VIII Pleno Casatorio Civil
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Como bien se ha dicho, ser, valer y ser eficaz (4) son situaciones distintas
con connotaciones y consecuencias jurídicas distintas también. Para
calificar a un hecho jurídico en la realidad social y jurídica éste tiene
primero que existir, es decir, tiene que presentarse en la realidad. Por
ejemplo, para decir que un contrato –negocio jurídico por antonomasia–
existe en la realidad, tienen que presentarse conjuntamente todos
aquellos elementos que lo estructuran y que nos permitan identificar
jurídicamente que estamos frente a un auténtico acuerdo patrimonial.
Así, en el Código Civil (10) se regulan las causales que generan estas dos
formas de invalidez. Siendo un negocio jurídico sancionado con nulidad
cuando:
Así pues, como regla general un negocio jurídico que presenta todos los
elementos que lo configuran como tal y que cumpla además con todos los
requisitos de validez establecidos por el ordenamiento, debería surtir
efectos automáticamente. A saber, debería ser eficaz, ser apto de cumplir
su finalidad. Si se escala satisfactoriamente por el primer y segundo
escalón, se debería entonces alcanzar automáticamente el tercer escalón:
la eficacia. Por ejemplo, un contrato de compraventa que está conformado
por todos sus elementos y que no ha incurrido en causales nulidad o
anulabilidad, debería estar en aptitud de generar ya las obligaciones de
transferencia de la propiedad y del pago del precio entre las partes e
incluso incentivar su cumplimiento, modificando así las situaciones
jurídicas de las partes y satisfaciendo los intereses prácticos que los
llevaron a celebrar ese contrato.
El negocio jurídico realizado por uno sólo de los cónyuges sería pues
también un caso en el cual el cónyuge que dispone unilateralmente carece
de legitimidad para contratar. (22)
Serían inválidos por nulidad, según se ha dicho, (25) por tres razones: i)
por ausencia de declaración de voluntad del cónyuge no participante, ii)
porque su objeto es jurídicamente imposible y/o iii) porque tiene un fin
ilícito. Y serían ineficaces en sentido estricto en cuanto son realizados por
una parte que carece de legitimidad para contratar.
El optar por una u otra opción, como se ha visto hasta este momento,
tiene consecuencias jurídicas distintas, en cuanto se ubican en etapas o
escalones distintos de la vida del negocio jurídico y toda vez que
responden a causales distintas también.
1. Artículo 315 del Código Civil: Para disponer de los bienes sociales
o gravarlos, se requiere la intervención del marido y la mujer.
Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene
poder especial del otro.
2. Es importante mencionar que no todos los casos de ineficacia en
sentido estricto responden a situaciones patológicas, tal como se
verá más adelante.
3. Para un análisis de la importancia y utilidad de la categoría de
existencia e inexistencia del negocio jurídico, véase: MORALES
HERVÍAS, Rómulo. “Inexistencia e invalidez del Contrato en el
Código Civil peruano de 1984”. En: Revista Jurídica del Perú.
Derecho Privado y Público. Normas Legales. Lima: Gaceta Jurídica.
2009. pp. 85-111. Disponible en:
http://works.bepress.com/romulo_morales/6/. Asimismo, para un
análisis detallado de la inexistencia del negocio jurídico como un
fenómeno distinto a la nulidad en el ordenamiento jurídico peruano
ver: VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “La inexistencia del negocio
jurídico. ¿Duplicación inútil, hipótesis de escuela o genuina categoría
operativa?”. En: Revista Jurídica del Perú 141. 2012. pp. 164-188.
Disponible en: http://works.bepress.com/walter_vasquezrebaza/3
4. MORALES HERVÍAS, Rómulo. “Patologías y Remedios del Contrato”.
Lima: Jurista Editores. 2011. p. 191.
5. Ídem. p. 193.
6. La formalidad obligatoria no se presenta en todos los actos de
autonomía privada, tan solo en aquellos llamados “ad
solemnitatem”, la regla general es que los negocios jurídicos tengan
libertad de forma.
7. Cabe mencionar que, por política legislativa, muchas veces las
consecuencias jurídicas ante la ausencia de algunos de estos
elementos podría variar. Por ejemplo, tal es el caso del
ordenamiento italiano en el cual la ausencia de acuerdo, de objeto
o de causa no se sancionan con la inexistencia, sino con nulidad
(invalidez) toda vez que se ha plasmado esa solución expresamente.
Distinto es el caso peruano, en donde no se menciona que la sanción
aplicable ante la ausencia del objeto o de la causa sea la invalidez
del negocio jurídico, pero sí se ha plasmado que la ausencia de
declaración de voluntad (caso que determinaría la inexistencia de
un negocio jurídico unilateral) o la ausencia de formalidad
obligatoria, se sancionan con nulidad.
8. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Ob. cit. 2011. p. 195.
9. Un ejemplo de inexistencia del contrato es el contenido en el artículo
1359 del Código Civil que regula la ausencia de acuerdo: “No hay
contrato mientras las partes no estén conformes sobre todas sus
estipulaciones, aunque la discrepancia sea secundaria”. (El énfasis
es nuestro)
10. Causales de nulidad. Artículo 219.- El acto jurídico es nulo: 1.-
Cuando falta la manifestación de voluntad del agente. 2.- Cuando
se haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo
dispuesto en el artículo 1358. 3.- Cuando su objeto es física o
jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable. 4.- Cuando
su fin sea ilícito. 5.- Cuando adolezca de simulación absoluta. 6.-
Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad. 7.-
Cuando la ley lo declara nulo. 8.- En el caso del artículo V del Título
Preliminar, salvo que la ley establezca sanción diversa.Causales de
anulabilidad. Artículo 221.- El acto jurídico es anulable: 1.-
Por incapacidad relativa del agente. 2.- Por vicio resultante de error,
dolo, violencia o intimidación. 3.- Por simulación, cuando el acto real
que lo contiene perjudica el derecho de tercero. 4.- Cuando la ley lo
declara anulable.
11. Debe entenderse por no producción absoluta de efectos a aquellos
referidos al contrato mismo, dado que pueden darse casos en que
el contrato nulo sí produzca efectos jurídicos marginales, como por
ejemplo, en caso se hayan efectuado las prestaciones se genera la
obligación de restitución de las mismas, entre otros casos.
12. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2011. p. 205.
13. “La demanda de anulación tiende a la remoción judicial del contrato;
la sentencia que acoge la demanda es una sentencia constitutiva,
pues modifica la posición jurídica de las partes, al privar al contrato
de su eficacia originaria”. En: BIANCA, Massimo. “Derecho Civil 3:
El contrato”. Traducción del italiano por Fernando Hinestrosa y
Édgar Cortés. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 2007. p.
690
14. Artículo 224 del Código Civil: El acto jurídico anulable es nulo
desde su celebración, por efecto de la sentencia que lo declare.Esta
nulidad se pronunciará a solicitud de parte y no puede ser alegada
por otras personas que aquellas en cuyo beneficio establece la ley.
15. Es importante mencionar que la diferenciación entre existencia y
validez como dos escalones distintos, además de las consecuencias
jurídicas que acarrean, sirve también para fines didácticos. En la
realidad ambas etapas convergen y son analizadas en el mismo
momento: la celebración del negocio jurídico.
16. Se tiene que tener cuidado con la utilización del término “ineficacia”,
ya que se lo suele utilizar indiscriminadamente cuando en realidad
su utilización tiene connotaciones y cargas distintas. No es lo mismo
hablar de “ineficacia en sentido general” que de “ineficacia en
sentido estricto”. La ineficacia en sentido general alude a la no
producción de efectos jurídicos de un negocio jurídico, sea cual fuere
su causal. Es así que un negocio jurídico inválido, por ejemplo, es a
su vez ineficaz en cuanto no producirá efectos negociales. En cambio
la ineficacia en sentido estricto es aquella que se presenta
específicamente en este tercer escalón, luego de haber comprobado
la existencia y validez del negocio. La ineficacia en sentido estricto
es un tipo de ineficacia en sentido general.
17. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2009. p. 96
18. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2011. p. 201.
19. Por ejemplo, el contrato por el cual se constituye una hipoteca que
no ha sido aún inscrito, existe y es válido pero aun es ineficaz en
sentido estricto hasta su inscripción en Registros Públicos. Véase al
respecto: MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto. “La constitución del
negocio jurídico hipotecario ¿Inscripción
constitutiva?” En: http://polemos.pe/2015/09/la-constitucion-del-
negocio-juridico-hipotecario-inscripcion-constitutiva/
20. “La legitimidad del sujeto proviene de ser titular de situaciones
jurídicas subjetivas. (…) la legitimidad es una cualidad del sujeto y
la ilegitimidad es la ausencia de dicha cualidad”. MORALES
HERVÍAS, Rómulo. “La falta de legitimidad del contrato:
inoponibilidad o ratificación”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Vol.
208. 2016. p. 310. Disponible
en: http://works.bepress.com/romulo_morales/38/
21. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2009. p. 95.
22. Véase al respecto: MORALES HERVÍAS, Rómulo. “La falta de
legitimidad del contrato: inoponibilidad o ratificación”. En: Diálogo
con la Jurisprudencia. Vol. 208. 2016. pp. 309–332; y VASQUEZ
REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes sociales por
parte de uno de los cónyuges. Argumentos adicionales a favor de la
tesis “Pro ineficacia” ad portas del Octavo Pleno Casatorio Civil”.
En: http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-
la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-
corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-
suprema-2/
23. ROPPO, Vincenzo. “El Contrato”. Traducción del italiano por Nélvar
Carreteros Torres a cura de Eugenia Ariano Deho. Lima: Jurista
Editores. 2009. p.283.
24. En ese sentido: MORALES HERVIAS, Rómulo. “La imprescriptibilidad
de la accionabilidad de la pretensión de ineficacia en sentido
estricto”. En: Actualidad Jurídica. Nº 230. Lima: Gaceta Jurídica.
2014. p. 84. Así como ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “¿Prescripción
de la pretensión de ineficacia ex artículo 161 del CC?”. En: Diálogo
con la Jurisprudencia 200. Lima: Gaceta Jurídica. Mayo de 2015. p.
45.
25. Tercer Pleno Jurisdiccional Civil y Procesal Civil, octubre de 2015,
Arequipa.
26. VASQUEZ REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes
sociales por parte de uno de los cónyuges. Argumentos adicionales
a favor de la tesis “Pro ineficacia” ad portas del Octavo Pleno
Casatorio Civil”.
En: http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-
la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-
corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-
suprema-2/
27. “Es llamado así porque se lo identifica con el interés a no iniciar una
tratativa como la que ha expuesto al sujeto a sufrir las
incorrecciones de la contraparte: y dado que iniciar esa tratativa ha
grabado al sujeto con gastos inútiles y le ha hecho perder otras
ocasiones de negocios (…)” (El énfasis es del original). En: ROPPO,
Vincenzo. Op. cit. p. 190.
28. Es el “(…) interés a la ejecución del contrato válidamente celebrado,
y a la adquisición de las correspondientes ganancias” (El énfasis es
del original). En: Ídem. pp. 190-191.
El VIII Pleno Casatorio busca resolver el siguiente caso: la sociedad conyugal conformada
por “A” y “B” es propietaria de un inmueble. “B” transfiere (o grava) el predio a favor de “C”
sin el asentimiento de “A”. ¿”A” debe demandar la nulidad o ineficacia del contrato entre “B”
y “C”?
El caso admite un dato adicional que se presenta con frecuencia: aun cuando el inmueble
es de la sociedad conyugal, está inscrito en el Registro solo a nombre de “B”. Esto significa
que “C” contrató confiando en la información registral, la cual publicitaba a “B” como único y
legítimo propietario. Incluso cuando “A” plantea su demanda “C” ya inscribió el bien a su
favor.
En la audiencia del Pleno, el análisis de los amicus curiae se hizo desde la posición de “A”,
en su condición de cónyuge afectado, para determinar si el contrato entre “B” y “C” era nulo
o ineficaz. Sin embargo, poco se ha dicho sobre la posición de “C” en su condición de
adquirente que confió en la información registral (que publicitaba a “B” como propietario) y
a quien ahora se le busca afectar con la demanda. Sobre esto último, me preocupa
particularmente lo sostenido por el profesor Morales Hervias, quien durante su exposición
sostuvo enfáticamente que en este caso ningún rol debía jugar el principio de fe pública
registral (2014 CC), restándole así importancia al hecho de que “C” haya actuado confiando
en el Registro.
Me parece importante distinguir dos escenarios:
El primero es aquel en donde “C” ya transfirió el bien a favor de un tercero (“D”), quien lo
inscribe a su favor. La demanda planteada por “A” –nulidad o ineficacia, eso es lo de
menos– indefectiblemente se estrellará contra la pared que “D” levante para protegerse: esta
pared se llama fe pública registral. El caso encaja perfectamente dentro del supuesto del
2014 CC: “D” es un tercero respecto del vicio que afecta al contrato de compraventa
celebrado entre “B” y “C”, por lo que aquello que finalmente se resuelva en el proceso de
nulidad o ineficacia no podría afectarlo, salvo que “A” acredite su mala fe (por ejemplo, que
“D” conocía que el título de adquisición de “C” presentaba una irregularidad).
El segundo escenario es aquel en donde “C” no transfiere el bien a favor de un tercero (“D”)
sino que lo mantiene inscrito a su favor. ¿”C” podrá defenderse de la demanda planteada
por “A” invocando el 2014 CC? No, por la sencilla razón que “C” no es un tercero con relación
al contrato que presenta el vicio (contrato entre “B” y “C”), sino que es parte del mismo.
Entonces, el manto protector de la fe pública registral no lo cubre.
Sin embargo, no deja de tener importancia que “C” haya contratado con “B” confiando en la
información registral, pues precisamente para eso existe principio de oponibilidad (primer
párrafo del 2022 CC). Aun cuando la norma escuetamente señale que la oponibilidad de
derechos reales la determina la fecha de inscripción en el Registro, el mensaje de fondo es
más contundente: los derechos reales sobre inmuebles que no estén inscritos en el Registro
no perjudican a tercero; sólo aquello que está inscrito puede ser oponible a quien adquiere
algún derecho sobre el mismo bien.
¿Qué es lo que “A” busca hacer valer con su demanda? Que el inmueble que “B” vendió (o
gravó) a título personal, en realidad le pertenecía a la sociedad conyugal. Es decir, “A”
pretende hacer valer la condición de propietaria de la sociedad conyugal; “A” busca oponerle
a “C” una situación jurídica real (propiedad) que nunca estuvo inscrita, lo cual es algo que
precisamente no permite el principio de oponibilidad.
El caso es similar a la doble venta: supongamos que “B” vende el mismo inmueble el día 1
a favor de “A” (que no inscribe su derecho) y el día 2 a favor de “C” (que sí inscribe). Cuando
“B” vendió el bien a “C” ya no era propietario, pero el registro aún lo publicita como tal. La
compraventa entre “B” y “C” presenta un vicio de ineficacia: “B” no tenía legitimidad para
vender el bien, pues era de propiedad de “A” (pasa lo mismo cuando “B” transfiere o grava
el bien de propiedad de la sociedad conyugal). No obstante ello, “C” está protegido - no por
el 2014 pues no es un tercero registral, sino - por el 1135 CC, que no es otra cosa que una
aplicación del principio de oponibilidad: “vence el comprador cuyo derecho primero se
inscribió (“C”), no siéndole oponible aquello que no se publicitó (adquisición de “A”).
La conclusión es que el Registro permite sanear los vicios de ineficacia que afectan al título
de quien inscribe su derecho (el contrato de “B” a favor de “C”). Haber contratado con quien
no es el real propietario es un vicio de ineficacia que el Registro se encarga de corregir,
siempre que aquél que inscribe lo haga de buena fe. Lo que el Registro no puede sanear
son los vicios de invalidez, pues como bien señala el artículo 2013 CC, “la inscripción no
convalida los actos que sean nulos o anulables con arreglo a las disposiciones vigentes”.
Es fundamental que la Corte concluya a favor de la ineficacia del contrato entre “B” y
“C, pues de esa forma no solo se protege al cónyuge afectado (“A”), dándosele la
oportunidad de ratificar el contrato si así lo considera conveniente (esto es algo en lo que la
mayoría de los amicus curiae han coincidido), sino también porque se tutela el tráfico
jurídico, permitiendo que “C” mantenga su adquisición siempre que la haya hecho de
buena fe, confiando en la información brindada por el Registro (sobre esto último los amicus
curiae y la doctrina nacional no se han pronunciado).
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Alan Pasco Arauco es asociado del Estudio Ferrero Abogados. Docente de Derechos Reales y
Garantías en la Universidad de Lima. Abogado por la UNMSM, con estudios de Maestría en Derecho
Civil en la PUCP.
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Como es bien sabido por todos, el Octavo Pleno Casatorio busca resolver la siguiente
pregunta: ¿El contrato de transferencia de un bien social que ha sido celebrado sólo por uno
de los cónyuges, es nulo o ineficaz? Y como es también conocido por todos, seguimos a la
espera de la sentencia a dicho Pleno.
Sin embargo, hace poco[1] la Corte Suprema ha emitido una casación que responde de
manera contundente a dicha interrogante, por lo que el problema planteado por el Octavo
Pleno ya habría quedado resuelto.
Expresamente la Corte Suprema sostuvo que: “Se presume bajo el principio de la buena fe,
que el transferente era el único con derecho a dicho predio, aunado al hecho que en la
constancia de posesión presentado en el proceso, aparece únicamente el nombre del
vendedor, lo que contribuye a la confianza del impugnante [comprador], que su transferente
era soltero y por tanto el bien enajenado era un bien propio”
¿Qué nos está diciendo la Corte Suprema con esto? Que el contrato de compraventa
celebrado por uno de los cónyuges sin el asentimiento del otro es perfectamente
subsanable, siempre que se acredite la buena fe del adquirente.
¿Y qué tiene que ver esto con lo que se discute en el Octavo Pleno? Si el contrato fuese
nulo – que es precisamente una de las tesis en debate - no habría forma de corregirlo, por
más buena fe que tuviera una de las partes del contrato. Un contrato nulo es, por definición,
insubsanable: para él no funcionan ni la confirmación (que aplica para contratos anulables)
ni la ratificación (que aplica para contratos ineficaces), y por ende al margen de la buena fe
con que hubiese actuado una de las partes de dicho contrato, el vicio de nulidad no
desaparece.
Imaginemos que alguien se “adjudica”, mediante documentos falsificados, una parte de la
playa y me la vende. Yo, actuando de buena fe, creo que él es el propietario y firmo una
compraventa. Este contrato recae sobre un objeto jurídicamente imposible y como tal es
nulo, y seguirá siendo nulo por más buena fe que yo pueda probar. Mi buena fe no cura el
vicio de nulidad, pues ésta tutela intereses generales (se protege a la sociedad en su
conjunto) que van más allá del estado subjetivo con que actúan las partes del contrato.
Incluso si quien me vendió la playa la hubiese tenido inscrita a su nombre y luego yo también
la registro a mi favor, ello tampoco curaría el vicio de nulidad, porque como bien lo establece
el artículo 2013° CC, ni siquiera la inscripción registral permite convalidar los contratos nulos.
Un tema distinto es si para entender “subsanado” dicho vicio de ineficacia basta con una
buena fe sustentada en elementos extra registrales. Por ejemplo, en el caso analizado, la
buena fe del comprador se construyó sobre tres elementos: su vendedor figuraba en el DNI
como soltero, en el contrato sólo él figuraba como adquirente y además sólo él ejercía la
posesión. Sin embargo, otros podrían considerar que la buena fe, para servir como un
mecanismo de saneamiento de esta clase de contratos, debe verse sustentada en
información registral. Es decir, sólo si la buena fe se sustenta en una partida según la cual
quien me vende es el propietario, es posible que el contrato quede “curado” en caso dicha
información haya resultado errónea.
Pero este es un tema adicional sobre el cual es posible abrir otro debate: ¿sobre qué
elementos debe construirse la buena fe? ¿Cabe una buena fe que, sin estar sustentada en
la información registral, permita corregir los vicios de titularidad del transferente? Estas
preguntas las abordaré en un próximo artículo.
Por ahora, lo que importa es que ya tenemos una solución al Octavo Pleno, aun cuando
haya pasado desapercibido para la mayoría.
(*) Alan Pasco Arauco es abogado asociado de Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU &
Uría.
[1] La sentencia casatoria que es materia del presente comentario fue publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 31 de enero del 2018.
[2] Dado que al momento de la celebración de dicho contrato el cónyuge ya se encontraba
casado, el bien le pertenecía realmente a la sociedad conyugal.