Discursos de Inseguridad
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EXPERIENCIA Y MITO.
Antropología de la Representación.
Resumen:
Abstract
The following paper will aim to explore the mythic construction of insecurity
formulated both from the media and from narrations related to violent events in order
to analyze how geographical and collective identity stigmas are reified so then we can
confront such analysis with the incidence that tensions and power games take place
under the theme of insecurity.
PERCEPCIONES DE IN-SEGURIDAD Y REPRESENTACIONES DEL MIEDO
Una credibilidad del discurso es lo que primero hace andar a los
creyentes. Produce practicantes. Hacer creer es hacer hacer.
Pero por una curiosa circularidad, la capacidad de hacer andar
de escribir y maquinar los cuerpos, es precisamente lo que hace
creer. Debido a que la ley ya se aplica con los cuerpos y sobre
los cuerpos, ëncarnada¨ en practicas físicas, esta puede
acreditarse y hacer creer que habla en nombre de lo ¨real¨.Se
hace fiable al decir Este texto les es dictado por la Realidad
misma¨ (De Certeau. 2007.161)
Dentro de estas prácticas, la división del territorio urbano en relación a su peligrosidad nos planteó
preguntarnos, primeramente, ¿en qué medida la estigmatización de un barrio, y de sus habitantes -
cuya identidad se construye alrededor de la pertenencia colectiva asociada al mismo estigma-
contribuye -desde la mitificación de la inseguridad- a mantener “fronteras” geográficas que
distinguen a los “buenos ciudadanos” centrales de los “otros peligrosos” periféricos? Y en segundo
1
De este ejercicio de reconocimiento han resultado registros fotográficos y audio-visuales que se pueden confrontar en
el sitio: elbloquefronteras.blogspot.com
lugar, intentaremos entender ¿Cómo se estructura la narración sobre crimen como construcción
mítica y como ésta afecta la representación que hacemos del problema de la in-seguridad?
Para nuestro analisis centraremos nuestra atención en la estigmatización mítica generada desde los
procesos de construcción de identidades colectivas propuestas por los medios, confrontandolas con
los testimonios obtenidos en entrevistas realizadas durante el proceso de investigación.
Nuestro interés en analizar narraciones se sustenta por lo acotado por Schiffrin referente a la
verbalización como proceso de simbolización, transformación, dislocación y estiramiento de las
experiencias pasadas – como representaciones lingüísticas de episodios, eventos procesos y estados-
cuya performance verbal se entrecruza con la manera en que las historias están social y
culturalmente situadas a nivel global, en relación a nuestras expectativas y construcciones mediadas
por nuestro conocimiento cultural, y local en la medida en que se resitúan en un “aquí” y “ahora”
relacionado con nuestras relaciones interpersonales e interaccionales.(1996:2)
Tanto las entrevistas que conseguimos en Quito como en Cuenca fueron incitadas bajo la premisa
de hablar sobre el barrio que habitan y la problemática mayor a la que se estaban enfrentando. Una
vez que detonara el tema de la in-seguridad ciudadana, que en la mayoría de los casos fue la
primera en resaltarse por nuestros interlocutores, nos detuvimos preguntando sobre cómo han
sufrido esta experiencia y como había afectado su relación con el barrio.
En el proceso de edición del producto visual, hemos procurado pasar los relatos del hecho violento
para concentrarnos en cómo se articula su narración a partir de este punto, que consideramos es el
punto de fractura del orden social desde el cual se busca dar explicación – mítica- al “sin-razón” del
acontecimiento. Sentimos que a partir de este punto es que podemos reconocer las operaciones a
las que incurre la narración para re-organizar la estructura de significados.
2
Detalle de entrevistados en el orden en que aparecen en el producto audiovisual:
1. Sra. Patricia Landivar (PL) , mujer mayor de 60 años (bibliotecaria) habitante de los alrededores del reservorio de
Cumbaya (sector de clase media-alta); 2. Sra. Juana Gonzales (JG), mujer mayor de 60 años (profesora primaria)
habitante de la Ofelia (sector considerado violento); 3. Sr. Cesar Mendoza (CM), adulto entre 25 y 30 años de edad
(músico) habitante de barrio Monteserrin (sector clase media-alta al norte de Quito); 4. Sr. Fredy Guaman (FG),
hombre mayor a 40 años de edad, habitante y presidente de las brigadas barriales del Barrio “El Vecino” Cuenca (barrio
considerado violento); 5. Sr. Marcelo Guillermo (MG), (comerciante minorista), habitante del barrio “El Vecino –
Cuenca”; 6. Sr. Alfonso Bermeo (AB) hombre mayor a 40 años de edad (entrevista casual) habitante del barrio “El
Vecino”; 7. Sr. Romulo Izquierdo (RI), adulto mayor a 30 años de edad (mecanico), habitante del barrio “El Vecino”; 8.
(SA), mujer de 40 años de edad (propietaria de restaurante de comida típica colombiana).
Siendo que buscamos entender la relación entre los discursos de inseguridad y la estigmatización
desde ahí producida a través de procesos de construcción mítica, creemos pertinente partir
aclarando de forma general lo que entenderemos por estigma y mito.
El estigma es entendido desde la sociología como una condición, atributo, rasgo o comportamiento
que hace que su portador sea incluido en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una
respuesta negativa y se les ve como culturalmente inaceptables o inferiores (wikipedia). Esta
membresía a un grupo social menospreciado (Goffman, 1986) se construye dentro de un mismo
territorio, sea este una nación o una localidad dentro de un país, alrededor de relaciones de clase,
étnicas o de género (Argüello en Páez, 2009:49) que buscan reificar representaciones identitarias
hegemónicas a través de construcciones de mitos.
Los mitos, revisados desde una perspectiva Barthesiana, se entienden como deformaciones sobre el
sentido de un signo para que devenga forma bajo la intencionalidad de conceptos. Estos sistemas
semióticos de segundo orden producen significaciones – inflexiones – que se naturalizan e
incorporan por selección histórica (es decir que se su significación varia con el tiempo) y que en el
caso de imaginarios se presenta constituido desde una multiplicidad de facetas (Barthes, 1999).
Según Levi-Strauss, el mito “fracasa en el interés de proporcionar al hombre un mayor poder
material sobre el medio. A pesar de todo le brinda la ilusión, extremadamente importante, de que él
puede entender el universo y de que, de hecho, el entiende el universo. Empero, como es evidente,
apenas se trata de una ilusión” (1987:38)
Para analizar la inseguridad como construcción mítica que reproduce estigmas evidentes en el
proceso de reactualización narrativa empezaremos explicando los lugares de fractura que permiten
su deformación/inflexión.
MEDIOS Y NARRACIONES
Como explica Araujo Landeta, el ritmo de la vida urbana ha sido afectado en su velocidad y
vertiginosa vida económica impidiendo el establecimiento de parámetros de sociabilización e
integración dentro de una comunidad o extensión geográfica, haciendo de la seguridad “un tema de
control y criminalización de lo extraño”(2008:12) que se refuerza con mecanismos de constante
reactualización influenciados ya sea por los recurrentes mensajes mediáticos, por la propia
experiencia o por narraciones de eventos vividos por otros o construidos alrededor del tema.
La ruptura de esquemas establecidos dentro de un grupo cultural, hecha con nuevas formas
culturales traidas por inmigrantes a la ciudad, se ve también interrumpida en sus mecanismos
interculturales por esta vertiginosa y acelerada vida contemporanea lo que a su vez permite
establecer estigmas respecto al orígen y nacionalidad del migrante, convirtiendolo en sospechoso.
(ibid.)
Debido a que las relaciones interculturales no encuentran espacio en la vida cotidiana de la ciudad,
la construcción de representaciones tanto propias como del otro dependen en gran medida de la
mediación de información dada desde medios de comunicación masiva, especialmente desde la
televisión, que en nuestro país como en latinoamérica, sigue siendo considerada la fuente más
confiable de información3, legitimandola como principal locus de enunciación, es decir como lugar
de producción de representaciones (Hall:1999).
La investigación de Sampedro apunta a una serie de rasgos dentro de la lógica a la que responde la
estructura de oportunidad de construcción de identidades mediáticas. Atenderemos en el presente
análisis a cuatro de estos rasgos que nos parecen especialmente significativos y evidentes cuando
hablamos del discurso de inseguridad construido desde los medios, contrastandolos con los
testimonios obtenidos durante nuestra investigación.
3
Ver Anexo 1
caso ecuatoriano, la permanente recurrencia de los medios en identificar el origen extranjero
(especialmente colombinos y peruanos) en los casos de delincuencia, genera una representación
xenofóbica en el sentido común, fácilmente identificable en el discurso sobre inseguridad que se
recogió en nuestras entrevistas donde, incluso en barrios cuya peligrosidad precede las olas
migratorias recientes, se acusa a los inmigrantes tanto de otras partes del país como de otros países
como causa de la inseguridad actual, a pesar de no ser capaces de localizar ningún delincuente
extranjero específico que habite el barrio. Es importante anotar que otro grupo abyecto usualmente
asociado con la delincuencia en los barrios donde realizamos las entrevistas, son los homosexuales,
travestis y transexuales lo que coincide con lo explicado, sobre estigmatización de género, por Páez
y Argüello (op. cit.).
El segundo rasgo importante es el status mediático de las identidades que depende de su valor
económico, pues a pesar de una supuesta neutralidad, los medios prefieren dar énfasis al crimen
callejero y la crónica roja4 asociado a sectores populares, pobres, marginales o minoritarios. Esta
atención sesgada resulta útil construir significantes mitológicos localizables espacialmente, es decir
enfocarse en una supuesta zonificación del crimen, que en ultimas estigmatiza no solo a individuos
por origen, etnia o género, sino que, abarca a todos los habitantes de una “zona roja”
independientemente a sus características individuales. Esto es evidente cuando se contrasta los
testimonios de gente de dichas zonas versus lo expuesto por habitantes de partes comúnmente
consideradas como menos peligrosas.
La crónica roja5 resulta especialmente efectiva pues se trata de violencia que, como explican Das y
Kleinman, repercute sobre la narración en la medida en que su apropiación produce cohesión social
y empodera a su narrador brindandole una sensación de recuperación de autoría y de control sobre
la incertidumbre generada por la percepción de inseguridad. Según estos autores, los relatos
violentos funcionan de forma peculiar con respecto a la memoria pues se deforma su necesidad de
tener cierta sensación de pasado y, más bien, es difícil distinguir una distancia entre el pasado y el
presente, es decir ,que no entra en el flujo del tiempo en sentido completo y se reactualiza en la
memoria y la experiencia.
“Eso ya queda, como, cómo le digo..., como una tradición, queda el barrio, queda como
fichado. Toda la gente que viene le trata de acabar al barrio. De ahí no, no... Ahorita, digo, el
barrio ya no es como antes. No es nadita. ´Tonces, ellos lo que tendrían que hacer es darse una
vuelta, pongamos, venir a vivir, ahí a que se den cuenta que el barrio ya no es lo mismo. [...]
´tonces, están equivocados esa gente”(RI, 2009).
Ya sea que la persona haya experimentado la violencia del crimen en carne propia el caso de JG, o
por el contrario solo transmita la experiencia de un segundo como PL, La narración siempre parte
asumiendo una voz protagonista que establece marcas en la temporalidad de sí y del barrio en
relación al crimen, establece categorías absolutas que simplifican el problema, y es en este lugar del
mito donde se anclarán sus perspectivas de solución.
Una vez narrado el hecho violento, hemos detectado cómo le siguen recurrentemente una serie de
precisiones que escenifican teatralmente los acontecimientos (especialmente si la narración se
refiere a una segunda persona): “los delincuentes debieron usar algún tipo de droga para dormirnos,
o algo así, para que no podamos sentirlos (JG)” “en la casa de un vecino, los delincuentes cortaron
la luz, cortaron los cables del teléfono y los usaron como ataduras (PL)”. Estos testimonios recurren
a una retórica que pretende dramatizar el hecho de modo que advierta de su subjetividad afectada.
Pero hemos debido prestar atención a un particular en estos testimonios dramáticos: “Las
experiencias se superponen y se impregnan unas de otras” (Koselleck en Jelin 2001:12). Es decir, en
la narración se incorpora a la experiencia propia la experiencia de otros con quienes nos sentimos
identificados. En este sentido, fácilmente podemos reconocer también, que los recursos retóricos -
dramáticos se pudieran estar filtrando desde noticieros de crónica roja, ya que el formato del
noticiero se basa en un proceso de selección, que de entre un sin número de acontecimientos, temas
y enfoques sobre in-seguridad termina privilegiando el acto violento (dramático y sobre el cuerpo),
dándole un tratamiento simplificado y fragmentado que en la repetición se ven como sucesos
cotidianos llamativos (impactantes) y que nos alude en la intimidad de su emisión.
Por otra parte, es característica de la narración sobre crimen, aglutinar temas problemáticos de
diversa índole, que no necesariamente están vinculados directamente con el crimen o que son
extrapolados con un afán dramático. Se cruzan en estas narraciones-frustraciones referentes al
sentimiento de fracaso económico que conduce a habitar determinado barrio y no cualquier otro con
más estatus; en las narraciones sobre crimen se atraviesa un estado de ansiedad provocado por la
incertidumbre sobre el devenir político-económico del país; y hasta conflictos de carácter emocional
como el alejamiento de amistades y familiares: por ejemplo, en el testimonio de JG, ella describe su
decepción de haberse enfrentado a circunstancias económicas difíciles y que éstas hayan sido la
razón de terminar por construir su casa en un barrio “dañado” como es la Ofelia (en palabras de
JG). En otra parte de la entrevista, cuando intenta diagnosticar los problemas que ha causado la
inseguridad de la Ofelia, ella se refiere a una época familiar añorada, una época en la que todos se
reunían en su casa para celebrar fechas importantes como el fin del año,
“Todos se quedaban hasta las 3 de la mañana, bailando y comiendo, los niños jugando en la
calle, y a la media noche nos abrazábamos hasta con los vecinos (…). “Ahora los tiempos están
cambiados, cada uno de mis hermanos tiene miedo de dejar su casa por miedo a que le roben,
estas fechas son las preferidas por los delincuentes para hacer el daño. Hace tiempo que la
familia ya no se reúne como antes”.
La deformación temporal hecha sobre el sentido de seguridad y control logrado por la sensación
ilusoria de recuperación de autoría son un claro ejemplo de construcción mítica como la explicada
por Barthes.(1998). Su efecto en la memoria resulta en una suerte de permanente “actualidad”.
Esta actualidad, - siguiente rasgo que analiza Sampedro con respecto a la constitución de
identidades mediáticas- tiene que ver con la continua renovación y reciclaje del que hacen uso los
medios para construir representaciones de toda identidad obviando sus raíces históricas y sus
contextos de producción (2004:144). Este vaciamiento de contexto es, en si mismo, una
construcción mítica en la medida en que esta forma de instantaneidad autoevidente
deforma/inflexiona el sentido de identidad -volviendola atemporal e inmovil- bajo conceptos de
“actualidad y novedad” permanentes que, con apariencia de neutralidad, mantienen
discriminaciones profundas. En el caso de nuestro interés, la permanente alerta, constantemente
6
Enfasis subrayadu por los autores.
7
Esto coincide con la explicación del mito como ilusorio de Levi Strauss (op.cit.)
renovada por la exacerbación que de ella hacen los medios propone una permanente preocupación y
miedo que se vuelve prioridad frente a cambios sociales más profundos.
El último rasgo notorio de la representación mediática que analizaremos tiene que ver con la
segmentación. En palabras de Sampedro:
El mercado de las identidades mediáticas manifiesta una creciente segmentación; una vez más,
debida a factores económicos y políticos. El poder adquisitivo de la audiencia y de los procesos
políticos marcan territorios acotados de representación. [...] Por restricciones económicas, las
clases bajas se ven crecientemente recluidas en el consumo de la televisión generalista. Como
hemos señalado, cuanto más sensacionalista sea la programación, las identidades populares
aparecen con más carga de marginalidad. Hasta el punto de que la televisión privada ha sido
calificada como gueto simbólico de las minorías que no disfrutan de suficientes ingresos ni
estatus. [...] De ahí que en los medios de comunicación destinados a audiencias con pocos
recursos cundan las expresiones xenófobas; al menos de forma más explícita que en los medios
que dicen dirigirse a audiencias cosmopolitas. [...] Mientras, las clases menos favorecidas se
recluyen en las esferas públicas periféricas de la televisión, donde lo popular se identifica con
lo minoritario –frente a las clases medias– o lo marginal –frente a la norma legal o social. Por
su parte, las identidades opositoras apenas encuentran resquicio en los informativos de la CNN
ni en la McTele (Sampedro, 2004:144-145).
En el caso de las narraciones recogidas durante las entrevistas, entre las operaciones de
segmentación y reducción a las que se incurre en las narraciones de crimen están las que intentan
ubicar la raíz del problema, para entender el crimen, generalmente en el rostro de un otro
“sospechoso”, esta operación produce un conocimiento sobre el otro a la vez que lo desconoce, la
narración de crimen esta sintonizada a practicas de pensamiento clasificatorio como el racismo
(citar Hall) en el sentido en que lo que la anima es un gesto de repulsión (desconocimiento) y
atracción (deseo de conocimiento) “es un deseo violento por conocimiento inmediato de las
relaciones sociales” (Balibar, en Caldeira 2007:46).
Las entrevistas que hemos obtenido y que llegan a este punto inevitable de acusar un sujeto como
causante de la in-seguridad obviamente nunca llegan a un acuerdo general, primero porque sus
aseveraciones están geográficamente localizadas pero sobre todo porque un acusado pasa a ser
acusante como única alternativa para desplazar su estigma. Las categorías rígidas que se crean en
las narraciones sobre crimen organizan y clasifican simbólicamente a los actores sociales. Sobre
este tema Caldeira advierte que:
Las narraciones producidas por el miedo ponen en práctica una violencia reciproca
generalizada, un “todos contra todos”. El prejuicio o violencia contra una “victima expiatoria”
es en definitiva un acuerdo social, unánime, que enfoca la violencia hacia un sujeto,
manteniendo la violencia de todos contra todos bajo control. (2007:46)
Recapitulando, Si la narración sobre crimen, en su intento de explicar y sanar por medio del habla
el punto en que se fracturan las nociones sobre orden social que tenemos; esta solución parte de una
construcción mítica ilusoria (Levi-Strauss, op.cit.), ya que el habla en el cotidiano se comporta
como una practica de reproducción del miedo, recurriendo a la repetición que trae el pasado al
presente una y otra vez, fragmentando los hechos e interpretándolos en su versión más simplificada;
la paradoja parece irresoluble.
Más allá de la paradoja, sin embargo, estas narraciones, experiencias y mitos tienen efectos reales
que afectan directa y violentamente a los ciudadanos a nivel del cuerpo y el derecho al espacio
imponiendo un orden donde tensos juegos de poder despliegan sus estrategias.
Los derechos constitucionales a ocupar espacio público y de libre transito se ven anulados en la
práctica cotidiana, por procesos de control espacial y corporal ejercidos desde la autoridad policial.
Incluso al punto de citar leyes que limitan la posible permanencia de ciudadanos en la vía pública
por tiempo: varios oficiales entrevistados nos informaron que en Cuenca se prohibe estar más de
diez minutos congregados en un lugar publico pues esto se puede considerar “asociación ilícita”9.
La vigilancia que obra más sobre la imaginación que sobre los sentidos con el fin de consolidar un
orden propuesto (no el único posible) se ve justificado por la percepción creciente de inseguridad
8
Estas reflexiones resultan de la desagradable experiencia vivida en Cuenca, donde seis oficiales en tres patrulleros,
atendiendo una llamada hecha desde un edificio en una zona acomodada de la ciudad, nos ordenaron abandonar la
vereda de enfrente, aún cuando una de nosotras estaba hospedada en dicho edificio. Al confrontar a los agentes
explicandoles nuestro derecho a libre transito en un lugar público, la situación se volvió confrontativa y resulto en lo
relatado.
9
Incluso en el caso de existir tal reglamentación sobre el tiempo de permanencia en el espacio publico esta resultaría
incongruente con los derechos garantizados en nuestra constitución vigente, es decir, anticonstitucional e ilegítima.
proponiendo una permanente inspección ejercida desde la propia comunidad mediante las brigadas
y la existencia de alarmas comunitarias que se aseguran de ahuyentar “extraños indeseables” del
espacio barrial.
El control sobre la supuesta peligrosidad resulta también una herramienta frecuentemente usada
para justificar la imposición de restricciones sobre el uso posible del espacio público, contrariando
principios jurídicos vigentes relativos al no prejuzgamiento. El juicio subjetivo que hace la
autoridad sobre lo que se entiende como objeto plausible para la presencia en el espacio publico –
sobre todo cuando se trata de proteger barrios de clase media o altos de presencias “no
pertenecientes”- es un argumento difícil de debatir cuando el oficial te toma del brazo y amenaza
con esposarte.
La apelación a una posible asociación ilícita por permanecer más de diez minutos en un lugar, usada
como excusa para proceder de forma física contra un ciudadano, resulta en una “ortopedia social”
en la medida en que opera como corrección sobre la virtualidad más bien que sobre una acción
ilícita ejerciendo poder directamente sobre el cuerpo del individuo interpelado.
Yendo más allá, la disciplina panóptica pareciera no requerir más entenderse como invisible, pues
bajo el discurso de participatividad ciudadana logra efectivamente incorporar prácticas de control
sobre cuerpos y espacio.
Además, su autoridad sobre las brigadas barriales puede y es usada para plantear posiciones
políticas tanto para presionar por la mejora de sus condiciones laborales, mediante usar a la
sociedad civil para pedir mejoras en los UPCs, por ejemplo; como para ejercer un rol de poder
significativo en la configuración de la estructura jerárquica que maneja las políticas sobre seguridad
ciudadana10.
11
El CSC esta conformado por representantes de la Gobernación, Alcaldía, Prefectura, Fiscalía, Cámara de Comercio,
Policía y Derechos Humanos.
Conclusiones
Como hemos tratado de evidenciar, existe una multiplicidad de niveles de inflexión de sentido
(mitificación) dados dentro de la forma en que se producen y reproducen los discursos y narraciones
sobre in-seguridad, ya sea desde la binarización (simplificación ilusoria), el refuerzo de la estructura
de status existente (estigmatización de zonas populares), la segmentación (que invisibiliza a
aquellos estigmatizados), o la permanente actualización (en torno a la violencia recreada en la
reiteración mediatica y la narración re-apropiada).
También hemos tratado de analizar a que estrategias apela el narrador para recontar actos violentos
y construir futuros a veces utópicos que lo reafirman a nivel de autoría y sirven como factores
cohesionantes y a la vez excluyentes dentro de la sociedad.
Una de las conclusiones a la que llegamos en el caso cuencano, es que, en tanto los discursos
hegemónicos de in-seguridad promueven un participación mas activa de los ciudadanos dentro de
organizaciones comunitarias políticas, su papel de ciudadanos civiles pierden espacio dentro del
debate. Las organizaciones como las “Brigadas Barriales de Cuenca” y otras asociaciones barriales
no formales en Quito (entre las que se puede nombrar a la guardianía privada no regulada) dentro de
todas sus medidas de acción en contra de la inseguridad, censuran posibilidades de ocupación del
espacio público afectando las premisas de democracia y los presupuestos ideales que proponía la
modernidad al concepto de ciudad.
Creemos que nuestro análisis aboga por un punto de fuga al que el habla nos puede conducir: y es el
trascender el circulo anecdótico de la narración para pasar a confrontar tanto la posible movilidad
de nuestras representaciones identitarias respecto a la sospecha y nuestra actitud hacia los lugares
desde donde se enuncian, como el empoderamiento civil que conscientize sobre las estructuras de
poder tensionadas e intencionadas -es decir de los conceptos que producen inflexión de sentido- y
genere reflexión sobre el rol de los ciudadanos como actores dentro de la problemática.
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Anexo 1