La Condición Postmoderna Lyotard.
La Condición Postmoderna Lyotard.
La Condición Postmoderna Lyotard.
La condición del saber en las sociedades más desarrolladas se llama postmodernidad. Este
término designa el estado de la cultura después de las transformaciones producidas en la
ciencia, en la literatura y en las artes.
La hipótesis que propone Lyotard, J., (1991) es la siguiente: “el saber cambia de estatuto al
mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas llamadas
postmoderna.” El autor señala que este proceso comenzó desde fines de los años 50, y que
su evolución depende de la actividad de cada país, lo que complica una visión de conjunto.
Igualmente, se menciona una característica que determina el objeto estudiado por Lyotard
es el saber científico, el cual es una clase de discurso que se apoya de las ciencias del
lenguaje que son la fonología, las teorías lingüísticas, los problemas de la comunicación, la
cibernética, etc.
En esta modificación, la naturaleza de saber no queda intacta, es decir, no puede pasar los
nuevos canales y convertirse en operativo. También, se puede establecer que todo el saber
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En otras palabras, los objetos dejarán de ser en sí mismos y perderán su valor de uso.
También el autor menciona que lo que importa es poder traducir la información al lenguaje
de las máquinas. En fin, los conocimientos funcionan o funcionarán como las mismas
redes que la moneda, es decir, conocimientos intercambiados en el marco del
mantenimiento de la vida cotidiana.
2. El problema: La legitimación
Una de las primeras ideas que se desarrolla en este capítulo es que el saber científico no es
todo el saber, pues siempre ha estado en conflicto con otros tipos de saberes, siendo el
principal el saber narrativo, lo que se vincula con el título de este capítulo, que sería la
hipótesis del autor (la legitimación como problema).
Saber y poder son entonces dos facetas incluidas en una misma interrogante ¿quién decide
lo que es saber, y quién sabe lo que conviene decidir?
En este capítulo se pone acento a los actos del habla y sus aspectos pragmáticos, por lo
tanto, el autor señala y describe cada uno de los tipos de enunciados.
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Wittgenstein cuando realizó este estudio del lenguaje, centro su atención en los diferentes
tipos de enunciados que identifica, y por tanto, enumera algunos juegos del lenguaje. Esto
último quiere decir que cada categoría debe poder ser determinada por reglas que
especifiquen sus propiedades y el uso de ellas, tal como sucede en el juego de ajedrez.
Para este juego del lenguaje se hace tres observaciones: la primera es que sus reglas no
tienen su legitimación en ella mismas, sino que forman parte de un contrato explicito entre
los jugadores. La segunda observación dice que sin reglas no hay juego, y que una mínima
modificación cambia la naturaleza del juego. La última observación es una sugerencia que
dice que todo enunciado debe ser considerado como una jugada.
Para apoyar al primer modelo tenemos las ideologías de Talcott Parsons y su escuela; y
para el segundo modelo, la corriente marxista.
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Parsons cree que el principio del sistema social consiste en la estabilización de las
economías, bajo la idea de un “Welfare state”; En cambio, para los teóricos alemanes la
armonía de las necesidades es un componente adjunto, pues la real meta de una sociedad es
la optimización de la relación global de sus input con sus output. En otras palabras, su
perfomatividad (cambio de reglas, innovaciones, huelgas, paros, crisis, revoluciones, etc.).
Estos reajustes internos solo llevan a la decadencia, según expone Lyotard.
El modelo que se apoya de las corrientes marxistas, nace con la idea de las luchas que
acompañan el asedio de las sociedades civiles tradicionales por el capitalismo.
Esta esquemática tenía como función precisar la problemática en la que se sitúa el saber en
las sociedades industriales avanzadas.
“Uno está tentado a escapar a esa alternativa distinguiendo dos tipos de saber, uno positivista que
encuentra fácilmente su explicación en las técnicas relativas a los hombres y a los materiales y que
se dispone a convertirse en una fuerza productiva indispensable al sistema, otro crítico o reflexivo
o hermenéutico que, al interrogarse directamente o indirectamente sobre los valores o los
objetivos, obstaculiza toda «recuperación»”. (Pág. 15).
El autor plantea que él prefiere no seguir la solución dual anteriormente dada, sino que
menciona que ya ha dejado de ser pertinente puesto que hoy la sociedad obliga a relegar las
funciones de la regulación y reproducción a los administradores, que hoy corresponden a
autómatas.
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La clase de los decididores pasa de estar constituido por la clase política a ser una base de
jefes de empresa, altos funcionarios, dirigentes de grandes organismos, etc.
Ya se vuelve más compleja la identificación del hombre con grandes nombres o héroes,
cada uno se ve a sí mismo, lo que se vuelve insuficiente. De ahí se descomponen los
grandes Relatos que podrían generar (comenta Lyotard) la disolución del lazo social y el
paso de la colectividad social a la “masa compuesta de átomos individuales”.
El “sí mismo” puede ser insuficiente, pero está atrapado en puntos por los que pasan
mensajes de naturaleza diversa, y todos tienen poder sobre estos mensajes, pueden manejar
los desplazamientos y realizar sus propias “jugadas”.
Se vuelve al término de “los juegos del lenguaje”, que se definen como el “mínimo de
relación exigido para que haya sociedad /…/ o más sencillamente aun: la cuestión del lazo social,
en tanto que cuestión, es un juego del lenguaje.”. (Lyotard., J.: 17).
La ciencia posee dos condiciones para su aceptabilidad: que los objetos referidos sean
accesibles, y que se pueda decidir si cada uno de esos enunciados pertenece o no al
lenguaje considerado como pertinente.
El saber entonces es lo que permite a cada uno emitir “buenos” enunciados, “buenas”
actuaciones respecto a varios objetos del discurso.
Algunas características del saber son por ejemplo coincidir con la formación amplia de las
competencias que existen, o la afinidad de este con la costumbre (lo que diferencia al que
sabe del que no sabe es lo que constituye la cultura de un pueblo).
También, la forma narrativa admite una pluralidad de juegos del lenguaje, y estos relatos se
pueden transmitir según reglas fijadas a la pragmática, en las que un narrador puede ser el
propio héroe de un relato.
Con esto se da paso a una triple competencia: “Saber escuchar, saber decir, saber hacer”.
Otro aspecto del saber narrativo es su incidencia sobre el tiempo: la forma narrativa
obedece a un ritmo, a un metro, se impone un acento. (Por ejemplo en los refranes que se
aprenden de memoria). Pero debe entenderse que esta temporalidad es evanescente e
inmemorial.
Lyotard (1991) entonces declara: “Los relatos, se ha visto, determinan criterios de competencia
y/o ilustran la aplicación. Definen así lo que tiene derecho a decirse y a hacerse en la cultura, y,
como son también una parte de ésta, se encuentran por eso mismo legitimados”.
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Bibliografía: