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TI TO L I V Ï O

HIS T ORIA DE RO M A
DESDE SU F U N DACIÓN
LIBROS I- III

INTRODUCCIÓN GENERAL DE
Á N G E L SIERRA
TRADUCCIÓN Y NOTAS DE
JOSÉ A N T O N IO VILLAR VIDAL

fk
E D IT O R IA L GRED O S
PREFACIO

No sé con seguridad si merecerá la


Por qué una pena que cuente por escrito la historia
nueve historia del pueblo romano desde los orígenes de
de Roma Roma; y aunque lo supiera, no me atreve
ría a manifestarlo. Y es que veo que es un
tema viejo y manido, al aparecer continuamente nuevos
historiadores con la pretensión, unos, de que van a aportar
en el terreno de los hechos una documentación más consis
tente, otros, de que van a superar con su estilo el desaliño
de los antiguos. Como quiera que sea, al menos tendré la
satisfacción de haber contribuido también yo, en la medida
de mis posibilidades, a evocar los hechos gloriosos del pue
blo que está a la cabeza de todos los de la tierra; y si entre
tan considerable multitud de historiadores queda mi nom
bre sin relieve, me servirá de consuelo la notoriedad y el
peso de los que me harán sombra. La tarea es, además,
enormemente laboriosa; pues, de una parte, se retrotrae a
más allá de setecientos años y, de otra, arrancando de unos
principios muy modestos, ha llegado a cobrar tales propor
ciones que ya se dobla bajo el peso de su propia grandeza.
Además, estoy seguro de que a la mayoría de los lectores
no les agradará gran cosa la relación de los hechos origina
rios y subsiguientes, y tendrán prisa por llegar a estos acon
tecimientos recientes en que la fuerza del pueblo largo
162 HISTORIA DE ROMA

tiempo hegemónico se autodestruye. Yo, por mi parte,


espero, además, obtener esta contrapartida a mi esfuerzo:
apartarme, al menos mientras dedico toda la concentración
de mi mente a recuperar esta vieja historia, del espectáculo
de las desventuras que nuestra época lleva viviendo tantos
años, marginando cualquier preocupación que pudiese, si
no desviar mi ánimo de la verdad, sí al menos generar
inquietud en él.
Los hechos previos a la fundación de Roma o, incluso,
a que se hubiese pensado en fundarla, cuya tradición se
basa en fabulaciones poéticas que los embellecen, más que
en documentos históricos bien conservados, no tengo
intención de avalarlos ni de desmentirlos. Es ésta una con
cesión que se hace a la antigüedad: magnificar, entremez
clando lo humano y lo maravilloso, los orígenes de las ciu
dades; y si a algún pueblo se le debe reconocer el derecho a
sacralizar sus orígenes y a relacionarlos con la intervención
de los dioses, es tal la gloria militar del pueblo romano que
su pretensión de que su nacimiento y el de su fundador se
deben a Marte más que a ningún otro la acepta el género
humano con la misma ecuanimidad con que acepta su
dominio.
Pero ni de estos extremos ni de otros similares, como
quiera que se los mire o se los valore, voy a hacer mayor
cuestión. Estos otros son, para mí, los que deben ser centro
de atención con todo empeño: cuál fue la vida, cuáles las
costumbres, por medio de qué hombres, con qué política
en lo civil y en lo militar fue creado y engrandecido el
imperio; después, al debilitarse gradualmente la disciplina,
sígase mentalmente la trayectoria de las costumbres: pri
mero una especie de relajación, después cómo perdieron
base cada vez más y, luego, comenzaron a derrumbarse
hasta que se llegó a estos tiempos en que no somos capaces
de soportar nuestros vicios ni su remedio. Lo que el cono
PREFACIO 163

cimiento de la historia tiene de particularmente sano y pro


vechoso es el captar las lecciones de toda clase de ejemplos
que aparecen a la luz de la obra; de ahí se ha de asumir lo
imitable para el individuo y para la nación, de ahí lo que se
debe evitar, vergonzoso por sus orígenes o por sus resulta
dos. Por lo demás, o me ciega el cariño a la tarea que he
emprendido, o nunca hubo Estado alguno más grande ni
más íntegro ni más rico en buenos ejemplos; ni en pueblo
alguno fue tan tardía la penetración de la codicia y el lujo,
ni el culto a la pobreza y a la austeridad fue tan intenso y
duradero: hasta tal extremo que cuanto menos medios
había, menor era la ambición; últimamente, las riquezas
han desatado la avaricia, y la abundancia de placeres el
deseo de perderse uno mismo y perderlo todo entre lujo y
desenfreno.
Pero las lamentaciones, que ni siquiera en caso de ser
necesarias serán bien recibidas, dejémoslas a un lado al
menos en los inicios de la gran obra que va a comenzar. De
mejor gana empezaríamos —si entre nosotros se estilase
como entre los poetas— con buenos augurios y votos y
súplicas a los dioses y diosas para que nos lleven a feliz
término, habiendo empezado esta gran empresa.
LIBRO I

Sin o ps is

Caps. 1-7, 3: D e T r o y a a l a f u n d a c ió n d e Ro ma .
Eneas, de Troya a Italia. Orígenes del pueblo latino.
Muerte de Eneas (1-2).
Alba Longa (3).
Rómulo y Remo: orígenes (4-6, 2).
Fundación de Roma (6, 2-7, 3).
Caps. 7, 4-16: R ó mul o .
Hércules y Caco. Primeras instituciones (7, 4-8).
Rapto de las sabinas. Guerras subsiguientes (9-11, 5).
La hija de Tarpeyo, en la guerra sabina. Veyos y Fidenas.
«Muerte» de Rómulo (11, 6-16).
Cap. 17: E l I n t er r eg no .

Caps. 18-21: N u m a P o m p ilio , r e y p a c í f i c o y r e f o r m a d o r .

Caps. 22-31: T u l o H o s t i l i o .
Tulo Hostilio, rey belicoso. Guerra con Alba (22-23).
Los Horacios y los Curiados (24-26, 1).
La Horacia. Juicio popular (26, 2-14).
Guerra contra Veyos. Metió ejecutado (27-28).
Destrucción de Alba. Reformas. Guerra contra los sabinos
(29-30).
Prodigios, histeria religiosa. Muerte de Tulo (31).
Caps. 32-34: A n c o Ma r c io .
Anco Marcio, rey. Guerra con los latinos. Lucumón.
166 HISTORIA DE ROMA

Caps. 35-40: T a r q u in io e l An t ig u o .
Tarquinio Prisco, rey por intrigas. Guerra con latinos y
sabinos. Obras civiles (35-38).
Orígenes de Servio Tulio (39-40, I).
Tarquinio Prisco, muerto en atentado (40, 2-7).
Caps. 43-48: S e r v io Tu l io .
Servio Tulio, rey (41-42, 4).
El censo. Urbanismo. El templo de Diana (42, 5-45).
Lucio Tarquinio comienza su lucha por el poder (46-48, 2).
Servio Tulio asesinado (48, 3-8).
Caps. 49-60: T a r q u in io e l S o b e r b io .
Tarquinio el Soberbio, rey: tiranía basada en el miedo.
Busca apoyo latino. Elimina a Turno de Aricia (49-51).
Alianza hegemónica con los latinos. Episodio de Gabios
(52-54).
Construcción del Capitolio (55-56, 3).
Luco Juno Bruto en escena. Lucrecia. Bruto en primer
plano (56, 4-59).
Tarquinio, desterrado. De la monarquía a la república (60).

Para empezar, está comúnmente admi-


Eticos de *
Troya a Italia ^ue> después de la conquista de
Orígenes d el Troya, hubo un ensañamiento contra
p u eblo latino. todos los troyanos; únicamente dos,
Muerte de Eneas £ neas y Anténor, en razón del derecho
de una antigua hospitalidad y por haber sido siempre
partidarios de la paz y la devolución de Helena, fueron
eximidos por los griegos de la aplicación de cualquier ley
de guerra. Después, su destino fue diverso. A nténor1 y una
multitud de vénetos que habían sido expulsados de Pafla-

1 El príncipe íroyano Anténor aparecía relacionado con ios vénetos en


las leyendas griegas, muy antiguas, sobre el Adriático. Hubo culto a los
Antenóridas en Cirene en el siglo v a. C. Una leyenda atribuía a Anténor ia
fundación de Padua.
L I BRO I 167

gonia en un levantamiento y andaban buscando asiento y


jefe, tras haber perdido a su rey Pilémenes ante los muros
de Troya, llegaron al más recóndito entrante del mar
Adriático, desalojaron a los eugáneos que habitaban entre 3
el mar y los Alpes, y vénetos y troyanos ocuparon aquella
zona. El lugar en que saltaron a tierra se llama Troya2, y
troyana desde entonces se denomina la comarca; los habi
tantes, todos ellos, se llaman vénetos. Eneas, exiliado de su 4
patria a causa del mismo desastre, pero impulsado por el
destino hacia proyectos de mayor alcance, llegó primero a
Macedonia, de allí fue empujado a Sicilia en busca de
asiento, de Sicilia se dirigió por mar a las tierras laurenti-
nas. También este lugar se llama Troya. En él desembarca- 5
ron ios troyanos y, como andaban saqueando en los cam
pos, pues nada, aparte de las armas y las embarcaciones,
les había quedádo de su vagar casi interminable, el rey
Latino y los aborígenes, dueños entonces de aquellos para
jes, llegan corriendo armados desde la ciudad y los campos
para repeler la agresión de los intrusos. A partir de aquí la 6
tradición se bifurca3. Unos sostienen que Latino, derro
tado, hizo un convenio de paz y, después, se unió en paren
tesco con Eneas. Otros, que, cuando los ejércitos estaban 7
frente a frente, antes de sonar la señal, Latino avanzó a
primera linea y citó a una entrevista al jefe de los extranje
ros; que preguntó, acto seguido, quiénes eran, de dónde,
por qué circunstancia habían marchado de su patria y con
qué objeto habían desembarcado en territorio laurentino, y 8
que al oír que todos aquellos hombres eran troyanos, que
su jefe era Eneas, hijo de Anquises y Venus, y que exiliados
de su tierra tras la reducción a cenizas de su patria, busca-

2 Cerca de Zingarini, la Troya de¡ Lacio.


1 La versión que presenta a Eneas como agresor es antidinástica. La
seg u n d a evita la derrota de los latinos y la agresión de los romanos.
168 HISTORIA DE ROMA

ban asiento y lugar para fundar una ciudad, quedó impre


sionado ante un pueblo y un hombre tan nobles y ante una
entereza por igual dispuesta a la paz que a la gueira, y
tendió la mano a Eneas como aval de su futura amistad.
Acordaron, a continuación, un tratado los jefes, se saluda
ron los ejércitos y Eneas fue huésped en casa de Latino.
Allí, ante los dioses penates, añadió Latino a la alianza
pública otra de familia, al concederle a Eneas a su hija en
matrimonio. Este acontecimiento afianza, sin duda, en los
troyanos la esperanza de poner término, al fin, a su pere
grinar con un asentamiento estable y seguro. Fundan una
ciudad; Eneas la llama Lavinio4, por el nombre de su
mujer. Pronto hubo descendencia del nuevo matrimonio,
un varón, al que sus padres pusieron el nombre de
Ascanio.
Se vieron, después, aborígenes y troyanos atacados en
una guerra. Turno, rey de los rútulos, al que había estado
prometida Lavinia antes de la llegada de Eneas; llevó a mal
el que se le hubiese pospuesto a un extranjero y declaró la
guerra a Eneas y Latino simultáneamente. Ninguno de los
dos bandos salió contento de aquella confrontación: los
rútulos fueron vencidos; los aborígenes y troyanos, vence
dores, perdieron a su jefe, Latino. Entonces, Turno y los
rútulos, desconfiando de la situación, buscan la acogida de
los etruscos, pujantes y prósperos, y de su rey Mecencio.
Ejercía éste el poder en Cere5, ciudad opulenta por enton
ces, y ya desde un principio no le había alegrado en abso
luto el nacimiento de una nueva ciudad; entonces, conside
rando que la potencia troyana se desarrollaba mucho más

4 Actual Pratica di Mare.


5 Actual Cervéterí. Al norte de Roma, a cinco kilómetros de la costa
donde tenía ei puerto de Agylla. Fue enclave importante de la Confede
ración etrusca. Se encontraron tumbas de ca. 700 años a. C.
LIBRO I 169

de lo que convenía a la seguridad de sus vecinos, unió sus


armas a las de los rútulos sin gran dificultad. Ante la ame- 4
naza de una guerra de tal calibre, Eneas, a fin de ganarse a
los aborígenes y de que no sólo tuviesen los mismos dere
chos sino también el mismo nombre, llamó latinos al con
junto de ambos pueblos. A partir de entonces, los aboríge- 5
nes no les fueron a la zaga a los troyanos en adhesión y
fidelidad al rey Eneas. Confiado en la actitud de estos dos
pueblos cuya cohesión iba en aumento al paso de los días,
aunque la potencia de Etruria era tal que su renombre se
extendía no sólo por tierra sino también por mar a lo largo
de Italia entera desde los Alpes al estrecho de Sicilia,
Eneas, a pesar de que podía rechazar la agresión desde las
murallas, hizo salir a sus tropas para presentar batalla. Se 6
siguió un combate favorable a los latinos, que para Eneas
fue también la última de sus acciones como mortal. Está
enterrado, cualquiera que sea el nombre que desde el dere
cho humano o religioso deba atribuírsele, a orillas del río
Numico6. Lo llaman Júpiter Indigete.
Ascanio, el hijo de Eneas, no estaba 3
aún maduro para el poder, pero este
Alba poder se le conservó sin merma hasta la
Loriga
pubertad; durante ese tiempo, gracias a
la tutela de una mujer —tan grande era
la capacidad de Lavinia—, se le mantuvo en pie al mucha
cho el Estado latino y el trono de su abuelo y de su padre.
No voy a discutir —pues ¿quién puede estar seguro en un 2

hecho tan lejano?— si fue este Ascanio u otro de más edad


que éste, hijo de Creúsa, nacido antes de la caída de Troya
y que acompañó, después, a su padre en la huida, el mismo

k Actualmente se da por seguro que se trata del río Torio que discurre
desde las colinas de Alba hasta la costa entre Lavinio y Árdea. Aparece en
las formas latinas Numicus y Numicius.
170 HISTORIA DE ROMA

3 Julo del que la familia Julia dice descender. Este Ascanio,


donde quiera que naciese y de la madre que fuese (sí hay
certeza de que era hijo de Eneas), al encontrarse Lavinio
muy poblada, dejó la ciudad, floreciente ya para aquella
época y rica, a su madre o madrastra y él fundó al pie del
monte Albano otra nueva, que por su asentamiento a lo
largo de una loma recibió el nombre de Alba Longa7.
4 Unos treinta años mediaron entre la fundación de Lavinio

y la del traslado de una colonia a Alba Longa. Sin


embargo, su poder había crecido tanto, sobre todo después
de la derrota de los etruscos, que, ni siquiera al morir
Eneas ni, después, durante la tutela de una mujer y las
primeras experiencias del niño como rey, se atrevieron a
tomar las armas Mecencio y los etruscos ni ningún otro
5 pueblo del entorno. El tratado de paz había estipulado que
el río Älbula, el llamado Tiber actualmente, fuese la fron
tera entre etruscos y latinos.
6 Reina a continuación Silvio, hijo de Ascanio, nacido en
7 los bosques8 por un azar; éste engendra a Eneas Silvio;
éste, a su vez, a Latino Silvio. Puso éste en marcha algunas
colonias, cuyos componentes se llamaron «antiguos lati-
8 nos». Les quedó, en adelante, el apelativo de Silvio a todos
los que reinaron en Alba. De Latino fue hijo Alba; de
Alba, Atis; de Atis, Capis; de Capis, Cápeto; de Cápeto,
Tiberino, el cual, al ahogarse cruzando el río Álbula, le dio
9 a este río un nombre famoso entre la posteridad. A conti
nuación reina Agripa, hijo de Tiberio; a Agripa le sucede
Rómulo Silvio, que recibió el poder de su padre, y él,

7 Situada donde el actúa! Castelgandolfo; la fundación de Alba


guarda paralelismo con la de Roma. Los enterramientos descubiertos en
el entorno apuntan a una antigüedad algunas décadas mayor que la de
Roma.
8 Posible referencia ai paisaje del antiguo Lacio la relación dei nombre
con siiua «bosque».
LIBRO 1 171

alcanzado por un rayo, dejó el poder directamente a Aven-


tino. Éste, por haber sido enterrado en la colina que ahora
forma parte de la ciudad de Roma, le dio su nombre a aqué
lla. El rey siguiente es Proca9. Engendra éste a Númitor y 10

Amulio, y a Númitor, que era el mayor de sus hijos, le deja


el antiguo reino de la dinastía Silvia. Pero la fuerza preva
leció sobre la voluntad paterna y el respeto a la primogeni-
tura: Amulio es rey tras desbancar a su hermano. Acumula 11

crimen sobre crimen: elimina la descendencia masculina de


su hermano, y a su sobrina Rea Silvia, so pretexto de con
cederle un honor, la escoge para vestal, dejándola sin espe
ranza de tener hijos en razón de la virginidad perpetua.
Pero tenía que ser, en mi opinión, cosa 4
del destino el nacimiento de tan gran
Rómulo y Remo. cjU{ja¿ y ej comienzo de la mayor poten-
Qi'lg€H€$
cia después de la de los dioses. La vestal 2

fue forzada, dio a luz dos gemelos y, bien


por creerlo así, bien por cohonestar la falta remitiendo su
responsabilidad a un dios, proclama a Marte padre de esta
dudosa descendencia. Pero ni lo dioses ni los hombres la 3
libran a ella ni a los hijos de la crueldad del rey: la sacerdo
tisa es encadenada y encarcelada, y se ordena que los niños
sean arrojados a la corriente del río. Por un azar debido a 4
los dioses, el Tiber, desbordado, no permitía el acceso
hasta el cauce habitual a causa de los estancamientos en
remanso, y a los que llevaban a los recién nacidos les hizo
concebir la esperanza de que éstos se ahogasen en esas
aguas a pesar de estar remansadas. En la idea, pues, de 5

9 No era del todo precisa la tradición sobre el número y el nombre de


tos componentes de la dinastía inventada para cubrir la laguna cronoló
gica desde ia caída de Troya hasta la fundación de Roma (en torno a los
400 años). La serie de reyes albanos aparece por vez primera en un autor
de la época de Sila.
172 HISTORIA DE ROMA

cumplir así el mandato del rey, abandonan a los niños en la


primera charca, lugar en que actualmente se encuentra la
higuera Ruminail0, antes llamada Romular, según dicen.
6 Había, en esa zona, por entonces, extensos parajes solita
rios. La tradición sostiene que, cuando el agua, al ser de
poco nivel, depositó en seco la canastilla a la deriva en que
habían sido colocados los niños, una loba, que había salido
de los montes circundantes para calmar la sed, volvió sus
pasos hacia los vagidos infantiles; que se abajó y ofreció
sus mamas a los niños, amansada hasta tal punto que la
encontró lamiéndolos el mayoral del ganado del rey —di-
7 cen que se llamaba Fáustulo—, y que el mismo los llevó

a los establos y los encomendó a su mujer Larentia para


que los criase. Hay quienes opinan que Larentia, al prosti
tuir su cuerpo, fue llamada «loba» por los pastores y que
8 esto dio pie a la leyenda maravillosa. Tal fue su nacimiento
y su crianza. Al llegar a la mocedad, él y los demás jóvenes
no permanecían inactivos en los establos o junto al ganado:
9 recorrían los bosques cazando. Cobraron vigor con ello sus
cuerpos y sus mentes, y ya no sólo acechaban a las fieras,
sino que atacaban a los salteadores cargados de botín, se lo
arrebataban y lo repartían entre los pastores, y se reunían
con éstos para el trabajo y la diversión, siendo cada día
más numeroso el grupo juvenil.
s Por entonces se dice que existía ya en el monte Palatino
2 la Lupercal actual", y Evandro, asentado en aquella zona

lu Las fuentes recogen dos distintasß c u s Ruminalis: una én e) ángulo


sudoeste del Palatino, de la que Ovidio aseguraba que quedaban vestigios
en su época, y otra en el comitium. Para los romanos. Ruminai derivaba
de Rumina, diosa de la crianza de los niños de pecho (ruma «teta»).
Actualmente se relaciona Ruminalis con el gentilicio etrusco Rumina, al
que, en último término, se habría de referir el nombre de Roma y los
Romilios.
11 Kl texto no corregido dice: «Por entonces se dice que existía ya en el
LIBRO 1 173

desde mucho tiempo antes, instituyó allí una fiesta impor


tada de Arcadia en la que jóvenes desnudos hacían carreras
en son de juego y diversión en honor de Pan Liceo, al que
los romanos llamaron después ín u o 12. Cuando estaban 3
embebidos en estos juegos —la fecha de la fiesta era
conocida—, unos salteadores, airados por la pérdida del
botín, les tendieron una emboscada; Rómulo se defendió
con la fuerza, a Remo lo cogieron y lo entregaron preso al
rey Amulio acusándolo encima. Sobre todo, achacaban a 4
ambos el realizar incursiones en tierras de Númitor, y
saquear en ellas, como si de enemigos se tratase, después de
reclutar a una pandilla de jóvenes. Remo es así entregado a
Númitor para que lo castigue. Desde un principio, Fáus- 5
tuío había tenido la sospecha de que eran de sangre real los
niños que se criaban en su casa, pues sabía que los recién
nacidos habían sido abandonados por mandato del rey y la
fecha en que los había recogido coincidía con aquel hecho;
pero no había querido descubrirlo prematuramente, a no
ser que se presentase una oportunidad o lo forzase la nece
sidad. Se presentó primero la necesidad: bajo la presión del 6
miedo descubre el secreto a Rómulo. Coincidió que tam
bién a Númitor, que tenía preso a Remo y había oído que
los hermanos eran gemelos, le había venido a la mente el

monte Palatino nuestra fiesta Lupercal, y ei monte se llamó Palantio, de


Palantea, ciudad de Arcadia, y después Paiatio; allí Evandro, originario de
aquella raza de arcadios...» La interpretación de Lupercal como fiesta, y no
como lugar, da pie a la diferencia de tratamiento del texto. La fiesta se cele
braba el 15 de febrero: uno de los rituales romanos más primitivos. Jóve
nes patricios corrían desnudos por el foro golpeando a los circunstantes
con correas de pie! de cabra. Unos ¡o interpretan como una ceremonia de
ia fertilidad, otros de protección de la comunidad, y más modernamente,
relacionándolo con lupus y arceo, como expresión de la inquietud por
alejar de sus rebaños los lobos por parte de una comunidad de pastores.
12 Inuus, nombre tal vez preitálico, identificado otras veces con
Fauno. La interpretado graeca ¡o identificó con Pan.
174 HISTORIA DE ROMA

recuerdo de sus nietos al relacionar su edad y su talante


nada servil, y a base de indagar llegó a un extremo en que
7 estaba a un paso de reconocer a Remo. Se teje así desde

ambos ángulos una tram a en torno al rey. Rómulo, no en


grupo, pues estaba en inferioridad para atacar abiertamente,
sino dando orden a los pastores de que se presentasen en el
palacio real cada uno por un camino distinto en un deter
minado momento, lanza el ataque contra el rey; viene
Remo en su ayuda con otro grupo desde la mansión de
Númitor, y así matan al rey.
6 Al iniciarse el tumulto, Númitor, propalando el rumor
de que el enemigo había penetrado en la ciudad y atacado
el palacio real, había atraído a la juventud de Alba a la
ciudadela, para ocuparla y defenderla por las armas; y
cuando vio que los jóvenes, consumado el magnicidio, se
dirigían hacia éí para felicitarlo, convoca inmediatamente
asamblea y pone de manifiesto los crímenes de su hermano
para con él, el origen de sus nietos, su nacimiento, su
crianza, el modo en que habían sido reconocidos; la
muerte, en fin, del tirano, y su propia responsabilidad en
2 ella. Los jóvenes se abren paso en grupo por entre la asam

blea y saludan como rey a su abuelo: un clamor unánime


brota, acto seguido, de la multitud entera y le ratifica el
título y el poder de rey.
3 Una vez devuelto de esta forma a
Númitor el trono de Alba, caló en
Fundación Rómulo y Remo el deseo de fundar una
ciudad en el lugar en que habían sido
abandonados y criados. Era sobreabun
dante, por otra parte, la población de Alba y del Lacio, a
lo que había que añadir, además, a los pastores; el con
junto de todos ellos permitía esperar que Alba y Lavinio
iban a ser pequeñas en comparación con la ciudad que iba
4 a ser fundada. En estas reflexiones vino pronto a incidir un
LIBRO I 175

mal ancestral: la am bición de p oder, y a p a rtir de un p ro


yecto asaz pacífico se generó un conflicto crim inal. Com o
al ser gemelos ni siquiera el reconocim iento del derecho de
p rim ogen itura p o d ía decidir a favor de uno de ellos, a fin
de que los dioses tutelares del lugar designasen por medio
de augurios í3 al que d a ría su no m b re a la nueva ciudad y
al que m andaría en ella u n a vez fundada, escogen,
Róm ulo, el P alatin o y, R em o, el A ventino 14 com o lugares
p ara to m ar los augurios.
C u entan que obtuvo augurio, prim ero, Rem o: seis bui- 7
tres. N ad a m ás an u n ciar el augurio, se le presentó doble
núm ero a R óm ulo, y cad a uno de ellos fue aclam ado com o
rey p o r sus partidarios. R eclam aban el tro n o basándose,
unos, en la prio rid ad tem poral, y o tros en el núm ero de
aves. Llegados a las m anos en el altercado consiguiente, la 2
pasión de la pugna d a paso a u n a lucha a m uerte. En aquel
revuelo cayó R em o herido de m uerte. Según la trad ición
m ás difundida, R em o, p a ra b u rlarse de su herm ano, saltó
las nuevas m urallas y, acto seguido, R óm ulo, enfurecido,
lo m ató a la vez que lo in crep ab a con estas palabras: «Así
m uera en adelante cualqu ier o tro que franquee mis m u ra
llas». R óm ulo, p o r consiguiente, se hizo con el poder en 3
solitario; la ciudad fu n d a d a recibió el nom bre de su
fundador.
Fortificó en prim er lugar el P alatin o , donde h abía sido
criadp. Ofrece sacrificios, tal com o h ab ía sido establecido

13 El augurium era la técnica de la interpretación de los signos consti


tuidos por los fenómenos naturales, el vuelo de las aves, etc., a través de
los cuales había la creencia de que se manifestaba la voluntad de los
dioses.
14 En esta localización era coincidente la tradición posterior a Ennio;
pero había otra versión más antigua: Rómulo en el Aventino. El cambio
pudo deberse a que el Palatino fue ganando ascendiente y al hecho de no
tener ei Aventino el pomerio original.
176 HISTORIA DE ROMA

po r E vandro, a H ércules según el ritual griego, a los dem ás


dioses según el albano.

4 D icen q ue H ércules, después de d a r


Hércules m uerte a G erión 15, llevó sus bueyes, de
y Caco.
adm irable presencia, hacia aquellos p a ra
Prim eras
jes y, a orillas del T iber, p o r donde había
instituciones
cruzado a nado llevando delante el
ganado, se tendió en un lu g ar de h ierb a espesa, p a ra que,
con el descanso y el p asto a b u n d an te, los bueyes se recupe-
5 rasen, pues incluso él e stab a cansad o del cam ino. Al a p o

derarse de él, am o d o rra d o p o r la com ida y el vino, un p ro


fundo sueño, un p a sto r vecino de aquella com arca llam ado
Caco, altanero de su fuerza, seducido p o r la h erm osura de
los bueyes, quiso llevarse aquella presa; com o, si a rreab a la
m anada delante de sí h a sta su cueva, las huellas m ismas
iban a o rientar hacia allí la b ú sq u ed a de su dueño, a rrastró
por el rab o recu lan d o h a sta la cueva a los bueyes de m ejor
6 aspecto. H ércules, al rayar el alba, espabiló del sueño,
recorrió con la vista la m an ad a y se percató de que falta
ban algunas cabezas; se dirige a la cueva m ás cercana p o r si
acaso hay huellas en aquella dirección; al ver que to d as se
dirigen tiacia el ex terio r y que ninguna lleva en sentido
contrario, confundido y desconcertado, com enzó a alejar
7 las reses de aquel lugar poco seguro. Al p artir, algunas
reses m ugieron al echar de m enos, com o suelen, a las que
faltaban, y los m ugidos de resp u esta de las que estab an
encerradas en la cueva hicieron d a r la vuelta a H ércules.
C uando éste se dirigía hacia la cueva, Caco intentó cerrarle

15 El décimo Trabajo de Hércules consistió en robarle los bueyes a


Gerión, el monstruo de tres cabezas que reinaba en Iberia. La leyenda de
Hércules y Caco es la resultante de fusionar las versiones griega e itálica
de un mismo mito para explicar eí culto de Hércules en el Ara Maxima.
LIBRO 1 177

el paso a la fuerza, pero cayó m uerto a golpe de m aza,


reclam ando en vano la ayuda de los pastores. P o r entonces 8
E vandro, un fugitivo del P eloponeso, m andaba en aquella
com arca, más p o r su prestigio que por un p oder legal;
hom bre respetable por algo fuera de lo com ún: su conoci
m iento de la escritura t6, algo nuevo entre hom bres d espro
vistos de instrucción; y aún m ás respetable porque se creía
que su m adre, C arm enta, e ra u n a d io s a 17 a la que aquellas
gentes habían adm irado com o profetisa antes de la llegada
a Italia de la Sibila. E v an d ro , pues, a traíd o p o r la agióm e- 9
ración de pastores que se ag itab an en to rn o al forastero,
reo de un hom icidio flagrante, se enteró, prim ero, del
hecho y de su causa; después,, al fijarse en el p orte y el
aspecto de aquel h om bre, de más envergadura y más
im ponentes que los de un ser hum ano, le pregunta quién
es. C uando conoció su nom bre, su padre y su p atria, dijo: to
«Hijo de Jú p iter, H ércules, yo te saludo; mi m adre, intér
prete fiel de los dioses, me vaticinó que tú llegarías a
engrosar el núm ero de los m orad o res celestes y que te sería
dedicado aquí un altar, al que el pueblo que un día será el
más poderoso de la tierra d a rá el nom bre de M áxim o y
celebrará el culto según el ritual que te es propio». Hércules ti
le tendió la m ano, y dijo que aceptaba el presagio y que iba
a llevar a cum plim iento los oráculos erigiendo y consa
grando el altar. E ntonces, por prim era vez, echando m ano 12
de la m ejor vaca del reb añ o , se celebró un sacrificio a H ér
cules, to m ando com o m inistros de la cerem onia y del b an
quete ritual a los P oticios y a los Pinarios, las más ilustres
familias de entonces m o rad o ras de aquella región. C asual- π

16 Los romanos le atribuían a Evandro la introducción del alfabeto


latino, que, sin embargo, no aparece antes del siglo vil a.C.
17 No está esclarecida la función de esta antigua divinidad, Carmenta,
cuya fiesta se celebraba en enero. El paso de Evandro a Roma hizo de ella
e! paralelo de Temis.
178 HISTORIA DE ROMA

m ente ocurrió que los P oticios llegaron a tiem po y se les


sirvieron las viandas consagradas, y que los Pinarios llega
ron, consum idas ya éstas, al resto del banquete. P o r eso
quedó estatuido, m ientras p erduró la fam ilia de los Pina-
14 rios, que no p ro b asen la carne del sacrificio. Los Poticios,
instruidos p o r E vandro, fueron sacerdotes de este sacrificio
du ran te m uchas generaciones, h asta que, encom endado a
esclavos estatales el m inisterio sagrado de la fam ilia, ei
15 linaje de los Poticios se extinguió p o r com pleto. Fue éste el
único culto que, p o r entonces, R óm ulo tom ó del e x tran
jero , m o strándose ya a favor de la inm o rtalid ad lograda
por el valor, hacia la cual le llevaban sus hados.
8 U na vez realizadas ritualm ente las cerem onias religiosas
y convocada a asam blea la pob lació n , que únicam ente a
través de lazos ju ríd ico s p o d ía cohesionarse com o un solo
2 pueblo, le dio leyes; considerando que éstas serían inviola
bles p ara aquellos hom bres rudos únicam ente si él mismo
se hacía respetable con los sím bolos externos de la au to ri
d ad, resaltó su m ajestuosidad con los dem ás elem entos de
su presentación extern a, pero sobre to d o con la au toads-
3 cripción de doce lictores. C reen, unos, que se atuvo a esta
cifra p o r el núm ero de aves que h ab ían presagiado en
augurio su reinado: yo, p o r mi parte, no dudo en unirm e al
parecer de los que o p in an que esta clase de servidores fue
im p o rtad a de los etruscos lim ítrofes, de donde proviene la
silla curul y la to g a p retex ta, y no sólo la clase, sino tam
bién el núm ero; y los etruscos a c tu a b a n así, porq u e, al ele
gir de entre doce pueblos un rey p a ra todos ellos, cad a uno
de los pueblos a p o rta b a un lictor.
4 Crecía, en tretan to , la ciudad incorporando con m u ra
llas nuevos y nuevos espacios, pues constru ían el recinto en
previsión de la p oblación fu tu ra , m ás que sobre la base
5 de los h ab itantes que h a b ía entonces. D espués, p a ra que
no quedase vacía un a ciudad de aquellas dim ensiones,
LIBRO I 179

con el fin de increm entar la p oblación m ediante el viejo


recurso de los fu ndadores de ciudades, que reunían en to r
no suyo u n a m u ltitu d o scu ra y de baja extracción con la
ficción de que de la tie rra les h abía b ro ta d o descenden
cia, abre un «asilo» 18 en el lug ar en que actualm ente hay
un cercado según se sube entre los dos bosques sagra
dos. D esde los pueblos vecinos un aluvión de gentes de
todas clases, sin distinción de esclavos y libres, ansiosos
de novedad, acu d iero n a refugiarse allí, y ésta fue la
prim era ap o rtació n sólida en orden a las proporciones
del traz a d o u rb an o . Satisfecho ya de sus fuerzas, dispo
ne a co n tinuación u n a organ izació n p a ra ellas. C rea cien
senadores, bien p o r ser suficiente este núm ero, o bien
p o r haber sólo cien que pudiesen ser creados senad o
res 19. En cualquier caso, recibieron la denom inación
honorífica de Padres, y patricios sus descendientes.

18 El monte Capitolino tenía dos cimas (en una, la ciudadela; en la


otra, el Capitolio), cubiertas antiguamente de bosque. La palabra «asilo»
era de uso religioso-político: lugar sagrado, inviolable, donde podía
encontrar refugio una población marginal. El modelo griego de ásylon
estaba relacionado con la adquisición del derecho de ciudadanía, y esta
medida pudo ser interpretada como expresión de una política de fomento
del crecimiento demográfico.
19 Sigue sin esclarecerse el origen del Senado, del Consejo de Ancianos
de los romanos. En la versión recogida por Dionisio de Halicarnaso, en lo
que al número miembros se refiere, se atribuían 100 al Senado de
Rómulo, cifra aumentada en 50 por Tito Tacio y doblada por Tarquinio
Prisco. En otras versiones, Tarquinio añadió 100, y tos cien intermedios se
debieron o bien al influjo sabino o bien a ia absorción de Alba. Según
otros, el Senado no tuvo un número fijo de miembros, si se trataba de los
cabezas de las principales familias.
180 HISTORIA DE ROMA

9 R o m a era ya ta n fuerte, que su po ten


R a p to de
cial bélico e sta b a a la a ltu ra del de cu al
tas sabinas 20.
q u iera de los E stados vecinos; pero,
Guerras
subsiguientes debido a la falta de mujeres, su grandeza
estaba ab o cad a a d u ra r u na generación, al
no tener en sí posibilidad de p erpetuarse ni existir m atri-
2 m onios con los pueblos del en to rn o . E ntonces, p o r consejo
del senado, R óm ulo envió u na legación a los pueblos cir
cundantes a p resen tar u n a petición de alianza y de enlaces
3 m atrim oniales con el nuevo pueblo: que tam bién las ciuda
des, com o lo dem ás, n acían de casi nada, pero, después, las
que tenían a su favor su p ro p io valo r y a los dioses se
4 labraban un gran poderío y u n gran nom bre; que de sobra
sabían que los dioses hab ían p ro p iciad o el nacim iento de
R om a, y que el valor no iba a faltar; que, p o r consiguiente,
no rehusasen, hom bres com o eran, m ezclar su sangre y su
5 raza con otros hom bres. La legación no fue escuchada
favorablem ente en p arte alguna: hasta ese extrem o despre
ciaban y, a la vez, tem ían , p o r sí m ism os y p o r sus descen
dientes, a u n a potencia tan grande que se d esarro llaba en
m edio de ellos. Y fueron despedidos entre las preguntas
casi generales de si h ab ían abierto algún asilo tam bién para
mujeres, pues eso, en definitiva, su p o n d ría m atrim onios del
6 m ism o nivel. .La ju v en tu d ro m an a tom ó a m al este desaire
y la situación com enzó a a p u n ta r claram ente hacia u na
salida violenta. A fin de p ro p o rc io n a r m om ento y lugar
adecuado a esta salida, R óm ulo disim ula su resentim iento
y dispone con to d a intención unos juegos solem nes en

20 El trasfondo histórico de interés está en si la sociedad romana pri


mitiva se debió a la integración de sabinos y latinos. Los datos arqueoló
gicos apuntan a que, en los siglos vtn/vti, había comunidades separadas
en Palatino, Esquilino y Quirinal, y están confirmados los el em en t o s sabi
nos de la Roma primitiva.
LIBRO 1 181

ho n o r de N ep tu n o Ecuestre: los llam a C on su alia 21.


O rdena, a continuación, que sean invitadas al espectáculo
las poblaciones vecinas; lo solem nizan con cuantos medios
en aquella época se conocían o estaban en su m ano, para
hacerlo fam oso y d esp ertar la expectación. Acudió m ucha
gente, atraíd a, adem ás, p o r la curiosidad de ver la nueva
ciudad, pero sobre to d o los de las cercanías: ceninenses,
crustum inos y a n te m n a te s 22. De los sabinos acudió la
población en m asa, m ujeres e hijos incluidos. F u ero n aco
gidos com o huéspedes en las casas particulares, y al ver el
em plazam iento, las m urallas y la cantidad de viviendas de
la ciudad, se aso m b ran del desarrollo de R om a en tan poco
tiem po. C uando llegó la h o ra del espectáculo y estaban
concentradas en él las m iradas y la atención, se puso en
m archa según lo previsto el golpe de fuerza: a una señal
dada, los jóvenes ro m anos se lanzan a ra p ta r a las do nce
llas. La m ayoría de ellas fuero n cogidas al azar p o r el pri
m ero que las tuvo a m ano; algunas, especialm ente h erm o
sas, reservadas a los senadores más im portantes, eran
llevadas a casa de éstos p o r los plebeyos a los que se les
había encom endado esta m isión. U na, que resaltaba n o ta
blem ente entre las dem ás p o r su atractiv o y belleza, fue
ra p tad a por los hom bres de u n tal T alasio, según dicen, y
com o m uchos p reg u n tab an a quién se la llevaban, gritaban
a cada paso, p a ra evitar que fuese objeto de violencia, que
se la llevaban «a Talasio»: de ahí pasó este grito a las
bodas.
D esb aratad o el espectáculo p o r el pánico, los padres de
las doncellas escapan entristecidos, quejándose de la viola

21 Consualia eran las fiestas del 21 de agosto y 15 de diciembre en


honor de Consus, dios itálico de la agricultura que aquí aparece identifi
cado con Neptuno como dios creador del caballo.
52 De las tres comunidades, la única que subsistía en época clásica era
la de Antemnae, situada junto a ía desembocadura del Anio.
182 HISTORIA DE ROMA

ción de las leyes de la hospitalidad e invocando al dios a


cuya fiesta y juegos h ab ían acudido engañados por la ap a
riencia del respaldo de las leyes de la religión y la hum ani-
14 dad. En cu an to a las víctim as del rapto, no abrigan espe
ranzas m ás halagüeñas sobre sus personas, ni es m enor su
indignación. Pero R óm u lo las iba visitando personalm ente
y les hacía ver que lo ocu rrid o se d ebía al orgullo de sus
padres, que habían negado a unos vecinos la celebración de
enlaces m atrim oniales; que ellas, sin em bargo, iban a ser
sus esposas, iban a c o m p a rtir todos sus bienes, su ciu d ad a
nía y lo que hay m ás qu erid o p a ra el género hum an o : los
15 hijos; que depusiesen ya su enfado y entregasen sus senti
m ientos a quienes el azar h ab ía entregado sus cuerpos; que,
a m enudo, de sentirse ofendido se p asa al afecto; que van a
tener unos m aridos ta n to mejores cuanto que cada uno de
ellos p o n d rá em peño no sólo en cum plir los deberes especí
ficos suyos, sino en llenar la nostalgia por la falta de padres
16 y de patria. A estas p alab ras se añ ad ían las caricias de sus
m aridos, que disculpaban el rap to atribuyéndolo al deseo y
al am or, excusas éstas de la m ayor eficacia ante la m anera
de ser de la mujer.
10 Los ánim os de las rap tad as se habían ya aplacado
m ucho; pero, precisam ente entonces, sus padres con vesti
m entas de luto, lágrim as y quejas tra ta b a n de sublevar a
sus co m patriotas. Y no circunscribían su indignación a sus
lugares de residencia, sino que de to d as partes venían a
congregarse en torno a Tito T a c io 23, rey de los sabinos; allí
confluían to d as las legaciones, p o rq u e el n o m b re.d e Tacio
2 era el más sonado en aquellas com arcas. Los ceninenses,
crustum inos y an tem n ates eran p arte afectada por aquella

21 La forma Tatius es ¡a latinización de un nombre sabino. La biogra


fía de este personaje debió de elaborarse en el siglo in a. C., para dar
cuerpo, tal vez, al elemento sabino de Roma, en la que existió una tribu
Tilles.
LIBRO I 183

afrenta; les pareció que T acio y los sabinos actu ab an con


lentitud: ellos, los tres pueblos, preparan la guerra en
com ún. Ni siquiera los crustum inos y antem nates se mué- 3
ven con suficiente rapidez a ojos de los ceninenses enarde
cidos de ira; en consecuencia, el pueblo cenino ataca él solo
el territorio rom ano. C uando están extendiendo la devasta- 4
ción, se p resenta R ó m u lo con el ejército y, con un ligero
choque, les d em uestra la inutilidad de la cólera sin fuerzas:
d erro ta y pone en fuga a su ejército, y después de disper
sarlo, lo persigue; m a ta al rey en com bate singular y lo
despoja. M u erto el jefe enem igo, to m a la ciudad al prim er
asalto. D espués de h acer volver al ejército victorioso, él, 5
tan grande p o r sus hazañ as com o jactancioso de sus
hechos, subió al C ap ito lio llevando los despojos del jefe
enem igo, al que h ab ía d ado m uerte, suspendidos de una
parihuela debidam ente co n stru id a al efecto y los depositó
ju n to a ia encina sagrada de los pastores; a la vez que hacía
esta ofrenda, trazó el em plazam iento de un tem plo de J ú p i
ter y añadió u n a nueva advocación al dios: «Júpiter Fere- 6
trio, dijo, yo R óm ulo, rey vencedor, te traigo estas arm as
de un rey, y en este recinto que acabo de delim itar en mi
m ente te consagro un tem plo que h a de recibir los despojos
opim os que, después de d ar m uerte a los reyes y jefes
enem igos, mis sucesores te tra e rá n siguiendo mi ejemplo.»
Éste es el origen del prim er tem plo que fue consagrado en 7
R om a. Fue, en adelante, volu n tad de los dioses que no
resultasen vanas las palabras del fundador del tem plo, con
las que p roclam ó que sus sucesores llevarían allí los d esp o
jos, y que no se degradase la gloria de tal ofren d a al ser
m uchos los que la consiguiesen. D espués, en el transcurso
de tantos años, de tan tas guerras, únicam ente dos veces
hubo despojos o p im o s24; ta n ra ra fue la suerte de un
h o n o r com o éste.

24 Referencia a A. Cornelio Coso y a M. Claudio Marcelo, vencedor


184 HISTORIA DE ROMA

M ientras los rom anos realizan esto, el ejército de los


antem nates, aprovechando la o p o rtu n id ad de que no h ab ía
nadie, irrum pe com o enem igo en te rrito rio rom ano. A
m archas forzadas las fuerzas ro m an as se dirigieron tam
bién co n tra ellos y los so rp ren d iero n desplegados p o r los
campos'. Los enem igos se dispersaron al prim er choque, a
los prim eros gritos; su ciudad fue tom ad a. H ersilia, la
esposa de R óm ulo, ago b iad a p o r los ruegos de las ra p ta
das, le pide, cuando está eufórico p o r la doble victoria, que
perdone a los padres de aquéllas y les conceda la ciudada
nía: de ese m odo se co nsolidará la situación, con la reconci
liación. Lo consiguió sin dificultad. M archó después contra
los crustum inos, que hab ían ro to las hostilidades. En este
caso la lucha fue aún m enor, p orque estaban desalentados
p or las d erro tas de los otros. Se enviaron colonias a am bas
c iu d ad e s25; apaiecieron m ás voluntarios p a ra ir a C rustu
m erio, debido a la fertilidad de su suelo. T am bién hubo
abundante m igración de esta ciudad hacia R om a, sobre
todo p o r parte de los padres y allegados de las que habían
sido raptadas.
La últim a g uerra surgió del lado sabino y fue, con
m ucho, la de m ayor envergadura, pues en n ad a se dejaron
a rra stra r p o r la ira o el apasio n am ien to ni dejaron traslucir
las hostilidades antes de rom perlas. Al frío cálculo unieron,
adem ás, la astucia. E spurio T arpeyo estab a al frente de la

de los galos en el año 222 a. Ç, Los reclamó en el año 29 a. C. M. Licinio


Craso, negándose Augusto. El silencio de Livio sobre este último dato ha
dado pie a conjeturas diversas.
25 Los pueblos vencidos debían ceder a Roma la tercera parte de sus
tierras, que pasaban al ager publicus o se repartían entre los colonos que
enviaba Roma. Sus habitantes emigraban a Roma o quedaban como
peregrini.
LIBRO 1 185

ciu d ad ela de R om a. Su hija, u n a vestal,


La hija de Tarpeyo, , , , , „ .
e* la guerra sabina. es so b o rn a d a p o r el oro de Tacio p a ra que
Veyos y Fidenas, deje e n tra r en la ciudadela a unos hom -
«Muerte» de bres arm ad o s —ella h abía salido casual-
Rónrnlo m ente fuera de las m urallas a buscar
agua p ara las cerem onias del cu lto — . C uando en traron, la
hicieron m orir ap lastán d o la con sus arm as, bien p a ra d a r
la im presión de que la ciud ad ela h ab ía sido to m ad a p or la
fuerza, o bien p a ra d e ja r sen tad o el precedente de que los
traidores en ningún caso p o d rían confiar en los com prom i-
sos. La leyenda añade que los sabinos llevaban, o rd in aria
m ente, brazaletes de oro de gran peso en el brazo izquierdo
y anillos de g ran belleza con joyas engastadas, y que
habían apalab rad o con ella «lo que llevaban en la m ano
izquierda»: p o r eso echaro n sobre ella los escudos, en vez
de darle las alhajas de oro. H ay quien dice que ella, b a sá n
dose en el acuerdo de entregar lo que había en la m ano
izquierda, pidió expresam ente las arm as y, al sospechar
que íes ten d ía u n a tra m p a , la hicieron m orir con su p ro p ia
recom pensa26.
El caso fue que ios sabinos se hicieron con la ciudadela;
y, al día siguiente, a pesar de que el ejército rom ano había
cubierto en form ación la planicie situ ad a entre el m onte
P alatin o y el C ap ito lin o , no descendieron al llano hasta
que los rom anos, aguijoneados por la ira y las ganas de
recuperar la ciudadela, se lanzaron contra ellos desde
abajo. En cabeza de am bas form aciones anim aban la lucha
M etió C urcio, del lado de los sabinos, y H ostio H ostilio,
del de los rom anos. Éste sostenía a los rom anos, en posi
ción desventajosa, en p rim era línea con su coraje y valen-

26 Circulaba también otra versión cuyo motivo era el amor al general


enemigo. Se trata de una leyenda explicativa del nombre, etrusco en reali
dad, de la roca Tarpeya.
LIBRO 1 185

ciu d ad ela de R om a. Su hija, u n a vestal,


La hija de Tarpeyo, , , , , „ .
e* la guerra sabina. es so b o rn a d a p o r el oro de Tacio p a ra que
Veyos y Fidenas, deje e n tra r en la ciudadela a unos hom -
«Muerte» de bres arm ad o s —ella h abía salido casual-
Rónrnlo m ente fuera de las m urallas a buscar
agua p ara las cerem onias del cu lto — . C uando en traron, la
hicieron m orir ap lastán d o la con sus arm as, bien p a ra d a r
la im presión de que la ciud ad ela h ab ía sido to m ad a p or la
fuerza, o bien p a ra d e ja r sen tad o el precedente de que los
traidores en ningún caso p o d rían confiar en los com prom i-
sos. La leyenda añade que los sabinos llevaban, o rd in aria
m ente, brazaletes de oro de gran peso en el brazo izquierdo
y anillos de g ran belleza con joyas engastadas, y que
habían apalab rad o con ella «lo que llevaban en la m ano
izquierda»: p o r eso echaro n sobre ella los escudos, en vez
de darle las alhajas de oro. H ay quien dice que ella, b a sá n
dose en el acuerdo de entregar lo que había en la m ano
izquierda, pidió expresam ente las arm as y, al sospechar
que íes ten d ía u n a tra m p a , la hicieron m orir con su p ro p ia
recom pensa26.
El caso fue que ios sabinos se hicieron con la ciudadela;
y, al día siguiente, a pesar de que el ejército rom ano había
cubierto en form ación la planicie situ ad a entre el m onte
P alatin o y el C ap ito lin o , no descendieron al llano hasta
que los rom anos, aguijoneados por la ira y las ganas de
recuperar la ciudadela, se lanzaron contra ellos desde
abajo. En cabeza de am bas form aciones anim aban la lucha
M etió C urcio, del lado de los sabinos, y H ostio H ostilio,
del de los rom anos. Éste sostenía a los rom anos, en posi
ción desventajosa, en p rim era línea con su coraje y valen-

26 Circulaba también otra versión cuyo motivo era el amor al general


enemigo. Se trata de una leyenda explicativa del nombre, etrusco en reali
dad, de la roca Tarpeya.
186 HISTORIA DE ROMA

3 tía. C uando H ostio cayó, auto m áticam en te el frente


rom ano se repliega en desb an d ad a. A rrastrad o tam bién
R óm ulo p o r el revuelo de los fugitivos hasta la antigua
p u erta del P alatin o , dice lev an tan d o sus arm as hacia el
4 cielo: «Júpiter, im pulsado p o r tus auspicios asenté aquí en

el P alatin o los prim eros cim ientos de R om a. Los sabinos


tienen ya en su p oder la ciudadela, conseguida p o r u na
traición; desde ella se dirigen en arm as hacia aquí, ya han
5 rebasado el valle que hay en m edio. P ero tú, pad re de los
dioses y de los hom bres, al m enos de aquí a p a rta al ene
migo; libera del pánico a los ro m an o s y detén esta huida
6 vergonzosa. Yo p ro m eto levantar en este lugar un tem plo a
Jú p iter S tato r, que recuerde a la posteridad que R o m a se
7 salvó gracias a tu ayuda protectora.» D espués de hacer esta
súplica, exclam ó, com o si hubiese percibido que sus ruegos
habían sido escuchados: «R om anos: Jú p ite r, el m ejor, el
más grande, o rd en a que os detengáis y desde aquí reem
prendáis el com bate.» Los ro m an o s se p a ra ro n com o si se
lo hubiese o rd en ad o u n a voz de lo alto; R óm ulo en per-
8 sona se lanza a prim era línea. M etió C urcio, en cabeza de
los sabinos, h ab ía b ajad o a la c arrera desde la ciudadela y
había rechazado a los rom anos en desb an d ad a por to d a la
extensión que ocupa el F o ro . N o estab a ya lejos de la
pu erta del P alatin o y gritaba: «H em os vencido a estos pér
fidos huéspedes, a estos cobardes enemigos; aho ra saben ya
que u n a cosa es ra p ta r m uchachas y o tra m uy d istin ta
9 pelear con hom bres.» M ien tras está fan farro n ean d o de este
m odo, R óm ulo se lanza c o n tra él con un grupo de jóvenes
de los m ás intrépidos. C asualm ente, en ese m om ento,
M etió com batía a caballo; p o r ello, fue m ás fácil recha
zarlo. Los rom anos lo acosan en su retirada, y el resto del
ejército ro m ano, enardecido p o r la audacia de su rey,
10 d erro ta a los sabinos. M etió se p recipitó en una m arism a,
al espantarse el caballo con el tu m u lto de los perseguido-
L I BRO I 187

res; esta circunstancia atrajo la atención de los sabinos,


ante el peligro de un ho m b re ta n principal. Y él, al hacerle
señas y llam arle los suyos, rean im ad o p o r el num eroso
apoyo, logra escapar. R om anos y sabinos reem prenden la
lucha en el valle que m edia entre las dos colinas: pero los
rom anos estaban en ventaja.
Entonces, las mujeres sabinas, p o r cuyo agravio se o
había originado la g uerra, sueltos los cabellos y rasgadas
las vestiduras, so b reponiéndose ante la desgracia al enco
gim iento propio de la m ujer, se atrevieron a lanzarse en
m edio de una nube de flechas, irru m p ien d o de través, p a ra
separar a los contendientes y poner fin a su furor; alterna- 2
tivam ente, suplicaban a sus padres y a sus m aridos que no
com etiesen la im piedad de m ancharse con la sangre de un
suegro o de un yerno, que no m ancillasen con un parricidio
el fruto de sus entrañas, sus nietos unos, otros sus hijos: «Si 3
estáis pesarosos del parentesco que os une, si lo estáis de
estos m atrim onios, to rn ad vuestra ira co n tra nosotras;
nosotras som os la cau sa de la guerra, de las heridas y
m uertes de nuestros m aridos y nuestros padres; m ejor
perecer que vivir sin unos u o tro s de vosotros, viudas o
huérfanas.» El gesto em ociona a soldados y jefes. Se hace 4
un silencio y u na quietud súbita; después, los jefes se ad e
lantan a estipular u na alianza. No sólo establecen la paz,
sino que integran los dos pueblos en uno Solo. Form an un
reino com ún, la base del poder p a ra todos ellos la tra sla
dan a R om a, que se vio así duplicad a, y para hacer tam - 5
bién alguna conceción a los sabinos, tom aron todos el
nom bre de «quirites», por C u re s27. C om o recuerdo de

-1 No está clara la etimología de «Quintes». Cures era una ciudad


sabina que apareció relacionada con las leyendas de la antigua Roma, que
la hacían cuna de Numa. Situada sobre una colina en la margen izquierda
dei Tiber: no hay pruebas arqueológicas de su antigüedad.
188 HISTORIA DE ROMA

aquel com bate, el lug ar en que el caballo dejó en tierra


firme a C urcio después de salir de la p ro fu n d a m arism a se
llamó Lago Curcio.
6 La alegre paz que inm ediatam ente sucedió a una guerra
tan deplorable to rn ó a las sabinas m ás queridas p a ra sus
m aridos y p adres, y m ás que p a ra nadie p a ra el m ism o
R óm ulo. P o r eso, al dividir a la población en treinta
7 c u ria s28, les dio los nom bres de aquéllas. Un detalle no

aparece en la tradición: al ser evidentem ente su perior a esa


cifra el n úm ero de m ujeres, ¿fueron escogidas en razón de
la edad, del rango suyo o de sus m aridos, o p o r sorteo, las
8 que habían de d a r su no m b re a las curias? P o r las m ism as
fechas fueron creadas tres centurias de caballeros: los
«ramnes», derivado de R óm ulo; los «ticies», de T ito T acio,
y los «lúceres», de no m b re y origen sin esc la re ce r29. A p a r
tir de entonces, los dos reyes ejercieron el poder en com ún
y, adem ás, de pleno acuerdo.
14 A lgunos años m ás ta rd e , unos parientes del rey Tacio
m altratan a los delegados de los laurentes; al invocar los
laurentes el derecho de gentes, pesó más ante Tacio la
2 influencia y los ruegos de los suyos, y com o consecuencia,
se hizo objeto del castigo a que ellos eran acreedores, pues
un a vez que asistió en L avinio a un sacrificio solem ne se
3 produjo u na revuelta y fue asesinado. Se dice que R óm ulo
reaccionó ante este hecho con m enos pesar del que debía,
bien porque no c o m p artía el p oder con m ucho convenci
m iento, o bien p o r estim ar que h ab ía sido m uerto no sin
razón. D escartó, pues, la guerra; pero, p a ra que hubiese

28 La organización por curias no puede remontarse más allá del


período etrusco, de Ja evolución de ia comunidad puramente pastoril
29 Diversas hipótesis hacían derivar luceres del nombre de un rey
etrusco; del nombre de Lucerus, rey de Árdea; de lucus.
LIBRO I 189

una expiación de la ofensa a los legados y de la m uerte del


rey, la alianza entre R o m a y Lavinio fue renovada.
H ubo, en este sentido, u n a paz con la que no se con- 4
taba; pero estalló o tro conflicto a rm a d o 30 m ucho más
cerca, casi a las p u ertas m ism as de R om a. Los fidenates,
estim ando que a su lado co b ra b a p ujanza u na potencia
dem asiado cercana, antes de que tuviera una fuerza tan
grande com o parecía evidente que iba tener, se adelantan a
hacerle la guerra. C on su ju v en tu d a rm a d a invaden y a rra
san el territo rio situ ad o entre R o m a y F id e n a s 31. T iran , 5
después, hacia la izquierda, porque a la derecha les co rtab a
el Tiber; se dan al saqueo, con el consiguiente pánico de los
cam pesinos; y la p rim era n o ticia de ello fue el tropel de
gente que, de repente, en tró en la ciudad corriendo desde
los cam pos. P uesto sobre aviso R óm ulo —pues una gu erra ó
tan cercana no adm itía dilació n — , hace salir al ejército y
sitúa el cam pam ento a u n a m illa de Fidenas. Dejó allí u na 7
pequeña guarnición, salió con todas las tro p as, dio orden
de que una parte de la infantería se apostase, em boscada,
en una zona cubierta de espesa m aleza; siguió adelante con
la m ayor parte de la infantería y con to d a la caballería, e
hizo salir al enemigo, com o pretendía, con un p lantea
m iento de lucha tu m u ltu ario y am enazador, acercándose la
caballería casi hasta las puertas m ism as de la ciudad. A de
más, esta pelea de la caballería pro p o rcio n ó una co artad a
más verosím il p a ra la fuga que h ab ía q ue sim ular. Y al 8
andar la caballería com o d u d a n d o entre la decisión de a ta
car y la de huir, la in fan tería tam bién retrocedió; entonces,

30 Hay que descartar la historicidad de esta guerra con Fidenas y


luego con Veyos, pues ésta no llegó a ser una potencia hasta el siglo v a. C.
y aquélla era su trampolín frente a Roma.
31 Fidenas era la ciudad etrusca más próxima a Roma, a seis millas
romanas.
190 HISTORIA DE ROMA

los enemigos en salida repentina a puertas llenas, rechazan


las líneas rom anas y, en su afán de perseguirlas y acosarlas,
9 son atraídos al lugar de la em boscada. Salen de ella repen

tinam ente los rom an o s y atacan de flanco a las fuerzas


enemigas; viene a acrecentar el pánico la salida desde el
cam pam ento de los que h ab ían qu ed ad o com o guarnición.
De esta suerte, presa de un pánico p rovocado desde diver
sos ángulos, los fidenates vuelven la espalda, casi antes de
que R óm ulo y los que huían con él p u dieran volver n e n
io das; y en un desorden m ucho m ás acusado, com o que su
hu id a era auténtica, los que poco antes h ab ían perseguido
a los fugitivos sim ulados tra ta b a n de g an ar de nuevo la
ii ciudad. No consiguieron, sin em bargo, escapar del ene
migo: pegados a sus talones los rom anos, antes de que se
atrancasen las p u ertas, en tran a la c arrera com o si fo rm a
sen un solo ejército.
15 . Incitados los de V eyo s32 p o r el ejem plo de la guerra de
Fidenas, no sólo en razó n de su parentesco — pues tam bién
los fidenates eran etru sco s— , sino, adem ás, porque les
inquietaba la p roxim idad territo rial de R om a por si volvía
sus arm as c o n tra todos sus vecinos, hicieron u n a incursión
en te rrito rio ro m an o m ás en plan de pillaje que en g u erra
2 regular. Así, sin acam par, sin esperar el ejército enem igo,
volvieron a Veyos llevando el b o tín ro b ad o de los cam pos.
Los rom anos, p o r su parte, al no en co n trar al enem igo en
los cam pos, cruzan el T iber prep arad o s y dispuestos a un
3 com bate decisivo. C u an d o los de Veyos oyeron que los
rom anos acam p ab an y se iban a acercar a la ciudad, les

32 Veyos estaba a unos 19 kilómetros al norte de Roma, cerca del


Crémera, afluente del Tiber, sobre una planicie flanqueada por los valles
hoy Fosso délia Valchetta y Fosso dei Due Fossi, en una encrucijada de
rutas hacia Tarquinios, Nepi, Capena, Roma, etc., desde muy antiguo.
Situación altamente estratégica.
LIBRO I 191

salieron al encuentro, prefiriendo dirim ir la contienda en


cam po abierto antes que luchar, encerrados, desde las casas
y m urallas. En esta ocasión, sin potenciar sus fuerzas con 4
estratagem a alguna, verició el rey ro m an o gracias exclusi
vam ente al aguante de los soldados veteranos; tras perse
guir al enem igo puesto en fuga hasta las m urallas, si bien
con la ciudad no se atrevió, deb id o a sus sólidos m uros y a
la protección n atu ral de su em plazam iento, al volver arrasa
los cam pos, m ás p o r rep resalia que p o r afán de botín. F o r- 5
zados p o r este desastre no m enos que p o r la d erro ta, los de
Veyos envían a R o m a una em b ajad a a pedir la paz. Se les
exigió u n a p arte de su te rrito rio y se les concedió una tre
gua de cien años.
Éstos son, a grandes rasgos, los acontecim ientos civiles 6
y m ilitares del reinado de R óm ulo; n ad a en ellos contradice
la creencia en su origen divino ni la divinización que se le
atribuyó después de su m uerte, ni su valor al restituir el
tro n o a su abuelo, ni su plan de fu n d ar R om a y de consoli
d arla p o r m edio de la gu erra y de la paz. Pues, sin d u d a 7
alguna, con las fuerzas que él le p ro p o rcio n ó cobró vigor
suficiente p a ra tener la paz asegu rad a d u ran te los siguien
tes cu arenta años. Fue, sin em bargo, más del agrado del 8
pueblo que de los senadores, y m ás que ningún otro fue
m uy querido p o r el ejército; tuvo trescientos soldados, a los
que llam ó «céleres»33, com o g u ard ia personal ta n to en la
guerra com o en la paz.
Llevadas a cabo estas em presas inm ortales, en una oca- 16
sión en que asistía a u n a concen tració n p ara pasar revista a

33 Según la explicación más antigua, del siglo π a. C. cuando menos,


los celeres eran los 300 equites del ejército de Rómulo. Según otra expli
cación, la de los analistas de la época de Sila, eran la guardia personal que
tomó nombre de Celer, su jefe. Podría ser, en este caso, la trasposición del
tipo griego de! tirano, imagen bajo ia que aiguna tradición presentó a
Rómuio.
192 HISTORIA DE ROMA

las tro p as en un cam po ju n to a la laguna de la C a b r a 34, se


desató de golpe u n a tem pestad con gran fragor de truenos
y envolvió al rey en u n a nube tan densa que los reunidos
no podían verlo; después, ya n o reapareció R ó m u lo sobre
2 la tierra. Los jóvenes ro m an o s, recuperados al fin del susto
cuando el d ía ta n tem p estu o so se to rn ó sereno y apacible,
vieron vacío el asiento del rey, y aunque les m erecían cré
dito suficiente los senadores que estaban de pie a su lado
según los cuales h ab ía sido a rre b a tad o a las alturas p o r la
tem pestad, sin em bargo, sobrecogidos de desazón com o si
hubiesen quedado huérfanos, g u ard aro n silencio entristeci-
3 dos du ran te algún tiem po. Luego, prim ero unos cuantos y
después todos a la vez saludan a R óm ulo com o dios hijo de
un dios, rey y pad re de la ciudad de R om a; le im ploran con
plegarías la paz, que con v oluntad p ropicia p ro teja síepipre
4 a su descendencia. T engo entendido que no faltaro n tam
poco entonces quienes, en voz baja, sostenían que el rey
h abía sido despedazado p o r los senadores con sus p ropias
m anos, pues tam bién esta versión circuló, aunque müy
soterrada; la o tra versión fue consag rad a p o r la adm iración
hacia aquel personaje y p o r el m iedo que se dejaba sentir.
5 Le añadió adem ás credibilidad, dicen, la habilidad de un
solo individuo. E stab a la ciudad d esazonada, porque
echaba de m enos al rey, y en c o n tra de los senadores,
cuando P ró cu lo J u lio 35, hom bre de peso según dicen, a u n
que avalase un acontecim iento fuera de lo com ún, se pre-
6 senta a los reunidos y dice: «Q uirites: R óm ulo, padre de
esta ciudad, al ray ar hoy el alb a h a descendido, rep entina
m ente del cielo y se m e h a ap arecido. Al ponerm e en pie,
sobrecogido de tem or, dispuesto a venerarlo, rogándole


u Situada en la zona más baja del Campo de Marte, formada por los
residuos de una pequeña corriente.
,s Según la tradición, un hombre del campo de Alba Longa.
LIBRO 1 193

que me fuese perm itido m irarle cara a cara, me ha dicho: 7


‘Ve y anuncia a los rom anos que es voluntad de los dioses
que m i R o m a sea la capital del orbe; que practiquen por
consiguiente el arte m ilitar; que sepan, y así lo tran sm itan a
sus descendientes, que ningún p o d er hum ano puede resistir
a las arm as ro m a n a s.’ D icho esto —dijo —, desapareció por
los aires.» Es so rp renden te el crédito ta n grande que se dio 8
a aquel hom bre al hacer esta com unicación y lo que se
m itigó, entre el pueblo y el ejército, la añ oranza de R óm ulo
con la creencia en su inm ortalidad.

A to d o esto, la pasión y la lucha por el n


p oder tra ía n desasosegados a los senado-
Interregno res. N o h ab ía aún pretensiones individua
les, p o rq u e nadie sobresalía de m odo
especial en aquel pueblo nuevo: era u n a
pugna de facciones entre estam entos. Los de origen sabino, 2
com o después de la m uerte de T acio no habían participado
en la m onarquía, p a ra no q u e d a r sin ejercer el poder en
u na sociedad donde tenían los m ism os derechos, querían
que se n om brase un rey entre los suyos; pero los rom anos
antiguos rehusaban un rey ex tran jero . A pesar de esta 3
diversidad de propósitos, to d o s q uerían, sin em bargo, la
m o n arq u ía, al no h ab er p ro b a d o aún las mieles de la liber
tad. Les en tró , adem ás, a los senadores el m iedo a que un 4
E stado sin gobierno, un ejército sin m ando, exaltados
com o estaban los ánim os de m uchos pueblos vecinos, fuese
objeto de la agresión de alguna potencia extranjera. P o r
una parte, querían que hubiese u na cabeza; p o r o tra, nadie
se decidía a ceder en pro de otro. E n tales circunstancias, 5
los cien senadores asum en el p o d er en com ún, fo rm ando
diez decurias y n o m b ran d o a uno de cada decuria para
fo rm ar parte del gobierno. M an d ab an los diez, pero uno
solo tenía las insignias del m an d o y los lictores. El m ando 6
J94 HISTORIA DE ROMA

se term in ab a a los cinco días e iba p asando por todos por


turno; el intervalo entre reinados fue de un año. P o r eso se
llam ó interregno, nom bre que todavía conserva en la actúa-
7 lid a d 36. P ero, entonces, la plebe m u rm u rab a que se había

m ultiplicado su servidum bre; que, en lugar de uno, tenían


cien am os. D a b a la im presión de que no iban a aceptar
8 o tra cosa que un rey, y n o m b rad o p o r ellos. Los senadores,
al percibir esta agitación, com prendieron que h ab ía que
adelantarse a ofrecer lo que iban a perder, y así se granjean
el favor del pueblo dejándole d isponer del poder suprem o,
conservando en realidad, m ás derechos que los que cedían.
9 En efecto, d eterm inaron que la designación de rey hecha
po r el pueblo sería válida únicam ente si los senadores la
sancionaban. T am bién en nuestros días, cuando se vota
una ley o se elige u n m ag istrad o , se hace uso del m ism o
derecho, aunque es sólo u n a form alidad: antes de que el
pueblo em ita su voto los senadores sancionan el resultado,
ίο desconocido aún, de la votación. En aquella ocasión el
interrey, convocada la asam blea, dijo: «P ara nuestro bien,
prosperidad y felicidad, ciudadanos, elegid rey: así lo han
acordado los senadores. D espués, si la elección recae en un
digno sucesor de R óm ulo, los senadores la ratificarán.»
11 Este planteam iento fue tan del agrado del pueblo que, p a ra
no dejarse g anar en g enerosidad, se lim itó a ac o rd a r y
disponer que el senado decidiese quién ib a a reinar en
Rom a.

36 Pasó a la República, hasta su final, el nombre de interregnum, así


como el de interrex. Si desaparecían ¡os dos cónsules, los senadores nom
braban un interrex que pudiera convocar los comicios para elegir otros
nuevos. El interregno es aquí una anticipación anacrónica de varios siglos
cuyo trasfondo está en la tradición empeñada en que el poder de los reyes
se había trasvasado a los cónsules e instituciones republicanas.
LIBRO I 195

P o r aquella ép oca era muy p o n d erad a 18


Num a P om pilio, la eq u id ad y la piedad de N um a P om pi-
re y p a c ífic o l io 37. Vivía en Cures, ciudad sabina; era
y reform ador un hom bre m uy versado —en la m edida
en que se p o d ía serlo en aquellos
tiem pos— en derecho sagrado y civil. Se le asigna equivo- 2
cadam ente com o m aestro, a fa lta de otro, a P itágoras de
Sam os, el cual está co m p ro b ad o que, cuando en R om a
rem aba Servio T ulio, m ás de cien años más tarde, con
gregó grupos de jóvenes atraíd o s p o r sus doctrinas en los
últim os confines de Italia: en M e ta p o n to , H eraclea y C ro
to n a 38. Desde lugares tan rem otos, aun suponiendo que 3
hubiese sido de la m ism a época, ¿cóm o iba a llegar su fam a
hasta los sabinos?, ¿en qué lengua se iba a com unicar para
despertar en alguien el deseo de aprender?, ¿con qué
defensa un hom bre solo ib a a llegar a viajar a través de
tan tos pueblos de lenguas y costum bres diferentes? P or eso, 4
yo soy, más bien, de la opinión de que N um a, p o r su p ro
pia inclinación n a tu ra l, lab ró su ánim o en la virtud y que
se form ó, no ta n to con co nocim ientos venidos de fuera,
com o con la educación severa y rígida de los antiguos sabi
nos, el pueblo de costum bres m ás íntegras que jam ás exis
tió. Al oír el nom bre de N um a, los senadores rom anos, a 5
pesar de estim ar que el p o d er b asculaba hacia los sabinos si
el rey era elegido de entre ellos, no se atrevieron, sin
em bargo, a anteponerse a sí m ism os ni a o tro de su p artido

31 La biografía legendaria de Numa Pompilio se fue formando en


estadios sucesivos; el único dato histórico en lo referente a este rey es su
nombre.
38 Pitágoras emigró de Samos por segunda vez hacia el 530 a. C., qui
zás a Crotona, que tuvo que abandonar posiblemente en el 509 dirigién
dose a Metaponto, donde murió. La trasposición cronológica pudo
deberse a que la figura de Numa elaborada por la tradición tenía rasgos
que reflejaban la doctrina pitagórica.
196 HISTORIA DE ROMA

ni a nadie, en fin, de los senadores o de los ciudadanos a


un hom bre sem ejante; todos unánim em ente deciden que la
6 m onarquía debe recaer en N um a P om pilio. R eclam ada su
presencia, lo m ism o que R ó m u lo , se hizo cargo del poder
previa to m a de los augurios p a ra fu n d ar la ciudad, y dis
puso que, tam bién, acerca de su persona, se co n su ltara a
los dioses. A co n tin u ació n , condu cid o a la ciud ad ela p o r
un áugur. —cargo éste que, en adelante, tuvo oficialm ente
de m odo perm anente esta función h o n o ríñ ca —, se sentó en
7 una piedra de cara al m ediodía. T om ó asiento a su
izquierda el áugur con la cabeza cubierta, sosteniendo con
la m ano d erecha un b astó n curvo sin nudos al que llam a
ron lituus. A cto seguido, después de a b arcar con la m irad a
la ciudad y el cam po y de invocar a los dioses, trazó m en
talm ente u n a línea que sep arab a el espacio de O riente a
O ccidente y d eclaró que la p arte de la d erecha correspon-
8 día al Sur y la p arte de la izquierda al N orte; enfrente, todo
lo lejos que podía alcanzar la vista, fijó m entalm ente un
p u n to de referencia. E ntonces, cam biando el lituus a la
m ano izquierda e im poniendo la derecha sobre la cabeza de
9 N um a, hizo esta súplica: «Padre Jú p iter, si las leyes divinas
perm iten que N um a Pom pilio, aquí presente, cuya cabeza
yo estoy to can d o , sea rey de R om a, danos claram ente seña
lo les precisas dentro de los límites que he trazado.» Segui
dam ente enum eró los auspicios que quería obtener. C onse
guidos éstos, N um a fue declarado rey y descendió del
recinto augural.
19 Después de acceder al tro n o , se dispone a b asar la
nueva ciudad, fu n d ad a p o r la fuerza de las arm as, sobre
cim ientos nuevos: el derecho, la ley y las buenas costum -
2 bres. C om prendiendo que en un clim a de guerra no podían
aclim atarse a estas bases, p o rq u e la práctica m ilitar vuelve
más inciviles los ánim os, pensó que debía to rn a r m enos
rudo a su pueblo d esh ab itu án d o lo de las arm as. L evantó al
L I BRO I 197

pie del A rgileto 39 un tem plo de Ja n o p ara anunciar la paz


y la guerra: abierto, q uería decir que R o m a estaba en gue
rra; cerrado, que todos los pueblos del con to rn o estaban en
paz. (En adelante, después del reinado de N um a estuvo 3
cerrado dos veces: u na, bajo el consulado de T ito M a n lio 40
después de finalizada la p rim era gu erra Púnica; o tra, que
los dioses concedieron ver a nuestra generación, después de
la batalla de Accio, una vez restablecida la paz por el
em perador C ésar A ugusto p o r tierra y por m ar.) Lo cerró 4
N um a, una vez llevada a cabo la unió n con los pueblos
vecinos con tra ta d o s de alianza; al qu ed ar libres de pre
ocupación por el peligro exterior, p ara que la tranquilidad
no relajase los ánim os que el m iedo al enem igo y la disci
plina m ilitar habían refrenado, pensó que, antes que nada,
debía infundirles el tem o r a los dioses, elem ento de la
m ayor eficacia p a ra u na m asa ig n o ran te y en b ru to por
entonces. Com o dicho tem o r no podía calar en las m entes 5
sin el recurso de algún evento m ilagroso, sim ula tener
encuentros n o cturnos con la diosa E g e ria 41, y que, por
indicación de la diosa, instituye los cultos más agradables a
los dioses y no m bra sacerdotes específicos para cada dios.
A nte todo, divide el año en doce m eses42, según el 6

w Colína situada al nordeste del foro. Había leyendas diversas acerca


del origen del templo de fanus Geminas, pequeña estructura rectangular
que estaba cerca de la curia en el foro.
40 Tito Manlio Torcuato fue cónsul el año 235 a. C. Al término de la
primera guerra púnica el cónsul era Aulo Manlio Torcuato. Pudo haber
una confusión con el praenomen en la fuente.
41 Egeria era una divinidad relacionada con el agua, diosa de la pri
mavera en Aricia, cuyo culto debió de ser importado a Roma no antes del
reinado de Servio Tulio.
42 La reforma atribuida a Numa debió de aplicarse a un calendario tal
vez de diez meses, atribuido a Rómulo, sin que sea convincente la explica^
ción de que no incluiría los meses de invierno por su falta de relieve para
el agricultor, pues antes que éste fue el pastor. Ei paso a doce meses, uno
198 HISTORIA DE ROMA

curso de la luna; pero, com o la lu n a no ta rd a trein ta días


todos los meses y faltan seis días p a ra com pletar el año que
se cierra con una revolución solar, añ adiendo meses inter
calares consiguió u n a distribución tan exacta, que cada
diecinueve años los días corresp o n d ían con la m ism a posi
ción del sol que al principio, co m pletándose la d u ración de
todos los años. T am bién fue él quien señaló los días fastos
y n efasto s43, p o rq u e in terru m p ir de vez en cu an d o la acti
vidad política de particip ació n pop u lar ib a a tener su
utilidad.
D edicó, después, su atención a la institución del sacer
docio, aunque él p ersonalm ente desem peñaba la m ayor
p arte de las funciones sagradas, sobre to d o las que actu al
m ente corresponden al fl a m e n 44 de Jú p iter. P ero, com o le
parecía que en u n país belicoso iba a h ab er m ás reyes del
estilo de R óm ulo que de él m ism o y que ib an a acudir p e r
sonalm ente a las guerras, p a ra evitar que quedasen a b a n
donadas las funciones sacerdotales que com petían al rey
creó un fla m e n sacerdote p erm anente de Jú p ite r y realzó su
figura con u n a vestim enta especial y u n a silla curul com o la
del rey. A éste añadió otros dos fla m in es, uno p a ra M arte y
otro p a ra Q uirino. Eligió tam b ién doncellas p a ra el culto
de Vesta, sacerdocio de origen alb an o y que ten ía algo que

de los cuales tiene denominación etrusca (abril, aprilis, apru ) debió de


ocurrir antes del siglo v, quizás en torno al 700. El ciclo de 24 años es el
de Metón, segunda mitad del siglo v a. C.
41 En los días nefastos, señalados en el calendario como taies, se res
tringía la actividad pública. -
ΛΛ Es posible que’ el «flaminado» fuese una institución de época
monárquica. Eran quince ßam in es en total, cada uno de un dios. Pudo
ocurrir que el de Júpiter,./7amt/i Dialis, tuviese vestimenta, etc., reservada
al rey. Aquí parece presuponerse que la función sacerdotal era propia del
rey, que, llegado un momento, tuvo necesidad de un «vicario» en el que
delegar funciones.
LIBRO I 199

ver con la fam ilia del fu n d ad o r de R om a. P a ra que se dedi


casen exclusivam ente al servicio del te m p lo 45, les fijó una
paga con cargo al E stado; m ediante el voto de virginidad y
otras prácticas rituales, las hizo venerables e inviolables,
Eligió, asim ism o, doce sa lio s46 en h o n o r de M arte G ra
d iv o 47, y les cjio com o distintivo u n a túnica b o rd ada y,
sobre la túnica, u n a coraza de bronce en el pecho; les
encargó de llevar los escudos caídos del cielo llam ados
ancilia y de reco rrer la ciudad c a n ta n d o him nos en medio
de saltos y danzas sagradas. N o m b ró pontífice, a co n tin u a
ción, a N um a M arcio, u n o de los senadores, y lo hizo
d epositario de u n a descripción p o rm en o rizad a de todos los
cultos religiosos: clase de víctim as, fechas, tem plos en que
celebrar los sacrificios, de dónde se sacaría el dinero para
su fragar tales gastos. T odas las dem ás cerem onias del culto
público o privado las som etió a las decisiones del pontífice
tam bién, p a ra que el pueblo tuviese a dónde acudir a co n
sultar, p a ra que ni un detalle de la institución religiosa se
tergiversase p o r falta de aten ció n a los ritos nacionales e
incorporación de o tros extran jero s. D ebía tam bién este
pontífice inform ar en detalle no sólo acerca del culto de los

45 E! templo de Vesta, de forma circular, representaba el hogar del


Estado, en el que ardía perennemente el fuego sagrado que cuidaban seis
(¿cuatro en un principio?) vírgenes patricias escogidas entre los seis y los
diez años, las vestales. La tradición de que fueran instituidas por Numa
pudo ser elaborada a partir de la relación Numa-Egeria, pues iban a bus
car agua a la fuente de las Camenas.
4é Los salios está comprobado que datan de muy antiguo; estaban
extendidos por todo el Lacio. En Roma hubo dos colegios, los Palatini y
los Collini, que debieron de corresponder a dos comunidades, una del
Palatino y ia otra del Quirinal.
47 Marte Gradivo presidía el inicio y Marte Quirino el finai de la gue
rra. Los antiguos relacionaban Gradivo con gradi, pasos de danza de los
salios. Actualmente la relación se establece con un cognomen, Graborius,
de las labias Iguvinas.
200 HISTORIA DE ROMA

dioses, sino de los ritos fu n erario s y del m odo de ap lacar a


los m anes; acerca de qué prodigios m anifestados con rayos
o con cu alq u ier o tro fenóm eno h ab ía que to m a r n o ta y
conjurarlos. P a ra a rra n c ar estos secretos de las m entes
divinas, consagró en el A ventino un altar a Jú p ite r E lic io 48
y consultó al dios p o r vía de augurios sobre qué prodigios
debían ser tom ados en cuenta.
El centro de atención del pueblo pasó de la violencia de
las arm as a las consultas y conjuros m encionados; las m en
tes estaban ocupadas en tales prácticas y, adem ás, la a te n
ción a los dioses, co n v ertid a en obsesión al ver que la
voluntad divina intervenía en los asuntos hum anos, había
calado en los corazones de to d o s con tal religiosidad que la
ciudad se regía por la fidelidad al ju ram e n to , en lugar de
por el m iedo suprem o al castigo basado en la ley. Y no sólo
los ciudad an o s am o ld ab an sus costum bres a las del rey
com o m odelo singular, sino que tam bién los pueblos veci
nos, que antes h ab ían considerado a R o m a no com o u n a
ciudad, sino com o un cam pam ento establecido en m edio de
ellos p a ra p ertu rb ar la paz general, fueron ganados p o r un
respeto tal que les parecía un sacrilegio atacar a un a ciudad
entregada p o r entero al culto de los dioses. H ab ía un bos
que en m edio del cual m an ab a, de u n a som bría g ruta, una
fuente de agua perenne; com o N um a con m ucha frecuencia
solía dirigirse allí sin testigos p re tex ta n d o ir al en cu entro de
su diosa, consagró el bosque aquel a las M u sa s49, porque,
según decía, allí se reunían con su esposa Egeria. T am bién
instituyó u n a fiesta solem ne en h o n o r exclusivam ente de la
Buena F e 50; dispuso que los fla m in e s acudiesen a su

48 El culto de Marte como dador de lluvia es muy antiguo, subsi


guiente a su cristalización como dios del cielo.
49 Divinidades, en origen, de ia primavera, relacionada con Egeria (cf.
supra, η. 41).
5,1 Ei templo a la Buena Fe, Fides, fue erigido por A. Atilio Colatino,
LIBRO 1 201

santuario en un carro cu bierto tirado p o r dos caballos y


celebrasen el servicio religioso con la m ano e n v u e lta 5!
hasta los dedos, com o signo de que la buena fe debía ser
respetada y de que su sede, incluso para la m ano derecha, era
sagrada. Instituyó m uchos o tros sacrificios y consagró al 5
culto m uchos lugares que los pontífices llam an A rg e o s52.
Pero su o b ra fund am en tal fue la defensa de la paz, ta n to
com o del tro n o , d u ran te to d o su reinado.
De este m odo, dos reyes consecutivos engrandecieron 6
R om a p o r cam inos diferentes: uno con la gu erra y el o tro
con la paz. R ó m u lo reinó tre in ta y siete años, N u m a cu a
ren ta y tres. R om a, adem ás de p o derosa, estaba equili
brada en sus instituciones m ilitares y civiles.

A la m uerte de N um a se volvió a un 22
Tufo H ostilio interregno. D espués, T ulo H o stilio 53,
rey belicoso. nieto de aquel H ostilio que h abía librado
Guerra con A lba un m em orable com bate co n tra los sabi
nos al pie de la ciudadela, fue elegido rey
por el pueblo; los senadores ratificaro n la elección. Éste fue 2
no sólo diferente del rey que le h ab ía precedido, sino más
belicoso incluso que R óm ulo. La juventud y la fuerza, y
por o tra parte la gloria de su abuelo, espoleaban su espí
ritu. C onvencido, pues, de que R o m a envejecía por la falta
de acción, buscab a p o r to d as partes un m otivo p ara hacer

consui ei 258 y el 254 a. C. Se trata de un culto marcadamente conceptual,


y parece un anacronismo de bulto atribuírselo a Numa.
51 Es antigua la creencia de que el paño o veto convertía en sagrada la
parte que cubría.
52 Sin esclarecer. Tal vez unas sacella relacionadas con un ceremonial
de purificación de ta ciudad que tenía lugar los días 16-17 de marzo, el 14
de mayo y a primeros de año.
53 Los únicos elementos que se pueden considerar históricos en todo e¡
pasaje de Tulo Hostilio son el nombre del rey, el nombre de Fufecio y la
toma de Alba. Aparecen aquí leyendas más antiguas que la propia Roma,

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