Historia de La Iglesia
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1.5-conversion de Constantino
Una vez muerto Constancio Cloro en el año 306 en Britania, las tropas allí
estacionadas proclaman emperador a Constantino. Pero hubo de librar
duros combates contra sus rivales hasta que, en la batalla del Puente Milvio
(312), se impuso a Majencio y se hizo con Roma. Con ello obtenía la parte
occidental del Imperio mientras que la oriental, controlada por Licinio, no
pasó a su poder hasta el año 323. Desde entonces hasta su muerte ejerció
como emperador único.
Se dice que antes de la batalla del Puente Milvio, Constantino hizo poner en
el escudo de sus soldados un signo mágico, que pudo ser un símbolo de la
religión solar de su padre o el símbolo cristiano de la cruz. La Iglesia
Católica afirma que en la víspera había tenido una visión de una brillante
cruz bajo la que se podía leer "in hoc signo vinces" (bajo este signo
vencerás), y que después de conseguir la victoria se convirtió al
cristianismo.
La alianza entre Constantino y los obispos produjo una religión de dogmas en parte cristianos
y en parte paganos. Y no podía ser de otra manera, pues el emperador no buscaba la verdad,
sino la pluralidad religiosa. Al fin y al cabo, su imperio era pagano, así que para complacer a
cristianos y paganos actuó “con total ambigüedad en su vida y en su gobierno”, como señala
un historiador.
Aunque se proclamó defensor del cristianismo, Constantino no abandonó el paganismo. Por
ejemplo, practicaba astrología y adivinación, actividades espiritistas condenadas por la Biblia
(Deuteronomio 18:10-12). En el Arco de Constantino, en Roma, se le puede ver realizando
sacrificios a dioses paganos. Además, siguió honrando al dios Sol al fabricar monedas con su
imagen y promover su culto. Al final de su vida, Constantino incluso accedió a que un
pueblecito de Italia llamado Umbría les construyera un templo a él y a su familia y nombrara
sacerdotes que oficiaran en dicho templo.
Constantino pospuso su bautismo “cristiano” hasta poco antes de morir, en el 337. Según
muchos especialistas, lo hizo para conservar el respaldo político de los sectores paganos y
cristianos del Imperio. En efecto, su vida y su bautismo tardío ponen en duda la sinceridad de
su fe en Cristo. Lo que sí es seguro es que la Iglesia que él hizo oficial se convirtió en una
poderosa institución política y religiosa que le dio la espalda a Jesús y le abrió los brazos al
mundo. Sin embargo, Jesús mismo había dicho sobre sus discípulos: “Ellos no son parte del
mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:14). De esta Iglesia —que ahora era
parte del mundo— surgieron incontables religiones.
¿Qué nos enseña todo esto? Que no debemos aceptar las doctrinas de ninguna religión sin
antes compararlas con lo que enseña la Biblia (1 Juan 4:1).
DATOS GENERALES
Constantino aseguró haber recibido en una visión (o en un sueño) la garantía de que el Dios
de los cristianos lo apoyaría en el campo de batalla.
Tras una batalla cuya victoria atribuyó a Dios, ordenó que se colocara una espada con forma
de cruz en la mano de una estatua suya que se encontraba “en el lugar más público de Roma”
(Historia eclesiástica,Eusebio de Cesarea).
Constantino ostentaba el título pagano de maximus pontifex, el sacerdote principal, y se
consideraba la máxima autoridad religiosa del imperio.
“Que Constantino fue cristiano por lo menos al final de su vida no se puede cuestionar. Claro,
siempre y cuando no se tome en cuenta la calidad de su cristianismo.” (Paul Keresztes,
profesor de Estudios Clásicos e Historia.)
Ciertamente a partir del 313 hubo un acercamiento de Constantino hacia los cristianos que
se intensificó durante los años previos a su enfrentamiento definitivo con Licinio. Esta
aproximación a la Iglesia católica se evidencia fundamentalmente en las disposiciones
jurídicas en favor de ésta, que Constantino adoptó en esos años. El testimonio de las
fuentes cristianas sobre las relaciones de Constantino con la iglesia es sumamente dudoso
y sujeto, aún hoy, a todo tipo de críticas y explicaciones contradictorias.
Tanto Eusebio en su "Historia Eclesiástica" y en la "Vida de Constantino", comoLactancio en
su obra "Sobre la muerte de los perseguidores" (de carácter más bien panfletario),
mantienen la idea de su conversión a partir de la batalla de Puente Milvio y, a partir de
entonces, se dedican a magnificar su obra y su personalidad hasta convertirlo en un
campeón de la cristiandad.
Pero esta conversión no concuerda con otra serie de datos que poseemos sobre el
emperador: así, por ejemplo, la iconografía de los relieves del arco triunfal de Constantino
en Roma (316) es de clara inspiración pagana y vincula a Constantino con el culto solar; las
monedas ofrecen una simbología equívoca y hay emisiones de ellas en las que Constantino
aparece junto a Apolo-Helios, otras en las que aparece Isis... Hasta los últimos años de su
vida cultivó la amistad de numerosos filósofos paganos, sobre todo del neoplatónico
Sopatro. Las ceremonias de la consagración de Constantinopla siguieron el ritual pagano y
estuvieron presididas por el emperador, acompañado por el pontifex pagano Vettio Agorio
Pretextato y por el propio Sopatro como augur.
El mismo Constantino, en los escritos recogidos por Eusebio, habla frecuentemente de "la
divinidad, el Dios muy Alto, el Dios omnipotente", términos que son comunes a los
paganos. Pero no habla específicamente de Jesús, como tampoco utiliza el término Ecclesia
en contextos en los que podría aclararse su afinidad a ella, sino que habla de las asambleas
de los justos o de la estancia santa... Así pues, no cabe hablar rigurosamente de
conversión, al menos hasta el momento en que en su lecho de muerte solicitó ser
bautizado. No obstante, potenció y utilizó el poder de la Iglesia Católica que, por otra parte,
le reportó amplias ventajas: le procuró nuevas bases en las que asentar su poder y actuó
manteniendo el consenso que todo poder político necesita. Los propios historiadores
paganos percibieron este acercamiento de Constantino a los cristianos. Zósimo explica su
atracción al cristianismo a resultas de la tragedia que tuvo lugar poco después de la
celebración en Roma de las vicennalia del Emperador. Los detalles no nos son conocidos,
pero la culminación del drama supuso la ejecución de Crispo (hijo de Constantino, pero no
de Fausta), de Fausta y de Licinio II, hijo del antiguo rival de Constantino. Zósimo dice que,
atormentada su conciencia y humillado porque los sacerdotes paganos no le absolvían de
tales crímenes, se inclinó hacia el cristianismo por la promesa de que el bautismo cristiano
borraría todos sus pecados.
Posiblemente, la ambigüedad religiosa de Constantino fuese voluntaria: la ruptura total con
la religión tradicional hubiera implicado una serie de riesgos para la estabilidad del imperio.
La cautela y el talante político de Constantino pudieron haberle inducido a iniciar una vía
que, paulatinamente, culminaría años después en la cristianización del Imperio.
La sistematización jurídica de las nuevas relaciones entre la Iglesia y el Estado romano no
fue, por tanto, el resultado de una medida concreta sino que su gestación fue gradual y
sobrepasan los límites de la propia época de Constantino. Las disposiciones que éste adoptó
a favor de la Iglesia se concentran en dos campos especialmente importantes: las
concernientes al patrimonio y las referidas a la jurisdicción eclesiásticos.
En cuanto al primer aspecto, el emperador autorizó a las iglesias a recibir donaciones y
herencias y él mismo pasó de la teoría a los hechos con gran celeridad. Constantino
concedió numerosas donaciones a la Iglesia, tanto de su caja privada como de los bienes
del fisco: en el 324 estableció la
concesión de subvenciones a través de la oficina prefectural para la reparación de iglesias y
para la construcción de otras nuevas. Cada iglesia fue dotada de un patrimonio propio,
consistente en tierras suficientes para garantizar el mantenimiento de las mismas, así como
de los clérigos a su servicio. Además, los bienes patrimoniales de las iglesias disfrutaron de
importantes exenciones fiscales: Constantino las liberó de la obligación de pagar el
impuesto normal, como a las propiedades del emperador, a las que concede el mismo
beneficio.
Hay que entender que se trataba del cargo de la iugatio, que era el impuesto fonciario
normal. Esta dispensa la extendió posteriormente a los bienes de todos los clérigos lo que,
en cierto modo, suponía la concesión al orden clerical de un estatuto jurídico particular.
En una disposición del 318, Constantino establece que sea el tribunal episcopal quien
juzgue a todo aquel que desee ser juzgado según la ley cristiana. Además, declara que la
sentencia emitida por el tribunal episcopal sería inviolable y su ejecución sería asegurada
por la fuerza pública. Añade que, en cuanto a la materia a juzgar, incluía todo tipo de
causas y que sus sentencias eran sacrosantas e inapelables. Estas disposiciones generaron
una duplicidad de jurisdicciones paralelas: la secular y la eclesiástica, establecidas sobre la
base de mutua independencia. Pero no debieron ser infrecuentes las contradicciones en las
sentencias entre ambos tribunales, lo que explica que, posteriormente, los tribunales
eclesiásticos sufrieran un proceso restrictivo. Sólo pudieron juzgar delitos leves, no de
carácter criminal. Más tarde se intentó que sus competencias se limitasen a asuntos
exclusivamente religiosos, pero esta precisión era extremadamente vaga ya que muchos
conflictos de carácter religioso podían ser al mismo tiempo asuntos criminales. No en vano
la futura institución de la Inquisición se sustentaba, en gran parte, en las competencias
jurídicas otorgadas al tribunal episcopal en esta época.
El cristianismo se convierte en
religión del Estado en el Imperio
Romano
El 27 febrero del año 380, el cristianismo se convirtió en la religión exclusiva
del Imperio Romano por un decreto del emperador Teodosio, lo que tuvo
trascendentales consecuencias.
El decreto unió las raíces judeo-cristianas del continente europeo con la cultura greco-
romana. Hasta el Concilio de Nicea, en el año 325, las iglesias cristianas eran
incendiadas, quienes profesaran la religión cristiana eran perseguidos y su patrimonio
era confiscado. Particularmente bajo el emperador Diocleciano (245-316) se intensificó
la persecución cristiana. Diocleciano quería revivir los viejos cultos paganos y que éstos
se convirtieran en la religión del imperio. Pero su política anticristiana fracasó y fue
eliminada por su sucesor, el emperador Constantino (285-337).
El aparato militar y el administrativo funcionaban bien en el Imperio Romano. Una
zona de libre comercio había impulsado el bienestar económico. Los habitantes de
Roma gozaban de derechos civiles, lo que promovía una creciente cohesión entre la
población, sin embargo, no había libertad religiosa.
Mezquita de Bayazit, en Estanbul, Turquía.
Concilio de Nicea
El 19 de junio de 325, Constantino intervino en un conflicto eclesiástico. Para dirimir
entre las partes invitó a los obispos cristianos a un Concilio en Nicea, cerca de
Estambul. No era la imposición del cristianismo como religión del Estado el objetivo
del encuentro, en el que participaron más de 300 representantes eclesiásticos, sino
sobre todo alcanzar una paz religiosa que estabilizara el Imperio. Tras largos debates,
el emperador Constantino decidió llegar a un arreglo según el cual Jesús y Dios
representaban una misma entidad. Con la firma de esta definición por parte de los
eclesiásticos presentes fueron suspendidas las persecuciones contra cristianos.
Para los practicantes de la religión cristiana la situación mejoró. El 27 de febrero de
380, el emperador romano de Oriente Teodosio (347-395) firmó, en presencia del
emperador romano de Occidente Valentiniano (371-392) y su co-gobernante medio
hermano Graciano (359-383) un decreto con el que declaró al cristianismo religión del
Estado y estipuló un castigo a quienes practicaran cultos paganos. El decreto “Cunctos
populos”, concedía no sólo un lugar preponderante al cristianismo, sino que también
suponía la persecución contra quienes practicaran otra fe.