José Santos Chocano Con Práctica

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José Santos Chocano

Nacimiento, estudios y periodismo José Santos Chocano nació en Lima el


14 de mayo de 1875, a 54 años de la Independencia del Perú y a 4 años de la
guerra del Pacífico. Sus padres fueron don José Félix Chocano de Zela y doña
Aurora Gastañodi de la Vega. Entre 1884 y 1886 estudió en el Instituto de Lima,
culminando su educación secundaria entre 1886 y 1890, en el Colegio de Lima o
Colegio Labarthe, dirigido por Pedro Adolfo Labarthe (1855-1905) y en el que fue
incorporado como profesor de matemática. En 1891 ingresó a la Facultad de
Letras de la Universidad Mayor de San Marcos, pero se inclinó por el periodismo.
Anticacerista acérrimo En 1895, acusado de conspirador contra el
presidente Andrés A. Cáceres, fue apresado y recluido en la fortaleza del Real
Felipe, donde se llevaba a los presos políticos en aquellos tiempos. Pero al
triunfar la coalición cívico-demócrata formada por los adeptos al primer Partido Civil, fundado por José Pardo,
y al Partido Demócrata, de Nicolás de Piérola, es nombrado secretario de la presidencia de Nicolás de Piérola.
Poeta, liberal y director Entre 1895 y 1896 dirigió la revista “El Perú Ilustrado” y publicó sus
poemarios “Las iras santas” y “En la aldea”. Preconizaba el principio de: “No hacer la guerra a ningún modo
artístico, respetando las creencias literarias de todas las escuelas”, convirtiéndose en adalid de la libertad de
expresión de su tiempo. Entre los años 1896 y 1897 publicó sus obras poéticas “La neblina”, “Azahares” y “La
selva virgen”; así como su obra teatral: “Sin nombre”. En los años 1897 y 1898 dirigió “La gran revista” y fundó
el diario “El siglo XX”.
Inicia su carrera política Entre 1901 y 1903 viajó a la América Central, donde actuó de cónsul general
del Perú y tuvo el encargo de promover la legalidad del arbitraje para el arreglo del litigio entre Chile y Perú
sobre las provincias cautivas (Arica y Tacna). En 1904 actuó como encargado de negocios del Perú en Bogotá.
Del 22 de marzo de 1905 al 24 de abril de 1906 fue secretario de la legación del Perú en España, pero tuvo que
salir de dicho país porque, según dicen: “estuvo comprometido con negocios turbios; y a partir de ese
momento sus andanzas y malandanzas le volvieron a llevar a numerosos países de América”.
Su poesía no cambia, tampoco él En 1906 publicó su obra teatral “Los conquistadores”. Sus principios
juveniles de libre pensador lo ratificó cuando en 1906 dijo: “En el arte caben todas las escuelas como en un
rayo de sol todos los colores”. Publicó su poemario “Alma América”, de 100 sonetos. En 1908 viajó a Cuba,
Santo Domingo y Estados Unidos. Se afincó en Guatemala, donde fundó el periódico “La Prensa”.
Entre dictadores y revolucionarios En 1912 radicó en México, colaborando con el presidente
Francisco Madero desde el diario “La Nueva Era”. Cuando Madero fue asesinado, a Chocano lo expulsaron de
México y anduvo por Cuba y Puerto Rico, y en Nueva York hizo proselitismo a favor de Venustiano Carranza y
Francisco Villa, participando en los comités que funcionaban en los Estados Unidos a favor de la revolución
mexicana. Luego, en México actuó como secretario o consejero de Francisco “Pancho” Villa. En 1919 retornó a
Guatemala para actuar como secretario del presidente Manuel Estrada de Cabrera, otro de los dictadores en
la serie de sus amigos. Cuando este presidente fue derrocado, Chocano casi fue fusilado y se salvó gracias a la
presión de los escritores de América, España y Francia, y de gobiernos, como El Vaticano. Logró el indulto y
regresó al Perú.
“Hijo predilecto” y “poeta de América” En diciembre de 1921 regresó al Perú y fue declarado “hijo
predilecto de la ciudad de Lima”. En 1922 publicó el ensayo “Idearium tropical”. Apuntes sobre las dictaduras
organizadas y la gran farsa democrática. El 5 de noviembre de 1922 fue declarado “poeta de América” y
condecorado por el presidente Augusto B. Leguía. Luego, ambos personajes se distanciaron, como ocurre casi
siempre en las relaciones de amistad y enemistad entre personas ambiciosas. En 1924 publicó su poema
“Ayacucho y los Andes”.
Un incidente bochornoso El 31 de octubre de 1925 dio muerte a Edwin Elmore Letts, hijo del ingeniero
Teodoro Elmore, quien colocó las minas que debían proteger Arica el 7 de junio de 1880. Edwin Elmore había
estudiado en Europa y estaba de regreso en el Perú. No le gustaba la poesía de Chocano, lo criticó pú-
blicamente. Ante “tamaño atrevimiento”, Chocano lo llamó por teléfono y le dijo: “¿Hablo con el hijo del
traidor de Arica?”. Elmore le replicó: “Eso no se atrevería a decírmelo usted cara a cara”. Luego, el joven poeta
escribió una violenta carta contra Chocano y se dirigió a “El Comercio” para que se la publicaran. Chocano
estaba en el mismo trance, pero contra Elmore. Ambos se encontraron en el salón principal de dicho diario y
se trenzaron en una feroz pelea. Según Héctor López Martínez: “... las personas que presenciaron este lance
no tuvieron tiempo de intervenir. De improviso el señor Chocano, que había logrado desasirse de su
contendor -decía El Comercioextrajo un revólver del bolsillo. En esos momentos, el señor Elmore dio unos
pasos atrás, hasta llegar a la pared de la subdirección y la reja interior que da salida al vestíbulo. Allí se detuvo
a unos tres o cuatro metros del se- ñor Chocano. Partió el tiro: el se- ñor Elmore se llevó ambas manos al lado
izquierdo del abdomen y, después de unos segundos de vacilación, salió andando de la imprenta a la calle. Al
atravesar la reja se cogió de ella, para no caer”. Fue trasladado herido al Hospital Italiano. Se le diagnosticó
hemorragia interna, por lo que fue intervenido quirúrgicamente, pero falleció el 2 de noviembre. Chocano fue
detenido; sufrió cárcel dorada en el Hospital Militar, donde publicó la hoja periodística “La Hoguera”.
Perdones, ensayos .y sigue la poesía El 10 de abril de 1927 el Congreso del Perú dispuso que el juicio
fuese cortado. En el año 1828 publicó otro ensayo titulado “El libro de mi proceso”. En octubre de 1928
Chocano abandonó el Perú y se fue a vivir a Chile. En 1933 publicó el ensayo “El escándalo de Leticia ante las
conferencias de Río de Janeiro”.
Muere en Chile pero su obra supervive El 13 de diciembre de 1834 fue asesinado por un loco en
Santiago. En ese año salía a la luz su poemario “Primicias de oro de Indias”. En 1937 se publicaron sus “Poemas
del amor doliente” y su ensayo: “El alma de Voltaire y otras prosas”. Entre 1940 y 1941 se publicó su obra
“Oro de Indias“ y su ensayo “Memorias”. En 1944 se publicó su obra “Páginas de oro”

Poesía
1. Alma América [Poemas indo-españoles] (Madrid, Ed. Suárez, 1906; París, Librería de la Vda. de C.
Bouret, 1908), proyectado en 1903 como una colección de 100 sonetos, terminó notoriamente
aumentada, convirtiéndose a juicio de su autor en su obra más representativa. Prologado por Rubén
Darío y dedicado al rey de España Alfonso XIII, figuran en él los poemas «Blasón» y «Los caballos de los
conquistadores», convertidas en piezas clásicas de la recitación. El autor empieza diciendo que
«Téngase por no escritos cuantos libros de poesía aparecieron antes con mi nombre», dando a
entender que comenzaba una nueva era poética, y luego confiesa que «en mi arte caben todas las
escuelas, como en un rayo de sol todos los colores».
2. - Iras santas (1895)
3. - En la aldea (1895)
4. - El derrumbe (1899)
5. - La epopeya del morro (1899)
6. - El canto del siglo (1901)
7. - Los cantos del Pacífico (1904)
8. - Alma América (1906)
9. - Fiat Lux! (1908)
10. - Selva virgen (1909)
11. - Poemas del amor doliente (1937)
12. - Oro de Indias (1939)
Teatro
Sin nombre (1896)
1. El nuevo Hamlet (1899)
2. Vendimiario (1900)
3. Ingénito (1902)
4. El hombre sin mundo (1903)
5. Mundo rural y urbano
6. Los conquistadores (1906)
Prosa
1. Idearium tropical - Apuntes sobre las dictaduras organizadoras y la gran farsa democrática (1922).
2. La coronación de José Santos Chocano (Lima: Imprenta La Opinión Pública, 1924).
3. El libro de mi proceso, en tres volúmenes (1927-1928), escritas durante su prisión de 1925-1927 en
torno al juicio que sufrió a consecuencia del asesinato de Edwin Elmore
4. El escándalo de Leticia ante las conferencias de Río de Janeiro (1933) folleto sobre el conflicto peruano-
colombiano de 1932-1933.
5. El alma de Voltaire y otras prosas (1940), reflexiones literarias.
6. Memorias. Las mil y una aventuras (Santiago de Chile: Nascimento, 1940), recopilación de sus artículos
de carácter autobiográfico, publicados en diversos diarios de América. Abarca solo hasta su llegada a
España en 1905.
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Vicente Huidobro
El poeta V……….. García-H…………… Fernández nació en Santiago de C……… el 10 de enero de 1893. En el
seno de una familia adinerada; su padre fue Vicente García Huidobro, marquesado de Casa Real, y su
madre María Luisa Fernández, una activa feminista. Sus primeros años los pasa en Europa, luego comenzó el
secundario en un colegio j………… de S………... Más tarde ingresó en la Universidad de Chile, donde en 1911
escribió "Ecos del alma", un trabajo de tendencias modernistas. Al año siguiente contrajo matrimonio con M……….
Portales Bello, y comenzó a editar la revista "Musa Joven", donde se publicaron partes de su último libro,
"Canciones en la noche" y su primer caligrama "T………….. armónico".

En 1913 dirige con C………. Díaz Loyola (nombre real del poeta Pablo de Rokha) los tres números de la
revista Azul y publica los libros de poemas "La G…….. del Silencio" y "C……….. en La Noche".
Al año siguiente, dicta una conferencia titulada "Non Serviam", que refleja su credo estético. En otro trabajo del
mismo año, "Pasando y Pasando" expone sus dudas religiosas y sus críticas contra los jesuitas, lo que le valió
varios reproches por parte de su familia. A continuación publica "Las P………. Ocultas" (1916), libro de "salmos,
poemas en prosa y ensayos", que firma por primera vez con el nombre Vicente Huidobro.
En 1916 se muda a Europa con su esposa e hijos, estableciéndose en Paris, donde publica "A…….." un trabajo
que marca el comienzo de su nueva fase artística. Rapidamente Huidobro se incorpora al círculo de la avant-garde
parisina de la época: P…….. P…….., Juan Gris, Jacques Lipchitz, Francis Picabia, Joan Miró, Max Ernst, Paul
Éluard y Blaise. Cendrars.

En octubre de 1918, viaja a M……… en el que sería el primero de una serie de viajes anuales a dicha ciudad. Allí
comparte sus ideas sobre el C………….. y su conocimiento de la vanguardia parisina con la elite artística del lugar,
dando origen al movimiento ultraico o Ultraísmo. Se cartea con T…….. Tzara y colabora en su revista D………. En
otro de sus viajes a Madrid, lleva consigo el borrador de un "V………. en parachute" primer esbozo de lo que seria
posteriormente su obra maestra "A…………..".

Mientras Huidobro continuaba escribiendo en París, fundó y editó en Madrid, la revista "Creación Revista
I………….. de A………", que incluyó producciones de una escultura de Jacques Lipchitz y pinturas de Georges
Braque, Pablo Picasso, Juan Gris y Albert Gleizes. En noviembre imprimió el segundo número en París, con el
título Création Revue d'Art. En diciembre dicta su famosa conferencia sobre "La Poesía", que le servirá como
prólogo a la edición española de "T……. ..de … C………..".

Continúa sus multifacéticas actividades en Europa hasta 1925, cuando se traslada de regreso a Chile para
dedicarse al periodismo crítico y político, fundando en agosto de ese año, "Acción. Diario de P………………
N…………….". Fue apoyado por muchos jóvenes seguidores pero su denuncia sobre las actividades fraudulentas
de altas personalidades político-administrativas provocó la explosión de una bomba frente a su domicilio, y el 21 de
noviembre su periódico fue clausurado. Funda entonces otro periódico, "L.. R…………….", y es proclamado
candidato simbólico a la Presidencia de la República por las juventudes progresistas; pero sufre un segundo
atentado, del que escapa indemne.

En 1927 viaja a N……… Y……. y conoce a C……… Chaplin, Douglas Fairbanks y Gloria Swanson. Planea
además llevar al cine su novela "Cagliostro" y escribe el "Canto to Lindbergh", poema de tono épico que exalta la
hazaña del aviador. En esa etapa se separa definitivamente de la que había sido su esposa, Manuela Portales, e
inicia una relación con Jimena Amunátegui.
Hacia fines de los años 20's, regresa a Europa, donde comienza a escribir su novela "Mío Cid Campeador";
continuó su trabajo en "A………." y comenzó "Temblor del Cielo". Fue en esa época cuando descubrió que era
heredero del marquesado de Casa Real.

Durante los años 30´s, Huidobro alterna sus estancias en Santiago de Chile con sus lapsos en Europa, sobre todo
en Madrid y París. Cuando estalla la G………. C……… en España, el poeta chileno participaría activamente, junto
a muchos otros intelectuales europeos y americanos, en el Congreso de Escritores Antifascistas celebrado en
Valencia en 1937. Del mismo modo, habría de ser corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial en el ejército
francés.

Al acabar la contienda mundial, Huidobro regresó a Chile, instalándose de nuevo en Santiago hasta el final de sus
días. La m………… le sorprendería el 2 de enero de 1948, en una finca próxima a S……….. Con él moría una de
las figuras más destacadas de la poesía chilena del siglo XX, fundador y teórico de una de las vanguardias
literarias más genuinas, el Creacionismo.

Además de poemas, su producción se completó con novelas ("S…….. o el poder de las palabras", 1939),
manifiestos, ensayos ("Vientos contrarios", 1926) y obras teatrales ("Gilles de Raiz", en francés, 1932). Como parte
de sus ocurrencias, escribió su propio epitafio: -Abrid esta tumba: al fondo de esta tumba se ve el mar-.
LA ABEJA HARAGANA

Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por
uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del
todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la abejita se
asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen
las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en
flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se
mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién
nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En
la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no
entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen
el lomo pelado porque han perdido todos los pelos de rozar contra la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
-Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contestó:
-Yo ando todo el día volando, y me canso mucho
-No es cuestión de que te canses mucho -respondieron-, sino de que trabajes un poco. Es la primera
advertencia que te hacemos.
Y diciendo así la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de
guardia le dijeron:
-Hay que trabajar, hermana.
Y ella respondió en seguida:
-¡Uno de estos días lo voy a hacer!
-No es cuestión de que lo hagas uno de estos días le respondieron- sino mañana mismo. Acuérdate de
esto.
Y la dejaron pasar.
Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:
-¡Sí, sí hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
-No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido -le respondieron-, sino de que trabajes. Hoy es 19 de
abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.
Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.
Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo
se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá dentro.
Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.
-¡No se entra!-le dijeron fríamente.
-¡Yo quiero entrar!-clamó la abejita-. Esta es mi colmena.
-Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras -le contestaron las otras-. No hay entrada para
las haraganas.
-¡Mañana sin falta voy a trabajar!-insistió la abejita.
-No hay mañana para las que no trabajan - respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.
Y esto diciendo la empujaron afuera.
La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse
de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían
montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.
-¡Ay, mi Dios!-clamó la desamparada-. Va a llover, y me voy a morir de frío.
Y tentó entrar en la colmena.
Pero de nuevo le cerraron el paso.
-¡Perdón!-gimió la abeja-. ¡Déjenme entrar!
-Ya es tarde-le respondieron.
-¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
-Es más tarde aún.
-¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!
-Imposible.
-¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:
-No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete.
Y la echaron.
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta
que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora,
una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y que la
culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto la abejita, al encontrarse ante su enemiga,
murmuró cerrando los ojos:
-¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo:
-¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
Es cierto -murmuró la abejita-. No trabajo, y yo tengo la culpa.
-Siendo así-agregó la culebra, burlona-, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer,
abeja.
La abeja, temblando, exclamó entonces:
-¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres
saben lo que es justicia.
-¡Ah, ah!-exclamó la culebra, enroscándose ligero-. ¿Tú conoces bien a los hombres? ¿Tú crees que los
hombres que les quitan la miel a ustedes, son más justos, grandísima tonta?
-No, no es por eso que nos quitan la miel -respondió la abeja.
-¿Y por qué, entonces?
-Porque son más inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echo a reír, exclamando:
-¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer; apróntate.
Y se echo atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:
-Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
-¿Yo menos inteligente que tú, mocosa?- se rió la culebra.
-Así es- afirmó la abeja.
-Pues bien- dijo la culebra-, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara,
ésa gana. Si gano yo, te como.
-¿Y si gano yo?- preguntó la abejita.
-Si ganas tú -repuso su enemiga-, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te
conviene?
-Aceptado- contestó la abeja.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una
abeja. Y he aquí lo que hizo:

Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una
cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompas esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
-Esto es lo que voy a hacer- dijo la culebra-. ¡Fíjate bien, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con
tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco.
La culebra reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un
trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los
trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo:
-Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
-Entonces, te como -exclamó la culebra.
-¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que nadie hace.
-¿Qué es eso?
-Desaparecer.
-¿Cómo? -exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa-. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
-Sin salir de aquí.
-¿Y sin esconderte en la tierra?
-Sin esconderme en la tierra.
-Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida -dijo la culebra.
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había
visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una
moneda de dos centavos.

La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:


-Ahora me toca a mí, señora Culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando
diga "tres" búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más!
Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente: "uno..., dos..., tres", y se volvió y abrió la boca cuan
grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la
plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.
La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era
simplemente extraordinaria. ¿Qué se había hecho? ¿Dónde estaba?
Una voz que apenas se oía -la voz de la abejita- salió del medio de la cueva.
-¿No me vas a hacer nada? -dijo la voz-. ¿Puedo contar con tu juramento?
-Sí -respondió la culebra-. Te lo juro. ¿Dónde estás?
-Aquí -respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita.
¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común
también en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto.
Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy
grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraron, ocultando
completamente al insecto.
La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo
había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida.
La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche
recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla.
Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared mas alta de la caverna,
porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.
Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De cuando en cuando la
culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida.
Nunca jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su
vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en
silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron
pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una
abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.
Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el
otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de
morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:
-No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez mi
inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como
todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción
del deber, que adquirí aquella noche.
Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos -la felicidad de todos- es
muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra
filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

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