Muerte Biológica
Muerte Biológica
Muerte Biológica
El hombre es un animal; un animal social. Como bien menciona el autor, Louis Vincent Thomas, el
hombre reivindica su supremacía. “Nosotros” tenemos una conciencia, “Nosotros” tenemos una
inteligencia, “Nosotros” tenemos un alma.
Como humanos, nos preocupamos casi únicamente por nuestra muerte, como seres humanos; por
esto me pareció muy interesante esta lectura, ya que nos da un enfoque de cómo es vista la muerte
animal por el hombre.
A continuación, realizo un reporte, mezclando algunas opiniones personales de este capítulo del
libro “Antropología de la muerte” publicado en 1975. Su autor, fue un investigador francés, profesor
universitario especialista en el estudio sociológico, antropológico y etnológico de África, a mediados
del siglo XX.
Alguna vez leí, y todavía lo recuerdo, que la única constante de la vida es la muerte; sin embargo, si
nos ponemos a pensar en las bacterias, como las menciona el autor, nos damos cuenta de que,
quizás, algunas especies no experimentan la muerte como nosotros, pues R. Chauvin postula que las
bacterias que cultivamos hoy día en los tubos de ensayo son una misma bacteria que vive desde la
época paleozoica. Sin embargo, la mayoría de los animales tiene un ciclo de vida finito. La naturaleza
tiene métodos de selección natural para lidiar con la sobrepoblación de algunas especies: el autor
menciona que por lo menos el 99% de los huevos o larvas de salmón mueren entre el nacimiento y
la migración hacia el océano, y de ese 1% que queda, aproximadamente el 80% muere antes de
volver a poner crías.
Buscando hacer un paralelismo, en el caso del ser humano, la progenie es mucho menor (como
mucho, tres productos por embarazo o parto), y en su visión de superioridad, el hombre, hará todo
lo posible por evadir esa selección natural en sus hijos, y en si mismo, para lograr evitar la muerte.
La parte del capítulo que mencionaba el suicidio animal me pareció interesante. El animal no piensa
en suicidarse, en terminar su vida, como lo hace el humano. Por lo general, muere por errores, como:
cayéndose de un desnivel alto, deprimidos por la muerte de su dueño, al no comer. Otra diferencia
significativa que encontré mientras leía el texto es que el animal no mata nunca por odio, mata por
instinto, para sobrevivir. Es el caso de los leones y las gacelas: como se menciona en el escrito,
cuando un león sacia su hambre, las gacelas pueden estar a 20 metros, pastando tranquilamente y
el león no va a molestarles. De igual manera, cuando un animal invade el área de vivienda o de caza
de otro, el animal invadido se limita a demostrar su superioridad, mas no procede a matar al invasor.
Me pareció curioso que en el caso de los insectos sociales, por ejemplo, de abejas y hormigas, los
cadáveres se lanzan fuera de las viviendas colectivas. Opino que con los humanos sucede algo
parecido: lógicamente no se arroja al ser querido simplemente fuera de casa. No obstante, el ser
querido que se ha ido ya, no permanece en la misma vivienda.
En el apartado “¿sabe el animal que va a morir?” me pareció interesante el paralelismo entre la
actitud de resignación de algunos mamíferos frente a la muerte, al no querer levantarse, con la del
hombre en casos parecidos (ejemplo: sujetos en etapas terminales de enfermedades crónicas).
Por otro lado, en el buen ejemplo negro-africano, creo que podemos observar un punto de vista, un
respeto hacia los animales que creo nos falta en la cultura occidental. Lo menciona también Thomas:
el ganado que existe, los peces que se cultivan en criaderos… ¿para qué? Para comerlos… sin pensar
que ese era un ser vivo. Alguien puede decir: claro, el objetivo de su nacimiento era su muerte, para
poder ser consumido. Entonces, para esas personas, ¿A qué se reduce la vida del animal?
Simplemente a un producto más para ser consumido. En lo personal, me pareció algo hipócrita el
sacrificio animal, ya que, de nuevo, el hombre utiliza al animal como un intermediario. Antes, era un
producto, ahora es un medio de catarsis.
Lo que más me impresionó de esta lectura, fue el apartado que hablaba de los monos y su percepción
de la muerte a la segunda persona, que es prácticamente nula. Ellos no diferencian un mono vivo de
un cadáver. Ni siquiera hablando de un mono cualquiera de la tribu, un macho no se da cuenta que
su compañera ha fallecido hasta que nota una falta persistente de respuesta… se menciona que
incluso intenta copular con ella. Cuando observa que no responde, cancela su actividad. Sin
embargo, si otros machos se acercan a ella, vuelve a interesarse en ella. Lo que me pareció aún más
fuerte, es que los padres de un mono pequeño, ya fallecido, siguen defendiéndolo, pero llega un
punto en el cual no distinguen que es su hijo, y piensan que es un pequeño mamífero, un pájaro, una
simple presa. Opino que no hay comparación respecto a como el hombre ve la muerte a la segunda
persona: nosotros, sí nos damos cuenta de cuando una persona ya no está en este plano.
Referencia bibliográfica:
Thomas, Louis Vincent. (1983). La Muerte, el Animal y el Hombre (Capítulo III). En: Thomas, LV, Ed.
Antropología de la muerte. Editorial Fondo de Cultura Económica. pp. 82-119.