El Arte Hoy
El Arte Hoy
El Arte Hoy
El arte hoy
JEAN-LUC NANCY
El arte hoy
» prometeo )
4 l i b r o s
Nancy, Jean-Luc
El arte hoy / Jean-Luc Nancy ; con prólogo de Daniel Alvaro. -la ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Prometeo Libros, 2014.
104 p. ; 21x15 cm.
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fean-Lüc Nancy
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Milán, fue traducida y publicada en italiano.2 "Elocuentes
rayas" fue concebido como texto de apertura a una compi-
lación de artículos de varios autores sobre Derrida y el arte.3
"Arte y ciudad" fue traducido y publicado en portugués.4
"Arte y repetición" aparece aquí por primera vez.
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Jean-Luc Nancy
que se llama lo contemporáneo.
De esto se deriva entonces una pregunta abierta de en-
trada: ¿cómo es posible que en la historia del arte se haya
llegado a adoptar una categoría que no designa ninguna
modalidad estética particular tal como pudo decirse alguna
vez del hiperrealismo, del cubismo, o aun del body art, del
land art, sino una categoría que porta consigo simplemente el
nombre de contemporáneo? Es decir que en la historia con-
temporánea del arte sucede que las categorías que califican al
arte, o al menos a un cierto número de prácticas artísticas
esencialmente en el dominio de las artes plásticas (vemos bien
cómo esto puede conectar con ciertos aspectos de la música y
del cine, al menos experimental, pero en efecto es ante todo
en el dominio de las artes plásticas que esta expresión se
emplea), categorías como "plástico" o "literario", están
sometidas a desplazamientos y transformaciones tales que la
palabra "arte" pierde la posibilidad de ser especificada y, por el
contrario, gana una especificación exclusivamente histórica o
más bien de ruptura con la historia. Si digo "las artes plásticas"
a propósito del arte contemporáneo, ya no sé muy bien de qué
estoy hablando, porque las artes plásticas son en principio la
pintura, el dibujo, la escultura, el grabado, la cerámica; pero
las artes plásticas en esta acepción ordinaria también deben
contar a la instalación e incluso a aquello que, aunque no sea
más llamado happening, resiste todavía bajo la forma de
performance, de acontecimiento. En consecuencia, la
apelación de contemporáneo es también una apelación que de
alguna manera descalifica, al menos tendencialmente, las
categorías más propiamente estéticas o disciplinarias, como lo
es precisamente "el arte plástico". Es por esta razón, por este
conjunto de razones, que prefiero decir "el arte hoy".
Hoy, ¿qué pasa con el arte? ¿Qué es lo que ocurre hoy con
el arte? Para empezar, ocurre justamente que fue creada y
empleada esta categoría de arte contemporáneo y que esta
categoría hace surgir inmediatamente toda una serie de
problemas, porque a fin de cuentas el arte siempre ha sido
contemporáneo de su tiempo. Miguel Angel es contemporá-
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El arte hoy
neo, Praxíteles es contemporáneo, el pintor de Lascaux es
contemporáneo de sus contemporáneos. ¿Cómo un artista
podría no ser contemporáneo? Puede no serlo, sin duda, sólo a
condición de salir de alguna manera del arte. Es decir que si
hoy alguien realiza un cuadro a la manera de Poussin o de
Renoir, no será contemporáneo, ni siquiera será
contemporáneo de Renoir o de Delacroix, no será contempo-
ráneo de nadie, estará en cierto modo en una repetición de
formas. Por lo tanto, comprendemos que el arte es siempre
contemporáneo porque pertenece siempre a una creación de
formas en el espacio de lo contemporáneo, en el espacio de
una actualidad, y que en esta actualidad el arte da a sentir, en
primer lugar a ver, si hablamos de artes plásticas.
El arte, entonces, da a sentir. ¿Qué? Una cierta formación
del mundo contemporáneo, una cierta puesta en forma, una
cierta percepción de sí del mundo. El hombre de Lascaux se
presenta a sí mismo, presenta a sus contemporáneos la forma
de su mundo, Giotto se presenta y presenta a sus
contemporáneos una forma del mundo. ¿Qué quiere decir el
mundo? El mundo quiere decir una cierta posibilidad de
sentido, de circulación de sentido. Hago referencia aquí
implícitamente a una definición de Heidegger que dice que el
mundo es una totalidad de "significabilidades", es decir de
posibilidades de sentido, no una totalidad de significaciones
dadas, sino una totalidad de posibilidades de significación.
Así, Giotto, Poussin, Delacroix, Picasso, Warhol presentan y
dan una forma a una cierta posibilidad de circulación de
sentido, de significación, no en el sentido en que este sentido
vendría a depositarse en significaciones verbales, lo que
justamente no sería una atribución de sentido (como cuando
algunas veces la filosofía, pero más a menudo la ideología,
dice "el sentido del mundo es esto", el sentido del mundo es
una historia que va Hacia una humanidad, o bien el sentido
del mundo es justamente dejar el mundo para ir hacia otro
mundo, o bien el sentido del mundo es que no hay sentido).
El sentido del que hablo es el sentido que el arte forma, el
sentido que permite una circulación de reconocimientos, de
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identificaciones, de sentimientos, pero sin fijarlos en una
significación terminal. Nunca el arte nos dice "el sentido del
mundo, el sentido de la vida es esto", ni siquiera cuando el
arte estaba enteramente atravesado por la religión: por
ejemplo cuando pintaba sin cesar crucifixiones, entierros,
resurrecciones y también natividades, el arte daba forma a
otra cosa que a la verdad cristiana; del mismo modo lo más
notable en todo el arte cristiano es que éste da forma a otra
cosa que al mero cristianismo. En todas las formas del
cristianismo basta recitar el credo, porque el credo no precisa
de imágenes ni de arte en general. Esta mañana Federico me
llevó a ver la Piedad Rondanini y pensé cuán alejada está esta
Piedad del mensaje cristiano; evidentemente, ella forja su
material en el mensaje cristiano, pero ¿qué es lo que dice?
Dice completamente otra cosa, dice muchas cosas que por otra
parte soy incapaz de decir, y además, en el estado en el que se
halla, ya sea que este estado se deba a la muerte de Miguel
Angel o a una voluntad suya, o a una dificultad que él habría
tenido para producir la forma de esta Piedad durante más de
diez años, ella no dice nada, justamente, no habla. Hace surgir
una forma en la cual se pone en juego... ¿qué? Una cierta
posibilidad de significar el dolor, el sufrimiento, el cuerpo
humano y también el gesto del propio artista.
Entonces, si el arte se trata de esto, de este surgimiento de
formas que dan una posibilidad de mundo, ahí donde el
mundo, de manera ordinaria y corriente, se halla o bien
limitado a significaciones, todas ellas hechas e indefinida-
mente repetidas, como significaciones elementales (vivir,
sobrevivir, ganarse la vida, perder también lentamente la vida
llevándola hacia la muerte, hacer o producir esto o aquello,
fabricar objetos, hacer intercambios, hacer hijos, aprender
algo, olvidar, etc.), o bien, al contrario, expuesto a una
ausencia de significación. En estas condiciones, ¿a qué abre el
arte? A otras posibilidades de mundos. Yo diría que el arte
está ahí cada vez para abrir el mundo, para abrir el mundo a sí
mismo, a su posibilidad de mundo, a su posibilidad entonces
de abrir sentido, mientras que el sentido ya dado está cerrado.
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Por esta razón también se dice siempre que cada artista tiene
un mundo, o casi se podría decir que cada artista es un
mundo: Miguel Angel, Picasso, Cézanne, Brancusi, y
podríamos afirmarlo de todos los otros, como Beethoven,
Verdi o Proust. Cada uno de ellos es un mundo, una
posibilidad de significaciones de alguna manera cerrada sobre
sí misma, pero al mismo tiempo abriendo lo posible, y
abriendo lo posible en particular al abrir el espíritu, la
sensibilidad de la gente, es decir de nosotros, abriendo nuestra
sensibilidad a una nueva posibilidad de formas que ella
ignoraba hasta aquí. Como dice Proust, un escritor da forma a
su público, que no existe cuando el escritor comienza y luego
existe bajo el efecto de la obra. Ustedes saben que cuando
Proust comenzó a publicar Á la recherche du temps perdu, al
igual que cuando Caravaggio comenzó a pintar, nadie
comprendía, y a menudo eso dura un cierto tiempo, como
cuando Poussin dijo que Caravaggio vino al mundo para
destruir la pintura, no podía comprenderlo.
Vuelvo a la cuestión del arte hoy y a lo contemporáneo.
¿Qué es lo que ocurre con el arte contemporáneo? ¿Cuáles son
las formas, las formaciones de formas a las cuales el arte
contemporáneo da lugar? Ustedes saben, como yo, y quizás
esto sea más sensible en Francia que en Italia, que el arte
contemporáneo da lugar sobre todo y en principio a una gran
disputa en torno al arte: el espacio de significación que el arte
llamado contemporáneo hace surgir es un espació de
contradicción, de querella, incluso muy violenta, en cuyo
centro se encuentra la cuestión del arte. Porque sabrán
ustedes que mucha gente es capaz de decir, si se les habla del
arte contemporáneo, que eso no es arte (no voy a citar obras
que todos ustedes tienen en mente). Además, diría que esto no
es nada nuevo. Podemos decir que lo que resulta muy
sorprendente es que el arte contemporáneo pueda definirse
como la apertura de una forma que sería ante todo una
pregunta, la forma de una pregunta. Es posible que una
pregunta no haga totalmente un mundo, o que un mundo en
el que la circulación de sentido es únicamente una circulación
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interrogativa e inquieta, y a veces incluso angustiante, sea un
mundo difícil, un mundo frágil, un mundo inquietante.
¿Cómo intentar entonces asir este fenómeno? Por el
momento me tienta decir que en el centro del arte contem-
poráneo se encuentra justamente la pregunta por el arte. El
arte hoy es un arte que, ante todo, pregunta "¿qué es el arte?";
en consecuencia, es un arte que pregunta cómo es posible y
cómo es preferible o deseable dar una forma al mundo. Hay
varias, quizás muchas obras o creaciones del arte
contemporáneo que plantean muy específicamente la
pregunta por el arte y eso no es nuevo, lleva mucho tiempo.
Como se suele hacer, y creo que con justicia, habría que
fechar esto desde Duchamp. Ustedes saben que el día en que
Duchamp expone en New York un urinario de fabricación
industrial ordinaria dándole como título Fuente, realiza un
gesto decisivo y muy complicado ya que declara "esto es arte"
y esta cosa no tiene nada que ver con ninguna creación de
formas artísticas conocidas hasta entonces. A partir de ahí,
Duchamp definirá a menudo el arte como el hecho de una
"cita", pero una cita en cierto modo sin cita, una cita o un
encuentro entre aquel que se llama el artista y algo que en un
momento dado él escogerá y leerá como una forma: una vez es
un urinario, otra vez es una rueda de bicicleta, etc. La
pregunta por el arte está planteada evidentemente como la
pregunta por una formación de formas para la cual ninguna
forma previa está dada. Yo lo diría con palabras y conceptos
de Kant, que son útiles aquí: diría que se trata de formas para
las cuales no hay esquemas previos (ustedes saben que Kant
llama esquema, tal como él lo dice, a una imagen no sensible
que precede a la posibilidad de las imágenes sensibles). Quizás
la tarea del arte hoy es la de deber proceder sin ningún
esquema, sin ningún esquematismo. No hay nada que
contenga una pre-donación, una pre-disposición de
posibilidades de formas. Me refiero a "formas" en un sentido
muy pero muy amplio, no solamente formas visuales, sino
también formas sonoras, formas verbales.
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El arte hoy
¿Cuáles eran antes los esquematismos del arte? Es muy
simple, de hecho reenvía a lo que decía previamente sobre el
arte cristiano: el cristianismo, la religión, proveían un gran
esquematismo a partir del cual existía la posibilidad de crear
formas, uno conocía todos los misterios de la religión, uno
pintaba entonces una crucifixión, una resurrección, una
virgen con el niño, etc. Pero también estaba toda la evocación
de la mitología antigua, y luego las grandes escenas y los
grandes acontecimientos de la historia con la política, la gloria
de las ciudades y los príncipes de fondo; después estaban
también las figuras humanas mismas, el hombre como figura
de sentido, como figura heroica o apasionada y hasta el borde
del drama, como en La balsa de la Medusa de Géricault, o
como el Guernica de Picasso. El Guernica es un cuadro muy
sorprendente pues es quizás uno de los últimos grandes
cuadros de historia, de lo que se llamaba en las antiguas
clasificaciones la pintura de historia. Ustedes saben que a
partir de un momento, que no es cuestión de fechar con
precisión pero que se podría situar justo después del Guernica,
todo este conjunto de esquematismos posibles desapareció,
hasta el esquematismo del hombre mismo, las diferentes
figuras del hombre y de la humanidad. Esta desaparición de
los esquemas, de las figuras, como soportes de las posibilidades
para crear formas, esta desaparición es aquella que caracteriza
al mundo actual, que hace que estemos en un mundo que se
encuentra de algún modo en pérdida de mundo, en pérdida de
sentido, en la ausencia de grandes esquemas, de grandes ideas
reguladoras, ya sean religiosas, políticas y en consecuencia
también estéticas. De tal suerte, en un primer momento, se
podría decir que el arte contemporáneo da cuenta de sí, de
este estado informe de sí.
Es por ello también que los artistas contemporáneos a
menudo prefieren caracterizarse como testigos más que como
artistas, si se oye en la palabra "artista" el valor de la creación,
ya que por razones socio-económico-políticas (la moda...),
"creación" se ha transformado en una palabra a la vez
sospechosa y valorizada. Por ejemplo, en el caso actual de
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Francia, la defensa de las amenazadas escuelas de arte, o la
difícil y complicada defensa de un cierto número de
instituciones que aseguran posibilidades de financiamiento y
de aportes públicos a la actividad de los artistas: no voy a
entrar en esta consideración que también me parece
importante, pero podemos hablarlo luego, si ustedes quieren,
en la discusión. "No soy un artista o un creador, doy
testimonio": se testimonia entonces, sólo habría que dar
cuenta, atestiguar del hecho de que no hay posibilidad de dar
forma ni de hacer sentido. Se da sentido totalmente hecho,
muy claro, sin misterio. Y en esta medida, al igual que a una
gran mayoría de nosotros, de la sociedad europea y en parte
americana, a mí también me chocan frecuentemente obras de
arte contemporáneo, y no digo que no las comprendo, sino
más bien que a menudo las comprendo demasiado. Veo obras
que me descargan un gran bloque de significaciones, que me
dicen "ahí está, es la guerra".
Me viene un ejemplo de una artista francesa, Sylvie Blo-
cher, que expone un uniforme de combate, un camuflaje de
paracaidista, al cual se le ha clavado encima una imitación de
cabellera de mujer, y ya no recuerdo bien si el título era
Violación en Bosnia o si no había título, pero en alguna parte
había un comentario que decía Violación en Bosnia, y por lo
tanto, si ustedes quieren, era una imagen de la purificación
étnica donde se daba la idea de violación. No digo que esa
obra esté completamente desprovista de forma, incluso de una
forma problemática, que es la forma viril, combatiente, militar
del uniforme de un paracaidista, pero evidentemente es un
ejemplo entre millones donde la significación prima. Como
muchos de nosotros, me siento incómodo frente a obras que
proponen una sobrecarga de significaciones porque se trata de
la significación completa, plena: "la violación es abyecta, la
violación étnica lo es aún más, porque ustedes saben bien
cuáles fueron las consecuencias de las violaciones durante la
guerra en la ex-Yugoslavia". Sin embargo, la forma de esta
obra está ahí, fuerte, y excede la significación. .. Sé que, en la
primera conferencia de la serie, Georges Didi-Huberman les
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habló de la obra de arte retomando una escena de duelo
mortuorio de la guerra en Yugoslavia y, en el caso del que
habló, entiendo que un artista encontró una posibilidad de
forma a partir de una fotografía, pero se trataba justamente de
una situación de partida, la situación de horror y de infamia
que es la violación. Sí, hay forma en esas obras, pero un
mensaje la precede y la domina.
Entonces, si también yo me siento muy incómodo y a veces
siento simplemente una gran desaprobación por ciertos gestos
artísticos que son casi únicamente gestos de significación y
que con frecuencia quieren ser gestos políticos, es porque la
idea de que el arte es directamente, inmediatamente, como
tal, político, es en verdad una idea totalmente contemporánea,
una idea incluso distante de la idea del compromiso del
artista. Por ejemplo, una cosa es decir que Picasso fue un
artista comprometido con los comunistas, pero otra cosa es
afirmarlo del Guernica, porque el Guernica no es un "cuadro
comunista". En cambio, sabemos que los cuadros
comprometidos del realismo socialista no son ni Guernica ni
arte en absoluto, justamente porque son pura significación. Si
bien esto me choca, si pienso muy a menudo que en efecto
existe ahí el testimonio, y no solamente el testimonio del
estado del mundo, sino el testimonio de una gran pobreza de
la posibilidad artística, una pobreza que no es la del arte
povera, aunque esta apelación de arte povera, arte pobre, sea
extremadamente rica y sugestiva respecto a la situación que
era entonces contemporánea y que para nosotros ya es un
poco histórica; si bien esto me choca, pues, si me doy cuenta
de que hay muchas razones para hacer del arte
contemporáneo un campo de batalla (me parece que en Italia
es menos el caso que en Francia, porque en Francia la batalla
del arte contemporáneo tiene lugar, quizás un poco menos
ahora, pero desde hace diez años todos los días, sin cesar, en
los diarios, en las revistas, en los libros, es una cuestión
abierta, de verdad), creo sin embargo que el "arte" se busca a
través de estas disputas. Hay condenas terribles y
reivindicaciones aun más fuertes, y esta batalla, o mejor dicho
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esta querella, no es del mismo tipo que las querellas estéticas
que han tenido lugar a lo largo de toda la historia del arte (por
ejemplo, la que recordé hace un instante sobre Caravaggio
juzgado por Poussin, y aun se podría decir lo mismo de los
románticos, de los impresionistas, de los cubistas, etc.). Si
comprendo todo esto y si creo que no hay que dudar en decir
simplemente "sí, es verdad, es la situación del arte
contemporáneo", tampoco hay que equivocarse diciendo "sí,
pero es un arte que es político, es un arte testimonial" porque,
diciendo esto, se olvidaría la pregunta "¿qué es el arte?" y se
transforma al arte en un cierto tipo de producción de
significación.
En cambio, creo al mismo tiempo y verdaderamente que a
través de esta pobreza, a través de esta contradicción, a través
también de estas impasses que son a veces, no siempre, las
obras o las empresas artísticas, hay algo que se da a pensar y lo
que se da a pensar es justamente la pregunta "¿qué es el arte?".
Si al menos uno se dispusiera a pensar que cada manifestación
del arte contemporáneo es una ocasión de plantear la
pregunta "¿qué es el arte?", entonces ya se desplazaría un poco
el dispositivo, vale decir que uno no se pondría a juzgar todo
el arte contemporáneo, ni a favor ni en contra, y por tanto se
estaría a distancia de esa actitud que a veces parece ser la que
gobierna incluso ciertas manifestaciones artísticas de las
bienales, sean éstas de Venecia o de Lyon, a tal punto que a
veces uno no logra discernir cuál es el juicio discriminante
que preside a la elección de obras o si no hay justamente un
principio de no-discriminación (principio que podría
comprenderse también si no hubiera esquemas, si no hubiera
criterios dados).
Pero lo que quiero decir es otra cosa: quiero decir que todo
el tiempo, sin cesar, el arte contemporáneo nos permite
replantear la pregunta por el arte o nos obliga a replantear la
pregunta por el arte. Lo que intentaré decir entonces como
último tema de esta exposición es esta cuestión: ¿qué es lo
que, pese a todo, queda del arte, en un gesto artístico que
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El arte hoy
podemos estimar o sobrecargar de significaciones y que no
abre un mundo, sino más bien da simplemente cuenta de un
mundo cerrado, de un modo clausurado, de un mundo
justamente sin apertura? Quedan al menos dos cosas muy
importantes. En primer lugar, queda el gesto, y en segundo
lugar, aunque no sé cuál sería la palabra más apropiada, diría
que al final del gesto queda el signo, pero un signo que no
significa. Queda, pues, el gesto: toda obra de arte supone otra
cosa que la significación, supone al menos un gesto. Sylvie
Blocher cuelga ese uniforme de paracaidista en la pared, lo
clava de cierta manera, y clava encima una cabellera: por
supuesto, está el exceso de significación del que hablé, pero
está también el gesto, su gesto de artista.
¿Qué es un gesto? No es ni un movimiento ni el trazado de
una forma. Un gesto, de manera general, quiero decir en la
vida, se podría decir que es el acompañamiento de una
intención pero que, en sí mismo, permanece extraño a la
intención. Cuando hablamos hacemos gestos, en este
momento también yo hago gestos, los italianos son conocidos
por hacer muchos gestos al hablar, mucho más que los
franceses. Al hablar hacemos gestos que a veces son
expresivos y otras veces no: uno no puede reducirlos a la
significación de las palabras que los acompañan. El gesto es un
dinamismo sensible que precede, que acompaña o que sucede
al sentido o a la significación, pero es sentido sensible. De un
modo muy simple también, si digo buenos dios sonriendo
cambio un poco la significación del buenos días, pero sobre
todo cambio la sensibilidad, por lo tanto, el sentido sensible
de la expresión buenos días. Creo que podemos decir que el
gesto es esto y que quizás hoy puede hacerse sensible, como
un mínimo del arte: es que en el arte se trata en principio de
un gesto. Soy cada vez más sensible a la idea de que para
nosotros el "nacimiento del arte", según la expresión de
Georges Bataille, el título de su libro sobre Lascaux, el
"nacimiento del arte", es un gesto sobre las paredes de las
grutas de Lascaux o de otro lugar (ahora conocemos grutas
más antiguas). ¿Y qué gesto? Blanchot, en un artículo sobre el
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Jean-Luc Nancy
"nacimiento del arte" de Bataille, tiene una manera muy bella
de pensar este gesto. Blanchot habla del primer hombre que
descubre el placer de hacer estallar sílex por hacerlo estallar,
en lugar de fabricarse un puñal o una afeitadora, y Blanchot
dice eso para asimilar el gesto del pintor de Lascaux a este
gesto de puro placer (aunque ciertamente no sea tan simple de
analizar lo que es como puro placer, pero en todo caso se
puede decir que es algo que pasa por al lado de toda finalidad).
Creo que toda la historia del arte y del pensamiento del
arte, sobre todo desde el momento en que hay un pensa-
miento del arte como tal, porque ustedes saben bien que el
arte es un concepto muy tardío, moderno, cuya antigüedad no
va más allá del siglo XVIII y recibe sus primeros análisis
filosóficos esencialmente a partir de Kant, todas las filosofías
del arte desde Kant hasta nosotros, pasando por Hegel,
Nietzsche, Kierkegaard, Adorno, Heidegger y los contempo-
ráneos, como por ejemplo Derrida, todos los pensamientos del
arte reconocen de una manera u otra, en unos u otros
términos, que en el arte se trata de algo como esto que estoy
llamando un gesto. Creo entonces que la situación del arte
hoy nos permite o nos obliga a volvernos atentos a este gesto
que es a la vez lo mínimo del arte, pero también quizás lo
esencial, y luego, al final del gesto, incluso si no hay final del
gesto, porque el gesto no se acaba en verdad, no llega a
término como cuando hago el gesto de agarrar mi vaso, mi
gesto se detiene cuando lo he agarrado. Más bien diría que es
necesario pensar el gesto según el modelo de una de las artes,
que es la danza, pues en la danza no se trata más que de
gestos...
Al final del gesto pues, al final sin final del gesto no hay de
hecho una pura nada de significación, hay un signo, pero un
signo en el sentido de una señal, una señal de alguna cosa, un
signo en el sentido de una palabra alemana intraducibie al
francés y creo que también al italiano, la palabra Wink, que
designa en alemán un gesto como una pequeña señal, así
como para saludar, un gesto de inteligencia, como una
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El arte hoy
guiñada de ojo, ¿pero señal de qué? Quizás en el orden del
reconocimiento, aunque no hay sentido dado, depositado.
Pienso en esta palabra alemana "Wink" porque Heidegger
habla de un último dios, y toda la función, pero no solamente
la función, todo el ser de ese último dios consiste en winken.
No voy a entrar ahora en la problemática de Heidegger
cuando habla de Wmk, que es una problemática que se liga a
la cuestión de un dios o de una divinidad, pero evidentemente
esto significa para mí algo como una convergencia, quizás al
infinito, entre una pregunta por el arte, por el gesto artístico,
y una pregunta por lo divino, quizás, aunque no sé si conviene
emplear ese nombre. Sin entrar en eso, diría simplemente que
el Wink, la señal que hace el gesto artístico, ¿es una señal de
qué? Creo que importa decir dos cosas: en primer lugar, es una
señal hacia un más allá de la obra de arte, una obra de arte
nunca está hecha para sí misma, al contrario, su ser de obra,
su carácter de obra consiste siempre en señalar un afuera de la
obra. La idea del arte por el arte es la idea más falsa del arte,
tanto como la idea del arte para una significación, sea
religiosa, política o ética: es la otra extremidad de las dos ideas
falsas sobre el arte. Un signo más allá de la obra misma, y es lo
que hace a la obra de arte porque una obra técnica está ahí
para sí misma, tiene su función propia, su utilidad propia,
lleva su finalidad con ella. Esta botella tiene su finalidad en
contener un líquido, en permitir servir líquidos. Pero si
procedo justamente como Duchamp y digo "esto es una obra
de arte", ella no sirve más para nada, ni siquiera para sí misma,
se convierte en una señal. Y diría entonces que una señal
contemporánea es una señal hacia el hecho de que siempre, de
nuevo, como antes, cabe hacer un mundo, nos hace falta abrir
un mundo. Cuando se habla de la mundialización, pues en
Francia decimos "mundialización" y no "globalización", me
gusta entender que existe la idea y la posibilidad de un
mundo, es decir una circulación de sentido. Si estamos
entonces en la mundialización, también quiere decir que
tenemos que encontrar, que inventar una forma de mundo, y
una forma de mundo quiere decir una forma de circulación
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Jean-Luc Nancy
posible de sentido, pero de un modo tal que ese sentido no sea
captado por cualquiera, es decir que no sea, para terminar,
significado.
Concluiré tomando un último ejemplo de una obra con-
temporánea en homenaje a Italia y en homenaje a un amigo,
tomaré el ejemplo de una obra de Claudio Parmiggiani. Es un
laberinto de vidrio, constituido de grandes y espesas placas de
vidrio, que fue construido en principio o que fue construido
quizás más de una vez, no lo sé, en todo caso una vez en
Francia, en Le Fresnoy. Y en este laberinto de gruesas placas
de vidrio, para acabar la obra, el artista entra con un traje de
protección, rompe el vidrio con un
enorme martillo y luego quedan pedazos de vidrios espar-
cidos por todas partes. El lugar se vuelve impracticable. Yo
diría que el espectáculo de la obra, su fotografía, es puro, puro
incluso en el sentido clásico y ordinario, porque hay
transparencias, una transparencia repetida hasta el infinito, y
al mismo tiempo es muy inquietante ya que el vidrio está roto,
los pedazos recubren el suelo y no se puede penetrar en este
laberinto. Diría que esta obra ilustra que hay un gesto que, en
este caso, es un gesto de romper, por ende un gesto violento,
un gesto de destrucción y también la destrucción, justamente,
de la transparencia, del sentido que se comunica, y al mismo
tiempo un signo sin significación, más allá de la obra y más
allá de la destrucción, pero no hacia una nueva construcción,
pues no es un propósito social, político o ético. Un gesto aun
más que gesto, más allá, y al mismo tiempo un gesto a
propósito de algo que ha sido una gran preocupación de la
pintura más clásica, precisamente el vidrio, la transparencia
del vidrio y el arte de captar la transparencia del vidrio.
Piensen en las innumerables cantidades de vidrios, de
botellas, de cristales que pasaron en toda la historia de la
pintura y del conocimiento hasta Morandi, por ejemplo, pues
los vidrios de Morandi no son cristalinos. Podemos escribir
toda una historia del vidrio, de la botella y también de los
cristales. ¿Qué es lo que se juega en el vidrio? Se juega la
transparencia, la luminosidad, pero también la posibilidad de
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El arte hoy
captar la luz, de hacer jugar la luz, y cuando se hace jugar la
luz en un vidrio, a través de un vidrio, se está dando
justamente una forma al mundo, al mundo material, al mundo
de la luz, al mundo del sol, o bien al mundo de las velas, de
todas las otras luces. Se está dando una forma que no es otra
cosa que un nuevo juego de la luz, o que no es otra cosa que
hacer brillar la luz, pero también se puede decir que ese no ser
otra cosa que "hacer brillar la luz" quiere decir pasar de lumen
en latín, es decir la luz puesta sobre las cosas, a lux, que es la
luz originaria, la luz que aclara, no aquella puesta sobre las
cosas, la luz del fíat lux, por lo tanto, un
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reenvío a la creación del mundo. No digo que Parmiggiani
nos ponga en comunicación directa con la creación del
mundo, simplemente quiero sugerir que todo gesto artístico
tiene al menos algo así como eso al final de su mira.
ELOCUENTES RAYAS
i
Derrida ciertamente habló del arte, de las artes: ¿cómo no lo habría hecho,
cómo no habría debido hacerlo puesto que una pregunta y más que una pregunta,
una instancia exigente reclama bajo este nombre de "el arte" un tributo
considerable a la empresa de pensamiento desde que "el arte" no es más esa "cosa
del pasado" (Hegel) que en principio se hacía conocer como una vicariancia de
los servicios divinos, heroicos, gloriosos?
Y por supuesto, él tenía que desconfiar de la palabra "arte", quizás de ella más
que de cualquier otra palabra heredada de la filosofía, porque este singular jamás
tiene otra existencia más que en la multiplicidad de las artes, cuya
heterogeneidad innata remite a una heterogeneidad de lo sensible mismo
(¿mismo? habría preguntado: ¿dónde está pues la mismidad de lo sensible, que no
siente sino cuando es sentido y cuando se siente sintiente, apartándose pues de sí,
de su sensación misma?). Y desconfió de ello al punto de desconfiar de sí mismo -
quiero decir, del discurso filosófico- en la aproximación y en la aprensión de la
obra. A diferencia de muchos filósofos y teóricos de su tiempo, Jacques Derrida se
aventuró muy poco a hablar de las obras mismas, a analizarlas o a explorarlas en
sus texturas y sus apariencias, ya sea bajo una perspectiva histórica, técnica o
simbólica. Muy a menudo toma de una obra el inicio o el giro de un pensamiento
que hila y desenrolla cuan largo es: así, escribiendo sobre Atlan va rápidamente a
las "historias" que esas pinturas, dice, le narran; o bien hace contrapunto a los
dibujos de Titus-Carmel o de Micaela Henich a través de un texto que se
desarrolla extensamente por y para sí
mismo, según los temas, motivos, recursos que desprende de
las obras en lugar de apoderarse de ellas para hacerles decir lo
que el discurso estaría encargado de expresar.
Está, en efecto, demasiado convencido, apriori, de la au-
tarquía entera de la obra, de su independencia muda. Muda,
también, respecto al discurso, cuando se trata de poesía.
También puede escribir en el curso de su acompañamiento a
los linajes de Micaela Henich: "es fácil ver la casa, es decir
proyectarla en cada uno de sus dibujos, cada uno bastándose a
sí mismo y no teniendo ninguna necesidad de mi proyección,
quiero decir de mis elocuentes rayas que, dicho sea de paso,
tampoco tienen necesidad de ellos".5
"Elocuentes rayas": son los trazos suyos, los trazos de su
escritura. Acaba de escribir: "no olviden nunca que las pala-
bras también son trazos, dicho de otro modo rayas a través de
las cuales ver sin ver nada". Hay, entonces, uno al lado del
otro, dos órdenes de trazos, de rayas que se acompañan pero
prescinden una de la otra. Hay una disparidad fundamental,
una discrepancia o una dehiscencia -pero a39partir de ningún
40
El arte hoy
ajena al otro, a los otros. Un tono, si, una resonancia singular,
irreductible a cualquier otra. Tocada pues por un golpe, él
mismo singular. "Un golpe de música"6 pues, un golpe de
"pues" [coup de "done"]7 que sacude abriendo al afuera, golpe
de gong, de tímpano, golpe inicial que abre un oído como JD
quiere que un golpe abra el oído de la filosofía y esto quiere
decir: que la vuelva atenta a los timbres, ritmos, cadencias,
danzas y trazos, tracciones, rayas, toques o manchas que están
afuera, que son sus otros y cuya alteridad sólo puede ser
reconocida o aproximada a condición de ser mantenida a
respetuosa y protegida distancia del dominio del discurso. No
puede permanecer otro más que permane- ciéndolo con toda
la fuerza, la pregnancia, la insistencia, la testarudez y el
endurecimiento que lo "otro" mantiene hacia y contra todo
aparte de sí en la medida en que es "otro" y que -pues-
permane ce.
Permanece fuera, y en principio fuera de la visión, como lo
glosa extensamente Mémoires d'aveugle, ese trazo polimorfo,
polifónico, cuyo trazado o traza se hace a partir de un punto o
de un instante de oscuridad, el instante de un ojo que se cierra
abriéndose, para abrirse.
He aquí por qué y cómo JD esencialmente se retira frente a
la obra de arte: no quiere de ésta ni el objeto, ni de manera
alguna la propiedad de "obra", ni el sujeto si acaso tenía que
mostrarse como el sujeto -para terminar él también hablando-
de otro modo de enunciación que no sería "otro" en definitiva,
más que por una complexión diferente de las modalidades de
lo trazado. No, no hablará de o sobre el arte, y no, no lo hará
hablar.
Se desviará, girará alrededor: "Querría explicarme tomando
mi tiempo, girando alrededor, eso a lo que se está reducido
con las palabras cuando éstas se atarean junto a cuerpos
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Jean-Luc Nancy8
inaccesibles" (esos cuerpos son los que dibuja o pinta Colette
Deblé)... Como corresponde, JD pone en juego el doble
significado: "querría explicarme eso a lo que se está
reducido..."; y "querría explicarme girando alrededor, ya que
es a eso a lo que se está reducido...". Dicho de otro modo él
querría a la vez "explicarse", hacerse entender sobre aquello
de lo que se trata en "eso a lo que se está reducido", y él
querría "explicarse", desplegar palabras girando alrededor, sin
tocar, sin acceder, ya que está reducido a eso.
Es sin duda bastante claro que la primera significación está
condenada a la impasse por la segunda: no comprenderé, no
del todo, no bien, a qué estoy reducido -pero queda, sí, es el
resto mismo y eso que él nombra en otro lugar la restancia-,
que ahí estoy reducido. Queda que entre mis trazos de
escritura y los trazos del dibujo, las manchas de la pintura, los
trazos de la música, las tracciones de la danza quedará siempre
una diferencia. ¿Cuál diferencia? La que separa regímenes
sensibles, es decir, también, regímenes de sentido.
JD no lo dice así, él evita la palabra "sentido": es una
palabrota [gros mof] (me) dice haciendo sentir una vez más el
doble significado. Pero convoco aquí esta palabra pues
hablamos, se supone que hablemos de "estética". Es decir de
"sensibilidad", y por lo tanto de "sentido". No insistiré más con
la palabrota, solamente debo indicar esto: JD no hace
"estética", no hace "filosofía estética" ni "de la estética"
precisamente porque no quiere someter la disparidad innata,
archi-original de los sentidos, del sentido, a alguna asunción
unificante, y por añadidura, una asunción en forma de
"disciplina", de categoría de saber, de método y de régimen
teórico.9
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Por adelantado, sometió el sentido, los sentidos, a dise-
minación. Esto quiere decir: a disyunción en el origen -y por
lo tanto, del origen- y a destinación infinita. La diseminación
no afecta solamente el sentido llamado "inteligible" (o
"intelectual"): afecta el sentido de todo sentido posible. Es
decir, muy precisamente, el alcance y el desafío de todo lo
que concierne a una relación con un afuera o con un otro.
Porque "sentido" es siempre la remisión a algún afuera y/o a
algún otro.
En consecuencia, toda la insistencia de JD sobre el carácter
inaccesible de la obra, sobre la alteridad del trazo -dibujado,
cantado, bailado- constituye a la vez un rechazo a designar
como "arte" o como "estética" algo que se asemeje a una
manera de dar cuenta o de dar razón del "arte" e incluso, y sin
duda en principio, según el pensamiento heideggeriano de
una "puesta en obra de la verdad" (al menos si esta fórmula se
sigue entendiendo tal cual, si se puede decir10) y, al mismo
tiempo, una afirmación de la intrincación, del contacto y de la
contaminación entre todos los trazos discordantes y, en
primer lugar, por supuesto, entre los trazos de una u otra de
las artes y el trazo de una u otra escritura. En este
entrelazamiento o en este contagio, ¿qué es eso que, del trazo
de escritura y del trazo plástico o melódico hace contacto,
encuentro? Es precisamente el carácter de trazo, carácter
común que sin embargo no tiene de "común" más que su
propia división, su propia diseminación entre las palabras por
una parte y las formas y fuerzas de lo sin-palabra por la otra.
Dicho de otra manera, JD "se explica" en definitiva "eso a
lo que está reducido con palabras": por un mismo gesto, por el
gesto de escribir, él está reducido a la pobreza y a la
unilateralidad del sentido en el sentido verdaderamente
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Jean-Luc Nancy
sensato y significante de la palabra -y que define sin duda la
esfera de todo lo que no es "estético" ("ästhetisch")- y, sin
separación, sin diferencia y sin embargo difiriendo su propio
sentido, comprende cómo su manera de "girar alrededor" y en
cierto modo de inacceder a los trazos trazados fuera de las
palabras, a los otros trazos, a los trazos de los otros, cómo esta
manera proyecta sobre sus propias palabras como una sombra
de su propio trazado y con esta sombra deja asomar una
verdad de la escritura misma: que ella se tensa, de suyo, por
las palabras fuera de las palabras, por la significación fuera de
la significación.
Sin embargo ella no se transforma en "arte", por mucho
que lo desee, por mucho que tienda a ello, ¿y quién dirá qué
tensión de artista, de dibujante, de bailarín, de músico se
ejercía en "Derrida"? No hablo de la psicología de Jacques
Derrida, sino de su gramatología. Ya que es esa "ciencia" no
científica, ciertamente tampoco "artística", sino ese saber de lo
que excede esas distinciones, ese saber del gramma, es decir
del trazo en general que no es tal más que a condición de ser
siempre particular, es ese saber, pues, el que aparta la escritura
de la palabra como se aparta de una significación de esencia el
suplemento sin esencia de una alteridad y de una alteración
que interfiere, desplaza y lleva siempre más lejos la supuesta
transparencia de la significación pura.
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El arte hoy
Esto puede decirse incluso así: el arte, del arte siempre
habrá precedido, trabajado, atravesado y alterado la pura
transmisión del sentido puro. O: no hay sentido puro, el
sentido es para sí mismo su diseminación y su alteración. El
deseo de JD es dar vuelta el discurso sobre sí mismo cuyo
sentido puro forma la idea reguladora y ponerlo en contacto
con su propia alteración, hacerle entrever la sombra de su
propio trazado y en ella, la proximidad inaccesible de todos
esos trazos trazados fuera de las palabras (o bien a través de
ellas, por la poesía).
¿Qué aspecto puede tener esta sombra, "sino algo como la
sombra de fierro del motete de una inenarrable música
antigua, como el leit-motiv de un tema desesperado de su
propio sujeto"11? Es Artaud quien habla aquí de Van Gogh y es
Derrida quien lo cita al momento de concluir el texto que
consagra a "la verdad en pintura", es Derrida quien lo re-
escribe para recitarlo por su propia cuenta. No dudemos de
ello: la sombra de una música más antigua que todo lo que
podría ser contado -¿y no es toda música "inenarrable"?- y por
esta razón reducida a "desesperar de su propio sujeto", tema
pues sin tesis, motivo pues sin motivación. Sujeto sin objeto,
objeto sin sujeto, más bien un movimiento de girar alrededor
que hace aparecer en el medio de su circunvolución, en el
corazón de su desvío, la proximidad abundante de los trazos
que se bosquejan según la ebullición de un caos fértil pero no
generador.12 Khóra, quiasmo, espacia- miento que ningún
trazo, ningún contorno, tampoco ninguna nominación, en
verdad, precede -pero que ofrece (pues no se puede decir aquí
que ella "es" ni que ella "forma") eso mismo que es
indispensable a lo trazado, a lo estirado, al estiramiento de un
trazo cualquiera.
Por lo tanto, eso mismo que es necesario a las "elocuentes
rayas" del discursante que viene a rayar la superficie de los
dibujos, a subrayar sin surcar aquello a lo cual, sin acceder, él
acuerda sin embargo ese no-acceso como se acuerdan entre sí
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Jean-Luc Nancy
los instrumentos y las voces de una música aún por venir. En
esas "elocuentes rayas" es preciso ver a la vez la desconfianza
que nos inspira siempre, desde hace ya mucho tiempo, la sola
idea de la elocuencia como idea del ornamento, de la
adulación y del artificio y la aspiración discreta, ya que se
trata de todos modos de tener en cuenta las "rayas", eso que
antes se llamaba un "arte de la palabra". El cual podría ser
también nada menos que un suplemento -y por cierto,
peligroso- de la palabra supuestamente recta, pura y viva,
despojada de arte y de artificio. Las elocuentes rayas
suplementan y suplen a su manera lo que rayan también los
trazos, las rayas, los rayos del artista: el sentido en figura
acabada, la representación, la significación, lo propio o el
tropo como giro de lo propio.
Más adelante en el mismo texto escribe: "... justo el tiempo
de prevenirles por la tachadura o la raya: esto no es una
figura, no la buena, lo que buscamos juntos está más allá de la
figura".13 ¿Más allá? Pero está aquí: aquí mismo donde uno y
otro trazan sus trazos, rayan sus superficies y sus palabras.
¿Juntos? Sí, juntos el uno como el otro y el uno con el otro,
pero ese "como" se sustrae a toda analogía, remite solamente a
lo que hace que toda aisthesis sea como otra, es decir sensible,
entendiendo que ningún sensible, ningún sentido es "como"
ni comparable sino siempre incomparable, irreductible,
inaccesible desde afuera siendo él mismo cada vez apertura de
un afuera singular. Y el uno con el otro: pero este "con"
obedece a la ley de "con", apud hoc, proximidad, distancia
mínima, incluso infinitesimal, pero distancia de todos modos
y en cuanto tal infranqueable. Tal como la distancia de la
palabra al trazo, del trazo de palabra al trazo
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À
ARTE Y CIUDAD
¿Pertenece el arte a la ciudad [cifé]? La respuesta es "no", y
este "no" debe ser tanto más firme cuanto que la confusión no
cesa de reinar sobre esta cuestión. Ciertamente, el hecho de
que la pregunta sea osada da por principio su posibilidad a
todas las respuestas, y uno tendría incluso derecho a suponer
que la pregunta es planteada para oponerse a la confusión.
Hay que oír entonces la pregunta en la tonalidad de un
"¿verdaderamente se puede pensar que el arte pertenece a la
ciudad? En todas partes se repite que el arte es político o que
debe serlo, pero ¿es esto cierto?, ¿lo piensan ustedes en
verdad?"
Nada me parece más pernicioso que esta confusión. Al
afirmar que el arte es político se lo subordina a un fin o a un
orden de fines y se le quita la perspectiva de la "finalidad sin
fin" que es la más propiamente suya. O bien será necesario
explicar cómo la finalidad sin fin entra en la política. Pero ella
no sabría entrar ahí sino para salir: lo "sin fin" excede
necesariamente el orden de los fines al cual pertenece la
política. Es decir el orden de las técnicas. Las técnicas son -en
el sentido más amplio de la palabra- todos los procedimientos
que permiten llegar a un fin no dado previamente en un
proceso natural. El arte es la técnica de un fin que desborda el
concepto de fin, ya que de aquél no se puede proporcionar el
concepto para hacer converger hacia su realización los medios
requeridos. A este fin desbordante lo llamamos "belleza" o
"sublimidad". La política no necesita estas categorías.
La política en efecto es la técnica -ella es "arte" también, en
el sentido antiguo de esta palabra, y singularmente "arte
de gobernar"- cuyo fin consiste en el cuidado, el equilibrio, la
estabilidad (íJ stato) de la existencia común de un grupo al
cual no ha sido dado principio o fundamento de su ser común.
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ARTE Y REPETICIÓN
De manera fundamental o esencial, el arte puede ser
llamado "repetición" ya que, en efecto, repite o reproduce
siempre algo que en principio está dado en otro registro que el
suyo: una forma, una materia, una lengua, un cuerpo, un
sentimiento, un gesto, etc. El arte opera (eso es la "obra") una
nueva presentación de la cosa, sobre un plano de presencia
que es otro que el plano de la presencia según el uso, según la
finalidad, la convención y el sentido en general.
El arte constituye la repetición original por la cual la
presencia es re-presentada: tomada como tal y presentada
como tal, es decir en el misterio, precisamente, de su pre-
sencia. El "misterio" no designa nada oscuro ni impenetrable:
al contrario, es la revelación de una presencia para sí misma,
desligada de todo ambiente, de toda causalidad y de toda
eficacia, desenvuelta en tanto verdad. La verdad es aquello
que se manifiesta por sí mismo (Spinoza): esto quiere decir
precisamente que ella es el manifestar-se de algo. O sea, una
repetición, una reproducción en o como la manifestación.
Re-petitio: nueva petición, nuevo impulso hacia... para
tomar o para interpelar algo (o a alguien: de hecho, toda cosa
deviene "alguien", deviene un "sujeto" cuando el arte se la
apropia). Nuevo impulso, im-petus, nuevo deseo, ad-petitus.
La repetición que define el arte es el deseo indefinidamente
relanzado por la verdad de la cosa.
Además es por esta razón que la repetición -esta vez en el
sentido de la reproducción del mismo objeto, de la misma
forma- no siempre ha sido un problema para el
arte. Culturas enteras, como la egipcia, la babilónica, la china,
y tantas otras a través del mundo, practicaron la
reproducción, la reedición de motivos, de esquemas. Nuestra
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7o creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran
inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no
es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le
sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no
daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría
sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.
César Vallejo
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