Caperucita

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CUENTO DE LA CAPERUCITA ROJA DESDE UN PUNTO DE

VISTA MÉDICO

Había una vez una dulce niña que quería mucho a su


madre y a su abuela. Les ayudaba en todo lo que podía y
como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le
regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba
con ella a todas partes, pronto todos empezaron a
llamarla Caperucita roja.

Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque,


padecía la enfermedad de artritis y la madre de Caperucita le pidió que le llevara una
cesta con una torta, un tarro de aceite de resino, miel y canela; estos últimos son unos
excelentes aliviadores para reducir el dolor y la inflamación provocado por la artritis
debido a las cualidades antiinflamatorias,
antioxidantes, y antisépticas. Caperucita aceptó
encantada.

- Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas


en el bosque.
- ¡Sí mamá!

La niña caminaba tranquilamente por el bosque


cuando el lobo la vio y se acercó a ella.

- ¿Dónde vas Caperucita?


- A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con comida y unos tratamientos caseros
para su artritis.
- Yo también quería ir a verla para saber cómo seguía…. Que te parece si te ayudo con
la canasta y así ella va a recibir su canasta más rápido... ¿Por qué no hacemos una
carrera? Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro.
- ¡Vale!

El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa
de la abuelita cuando estuvo a punto de tocar la puerta el lobo se empezó a sentir
fatigado con dolores musculares con leves mareos por el esfuerzo de correr.

Ya había transcurrido semanas de que él no ha ingerido ningún alimento de modo


que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta para seguir con su plan.
Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar.
- ¿Quién es?, contestó la abuelita
- Soy yo, Caperucita - dijo el lobo
- Que bien hija mía. Pasa, pasa

El lobo entró, saco fuerzas de donde ya pensó que no


existía y se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un
bocado; de inmediato empezó a sentir mareos. Se puso su
camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara
Caperucita.

La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas


y flores y por eso tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta.

- ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz


- Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y unos medicamentos.
- Qué bien hija mía. Pasa, pasa

Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien


porqué.

- ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!


- Sí, son para verte mejor hija mía
- ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
- Claro, son para oírte mejor…
- Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- ¡¡Son para comerte mejor!!

En cuanto dijo esto el lobo se lanzó con dificultad sobre


Caperucita y se la comió también. Su estómago estaba tan lleno, entonces el lobo
empezó a sentir que regurgitaría a caperucita y a la abuela pues fue demasiado,
después de tanto tiempo sin alimentarse.

En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó
a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo… ¡Dios sabía que
podía haber pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al
lobo con la panza hinchada completamente pálido se imaginó lo ocurrido, en ese
mismo instante que el cazador iba a golpear al lobo el expulso a la caperucita y su
abuelita desmayándose al instante.

- Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador.


Pero la abuelita al ver al pobre lobo en se estado se compadeció y se opuso al castigo
que el cazador estaba planeando. Una vez que el lobo recobro la conciencia vio a todos
a su alrededor y cada uno tenía alimentos diferentes que eran para él.

- Espero que esta comida sea de tu agrado, dijo la abuelita. Parece que no has
comido bien estos últimos días.

El lobo no supo cómo reaccionar ante el gusto de la abuelita después de todo lo que
hizo, así agacho la cabeza y con lágrimas en los ojos se disculpó con todos por sus
malas actitudes.

Caperucita volvió a ver a su madre, le conto lo sucedido y desde entonces prometió


hacer siempre caso a lo que le dijera su madre.

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