La Ilustración y Sus Enemigos PDF
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E D IC I N , T R A D U C C I N E IN T R O D U C C I N
D E JO S M A R A H E R N N D E Z
I9
ED ICIO N ES PEN N SULA
B a rc e lo n a
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Introduccin, p o r jos m a r a He r n n d e z 7
L A IL U S T R A C I N Y S U S E N E M IG O S
Prefacio 23
LA IDENTIDAD HUMANA 3I
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO 79
Conclusin 121
Noticia bibliogrfica 129
5
IN T R O D U C C I N
por
JO S M ARA H E R N N D E Z
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JOS MARA HERNNDEZ
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INTRODUCCIN
cial entre E l Viejo Mundo y el Nuevo, para servirnos ahora del ttulo de
un conocido ensayo de Jo h n Elliot, uno de los historiadores contem
porneos que tambin ha cultivado este tipo de preguntas, a pesar de
las diferencias en sus respectivas respuestas.1
L a historia que nos ofrece Pagden es la historia de los lenguajes de
la modernidad poltica. Y en este sentido es difcil dejar de pensar en
el impacto que han tenido en los ltimos aos los trabajos de los his
toriadores britnicos que han seguido este enfoque crtico. P or eso, si
antes decamos que Pagden se form en el Oxford de los aos sesen
ta, no es menos oportuno sealar ahora su vnculo posterior con el gru
po de historiadores que trataron de renovar la Historia Intelectual en
lengua inglesa desde la Universidad de Cam bridge (e.g., Quentin Skin-
ner, Stefan Collini, Richard Tuck, Istvan Hont y John Dunn), donde Pag
den permaneci como profesor de Historia Moderna entre 1980 y 1997.
Si para la mayora de estos autores el hilo de la historia lo propor
ciona el lenguaje, en el caso concreto de Pagden esta es una historia
que, como decamos, se inici con La cada del hambre naturalen don
de examina los orgenes europeos de la antropologa , contina con E l
Imperialismo espaol y la imaginacin poltica (Spanish Imperialista and the
Political Imaginaban, 1990), se detiene a reexaminar los encuentros
europeos con el nuevo mundo (European Encotinters with the New World,
*993) tm libro en donde aborda la conceptualizacin del otro en la fi
losofa europea como resultado de las sucesivas interpretaciones del des
cubrimiento de Amrica desde la poca del Renacimiento hasta la poca
del Romanticismo , para completar su visin particular de este mismo
(jerodo con Seores de todo el mundo (hars o fa ll the World, 1997), un libro
en donde aborda el problema de la identidad intelectual europea desde el
punto de vista de la historia de los grandes imperios ultramarinos.
E n este ltimo libro el hilo conductor lo proporciona el lenguaje
que sirvi tanto para justificar com o para criticar las ambiciones m-
(Krialistas de las grandes potencias europeas y para establecer el impres
cindible vnculo explicativo entre sus distintas fases histricas. Porque
yonviene recordar que estos lenguajes estn sujetos a sus propias mu- 2
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INTRODUCCIN
exaltada visin del com ercio. L a exigencia cristiana de que todos los hom
bres com partan un nico sistema de creencias ha desaparecido bajo el peso
com binado del escepticism o cientfico y el pluralism o cultural. Aun as, el
precio que hay que pagar para sum arse al nuevo orden m undial actual
m ente representado por las instituciones m onetarias internacionales sigue
siendo la aceptacin de regirse por una ley a la cual se atribuye, a diferencia
de cualquier legislacin restante, siem pre de carcter local, una fuerza de al
cance universal. Asim ism o, se da por supuesto que las prem isas en las que se
fnda esta ley son manifiestas. N o precisan ser explicadas y m ucho menos
defendidas y son, por naturaleza, aplicables a todos los pueblos del m undo.4
6. A Pagen, Europea?i Ecounters witb tbt New World. From Renaissance to Ro-
manttcism, Yale University Press, New Haven-Londres, 1993, pp. 184-185.
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INTRODUCCIN
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INTRODUCCIN
8. C. Schmitt, Polirische Rommtik, Dunker & Humblot, Berln, 5* ed., 1991, p- 23.
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Tam bin es posible sealar ciertos matices entre los defensores del
proyecto ilustrado. La narrativa clsica de Berln sobre esa confronta
cin entre la razn y las emociones una confrontacin que, segn
Berln, nos habra conducido a la disolucin del sujeto ,9 conclua en
una reconciliacin entre el liberalismo y el romanticismo, o lo que es lo
mismo, en un cierto grado de autocomprensin racional que se con
solidara a travs de la tolerancia, la decencia y la apreciacin de las im
perfecciones humanas. L a nocin de que existe una pluralidad de valo
res, de que son incompatibles; toda esta idea de pluralidad, de lo
inagotable, del carcter imperfecto de las respuestas y arreglos humanos;
y de que ninguna respuesta puede reclamar perfeccin y verdad; todo
esto es lo que le debemos a los romnticos.10*12E l problema, como seala
Pagden, es que de este modo la mayora de los filsofos ilustrados, inclu
yendo a Kant, pasaban a formar parte del proyecto contrailustrado.
Algo muy parecido podramos decir que ocurre ahora con relacin a
Hume y la preferencia dada al sentimiento humanitario dentro del
proyecto poltico de la Ilustracin que propugna Richard R o ity ."
D e todos modos, frente a este optimismo reconciliador nunca
est de ms recordar como ha hecho recientemente entre nosotros
Juan Garca-M oran que la confianza en la integracin de senti
miento y razn, compasin y comprensin, sensibilidad y reflexin,
educacin sentimental y conocimiento tico puede ayudar a forjar
una voluntad de resistencia frente a las normas extremas de inhuma
nidad y deshumanizacin de las que hemos sido y continuamos sien
do testigos. Aun a sabiendas, claro est, de que se trata de instrumen
tos frgiles que, no por necesarios, pueden llegar a ser suficientes.'1
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INTRODUCCIN
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A CHEMA,
quellafonte
che spandi d i parlar si largo fium e
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nado a muerte. Pero dado que, hoy por hoy, esta divisin se concibe
com o la herencia real o figurada de un movimiento intelectual en
particular, no queda ms rem edio que hacer (rente a la necesidad de
una reconsideracin en serio de la significacin de este movimiento
intelectual. Slo una actitud semejante puede ayudarnos a recuperar
algo de esos bastos recursos intelectuales que todava esconde ese m o
vimiento que llamamos la Ilustracin.
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UNO
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un mundo en donde todas las formas de certeza lingstica (lo que sig
nifica igualmente certeza epistmica) son reemplazadas por el entrecru
zamiento de una multiplicidad de narrativas en principio aisladas. Esto
es lo que, en otras palabras, Lyotard llama con Derrida: le diffrend.
La postmodemidad podra ser aqu considerada com o una nueva
forma de escepticismo. El espacio asignado al hom bre es ocupado
por lo que Lyotard llama un pago, una zona fronteriza en la que los
distintos gneros del discurso entran en conflicto en tom o a la forma
misma de vincularse.3
Debo advertir que en estos dos ensayos no voy a ocuparme mucho
de la postmodernidad. En parte porque los filsofos postmodemos, en
su calidad de escpticos, tienen muchos rasgos en comn con los fil
sofos ilustrados. (La dependencia de Derrida, Lyotard o Deleuze con
respecto a Kant es sobradamente conocida; y lo mismo puede decirse
de la dependencia de Diderot o de Rousseau por citar slo dos ejem
plos con respecto al escepticismo antiguo y, en especial, con respec
to al escepticismo de un M ontaigne.) Para el filsofo postmodemo el
conflicto con la Ilustracin es sobre todo un conflicto lingstico. L yo
tard ha insistido mucho sobre este punto. E n realidad, se tratara de
una batalla contra un lenguaje, contra una m etanarrativa que por
citar nuevamente a este autor estara firmemente asentada en el lec
tor tras siglos de humanismo y de ciencias humanas . Supuestamen
te, este lenguaje habra eclipsado una imagen ms rica y satisfactoria de
la diversidad humana. En resumen, esta m etanarrativa vendra a de
cir lo siguiente: que existe el hombre ; que existe el lenguaje; que el
primero se sirve del segundo para sus fines; y que si no logra satisfacer
estos fines es porque requiere mejorar su control del lenguaje por
medio de un m ejor lenguaje.4
L o que me propongo hacer en estos dos ensayos es contrarrestar
un cierto tipo de crtica a la Ilustracin que podramos considerar tan
vieja com o la propia Ilustracin. Este es el tipo de crtica que ha he
cho del supuesto com prom iso ilustrado con la racionalidad y de
las consecuencias de este mismo com prom iso para la vida m oral en
Europa, tanto en el pasado como en el presente su objeto de preo
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LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
cupacin principal, sin que esto presuponga, por otro lado, renuncia
alguna a la posibilidad misma de construir ese tipo de m etarrelatos
que tanto preocupan a los postmodernos. A los efectos de estos dos
ensayos, seguir identificando este tipo de crtica como tradiciona-
lista, por ms que en los E E .U U (y ahora tambin en Europa) se la
conozca bajo la denominacin de crtica comunitarista a la m oder
nidad. E l tradicionalism o al que me referir aqu arranca con un
antiguo discpulo de Immanuel Kant, Johann Gottfried von H erder,
y con otro de sus coetneos, Johann G eo rg Hamann, llegar hasta es
critores contemporneos como H an s-G eorg Gadainer, Charles T a y -
lor, Alasdair M aclntyre y John G ray. Se trata de una posicin intelec
tual que puede ser captada con toda su brillantez aunque tambin
con su excesiva repeticin, una repeticin que por momentos llega a
rozar la caricatura histrica en tres libros de A. M aclntyre: A fie r
V itue (19 8 1), Whose Jnstice? Which Rationality? (1988) y Three R ival
Versiom o f M oral Enquiry (1990).*
El tradicionalism o afirma que el concepto de hum anidad y,
por tanto, el concepto de naturaleza hum ana es una mera ilusin.
En el m ejor de los casos se tratara de una proyeccin de lo simple
en lo com plejo, de lo pequeo en lo grande, de lo poco en lo mucho
y, en el peor de los casos, sera una abstraccin vaca de todo conte
nido. E l tradicionalism o afirm a que los seres humanos slo existen
com o m iem bros de un grupo. E n consecuencia, su naturaleza es co
lectiva y contingente. Se trata de entidades incrustadas en la natu
raleza y en la historia. L a prim era naturaleza que com partim os
com o seres humanos es aquella que nos corresponde com o anim a
les: la necesidad de alimentos y defensa, la necesidad de procrear, la
necesidad de proteger a nuestros vstagos, y as sucesivamente. P or
lo dems, con respecto a todo aquello que es distintivo de nosotros
mismos en cuanto seres humanos, el tradicionalista afirm ar que
somos criaturas de las sociedades a las que pertenecem os. C om o
* Hay versiones en castellano de estas tres obras, por el mismo orden, traduci
dos como Tras la virtud, Editorial Critica, Barcelona, 1982; Justicia y racionalidad,
Ediciones Internacionales Universitarias, Barcelona, 1994; y Tres versiones rivales de
Urtica, Editorial Rialp, Madrid, 1992.
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dice Jo h n G ray, entre las ruinas del proyecto ilustrado, que fue el
proyecto piloto del perodo moderno. L a caracterstica distintiva de
este proyecto es la prom ocin de la razn autnoma y la concesin
de un lugar privilegiado a la ciencia con relacin a todas las dems for
mas de inteleccin humanas. Y esta es una estrategia que slo habra
conseguido socavar y destruir las formas tradicionales y particulares
de conocimiento social y moral. En lugar de dar paso a algo que se pa
rezca a una nueva civilizacin, su resultado final es el nihilism o.1
D icho en otras palabras, las consecuencias del supuesto triunfo
de la razn sobre la especiosa fe habran sido desastrosas. L o que
M aclntyre llama la defensa racional de la moral nos habra priva
do de ese conjunto narrativo que constituye el fondo dramtico de
toda sociedad. N o s hemos quedado com o nios faltos de relatos,
tartamudos en sus acciones y en su m undo.11 N ecesitam os, por
tanto, volver a colocar de forma urgente el respeto por la creencia y
la tradicin en el centro mismo de nuestra vida moral. M s an, al
gunos de estos nuevos escritores tradicionalistas han sostenido que,
adems de form ar parte de una tradicin, com o seres humanos, no
deberamos descartar, para com pletar nuestra moralidad, la posible
pertenencia a una Iglesia, pues es sabido que la m ejor base para la
tradicin la ha proporcionado desde siem pre y en todo lugar la per
tenencia a algn sistema religioso. M e refiero aqu a algunos com en
tarios de T a y lo r, M aclntyre y G adam er, aunque es cierto que este
ltimo est algo ms alejado de este tipo de manifestaciones. T a m
bin es obligado decir que ninguno de ellos nos aclara si es preciso
creer en lo que esa Iglesia predique. Sobre este punto volver ms tar
de. D e mom ento, espero m ostrar que el relato que los tradicionalis
tas quieren que cream os es esencialmente un relato falso y que una
com prensin adecuada de la Ilustracin nos ofrecer una narrativa
mucho ms atractiva que ese tipo de neoescolasticismo al que M ac
lntyre desea que volvamos.12
1 1 . J . Gray, Enlightemnent's Wake. Polittcs and adture at tht cise of tbe mdem age,
Koutledge, Londres y Nueva York, 1997, p. 145.
12. A. Maclntyre, After Virtne, A Study n Moral Tbeory, University o f Notre
Dame Press, Notre Dame, 1981, p. 216.
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natura. Pero, por lo comn, los que apelan a la recta razn para decidir
en cualquier disputa se refieren, con estas palabras, a su propia razn.'8
Obviam ente, la evidencia que llegaba del mundo externo contradeca
a todas luces la bella explicacin construida por la escolstica en tor
no a una misma inclinacin humana, o m ejor an, al conjunto de in
clinaciones humanas a partir de las cuales se podra deducir un slo
tipo verdadero de sociedad, esto es: la sociedad cristiana de la E u ro
pa occidental. L a respuesta al dilema moral que esto supuso tom la
forma, com o ha sostenido Charles T aylo r, de una apuesta por la sim
plicidad radical (algo que tambin haba notado Hum e), una apuesta
por encontrar alguna posicin al margen de cualquier sistema tico o
poltico desde la cual todos los sistemas podan ser evaluados; pero se
trataba de una posicin que nada tena que ver con la perspectiva a
travs de los ojos de D ios que haban defendido los telogos. Y , tal
com o T a y lo r ha sealado igualmente, esto habra causado un efec
to distorsionante sobre la auto-com prensin de los m odernos.'9
N o obstante, sera del todo inapropiado describir a G rocio quien
emple tanto tiempo y tanto esfuerzo en ridiculizar a los modernos
emuladores de Carnades como a un escptico ms. Sabemos que
G rocio trat de hallar una respuesta al escepticismo. En su opinin,
esta respuesta tena que cortar de raz todo vnculo significativo con la
tradicin aristotlico-toinista, la misma tradicin que M aclntyre con
sidera ahora como la nica base firme para reconstm ir, una vez ms,
un orden moral que sea convincente para todos nosotros, es decir,
de nuevo europeo.
Sin duda, aqu nos adentramos en otra dimensin de la misma his
toria: la crtica de los fundamentos epistemolgicos de aquello que se18 9
18. T . Hobbes, The Elements of Law, Natural and Political, ed. Ferdinand
Tnnies, 2* edicin, Frank Cass & Co., Londres, 1969, 2. 10. 8., pp. 188-189 [Hay
edicin castellana de Dalmacio Negro, Centro de Estudios Constitucionales, Ma
drid, 1979].
19. Ch. Taylor, The Diversity o f Goods, en Pbilosopby and tbe Human
Sciences. Pbilosophical Papers II, Cambridge University Press, Cambridge, 1985,
p. 230. Y ver Richard Tuck, Rights and pluralism, en James TuIIy ed., Pbilosopby
in an Age of Pluralism, The Pbilosopby of Charles Taylor in Question, Cambridge
University Press, Cambridge, 1994, p. 160.
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LA IDENTIDAD HUMANA
considerar las facultades del discernim iento hum ano tal y com o son aplica
das en el conocim iento de los O bjetos a los que se refieren, y dar por bue
no el esfuerzo invertido si con este sencillo m todo histrico puedo dar al
guna explicacin de los M odos en que nuestro Entendim iento llega a
obtener esas N ocion es que poseem os de las cosas.20
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I-A ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
men al com ienzo mismo del libro I iba mucho ms all de la mera
aceptacin cartesiana de lo que ahora es llamado innatismo disposi-
cional, y puesto que en esta misma lista de objetivos estaba la no
cin estoica de nociones comunes (koinai ennoiai), resulta com plica
do aceptar que su crtica estuviese tan limitada. Adems, muchos de
los contem porneos de Locke, al igual que la mayora de sus suceso
res en el siglo xvm , estaban convencidos de que su objetivo no era
dem oler lo que Descartes entenda por ideas innatas, sino la concep
cin de la ley natural de raz aristotlica y escolstica. Desde luego,
este es el modo en que Leibniz ley esta parte del Ensayo en su largo
y admirable intento de refutacin. Leibniz describi a Locke com o
alguien que, en realidad, estara m uy de acuerdo con el sistema de
G assendi, sistema que habra enriquecido y reforzado [...] con
cientos de ideas refinadas, y, por tanto, com o a un autntico epic
reo, identificando sus objetivos en Platn (el escolstico), San Pablo
(el estoico) y Ju lio C sar E scalg ero ." D esde luego, as fue com o lo
entendi H um e, quien consider que Locke haba sido inducido a
tratar este tema del conocim iento por los escolsticos." L a misma
opinin expresaron D iderot o Shaftesbury, de quienes hablar ms
tarde. Para este ltimo, por ejemplo, el pobre sistema traslaticio de
los ltimos escolsticos fue la razn del indiscutible triunfo de John
Locke sobre sus rivales. 5 Q ue ste y no otro fue el objetivo principal
de Locke, es algo que podemos apreciar de la forma ms evidente a
partir de los Ensayos sobre la ley natural, donde la misma afirmacin
que en los Ensayos sobre el entendimiento humano tomara la forma de 213
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28. S. James, Internal ail external in the work of Descartes, en James Tully
ed., Phtlosopby m an Age of Pluralista. The philosophy of Charles Taylor n question, op.
cit., pp. 7-19. Aunque se podra decir lo mismo de otros tradicionalistas, Susan
James se refiere aqu a las explicaciones ofrecidas por ('hartes Taylor en Sources of
the Self, Cambridge University Press, Cambridge, 1989. [Hay versin castellana en
Paids, Barcelona, 1996].
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38. Shaftesbury (A. A. Coopcr, 3er Earl of), Characteristics ofMen, Manners, Oprnions
and Times |i* ed., Londres, 17 11I, Bobbs-Merrill, Nueva York, 1964, vol. I, pp. 83-84.
39. Ver Richard Tuck, The mdem theory o f natural law, en Anthony
lagden, ed., The iMnguagcs o f Political Theory in Earty-Modem Europe, Cambridge
University Press, Cambridge, 1987, pp. 99 -119.
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42. De iure belli ac pacis, op.cit., 1, p.13. Este es el famoso etiamsi daremos. La
frmula utilizada por Cirocio concuerda con el principio convencional de la esco
lstica segn el cual la ley natural sera incluso verdadera siper imponible Dios no
existiera. Tambin es cierto que Cirocio llega a afirmar que las leyes de Dios son
obligatorias, y que la ley natural, procediendo de las caractersticas esenciales
implantadas en el hombre, puede ser atribuida a Dios, pues es El quien ha queri
do que esas caractersticas existan en nosotros (p. 14). La diferencia esencial, por
supuesto, est en rechazar la idea de un completo aparato de preceptos innatos. De
este modo, Grocio fundamentaba la ley natural sobre la idea de la accin humana.
En este mismo texto, un poco ms adelante, declara: La ley natural es inmodifica-
ble, incluso en el sentido de que no puede ser modificada por Dios (p. 40).
43. J. Habermas, Theorie m d Praxis. Sozialphilosopbische Studien, Suhkamp,
Krankfurt am Main, 1974, pp. 78-79. [Hay versin castellana en Editorial Tecnos,
Madrid, 1987].
44. D. Hume, Em/uires Coneeming the Human Understanding, op. cit., p. 298.
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45. D. Hume, Enquies Qmceming tbe Hteman Understanding and Concemmg tbe
Principies of Moris, op. cit., pp. 298-299. Las opiniones que expresa Hume en esta
misma obra sobre el estoicismo no eran mucho mejores. En este caso, se tratara de un
sistema algo ms refinado de egosmo, pero, en definitiva, de un sistema que nos
apartara de toda virtud y delicadeza en la convivencia social (p. 40). Cfr. ibid., p. 101.
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LA IDENTIDAD HUMANA
En los inhspitos aos de la primera mitad del siglo xvn esta radical
reduccin de la categora de lo humano que con razn ha denun
ciado Haberm as pareca la salida inevitable a la situacin en la que
se encontraban la mayora de los europeos. Conviene recordar que el
De ture praedae de G ro cio fue escrito entre 1604 y 160 5, y el De Cive
de H obbes el libro que m ayor fama le proporcion fuera de Ingla
terra se public en Pars, en 1642, esto es, el mismo ao en que co
menz la guerra civil inglesa. En este contexto, considerar todo
afecto com o una forma de egosm o pareca ofrecer una base ade
cuada para construir una concepcin completamente realista de la
sociedad y de la poltica, ambas necesarias para evitar su propia des
truccin. Se trataba, sin em bargo, de creaciones de un mundo que de
sapareci (o esto fue lo que pensaron a menudo los propios implica
dos) con el T ratad o de W estfalia en 1648. D e esta forma se puso fin,
al menos de forma oficial, a la G uerra de los T rein ta Aos. Adems
este tratado, que fue el prim er autntico tratado en un sentido mo
derno, detuvo todos los futuros conflictos religiosos haciendo que la
Iglesia dependiese del Estado. T am bin cre un orden europeo que
asumi los poderes para crear dos nuevos estados (las Provincias U n i
das y la Federacin Suiza) y detuvo de una vez por todas la guerra en
tre Espaa y Holanda que, com o quiera que se extendi desde el nor
te de Europa al M ar de la China, podra ser considerada com o el
primer conflicto mundial entre dos estados europeos. Finalmente, la
paz de W estfalia hizo que desapareciese la funcin del papado como
rbitro en las disputas internacionales. Por supuesto, ninguno de es
tos cambios tuvo lugar de forma inmediata; adems, la guerra franco-
espaola todava se prolong por once largos aos. Pero, sin duda, en
la primera dcada del siglo xvm , los cambios estaban lo suficiente
mente bien consolidados com o para afirm ar que la solucin hobbe-
siana slo pareca haber aportado principios de gobierno de base es
clavista, com o dijo en 1 7 1 1 el entonces E arl o f Shaftesbury, del
que como hemos prometido, volveremos a hablar con ms detalle un
poco ms adelante.
Despus de W estfalia surgi una nueva generacin que empez a
cuestionar la supuestamente irrefutable explicacin que la filosofa
mecanicista haba dado sobre los orgenes de la sociabilidad huma-
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L o que Pufendorf quiso hacer fue dotar al hombre civil del estatus de
una criatura moral natural. As renunciaba en la prctica a la distin
cin entre el estado de naturaleza y la sociedad civil, abriendo al mis
m o tiempo el camino hacia un concepto universal de la humanidad
que sustituyera el rgido e inverosmil psicologicismo de sus predece
sores. L o crucial dentro del giro que iba a tomar el discurso sobre el
derecho natural en el siglo xvhi es que el hombre estaba inclinado por
naturaleza a la benevolencia para con sus congneres, precisamente
porque reconoce en ellos un valor compartido. E l hom bre, escribi
Pufendorf,
54. F. Hutcheson, Inaugural lecture on tbe social nature of man [1730J, en Two
Texis on Human Nature, ed. Thomas Mautner, Cambridge University Press,
Cambridge, 1993, p. 135.
55. Citado en S. Pufendorf, On tbe Duty ofMan and Citizen According to Natural
Law, ed. James Tully, Cambridge University Press, Cambridge, 19 91, pp. xxvii-
xxviii [El ttulo de esta obra en latn es De officio bominis et civisjuxta legem natura-
lem libri do].
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LA IDENTIDAD HUMANA
56. Ibid.
57. Vase la magnfica introduccin de James Tully a la edicin de S. Pufendorf,
On tbe Duty ofMan and Citizen Accordmg to Natural Law, op. cit., p. xxvii.
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LA IDENTIDAD HUMANA
Pero si consideras que es un pie, y no algo desconectado del resto del cuer
po, ser necesario que algunas veces lo utilices para pisar el polvo y otras
para cam inar sobre los abrojos y otras debers cortarlo por el bien del cuer
po entero: y, si llegado el caso se negara, entonces no sera un pie.60
59. Condorcet (J. A. N. De Caritat, Marqus de), Esqutsse dun tabican bistoriqiie
desprogris de l'esprit hurnain, ed. Yvon Belaval, Librairie Philosophique J. Vrin, Pars,
1970, p. 74. |Hay edicin castellana de A. Torres del Moral y Marcial Surez en
Editora Nacional, Madrid, 1980].
60. Epictetus, The DiscoursesasreportedbyAirian, ed. W. A. Oldfather, 2 vols: The
Loeb Classical Library, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1925, Vol. 1, p.
245. [Hay edicin castellana de Paloma Ortiz, en Editorial Credos, Madrid, 1993].
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I.A ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
Los seres humanos, com o ocurre con los miembros de sus propios
cuerpos, estaran igualmente integrados con los otros miembros de su
misma especie. La oikeiosis es lo que da cuenta de esta unidad esencial.
Esta doctrina de la oikeiosis central para la filosofa estoica es pre
sentada muy frecuentemente com o el reconocimiento y la apropia
cin de algo que nos pertenece, o de forma todava ms simple como
un sentimiento de compaerismo. (Conviene recordar que la raz
est en la palabra oikos, que es la casa familiar en tanto que cuerpo de
personas que tienen una misma pertenencia.) En la mayora de las teo
ras estoicas esto comienza como ocurre sobre todo en las explica
ciones estoicas sobre los orgenes de la humanidad inmediatamente
despus del nacimiento, con el am or de los padres hacia los hijos. El
am or de los [ladres hacia sus hijos o hijas es un amor hacia algo que les
pertenece pero que, al mismo tiempo, es una parte viva e indepen
diente de s mismos. Ahora bien, no slo amamos a nuestros hijos por
nuestro propio bien, o porque se trate de nuestra nica garanta de
continuidad, la nica garanta de continuidad de nuestra herencia ge
ntica que diramos hoy, sino que los amamos porque uno se identifi
ca con ellos, y la identificacin significa aqu antes que nada una dis
posicin bsica a adoptar el punto de vista del otro. En el siglo xvm a
esto se le llam simpata; algo que hoy quiz llamaramos em pa
tia. Simpatizar o, si se prefiere, empatizar con los propios descen
dientes es con todo slo el prim er paso dentro de un proceso mu
cho ms amplio de identificacin: un proceso que alcanza a toda la
especie humana. A partir de aqu, escribi Cicern al tratar del
am or parental, se origina tambin una forma de inters compartido
(commendatio) por todo el gnero humano, de modo que una vez pro
bada la condicin humana, se asume que ningn ser humano es ajeno
a otro.6' D e aqu se sigue tambin que todos los hombres tienen una
natural disposicin altruista. T od os los hombres muestran un amor na
tural hacia s mismos y una inclinacin natural a la asociacin con los
otros (una disposicin natural para am ar a los dems). Para los estoi- 6 1
64
LA IDENTIDAD HUMANA
62. Cicern (Marco Tulio), De Officiis, III, 28. [Hay edicin castellana de J.
Guillen en Editorial Tecnos, Madrid, 1989]. Ver Malcolm Schofield, Two Stoic
approaches to justice, en Adrn Laks y Malcolm Schofield eds., Justice and
Generosity, Cambridge University Press, Cambridge, 1995, pp. 191-212.
65
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
66
LA IDENTIDAD HUMANA
67
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
68. Shaftesbury (A. A. Cooper, 3er Earl of), Life, Unpublished Letters, and
Philosophical Regimen ofAnthony, Earl of Shaftesbury, op. cit., p. 403. Ver, igualmente,
los comentarios que sobre este pasaje hace Charles Taylor en Sources o f the Self,
op. cit., pp. 253-255.
69. Shaftesbury (A. A. Cooper, 3er Earl of), Advice to an Author, citado por Ch.
Taylor en Sources of the Self, op. cit., p. 253.
68
LA IDENTIDAD HUMANA
Kn una criatura capaz de form ar nociones generales de las cosas, no son slo
los objetos exteriores que se ofrecen a los sentidos los que form an los obje
tos de la afeccin, sino que tambin llegan a ser objetos las acciones y afec
tos mismos de la piedad, la cortesa y la gratitud que, al igual que sus con
trarias, aparecen en la mente a travs de la reflexin.7'
69
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
to en que los objetos sensibles actan sobre sus sentidos (...], reci
biendo en sus M entes las Imgenes y Representaciones de la Justicia,
la Generosidad, la Gratitud y las otras Virtudes, el hombre deber
sentir Sim pata por stas o Disgusto por sus contrarias. Puede que no
exista una Afabilidad o Deform idad real en los Actos m orales, pero,
en todo caso, siempre habr una fuerte afabilidad o deformidad ima
ginaria. Y ese imaginario debe tener sus orgenes en la naturaleza.
Las propiedades morales se convierten en objetos que contemplamos
de un modo muy similar a los objetos del mundo externo.
no slo los seres externos que se ofrecen al sentido son objetos de la afec
cin, sino que las mismas acciones y afecciones de piedad, bondad, gratitud,
72. Shaftesbury (A. A. C'opper, 3er Earl of), An Inqutry conceming Valu or
Merit, op. cit., p. 173.
73. Vase J . R. Schneewind, The Invention of Autonomy. A History o f Modem
Moral Philosophy, Cambridge University Press, Cambridge, 1998, pp. 300-309.
70
LA IDENTIDAD HUMANA
al igual que sus contraras, una vez que aparecen reflexivam ente en la mente
se convierten en objetos. A s que, por m edio de este sentido reflexivo, apa
rece otro tipo de afeccin hacia esas mismas afecciones que han sido senti
das y transformadas en materia de un nuevo gusto o disgusto.74
74. Ver Ch. Taylor, Self-Interpreung Animis, en Pbilosopby and tbe Human
Sencts. Philosopbical Papen /, Cambridge University Press, Cambridge, 1985, p. 46.
75. A. Srnith, Theory of Moral Smtments, op. ctt., I, I, 1.2, p. 9.
71
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
que de este sencillo atributo fluyen todas las virtudes sociales que quiere
negarle a los hom bres. D e hecho, qu son la generosidad, la clem encia y
la humanidad si no la piedad para el dbil, el culpable o para la especie en
general? Hasta la benevolencia y la am istad, bien entendidas, son produc
to de una piedad constante fijada sobre un objeto particular: pues qu otra
cosa puede ser el desear que alguien no sufra ms que el desear que sea fe
liz?.76
72
LA IDENTIDAD HUMANA
73
LA ILUSTRACIN V SUS ENEMIGOS
del sentim iento que nos mueve al contemplar un objeto bello. Este
sentimiento vierte la moral en el lenguaje de la esttica. Sin duda,
Shaftesbury no fue el prim ero en realizar este movimiento. Sabemos
que fue un platnico y que estaba m uy influido por los platnicos de
Cam bridge, de forma especial por Ralph Cudw orth y H enry M ore;
tambin sabemos que su concepcin de la verdad, en particular su
concepcin de la verdad moral com o forma de belleza, estaba en co
nexin con la concepcin platnica de una armona entre todas las es
feras de la actividad humana el tipo de armona reforzada por los ro
mnticos y que encuentra su expresin ms caracterstica en los
famosos versos de Jo h n Keats:
80. J . Keats, Ode on a Grecian Um / Oda sobre una urna griega, mayo de 1819.
8 1. D. Diderot, Essai sur le ntrite et la vertu, (1745), en Oeuvres completes, ed.
Jules Assevat y Maurice Tourneaux, 20 vols., Pars, 1875-7, vl- h P- 26.
74
LA IDENTIDAD HUMANA
82. A. Smith, Theory of Moral Sentiments, op. cit., II, ii, 3 .4 , p. 86.
83. Shaftesbury (A. A. Copper, 3er Earl of), An Inquiry conceming Virtue or
Merit, op. cit., p. 165.
75
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
84. Shaftesbury (A. A. Copper, 3er EarI of). <4 Setter conceming Enthusiasm en
Characteristics of Men, Manners, Opinions, Times ed. Lawrence E. Klein, Cambridge
University Press, Cambridge, 1999.
85. Ch. Taylor, Sources oftbe Self, op. dt.< p. 345.
76
LA IDENTIDAD HUMANA
86. A. Maclntyre, After Virtue. A Study iti Moral Theory, op. cit., p. 1 70.
77 I
DOS
E L C O S M O P O L IT IS M O IL U S T R A D O
Ahora quiero conectar lo que he estado discutiendo hasta aqu con las
condiciones en que viven todas las personas, tanto ilustradas como no
ilustradas. Dicho en pocas palabras, lo que deseo averiguar es si po
demos llevar el argumento hasta el lugar que, segn Kant, le corres
pondera: hasta el espacio de la poltica y de la cultura; pues como el
propio Kant insisti, aunque la Ilustracin sea una condicin de futu
ro que depende para su realizacin de la voluntad humana, esta vo
luntad slo puede operar (y esto es algo que tambin l dej bien cla
ro) dentro de las condiciones impuestas por la propia sociedad.
Los escritores del siglo xvm rechazaron la concepcin aristotli
ca de la sociabilidad con la misma energa con que se opusieron a la
concepcin hobbesiana. Porque reintroducir a Aristteles en el si
glo x v iii como deseara hacerlo ahora M aclntyre significaba enre
darse, una vez ms, en el innatism o escolstico y en otra definicin
teleolgica de lo humano. P o r el contrario, la idea de comn hu
manidad que se basa en el reconocimiento del valor, el sentido y los
sentimientos implcitos y en una nodn moral algo ms amplia, como
la de oikeiosis, por ejemplo, pareca proporcionar una alternativa mu
cho ms adecuada para devolver al hombre su bondad innata.
Adems, estos escritores tenan otra cosa a su favor. E l hombre
aristotlico haba sido creado para vivir en la polis, sin duda, pero esto
es algo que difcilmente poda servir para diferenciarle de las abejas o
de las hormigas. L o que distingua al hombre de estas otras criaturas
sociales era el tipo de politeia que formaba: una sociedad ideada para
alcanzar el bien ltim o, una sociedad fuera de cuyos lmites slo las
bestias y los hroes podan vivir. Bestias, hroes y, en definitiva se
gn la lectura de La Poltica que hacan los primeros modernos , br
baros. Aristteles haba sido criticado por su apego a la conocida dis-
79
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
1. I. Kant, Metapbysik der Sitien Vigilantius, Bermerkungen aus dem Vortrage des
Herren Kant vber Metapbysic der Sitten, Angefangen den 14 Okt. 93/94 [notas sobre las
lecciones de Kant por Vigilantius], en Kents Gesammelte Scbrifien, ed. Georg
Reimer, Walter de Gruyter, Berln, 19 10 , vol. 27, 1975 (pp. 475-732), p. 674.
2. A. Smith, Theory of Moral Senthnents, op. cit., p. 86.
80
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
81
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
82
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
perdiendo de Sociedad en Sociedad casi toda la fuerza que tena en las rela
ciones de hom bre a hom bre, ya no habita ms que en un puado de grandes
Almas Cosm opolitas que cruzan las barreras im aginarias que separan a los
Pueblos y que, a ejem plo del S er soberano que las ha creado son capaces de
abrazar a todo el gnero hum ano en su benevolencia.6
83
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
84
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
para los alemanes, se revel a la postre com o una frase algo ms pro-
ftica que perceptiva. Recientemente, V ico ha sido rescatado por G a -
dainer y M aclntyre com o el filsofo que proporcion a la Ilustracin
aquello que supuestamente ms necesitaba: el reconocimiento de que
los temas de la filosofa moral en palabras de M aclntyre han
de hallarse encarnados en las vidas histricas de los grupos sociales en
particular.89 T am bin Habermas el terico contemporneo que
ms se ha significado en la defensa de un cierto tipo de Ilustracin
frente a los crticos postmodernos y tradicionalistas ha visto en V ico
al campen de esas complejas interrelaciones de la vida humana,
una riqueza capaz de enfrentarse al rido y, en ltima instancia, im
potente cientificismo de H obbes y sus herederos.y Si hay algo que no
puede ponerse en duda es que V ico (sin duda un autor muy citado
pero algo menos ledo) se ha convertido ltimamente en una de las fi
guras centrales del debate contemporneo en torno al legado e iden
tidad de la Ilustracin. L o que s se puede cuestionar al menos eso
pienso yo es que sea cierta la tesis, tambin ampliamente aceptada,
de que V ico fue un anti-m odem o, expresin que utiliza M ark L i
lla, posiblemente el ms avezado de sus comentaristas actuales en len
gua inglesa.10
Que V ico no se tena a s mismo por un reaccionario, sino que des
de muy pronto (Vico muri en 1 744) se vio com o un pionero de otro
tipo de Ilustracin, es algo que puede com probarse desde la misma
portada de su O bra M agna. La Ciencia N ueva est dedicada a los aca
dmicos de Europa que en esta edad ilustrada han sometido a los fil
sofos ms respetados al escrutinio de la razn. M s an, el ttulo
completo de la obra Principi d i una scienza mnrva intomo alia natura
delle nazioni per la quale si ritruovano i princii d i altro sistema del diritto
naturale delle gentise hace eco tanto de la M agna Instauratio de Ba-
con como de los Principia de N ew ton, y en su Autobiografa seala a
Bacon, junto a Platn, T cito y G rocio, com o a sus fuentes principa
85
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
11 . G-B. Vico, Vita di Giambattista Vico, en Opere di Giambattista Vico, ed. Fausto
Nicolini, Ricciardi, Miln, 1953, vol. 5, pp. 38-39 [Hay edicin castellana de este
texto autobiogrfico por Moiss Gonzlez yjosep Martnez en Editorial Siglo XXI,
Madrid, 1998].
12. Ver Mark Lilla, G.B. Vico, op. cit., pp. 62-63.
13. G-B. Vico, Scienza nuova, en Opere, ed. F. Nicolini, op. cit., P. 347 .1 odas las
referencias a la Ciencia nueva se hacen por la numeracin de pargrafos stndar [Hay
edicin castellana de Rodo de la Villa en Editorial Tecnos, Madrid, 199$].
86
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
14. G-B. Vico, Ildiritto untversale, en Opere, ed. F. Nicolini, op. cit., 2(1), p.128.
Objeciones similares a la naturaleza filosfica de la explicacin de Grocio sobre
la ley natural pueden encontrarse diseminadas a lo largo de la Ciencia nueva. Vase,
Scienza nueva, 329, 313, 394, 972 y 974.
15. G -B. Vico, Scienza nueva, 1 3 1. Cfr., los comentarios que aparecen en la
Autobiografa sobre la tica griega: la scienza del giusto che insegnano i morali filo-
sofi, ella procede da poche verita eterne, dettate in metafsica da una giustizia ida
le, Vita di Giambattista Vico, op. cit., p. 1 1 .
16. Scienza nueva, 127. 17. Scienza nuova, 394.
87
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
88
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
89
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
90
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
fue ordenada por la costum bre (que segn D in [Crisstom o] dispone las
cosas com o un rey que gobierna por medio del placer) y no por la ley (que
tambin segn D in gobierna com o un tirano por medio de la fuerza); ya
que este derecho ha nacido junto con esas costum bres que em ergen de la na
turaleza comn de las naciones y es este derecho el que preserva la sociedad
humana; no habiendo cosa ms natural (pues nada hay ms placentero) que
la defensa de las costum bres naturales. P o r todo ello, la naturaleza humana
de la cual han surgido estas costum bres, es una naturaleza sociable.3*
3 1. ibid., |. 55.
32. G -B. Vico, Scienza mutua, 309. La primera frase de la primera edicin de
la Ciencia nueva deca as: El derecho natural de las naciones surge con sus cos
tumbres comunes, Scienza nuova (I), 18.
33. Scienza nuova, 310.
92
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
quien por primera vez seal la importancia del hecho innegable, que ya se
hace tedioso reiterar, de que al menos los temas de la filosofa moral (los con
ceptos valorativos y normativos, las mximas, los argumentos y los juicios so
bre la filosofa m oral investigada) no pueden encontrarse sino encam ados en
la realidad histrica de unos grupos sociales concretos y, por tanto, dotados de
caractersticas distintivas de la existencia histrica: identidad y cam bio a travs
del tiempo, expresin tanto en la prctica institucional com o en el discurso,
interaccin e interrelacin con gran variedad de formas de actividad.56
93
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
37. Ver Shaftesbury (A. A. Cooper, 3er Earl of), Sensus Cmnnunis, an Essay on the
Freedom oflVit and Humour n a Letter to a Friend, en Cbaracteristics ofMen, Manners,
Opinionsand Times, ed. L. E. Klein, Cambridge University Press, Cambridge, 1999,
pp. 29-69.
94
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
38. H-G. Gadamer, Wubrbeit und Metbode, op. cit., p.19. Gadamer seala tam
bin que el uso que Vico hace del trmino comparte con los juristas romanos una
carcter crtico contra las especulaciones tericas de los filsofos.
39. Onora O Neill, Constructions of Rcason. Exploratiom in Kant's Practical
Philosophy, Cambridge University Press, Cambridge, 1990, p. 25.
40. G-B. Vico, Scienza nuova, 142.
95
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
El siguiente paso que voy a dar nos conducir de V ico a Kant. Puede
que este parezca tambin un paso enorme y, hasta cierto punto, poco
verosmil. Es un lugar comn situar a V ico del lado romntico en la
confrontacin Romanticismo/Ilustracin, es decir, verle junto a J o -
hann Gottfried von H erder, a quien me referir despus, com o a un
precursor de Hegel. H e tratado de argumentar, sin embargo, que
aunque existe algo de cierto en esta percepcin comn, tambin es
verdad que en el historicismo de V ico (aunque lo mismo podramos
decir de H egel) se concede tanta o ms importancia a una naturaleza
humana universal (a un cdigo universal inscrito en la ley y la cos
tumbre) que permitira a todos los pueblos entrar en comunicacin
mutua. Esta era la primera condicin de cualquier cosmpolis futura.
Y aunque K ant no supo nada de V ico y, de haberlo sabido, probable
mente le hubiera situado con G oethe en la misma lnea que Hamann,
coincida con l en que el prim er paso hacia el ius cosmopoliticum era la
compresin de lo humano y de la capacidad de todos los pueblos del
mundo para entablar una comunicacin mutua. Adems, ocurre 4 1
41. Shaftesbury (A. A. Cooper, 3er EarI of), A Letter Conceming Enthusiasm, en
Characteristics of Men, Manners, Opinions and Times, Bobbs-Merrill, Nueva York,
1964, p. 279.
96
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
que ambos escritores eligieron para form ular sus argumentos un len
guaje que derivaba del Derecho romano. Kant, a diferencia de V ico,
no era un jurista; pero, como Vico y com o algunos de sus comenta
ristas contemporneos ms perceptivos, com o es el caso de G ada-
mer apreci en el lenguaje del Derecho romano la cosa ms pareci
da a un lenguaje comn que poda aportar la cultura occidental. Kant
tambin insisti en que cualquier futuro Estado cosmopolita sera una
cuestin de derecho. An as, para dar este paso del modo ms vero
smil posible necesitamos volver a repasar brevemente los cambios in
mensamente significativos que se produjeron despus de Pufendorf
en la concepcin grociana de la ley natural.
Pufendorfcomo hemos visto en el ensayo anterior haba sos
tenido que las naciones, una vez creadas, adquiran sus propias carac
tersticas morales; porque los lazos que nos unen como personas en la
naturaleza seran igualmente efectivos al agruparnos en comunidades.
Esto mismo argumenta quiz con m ayor nfasis todava Christian
W olff, cuyo tratado de 1 749, E l derecho de las naciones expuesto de modo
cientfico, fue en cierto modo un desarrollo del proyecto iniciado por
Pufendorf.
Para W o lff sera absurdo suponer que la creacin de sociedades
particulares podra haber llegado a suprim ir esa otra gran socie
dad (o civitas maxima) que la naturaleza estableci entre los hom
bres.
Al igual que en el cuerpo hum ano, los rganos individuales no dejan de ser
rganos del cuerpo hum ano en su conjunto por el hecho de que algunos de
estos puedan constituir, al juntarse, un rgano m ayor; del m ism o m odo, los
hombres com o individuos no dejan de ser m iem bros de esa gran sociedad
constituida a partir de toda la raza humana por el hecho de que algunos de
estos individuos hallan form ado juntos una sociedad en particular.4'
97
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
Si as fuera, parece seguirse lo siguiente: que del mismo modo que las
comunidades individuales pueden transformarse en Estados, la huma
nidad en su conjunto debera tambin reconstituirse en algo que se pa
rezca a un Estado. Esto es lo que W o lff llam E l Estado Suprem o,
su famosa crvitas maxima, cuyo cometido es capacitar a todas las nacio
nes del mundo para la asistencia mutua que est encaminada a la me
jora de su propia condicin [como civitas maximaJ, esto es, a la promo
cin del bien comn a travs de la combinacin de sus fuerzas.
L a civitas maxima de W o lff era una ficcin, en el sentido legal
del trmino; se trataba de lo que K ant llam una construccin de la
razn, en referencia a su propia historia de un presunto com ienzo de
la humanidad, esto es, de un recurso que nos permite m ostrar qu es
lo que debe haber ocurrido. Para construir un corolario poltico en
tiempo y espacio real, era preciso contar con la intervencin humana,
y, com o el propio W o lff reconoce, esta posibilidad todava no exista.
Pero lo que esta ficcin serva para enfatizar era aquello que el diplo-
43. Ibid.y p. 9.
44. Ibid.y p. II.
98
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
45. E. de Vattel, Le Dnttdegens, et les devoirs des citoyens, mi principe de la loi natu-
relle, 2 vols., Nimes, 1793, vol. I, pp. 149-50.
99
LA il u s t r a c i n y s u s e n e m ig o s
100
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
IO I
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
cuando las cosas eran tenidas en comn, a todos estaba permitido visitar y
viajar por cualquier [parte de la] tierra. Este derecho no qued anulado
por la divisin de la propiedad {divisio rerum); pues nunca fue intencin de
102
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
las gentes impedir el libre contacto entre los hombres debido a tal divi-
* <o
sion.5
50. Vitoria (Francisco de), De Indis, q. j , art. 1., op. cit., p. 278.
5 1. Virgilio (Publio), Eneida, ed. R. Bonifaz uo, Universidad Nacional de
Mxico, Mxico, 1972, vol. I, p. 16.
52. Vase, A. Brett, Liberty, Rigbt and Nature, Cambridge University Press,
Cambridge, 1997, pp. 205-206.
103
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
53. Th. Hobbes, Leviatbaii, lib. I, cap. 18, op. cit., p. 127.
54. Una discusin ms detallada de esto puede hallarse en mi trabajo, El ideal
cosmopolita, la aristocracia y el triste sino del universalismo europeo, en Revista
Internacional de Filosofa Poltica (Madrid), n 15, julio 2000, pp. 2 1-4 1.
104
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
Las naciones del mundo comunicarn sus bienes y sus ideas (/umieres). Una
paz profunda reinar sobre la tierra y la enriquecer con sus preciados fru
tos. Las ciencias, las artes y la industria se ocuparn tanto de nuestro bienes
tar (bonbeur) como de nuestras necesidades. El recurso a la violencia desapa
recer como medio para la resolucin de las disputas que puedan surgir.
Todas estas disputas se resolvern con moderacin, justicia e igualdad. El
mundo se parecer a una gran repblica. Los hombres vivirn en todas par
tes como hermanos, y cada uno ser un ciudadano del universo.55
De mom ento, todo esto era una ilusin que l mismo lo recono
ce las pasiones y los intereses de los hombres amenazaban con frus
trar. Europa es lo ms parecido a esta ilusin que el mundo realmen
te existente ha llegado a estar, una Europa que se describe de forma
bastante optimista com o el resultado com binado del arte de la diplo
macia y la moderna ciencia del Estado. Este combinado ha dado luz
a un tipo de repblica formada por m iem bros independientes pero
unidos por intereses com unes.56 E ste sigue siendo el m odelo para el
verdadero orden cosm opolita que un da llegar: cuando la voz de la
naturaleza alcance a todos los pueblos civilizados del mundo, entonces
se comprender que todos los hombres son hermanos; y cuando se
105
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
106
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
este derecho se deriva del derecho inicial que todos los humanos tie
nen en comn con los dems hombres en tanto que miembros de la
misma especie. Sin em bargo, tal y com o aparece recogido en la M eta
fsica de las costumbres, de 17 9 7 , la ltima de las grandes obras de Kant:
Y contina diciendo:
107
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
hace posible [a los extranjeros] entablar relaciones con los nativos; le este
modo los continentes ms distantes pueden entablar relaciones mutuas y pa
cficas que, finalmente, sern reguladas por el derecho pblico, acercando
as cada vez nis a la raza humana hasta llegar a una existencia cosmopolita.
Este derecho nada tiene que ver con la conducta inhspita de los E s
tados civilizados de nuestro continente, en especial de los Estados co
merciales, [en lo tocante a] la gran injusticia que demuestran en sus
visitas a otros pases y pueblos (que en este caso ms se parece a la con
quista).6162
Para Kant, el ius cosmopoliticum atae a todo el mundo en virtud de
la misma autonoma humana; en otras palabras, se tratara del impe
rativo categrico aplicado en este caso a las relaciones entre los pue
blos. U na vez que los continentes ms alejados entran en contacto
mutuo se alcanza un nuevo estado de cosas: los pueblos de la tierra
entran, en distinto grado, dentro de una comunidad universal, y esta
comunidad se desarrolla hasta el punto de que una violacin del dere
61. Kant, op. cit., p. 674. Metapbysik der Sitien Vigilantius, Bermerkungen mis dem
Vortrage des Herren Kant uber Metapbysic der Sitien, Angefangen den 14 Okt. 93/94-
62. I. Kant, Perpetual Peace, a Pbilosopbical Sketch, en Political IVritings, op. cit.,
pp. 106-107; y cfr., Die Metapbysik der Sitien, op. cit., pp. 352-353.
108
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
cho en alguna parte del inundo se deja sentir en todas las dems.6* El
reconocim iento mutuo (que ha caracterizado el proceso de ilustra
cin entre los primeros hombres) se podra extender ahora a las rela
ciones entre unidades nacionales al completo.
A diferencia de sus predecesores, Kant reconoci que no es posi
ble un orden cosmopolita a menos que se trate igualmente de la ex
presin de una forma poltica universal. Si la humanidad ha de com u
nicarse con sus semejantes para obtener ese reconocim iento mutuo
que forma la base de su autonoma moral, de ello se sigue que esta for
ma slo puede ser una repblica. K ant no comparta el sentimentalis
mo del siglo xviii sobre el republicanismo. A diferencia de Rousseau,
rechaz las repblicas del mundo antiguo, porque para K ant la carac
terstica determinante de una verdadera repblica no era como lo
haba sido en la antigua Roma y todava lo era para Rousseau la no
cin de virtud sino la de representacin. Slo este sistema hace po
sible la existencia de un Estado republicano, ya que en su defecto sur
gir la violencia y el despotismo con independencia del tipo de
constitucin que se aplique. An as, no deberamos asumir sin
ms com o lo hacen hoy con excesiva facilidad muchos tericos de
las relaciones internacionales que Kant entiende por representa
cin lo mismo que entendemos en las modernas sociedades dem o
crticas. El concepto de una plena autonoma poltica no era un con
cepto fcil de im aginaren el K n igsbergd el siglo xvm . Segn Kant,
los hombres, nunca las mujeres (Kant no tena una opinin muy po
sitiva de Jas mujeres que digamos), estaran representados a travs
de una autoridad de algn modo establecida y sobre cuya identidad
slo dispondran de un control mnimo. Sin embargo, a pesar del
muy limitado derecho de representacin disponible para el despo
tismo ilustrado de la Europa pre-revolucionaria (o incluso despus
de la Asamblea N acional Revolucionaria), este concepto constituye
el pleno desarrollo poltico del derecho natural del hombre a la au
tonoma.
La forma en que Kant concibe este orden mundial de repblicas 6 3
63. 1. Kant, Perpetual Peace, a Pbilosopbical Sketch, en Politkal Writings, op. cit.,
pp. 107-108.
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
64. I. Kant, Die Metaphysik der Sitien, op. cit., pp. 350-351.
li o
EL COSMOPOLITISMO [LUSTRADO
para hacer lo que tiene que hacer por s mismo para ser un fin en s
mismo. La cultura, para Kant, es la produccin, en un ser racional,
de una aptitud para lograr los fines de su propia eleccin, y, en conse
cuencia, la aptitud de ser libre [...] As pues, slo la cultura puede ser
el fin ltimo [...] que podemos atribuir a la naturaleza con respecto a
la raza humana
Sin embargo, la cultura puede ser de dos tipos: de un lado, lo que
Kant llama la cultura del refinamiento en las habilidades (Geschicklich-
keit); y, de otro lado, la cultura como disciplina (Zucht). La primera es
la condicin subjetiva de principio [...] para lograr todo tipo de fi
nes: la responsable directa de todas las artes y las ciencias. Son pre
cisamente estas ltimas las que dando a conocer un placer que es
capaz de comunicacin universal e introduciendo el brillo y el refina
miento en la sociedad, consiguen hacer del hombre un ser ms civili
zado. Estas son instrumentos a travs de los cuales el hombre puede
alcanzar su objetivo final, pero en s mismas no afectan su voluntad y,
por tanto, no pueden determinar el progreso moral. La disciplina, por
el contrario, consiste en la liberacin de la voluntad del despotismo
de los deseos que [...] impiden ejercer una opcin de nuestra propia
eleccin. La cultura, por tanto, com o combinacin del refinamiento
en la habilidad y la disciplina, estara en una especie de trm ino m e
dio entre la voluntad natural y la voluntad moral. L a cultura es lo que
prepara al hombre para adquirir ese estatus final com o ser moral no
conflictivo, despus de haber sido guiado por los instintos a travs de
los distintos estadios formativos de su desarrollo, prim ero en el esta
do de naturaleza, despus en el orden civil de las naciones rivales. El
orden poltico que progresa de las desigualdades propias de una cul
tura de la habilidad hasta la armona que la somete a disciplina, habr
completado el propsito oculto de la naturaleza para nuestra especie.
Para el K ant de la tercera crtica, com o para el K ant de la Respuesta a
la precin ta: Q u es Ilustracin?, o para el K an t de la Idea de una histo
ria universal con propsito cosmopolita, es evidente que se trata de un lo
gro futuro de la humanidad. E l xito de la Revolucin Francesa le ha- 6 5
65. I. Kant, Kritik der Urteilskraft en Gesammeltc Scbrijten, op. cit., IV , pp. 429-
430 [Hay edicin de Manuel Garda Morente en Espasa-Calpe, Madrid, 4a ed., 1989].
LA ILUS TRACIN Y SUS ENEMIGOS
66. I. Kant, Reflexionen zur Rechtspbilosphie, en Gesannne/te Scbriften, op. cit., vol.
19 (1943, n 8077, |>. 609), pp. 442-613 y 616-654.
112
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
histricas con todo, pero sin duda la historia de V ico es tambin una
historia hipottica de la humanidad y, sobre todo, es al mismo
tiempo una historia ideal y eterna, que como la historia de Kant slo
puede terminar en la plena realizacin del ser humano.
Kant y V ico se sirvieron del mismo tipo de historias hipotticas
para demostrar que, a pesar de sus diferencias, todos los pueblos de la
tierra compartan un mismo pasado y, por tanto, un mismo futuro. En
estas dos narrativas hay un supuesto comn que afirma que la nacin
es slo un paso ms en el camino hacia lo que V ico llam la trascen
dencia de la condicin humana y K ant la consecucin del tus cosmopo-
litictmi entendido com o la finalidad ltima de la naturaleza con rela
cin al hombre. Se trata de un estadio necesario, sin duda, pero
como estadio de la evolucin humana nunca podr tener un punto fi
nal. D e igual modo, ambos se sirven de un lenguaje cuyas races son
bsicamente legales, romanas para ms seas. E s este un lenguaje para
el que la costumbre constitua lo que Kant (como Vico o Shaftesbury)
describi com o un lxico comn. E l sentido comn (seasus continuis)
es entendido com o el conjunto de principios a partir los cuales toda la
humanidad poda llegar a entenderse con independencia de su condi
cin particular. L o que no com partieron, sin embargo, fue una misma
idea sobre el propsito ltimo de esta condicin humana. Ciertam en
te, ambos creyeron con fuerza en la existencia de un propsito comn
para la naturaleza, que es bsicamente lo que V ico entenda por la
providencia. N o obstante, si en V ico este propsito la culmina
cin de la historia eterna ideal llegar cuando el hombre se reali
ce plenamente (que es en definitiva a lo que Aristteles apuntaba con
su nocin de eudaimona), en Kant por el contrario se rechaza todo
eudemonismo y se afirma que el hombre slo podr hallar su verda
dero fin en cuanto agente libre, es decir, sobreponindose a la natu
raleza. Para Kant el hombre no poda participar de ninguna otra cla
se de felicidad o perfeccin a excepcin de aquella que se procura a s
mismo sin servirse de-su instinto y a travs de su mera razn. N o se
trata de luchar por una vida buena que hallar en nosotros mismos,
sino de crear esa misma vida con las herramientas que la naturaleza
nos ha entregado. Segn la historia kantiana sobre el origen de la hu
manidad, esto fue lo que prim ero arranc al hombre del cm odo re
3
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
114
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
67. J . G . Herder, Auth cine Philosophie dtr Gescbicbte zur Bildung der Mmscheit,
en Samtlicbe Werke, ed Bcrnard Suphan, Olms Weidmann, Hildesheim-Zrich-
Nueva York, 1944, V , p. 487 [Hay edicin castellana de este texto en J . G . Herder,
Obra selecta, ed. Pedro Ribas, Madrid, Alfaguara, 1982].
68. J . G . Herder, Ideen zur Philosophie der Gescbicbte der Mmscheit, en Samtlicbe
Werke, op. cit., vol-, XIII, p. 186.
69. Ibid, p. 135.
"5
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
n
EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
117
LA ILUSTRACIN Y SUS ENEMIGOS
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EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO
120
C O N C L U S I N
122
CONCLUSIN
123
CONCLUSIN
124
CONCLUSIN
125
CONCLUSIN
126
CONCLUSIN
127
A dom o, T ., 28, 2811, xo, 12 4 C harron, Pierre, 92
Agam enn, 1 0 1 C icern, 6 1 , 64, 6411, 65, 5n, 77,
Agustn, san, 1 1 , io 2n 80, 89, 10 7
Ainsworth, M ichael, 68 Clarke, Arthur C ., 67
Alciari, Andrea, 1 0 1 C oln , Cristbal, 1 3 - 1 4
Apel, K arl-O tto, 89, 8pn C ollini, Stefan, 9
Aristteles, 4 3,7 3-7 4 , 7 9 - 8 0 ,113 - 1 14 , Condillac, Etienne Bonnot de, 90,
116 9on
Arouet, Fran^ois-M arie, 45, 450, Condorcet, marqus de, vase J . A.
52 N . D e Caritat
Ayer, Alfred J . , 12 4 Constant, Benjam n, 11 9 , 1 1 9 0
C ook, Jam es, 1 1 4 , 1 1 6
Bacon, Francis, 3 1 , 4 3, 46, 50, 85 C ooper, A. A., 16 , 44, 44x1, 53, 53n,
Bayle, Pierre, 86 58, 6 1-6 2 , 67, 7n, 68, 68n, 69,
Beckmann, N icolaus, 6 1 690, 70, 7on, 7 1 , 7 3 -7 5 , 75n,
Bentham , Jerem y, 1 2 1 76n, 8 0 -8 1, 83-84, 94, 94n, 95-
Berln, Isaiah, 8, 15 , I5n , 18 , i8n, 96, 9n, 106, 1 1 3 , 12 4
27, 27n, 28 Cudw orth, Ralph, 67, 74
Bobbio, N orberto, I9n Cum berland, 9on
Bonaparte, N apolen, 1 1 8 - 1 1 9
Bougainville, Antoine de, 1x 6 D Alem bert, Jean , 28, 4 1 , 48-49,
Brett, A ., io 3n 49n , 5 . 5 on> 5 1 5 In >5 2 >5 2n>56
B r o w n ,Jo h n ,i2 4 n D ante, 22
Burke, Edm und, 25, 28, 35, 3n D e Caritat, J . A. N ., 1 1 , 52, 6 1-6 2 ,
630, 10 6 , io6n, 12 2 , i2 2 n
C arlos V , 102 D e M aistre, Jo seph , 28, 35, 350
C am ades, 42 D eleuze, G iles, 33
C assirer, E m st, 50, 5 in D em crito, 6 1
Cattaneo, 1 1 9 D e rrid a ,J., 33, 12 3 , 12 6 , i2n
C avell, Stanley, 90, 9on Descartes, Ren, 16 , 3 1 - 3 2 , 43-44,
J35
NDICE ONOMSTICO
12 5 5 8n>8 5 8 5 n
D iderot, Denis, n , 1 3 - 1 4 , 16 , 27- t H acking, Ian, 52n
28, 33 44-45 4 8 5 5 2 6 1-6 2 , Ham ann, Jo h an n G eo rg , 28, 34, 36,
67, 7 1, 74, 74 3n, 84, 96
Din, Crisstom o, 92 H am pshire, Stuart, 8
Dunn, Jo h n , 9 Hankins, T h om as L ., 49n
H eidegger, M artin, 36n
E lliot, Jo h n , 9, 9n, 10 H egel, G e o rg W ilhelm Friedrich,
Em m anuel de las Cases, 1 1 8 63, 84, 96, 1 1 7 - 1 1 8
Epicteto, 63, 3n, 77 H elvtius, Claude Adrien, 28.
Epicuro, 56, 74 H erder, Jo h an n G ottfried von, 13 -
Erhard, J . B ., 36n 14 , 28, 34 -35, 36n, 6 1 , 96, 1 1 4 -
Escalgero, Ju lio C sar, 44 1 1 5 , i i 5 n , 1 1 6 - 1 1 9 , I2 6
H ernndez, Jo s M ara, 7, 8n, 30,
Federico el G rande, 45 12 5 - 12 6
Ferguson, Adam, 76 H obbes, T h om as, 16 , 3 1 , 38-39,
Filangieri, Gaetano, 6 1 39 n, 40-41 42n, 43, 46-47, 50,
Filn de Alejandra, 10 1 5 3-54 , 54 n, 55-58, 58n, 59, 6 1 -
Fiorillo, Vanda, 59n 62, 65-66, 7n,6 8 ,7 1- 7 3 , 75-76,
Foucault, M ichel, 23-24 , 24n, 27, 85-86, 88-89, 95 98 I0 io 4>
77 i 2 * 10 4 0 , 11 4 , 1 2 3 - 1 2 6
H olbach, Paul H enri D ietrich, ba
Gadam er, H an s-G eo rg, 34, 36, 3n, rn de, 28, 62
37, 84, 8421, 85, 94-95, 95n, H ont, Istvan, 9
G alileo G alilei, 43 H oracio, 94
G arca-M oran Escobedo, Ju an , 7n, H orkheim er, M ., 28, 28n, 106, 12 4
1 8 , i8n Hum boldt, 13
G assendi, Pierre, 56, 86 H um e, D ., 18 , 27, 27n, 42, 44, 440,
G ay, Peter, 76-77 55 55n > 56, 56n, 58, 58n, 6 1 , 66,
G e ic h ,J. B., 36097 66n, 67, 670, 73, 730, 82, 82n,
G enovesi, Antonio, 29 8 3 95 I2 4
G oeth e, Jo h an n W olfgan g, 84, 96 H utcheson, Francis, 4 5, 4n, 58-59,
G ra y .Jo h n , 34, 37, 370 , 12 5 59n, 60, 6on, 6 1, 67, 7 1, 730, 80
G ro cio , H ugo, 1 4 , 1 6 , 3 1 , 32, 38-42,
4 6 -4 7 . 53 - 54 54 55 55 n 56- Jm b ico, 89
59, 6 1 , 66, 85-87, 870, 88-89, Jam es, Susan, 47, 470
9 2_93 95 97 io 3 106 Jo m ein i, 26
G u yer, Paul, 6yn
136
NDICE ONOMSTICO
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