La Poesia Social
La Poesia Social
La Poesia Social
Hace ya algún tiempo definía la poesía social como una poesía de sentido narrativo
y de carácter neoépico-dramático. Principios definitorios y definidores que los sigo
subscribiendo, aunque haya cambiado de parecer en otros aspectos y ya no acepte las
mismas valoraciones que propugnaba en aquella época. Sin embargo, centrándome
en los aspectos permanentes de aquella definición, podemos afirmar que la poesía so-
cial por unas razones u otras se identifica con la narrativa, con la épica y con la
dramática. Si esto es así, cabe preguntarnos por la razón real, por la que la poesía so-
cial no se relaciona con la poesía lírica. Desde el punto de vista de pura poeticidad
del mensaje y desde la especificidad de los géneros literarios, parece que hay que cues-
tionar la dimensión lírica de los expresados sociales.
Si, por otra parte, evaluamos la realidad de la poesía social desde categorías de
recepción, llegamos a las siguientes conclusiones. La poesía social es ante todo y
sobre todo una poesía doctrinal. La finalidad de esta poesía es, por tanto, el
adoctrinamiento3 de un receptor de categoría colectiva y de naturaleza popular. Si se
quiere llegar a este destinatario, la expresión del mensaje doctrinal tiene que
responder a presupuestos gramaticales y significativos lo más objetivos posibles para
propiciar la claridad de las ideas expuestas y, así, facilitar su comprensión. Desde los
presupuestos de este planteamiento, la literaturídad del mensaje queda limitado por
la finalidad. El arte se supedita a la doctrina y la expresión a la recepción. Como en el
caso anterior, tenemos que poner en tela de juicio el subjetivismo lírico de los enun-
ciados sociales.
Si asumimos como punto de partida de estas supuestas categorías de emisión,
podemos proponer una serie de notas que parecen reafirmar la idea que vamos
reiterando. Al predominar en esta tipología poética los expresados de doctrina sobre
los estados de emoción, el emisor-poeta tiene que marginar cualquier planteamiento
de carácter subjetivo para potenciar al máximo el dato objetivo del referente.
Asimismo, se tiene que precisar el contexto referencial de la forma más por-
menorizada posible para facilitar y simplificar la comprensibilidad del mensaje. Según
lo que indicamos, esta poesía parece potenciar grados de conocimiento y no estados
de emoción. Desde este punto de vista, la función referencial se impone a la función
emotiva.
Tal como vamos indicando, aunque sólo sea a manera de síntesis, parece por
razones de poeticidad, por exigencias de receptividad y por categorías de emisión que
lo más consecuente sena negar o por lo menos minimizar al máximo la categoría
123
Inicio Índice
124
Inicio Índice
es muy poético y muy literario, pero sirve de muy poco como testimonio de algo
denunciable. Al no ser entendido por el receptor, difícilmente puede provocar en él
una reacción de rebeldía. No se comporta como un estímulo provocador de una
respuesta, porque no ha funcionado la pregunta-estímulo. El poema señalado es
desde el punto de vista de la finalidad una interrogación sin sentido que no puede
motivar la respuesta deseada en ese receptor. Desde el reverso de este planteamiento,
podemos citar como ejemplo el cancionero de la guerra. Este es fácilmente compren-
dido por ese destinatario, consiguiendo la diana de su finalidad: el enardecimiento y
la entrega generosa del combatiente. La canción-poema funciona como estímulo
apropiado para provocar la reacción buscada La pregunta ha suscitado la respuesta.
Sin embargo, desde categorías literarias nos encontramos con unos poemas de ínfima
calidad poética. En el poema de García Lorca se supervalora la poeticidad sobre el
principio de finalidad y en "el cancionero de guerra" es la finalidad la que se super-
pone al principio de poeticidad. Parece por lo que se dice en estas líneas que
poeticidad y finalidad son principios irreconciliables y antitéticos. Una razón tiene que
quedar clara desde un principio. La irreconciabilidad de ambos principios no se asien-
ta en supuestos intrínsecos, sino en los medios poéticos seleccionados y empleados
por sus respectivos creadores. García Lorca asume rasgos surrealistas para exponer
una denuncia y "el cancionero de guerra" denuncia una realidad a través de principios
estilísticos muy efectistas pero muy poco poéticos como son la oratoriedad y el
prosaísmo. Por eso, el primero niega la posibilidad receptiva del enunciado y el segun-
do ahoga la naturaleza poético-literaria del mensaje. Sin embargo, cabe preguntarnos:
¿dentro del elenco casi infinito de posibilidades expresivas no existen unos medios-
planteamientos poéticos que sean capaces de fusionar poeticidad y finalidad, de
manera que se garantice la finalidad, salvaguardando la poeticidad y viciversa?
Para poder responder a la cuestión planteada, tenemos que recurrir una vez más a
las categorías poéticas de la preceptiva neoclásica. Sabemos, por una parte, cuál es la
naturaleza receptiva del destinatario y conocemos, por otro lado, el efecto-finalidad
que se pretende conseguir a través del mensaje, nos falta, finalmente, proponer los
medios literarios apropiados para poder presentar un mensaje que siendo literario
cumpla perfectamente con las exigencias de su finalidad didáctica y ética.
Si éste es el riesgo que a priori tiene que aceptar el escritor para llegar a un des-
tinatario popular con un mensaje literario, el desvelar el mecanismo expresivo de ese
escritor es la tarea-aventura que a posteriori tiene que asumir el crítico. El escritor
tiene que buscar los medios de expresión adecuados para que la finalidad pretendida
sea eficaz y para que el mensaje sea auténticamente literario. El crítico debe indagar y
descubrir en ese mensaje la realidad y naturaleza de esos mismos medios de expresión
que hacen que el mensaje sea popular y sea poético.
La libertad, lo posible,
la luz pasada que clama, la increíble realidad
dan razón de lo que exalto,
dan y crecen siempre a más.
125
Inicio Índice
Para qué hablar de este hombre cuando hay tantos que esperan
(españahogándose) un poco de luz, nada
más, un vaso de luz
que apague la sed de sus almas.
126
Inicio Índice
Entre los muchos posible ejemplos de la obra de Blas de Otero, Pido la paz y la
palabra, hemos optado por estos tres, también referidos al campo semántico de la "luz-
sol". El lector-destinatario en el nuevo contexto del símbolo sabe con absoluta certeza
que cuando en el poema se dice "luz", "sol" se está expresando paz, justicia, libertad,
etc. El símbolo es otro de los recursos más usados por el poeta social, ya que a través
del símbolo se responde a la finalidad didáctica de base y al principio de poeticidad
propio de todo texto literario.
Profundizando aún más en el complejo juego de recursos psicológico-poéticos,
podemos mencionar dos aspectos de suma importancia por el papel que juegan en el
plano de la poeticidad y en el plano de la receptividad.
El primer aspecto hace referencia al empleo aparentemente anárquico del empleo
sistemático de uno de los dos términos de la comparación de A, término real, o de B,
término evocado, junto a la misma imagen poética. La relación numérica en cuanto a
la presencia de cada una de las tres posibilidades es muy proporcionada.
He aprendido a cantar
y me inclino hacia el futuro con dulce gravedad
según mandan las leyes
que llevan por su cauce mi impulso hacia la paz.
En este fragmento del poema de Gabriel Celaya nos encontramos con un complejo
entramado de relaciones poéticas. El término "cantar" aparece como referente y como
término evocado. A su vez, "paz" se presenta en el contexto poético como plano real,
mientras libertad aparece como término evocado de la imagen poética. En unos casos,
por tanto, la idea expresada aparece expuesta a través de imágenes poéticas; en otras
circunstancias se verifica la sola presencia del término real y en otras ocasiones la del
término evocado. La utilización sistemática de estos recursos hace que los dos
términos de la comparación aparezcan indistintamente en la conciencia del receptor
como planos referentes y como planos evocados de una misma realidad. Al receptor
le resulta lo mismo encontrarse con el término real o con el término evocado, ya que
para él presentan un mismo valor significativo. La realidad significada ha anulado la
diferencia entre una expresión referencial y una expresión simbólica, lo que significa
127
Inicio Índice
la objetivación máxima de los expresados sin que esto suponga merma o disminución
de naturaleza o validez poética :
128
Inicio Índice
para los receptores-destinatarios. Los símbolos míticos de Blas de Otero son como
figuras prevalentes Antonio Machado, W. Wbitman, Nietzsche, Ludwig van Beet-
hoven, Don Quijote, etc. Los símbolos míticos preferentes de Gabriel Celaya son Don
Quijote y Sancho. León Felipe presenta un cuadro mayor y más complejo, etc. etc.
Todos los símbolos míticos presentan un comportamiento ejemplar. Su aceptación o
rechazo dependerá de la naturaleza significativa de su conducta.
¿Por qué el poeta social recurre a los modelos ejemplares de los símbolos míticos?
La respuesta, como en casos anteriores, es precisa y convincente. A través de las diver-
sas y diferentes conductas de los símbolos míticos quedan personificadas las ideas
abstractas o los principios morales, que el poeta pretende inculcar en ese destinatario
popular. Este receptor popular de carácter primario, muy emotivo y poco cerebral, se
siente fuertemente identificado o profundamente repelido de dichos personajes. Pero
en la medida en que éstos son aceptados o son rechazados, también son asumidos o
negados los principios o ideas que éstos están personificando. Estos símbolos, propios
o comunes, tienen que pertenecer al acervo popular, aunando en la simbología de su
figura la persona y la verdad expresada o bien el ser y la condición. El símbolo mítico
propio por excelencia es Cristo, quien representa la idea de entrega absoluta y de
redención. Un símbolo mítico común propio de una sociedad agrícola puede perfecta-
mente estar representado por la figura de un pastor. De ahí la imagen de Cristo-Dios
como Buen Pastor. Otro ejemplo sería el del alfarero como lo propone Gabriel
Celaya en su poesía. En una sociedad industrial, éstos pueden estar representados por
los carpinteros, por los mineros, etc. Tanto unos como otros relacionan su ser con la
condición o idea significada: el trabajo como un medio de superación.
A través de la utilización de los símbolos míticos, los principios doctrinales o ver-
dades abstractos del enunciado poético no sólo aparecen objetivados y vivificados,
sino también personificados. La inteligibilidad emotiva de los expresados es total sin
que esto implique negación o merma de cantidad y calidad poética.
Hasta ahora sólo hemos propuesto la simple enumeración de las piezas poéticas,
falta plantear el resultado final de la ordenación de las partes. La resultante final de
este trabajo de combinación es un cuadro significativo de gran coherencia y de profun-
da poeticidad. A través de las comparaciones o símiles, de las imágenes arquetípicas,
de los símbolos arquetípicos y de los símbolos míticos se llegan a plantear verdaderas
estructuras de naturaleza alegórica. Si tenemos que proponer una definición para la
alegoría social, ésta sería, por lo menos para nosotros, la historia de la redención-
divinización del hombre como ente colectivo. Esta alegoría estaría formulada a través
de dos mitemas principales: pérdida del paraíso en el presente histórico y conquista
del paraíso en un futuro suprahistórico a través de un proceso-camino-lucha de supe-
ración ascética. A su vez, para la proposición de este cuadro, el poeta recurre a un
conjunto de submitemas: el mitema de la renovación con las ideas de muerte-
nacimiento, el mitema de la superación con los principios de renunciación-entrega y
el mitema de la culminación con los expresados de vida-luz absoluta. Así pues, la
poesía social como temática y como estilo poético narra alegóricamente la historia
sagrada de la divinización del hombre colectivo y de la conquista definitiva del nuevo
paraíso terrenal.
129
Inicio Índice
NOTAS
1 Ascunce Arrieta, José Ángel: "Razón y sin razón de la poesía social: un intento de definición". Letras
de Deusto, no 19, Enero - Junio 1980. Bilbao.
2 De dicho trabajo se hace necesario replantear el papel casi exclusivo que otorgábamos a la canción
como elemento de recepción, la proyección marcadamente referencial que dábamos al sentido, y
otros aspectos secundarios que utilizábamos para definir la forma expresiva, etc.
3 Cuando hablo de adoctrinamiento, no me refiero a simples consignas de categoría social o política.
Como tendremos oportunidad de verificar una vez leído este trabajo, adoctrinamiento en definitiva
presenta un sentido escatológico y una dimensión ecuménica. Estos datos hacen que la verdadera y
auténtica poesía social se tenga que diferenciar de la simple poesía de testimonio y de la poesía
política, con los que se suele identificar frecuentemente.
4 Valoraciones que, aunque generalizadas, no son por todos compartidas. Sin embargo, basta recordar
algunos calificativos que críticos de gran renombre han realizado para ver cuáles pueden ser las sim-
patías o antipatías que sienten hacia este tipo de poesía; "poesía de la berza", "poesía del andamio",
etc. Sin embargo, en todos ellos existe, creo yo, un error de partida. Identifican lo social con lo
político y con lo testimoniado. Y esto es una grave confusión que lleva a malformar la verdadera
valoración que debe poseer la auténtica poesía social.
5 Quien hasta el momento ha mostrado esta idea con mayor claridad y clarividencia ha sido Carlos
Bousoño, cuando afirma: "El neoclasicismo muestra extraños paralelismos y hasta coincidencias for-
males soprendentes con otra (tipología poética) del panorama completo de la hora presente española
[...] entonces se repudiaba la imaginación en el verso, predominaba [...] un arte socialmente útil [...]
La poesía había de conllevar ideas..." (Cf. Teoría de la expresión poética. Madrid: Tomo II, p. 279,
Gredos 1970).
130
Inicio Índice
6 Proponemos como ejemplo el poema de García Lorca como simple hipótesis de un caso posible cuya
finalidad sea la motivación que vamos proponiendo. Esto no significa que defendamos la finalidad so-
cial y el propósito didáctico del poema señalado.
7 Esta dualidad ha sido señalada desde hace tiempo. En concreto, el manifiesto surrealista de "La
revolución ante todo y siempre" se centraba precisamente en este punto. Punto sin solución que
provocaría la escisión entre Aragón y Bretón. Hoy en día en bastantes países de nuestro planeta se
sigue discutiendo entre las teorías literarias el dilema de literaruridad o finalidad.
8 Gabriel Celaya: Obras Completas, p. 611, Madrid: Aguilar, 1967.
9 Gabriel Celaya: Obras Completas, p. 620, Madrid: Aguilar, 1967.
10 Gabriel Celaya: Obras Completas, p. 610, Madrid: Aguilar, 1967.
11 Blas de Otero: Pido lapazy ¡apalabra, p. 49, Barcelona: Lumen, 1976.
12 Ibii, p. 55.
13 IbitL, p. 67.
14 Gabriel Celaya. Op. cit., p. 610.
15 Sin embargo, no todos los campos semánticos presentan esta relación ni esta composición. Única-
mente se verifica en toda su extensión y amplitud en el campo semántico de la "realidad
suprahistórica", en el futuro absoluto. En el supuesto de darse también este proceso de adecuación en
el plano del presente histórico contribuiría sólo a reforzar el lado referencial del testimoniado, lo que
implicaría merma de calidad poética. Este es uno de los grandes errores en que ha caído la mala
poesía social.
16 Blas de Otero. Op. cit., p. 57
17 Blas de Otero. Op. cit., p. 57.
131