Cómo Integrar Tu Sombra PDF
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ASIN: B0142KFZ9E
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NDICE
Introduccin
Captulo 1. Conociendo tu lado oscuro
Captulo 2. Confrontacin con el mal
Captulo 3. Lucha entre la luz y las tinieblas
Captulo 4. Apocalisis de San Juan
Captulo 5. El esptitu de Saturno
Captulo 6. La noche oscura del alma en el proceso de individuacin
Captulo 7. Saturno en la astrologa moderna
Bibliografa
INTRODUCCIN
E ste libro trata sobre la oscuridad que habita en cada uno de nosotros, a la que,
inspirado por F. Nietzsche, C. G. Jung denomina sombra, y sobre la
importancia de integrarla en nuestra consciencia en el proceso de convertirnos
en seres completos. Nuestro estudio se apoya en los descubrimientos del psiquiatra
suizo C. G. Jung y en los desarrollos posteriores de la Psicologa Analtica, si bien
hemos intentado que el texto no resulte demasiado tcnico, con la intencin de que sea
lo ms divulgativo posible. Para ello, nos hemos servido, entre otros recursos, de
multitud de ejemplos extrados del anlisis de sueos de diferentes personas, de
conflictos culturales y polticos, de las fases de la obra alqumica de transformacin del
plomo en oro, as como del camino descrito por msticos como San Juan de la Cruz.
Siguiendo este mismo esquema, Wolfgang Giegerich (1991 citado en Robertson, 2002,
pp. 132-133) divide la integracin de la sombra en las siguientes etapas: a) Fase de
cruzada o el enemigo: En esta fase el enemigo se encuentra siempre fuera de nosotros.
Esta fase, segn Giegerich (1991), se caracteriza por la presencia de miedos
irracionales ante todo aquello que resulte desconocido (personas, culturas, etc.). b)
Fase de caza de brujas o hertica: La proyeccin de la sombra se ha retirado lo
suficiente y ahora el enemigo se percibe en el crculo de conocidos (familiares
dscolos, enemigos, jefes, etc.). Se asocia con el rechazo y la repulsa. c) Fase
subversiva o de renegado: El individuo es consciente de que la sombra est en todas
partes, tambin en l, y aparece una actitud cnica. d) Fase de mea culpa: En ella la
consciencia del individuo reconoce la existencia de la sombra en s mismo y aparece la
culpa. e) Fase de hospitalidad o de integracin: La consciencia se percata de la
arrogancia inherente a la etapa anterior, y se produce una diferenciacin entre los
contenidos de la sombra y el yo. De ese modo, la persona sabe qu parte de la realidad
que l percibe tiene que ver consigo mismo y qu parte es objetiva.
He incorporado a esta obra la primera parte del texto de mi opera prima, titulada El
retorno al Paraso Perdido, con las debidas correcciones, ampliaciones y
actualizaciones. Asimismo he reunido todos aquellos artculos, ensayos y conferencias
sobre la sombra que he ido realizando o impartiendo durante los ltimos veinte aos.
Espero que el lector encuentre en este libro un manual sencillo, de utilidad prctica, y
un revulsivo que le ayude a integrar la cara oscura de su personalidad.
CAPTULO 1
CONOCIENDO TU LADO OSCURO [1]
Y esto an, aunque las palabras pesen duramente sobre vuestros corazones:
Peligrosas y malas son solo aquellas tristezas que uno arrastra entre la gente para mitigarlas; como
enfermedades tratadas de manera superficial y necia, se retiran un instante para volver a presentarse e
irrumpir de forma mucho ms temible; y se acumulan en el interior, y son vida, vida no vivida, vida rechazada
y perdida, por la que se puede morir.
"Mas apenas acababa de irse el mendigo voluntario y volva Zaratustra a estar solo consigo mismo cuando
oy a su espalda una nueva voz: sta gritaba Alto! Zaratustra! Espera! Soy yo, oh Zaratustra, yo, tu
sombra!
(...) Quin eres?, pregunt Zaratustra con vehemencia, qu haces aqu? Y por qu te llamas a ti mismo mi
sombra? No me gustas
(...) Contigo he andado errante por los mundos ms lejanos y fros, semejante a un fantasma que corre
voluntariamente sobre tejados invernales y sobre nieve.
Contigo he aspirado a todo lo prohibido, a lo peor, a lo ms remoto: y si hay en m algo que sea virtud, eso es
Contigo he quebrantado aquello que en otro tiempo mi corazn vener, he derribado todas las piedras
sealadoras de confines y todas las imgenes, he perseguido los deseos ms peligrosos, -en verdad, por
encima de todos los crmenes he pasado alguna vez.
Contigo perd la fe en palabras y valores y en grandes nombres. Cuando el diablo cambia de piel, no se
despoja tambin de su nombre? El nombre es, en efecto, tambin piel. El diablo mismo es, tal vez, piel.
(...) Ay, dnde se me han ido todo el bien y toda la vergenza y toda la fe en los buenos! Ay, dnde se ha ido
aquella mentida inocencia que en otro tiempo yo posea, la inocencia de los buenos y de sus nobles mentiras!"
D edicamos gran parte de nuestra vida a definir quines somos en relacin con
el mundo y con las dems personas. Durante la infancia consideramos que lo
ms importante es sentirnos seguros, amados y protegidos por nuestros
padres, familiares y amigos. Al llegar a la adolescencia, vemos el mundo como algo
desconocido y misterioso, que nos produce un sentimiento contradictorio de miedo y de
curiosidad. Intentamos separarnos de nuestros padres, asumiendo ciertos riesgos, y en
el proceso de descubrir quines somos vamos creando nuevas relaciones sociales y
formas diferentes de ver el mundo. Puede que nos equivoquemos en ms de una
ocasin, o en muchas, incluso que atravesemos situaciones peligrosas y/o dolorosas,
pero, poco a poco, vamos ganando confianza en nosotros mismos, nos sentimos seguros
de quines somos y tenemos claro hacia dnde nos dirigimos.
Cuando, por fin, tras mucho empeo y con grandes dosis de esfuerzo, hemos logrado
todo aquello que habamos deseado, embelesados por el xito -profesional, familiar,
social, etc.-, las cosas se empiezan a torcer, y tenemos la impresin de que todo
conspira para que, justo aquellas metas que nos habamos propuesto y que
considerbamos de la mayor importancia para nuestra vida, se nos escapen sin remedio.
Es entonces cuando el lado oscuro de nuestra personalidad hace acto de presencia. La
sombra est constituida, por tanto, por todo aquello que hemos rechazado, reprimido o
suprimido para adaptarnos a las expectativas de las personas que han tenido un papel
determinante en nuestro desarrollo. Los contenidos rechazados por nuestra consciencia
suelen ser aquellos que no estn bien vistos por la sociedad en la que vivimos:
pensamientos, sentimientos, ideas, aptitudes, percepciones, emociones u ocurrencias
que pueden ser mal acogidas en nuestro entorno inmediato (Monbourquette, 1999). En
este sentido, me viene a la memoria la situacin de un joven estudiante de medicina. La
madre era mdico de profesin y quera que su hijo siguiese el mismo camino
profesional que ella, porque de ese modo "tendra un futuro provechoso y seguro". Sin
embargo, el joven detestaba la medicina y lo que realmente le gustaba era la historia.
As que, para adaptarse a las expectativas de su familia, reprimi sus opiniones, deseos
y aptitudes relacionadas con la historia hasta que la situacin se hizo insoportable y el
conflicto emergi mediante un sabotaje a su voluntad consciente. No lograba aprobar
una asignatura, por ms que se esforzara en estudiar, y los padres empezaron a
preocuparse por la situacin. Cuando vino a hablar conmigo, me expres que nunca le
haba pasado algo semejante, que l no careca de las capacidades para estudiar pero
que no se explicaba cmo se le haba atravesado aquella asignatura. Durante nuestra
conversacin surgi el autntico conflicto y, una vez reconocido conscientemente (la
sombra), pudo tomar una decisin ms acorde a sus deseos y aptitudes. As, pese a las
resistencias por parte de sus padres, el joven decidi dejar la carrera de medicina y
comenzar los estudios de historia, dando as un giro radical a su vida.
Como vemos en el ejemplo del joven estudiante, la sombra nos enfrenta a un autntico
conflicto. Nos confronta a un adversario que, las ms de las veces, se nos aparece como
entidad externa. Quizs adopte la forma de un padre oponente, un hermano desquiciado,
un agente tributario, un cliente, un contrincante, un profesor autoritario, un compaero
de trabajo, o, tal vez, se nos presente como una situacin inesperada, cual un rapto
inconcebible, una prdida de trabajo, una ruptura de pareja o un hecho "imposible". Sea
como fuere, ese otro que nos confronta a las mayores de las penalidades es nuestro
hermano gemelo. Toda tentativa de controlar y expulsar nuestra sombra est abocada al
fracaso, pues har que sta se muestre de mil y una forma distintas, cada vez ms
renovada y con un exultante y revitalizado vigor. Los intentos por mantener la sombra o
lado oscuro en las tinieblas del psiquismo terminan por escindir nuestra personalidad
en dos. Una escena cinematogrfica que ejemplifica este conflicto la encontramos en la
pelcula Gladiator, cuando el gladiador Mximus, quien haba pasado por las mayores
calamidades a causa de su sombra o adversario, se enfrenta a ella, al emperador de
Roma, al final de la pelcula. El hroe es herido en un costado, justo antes del combate,
lo que es propio del adversario, y, finalmente, ingresa en los Campos Elseos, tras su
muerte en la arena. Es decir, en esa lucha tiene lugar una muerte para con el mundo de
la manifestacin, y un renacimiento en los Campos Elseos, lo que es smbolo de una
muerte de aquello con lo que nuestro yo se identifica y, por lo tanto, de lo que creemos
ser y conocer, y un renacimiento y entrada de la consciencia en el desconocido mundo
de lo inconsciente, el goethiano reino de "las Madres".
El principal error que se comete, cuando uno entra en contacto con su sombra, es el
pretender su inexistencia, y tratar de escapar a la tensin que genera su admisin.
Sostener la tensin de opuestos y mantenerse firme en ella, cual Sansn bajo los pilares
del templo, es un acto difcil de soportar. Dado que la solucin a esta oposicin no
puede alcanzarse por una va racional, sino, ms bien, a travs de una entidad superior,
que engloba a ambos opuestos y realiza una sntesis a-racional, no es de extraar que,
en los momentos de mxima tensin, lo inconsciente genere una imagen circular, que en
oriente se denomina mandala. Tanto en sueos, cuanto en expresiones artsticas o en
manifestaciones de toda ndole, aparece esta figura. O la unin de opuestos en la forma
de una hierogamia divina o boda mstica. Esto significa que, tras la confrontacin con
nuestra sombra, la personalidad se ampla y adquirimos una nueva identidad que no
coincide ni con la persona que una vez cremos ser, ni con los aspectos y contenidos de
la sombra. La nueva identidad se compondr de una fusin de nuestro previo
autoconcepto y de aquellas cualidades de la sombra que antes permanecan ocultas,
desconocidas e irrealizadas pero que nos hacen falta para el desarrollo pleno de
nuestra personalidad.
Inicialmente, como hemos mencionado, existe una ausencia completa de distincin entre
el beb y su madre. Es decir, el beb no es capaz de diferenciar entre el cuerpo de la
madre y el suyo propio, como no distingue entre sus propias necesidades y las de su
madre. Desde luego, aventurarse en estos parajes primigenios, es una empresa dejada
en manos de la imaginacin y la especulacin. Y poco ms, con certeza emprica, se
puede decir de este pre-nacimiento del yo, que
de su pervivencia despus de la muerte: realmente casi nada. Solo con cierta
probabilidad podemos conjeturar que, en este albor filogentico, la conciencia se
encuentra inmersa en el magma primigenio, en una especie de poca del sueo, donde
el feto y, al poco, el recin nacido, quizs buceen en las aguas madre de su psiquismo
arquetpico, ajenos al mundo objetal (de los objetos)-objetivo (independiente del sujeto
que conoce), en el sentido en el cual lo reconocen en futuras etapas evolutivas. Estara
como en una cpsula psquica que, para lo que despus resulta la aprehensin del
mundo externo, sera una situacin muy parecida a un autismo. Posiblemente, el mundo
externo, en esta etapa primitiva, sea una representacin de preformas arquetpicas. Un
mundo vivido como vive despus el adulto los sueos, siendo el nacimiento el primer
despertar, an durante un tiempo ms sostenido en duermevela, desde ese ocano
primordial a la superficie de la conciencia, que empieza a apoyarse en la orilla seca.
El mbito junguiano, bastante influenciado por Freud en este punto, as como
psiclogos transpersonales como Stanislav Grof (1988) o el filsofo creador del
modelo integral de psicologa, Ken Wilber (1996), describen un estado pleromtico
del beb, desde el que, poco a poco, a travs de un estadio que Wilber (1996)
denomina prepersonal, se produce una frontera entre un yo propio y una especie de yo
ajeno. Es necesario distinguir la enorme diferencia base que supone esta etapa
primitiva pleromtico-autista de la indeterminacin de fronteras yoicas, lo que tiene
lugar despus a travs de los naturales y universales mecanismos de proyeccin
introyeccin. Pues sera absurdo hablar de fusin y confusin con ningn objeto
externo, lase por antonomasia la madre, en tanto en cuanto las cualidades de ese objeto
no pueden ser introyectadas, sencillamente porque an no son ms que tenuemente
percibidas.
Es solo despus de atravesar este estadio original, que el nio comienza a dividir la
realidad originaria en tres partes de creciente diferenciacin: el mundo externo, el
mundo interno y el yo. En los nios ms extravertidos, el mundo inte-rior se ir
escondiendo poco a poco detrs de las conspicuas figuras objetales de su entorno, que
aprendern a reconocer con ms inters "objetivo" que sus contrapartes los
introvertidos. Para stos ltimos, los contenidos de la edad del sueo les sern cada
vez ms diferenciados del entorno concreto, sin dejar de serles fundamentalmente
atractivos.
De pequeos aprendemos que ciertas conductas son reprobadas por nuestros padres,
mientras que otras son elogiadas. Segn ensea la experiencia y el anlisis conductual
aplicado, los nios necesitan del elogio y la amonestacin por parte de sus padres para
recordar (y aprender) qu comportamientos son correctos, socialmente adecuados y
adaptados y cules no lo son. Despus de un tiempo, el nio deja de necesitar ya el
recordatorio de sus padres y termina por introyectarlos o escucharlos en su interior. Se
ha formado el supery freudiano. No es nada inslito observar cmo los nios, al
realizar alguna travesura, se dicen a s mismos, en voz alta: nio/a malo/a. No
obstante, no debemos olvidar la existencia de una prefiguracin inconsciente o imagen
del padre en el nio. Por lo tanto, la interiorizacin, en realidad, ya posee un molde
arquetpico originario.
Lo que de nios nos sucede, es decir, aquella posibilidad que se nos apareca entre
comportarnos bien (de acuerdo a las expectativas del ambiente) o mal (en contra de lo
que se espera de nosotros) acaba por desaparecer. Se va forjando, con el desarrollo del
yo, una mscara[2] a travs de la cual nos relacionamos con el mundo y logramos una
adaptacin al ambiente social.
Pero aqu se genera un problema mayor y ms grave. Si la persona en la que nos hemos
convertido se desva demasiado de nuestro ser esencial o nuclear, del S-mismo o
personalidad total, aparece entonces una figura compensatoria en lo inconsciente, a la
que Jung (1999) denomin sombra. Toda vida no vivida, nuestras pautas de conducta
reprimidas, negadas, juzgadas impropias y sojuzgadas se congregan en torno a un
ncleo arquetpico. Todo lo que consideremos como que no nos pertenece se acumula
alrededor de ese centro.
Esta figura aparece en sueos durante los procesos de anlisis, normalmente como ente
del mismo sexo que el soador. Sin embargo, las tempranas figuras de la sombra estn
poco definidas y con frecuencia adoptan formas no humanas. Pues cuanto ms alejado
de la conciencia est el complejo o ncleo afectivo y los contenidos que giran en torno
suyo, tanto ms inusual, grotesco, poderoso, endemoniado, posesivo y numinoso es su
smbolo.
Pelculas como Alien, el Hombre lobo o Drcula son claros ejemplos del estado de la
sombra del ser humano en la actual sociedad occidental. Mxime el ndice elevado de
audiencia del que disponen. En este sentido, Robertson (2002, pp. 46-49) afirma que en
nuestra era espacial los extraterrestres constituyen una de las formas en las que se
expresa la sombra en sueos y en pelculas de ciencia-ficcin. As, mientras que las
primeras pelculas sobre OVNIS, como Encuentros en la tercera fase, representaban al
arquetipo del S-mismo (el ncleo o el eje central de la personalidad, alrededor del
cual gira la vida de los individuos), en los ltimos aos se ha producido un giro y, en su
lugar, aparecen monstruos o engendros malvados que torturan, poseen o aniquilan a los
hombres que abducen. Veamos varios ejemplos de cmo se presenta el S-mismo y la
sombra en sueos con extraterrestres o seres teriomrficos (con forma animal):
Otra mujer, de mediana edad, so que una foca blanca, con la que ella se identificaba,
ascenda a la superficie del ocano y era daada por un espectro negro. La foca es un
animal huidizo, aceitoso, encerado, inaprensible, gil en el mar o en el ocano y torpe
en la tierra. Simboliza la virginidad lo que, junto al color blanco, enfatiza este aspecto
y, al tiempo, el bien o la bondad. En este sentido, se relaciona con su actitud,
identificada con el bien, evitando el mal a toda costa. Esta mujer se obligaba a realizar
el bien, a ser nutricia, amante y a darse a los dems, pero lo haca por temor al
desamor. Su actitud era la que ha caracterizado al cristianismo, en tanto que se
identificaba con el bien y evitaba el mal. Para ella, el mal era la privatio boni, es decir,
la privacin o ausencia de todo bien. Por eso siempre tena que hacer el bien, y evitar
el mal a toda costa. Pero, lo cierto es que, la figura de la sombra se ocultaba tras esa
compulsin y estaba daando la expresin de su personalidad total. El hecho de que la
figura de la sombra aparezca como un espectro es indicativo de lo lejana que sta
estaba de su conciencia. El animal acutico, gil en el agua y torpe en la tierra, era una
representacin de ella misma. Su intuicin introvertida, que le ligaba a las imgenes
primigenias, presida el trono de la conciencia, seguida muy de cerca por un
sentimiento extravertido. Pero la funcin de la sensacin extravertida y su pensamiento
introvertido le hacan moverse torpemente por el mbito terrestre. Su actitud de virgen
inmaculada era contrarrestada por una sombra espectral, el elemento opuesto,
precisamente el mal simbolizado por la figura de una ninfa. De hecho, el trmino
ninfomana es una palabra compuesta por dos elementos: ninfa y mana. Parece que el
furor orgistico femenino al que hace alusin esta palabra podra tener su origen en la
supersticin acerca de las ninfas. En este sentido Mircea Eliade (2000, p. 316) nos
explica cmo apareci la supersticin de que un delirio vaticinador se apodera de
quien ve salir una forma del agua. (...) La fascinacin de las ninfas trae pareja la
locura, la abolicin de la personalidad.
El simbolismo de las ninfas, aquellas divinidades de las aguas claras y de los lmpidos
manantiales, expresan el terror que acecha tras su candidez. Las ninfas cran y
engendran a los hroes, preparndolos para sus futuras hazaas en el periplo de su vida.
En este sentido, Mircea Eliade (2000) nos dice de las ninfas que son madres de los
hroes locales. Estas divinidades griegas eran bien conocidas por los hombres, quienes
las veneraban y ofrecan tributos. Segn nos relata Eliade (2000, p. 316):
Las ms famosas son las hermanas de Tetis, las Nereidas, o como las
llama todava Hesodo, las Ocenidas, ninfas neptnicas por excelencia.
(...) Las ninfas, una vez personificadas, intervienen en la vida del hombre.
Son divinidades del nacimiento (agua=fertilidad) y kourotrophoi, educan a
los nios, les ensean a hacerse hroes. Casi todos los hroes griegos han
sido educados por ninfas o centauros, es decir, por seres sobrehumanos que
participan de las fuerzas de la naturaleza y las controlan. Las iniciaciones
heroicas no son nunca familiares; en general, ni siquiera son cvicas,
no se hacen en la ciudad, sino en el bosque, entre la maleza.
Pero viven en cavernas, lugares oscuros y hmedos, lo que les confiere un aspecto
ctnico y temible. Eliade (2000, pp. 316-317) dice a este respecto que la gruta de las
ninfas es la forma ms profana, es decir, la ms alejada del sentido religioso
originario, del conjunto agua-gruta csmica, beatitud, fertilidad y sabidura. Estn,
pues, relacionadas con el nacimiento y, recprocamente, con la muerte. Son las
propiciadoras de la muerte-renacimiento. Pues la inmersin en sus cavernas y lmpidas
aguas representa la muerte del hroe para con el mundo de la manifestacin. La
atraccin que ellas suponen para el hroe, no deja lugar a dudas del peligro que acecha
tras una fachada de bondad y belleza excedidas. He ah el peligro que una actitud
bondadosa, atrayente y succionadora, supone para los dems, en especial para las
personas ms allegadas. De hecho, la reputacin que las ninfas tienen de ladronas de
nios, representa, en un lenguaje psicolgico, los peligros que entraa una actitud
ninfolptica en la educacin. Pues no permite que el nio que cada cual alberga en su
interior, es decir, su personalidad total, se despliegue y se manifieste. Y es que este
despliegue implica una necesaria lejana, una ruptura de esa atraccin fatal que se
apodera del joven hroe en su proceso de emancipacin. Sin embargo, si bien el hroe
se aleja de la madre real, de carne y hueso, en su viaje acaba adentrndose en los
dominios de la Gran Madre, precisamente en la caverna de las ninfas, de la cual habr
de salir renovado.
A medida que el proceso analtico progresa y, por ende, que el individuo toma contacto
con su otro yo, su alter yo, su hermano gemelo, las formas simblicas de la sombra se
van antropomorfizando y pasan de ser animales o figuras subhumanas o teriomorfas
(como vampiros, hombres-lobo, aliengenas, toros, etc.) a personajes de piel oscura (o
de piel clara, en el caso de los negros), considerados por la cultura del soante como
primitivos o moralmente inferiores (negros, indios, rabes, etc.).
Las siguientes escenas onricas pertenecen a un joven analizando, con dotes poticas, y
se relacionan con el inicio del perodo de anlisis tera-putico, en el que comenzaba a
concienciar los contenidos de su sombra. Rezan as:
Espectral panormica
Enigmtica visin onrica
De una joven conocida
a quien amar
De un primitivo de tez oscura
al que criticar.
Qu vergenza!
Qu inmundicia!
Qu obscenidad!
Qu carnalidad!
Este joven vio cmo todo un cmulo de barbaridades se iban agolpando y emergiendo
al mbito de su conciencia. Su carencia de perspectiva y el desconocimiento de su
propia naturaleza le impedan ver cmo fue que lleg a una situacin en la que todo
cuanto haca resultaba ser incorrecto y errneo para su propia esencia.
En el interior del vehculo, el soador encuentra a una mujer haciendo el acto sexual
con un negro, con un primitivo. La mujer disfrutaba del acto sexual. Esto simboliza que
su anima y su sombra estaban realizando un acto de connivencia. Su feminidad estaba
ms en consonancia con su sombra que con su actitud consciente, estrecha, limitada y
colectiva. Este joven no solo haba reprimido cualidades negativas, a favor de la tan
codiciada adaptacin al ambiente, sino que, la mayor parte de sus cualidades y
aptitudes positivas, no actualizadas, residan en la sombra. De ah que su anima
estuviera realizando un acto sexual placentero con su sombra.
Gran parte de los potenciales del soador haban sido ahogados por el ambiente
familiar y, la sociedad, despus, le presion para que llevase una vida extravertida,
opuesta a su natural tendencia introvertida y meditativa. Finalmente, pese a la
resistencia de su yo consciente, tuvo que aceptar que se haba convertido en su propio
enemigo, y que esa actitud era rechazada por su ser interior. Este demandaba una toma
de conciencia y una asimilacin de la sombra.
Resumiendo, si tenemos, pues, presente que la figura del negro representa la sombra
del soador y, por ende, todo el intrincado entramado de contenidos biogrficos que
permanecen y/o han permanecido fuera del mbito de la conciencia; considerando, al
tiempo, que la figura de la mujer es un smbolo del anima, aquella imagen que
simboliza lo inconsciente colectivo y sus constituyentes, los arquetipos, imagen que,
una vez concienciada, se convierte en funcin relacional para con los contenidos de lo
inconsciente colectivo y del centro nuclear de la personalidad o S-mismo, la
significacin del sueo se hace ms transparente.
La sombra tiene una relacin ntima con lo inconsciente colectivo, en tanto que bajo los
dominios de los contenidos personales de lo inconsciente personal (el subconsciente
freudiano) encontramos los residuos vitales y dinmicos de lo inconsciente colectivo
(los arquetipos). Dado que, la actitud del soador y su definicin de lo que es correcto,
de lo que l cree ser, frente a lo que cree no ser, resulta restringida, limitada y estrecha,
ms bien ajustada a las demandas familiares, primero, y sociales, despus, alrededor
del arquetipo de la sombra (en la imagen del sueo) se hallan multitud de posibilidades
de expresin que han sido reprimidas, encontrndose en un estado deplorable.
Pero no solo eso. Su neurosis hunda sus races en una actitud extravertida, obligada
por el ambiente familiar y las circunstancias concomitantes a aquel, que haba violado
su verdadera naturaleza introvertida, ms afn al mundo de la imaginacin y de la
fantasa que al estril y enfermo mundo social al que no le haba quedado otro remedio
que adaptarse... Muy a su pesar.
Ese sueo constituye, en s mismo, un claro ejemplo de lo que sucede cuando nuestra
actitud se opone y se aleja por completo de las necesidades ms ntimas de un
individuo. Todos, en mayor o en menor medida, hemos reprimido o negado partes de
nosotros mismos a lo largo del desarrollo de nuestro yo. Sin embargo, no todas las
personas se alejan tanto de su centro como para verse obligadas, por el estallido de un
trastorno mental, a tomar conciencia de ese alejamiento. Son aquellas personalidades
ms sensibles a la problemtica situacin del hombre occidental moderno, ms
sensibles a su enfermedad, las que se ven ante la necesidad vital de enfrentarse a su
persona, a aquella mscara que se han forjado con el fin de adaptarse a las expectativas
de una sociedad cada vez ms psictica, comenzando a partir de ese instante el camino
que les conduce hacia s mismos. Ral Ortega (s.f.), en su magnfico trabajo titulado De
nuevo Edipo: la actualidad de una ilusin, afirma:
Ms an, cuando la tela de araa tejida por las proyecciones se cierra sobre s misma,
englobando en su interior al individuo, ste termina por relacionarse con el mundo a
travs de un velo que lo cubre y lo incapacita para ver lo que se encuentra detrs de l.
En una palabra, el mundo que l ve no es sino el mundo de sus propias ilusiones, lo que
en lenguaje cinematogrfico viene representado por Matrix. Una metfora bastante
acertada, de cmo se produce el fenmeno de la proyeccin de la sombra en la realidad
exterior, sera considerar a la conciencia de un individuo que desconoce los contenidos
de su sombra como a un espectador que est mirando en la butaca de un cine las
imgenes que se proyectan en la pantalla. La imgenes proceden de lo inconsciente, de
la parte oscura y desconocida de su personalidad, que es el proyector que se encuentra
a sus espaldas, pero su consciencia ni siquiera lo sospecha. l piensa, con ingenuidad,
que las imgenes que observa en la pantalla (es decir, en la realidad en la que vive)
realmente estn ah y no se percata de que, lo que hay all fuera dista mucho de lo que l
cree ver y conocer.
Segn mis investigaciones, los casos de mximo alejamiento de uno mismo parecen
presentarse, con mayor frecuencia, en aquellos individuos cuya constitucin psquica
defiere, en gran medida, de la de sus familiares. As sucede cuando un nio introvertido
nace en el seno de una familia cuyos padres son extravertidos o viceversa. El ambiente
familiar obliga, en cierto modo, al nio a adaptarse a l, esgrimiendo un carcter que no
le es connatural. Cuando esta actitud se perpeta y se enfrenta a las expectativas de una
sociedad enferma, como la nuestra, el trastorno mental se agrava y acaba por irrumpir
de un modo violento, tal vez en una psicosis o en un encuentro terrible con lo
inconsciente.
De todos es conocido que, muchos de los criminales ms peligrosos han sido vctimas
de un ambiente hostil, que les ha obligado a violar su naturaleza, inicialmente ms
sensible, y, a la postre, han exteriorizado esa violacin de su propia naturaleza en actos
criminales. No es extrao que estos casos representen lo que en lenguaje comn se
denomina oveja negra de la familia. Esa sensibilidad mayor les hace captar la
sombra de todo el conjunto familiar, de modo que acaban por personificar el arquetipo
del chivo expiatorio. Recuerdo el caso de un varn en cuyas sesiones iniciales haba
exteriorizado un cmulo de contenidos inconscientes que pertenecan a toda su familia.
Su actitud hacia los miembros de su entorno familiar era insostenible y, por supuesto,
tambin con la sociedad. Su violencia haba adquirido proporciones descomunales, de
modo que se enfrent a su padre hasta el punto de que ste tema por su integridad
fsica. Su madre tema ser golpeada tambin por las tremendas irrupciones de violencia
que exteriorizaba contra todos los que le rodeaban. Su novia haba sido vctima de
malos tratos psquicos y fsicos. Al avanzar en la terapia se esclarecieron estas
actitudes antisociales y vandlicas. En este mismo sentido, Jerry Fyerkenstad (1993, p.
336-337), en Quines son los criminales?, sostiene:
Recuerdo el caso de un hombre, cercano a mi lugar de residencia, que era conocido por
haber vivido una infancia en el ambiente familiar paterno. Sus abuelos, sus tos y
primos vivan en un mismo recinto, donde las viviendas eran contiguas. De modo que
las relaciones con todos ellos fueron asiduas. Un da, este hombre me dijo que su
abuelo maltrataba violentamente a su mujer, con quien mantena relaciones sexuales tras
golpearla y arrastrarla. Estas escenas eran bien conocidas por sus hijos, pero las
mantenan ocultas a los ojos de la sociedad en connivencia con su padre. El miedo y la
vergenza les convertan en cmplices indirectos de estos maltratos. Su abuelo
mantena una reputacin social y un prestigio intachables, de modo que sus amigos y
clientes desconocan por completo su faceta de dspota, violento y sdico para con los
suyos.
Asimismo, haba vivido escenas de violencia y peleas continuas entre sus padres, e
incluso un intento de asesinato del padre a su hijo. Todas estas escenas, junto al
ambiente sumamente incestuoso y a las tendencias paraflicas inconscientes de varios
miembros de su familia, fueron el caldo de cultivo de una sombra cada vez ms
engrandecida.
Introduzco estos casos aqu porque son sumamente representativos. En una sociedad en
la cual la violencia y, su exteriorizacin en forma de agresividad compulsiva, se ha
convertido en prctica comn; donde la sexualidad se ha transformado en una obsesin,
las prcticas sexuales aberrantes son moneda comn. Julius vola (2005) ha sintetizado
muy bien la exaltacin morbosa del sexo y la mujer. As, afirma que:
Pero, no solo eso, sino que las formas corruptas de sexualidad, cuales son las prcticas
sadomasoquistas y otras parafilias, formas incestuosas extremas, son una muestra
plausible de cmo se pueden exteriorizar las energas procedentes de la sombra. De
acuerdo con Adolf Guggenblhl-Craig (1993, p. 172), en El aspecto demonaco de la
sexualidad:
As, por ejemplo, los casos de violencia contra la mujer son, en cierto modo, la
exteriorizacin de una sombra familiar de miembros que, por su parte, estn peleados
con su propio inconsciente femenino, permaneciendo ste en el mbito de la sombra y
viendo a la mujer como a una adversaria, como a una lamia. Dado que padres, tos y
primos, cual sucede con el caso del joven del sueo anterior, acaban por pertrechar un
acto de connivencia al mantener ocultas esas actitudes violentas y hostiles con la mujer,
finalmente incorporan en su sombra esos contenidos inconscientes. Y, como dicen los
autores Zweig y Abrams (1993), en el mentado libro sobre la sombra, que los
ambientes tensos nos obligan a establecer compromisos que tienen un enorme coste
personal.
Debido a que son las necesidades psicolgicas primordiales las que crean
estos puntos ciegos, resulta absolutamente necesario que la confabulacin
impida que la atencin perciba qu es lo que realmente est ocurriendo.
Descorrer los velos que restringen nuestra atencin equivaldra a dejar al
descubierto nuestras necesidades personales ms profundas (...) Pero bajo
la superficie de esa embarazosa alianza de inatencin suele bullir el
caldero de la ira, el resentimiento y el dao inexpresado, cuando no
completamente inadvertido.
Esto es lo que le sucedi al varn de cuyas escenas onricas nos hemos ocupado. La
sombra colectiva compartida por los miembros de su familia estaba expresndola de un
modo violento. No solo reproduca la vida no vivida por sus familiares, sino que, como
se pudo comprobar con posterioridad, los esquemas de sus padres y la vida que stos
no haban expresado lo conducan por un destino del todo desalineado con su ncleo
ms ntimo. De este modo, irrumpi la neurosis, destapndose lo que bulla en su
interior. De nio, sinti que jams cumpla las expectativas de sus familiares, lo que se
perpetu hasta el estallido de la neurosis. Comenz a desplegar una actitud vandlica,
antisocial, para, finalmente, convertirse en el chivo expiatorio, portador de las
proyecciones de la sombra familiar. Su madre lo llamaba criminal y despotricaba
contra l la barbarie que se hallaba, en verdad, en el interior de ella. En este sentido,
los autores Zweig y Abrams (1993) afirman que, el hogar familiar es el escenario
natural en el que tiene lugar la creacin de un yo y de una mscara con la que uno se
identifica. Un proceso en el que la sombra de los distintos miembros familiares
influyen poderosamente en la configuracin de la sombra individual, especialmente en
casos como el que nos atae, cuyos miembros son ajenos a los contenidos oscuros de su
inconsciente, tratando de ocultarlos, sobre todo en el miembro ms sensible a la misma.
Individuos como los de nuestro ejemplo han ido generando un cmulo creciente de
contenidos y energas potenciales de expresin insatisfechas, en torno a una sombra
cada vez ms crecida. La falta de un lugar donde trabajar con esos contenidos,
arraigados en lo ms primitivo de lo inconsciente colectivo y, una estructura yoica y
moral inestable y dbil, acaban por convertir al individuo en el espectculo aterrador
del posedo por las fuerzas del lado oscuro, para usar el lenguaje de la instructiva
pelcula La Guerra de las Galaxias. En definitiva, lo que subyace a todo acto atroz es
el ser arrastrados por las energas de lo inconsciente que, primero, el individuo
desconoce que le son consustanciales y, despus, por ende, no tiene idea de cmo
encauzarlas de un modo positivo y acorde a su naturaleza o personalidad total.
Cuando alguien no es capaz de admitir sus propios conflictos interiores, estos acaban
proyectndose al exterior y se reproducen en las situaciones ms variopintas. Todos
esos conflictos terminan por organizarse de una forma activa y se personifican en una
figura que los represente. De ese modo, a la conciencia le resulta aceptable admitirlos,
pues es otro el portador de sus oscuridades. Sin embargo, es bien conocido para el
psiclogo que todas las figuras y smbolos onricos pertenecen al soador. Pero es ms
probable que ste sea capaz de reconocer que existen primitivos que participan en
orgas sexuales salvajes, de tipo incestuoso, o que ciertos grupos satnicos realizan
prcticas sexuales aberrantes, que aceptar esos instintos en ellos mismos, por poner
algunos ejemplos actuales.
Esa imagen resulta ms tolerable para la conciencia, pues en realidad est lejos de la
imagen que uno tiene de s mismo. Cuando el soante se compromete conscientemente
con la figura del sueo, entonces empieza la lucha por la resolucin del problema. En el
caso de nuestro ejemplo, el soante era capaz de observar la escena, es decir, poda ver
sus oscuridades. Pero su actitud era de desprecio hacia ella, y no se comprometa, lo
cual equivale a un desprecio y una falta de compromiso para consigo mismo. De modo
que es la sombra la que le obliga a hacerle frente. As, todos sus conflictos irresueltos,
sus deseos reprimidos y sus posibilidades de expresin ahogadas por su ambiente,
estaban aflorando a la superficie, encarnndose en una situacin y en unas
circunstancias constringentes.
Esos conflictos y problemas provienen, de ordinario, de muy atrs, es decir, tienen sus
races en el temprano ambiente familiar. Pues no olvidemos que la sombra es la
representante de lo inconsciente personal y, por ende, los contenidos que giran en
derredor suyo tienen carcter biogrfico.
El siguiente sueo, que tuvo el mismo individuo poco tiempo despus del precedente,
nos muestra cmo, al entrar en conflicto con su alter yo, comienzan a aflorar contenidos
provenientes de la infancia y cmo estos estn enraizados en lo inconsciente colectivo.
La escena onrica es la siguiente:
Pretrito resurgir
a la infancia converger
escenas onricas varias
a idntica transformacin referidas;
Conversin escnica:
La ta comenta,
La madre completa
Ofrenda de grana
Afrenta consumada
Libido cercana
Del efebo procurada.
En el Prapo insinuada;
Contumelia probada
Contumacia censurada.
Trtese de un ratn?
Quizs de un cobayo?
Acaso de un humano
trasmutado en gazapo?
No!
La relea al completo
Que del pasado ha tornado
Y en monstruo se ha trocado.
Como podemos ver, la escena comienza con una regresin al ambiente infantil. Y, al
igual que en el sueo anterior, presencia una escena de acto sexual entre su anima y su
sombra. El retorno a la infancia es una inmersin en lo inconsciente personal,
inicialmente, lo que el autor denomina submundo.
Hay madres que acaban por odiar a sus hijos por su rebelda, desterrndolos del
mbito materno, destilando, al tiempo, hostilidad y frialdad. En otros casos, por el
contrario, y muy a pesar del hijo, cuando se produce una alianza inconsciente con ella
esta lo adula y lo convierte en su hijo-amante, lo que es sinnimo de inutilizacin como
ser independiente y autnomo. Robert Stein (1993, pp. 109-110), en El rechazo y la
traicin, afirma a este respecto lo siguiente:
Despus de profundizar en todo ello, el joven de nuestro ejemplo ingres en los lares
de lo inconsciente colectivo. All encontr al espritu de sus familiares, es decir, todo
aquello que las circunstancias no haban permitido que desplegara, as como los
conflictos irresueltos de sus padres, tos y abuelos. Pudo comprender que todas las
situaciones incestuosas que haba vivido, sus malas relaciones con la madre, en
definitiva, su complejo materno negativo radicaba en l. Pues como muestra el sueo,
exista una tendencia en l que lo llevaba a ingresar en el mbito de la Gran Madre, en
lo inconsciente colectivo, y este es un acto incestuoso.
Su lucha por la toma de conciencia lo condujo a extremos tales que las fuerzas iban
menguando. De hecho, correlativamente, comenz a hacer r-gimen y a limitar la
ingesta de alimentos, lo que le ayud a entrar en un perodo de introversin profunda.
Este sueo es un claro ejemplo de que tras la existencia del arquetipo de la sombra, se
abre paso un territorio virgen, inexplorado an por la conciencia del soador. Un
terreno ajeno a su biografa, que es precisamente la matriz de toda forma de
experiencia. Asimismo, muestra cmo el primer contacto con ese sustrato profundo, que
constituye la roca madre de los estratos ms superficiales de lo inconsciente, se
experimenta, por lo general, como aterrador, violento y, en cierto modo, negativo. Por
ese motivo se representa como un animal mitolgico que ataca al soador. Para la
conciencia el emerger de los contenidos de lo inconsciente colectivo es una experiencia
peligrosa. Se trata de los peligros del alma de los que habla el hombre primitivo. Es
una experiencia que amenaza la supervivencia del mundo de lo manifestado, es decir,
de la conciencia. La oscuridad amenaza con anegar el mbito de la luz. Sin embargo, lo
que muere en esos momentos es el yo antiguo, pues se vincula a un mbito mucho ms
extenso y desaparece la anterior sensacin de aislamiento y separacin. El centro
rector, despus de la transmutacin, se traslada a un ncleo al que Jung (1999)
denomin S-mismo.
Las imgenes de la sombra, que lo inconsciente produce en sueos, reflejan con gran
exactitud el problema al que se enfrenta la persona; en ellos encontramos el campo de
trabajo ms feraz para resolver los problemas con la sombra. Si en lugar de trabajar
con esos problemas en el proceso analtico, la sombra es proyectada al exterior,
entonces el mundo, y esos conflictos, son vistos y reproducidos en personas, situaciones
y circunstancias exteriores. En una ocasin conoc a un neurtico de mediana edad que
no haca sino criticar a los polticos y al resto de personas de nacionalidad espaola.
Al Estado le haba conferido la capacidad de resolver todos los problemas del pas (y
del mundo), proyectando en l el arquetipo del S-mismo. Se trataba de un argentino que
haba viajado a Espaa para trabajar y ganar un dinero que pudiera luego utilizar en su
pas, como consecuencia de la situacin de profunda crisis que atravesaba Argentina.
Sola hablar de los espaoles de un modo despectivo, llamndolos gallegos de
mierda. Cada vez que le suceda algn contratiempo, proyectaba en los otros su propia
incompetencia para resolver los problemas o realizar las oportunas gestiones. Su mal
carcter y su arrogancia inconsciente, disimulaba mal un sentimiento de inferioridad y
una inconsciencia de sus estados afectivos, saboteaban sus intentos de conseguir cuanto
se propona. Al tratar a los otros como un dspota, estos no hacan ningn esfuerzo por
ayudarle a conseguir sus objetivos. De igual modo, era muy comn que tratara con
desdn y desprecio a las personas acaudaladas. Sus propios deseos inconscientes de
obtener dinero y su sentimiento de incapacidad, junto con su frustracin por no haber
realizado nada de lo que hubiera deseado para s, llegando a ser un individuo
importante, eran proyectados en la figura del otro.
Aqu el problema reside en reconocer que esos deseos nos pertenecen. Lo cual requiere
de un esfuerzo moral y de un coraje sobresalientes. Bajo los ropajes de las miradas de
figuras que aparecen en los sueos, hallamos un factor arquetpico invariable,
inmemorial. Por tanto, la integracin de la sombra supone asimilar las experiencias y
conflictos que rodean a esta eterna imagen primordial, alrededor de la cual confluyen.
Cuanto menos encarnados estn estos contenidos en nuestra conciencia, tanto ms
trgica resulta nuestra vida. En su libro AION, Contribuciones a los simbolismos del
s-mismo, Jung (1998a, p. 24) afirma:
Sin embargo, cuando se logra reunir el suficiente valor y fuerza moral para
confrontarla, permitimos que se ample nuestro campo de visin cons-ciente, el yo se
expande y se hace permeable al "otro". Pues lo que antes rechazbamos como no
perteneciente a nuestra personalidad, ahora es parte integrante de nuestro potencial. Se
reconocen esos instintos y tendencias no expresadas y en un estado deplorable, propio
de la carencia de una canalizacin conveniente. Semejante a lo que sucede con un
reservorio de agua estancada, las energas no canalizadas comienzan su proceso de
descomposicin, emitiendo gases putrefactos que contaminan el ambiente ms prximo.
Y, en el caso de la sombra, son contaminados el propio individuo y todo aquello que lo
circunda. Esa amplitud de conciencia permite, a su vez, adoptar una actitud ms flexible
y abierta a la aceptacin de otras partes de nuestra personalidad. Esta aceptacin acaba
con la identificacin pertinaz de nuestro yo consciente con la persona o mscara,
aquella personalidad que creamos ser y que ha sido desarrollada de acuerdo con las
expectativas del ncleo familiar, primero, y de la sociedad despus (el espritu de la
poca).
A esta mujer le resultaba especialmente difcil aceptar que su capacidad para el bien
corre pareja a su capacidad para el mal. La aceptacin del mal nos ayuda en gran
medida y nos libera de una carga y de una energa confiscada en lo inconsciente.
Energa que es potencialmente buena y mala al mismo tiempo, por lo que resulta
imposible desprenderse del mal. Precisamente el conflicto entre el bien y el mal, tal y
como acontece en el nio, es la base de nuestros ms grandes logros. Por lo tanto, en
cierto modo, debemos recuperar a nuestro nio interior, purgndole de la estela de
hipocresa que se halla tras las splicas y lamentos por una inmaculada inocencia, por
completo inexistente.
CAPTULO 2
CONFRONTACIN CON EL MAL [4]
Con un poco de autocrtica, la sombra, pues, es susceptible de hacerse
transparente sin dificultad mayor, en la medida en que es de naturaleza
personal. Pero, cuando aparece como arquetipo, da lugar a las mismas
dificultades que el anima y el animus; dicho de otro modo, est dentro de
las posibilidades que uno reconozca el mal relativo de su propia naturaleza;
en cambio, constituye una experiencia tan rara como conmocionante, el
verse cara a cara con el mal absoluto[5].
H asta aqu hemos mostrado, con preferencia, cmo alrededor del arquetipo de
la sombra giran contenidos biogrficos que han sido reprimidos por
diversos motivos. Dichos contenidos no solo se refieren a lo que de oscuro o
negativo hay en la personalidad del individuo, sino que encontramos potenciales y/o
aptitudes indiferenciadas. Dichas potencialidades de expresin consciente quedaron sin
actualizar, por lo general, debido a que las circunstancias y el medio que rodearon a la
persona impidieron su despliegue efectivo y su actualizacin. De modo que, con un
poco de autocrtica y la presencia de un lugar fsico y un ambiente propiciador, que
permitan iluminar sus contenidos, la sombra es susceptible de hacerse consciente sin
mayores dificultades, en la medida en que es de naturaleza individual.
Por ese motivo, sern muchas las asociaciones que haremos de temas aparentemente
inconexos. Sin embargo, todos ellos tienen un denominador comn que los rene y los
conecta: la psique y sus productos. La importancia de la toma de conciencia de los
productos de lo inconsciente colectivo trasciende la mera curiosidad, o el inters, ms
o menos anecdtico. Ms bien es un inters vital el que subyace a la iluminacin de
estos contenidos, pues de ello depende el buen funcionamiento del sistema psquico y,
por ende, la salud psquica del individuo y, en ltima instancia, la del colectivo de toda
poca.
"La sombra colectiva -la maldad humana- reclama por doquier nuestra
atencin: vocifera desde los titulares de los quioscos; deambula
desamparada por nuestras calles dormitando en los zaguanes; se agazapa
detrs de los neones que salpican de color los rincones ms srdidos de
nuestras ciudades; juega con nuestro dinero desde las entidades financieras;
alimenta la sed de poder de los polticos y corrompe nuestro sistema
judicial; conduce ejrcitos invasores hasta lo ms profundo de la jungla y
les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo armas a
enloquecidos lderes y entrega los beneficios a insurrectos reaccionarios;
contamina ros y ocanos y envenena los alimentos con pesticidas
invisibles."
En los prximos captulos, nos moveremos por senderos escabrosos, ocultos bajo las
tinieblas que se ciernen sobre nuestra poca. Oscuridades que, precisamente por ello,
se encuentran en un estado de descomposicin tal que pudieran resultar aberrantes para
un estmago demasiado acostumbrado a las delicias de la luz y a las cosas de este
mundo, para expresarlo en palabras de San Juan de la Cruz. No hablaremos, por tanto,
de cosas de buen gusto, ni de los banales asuntos que tanto gustan al colectivo. Y, para
colmo de males, tampoco su lectura ser de fcil comprensin. Pues nos movemos en
territorio inexplorado, a travs de sendas poco o nada transidas, cuyo rastro se pierde
en medio de la espesura de lo colectivo.
E l precedente recorrido por los trasfondos del alma humana, en el que hemos
descorrido algunos velos que escondan la barbarie del ser humano, aquellos
contenidos que se mantienen ocultos, por diversos motivos, del haz de luz de
la conciencia, no puede menos que conducirnos a presenciar la polarizacin entre la
Luz y las Tinieblas que parece haber acampado en las almas de los seres humanos de
nuestro mundo contemporneo. Como hemos tenido ocasin de mostrar, el conflicto
entre ambos opuestos, lase sombra versus yo o luz versus tinieblas, es un hecho
arquetpico que se repite por doquier. All donde se crea un centro de luz, aparece
como contrapartida una sombra. No hay luz sin oscuridad, ni hay da sin noche, como
no hay vida sin muerte.
Las redes sociales se han convertido en uno de los focos modernos ms importantes de
proyeccin de la sombra, en todos sus niveles. Como dijimos en el captulo anterior, la
sombra se puede reconocer en las relaciones personales con miembros del mismo sexo
que, de hecho, provocan reacciones emocionales enconadas. El peligro de las redes
sociales radica en que, por su propia estructura virtual, no favorecen una relacin
directa y personal con el otro. Por ese motivo, resulta especialmente difcil de
reconocer la proyeccin de la sombra -dado que no hay una confrontacin directa- y,
con ello, los contenidos de la sombra tienden a extenderse y a provocar epidemias
psquicas.
Por ltimo, la sombra colectiva representa la capacidad humana para hacer el mal. Los
regmenes totalitarios padecidos durante el siglo XX y el estallido de las dos Guerras
Mundiales son la expresin palmaria de la maldad humana que "acecha" en el hombre.
Cuando esto ocurre, el conflicto se hace abierto. El yo tendra que comenzar a trabajar
para iluminar los contenidos de la sombra. Sin embargo, lo que observamos es que, en
lugar de enfocar la atencin en la sombra propia, es decir, en su opresiva actitud hacia
los dems, con la inflexibilidad violenta y el estrechamiento de conciencia que lo
caracterizan, consustancial a una conciencia solar hinchada; una actitud que trata de
mantener bajo control a todo y a todos, ejerciendo sus tirnicas estrategias de
manipulacin y extorsin, al tiempo que las niega al resto del mundo y, por supuesto, a
s mismo; en lugar de iluminar sus oscuridades, decimos, busca en el otro la
proyeccin de su propia infamia. De manera que, de un modo compulsivo y con la
agresividad y el resentimiento de un yo herido, se dirige al adversario-enemigo y lo
trata de aniquilar, sin ningn tipo de miramiento. Mujeres, nios y ancianos civiles son
vctimas de su acumulada hostilidad. Y la barbarie de la que el yo acusa a su
adversario, es exactamente la misma que alberga en su interior, exteriorizndola en
todas sus acciones en el mundo.
La hybris mancillada del yo acaba por endurecer su coraza y perder la conexin con el
mundo exterior. La tela de araa, tejida por los contenidos inconscientes de su sombra,
termina por cerrarse sobre s misma en un capullo, que encierra al yo en su interior, de
modo que ve el mundo a travs de sus proyecciones ilusorias. El feedback de los
acontecimientos, los sucesos y las advertencias del medio circundante no tienen lugar y
el yo se asla y se aleja cada vez ms del mundo y de s mismo, como en una especie de
estado de autismo. Por desgracia, es precisamente en esos momentos en los que las
acciones del adversario se vuelven ms virulentas, con la finalidad de romper la coraza
que recubre al yo en su ostracismo, propiciando un estado de vulnerabilidad y, por
ende, de accesibilidad. Una escena semejante, en una versin ms antigua, la hallamos
en uno de los relatos de la Biblia. Cuando el Faran egipcio se niega a dejar salir al
pueblo de Israel, al que mantena bajo su rgido control, esclavizado y mancillado, pese
a las advertencias de Moiss. Fueron necesarias siete plagas para ablandar el corazn
del Faran. Y la reaccin de ste frente a su impotencia, es decir, la herida a su
enaltecido yo, le condujo a un trgico destino.
"All donde hay una laguna, all donde falta un saber efectivo, llnase con
proyecciones. Todava hoy estamos casi seguros de saber qu piensan o
cul es el verdadero carcter de los dems. (...) Todava hoy debemos tener
sumo cuidado para no proyectar nuestra propia sombra de un modo harto
vergonzoso, y estamos como inundados por ilusiones proyectadas. Al
representarse una persona suficientemente valiente como para desprenderse
por entero de toda proyeccin, pinsase en un individuo consciente de
poseer una sombra considerable. Tal hombre se ha cargado de nuevos
problemas y conflictos; se ha convertido en tarea seria para s mismo, dado
que no puede decir ya que son otros quienes hacen tal o cual cosa, ni que
son ellos los culpables, y que hay que combatirlos. Vive en la "casa del
autoconocimiento", de la concentracin ntima. Sea cual sea la cosa que
ande mal en el mundo, este hombre sabe que igual ocurre tambin dentro de
l mismo, y si aprende solo a "componrselas" con su sombra, habr hecho
en verdad algo para el mundo[7]."
En su captulo cuarto, San Juan narra su visin, tras la apertura de una puerta en el cielo
(smbolo de lo inconsciente y la emergencia de un contenido), segn la cual se le
aparece un trono alrededor del cual estn los cuatro apstoles en la forma de un Len,
un Novillo, un Hombre y un guila. Esta visin de la totalidad lo transporta al Reino de
Dios y, all, ve un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos . Este
libro es el libro de la vida que, como vemos, est en el centro del Paraso y
representa la totalidad de los seres. No obstante, poco despus San Juan nos dice que
este libro es smbolo del secreto divino, que solo se revela al iniciado en los misterios
de Dios. Y es as que San Juan dice:
Y, solo el iniciado, en este caso el Cordero que ha sido degollado, es decir, muerto y
vuelto a la vida, despus de ser vctima del sacrificio, el que tiene acceso a los
misterios del libro. La muerte y resurreccin es, en verdad, una muerte simblica, en
tanto que lo que muere es el estado anterior, para renacer al Reino de los Cielos. En
lenguaje psicolgico, la muerte simboliza la destruccin de las antiguas estructuras, a
travs de la cual se produce una transformacin de la personalidad, lo que se
corresponde con el renacimiento, o nacimiento del s-mismo. Es decir, lo que se
produce es una nueva reagrupacin del sistema psquico y el centro rector pasa a ser la
Imago Dei. Al renacido se le abren los sellos que mantienen oculta la sabidura de lo
Eterno, esto es, de Dios.
Pero otro aspecto importante que debemos amplificar es el hecho de que el libro se
encuentra cerrado. Los siete sellos lo mantienen en un estado potencial. Y eso es lo que
simboliza el libro cerrado, el estado virginal o de no manifestacin de lo divino. A
medida que se van abriendo los sellos, se va realizando lo que tras ellos yaca
encerrado y oculto a los ojos profanos. Psicolgicamente hablando, esto es lo que
acontece a medida que se va profundizando en la toma de conciencia de los contenidos
inconscientes, hasta acceder a la matriz de un inconsciente colectivo, actualizando
dichos contenidos en el transcurso evolutivo de la conciencia. Pues la materia prima es
como un libro cerrado.
El autor del sueo haba estado bajo anlisis teraputico durante cuatro aos y este
sueo lo tuvo en un momento en que se enfrentaba a los contenidos del arquetipo del
adversario. Al mismo tiempo, empezaba a ser consciente de cul era su destino o su
mito, qu potencialidades no desplegadas an deba manifestar. Por tanto, este sueo
representa su entrada en lo inconsciente colectivo, en el que puede ver en una serie de
pergaminos antiguos o tablas, su propio destino, ligado al de la humanidad.
La narracin de los pergaminos parece de tipo proftico, como en el caso del libro de
San Juan, al tiempo que est velado, pues no ha visto ms que cuatro historias distintas
de esos pergaminos (el cuatro es smbolo de totalidad y, al tiempo, del proceso de
individuacin, en tanto que las etapas del camino a la autorrealizacin) pero sin
acceder a su contenido.
Para poder saber que esos pergaminos se referan al destino de la humanidad y, por
tanto, al del propio autor del sueo, stos deban estar escritos por fuera. Y as es como
se relata en el sueo, pues el soador coment que pudo verlos porque su lectura era
posible por ambas caras, como si las letras estuvieran inscritas en el pergamino y se
pudieran ver desde fuera y desde dentro. De ah la identificacin en el sueo del
pergamino y la tabla. Ello tambin nos conduce a la escena en la que Moiss, la subir
al Monte, recibe las tablas de la Ley.
El soador era un joven de veintisiete aos, de baja cultura y no haba ledo la Biblia.
Descono-ca el contenido del Apocalipsis, por tanto, al igual que no tena idea de la
similitud del sueo y las tablas donde se narran las aventuras del hroe Gilgamesh, por
ejemplo. Apenas s tena conocimiento, por alusiones, del hroe Hrcules y sus
hazaas, y siempre teido por el filtro de lo colectivo, pues nunca haba ledo las
narraciones mitolgicas.
Al igual que aparece en el Apocalipsis, a medida que los sellos se fueron abriendo,
esto es, a medida que se iban iluminando los contenidos de lo inconsciente, las
tensiones y los conflictos fueron emergiendo a la luz de la conciencia. Esto provoc un
enfrentamiento directo con el mal, con el ngel del abismo, que es Ababdn, el
Destructor, smbolo de Satn.
Como vemos, el nacimiento de la personalidad total est siempre bajo el peligro de ser
anegada por las fuerzas del mal, por las tendencias oscuras de lo inconsciente
colectivo, con su intento de tragar y devorar a la recin nacida personalidad total, el
nio divino. La visin apocalptica de la Bestia que resurge de las aguas y amenaza con
la vida del recin nacido, representa la lucha de las fuerzas del mal, involutivas, contra
las fuerzas del bien, evolutivas. Es una representacin de la lucha Cristo-Anticristo y,
por tanto, tambin una lucha de la luz (conciencia) y las tinieblas (inconsciente).
El siguiente sueo, de un autor cientfico, desconocedor por completo del texto bblico
muestra este mismo tema:
Previamente a este, el autor tuvo otro sueo en el que se una a una figura femenina en
una representacin de un acto sexual de resonancia csmica. Por tanto, se trata de la
unin de los opuestos, de la coniunctio oppositorum, de la que parece nacer el beb
que aparece en este sueo.
CAPTULO 5
EL ESPRITU DE SATURNO
"Las experiencias con las que un individuo se encuentra son atradas hacia
su vida de forma misteriosa por el poder creativo de su propia psique y,
aunque no comprendamos plenamente el mecanismo sincronstico entre lo
interior y lo exterior, sabemos que tiene lugar en todos los individuos. Si la
persona no se esfuerza en expandir su conciencia de tal forma que pueda
comprender la naturaleza de su desarrollo total y pueda comenzar a
cooperar con l, entonces se sentir como una vctima del destino y no
podr controlar su vida. nicamente podr alcanzar su libertad
aprendiendo ms de s mismo y comprendiendo la influencia de una
experiencia en particular en el desarrollo de la totalidad de su s-mismo. Y
no hay nada como la frustracin, el regalo de Saturno, para incitar al
hombre a realizar este tipo de exploracin[8]."
El Gran Malfico es el nombre con el que los astrlogos antiguos lo conocan. Y con
muy buenas razones si consideramos su simbolismo. Representante de los obstculos de
toda clase, de las dificultades, de las carencias, de las detenciones bruscas, de la mala
suerte, la impotencia frente a lo ya manifestado, y la parlisis del fluir de la vida
(Chevalier y Greerbrant, 1995).
Sus domicilios astrales son Capricornio y Acuario, signos opuestos a los domicilios de
las luminarias, Luna y Sol, es decir, a los signos de Cncer y Leo, respectivamente.
A Saturno se le ha conferido desde muy antiguo, por los astrlogos, toda suerte de
desgracias en la vida, por lo que lo han representado como el esqueleto con la
Guadaa. En ese sentido se lo asocia con Satn, siendo, de hecho, la residencia misma
del diablo (Jung, 1994). Profundicemos un poco ms en esta analoga. Segn Schrf
(1994) el nombre Satanas procede del verbo stan=impugnar, retar, perseguir y
en forma ms concreta: impugnar por medio de acusaciones. Esta significacin
originaria tiene una importancia extraordinaria para la comprensin psicolgica del
trmino. En efecto, los perodos de influencia de Saturno, o sea, del diablo en cuanto
Satans, se asocian al inicio del proceso de individuacin, cuando se produce la
confrontacin con la sombra. En esos momentos, sucede que el individuo proyecta en el
prjimo todos los contenidos que hasta la fecha no ha admitido y que, por tanto, haba
reprimido. No es difcil observar, sobre todo al comienzo de dicho perodo, una
posesin por parte de la sombra, lo que se traduce en una impugnacin, harto exaltada,
de los vicios no reconocidos en la figura del prjimo. El enemigo interno se proyecta
en el otro y se vivencia desde el exterior. Por lo tanto, la impugnacin por medio de
acusaciones se corresponde con un estado psicolgico de posesin por parte de una
potencia autnoma de lo inconsciente que, en lenguaje del Antiguo Testamento,
correspondera a Satans.
Y resulta muy interesante el apunte que hace Schrf (1994) acerca del verbo stan,
cuando dice: En un sentido primitivo, significaba una persecucin en forma de
impedir la marcha hacia delante, o sea: estorbar, oponer, impedir una intencin.
Por tanto, se trata del adversario o del oponente, figura que encaja con suma perfeccin
con el concepto de sombra en Psicologa analtica. Como dice el autor al tratar el
concepto profano de Satans,y basndose en el Libro de los Reyes, el adversario
constituye lo opuesto a la paz, a la tranquilidad de esta vida, al estado de
prosperidad segura y plena. La palabra stan la relaciona con vicisitud. Y, ms
adelante, refirindose a II Samuel XIX, 23, cuando los hijos de Sarvia le quieren
impedir conceder la vida a Seme, condenada a perderla por un anatema de un antiguo
rey, dice:
Este proceso aboca en una madurez psicolgica, fruto de la liberacin de las ataduras a
nuestra animalidad, a las posesiones materiales o inmateriales. Se consigue, con ello,
una libertad que denota la ruptura de las cadenas que nos apresan a una instintividad y a
una pasin enceguecidas. En este mismo sentido, la parlisis de la progresin
libidinosa simbolizada por Saturno nos obliga a considerar el desarrollo espiritual,
moral e intelectual. Este estado de parlisis y enfrentamiento con lo que de ms oscuro
hay en la naturaleza humana, se relaciona con la primera fase de la obra alqumica, la
ya referida nigredo y, por tanto, con el inicio del proceso de individuacin.
En ese mismo sentido, Mayer (2007) dice que la piedra no se oculta en el oro saturnal,
sino en la fase negra de la putrefaccin, que se encuentra al comienzo del opusy est
regida por Saturno. Y esa fase negra de la putrefaccin se corresponde con la noche
oscura del alma sanjuanina. Perodo previo a la unin mstica o unin de los
contrarios.
CAPTULO 6
LA NOCHE OSCURA DEL ALMA EN EL PROCESO DE
INDIVIDUACIN [13]
a escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
oh dichosa ventura!,
a escuras y encelada,
estando ya mi casa sosegada;
en la noche dichosa
en secreto, que nadie me vea
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y gua
sino la que en el corazn arda.
Aqusta me guiaba
Ms cierto que la luz del medioda
Adonde me esperaba
Quien yo bien me saba,
En parte donde nadie pareca.
En mi pecho florido,
Que entero para l solo se guardaba,
All qued dormido,
Y yo le regalaba,
Y el ventalle de cedros aire daba.
Qudeme y olvdeme,
El rostro reclin sobre el Amado;
Ces todo y djeme,
Dejando mi cuidado
Entre las azucenas olvidado.
Por su agudeza psicolgica en el abordaje del proceso que conduce a la unin del alma
con Dios, de un lado, y por la altura de su sentir y pensar religiosos de otro, San Juan
de la Cruz es, junto a su amiga del corazn Santa Teresa de Jess, uno de los
representantes ms excelsos de la mstica espaola del siglo XVI. Por ello, voy a
realizar un pequeo recorrido por las canciones en su libro Subida del Monte Carmelo,
centrndome en el material que ms directamente atae a los objetivos de la presente
investigacin.
El periplo de la vida de un ser humano consta, tal y como lo describe Jung, de dos
polos o vertientes. El primero de ellos es ascendente, extravertido, y conduce al
individuo a separarse de la atraccin que en l ejerce el ambiente familiar de su
infancia; deja tras de s el paraso de seguridad e ignorancia infantil y se integra en el
colectivo social de su poca. Se prepara estudiando una carrera, o un oficio, que,
eventualmente, lo har convertirse en un miembro respetable de un colectivo; se
enamorar y puede que forme su propio grupo familiar; diversificar el centro de sus
intereses en el mundo, etc. Assagioli (1993) dice del ser humano que soloha vivido este
polo de la existencia que es un hombre que " se deja vivir " (p. 63) en lugar de vivir. Es
decir, que toma su vida tal como viene sin cuestionarse su significado, su valor y su
propsito. Busca el disfrute de los sentidos, placeres emocionales, la seguridad y
comodidad material o la consecucin de sus ambiciones personales, familiares y
sociales. La tarea del terapeuta en esta primera etapa de la vida ser ayudar al
individuo a que levante el vuelo y a desatar los lazos invisibles que lo mantienen
amarrado a la infancia. Incluso si la persona se considera creyente, religioso o
espiritual lo har desde una posicin convencional y exterior, adoptando los mandatos
de su iglesia y compartiendo sus ritos, pensando que con eso ya ha cumplido con las
exigencias que se espera de l. El caso opuesto al del "creyente" lo constituye el
"apstata", el "no creyente" o el "ateo", es decir, aqul que defiende su posicin
racionalista con la misma vehemencia y conviccin que esgrime el "religioso" al
defender sus "creencias". Jung afirma que, en este primer polo de la existencia, una
incursin prematura en el mundo interior puede servirle al individuo para evadir sus
responsabilidades inmediatas. Observ que el giro pendular hacia el otro polo de la
vida se produce sobre los 35-40 aos, ms o menos en la mitad de la vida. No obstante,
si bien es cierto que, como norma general, esto suele ser as, los fenmenos
concomitantes de la actual crisis de valores que padece el mundo occidentalizado,
como por ejemplo la desintegracin del ncleo familiar, estn provocando que los
jvenes tengan que buscar en su interior un sostn y una gua para su propia vida, que
compense el desorden y la falta de orientacin que, por desgracia, cada vez son ms
comunes en los hogares occidentales. En el otro extremo, nos encontramos con personas
de edad avanzada, en torno a los 60 aos, cuya maduracin emocional se corresponde
con la de un adolescente y que an no han logrado romper el cordn umbilical que los
liga al ambiente de su ms tierna infancia.
Cuando el individuo ha llegado al cnit de una vida extravertida, identificado con los
valores del espritu de su poca, puede que comience a sentir una desorientacin vital,
un sentimiento de irrealidad y un vaco existencial que le dificulten continuar su vida
como hasta entonces. As, el "hombre normal", aqul que se ha identificado con los
valores defendidos por la consciencia colectiva, se siente sorprendido y perturbado
ante un sbito cambio en su mundo interior. Cuando esto sucede, como los terapeutas de
orientacin psicodinmica, existencial y transpersonal saben bien, suele producirse una
regresin hacia etapas evolutivas precedentes y emerge material desde lo inconsciente,
pues la energa psquica se dirige hacia el mundo interior con el fin de encontrar una
nueva direccin y orientacin vital. En ese momento el individuo trata de buscar una
escala de valores que trascienda a su limitado yo consciente. Como dira Jung lo
inconsciente quiere realizarse en l y, por tanto, puede dar comienzo el proceso de
individuacin o, como lo denomina Assagioli (1993), el proceso de transmutacin
(pp. 76-83). Este ltimo autor sostiene que dicho proceso acontece solo cuando se
asume conscientemente que la autorrealizacin requiere de una completa renovacin y
transformacin de la personalidad.
Y contina diciendo:
Y esta primera noche pertenece a los principiantes, al tiempo que Dios los
comienza a poner en el estado de contemplacin, de la cual tambin
participa el espritu... Y la segunda noche o purificacin pertenece a los ya
aprovechados al tiempo que Dios los quiere ya (comenzar a) poner en el
estado de la unin con Dios; y esta es ms oscura y tenebrosa y terrible
purgacin... (P.259).
Jung (1994) hablaba tambin de las distintas fases del proceso de individuacin
masculino cuando afirmaba que si la discusin con la sombra (o lado oscuro) es la
prueba que consagra oficial al aprendiz, la diferenciacin del anima (o alma) es la
prueba que consagra maestro al oficial.
En este trabajo me voy a referir sobre todo a la primera noche o purgacin sensitiva (a
lo que Jung denomin el encuentro con la sombra), porque considero que puede ser
interesante, habida cuenta de la crisis espiritual que padece el mundo occidentalizado
en este momento histrico.
La primera noche o purgacin est constituida por tres partes. En una primera parte,
San Juan de la Cruzse refiere a la carencia de apetitos por las cosas de este mundo,
aludiendo al smil del fuego que quema y purifica la instintividaddel iniciado. Con ello,
se ahuyenta al demonio que tiene poder en el alma por asimiento a las cosas
corporales o temporales (p. 261), nos dice Fray Juan. Esta primera etapa de la subida
al monte (individuacin) se corresponde con la toma de conciencia de la parte de
sombra o lado oscuro del individuo. Los alquimistas llamaban a esta etapa de
transformacin del Lapis philosophorum con el nombre de melanosis o nigredo
(ennegrecimiento) y la simbolizaban por el esqueleto, el cuervo y el buitre. Ambos
animales son variantes distintas del mismo tema, porque se alimentan de carroa, es
decir, de cuerpos muertos (Fig. 1). Por tanto, se trata del inicio del proceso de
individuacin (la muerte del hombre viejo, es decir, de una actitud prosaica y
materialista, ignorante de la existencia del misterio que nos habita y en el que
habitamos). Aqu, se han de traer a la luz de la conciencia los obscuros contenidos del
inconsciente individual, para lo que ha de realizarse un esfuerzo moral que retire las
proyecciones en los objetos del mundo exterior al individuo.
Fig. 1. Michael Maier, 2007. Emblema XLIII. Atalanta Fugiens. En la cima de una montaa un buitre grita
sin cesar: Se dice que soy blanco y negro; soy tambin amarillo y rojo y no miento. Lo mismo el cuervo, que
sabe volar sin alas en la noche tenebrosa y en plena luz del da. Uno u otro ser lo principal de tu obra.
Esta retirada permite que nos demos cuenta de los contenidos inconscientes, que antes
haban sido proyectados contaminando las relaciones con nuestros prjimos. Esa toma
de conciencia de la sombra -es decir, de todo aquello que no hemos logrado vivir y
que, por consiguiente, lleva una vida autnoma en el fondo oscuro de nuestra alma. La
sombra, de ordinario, suele estar relacionada con nuestros ms penosos defectos, con
nuestras calladas debilidades o con aquellas limitaciones que no queremos admitir-
acontece en un perodo de introversin, en el que la libido (energa vital psquica) est
vuelta hacia s misma. Por lo tanto, la libido se ha retrado de los objetos o de las
cosas corporales y temporales , para llegar a la fuente de las imgenes primordiales o
arquetipos de lo inconsciente colectivo. Llegados a un cierto punto del camino, la
noche se hace ms obscura y la regresin que tiene lugar lleva al hundimiento de la
consciencia en las aguas madre de lo inconsciente colectivo y a la prdida de
orientacin y comprensin. El camino se enangosta y se pierde la visin clara de la
ruta, pues se accede a un territorio ignoto. Y aqu llegamos a la segunda parte de la
noche del santo, que es la fe, (y) se compara a la medianoche que totalmente es
oscura . En esta fase, se ha entrado en un terreno desconocido, llegando a la matriz en
la cual se descubren las races de la identidad inconsciente (es decir, de la igualdad
inconsciente con cualquier objeto interno, como por ejemplo una idea, una emocin, un
sistema de creencias; o externo, como el trabajo, una relacin de pareja, el dinero, la
casa, la familia, el coche o cualquier otro objeto material, lo que hace que el individuo
se apegue a l, porque se identifica con tal o cual objeto). Sin embargo, al principio
solo se tiene una vaga idea de lo que est sucediendo. Se confa ciegamente en Dios (el
S-mismo) como personalidad total o imago Dei. Pues se tiene un sentimiento profundo
y obscuro de certeza en la realidad arropada por los smbolos creados por lo
inconsciente. No es extrao que, en esos momentos, puedan afluir a la conciencia
contenidos simblicos en forma de sueos, de imgenes hipnaggicas o hipnopmpicas,
o bien, en visiones en un estado de consciencia crepuscular, as como eventos
sincronsticos que solo pasado un tiempo podemos darnos cuenta de que parecen
unificar los procesos que tienen lugar en lo inconsciente (el mundo interior), con los
acontecimientos objetivos (mundo exterior). Sin embargo, mientras San Juan sigue una
va en la que se sirve de unos rituales establecidos (cristianos), y se gua por las
enseanzas de las Sagradas Escrituras, la individuacin es un camino cuya gua es la
funcin generadora de smbolos. La expresin artstica de los mismos y su
interpretacin psicolgica son los baluartes de esta va. Los alquimistas llamaban a esta
va visionaria, en la que se observan las fases del proceso que conduce al Centro (a la
unin del Alma con Dios, en la terminologa de San Juan) en su reflejo sobre el Cliz
del Alma en forma de imgenes, con el nombre de "va hmeda" (ejemplos de msticas
que han seguido esta va son Teresa de Jess y Hildegard von Bingen), mientras que a
la va en la que apenas se presentan imgenes, como parece ser el caso de San Juan de
la Cruz, la denominan "va seca". El seguimiento de una u otra va va a depender de la
propia ecuacin personal del individuo, sin perjuicio de que en ambas vas pueden
presentarse momentos hmedos (con imgenes) y perodos secos (sin imgenes). Se
siga una va u otra, uno nunca sabe con certeza cuales son los designios del espritu de
las profundidades (Dios), ni qu camino deber tomar en cada encrucijada de
antemano. Motivo por el cual, la consciencia debe ser lo ms comprehensiva posible,
puesto que nunca se sabe lo que Dios pueda pedirle a su amado hijo, ni los agravios
que habr de soportar por la incomprensin y los prejuicios de sus prjimos. Esa es la
cruz que ha de llevar todo aqul que se distancie del colectivo para seguir su propia y
exclusiva senda (pensemos por un momento en el terrible conflicto de deberes que
debi de afrontar el profeta Oseas (Os 1,2) ante la peticin que le hizo Dios de casarse
con una prostituta, por simblico que se entienda ese mandato).
Desde un punto de vista psicolgico alude, como hemos dicho, al inicio del proceso de
individuacin, lo que constituye, para los alquimistas, una etapa de capital importancia.
Fig. 2. Michael Maier, 2007. Emblema XII. Atalanta Fugiens.
Quieres saber por qu a menudo los poetas hablan del HELICN, y de escalar a la cumbre? Y una PIEDRA,
como RECUERDO, ha sido colocada en su cima, la piedra que su padre, confundindola con Jpiter, devor y
vomit. Yerras tomando estas palabras en su sentido literal. Pues esta piedra de Saturno es la PIEDRA
QUMICA.
En el Rosario de los filsofos, Arnau Villanova dice:
El color negro es, por tanto, Saturno, revelador de la verdad, que devora
una piedra en lugar de devorar a Jpiter. Pues una negrura, es decir, una
nube sombra, recubre primero la piedra para hurtarla a la vista. (P.130)
(Fig. 2).
Quiere, pues, en suma, decir el alma en esta cancin, que en una noche
oscura, que es la privacin y purgacin de todos los apetitos sensuales
acerca de todas las cosas exteriores al mundo y de las que eran deleitables
a su carne, y tambin de los gustos de su voluntad; lo cual todo se hace en
esta purgacin del sentido y por eso dice que sala estando ya su casa
sosegada, que es la parte sensitiva, sosegados ya y dormidos los apetitos en
ella, y ella en ellos, porque no se sale de las penas y angustias de los
retretes de los apetitos hasta que estn amortiguados y dormidos. (p. 259).
Poco despus explicita lo que quiere decir con esa privacin de los apetitos sensuales
y deleitables a su carne : Llamamos aqu noche a la privacin del gusto en el apetito
de todas las cosas (p. 261) y enumera algunos ejemplos de cada uno de los sentidos
(odo, gusto, vista, olfato y tacto). La obscuridad y vacuidad a las que tambin hace
alusin dejan claro el sentido de estas explicaciones. La retirada del inters por los
objetos del mundo tiene la intencin de situar al hombre en una actitud introvertida. De
esta manera, y despus de un tiempo de introversin, la energa psquica se dirige a lo
inconsciente, donde aviva las imgenes primordiales que all habitan. Por eso dice fray
Juan que:
No se trata, pues, de reprimir los apetitos, sino de cerrar el atanor hermticamente. Este
movimiento de la libido ha de ser un sincero retraerse de los objetos, un romper la
proyeccin que nos liga con ellos para crear ese estado de conciencia carente de apego
por las cosas. No estamos hablando de disponer o no de bien material alguno, sino de
romper esa proyeccin que nos identifica con ellos, hasta el punto de que nuestra vida
dependa de las cosas de este mundo , y de fijar nuestra mxima atencin e inters
amoroso en el proceso que conduce a la unin con Dios.
A continuacin nos dice San Juan cual es la causa por la que el alma ha de pasar por la
oscura noche de la mortificacin de los apetitos y negacin de los gustos por todas las
cosas . Esta causa es:
Porque todas las afecciones que tiene (el alma) en las criaturas son
adelante de Dios puras tinieblas, de las cuales estando el alma vestida no
tiene capacidad para ser ilustrada y poseda de la pura y sencilla luz de
Dios, si primero no las desecha de s... (Pp. 264-265).
Esta enseanza de San Juan adquiere especial relevancia, y se hace perentoria, en una
poca como la nuestra, en la que los hombres viven aferrados a sus posesiones. La
identificacin con los bienes materiales que el hombre atesora, con los conocimientos e
ideas acumuladas y, en general, con todo lo efmero de la existencia, ofusca su
perspectiva, impidindole tomar consciencia de la necesidad de transformacin que
brota de su Centro (de Dios, dira San Juan). De ah que, ante semejante desarraigo, la
crisis sobrevenga despojando al individuo de aquellas envolturas que le impiden entrar
en contacto con su verdadera naturaleza, con el Dios que habita en l -y en todas las
criaturas- y l en Dios.
Esto atestigua cun necesario es para la salud psquica del ser humano el aumento del
nivel de conciencia, que permita la ruptura de la identificacin con los objetos
materiales ( las cosas de este mundo ). Con ello la consciencia se transforma en un
testigo que observa y participa del discurrir de los acontecimientos externos e internos,
de los posibles conflictos, etc., pero sin identificarse con ellos. Pues la identificacin
con los objetos, conforma la actitud a los mismos y, como dice fray Juan:
La aficin a la que se refiere San Juan en esta frase tambin aparece en el proceso que
conduce a la unin mstica en la alquimia, con el nombre de afinidad, y expresa la idea
de aquello que rene a los cuerpos y los lleva a combinarlos -hoy se habla de afinidad
electrnica. Cuando se proyecta al objeto externo un contenido inconsciente, ste ejerce
desde fuera su poder numinoso y atrapa al sujeto con incondicional atraccin. Entonces,
el individuo es dirigido desde afuera, se rige por lo que sucede en lo exterior y se aleja
de la fuente de la que, sin l mismo saberlo, emana el valor que l encuentra en el
objeto. Pero al apegarse a las cosas de este mundo pierde el contacto con Dios en l y
es incapaz de escuchar los mensajes que Aqul le enva. Su vida es un inagotable
vaivn que se mueve al son de los hechos, circunstancias y objetos externos y/o
internos. Ese hombre no le ha arrebatado al objeto su valor, de modo que sea l quien
lo posea. Y, as, dice San Juan:
La proyeccin del supremo valor vital en los objetos ( bienes del mundo ) coloca al
sujeto en una posicin de esclavitud. Esto es, el mundo es el que adquiere un
sobrevalor(el correspondiente a Dios) y al adquirir el objeto una influencia fuera de
toda mesura para el individuo, el mundo lo mantiene esclavizado. La ligadura al objeto
es lo que hace incapaz... la unin con Dios . En efecto, la prdida del hombre en el
mundo lo incapacita, como ya dijimos, de toda relacin con su esencia divina, con el
ncleo de su personalidad, en definitiva, con aquel eje del mundo que desde tiempos
inmemoriales le ha correspondido el valor vital ms excelso, y al que los hombres de fe
han encaminado su intelectoy su obrar. Es el camino correcto, el sendero estrecho que
conduce a la unin con Dios, o como seala en otro lugar San Juan, el camino
estrecho de la vida eterna...; por el cual camino ordinariamente pasa (el alma) para
allegar a esta alta y dichosa unin con Dios . La proyeccin del valor excelso en los
objetos provoca en el sujeto, por tanto, una reaccin emocional bien conocida ante la
prdida o modificacin del objeto. Un modo habitual de manifestarse, al menos en sus
primeros conatos, puede ser a travs de un trastorno del estado de nimo, como por
ejemplo un episodio depresivo, que puede concurrir con un trastorno de ansiedad, algo
que sucede con bastante frecuencia. Sea como fuere, lo que esos sntomas parecen
indicar es la existencia de un conflicto interior entre, por un lado, todo aquello con lo
que un individuo se ha identificado y que considera que forma parte de l (una especie
de falsa identidad a la que Jung denomin mscara o persona[14]) y, por el otro,
aquella parte de su personalidad que ha permanecido en la oscuridad, llevando una
vida autnoma en el interior de su alma. Pensemos por un momento en la joven y bella
mujer que se identifica con su cuerpo. Sita su centro de intereses en torno a su rostro y
figura y se acicala para exaltar su cuerpo, con esa imagen de juventud y belleza que ha
proyectado en su fsico. Hoy sabemos, por los innumerables casos de este tipo, cual es
el destino de dichas mujeres, cuando la inquebrantable ley del tiempo acaricia sus
vidas y la antigua muchacha se transforma en una mujer madura. Las depresiones
pueden hacer acto de presencia, antes del ajuste y toma de conciencia de la realidad de
su vida. La imagen ya no encaja con el cuerpo y es, entonces, hora de recuperar la
energa que se haba proyectado en un objeto externo, y que es indispensable para el
desarrollo de la personalidady, ms all y ms ac de esta, para la unin del alma
con Dios . Como dice San Juan, citando lo que afirma Salomn en Proverbios (31,
30),en esos momentos aparecen la desgracia y sumo desabrimiento pues
engaosa es la belleza y vana la hermosura (p. 264). Por desgracia, los avances
tecnolgicos actuales se han puesto al servicio de la vanidad, manteniendo hasta edades
muy avanzadas la identificacin con la imagen de un ideal infantil de belleza.
Por lo dicho hasta ahora se colige que esta noche de privacin del apetito en todas las
cosas es un perodo de introversin y de toma de conciencia. Con ello se retira la
proyeccin de contenidos inconscientes en los objetos del mundo. Este proceso inicial
incluye la des-identificacin con el propio cuerpo; con el yo, como centro de la
conciencia, y su ilusoria creencia en ser el nico dueo de casa; con las ideas y el
saber detentado hasta la fecha y, por lo tanto, se es consciente de la ignorancia del yo
frente a la sabidura del Yo superior. Ese proceso hace tambalear la pretendida
omnisciencia del yo y se diluye en una actitud que deja de pretender saberlo todo
siempre, dando el valor que le corresponde a la paradjica esencia de lo inconsciente.
Es sumamente interesante observar que San Juan utiliza el smil de la subida al monte
Carmelo, para describir el proceso que culmina en la unin del alma con Dios. Abul-
Qsim Kitb al-ilm dice al respecto:
Vemos cmo la figura del monte representa las etapas de la vida mstica, lo que
simboliza la trascendencia, la morada del Espritu Santo, el misterio de la Creacin y la
encarnacin de Dios en el hombre. En definitiva, es una imagen de la totalidad y, por
tanto, del S-mismo. La escalada al monte se asocia con el viaje del hroe en busca de
la joya perdida u oculta entre los poderes de las fuerzas del mal. Al igual que la joya, la
planta, el oro alqumico o la ddiva divina que corresponda, la subida a la cumbre de
la montaa est plagada de entidades temibles, que impiden el acercamiento a la cima,
y contra las que hay que luchar. Entidades y pruebas que, por cierto, es la misma
divinidad quien las enva. De ah que toda batalla deba comenzar con esas temibles
entidades que habitan en lo profundo de cada ser humano (las sabandijas de las que
habla Teresa de Jess en las Moradas). Cuando la confrontacin con el lado oscuro de
la propia naturaleza no se acomete dentro de uno mismo, dicho conflicto se traslada al
exterior convirtindose en destino. Resulta lamentable que sean an demasiado pocos
los que se dan cuenta de la importancia de embarcarse en un viaje de autoexploracin
profunda, de recuperar el contacto con nuestraAlma y, en definitiva, de transformarla en
un lmpido recipiente capaz de albergar la " luz de la divina unin ", a fin de que el
conflicto entre las tendencias contrarias, que habitan en lo profundo del alma del
occidental, no tome cuerpo en el mundo, en la forma de una guerra (o de una
revolucin). Sobre este mismo tema, al psiquiatra Carl G. Jung le preguntaron, en una
conferencia, si pensaba que habra una guerra atmica en algn momento y l respondi
lo siguiente:
SATURNO EN LA ASTROLOGA
MODERNA
Teniendo esto presente, entiendo la astrologa como una ciencia que estudia las
influencias csmicas en los diferentes entes y, en particular, en el ser humano. Este
nfasis en la influencia planetaria en el ser humano obliga a considerar los aportes de la
psicologa analtica, y, muy especialmente, los relacionados con lo inconsciente
colectivo y sus constituyentes, los arquetipos. El estudio de los arquetipos confiere al
arte interpretativo de la astrologa un carcter cientfico del que antao no dispona.
El enfoque aqu adoptado entiende al ser humano como a un microcosmos, que en s
mismo es un reflejo del Universo, es decir, del macrocosmos. Con esta concepcin me
aproximo a alquimistas de la talla de Paracelso y Aggripa.
El texto se refiere al renacimiento que tiene lugar tras el trnsito de Saturno por su
posicin natal, lo que sucede cada 29 aos, aproximadamente (Greene, 1987). Cuando
Saturno da una vuelta completa y se posiciona en su lugar natal, lo que este planeta
representa se constela en la psique y se prepara para emerger a la conciencia. Dado que
Saturno es un representante simblico de la sombra, es decir, de todo aquello que en el
hombre hay de ms burdo, feble, pueril, indiferenciado, rudimentario e inconsciente,
material especialmente relacionado con el pasado biogrfico y las imgenes parentales,
as como con la cristalizacin e identificacin inconsciente con la sombra familiar, el
trnsito de este planeta requiere de un esfuerzo moral sobresaliente. Pues todo lo que l
representa se actualiza y el individuo debe afrontar el caos y la negritud (en tanto que
incomprensin de todo un magma de contenidos inconscientes, que en ese momento
aflora) que pertenecen a su propia naturaleza. Y ese afrontamiento de la sombra es algo
preestablecido por el destino, en tanto que es una fase arquetpica que todo hombre
debe atravesar en su proceso de individuacin. Saturno se encarga de velar que ese
proceso transcurra; pues, de no ser as, la tendencia natural es la de dejar que el cliz
pase de largo.
Uno podra preguntarse en este momento qu cosa positiva se puede extraer de ese
caos, de esa lucha de tendencias contrapuestas, de ese desgarramiento interior que
produce Saturno. Y de hecho eso es lo que uno tiende a preguntarse cuando se encuentra
inmerso en la noche saturnal de la desorientacin y del caos. Pero si consideramos
que, en el simbolismo de la alquimia, Saturno representa el material sobre el que se
consuma el Arte Regia, la sustancia burda e informe, esto es, la materia prima, en tanto
que estado impuro, putrefacto e inconsciente que necesita de redencin y que, bajo este
sustrato, se encuentran los grmenes de la futura vida renovada, de pronto se aclara el
enigma.
Estos grmenes pueden ser cultivados con un enorme esfuerzo (moral, espiritual y
material) pues vivifican el oro alqumico. En suma, encontramos que, bajo la ms
absoluta de las oscuridades, es decir, en la mayor de las desorientaciones, en la
incomprensin y en el dolor sufrido por la desintegracin de las estructuras pasadas, se
est gestando una unin divina, de la que surgir un nuevo ser, un nio divino de
progenitores arquetpicos. Ese nuevo ser, que nacer de la unin de los opuestos, en la
oscuridad ms impenetrable (von Franz, 1999), representa la personalidad renovada.
Pero esto tiene lugar tras un enfrentamiento con la sombra. Por ese motivo, el individuo
se sentir inadaptado con los valores del pasado y de su familia y nacin (Goleman,
1999). Si estos valores se han incrustado en l, hasta el lmite de que lo han impedido
regirse por sus propios criterios y valores internos, Saturno tendr un efecto implacable
y doloroso. Habr de romper con la identificacin de sus imgenes parentales con los
padres objetivos, para darse cuenta de que estas imgenes, en verdad, las porta l en su
interior. El retorno de Saturno y el ao precedente son decisivos. La desintegracin de
las invlidas y obsoletas estructuras, la desilusin y el derrumbe son los heraldos de la
depresin y evaluacin de lo que uno ha sido y ha hecho hasta ese momento.
A Saturno se lo asocia con la vejez y con el tiempo. As, Martnez Maza (2000) afirma
que:
En el trnsito de Saturno, la niez psicolgica llega a su fin. Obliga a mirar hacia atrs,
para romper con las ligazones que nos unen a la infancia y a la familia. Compele a
realizar una ruptura de la identidad inconsciente con los padres, hermanos y familiares.
De igual modo, se penetra en las obscuridades de lo inconsciente y se llega a aquella
libido de parentesco que nos liga a la familia, de manera que, sta, se desliga de la
misma para ampliar el trmino familia al conjunto de las criaturas de Dios. El
maestro Eckhart dice a este respecto:
No vine para hacer la paz, sino (para llevar) la espada, y cort todas
las cosas y separo al hermano, al hijo, a la madre, al amigo, que son en
verdad tus enemigos. Si algo te es familiar eso es verdaderamente tu
enemigo. Si tu ojo quiere ver todas las cosas y tu odo or todas las cosas,
y tu corazn recordarlo todo, en verdad tu alma tiene que estar dispersa
en todas esas cosas[17].
Asimismo, la confianza queda golpeada y mancillada, por lo que suelen aflorar todas
las inferioridades anteriormente relegadas al desvn de lo inconsciente, por medio de
la represin. Puede surgir un sentimiento de inadaptacin, que llegue a unas
dimensiones tales, que uno no se reconozca en casi nada de lo que ha hecho o del modo
en el que ha actuado hasta la fecha. Esto es tanto ms cierto, cuanto menos haya vivido
la persona su propia vida y mayor haya sido la influencia de sus padres. El retorno de
Saturno es, en definitiva, un perodo de reevaluacin, de liberacin de las cadenas que
unen con el pasado y una ruptura del cordn umbilical psicolgico.
Pese a lo difcil del trnsito de Saturno, este representa lo que en el fondo ms ntimo
uno quiere en la vida y ayuda a obtenerlo. Son muchos los que estn del todo
enajenados de sus autnticas necesidades y deseos ntimos, habiendo adoptado los roles
sociales o los familiares, las proyecciones de los deseos parentales o de la pareja,
todos ellos impuestos desde fuera. Pero, dado que stas no constituyen su verdadero
destino, fruto de la personalidad total, las prdidas que Saturno ocasiona se relacionan
con todo aquello que, en realidad, uno no necesita y, en el fondo, nunca quiso para s
(Hand, 1976). El dolor que producen esas prdidas, tiene su explicacin en la
proyeccin de la libido en las cosas de este mundo y en el correspondiente apego a
los objetos, investidos de un valor emocional excedido. Sea como fuere, la ruptura de
las proyecciones en los objetos y la retirada de la libido en ellos investida, nos brinda
la oportunidad de ligarnos con la esencia ms ntima, con el valor vital supremo que en
las religiones ha recibido el nombre de Dios.
Por otra parte, a Saturno, en las tradiciones hermticas, se lo identifica con Satn:
Pero Satn, como propiciador del mal, que atrae la oscuridad y el desorden como un
malhechor, permite adquirir una actitud religiosa al convertirse en portador de luz.
Goethe lo define en Fausto como una parte de aquel poder que siempre quiere el mal
y siempre produce el bien . Y as, Senard (1948, citado en Chevalier, J. & Gheerbrant,
A., 1995) dice:
Esta desviacin, por los sufrimientos que entraa, puede sin embargo ser
el medio de reconocer la verdadera jerarqua de valores y el punto de
partida de la transmutacin de la conciencia, que se hace luego capaz de
reflejar puramente la luz original.
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