La Adoracion Intimidad Con Dios
La Adoracion Intimidad Con Dios
La Adoracion Intimidad Con Dios
En español existe la expresión «Sentirse como en el séptimo cielo», que remite precisamente
al cielo más elevado, donde se halla el trono de Dios. Éste es el nivel superior del universo.
La propia palabra hebrea para «cielo» subraya la idea de varios cielos, pues Shamayim es un
plural, y en hebreo no existe un término en singular para referirse a un único cielo.
El primer cielo, conocido como Shamayim o Wilon, limita directamente con la tierra, lo que
supone un factor de protección para ésta. Durante la noche, el cielo se descorre.
Los ángeles guardianes de la nieve, el hielo y el rocío también moran aquí.
Según la tradición, Adán y Eva vivieron en el primer cielo, que no hay que confundir con el
Paraíso o el jardín del Edén, que se localiza en el cuarto cielo.
Leví, uno de los doce hijos de Jacob y padre fundador de la tribu israelita de Leví, escribió en
su testamento: «El segundo [cielo] ha preparado fuego, nieve y hielo para el día, pues el Señor
lo dispone, del gran juicio universal».
El soberano del segundo cielo es también un arcángel: Rafael. La palabra hebrea raquia
significa «firmamento» y en el Talmud hace referencia al ámbito del sol, la luna y las estrellas.
En este cielo se encuentra la prisión de los ángeles caídos, que aguardan el día del Juicio Final
encadenados y en una oscuridad total. Según se dice, en otra parte del cielo viven Enoc y
Moisés. En la tradición islámica, en este cielo moran también Juan Bautista y Jesucristo. Este
último se llama allí «Isa ibn Maryam» y, en su calidad de profeta, es el predecesor más
importante de Mahoma.
En la antigua China, así como entre los aztecas, se conocían nueve cielos; y también
Ptolomeo, célebre matemático, geógrafo y astrónomo griego, cuenta nueve en su esquema
cósmico. De acuerdo con éste, la Tierra reposa en el centro del universo, que consta de nueva
esferas.
El poeta Dante se basó en este número para su Divina comedia. La mayoría de los textos, sin
embargo, se apoyan en las referencias de Enoc, cuyo modelo celestial se presenta en este
libro. Incluso el islam parte de este mismo número: Mahoma, el fundador de la religión,
atravesó siete cielos en su viaje hasta el trono de Dios.
No existe unanimidad, en cambio, acerca de si estos siete cielos se encuentran uno junto a otro
o uno sobre otro; o de si hay planetas autónomos fuera de nuestro sistema solar, como
defienden osadas teorías. En el siglo XIV, se creía que los siete cielos estaban unidos con
ganchos a los siete mundos terrenales situados por debajo de ellos.
Éstos, en orden ascendente desde el séptimo hasta el primero, se llaman: Tebbel, Arqa,
Nesziah, Tziah, Geh, Adama y Eres. En el sexto mundo terrenal, Arqa, se localiza Gehenna, el
infierno, a su vez con siete niveles, donde viven singulares especímenes bicéfalos con huecos
en la cabeza en lugar de orificios nasales, y también seres hermosos.
El jardín del Edén, un lugar rodeado de leyendas conocido también como Paraíso, se halla
supuestamente en el sur del tercer cielo. La palabra «edén» procede del sumerio aáana, que
se traduce como «jardín».
Se dice que las puertas de entrada al tercer cielo son de oro macizo. Tras ellas se encuentra
un huerto donde crece el Árbol de la Vida, bajo el que reposa Dios. Dos ríos discurren a través
del Edén: uno con leche y miel, el otro con vino y aceite. El jardín está vigilado por trescientos
ángeles.
Todas las almas íntegras llegan allí tras la muerte y reciben su recompensa. Por eso, en este
cielo hay comodidades tales como las abejas divinas, que recolectan en el sur el maná-miel
que posteriormente es molido por dos poderosas piedras molares. De estas últimas proviene
otro de los nombres del tercer cielo: Shehaquim, que en hebreo significa «piedra molar».
El soberano de Sagun es el ángel Anahel. Azrael, el ángel de la muerte islámico, también vive
en este lugar. y hay indicios de que el infierno, con todos sus demonios y Lucifer, su señor, se
encuentra en el norte de este cielo.
Según Enoc, en el cuarto cielo se encuentra el Paraíso, con el Árbol de la Sabiduría, cuyos
frutos confieren el saber a quien los come. En Zebhul circulan, movidos por los vientos, los
grandes carruajes donde están el sol, la luna y las grandes estrellas. El soberano de este cielo
es el arcángel Miguel.
En el norte del quinto cielo, detrás de una grieta por la que ascienden humo y llamas, se
localiza una prisión celestial. En ella, según algunas teorías, pena el coro décimo de los
ángeles que aguarda allí su juicio.
Esa zona del cielo no posee base ni cubierta. En el sur, por el contrario, los ángeles cantan
toda la noche sin interrupción, sólo callan al alba para que Dios pueda oír las alabanzas de su
pueblo en la tierra. El soberano de Machon es o bien Sandalfón, hermano de Metatrón, o bien
el ángel Samael. Según se dice, este cielo es la morada de Aarón, hermano de Moisés, y de
los ángeles vengadores.
Según Enoc, en este cielo estudian los ángeles en grupos, y tienen a los arcángeles como
profesores. Este cielo frío, con bajas temperaturas, granizo, hielo y nieve, recibe también el
nombre de Makhon (en hebreo, «residencía»). El príncipe del sexto cielo es el arcángel
Gabriel.
En el cielo más elevado se encuentra el trono de Dios y, en torno a él, los ángeles que siempre
permanecen a su vera: querubines, serafines y tronos. El príncipe de Araboth puede ser el
ángel Casiel o el arcángel Miguel. Se dice que las almas de los que aún no han nacido esperan
allí a su nacimiento.