Veraneando en Zapallar

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MÓDULO

Teatro en la Escuela

Dirección de teatro educativo: Proceso de montaje teatral

-Criterios para la selección y dirección del teatro en la escuela: Antecedentes generales;


ideas centrales de la obra; Diseño Integral; aspectos técnicos.
- Proceso de montaje.

FICHA TECNICA
1. Datos generales y contacto :
Espectáculo
Compañía
Autor
Dirección
Colaboración en la dirección
Investigación y movimiento escénico
Escenografía
Diseño de iluminación
Diseño y realización de audiovisuales
Ayudante de iluminación
Composiciones musicales
Ilustraciones
Contacto
2. Personal Técnico para montaje y función:
Personal Técnico que aporta la 1 técnico de iluminación y audiovisuales.
compañía : Personal técnico que aporta el teatro :
1 técnico de iluminación.
1 técnico de sonido
1 técnico de maquinaria
(1 técnico de maquinaria para servicio de función en el
hombro derecho según público.)
2 personas de carga y descarga.
2. Necesidades El espacio de trabajo debe estar limpio para la
especificas del espectáculo : realización del montaje, se adjunta planos de implantación
de escenografía, y de iluminación para la realización del
afore escénico.
1 técnico de maquinaria para servicio de función con
intercomunicación con el técnico de la compañía.
Tiempo de montaje del espectáculo 6 horas.
Tiempo de desmontaje 2 horas.
Para el control de iluminación y audiovisuales es
necesario tirar un cable de red desde el hombro derecho
(según público) hasta la cabina de control. (material que
aporta la compañía)
Control de la luz de sala desde mesa de luces.
Se dispondrá de camerinos para 1 actriz.
Durante la función, los actores utilizan el patio de
butacas, se tendrá previsto una escalera de desembarco
del escenario al patio de butaca, al medio del escenario.
FICHA TECNICA 4 Esta ficha técnica se concretara individualmente en
cada teatro con su jefe técnico, tanto en necesidades
propias del montaje como en los horarios del mismo.

3. Necesidades Técnicas del Espectáculo:


Intercomunicación : 1 punto de intercomunicación en el hombro de derecho
(según público)
1 punto de intercomunicación en la cabina.
Amplificación : P.A. delantera compuesta por la P.A. que tenga el teatro.
P.A. trasera a fondo de escenario con 2 cajas auto
amplificadas de potencia suficiente según afore.
Microfónica : 1 mic. Inalámbricos de solapa
Tratamiento de señal y otros : Mesa de sonido mínimo 3 input y 4 output.
Cableado y patch necesarios escenario-control
4. Materiales que aporta la compañía
Audiovisuales Video proyector de 5.500 lúmenes colgados 1º vara de luces
1 Video proyector de 2.700 lúmenes en boca de escenario.
1 media server y 1 ordenador para control en cabina. Sistema en
red. (cable de red cat6) 1 soportes de video-proyector a vara
Cables y conectores necesarios
Una mesa en el hombro derecho para colocar de
mediaserver y demás sistemas
1 tarjeta de sonido focusritescarllet i/o 2/4
Adaptadores de sonido y video necesarios.
Control de sonido con AbletonLive 8 y Max forlive.
NECESIDADES DE ILUMINACIÓN
Iluminación 35 canales de dimmer
4 varas de iluminación electrificadas en el escenario y
vara de frontales en el patio de butacas.
1 PAR 64 con lámpara CP 60 con porta filtros.
17 PC con viseras y porta filtros
10 recortes 25/50 con porta filtros.
4 peanas de suelo.
cableado dmx necesario para distribución de señal por el
escenario y llegar hasta el cuarto de los dimmer.
2 par 56 cp 2
2 barras de led.
3 pinspot
1 linastra con soporte.
2 par16 con peana.
4 recortes etc junior25/50 575 W.
1 spliter de dmx para distribución de señal por le escenario. (3 puntos de dis
1 maquina de humo controlada por dmx.
1 mesa de iluminación de control modelo ChamsysMagicq.
4 estructuras de calle.
Cableado de dmx para distribución de señal.
Si es necesario la compañía aporta 2 dimmer de 4 canales cada uno para c
suelo.

Material que aporta el Teatro


Telón de fondo a 10m de la boca,
1 escalera de desembarco al nivel del medio del escenario
1 taladro autónomo para fijar partes de la escenografía al suelo ( se atornilla al suelo).
Dimensiones del espacio escénico
Ancho en embocadura 6m
Ancho en fondo 7m
Fondo de escenario desde nivel del telón de 8m
boca
Afore del telar según escenografía ( se adjunta plano de implantación de maquinaria)
Material que aporta la compañía
1 cuna colgada en vara de maquinaria atrás escenario con desembarco al hombro derecho.
Toda la escenografía.
Veraneando en Zapallar

EDUARDO VALENZUELA OLIVOS: (1882-1948)


OBRAS: Una aventura de Manuel Rodríguez; La Epopeya de Iquique; Doña
Paula Jara Quemada.

VERANEANDO EN ZAPALLAR.

ACTO UNICO

La escena representa el patio de la casa de don Procopio Rabadilla. En primer


término, a ambos lados, puertas que dan acceso a habitaciones interiores. Alegran
el patio numerosas matas de zapallo, con sus frutos, destacándose visiblemente. Al
levantar el telón, don Procopio está sentado leyendo atentamente el diario; doña
Robustina examina unos figurines de modas, junto a una mesita de bambú. Hay
varias sillas en amable desorden.
ESCENA PRIMERA

Procopio y Robustina.

Procopio.- (leyendo un diario).- “Se encuentran veranean- do en Zapallar el


talentoso abogado don Procopio Rabadilla, su distinguida esposa doña
Robustina Jaramillo y sus encantadoras hijas Amparo, Consuelo y
Esperanza. ¡Qué tal el parrafito!
Robustina.- Procopio...no me saques de mis casillas. En lugar de agradecerme lo
que hago por prestigiar nuestro nombre... por asegurar el porvenir de
nuestras hijas...por darte brillo...
Procopio.- Si...ya lo tengo en la tela de mis trajes.
Robustina.- Intentas burlarte de mí... Procopio vulgar, hombre inútil.
Procopio.- Mujer, no me insultes, si no quieres que...
Robustina.- Infame. Abogado sin trabajo.
Procopio.- (sin hacerle caso).-...Veraneando en Zapallar...Afortunadamente no
mentimos porque, este último patio de la casa ostenta unas hermosas matas
de esa sabrosa legumbre.
Robustina-. Claro. Muy justo. Muy natural. ¿Qué habrían dicho las amistades si
hubieran sabido que nos quedábamos en Santiago?...
Procopio.- Eres insoportable, mujer, con tus pretensiones ridículas. Tan bien que
estaría yo a estas horas, dándome un paseo por las piscinas...
Robustina.- Atisbando a las lolas... a las bañistas... Si te conozco, Procopio. Si sé
que eres un eterno enamorado.
Procopio.- Exageras, mujer. Lo que hay es que soy aficionado a la geometría, y
estudio en el terreno las rectas, las curvas, los catetos y las hipotenusas...
Robustina.- Pues, si quieres estudiar matemática, no tienes más que encerrarte en
tu cuarto.
Procopio.- ¡Ay, la suspirada libertad! Y se dice que las mujeres no mandan. Yo no
sé qué más pretenden las señoras con sus teorías feministas.
Robustina.- Nosotras somos las mártires del deber...
Procopio.- Y nosotros los mártires para pagar las cuentas de la modista, del
lechero y de todo...¡Ah!, esta vida es horrible, desesperante. (En alta voz y
paseándose a grandes pasos) ¡Cómo encontrar consuelo, cómo hallar una
esperanza, en dónde buscar amparo a esta crítica situación...!

ESCENA SEGUNDA

Dichos, Amparo, Consuelo y Esperanza.

Amparo (entrando).- ¿Nos llamabas papá?


Consuelo (entrando).- Aquí estamos...
Esperanza (entrando).- ¿Qué deseas?
Procopio (primero extrañado, y recordando después).- Ah, de veras. Me olvidaba,
hijas mías, que os llamáis Amparo, Consuelo y Esperanza, aunque
precisamente sois lo contrario de esos dulces nombres.
Amparo.- ¿De qué conversabais?...
Robustina.- ¿De qué ha de ser, hijas mías? De nuestra situación: de que tu padre
no cesa de protestar por el encierro voluntario a que nos hemos sometido
para guardar las apariencias.
Consuelo.- Es una situación atroz...
Esperanza.- Horrible.
Consuelo (a don Procopio).- ¿Cómo no lograste, papá, juntar dinero para salir a
las playas?...
Procopio.- Porque los juicios son pocos. Ya la gente no litiga como antes. Ya se
está convenciendo de la verdad de que “más vale un mal arreglo que un
buen pleito”. Y porque finalmente todo os lo habéis gastado vosotras en
trajes, zapatos, bailes, etc...
Amparo (escandalizada).- ¿Has oído, mamá?
Robustina.- No le hagas caso. Por él ojalá salierais vosotras con trajes de percal,
o sin trajes. Vuestro padre no sabe de lujo, ni de distinción
(despreciativamente), Desciende de la familia de los Rabadilla... mientras
que yo soy noble y de antigua estirpe...(con mucha dignidad y orgullo). Soy
de los Ja-ra-mi-llos... Entre mis antepasados se encuentran un general y un
obispo. Sería pedir peras al olmo, pedirle a tu padre distinción, chic..., savoir
faire..., confort. No pertenecerá jamás a la élite...
Procopio.- ¿Quieres traerme el diccionario, Amparo, para ir traduciendo lo que me
dice tu madre?...Es una suerte que me insulte en francés, porque así no me
entero inmediatamente...

ESCENA TERCERA.

Dichos y Luchito.

Luchito (entrando).- ¿Hay dificultades?


Procopio.- Sí, hijo mío tu madre...
Robustina.- Tu padre era el que...
Luchito.- En fin, la paz se ha restablecido. Me alegro.
Procopio.- ¿Estabas estudiando?
Luchito.- Sí, papá. Inglés. Es difícil, pero ya me va gustando.
Procopio.- Muy bien. Es un ramo útil. Sobre todo para entenderse con los gringos.
Tú sabes que siempre andan como nubes por todas partes...
Robustina.- ¿Y cómo andan los repasos de geografía?
Luchito.- Te diré. De la geografía no me preocupo mucho, porque se está
modificando constantemente.
Consuelo (siguiendo la conversación que ha mantenido con sus hermanas en un
grupo aparte; en primer término).- ¿Qué será de Carlos?... Amparo.- ¿Y de
Ernesto?...
Esperanza.- Es terrible no tener noticias de nuestros novios. Consuelo.- De seguro
que irán a Zapallar por vernos.
Amparo.- ¿Y al no encontrarnos, se pondrán a cortejar a otras?
Esperanza.- Por Dios. No quiero figurármelo. (Siguen conversando entre sí,
animadamente).
Procopio (a Luchito).- Es una vergüenza. Reprobado en tres exámenes. Y en cada
uno con tres negras.
Robustina.- Si hubiera sido con una solamente, habrías pasado bien.
Luchito.- Lo mismo digo yo. Mi ideal habría sido salir con una sola negra...
(Aparte). Con una negra pícara: la Teresita que me quiere mucho... En fin,
echaremos un vistazo a la ciudad. Treparemos al observatorio. (Trepa en la
escala que está apoyada en el muro.) Caracoles. ¿Qué es eso? ¿Una
humareda en la casa vecina?...
Procopio (temeroso).- Deja ver. (Sube a la escala.) ¡Dios mío lo que faltaba: un
incendio...Habrá que ir poniendo en salvo los muebles...
Consuelo.- ¡Ay, Dios mío! Esperanza.- Ampáranos, Virgen de los afligidos.
Luchito.- ¡Qué situación más ridícula!
Procopio (a Luchito).- Corre. Grita. Llama a las bombas.
Robustina.- No...No... Todos.- ¿Eh?...
Procopio.- Pero, mujer, ¿qué pretendes?
Robustina.- Nada, que no podemos salir. (Imperiosamente) ...Que no sale nadie.
Procopio.- Pero, ¿Estás loca, mujer?
Robustina.- Nosotros no estamos aquí. Estamos en Zapallar, ¿entiendes? Si la
casa se quema, nos quemaremos en ella.
Procopio.- No me agrada la perspectiva...
Amparo.- Pero, ¿qué hacemos?
Consuelo.- Hay que pensar algo.
Esperanza.- Yo me siento mal.
Luchito.- Yo protesto.
Robustina.- Chit...Ni una palabra. El ridículo sería espantoso. A ver, Luchito. Sube
al observatorio. Ve si cunde el incendio.
Luchito.- No. El humo disminuye. Parece que el fuego ha sido sofocado por los
propios moradores.
Consuelo.- ¡Gracias, Dios mío! Procopio.- Respiro.
Amparo.- San Antonio Bendito ha hecho un milagro.
Esperanza.- No. Ha sido San Expedito, santo que hace las cosas ligerito.
Amparo.- Yo le hice una manda.
Esperanza.- Y yo también.
Amparo.- Yo un paquete de velas para su altar.
Esperanza.- Y yo otro.
Amparo.- Bueno, papito. Danos la plata para comprar las velas.
Procopio.- Pero, entonces, ¿qué gracia tiene que ustedes hagan la manda?
Amparo.- Es que nosotros ponemos la intención, pero tú pones la plata...
Procopio.- Lo de siempre: yo soy el eterno pagador...Bueno, niñas. Ya se está
oscureciendo y es conveniente que os dediquéis a hacer vuestras labores.
(Se van Amparo, Consuelo y Esperanza.)
(A Luchito):Tú, estudiante reprobado, a pesar tus libros. A ver cómo sales en
marzo. (Se va Luchito.)
(A su mujer): Tú querida Robustina, a zurcirme los calcetines. En estos
tiempos no se pueden comprar nuevos... Y yo... me largo a la calle.
Robustina.- ¿Eh?
Procopio.- Claro, mujer. A comprar provisiones para el día de mañana.
Robustina.- De veras. Me olvidaba. Bueno. Puedes salir, pero vuelves luego.
Procopio.- ¡Ah, claro! Anda, tráeme el sombrero y el sobre- todo. (Se va
Robustina.)

ESCENA CUARTA

Procopio solo. Luego, Robustina.

Procopio (solo).- Al fin. Voy a respirar aire, a estar un rato en libertad, lejos de la
férula de esta Reina del hogar. Compraré las provisiones de costumbre, las
dejaré encargadas donde un amigo de confianza -en casa de Jerez-, en
seguida iré a echar una modesta cana al aire y a beber unas copitas con
unos buenos amigos que están veraneando como yo. Este Jerez es muy
diablo. Anoche me facilitó para los efectos de esta aventura una barba
postiza, con la cual podré andar tranquilo, sin que nadie me reconozca. (La
saca del bolsillo y la examina.) Por cierto que no le he dicho ni una palabra a
mi mujer de este disfraz. (Hace aspavientos y habla mientras oculta la barba
en su bolsillo.)
Robustina (entrando y sorprendiéndolo).- ¿Qué es eso?...¿Qué estás hablando
solo? ¿Qué significan esos movimientos?
Procopio.- Problemas, hija mía. Problemas...
Robustina.- ¡Ah!
Procopio (después de ponerse el sobretodo y el sombrero).- Bueno, mujer. Hasta
luego.
Robustina.- No tardes, ¿eh?...Y mucha discreción.
Procopio.- Pierde cuidado. Hasta luego, esposa mía. Robustina...
Robustina.- Válgame, Dios. Lo que cuesta mantener el prestigio de nuestra
posición social.
ESCENA QUINTA.

Robustina y Amparo.

Amparo (entrando).- ¿Y papá?...


Robustina.- Salió ya, hija mía.
Amparo.- ¡Qué contrariedad! Yo tenía que hacerle unos encargos y...
Robustina.- Los dejas para mañana, entonces. No hay más remedio.
Amparo.- ¡Qué rabia me da no poder salir a la calle; pasar al correo, ver si hay
cartas!...
Robustina.- ¿Carta de quién?
Amparo.- De las amigas, naturalmente. (Aparte.) Y si hay alguna del novio, tanto
mejor ¿Qué será de Ernesto?...
Robustina.- ¿Cómo Ernesto?... ¿No es tu novio Agameón?...
Amparo.- No es: era.
Robustina.- ¿Cómo así?...Explícate, porque yo francamente no me doy cuenta de
estos cambios tan repentinos. Por lo demás eres poco expansiva con tu
madre. ¿Quién es ese Ernesto?...¿Dónde lo conociste?...
Amparo.- En casa de los Gómez. Tú sabes que todos los martes tienen sus
reuniones. Pues...en una de ellas fui presentada a él. Simpatizamos en el
acto... Es un mozo muy guapo, viste muy bien, está empleado en un
ministerio. En fin, es un excelente partido. Yo no he querido decirte nada,
porque no tenía seguridad de sus intenciones, ni si todo iba a reducirse a
simples conversaciones, pero parece que Ernesto piensa seriamente.
Robustina.- Me alegro mucho, hija mía. Pero Agameón... ¿Qué irá a decir
Agameón?...
Amparo.- Nada. ¿Qué puede decir?... No me gusta ese hombre. No tiene dónde
caerse muerto. Es muy antipático. Y luego el nombre que lleva, tan largo y
tan feo: A-ga-me-nón. Hágame el favor, mamá, de no hablarme más de él.
Robustina.- Pero de todos modos, habría que darle alguna explicación.
Amparo.- Ninguna, mamá. Porque has de saber también que a tu candidato
Agamenón se le ha visto cortejando a la Rosa del Campo, a la Violeta del
Valle, a la Hensia de los Ríos, a la Margarita Montes, a la...
Robustina (Interrumpiéndola).- Basta, hija mía. Se ve que ese individuo no es un
hombre: es un picaflor. Es un pájaro de cuentas. Has hecho bien en darle
calabazas.

ESCENA SEXTA

Dichos, Consuelo y Esperanza.

Consuelo (entrando).- No, si quien las ha dado ha sido él.


Robustina.- ¿Cómo es eso?...¿Estabas escuchando? Eso es muy feo.
Esperanza (a Consuelo).- Faltas a la verdad. He sido yo la que lo ha despedido.
No soy como tú, que desesperas porque no encuentras un novio a tu gusto.
A mí me sobran.
Consuelo (irónicamente).- Las ganas.
Robustina.- Pero, qué barbaridad. Parece que los sentimientos fraternales
desaparecen al tratarse de estos asuntos.
Esperanza.- Es que son muy delicados.
Amparo.- Bueno. Basta. Será como ustedes quieran. Pero es el hecho que yo seré
la primera en contraer nupcias. Porque lo que eres tú (refiriéndose a
Consuelo) no te fíes de tu cadetito.
Consuelo.- ¿Te da envidia?...
Amparo.- Lástima. Porque suponiendo que te fuera bien hasta la terminación de
sus estudio -lo que sería un milagro-, cuando ingresara al ejército habría
que pedir permiso para que se pudiera casar contigo. Son muchos trámites.
Hay que gustarle a los padres, a los hermanos, a los tíos, a todos los
parientes, y todavía hay que gustarle al gobierno. Es terrible.
Robustina.- Podías aprender de vuestra hermana menor. Tiene más sentido
práctico.
Esperanza.- Sí, mamá. Yo no deseo jóvenes arrogantes, guapos, o con vistosos
uniformes. Prefiero un señor de edad.
Amparo.- ¡Qué horror!
Consuelo.- ¡Qué atrocidad!
Esperanza.- Un señor de edad, pero con dinero, que me dé lujo, que me dé gusto
en todos mis deseos, que me compre joyas, trajes y auto. No desespero
encontrarlo.
Amparo.- ¿Pero no te atrae el amor, la juventud, la simpa- tía que emanan de las
miradas cariñosas, la emoción que experimentamos al ver de impro- viso al ser
amado?...
Esperanza.- Sí. Todo eso es muy lindo, muy encantador, muy poético. Pero no se
encuentra fácilmente, y, sobre todo, a nuestro alcance, un novio que sea al
mismo tiempo joven rico, e inteligente, y en la imposibilidad de encontrar las
cosas al gusto de una, opto por lo práctico, por un señor de edad que tenga
dinero.
Consuelo.- Lo que desea ésta (señalando a Esperanza) es quedar viuda, joven y
con plata. Un partido ventajoso, como dicen los hombres.
Robustina.- Bueno. Basta de charlas, y a descansar. Está un poco fría la noche, y
no conviene estar al sereno. Fácilmente se puede coger un resfrío.
Consuelo.- Está bien mamá. Nos vamos. (se van todas a sus habitaciones.)
ESCENA SÉPTIMA.

Luchito, solo. (Saliendo en puntillas de su habitación, y con el sombrero en la


mano, en actitud de salir.)
Luchito -Nadie. No hay nadie afortunadamente. Lo que es yo me escurro con todo
sigilo. Estoy harto de inglés, de matemáticas y de geografía... (Se va sin
hacer ruido.)

ESCENA OCTAVA

Amparo, sola. (Entrando pensativa.)

Amparo.- -¿Qué será de Ernesto? La última vez que lo vi, fue a la salida de
misa...(Se oye ruido en el patio de una de las casas vecinas.) (Alarmada):
¿Quién podrá ser si no hay nadie allí ahora? ¿Habrá entrado algún ladrón?...

ESCENA NOVENA.

Amparo y Ernesto.

Ernesto (asomando arriba del tejado, por la casa vecina).- Soy yo, Ernesto.
Amparo.- Cielos, ¡qué placer! ¿Tú aquí?...Pero, ¿a qué se debe esta sorpresa?
¡Qué vergüenza me da al mismo tiempo!
Ernesto.- Amor mío, “a Zapallar me dijiste que te ibas”, y a Zapallar fui. No
estabas. Entonces dije: “Estará en otro Zapallar”... Y, efectivamente, aquí te
veo. Amparo.- Pero, ¿cómo...cómo has sabido?
Ernesto.- Por una casualidad. Verás. Rondaba frente a tu casa, imaginándome
verte en los balcones, fresca como una rosa y encantadora como siempre,
cuando con gran asombro mío veo salir sigilosamente a tu hermano Luis;
¡tate! me dije. Aquí hay gato encerrado. Y como tocó la coincidencia que la
casa vecina estaba desocupada, aquí me tienes.
Amparo.- Bueno, Ernesto; pero no vaya a verte alguien en esa postura, con lo cual
nos comprometerías. Voy a abrirte la puerta de calle y conversaremos unos
pocos minutos con más tranquilidad.
Ernesto (asustado).- ¡Ay!
Amparo.- ¿Qué es eso?
Ernesto.- Que me parece que tiembla...
Amparo.- De veras. Por Dios, bájate.
Ernesto.- Hasta luego. (Ernesto desaparece tras el tejado).

ESCENA DÉCIMA

Amparo, Consuelo, Esperanza y Robustina.

Consuelo (entrando).- Mamá...mamá. Está temblando...


Esperanza.- ¡Dios mío, qué susto!
Consuelo.- Amparo...
Esperanza.- Lucho...
Consuelo.- Salgamos a la calle.
Robustina.- No. A la calle, no. Por nada del mundo.
Consuelo.- Yo me siento mal.
Esperanza.- Las piernas no me sostienen.
Amparo.- Y parece que sigue todavía.
Consuelo.- Con seguridad que va a venir otro remezón. Nunca viene uno solo.
Esperanza.- Siempre me acuerdo del terremoto de...
Consuelo (asustadísima).- ¿No lo decía?...Otra vez...y con un ruido infernal.
Amparo.- Corramos a la calle.
Cosuelo.- Salgamos, sí. (Llamando.)Lucho...Lucho...
Esperanza.- Parece que no está. ¿Habrá salido?
Robustina (imperativa).- Bajad la voz, y estaos quietas. Aprended de vuestra
madre... (Aparte), que tampoco las tiene todas consigo.¿No veis?...Ya pasó.
(Pequeña pausa.) ¡Ea! A recogeros, niñas, que ya es hora de entregarse al reposo.
En cuanto a ese insubordinado de Lucho...mañana arreglaremos cuentas.
Consuelo.- Cualquiera duerme tranquila.
Esperanza.- Esta vida es insufrible.
Robustina.- Basta de rezongos.
Consuelo.- Cualquiera encuentra marido con esta situación.
Esperanza.- Nadie quiere casarse...
Robustina.- Paciencia, hijas mías.
Consuelo.- Buenas noches, mamacita.
Esperanza.- Que reposes bien.
Robustina.- Lo mismo digo, hijitas. Hasta mañana. (Se van primero Consuelo,
Amparo y Esperanza por distintas puertas; luego, Robustina.)

ESCENA UNDÉCIMA

Amparo, sola. (Saliendo de su cuarto y entrando a escena de puntillas.)


Amparo.- -El pobre Ernesto debe estar esperándome. Voy a abrirle la puerta y
charlaremos un momento. En seguida vuelvo.
ESCENA DUODÉCIMA.

Amparo y Ernesto.

Amparo.- Chit...Calladito. Que nadie se entere.


Ernesto.- Nadie, alma de mi alma... (le declara cómicamente su amor)
Amparo.- ¿Y cuentas ya con algo para nuestra boda?...
Ernesto.- Cuento con la muerte de mi tío y padrino Sebastián, que, como no tiene
familia y me profesa un cariño entrañable, me instituirá su único heredero.
Amparo.- ¿Y tendremos que esperar que fallezca para ver realizados nuestros
ideales?...¡Qué triste y fúnebre es eso!
Ernesto.- La vida es así (filosóficamente). “De la muerte nace la vida, en una
constante renovación...” que sería largo explicarte...porque los minutos son
preciosos. ¿Me quieres mucho, verdad?
Amparo.- ¿Y me lo preguntas, ingrato? Te amo locamente. Pienso en ti a todas
horas. Sueño contigo casi todas las noches.
Ernesto.- ¿Qué sueñas? Dime.
Amparo.- Sueño que yo estoy toda vestida de blanco, tú de frac, correctísimo, y
frente a nosotros...el sacerdote bendiciéndonos. Cincuenta automóviles lo
menos, esperando afuera en la calle la salida de la concurrencia...
Ernesto.- Yo sueño lo mismo, pero en una parroquia humilde. (Aparte) Así se gasta
menos.
Amparo.- ¡Qué ocurrencia! Y, ¿el qué dirán?
Robustina (adentro).- Auxilio... Amparo... Consuelo... Esperanza.
Amparo.- Virgen santa. ¿Qué ocurrirá?... Escóndete aquí. En seguida saldrás. Yo
te avisaré. ¿Qué pasará?...(Ernesto se oculta entre las plantas). ¡Ay, qué
susto!
ESCENA DECIMOTERCERA.

Amparo, Consuelo, Esperanza y Robustina.


Consuelo (entrando).- ¿Qué ocurre?
Esperanza (entrando).- ¿Qué pasa?
Robustina (entrando rápidamente, con bata y gorro de dormir, presa de un
verdadero pánico).- Hijas mías... algo terrible... No puedo hablar...
Amparo.- Pero, ¿qué sucede? Explícate, por favor.
Robustina (con palabras entrecortadas).- Sucede que hay ladrones...hay ladrones
en la casa.
Consuelo.- ¡Dios mío! Esperanza (asustadísima).- Huyamos.
Robustina (prosiguiendo su relato).- Un bandido... barbudo y siniestro... quiso
introducirse en mi dormitorio.
Amparo.- ¡Qué horror! Consuelo.- Y, ¿dónde está?
Robustina (desfallecida).- No lo sé, hijas mías. No he tenido fuerzas sino para salir
afuera para llamaros.
Esperanza.- Llamemos a la policía.
Robustina (sobreponiéndose a su propia turbación).- No. Eso no. Sería para que
el ridículo cayera sobre nosotras. Ustedes saben que no estamos aquí.
¿Entienden? Estamos en Zapallar, de manera que si nos roban, debemos
dejarnos robar.
Amparo.- Pero, mamá... Consuelo.- Debemos hacer algo.
Robustina.- Si hubiera un hombre a quien acudir...
ESCENA DECIMOCUARTA.
Dichos y Ernesto.
Ernesto (presentándose bruscamente, al oír las últimas palabras).- A sus órdenes,
señora.
Consuelo.- ¡Uy!, el ladrón... (corre desesperada).
Esperanza.- Huyamos. (Consuelo y Esperanza se van, dando gritos. Doña
Robustina cae desmayada en un sillón. Ernesto no halla qué hacer. Amparo
está toda confundida).
Ernesto.- Pero, Amparo mía ¿qué ocurre?
Amparo.- (sobresaltada).- Ocurre que...hay ladrones en casa, y no hallamos cómo
expulsarlos. Estamos solas. Toca la casualidad que Lucho y papá salieron.
¿Qué hacer?
Ernesto.- Ante todo, serenidad...calma, yo lo prenderé.
Amparo.- Gracias, Ernesto mío. Gracias.
Robustina (volviendo en sí).- ¿Se fue el ladrón ya?...
Ernesto (respetuosamente).- Señora...
Robustina (cayendo nuevamente en el sillón).- Por favor, no me mate usted.
Ernesto.- No, señora. Si no pienso en matarla. Usted está equivocada. Yo soy
Ernesto, que amo a su hija Amparo, y he venido aquí a salvar a usted y a los
suyos de la audacia de los bandoleros.
Robustina.- ¿Es verdad, hija mía?...
Amparo.- Sí, mamacita. Es mi novio.
Robustina.- ¡Oh, caballero! ¿Cómo le podremos pagar este favor? Busque
usted al ladrón y échelo fuera...sin que se entere la policía, sin que se entere
nadie.
Ernesto.- Bien, señora. Acato sus órdenes. Voy a proceder a registro de las
habitaciones. Mientras tanto, ocúltese usted con Amparo y no salga hasta
que yo la llame.
Robustina.- Bueno. (Aparte.) Estoy más muerta que viva. (Se van Amparo y
Robustina.)

ESCENA DECIMOQUINTA.

Ernesto, solo.
Ernesto- Lo malo es que no traigo arma alguna. (Se registra los bolsillos.) ¿Y si el
bandido lleva puñal?... (Pausa) ¡Ea!...ánimo...resolución. (Dirigiéndose a una
puerta y retrocediendo.) Pero no. No me atrevo... ¡Qué falta me hace mi
revólver! Hay que tener presente que está empeñado...mi amor propio, mi
honor de caballero. Debo, pues, afrontar la situación. ¿Qué hacer? La
verdad es que yo, al salir de casa, no me figuré el lío en que iba a meterme.
Pero, por ella, estoy dispuesto a todo. Moriré por ella como un paladín de los
tiempos heroicos. (Transición). El escándalo que voy a formar si el ladrón
pretende atacarme, no va a ser para contarlo. La verdad es que tengo miedo
de penetrar en las habitaciones. Yo preferiría esperarlo aquí, en el patio.
Aquí hay más cancha, más campo para la lucha...y para huir en caso
necesario. Pero no. Huir no. ¿Qué diría mi Amparo?... Debo mostrarme ante
sus ojos como un valiente. Venga, pues, como revólver improvisado: la llave
de mi casa. Con ella apuntaré al bandido, si se atreve a presentarse.

ESCENA DECIMOSEXTA.

Ernesto y Amparo.
Amparo.- ¿Lo encontraste, Ernesto?
Ernesto.- No. Todavía no; pero estoy buscándolo... Debe estar escondido,
¿sabes? Posiblemente me ha visto y ha dicho para sí: voy a tener que
habérmelas con un hombre... “ésta no es conmigo”... Y se ha ocultado.

ESCENA DÉCIMOSÉPTIMA

Dichos y Robustina.
Robustina (entrando).- ¿Encontró usted al bandido ya?
Ernesto.- Todavía no, señora, pero estoy buscándolo. Debe haberse escondido,
posiblemente debajo de las camas, porque no se apuesto al alcance de mi
vista.
Robustina.- Búsquelo pronto, señor, para salir de esta situación angustiosa.
Amparo.- Sí Ernesto mío, búscalo, pero no arriesgues tu vida. Tú sabes que ella
me pertenece.
Ernesto.- Voy, amada mía voy. (Con un gesto heroico.) Empiezo a registrar las
habitaciones... (aparte) y empiezo a sentir un temblor de piernas que no
puede sostenerme. (Entra por una puerta lateral.)
Amparo.- Tranquilízate, mamá, por Dios. Ya ves. Ahora no estamos solas.
Tenemos quién nos defienda. Y Ernesto es un valiente, no cabe duda.
Robustina (asustada).- Escóndete, hija mía. Escóndete.
Amparo.- ¿Qué hay?...
Robustina.- El bandido... ¿ves?... El bandido... el hombre barbudo (se refiere a
Procopio, que entra pensativo a escena, sin verlas).
Amparo (corriendo a ocultarse con su madre en el costurero).- ¡Virgen santa!

ESCENA DÉCIMOCTAVA

Procopio, solo. Luego, Ernesto.


Procopio (entrando; trae puesta la barba postiza, el cuello del sobretodo
levantado, lleno de tierra; en una palabra, está inconocible. Viene bastante
bebido.) -Yo no sé qué le ha dado a mi mujer... por huir de mí. El hecho de
que yo haya tomado unas copitas... no es motivo suficiente para que huya
así. La verdad es que bebí mucho. Cosas de Jerez... que me retuvo en su
casa más de lo que yo pensaba.
Ernesto (entrando).- ¡Caracoles!...aquí está el ladrón...(Dirigiéndose a Procopio.)
¡Miserable... (Apuntándole con la llave.) Salga usted afuera... o, de lo
contrario, hago fuego...
Procopio.- Pero, hombre, ¿quién es usted? ¿Por qué está aquí?...
Ernesto.- Eso es lo que yo le pregunto a usted... so bandolero... Y no se acerque
más...porque disparo...
Procopio.- Habrase visto.
Ernesto.- Salga de esta casa inmediatamente.
Procopio (aparte).- Pero... ¿estoy soñando?... ¿O me habré equivocado de
casa?... Como veo medio turbio. Pero no. Por el zapallar la reconozco.
Ernesto (aparte).- Vacila, tal vez, entre fugarse o atacarme. ¿Irá a sacar sus
armas?
Procopio (bruscamente).- Caballero..., tendrá usted que explicarme cómo se
encuentra aquí.
Ernesto (retrocediendo).- No tengo que explicarle nada. Salga usted a la calle...

ESCENA DÉCIMONOVENA

Dichos, Consuelo, Esperanza y un carabinero. Luego, Amparo y Robustina.


Consuelo (entrando).- Por aquí...
Esperanza (entrando).- Pase usted.
Carabinero (entrando).- ¿Dónde está el ladrón?...
Procopio (señalando a Ernesto).- Ahí...
Ernesto (señalando a Procopio).- Este es...
Carabinero.-¿En qué quedamos? ¿A cuál me llevo preso?...
Consuelo (en la duda).- Llévese a los dos.
Amparo (entrando).- No. Eso no. Carabinero, el ladrón es ese hombre barbudo.
¿Verdad, mamá?
Robustina (que ha entrado con Amparo).- Sí, carabinero. Ese hombre es el que
quiso introducirse en mi cuarto.
Procopio.- Naturalmente.
Carabinero.- Entonces hay circunstancias agravantes: robo nocturno, con
premeditación y alevosía.
Procopio (aparte).- ¿Pero es que estoy soñando?...No, la culpa la tiene Jerez que
me hizo tomar tanto.
Ernesto.- Concluyamos.
Robustina.- Sí, sáquelo usted fuera (aparte al carabinero) y déjelo en libertad. No
queremos que se pase parte.
Carabinero (aparte).- Este es un lío.
Procopio (a Robustina).- Bueno. Dejémonos de bromas y vamos a acostarnos,
hijita.
Robustina.-¿Otra vez?
Ernesto.- Yo lo mato. (Apunta con la llave.)
Amparo (interponiéndose).- No. No lo mates. Por favor, Ernesto mío.
Procopio.- ¡Ah! Con que “Ernesto mío” ¿eh? Muy bien, muy bien.
Robustina (aparte).- Esa voz...
Carabinero.-Basta de escándalos. Vámonos para la comisaría. (Toma a Procopio
de un brazo)
Ernesto.- Sí. Eso es.
Procopio.- Pero, Robustina, ¿permites que me lleven preso?...
Consuelo (extrañada).- Sabe su nombre...
Procopio.- ¿No me conoces? Soy tu marido.
Robustina (dudosa).- ¿Procopio?... ¿Pero esa barba?
Procopio.- De veras. No me la había quitado. (Se la quita.) Ha sido un olvido.
Como tengo la cabeza trastornada...
Robustina.- ¿Era postiza?
Procopio (aparte a Robustina).- Sí. Me la puse para que no me reconocieran; para
guardar el incógnito, por obedecerte.
Ernesto (aparte).- ¿Cómo explicar?... (Queda pensativo.)
Procopio (a Robustina).- Y luego, hija mía, que la verdad se ha de decir: pesé a
tomar unas copitas.
Robustina.- ¿Y el susto que me has dado?
Procopio.- Se pasará. Pasará. Como a mí también se me pasará...la borrachera.
Ernesto (aparte a Amparo).- ¿Y qué hago yo en esta situación?
Amparo (aparte a Ernesto).- Pedirle perdón, naturalmente, y en seguida pedirle mi
mano. La ocasión la pintan calva.
Ernesto (aparte para sí).- No me queda otro recurso. (Arrodillándose.) Perdón,
papá.
Procopio.- ¿Cómo es eso de “perdón, papá?
Ernesto.- Sí, señor. Yo amo a su hija locamente. Yo deseo hacerla mi esposa,
ante Dios y ante los hombres, con todos los requisitos legales.
Procopio (indignadísimo).- Sinvergüenza. ¿Y me quería asesinar y echarme a la
calle? Carabinero, lléveselo preso. (El carabinero intenta llevarse a Ernesto.)
Amparo (interponiéndose).- No, eso no. Papacito lindo. Perdónalo. Si no nos
perdonas..si no consientes en nuestra unión...moriremos...
Robustina.- Perdónalos, Procopio... En lo que solicitan, llevan la penitencia.
Procopio.- ¿Pero, usted cuenta con algo?...
Ernesto.- Sí, señor, cuento con... Bueno le diré. Yo soy de familia rica y, aparte de
esto, estoy ocupado en el ministerio. Luego me van a ascender, tengo
personas influyentes que podrán conseguirme un puesto de importancia, con
una renta apreciable, y nada nos faltará...
Procopio.- Vaya vaya... Los perdonaré. ¡Qué hemos de hacerle! (Los abraza)
Carabinero.-¿De manera que no hay ladrones ni hay nada?...
Ernesto.- Sí, los hay: (por Amparo) esta niña, que me ha robado el corazón.
Procopio (refiriéndose a Robustina). Y esta mujer que me roba la libertad.
Carabinero.-Bueno, dejarse de bromas, que no estoy para pláticas. Yo voy a pasar
el parte...
Robustina.- No. No. (A Procopio). Pásale algo para que no dé un escándalo. Es
preciso que todos ignoren lo que ha ocurrido aquí.
Procopio (al carabinero).- Tome, joven... (le pasa dinero) para cigarros, y para un
trago si a mano viene.
Carabinero.-Se agradece. Buen dar con las cosas que pasan.
Robustina.- Bueno. Adiós. Y mucho silencio.

ESCENA VIGÉSIMA.

Dichos, menos el carabinero.


Procopio (dirigiéndose a Robustina).- Y ahora, hija mía, convendrás conmigo en
que así no se puede vivir...
Consuelo.- Pasamos en constante zozobra.
Esperanza.- En perpetua alarma.
Amparo.- Incendio, temblores, ladrones... Es un martirio estar encerrada.
Volvamos a Santiago mamá. Es decir, ya que estamos en él, volvamos
“socialmente” por medio de los periódicos.
Robustina.- Bueno. Ya está. ¡Qué ha de hacérsele! Acepto. (A Consuelo.) Escribe,
hija mía. (Consuelo se sienta a la mesa, toma un block y se dispone a
escribir.) (Dictándole): “Han regresado de Zapallar el eminente abogado don
Procopio Rabadilla, su distinguida esposa doña Robustina Jaramillo y sus
encantadoras hijas Amparo, Consuelo y Esperanza.”

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