Belaunde Terrry
Belaunde Terrry
Belaunde Terrry
ResumenEl estadista por antonomasia de la política peruana en la segunda mitad del siglo
veinte presidió la república andina en dos ocasiones, de 1963 a 1968 y de 1980 a 1985,
después de dos tentativas electorales frustradas en 1956 y 1962. Fundador del partido Acción
Popular y hombre de honor a la antigua, con modales aristocráticos, Fernando Belaúnde fue un
demócrata comprometido con el reformismo social desde posiciones conservadoras al que
solieron desbordar unos sectores nacionalistas e izquierdistas radicalizados: su primer mandato
quedó interrumpido por el golpe militar revolucionario del general Velasco Alvarado, mientras
que el segundo fue severamente golpeado por la subversión senderista a la vez que por una
aguda crisis económica. El emérito y respetado dirigente falleció en 2002 a los 89 años de
edad.
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Biografía
Su padre, Rafael Belaúnde Diez Canseco, y el hermano de éste, Víctor Andrés Diez Canseco,
también se involucraron en política y en la década de los veinte sus actividades les acarrearon
períodos de cárcel y exilio durante la dictadura de Augusto Leguía y Salcedo. La familia fue
definitivamente desterrada a Francia en 1924 y allí recibió el joven Belaúnde, luego de
empezar la primaria en el colegio limeño La Recoleta, toda su educación secundaria y
preuniversitaria. Inició estudios de ingeniería en la Escuela de Electricidad y Mecánica
Industrial de París y en 1930 secundó a la familia en su decisión de instalarse en Estados
Unidos.
Reanudó las clases en la Universidad de Miami, donde su padre estableció una cátedra de
Derecho e Historia antes de ser nombrado ministro del Gobierno peruano por el general Óscar
Benavides Larrea, y luego en la Universidad de Texas, por la que se licenció en Arquitectura en
1935. Durante unos meses Belaúnde ejerció su profesión en México, en la firma Whiting y
Torres, y a finales de 1936 regresó al Perú.
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apoyaron la candidatura presidencial de José Quesada, del Frente Patriótico, contra Manuel
Prado y Ugarteche, de la Coalición Conservadora, a la postre vencedor de la lid.
En 1944 Belaúnde estuvo presente en la fundación del Frente Democrático Nacional (FDN), la
coalición antioligárquica de liberales y comunistas cuyo principal componente era la Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA) de Víctor Raúl Haya de la Torre y que en las
elecciones del 10 de junio de 1945 llevó a la Presidencia a José Luis Bustamante y Rivero por
delante del candidato oficialista, el mariscal Eloy Ureta Montehermoso. Miembro de la
Secretaría del FDN y responsable de propaganda en la campaña de Bustamante, Belaúnde de
paso salió elegido diputado por Lima en la Cámara baja del Congreso mientras que su padre
fue nombrado por el recién inaugurado presidente primer ministro de su Gobierno.
Así las cosas, en su primer envite presidencial Belaúnde obtuvo el 36,7% de los votos contra el
45% de Prado Ugarteche, un resultado tanto más meritorio cuanto que el ex presidente recibió
el apoyo del proscrito partido de Haya de la Torre, quien aceptó olvidar pasados antagonismos a
cambio del retorno a la legalidad tan pronto como Prado regresara al poder. Belaúnde denunció
haber sido víctima de un fraude y se aprestó a capitanear la oposición parlamentaria al nuevo
Gobierno, en el que iba a servir (1958) su tío Víctor Andrés, jurista y diplomático eminente,
como ministro de Relaciones Exteriores.
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Constituyen una suerte de trilogía La conquista del Perú por los peruanos, Pueblo por pueblo y
El mestizaje de la economía, obras en las que el autor exhortaba a recuperar los valores y las
formas de organización social del antiguo imperio inca, observado desde una perspectiva
idealizada, al reencuentro de los peruanos modernos con las señas de identidad más
propiamente nacionales depositadas en el espacio físico andino (un desconocimiento que
tradicionalmente se ha reprochado a los blancos pitucos que conforman las clases dirigentes de
la costa), y a diseñar un plan de acción económico que no se ciñera exclusivamente a la
racionalidad liberal y que tuviera en cuenta las especificidades de la realidad peruana, por lo que
concedía la máxima importancia a la planificación y la cooperación popular. Amigo de formular
consignas aleccionadoras, la expresión "El Perú como doctrina" vino a sintetizar todo este
elaborado pensamiento político.
Belaúnde era, por otra parte, un hombre con un concepto de la caballerosidad y el honor de
regusto decimonónico, que concedía una importancia extremada a las formas. Una
manifestación muy aparatosa de este talante fuera de moda sucedió en enero de 1957, cuando
llegó a retar a duelo al diputado pradista Eduardo Watson Cisneros después de que éste se
negara a retractarse de una réplica a una carta pública en la que el dirigente opositor había
puesto en tela de juicio la gestión gubernamental; para pasmo general, retador y retado
acudieron a batirse con sable en el campo de aviación de Collique (otras fuentes hablan de una
azotea de la Universidad de Ingeniería) y, según testimonios de la época, se infligieron
algunos cortes superficiales antes de darse por mutuamente reparados.
En mayo de 1959 Belaúnde fue arrestado cuando se disponía a inaugurar la convención anual
del partido en Arequipa, que el Gobierno no había autorizado. Internado en el penal de la isla de
El Frontón, frente a la costa limeña, a los doce días fue puesto en libertad no sin antes intentar
la fuga por mar a nado, lo que puso en cuestión el celo de unos carceleros que simpatizaban con
él y volvió a mostrar el arrojo y la sangre fría del político en situaciones de alto riesgo. El
Gobierno de Prado tuvo también que parar el juicio criminal que le promovió ante la presión de
la calle, en un momento de fuerte malestar social por la crisis económica.
Todo estaba servido para el triunfo de Belaúnde en las elecciones generales del 10 de junio de
1962, pero, con el 32,9% de los sufragios, Haya de la Torre le adelantó por menos de un punto
porcentual y 14.000 votos, mientras que a AP se le adjudicaron 78 escaños en la Cámara de
Diputados. Se elevaron imputaciones de fraude, Belaúnde propuso formar una comisión cívica
y el Ejército, donde las actitudes contra el APRA seguían muy fuertes, fue mas allá y exigió la
suspensión de los comicios.
Ante la negativa de Prado, el 18 de julio los militares encabezados por el general Ricardo Pérez
Godoy dieron un golpe de Estado y formaron una Junta Militar, la cual, empero, no mostró
intención de quedarse en el poder más allá de lo necesario hasta la celebración de nuevos
comicios. Cuando Pérez Godoy dio muestras de aferrarse al sillón presidencial, sus propios
compañeros de junta le sustituyeron por el general Nicolás Lindley López, partidario de
regresar a los cuarteles cuanto antes.
Sin embargo, las dificultades no se hicieron esperar. Los intentos de expropiar los latifundios
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tropezaron con la resistencia de los grandes terratenientes y del propio campesinado indio, que
se organizó en milicias armadas. En el Congreso, AP carecía de mayoría, aun con el apoyo del
Partido Popular Cristiano (PPC, escisión del PDC en 1966) que lideraba el alcalde de Lima Luis
Bedoya Reyes, y sus proyectos de ley relacionados con la reforma agraria o con la colonización
del alto Amazonas tropezaron con la pinza conformada por el APRA -derechizado a ojos vista
hasta el punto de hacerle el juego a la oligarquía- y la Unión Nacional Odriísta dirigida por el ex
dictador.
Belaúnde no respondió con belicosidad a este verdadero boicot antirreformista y, con más
aplomo que vacilaciones, se resignó a desenvolverse por el estrecho cauce que le quedaba con
pulcritud democrática no llegando, probablemente, a considerar nunca una salida autoritaria,
tentación tantas veces realizada antes y después de él por gobernantes de toda América
Latina.
A falta de concreciones en unos capítulos esenciales para romper las viejas estructuras
semifeudales del campo peruano, Belaúnde se concentró en obras públicas como la apertura
de carreteras, la construcción de viviendas y el desarrollo de la tímida capacidad industrial del
país. Pero para 1968 unos profundos malestar y desencanto campaban por el Perú. Belaúnde
fue acusado por sus detractores de falta de liderazgo político, de inconsistencia en la gestión de
la economía -devaluaciones monetarias inclusive- en una coyuntura de absoluta atonía, de
inacción ante las imputaciones de implicación en negocios de contrabando hechas a miembros
de su Gabinete, y, sobre todo, de conducir una política petrolera lesiva para los intereses
nacionales.
El presidente presentó el acuerdo como un hito que zanjaba la larga disputa sobre los títulos de
propiedad y que reintegraba a la soberanía nacional el suelo y el subsuelo de La Brea y
Pariñas. Por contra, las Fuerzas Armadas encontraron en la transacción la excusa que
buscaban para derrocar a Belaúnde en un golpe de Estado incruento que fue perpetrado el 3 de
octubre de 1968, aunque el motivo último de la tercera injerencia castrense en veinte años
pareció ser la perspectiva de una victoria del APRA en las elecciones generales de 1969.
El edecán de Belaúnde, general Juan Velasco Alvarado, formó una Junta Revolucionaria y
arrestó inmediatamente al mandatario, que fue metido en un avión con rumbo a Argentina. Poco
después, Belaúnde estableció en Estados Unidos un exilio que se antojaba indefinido, ya que
esta vez los militares habían usurpado el poder con la intención de quedarse y para ejecutar su
propio programa político, definido como nacionalista, socialista, revolucionario y popular.
Durante doce años Belaúnde ejerció la docencia en las universidades de Harvard, Columbia,
John Hopkins y George Washington, casa de estudios que en 1979 le concedió un doctorado
honoris causa, uno más entre los laureles académicos recibidos de diversas universidades de
Estados Unidos y Europa. Durante este forzada expatriación, el ex presidente siguió
atentamente las vicisitudes políticas peruanas y realizó tres visitas breves a su país por
razones familiares; en diciembre de 1970 lo hizo para asistir al entierro de su madre, en enero de
1972 con motivo del grave estado de salud de su padre y en abril siguiente para asistir a su
funeral.
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de 1977 Morales anunció un cronograma para la devolución del poder a un gobierno civil electo
en 1980 y Belaúnde decidió retornar al Perú para pilotar su partido en la etapa política que se
abría y, eventualmente, participar en las convocatorias electorales.
Escéptico aún sobre los propósitos del Gobierno militar, prefirió boicotear las elecciones del 18
de junio de 1978 a una Asamblea Constituyente, facilitando la mayoría del APRA y convirtiendo
al PPC en la primera fuerza representativa del centroderecha peruano. Pero, una vez
comprobado que los militares deseaban, efectivamente, abandonar el Gobierno siempre que las
autoridades civiles salvaguardaran su inmunidad contra eventuales acciones penales, el
veterano dirigente se sumó a la transición.
Ahora bien, Belaúnde sí revirtió, y también en las primeras horas de su presidencia, uno de los
más importantes aspectos colectivistas del velasquismo con la devolución a sus propietarios de
las cabeceras de prensa que en 1974 habían sido expropiadas y entregadas a diversas
organizaciones sociales; esta gestión popular de los medios escritos, teóricamente, debió haber
favorecido el pluralismo informativo y la democratización en la selección de las noticias, pero en
realidad generó una prensa subjetiva al servicio del régimen militar; con todo, colectivos
indigenistas y de la izquierda lo consideraban una importante conquista social, así que
protestaron enérgicamente por el decreto de Belaúnde.
El disgusto en la calle se incrementó cuando el Gobierno, para hacer frente a una deuda exterior
de 10.000 millones de dólares, un déficit presupuestario equivalente al 9% del PIB y una
inflación del 70% anual, se decantó por una política de subidas salariales moderadas y alzas en
los precios de los alimentos básicos y los combustibles hasta cuatro veces superiores. Ya en
enero de 1981 el Gobierno encajó su primera huelga general por la eliminación de subsidios al
consumo, a lo que Belaúnde respondió con una llamada al diálogo directo con las fuerzas
políticas y sindicales.
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Al agravamiento de la situación social y económica, cuya manifestación palmaria era, no ya la
conflictividad obrera, sino el éxodo de pobladores de la sierra hacia las ciudades de la costa en
busca de trabajo y mejores condiciones de vida, coadyuvó el resurgimiento, con fuerza inusitada,
de la subversión guerrillera del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) y, sobre todo,
del siniestro Sendero Luminoso, liderado por el profesor universitario Abimael Guzmán
Reynoso.
Lanzados a la lucha armada en Ayacucho justo cuando el país recobraba la democracia, los
senderistas habían surgido en 1971 como una escisión ultrarradical del Partido Comunista
Peruano (haciéndose llamar "el PCP por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui",
siendo éste un conocido intelectual comunista que propugnó la revolución social del
campesinado peruano y al que los disidentes del PCP tomaron por su mentor doctrinal), les
guiaban el modelo maoísta chino y el de los jmeres rojos camboyanos, y, como ellos,
pretendían la toma violenta del poder mediante la guerra popular revolucionaria, desde el
campo a las ciudades.
Mixtura de guerrilla y banda terrorista, Sendero Luminoso se lanzó a un combate frontal contra el
Estado peruano que por momentos tomó la traza de una agresión indiscriminada al conjunto de
la sociedad, causando miles de muertos y gravísimos quebrantos a las infraestructuras
productivas y de comunicaciones. La Guardia Republicana se vio desbordada por la guerrilla y a
finales de 1982 Belaúnde, a su pesar, tuvo que involucrar al Ejército en las labores de
contrainsurgencia.
1983 fue un año especialmente difícil, por el agravamiento de la crisis económica, la escalada
terrorista de Sendero Luminoso, la multiplicación de los asesinatos políticos y, finalmente, las
calamidades naturales. En junio Belaúnde declaró el estado de emergencia, lo que llevaba
implícito la suspensión de garantías constitucionales, y también solicitó al Congreso el
restablecimiento de la pena de muerte para los reos por delitos de terrorismo. Todo esto produjo
más inquietud por cómo las fuerzas de seguridad del Estado estaban desarrollando las
operaciones contrainsurgentes y contraterroristas, multiplicándose las denuncias de
conculcaciones masivas de los Derechos Humanos de población civil cogida entre dos fuegos.
En 1984 la recesión económica pudo ser superada por una fluctuación positiva en los mercados
internacionales de minerales que Perú exportaba, pero la situación financiera y monetaria
siguió sin tocar fondo. En abril se produjo una crisis de Gobierno con la dimisión del primer
ministro Fernando Schwalb López y la retirada del PPC de la coalición como protesta por la
reluctancia de Belaúnde a, tal como demandaba el FMI para refinanciar la deuda exterior
peruana, extremar la austeridad presupuestaria, ya que ello habría imposibilitado la ejecución
de determinadas obras de desarrollo vial, hidroenergético y urbanístico que el presidente
consideraba imprescindibles para apaciguar las tensiones sociales. Entretanto, la violencia,
subversiva y antisubversiva, alcanzaba niveles alarmantes.
No obstante tanta crispación, Belaúnde conservó unas formas flemáticas y mayestáticas que
reflejaban ecuanimidad y reflexión pausada, una medición de las palabras y los ademanes que
le hicieron acreedor del epíteto de Señor del gesto y algún comentario mordaz sobre si no lo
habría hecho mejor como "presidente de Suiza". Como en su primer período presidencial, evitó
las salidas anticonstitucionales y aseguró el funcionamiento del proceso democrático con la
celebración puntual de elecciones municipales, ausentes durante la dictadura militar. Ya en la
primera convocatoria, el 23 de noviembre de 1980, AP cayó al 35% de los sufragios, y en la
segunda, el 13 de noviembre de 1983, el partido del presidente sufrió una derrota total,
perdiendo las alcaldías de todas las capitales departamentales, incluido el baluarte de Arequipa.
A comienzos de 1985 Sendero Luminoso seguía golpeando casi a capricho y la situación social
y económica era deplorable, con el dólar cotizando a 12.000 soles, la inflación en torno al 230%,
la deuda externa rebasando los 14.000 millones de dólares y el desempleo afectando a casi una
tercera parte de la población activa. El Estado era insolvente ante sus deudores y el Gobierno
incurrió de hecho en la suspensión de pagos, si bien no llegó a declarar la moratoria de la
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deuda.
Belaúnde adoptó una actitud moderadamente crítica al nuevo Gobierno de Fujimori, si bien la
endureció a raíz de su autogolpe de Estado de abril de 1992, por el que el presidente
suspendió la Constitución, disolvió el Congreso y se arrogó plenos poderes. Reproduciendo la
estrategia de 1978-1980 cuando el régimen militar, Belaúnde decidió el boicot de AP a las
elecciones del 22 de noviembre de 1992 al Congreso Constituyente Democrático convocado por
Fujimori, pero lo levantó en las elecciones generales del 9 de abril de 1995.
Uno de estos diputados era el secretario general de AP, Valentín Paniagua Corazao, un
abogado que había servido como ministro en los gobiernos acciopopulistas, el cual fue elegido
presidente del Congreso el 16 de noviembre de 2000 en un raro ejemplo de consenso entre
partidarios y opositores de Fujimori. Cuando éste, confrontado a una situación insostenible de
rechazo general a su régimen pseudodemocrático abandonó el poder días después,
correspondió a Paniagua asumir la Presidencia con carácter interino, hasta la celebración de
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las nuevas elecciones, lo que devolvió a AP, si bien fugazmente y con carácter más formal que
otra cosa, a la dirección del Ejecutivo. En los comicios de abril de 2001, ganados por Alejandro
Toledo Manrique y su Perú Posible , AP no presentó candidato a la Presidencia y sí concurrió
a la votación del Congreso, siendo, con el 4,2% de los sufragios, incapaz de incrementar su trío
de diputados.
El 2 de septiembre del mismo año Belaúnde, enfermo de cáncer de piel y con problemas
vasculares, cedió la jefatura política de AP a Paniagua en el segundo día del XIII Congreso
Nacional Extraordinario del partido. El 1 de junio anterior había muerto de un cáncer de
pulmón su esposa y estrecha colaboradora, Violeta Correa, con la que se había casado siete
años después de divorciarse de su primera cónyuge y madre de sus tres hijos, Carola Aubry. El
24 de mayo de 2002 el estadista fue ingresado en el Instituto Nacional de Enfermedades
Neoplásticas de Lima al sobrevenirle un derrame cerebral y el 4 de junio falleció a causa de un
paro cardíaco. Tenía 89 años.
El presidente Toledo decretó tres días de duelo nacional y el tributo de honras fúnebres, como
si fuera jefe de Estado en activo, a Belaúnde, que fue inhumado el día 6 en el cementerio
Campo Fe de Huachipa. Las principales personalidades de la política peruana expresaron su
pesar por el deceso y su respeto por la figura de Belaúnde, al que calificaron de servidor
público excepcionalmente honesto, de estadista de principios y revestido de una "enorme
autoridad moral", de gran latinoamericanista y de "arquitecto" de la democracia peruana, un coro
de panegíricos que, de alguna manera evocaba, la desazón instalada en la opinión pública por
la aguda crisis de credibilidad y de moralidad que padecían las instituciones del Estado y el
conjunto de la clase política.
Además de los libros arriba citados, Fernando Belaúnde publicó Carretera Marginal de la Selva
(1967) y la autobiografía Autoconquista del Perú. Hasta su muerte fue miembro del Consejo de
Presidentes y Primeros Ministros del Programa de la Américas del Centro Carter de Atlanta,
Estados Unidos.
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