejuicios ridculos, a seguir la marcha de su poca.
Cosa extraa. Nuestra seguridad fsica acepta mdicos que corresponden a los
artistas a quienes nuestra seguridad moral rechaza. Ser curado por un Ziem, un
Henner, un Jean Aicard!
Descubrirn los jvenes, o bien un mtodo activo de desintoxicacin (el mtodo
actual sigue siendo pasivo), o si no un rgimen que permita soportar los beneficios de
la adormidera?
La Facultad odia la intuicin, el peligro; quiere prcticos, olvidndose de que los
tiene gracias a los descubrimientos que chocan al principio contra el escepticismo,
una de las peores especies del confort.
Oponen este argumento: el arte y la ciencia siguen distintos caminos. Es inexacto.
Un hombre normal, desde el punto de vista sexual, debiera ser capaz de realizar el
acto amoroso con cualquiera e incluso con cualquier cosa, pues el instinto de la
especie es ciego; trabaja al por mayor. Esto es lo que explica las costumbres
acomodaticias, atribuidas a vicios, del pueblo, y sobre todo de los marinos. Slo
cuenta el acto sexual. El bruto se preocupa muy poco de las circunstancias que lo
provocan. No me refiero al amor.
El vicio comienza en la eleccin. Segn la herencia, la inteligencia, la fatiga
nerviosa del sujeto, esta eleccin se refina hasta llegar a ser inexplicable, cmica o
criminal.
Una madre que dice: Mi hijo no se casar ms que con una rubia, no sospecha
que su frase corresponde a los peores embrollos sexuales. Disfraces, mezclas de
sexos, suplicios de animales, cadenas, insultos.
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Extrao desinters de la sexualidad por la existencia de
una progenie espiritual
El arte nace del coito entre el elemento macho y el elemento hembra, que nos
forman a todos, ms equilibrados en el artista que en los otros hombres. Proviene de
una especie de incesto, de amor de uno consigo mismo, de partenognesis. Esto es lo
que hace el matrimonio tan peligroso en los artistas, para los cuales representa un
pleonasmo, un esfuerzo de monstruo hacia la norma. El signo del triste seor que
marca a tantos genios proviene de que el instinto de creacin, satisfecho por otra
parte, deja al placer sexual en libertad de practicarse en el puro dominio de la esttica
y lo lleva tambin hacia formas infecundas.
Un poeta, a menos de ser poltico (Hugo, Shelley, Byron), no debe contar ms que
con los lectores que conozcan su lengua, el espritu de su lengua y el alma de su
lengua.
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ante unas obras rpidas.
El cine ha despejado los cerebros. Con Dullin hemos conmovido doscientas veces
al pblico popular por mediacin de ANTGONA (la obra dura cuarenta minutos),
representada a toda velocidad y sin ms trama que el amor fraternal. Este pblico
desconoca a Sfocles.
Stendhal tiene mucha razn al escribir que una mujer suba al coche genialmente.
El empleo de la palabra genio hiere nuestra avaricia de elogios.
Ahora bien; jams un poeta pintor, por ejemplo gasta tanto genio como en
ciertas farsas, en ciertas charadas, en ciertos disfraces improvisados que lo hacen
sospechoso a los espritus torpes y por medio de los cuales se expresa sin la
interposicin de ninguno de los clculos ni de ninguna de las materias muertas
indispensables para la duracin de una obra de arte.
Es ese minuto llameante de lirismo, ese incendio, limpio de todo ese hasto que
ejerce una fascinacin sobre los graves imbciles, lo que Picasso logra fijar en ciertas
obras.
Picasso, pintor de crucifixiones. Sus lienzos que nacen de ataques de rabia contra
la pintura (lienzo desgarrados, clavos, cuerda, hiel), en los que el pintor se crucifica,
crucifica a la pintura, escupe sobre ella, da el lanzazo, y se encuentra domado,
obligado fatalmente a que todo aquel destrozo acabe en una guitarra.
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hueso, armazones rosadas, monstruos de soledad y de amor.
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La ausencia de escndalo en EL BUEY SOBRE EL TEJADO, en ANTGONA, en ROMEO,
en ORFEO, se debe a un largo perodo en que el snob, prevenido por sus papelones, se
aplauda a s mismo.
MERCURIO aprovech esta disposicin del pblico. Adems, el espectculo
distraa, impeda or la orquesta de Satie.
En vsperas de 1930, el snob, que haba recobrado su cerrazn mental, se permite
condenar con el silencio unas obras en las que Stravinsky consigue los ms altos
triunfos sobre s mismo y sobre la msica.
Puesto que el visado ministerial est en vigor para los films, nos separa un pelo de
la censura.
El desastre de una censura sera terrible en nuestra poca en que la juventud
rotura tierras que haba dejado incultas por culpa de la censura. No prejuzgo el
porvenir. La censura desarma a un Proust, a un Gide, a un Radiguet, a un Desbordes.
Figuraos. Se amputa la psicologa. Los procesos contra autores se pierden. Se multa,
se encarcela, se destierra. El eterno escndalo recomienza.
El semisueo del opio nos hace doblar pasillos y cruzar vestbulos y empujar
puertas y perdernos en un mundo en que las gentes, despertadas sobresaltadamente,
sienten un miedo horrible de nosotros.
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fuerza que me obliga a sentarme en el banquillo, cuando la simple lectura de un
peridico me aniquila.
No servimos ms que de modelo para nuestro retrato glorioso.
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No condeno la msica verbal con todo lo que entraa de disonancias, de purezas,
de nuevas dulzuras. Pero una plstica del alma me atrae mucho ms. Oponer una
geometra viva al encanto decorativo de las frases. Tener estilo y no un estilo. Un
estilo que no se deje plagiar de ningn modo. No se sabra por dnde tomarlo. Un
estilo que no nazca sino de un corte mo, de un endurecimiento del pensamiento por
el paso brutal desde el interior al exterior. Con esa parada atnita del toro al salir del
toril. Exponer nuestros fantasmas al chorro de una fuente petrificadora, no aprender a
retocar objetos ingeniosos, sino a petrificar al paso cualquier cosa informe que salga
de nosotros. Hacer voluminosos algunos conceptos.
El opio permite dar forma a lo informe; impide, ay!, transmitir este privilegio al
prjimo. A riesgo de perder el sueo, acechar el momento nico de una
desintoxicacin en que esta facultad funcione todava un poco y coincida, por
descuido, con la reaparicin del poder comunicativo[14].
En cuanto un poeta se despierta, es idiota. Quiero decir inteligente. Dnde
estoy?, pregunta, como las damas desmayadas.
Las notas de un poeta despierto no valen gran cosa. No las doy ms que por lo
que valen; por mi cuenta y riesgo. Una experiencia ms.
Hay que curarse a todo precio de la inquietud manitica de escribir. El estilo que
viene de afuera es indigno, aunque se superponga exactamente al estilo interior. El
nico estilo posible es el pensamiento hecho carne. Leer sumarios, y a los
matemticos, a los gemetras, a los especialistas en la rama que sea. Suprimir toda
otra lectura.
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El pulmn es una bolsa de glbulos. Cada glbulo se divide en alvolos que estn
en correspondencia directa con los bronquios. Un glbulo imita el pulmn entero de
una rana. La superficie interna, lisa, est tapizada por una red de capilares
sanguneos. De tal modo que s se extendiera, planchado, el pulmn cubrira
doscientos metros cuadrados. Habis ledo bien.
El humo impregna, por consiguiente, de una sola vez ciento cincuenta metros
cuadrados de superficie pulmonar.
La masa sangunea pulmonar, que no tiene ms que siete milsimas de milmetro
de espesor, representa un litro de sangre.
Dada la velocidad de la circulacin pulmonar, puede imaginarse la masa de
sangre que atraviesa el aparato respiratorio.
De aqu los efectos instantneos del opio en el fumador. El fumador sube
lentamente como un Montgolfier; lentamente se vuelve y vuelve a caer lentamente
sobre una luna muerta cuya dbil atraccin le impide partir de nuevo.
Aunque se levante, hable, acte, sea sociable, viva en apariencia, gestos, andar,
piel, miradas, palabras, no por eso reflejan menos una vida sometida a otras leyes de
palidez y de gravedad.
El viaje contrario tendr lugar por su cuenta y riesgo. El fumador paga primero su
rescate. El opio lo suelta, pero el regreso carece de encantos.
Sin embargo, al volver a su planeta, conserva una nostalgia.
La muerte separa completamente nuestras aguas pesadas de nuestras aguas
ligeras. El opio las separa un poco.
El opio es la nica sustancia vegetal que nos comunica el estado vegetal. Por l
nos formamos idea de esa otra velocidad de las plantas.
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existencia? Ms le valdra tirarse por el balcn.
El fumador. Imposible; floto.
El hombre normal. Su cuerpo llegar pronto abajo.
El fumador. Llegar lentamente tras l.
Es difcil vivir sin el opio despus de haberlo conocido, porque es difcil, despus
de haber conocido el opio, tomar a la tierra en serio. Y, a menos de ser un santo, es
difcil vivir sin tomar en serio a la tierra.
El opio, que aparta un poco los pliegues apretados gracias a los cuales creemos
vivir largo tiempo, por minutos, por episodios, nos quita primeramente la memoria.
Resurgimiento de la memoria y del sentimiento del tiempo (aun en m, que
existen muy poco en estado normal).
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Nosotros dos Marcel
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Cenbamos despus del teatro con los del Ballet ruso.
Este doctor que conoca los trminos exactos sirvi para la composicin de
Cottard? Indiana era la msica de moda.
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Proust responda con sobres cubiertos de patas de moscas. Describa la calle de
Anjou, desde el bulevar Haussmann hasta el barrio de Saint-Honor.
Marcel Proust no creaba personajes con clave, eso desde luego, pero ciertos
amigos entraban en dosis muy fuertes en sus mezclas. No poda entonces comprender
que el modelo, cuyos defectos describa como un atractivo, se negase a leerlo, no por
rencor, ya que aquel modelo era incapaz de reconocerse, sino por flaqueza de nimo.
Proust exiga entonces, con cleras infantiles, algo anlogo al xito loco de Fabre
entre los insectos.
Lo he hecho ya. Eso ya ha sido hecho, frases estpidas; leit-motiv del mundo
artstico desde 1912.
Detesto la originalidad. La evito lo ms posible. Hay que emplear una idea
original con las mayores precauciones para que no parezca que lleva uno un traje
nuevo.
Una mujer de setenta aos me deca: Lo que ha hecho creer que los hombres de
mi generacin, los miembros del Jockey, eran espirituales, es el nmero de vinos que
se beba entonces en la mesa.
Despus de cenar, todo el mundo estaba un poco borracho. Los unos, crean decir
cosas mordaces, y los otros, crean orlas.
El buen alumno Fournier; el mal alumno Radiguet. Estos dos miopes que acababan
de salir de la muerte y que se reintegraron a ella en seguida, no se parecan; pero sus
libros transmiten el misterio del reino infantil, ms desconocido que el reino vegetal o
animal. Franz, en clase; Franz, jinete herido; Franz, en malla de acrbata; el
sonmbulo Agustn Meaulnes, la loca en el tejado, Yvonne y Marthe destruidas por la
infancia terrible.
Amaba yo a la pequea B. Tena dos aos menos que ella. Para casarme con
ella, deca yo, esperar a tener dos aos ms que B. Aquella pequea B. quera
que la compadecieran. Se cepillaba las encas en seco. Y luego, con aire distrado,
tosa, escupa y mostraba un pauelo enrojecido, Toda la familia, consternada,
marchaba a Suiza. Sus hermanos cambiaban Suiza, que no les gustaba, por unas bolas
de cristal que tenan dentro una espiral de color.
En una pensin de Mosc, la duea, despus de haber dicho a los nios: Formad
vosotros mismos vuestra polica: aprended a juzgar; s vuestros camaradas obran mal,
castigadlos, encuentra a un alumno ahorcado por los otros. Se balanceaba en medio
del hueco de la escalera. La duea no se atreva a descolgarlo, a cortar la cuerda, a
tirarlo al suelo.
Por otra parte, se debe intervenir? Otra vez la cuestin del parto a la
norteamericana y del progreso mdico. Creo que se debe intervenir en cierta medida.
El principio de no intervencin bien podra ser una excusa a las perezas del corazn.
A los ojos de Roussel, los objetos que l transfigura siguen siendo lo que son. Es
el genio menos artista. Es el colmo del arte. Satie dira: el triunfo del aficionado.
Equilibrio de Roussel tomado por desequilibrio. l desea el elogio oficial y sabe
que su obra es incomprendida, probando con ello que el elogio oficial no es
despreciable en tanto que oficial, sino en tanto se ejerce mal.
Roussel muestra primero el fin sin los medios y de ello saca sorpresas que
descansan sobre un sentimiento de seguridad (GALA DES INCOMPARABLES). Estos
medios amueblan el fin de su libro. Pero como estos medios contienen la singularidad
que deben a la persona del autor no debilitan los enigmas que iluminan y a los que
agregan un nuevo lustre aventurado.
Los episodios adivinatorios que rematan LOCUS SOLUS son probatorios. Aqu el
autor muestra primero las experiencias, luego los trucos; pero los trucos parten de una
realidad, Roussel, as como los trucos confesados por un ilusionista no nos hacen
capaces de ejecutar la magia. El ilusionista que muestra su truco, lleva a los espritus
Toda rigidez del espritu ser, pues, sospechosa para la sociedad, porque es
seal de una actividad que se asla Y, sin embargo, la sociedad no puede
intervenir aqu con una represin material, puesto que no es atacada materialmente.
Se encuentra en presencia de algo que la inquieta de una amenaza apenas, cuanto
ms de un gesto. Responder, pues, a ello, con un simple gesto. La risa debe ser algo
por el estilo, una especie de gesto social.
BERGSON
Film revelador. Es intil entenderse sobre lo que fuere con personas capaces de
rer en los episodios de la vaca y del director de orquesta.
Conviene que la voz no se parezca a mi voz, que la mquina emplee una voz
propia, nueva, dura, desconocida, fabricada en colaboracin con ella. EL BUSTO, por
ejemplo, declamado, clamado por una mquina como por la mscara antigua, por la
antigedad.
No adorar ya las mquinas ni utilizarlas como mano de obra. Colaborar con ellas.
Piensa uno en la planta descubierta por Fogar en el fondo del agua (IMPRESIONES
DE FRICA), que conservaba las imgenes.
Con qu gusto aplaudira uno a Stravinsky sobre las mejillas de los vecinos!
Si os extraa que una persona se muestre superior a lo que debiera ser por su
educacin, por su formacin, por su ambiente o por sus amigos, es probable que esa
persona fume.
Esta maana los pjaros se alegran. Haba yo olvidado la maana, los pjaros,
ocho, ocho, ocho,
ocho, ocho, ocho,
ocho, ocho, ocho, baratija de las jaulas,
ocho, ocho, ocho, volados del soto,
ocho, ocho, ocho, rulos de las tijeras;
ocho, ocho, ocho, circuito de golondrinas,
ocho, ocho, ocho, cifra que tiene alas,
ocho, ocho, ocho, dicen los pjaros.
El mozo del Hotel de la Poste, en Montargis, llevado graciosamente por los
pjaros, (ocho, ocho, ocho, los saleros! Ocho, ocho, ocho, el regado entre las cajas
verdes de los que dibujan en la acera, ocho, ocho!), saba volar sin el menor
retrucano, sin el menor aparato.
LA PATRONA: Anselmo, vuela, pues un poco para hacerle ver a Monsieur Cocteau.
Los episodios de los sueos, en vez de fundirse sobre una pantalla nocturna y de
evaporarse prontamente, vetean hondamente, como el gata, los parajes turbios de
nuestro cuerpo. Existe una formacin por el sueo. Se superpone a cualquier otra. Se
puede decir de una persona formada para siempre por el sueo, que ha cursado sus
inhumanidades a fondo. Tanto ms cuanto que los sueos clsicos, los primeros
sueos que visitan la infancia, lejos de ser ingenuos, son atridas y se nutren de
tragedia.
Los gags del film norteamericano. Montaje de los films. El sueo, en vez de
proyectar sus gags atroces, monta en nosotros el film y nos lo deja. Luego lo gags
pueden servir para otros montajes.
Lengua viva del sueo, lengua muerta del despertar Hay que interpretar,
traducir.
Pregunto a los discpulos de Freud el sentido de un sueo que he tenido desde los
diez aos, varas veces por semana. Este sueo ha cesado en 1912.
Mi padre, que haba muerto ya, no haba muerto en mi sueo. Se haba convertido
en un papagayo del Pr-Catelan, uno de esos papagayos cuya algaraba ha
permanecido para m unida siempre al sabor de la leche espumosa. Durante ese
sueo, mi madre y yo bamos a sentarnos ante una de las mesas de la granja del Pr-
Catelan, que mezclaba varias granjas con la terraza de las cacatas del Jardn de
Aclimatacin. Yo saba que mi madre saba y no saba que yo saba, y adivinaba que
ella buscaba en cul de aquellas aves se haba convertido mi padre, y por qu se haba
convertido en aquello. Me despertaba llorando a causa de su cara, que intentaba
sonrer.
Y que l coronaba con un estandarte que llevaba esta divisa: El pjaro canta con
sus dedos.
Y este pasaje de LOCUS SOLUS:
Una tenue humareda, engendrada por el cerebro del durmiente, mostraba, a
manera de sueo, once jvenes doblndose a medias bajo el influjo de un espanto
inspirado por cierta bola area casi difana, que, pareciendo servir de blanco al vuelo
dominador de una blanca paloma, marcaba sobre el suelo una sombra ligera que
envolva a un pjaro muerto[27].
Desconfiad de vuestra letra, cerrad vuestras letras, unidlas entre s; no hagis una
t que pueda tomarse por una d.
El colmo de la inelegancia: tener una firma ilegible.
Un da que escriba yo una direccin en casa de Picasso, me mir ste y dijo con
una sonrisa especial: Ah! T tambin?. Yo estaba ligando, despus de trazadas,
las letras del nombre que acababa de escribir. Picasso lo sabe todo; como es natural,
saba tambin eso.
A propsito de los estudios sobre los dialectos salvajes, me es grato imaginar una
traduccin de Proust en salvaje, en la que una sola palabra designase la envidia, que
consiste en esto, o la que consiste en aquello Se veran pginas reducidas a una
lnea, y Swe, por ejemplo, significara POR EL CAMINO DE SWANN.
Muchas modas sorprendentes del traje han surgido porque un hombre o una mujer
ilustres tenan que ocultar alguna deformidad.
Los artistas, las revistas, descubren en 1929, las fotografas tomadas por debajo,
por encima, al revs, que nos encantaban y que nos sirvieron en 1914.
Los anuncios, los escaparates, las publicaciones de lujo emplean en gran escala
todo lo que haca que el desorden de un cuarto como el mo, de la calle dAnjou,
fuese fabuloso en 1916. Yo no me daba cuenta de ello, Lea los artculos sobre ese
cuarto, con sorpresa. Encontraba aquel desorden desesperante y normal.
Es curioso ver al mundillo que cree marcar la pauta, imaginarse an que las
pocas triunfan. Uf!, dice el snob de 1929, por fin puede uno fotografiar unas tablas
viejas y poner debajo: Nueva York; o un farol y poner debajo: Estudio de desnudo, o
mostrar emparejados un suplicio chino y un partido de ftbol. Al fin hemos triunfado.
No sin trabajo. Viva el taller fotogrfico!, sin comprender que esas diversiones
privadas son del dominio pblico y que se preparan otras, a escondidas.
Se forja una leyenda en torno a los poetas que viven en una casa de cristal. Si se
esconden, si viven en una cueva desconocida, el pblico piensa: Te escondes,
quieres hacernos creer que hay algo donde no hay nada.
Por el contrario, si mira la casa de cristal, el pblico piensa: Tus gestos
demasiado sencillos ocultan algo. Nos engaas. Te burlas, y cada cual piensa a
adivinar, a deformar, a interpretar, a buscar, a encontrar, a simbolizar, a mistificar.
Las personas que se acercan a m y descubren el pastel, me compadecen, se
indignan; no conocen las ventajas de una leyenda absurda: cuando me queman,
queman un maniqu que ni siquiera se parece a m. Una mala fama debe ser
mantenida con ms amor y ms lujo que una bailarina.
Aclaro as la bella frase que me escriba Max Jacob: No debe uno ser conocido
por lo que hace.
La glora en vida no debe servir ms que para una cosa: para permitir que,
despus de nuestra muerte, debute nuestra obra con un nombre.
Porque he autorizado a Luis Moyses, que merece todas las ayudas, a adoptar,
como fetiches, para sus muestras, ttulos de obras mas, la gente cree que regenteo
He vivido tan apasionadamente, tan ciegamente cada una de mis pocas, que me
ocurre a veces olvidarme por completo de alguno de ellos. Un objeto, una persona
que lo marcaron, se desprenden de mi memoria sin atadura alguna. De dnde es ese
objeto? De dnde esa persona? Busco. No encuentro. El decorado ha desaparecido.
No hablo de los grandes actores ni de los grandes decorados del drama.
Tan sencillo es ponerse al mismo nivel del pblico con un cambio de frente
bastante feo, como difcil conseguir que la curva de nuestra obra nos lleve a ese punto
ideal de contacto en que trabajan siempre los Shakespeare, los Charlie Chaplin.
Soy incapaz de escribir una obra y de montarla en pro o en contra de alguna cosa;
pero me felicito de que un instinto de rebelda, el espritu de contradiccin que existe
en el poeta, me hayan inspirado una obra de unidad, de estatismo, una contradiccin
completa a las sncopas del jazz y del cine actuales.
LES ENFANTS TERRIBLES ha sido escrito bajo la obsesin de Make Believe (SHOW
BOAT); los que amen ese libro deben comprar ese disco y releerlo escuchndolo.
Curado, me siento vaco, pobre, asqueado, enfermo. Floto. Salgo pasado maana
de la clnica. Adnde ir? Hace tres semanas senta como un verdadero gozo,
interrogaba a M. sobre la altitud, sobre unos hotelitos en la nieve. Iba a salir.
Era un libro el que iba a salir. Es un libro el que sale, el que va a salir, como
dicen los editores. No soy yo Ya puedo morirme: a l le tiene sin cuidado La
misma farsa se repite siempre y siempre se deja uno embaucar por ella.
Era difcil prever un libro escrito en diecisiete das. Poda creer que se trataba de
m.
El trabajo que me explotaba necesitaba el opio; necesitaba que dejase el opio; soy
su vctima una vez ms. Y yo me preguntaba: volver a fumar? Intil adoptar un aire
desenvuelto, querido poeta. Volver a fumar si mi trabajo quiere.
Y si el opio quiere.
Poema que sirvi de puesta en marcha, despus del regalo de las ltimas pginas.
dedo del medio, y que tena unos 50 centmetros. (N. del T.) <<
T.) <<
<<
ojos tal un silfo en el techo, tal un esqu sobre la nieve Jean salt sobre la mesa
junto a Nijinsky. <<
puro poeta como profundo y humano prosista. (1903-1923). (N. del T.) <<
T.) <<
T.) <<
estrell la blusa del vencedor estrell al vencedor negro, al que nada protege.
Permaneca estupefacto, de pie en la garita de soledad, desnudas las piernas
bajo el murdago, las nueces de oro, el acebo, estrellado como el pizarrn del
estudio. As parten a veces del colegio esos puetazos que hacen escupir
sangre, esos puetazos duros de las bolas de nieve, que la belleza asesta,
rpida, sobre el corazn, al pasar. <<