Efectos de La Salinidad y Sodicidad en Los Suelos
Efectos de La Salinidad y Sodicidad en Los Suelos
Efectos de La Salinidad y Sodicidad en Los Suelos
Condiciones Sódicas
El criterio tradicional para diferenciar entre suelos sódicos ha sido el de un
porcentaje de saturación de sodio intercambiable (PSI) igual o mayor que un 15%
del valor de la capacidad de intercambio catiónico (CIC). Matemáticamente el PSI
se calcula usando la siguiente expresión:
Donde:
C: Máxima salinidad permisible (Nivel A, Tabla 1)
Co: CEe inicial
ds: Profundidad efectiva a recuperar (cm)
dl: Lámina de riego (cm)
K: Valor que refleja el contenido volumétrico saturado de agua del suelo y la
eficiencia de lavado según el tipo de suelo. Para suelos orgánicos K = 0.45;
suelos franco arcillosos K = 0.3; y arenoso franco K = 0.1
Recuperación de Suelos Sódicos
La recuperación de suelos sódicos consiste fundamentalmente en el
desplazamiento del Na adsorbido en el complejo de cambio, su reemplazo por Ca
y el lavado del exceso de Na de la solución del suelo. Para ello es absolutamente
indispensable que se disponga de un drenaje adecuado y es muy conveniente que
los suelos conserven alguna permeabilidad remanente para que el lavado sea
eficiente, o de lo contrario se deben efectuar labores (subsolada, arado, etc.) que
lo faciliten.
El Ca necesario puede provenir de la aplicación de enmiendas químicas que lo
proporcionan al disolverse. Entre ellas se tienen: al yeso (CaSO4.2H2O). Su
aplicación superficial, aunque mejora la velocidad de infiltración del agua y
desplaza el Na, produce efectos lentamente debido a su baja solubilidad, lo que
hace necesario el uso de grandes volúmenes de agua para conseguir su
disolución, y a su poca movilidad en el suelo. También se puede aplicar con el
agua de riego de forma que ésta actúe como vehículo de transporte y distribución.
Las reacciones que representan su acción son:
CaSO4 . 2H2O ← CaSO4 (aq)
CaSO4 (aq) + 2NaAds ← CaAds + Na2SO4 (lavable)
Estas reacciones indican que simultáneamente se produce disolución de
minerales, intercambio de cationes y movimiento de agua y solutos. Debido a ello
la velocidad de disolución del yeso depende de factores como profundidad de
incorporación y calidad de la mezcla, tiempo de contacto entre partículas de la
enmienda y del suelo, distribución del tamaño de partículas, contenido de yeso de
la enmienda aplicada, velocidad de flujo y capacidad de carga del yeso.
Polisulfuros.
El polisulfuro de Ca al tiempo que hace disponibles formas insolubles de Ca a
través de la oxidación del S y su posterior conversión a ácido sulfúrico, libera iones
de Ca, que quedan en disposición de desplazar el Na que se encuentra saturando
las posiciones de cambio de los suelos y que son los causantes del deterioro de
las propiedades físicas de los mismos y, especialmente, de su capacidad para
conducir el agua.
Debido a su condición líquida y la solubilidad en agua (100% soluble en ella),
cuando se aplica con el agua de riego puede penetrar profundamente en el suelo,
en donde el S coloidal rápidamente oxidable existente en la solución producirá la
acidificación del perfil, incluyendo los estratos inferiores, al tiempo que el Ca
liberado produce el desplazamiento del Na intercambiable.
Otro efecto importante comprobado de los polisulfuros es el aumento inmediato
que producen en la penetración del agua de riego cuando se la adiciona con esta
enmienda, o sea que actúan como agentes humedecedores o surfactantes. Los
polisulfuros más comunes son el amonio y el de calcio. Este último tiene
generalmente 145 g/L Ca y 450 g/L de S.
Enmiendas de alta concentración de electrólitos.
El uso de enmiendas con alta concentración de electrólitos como el cloruro de
calcio (CaCl2 . 2H2O) es una técnica que acelera el proceso de recuperación de
suelos altamente sódicos. El uso de este tipo de enmiendas ricas en Ca
incrementa considerablemente la permeabilidad del suelo al promover la
agregación de partículas de arcilla, pero se produce una disminución en el
porcentaje del Ca aplicado que se intercambia por Na, debido a que el intercambio
en el interior de las estructuras minerales es lento y a que mucho del Ca
intercambia por Mg.
La eficiencia de recuperación del CaCl2 aplicado como solución fluctúa entre 63 y
77%. La aplicación de CaCl2.2H2O en forma superficial sin incorporación es
bastante efectiva, debido a que por su alta solubilidad se produce una gran
concentración de Ca que promueve el desplazamiento del Na y el mejoramiento
de la permeabilidad. Un inconveniente del uso de este tipo de enmiendas es su
residuo salino que hace necesario el lavado del suelo con aguas de buena calidad
para eliminar los cloruros que pueden afectar el crecimiento de las plantas.
Cal.
En regiones en donde la disponibilidad de yeso sea baja es posible utilizar cal.
Existe mucha discusión acerca de la utilidad de uso de esta enmienda en suelos
alcalinos, ya que su proceso de disolución es lento y depende de factores como
área superficial de la calcita, composición del agua del suelo, naturaleza química
de los intercambiadores, régimen de temperatura y presión parcial de CO2.
Los factores anteriores afectan decisivamente el desplazamiento del Na por el Ca
proveniente del CaCO3 en suelos con pH mayor de 8.0 haciendo discutible su
efecto en la recuperación de suelos altamente sódicos. Por otra parte, la presencia
de cal estabiliza los agregados y previene la dispersión de arcillas en suelos con
valores de PSI menor de 20 debido a que provoca un aumento de la concentración
de electrólitos al disolverse. Cuando el PSI es alto la calcita no proporciona
suficientes electrólitos a la solución del suelo como para contrarrestar el efecto
dispersante del Na, aunque sí lo reduce considerablemente.
Las actividades del hombre añaden sales a los suelos en forma continua y pueden
causar salinización, como en el caso del riego, aun cuando se utilicen aguas de
buena calidad. La sobreirrigación de algunas áreas puede resultar en el transporte
y acumulación de sales a áreas vecinas con drenaje pobre o insuficiente. Cuando
el riego es insuficiente también se pueden acumular las sales, especialmente, si
se usan aguas relativamente salinas, debido a que a medida que las plantas
remueven agua durante su ciclo de vida las sales se van concentrando en el
suelo. Un manejo adecuado de riego incluye el uso periódico de excesos de agua
para lavar las sales acumuladas en el perfil radicular. Esto involucra los conceptos
de lavado de los suelos, de fracción de lavado y el requerimiento de lavado.
A medida que la proporción de agua de riego que pasa a través de la zona
radicular o fracción de lavado (FL) se incrementa, aumenta la profundidad del
suelo que tiene esencialmente la misma concentración de sales que el agua de
riego. Al aplicar un volumen dado de agua la solución del suelo se equilibra con el
agua de riego presentándose la mayor concentración de sales en el frente
húmedo. Por consiguiente, la máxima concentración de sales se encuentra en el
agua de drenaje.
Prácticas de Manejo del Suelo:
En un sistema de manejo integral las siguientes prácticas de manejo de los suelos
contribuyen a minimizar o a corregir la acumulación de sales:
Nivelación
Esta práctica juega un papel importante en el control de las sales. Una buena
nivelación contribuye a una mejor distribución de la lámina de agua, a la
disminución de las pérdidas y a eliminar la acumulación de sales en parches como
resultado de la distribución irregular de las mismas.
Subsolación o labranza profunda
Este es un término general que se usa para describir la ruptura,
desmenuzamiento y mezclado de capas restrictivas del subsuelo que se
encuentran debajo de la profundidad normal de cultivo. La rotura de cualquier
estratificación horizontal del suelo mejora la velocidad de penetración hacia abajo
del agua, permite una mejor penetración de las raíces, mejora la aireación y facilita
el control de la salinidad. Estas prácticas son más efectivas cuando el suelo está
seco puesto que se obtiene una mayor rotura de las capas endurecidas o densas.
Labranza mínima
Esta técnica se basa en el mantenimiento de la estructura del suelo reduciendo el
tráfico de maquinaria y el laboreo al mínimo para evitar la compactación del suelo.
Si se evita la compactación se tiene buen drenaje, buena penetración del agua,
buena aireación y buen desarrollo de las raíces, al tiempo que se pueden realizar
eficientemente las prácticas de control de salinidad.
Adición de materia orgánica
Es bien conocido el efecto de la materia orgánica en el mantenimiento de una
buena estructura del suelo. La materia orgánica ejerce una profunda influencia en
el comportamiento del agua en el suelo aumentando la capacidad de retención de
la misma y facilitando su movimiento a través del perfil. En suelos salinos este
efecto adquiere importancia fundamental. En suelos sódicos es necesario tener
precauciones con la aplicación de materia orgánica, pues bajo ciertas condiciones
la producción de ácidos húmicos o fúlvicos (humificación) puede dar origen a la
formación de complejos con el Na que pueden contribuir a la dispersión de arcillas
como la montmorillonita
Técnicas de riego
Para evitar la acumulación de sales en la superficie como resultado del uso del
riego por gravedad puede usarse el riego por aspersión. Este requiere el uso de
agua de muy buena calidad para prevenir daños al follaje como consecuencia de
la concentración de sales, especialmente cloruros y sodio, sobre la superficie de
las hojas. Cuando no se cuenta con agua de muy buena calidad se pueden usar
algunas técnicas complementarias para evitar el daño foliar tales como riegos
nocturnos, uso de aspersores pequeños y de rotación rápida, movimientos de las
tuberías siguiendo la dirección del viento y del uso de aspersores con un ángulo
de aspersión pequeño.
Bibliografías:
Sampayo, J.T., García, A. y Castillo, L.E. 1993. Algunos aspectos de la dinámica e
interacciones iónicas de suelos salinos del Valle del Cauca. I. Especies libres y
formación de complejos. Suelos Ecuatoriales Vol. 24
García, A. y Castillo, L.E. 1993. Oxidación del azufre en suelos alcalinos del Valle
del Cauca. En : Fertilidad de Suelos: Diagnóstico y control. Sociedad Colombiana
de la Ciencia del Suelo. Bogotá. pp: 473-505.