Biografia de Edmundo de Amicis
Biografia de Edmundo de Amicis
Biografia de Edmundo de Amicis
“El Pequeño Patriota Paduano”, que rehúsa el dinero que le dan los que denigran a
su país; “El Pequeño Vigía Lombardo”, un muchacho que en la guerra, desde lo alto
de un árbol, espía los movimientos del enemigo hasta que una bala lo derriba;
Los cuentos mensuales son la parte más literaria del libro y tuvieron merecido
éxito: no hay Italiano que no los recuerde.
El resto, o sea, la historia del año escolar, está trazada con mano nerviosa, en
periodos breves, secos, incisivos. Desfilan por el libro maestros y maestras, padres,
madres y en gran número, muchachos, condiscípulos de Enrique Bottini.
Garoffi con su nariz y el pico de lechuz, El Albañilito que pone el hocico de liebre,
etc. Los caracteres están un poco estilizados: Derossi, el primero de la clase, más
que ser bueno es el símbolo de la bondad, al igual que Fanti es el tipo de la malicia,
Garona de la generosidad y Stardi de la testarudez, Votini de la envidia y Nobis de
lasoberbia.
Su padre participa en la historia con una serie de cartas en las cuales se imposta la importancia de
la moralidad, de la ética, de las buenas costumbres. Esto lo hace sobre todo a través de cartas:
“viernes, 28
Sí, querido Enrique, el estudio te resulta pesado, como dice tu madre; no te veo ir a la escuela con
la resolución y la cara sonriente que yo quisiera. Aún te haces algo el remolón. Pero mira, piensa un
poco en lo vana y despreciable que sería tu jornada si no fueses a la escuela. Al cabo de una
semana pedirías de rodillas volver a ella, harto de aburrimiento, avergonzado, cansado de tus
juguetes y de no hacer nada provechoso (...)Valor, pues, pequeño soldado de semejante y colosal
ejército. Tus armas son los libros; tu compañía, la clase; toda la tierra, campo de batalla; tu victoria,
nuestra victoria, significará el establecimiento de una paz verdadera, la comprensión entre todos los
hombres, la civilización humana. ¡No seas, hijo mío, un soldado cobarde!
TU PADRE”
Hay, además, para reforzar los valores, la lectura del cuento mensual, historias hermosas como El
pequeño patriota paduano, El pequeño vigía lombardo, El pequeño escribiente florentino, entre otras
historias.
Todas las narraciones tienen que ver con los muchachos de la clase, por lo que es más un diario de
clase que una novela. El conflicto de los niños se relaciona con la de sus padres, por ejemplo la del
niño Precossi. “No es raro que vuelva su padre a casa borracho. Le pega sin motivo, le tira de un
revés los libros y cuadernos, y el pobrecito va a la escuela con el semblante lívido, algunas veces
hinchado, y los ojos inflamados de tanto llorar.”
“...Su padre bebe y apenas trabaja, por lo que la familia pasa hambre. ¡Cuántas veces va el pobre
Precossi a clase en ayunas, y se come a escondidas un mendrugo de pan que le da Garrone, o una
manzana que le entrega la maestrita de la pluma encarnada, que lo conoce bien por haberle tenido
de alumno en primero inferior! Pero él jamás dice: «Tengo hambre; mi padre no me da de comer. »
Escenas como esta son comunes por lo que en ese colegio los muchachos ricos de clase media y
pobres se entremezclan, dando lugar a muchos conflictos de clase por lo que la educación se hace
más difícil.
La narración también constituye por su espacio moral, la tradición y el patriotismo italiano, por
ejemplo el profesor celebra e ilustra a los alumnos sobre “Los funerales por Víctor Manuel «Hace
ahora cuatro años, tal día como hoy y a la misma hora, llegaba delante del Panteón, en Roma, el
carro fúnebre con el cadáver de Víctor Manuel II, primer rey de Italia, muerto después de
veintinueve años de reinado, durante los cuales la gran patria italiana, fragmentada en siete
Estados, oprimida por extranjeros y tiranos, quedó constituida en uno solo, independiente y libre,
tras veintinueve años de reinado que él había ilustrado y dignificado con su valor, con su lealtad,
con su sangre fría en los peligros, con la prudencia en los triunfos y la constancia en la adversidad.”
Esa idea es también la idea pedagógica que recoge Edmundo de Amicis para la juventud italiana.
Como en toda clase siempre hay un elemento negativo, en este caso es Franti, el que tendrá que
ser expulsado del colegio porque siempre está llevando a cabo sus maldades. Franti es de un
espíritu cruel.
“Pero esta mañana hizo que le echaran como a un perro. Mientras el maestro daba a Garrone el
borrador del Tamborcillo sardo, el cuento mensual correspondiente a enero, para que lo pusiese en
limpio, Franti tiró al suelo un petardo que estalló, haciendo retemblar las paredes. Toda la clase
experimentó una sacudida. El maestro se puso en pie y gritó:
-¡Fuera de la escuela, Franti!
El respondió:
-¡No he sido yo! -pero se reía.
El maestro repitió:
-¡He dicho que te vayas!
-¡Yo no me muevo! -replicó.
El maestro perdió los estribos, se fue hacia él, lo cogió de un brazo y lo arrancó del banco. Franti se
revolvía, rechinaba los dientes, y tuvo que arrastrarlo a viva fuerza. ”
Este acontecimiento sella una etapa difícil de la clase, porque había momentos en que la clase se
hacía insostenible por la culpa de Franti. Esto nos da una lección de que a veces, por más
tolerancia que se tenga, es necesario extirpar a un mal elemento para que el resto de la sociedad
pueda convivir en paz. Aunque luego se le reciba otra vez.
Franti jamás cambiará porque sabe que la súplica de su madre le defenderá.
“-Hijo mío, sé bueno. Tengan paciencia con él. Muchas gracias, señor Director; ha hecho usted una
gran obra de caridad. Adiós, hijo. Pórtate bien. Buenos días, niños. Gracias, señor maestro; hasta la
vista. Perdonen tanta molestia. ¡Soy una madre...!
Y dirigiendo desde el umbral una mirada más de súplica a su hijo, se fue, recogiendo el chal que le
iba arrastrando, pálida, encorvada, temblorosa, y aún la oímos toser cuando bajaba por la escalera.
El señor Director miró fijamente a Franti en medio del silencio de la clase, y le dijo con voz que
hacía temblar:
-¡Franti, estás matando a tu madre!
Todos miramos a Franti, y el sinvergüenza se sonrió.”
Son escenas crudas que nos hace entender que no hay peor persona que la que hace sufrir a su
madre o a alguno de sus parientes.
Este espacio, la clase, tiene una movilidad de día y otra de noche, pues se convierte en escuela
nocturna:
“Jueves, 2
Anoche me llevó mi padre a ver las clases nocturnas de nuestra sección Baretti. Estaban ya las
aulas iluminadas y los obreros empezaban a entrar.
Al llegar vimos que el Director y los maestros estaban disgustados porque poco antes habían roto
de una pedrada el cristal de una ventana. El bedel había salido inmediatamente, atrapando a un
muchacho que pasaba; pero en el mismo momento se presentó Stardi, que vive enfrente de la
escuela, diciendo:
-Este no ha sido. El culpable es Franti, que tiró la piedra y me dijo: «¡Ay de ti como digas algo!»
Pero yo no le tengo miedo.
El Director dijo que Franti quedaría definitivamente expulsado. Entretanto se iba fijando en los
obreros que entraban por parejas o en grupitos de a tres, habiendo ya en las clases más de
doscientos.
¡Nunca me había imaginado que fuese tan digna de verse una escuela nocturna! Había muchachos
de doce años en adelante, y hombres con barba que volvían del trabajo, llevando libros y
cuadernos. Eran carpinteros, fogoneros con la cara ennegrecida, albañiles con las manos blancas,
mozos de panadería con el pelo enharinado; se notaba olor a barniz, a cuero, a pez, olores de todos
los oficios. También entró un grupo de obreros de la Maestranza de Artillería, uniformados,
mandados por el cabo. Todos ocupaban seguidamente su sitio en los bancos, quitaban el travesaño
donde nosotros ponemos los pies y en seguida inclinaban su cabeza sobre el trabajo escolar.
Algunos se acercaban al maestro para pedirle explicaciones, llevando los cuadernos abiertos. Vi al
maestro joven y bien vestido, al que llaman «el abogadillo», con tres o cuatro obreros alrededor de
su mesa, y hacía correcciones con la pluma; también estaba allí el maestro cojo, que se reía con un
tintorero que le había llevado un cuaderno manchado de tinta roja y azul. Asimismo daba clase mi
maestro, ya curado, que mañana volverá a encargarse de nosotros.”
Franti, no tardará en ser expulsado definitivamente por una de sus malas acciones:
“La pelea
Domingo, 5
Era de esperar: Franti, al ser expulsado por el Director, quiso vengarse y esperó a Stardi en una
esquina a la salida de la escuela, cuando acostumbra a pasar por allí todos los días con su
hermana, a la que acompaña desde su colegio, sito en la calle Dora Grossa. Todo lo presenció mi
hermana Silvia al salir de su sección, y llegó a casa muy asustada.
He aquí lo sucedido: Franti, que llevaba puesta su lujosa gorra de hule, aplastada y caída sobre una
oreja, fue de puntillas hasta alcanzar a Stardi, y para provocarlo dio un estirón a la trenza de su
hermana, pero tan fuerte que casi la hizo caer al suelo. La niña lanzó un grito y su hermano volvió la
cara. Franti, que es mucho más alto y fuerte que él, pensaba: «O se aguanta o lo muelo a golpes. »
Pero Stardi no lo pensó dos veces. A pesar de lo pequeño y débil que es, se arrojó de un salto
sobre el chulo grandullón y le propinó muchos puñetazos; sin embargo, no le podía y recibió más
golpes de los que dio.”
El heroísmo también se puede cosechar desde los niños. El enfrentamiento entre el de condición
humilde y sencillo, con el de condición rico, o pedante y cruel.
La despedida fue nostálgica y triste:
“Fue emocionante ver cómo se acercó el pobrecito Nelli a Garrone, del que no podían despegarlo.
Todos rodeaban a Garrone, lo abrazaban y zarandeaban en prueba de cariño, como bien se lo
merecía el ejemplar muchacho, que a todos sonreía. Su padre estaba allí embobado ante semejante
muestra de afecto. A Garrone fue el último a quien abracé, ya en la calle, procurando contener un
sollozo al tener mi cara sobre su pecho; él me dio un beso en la frente.
Después corrí a reunirme con mi padre y mi madre. Mi padre me preguntó si me había despedido de
todos, y yo le dije que sí.
Luego me recomendó que buscara y pidiera perdón a quien le hubiese faltado alguna vez.
-No hay ninguno -le respondí.
-Bueno, pues entonces, vámonos.
Dirigió una última mirada a la escuela y dijo con voz conmovida:
-¡Adiós!
Mi madre repitió:
-¡Adiós!
Yo... no pude decir nada.”