Alexia Casals PDF
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FRACTURAS DE ESTRÉS
INTRODUCCIÓN
El tejido óseo gracias a su naturaleza sólida, desempeña una función esencial,
como elemento de sostén que permite la posición erguida y la marcha. Esta
función hace que esté expuesto a importantes tensiones mecánicas, cuya
intensidad varia dependiendo del tipo de actividad física.
Es sabido, que el tejido óseo posee una capacidad de adaptarse a las
variaciones de las tensiones mecánicas a la que es sometida. Sin embargo,
cuando la magnitud y el ritmo de estas fuerzas sobrepasan su capacidad de
acomodación o bien si se alteran sus propiedades de resistencia mecánica, es
cuando sobrevienen las lesiones denominadas fracturas de estrés.
Estas lesiones producen dolor y no son consecuencia de un insulto especifico
sino que aparecen como resultado de repetidas aplicaciones de fuerzas que son
menores que las requeridas para fracturar un hueso de una sola vez.
Mucho se ha estudiado y escrito en los últimos años sobre las fracturas por
estrés mecánico en personas que desarrollan una actividad física importante,
pero muy poco o nada encontramos sobre esta afección en personas que
efectúan ejercicios de forma ocasional, ya sea como mantenimiento físico, o
incluso de forma terapéutica para determinados estados patológicos. El auge de
la práctica deportiva, así como el envejecimiento de la población, han
favorecido la aparición de estas fracturas cuya prevención debería facilitarse
gracias a un mejor conocimiento de su fisiopatología y sus factores de riesgo.
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entre las fibras de colágeno para formar un material que reúne las
características adecuadas de rigidez, flexibilidad y resistencia. Estos dos
componentes se hallan en proporción distinta en relación a la edad: en los
niños hay más colágeno y en los ancianos hay menos colágeno y más
compuestos cristalinos, lo que explica el aumento de la fragilidad ósea y como
consecuencia el incremento de fracturas en las personas mayores. Por otro
lado, debemos tener presente la morfología del hueso y en especial su
disposición trabecular. El hueso se desarrolla según la “Ley del máximo de
resistencia con el mínimo de material”. Esto se consigue mediante el reparto
trabecular que sigue fielmente las líneas de fuerza que soporta el hueso. En su
interior, contorneando el hueso esponjoso, se disponen en forma de arcos
ojivales y arbotantes, entrecruzando sus láminas. Durante la vida adulta el
esqueleto experimenta un proceso continuo de reparación y renovación que se
conoce como remodelado óseo.
Galileo fue el primero que señaló que la forma de los huesos se adaptan a
nuestro peso y a las tensiones que sufrimos. En efecto, al igual que otros
elementos orgánicos el tejido óseo reacciona de una forma extraordinariamente
específica frente a las variaciones de las tensiones mecánicas por dos de sus
propiedades: elasticidad y tenacidad, las cuales están relacionadas con la
estructura fisioquímica del hueso, lo que le confiere de una gran capacidad de
adaptación cuando el nivel de la actividad física es elevado.
Con el fin de mantener una distribución homogénea de las tensiones
mecánicas, el tejido óseo es capaz de adecuarse a las diversas fuerzas: cizalla,
compresión, tensión, rotación… gracias al remodelado óseo.
El hueso responde a los estímulos mecánicos, siguiendo la ley de Wolf: “Hay
remodelación mecánica en respuesta a las tensiones deformantes”, con el
objetivo de aumentar su resistencia mecánica. La tensión continuada produce
una deformación ósea progresiva. Si la deformación queda dentro de los límites
de la elasticidad del tejido óseo, éste recupera su forma original cuando cesan
las fuerzas. En cambio, si estas actúan más allá de los límites de dicha
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FRACTURAS DE ESTRÉS
Las fracturas de estrés fueron descritas originalmente en 1855 por un médico
militar prusiano llamado Briethaut. Éste describió las señales clínicas, los
síntomas y la historia natural de las fracturas por estrés de metatarsianos en
soldados, los cuales presentaban dolores persistentes en los pies, que
empeoraban con la marcha prolongada del entrenamiento militar. Muy
posteriormente en 1925 Deutschlander describe la fractura del recluta en una
serie de seis casos.
El primer examen radiológico documentando una fractura de estrés fue
realizado en 1897 a un recluta militar y en 1958 Devas describió por primera
vez una fractura de estrés en un atleta.
En la literatura médica esta patología ha recibido diferentes nombres, a saber:
Fracturas de estrés, fracturas por fatiga, fracturas por sobrecarga, fractura por
agotamiento, fracturas de producción lenta, fractura por insuficiencia ósea, pie
forzado, pie de marcha, pie de recluta, enfermedad de Steckot , enfermedad de
Deutschländer, osteopatía dinámica del metatarso de Cabot y Vilaseca y
fracturas patológicas.
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Desde el punto de vista etiológico el Dr. Viladot las clasifica en tres tipos:
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SINTOMATOLOGIA CLINICA
En el diagnostico de una fractura de estrés es imprescindible elaborar una
detallada historia clínica. En ella podremos diferenciar si se trata de una
fractura por insuficiencia ósea o bien de una fractura por fatiga, aunque la
sintomatología y la base del tratamiento sean básicamente los mismos.
La sospecha diagnóstica se fundamenta en la presencia de dolor localizado
sobre una superficie ósea que este relacionado con un incremento o cambio de
la actividad física. Puede aparecer un dolor inicialmente insidioso, moderado, o
agudo, de naturaleza mecánica y cuya intensidad se acrecienta si el esfuerzo se
reanuda, conduciendo a una autentica impotencia funcional, que obliga a
andar sobre el talón o en el borde externo y cede con el reposo. Los síntomas a
menudo se presentan durante dos a tres semanas pero pueden evolucionar
hasta cinco semanas o más.
Una complicación de las fracturas por fatiga es la aparición de otra,
contralateral, favorecida por la transferencia de las fuerzas mecánicas hacia el
lado sano no doloroso.
En este tipo de fracturas la falta de antecedentes traumáticos orientan al
diagnostico. En el metatarsiano afecto, la exploración descubre un punto de
dolor electivo y a veces un engrosamiento sin desviación de los fragmentos ni
crepitación. Por estiramiento del dedo o por compresión axial se despierta el
dolor. En la fase activa de la enfermedad, se aprecia un edema de las partes
blandas del dorso del pie, en especial en la que cubren el metatarsiano afecto,
que impide levantarlos de un pellizco (es signo del pellizco de Scott), en cambio
en la fase de curación, aunque se aprecie el engrosamiento residual del
metatarsiano, el edema de las partes blandas desaparece y puede pellizcarse
en el lado afecto igual que en el sano.
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DIAGNOSTICO DIFERENCIAL
Las circunstancias de aparición y los signos clínicos de las fracturas por estrés
son generalmente muy sugestivos y permiten reunir con facilidad criterios
suficientes para aseverar un diagnostico positivo certero. De hecho, el problema
se plantea fundamentalmente en las formas detectadas tardíamente por haber
pasado desapercibidas. Las radiografías pueden mostrar entonces una reacción
perióstica llamativa, capaz de evocar un sarcoma osteogénico.
Debe establecerse el diagnostico diferencial con la enfermedad de Morton,
enfermedad de Köhler II, enfermedad de Panner y tumores óseos (Swing,
osteoma osteoide), tendinitis, síndrome compartimental, esguinces y desgarros
musculares.
En patología deportiva, una tendinopatía de inserción o una algodistrofia
pueden sugerir una fractura por fatiga.
EXPLORACIONES COMPLEMENTARIAS
En el marco de una fractura por fatiga, el interés de los exámenes
complementarios radica exclusivamente en confirmar un diagnostico ya
sugerido clínicamente. Sin embargo, también son útiles cuando la persona
acude tardíamente con respecto a la fecha de comienzo del dolor. Por lo
contrario, las exploraciones complementarias son generalmente útiles para el
diagnostico de las fracturas por insuficiencia ósea, cuyas condiciones de
aparición son a menudo poco evocadoras.
Las exploraciones más importantes son:
Radiología estándar: Los signos radiológicos de las fracturas de estrés
son tardíos e inconstantes. En aproximadamente el 50%-70% de las
fracturas por fatiga no se descubre anomalía alguna. Son necesarias una
gran calidad técnica y una lectura minuciosa de las imágenes ya que la
línea de la fisura están sumamente fina que solo se percibe con una
lupa. Puede apreciarse, al cabo de 10-21 días un engrosamiento
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Otros exámenes:
Exámenes de laboratorio: En particular, los marcadores de inflamación
son negativos en el curso de las fracturas de estrés.
Densitometría ósea: En los últimos 20 años la densitometría ósea se ha
convertido en una técnica diagnostica esencial para la valoración
indirecta de la resistencia de los huesos y el análisis del riesgo de
fractura individual.
TRATAMIENTO
Dadas las características que rodean a esta patología, podemos decir que el
mejor tratamiento es la prevención, pues gran parte de las lesiones de estrés se
podrían evitar identificando y eliminando los factores que dan lugar a los
mecanismos lesivos.
El tratamiento de las fracturas de estrés depende de si la lesión es de bajo
riesgo o de alto riesgo de complicaciones.
La mayoría de fracturas de estrés de bajo riesgo pueden ser tratadas de
manera satisfactoria con descanso y seguido por un gradual aumento de la
actividad.
En cambio, las fracturas de estrés de alto riesgo pueden presentar variaciones
en el tratamiento y suelen requerir intervención quirúrgica. Estas incluyen las
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diarios de aprehensión de toalla con los dedos de los pies, isométricos de tobillo
y de amplitud de movimientos en sedestación sobre un plato basculante.
FASE II
Se inicia cuando los signos clínicos permiten afirmar la consolidación de la
fractura, es decir, ausencia de dolor al efectuar movimientos y a la presión
sobre el foco. Autorizamos la deambulación basándonos en el signo de pellizco
de Scott.
La reanudación del apoyo y la marcha se hará progresivamente y en función de
la mejoría del dolor. Si no existe impotencia funcional, debe iniciarse un
aumento gradual de la actividad cotidiana con una intensidad que no produzca
dolor, debiendo notificar la reaparición de este al facultativo.
Durante este periodo, hemos de aplicar unos soportes plantares adecuados
para evitar las alteraciones biomecánicas del pie.
Debe continuarse la aplicación de hielo, si bien este, el TENS y las corrientes de
alta frecuencia sólo deben utilizarse después de los ejercicios, a fin de evitar el
enmascaramiento de cualquier dolor causado por el tratamiento.
Una prueba de su buena evolución es cuando el paciente puede caminar sin
dolor durante 30 minutos consecutivos tres veces a la semana, de lo contrario
debe volver a la fase I.
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FASE III
Esta principalmente diseñada pora la gente joven y especialmente para los
deportistas, en los que el proceso de curación son más rápidos. Se prescriben
fases de actividad con periodos de reposo con el fin de consolidar la fractura y
favorecer el remodelado óseo. Scully y Besterman sugirieron que las dos
primeras semanas de ejercicios fomentan la formación de nuevas estructuras
óseas osteonizadas, mientras que el reposo en la tercera semana permite la
formación de nuevas estructuras óseas periósticas.
Tras dos semanas de ejercicios sin dolor durante la fase II, los deportistas han
de reanudar paulatinamente la actividad física. La carrera y la actividad
funcional deben ser de baja intensidad y no aumentar la actividad en más de
un 15-20% por semana. Conforme la actividad de carrera evoluciona a esprint
y a actividades especificas del deporte, los días de reposo entre las actividades
funcionales se reducen, y el deportista se prepara gradualmente para el retorno
a la competición.
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Figura 7:Modelo funcional cíclico de tres fases para la rehabilitación de una fractura
por estrés. La fase III incluye una fase funcional de 2 semanas seguida de una fase
de reposo de 1 semana.
Es importante que el paciente evolucione sobre la base de los síntomas y la
fisiología, y no sobre un esquema temporal predeterminado. Los ejercicios
descritos en cada una de las tres fases no son exclusivos de cada fase. Al
contrario, se prevé que se solapen y que sirvan de referencia para la evolución
del tratamiento.
No todos los deportistas evolucionan al mismo ritmo. La clave radica en el
dolor, ya que es la única referencia con que cuentan el podólogo, el preparador
físico, la persona lesionada, y debe utilizarse como referencia para todas las
actividades.
Fase Días Actividad de remodelación Propósitos de la rehabilitación
Formación de conductos de Control de la inflamación, eliminar estrés
I 1 a 10 Havers zona lesionada, control dolor.
II 11 a 24 Periostitis, maduración de Empezar AVD sin dolor, mantenimiento
osteocitos cardiovascular y rehabilitación funcional.
III 1 a 14 Formación de conductos de Aumentar la intensidad de la actividad
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Funcional Havers
Alternar periodos de reposos para
permitir maduración osteocitos y
periostio durante periodos de
III Periostitis, maduración de remodelado, cuando el hueso es mas
Reposo 15 a 21 osteocitos débil.
AVD: Actividad vida diaria
Tabla 2: Actividad para la remodelación del hueso y propósitos para la rehabilitación
basados sin necesidad de las diferentes fases del protocolo de rehabilitación.
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CONCLUSIONES
Los factores de estrés pueden aparecer en cualquier edad y en la mayoría de
los huesos de nuestro esqueleto.
Este tipo de fracturas se producen por un desequilibrio entre la carga y la
resistencia ósea, como consecuencia de una excesiva actividad muscular
realizada de manera repetitiva, o bien, por una insuficiencia cuando las
tensiones normales actúan sobre un hueso con alteración de su compartimiento
elástico.
El diagnóstico debe ser rápido para evitar problemas posteriores y se basa en la
clínica, la radiología y la gammagrafia aunque la RNM es una técnica que
adquiere cada vez mayor importancia.
Prácticamente todos los autores consultadas señalan que el tratamiento debe
ser conservador, aunque cuando se producen en zonas poco vascularizadas hay
riesgo en el retardo de la consolidación o de necrosis avascular, siendo en este
caso necesaria la cirugía.
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