Historia de Mi Vida Segunda Parte

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Flaviano Amatulli Valente, fmap

HISTORIA
de mi vida

Apóstoles de la Palabra
- 2017 -

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Segunda Parte

SACERDOTE
Y MISIONERO

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La situación del Pueblo de Dios es un verdadero
desastre, si se tiene en cuenta en qué consiste la verdadera
evangelización. ¿La causa? Un verdadero pecado social,
por el cual nadie tiene la culpa y todos tenemos la culpa.
En realidad, la ignorancia religiosa domina por
completo a nuestras masas católicas y todos se sienten
felices, como si en eso consistiera la verdadera religión. Lo
peor del caso es que, por lo general, no se tiene conciencia
de la situación en que se vive, bien convencidos de que así
tiene que ser.

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Capítulo 1

PREPARACIÓN
Y ENTRENAMIENTO
Cantamisa
Me ordené sacerdote en Milán el 26 de junio de 1965;
el 27 lo pasé en Bolonia con un bienhechor, al parecer muy
culto. Celebré la misa en algún lugar de la ciudad. Entre
otras cosas, mi bienhechor había publicado una antología de
poemas para usarse en las escuelas. Entre estos, había puesto
también un poema mío, cuyo nombre no recuerdo.
El 28 viajé hacia mi tierra; el 29, fiesta de los santos
apóstoles Pedro y Pablo, celebré mi solemne cantamisa en
la catedral de mi ciudad, en la que había sido bautizado.
Algo extremadamente sencillo. En esta ocasión hubo la
reconciliación con mi padre, que participó de buena gana en
el cantamisa y la comida, que siguió en la hacienda de mi
hermana Rosa.
De todos modos, pocas veces frecuenté la casa paterna,
puesto que pasaba las vacaciones en la hacienda de mi
hermana Rosa.

Estudiante universitario
y profesor de seminario
Tuve que conseguir pronto la licencia en teología, como
condición esencial para poder inscribirme en la Escuela de

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los Medios de Comunicación Social (Ciencias de la
Comunicación), que formaba parte de la Universidad
Católica de Milán y tenía como sede la ciudad de Bérgamo
(la parte alta), una ciudad entre Milán y Brescia, donde los
Combonianos teníamos un seminario menor, en el cual fui
destinado a enseñar italiano y latín.

-Mucho sacrificio
Fueron años de mucho sacrificio, puesto que por lo
general los miembros de la comunidad no tenían ninguna
idea acerca de la importancia del asunto, no obstante que el
Concilio hubiera emanado un documento especial al
respecto.
Solían decir:
–Nosotros somos misioneros, es decir, estamos
destinados a la misión. ¿Qué nos interesa el periodismo, el
teatro, el cine, la televisión o la radio? Tiempo perdido.
Y con eso trataron de hacerme la vida imposible. Por
lo tanto, en lugar de ir a la Escuela cinco días a la semana,
por la tarde, iba solamente dos. Lo malo fue que, no obstante
regresara al seminario muy noche, todas las mañanas tenía
que levantarme a las 5 horas para poder ir a celebrar la misa
a una casa de religiosas, que tenían a su cargo un colegio y a
las 7: 30 tenían que estar listas para iniciar las clases, después
de haber hecho la meditación reglamentaria, asistido a la
misa y desayunado. Claro que, en lugar de una misa, parecía
una dormición general, con ronquidos y todo.
Además, todos los días tenía unas cinco horas de clase
y todos los sábados por la tarde salía de la casa para realizar
jornadas misionales, que consistían en predicar acerca de
las misiones durante todas las misas. Así manteníamos el
seminario.
Otro detalle. Mientras algún padre contaba con un carro
propio (con el debido permiso de los superiores, se entiende),

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un servidor se trasladaba a las distintas parroquia en una
motocicleta de la comunidad. Siempre buscando la manera
de desanimarme. Lo que nunca lograron.

-Conferencista oficial
No sé si fue por conocer mejor mis capacidades o por
hacerme más complicada la vida, un hecho es cierto que
cada vez que alguien pedía que un comboniano diera una
conferencia para recordar o enaltecer algún acontecimiento,
sistemáticamente pasaban el encargo a un servidor.
Ni modo. La paciencia es la virtud de los fuertes. Y un
servidor decidió ser fuerte con miras a la misión, el ideal de
mi vida.

-Enseñanza exitosa
Tal vez será por el espíritu periodístico que de por sí
poseía un servidor y con el estudio se fue perfeccionando, el
hecho es que mi manera de enseñar era muy particular,
juntando con toda libertad arte, deporte, historia y política.
Así que en el examen estatal, que al final de cada año
hacían mis alumnos del seminario, resultaban siempre
excelentes. Tanto que los profesores empezaron a sospechar
alguna estrategia de mi parte, como por ejemplo aprenderse
de memoria mis comentarios a cada poema.
Por eso un año pidieron a todos los alumnos que
comentaran el mismo poema. Y se llevaron el chasco de su
vida. Los comentarios fueron todos diferentes el uno del otro,
subrayando cada uno algún aspecto particular. En realidad,
un servidor quería que los alumnos pusieran la máxima
atención a los comentarios y les prohibía tomar nota de los
mismos. Lo importante era aprender a examinar cada poema
desde lo puntos de vista más diferentes, creando un estilo de
enseñanza muy peculiar.

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Evidentemente, este hecho acrecentó enormemente la
admiración de los alumnos hacia mi persona. Sin embargo,
lo que más les impactó fue el encontrar en los periódicos,
que se vendían en los expendios de la ciudad, algún artículo
de un servidor sobre los temas más disparatados.

-Exámenes finales
Alguien se preguntará:
–Puesto que el padre Amatulli iba a clases solamente
dos veces la semana, reduciendo el estudio a las materias de
periodismo y teatro, ¿cómo lograría superar los exámenes
finales, en que se abarcaban también el cine, la radio y la
televisión?
Sencillo. Mientras esperaban su turno para el examen
final, algunos alumnos acostumbraban leer en voz alta los
apuntes que tenían acerca de tal o cual materia. Pues bien,
un servidor los escuchaba atentamente y con eso se
presentaba a los exámenes finales, ante la admiración de
muchos.

-Confesor experimentado
Durante las vacaciones escolares, me quedaba en
Bérgamo, donde trabajaba de noche en la redacción de un
periódico, encargándome de la parte religiosa, y durante el
día, después de haber descansado un poco, me dedicaba a
dar una mano en alguna parroquia.
Pues bien, un día fui a una parroquia para solicitar al
párroco una jornada misional, aprovechando el tiempo que
iba a durar en aquella ciudad. No habiendo aún llegado el
señor cura, alguien me pidió una confesión. Accedí de buen
grado. ¿Y qué pasó? Que se trataba de una confesión general.
De hecho, después de media hora, aún estábamos en la
infancia.

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Intenté de muchas maneras hacerle entender a la
penitente el asunto que traía entre manos. Y nada. Entonces
me salí del confesionario disimuladamente. Traté el asunto
con el párroco, desayuné con él, y por fin me aprestaba a
retirarme, cuando, regresando al templo parroquial por una
última visita al Santísimo, vi que la señora aún estaba pegada
al confesionario.
Regresé de nuevo, me metí en él y me di cuenta de que
ya estábamos en las últimas. Traté de concluir con algún
consejo práctico y nada. La penitente no se cansaba de repetir:
–“¿Cinco Padres nuestros, cinco Ave Marías y cinco
glorias?”
Cuando me di cuenta que no podía con su sordera, me
limité a repetir:
–Sí, sí, sí –, dando por terminado el asunto.
Sin embargo, al salir los dos del confesionario, se me
acercó la viejita y me agradeció el grande favor que le había
hecho:
–Hasta la fecha, Usted ha sido el único que tuvo la
paciencia de escuchar mi confesión desde un principio hasta
el final.
¡Santa ingenuidad! Confieso que me quedé totalmente
desarmado. En otra ocasión, quiso confesarse un señor
bastante culto y, al mismo tiempo, extremadamente
escrupuloso. Al darme cuenta de la situación, lo invité a
escribir todo en un cuaderno y regresar después de una
semana para entregármelo.
Dicho y hecho. Después de una semana, el señor regresó
para entregarme el dichoso cuaderno, lleno hasta los bordes.
Le eché un vistazo, le señale la penitencia y le di la
absolución. Después de haberse retirado, regresó corriendo:
–Padre, tal vez cometí este pecado cincuenta veces más.
–No te preocupes –fue mi respuesta–. Yo, por mi cuenta,
le añadí a cada pecado un millón de veces más.

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Y con eso el amigo se fue más tranquilo. Ni modo. Así
son los escrupulosos.

-Titulación
Pasó lo mismo que para la Licencia en Teología
Dogmática: acabar con todos los requisitos apenas fuera
posible, para poder salir del apuro y viajar para México.
Así que, durante las vacaciones, tuve que apresurar la
tesis, que discutí con éxito, y poco después salí para México
en el último viaje de la nave Miguelángel.
Sin duda, se trató de una travesía muy dolorosa, puesto
que las aguas del mar estaban bastante agitadas. De todos
modos, unos 9 días después estaba en New Yo rk,
quedándome como base en nuestra casa de Montclaire, New
Jersey, más o menos un mes y medio.
Hacía un frío tremendo (25 grados centígrados bajo
cero), algo impensable en Italia, donde había experimentado
hasta los 15 grados centígrados bajo cero alguna mañana al
ir al seminario de Venegono Inferiore, donde tenía su sede la
Pontificia Facultad Teológica de Milán.

-Visa
Pues bien, estando en Estados Unidos, acudí a la
embajada de México, que de inmediato me concedió la visa
para México, lo que hubiera resultado imposible en Italia,
puesto que fácilmente se hubieran dado cuenta de que era
un sacerdote y, por lo tanto, imposibilitado a entrar a México
a causa de las leyes anticatólicas aún vigentes.

México
A veces me preguntan:
–¿Por qué Usted decidió venir a México y no a otro
país?

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–Mi sueño era África –es mi respuesta–, para seguir
las huellas de San Daniel Comboni, vicario apostólico de
África Central y fundador de los Misioneros Combonianos.
De hecho, en este sentido había hecho mi solicitud al
Superior General de la Congregación de los Misioneros
Combonianos. Sin embargo, a la mera hora me desviaron
para México por el simple hecho que el director de Esquila
Misional, la revista oficial de los misioneros combonianos,
estaba enfermo y, por lo tanto, no vieron alguien mejor que
un servidor para poderlo sustituir, alguien por demás titulado
en la materia.

-De turista a visitante e inmigrante


Para no salir del país cada seis meses para renovar la
visa de turista, enseñé durante unos meses en la Dante
Alighieri, una institución de cultura italiana, en que todos
los maestros necesariamente tenían que ser italianos de
nacimiento. Enseñaba arte italiano. Normalmente los
alumnos eran funcionarios de las distintas embajadas.
Después, para quedar más libre, hice los trámites para
pasar de visitante a inmigrante. Se trataba de aclarar en
Gobernación el sentido de “maestro”. Me sugirieron que
dijera ser “maestro de foto y litografía”, una nueva técnica
italiana de trabajar en la impresión de los libros. Naturalmente
esto agradó muchísimo a los funcionarios de Gobernación,
que vieron con buenos ojos mi presencia en México.
Así pasé de visitante a inmigrante, con derecho a
trabajar como cualquier ciudadano mexicano.

-Artesanato Nazaret
Se trataba de una Asociación Civil, compuesta por gente
rica de la zona y destinada a sacar muchachos del tribunal
de menores y educarlos fuera del sistema carcelario. El

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mismo gobierno se encargaba de enviar algo de ropa y comida
para su mantenimiento, no obstante algunos resultaran ser
unos verdaderos asesinos, que habían llegado hasta matar a
sus propios padres.
Naturalmente para este tipo de gente se necesitaban
encargados con dotes especiales, capaces de agarrarse a
golpes con quien fuera y doblegar a cualquiera que se le
opusiera. Lo que sucedía casi siempre, al llegar un nuevo
huésped al Artesanato.
De hecho, cada vez que llegaba un nuevo inquilino,
pretendía ser el jefe de todos hasta que el director de la
institución, el comboniano padre Santiago Piccinelli, no lo
derribara y le hiciera gritar: “No me mate. Voy a obedecerle
en todo. Usted es el mero mero”.
Pues bien, a mí me tocó ser oficialmente subdirector
de esta institución, aunque la frecuentara en contadas
circunstancias. En una ocasión, vi al padre director
sumamente enojado. ¿La causa? Un muchacho estaba
flojeando. En lugar de estar trabajando en el taller asignado,
estaba sentado como un gran señor.
Pues bien, el padre se puso furioso. Cargó el rifle con
un cartucho de sal y le tiró en la sentadera. El muchacho
gritaba por el dolor. El padre buscó una cubeta de agua, se
acercó a él, le quitó los pantalones y lo sentó en la cubeta,
hasta que la sal no se disolviera por completo. Creo que el
muchacho nunca habrá olvidado aquella lección.

-El padre Santiago Piccinelli


Era maestro de primaria, cuando estaba por concluirse
la Segunda Guerra Mundial. Por lo general, los que no
lograban soportar la situación, causada por la problemática
que se estaba viviendo, trataban de zafarse como podían. Al
contrario, el futuro sacerdote con otros 42 jóvenes decidieron
jugársela por Cristo y su país.

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Pues bien recibieron armas de parte de alguna
institución del gobierno, para enfrentarse con los comunistas
en un posible intento de tomar las riendas del país al
concluirse la guerra. Como entrenamiento práctico, estaban
siempre preparados para atacar a los comunistas en caso de
alguna manifestación política en favor del comunismo o
simplemente antirreligiosa.
Al terminar la guerra, para no entregar las armas al
nuevo gobierno y explicar muchos detalles al respecto, con
una bomba cerraron el paso a la cueva de una montaña, que
contenía las armas. Después todos entraron al seminario y
42 de ellos llegaron a ser ordenados sacerdotes.
Pues bien, a raíz de esta experiencia, el padre Santiago
Piccinelli tenía una grande afición para las armas, contando
siempre con algún rifle a repetición (hasta 30-50 tiros) y
enseñando su uso a todos los miembros de la comunidad.

-Guardias forestales
Un día nos encontrábamos en la cima de un antiguo
volcán, que se encontraba entre la población “Las Tres
Marías” (rumbo a Cuernavaca) y Toluca. Precisamente
estábamos ensayando el uso de las armas, tratando de centrar
algunos botecitos de refrescos, que encontramos por allá. A
un cierto momento nos dimos cuenta de que dos guardias
fo rest ales, al oír los disparos, nos descubrieron y
disimuladamente se estaban acercando a nosotros, para
agarrarnos in fragranti, es decir, con las manos en la masa
(las armas).
Sin embargo, alguien entre nosotros descubrió a los
guardias mientras se acercaban sigilosamente. Dio la alarma.
De inmediato ordené que se escondieran las armas, mientras
un servidor tomaba otro rifle de aire comprimido y se ponía
a tirar a unos botecitos de refresco.

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Los guardias me agarraron, pensando que me pondría
a temblar. Al contrario, le enseñé el rifle, totalmente
extrañado de la situación. Al darse cuenta del equívoco, me
pidieron disculpas y se alejaron, sorprendidos por el tipo de
disparo que les parecía haber escuchado.

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Capítulo 2

DIRECTOR Y SACERDOTE
Esquila Misional y Ciudad Netzahualcóyotl.
Como es fácil notar, fui enviado a México
esencialmente para hacerme cargo de la revista Esquila
Misional, que de hecho era la carta de presentación de los
misioneros combonianos, juntamente con Aguiluchos, la
revista de los adolescentes.
Así que pronto metí manos a la obra, entregándome en
cuerpo y alma a la nueva tarea, al principio como simple
redactor y después de unos meses como director de la revista
Esquila Misional y de toda la oficina, mientras como superior
de la casa quedaba el padre Juan Pedro Pini.
Tal vez, conociendo mis anhelos apostólicos, el superior
de la comunidad pronto me llevó a Ciudad Netzahualcóyotl,
que prácticamente fungía como dormitorio de la capital. De
hecho, la gente más afortunada, es decir, que contaba con
algún trabajo, muy temprano salía de su casa para trasladarse
al lugar del trabajo. Dos o tres horas de camión para la ida y
dos o tres horas para el regreso. Casi no podían convivir con
sus hijos.

-Traslado difícil
A mi llegada a México, era extremadamente difícil
trasladarse de un lugar a otro. Seguido se veían camiones

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con gente colgada. Para evitar eso, a veces me pasaba horas
y horas caminando a pie de un lugar a otro. Eso me sucedía
de una manera especial cuando iba a enseñar en la Dante
Alighieri.
Después en el Dist rito Federal se inst aló la
Metropolitana y las cosas empezaron a cambiar, quedando
como siempre Ciudad Netzahualcóyotl, que constituía una
verdadera trampa para los que no eran del lugar. Podían
entrar, pero difícilmente salir por encontrarse a cada rato
con calles cerradas, constituyendo el lugar ideal para los
bandidos y asesinos. Fíjense que hubo muchos asesinatos
de policías.

-Catequesis
Para la recepción de los sacramentos, traté de formar a
gente del lugar. Antes iban a Ciudad Netzahualcóyotl
muchachos de algún colegio del Distrit o Federal,
normalmente gente de dinero, que enseñaban lo que podían,
mientras sus mamás repartían entre los más pobres alguna
ropa usada.
Evidentemente todo eso no me gustaba, conociendo el
elevado grado de corrupción vigente en toda la sociedad
mexicana. Así que, mientras por un lado, los papás o los
esposos explotaban a la gente, ellos les enseñaban la Palabra
de Dios. A su modo, evidentemente.
Lo que no me parecía correcto. En realidad, siguiendo
con este criterio, no me extrañaría que algún día los jefes del
narcotráfico y los secuestradores se volvieran en los
consentidos de los responsables de la Iglesia, con primeras
comuniones, confirmaciones y matrimonios hechos en casa.
Quod Deus avertat = que no lo permita Dios.

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-Documentos conciliares y Palabra de Dios
Al mismo tiempo, para contar con un liderazgo más
formado, organicé cursos sobre los documentos conciliares
(encargado el padre Marcelo Trotta, mi paisano) y cursos
sobre la Biblia (encargado un servidor).
Contrariamente a lo que me imaginaba, el párroco no
estaba de acuerdo con este tipo de enseñanza. Según él, sea
los documentos conciliares que la Palabra de Dios, no eran
para los laicos, sino solamente para los sacerdotes.
Naturalmente a mí no me decía nada.
Otros detalles: para los cursos bíblicos, utilizaba el
material didáctico del padre Molina, fundador y director
general del Movimiento Bíblico Católico, y la Biblia Nácar
Colunga, que en las librerías de los Paulinos costaba 45 pesos
y con el padre Molina solamente 18 pesos.
Por eso, periódicamente iba a Naucalpan, para surtirme
con el padre Molina de biblias y material didáctico. Todos
los que se inscribían al curso bíblico, recibían su Biblia con
el material didáctico correspondiente. Poco a poco iban
pagando, según lo que podían. No había ni lista ni nada. De
esa manera, más de mil personas frecuentaron el dichoso
curso, aunque, después de muchos años, aún había personas,
que no habían logrado saldar su deuda.
El hecho es que, poco a poco, fue surgiendo un liderazgo
católico con una cierta formación. A distancia de años me di
cuenta de que algunos seguían siendo catequistas, logrando
cargos en la nueva diócesis, y otros habían llegado a ser
diáconos permanentes.

Personajes y anécdotas

-Padre Anguiano
Sin duda, fue una figura de primer plano en la guerra
cristera. Sobre su actividad se escribieron por lo menos tres

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volúmenes, que un servidor pudo ver con sus propios ojos.
Me contó que a los 17 años de edad dejó el seminario para
sumarse a los cristeros de Colima con el grado de subteniente.
Pues bien, una noche, habiéndose alejado por un
mandado y, al mismo tiempo, estando reunido el estado
mayor de los cristeros de Colima para fabricar bombas,
explotó una y murieron todos. Por lo tanto, a él le tocó
reorganizar a los cristeros (unos sesenta), nombrando a todos
los oficiales y quedando él como general.
Recuerdo como Mons. Francisco Ferreira, obispo de
Texcoco, del cual dependía su parroquia (Cristo Rey, de la
colonia Raúl Romero, Ciudad Netzahualcóyotl o Vaso de
Texcoco) se dirigía a él llamándolo siempre como “Mi
general”.
Algo muy raro noté en él: por un lado, la disposición a
dar hasta la vida por la religión católica y por el otro una
conducta, que dejaba mucho que desear. En una ocasión,
por ejemplo, leyó en un periódico que en España en una
exposición se puso un crucifijo, en que se representaba a
Cristo con la cabeza de cochino. Se enojó sobremanera y
gritó:
–Si yo hubiera estado allá, con una lata de gasolina
¡hubiera quemado toda la exposición!
¿Y para construir la parroquia? Una verdadera hazaña.
Antes que nada, tomó toda la manzana para el templo y las
instalaciones parroquiales y después alborotó al pueblo de
manera tal que estuviera dispuesto a todo, hasta a enfrentarse
con el ejército con tal que se construyera la parroquia con
todos los anexos.
De noche el padre Anguiano con su gente construían y
de día el ejército destruía todo, hasta que murió el presidente
municipal y se pudo continuar la obra con toda libertad.
Cuando era la fiesta del Corpus, en camión daba la vuelta
por todo el territorio parroquial con la custodia en la mano,

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como si se tratara de una metralleta, y ordenando a todos
que se pusieran de rodillas.
También cuando un servidor quiso construir el templo
de las Virgencitas, hubo problemas con el gobierno. Entonces
avisé al padre Anguiano, que me aconsejó salir de la capital,
antes de que me tomaran preso y me expulsaran del país.
Al mismo tiempo reunió a los más decididos de la
colonia y los arengó, como era su costumbre:
–Aquí vamos a ver quién es quién. Consigan cohetes y
hagan turnos de vigilancia. El primero que nota la presencia
de los policías o del ejército, empiece a prender los cohetes
y se va a desatar el infierno. Todos en su contra, hasta que
no desaparezcan para siempre del lugar. Es tiempo de
revindicar nuestros derechos a construir nuestros templos y
profesar libremente nuestra fe.
Naturalmente, cuando los del gobierno se dieron cuenta
de la situación y de quién los había alborotado, desistió de
toda oposición y se pudo continuar en la construcción del
templo con plena libertad.
Al mismo tiempo, el padre Anguiano dejaba a sus
simpatizantes con un mal sabor de boca, al tomar vino en
gran cantidad, cuando se festejaba su santo. Por otro lado,
vemos que se trata de una costumbre muy común en nuestros
ambientes, como si no pudiera haber una fiesta cristiana sin
borrachera. De ahí la grande importancia que siempre se dio
a la Religiosidad Popular, algo que los profetas fustigaron
duramente y les mereció una muerte gloriosa, aunque cruenta.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención en el
actuar del padre Anguiano fue el no lograr entender que
también entre su gente pudiera haber algunos capaces de
captar con más profundidad la Palabra de Dios y así volverse
en sus más activos colaboradores.
En una ocasión, lo invité a ver el grupo de los que habían
sido elegidos para ser “instructores en Biblia” (unos 18 en

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total), puesto que estaban reunidos para la primera clase en
un saloncito anexo. Su tarea era profundizar los distintos
aspectos bíblicos, para después enseñar el primer curso a la
gente de Ciudad Netzahualcóyotl, utilizando el material
didáctico del Movimiento Bíblico Católico.
Pues bien, el padre Anguiano se rehusó tajantemente:
–No creo que 18 personas hoy vayan a empezar a
profundizar la Biblia para enseñarla a otros. Esto es para las
personas que comen carne como en Europa. En realidad, un
servidor estuvo en Roma 11 años, para evitar que me dieran
chicharrón, como hicieron con los demás cristeros
sobresalientes. Fíjate que, entre estos, hubo más muertos
después de los acuerdos de paz que durante el conflicto
armado. Por otro lado, si esto fuera cierto, de plano me doy
un tiro.
Visto como estaban las cosas, para no llegar a mayores,
no volví a insistir que fuera a visitar el grupo.

-Elías
En Ciudad Netzahualcóyotl, entre los jóvenes, que
seguían más de cerca mis pasos y prácticamente eran mi
brazo derecho, había un señor llamado Elías con antecedentes
muy dudosos. Se decía, o decía el mismo, que antes había
trabajado en un circo como trapecista hasta que tuvo un
accidente, que lo obligó a dejar este tipo de trabajo,
dedicándose después a la venta de refacciones para carros.
Las malas lenguas decían que se trataba de piezas sacadas
de carros robados.
Un día lo encontré muy golpeado y le pregunté acerca
de la causa:
–Por predicar la Palabra de Dios, me hicieron todo eso–
, fue su respuesta.
Un servidor le creyó y en alguna ocasión lo presentó
como ejemplo de auténtico profetismo, hasta que alguien
me puso en guardia:
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–Es que fue a una cantina y lo primero que hizo fue
emborracharse, como era su costumbre hacer antes de su
conversión, y después, en tales condiciones, empezó a
reprender a todos los presentes por su mala conducta. Claro
que, estando así las cosas, ¿qué se esperaba? ¿Qué le hicieran
caso? Al contrario, le dieron una buena paliza para que se
acordara de que así no son las cosas.
Otro detalle: seguido iba a la oficina de Esquila
Misional, porque estaba enamorando a una de las empleadas,
y lo logró, siendo tan feo y gozando de tan mala fama. Ni
modo. Así son los misterios del corazón humano. De hecho,
con el pasar de los años, se casó con ella.
Pues bien, años después, estando ya en la Chinantla,
un día fui a su casa y conocí a su suegro, que tenía los papeles
bien legalizados de bastante terreno en el centro del Vaso de
Texcoco. Le aconsejé que los tuviera bien guardados, hasta
que no se fundara la diócesis de Ciudad Netzahualcóyotl y
el obispo no aceptara construir allá la nueva catedral con
sus anexos. Lo que de hecho se hizo, una vez constituida la
nueva diócesis.

-Violencia
Supe que en una ocasión un sacerdote fue a celebrar la
misa en la capilla de una colonia. Al retirarse, lo asaltaron
algunos jóvenes:
–Por favor, suéltanos la limosna.
–¿Cómo no, mis queridos amigos? Aquí está, hijos de
su…
Y, en lugar de la limosna, sacó la pistola:
–Voy a contar hasta diez y después, sálvese el que pueda.
Claro que de inmediato todos se dieron a la fuga.

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-El borrachín feliz
En otra ocasión, yendo en mi carrito como de costumbre,
vi a un borracho al borde del camino, tirado en un canal de
aguas negras, que gritaba con todas sus fuerzas: “Hay que
gozar la vida”.
Me pregunto:
–¿Es esta la manera de gozar la vida?
Ni modo. Todo es posible, cuando se trata de un
borracho.

-La placa de policía


Un día uno de mis achichincles (así un servidor a veces
llamaba a los jóvenes que constituían su brazo derecho)
encontró una placa de policías.
–¿Qué hago? – me preguntó.
–Guárdala. Para algo va a servir–, fue mi respuesta.
Y un día me vino la idea:
–Vamos a soltar a los presos que están en el puesto de
policía–, fue mi propuesta.
–De acuerdo.
Y fuimos al puesto de policía. Mi achichincle se
adelantó, enseñando la placa, fingiendo ser su amigo y
poniéndolos en guardia:
–Ahora llegará el jefe de Toluca para ver si todo está en
orden. Por favor, preparen el registro con el nombre de cada
uno de los que se encuentran en los separos.
–Señor– replicó el comandante del puesto de policía–,
ya sabe cómo son las cosas por aquí: tomamos preso algún
borracho o peleonero y lo metemos en los separos, sin escribir
nada. Es que poco después viene algún pariente del preso,
pidiendo su liberación a cambio de unos cuantos centavos.
Así redondeamos nuestro mísero estipendio.
–Entiendo– contesta mi achichincle–; de todos modos,
las leyes son leyes. Así que, no les queda más que soltar

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inmediatamente a todos los presos, de manera tal que, al
llegar el jefe, todo esté en orden.
Dicho y hecho. Los presos (unos 10 en total) son
liberados, mientras llega un servidor, que con señas pregunta
a su achichincle si todo está en orden. Al ser positiva su
respuesta, le ordena que se acerque al carro para continuar
con la tarea.
Así nos esfumamos, antes de que alguien nos reconozca
y los policías nos den una santa paliza por la manía de hacer
chistes de mal gusto.

-Usted es muy guapo


Al llegar a México, pronto me di cuenta de que existe
una enorme diferencia en el trato con seminaristas y
sacerdotes de parte de la gente de México y de Italia,
especialmente de parte de las mujeres y en especial de las
muchachas.
Allá es difícil que alguien se atreva a manifestar ciertos
sentimientos a un seminarista o un sacerdote. Aquí, al
contrario, con toda facilidad en Tehuantepec, por ejemplo,
las mujeres se dirigían a mí, llamándome “güero o güerito”
y dándome a entender su aprecio.
En una ocasión, estando en Ciudad Netzahualcóyotl,
una señora me pidió perdón por andar repitiendo que un
servidor era “muy guapo”. Le pregunté si era cierto o falso.
–Claro que es cierto– me contestó la señora.
–Entonces –fue mi comentario– no se trata de una
mentira. Por lo tanto, con toda tranquilidad siga repitiendo
lo mismo.
En otra ocasión, una señora me pidió perdón por
haberme invitado seguido a ir a comer en su casa.
–Es que buscaba la manera de que se viera con mi hija,
con el secreto deseo de que llegaran a entenderse y, algún
día, casarse. Es que siempre he deseado tener nietos “güeros”.

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La capilla de “Las Virgencitas”
Desde cuando llegué a Ciudad Netzahualcóyotl, fungió
como mi base de operaciones. Normalmente, cuando desde
el sábado me la pasaba en sus colonias, dormía por la noche
en un cuartito anexo.
Lo absurdo era que la capilla estaba construida en plena
calle. Así que, desde un principio pensaba construir un templo
grande a un lado del mercado. Por eso, pedí al encargado del
mercado unos diez metros de terreno a lo largo de la futura
obra (40 metros) y me los concedió.
Se hizo el proyecto con un ingeniero de la capital y
manos a la obra. Cada semana el Comité “Pro Construcción”
realizaba una colecta de casa en casa. En tres años de trabajo
intenso, se logró poner los fundamentos, que abarcaban el
templo (36 X 18) y unos anexo s para las oficinas
parroquiales, los salones del catecismo y un salón de eventos
sociales.
Hasta que un día el doctor Portillo quiso ver cómo
andaba la obra. Lo llevé a la colonia y le enseñe el lugar.
Prácticamente el lugar estaba completamente inundado. Me
preguntó el doctor:
–¿Dónde está la construcción?
–Donde se ven las varillas, allá están las bases.
–Bueno. ¿En cuánto tiempo piensan construir este
templo?
–De seguir como se ha hecho hasta la fecha, creo que
el templo se va a terminar de construir de aquí a 15-20 años.
Al escuchar esto, el doctor se puso nervioso. Inútilmente
la esposa trataba de disuadirlo:
–Papito, no te comprometas.
Sin embargo, a un cierto momento se me acercó el
doctor:

24
–Todos los gastos corren por mi cuenta. Lo que quiero
es que, antes de que Usted salga para la Chinantla (Oaxaca),
todo esté terminado.
Faltaban 4 meses. Ni modo. De inmediato, convoqué
al arquitecto, que llegó de la Ciudad de México, al maestro
de obras de la misma colonia y a Chucho García, un joven a
quien nombré como administrador. En una semana ya estaban
trabajando más de cien albañiles.
Los advertí a todos:
–Si vienen los del sindicato, a nadie se le ocurra hablar
de sueldos. Digan sencillamente que están dando un servicio
voluntario, sin sueldo ni nada. ¿Y el material? Puras
donaciones.
El hecho es que en cuatro meses el templo ya estaba
listo. Naturalmente el arquitecto tuvo la precaución de
planear un techo prefabricado. Fíjense que hasta la fecha era
la obra más grande que se realizaba con ese sistema, por lo
cual estuvo presente la televisión para tener constancia de
una hazaña tan grande.
Unos días después hubo la inauguración de la obra,
contando con la presencia del secretario de la Delegación
Apostólica (en aquel tiempo aún no había una Nunciatura,
puesto que aún no había relaciones diplomáticas entre la
Santa Sede y el gobierno mexicano).
Recuerdo que durante el trayecto el secretario de la
Delegación Apostólica le preguntó al obispo de Texcoco
cuántos habitantes había en Ciudad Netzahualcóyotl. El
obispo contestó que había unos cincuenta mil habitantes,
cuando en la práctica faltaba poco para llegar al millón.
Quiero dar constancia de que, desde el primer año de
mi llegada, en la fiesta patronal (el 12 de diciembre, fiesta
de la Virgen de Guadalupe), no hubo ni borrachera ni nada.
Hubo solamente muchos juegos mecánicos y mucha
diversión, pero ningún expendio de cerveza o licor.

25
Un servidor, con la sotana puesta, vigilaba por todos
lados. Si veía a un borracho, ordenaba a unos hombres,
encargados del orden, para que lo agarraran y lo entregaran
a la policía, que quedaba fuera del espacio dedicado a la
fiesta.
Conclusión: se pueden hacer bien las cosas. Si no se
hacen, es por el maldito dinero, que todo lo confunde con tal
de favorecer los propios intereses particulares.

Parroquias y capillas
Durante algún tiempo todos los domingos iba a dar misa
en una calle de la Colonia Central. Vista la insistencia de la
gente para que siguiera celebrando la misa todos los
domingos en aquella colonia, invité a todos los asistentes a
luchar por conseguir un terrenito, en que se pudiera continuar
celebrando la misa, puesto que estaba prohibido celebrar la
misa en plena calle.
Los políticos de la colonia estuvieron de acuerdo en
apoyar su solicitud para conseguir un terrenito para la
celebración de la santa misa. En este terrenito, primero se
hizo una ermita y después una capilla.
Ni modo. Estábamos en un clima de persecución,
aunque velada, y por lo tanto había que ingeniársela para
poder contar con suficientes lugares de culto. Así logré que
se construyera la parroquia de la colonia Agua Azul y de
tantos otros lugares, cuyos nombres no recuerdo.

Clubes juveniles
Cuanto llegué a Ciudad Netzahualcóyotl, había una
verdadera guerra entre los jóvenes (pandillas) de las distintas
colonias. ¿Cómo tratar de resolver el problema? Inventé los
Clubes Juveniles, organizados y dirigidos por un grupo de
jóvenes, que eran mi verdadero brazo derecho.
Cada domingo, por colonia, se reunían en una casa,

26
que contaba con un patio. Se empezaba con una mesa redonda
sobre temas formativos y se seguía con un baile. De vez en
cuando los jóvenes de una colonia invitaban a los jóvenes
de otra colonia. Y así se fueron pacificando las distintas
colonias.
Un detalle interesante. Recuerdo que en una ocasión
en un periódico de circulación nacional salió un artículo,
que presentaba la situación de Ciudad Netzahualcóyotl,
considerando a un servidor como el artífice principal de los
cambios, que se estaban dando en las relaciones entre una
colonia y otra.

27
Capítulo 3

MISIONERO EN LA CHINANTLA
Una leyenda
La Chinantla es una de las siete regiones del estado de
Oaxaca, cada una con sus costumbres particulares y trajes
típicos. Pues bien, siendo un servidor un misionero de
profesión, quedé sumamente escandalizado al notar cómo
se llevaban las cosas por allá.
Por eso mi presencia marcó profundamente la vida
religiosa del pueblo chinanteco, hasta volverme en una
leyenda. De hecho, mi estancia en la Chinantla fue muy breve.
En la parroquia de San Felipe Usila estuve desde el 9 de
enero de 1972 hasta abril de 1974 (menos de dos años y
medio) y, en la parroquia de San Lucas Ojitlán, desde enero
de 1975 hasta octubre de 1976 (menos de dos años).
De todos modos, algo nuevo empezó en la línea de lo
que está relatado en mi obra “Inculturar la Iglesia” (de
nuestras ediciones), una obra en que se encuentran plasmados
los criterios básicos, que rigieron mi actividad apostólica.
Ojalá que, juntamente con la Palabra de Dios, el libro
“Inculturar la Iglesia” se volviera en el libro de cabecera de
cada apóstol de la Palabra.
Lástima que para los presbíteros que vinieron después
(combonianos y diocesanos) haya prevalecido la fuerza de
las costumbres, hasta tratar de borrar por completo todo
vestigio de mi presencia en aquellas tierras.

28
UNA REVOLUCIÓN
Un solo Dios
Pues bien, a sabiendas de los riesgos que corría, para
un servidor el asunto de la existencia de un solo Dios
representó siempre el inicio de toda enseñanza en el campo
de la fe, una enseñanza que todo católico tendría que recibir
y tratar de transmitir con toda fidelidad a las futuras
generaciones.
Al contrario, ¿qué encontré en la Chinantla? Que todos
estaban regularmente bautizados, sin tener ideas claras al
respecto. Había lugares en que, al mencionar alguna estatua
de santo, anteponían siempre la palabra “dios” (dios san Juan,
dios san Lucas, etc.). Además, en todas partes se consideraban
como divinidades el sol, la luna, el agua, el trueno, el viento,
etc.
Claro que, para aclarar este asunto, en distintas
ocasiones tuve que arriesgar el pellejo. Ni modo. Así tendría
que ser la vida de todo auténtico misionero. Al contrario,
normalmente, si se antepone el interés personal, pasan los
siglos y todo queda igual. El cambio es solamente aparente
(templos católicos, procesiones, fiestas religiosas, etc.),
siguiendo el fondo cultural siempre igual.

Religiosidad Popular
Me pregunto:
–¿Por qué en el mundo católico se da tanta importancia
a la así llamada Religiosidad Popular?
Sencillamente por el hecho que la Religiosidad Popular
expresa mejor el sentir del pueblo, un pueblo medio cristiano
y medio pagano. En realidad, ¿en qué consiste la Religiosidad
Popular? En una mezcla entre el sentir del mundo y el sentir
del Evangelio, los criterios del mundo y los criterios del
Evangelio, las actitudes del mundo y las actitudes del
Evangelio.
29
Me pregunto:
–¿Acaso al tiempo de los profetas no existía la
Religiosidad Popular?
–Claro que sí.
–¿Y qué hicieron los profetas? ¿La secundaron o
lucharon para purificarla a la luz de los dictados de la
Alianza?
Claro que trataron de purificarla, arriesgando su pellejo.
Por eso muchos murieron asesinados.
Pues bien, ¿qué hizo un servidor al respecto? Trató de
purificarla, a costa de recibir alguna paliza o quedar
descalificado por la masa católica. Antes que nada, apliqué
el sistema de la colonia “Las Virgencitas”. Nada de
borrachera en las fiestas patronales. Además, aumenté la
dosis: si por lo menos 20 hombres del lugar no asistían a la
misa oficial, el próximo año no iba a celebrar ninguna misa
para la fiesta o iba otro día para satisfacción de los auténticos
católicos.
Con eso, algo se logró, cambiando alguna costumbre
chueca.

Simonía
Fue otro aspecto que ataqué desde un principio. De
hecho, lo normal era (y es) que a cada actividad del señor
cura corresponda siempre una recompensa económica,
establecida oficialmente (estipendios o aranceles), sin reparar
en el hecho que esta costumbre contradiga abiertamente el
mandato bíblico : “Coman sin pagar” (Is 55,1),
“Gratuitamente recibieron y gratuitamente deben dar” (Mt
10,8), “Coman lo que les den” (Lc 10,8), y represente una
verdadera manifestación de simonía.
Pues bien, un servidor trató de aclarar todo eso. ¿Cómo?
Visto que los feligreses se preocupaban por un servidor, era
lógico que un servidor se preocupara por ellos. En realidad,

30
en la Chinantla había una costumbre muy interesante: había
un cajón en que un equipo de mujeres ponía arroz, frijol y
maíz, que ofrecía la gente del pueblo; con eso, la cocinera,
encargada por las autoridades del municipio, me preparaba
la comida diaria, cuando me encontraba en la cabecera
parroquial de San Felipe Usila. Cuando viajaba por los demás
pueblos de la parroquia, las autoridades locales establecían
un turno entre las familias, encargadas de prepararme los
alimentos.
Ahora bien, ¿dónde radicaba el problema? En que,
aparte de eso, normalmente los curas exigían uno estipendio
a cambio de cada actividad que realizaban (misa, bautismo,
matrimonio, etc.), un abuso que un servidor hizo notar con
claridad y rechazó rotundamente.
De todos modos, me llegó un oficio de la curia de
Oaxaca, instándome a cumplir con ese requisito (exigir el
pago de los aranceles), para no crear un antecedente peligroso
para cuando regresaran los curas diocesanos.
Contesté, expresando sencillamente mi sentir y
aclarando que, si se trataba de un derecho de mi parte, con
gusto renunciaba a ello (1Cor 9,12). Por fin, intervino el
Señor Arzobispo, S.E.R. Mons. Ernesto Corripio Ahumada,
y todo se paró. Aparentemente.

La Palabra de Dios
Faltaría más. En realidad, la Palabra de Dios, desde mi
niñez, representó mi mero mole, como se suele decir por
aquí.
Una dificultad. Pocos conocían el español: solamente
los maestros, los alumnos que habían terminado la primaria
y alguien que había pasado algún tiempo fuera de la zona.
Así que, después de haber conocido algo de la realidad
religiosa del pueblo chinanteco, fui a la Ciudad de México a
conseguir Biblias y material didáctico.

31
–¿Y el dinero para conseguir las Biblias y el material
didáctico?– preguntará alguien.
–Nunca faltaba alguna limosna de parte de la gente,
que recibía mis servicios o conocía mi actividad– es la
respuesta. Y con esta se resolvía algún gasto extra.
Naturalmente, utilizaba el mismo método que había
utilizado en Ciudad Netzahualcóyotl, es decir, entregando
el material solamente a los que habían decidido estudiar el
“curso Bíblico” y estaban dispuestos a entregar el costo
correspondiente, apenas les resultara posible (otra fuente de
ingresos).

Todo en dialecto
Fue el acabose, puesto que el hecho representaba como
la coronación de todo un estilo estrictamente misionero y,
por lo tanto, completamente contrario a lo que representaba
la costumbre, manejada en aquellos lugares. En realidad,
para un misionero de profesión, como era un servidor, era
impensable no manejar la lengua local para evangelizar,
siendo la lengua local el abc de la misión.
Y le entré de lleno. Así que en unos meses ya había
santo rosario, misa y sacramentos en dialecto, logrando con
eso un éxito enorme entre la gente. De hecho, en toda la
región no se hablaba más que de Usila con su nuevo estilo
de vivir la fe.
Lo que naturalmente despertó la envidia de muchos,
que quedaban completamente descalificados ante un hecho
incontrovertible.

Un informe desafortunado
Hasta que llegó la gota, que hizo derramar el vaso. Se
trató sencillamente de un informe, que un servidor preparó
directamente para los superiores religiosos y cuya copia envió
al Sr. Arzobispo. Este, probablemente viéndolo muy

32
interesante y sin fijarse demasiado en algunas reflexiones,
contrarias al sistema manejado en la Chinantla antes de mi
llegada, lo mandó a multiplicar para hacerlo llegar a todos
los miembros del clero y a los laicos más comprometidos.
Pues bien, como acabo de expresar, fue la gota que hizo
derramar el vaso. En ese escrito los líderes de la arquidiócesis
de Oaxaca vieron una abierta declaración de guerra. Lo que
no correspondía a la realidad y que de todos modos tuvo
secuelas irreparables.

LA REACCIÓN

Acuerdo del 1700


Según supe, alrededor del 1700, hubo un acuerdo
(decisión) a nivel arquidiocesano, según el cual nunca tendría
que haber alguna parroquia confiada a religiosos o gente
extranjera, especialmente fuera de la capital del Estado.
Estando así las cosas, ¿cuál sería el error del Arzobispo
Corripio? El haber entregado una parroquia a un misionero
comboniano y, por demás, extranjero, con una visión de la
misión muy diferente.

Fuera el Arzobispo o los misioneros


Un día me habló un feligrés que acababa de ir a la fiesta
patronal de Yolox, una parroquia colindante con la mía:
–Sabe qué pasó el otro día, cuando fui a la fiesta patronal
de Yolox?
–¿Qué pasó?
–Que el párroco, el padre Gonzalo, habló muy mal de
usted y en general de los misioneros combonianos, diciendo
que no conocen la mentalidad de los chinantecos y, por lo
tanto, una de dos: o salen los misioneros combonianos o
sale el Sr. Arzobispo. Afortunadamente, el traductor o no
entendió bien las cosas o se hizo huaje y dijo todo lo

33
contrario: que habría que defender a los misioneros
Combonianos y al Sr. Arzobispo, puesto que hay gente mala,
que los está amenazando para que se salgan de una vez. Ahora
bien, el padre Gonzalo, al escuchar los gritos de la gente en
favor de los misioneros y el Sr. Arzobispo y al darse cuenta
del error de traducción, cortó por lo sano y siguió con la
celebración.
De todos modos, lo anterior fue solamente una muestra
de lo que se estaba tramando en contra del Sr. Arzobispo por
haber llamado a los Misioneros Combonianos a trabajar en
su jurisdicción. En una ocasión, por ejemplo, una señora se
le presentó en su oficina para tratar algún asunto y a la mera
hora se le acercó y se quitó la única prenda que llevaba.
Claro que la foto fue a parar a todas las redacciones de los
periódicos con los peores comentarios que se pudieran
imaginar.
Por esa razón, el Sr. Arzobispo, teniendo en cuenta las
amenazas y los peligros que corría, prefirió vivir lejos de la
sede arzobispal, en la parroquia de algún amigo, en espera
de ser nombrado arzobispo de México.
De todos modos, al hacerse ya imposible su estancia
en Oaxaca, fue llevado por mientras a regir la arquidiócesis
de Puebla. Fue cuestión de un año y pasó a México.
Un día, encontrándome de vuelta en la dirección de
Esquila Misional, se me presentó un sacerdote de Puebla y
me contó algo sumamente interesante con relación a la
estancia en Puebla del Sr. Arzobispo Corripio:
-Fíjese que los amigos de Oaxaca no se habían dado
cuenta de la diferencia que hay entre la gente de Oaxaca y la
gente de Puebla. Así que, al llegar a Puebla el Sr. Arzobispo
Corripio, quisieron seguir con la suya, enviando a los
periódicos una mala información acerca del nuevo
Arzobispo. Ento nces, lo s cursillist as reaccionaron
violentamente. Dos o tres de ellos fueron a Pinotepa Nacional

34
como si fueran electricistas, entraron en un internado, en
que residía el organizador de la campaña en contra del Sr.
Arzobispo, y lo amenazaron con secuestrarlo y desaparecerlo
de una vez, si no desistía de sus planes difamatorios. Santo
remedio. De una vez todo se acabó. De hecho, de parte del
clero ya no hubo oposición, por lo que pude darme cuenta.

Punto final
Siguió la oposición de parte de los políticos de la región,
convencido cada sector de tener sus buenas razones:

-Presa cerro de Oro


Para construir la presa Cerro de Oro, era necesario que
los chinantecos fueran desalojados de las tierras donde vivían
y al mismo tiempo instalados en el distrito de riego. Esto
decía el Decreto Presidencial y esto exigía un servidor.
Sin embargo, de hecho supe que iban a ser enviados a
la zona de Tehuantepec, en un lugar en que no había ninguna
posibilidad de supervivencia, faltando el agua, elemento
esencial en la región.
Pues bien, los demás curas fácilmente se dejaron
sobornar, aceptando algún beneficio a cambio de su silencio.
Pretexto: “No conviene meterse a pelear contra el Gobierno.
Sería como meterse entre las patas del caballo”. Un servidor,
al contrario, no cedió ante ninguna presión, despistando a
los que formaban parte de la Comisión del Papaloapan
(encargados del asunto y cuyos ingenieros casi siempre se
presentaban con sus propuestas de soborno aparentando estar
borrachos), diciendo que iba a la Ciudad de México cuando
en realidad aprovechaba para una gira por la sierra y
viceversa.
Hasta que se presentó la oportunidad e hice explotar la
bomba. Se trató de un congreso de gente que trabajaba con
los indígenas: laicos, religiosas, presbíteros y tres obispos,
un ambiente muy propicio para presentar el asunto.
35
Así que preparé un documento en que sencillamente se
exigía el cumplimiento del Decreto Presidencial, documento
firmado por la mayoría de los presentes (unos 300). La misma
noche llevé el original a la casa presidencial y copia a los
periódicos de mayor circulación. Además, envié copia a los
gobiernos interesados en el asunto, depositando las cartas
en el correo del aeropuerto, para que pudieran llegar en la
mayor brevedad posible.
De hecho, algún tiempo después, fue a verme una
comisión del gobierno francés, solicitándome algunos
pormenores acerca del asunto. Al enterarse de la situación,
sencillamente los miembros de la comisión quedaron
anonadados, hablando de genocidio, lo que nunca iban a
permitir. Conclusión: o se cumple al pie de la letra el Decreto
Presidencial o no hay préstamo de parte de los gobiernos
europeos. En estos términos quedó la comisión del gobierno
francés con los representantes del gobierno mexicano.
Poco después, en un encuentro que el Presidente
Echeverría tuvo con los miembros de la Comisión del
Papaloapan, elogió mi actuación, diciendo: “Si entre nosotros
hubiera unos 10 como el padre Amatulli, México sería otro”.
Alguien podría preguntarse: “¿Cómo es que el padre
Amatulli conoció tantos detalles acerca de ese asunto?”
Respuesta: había un sacerdote, que, viviendo con mujer e
hijos en la canónica, atendía una parroquia en la presa Miguel
Alemán. Pues bien, a un cierto momento tal sacerdote dejó
el ministerio y entró en la Comisión del Papaloapan, no
obstante las súplicas del Sr. Arzobispo en el sentido que
siguiera co n su parroquia, para que no quedara
completamente abandonada, como sucedió en la realidad.
Pues bien, el cura, después de algunos años de trabajar
en la Comisión del Papaloapan y haciendo caso al
llamamiento del Sr. Arzobispo, regresó a su antigua parroquia
y me contó lo sucedido. Además, me hizo saber que, para

36
acabar de una vez con mi presencia, que representaba para
el gobierno una verdadera piedra en el zapato, había decidido
eliminarme de una vez, haciendo precipitar en un barranco
el camión con que me trasladara a México. Lo que no fue
posible por no manifestar mis verdaderas intenciones cada
vez que me ausentaba de San Felipe Usila, diciendo que iba
a México, cuando al contrario aprovechaba para visitar la
sierra y viceversa.
Otra estrategia para eliminarme fue la siguiente: buscar
a un soldado-piloto muy católico y enviarlo a San Felipe
Usila, para que me convenciera a ir a México para informar
personalmente al Presidente de la República acerca del
asunto, con la seguridad de que unas horas después estaría
de regreso.
Pues bien, a un cierto momento iba a explotar una
bomba, muriendo los dos. Si reclamara la embajada italiana,
se iba a presentar el hecho como un triste accidente, en que
lamentablemente habían perdido la vida un piloto del ejército
y un servidor.
De todos modos, esto ya no fue posible, una vez
estipulado el acuerdo entre el gobierno francés y el mexicano.
Entonces, el Presidente Echevarría recomendó a los
miembros de la Comisión del Papaloapan que me trataran
con sumo cuidado, para evitar que se achacara al gobierno
cualquier cosa que me pudiera pasar.

-Escuela
Antes de mi llegada a la parroquia de San Lucas Ojitlán,
se acostumbraba realizar periódicamente un baile para la
parroquia, uno para la escuela y otro para el municipio.
Naturalmente un servidor no estaba de acuerdo con esta
costumbre de emborrachar a la gente para sostener los gastos
de la parroquia, la escuela y el municipio y dio por terminado
el acuerdo.

37
Fue como una declaración de guerra. Desde entonces
las relaciones entre un servidor, la escuela y el municipio se
fueron enfriando. Ni modo. Así es la vida, cuando alguien
quiere vivir la fe como se debe.

-Municipio
De por sí el municipio quedó más perjudicado por mi
acción evangelizadora. En realidad, era costumbre que con
lo que pagaban los borrachos a las autoridades para salir de
la cárcel, se sostenían los gastos del aparato organizativo
municipal.
Sin embargo, ¿cómo solventar los mismos gastos,
cuando había pocos borrachos presos por la fuerza de la
evangelización? Ni modo. Las autoridades municipales
tuvieron que acudir hasta el gobernador del estado para
encontrar una solución.

Anécdotas
Fue tanto el impacto que tuvo la evangelización en toda
la región, que, cuando un niño quería ofender a otro, le sacaba
la lengua, gritándole: “Curso bíblico”. El año anterior a mi
llegada, hubo 36 asesinatos, mi primer año 16 y el segundo
9. En un pueblo había 11 cantinas. Se dio el curso bíblico y
quedó una sola, que poco a poco se fue cerrando por falta de
clientes.

-El doble ¿de qué’?


Un comisario ejidal creía que los que impartían los
cursos bíblicos, recibían un sueldo. Pues bien, después de
prepararse suficientemente para impartirlo, me pidió el
debido permiso para hacerlo, preguntándome acerca del
sueldo mensual. Respuesta: el primer mes nada, el segundo
el doble, el tercero por tres veces. Estuvo de acuerdo. Así

38
que, terminado el segundo mes, vino por el doble sueldo. Le
pregunté:
–Doble ¿de qué?
–Del primer mes.
–¿Y cuál sería el sueldo del primer mes?
Al entender la trampa, se fue enojadísimo, echando
pestes en contra de mi persona. Quiso parar toda enseñanza
en su ejido, pero no pudo. La llama de la Palabra de Dios ya
estaba encendida.

-El cura compadre


Por mayor seguridad, un cura trató de hacerse amigos a
los feligreses más ricos de la comunidad, hasta hacerse
compadre de uno de ellos. Pues bien, una noche este lo fue a
despertar:
–Compadre, quisiera un favor.
–¿De qué se trata?
–Quisiera que me llevaras a Tuxtepec ahora mismo,
puesto que mi carro está descompuesto.
–Ya sabes, cuándo y cómo quieras. De otra manera,
¿para qué son los compadres?
Y salieron de inmediato. Sin embargo, al llegar a un
punto en que la carretera se hacía más ancha, el señor cura
se topó con algo misterioso: la carretera estaba repleta de
gente conocida, entre ellas el doctor del pueblo y el presidente
municipal.
Mientras trataba de encontrar alguna explicación, vio
al compadre que salía del carro y con su pistola apuntaba
hacia otro señor, que se encontraba al otro lado de la carretera.
Entendió. Era un duelo a muerte.
El padre se espantó, corrió hacia el compadre y se puso
delante de él para evitar el duelo. Ante esta escena, todos se
dieron a la fuga y se evitó el duelo a muerte. De todos modos,
desde entonces el padre perdió gran parte de la vista, a causa
de un nervio óptico gravemente afectado.
39
CONCLUSIÓN
“Estaba yo en el vientre,
y el Señor me llamó;
en las entrañas maternas,
y pronunció mi nombre.
Hizo de mí una espada afilada,
me escondió a la sombra de su mano;
me hizo flecha puntiaguda,
me guardó en su aljaba”. (Is 49,1-2)

Ni modo: “A quien le toca, le toca”, escribió el famoso


escritor italiano Alessandro Manzoni en su obra “I Promessi
Sposi” (Los Novios), refiriéndose a la peste, una enfermedad
mortal. A veces me pregunto: “¿Acaso un servidor le pidió a
Dios hacer lo que hizo o escribir lo que escribió?” Ni modo:
“A quien le toca, le toca”. A mí me tocó ser profeta. Así lo
quiso Dios. ¿Qué le puedo hacer?
Les confieso que a veces, al solo pensar en lo que hice
o escribí, yo mismo me espanto, como en el caso de la
Chinantla. Por eso, algún sucesor mío, en alguna ocasión
dijo: “Ya se acabó el tiempo de los héroes. A nosotros nos
tocó vivir en tiempos normales”.
Por eso, a veces me siento como el profeta Jeremías:

“¡Ay de mí, madre mía,


que me engendraste,
hombre de pleitos y controversias

40
con todo el mundo!
No he prestado ni me han prestado,
y todos me maldicen”. (Jer 15, 10)

Ni modo. “A quien le toca, le toca”.

41
INDICE

Capítulo 1

PREPARACIÓN
Y ENTRENAMIENTO ...........................5
Cantamisa ................................................................ 5
Estudiante universitario
y profesor de seminario ........................................... 5
-Mucho sacrificio .................................................. 6
-Conferencista oficial ............................................ 7
-Enseñanza exitosa ............................................... 7
-Exámenes finales ................................................. 8
-Confesor experimentado ...................................... 8
-Titulación .......................................................... 10
-Visa .................................................................... 10
México .................................................................... 10
-De turista a visitante e inmigrante ..................... 11
-Artesanato Nazaret ............................................ 11
-El padre Santiago Piccinelli .............................. 12
-Guardias forestales ............................................ 13

Capítulo 2

DIRECTOR Y SACERDOTE ..............15


Esquila Misional y Ciudad Netzahualcóyotl. ..... 15
-Traslado difícil ................................................... 15
-Catequesis .......................................................... 16

42
-Documentos conciliares y Palabra de Dios ........ 17
Personajes y anécdotas ......................................... 17
-Padre Anguiano ................................................. 17
-Elías .................................................................. 20
-Violencia ............................................................ 21
-El borrachín feliz ............................................... 22
-La placa de policía ............................................. 22
-Usted es muy guapo ........................................... 23
La capilla de “Las Virgencitas” .......................... 24
Parroquias y capillas ............................................. 26
Clubes juveniles ..................................................... 26

Capítulo 3

MISIONERO EN LA CHINANTLA ...28


Una leyenda ........................................................... 28

UNA REVOLUCIÓN ............................................ 29


Un solo Dios ........................................................... 29
Religiosidad Popular ............................................. 29
Simonía ................................................................... 30
La Palabra de Dios ................................................ 31
Todo en dialecto ..................................................... 32
Un informe desafortunado ................................... 32

LA REACCIÓN ..................................................... 33
Acuerdo del 1700 ................................................... 33
Fuera el Arzobispo o los misioneros .................... 33
Punto final.............................................................. 35
-Presa cerro de Oro ............................................. 35
-Escuela .............................................................. 37
-Municipio .......................................................... 38

43
Anécdotas ............................................................... 38
-El doble ¿de qué’? ............................................. 38
-El cura compadre .............................................. 39

CONCLUSIÓN ...................................... 40

44

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