Antecedentes
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Antecedentes
Introducción
El fundamento sobre el cual se dio sentido a la formación de las parteras en México, radica
en las raíces culturales, herencia de la época prehispánica. Sin embargo, a lo largo del siglo
XX la enseñanza de la obstetricia ha sufrido muchos cambios, que siguieron el modelo de
atención de salud y las concepciones materna y neonatal en la formación profesional del
área. Gran avance han tenido los conocimientos de los orígenes de la vida, de las leyes de la
herencia y el crecimiento y desarrollo embrionario y fetal, los efectos secundarios de los
distintos fármacos, de las tecnologías para el diagnóstico y el tratamiento en el ciclo
materno fetal, lo cual reafirmó la necesidad del cuidado de la salud de la madre y su hijo a
lo largo de todo el ciclo perinatal en una dimensión tanto en lo ético como en lo científico,
de cuidar a la pareja desde antes de la gestación en la pre-concepción, la concepción hasta
el nacimiento para después brindarles el cuidado integral, considerando, a los integrantes de
la familia como un todo, con énfasis en la madre y su hijo por la vulnerabilidad que
presentan en esta etapa del ciclo vital, los riesgos en constante interacción con su entorno
cambiante, apoyando sus procesos vitales y la motivación para el logro del máximo
potencial en los ámbitos biopsicosociales, emocionales y espirituales (1), en la búsqueda de
una mejor calidad de vida y el compromiso contraído con el advenimiento de cada nuevo
ser humano para un mundo mejor.
Desde una perspectiva histórica, las actividades realizadas por las parteras han sido más que
una actitud de trabajo, una experiencia ética, por los aspectos intangibles, en que prevalecen
los valores humanos, el cuidado integrador que rebasa el esquema biologicista hacia uno
holístico, relacionado con actitudes de ternura, afecto, comprensión y de reconocimiento de
las dimensiones del ser humano, de la sensibilidad para uno mismo y la alteridad (2),
entendida como el descubrimiento que el “yo” hace del “otro”, de la que surgen una amplia
gama de imágenes del otro, del “nosotros”, de las fuerzas existenciales y el apoyo
situacional, de los sentimientos generados en la relación de ayuda y confianza, bajo una
visión fenomenológica (3).
Luz Pérez Loredo relata (4) que la partera basaba su entendimiento sólo en su propia
experiencia en el arte de los partos. Sí, bien carecía de escolaridad y de conocimientos
racionales sobre la causalidad y terapéutica de las enfermedades; ejercía algunas medidas de
orden médico como la aplicación de oxitócicos, unas veces con resultados favorables y otras con
situaciones de riesgo para la gestante y su niño.
Este patrimonio legado a las generaciones de parteras, de la actitud tenaz del cuidado hacia la
embarazada y la parturienta trascendió hasta el presente. En la dinámica familiar prehispánica fue un
factor muy participativo desde que la mujer se daba cuenta de su embarazo. Su tradición continuó
ya en la época del virreinato porque la partera muy poco alteró sus actividades. Se encargaba de dar
consejos a la preñada, ordenar a la familia lo que debían darle y prohibía todo aquello que pudiera
hacer daño a la criatura; advertía de los cuidados en los primeros meses de embarazo y concretaba sus
consejos encargando buena alimentación, reposo y moderaciones en los trabajos manuales (5).
Al iniciarse el parto lavaba a la embarazada, arreglaba un lugar donde debía parir y si la parturienta
era mujer principal la partera se hacía acompañar de dos o tres mujeres a quienes se les daba el
nombre de “tenedoras”, en función a que ayudaban a detener a la mujer en el proceso del parto y
el alumbramiento. Más tarde, estas mujeres tenedoras, ya con experiencia por lo observado se
convertían también en parteras (6).
Empezado el trabajo de parto, daba un baño a la parturienta y después de éste, le hacía beber la
raíz molida con agua de una planta llamada Chihuapatli que gozaba de la propiedad de empujar
el feto hacia fuera (7). En caso de no bastar este brebaje se le administraban otros con los mismos
efectos. En cuanto a la forma en que se atendía el parto, se observaban determinadas conductas.
La partera se colocaba sentada frente a la parturienta y con ambas manos, le frotaba el vientre o
se lo comprimía para favorecer los dolores o la expulsión del feto. Las tenedoras se colocaban una
en la espalda, en cuclillas, y con sus dos manos apoyaba y oprimía la cintura o el vientre de la
parturienta, mientras que la otra tenedora, de pie, le sostenía por los codos, la cabeza o por las
sienes.
Otra forma de atender a la embarazada en la última etapa del trabajo de parto era que la
comadrona permanecía sentada, en cuclillas, con las manos apoyadas en los glúteos y con los
dedos entreabría la vulva. Finalmente con un supremo esfuerzo ayudaba a la expulsión. Otras
mujeres parían de rodillas asistidas por las partera; También daban a luz colocadas bocabajo, a
cuatro patas, con las manos en el suelo y la comadre recibía a la criatura por detrás; parían también
arrodilladas y asidas de una cuerda pendiente del techo; sosteniéndolas de los muslos las
tenedoras y ayudantes (8). Estas prácticas, aún se conservan en regiones apartadas de la
civilización en la república mexicana.
FOTO 002 Mural Diego Rivera. Historia de la Medicina en México
Con relación a la expulsión de la placenta, las medidas indicadas eran que la mujer que acababa de
dar a luz debía descansar sobre su pierna derecha, con el muslo comprimía el abdomen y por
supuesto el útero, para facilitar la expulsión de la placenta, la cual se enterraba bajo una de las
piedras del fogón o en las cenizas calientes de éste. Al resolverse el parto, la partera recibía al
niño con frases amables y con ternura, al mismo tiempo cortaba el cordón umbilical con las
uñas, con un fragmento de obsidiana o con un pedazo de otate, para más tarde al secarse, si era
niña se enterraba junto al fogón, para aficionarla a su casa y cuidado de ésta, en el caso de ser
varón se le daba a un guerrero para que lo enterrara en algún campo de batalla significando
con esto que era ofrecido y prometido al sol y a la tierra (9).
Las atenciones del recién nacido se basaban en preparar la ropa, tanto aquella que se necesitaba
en el alumbramiento, como después del mismo. El trabajo de la partera no terminaba con el
nacimiento del niño, sino que se prolongaba para el bautismo, la lactancia materna y el
tratamiento del puerperio; y de requerirse también atendía los abortos (10).
La urgencia de atender a una mujer que va a parir, dado que es un acto que no se puede
posponer, se presentaba como una inesperada oportunidad para las más hábiles parteras, lo
cual continuó así en los siglos XVI, XVII y dos tercios del XVIII. La atención del parto siguió
en manos del empirismo: de las tenedoras, de las comadronas, de las parteras, quienes sin ningún
estudio continuaron ejerciendo.
Los médicos y los cirujanos desdeñaron el ocuparse de la partería, la cual quedó relegada en
manos de las parteras indígenas que en nada disminuyeron su prestigio en asuntos de esta
clase (11).
En la segunda mitad del siglo XIX, periodo caracterizado por el triunfo de las fuerzas
políticas liberales, la guerra contra los intervencionistas franceses, el fugaz establecimiento
de una monarquía europeizante, la victoria republicana encabezada por Benito Juárez y el
inicio de una larga dictadura, la de Porfirio Diaz.
En las postrimerías del siglo XIX, las acciones de salud pública emprendidas por el
presidente del Consejo Superior de Salubridad, Dr. Eduardo Liceaga se plasman en el
primer código sanitario del país (1891) que si bien no incluyen las medidas pertinentes para
la regulación profesional de la medicina, sí constituyen el primer intento por forjar con
solidez los avances sanitarios en todo el país (14), y a los hospitales los transforma en
instituciones de interés público. Se creó una cátedra de obstetricia y operaciones con
duración de un año que hacían los estudiantes de medicina y, para las parteras que hacían
en dos años el curso, asistiendo con los estudiantes de medicina. Este sistema se mantuvo
hasta que la Escuela de Enfermería se separó de la de Medicina y quedó como el esquema
de la formación de las parteras profesionales. Al independizarse la ENEO de la Facultad de
Medicina, también se separó la enseñanza de las parteras manteniéndose después de los tres
años de enfermería los dos años requeridos para su formación hasta 1968 en que se
suspendió la carrera de partera en la ENEO-UNAM.
En 1833 la Escuela de Medicina de la Ciudad de México exigía como requisitos para ser
partera (como en los demás estados) que fueran mujeres solamente, con educación primaria
superior, la aprobación de un examen preparatorio y poseer conocimiento del idioma
francés. La carrera duraba 2 años y, según consta en el Boletín de Instrucción Pública de
1903 (Tomo I), recibían “una enseñanza objetiva, ya fuera en cadáver, ya en piezas
anatómicas artificiales que habrían de pedirse a Europa” (15).
En esas mismas ordenanzas se ubica a las parteras dentro del personal “científico” o del
“administrativo” y su salario era tres veces mayor que el de las enfermeras.
Hasta mediados del siglo XIX, sí bien la partera tenía una situación social superior al de la
enfermera, lo cierto es que se encontraba en condiciones desfavorables en relación con el
médico, tratando de conservar las funciones que le fueron propias hasta ese tiempo, porque
la investigación experimental en el campo de la medicina, con los avances logrados
despertó en los médicos, un interés creciente por los aspectos obstétricos tal como se
observa en el Catálogo de Tesis de Medicina del siglo XIX publicado por la UNAM. Del
total de temas abordados, el 12 % eran sobre Ginecología y Obstetricia y de este apartado el
70 % correspondían a obstetricia. No es extraño que Matilde Montoya (1859-1933)
estudiara medicina ante el acoso médico para impedirle una exitosa práctica como partera,
profesión que realizó en 1873 y se tituló de médica en la Universidad Nacional de México
en 1887 (16).
Con este nuevo cambio de dependencia, la Escuela de Enfermería y Obstetricia nace como
Escuela Universitaria, y el Dr. Fernando Zárraga se convirtió en el primer director, cargo
que desempeñó por corto tiempo, al igual que los que le siguieron de 1911 a 1916, periodo
de la Revolución Mexicana, de gran inestabilidad política que afectó a la Universidad
Nacional. No obstante, el 11 de enero de 1912 se aprobó el plan de estudios para la carrera
de Enfermera y la de Partera (19).
El plan de Estudios de la carrera de Partera en 1912 quedó integrado para el primer año por
el Curso de Obstetricia Teórica; Curso de Clínica de Obstetricia y Puericultura, así como la
asistencia de pacientes en trabajo de parto fisiológico para la práctica de manipulaciones y
los cuidados necesarios a la madre y al hijo. En el segundo año, Curso de Patología
Obstétrica Teórica, Curso de Clínica de Patología Obstétrica, y la asistencia de pacientes
con las patologías obstétricas.
Gran inquietud generó en las enfermeras los cambios suscitados, y en 1933 se realizó el
Primer Congreso de Enfermeras y Parteras, organizado por Celia Alvarado de Reyes
Campillo, Esperanza Pavía y Eloisa Muzquiz Pérez. De este Congreso de Enfermería
surgió la idea de que se hiciera la secundaria como antecedente de la carrera de Enfermería, así
como para estudiar obstetricia, cursar previamente enfermería.
Con la Ley Orgánica de la UNAM promulgada en 1945 (20) nació la Escuela Nacional
de Enfermería y Obstetricia (ENEO), apareciendo con ese nombre en el artículo 8° del
Estatuto General (21). El Dr. Everardo Landa, primer Director de la ENEO, propuso la
modificación del plan de estudios de 1944, al que se le retiraron las materias culturales y de
recreación así como el idioma inglés. Este plan de estudios fue aprobado por el Consejo
Técnico en 1946.
También en ese año se aprobó el Plan de Estudios de 1949, y a los estudios de partera se
agregó la materia de farmacología, lo cual coincidió con el cambio de la medicina magistral
por la medicina de patente, y el auge de los antibióticos y quimioterápicos.
Las parteras en desarrollo histórico del Instituto Mexicano del Seguro Social. IMSS
Hasta antes de 1950 se observó el surgimiento y desarrollo de la partería profesional en
México. Esta carrera, creada en el siglo XIX por la profesión médica como medio de
eliminar a las parteras tradicionales y de acceder a las embarazadas, parturientas y
puérperas. La relación entre médicos y parteras no estuvo nunca exenta de contradicciones,
pero éstas se agudizaron a partir de la instauración de la ginecología como especialidad en
México. A mediados del siglo XX, los médicos limitaron de manera creciente el campo de
actividad hasta que la partería profesional fue eliminada (22).
La partera, hubo de ajustar la práctica libre que desarrollaba en la atención domiciliaria del
parto, para desarrollar las funciones y actividades supeditadas a las exigencias y el
desarrollo político social institucional (24). En otras instituciones de crecimiento paralelo al
IMSS como el Centro Materno Infantil Maximino Ávila Camacho al ser aceptadas se
comprometieron a dejar de ejercer libremente (Valle, 1995). La formación de las parteras,
en su mayoría eran egresadas de la UNAM. Algunas desempeñaban las funciones de
partera en instituciones de salubridad y fungían de instructoras tanto para los estudiantes de
medicina como las que cursaban la carrera de partera (25).
En 1944 que se inició la actividad asistencial del IMSS, las parteras ejercían libremente la
profesión y la población las consideraba parte constitutiva del núcleo familiar al igual que
el médico de la familia de la clase media y de otros estratos sociales más altos.
Como puede observarse, la medicina social desde sus inicios tuvo un lugar prioritario la
atención de la madre y su hijo. Al promoverse entre la población la asistencia institucional
del parto así como la práctica más conveniente, la partera en las maternidades mantuvo una
imagen de seguridad para la población derechohabiente. Por otra parte, al quedar cautiva en
las unidades médicas para la atención de los partos eutócicos cedió el paso al avance
técnico científico de la Gineco-Obstetricia lo que produjo un cambio en las funciones que
había desempeñado y posteriormente pasaría a formar parte del equipo obstétrico
institucional perdiendo su autonomía en el ejercicio de partera (26).
El Dr. Abel Ramiro Moreno, presidente del Colegio Nacional de Médicos Cirujanos
Eduardo Liceaga, en la conferencia dictada: “La importancia de la actuación médica
privada y funciones de enfermería y obstetricia en la asistencia de pacientes”, destaca que
al constituirse la OMS, se declaró: “Que la posesión del mejor estado de salud que se pueda
alcanzar, constituye uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, cualesquiera
que sean su raza, religión, opiniones políticas y condiciones económicas y sociales” y se
afirmó también: “Que los gobiernos tienen la responsabilidad de la salud de sus pueblos y
no pueden hacer frente a estas responsabilidades, sino tomando las medidas sanitarias y
sociales apropiadas”. Para cumplir con esta declaración, se considera indispensable el
bachillerato de ciencias biológicas, estudios de sociología y la carrera completa de
enfermería y obstetricia.
FOTO 006 Cuadro partera mexicana
Seis años después en 1960, se inició primero, el congelamiento de plazas de las parteras;
segundo, el cambio de sus funciones de éstas en las instituciones de salud; ya no les
permitieron realizar la atención de los partos, solo ayudaban al médico durante el evento
obstétrico. Ante esa situación, a partir de 1961, se observó una baja en el registro de títulos
de partera en la Dirección General de Profesiones.
Por otra parte, la mayoría de las escuelas que impartían la Carrera de Enfermera y la de
Partera, en la Ciudad de México, cerraron su matrícula para la formación de parteras y dio
lugar a la formación de Licenciados en Enfermería y Obstetricia, Estos son los herederos
del compromiso social del cuidado de la población materno infantil, en los diferentes
ámbitos de trabajo, tal como lo mencionan los egresados de la LEO en la investigación de
seguimiento que durante 17 años se ha realizado cada año en la ENEO-UNAM.
La lección de estos fragmentos de la historia es que como seres sociales que somos, cada
uno construye el hecho histórico con el actuar diario, en el aquí y en el ahora, el cual queda
como legado y sustento del futuro próximo asumiendo los cambios que la vertiginosidad
del entorno en este mundo cibernético y globalizado nos presenta.
Conclusiones
La carrera de Partera como fue concebida en el siglo XIX, se mantuvo hasta 1945, fecha en
que se separó, la ENEO de la Facultad de Medicina.
Bibliografía
(1) Antonio José Ibarra Fernández, Presidente de la Asociación Profesional de Enfermería
de la Infancia, Almería en España. Disponible en:
http://www.enfermeriainfantil.org/Junta%20Directiva/junta.htm
aibarra@aibarra.org
(2) Emmanuel Levitas. Alteridad y Trascendencia.
Disponible en:
http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20080825170711AAnhRr2
(3) José Ferrater Mira. La Filosofía actual. Madrid. Alianza editores 1973, páginas 65-66.
(4) Luz Pérez Loredo Díaz. Apuntes sobre las parteras y el arte de los partos en el
virreinato. Revista de Enfermería. IMSS. México: Vol.4 Núm. 1 1991 pp. 53-55
(5) Nicolás León. Historia de la Obstetricia en México. Tomo 1 y (4).
(6) Nicolás León. Op. cit. p. 21
(7) Nicolás León.
(8) Nicolás León.
(9) Ignacio Ávila Cisneros, et al. Historia de la Pediatría en México. México: Fondo de
Cultura Económica, 1997.
(10) Nicolás León. Op. cit. p. 21
(11) Flores A F. Historia de la Medicina en México. Tomo II, México, Oficina Tipográfica de
la Secretarla de Fomento, 1886. p. 380.
(12) Flores A F. Historia de la Medicina en México.
(13) Francisco de Asís Flores y Troncoso. Historia de la medicina en México desde la
época de los indios hasta la presente. Edición facsimilar. Instituto Mexicano del Seguro
Social, 1982, p.272. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/his/his_102/his06102.html
(14) Francisco de Asís Flores y Troncoso.
(15) Francisco de Asís Flores y Troncoso.
(16) Iñiga Pérez Cabrera. María Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO
1907 – 2006. México. ENEO-UNAM, 2006
(17) Ana Mª Carrillo. Nacimiento y Muerte de una profesión. Las parteras tituladas en
México. Disponible en: http://www.mendeley.com/research/nacimiento-y-muerte-de-una-
profesion-las-parteras-tituladas-en-mexico/. Tomado el 10/10/2011
(18) Ana Mª Carrillo.
(19) Iñiga Pérez Cabrera. María Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO
1907 – 2006. México. ENEO-UNAM, 2006
(20) Iñiga Pérez Cabrera. María Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO
1907 – 2006. México. ENEO-UNAM, 2006. Capítulo IV, página 25.
(21) Ley Orgánica de la UNAM promulgada en 1945.
(22) Ana Mª Carrillo. Nacimiento y Muerte de una profesión. Las parteras tituladas en
México. Disponible en: http://www.mendeley.com/research/nacimiento-y-muerte-de-una-
profesion-las-parteras-tituladas-en-mexico/ Tomado el 10/10/2011 AM Carrillo in
Dynamis Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam (1999)
Nacimiento y muerte de una profesión - Dialnet
(23) Iñiga Pérez Cabrera. La partera en el desarrollo histórico del IMSS. Informe de
investigaciones. México: Biblioteca Graciela Arroyo de Cordero. ENEO-UNAM, 1995
(24) Iñiga Pérez Cabrera. La partera en el desarrollo histórico del IMSS. Informe de
investigaciones. México: Archivo de la biblioteca Graciela Arroyo de Cordero. ENEO-
UNAM, 1995.
(25) Iñiga Pérez Cabrera. La partera en el desarrollo histórico del IMSS. Informe de
investigaciones. México: Archivo de la biblioteca Graciela Arroyo de Cordero. ENEO-
UNAM, 1995.
(26) Iñiga Pérez Cabrera.
(27). Rafael Álvarez Alba Maestro en Salud Publica: asesor del CENSIA.
(28) Iñiga Pérez Cabrera. María Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO
1907 – 2006. México. ENEO-UNAM, 2006
AGRADECIMIENTOS
Maestra Iñiga Pérez Cabrera
Maestra María Cristina Castañeda Godínez
Maestra María Cristina Müggenburg Rodríguez Vigil
Maestra Luz Pérez Loredo Díaz
Soledad Saíz Puente
Myriam Jiménez Arques
Lourdes Ortiz Villanueva
Hospital Universitario Príncipe de Asturias
FOTO 008 Silla Partera del País Vasco
País Vasco
En el País Vasco se usaba una curiosa silla de forma triangular (silla partera). La mujer de
parto se sentaba al contrario de lo que estamos acostumbrados, de forma que se agarraba al
palo superior para poder empujar. Cuando se estimaba que ya no habría más partos en esa
casa la silla se transformaba en silla corriente de uso doméstico.
AUTORES
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano.
Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y Sangradores
raexgon@hotmail.com