Ocupaciones Prehispánicas Del Valle de Aburrá
Ocupaciones Prehispánicas Del Valle de Aburrá
Ocupaciones Prehispánicas Del Valle de Aburrá
MUSEO UNIVERSITARIO
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Medellín 12 de octubre
1
LAS OCUPACIONES PREHISPÁNICAS
DEL VALLE DE ABURRÁ
Los indicios del poblamiento inicial del Valle de Aburrá1 se remontan a finales del
Pleistoceno (más de 10.000 años), época en la que se llevó a cabo el poblamiento del
continente suramericano. Las fechas más antiguas, aceptadas en la permanente
discusión sobre los inicios del poblamiento, se encuentran entre 13.000 y 12.000 años AP,
y corresponden a unos pocos sitios (entre ellos Monte Verde en Chile, Arroyo Seco 2 en
Argentina y Taima Taima en Venezuela), pero entre 12.000 y 10.000 años AP se
multiplican los sitios con ocupaciones tempranas y todos los ambientes del territorio
suramericano son ocupados por grupos de “cazadores-recolectores”, quienes desarrollan
una diversidad de modos de vida (Politis y Gnecco 2004). Entre estos sitios, se
encuentran El Abra y Tibitó en el Altiplano de Bogotá, el primero con fechas hasta de
12.400 años AP, y el último con una única fecha de 11.740 años AP (Correal 1977 y
1981). No obstante, la idea de que los primeros colonos eran cazadores especializados y
compulsivos se asume actualmente con cuidado, en la medida en que se ha reconocido
que hubo intervenciones humanas en los ecosistemas, incluyendo quema y tala, y
selección cultural de especies útiles, que condujeron a la constitución de paisajes
antropogénicos desde finales del Pleistoceno (Politis y Gnecco 2004)2.
1
El Valle de Aburrá, por donde corre el río Medellín, se encuentra entre los 1.400 y los 1.600
metros de altura sobre el nivel del mar, encajonado entre dos ramales de la Cordillera Central en
Antioquia, que forman las altiplanicies de Rionegro y Santa Rosa, ambas con más de 2.000 m de
altura. El valle se encuentra en una zona de vida de “Bosque Húmedo Premontano” (Espinal 1990);
el clima es en general templado y húmedo, con una temperatura de 16 a 24°C y una pluviosidad
promedio de 1.593 mm anuales (IGAC 1992). Sin embargo, a medida que se ascienden las laderas
hacia las altiplanicies el clima se torna más frío y más húmedo. A partir de la localidad de
Porcecito, el río Medellín toma el nombre de río Porce y sigue su curso para desembocar al
Nordeste del Departamento de Antioquia en el río Nechí, tributario del río Cauca, y este a su vez
del río Magdalena.
2
De acuerdo con Kelly (1995), el término “modo de vida cazador-recolector”, entendido como
pequeños grupos nómadas viviendo de la predación, tiene problemas conceptuales, en la medida
en que hace referencia a una imaginaria forma de adaptación original de los humanos, “la
condición humana”, que no ha sido tocada por el paso del tiempo, y que ha sido definida con base
en la “falacia etnográfica”, es decir, pensada a partir del estudio de grupos predadores modernos,
los cuales han sufrido los efectos de colonialismo y han sido encapsulados por la expansión del
sistema mundial. Este concepto así construido no tiene en cuenta la diversidad del comportamiento
humano, ni las condiciones ambientales específicas dentro de una trayectoria histórica particular.
2
En este sentido, se ha señalado que desde finales del Pleistoceno se presentan en
Suramérica tradiciones regionales distintas, las cuales estarían representadas en el
registro arqueológico por una diversidad de tipos de puntas de proyectil bifaciales
restringidos regionalmente y acompañados de conjuntos de artefactos líticos tallados
unifacialmente (Ardila y Politis 1989; Bryan 1999; Gnecco 2000; Dillehay 2003). Estas
tradiciones regionales son significativas de diferentes patrones económicos y sociales en
movimiento constante hacia sistemas “Protoarcaicos” (previos a sistemas con énfasis en
la recolección), representados por tecnologías diversas, territorialidad dispersa,
economías de caza y pesca generalizadas donde la caza de megafauna es apenas una
de las diversas prácticas de subsistencia, cambios demográficos, movilidad decreciente, y
en algunos casos, manipulación de plantas y animales, y surgimiento y desarrollo de la
jerarquización social (Ardila y Politis 1989; Dillehay 2003).
3
Las puntas Restrepo son delgadas y pequeñas, y con pedúnculos anchos acanalados. La punta
entera de Niquía mide 11,3 cm de largo y tiene un espesor de 8 mm, y la punta de Porce, un poco
más pequeña, mide 8,3 cm de largo y tiene un espesor de 8,3 mm.
3
Puntas tipo “Restrepo”de Niquía (izquierda) y Porce III (derecha).
4
placas de moler en rocas ígneas y metamórficas; y artefactos no convencionales en
cuarzo (lascas, núcleos y fragmentos de rocas). Estas herramientas de piedra se
mantienen durante el Holoceno Temprano y Medio en el sitio La Morena como lo indican
otras dos fechas de 7.080±40 y 4.170±50 años AP asociadas al final de las ocupaciones.
Las hachas talladas, definidas a partir de los estudios de Porce III (Otero de Santos y
Santos 2006), son herramientas de forma elipsoidal y sección biconvexa4, que fueron
elaboradas mediante estrategias tecnológicas de “talla bipolar y retoque de bordes” o de
“desbastamiento de cantos rodados”. Generalmente, presentan bordes afilados tanto en
sus extremos como en sus lados. Algunas presentan pulimento en uno de sus bordes,
como una estrategia complementaria para facilitar el reafilamiento y en consecuencia para
posibilitar una mayor vida útil. Con base en experimentación (elaboración y empleo de
réplicas), y teniendo en cuenta sus características morfotecnológicas, así como su
presencia y abundancia en suelos oscuros con altos contenido de materia orgánica y
Fósforo5, se ha planteado que estas herramientas debieron ser utilizadas para cortar
materiales blandos, y muy posiblemente para cortar y descortezar tubérculos, aunque
algunos ejemplares pequeños pudieron emplearse para cortar y raspar otros materiales
vegetales, y los bordes romos de algunas hachas pudieron emplearse para machacar
alimentos, lo cual las convierte en herramientas multifuncionales.
Puede decirse entonces, que las hachas talladas, junto con las herramientas de molienda
(CRBDs, yunques, y manos y placas de moler), conforman un equipo de herramientas
para el procesamiento de alimentos vegetales, los cuales, por su contenido de almidones
(carbohidratos) son una fuente importante de calorías. En las ocupaciones de Porce III y
4
En Porce III el peso promedio de 187 hachas talladas completas es de 245 gr y en La Morena el
peso promedio de 15 hachas talladas completas es de 292 gr.
5
En Porce III se hallaron 141 hachas talladas en el yacimiento 40 (con un área aproximada de 276
2 2
m ) y 527 en el yacimiento 52 (con un área aproximada de 945 m ). Las cantidades de materia
orgánica oscilan entre 1,4 a 10,1 % en los horizontes precerámicos y de 3,3 a 13,3 % en los
horizontes asociados a alfarería temprana; y las cantidades de Fósforo entre 95 a 137 ppm en los
horizontes precerámicos, y entre 19 a 113 ppm en los horizontes asociados a alfarería temprana.
5
de La Morena este equipo de herramientas para el procesamiento de alimentos vegetales
se asocia con microrestos y macrorestos botánicos, obtenidas tanto en los suelos como
de las mismas herramientas, entre los que se han identificado batata (Ipomea batata),
ñame (Dioscorea sp.), maíz (Zea mayz) y fríjol (Phaseolus sp. y Phaseolus trichocarpus)
(Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2010 y 2011). Esta asociación de herramientas y
restos botánicos es indicativa, no sólo de una intensa manipulación de plantas silvestres,
sino también del desarrollo de una horticultura6 desde comienzos del Holoceno (hace
10.000 años), si se tiene en cuenta que el maíz es una planta domesticada (que requiere
de la intervención humana para su reproducción), y que el ñame se presenta ya
domesticado durante el Holoceno Temprano (10.000-7.000 años AP) en Centroamérica
(Ranere 2008). El equipo de herramientas para el corte y molienda de alimentos vegetales
es por consiguiente indicativo de una “organización tecnológica”7 propia de grupos del
Holoceno Temprano y Medio que tenían un considerable grado de sedentarismo tanto
para el procesamiento de alimentos de plantas silvestres y domesticadas, como para la
manipulación y el cultivo de las mismas.
6
Entendida como cultivos en pequeña escala o en jardines caseros, tanto de plantas de morfología silvestre
como de plantas claramente domesticadas (Piperno y Pearsall 1998).
7
Entendida como la selección e integración de estrategias para fabricar, usar, transportar y
descartar herramientas y materiales necesarios para su fabricación y mantenimiento (Nelson
1991).
6
Hachas talladas de Porce III.
Hachas talladas con bordes pulidos, y placa y mano de moler del sitio La Morena.
7
En el Valle de Aburrá se han registrado otros sitios o localidades con hachas talladas,
indicadoras de la presencia de estos grupos horticultores. Superficialmente se han hallado
en la parte alta de la cuenca de quebrada La Iguaná (Municipio de Medellín) (Castillo
2000), en la Loma de los Ochoa en Girardota (GAIA 1999a), en el sitio El Pedregal (en la
parte alta de la quebrada La Tablaza, en el límite de los Municipios de Medellín e Itagüí), y
en las áreas de Álamos del Escobero y La Novena (Municipio de Envigado) (Santos
2011). En excavaciones arqueológicas se han hallado en el sitio Casa Blanca (en el área
del Pajarito, en el Municipio de Medellín) y en el sitio El Ranchito, en la margen occidental
del río Medellín (entre los Municipio de Itagüí y La Estrella), en ambos casos asociadas a
ocupaciones alfareras tempranas, con fechas demasiado tempranas, debido a la
reocupación de los sitios por sociedades “agroalfareras” (Nieto et al. 2003; Acevedo
2003). Esta distribución de las hachas talladas en el Valle de Aburrá sugiere que grupos
portadores de una tecnología asociada a la manipulación y cultivo de plantas ocuparon
todo el valle y que por lo tanto debieron aprovechar la diversidad y riqueza de recursos
faunísticos del bosque, del río Medellín y de las quebradas, así como de las zonas
inundables que debieron presentarse en partes bajas y en las desembocaduras de las
quebradas.
8
De todas maneras, existen muchas otras especies animales que son comunes en los bosques
neotropicales y que debieron ser aprovechadas, como el venado “cola blanca” (Odocoileus
virginianus), la danta o tapir (Tapirus americanus, T. bairdii), el saíno o pecarí (Tayassu pecari, T.
tajacu), el capibara o ponche (Hydrochaeris hydrochaeris), el agoutí (Dasyprocta punctata), el
guatín (Dasyprocta punctata), el coatí (Nasua nasua), la ardilla (Sciurus granatensis), el mono
aullador (Aloutta palliata) y el mono capuchino (Cebus capucinus) (Piperno y Pearsall 1998).
8
Algunas de las hachas talladas del Valle de Aburrá y de Porce presentan escotaduras
para enmangar, lo cual las hace similares a las llamadas “azadas”, “hachas con cintura” o
“útiles para enmangar” que se presentan en el suroccidente del país (regiones de Calima
y Altiplanicie de Popayán) durante el Holoceno Temprano y Medio (Cardale et al. 1989 y
1992; Salgado 1989 y 1995; Gnecco y Salgado 1989)9. Estas “azadas” se encuentran
durante los mismos períodos en la región del Cauca Medio, donde son comunes también
las hachas sin escotaduras, similares a las halladas en Antioquia (Tabares 2002 y 2003;
Tabares y Vergara 1992; Tabares y Restrepo 2003). Además, el equipo de herramientas
(hachas talladas o “azadas”, CRBDs, y manos y placas de moler) se encuentra también
en todos los sitios del Holoceno Temprano y Medio ubicados en bosques tropicales de
montaña y de tierras bajas que han sido registrados en el país, especialmente en los
pisos templados de las Cordillera Central y Occidental en el Suroccidente del país y en el
Cauca Medio, a pesar de las diferencias en los artefactos tallados asociados y de las
particularidades de las materias primas locales10. Igualmente, en Panamá, en el abrigo
Carabalí (Pacífico Central), en capas fechadas entre 8.000 y 7000 años AP, y en Ecuador,
en el sitio de Las Vegas (en la Costa Pacífica), con ocupaciones fechadas entre 9.800 y
6.600 años AP, se han hallado herramientas de molienda similares (cantos rodados con
bordes desgastados, manos y placas), aunque no se presentan las “azadas” o hachas
talladas (Piperno y Pearsall 1998; Stother 1985 y 1989; Ranere 2008). Esta amplia
distribución de herramientas para el procesamiento de alimentos vegetales sugiere la
existencia de un horizonte tecnológico en Colombia y en el norte de Suramérica
(incluyendo Panamá), el cual, asociado a evidencias paleobotánicas11, supone un
9
Incluso, por su forma de azadas, se ha planteado que pudieron emplearse en la remoción de
suelos (Cardale et al. 1989 y 1992; Salgado 1989 y 1995), pero la utilización de réplicas en suelos
de montañas, generalmente pedregosos, mostró un desgaste característico (fracturas y grandes
lascados en los bordes) que no se observa en las hachas talladas arqueológicas.
10
Estos sitios son: San Isidro en el Altiplano de Popayán (Gnecco 2000), fechado entre 10.050 y
9.530 AP; Peña Roja en el curso medio del río Caquetá, en la selva amazónica, fechado entre
9.250 y 9.125 AP (Cavalier et al. 1995); Sauzalito y El Recreo en el Alto Calima, en la Cordillera
Occidental, fechados entre 9.670 y 9.300 AP, y entre 8.750 y 7.830 AP respectivamente (Cardale
et al. 1989 y 1992); El Pital, en el Medio Calima, fechado en 7.310 AP (Salgado 1989 y 1995); El
Prodigio, en la vertiente oriental de la Cordillera Central, en el Municipio de Chaparral, fechado en
7.370 AP (Rodríguez 1991 y 1995); y varios sitios del Cauca Medio, como El Jazmín, fechado en
9.020±60 y 7.599±90 AP, Guayabito, fechado en 7.990±100 AP, y Campoalegre, fechado 7.600±90
AP (Aceituno 2003).
11
La información paleobotánica, obtenida a partir de microrestos botánicos, del sitio de Las Vegas
en Ecuador, de varios sitios de Panamá, y de los sitios de San Isidro y Peña Roja en Colombia
sugiere el desarrollo de cultivos tempranos, entre 10.000 y 7.000 años AP, de plantas como sagú
(Maranta arundinacea), lerén (Calathea allouia), zapallo (Cucurbita sp.), calabaza (Lagenaria
siceraria) y maíz (Zea mayz), y en algunos casos de batata (Ipomea), yuca (Manihot), malanga
(Xanthosoma) y ñame (Dioscorea trifida) (Cavalier et al. 1995; Piperno y Pearsall 1998; Gnecco y
Aceituno 2004; Aceituno y Loaiza 2007; Ranere 2008). También los restos macrobotánicos indican
el uso de plantas que incluyen varias especies de palmas, de aguacate (Persea americana), de
nance (Byrsonima crassifolia), algarrobo (Hymenaea courbaril e Inga sp.), jobo (Spondias sp.) y
especies de la familia Sapotaceae (cf.Pouteria o Manilkara spp.) (Cavalier et al.1995; Gnecco
2000; Ranere 2008).
9
aprovechamiento de plantas silvestres y el desarrollo de una horticultura o cultivos
incipientes desde el Holoceno Temprano, de manera que los desarrollos logrados en el
Valle de Aburrá y la cuenca del río Medellín-Porce se inscriben dentro de estos
desarrollos continentales. De otro lado, las similitudes morfológicas y tecnológicas entre
las herramientas de los grupos que poblaron los valles interandinos de las cordilleras
Occidental y Central durante el Holoceno Temprano y Medio suponen afinidades e
interacciones culturales, aunque obviamente debió existir una gran diversidad cultural
derivada de los distintos desarrollos regionales y locales.
12
Las adecuaciones de piedra en Porce III tienen promedios por cortes de excavación que oscilan
2
entre 22 y 398 Kg/m en capas de 10 a 20 cm de espesor. La densidad de herramientas en los
2 2
yacimientos 40 y 52 de Porce III es de 3.2/m y 0.9/m respectivamente.
13
En Porce III, en 1.754,5 hectáreas prospectadas, sólo se hallaron cuatro yacimientos tempranos:
dos yacimientos con ocupaciones precerámicas y alfareras tempranas (yacimientos 40 y 52), uno
con una ocupación precerámica (yacimiento 59) y uno con una ocupación alfarera temprana
(yacimiento 12) (Otero de Santos y Santos 2006). En Porce II, en 1.119 hectáreas prospectadas,
sólo se hallaron tres yacimientos tempranos: dos yacimientos con ocupaciones precerámicas y
alfareras tempranas (yacimientos 21 y 45), y uno con una ocupación alfarera temprana (yacimiento
107) (Castillo et al. 2000).
10
Aburrá, la ubicación de los sitios La Morena y La Blanquita es indicativa de otros aspectos
de la movilidad y de la organización social de estos grupos.
En el Valle de Aburrá, los sitios La Morena y La Blanquita, aunque presentan las mismas
herramientas de los sitios tempranos de Porce y del sitio El Pedrero (en la Altiplanicie de
Rionegro), no presentan las adecuaciones o pisos en piedra característicos de estos
sitios, y las densidades de materiales son más bajas (por lo menos con respecto a Porce
III), a pesar de que se encuentran en cantidades considerables14. Estas particularidades
de los sitios La Morena y La Blanquita, así como su ubicación estratégica entre el Valle de
Aburrá y otras regiones como la Altiplanicie de Rionegro y la cuenca del río Cauca, llevan
a pensar que no se trata de sitios de habitación prolongada o de campamentos-bases,
sino de sitios logísticos, o más bien de “sitios de tránsito”, que facilitarían el
desplazamiento interregional para el aprovechamiento de los recursos alimenticios de
distintos pisos térmicos y de distintos ambientes, así como de recursos minerales (materia
prima para la elaboración de las herramientas talladas)15 (Santos 2010 y 2011). Además,
la existencia de campamentos-base en la Altiplanicie de Rionegro, representados por el
sitio de El Pedrero, ubicado en los alrededores de la población de EL Carmen de Viboral,
hacia el centro de la Altiplanicie de Rionegro, a unos 27 Km del Valle de Aburrá, sugiere
que los sitios de tránsito, como La Morena, debieron jugar un papel importante en la
interacción interregional.
Aquí es importante señalar, que si bien la Altiplanicie de Rionegro colinda con el Valle
Medio del Magdalena y facilita el desplazamiento entre este y la cuenca del río Medellín-
Porce, separados por una distancia de unos 65 Km, las tecnologías de talla, y las
herramientas de estas dos regiones contrastan marcadamente16. Este contraste
tecnológico, que no puede explicarse solamente por las diferencias de las materias primas
o de los recursos locales, estaría indicando entonces la existencia de distintas
organizaciones tecnológicas, que suponen diferencias sociales y culturales acentuadas
entre los grupos que durante el Holoceno Temprano y Medio poblaron en Antioquia la
Cordillera Central y el Valle Medio del Magdalena, así como el desarrollo de territorialidad
14
Mientras que en Porce III, en los yacimientos 40 y 52, la densidad de las hachas talladas es de
2 2 2
1,9/m (en un área de adecuaciones de piedra de 41 m ) y 0,9/m (en un área de adecuaciones de
2 2 2
piedra de 10 m ) respectivamente, en la Morena es de 0,1/m (en un área de 86 m , donde se
concentran los materiales). Igualmente, la densidad de desechos de talla de las hachas en los
2 2 2
sitios de Porce III es de 18/m y 6,75/m , mientras que en la Morena es de 1,17/m (Otero de
Santos y Santos 2006).
15
El empleo de toba lapilli (procedente de la formación “Quebradagrande”) para la elaboración de
las hachas talladas en el sitio de El Pedrero supone desplazamientos de la Altiplanicie de Rionegro
al río Medellín (aproximadamente 30 Km). Igualmente, la presencia de lascas de chert en La
Morena (procedente muy posiblemente de la formación “Amagá”) supone desplazamientos del
Valle de Aburrá al Cañón del Cauca (aproximadamente 7 Km) (Santos 2010 y 2011).
16
En el Magdalena Medio, durante el Holoceno Temprano y Medio, son características las puntas
de proyectil y los raspadores plano-convexos en chert y cuarzo, y los “choppers” o tajadores en
cuarcita y cuarzo (Otero de Santos y Santos 2002).
11
o el establecimiento de límites para controlar la competencia por los recursos (Otero de
Santos y Santos 2006; Santos 2008, 2010 y 2011).
Puede decirse entonces, que la movilidad que representa la ubicación de los sitios La
Morena y La Blanquita, constituye un elemento importante para el análisis de la
organización social y la movilidad de los grupos horticultores de la cuenca del río
Medellín-Porce durante el Holoceno Temprano y Medio. No obstante, la falta de
exploraciones sistemáticas en las Altiplanicies de Rionegro y Santa Rosa, así como en la
cuenca del río Cauca, no permiten avanzar por el momento en estos análisis. Además, en
las riberas del río Medellín debieron existir otros asentamientos precerámicos y alfareros
tempranos orientados a la explotación de los recursos fluviales y de suelos fértiles, que
han desaparecido sin dejar huella debido al desarrollo urbano de Medellín y de otras
poblaciones del Valle de Aburrá (Santos 2010 y 2011).
A partir del quinto milenio AP los grupos de horticultores de la cuenca del río Medellín-
Porce adoptaron la alfarería. En Porce II y III se presenta entre 5.000 y 3.000 años AP
una alfarería temprana conocida como Cancana, una de las más antiguas de América17.
Esta alfarería se presenta en el Valle de Aburrá en el sitio La Morena entre 4.170 y 3.180
años AP. Se trata de una cerámica con pastas compactas y formas sencillas, entre las
que se encuentran principalmente cuencos o recipientes semiesféricos, algunos de ellos
decorados, y secundariamente ollas sencillas (vasijas globulares y subglobulares con
bordes evertidos) y platos. En Porce III, donde se halló una muestra representativa de
esta cerámica, la decoración consiste en engobe rojo y motivos geométricos elaborados
mediante una variedad de técnicas, entre ellas impresión, acanalado, excisión, incisión y
dentado (Santos 2011). En Porce II, donde se hallaron más de 90.000 fragmentos, las
formas son similares y se presenta también decoración incisa e impresa, aunque se
hallaron además cinco pequeñas figurinas con representaciones antropomorfas y
zoomorfas (Castillo et al. 2000).
Los cuencos debieron emplearse básicamente para servir alimentos. Sin embargo, tanto
en Porce III como en La Morena, varios de ellos presentan rastros de haber sido puestos
sobre el fuego (costras carbonizadas, hollín y ahumados) muy posiblemente para cocinar.
Puede establecerse, por tanto, sin desconocer que la cerámica desde sus orígenes ha
sido siempre tanto un bien utilitario como un bien de prestigio (Rice 1999), y que no hay
una correlación entre alfarería y agricultura, que con la adopción de la cerámica debió
facilitarse la cocción de alimentos vegetales derivados de la recolección y de la
horticultura, especialmente de los alimentos ricos en almidones o féculas, y esto, a su vez,
debió influenciar su rápida aceptación y proliferación.
17
La cerámica más antigua de América se ha halló en los sitios de Taperinha y Cueva Pintada en
el interior del Amazonas, con fechas entre 7.580 y 6.300 años AP (Rice 1999).
12
En América se han registrado en varias regiones alfarerías con fechas muy tempranas,
como la cerámica Monagrillo de Panamá, fechada entre 5.000 y 3.000 años AP y
asociada a cultivos de maíz y yuca dulce; la cerámica Valdivia en Ecuador, fechada entre
5.500 y 3.500 años AP y asociada a una agricultura de multicultivos18; y la cerámica de los
sitios de Cueva Pintada y Taperinha en el Amazonas, con fechas entre 8.000 y 7.000
años AP, empleada para cocinar numerosos alimentos del río, incluyendo mejillones,
tortugas y pescados (Piperno y Pearsall 1998). En Colombia, se han registrado varios
sitios de la costa Caribe con la alfarería temprana, fechados entre 6.000 y 3.000 años AP.
La forma predominante en esta cerámica de la costa Caribe es igualmente de cuencos
sencillos o “tecomates”, algunos de ellos decorados con variados motivos geométricos
formados por incisiones, los cuales han sido asociados con la cocción de alimentos
(Reichel-Dolmatoff 1997). Sin embargo, la cerámica Cancana muestra características
particulares con respecto a la de la costa Caribe, por lo que puede asumirse que se trata
de un desarrollo regional.19
En las cuencas media y baja del Porce durante las ocupaciones alfareras tempranas, la
reocupación de los sitios precerámicos y la continuación de las adecuaciones en piedra,
así como la persistencia de las mismas herramientas talladas y de molienda, muestran la
continuidad de un desarrollo cultural que se inicia desde las ocupaciones precerámicas
del Holoceno temprano (Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006; Cardona et
al. 2007; Santos 2008). No obstante, se observa un incremento de las frecuencias de
materiales y del volumen de las adecuaciones de piedra, asociado a un incremento
progresivo de la cerámica Cancana, y la introducción de nuevas tecnologías
representadas por la alfarería y las hachas pulidas. El registro arqueológico supone
entonces una serie de cambios que estarían relacionados con el afianzamiento de la
horticultura, y que se expresarían en un aumento del volumen de alimentos procesados
relacionado con un crecimiento de la población, y un cambio marcado en la organización
tecnológica, que supone una mayor restricción de la movilidad y un desarrollo de la
complejización social (Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2008).
18
Entre ellos maíz (Zea mayz), habichuelas (Canavalia sp.), ñames (Scirpus sp. y Cyperus sp.), sagú
(Maranta arundinacea), achira (Canna edulis), totumos, calabazas, algodón, palmas y frutas de la familia
Sapotacea (Piperno y Pearsall 1998).
19
En el Valle de Aburrá también se ha hallado cerámica Cancana en el sitio Casa Blanca en
Pajarito (Municipio de Medellín), fechado en 2.550±40 AP (Nieto et al. 2003); en el sitio El Ranchito
(Municipios de Itagüí y La Estrella) (Acevedo 2003); en Sabaneta (Acevedo y García 2004); y en el
área de Álamos del Escobero (Municipio de Envigado) (Santos 2006).
13
3. LAS SOCIEDADES AGRÍCOLAS PREHISPÁNICAS (3.000 años AP-1.500 años
DC)
Hace unos 3.000 años se presentan en el contexto del noroeste de Suramérica y Panamá
un conjunto de nuevas manifestaciones culturales que expresan cambios marcados en la
organización económica y social. Es notable la proliferación de sitios de vivienda en los
que se presenta una alfarería desarrollada caracterizada por una diversidad de formas y
decoraciones (incluyendo objetos como figurinas, pintaderas y volantes huso); las
herramientas talladas dan paso a herramientas más elaboradas como las hachas y
cinceles pulidos, y aparece el equipo de manos y metates asociados a la molienda del
maíz, el cual se hace dominante y remplaza las anteriores herramientas de molienda
(Piperno y Pearsall 1998; Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2010 y 2011).
La asociación del equipo de manos y metates con la molienda y el consumo del maíz llevó
a suponer que estas ocupaciones, visibles por la cerámica, correspondían a sociedades
agrícolas, o sociedades que basaban su subsistencia en el cultivo del maíz, razón por la
cual se les ha denominado sociedades “agroalfareras” (Santos y Otero Santos 2003;
Otero de Santos y Cardona 2003). Los estudios recientes realizados en Porce III (cuenca
baja del Porce) y en los sitios de La Morena y Álamos de Escobero en Envigado han
aportado una información paleobotánica significativa, que, junto con otras evidencias
14
paleobotánicas obtenidas en otros estudios del Valle de Aburrá, han permitido corroborar
esta asociación entre agricultura20 y sociedades sedentarias y alfareras21.
20
Entendida como campos de cultivo a gran escala, en los cuales las plantas domesticadas son
comunes y llegan a dominar los cultivos básicos (Piperno y Pearsall 1998).
21
Otra manifestación cultural que ha sido a asociada a las sociedades agrícolas prehispánicas está
constituida por los petroglifos o grabados en rocas, que se encuentran en Itagüí, Barbosa y
Girardota. Aunque no se ha realizado estudios sobre su asociación histórico-cultural o sobre su
significación (Alzate y Osorio 2009), algunos motivos de los petroglifos de Itagüí se reproducen en
volantes de huso recuperados en una “tumba de tambor y sombra” (correspondiente a una tumba
de pozo con cámara lateral) hallada en el Alto de la Calabacera, en el barrio Guayabal de Medellín
(Arcila 1977), lo cual sugiere su asociación con la ocupación Tardía del Valle de Aburrá (Bermúdez
1997). Además, algunos de los motivos de lo petroglifos de Barbosa han sido interpretados como
plantas de maíz, y en consecuencia asociados a las sociedades agrícolas (Alzate y Osorio 2009).
15
Vasija Ferrería de entierro del Cerro El Volador.
El estilo Marrón Inciso se extiende a lo largo de toda la cuenca montañosa del Cauca
(entre el norte del Departamento del Valle y el Norte del Departamento de Antioquia), y en
Antioquia ha sido fechada entre los siglos I AC-I DC y VI-VIII DC (ver Anexo) (Santos y
Otero de Santos 2003; Otero de Santos y Cardona 2003; Otero de Santos y Santos 2006).
Esta cerámica fue definida con base en vasijas de colecciones procedentes de tumbas
guaqueadas de la región del Cauca Medio (Bruhns 1990), entre las que se destacan las
urnas funerarias de forma cilíndrica, a veces con representaciones antropomorfas y
fitomorfas, y generalmente con engobe marrón (o rojo oscuro) e incisiones finas. Sin
embargo, puede decirse que esta cerámica se caracteriza también por una diversidad de
formas y decoraciones, entre las que se incluyen vasijas globulares, subglobulares,
cuencos y platos, formas aquilladas y lobuladas, pintura polícroma y variados motivos
incisos y estampados (Santos 1993 y 1995). En varios sitios con fuentes salinas de la
cuenca alta de la quebrada Piedras Blancas (Altiplanicie de Rionegro), el Valle de Aburrá
y la cuenca del Cauca, se presentan también grandes vasijas de acabado burdo y bocas
abiertas que se empleaban en la explotación de sal (Santos 1986 y 1995)22. La utilización
de esta cerámica como urnas o ajuar funerario ha permitido que se hayan podido
recuperar numerosas vasijas de entierros guaqueados en las regiones del Cauca Medio y
22
En la cuenca alta de quebrada Piedras Blancas, en el sitio de Mazo (corregimiento Santa
Helena) un depósito de fragmentos de cerámica Marrón Inciso, resultado de la explotación de sal
fue fechado en 1.430±70 (Botero y Vélez 1995), 1.540±60 (Botero y Vélez 1995), 1.560±60 (Castro
1999) y 1.640±60 (Santos 1998).
16
de Antioquia, que han engrosado las colecciones de varios museos del país23.
Afortunadamente, la excavación arqueológica de varios sitios de vivienda y de entierros
en Antioquia, ha permitido conocer la variedad de formas y decoraciones que constituyen
este estilo y documentar su empleo en contextos domésticos y funerarios. Hacia el centro
de Antioquia son comunes las vasijas subgloburaes con bordes biselados y decoración de
hileras de puntos dentado-estampados sobre el borde, y hacia el Suroeste vasijas
subglobulares aquilladas con bordes evertidos horizontalmente y una banda de engobe
crema sobre el borde, generalmente con líneas incisas verticales en el cuello o el hombro.
23
En el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia se encuentra aproximadamente un
millar de vasijas procedentes de entierros guaqueados en Antioquia y Cauca Medio, aunque en las
dos últimas décadas está colección se ha ido enriqueciendo con vasijas excavadas en estudios
arqueológicos realizados en el Valle de Aburrá y en Antioquia.
24
Los otros dos casos corresponden a una tumba con urnas Marrón Inciso excavada en la cuenca
alta de la quebrada Piedras Blancas (Altiplanicie de Rionegro), en la que se hallaron ocho cuentas
de collar en tumbaga (Obregón et al. 2004; Uribe 2005), y a otra tumba también con urnas Marrón
Inciso excavada en sitio La Lorena en el río La Miel (Magdalena Medio), en la que se hallaron
cuentas de collar antropomorfas y bicónicas (Castaño 1988; Uribe 2005).
17
Urnas funerarias Marrón Inciso del Cerro El Volador.
18
Orfebrería Quimbaya Temprano (Mantis religiosa). Cerro El Volador.
La variabilidad de este estilo cerámico permite decir que se trata de un amplio horizonte
que se extiende por la región montañosa de Antioquia con variaciones regionales o
subestilos que estarían representados por el complejo Inciso con Borde Doblado de
Sopetrán (Castillo 1988); el complejo La Aguada de Jericó y Jardín (Otero de Santos
1992; Santos 1995); el complejo Aplicado Inciso del Suroeste Antioquia (el cual se
extiende también por el Departamento de Caldas) (Brunhs 1976 y 1990); el complejo El
Venado de Concordia Bermúdez (1997); y el complejo Tardío del Cerro El Volador y la
altiplanicie de Rionegro (Santos 1995; Santos y Otero de Santos 1996). La asociación de
esta cerámica con “tumbas de pozo con cámara lateral” ha sido registrada en
excavaciones de contextos funerarios en Sopetrán, Concordia, Salgar, La Ceja, Fredonia,
Bello y el Cerro El Volador (Castillo 1988; Bermúdez 1997; Santos y Otero de Santos
1996 y 2003).
En Porce II y Porce III (cuencas media y baja del río Medellín-Porce) en lugar de la
cerámica Tardía del Centro y Suroreste de Antioquia se presenta un estilo conocido como
Picardía (Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006), que no ha sido registrado
en el Vale de Aburrá. Este estilo presenta rasgos característicos de la cerámica tardía del
Valle Medio del Magdalena (siglo IX DC hasta la época de la Conquista), representada
por el “Horizonte de Urnas Funerarias” (Reichel-Dolmatof 1943; Castaño 1992) y por los
complejos Colorados (Castaño y Dávila 1984) y La Giralda (Otero de Santos 1995). En la
cuenca del Porce esta cerámica se caracteriza por vasijas globulares y subglobulares con
bordes rectos, evertidos e invertidos, y cuencos de bordes invertidos. La decoración más
común es de anillos sin alisar en el cuello, impresiones digitales o ungulares, incisiones
lineales, diseños geométricos de triángulos concéntricos o hachurados, e impresiones de
puntos (Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006). La ocurrencia de este estilo
19
en las cuencas media y baja del río Medellín-Porce, no sólo es indicativa de las
influencias de los desarrollos logrados en el Valle Medio del Magdalena, sino también de
la reorganización espacial de grupos sociales a partir del siglo X DC en estas cuencas
hidrográficas.
25
En el sitio precerámico La Morena (en Envigado) el yacimiento arqueológico presenta también un
componente cerámico relacionado con los estilos Ferrería y Marrón Inciso.
20
moler que fueron depositadas como ofrendas en una tumba de cancel asociada a una
ocupación Marrón Inciso, fechada en 1.640±50 años AP, así como almidón de yuca
(Manihot sp), y polen de maíz (Zea tipo) y amaranto (Amaranthus sp.) en un suelo oscuro
sepultado, que según los estudios de suelos debe corresponder a una huerta casera,
asociada a la ocupación Marrón Inciso, la cual fue fechada en 1.740±60 y 1.650±50 años
AP (Santos 2006, 2007 y 2009).
La información obtenida en Porce III (cuenca baja del río Porce, donde se registraron 114
yacimientos “agroalfareros”) basada en dos columnas de polen de dos yacimientos, en
análisis de fitolitos y almidones de varias muestras de sedimentos de rasgos, vasijas,
herramientas, y en la identificación macrorestos carbonizados, es también significativa de
la agricultura que debió desarrollarse en la cuenca del río Medellín-Porce (Otero de
Santos y Santos 2006). En todas las ocupaciones de sociedades “agroalfareras”
representadas por los estilos Ferrería, Marrón Inciso y Picardía, y fechadas entre
2.080±40 años AP y 370±80 años AP, se presenta polen maíz (Zea mayz), así como
numerosos restos de semillas (106 ejemplares) y de raquis de esta planta (32
ejemplares). También se identificaron fitolitos de maíz (Zea mayz) en sedimentos
obtenidos en una estructura de almacenamiento y en el interior de vasijas, y almidones de
maíz en herramientas de molienda y en costras carbonizadas del interior de vasijas. Estas
evidencias indican que el cultivo del maíz debió ser intensivo y dominante frente a otras
21
plantas cultivadas, como lo señala también el alto porcentaje de sitios de vivienda con
implementos de molienda relacionados con la preparación y el consumo de este grano,
especialmente manos y metates26.
26
Las herramientas para el procesamiento de alimentos vegetales comprenden 39 metates, 19
manos de metate, 30 placas de moler, 13 manos de moler, 18 machacadores, 11 CRBDs, y 22
hachas pulidas (Otero de Santos y Santos 2006).
22
la pesca y la recolección (Santos 1989). Igualmente en las relaciones del descubrimiento
del Valle de Aburrá se menciona que las sociedades indígenas tenían abundante comida
representada por maíz, fríjoles, y carne (Sardela, transcripción de Hermes Tovar 1993).
27
Numerosos entierros de este tipo han sido excavados en el Valle de Aburrá, en el cerro El
Volador (Santos y Otero 1996), en el cerro Nutibara (Restrepo y Tabares 2011), y en el sitio Los
Guayabos (Aristizábal 2009) en el Municipio de Medellín; y en otros municipios en los sitios de
Álamos del Escobero (Municipio de Envigado) (Santos 2006), La Meseta (Municipio de Girardota)
(Correa et al. 2011), y La Primavera (Municipio de Bello) (Santos y Otero de Santos 1996).
También se han reportado estos entierros en varios sitos de Medellín, como los cerros El Salvador
y Nutibara, y los barrios de El Poblado, Simón Bolívar, La Floresta, Manrique Oriental y Villatina
(Arcila 1977). Igualmente, se han excavado estos entierros en Antioquia, en La Ceja (Santos 1995),
Jericó (Otero de Santos 1992), en Armenia (Botiva 1976), en Porce II (Castillo et al. 2000) y en
Porce III (Otero de Santos y Santos 2006).
23
grupos distribuidos en un extenso territorio (toda la cuenca montañosa del Cauca). Una
variante de esta pauta está representada por los entierros debajo de grandes rocas con
pequeños abrigos cercanos a las viviendas registrados en Jericó (Otero de Santos 1992),
pero igual se trata de entierros de huesos cremados en urnas.
Aun así, y a pesar del carácter prescriptivo de este patrón de enterramiento, se presentan
variaciones en la calidad de las urnas funerarias y en la composición del ajuar. Entre las
urnas (recipientes y tapas) se encuentran, desde vasijas elaboradas para ser
exclusivamente empleadas como urnas funerarias (las cuales están ausentes o son raras
en los contextos domésticos), algunas de ellas espectaculares por sus representaciones
antropomorfas y fitomorfas, hasta vasijas de formas sencillas y sin decoración elaboradas
para servicio, cocción y almacenamiento. El ajuar puede contener otras vasijas
(igualmente variables en formas y decoraciones); piezas de orfebrería de oro (desde
cuentas de collar o narigueras sencillas, hasta figurinas zoomorfas o antropomorfas y
conjuntos de piezas o “tesoros”); o herramientas de piedra (manos y metates para la
molinda de máiz o hachas de piedra pulida). Una variación importante del patrón está
representada por un entierro del Cerro El Volador, en el que una urna, que contenìa los
restos óseos no cremados de un individuo con deformaciones corporales, fue depositada
en una fosa con una forma definida (la parte superior de forma rectangular y la parte
inferior, donde se halló la urna, de forma cilíndrica) (Santos y Otero de Santos 1996).
Estas diferencias han sido considerados como indicativas de diferenciación y
jerarquización social (Santos y Otero de Santos 1996 y 2003).
24
Entierros Marrón Inciso del Cerro El Volador.
Una pauta funeraria muy particular, contrastante con la anterior, pero asociada también a
los grupos Marrón Inciso, está representada por las denominadas “tumbas de cancel”, o
de sarcófagos en piedra. Una tumba de estas, fechada en 1.640±50 años AP, fue hallada
en el área de Álamos del Escobero en Envigado, en un sitio de vivienda asociado a
ocupaciones Ferrería y Marrón Inciso (Santos 2006, 2007 y 2009). Aunque se hallaron los
restos óseos de una mujer al interior del cancel, y debajo de este tres placas y dos manos
de moler depositadas como ofrendas, no se encontró cerámica u otros objetos que
permitieran asociar directamente esta tumba con uno de los estilos cerámico
mencionados. Otra tumba de “semicancel” (solo con el fondo en piedra) hallada al lado de
la anterior no contenía restos óseos ni tampoco ajuar funerario. Sin embargo, teniendo en
cuenta que estas tumbas de cancel son comunes en la región del Cauca Medio, por
donde se extiende el estilo Marrón Inciso, se consideró que la tumba de Álamos del
Escobero se asocia con este estilo cerámico, y que constituye una expresión de la
interacción social que debió existir entre los grupos portadores de este estilo que
habitaron las regiones del Valle de Aburrá y el Cauca Medio. Otros indicadores de
interacción a largas distancias en este sitio están representados por fragmentos de
alcarrazas (una forma común en las regiones de Calima y el Cauca Medio); por un
fragmento de obsidiana (procedente muy probablemente del complejo de nevados Ruíz-
Tolima); y por una concha de mar (procedente posiblemente del océano Pacífico)28.
28
Recientemente, en el municipio de Briceño, (cuenca del Cauca, Departamento de Antioquia) se
hallaron varias tumbas de cancel asociadas claramente al estilo cerámico Marrón Inciso, una de
ellas fechada en 640 años DC (Muñoz y Botero 20101). Sin embargo, no se trata propiamente de
25
Tumba de cancel hallada en El Escobero (Envigado).
Las pautas funerarias de los grupos Ferrería, a diferencia de las de los grupos Marrón
Inciso, no muestran un patrón, sino que se caracterizan por varias formas de
enterramientos, representadas por entierros de cadáveres con diversas posiciones en
tumbas de pozos rectangulares con nichos o semicámaras que forman una especie de
escalón en el pozo, y por entierros de huesos cremados en urnas cerámicas o
directamente sobre el suelo (Santos y Otero de Santos 1996 y 2003). Si bien, la
vaiabilidad de esta pauta de enterramiento podría expresar diferencias sociales, los pocos
entierros registrados arqueológicamente hasta el momento no permiten establecer
ninguna consideración confiable al respecto. Además, en las tumbas de pozos
rectangulares no se han hallado vasijas de cerámica depositadas como ajuar, de manera
que es posible que muchos entierros de este tipo hallados accidentalmente, no hubieran
sido asociados a ocupaciones prehispánicas, o hubieran sido destruidos sin dejar
26
evidencias, lo que explicaría el escaso número de entierros reportados y de vasijas
enteras en las coleciones museales (como ya se anotó).
27
Entierro Ferrería del Cerro El Volador.
En Porce II se hallaron diez entierros similares en dos sitios de vivienda (cinco en cada
sitio) (Castillo et al. 2000). Los entierros consisten en tumbas de pozos rectangulares
escalonados o con semicámaras, y de pozos ovalados, que contenían restos óseos
generalmente de un individuo en posión decúbito dorsal con los miebros flexionados. Por
sus características estos entierros deben corresponder a los grupos representados por el
estilo Ferrería, aunque dos fechas obtenidas en dos tumbas, de 1.180±80 y 1.100±80
años AP, son muy tardías para este estilo. También en el Cerro El Volador se halló un
entierro de restos óseos cremados en una vasija característica del estilo Ferrería (Santos
y Otero de Santos 1996). Igualmente en dos sitios de vivienda del área de La Morena en
Envigado se hallaron tres entierros similares (Santos 2010 y 2011). En uno de los sitios se
halló un entierro con una vasija grande acompañada de una vasija pequeña con tapa que
le servía de ajuar, el cual fue fechado en 3.180±40 años AP a partir de una muestra de
carbón tomada del fondo de la vasija grande (como ya se señaló). En el otro sitio se
hallaron dos entierros, el primero con una vasija y restos óseos cremados, fechado en
1.990±70 años AP, y el segundo con seis vasijas, entre ellas un cuenco que servía de
ajuar, y restos óseos cremados por dentro y por fuera de las vasijas. En ambos entierros
se hallaron grandes troncos de madera carbonizados que delimitaban las bases
28
rectangulares de las fosas, lo cual sugiere que fueron quemados como parte del ritual
funerario. En el entierro con seis vasijas, estas se hallaron fragmentadas y dispersas
formando varias concentraciones, lo cual es indicativo de que fueron partidas
intencionalmente.
El estilo cerámico Tardío presenta una pauta funeraria que contrasta con las
anteriormente descritas. Esta consiste en entierros individuales o colectivos en estructuras
funerarias conocidas como “tumbas de pozo con cámara lateral”, las cuales se encuentran
en cementerios (o sitios distintos a las viviendas) ubicados en cuchillas o filos de
montañas o en cimas de colinas (Santos 1995; Santos y Otero de Santos 1996 y 2003;
Bermúdez 1997). Los cadáveres en posición extendida, o los restos de su cremación,
eran colocados en el piso de grandes cámaras, ocasionalmente acompañados por vasijas
de cerámica, volantes de huso, herramientas de piedra o narigueras de oro y tumbaga.
Estas tumbas se han hallado en el Valle de Aburrá en el Cerro El Volador, en La
Castellana, Guayabal, y Envigado, y en Antioquia en los municipios de Sopetrán, La Ceja,
Armenia, Fredonia, Concordia y Salgar (Arcila 1977; Castillo 1988; Santos 1995; Santos y
Otero de Santos 1996 y 2003; Bermúdez 1997; Gómez y Betancur 1999; Tabares 2009;
Aristizábal 2009).
29
En Envigado se excavó en el siglo pasado una tumba de pozo con cámara lateral, similar
a las halladas en el Cerro El Volador, pero con dos cámaras. Esta tumba se encontró en
la finca Tierra Linda (vereda El Escobero) (Restrepo 1944). La cámara mayor presentaba
líneas grabadas en el techo en la dirección norte-sur y este-oeste, y en ella se hallaron los
restos óseos de 15 individuos dispuestos concéntricamente, cuatro narigueras de oro, y
19 posibles herramientas de piedra tallada. En Medellín, en estudios realizados
recientemente se excavaron nuevamente tumbas en el sito La Castellana (ubicado en los
predios de la Universidad Adventista) (Tabares 2009; Aristizábal 2009). De acuerdo con
uno de los estudios (Tabares 2009), en el sitio se encuentra un cementerio evidenciado
por 27 depresiones que podrían corresponder a tumbas de pozo con cámara lateral. La
excavación de seis tumbas, ya alteradas por una explanación y algunas por guaquería,
permitió establecer que cuatro de ellas son de pozos rectangulares con cámaras de forma
cónica, similares a las del Cerro El Volador, una es de pozo rectangular con una cámara
lateral rectangular, y la otra es un pozo rectangular sin cámara. En estas tumbas se
hallaron restos de esqueletos humanos de uno o varios individuos, volantes de huso y
fragmentos de cerámica Tardía, y en algunas de ellas, herramientas de molienda y restos
óseos de pecarí (Tayasu tajacu) y de cánidos (perro americano). Una de estas tumbas
fue fechada en 570±70 años AP (Aristizábal 2009).
30
Entierro Tardío del Cerro El Volador (pozo con nicho).
31
La persistencia de una estructura funeraria básica (pozos con una o varias cámaras o con
nichos) asociada al estilo cerámico Tardío en varios sitios del Valle de Aburrá y de
Antioquia, es indicativa de un patrón funerario prescriptivo, que como en el caso del
patrón funerario asociado al estilo Marrón Inciso, expresa afinidad social y cultural. No
obstante, a diferencia de éste, la poca variabilidad significativa dentro del patrón, sugiere
que las estructuras funerarias fueron diseñadas, más para expresar creencias y valores
religiosos, que para expresar diferencias sociales, aunque estas pudieran estar reflejadas
en los ajuares funerarios. En este sentido, las tumbas del Cerro El Volador tienen una
particularidad que las convierte en estructuras de alto contenido simbólico relacionado con
un orden cosmológico. Algunas de las cámaras que se conservaron intactas presentan
grabados o dibujos en las paredes formados por acanaladuras que simulan las alfardas o
varas de madera que se emplean en la armazón de techos, una espiral de la base hacia
el techo que las “amarra”, y entre ellas trazos que simulan las fibras del techo. Otros
elementos que pueden estar representados son la puerta y el ápice del cono del techo.
También se observaron en algunas cámaras restos de un engobe o “pañete” que recubre
las paredes. Todos estos elementos, junto con la forma cónica de las cámaras, permiten
decir que estas tumbas son una representación explícita de las viviendas indígenas
(Santos 1995). También en La Castellana tres tumbas presentaban grabados en las
cámaras simulando alfardas (Tabares 2009; Aristizábal 2009).
32
3.4. Organización y dinámica social
29
Este método, implementado por Drenan (2000) en el Valle de La Plata (Alto Magdalena),
relaciona variables como densidad de cerámica, densidad de yacimientos, y tamaño y distribución
de los yacimientos, para obtener indicadores sobre jerarquización social y dinámicas de población,
mediante la realización de prospecciones a gran escala.
30
En cuanto a obras de infraestructura sólo puede hablarse de una red de caminos en piedra que
se asocian a la época prehispánica, entre ellos el famoso “camino de la cuesta” que conduce
desde el Valle de Aburrá hasta la cuenca alta de la quebrada Piedras Blancas, donde existen
varias fuentes salinas que fueron explotadas por los grupos portadores del estilo Marrón Inciso
hacia los siglos IV y VI DC (Santos 1995; Botero y Vélez 1994). Este camino es mencionado en las
relaciones del descubrimientos del Valle de Aburrá, en las que se señala la existencia de “muy
grandes hedificios antiguos destruydos e los camynos de peña tajada hechos a mano más anchos
q(ue) los del Cuzco e otros bohios como a man(er)a de depósitos”, “un bohío e a dos leguas otro e
en cada uno avia senbrado su comida de mayz e yuca” (Sardela, transcripción de Hermes Tovar
1993). También se señala en estas relaciones que desde la provincia de Arrna hasta el Valle de
Aburrá había grandes caminos y “edificios”, destruidos y abandonados, por las “sierras” y “medias
laderas”, “que en el Cuzco no los hay mayores” (Robledo, transcripción de Tovar 1993). Aunque se
ha planteado que el “camino de la cuesta” debió estar relacionado con la explotación y el
“comercio” de la sal (Santos 1995), no se cuenta con información sobre la época en que fueron
construidos estos caminos en piedra, ni sobre su función específica.
33
ni en la alfarería representaciones de caciques o personajes de alto rango, y en el caso
los grupos asociados al estilo Marrón Inciso, quienes lograron un alto desarrollo de estas
artesanías, las representaciones corresponden a mujeres y frutos, o imágenes que se
asocian con ritos de fecundidad, y ciclos naturales y sociales (Uribe 2005). Además, en la
orfebrería Quimbaya Temprana, aparte de los objetos personales que podrían reflejar
diferencias sociales (básicamente narigueras, y colgantes y cuentas de collar), son
comunes los poporos y otros objetos relacionados con el consumo ceremonial de la coca
que se relacionan más bien con actividades chamanísticas. De todas maneras, casi todas
las piezas de esta orfebrería provienen de entierros guaqueados, y aunque se ha
planteado que representan “estilos de élites” o “tecnologías de poder” (Uribe 2005), la
ausencia de contextos arqueológicos no permite conocer los sistemas de circulación y
consumo, es decir si jugaban un papel en la legitimación de líderes o grupos dominantes.
Además, los tres “tesoros Quimbayas”, que podrían indicar una concentración de estos
objetos en manos de un individuo o de un grupo particular (Uribe 2005), carecen también
de contextos arqueológicos. Por el contario, el hallazgo de dos piezas de oro (una cuenta
de collar zoomorfa y una nariguera) en vasijas de uso doméstico empleadas como urnas
funerarias en entierros sencillos, excavados en sitios de vivienda en el Cerro El Volador,
sugiere que estos objetos no tenían una circulación restringida sino que estaban al
alcance de toda la comunidad.
De otro lado, los cacicazgos no se identifican por la presencia de uno o varios rasgos de
una lista de rasgos característicos, sino que obedecen a un concepto con fuertes
implicaciones teóricas. En este sentido, puede decirse, siguiendo a Roosevelt (1999), que
el concepto de “cacicazgos” o “jefaturas” es el resultado del interés de la arqueología y la
antropología social norteamericanas por la explicación del surgimiento de las sociedades
complejas prehistóricas, en las décadas de los setentas y ochentas del siglo pasado, bajo
el enfoque de la Ecología Cultural, según el cual, el surgimiento de las sociedades
complejas fue concebido como una adaptación cultural de poblaciones crecientes a
regiones ecológicamente heterogéneas, y se consideró que la centralización y la jerarquía
social fueron la mejor manera de organizar sus sistemas culturales. Este concepto
comenzó a ser, cuestionado y repensado desde la década de los noventas debido a su
falta de correspondencia con el registro empírico y al desarrollo de los paradigmas
teóricos (Roosevelt 1999). Además, fue adoptado como una etapa de desarrollo humano
dentro de los modelos neoevolucionistas (ver por ejemplo Service 1984), también
cuestionados por reducir la diversidad humana en el pasado a unas cuantas etapas o
períodos en una secuencia de progreso: bandas, tribus, jefaturas y estados31. Influenciado
por la obra de Julian Steward (1902-1072), fundador de la ecología cultural y uno de los
exponentes del neoevolucionsmo, este modelo fue retomado por Reichel-Dolmatoff (1986
31
Incluso se ha planteado desde el punto de vista de la “etnogénesis” que los cacicazgos o
sociedades jerarquizadas son el resultado de cambios en la organización social y la identidad
cultural bajo modelos coloniales, y que es necesario asumir críticamente el registro arqueológico y
los modelos culturales y simbólicos que empleamos para entenderlo (Navarrete 2006).
34
y 1997) para ordenar y explicar el gran acopio de datos disponibles sobre la prehistoria de
Colombia, la cual subdividió en varias etapas evolutivas: Paleoindia, Formativa,
Desarrollos Regionales, Cacicazgos y Estado Incipientes. Es curioso sin embargo, que a
pesar del cuestionamiento y superación de los modelos evolucionistas en la disciplina
arqueológica, el modelo de Reichel-Dolmatoff sigue siendo el marco de referencia para la
gran mayoría de los arqueólogos colombianos (Flórez 2001).
Un punto de vista alternativo (el enfoque heterárquico) señala que no necesariamente las
sociedades complejas debieron estar organizadas bajo jerarquías centralizadas, y que su
organización se ajusta más a estructuras horizontales o “rizomáticas”, basadas en líderes
y comunidades locales que, en el contexto de una producción diversificada, controlaban la
explotación y el acceso a ciertos recursos (Roosevelt 1999; Navarrete 2006). En este
sentido, en el caso de los grupos representados por el estilo Marrón Inciso, por ejemplo la
información arqueológica muestra la existencia de aldeas especializadas en la explotación
de fuentes salinas en la cuenca de la quebrada Piedras Blancas (altiplanicie de Rionegro)
(Santos 1986 y 1995) y en el sitio de Altamonte en la microcuenca La Salada (Valle de
Aburrá) (Delgado 1995), y la orfebrería especializada y los asentamientos a lo largo de
cuencas hidrográficas con altos potenciales para la minería del oro, como los río Porce y
Nus, sugieren que debieron existir aldeas especializadas en la minería del oro.
Igualmente, la presencia de asentamientos cerca de ríos principales, desembocaduras de
quebradas y zona inundables, sugiere que pudieron existir aldeas especializadas en la
pesca y caza o captura de fauna relacionada con estos ecosistemas acuáticos (tortugas,
babillas, iguanas y aves). También los grupos representados por el estilo Tardío tenían
varias aldeas en la cuenca del Cauca especializadas en la explotación de sal, como lo
señalan las referencias de la Conquista (Cieza de León 1962). “Y esta sal la llevaban por
el valle de Aburrá hasta las provincias que están al oriente” (Cieza de León 1962),
posiblemente hacia el valle del Magdalena para conservar los peces que abundaban en
las épocas de “subienda” y facilitar su intercambio.
Puede decirse entonces, que en las sociedades agrícolas prehispánicas del Valle de
Aburrá y de Antioquia se desarrolla una complejización social que no se corresponde con
el concepto de sociedades jerarquizadas y centralizadas o “cacicazgos” en su sentido
clásico, sino que se ajusta más bien a jerarquías locales no centralizadas o estructuras de
poder horizontales fundadas en líderes locales y asociaciones de estos líderes, que
controlaban el acceso a los recursos distribuidos desigualmente en los territorios
ocupados, y el intercambio y la redistribución de productos . Es probable entonces, que la
variabilidad observable en las pautas de enterramiento de las sociedades agrícolas
prehispánicas de Antioquia, así como la elaboración de suntuosas piezas de alfarería y
orfebrería, expresen más bien diferencias de rango derivadas de liderazgos locales y
especializaciones en oficios religiosos y artesanales.
35
Independientemente de esta discusión, es evidente que en el Valle de Aburrá y en
Antioquia, se presenta a partir del tercer milenio AP un cambio marcado, señalado por el
surgimiento y desarrollo de sociedades sedentarias aldeanas con una agricultura
afianzada, basada en cultivos intensivos de plantas domesticadas como el maíz, la yuca y
el frijol; por un incremento considerable de la población expresado por la proliferación de
sitios de vivienda; por un notable desarrollo de la alfarería y la orfebrería; y por el
surgimiento de complejas prácticas funerarias. Estas manifestaciones sugieren el
desarrollo de sociedades complejas, entendidas como sociedades con una diferenciación
y jerarquización social (no necesariamente centralizada) que jugaba un papel en el
mantenimiento de un orden social y cosmológico. Otro cambio marcado se presenta a
partir de los siglos IX-X DC, asociado a cambios notorios en la alfarería y en las pautas
funerarias, pero estos no reflejan transformaciones sustanciales en las actividades
económicas sino en las manifestaciones culturales, que pueden ser el resultado de
reagrupaciones de la población debidas al surgimiento de nuevas formas de organización
social, que llevaron a la construcción de nuevas identidades sociales y nuevas
manifestaciones emblemáticas.
4. Los indígenas del Valle de Aburrá en el momento del contacto con los
españoles
Existen muy pocas referencias de la época de la Conquista sobre los grupos indígenas
que habitaban el Valle de Aburrá, los cuales están representados por el estilo cerámico
Tardío. Posiblemente, los españoles no concedieron un interés especial al Valle de
Aburrá, “descubierto” en 1.541, porque éste no ofrecía las riquezas auríferas de otras
regiones recién exploradas, como el valle del río Cauca, lo que explicaría que prefirieran
poner su atención en la ciudad de Santa Fe de Antioquia, fundada también en 1.541
(Santos 1993; Álvarez 1996). Además, según la versión de los españoles plasmada en las
relaciones del “descubrimiento” del Valle de Aburrá (Sardela, transcripción de Hermes
Tovar 1993; Robledo, transcripción de Hermes Tovar 1993), los indígenas eran “indios
pobres” que tenían poco oro, aunque eran grandes labradores y tenían mucha ropa y
comida, representada por maíz, frijol y carne. De acuerdo con estos relatos de la
Conquista, los indígenas del Valle de Aburrá en sus “trajes” y “la manera de sus casas
como en todo lo demás” eran de costumbres diferentes a los grupos que habitaban la
vertiente oriental de la cuenca Cauca, y eran distintos de los indígenas de otras provincias
más al norte como las de Nutabe o Hebéjico. Algunos aspectos que llamaron la atención
de los españoles fueron la ausencia de “canibalismo”, la utilización de “estóricas” o
propulsores de dardos, el hilado de algodón y la elaboración de textiles, y los curíes y
“perros mudos” que tenían los indígenas.
36
como el oro y la sal, y que desarrollaron algunas artesanías como los textiles y la
orfebrería (Cieza de León 1935; Robledo, transcripción de Hermes Tovar 1939; Simón
1981). Después del descubrimiento transcurrieron varias décadas, en las que no se tiene
noticias del interés de los españoles por el Valle de Aburrá. Sólo hasta 1.574 Gaspar de
Rodas solicitó al Cabildo de Antioquia tierras para fundar hatos ganaderos y estancias de
comida en el Valle de Aburrá, y en 1.579 la Corona le otorgó una capitulación para la
gobernación, población y reedificación de las provincias de Antioquia, Ituango, Nive y
Bredunco y otras entre los dos ríos (Magdalena y Cauca), de manera que hacia 1.582 ya
habían adquirido tierras algunos compañeros de la empresa militar de Rodas y vecinos de
la ciudad de Antioquia (Álvarez 1996).
37
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45
ANEXO
Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 10.060±60 Beta 245566 Santos 2010, 2011
Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 9.680±60 Beta 245564 Santos 2010, 2011
Medellín La Blanquita Sitio de vivienda Precerámico 7.720±50 Beta 162328 Botero y Martínez
2002
Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 7.080±40 Beta 260242 Santos 2010, 2011
Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 4.170±50 Beta 245565 Santos 2010, 2011
Envigado La Morena Sitio de vivienda Ferrería 3.180±40 Beta 245563 Santos 2010, 2011
Estrella VA 098. La Ferrería Sitio de vivienda Ferrería 2.390±110 Beta 46827 Castillo 1995
Medellín VA 046. Belén La Sitio de vivienda Ferrería 2.110±60 Beta 46818 Castillo 1995
Perla
Medellín Cerro Pan de Azúcar Campo de cultivo Ferrería 2.080±40 Beta 135400 Cardona 2002
Itagüí El Cacique Sitio de vivienda Ferrería 2.010±70 Beta 129213 GAIA 1999b
Envigado La Morena Sitio de vivienda Ferrería 1.990±70 Beta 260244 Santos 2010, 2011
Medellín Casablanca Sitio de vivienda Ferrería 1.970±60 Beta 178441 Nieto et al. 2003
Medellín VA 046. Belén La Sitio de vivienda Ferrería 1.950±50 Beta 46817 Castillo 1995
Perla
Itagüí El Cacique Sitio de vivienda Ferrería 1.940±50 Beta 129214 GAIA 1999b
Itagüí El Cacique Sitio de vivienda Ferrería 1.920±80 Beta 129212 GAIA 1999b
Medellín U4. Cerro Pan de Estructura vertical Ferrería 1.790±70 Beta 135401 Cardona 2002
Azúcar
Medellín Cerro El Volador. Entierro Ferrería 1.710±60 Beta 75508 Santos y Otero de S.
Terraza 11 1996
Itagüí VA 097. El Ranchito Sitio de vivienda Ferrería 1.680±50 Beta 46826 Castillo 1995
Medellín Cerro El Volador. Entierro Ferrería 1.620±70 Beta 81108 Santos y Otero de S.
Terraza 11 1996
Envigado La Morena Sitio de vivienda Ferrería 1.520±60 Beta 218856 Santos 2006
Medellín VA 046. Belén La Sitio de vivienda Ferrería 330±60 Beta 46815 Castillo 1995
Perla
Girardota El Indio Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.910±50 Beta 10533 Botero, Monsalve y
Múnera 1998
46
Caldas Cierraojos Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.350±60 Beta 155835 Moscoso et al. 2001
Girardota San Diego Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.270±120 Beta 141052 Langebaeck et al.
2002
Estrella Pueblo Viejo Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.230±60 Beta 118098 Castro 1999
Itagüí El Atravesado Campo de cultivo Marrón Inciso 1.960±120 Beta 129215 GAIA 1999a
Medellín VA 022. Quintas del Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.940±60 Beta 46822 Castillo 1995
Danubio
Medellín VA 041. Belén Los Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.890±90 Beta 46824 Castillo 1995
Alpes. La Guayabala
Estrella VA 126. Pueblo Viejo Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.860±90 Beta 46828 Castillo 1995
Medellín Cerro El Volador. Entierro Marrón Inciso 1.800±140 Beta 81109 Santos y Otero de
Terraza 10 Santos 1996
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 1.770±50 Beta 94908 Botero 1999
Elena
Itagüí El Ranchito Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.760±60 Beta 1713008 Acevedo 2003
y Ferrería
Envigado Álamos del Escobero Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.740±60 Beta 218856 Santos 2006
Medellín Loma Los Ochoa 1 Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.710±50 Beta 127747 Martínez 1999
Girardota El Incendio Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.660±50 Beta 127745 GAIA 1999b
Envigado Álamos del Escobero Entierro Marrón Inciso 1.650±50 Beta 218857 Santos 2006
Barbosa El Diamante Entierro Marrón Inciso 1.650±50 Beta 97022 Santos et al. 1996
Envigado Álamos del Escobero Entierro Marrón Inciso 1.640±50 Beta 218854 Santos 2006
Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.640±60 GrN 17664 Santos 1998
Elena. Mazo explotación salina
Girardota El Incendio Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.610±50 Beta 127744 GAIA 1999b
Medellín Cerro El Volador, Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.590±60 Beta 46821 Santos y Otero de
Terraza 6 Santos 1996
Girardota La Palma Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.590±60 Beta 111209 Botero, Monsalve y
Múnera 1998
Itagüí El Ranchito Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.560±50 Beta 165481 Acevedo 2003
Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.560±60 Beta 129459 Castro 1999
Elena. Chorroclarín explotación salina
Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.540±60 Beta 67471 Botero y Vélez 1995
Elena. Mazo explotación salina
Guarne Guapante 5 (YAGG05) Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.440±50 Beta 255298 Tabares 2009
Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.430±70 Beta 67470 Botero y Vélez 1995
Elena. Mazo explotación salina
Medellín Cerro Padre Amaya. Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.400±60 Beta 142830 Langebaeck et al.
La Quinta 2002
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 1.390±60 Beta 67469 Botero y Vélez 1997
Elena
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 1.360±50 Beta 94909 Botero 1999
Elena
47
Girardota Ave Negra Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.280±40 Beta 217105 Grupo Constructor
HATOVIAL 2006
Girardota El Indio Sitio de vivienda Marrón Inciso 960 INTEGRAL 1997
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 850±60 Beta 76298 Botero 1999
Elena
Medellín Los Guayabos Sitio de vivienda Marrón Inciso 810±30 Beta 294237 Aristizabal 2011
Girardota Loma de Los Ochoa 3 Entierro Marrón Inciso 760±40 Beta 217107 Grupo Constructor
HATOVIAL 2006
Girardota Loma de Los Ochoa 2 Sitio de vivienda Marrón Inciso 680±50 Beta 127746 GAIA 1999b
Medellín Cerro El Volador. Sitio de vivienda Tardío 950±70 Beta 75512 Santos y Otero de
Terraza 10 Santos 1996
Medellín Cerro El Volador Entierro Tardío 530±80 Beta 46818 Santos 1995
Medellín Cerro El Volador Entierro Tardío 480±60 Beta 75551 Santos 1995
Medellín Cerro El Volador Entierro Tardío 420±50 Beta 46820 Santos 1995
48