José Santos Chocano Con Práctica
José Santos Chocano Con Práctica
José Santos Chocano Con Práctica
Poesía
1. Alma América [Poemas indo-españoles] (Madrid, Ed. Suárez, 1906; París, Librería de la Vda. de C.
Bouret, 1908), proyectado en 1903 como una colección de 100 sonetos, terminó notoriamente
aumentada, convirtiéndose a juicio de su autor en su obra más representativa. Prologado por Rubén
Darío y dedicado al rey de España Alfonso XIII, figuran en él los poemas «Blasón» y «Los caballos de los
conquistadores», convertidas en piezas clásicas de la recitación. El autor empieza diciendo que
«Téngase por no escritos cuantos libros de poesía aparecieron antes con mi nombre», dando a
entender que comenzaba una nueva era poética, y luego confiesa que «en mi arte caben todas las
escuelas, como en un rayo de sol todos los colores».
2. - Iras santas (1895)
3. - En la aldea (1895)
4. - El derrumbe (1899)
5. - La epopeya del morro (1899)
6. - El canto del siglo (1901)
7. - Los cantos del Pacífico (1904)
8. - Alma América (1906)
9. - Fiat Lux! (1908)
10. - Selva virgen (1909)
11. - Poemas del amor doliente (1937)
12. - Oro de Indias (1939)
Teatro
Sin nombre (1896)
1. El nuevo Hamlet (1899)
2. Vendimiario (1900)
3. Ingénito (1902)
4. El hombre sin mundo (1903)
5. Mundo rural y urbano
6. Los conquistadores (1906)
Prosa
1. Idearium tropical - Apuntes sobre las dictaduras organizadoras y la gran farsa democrática (1922).
2. La coronación de José Santos Chocano (Lima: Imprenta La Opinión Pública, 1924).
3. El libro de mi proceso, en tres volúmenes (1927-1928), escritas durante su prisión de 1925-1927 en
torno al juicio que sufrió a consecuencia del asesinato de Edwin Elmore
4. El escándalo de Leticia ante las conferencias de Río de Janeiro (1933) folleto sobre el conflicto peruano-
colombiano de 1932-1933.
5. El alma de Voltaire y otras prosas (1940), reflexiones literarias.
6. Memorias. Las mil y una aventuras (Santiago de Chile: Nascimento, 1940), recopilación de sus artículos
de carácter autobiográfico, publicados en diversos diarios de América. Abarca solo hasta su llegada a
España en 1905.
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Vicente Huidobro
El poeta V……….. García-H…………… Fernández nació en Santiago de C……… el 10 de enero de 1893. En el
seno de una familia adinerada; su padre fue Vicente García Huidobro, marquesado de Casa Real, y su
madre María Luisa Fernández, una activa feminista. Sus primeros años los pasa en Europa, luego comenzó el
secundario en un colegio j………… de S………... Más tarde ingresó en la Universidad de Chile, donde en 1911
escribió "Ecos del alma", un trabajo de tendencias modernistas. Al año siguiente contrajo matrimonio con M……….
Portales Bello, y comenzó a editar la revista "Musa Joven", donde se publicaron partes de su último libro,
"Canciones en la noche" y su primer caligrama "T………….. armónico".
En 1913 dirige con C………. Díaz Loyola (nombre real del poeta Pablo de Rokha) los tres números de la
revista Azul y publica los libros de poemas "La G…….. del Silencio" y "C……….. en La Noche".
Al año siguiente, dicta una conferencia titulada "Non Serviam", que refleja su credo estético. En otro trabajo del
mismo año, "Pasando y Pasando" expone sus dudas religiosas y sus críticas contra los jesuitas, lo que le valió
varios reproches por parte de su familia. A continuación publica "Las P………. Ocultas" (1916), libro de "salmos,
poemas en prosa y ensayos", que firma por primera vez con el nombre Vicente Huidobro.
En 1916 se muda a Europa con su esposa e hijos, estableciéndose en Paris, donde publica "A…….." un trabajo
que marca el comienzo de su nueva fase artística. Rapidamente Huidobro se incorpora al círculo de la avant-garde
parisina de la época: P…….. P…….., Juan Gris, Jacques Lipchitz, Francis Picabia, Joan Miró, Max Ernst, Paul
Éluard y Blaise. Cendrars.
En octubre de 1918, viaja a M……… en el que sería el primero de una serie de viajes anuales a dicha ciudad. Allí
comparte sus ideas sobre el C………….. y su conocimiento de la vanguardia parisina con la elite artística del lugar,
dando origen al movimiento ultraico o Ultraísmo. Se cartea con T…….. Tzara y colabora en su revista D………. En
otro de sus viajes a Madrid, lleva consigo el borrador de un "V………. en parachute" primer esbozo de lo que seria
posteriormente su obra maestra "A…………..".
Mientras Huidobro continuaba escribiendo en París, fundó y editó en Madrid, la revista "Creación Revista
I………….. de A………", que incluyó producciones de una escultura de Jacques Lipchitz y pinturas de Georges
Braque, Pablo Picasso, Juan Gris y Albert Gleizes. En noviembre imprimió el segundo número en París, con el
título Création Revue d'Art. En diciembre dicta su famosa conferencia sobre "La Poesía", que le servirá como
prólogo a la edición española de "T……. ..de … C………..".
Continúa sus multifacéticas actividades en Europa hasta 1925, cuando se traslada de regreso a Chile para
dedicarse al periodismo crítico y político, fundando en agosto de ese año, "Acción. Diario de P………………
N…………….". Fue apoyado por muchos jóvenes seguidores pero su denuncia sobre las actividades fraudulentas
de altas personalidades político-administrativas provocó la explosión de una bomba frente a su domicilio, y el 21 de
noviembre su periódico fue clausurado. Funda entonces otro periódico, "L.. R…………….", y es proclamado
candidato simbólico a la Presidencia de la República por las juventudes progresistas; pero sufre un segundo
atentado, del que escapa indemne.
En 1927 viaja a N……… Y……. y conoce a C……… Chaplin, Douglas Fairbanks y Gloria Swanson. Planea
además llevar al cine su novela "Cagliostro" y escribe el "Canto to Lindbergh", poema de tono épico que exalta la
hazaña del aviador. En esa etapa se separa definitivamente de la que había sido su esposa, Manuela Portales, e
inicia una relación con Jimena Amunátegui.
Hacia fines de los años 20's, regresa a Europa, donde comienza a escribir su novela "Mío Cid Campeador";
continuó su trabajo en "A………." y comenzó "Temblor del Cielo". Fue en esa época cuando descubrió que era
heredero del marquesado de Casa Real.
Durante los años 30´s, Huidobro alterna sus estancias en Santiago de Chile con sus lapsos en Europa, sobre todo
en Madrid y París. Cuando estalla la G………. C……… en España, el poeta chileno participaría activamente, junto
a muchos otros intelectuales europeos y americanos, en el Congreso de Escritores Antifascistas celebrado en
Valencia en 1937. Del mismo modo, habría de ser corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial en el ejército
francés.
Al acabar la contienda mundial, Huidobro regresó a Chile, instalándose de nuevo en Santiago hasta el final de sus
días. La m………… le sorprendería el 2 de enero de 1948, en una finca próxima a S……….. Con él moría una de
las figuras más destacadas de la poesía chilena del siglo XX, fundador y teórico de una de las vanguardias
literarias más genuinas, el Creacionismo.
Además de poemas, su producción se completó con novelas ("S…….. o el poder de las palabras", 1939),
manifiestos, ensayos ("Vientos contrarios", 1926) y obras teatrales ("Gilles de Raiz", en francés, 1932). Como parte
de sus ocurrencias, escribió su propio epitafio: -Abrid esta tumba: al fondo de esta tumba se ve el mar-.
LA ABEJA HARAGANA
Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por
uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del
todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la abejita se
asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen
las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en
flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se
mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién
nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En
la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no
entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen
el lomo pelado porque han perdido todos los pelos de rozar contra la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
-Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contestó:
-Yo ando todo el día volando, y me canso mucho
-No es cuestión de que te canses mucho -respondieron-, sino de que trabajes un poco. Es la primera
advertencia que te hacemos.
Y diciendo así la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de
guardia le dijeron:
-Hay que trabajar, hermana.
Y ella respondió en seguida:
-¡Uno de estos días lo voy a hacer!
-No es cuestión de que lo hagas uno de estos días le respondieron- sino mañana mismo. Acuérdate de
esto.
Y la dejaron pasar.
Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:
-¡Sí, sí hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
-No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido -le respondieron-, sino de que trabajes. Hoy es 19 de
abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.
Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.
Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo
se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá dentro.
Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.
-¡No se entra!-le dijeron fríamente.
-¡Yo quiero entrar!-clamó la abejita-. Esta es mi colmena.
-Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras -le contestaron las otras-. No hay entrada para
las haraganas.
-¡Mañana sin falta voy a trabajar!-insistió la abejita.
-No hay mañana para las que no trabajan - respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.
Y esto diciendo la empujaron afuera.
La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse
de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían
montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.
-¡Ay, mi Dios!-clamó la desamparada-. Va a llover, y me voy a morir de frío.
Y tentó entrar en la colmena.
Pero de nuevo le cerraron el paso.
-¡Perdón!-gimió la abeja-. ¡Déjenme entrar!
-Ya es tarde-le respondieron.
-¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
-Es más tarde aún.
-¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!
-Imposible.
-¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:
-No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete.
Y la echaron.
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta
que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora,
una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y que la
culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto la abejita, al encontrarse ante su enemiga,
murmuró cerrando los ojos:
-¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo:
-¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
Es cierto -murmuró la abejita-. No trabajo, y yo tengo la culpa.
-Siendo así-agregó la culebra, burlona-, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer,
abeja.
La abeja, temblando, exclamó entonces:
-¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres
saben lo que es justicia.
-¡Ah, ah!-exclamó la culebra, enroscándose ligero-. ¿Tú conoces bien a los hombres? ¿Tú crees que los
hombres que les quitan la miel a ustedes, son más justos, grandísima tonta?
-No, no es por eso que nos quitan la miel -respondió la abeja.
-¿Y por qué, entonces?
-Porque son más inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echo a reír, exclamando:
-¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer; apróntate.
Y se echo atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:
-Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
-¿Yo menos inteligente que tú, mocosa?- se rió la culebra.
-Así es- afirmó la abeja.
-Pues bien- dijo la culebra-, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara,
ésa gana. Si gano yo, te como.
-¿Y si gano yo?- preguntó la abejita.
-Si ganas tú -repuso su enemiga-, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te
conviene?
-Aceptado- contestó la abeja.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una
abeja. Y he aquí lo que hizo:
Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una
cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompas esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
-Esto es lo que voy a hacer- dijo la culebra-. ¡Fíjate bien, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con
tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco.
La culebra reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un
trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los
trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo:
-Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
-Entonces, te como -exclamó la culebra.
-¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que nadie hace.
-¿Qué es eso?
-Desaparecer.
-¿Cómo? -exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa-. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
-Sin salir de aquí.
-¿Y sin esconderte en la tierra?
-Sin esconderme en la tierra.
-Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida -dijo la culebra.
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había
visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una
moneda de dos centavos.