El Marques de Sade
El Marques de Sade
El Marques de Sade
Guillaume Apollinaire
T r a d u c c i n de F e d e r ic o C o r r ie n t e & E n r iq u e A ld a
I n t r o d u c c i n de J u l io M o n t e v e r d e
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I m g e n e s p g i n a s 4 y 6 : J e a n B e n o t , e je c u c i n d el
T e s t a m e n t o d e S a d e e n e l CXLV a n i v e r s a r i o d e su
MUERTE, 2 DE DICIEMBRE DE 19 5 9 .
E l m a r q u s d e Sa d e
In t r o d u c c i n
AL DOMINIO DE
LA LIBERTAD ABSOLUTA
A p o l l in a ir e : e l p o e t a a l f r e n t e d e l
CORTEJO DE ORFEO
9
1
12
En su Antologa del humor negro, Andr Breton llam a
la atencin sobre la presencia de Apollinaire en la
encrucijada de tantos cam inos que slo uno entra en
el campo de este libro6. Resulta as complicado en
tender algo de lo que supone su figura si no se entien
de, en prim er lugar, este carcter prismtico de su per
sonalidad literaria. Es como si todo lo que de importan
te fuera a ocurrir en la poesa francesa del siglo X X (y
est de ms incidir en la importancia de la m ism a a es
cala mundial), hubiera pasado de una forma u otra por
sus manos, con mayor o m enor perseverancia, con m a
yor o m enor acierto. De sus prim eros aos en Pars
datan sus relaciones con Max Jacob y Pierre Reverdy,
con quienes, siguiendo el movimiento de Picasso, su
letra grande, se decantara por lo que luego se ha cono
cido, quiz desafortunadamente, con el nombre de cu
bism o literario. Fue el descubridor impertrrito de fi
guras pictricas tan perturbadoras como Henri Rous
seau el aduanero, y uno de lo prim eros que celebr
al Giorgio de Chirico m s asombroso, a quien provoc
13
una de sus m s intensas visiones7. l fue el quien pre
sent personalm ente a Breton y a Soupault, que al po
co tiempo se convertiran en el germ en del grupo de
los dadastas de Pars a travs la revista Littrature. Par
ticip en las publicaciones de Tristan Tzara en Zurich,
y en las futuristas de Marinetti en Roma. Igualmente,
puede considerrsele como el prim er formulador del
surrealismo, o al menos del trmino con el que sera re
conocido poco tiempo m s tarde, al subtitular su obra
de teatro Les mamelles de Tiresias como drame surra
liste. A esta lista, consensuada por la crtica, aadire
mos nosotros el hecho m enos conocido de que en uno
de sus prim eros textos, el cuento El caminante de Pra
g a 8, se puede encontrar el prim er presagio de lo que
los situacionistas concebirn dcadas m s tard como
psicogeografa.
14
I
cede que Apollinaire es una de las figuras im prescin
dibles de la poesa del siglo XX. Sus libros Alcools y Ca-
ligrammes, sobre todo este ltimo, representan dos de
las m s altas cotas de la sensibilidad moderna, recopi
ladores y fundadores de una potica cuyas ram as ali
mentarn los frutos m s extraordinarios aportados por
las voces del futuro. Existe en l, es cierto, una falta de
rigor caracterstica, una inconstancia lastrada en la fal
ta de un sistem a personal coagulado en un mtodo (co
mo el que tuvo en su da Baudelaire y tendra m s tar
de Valry o tantos otros), pero esta falta de sistem a
(que, por otra parte, es el sistem a m s simptico de
todos segn Tzara), es lo que, paradjicamente, le per
miti estar a la altura de la mayora de los retos de la
poesa por venir, incluso antes de que stos se m ani
festaran. No hay por qu ocultar que este destino al
viento le jug en ocasiones m uy m alas pasadas, como
sus insoportables poemas de glorificacin de la gue
rra (el m uy grotesco: Ah, Dios! Qu bella es la gue
rra), nacidos probablemente de su frustracin por no
haber sido aceptado como francs de hecho tal y como
lo senta su corazn; y su querencia por un anim ism o
en gran medida infantil. Pero es evidente que casi
todo lo que escribi Apollinaire fue significativo, en el
m s amplio sentido de la palabra, que fue su voz la que
inici el movimiento, y que esta voz posea una inten
sidad inolvidable.
HERLDICAS DE SADE Y DE APOLLINAIRE,
INTERPREPADAS POR MARCEL JEAN.
16
dedicarse de lleno al terreno de la poesa realizada en
la vida, tiene uno de sus fundam entos no exactamen
te en los escritos Apollinaire, sino en su comporta
miento, en su form a de estar en el mundo. Apollinai
re (para quien m s tarde se escribira la divisa yo me
maravillo) estableci una nueva relacin vital entre su
experiencia y lo maravilloso, contagiando a todos los
que le rodeaban de un fervor por lo real que modul
gran parte la sensibilidad moderna, aquella bsqueda
de la belleza nueva a la que con tanto ardor se entrega
ban los protagonistas de la novela de Aragon Aniceto
o el panoram a9.
17
E st e l ib r o : l a b r ju l a d e l
NUEVO CARTGRAFO
18
'
19
comprenderse, el asunto era todava m s complicado.
En aquel tiempo la situacin poda resum irse de for
ma sencilla: oficialmente nadie haba ledo a Sade. Tan
slo algunos escritores ms o m enos malditos o ex
cntricos se atrevan a pronunciar su nombre en pbli
co, como Swinburne, Petrus Borel o el m ism sim o
Nietszche. El resto, que eran legin, se limitaba a leer
lo en privado y a hablar de l sobre las m esas de los
cafs literarios, raramente m s all. A pesar de que su
apellido haba pasado ya al lenguaje com n como si
nnim o de perversin sexual, sus libros dorman ge
neralm ente en los infiernos de las bibliotecas pblicas
y privadas, ocultos o con el lom o discretamente vuel
to hacia el interior. Las palabras m onstruo y loco
eran muletillas de buen tono cuando se invocaba su
m em oria, sin el uso de las cuales se corra el riesgo de
convertirse en personaje sospechoso. Si se com pren
de esto, se puede entender m ejor el verdadero sentido
del estilo que Apollinaire em plea en este texto. Por
que no cuesta nada im aginar de esta form a la bofeta
da que supuso para los bienpensantes y los cobardes
de entonces (y tambin de hoy, por qu no), la form a
en cierto modo desenfadada que tiene Apollinaire de
desenvolverse en el oscuro universo sadiano, m ien
tras todo el carcter provocativo y escandaloso que sub-
yace en esta introduccin se hace evidente tras la com
prensin de este contexto. Apollinaire establece un jue
20
go, m uy de su gusto, en el que lo prim ero que debi
saltar a la vista de sus contemporneos fue el trata
miento completamente inusual para la poca que era
ofrecido al protagonista. Aboliendo la nocin de m ons
truo, volviendo a su inquietante pertenencia al gnero
hum ano, Sade es de esta form a colocado entre sus
prjimos. Y esta operacin perturbadora est ejecuta
da, en m i opinin, de form a completamente cons
ciente, con un delicado clculo de las necesidades del
momento y de las posibles consecuencias de sus ac
tos. La aparente tranquilidad con la que Apollinaire re
pasa el escalofriante argumento de Las 120 jom adas de
Sodoma, prcticamente sin despeinarse, es significati
va sobre esta intencin de situar a Sade, para em pe
zar, en el lugar que deba ocupar.
22
vida, no slo en los escritos. Apollinaire parece haber
sido el prim ero en sugerir el papel de extrema im por
tancia que tuvieron las palabras fsicas de Sade salidas
directamente de su garganta y lanzadas sobre la m ul
titud que merodeaba por los alrededores de la Bastilla
en los das que precedieron a la fam osa toma\ palabras
de una importancia histrica que no parecen estar al
alcance de la mayora de los revolucionarios m s o
m enos profesionales que en el m undo han sido. Por
otra parte, se anticipa a todas las polmicas futuras en
torno a la relacin de Sade y la m ujer, realizando una
m uy clara toma de posicin que, si hubiera sido ms
atendida, habra evitado gran parte de los complica
dos debates que se sucedieron en la segunda mitad
del siglo X X al respecto. Igualmente, Apollinaire pone
el dedo directamente sobre el nudo gordiano del con
cepto de libertad en la obra y la vida de Sade, a la espe
ra del corte que lo libere definitivamente.
23
libro, al hacernos caer en la cuenta de su sentido adi
vinador de las potencias ocultas de la historia12.
S a d e : La h e r id a m s p r o f u n d a e n
EL ROSTRO DEL HOMBRE
24
en su libro De pronto un bloque de abismo, Sade'5, la pri
mera en haber entendido m agistralm ente el proble
m a en toda su extensin al denunciar la aparente in
capacidad de todos los pensadores que se las han visto
con la obra sadiana para aceptarla tal y como es, para
admitir al propio Sade en su com pleja totalidad. Todo
funciona como si, ante la imposibilidad de abarcar la
extensin del m ensaje de Sade, cada pensador hubie
ra decidido colocar sus propias preocupaciones en el
centro gravitacional de la obra. En el caso de Bataille,
la relacin dialctica entre placer y la muerte; en Klos-
sowski, su colonialismo cristiano; para Barthes, la pro
blemtica textual, etc. Y el inconveniente parece haber
sido as que al realizar esta operacin, quiz adecuada
para otros escritores o poetas pero insuficiente para
Sade, todos ellos se dejaron en el cam ino su caracte
rstica principal, esto es, que en su centro no hay ms
que un vaco inabarcable desde la racionalidad, un va
co que se confunde con las profundidades del espri
tu hum ano y que conserva as su indeterminacin y su
verdad radical: su evidente imposibilidad de ser con-
ceptualizado (lo que no im pide en absoluto la posibi
lidad de ser entendido).
25
Y es que cuesta m ucho hacerse una idea racional
de la obra de Sade. La perplejidad, la ntim a com pren
sin o el extraamiento m s completo surgen de la
lectura de sus obras de form a paulatina pero demole
dora. Igualmente, y m e remito de nuevo a Le Brun, es
uno de los pocos escritores, si no el nico, capaz de
provocar, junto a una intensa em ocin intelectual,
una perturbacin puram ente fsica de las m s varia
das intensidades (desde la excitacin sexual ms sim
ple hasta la pura nusea, pasando por todos los grados
de conmocin al alcance de la sensibilidad del lector).
Pues en Sade, explcitamente, no hay came sin ideas ni
ideas sin carne, su fisicidad es absoluta igualmente.
Por eso puede llegar a ser tan complicado encerrarle
en los estrechos m rgenes del cerebro o de cualquier
cosa que se le parezca.
26
convienen vulgarizada mediante la confusin por
nogrfica. Su desm esura provoca la desorientacin, y
generalmente aquellos que desean que no se escu
chen sus palabras y actan en consecuencia se han
visto en el aprieto de justificar sus m aniobras de for
m a creble. Ya el propio Apollinaire llam aba la aten
cin sobre la dificultad de tipificar el delito de Sade,
los problemas que surgieron a la hora de establecer
una solucin adecuada a su presencia en este mundo;
y Sarae Alexandrian16 ha dejado bastante claro que
Sade no era en modo alguno un crim inal de hecho.
Sus supuestos desm anes fuera de los libros, todos do
cumentados, no representan una verdadera excentri
cidad para las costumbres de su poca y su medio,
m s bien parecen poco relevantes si tenemos en cuen
ta los desenfrenos a los que, en esta materia, se entre
gaban algunos m iem bros de la nobleza y el clero. De
todos ellos tenemos inform acin contrastada, y de he
cho m uchos de los personajes de su obra estn basa
dos en las peripecias de seres de carne y hueso de los
que Sade tuvo noticia en sus conversaciones con las
prostitutas de los burdeles de Pars. Por tanto, si Sade
no era m s crim inal que m uchos de los que andaban
y andan sueltos por el m undo con total im punidad y
27
respetabilidad, la nica oportunidad que queda para
sacarlo del grupo que alegremente conocemos como
seres humanos es calificndole de loco. Se pretende ob
tener as una distancia que permita el extraamiento
y la consiguiente separacin de Sade basndose en su
no pertenencia al mundo en el que se producen los in
tercambios sociales. Es sin duda un buen intento, pe
ro no funcion en su da y sigue sin funcionar ahora.
Cualquiera que se acerque a sus libros puede fcil
mente comprenderlo.
28
de l. La perplejidad que esta operacin provoca es lo
que despierta el miedo indeleble de sus contempor
neos, y lo que les llev a intentar silenciar su existen
cia por todos los mtodos a su alcance.
29
que conduce al crim en y a la exacerbada excitacin de
los m s bajos instintos del hombre. Y si bien es cier
to que la obra de Sade es peligrosa para la sociedad,
no podemos aceptar que lo sea por los motivos que se
nos apuntan. Pues la consecuencia prctica de la lec
tura de Sade no es el crimen. La consecuencia prcti
ca de la lectura de Sade es la revolucin.
Julio Monteverde
Madrid. Septiembre de 2005
30
EL MARQUS DE SADE
Guillaume Apollinaire
I T i Rtgfrti *#
fe Pan.Jale de S A I N T S U LP 1 C E ,
2 DE JUNIO DE 17 4 0 .
A cta d e b a u t is m o d e l m a r q u s d e Sade
33
de un hom bre notable que todava siguen siendo un
m isterio y acerca del cual han circulado y circulan an
tal cantidad de leyendas.
34
el campo de batalla en Alem ania, gan el grado de
capitn. Segn Dulaure (Liste des ci-devant nobles, Pa
rs, 179 0), el m arqus de Sade lleg en aquella poca
hasta Constantinopla. Dado de baja, regres a Pars y
se cas el 17 de mayo de 1763. Al ao siguiente tuvo
su prim er hijo, Louis-Marie de Sade, que en 1783 era
teniente en el regim iento de Soubise. En 17 9 1 em igr
y tras regresar a Francia se hizo grabador; en 1805 pu
blic Histoire de la Nation franaise, obra de cierto m
rito en la que dio prueba de unos conocimientos am
plios y novedosos de la poca celta. Ms tarde se rein
corpor al servicio y fue enviado a Friedland. Muri
asesinado en Espaa, el 9 de junio de 18 0 9 , a m anos
de unos guerrilleros.
35
viuda Rose Sller; parece ser que el m arqus de Sade
era meno,S culpable de lo que se pretenda. El caso an
no se ha esclarecido. Charles Desm aze (Le Chtelet de
Paris, Didier y Ca., 1863, p.327) relata a este respecto:
36
No tardar en orse hablar de los horrores del conde
de Sade. Este hace lo imposible para que la seorita
Rivire, de la pera, vaya a vivir con l y le ha ofreci
do veinticinco luises por mes a condicin de que los
das en que no acte los pase con l en su casita de
Arcueil, aunque la mencionada seorita se niega.
38
liberarlos6. Por entonces haba m uy pocos prisione
ros en la Bastilla y es difcil averiguar las razones que
excitaron la furia del pueblo y lo im pulsaron justa
mente contra una prisin casi desierta. Pero no puede
descartarse que fueran las arengas del m arqus de Sa
de, junto con los papeles que arrojaba por la ventana
y en los que detallaba las torturas a que eran som eti
dos los prisioneros del castillo, los que, al incidir en
unos nim os ya inflam ados, desencadenaran la efer
vescencia popular y provocaran, por fin, la toma de la
vieja fortaleza.
39
pruebas concluyentes) le devolvi la libertad al m ar
qus. Sali de Charenton el 23 de m arzo de 179 0.
40
R e n e P l a g ie ,
M ARQ U ESA DE SAD E
41
rror fue tan humana como benefactora; sospechoso,
sin duda a causa de sus opiniones contra la pena de
muerte, fue detenido el 6 de diciembre de 1793, aun
que recobr la libertad gracias al diputado Rovre, en
octubre de 1794.
Durante el Directorio, el m arqus dej de inter
venir en poltica. En la casa de la calle Pot-de-Fer-
Saint-Sulpice a la que se haba mudado, reciba a m u
cha gente. Una m ujer plida, melanclica y distingui
da desem peaba las funciones de am a de casa. El
m arqus la llam aba a veces su Justine y de ella se de
ca que era hija de un emigrado. M. de Alm ras pien
sa que esta m ujer era la Constance a la que dedica
Justine. En cualquier caso, carecemos por completo de
datos acerca de esta amiga.
42
decidieron arrestarlo. Fue detenido en casa de su edi
tor, Bertrandet, a quien deba entregar el manuscrito
corregido de Juliette, que fue el pretexto para arrestar
lo. Lo encerraron en Sainte-Plagie, de donde fue tras
ladado al hospital de Bictre, diagnosticado loco, y por
ltimo encerrado en el hospicio de Charenton el 27 de
abril de 1803. All muri, a los setenta y cinco aos de
edad, el 2 de diciembre de 18 14 : haba pasado veinti
siete aos catorce de ellos en plena m adurez en
once prisiones diferentes.
43
tro juvenil rodeado de demonios; no cabe ninguna
duda de que este ridculo grabado procede de la colec
cin de M. H., de Pars. Es tan falso como los dems 9.
45
lidad, esto ocurri en 1802, como afirma M. de Al-
mras), y que durmi con l en la misma celda, en la
que haba otros dos presos.
47
de las vctimas extrajudiciales de la alta justicia del
Consulado y el Imperio. No se supo de qu manera
someter a los tribunales, a sus formas pblicas y a sus
debates espectaculares, un delito que ofenda de tal
modo al pudor moral de toda la sociedad, que apenas
poda caracterizrselo sin peligro, y puede afirmarse
que los documentos de aquel horroroso proceso eran
ms repugnantes de examinar que el harapo sangui
nolento o el colgajo de carne que ponen al descubier
to un asesinato. Fue un cuerpo no judicial el Con
sejo de Estado, creo quien pronunci contra el acu
sado la pena de cadena perpetua, y la arbitrariedad no
perdi la ocasin de basarse, como se dira hoy, en ese
precedente arbitrario...
...He dicho que el prisionero apenas pas ante
mis ojos. Slo recuerdo que era corts hasta la obse
quiosidad y afable hasta la uncin, y que hablaba res
petuosamente de todo cuanto merece respeto.
48
Durante los dieciocho meses que pas en Sainte-
Plagie, en 1802 y 1803, aguardando mis cartas sella
das, estuve en la misma galera que el famoso mar
qus de Sade, autor de la obra ms execrable que ja
ms haya inventado la perversidad humana. Este m i
serable estaba tan envilecido por la lepra de los ms
inconcebibles crmenes, que la autoridad lo haba si
tuado por debajo del suplicio e incluso por debajo de
las bestias, para ubicarlo en la nmina de los mana
cos. La justicia no deseaba ensuciar sus archivos con
el nombre de aquel ser, ni quera que el verdugo, al
atormentarlo, le otorgara la celebridad de que tan vi
do estaba, y lo releg a un rincn de la crcel, dando
permiso a cualquier detenido para que la desembara
zara de aquella carga.
La ambicin de celebridad literaria fue el princi
pio de la corrupcin de este hombre, que no era malo
de nacimiento. Como no poda alzar el vuelo hasta el
nivel de los escritores morales de primer orden, se
haba propuesto entreabrir el abismo de la iniquidad
y precipitarse en l, a fin de reaparecer engalanado
con las alas del genio del mal e inmortalizarse con la
asfixia de toda virtud y la divinizacin pblica de to
dos los vicios. No obstante, an se advertan en l ras
gos de cierta virtud, como la caridad. Aquel hombre
se estremeca ante la idea de la muerte y le daba un
sncope al verse las canas. A veces lloraba y exclama
ba en un principio de arrepentimiento inconcluso:
Por qu soy tan horrendo y el crimen tan encanta
49
dor? Puesto que me inmortaliza, es preciso que reine
en el mundo.
Aquel hombre tena fortuna y no le faltaba de
nada. A veces entraba en mi celda, y al encontrarme
riendo, cantando y siempre de buen humor, comien
do a gusto y sin nostalgia mi pedazo de pan negro o
mi rancho de preso, se le enrojeca de ira el rostro:
Acaso sois feliz?, preguntaba. S, seor. Feliz! S,
seor. Yo me pona la mano sobre el pecho y dando
un brinco contestaba: No hay nada que aflija mi
corazn. Soy un milord, seor marqus. Fijaos: llevo
encajes en la corbata y el pauelo; estos puos de
punto no me han costado muy caros y en vez de bor
dados, voy a poner de moda los vestidos festoneados
o con flecos. Estis loco, seor Pitou. S, seor
marqus; pero en la miseria he hallado la paz de esp
ritu. Se acercaba a mi mesa y proseguamos la con
versacin: Qu estis leyendo? La Biblia. To
bas es un buen hombre, pero el tal Job slo cuenta
cuentos. Cuentos, monsieur, que deben ser realida
des para vos y para m. Qu? Realidades, mon
sieur? Creis en esas quimeras y an podis reros?
Ambos estamos locos, seor marqus. Vos, porque
temis vuestras quimeras; yo, por creer en mis reali
dades a la vez que me ro.
Ese hombre acaba de morir en Charenton... Yo
soy libre...
5
lo que ya se saba acerca de la tenacidad, voluntad e
indomable energa del marqus:
5i
cin, obras an ms abominables que las que llega
ron a imprimirse.
Es posible que los ficheros de la prefectura de la
polica encargada de la moral sirvan de catacumbas a
estos infames hijos de una depravacin incalificable,
aunque tambin sera de desear que regresasen a la
nada de donde jams debieron salir.
52
vador. Buen msico, bailaba a la perfeccin; montaba
muy bien a caballo, en esgrima era de primera catego
ra y hasta se dedic a la escultura. Muy aficionado a
la pintura, pasaba largas horas en las exposiciones de
arte. Se le vea a menudo en las del Louvre. Tena am
plios conocimientos en todo tipo de materias. Saba
italiano, provenzal (se llamaba a s mismo el trova
dor provenzal y compuso poemas en esa lengua) y
alemn. Dio innumerables pruebas de su valor. Ama
ba la libertad por encima de todo: su forma de obrar,
su sistema filosfico, atestiguan un acendrado amor
por la libertad, de la que se le priv durante tanto
tiempo en el transcurso de lo que su criado, Carteron,
califico como perra vida. El tal Carteron nos hace
saber en algunas cartas dirigidas a su seor, que se
conservan en la Biblioteca del Arsenal, que el mar
qus de Sade fumaba en pipa como un corsario y
que coma por cuatro. Sus largos encarcelamientos
terminaron por agriar su carcter que, aunque refina
do, era autoritario. Existen no pocos testimonios de
sus arrebatos de clera en la Bastilla, Bictre y Charen-
ton. En una carta escrita por Mirabeau el 28 de junio
de 1780 a su ngel de la guarda, el agente Boucher,
que a menudo se cita de forma inexacta, relata un al
tercado que tuvo con el marqus de Sade cuando am
bos se encontraban prisioneros en Vincennes:
53
T o r r e s d e l a f o r t a l e z a d e V in c e n n e s , d o n d e
S a d e e s t u v o p r is io n e r o e n t r e e l 7 d e s e p t i e m b r e
DE 17 7 8 Y EL 2 9 DE FEBRERO DE 17 8 4
54
molido, y que no teme llevar luto por vos en la plaza
de la Grve13. Se call y no os volver a abrir la boca.
Si queris gruirme, hacedlo, pero por Dios que es f
cil armarse de paciencia a distancia y muy triste habi
tar la misma casa que semejante monstruo 4.
55
Le gustaba la buena mesa y las comodidades, y es
intil insistir sobre su constitucin voluptuosa. So
bradas pruebas de humanidad dio bajo el Terror co
mo para que se afirme que era menos cruel que lo que
podran dar a entender algunos de sus actos exa
gerados y distorsionados y de lo que da la impre
sin cuando se leen sus obras. Se sabe que nunca es
tuvo loco ni fue un manaco. Los relatos de Jules Janin
y la ancdota que narra Victorien Sardou, que repre
senta al marqus de Sade hacindose llevar rosas a
Bictre para ensuciarlas con el cieno hediondo de un
arroyuelo (Chronique mdicale del 15 de diciembre de
1902), son otras tantas leyendas, que quiz tengan un
fondo de verdad, pero que han sido deformadas a pla
cer, por la imaginacin de quienes, al leer Justine y no
comprender su sentido ni su alcance, slo consiguie
ron imaginarse al autor como un loco rebosante de
56
manas criminales y asquerosas. La polica del Consu
lado y del Imperio fueron en gran medida, por haber
encerrado al marqus en Bictre y luego en Charen-
ton, la fuente de tales chismes y de la creencia en la
presunta locura de un hombre al que sus desgracias
habran bastado para enloquecer, de haber tenido la
menor predisposicin a ello. Las Notes historiques de
Marc-Antoine Baudot, antiguo diputado de la Asam
blea Legislativa, publicadas por Mme Edgar Quinet,
mencionan a Sade en estos trminos:
57
marqus de Sade, quien, por lo dems, dio muchas
otras pruebas de ellas:
Me niego a que abran mi cuerpo, cualquiera fuere el
pretexto. Exijo con la ms viva insistencia que perma
nezca cuarenta y ocho horas en la estancia en la que
fallezca, dentro de un atad de madera que ha de
cerrarse slo al cabo de las cuarenta y ocho horas
prescritas ms arriba, transcurridas las cuales, dicho
atad ser cerrado. Durante ese intervalo, se enviar
un aviso urgente a M. Lenormand, comerciante en
maderas, boulevard de lgalit, n 10 1, Versalles, pa
ra rogarle que acuda en persona con una carreta a re
coger mi cuerpo y llevarlo bajo su escolta al bosque de
mis tierras de Malmaison, municipio de Mane, cerca
de Epernon, donde deseo que sea depositado, sin nin
gn tipo de ceremonia, en el primer matorral espeso
que se encuentra a la derecha de dicho bosque al en
trar por el lado del antiguo castillo por la gran aveni
da que lo divide. Mi fosa ha de cavarla en dicho lugar
el arrendatario de Malmaison, bajo la supervisin de
M. Lenormand, quien slo abandonar mi cuerpo
despus de haberlo colocado en dicha fosa; podr
hacerse acompaar en esta ceremonia, si lo desea, de
aquellos parientes o amigos mos que, sin aparatosi
dad alguna, hayan tenido a bien dispensarme esa lti
ma muestra de afecto. Una vez cubierta a fosa, se
sembrarn bellotas encima de ella para que despus,
una vez relleno de nuevo el terreno de dicha fosa y
estando el matorral tan frondoso como antes, las hue
llas de mi tumba desaparezcan de la superficie de la
tierra, igual que me complazco en pensar que mi me
moria tambin ha de borrarse de la mente de los
hombres.
58
En Charenton-Saint-Maurice, en plena posesin
de mis facultades fsicas y mentales, el 30 de enero de
1806.
Firmado, D. A. F . Sade.
59
Durante un siglo la crtica lo ha tratado con de
masiada ligereza y se ha interesado menos por las
ideas que contienen sus obras, que por inventar anc
dotas que desfiguran su vida y su carcter. En lo que
atae a su vida, el doctor Eugen Dhren dijo con ra
zn: Sade, como individuo, slo puede comprender
se si se le examina como fenmeno histrico.
60
ren se entreg con valenta a la tarea de esclarecer la
vida de Sade y dar a conocer sus escritos.
Y poco despus:
61
El amor, que mueve al sol y a las dems estre
llas, exclamaba Dante al final de La divina comedia.
62
A l d e a d e La C o s t e . E n lo a l t o d e l a c o l in a ,
EL CASTILLO DE SA D E
63
la mujer, pues quera que fuese tan libre como el hom
bre. Dichas ideas, que se impondrn algn da, dieron
origen a una doble novela: Justine y Juliette. No es ca
sualidad que el marqus prefiriera heronas y no h
roes. Justine es la mujer de antao, esclavizada, des
dichada y menos que humana; Juliette, por el contra
rio, representa a la nueva mujer, que l ya entrevea, un
ser del que an no se tiene idea, que se libera de la hu
manidad, desplegar sus alas y renovar el universo.
64
que han de abandonar el convento y hacer frente ellas
mismas a sus necesidades. Juliette, espabilada, des
preocupada, voluntariosa, de una belleza insolente, se
siente feliz con esa libertad. La menor, Justine, inge
nua, melanclica y dulce, sufre todo el peso de su des
ventura. Juliette, consciente de su hermosura, trata
muy pronto de sacarle partido; Justine es virtuosa y
quiere seguir sindolo. Se separan. Justine recurre a
unos amigos de su familia, pero stos la rechazan. Un
cura intenta seducirla. Termina hallando empleo en
casa de un obeso comerciante, M. Dubourg, al que le
gusta hacer llorar a los nios. Cuando ste le expone
sus lujuriosas teoras, ella no le oculta su asombro y
su repugnancia; se resiste, y l la despide. Al poco,
una tal madame Desroches, en cuya casa se ha aloja
do Justine, le roba todo lo que tiene. Justine est a
merced de esta mujer, que la relaciona con madame
Delmonse, una especie de mujer de mundo muy ele
gante, que le elogia los encantos de la prostitucin.
Con la intencin de prostituirla, la lleva de nuevo a
casa del viejo Dubourg. Ella sigue resistindose, pero
tras algunas penosas aventuras, Justine, a pesar de su
inocencia, acaba en la crcel. All conoce a una tal Du
bois, una picara que ha cometido todas las fechoras
imaginables. Condenan a muerte a ambas. Dubois in
cendia la prisin; se escapan y se unen a una banda de
bandoleros, los ms infames que quepa imaginar.
65
Justine logra fugarse con Saint-Florent, un comer
ciante a quien ella ha liberado de los bandidos y que
dice ser su to. ste la viola y cuando Justine se des
maya, la abandona. Cuando vuelve en s conoce a un
joven, M. de Bressac, que se entrega a ciertas diversio
nes contra natura con su lacayo. Le hacen proposicio
nes y terminan por llevarla a casa de la virtuosa mada
me de Bressac, que se apiada de Justine y quiere lle
varla de nuevo a Pars para ocuparse de su rehabilita
cin. Por desgracia, Delmonse se ha marchado a Am
rica y el proyecto no llega a buen puerto. Bressac, en
tretanto, se entrega a orgas espantosas; deshonra a su
madre y obliga a Justine a matarla. Justine se pone a
salvo en la villa de Saint-Marcel, cercana a Pars, y se
pone a servir en casa de un cirujano llamado Rodin,
quien dirige junto con su hermana Clestine una es
cuela mixta en la que slo se admite un centenar de
nios de cada sexo, de extraordinaria belleza y que no
tengan menos de doce aos ni ms de diecisiete. Ro-
din instruye a los muchachos y Clestine a las nias.
Justine traba amistad con Rosalie, la hija de Rodin. s
te no slo comete incesto, sino que tambin lleva a ca
bo en compaa de su colega Rambeau, determinadas
operaciones quirrgicas, tan audaces como crimina
les, a las que tambin someten a la desventurada Jus
tine, quien escapa de la muerte casi de milagro y se di
rige a Sens. Al caer la noche, sentada al borde de un
66
estanque, oye caer algo al agua; ve que es una chiqui
lla y la salva, pero el asesino vuelve a arrojar a la cria
tura y se lleva a Justine a su castillo. ste es abstemio
y vegetariano, y tiene la obsesin de dejar encintas a
las mujeres tras yacer slo una vez con ellas. Se llama
de Bandole y tiene unas ideas bastante curiosas acer
ca de la concepcin. Despus de la cpula suspende a
las mujeres cabeza abajo durante nueve das para ase
gurarse de que las ha fecundado. Justine es librada de
las garras de Bandole por l hermano de Dubois, el
bandido Corazn de Hierro. Despus, Justine entra
en una abada de benedictinos en la que campa el sa
tanismo y en la que hay harenes de nios de ambos se
xos. El fraile Jrme relata todas las ignominias de su
larga vida, llena de muertes e incestos. Describe los
pases que ha visitado; Alemania, Italia, Tnez, Mar
sella, etctera. Justine deja el claustro. Se encuentra
con Dorothe dEsterval, mujer de un posadero crimi
nal que tiene una hostera aislada en la que asesina a
los viajeros que por all se aventuran. Dorothe tiene
miedo. Suplica a Justine que se vaya con ella. Justine
la sigue hasta la posada en la que tantos crmenes se
cometen. Aparece Bressac: es, en efecto, pariente de
dEsterval. Todos se renen en casa del conde de Ger-
mande, que es tambin pariente de ellos. ste ltimo
ha adquirido la detestable costumbre de martirizar a
su mujer, cuya belleza es admirable. Cada cuatro das
67
le extrae dos palanganas de sangre. Poco despus
Justine sufre una serie de aventuras muy difciles de
resumir, que transcurren en casa de la familia Ver-
neuil, con los jesutas y en medio de depravados e in
vertidos de todo tipo. Justine encuentra luego a Ro
land, fabricante de moneda falsa, y termina por ser en
cerrada en la prisin de Grenoble. Es salvada por un
abogado del foro local, M. S... En la posada encuentra
a Dubois, que la conduce a la casa de campo del arzo
bispo de Grenoble, en la que hay un gabinete de vi
drio que puede transformarse en una espantosa c
mara de torturas, y donde el arzobispo hace decapitar
a las mujeres despus de haberlas ultrajado misera
blemente.
Cuando las mujeres entraron con el prelado, encon
traron en el local a un abate de cuarenta y cinco aos,
gordo, de rostro odioso y de gigantesca contextura,
que tendido en un sof lea La filosofa en el tocador '5.
68
nada a muerte otra vez. Se fuga, vaga de modo lamen
table y termina por encontrar a una linda dama a la
que acompaan cuatro seores. Es Juliette, quien aco
ge con cario a su hermana y le elogia la vida crimi
nal: Yo segu la senda del vicio, pequea, y en ella no
encontr ms que rosas.
69
F r o n t i s p i c i o d e J u s t in e
prosigue en otros tres cuadernos, titulados respectiva
mente Cuaderno dcimo, Cuaderno undcimo y Cuader
no duodcimo, y termina en el decimotercero. Justine es
t compuesta, por consiguiente, por cinco cuadernos.
72
Juliette o El vicio recompensado, continuacin de
Justine, contrasta de modo perfecto con esta ltima.
73
JULIETTE
G ra ba d o so bre pla n c h a de a c er o .
P u b l ic a d o en H is t o ir e d e J u l i e t t e ,
o u l e s p r o p r i t s d u v ic e , en 1797
seguida parte para Italia; recorre all las grandes ciu
dades y se prostituye por doquier con personajes de al
to rango. Se asocia con un caballero de industria llama
do Sbrigani. Van a Florencia, donde se quedan duran
te algn tiempo. Juliette es admitida en la corte, al
igual que en todas las ciudades por donde ha pasado.
No he de insistir en todas las escenas criminales que
transcurren a lo largo de esta novela. La antropofagia
tambin tiene lugar en ella. En Roma, Juliette es reci
bida por el papa Po VII. Ella le enumera por orden
cronolgico los crmenes del pasado. El papa preten
de interrumpirla. Cllate, viejo mono!, le ordena
Juliette, y Po VII termina por exclamar: Oh, Julie
tte, ya me haban dicho que eras muy ingeniosa, pero
no cre que tanto! Semejante grado de elevacin de
ideas resulta extremadamente raro en una mujer.
75
Esas ruines invenciones dice Alcide Bon-
neau muestran que el marqus de Sade se vanaglo
riaba de conocer los secretos de alcoba de los monar
cas italianos, de los que no saba un pice; sin embar
go, las intrigas de la reina de Npoles y de sus favori
tos eran pblicas. Ni la ms desenfrenada de las ima
ginaciones ha quedado tan por debajo de la historia.
En efecto, la historia misma se ha encargado de absol
ver los relatos filosficos del marqus de Sade, quien
en Juliette nos pasea no slo por las cortes italianas,
sino tambin por cortes del norte como Estocolmo,
San Petersburgo, etctera.
77
trabajado por detener la degradacin de la naturaleza;
la finalidad del infame disecador en vivo, al parodiar
una obra de mi juventud, consisti en exagerar al extre
mo aquella odiosa, aquella infame degradacin....
78
en la historia de la humanidad. En l se halla una cla
sificacin rigurosamente cientfica de todas las pasio
nes relacionadas con el instinto sexual. Al escribirlo,
el marqus de Sade condens en l todas sus teoras
nuevas y cre, cien aos antes que el doctor Krafft-
Ebing, la psicopata sexual.
79
El duque de Blangis y su hermano, el arzobispo
de..., antes de nada establecen un plan en el que inclu
yen al infame Durcet y al presidente Curval. A fin de
estar mejor ligados entre si, en primer lugar cada uno
de ellos se casa con la hija del otro, hacen causa co
mn y destinan anualmente dos millones para sus
placeres. Contratan a cuatro celestinas para el recluta
miento de las muchachas y cuatro alcahuetes para el
de los muchachos, y todos los meses dan cuatro cenas
galantes en casitas de cuatro barrios diferentes de Pa
rs. La primera cena est consagrada a las voluptuosi
dades socrticas. Contratan a diecisis muchachos de
veinte a treinta aos como activos y a otros diecisis,
de doce a dieciocho aos, como pasivos para esas or
gas masculinas en las que se practicaba lo ms luju
rioso que jams inventara Sodoma y Gomorra. La se
gunda cena est consagrada a las nias de buen to
no; hay doce de ellas. La tercera rene a las mucha
chas ms indecentes y repulsivas de la ciudad: un cen
tenar de ellas. A la cuarta se atrae a veinte nias vrge
nes de siete a quince aos. Adems, todos los viernes
tiene lugar una, secreta, al que asisten cuatro nias
raptadas a sus padres y las cuatro esposas de nuestros
depravados. Cada una de estas cenas cuesta diez mil
francos y, como bien imaginamos, se sirven con pro
fusin los frutos ms raros de cada estacin o, por lo
general, aquellos que nunca se ven, y vinos de todos
8o
los pases. Enseguida entramos en el relato propia
mente dicho, que empieza por el retrato de los cuatro
libertinos. Este retrato no est embellecido con colo
res engaosos; todos sus trazos son naturales.
81
que podra asfixiar a un caballo entre sus piernas. Su
gula es inimaginable. Bebe diez botellas de borgoa
en cada una de sus comidas...
82
ne unos ojos negros grandes y fogosos, y dientes
pequeos y muy blancos. Ha cumplido veintids aos.
Su padre la ha educado ms como a una querida que
como a una hija, aunque no ha podido despojarla de
su bondad de corazn ni de su pudor.
83
Su hermana menor, Aline, hija en realidad del
arzobispo, slo tiene dieciocho aos, un rostro lozano
y gracioso, nariz respingona, ojos oscuros y llenos de
vida, una boca deliciosa, un talle encantador y una piel
dulce y levemente morena. El arzobispo la ha mante
nido en la ignorancia, apenas sabe leer y escribir, no
tiene nociones religiosas y sus ideas y sentimientos
son infantiles. Tiene respuestas inslitas y graciosas.
Juega sin descanso con su hermana, detesta al arzo
bispo y teme al duque como al fuego. Es perezosa.
84
mismo nmero de perversiones ms raras y compli
cadas, en las que un hombre o varios hombres traten
con varias mujeres. La tercera debe mostrar ciento cin
cuenta depravaciones criminales que tengan que ver
con las leyes, la naturaleza y la religin. Los excesos de
esta ltima categora conducen al asesinato y esos pla
ceres mortferos son tan variados que la cuarta relato
ra debe contar ciento cincuenta torturas.
85
Se pasa al aprovisionamiento de objetos lujurio
sos de ambos sexos: ocho nias, ocho chicas, ocho
chicos, ocho hombres y cuatro sirvientas. Se recurre a
las alcahuetas y alcahuetes ms famosos de Francia
para obtener el material, cuya eleccin se realiza con
sumo refinamiento. Se busca en conventos, en fami
lias, en cualquier parte, ciento treinta chiquillas de do
ce a quince aos, por las que se paga a las celestinas
treinta mil francos. De estas ciento treinta chiquillas
se retiene a ocho.
86
primer piso hay una gran galera que va a dar al come
dor, cerca de las cocinas. El comedor est amueblado
con canaps, sillones y tapices. Es muy cmodo. De
all se pasa al saln de compaa, muy bien amue
blado, prximo al gabinete de asamblea, donde se
hospedan las cuatro ancianas. Ese saln es el campo
de batalla, el escenario de las asambleas lbricas,
y est amueblado a tal efecto. Forma un hemiciclo en
el que hay cuatro grandes hornacinas adornadas con
vidrios. En un rincn se ve un canap. En medio de la
sala se ha dispuesto un trono para la narradora; en los
peldaos del trono estn los sujetos de depravacin,
que durante los relatos deben aliviar los excitados sen
tidos de los libertinos. El trono y los peldaos estn
cubiertos de raso azul y negro, guarnecido con trenci
llas doradas. Las hornacinas estn tapizadas con raso
celeste. Al fondo de cada nicho se abre un misterio
so guardarropa, al que el libertino se retira con el
objeto de sus deseos y en el que hay un sof y dems
muebles necesarios para actos impuros de cualquier
especie. A ambos lados del trono se yerguen hasta el
techo unas columnas huecas en las que se encierra a
las personas que se quiere castigar. Contienen instru
mentos de tortura cuya sola visin aterra y provoca en
el mrtir ese espanto del que nace casi todo el encan
to de la voluptuosidad en el alma de los perseguido-
87
res. Cerca de esta sala hay un saloncito destinado a
las ms secretas voluptuosidades. En otra ala del cas
tillo hay cuatro hermosos dormitorios con camarn,
guardarropa y camas turcas de damasco tricolor, ador
nados con los objetos ms lujuriosos y propicios para
incitar la ms sensual lubricidad.
89
Va a exponer seiscientas perversiones sexuales, todas
verdaderas: Se ha marcado con cuidado cada una de
estas pasiones con una marca al margen, al pie del cual
va el nombre que puede drsele a la pasin.
90
Tras el i de marzo 20
R egresan.............. 16
92
El primer volumen contiene algunas disertaciones
sobre la pena de muerte, seguidas de un proyecto
sobre el uso que se les dara a los criminales para que
resultaran tiles al Estado, una carta acerca del lujo y
otra sobre la educacin, en la cual hay cuarenta y cua
tro preguntas acerca de moral...
El segundo volumen contiene una carta sobre el
arte de escribir comedias, el proyecto de una bonita
comedia que se representara en verso, cincuenta pre
ceptos dramticos en los que (aqu hay una palabra
que no he podido descifrar) todo aquello que pueda
serles til a las personas que sigan esta carrera...
93
Pholo a Znocrate. Ella parte y va a Paris para
coronarlo18.
94
haber hecho mal tiempo, habra ido a rogroslo a
vuestra casa; espero que la estacin, menos rigurosa
dentro de poco, me pondr en situacin de atenderos
ms y de reparar el error que he cometido al no gozar
antes de tan agradable compaa. Soy, seor, vuestro
humilde y muy obediente servidor.
Sade, a 15 de enero de 1772
95
acto y en prosa; Euphmie de Melun ou le Sige dAlger,
tragedia en un acto y en verso; Lhomme dangereux ou
le Suborneur, comedia en un acto y en versos de diez
slabas, representada por el Teatro Favart en 1790 o
1791; Azelis ou la Coquette punie, comedia festiva en
un acto y en verso libe, aceptada por el teatro de la ca
lle Bondy en 1790. Todo lo cual concluye con un di
vertimiento. Tambin existe La Fille Malheureuse, que
la Biographie Michaud no menciona. He aqu, despus
de todo, la resea del marqus de Sade acerca de su
obra La Ruse dA m our19:
Un joven conde, prendado de la hija de un hombre
que habita cerca de Pars, a sabiendas de que ste est
a punto de recibir a Mondon, un antiguo rival muy
rico, trama perturbar ese encuentro... Llega al castillo
(el del padre) con una troupe de comediantes. Le pro
pone hacer algunas funciones, resuelto a aprovechar
se de la libertad que le proporcionar el espectculo
para raptar a su amante o deshacerse de su rival; el
padre acepta y (una palabra ilegible) de que se mez
clen l y sus invitados con la troupe del joven conde
disfrazado de comediante para ejecutar de comn
acuerdo la proyectada funcin... El joven conde, que
desea sobresalir en todos los gneros, con la esperan
za de que cuanto ms vare, ms ocasiones hallar
para conseguir sus propsitos..., ofrece representar y
representa una tragedia en un acto titulada Euphmie
de M elun ou le Sige dA lger, en alejandrinos.
96
Una comedia de (palabra ilegible) en versos disi-
lbicos (de diez slabas): Le Suborneur.
Un drama en prosa: La Fille Malheureuse.
Una comedia festiva en verso libre: Azelis ou la
Coquette punie.
Una obra cmica, con msica y vodevil. ntegra
mente cantada.
Todo acaba con un soberbio ballet-pantomi
ma30... El casamiento del joven con su amante, que
constituye el desenlace, concluye en la escena de fon
do que sigue a esta obra y el ballet-pantomima sirve
de divertimiento.
La obra tiene seis mil lneas, tanto en versos de
todas las medidas, como en prosa. Necesita cinco ho
ras para su representacin. Es nica en su gnero y
est destinada a los italianos.
97
dose. Dos de las cartas no se publicaron nunca en
francs; el doctor Diihren slo public una traduccin
al alemn; son, pues, inditas. La sptima, que es la
ms extensa, no ha sido dada a conocer nunca. As,
pues, ofrezco siete cartas del marqus de Sade, de las
cuales, tres son inditas.
Al Seor,
Monsieur de Laporte, secretario y apuntador de
la Comedia Francesa, calle de Francs-Burgeois, puer
ta Saint-Michel, n 127.
La Comedia Francesa, monsieur, habindome
hecho creer que iba a tener a bien indemnizarme por
la muy (aqu est tachada la palabra mala) poco me
recida y muy mala recepcin que su asamblea dispen
s el otro da a la pieza que somet a su consideracin;
os ruego, monsieur, tengis a bien inscribirme para
una nueva lectura, o bien para dos o tres parecidas a
la ltima (aqu hay una, dos o tres palabras tachadas
que no he podido descifrar), tened la plena certeza de
que no he de importunar ms, monsieur, ni a vos, ni
a la Comedia Francesa.
Tengo el honor de ser muy sinceramente, mon
sieur, vuestro muy humilde y obediente servidor.
De Sade.
A 17 de febrero de 17 9 1 al
98
Muy seores mos:
Permtanme el honor de transmitirles una vez
ms los sentimientos de estima y cario que desde
hace aos me ligan a su teatro; nunca he dejado de
dar fe de ellos y hasta me atrevera a decir (y existen
pruebas) que, por haber tomado partido por ustedes
con demasiado ardor con ocasin de sus recientes
problemas, sus enemigos me han machacado en art
culos, sin que eso me haya descorazonado: la recom
pensa a mi apego ha sido su rechazo de la ltima obra
que os le y que me atrevo a decir no fue creada
para que la trataran con tanta severidad.
Por grande que sea la pena que me habis cau
sado con ese rechazo formal, riguroso y general, no
he de dejar de consagraros en lo futuro todo lo que
an hay en mi portafolio y lo que ha de volver a llenar
lo. Pero permtanme, messieurs, que, tan rigurosa
mente juzgado por ustedes en la ocasin que acabo de
citar, ponga al menos a prueba su indulgencia y equi
dad respecto a otros dos temas.
Como hace ya tiempo que tienen una obra ma,
unnimemente aceptada por ustedes22 puesto que acep
to los arreglos que os place realizar con los autores, os
pido con toda insistencia, messieurs, que la montis lo
antes posible; denme ese aliciente, os lo suplico. Ello
ha de seros fcil si es verdad, como se dice, que no
pocos autores han retirado sus obras por no querer
adoptar vuestros arreglos; pero yo los suscribo todos,
messieurs, y slo os pido que no me dejis en ascuas.
99
El otro favor que les imploro, messieurs, porque
me lo prometieron como compensacin por la mala
recepcin que dispensaron a mi ltima comedia, con
siste en rogarles que tengan a bien asistir lo antes po
sible la lectura de tres o cuatro obras, todas prontas
para ser presentadas y que no querra llevar a otra
parte.
Tan pronto como deseen hacerme saber la fecha
que les plazca concederme, tendr el honor de llevar
les, para empezar, aquella de las cuatro que ms
digna creo de ofrecerles.
Tengo el honor de ser, messieurs, con los senti
mientos de la mayor consideracin, su muy humilde
y obediente servidor.
De Sade
2 de mayo de 17 9 1
100
Francesa a fin de que queden convencidos de mi mo
do de pensar.
De Sade
Paris, lunes 17 de setiembre de 179 1
Al ciudadano De La Porte,
secretario del Teatro de la Nacin.
Al director del Teatro
Ciudadano:
Tengo el honor de adjuntaros una comedia en
un acto y en verso libre, leda en la Comedia Francesa
hace dieciocho meses. Vuestros registros han de pro
baros que bast una sola voz para que esa obra no
101
fuera aceptada; la asamblea acept una segunda lectu
ra apenas hubiera yo incluido los cambios que me
prescribi. stos han sido realizados. Suplico por ello,
el honor de que la acepten y, con la condicin nica
de que tengan a bien representarla de inmediato,
pongo en sus manos mi acta de renuncia a todo dere
cho y todo emolumento de autor. Conozco la delica
deza de la Comedia Francesa a este respecto, pero
suplico que observe que tambin atiendo la ma, y
que sta me prescribe suplicar a la asamblea que
acepte esa bagatela. Dado que el mismo favor acord-
sele a M. de Sgur, tendra derecho a quejarme si a m
se me negara. No es de los miembros de la Comedia
Francesa de la nacin de quienes debo temer seme
jante ultraje al amor .propio.
Tengo, ciudadano, el honor de ser fraternalmen
te vuestro conciudadano.
Sade
A i de marzo de 1793, ao II de la
Repblica: calle Neuve-des-Mathurins,
n 20, Chausse du Mont-Blanc2*.
Al ciudadano De La Porte,
secretario de la Comedia Francesa
Al Teatro
102
que tuve el honor de enviaros hace poco, os ruego que
me la devolvis. No imagin que debiera someterse a
\ los mismos plazos aquello que se da y aquello que se
vende.
En una palabra, monsieur, os ruego que me ins
truyis acerca del destino de esta negociacin y que
me creis, con todo mi afecto posible.
Vuestro ciudadano,
Sade
15 de marzo de 1793, ao II de la Repblica,
calle Neuve-des-Mathurins, Chausse-dAntin.24
103
su Asociacin, a la que amo, sirvo y defiendo desde
hace veinticinco aos, y ruego a M. Mol que lo certi
fique.
Justificadme ante ella, ciudadano, os lo ruego, y
como es equitativa, al asegurarle que no tengo ni ten
dr jams culpa alguna a sus ojos, ello ha de bastarle.
Dese la lectura de mi pequea obra, y sigo desendo
la; s que ha sido escrita para triunfar. Solicito su pron
ta representacin; es un servicio que suplico me otor
gue la Comedia. Tengo importantes razones para de
searlo. Y como no quiero que se crea que es el inters
el que motiva estas instancias, que nada quiero por
esta pieza, y la delicadeza de la Comedia se opone a
este arreglo, muy bien; voy a conciliar su desinters
con el mo. Renuncio, en favor de los gastos de la gue
rra, lo que esa bagatela pueda producir, pero suplico
que la representen. Ciudadano, os pido una respues
ta... y a la Comedia Francesa, su estimacin, pues soy
digno de ambas y merezco consideracin.
Vuestro conciudadano,
Sade
Contestad, por favor.
104
Saint-Fal. En el primer caso, tendris a bien enviarme
el manuscrito a fin de repasarlo, en el segundo no es
necesario35.
105
eos fracasos sucesivos. El primer xito del teatro ha
ba sido La Ligue des Fantastiques et des Tyrans, de Ron-
sin. Boursault desempeaba el papel de diputado y en
ella apareca madame Masson. Podan orse versos de
este tipo:
Pero en la noche de los tiempos volved vuestra mirada
del ltimo de los Luises al primero de los Csares,
e interrogad a la historia sobre los crmenes de los reyes;
por uno cuyas virtudes consagr la gloria,
mil se mancharon con los ms negros atentados,
mil inundaron con oleadas de sangre sus Estados.
107
de prisin. Lo primero que ha hecho con su libertad
ha sido batirse con Oxtiern, al que ha matado. Despo
sa a su querida despus de haberla vengado.
Hay inters y energa en la obra, pero el papel de
Oxtiern es de una atrocidad escandalosa. Es ms per
verso, ms vil que Lovelace, pero no ms amable.
Un incidente estuvo a punto de echar a perder la
segunda representacin de la obra. Cuando daba co
mienzo el segundo acto, un espectador descontento o
malintencionado, aunque sin duda alguna indiscreto,
grit: Bajen el teln!. Se equivoc, pues no le esta
ba permitido exigir la interrupcin de la obra. El tra
moyista cometi el error de obedecer esa orden aisla
da y baj el teln algo ms de la mitad. Finalmente,
muchos espectadores, despus de hacerlo levantar,
gritaron: Que lo echen!, refirindose al ruidoso
provocador. Tambin se equivocaron, pues nadie tiene
derecho a echar del espectculo a un hombre porque
ste haya emitido su parecer. A resultas de aquello hu
bo una especie de divisin entre los all reunidos. Una
minora nfima dej or tmidos silbidos, de los que el
autor fue compensado por los repetidos aplausos de
la mayora. Tras la representacin se requiri la pre
sencia del autor: era el seor de Sade.
108
en Suecia, y habra hecho que le contara su historia.
En este cuento, Ernestina muere, asesinada por su pa
dre, quien, l final del relato, le concede a Oxtiern la
libertad que ha obtenido de manos del rey.
109
obra. Le diris que, de as desearlo, har el mismo pa
pel que desempe en Versalles (el de Fabricio), pero
que, de todos modos, me comprometo a ir en persona
a Chartres para que la repongan. Tengo el honor de
daros las gracias y de saludaros de todo corazn.
Sade
io de Pluvioso, ao VI, Versalles
rio
ra de los acontecimientos del cielo. Ocupado en
asuntos tan serios, en clculos tan interesantes y siem
pre tan justos, no es disculpable que el ciudadano
Lalande se haya equivocado acerca del nombre de la
herona de Beauvais, cuando casi todos los historiado
res modernos le facilitan el camino hacia ese error?
Le ruego pues que me perdone si, no tanto por dar a
conocer esa ligera falta cuanto por concederle la in
mortalidad al verdadero nombre de la herona, pruebo
que aquella nia jams llev el nombre de Hachette.
Al tratar este tema en una comedia que se ley
en el Teatro Francs el 24 de noviembre de 1791, me
preocup por tomar las precauciones ms exactas a
fin de esclarecer los hechos histricos que le ataen.
Segn Hnault, Garnier y algunos otros, habra sido
muy sencillo que yo hubiera pensado, como el ciuda
dano Lalande, que aquella mujer se llamaba Jeanne
Hachette; pero para estar ms seguro del hecho, cre
mi deber consultar, en Beauvais mismo, los reales
despachos concedidos por Luis XI a la ilustre guerre
ra de esta ciudad y depositadas por ahora en el ayun
tamiento. Las he trascrito y algn da han de ser lite
ralmente impresas junto con mis obras. He aqu lo
que hall en tales cartas y lo que creo mi deber expo
ner aqu para darle a lo que he establecido toda la
autenticidad que debe poseer la osada literaria de
hacer un reproche a sabios tales como Garnier, H
nault, Lalande, etc.
Tras el protocolo de costumbre, as es como se
expresa Luis XI en los reales despachos concedidos a
la herona que nos ocupa: Certificamos que por con
sideracin de la buena y virtuosa resistencia hecha el
ao pasado (1472) por nuestra querida y bienamada
ni
Jeanne Laisn, hija de Mathieu Laisn, residente en
nuestra villa de Beauvais, ante los borgoones..., etc.
He ah lo bastante para conocer, de manera indis
cutible, el nombre de la clebre muchacha que al fren
te de las mujeres de la villa rechaz con vigor, desde
las murallas de Beauvais, a las tropas del duque de
Borgoa. El resto de esos despachos slo tiene por ob
jeto conceder a Jeanne Laisn y a su amante Colin Pi
lon las recompensas y los honores debidos a su valero
sa accin.
Ruego a quienes desearen poner en tela de juicio
esta verdad que se tomen la molestia de verificar, co
mo yo lo hice en Beauvais, los reales despachos que
cito y ya no contradirn un hecho establecido sobre
tan slidas pruebas.
Sade
Ciudadano representante:
Debo comenzar por daros mil gracias y mil ms
por el honor que habis tenido a bien hacemos lti
mamente al venir a Saint-Ouen y al mismo tiempo
112
testimoniaros mi pesar por no haberme encontrado
all. Mucho deseara, y en vuestra casa estuve para
rogroslo, que tuvierais la gentileza de advertirnos
cuando os decidis a resarcirnos.
Ahora tengo que comunicaros otra cosa, sta es:
Todos vosotros, ciudadanos representantes, sois
de la opinin, y todos los buenos republicanos pien
san del mismo modo, de que una de las cosas ms
esenciales estriba en avivar el espritu pblico gracias
a los buenos ejemplos y los buenos escritos. Se dice
que mi pluma posee energa, y m i novela filosfica27
as lo ha probado: ofrezco, pues, mis valimientos a la
Repblica, y los ofrezco desde el fondo de m i corazn.
Desventurado como fui bajo el Antiguo Rgimen,
bien sabis cmo temo el retorno a un orden de cosas
del que yo sera indefectiblemente una de las prime
ras vctimas. Los valimientos que ofrezco a la Repbli
ca no son por inters alguno; se me trazar un plan,
lo cumplir, y me atrevo a creer que en forma satisfac
toria. Pero os suplico, ciudadano representante, que
una horrorosa injusticia deje de enfriar en m los sen
timientos que me inflaman: por qu se pretende que
me quejo de un gobierno por el que dara mil veces la
vida, si mil vidas tuviere? Por qu desde hace dos
aos me arrebatan todos mis bienes y por qu, desde
entonces, se me reduce a la indigencia sin que haya
yo merecido tan horrible trato? No os convence el
que en lugar de emigrar no haya dejado de aplicarme
a todo, durante los aos ms terribles de la Revolu
cin? No se poseen de ello las pruebas ms autnti
cas? Y as, pues, si estn convencidos de m i inocencia,
114
lo lleva a su hogar e inspira a su familia, y los efectos
son mucho ms duraderos, mucho ms ardientes que
los que en l encienden por un instante los artculos
de los peridicos o las proclamas, porque en el teatro
la leccin se da con el ejemplo y l la retiene.
El tema de mi tragedia no est tomado de los
acontecimientos cotidianos, tan prximos a nosotros.
Nunca el espectador otorga a esos acontecimientos
esa especie de inters que le inspiran los de la histo
ria antigua; adems, teme la sorpresa, teme el deseo
que podamos tener de engaarlo, y la escena queda
desierta a la segunda representacin, ya lo hemos
visto. Mi texto ha sido elegido de la historia de
Francia; es la forma de interesar ms vivamente a los
franceses. Est tomado del reinado de Luis XI, en la
poca en que Charles, duque de Borgoa, quiso ase
diar la villa de Beauvais, que Jeanne Laisn, a la cabe
za de todas las mujeres de la villa, defendi con valen
ta y la arrebat a los objetivos del opresor. Slo el
amor a la patria inspir a esas valientes ciudadanas y
se es el nico sentimiento que durante mis cinco
actos les atribuyo. Eran acaso susceptibles de otro
bajo un tirano como Luis XI? Me he guardado de
decirlo y de probarlo, y mi obra es en ese sentido la
escuela del patriotismo ms puro y desinteresado.
Tanto el republicano como el realista slo vern eso y
todos han de decir: el patriotismo ha sido siempre la
primera virtud de los franceses; no desmintamos el
carcter nacional. Tambin se am a la patria bajo los
tiranos; ammosla pues cuando la temamos, dir el
republicano; ammosla aun cuando los deseemos,
dir el realista; pero aprendamos cul es el peligro
que nos aprontan. De modo que mi pieza es esen-
115
cial... es buena... es til desde cualquier punto de vista
y posee, como acabo de decir, ms que las obras de
situacin, el enorme inters de lo antiguo y la certi
dumbre de que no es uno de esos medios con los que
el republicano sonre y el realista se mofa.
Tal es, ciudadano representante, la obra que
deseo examinis. Si la lectura, cuyo permiso os pido
para realizarla, os complace; si hallis que mis inten
ciones son buenas, entonces creo que sera esencial
apresurar su representacin, es el momento... el mo
mento preciso, y en tal caso tendris a bien disponer
que se ordene, por quien corresponda, al Teatro Fran
cs que sea aprendida y representada de inmediato.
Esta orden es indispensable para prevenir las demo
ras de los comediantes, los cuales, cuando una obra
no les gusta, o bien la rechazan, o bien hacen deses
perar al autor con sus insoportables retrasos.
Os pido perdn por una carta tan larga, ciudada
no representante, pero creo que los detalles que con
tiene no han de disgustar a quien, como vos, tanto
ama a la Repblica y a las artes. Permitidme que le
ponga fin ofrecindoos el homenaje de mi reconoci
miento ms respetuoso. Salud y veneracin.
Sade
A 9 de Vendimiario, ao VIII
8 de Brumario, ao VIII
Sade tiene el honor de asegurarle al ciudadano
Goupilleau su respeto. Le suplica tenga la complacen-
116
cia de ocuparse de estas dos peticiones: una para la
comisin encargada de las cancelaciones y la otra para
el ministro de Justicia.
Aguarda la fecha que el ciudadano Goupilleau
tendr a bien indicarle la lectura de Sige de Beauvais;
es menester que la pieza sea leda por el propio autor.
Sade quedar por dems satisfecho si el ciudadano
Goupilleau rene en su casa, el da sealado, a algu
nas personas que se hallen en la misma disposicin
que el ciudadano representante para juzgarla. De gus
tar, es necesario que el gobierno la haga representar
sin ms explicaciones como pieza patritica. Sin esto,
no llegaremos a ninguna parte, y pasar el momento
de representarla; nuestras victorias ya la han hecho
envejecer un poco.
Salud y respeto.
Sade
117
de-Fer-Saint-Sulpice. Su amor por el teatro y su talen
to como autor y actor le resultaron muy tiles, cuan
do preso en Charenton le endulzaron su cautiverio.
Madame Cochelet,
dama de la reina de Holanda
Espectculo del 23 de mayo de 1810
Muy seora ma:
El inters que parece habis tomado por las
recreaciones dramticas de los residentes de mi casa
n9
Os quedar muy reconocido si no los rechazis.
Aceptad el homenaje de vuestro devoto servidor.
Sade
120
Mme de Huteuil 5 asientos
M. le Roi 2 asientos
Mme Urbistandos 6 asientos
M. Vivet 2 asientos
M. Chapron 3 asientos
M. Veillet 4 asientos
M"" Marchand 2 asientos
M. le Couteux 2 asientos
M. Florimond 2 asientos
Tres damas de Nogent 3 asientos
M. Flandrin 1 asiento
90 asientos29
Empleados de la casa 36 asientos
Enfermos 60 asientos
i86 asientos
121
Muy seor mo:
Permitidme que me justifique, como os lo tena
prometido, con respecto al altercado que tuve con
monsieur de Sade.
l me dijo delante del monsieur Veillet, que hi
ciera algo necesario para la decoracin, y como yo le
di la espalda para ir en busca de lo que me peda, me
tom bruscamente de los hombros y me dijo: Seor
tunante, tenga la bondad de escucharme. Le respon
d con tranquilidad que se equivocaba al hablarme as,
puesto que me dispona a cumplir con su voluntad;
me contest que eso no era cierto, que yo le haba
dado la espalda por impertinencia y que yo era un bri
bn al que hara que le diesen cincuenta bastonazos.
Entonces, monsieur, se me acab la paciencia y no
pude impedir responderle en el mismo tono con que
l me haba hablado. Debo informaros que desde ha
ce varios das ya no he vuelto a casa de monsieur de
Sade, porque estoy harto de sus brutalidades. Reco
nozco que ha tenido algunas bondades para conmigo,
pero yo, monsieur, bien que se las he pagado con mi
celo en el cumplimiento de todo aquello que pudiera
serle til o satisfacerle.
La sociedad es un intercambio de favores, y me
atrevo a decir en voz alta que he hecho por monsieur
de Sade tanto como l por m; porque, despus de to
do, l apenas si me ha dado de comer alguna vez. Es
toy harto de pasar por lacayo suyo y de ser tratado co
mo tal, siendo que mis servicios los prest slo a ttu
lo de amigo.
De todo lo cual resultar que monsieur de Sade
no ha de darme ms papeles..., etc.
122
He aqu, por ltimo, la carta del doctor Royer-Co-
llard, mdico jefe del hospicio de Charenton, en la que
ataca con violencia al marqus de Sade:
124
no basta para estremecer la imaginacin de aquellos
que no l ven?
Espero que vuestra excelencia considere que
estos motivos son lo bastante poderosos como para
ordenar que se le asigne a monsieur de Sade un lugar
de reclusin que no sea el hospicio de Charenton. Re
novar la prohibicin de que se comunique en modo
alguno con las personas de la casa sera en vano, pues
esa prohibicin no se llevara a cabo mejor a como se
hizo en el pasado y siempre tendran lugar los m is
mos abusos. No pido que se lo devuelva a Bictre, en
donde estuvo anteriormente, pero no puedo dejar de
reiterar a vuestra excelencia que una crcel o una for
taleza le convendran mucho ms que un estableci
miento consagrado al tratamiento de enfermos, que
exige una vigilancia constante y precauciones morales
muy delicadas.
Tengo el honor de ser, con profundo respeto,
Monseor, el muy humilde y obediente servidor de
vuestra excelencia.
Royer-Collard, D.M.
I25
Esquirol proporcion la historia completa del estable
cimiento donde estuvo encerrado, como medida de
orden pblico, el marqus de Sade. Vamos a elegir los
elementos principales de su brillante trabajo30:
30. Cf. Esquirol. Des maladies mentales, tomo II, pg. 561 y
siguientes.
126
informar de inmediato al ministerio del Interior acer
ca de la administracin econmica de ese estableci
miento. Pero el informe nunca fue presentado y
nunca pudo hacerse. El artculo 50del mismo decreto
estableca que la escuela de medicina de Pars redac
tar un reglamento adecuado para regularizar los di
versos servicios de Charenton. Este reglamento no se
redact y M. de Coulmier se mantuvo independiente,
como dueo absoluto, vigilante supremo de la admi
nistracin y del servicio mdico.
As, cuando hubo muerto Gastaldy, a comienzos
de 1805, de Coulmier no quiso que hubiera sucesor
de ese mdico; para que se nombrara al seor Royer-
Collard mdico jefe de la casa de Charenton fue me
nester que interviniese la escuela de medicina.
A falta total de reglamento, el mdico jefe qued
sin autoridad real por causa de la supremaca que el
director se haba arrogado. Preocupado por la aplica
cin de medidas morales como una de sus atribucio
nes ms importantes, el director crey haber hallado
en las representaciones teatrales y el baile un remedio
soberano contra la locura. Instituy los bailes y espec
tculos en la casa. Dispuso, encima de la antigua sala
del hospital del cantn, convertido en sala para m uje
res enajenadas, un teatro, una orquesta, un patio de
butacas y, frente al escenario, un palco reservado para
el director y sus amigos. Frente al teatro y a ambos la
dos del mismo, haciendo un voladizo sobre el patio de
butacas, se elevaban unas gradas destinadas a alber
gar a la derecha a unas quince o veinte mujeres y a la
izquierda a otros tantos hombres, ms o menos priva
dos de razn, dementes casi todos y habitualmente
tranquilos. El resto de la sala o patio de butacas lo ocu
paban personas ajenas a la casa y un reducido nme-
127
ro de convalecientes. El celebrrimo Sade era el orga
nizador de las fiestas, las representaciones y las dan
zas a las que nadie se avergonzaba de invitar a baila
rinas y actrices de los pequeos teatros de Pars.
Protegido por el director, el marqus de Sade pu
do durante cierto tiempo seguir entregndose a sus
placeres de director teatral. Pero el terrible Royer-Co-
llard vigilaba: volvi a quejarse y los espectculos fue
ron suprimidos por un decreto del 6 de mayo de 1813.
Hay en Juliette algunos rasgos nuevos de una dra
maturgia sdica.
G. A.
128
NDICE
.
F
Term inam os los trabajos de edicin de este
libro durante la prim era sem ana de abril de
2 0 0 6 , cosa que no hubiera sido posible sin
la involuntaria a la vez que tenaz
colaboracin de los H erm anos Maristas.