La Política Criminal y El Ministerio Público PDF
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Resumen
En el artículo se establecen los parámetros de lo que se estima una adecuada política criminal
para el Ministerio Público, basada en metas de gestión que clarifiquen su rol como agente en
la reducción de las tasas de criminalidad al aumentar mediante sus actuaciones el costo de la
comisión de delitos (según el modelo que Gary Becker recoge de Beccaria y Bentham), haciéndose,
de paso, un juicio crítico a las propuestas actuales de la institución en la materia.
This article discuss criteria for appropriate criminal policies in relation to the prosecutoring
authority, based on management goals that clarify its role as an agent in reducing the rates of
crime by increasing, through its actions, the cost of committing crimes (according to the model
that Gary Becker took from Beccaria and Bentham). On the way, it makes a critical judgment
of the actual proposals of the institution in this regard.
I. Introducción
Piedrabuena, G., “Séptima Cuenta Pública del Ministerio Público, Efectuada por el Fiscal Nacional,
de Políticas Criminales del Ministerio Público, por invitación del Sr. Fiscal Nacional.
Cfr. Piedrabuena, G., “Quinta Cuenta Pública de Actividades del Ministerio Público, Efectuada por
el Fiscal Nacional, Don Guillermo Piedrabuena Richard (Art. 21 de la Ley 19.640), de 26 de abril de 2004”,
en http://www.ministeriopublico.cl/index.asp, visitada el 10 de enero de 2006, p. 34s. Allí se señala que:
“El actual marco legal asigna al Ministerio Público la función de dirección de la investigación, de brindar
protección a las víctimas y testigos y la labor de sostener la acción penal pública, no así funciones cuyo ejer-
cicio es previo a la comisión de un delito, como es el caso de las funciones ligadas a la seguridad ciudadana,
que poseen un tinte claramente preventivo. Por lo anterior, el Ministerio Público no cuenta con facultades
legales para hacerse cargo de este último tema”.
2006] Jean Pierre Matus Acuña: El Ministerio Público y la Política… 189
necesarias para la obtención de los resultados propuestos”, esto es, una propuesta de
política criminal, pero haciendo hincapié en el carácter técnico o neutro que debieran
tener tales propuestas.
En este concepto parecía asumirse implícitamente que los hechos constitutivos de
delito son males que una sociedad democrática desea evitar, previniendo su comisión y
reprimiendo a los responsables, con pleno respeto a las garantías constitucionales. Luego,
uno podría suponer que el objetivo general de esas propuestas de políticas públicas sería, natu-
ralmente, reducir esos males, esto es, proponerse lograr una disminución significativa en la
tasa de delitos que se cometen. Y que su carácter “neutro” o “técnico” radicaría en que la
determinación de esos males que se pretenden evitar, esto es, de los hechos constitutivos de
delito, sería competencia exclusiva de los poderes políticos que la Constitución establece.
Pero como no tienen relevancia aquí las medidas de prevención ajenas a las que
puedan adoptar las personas que forman parte de las instituciones que componen el
sistema penal, el objetivo general enunciado puede concretarse diciendo que se trataría
de establecer metas de reducción de la actividad criminal en áreas prioritarias (p. ej., los
llamados delitos de mayor connotación social), en lugares (comuna, región, Estado) y
tiempos (meses o años) determinados, explicitando las actividades a realizar y los medios
que cada institución del sistema penal (Ministerio Público, policías, jueces, Gendarmería
de Chile, Sename) debe emplear para lograrlas.
De allí resulta que las políticas públicas en la materia forman una matriz donde la
fijación de metas, prioridades, actividades y medios a nivel institucional debe desple-
garse territorial y temporalmente, esto es, a nivel local, regional y nacional; y el corto,
mediano y largo plazo, respectivamente.
Esta matriz es similar a la que se utiliza en elaboración e implementación de los
Planes Regionales Anti Delincuencia, y por lo mismo les puede parecer una obviedad.
Sin embargo, es útil pues permite poner en primer plano de la discusión algo que es, a
mi juicio, esencial para que el Fiscal Nacional pueda legítimamente sugerir a los cole-
gisladores y al resto de las instituciones del sistema penal reformas legales procesales y
penales y otras medidas de políticas públicas de prevención y represión del delito: fijar
en su propia política de persecución criminal metas de reducción de la criminalidad,
estableciendo la clase de delitos cuya incidencia estima prioritario reducir, el quántum
de reducción efectiva que espera lograr, qué medidas se adoptarán local, regional o
nacionalmente, cuáles medios han de emplearse en ello, y cuándo se espera conseguir
los resultados propuestos. A falta de una política criminal propia explícita, la labor
de sugerir a otras instituciones políticas públicas en materia de prevención y represión
del delito carecerá de un punto de partida sólido y va a estar sujeta a una seria y muy
fundada crítica.
Comisión de Política Criminal del Ministerio Público, Minuta Sobre el alcance de la modificación introducida
por la Ley 20.074 al Art. 21 de la Ley Orgánica del Ministerio Público, Noviembre de 2005, no publicada, p. 8.
Para la discusión sobre el valor de las tasas de denuncias como indicador de la actividad criminal,
Cfr. Matus, J. P.: “¿Por qué no bajan las tasas de criminalidad en Chile?”, en Revista de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, vol. XXVI (2005), Nº 1, pp. 67-92.
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todo en las Regiones donde las distancias favorecen la toma de decisión sin control. Pero no podemos entrar
ahora a analizar la existencia de estas políticas locales de persecución criminal.
Cfr. Matus, J.P.: “Criterios de actuación del Ministerio Público en materias penales. Recensión del
texto ‘Reforma procesal penal. Oficios del Fiscal Nacional. Materias penales’. 2001-2004. Santiago 2005”,
en Ius et Praxis, vol 11 (2005) Nº 2, pp. 357ss. Sus aspectos distintivos son:
a) Menor discrecionalidad para decretar el archivo provisional, obligando aun en casos de los equívoca-
mente denominados “delitos menores”, decretar una orden de investigar (viable o no) y una revisión global
y periódica de los casos archivados (Oficio Nº 096);
b) Reducción de los casos en que es posible ejercer el principio de oportunidad, i.e., en el delito de
receptación (Oficio Nº 258) y todo aquél en que haya participado un funcionario público, sea o no delito
funcionario (Oficio Nº 551); imposición de exigencias especiales para ejercerlo, como considerar “el interés
concreto de la víctima” en los hurtos (Oficio Nº 258), o acuerdo escrito de ésta en los delitos contra la pro-
piedad intelectual (Oficio Nº 150);
c) Desvalorización de la suspensión condicional del procedimiento, considerándola “no recomendable”
en los delitos contra la propiedad intelectual (Oficio Nº 150), “no aplicable” en los funcionarios (Oficio
Nº 551), en los sexuales donde son víctimas menores (Nº 096) y, en general, ordenando a instar por ella “de
manera reflexiva y selectiva” (Nº 096)
d) Preferencia por el procedimiento ordinario para evitar sorpresas derivadas de las facultades judiciales
en los procedimientos abreviado y simplificado (Nº 096).
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Es casi un lugar común afirmar que quienes están de alguna manera concernidos
en la administración de políticas públicas vinculadas a la actividad criminal son más
propensos a suponer que su aumento se debe a factores sociales o personales incontrola-
bles y, al contrario, atribuirse como logro de su propia gestión el descenso en las tasas
de delitos.11 Sin embargo, a pesar de que los factores a que se atribuye el aumento y
la disminución de la actividad criminal son múltiples y de diferente origen, no son
tantos como para renunciar a su estudio, ni tan ajenos a los estímulos creados por la
propia comunidad que no existan ciertas posibilidades de control. La lista es corta y,
sin duda, bastante estudiada (aunque no en Chile),12 e incluye: la situación económica
nacional,13 las regulaciones sobre control de armas,14 la cantidad de policías por cada
cien mil habitantes,15 las políticas de gestión policial tipo “tolerancia cero” y “policías
Piedrabuena, G., “Sexta Cuenta Pública de Actividades del Ministerio Público, Efectuada por el
Fiscal Nacional, don Guillermo Piedrabuena Richard (Art. 21 de la Ley 19.640), de 26 de abril de 2005”,
en http://www.ministeriopublico.cl/index.asp, visitado el 2 de mayo de 2006, p. 8s.
10 Cfr., El Mercurio, Cuerpo C, Sábado 21 de enero de 2006.
11 Blumstein, A. y Rosenfeld, R.: “Explaining Recent Trends in U.S. Homicide Rates”, en Journal
and Six that Do Not”, en Journal of Economics Perspectives, vol. 18 (2004), Nº 1, pp. 163‑190. Su traducción
puede verse en Ius et Praxis, vol. 10 (2004) Nº 2, pp. 97-137, traductor: Matus, J. P.
13 Cfr. Núñez, J., Rivera, J., Villavicencio, X. y Molina, Ó.: “Determinantes socioeconómicos y de-
mográficos del crimen en Chile: evidencia desde un panel de datos de las regiones chilenas”, en Estudios de
Economía, vol. 30 (2003), Nº 1, pp. 55-85.
14 Cfr. Kennedy, D. et al: “Youth Violence in Boston: Gun Markets, Serious Youth offenders, and a
Use-reduction strategy”, en Law and Contemporary Problems, vol. 59 (1996), Nº 1, pp. 147-195, y especial-
mente, Lott, J. y Mustard, D.: “Right-to-Carry Concealed Guns and the Importance of Deterrence”, en
Journal of Legal Studies, vol. 26 (1997), Enero, pp. 1-68.
15 Cfr. Marvell, T. y Moody, C.: “Specification Problems, Police Levels, and Crime Rates”, en Criminology,
16 Cfr. De la Puente, P. y Torres, E.: “Seguridad ciudadana y prevención del delito. Un análisis crítico
de los modelos y estrategias contra la criminalidad”, en Estudios Criminológicos y Penitenciarios, Nº 1 (2000),
pp. 15-62.
17 Cfr. Langan, P.: “America’s Soaring Prison Population”, en Science 251 (1991), marzo,
pp. 1568-1573.
18 Cfr. Marvell, T. y Moody, C.: “Prison Population Growth and Crime Reduction”, en Journal o f
Working Paper Nº 01-012; and USC Finance & Business Econ. Working Paper Nº 01-15. (2001).
20 Cfr. Grogger, J. and Willis, M.: “The Emergence of Crack Cocaine and the Rise in Urban Crime
23 Becker,G., “Crime and Punishment: An Economic Approach”, en Journal of Political Economy, vol. 76
(1968), p. 209. Así lo reconoce también Silva Sánchez, J. M.: “Eficiencia y Derecho Penal”, en Anuario de
Derecho Penal y Ciencias Penales, 1996, p. 94.
24 Beccaria, C.: De los delitos y de las penas, Cap. 27 (trad. de J.A. de las Casas), Alianza ed., Madrid,
1990, p. 71
25 Cit. por Moreso, J. J.: La teoría del Derecho de Bentham, Barcelona 1992, p. 351, donde aparece, pre-
cisamente, en un capítulo que se denomina “análisis económico del Derecho”, y se vincula específicamente
con las tesis de Becker y Posner.
26 Cooper, D.: “Nichos Etiológicos y Características de la Delincuencia Urbana y Rural Mapuche y
40 años),27 mientras más tiempo personas de ese grupo se encuentren cumpliendo penas
privativas de libertad, menos delitos podrán cometer. Este efecto de incapacitación es una
externalidad positiva de las penas privativas de libertad que una política de persecución
criminal orientada a la reducción del delito podría considerar, favoreciendo la obtención
de penas efectivas de prisión y de la mayor duración posible dentro de los límites legales.
Sin embargo, aquí es necesario tener en cuenta también las externalidades negativas de las
penas privativas de libertad, en tanto que su ejecución no es gratuita para la comunidad
(deben proveerse cárceles, gendarmes, alimentación, etc.) 28 y, además, genera en los
recluidos fenómenos de desocialización importantes que, cuando son liberados, actúan
aumentando sus probabilidades de volver a delinquir.29 Por lo mismo, en la fijación de
metas de desempeño en relación a este aspecto debiera tomar cuidadosamente en cuenta el
verdadero beneficio de largas penas privativas de libertad, del que debe descontarse los
daños sociales que de ellas se derivan, los cuales parecen conducir a que, marginalmente,
el beneficio sea mucho menos relevante que el de otras medidas, como aumentar el
número de policías disponibles en tareas de prevención situacional.30
El análisis anterior también puede hacerse extensivo a las medidas cautelares, pues
la prisión preventiva tiene, desde este punto de vista, los mismos efectos: incapacita
para cometer delitos durante su ejecución, y su propia ejecución desocializa y significa
importantes gastos fiscales, con la diferencia de que en tales casos no se ha constatado
la culpabilidad del autor, por lo que los costos de desocialización son mayores, por la
mayor probabilidad de que recaigan en personas que antes no estaban dispuestas a co-
meter delitos y podrían haber estado sujetas a otras medidas cautelares menos costosas.
Luego, para reducir los costos, parece aconsejable propiciar la ejecución de medidas
con similares efectos incapacitantes pero menos costosas socialmente (como la vigilancia
electrónica), y en caso de ser necesaria la prisión preventiva, reducir sus efectos deso-
cializantes, reduciendo el tiempo de su ejecución, sea mediante el recurso a los juicios
inmediatos, sea mediante investigaciones lo más breves posibles.
Finalmente, cabe señalar que en el Documento del año 2004, sobre “Política Nacional
de Seguridad Ciudadana”,31 se mencionaba al Ministerio Público como actor relevante
en los objetivos de aumentar la proporción de delitos resueltos, y desarrollar estrategias de
27 Núñez et al, op. cit. Según el Anuario Estadístico Interinstitucional del año 2004 (Tabla 156, p. 193),
durante ese período, el 69% de los delitos se cometieron por personas de entre 18 a 45 años, y un 92% del
total de imputados eran hombres (Tabla 180, p. 217).
28 Dato que Becker, op. cit., p. 193, toma en cuenta para preferir multas proporcionadas al costo del
son beneficiados por medidas alternativas hablan por sí solas de este fenómeno: 47,3% vs. 16,1% de los
beneficiados con Libertad Vigilada, 20,2% con reclusión nocturna y 6,4% con remisión condicional (Fuente:
Hofer, M.: “20 años de aplicación de la Ley Nº 18.216”, en Boletín Jurídico del Ministerio de Justicia, Nº 4-5
(2003), pp. 157-203, Cuadro Nº 16 (p. 185)).
30 Levitt, Why… cit., p. 179.
31 División de Seguridad Ciudadana: “Política Nacional de Seguridad Ciudadana”, Santiago 2004,
pp. 44 y 46.
196 REVISTA DE DERECHO [VOLUMEN XIX- Nº 2
persecución focalizadas en tipos de delitos, lugares o hechos reiterados, lo que es coincidente con
lo hasta aquí expuesto, con la sola salvedad que aquí se consideran vinculados también
a la prevención del delito y no sólo a su control, como en el documento citado. Y en
particular, respecto de la formulación de estrategias focalizadas de persecución penal,
cuando son territorializadas, siempre se debe considerar que –como ya hemos dicho– sus
efectos podrían llevar únicamente al desplazamiento de la actividad criminal a otros
territorios y a competencias entre las diferentes Fiscalías Regionales que no necesaria-
mente producirán el mejor resultado social esperable. Además, en el citado documento,
se mencionan otros ámbitos donde la actuación del Ministerio Público incidiría en la
prevención y control del delito, que no me es posible desarrollar aquí, dado que o bien
se comprenden en los anteriores o no corresponden propiamente a la política de perse-
cución penal del Ministerio Público, a saber: en cuanto a prevención social, participar en
las intervenciones en barrios vulnerables (aunque no se identifica de qué forma); en lo que
respecta a prevención situacional, perfeccionando la atención de víctimas; y en las tareas de
control, se le asigna un rol no especificado en las labores de formación para la modernización
policial; y en la implementación del nuevo sistema de justicia penal juvenil.32
Como cuando en el Mensaje del CPP 2000 se afirmaba que el sistema penal in-
quisitivo que antes nos regía estaba “colapsado”, toda política pública de mejoramiento
supone un diagnóstico en que, explícita o implícitamente, se señala que las instituciones
que debieran mejorar no están cumpliendo a cabalidad con su parte en una tarea común
(la “efectiva persecución de los delitos, protección de las víctimas y de los testigos, y
el adecuado resguardo de los derechos de las personas”), sea por falta de medios mate-
riales o personales, deficiencias de quienes deben ejecutar las labores que se pretenden
mejorar o limitaciones de carácter legal para un mejor funcionamiento del conjunto
del sistema penal.
En ese escenario, y tal como sucedió con la Reforma Procesal Penal, perfectamente
quienes dirigen las instituciones eventualmente aludidas podrían sentirse habilitados para
rechazar públicamente tales sugerencias, argumentando que no existen las deficiencias que
se sugieren mejorar, que bastaba con que el Ministerio Público actuara coordinadamente
con ellas (y que para esos están, por ejemplo, los Planes Regionales Antidelincuencia y
sus Comités formados por representantes de la mayoría de las instituciones que forman
parte del sistema penal), e incluso, que las deficiencias que fundarían las críticas serían
atribuibles a los propios fiscales del Ministerio Público, por desconocimiento de las
Ya hemos señalado que para realizar sugerencias de políticas públicas para la repre-
sión y prevención del delito a otras instituciones, es necesario primero que el Ministerio
Público fije explícitamente su política en la materia. Ello supone no sólo la elaboración
de un documento que recopile y sistematice las políticas de persecución penal que ac-
tualmente se están implementando, sino, además, el estudio de los factores que llevan a
la comisión de delitos y el diseño de los estímulos institucionales que deben disponerse
para que los Fiscales del Ministerio Público logren los nuevos objetivos propuestos, junto
con un detallado análisis de costos (directos y alternativos) y beneficios.
Pero también se requiere estudiar la naturaleza y funciones de las instituciones a
que tales sugerencias se dirigen, de los recursos de que disponen y los que necesitarían
para implementarlas, y del modo cómo su funcionamiento influye en los factores que
determinan las probabilidades de comisión de delitos, y de los costos (directos y alter-
nativos) y beneficios de las mejoras que se proponen.
presentación de pruebas por parte de la fiscalía? Pero incluso si se presentase una suge-
rencia técnica y financieramente fundada para hacer operativas las medidas del Art. 155
CPP, sobre la base de dispositivos de vigilancia electrónica, que tenga en cuenta los
mayores costos alternativos de mantener personas no condenadas en prisión preventiva,
difícilmente la comunidad va a considerar “neutral” la decisión de adoptar o no tales
dispositivos en el sistema penal, tanto por su propia naturaleza como si se consideran
una verdadera alternativa a la prisión preventiva. Lo mismo sucederá si las sugerencias
se refieren a medidas destinadas a la reinserción de los condenados o a las condiciones
de su encierro. En qué medida se considere la reinserción de los condenados un objetivo
socialmente deseable y cuántos recursos se destinen a ello parecen ser cuestiones de alta
política y no necesariamente “neutrales”.
“1.- En cuanto al mejoramiento del sistema procesal penal, perfeccionar la salida alter-
nativa de la suspensión condicional del procedimiento, a través de mecanismos legales y
reglamentarios que beneficien el control del cumplimiento de las condiciones fijadas y
la reinserción laboral del imputado, contribuyendo de esta manera a su efectiva rehabi-
litación e impidiendo que vuelva a incurrir en hechos presumiblemente delictuosos”.
quien carece de iniciativa legal y no parece ser posible ni mucho menos deseable que
tenga la capacidad política de determinar la agenda o las prioridades legislativas.
Además, considerando únicamente el contenido de las propuestas, su generalidad
puede considerarse más una declaración de buenas intenciones que una propuesta de
regulación, al faltar en ellas propuestas de regulación concretas con una estimación
de su incidencia presupuestaria, especialmente necesaria cuando se trata de establecer
mecanismos de control que han de requerir destinar recursos y medios para hacerlos
efectivos (propuestas 1 y 2).
En segundo término, las propuestas 1 y 2 no definen el rol del Ministerio Público
en su eventual implementación. Así, respecto del otorgamiento de la suspensión con-
dicional del procedimiento, al proponer un perfeccionamiento de los mecanismos de
control, ¿significará quizás que esta salida alternativa será favorecida por los fiscales
adjuntos? ¿respecto a cuáles imputados y a qué clase de delitos? Además, la propuesta
parece asumir que las condiciones impuestas en los casos de suspensión condicional
del procedimiento tienen efectos rehabilitadores, lo que indicaría que la política del
Ministerio Público sería favorecer más esta clase de término del procedimiento que en
la medida que se usa actualmente. Sin embargo, si de lo que se trata es de prevenir la
comisión de delitos y no la congestión de los tribunales, es necesario estudiar empíri-
camente el verdadero efecto rehabilitador que se les supone a estas medidas, antes de
tomar una decisión de política criminal al respecto.
“4.- Apoyo del Ministerio Público a la generación de una red social que funcione co-
ordinadamente con organismos públicos y privados para ofrecer capacitación laboral,
tanto bajo la suspensión condicional como bajo la ley 18.216. El desarrollo técnico de
esta política demandará inversiones y recursos destinados a la reinserción laboral y a
la construcción de una red de coordinación entre organismos públicos y privados que
apoyen la rehabilitación del beneficiado”.
de cumplir con trabajos o capacitación laboral? Nada de esto se explicita. Mucho menos,
cuántas plazas traducidas en horas-hombre de capacitación se requieren efectivamente.
Y lo más importante: ¿Se encontrarán entre las metas de los fiscales adjuntos Ministerio
Público este año hacer efectivo el control del pago de las multas y su sustitución por
la privación de libertad cuando corresponde, así como el efectivo cumplimiento de las
condiciones en que se otorgan los beneficios de la Ley Nº 18.216? ¿Qué proporción de
cumplimiento efectivo se considera un éxito en la gestión?
“5.- En cuanto a las medidas para una más efectiva persecución de los delitos, se
propone fomentar la transferencia de información, con ayuda de medios tecnológicos,
entre los sistemas informáticos de las policías y el Ministerio Público, y el acceso a
las bases de datos y bancos de imágenes públicas y privadas (Policía, Registro Civil,
Gendarmería, grandes tiendas, supermercados, etc.)”.
IV. Resumen
Bibliografía
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