El Ratoncito Enriqueto

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El ratoncito Enriqueto

Enriqueto era un ratoncito tímido, de pelaje negro, dientes torcidos, ojos bizcos y
oreja maltrecha. Se quedó huérfano de padre y madre y creció en compañía de
otros ratones que hacían lo que podían para sobrevivir en un mercado de la
ciudad de Santiago

El día de Nochebuena, como de costumbre, tenían hambre y decidieron salir a


buscar comida entre los desperdicios de los contenedores que la gente iba
llenando alrededor del mercado.

Nuestro amigo Enriqueto, que era muy hábil para detectar olores y sabores, era
el jefe de la cuadrilla de buscadores y el que más y mejor comida conseguía para
la familia ratonil. Esa mañana logró reunir trozos de jamón, pizza, pancitos, frutas
y unas cuantas galletas navideñas.

- ¡Qué placer! - dijo Enriqueto. Todos sus amigos se reunieron y empezaron


su banquete navideño. Comieron hasta que casi reventaban sus panzas
rechonchas y peludas.

Al filo de las 8 de la noche, ya ni se movieron en sus cuevas de lo llenos que


estaban. Sin embargo, Enriqueto decidió salir a ver si conseguía algo de postre.
Cuando estaba por allí merodeando… ¡¡¡PUM!!!... lo atropelló un auto.

Salió disparado al otro lado de la carretera y notó que algo caliente le salía del
cuerpo. Tiene que ser sangre. - Dios mío...me estoy muriendo... a donde iré a ir a
parar: al cielo de los ratones o allí abajo ¿donde se asan?... - empezó a pensar
Enriqueto. En esas estaba cuando ya no sintió nada más y desfalleció.

Cuando por fin abrió sus ojos, se vio rodeado de ratones vestidos de blanco, y
dijo - "Entonces sí me morí y debo estar en el cielo" - De pronto uno de ellos le
habló, diciendo:

- ¡Hermanito Enriqueto...por fin abriste tus ojos...estás vivo! - Un buen susto fue el
que se llevó Enriqueto.
Lo que realmente había pasado fue que, cuando sus compañeros oyeron que un
coche se había estrellado contra el contenedor de basura que registraba
Enriqueto, le vieron tendido en la vereda. Inmediatamente lo tomaron y se lo
llevaron a su cueva, le frotaron con alcohol el pecho, le estiraron las piernas y lo
calentaron con mentol y candelas para que entrara en calor. Enriqueto, al verse
vivo, no paraba de llorar de la alegría y juró no volver a portarse mal y ser
tan glotón y comilón.

FIN

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