World of Warcraft Cronicas - Vol 3 PDF
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CRÓNICAS
Volumen III
Traducción y edición:
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CRÓNICAS: VOLUMEN III
Escrito por
CHRIS METZEN, MATT BURNS
y ROBERT BROOKS
Ilustrado por
ARTHUR BOZONNET
COLE EASTBURN
STANTON FENG
ROMAN KENNEY
PETER C. LEE
DARYL MANDRYK
YEWON PARK
DAN SCOTT
ROBERT SEVILLA
ABE TARAKY
KONSTANTIN TUROVEC
BAYARD WU
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CONTENIDO
CAPÍTULO I: LA OSCURIDAD CRECIENTE
CAPÍTULO II: LA TERCERA GUERRA
CAPÍTULO III: EL TRONO HELADO
CAPÍTULO IV: VIEJOS ODIOS
CAPÍTULO V: LA CRUZADA ARDIENTE
CAPÍTULO VI: LA IRA DEL REY LICH
CAPÍTULO VII: CATACLISMO
INDICE
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CAPÍTULO I
LA OSCURIDAD
CRECIENTE
OJOS ENVIDIOSOS
Tiempo atrás, en las vastas extensiones de la Gran Oscuridad del Más Allá, una raza de
inmenso poder conocida como los titanes, protegía el cosmos de las fuerzas de la
corrupción y el caos. Ellos buscaban mundos que albergaran espíritus nacientes de titanes
y los cuidaban. Una vez que éstas almas del mundo habían madurado, los titanes los
elevaban en la orden del Panteón.
El más poderoso entre los titanes del Panteón, Sargeras, fue una vez su más grande
campeón. Peleó incansablemente para defender el cosmos de los seres salvajes llamados
demonios. Estas criaturas se originaron de un reino distorsionado conocido como el Vacío
Abisal, en dónde se deleitaban con la magia vil, una fuerza altamente adictiva y
destructiva.
Sargeras se reusó a dejar que eso sucediera. Se negó incluso a permitir que fuera una
posibilidad. Él aceptó la magia vil y esclavizó a los demonios a su voluntad, forjándolos en
un ejército llamado la Legión Ardiente. La decisión de Sargeras de aliarse con sus antiguos
enemigos fue extrema, pero creía que era necesario. Los demonios eran las únicas
criaturas existentes de las que él tenía la certeza se unirían a él en su Cruzada Ardiente,
una campaña para incinerar toda la vida del cosmos. Era la única manera en la que
Sargeras imaginaba que podría salvar a la población de la Gran Oscuridad del Más Allá de
los señores del vacío.
En su opinón, un universo muerto era mejor que uno que había caído en la oscuridad.
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IMAGEN ANTERIOR: LOS SOLDADOS DE LOS HIJOS DE LOTHAR OBSERVAN LA PENÍNSULA DEL FUEGO
INFERNAL DESDE EL BASTIÓN DEL HONOR
Ninguna civilización era lo suficientemente fuerte para oponerse a Sargeras y su ejército
ardiente. Incluso los otros titanes del Panteón cayeron ante el poder de su antiguo
campeón. Parecía que nada en todo el universo sería capaz de detenerlo.
Eventualmente, Sargeras aprendió de un mundo que los otros titanes únicamente habían
visitado una vez y que habían formado con sus propias manos. Su nombre era Azeroth, y
contenía a un alma del mundo con más poder potencial que cualquiera de los espíritus
titánicos del Panteón hubieran conocido. También albergaba una presencia más oscura.
Cuando los titanes habían descubierto Azeroth, la habían encontrado infestada con
manifestaciones físicas del Vacío conocidas como Dioses Antiguos. Estas entidades
masivas habían forjado una civilización llamada el Imperio Negro en la superficie del
mundo.
Los titanes y sus sirvientes destrozaron al Imperio Negro más tarde, pero no destruyeron a
los Dioses Antiguos. Ellos temían que al hacerlo hirieran a la propia Azeroth, y en su lugar
encarcelaron a las entidades viles en las profundidades de la tierra.
Hace diez mil años, él envió a su ejército a corromper y destruir a las criaturas de Azeroth.
Después de eso, planeó conquistar el alma del mundo antes de que los poderes del Vacío
pudieran. Sin embargo, una inusitada alianza de los elfos de la noche, los antiguos
espíritus de la naturaleza, los poderosos guardianes llamados Dragones Aspectos, y otras
razas valientes repelieron la invasión de los demonios.
Este conflicto brutal, la Guerras de los Ancestros, fue la primera derrota real de la Legión.
No obstante, Sargeras no abandonó su cruzada. Se tomó su tiempo para prepararse para
otro asalto. Sus lugartenientes más poderosos, Archimonde el Profanador y Kil’jaeden el
Impostor, lideraron estos esfuerzos. Con el tiempo, encontraron una manera de atacar a
Azeroth desde otro mundo, un lugar conocido como Draenor.
Kil’jaeden manipuló a los orgullosos orcos de Draenor para aceptar la magia vil y beber la
sangre de demonio. Éste último acto los condenó y encadenó sus voluntades a la Legión.
Unidos como un ejército hambriento de guerra llamada la Horda, los orcos invadieron
Azeroth. Ésta fuerza de destrucción tenía un único propósito: debilitar el mundo en
preparación para una invasión de la Legión a gran escala. La Horda estuvo a punto de
tener éxito. Gracias al coraje de los héroes de Azeroth, los orcos fueron derrotados.
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LAS CENIZAS DE DOS
GUERRAS
8 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
Durante un tiempo, las razas de Azeroth se permitieron creer que lo peor había pasado.
Ciertamente ellos se habían ganado un descanso. Los últimos ocho años habían estado
llenos de horrores.
La Primera Guerra en contra de la Horda había visto al reino humano de Ventormenta ser
traicionado y arrasado. Su más grande campeón, un mago conocido como el Guardián
Medivh, había sido poseído por Sargeras. Fue Medivh quién había abierto el Portal
Oscuro, la entrada a Draenor que había expuesto a Azeroth a la ira de Horda. El Guardián
fue derrotado, sin embargo, Ventormenta no pudo ser salvado.
La Segunda Guerra terminó con la derrota de la Horda, por muy poco. Las naciones de los
Reinos del Este se habían unido en la Alianza de Lordaeron y habían rechazado
exitosamente la invasión de los orcos. La victoria había llegado con un precio muy alto,
pues requirió el sacrificio de incontables héroes.
Su líder, Ner’zhul, ingenió un desesperado plan de escape. Abriría brechas hacia nuevos
mundos, nuevos lugares para conquistar. Tal vez, en algún lugar del cosmos, hubiera otro
reino que su pueblo pudiera llamar hogar.
Los campeones de Azeroth no tenían intención alguna de dejar que la Horda hiciera daño
a otras tierras. Una expedición de héroes de la Alianza, los Hijos de Lothar, invadieron
Draenor a través del Portal Oscuro, buscando detener a Ner’zhul. Fueron liderados por
algunos de los más grandes defensores de Azeroth: el Archimago Khadgar; Turalyon, el
general supremo de los Hijos de Lothar; Alleria Windrunner, la capitana forestal de
Lunargenta; Danath Trollbane, un guerrero experto; y Kurdran Wildhammer, señor feudal
de los enanos Wildhammer.
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realidad en su mundo. Los Hijos de Lothar destruyeron el Portal Oscuro antes de que la
destrucción que se desarrollaba en Draenor pudiera extenderse hacia Azeroth. Casi todos
los miembros de la expedición quedaron atrapados en el apocalipsis.
Tuvieron que pasar muchos años antes de que Azeroth supiera su verdadero destino.
EL DESTINO DE LOS
PERDIDOS
Durante el caos del colapso de Draenor, Khadgar y sus compañeros huyeron a través de
una de las brechas volátiles para evadir el impacto de las energías del cataclismo. Cuando
la destrucción llegó a su fin, volvieron a lo que quedaba de ese mundo.
Descubrieron un reino hecho pedazos. Los muros entre Draenor y el Vacío Abisal habían
colapsado. La realidad destruida había dejado caminos abiertos hacia todos los rincones
del cosmos. De ahora en adelante, éste retorcido lugar sería conocido como Terrallende.
Por fortuna, algunas partes del viejo Draenor habían sobrevivido. Los Hijos de Lothar
establecieron una base permanente en su asentamiento principal, el Bastión de Honor, y
enviaron destacamentos de búsqueda para encontrar a sus aliados desaparecidos.
Dos de los miembros de más alto rango de la expedición jamás fueron encontrados. Se
temía que hubieran muerto, pero en realidad, el destino simplemente tenía planes
distintos para ellos.
Los naaru eran criaturas de Luz que a menudo trataban de ayudar y cultivar la vida mortal.
Xe’ra era una de las más poderosas entre su especie, y había reunido un ejército sagrado
—el Ejército de la Luz— dedicado a luchar contra la cruzada de la Legión Ardiente. La gran
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mayoría de los soldados más leales de Xe’ra eran draenei, los enemigos jurados de los
demonios.
Los dranei tenían una larga y violenta historia con la Legión. Alguna vez fueron miembros
de una raza altamente inteligente conocida como los eredar. Hace mucho tiempo,
Sargeras había descubierto su mundo, Argus, y lo transformó en el centro de poder de la
Legión. En el proceso, él había convertido a los eredar en demonios. Aquellos que
escaparon Argus, adoptaron el nombre draenei, que significaba “los exiliados”, y huyeron
a través de las estrellas. La Legión nunca dejó de cazarlos como venganza por desafiar a
Sargeras. Algunos de los draenei, liderados por el sabio Profeta Velen, eventualmente se
asentaron en Draenor. Otros encontraron refugio con el Ejército de la Luz.
El Ejército de la Luz siempre fue superado en número y armamento, pero sus soldados
combatieron su guerra contra la Legión durante miles y miles de años. No desesperaron.
Xe’ra había previsto que la cruzada de los demonios caería ante los mortales.
Cuando Alleria y Turalyon dejaron su mundo para hacer guerra en otro, Xe’ra había
recibido otro vistazo del destino gracias a la Luz: esos dos hijos de Azeroth serían la clave
para revelar el punto débil de la Legión Ardiente.
Xe’ra le dijo a Alleria y a Turalyon todo lo que pudo. Hablaron acerca de la profecía, la
amenaza de la Legión Ardiente, e incluso de la Horda, que había sido corrompida como un
instrumento de la voluntad de los demonios. Ella les pidió que se unieran a su Ejército de
la Luz y a la actual guerra en contra de la Legión.
Fue una decisión difícil. Alleria Windrunner y Turalyon tenían un hijo en Azeroth, Arator.
Sería devastador dejarlo —sin decirle nada a todos sus amigos y familiares— atrás. Pero
habían llegado a Draenor sabiendo que podía ser un viaje sin retorno. Habían estado
dispuestos a hacer el sacrificio más grande si eso significaba proteger a Azeroth y el futuro
de su hijo.
Xe’ra les dijo que la Horda no era la última amenaza que Azeroth enfrentaría, y por lo
tanto, su guerra debía continuar. Abandonaron Terrallende y se unieron al Ejército de la
Luz. No se sabría de ellos durante algún tiempo.
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LA LUCHA POR UN
MUNDO DEVASTADO
Cuando el polvo se asentó en Terrallende, los sobrevivientes se dieron cuenta lentamente
que ese reino magullado se había convertido en uno de los puntos estratégicos más
importantes de todo el cosmos. El mundo era ahora una encrucijada para cualquier otra
fuerza que deseara viajar rápidamente de un extremo del universo a otro.
La Legión veía Terrallende como una plataforma desde la cual lanzar ataques hacia otros
mundos. Los demonios enviaron a un Señor del Foso llamado Maghteridon, un
comandante cruel y poderoso, para ocupar el lugar y a sus habitantes. Él cazó a los
remanentes de la Horda, esclavizando a aquellos que se rendían y masacrando a aquellos
que aún tenían la voluntad de resistirse. Los orcos que murieron oponiéndose a él
tuvieron un destino más fácil.
Antaño un lugar sagrado para los draenei, el Templo Oscuro había sido corrompido bajo el
control de la Horda, sin embargo, aún poseía un poder residual. Ner’zhul lo había escogido
para realizar el ritual que destruyó Draenor. Construido al final de la península, se podía
llegar al Templo Oscuro desde una sola dirección, y por lo tanto, era fácil de defender.
Probó ser una plataforma excelente para la campaña de conquista de Magtheridon contra
lo que quedaba de Terrallende.
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El Señor del Foso no pasó desapercibido. Los sobrevivientes de los Hijos de Lothar
reunieron a cuantos soldados pudieron para oponerse a la incursión de los demonios.
Khadgar, Kudran Wildhammer y Danath Trollbane, se dieron cuenta rápidamente de que
nunca serían capaces de derrotar a esa fuerza de ataque de la Legión por sí solos, no
obstante, podían ralentizarlos. Sin importar cuándo Magtheridon enviara a sus ejércitos a
las profundidades de Terrallende, la Alianza se encontraba ahí para desgastar sus flancos y
exterminar a los rezagados. Las escaramuzas entre ambas fuerzas fueron intermitentes
durante años.
Los draenei que habían sobrevivido a la destrucción de Draenor podían hacer muy poco
para ayudar a la Alianza en esas batallas. El Profeta Velen sabía que la Legión era capaz de
cualquier cosa con tal de exterminar a cualquier draenei que los demonios encontraran,
una sospecha confirmada por las pocas almas desafortunadas que se habían cruzado por
su camino y vivieron para contarlo.
Exterminar a los draenei era una tarea personal para Kil’jaeden. Él odiaba a Velen y a sus
seguidores, y les había dado caza a través del cosmos desde el momento en el que
huyeron de Argus. Cada demonio sabía que serían recompensados por cada cabeza de
draenei que coleccionaran. Velen mantuvo escondidos a sus seguidores en pequeños
enclaves apartados para que, de esta forma, si uno era descubierto, no significaría la
destrucción de todo su pueblo.
Los seguidores de Velen vivían una dura existencia, sin embargo, eran afortunados. Los
draenei habían sufrido pérdidas terribles debido al levantamiento de la Horda en Draenor.
Durante la destrucción de su capital, Shattrath, una plaga vil había sido desatada sobre
ellos.
No todos los draenei que fueron afectados por la magia corrupta de la Horda murieron.
Muchos sobrevivieron, pero habían sufrido mutaciones horribles.
El antiguo líder de los guerreros sagrados draenei, Akama, tomó el control de la tribu
Lengua Ceniza. Al ser un Tábido, él también había perdido su habilidad para llamar a la
Luz. Aunque él alimentó una pequeña pizca de esperanza de que él y sus compañeros
marginados se alzaran hacia su antigua gloria, primero tenía que liderar a su pueblo
durante un periodo de oscuridad y alianzas inquietantes.
La última facción notable en Terrallende eran los arakkoa de Sethekk. Las una vez
orgullosas criaturas fueron llevadas a la ruina por la Horda, y los sobrevivientes fueron
arrojados a las pozas de corrupción de la Cuenca de Sethekk, una prueba que les arrebató
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la habilidad de volar y sumió sus mentes en una opresiva sensación de oscuridad. Los
pocos que sobrevivieron a la destrucción de Draenor se refugiaron en el mausoleo Draenei
de Auchindoun. Años atrás, las fuerzas oscuras habían reclamado esa área, y los arakkoa
ocuparon su tiempo estudiándolas, adorándolas y, eventualmente, cayendo bajo su
influjo.
Estas facciones combatieron durante años, su guerra estaba escondida detrás del
destruido Portal Oscuro. Los habitantes de Azeroth no sabían nada acerca de esta lucha
por el control, y muy pronto estarían ocupados con sus propios problemas.
EL REY LICH
Cuando la Horda fue derrotada en la Segunda Guerra, el plan de la Legión de conquistar
Azeroth se vino abajo. Sin embargo, los demonios no se rindieron. Al contrario, Kil’jaeden
había aprendido una lección extremadamente valiosa.
La Horda había fallado gracias a los conflictos internos y deslealtad. El siguiente golpe de
la Legión contra Azeroth no sería igual de débil. Kil’jaeden pensó en una perturbadora y
oscura forma de levantar a un nuevo ejército de marionetas que serían totalmente
incapaces de apartarse de la voluntad de la Legión. Todo lo que necesitaba era un espíritu
poderoso, hábil en el arte de la magia, para controlarlo.
Ner’zhul sufrió torturas inimaginables a manos de la Legión. El cuerpo físico del orco fue
despedazado miembro a miembro, pero su espíritu fue mantenido con vida, intacto y
totalmente consciente de lo que sucedía. Un grupo de señores del terror —Tichondrius,
Balnazzar, Detheroc, Mal’Ganis y Varimathras— tomaron turnos para someter a Ner’zhul
a la más horrible agonía.
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Los leales sirvientes de Ner’zhul también fueron transformados. Sus cuerpos fueron
despedazados y reformados en poderosos exánimes que obedecerían sin rechistar.
La antigua vida de Ner’zhul había desaparecido y una nueva se alzaba en su lugar. Éste ser
fue llamado Rey Lich y despertó a una existencia llena de servidumbre sin fin y un poder
indescriptible.
LA CORONA DE HIELO
Y EL TRONO HELADO
Cuando el oscuro trabajo de Kil’jaeden terminó, le explicó su plan a su nuevo esbirro. El
Rey Lich conjuraría una epidemia nigromántica que ahogaría cualquier resistencia lejos de
Azeroth. Los vivos morirían y revivirían como soldados leales y no-muertos. Estos
sirvientes debilitarían las defensas de Azeroth en preparación para una invasión
demoniaca a manos de la Legión.
Kil’jaeden tenía sospechas acerca del Rey Lich. Hacía mucho tiempo que el señor
demoniaco había dejado de confiar en sus esbirros. Los señores del terror que le habían
ayudado a atormentar a Ner’zhul y a confeccionar la armadura que lo acompañaría a
Azeroth. Ellos serían tanto sus carceleros como sus verdugos, destinados a acelerar la
tarea del Rey Lich a cualquier precio.
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Con un gasto enorme de poder, la Legión abrió un pequeño portal desde el Vacío Abisal
hasta Azeroth. El frío ataúd del Rey Lich atravesó el cielo nocturno y se estrelló en una
zona alejada del glaciar Corona de Hielo en el gélido continente de Rasganorte. Su prisión,
retorcida por el descenso, ahora asemejaba un trono. Los señores del terror que vigilaban
al Rey Lich, pronto se le unieron y comenzaron a construir fortificaciones alrededor del
Trono Helado.
El Rey Lich les permitió hacer su trabajo mientras él comenzaba a hacer el suyo. Su
consciencia expandida alcanzó a los esparcidos habitantes de Rasganorte, oscureciendo
sus pensamientos y afligiéndolos con terribles pesadillas.
El Rey Lich fue cauto al principio, probando sus poderes. Kil’jaeden había sido inflexible en
cuanto a que las naciones de Azeroth no supieran lo que se avecinaba hasta que fuera
demasiado tarde.
Las tribus apartadas y las bestias poderosas cayeron bajo el influjo del Rey Lich. Primero
fueron unas feroces criaturas llamadas wendigo y los salvajes trols de hielo. Después
llegaron las tribus perdidas de los poderosos vrykul.
Los vrykul era una raza hambrienta de guerra. Milenios atrás, habían buscado conquistar
el mundo, pero su campaña fue detenida por los principales guardianes de Azeroth: los
Dragones Aspectos. Estas criaturas majestuosas sumieron a los vrykul en un profundo y
eterno letargo para salvar al mundo de sus formas barbáricas. Los sirvientes del Rey Lich
mataron a los vrykul mientras dormían y los resucitaron en la no-muerte como sus nuevos
y poderosos guerreros.
Satisfecho con ese logro inicial, el Rey Lich creó una primera cepa de la epidemia de no-
muertos. Había un asentamiento de humanos en los límites del Cementerio de Dragones
que desconocían la peligrosa fuerza que se levantaba en las cercanías. El Rey Lich
controlaba la plaga solamente con su voluntad, enviándolos al pueblo mientras los
humanos dormían.
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se hiciera con el control de Rasganorte, podía comenzar su verdadero trabajo en el resto
de Azeroth, empezando con los Reinos del Este. Las naciones ahí habían sufrido conflictos
con la Horda durante años. Se encontraban vulnerables y aquejados por conflictos
internos. Caerían muy pronto ante la plaga de no-muertos. La Legión entonces podría
utilizar la región como una plataforma de reunión para el poder completo de sus ejércitos
en Azeroth.
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LAS VAL’KYR
Gracias a las Vrykul, el Rey Lich aprendió acerca de unas criaturas interesantes llamadas
Val’kyr. Estos seres espectrales podían invocar a otros espíritus e incluso atravesar las
Tierras de las Sombras, el reino de la muerte. El Rey Lich trató de crear a sus propios
Val’kyr, sin embargo, la empresa fue difícil incluso para él. Después de varios intentos
fallidos, al final logró tener éxito. Las Valk’kyr incrementaron notablemente su habilidad
para controlar los poderes oscuros de la no-muerte.
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Los principales obstáculos de la venganza del Rey Lich eran los señores del terror. Bajo las
órdenes de Kil’jaeden, observaban cuidadosamente al ser para detectar cualquier señal de
desobediencia. Los señores del terror eran altamente inteligentes y hábiles, pero su
astucia palidecía en comparación con la del Rey Lich. Con gran precaución, manipuló a los
demonios. El Rey Lich cubrió el verdadero alcance de su poder. Le hizo creer a los señores
del terror que estaban bajo su completo control, todo mientras él observaba a su presa y
aprendía de sus fortalezas y debilidades individuales.
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LA HORDA
FRAGMENTADA
Las naciones de los Reinos del Este no tenían idea de lo que ocurría en Rasganorte. Se
encontraban demasiado ocupados con los esfuerzos de reconstruir sus tierras destruidas
por la guerra. La gran mayoría de los refugiados de Ventormenta no habían vuelto a casa y
la unidad entre las naciones se fragmentaba pues las realidades de la vida después de la
guerra comenzaban a surgir. Los orcos que habían sido capturados necesitaban quedarse
ahí por tiempo indefinido. Se construyeron enormes campos de internamiento para
retenerlos y mantenerlos cautivos se volvió increíblemente costoso. Los Reinos volcaron
esos costos a los vecinos, acrecentando las tensiones y sembrando discordia.
A pesar de que muchos de los orcos que aún quedaban en Azeroth habían sido
capturados, todavía había varios clanes peligrosos sueltos. Los Grito de Guerra, liderados
por el legendario jefe Grommash Hellscream, se habían rehusado a rendirse. Él y los suyos
permanecían ocultos en los densos bosques que rodeaban Lordareon, saliendo
únicamente para arrasar poblados y granjas locales en busca de suministros. Los
remanentes de los clanes de Roca Negra y Diente Negro, liderados por Dal’rend y Maim
Blackhand, se autoproclamaron como “la verdadera Horda” y se refugiaron en la Montaña
Roca Negra.
Dal’rend y Maim mantenían una alianza frágil con los orcos del clan Faucedraco, quienes
ocuparon el antiguo bastión de Grim Batol y conservaron un oscuro secreto de la Segunda
Guerra. Poseían un artefacto llamado Alma de Demonio, que contenía los poderes de
cuatro de los grandes Dragones Aspectos: Alexstrasza, Nozdormu, Ysera y Malygos. Los
orcos habían utilizado la reliquia para esclavizar al Aspecto de la Vida, Alexstrasza, y forzar
a su vuelo a obedecerlos.
La mayoría de estos clanes se mantenían en las sombras pues ninguno quería atraer la
atención de la Alianza. Y ellos, a su vez, estaban demasiado ocupados en la reconstrucción
de sus reinos como para gastar mucho tiempo persiguiéndolos.
Los carceleros de Orgrim pensaron que estaba destrozado, tanto física como
mentalmente. Sin embargo, ese no era el caso. Burló a sus captores y escapó de ese
campo de internamiento.
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La ira se apoderó de la Alianza. La captura de Orgrim de Doomhammer en la Segunda
Guerra había sellado la derrota de la Horda. Ahora estaba libre para reunir lo que quedaba
de su ejército e iniciar un nuevo conflicto. Ese fracaso colosal tensó las relaciones entre la
mayoría de las naciones de la Alianza. La confianza escaseaba y cada reino comenzó a
sospechar que los otros eran demasiado incompetentes.
La Alianza dedicó más tiempo y recursos para cazar a los orcos que deambulaban
libremente por la tierra. Los desafortunados que encontraban eran asesinados allí mismo
en lugar de capturarlos. Y a pesar de eso, los orcos a menudo se escapaban, haciendo que
los esfuerzos de la Alianza parecieran inútiles.
En reclusión, los orcos no eran para nada como los sanguinarios guerreros que invadieron
el mundo. Se volvieron gradualmente retraídos, incapaces de reunir las fuerzas necesarias
para retener su agresividad… o incluso su orgullo. Aceptaron su confinamiento sin oponer
mucha resistencia.
JEFE DE GUERRA EN
EXILIO
Una vez que Orgrim Doomhammer se fugó de su campo de internamiento, viajó
sigilosamente tan lejos de las ciudades humanas como pudo. A pesar de lo que la Alianza
temía, él no tenía intención de reunir a la Horda para continuar con su guerra contra
Azeroth.
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Los demonios habían tratado a los orcos como marionetas, y después de que fracasaron,
fueron desechados. Durante su internamiento, Orgrim había visto el fuego desaparecer de
los ojos de los otros orcos. Ellos no solamente habían sido golpeados; habían sido
destrozados.
Algunos culparon a Orgrim por la difícil situación, a pesar de que él no los había llevado a
las garras de los demonios. En realidad, él nunca aprobó el uso de la magia vil de la Horda.
Él sabía de su poder destructivo y la forma en la que había corrompido lentamente a su
raza.
Orgrim vivió solo durante años. De vez en cuando, se encontraba con el único clan que
estaba seguro no lo consideraría un enemigo: los Frostwolf.
Había sido un gran amigo del antiguo jefe del clan Frostwolf, Durotan, y de su pareja,
Draka. Ambos se opusieron a la creación de la Horda y el uso de la magia vil. En venganza,
Durotan y Draka fueron muertos por asesinos leales a la Legión. Orgrim creía que su
pequeño hijo, Go’el, también había sido asesinado.
Durante su tiempo en exilio, Orgrim combatió en silencio con el letargo que aquejaba a
gran parte de su raza, pero sólo tuvo un éxito parcial. Sus sueños de restaurar el orgullo y
el honor de su pueblo no se cumplieron, por lo que él se retiró a vivir como ermitaño,
tratando de no llamar demasiado la atención.
EL LEGADO DE
DEATHWING
La derrota de la Horda devastó más que a Orgrim Doomhammer y su pueblo. También
propinó un duro golpe al corrompido Dragón Aspecto, Deathwing, y su vuelo negro.
Tiempo atrás, los titanes habían empoderado a Deathwing —entonces conocido como
Neltharion— y a los otros Dragones Aspectos para servir como guardianes del mundo. A
cada una de esas magníficas criaturas se le asignó un rol específico. Como el Aspecto de la
Tierra, Neltharion fue imbuido con la fuerza de la propia Azeroth. Éste regalo le otorgó un
poder y una entereza inmensos, pero accidentalmente también lo volvió susceptible a la
influencia de los Dioses Antiguos.
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Después de destruir el Imperio Negro, los titanes y sus sirvientes encarcelaron a los Dioses
Antiguos bajo tierra, mas no habían neutralizado su poder. Sus zarcillos oscuros se
adentraron gradualmente en la tierra, y su influencia alcanzó la mente de Neltharion. Los
Dioses antiguos transformaron lentamente al Dragón Aspecto en su más grande arma y lo
animaron a sumergir el mundo en el caos.
En los milenios que siguieron, los otros vuelos habían cazado a los hijos de Deathwing casi
hasta extinguirlos y ningún lugar en Azeroth parecía seguro para los dragones negros. No
obstante, cuando la Horda invadió el mundo, Deathwing vio una oportunidad. Si los
guiaba adecuadamente, podría utilizar al ejército orco para destruir aquellos que
deseaban su muerte y la de su vuelo.
Los Dioses Antiguos aprobaron las intenciones de Deathwing. Aunque eran enemigos de la
Legión, sabían que la Horda llevaría un inmenso sufrimiento a Azeroth. Con el mundo y sus
habitantes debilitados, los Dioses Antiguos podrían hacer valer su dominio sobre ellos y
restaurar el Imperio Negro.
Deathwing demostró una y otra vez ser un agente de destrucción altamente efectivo para
los Dioses Antiguos. Fue él quien manipuló a las naciones de los Reinos del Este en la
Primera Guerra para que la Alianza enfrentara a la Horda completamente sola. Fue él
quien lideró al clan Faucedraco hacia el Alma de Demonio (aunque sin revelar su
verdadera naturaleza a los orcos). Y fue él quien les dijo cómo capturar a Alexstrasza y a su
vuelo.
Pero no todo estaba perdido. Los orcos Faucedraco aun mantenían cautiva a Alexstrasza,
al igual que a muchos de sus huevos y crías. Deathwing podría reclamar a esos dragones
para él mismo y esclavizarlos a su voluntad. Ellos se convertirían en su nuevo vuelo.
Primeramente, tenía que asegurarse de que los Faucedraco no fueran exterminados por
las fuerzas de la Alianza. Poco después de la destrucción del Portal Oscuro, Deathwing
tomó la forma de un lord humano llamado Daval Prestor, un disfraz que ya había usado
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con anterioridad. Pretendiendo ser un carismático miembro de la nobleza, mantuvo a la
corte de Lordaeron en desconcierto con mentiras y fabulaciones, impidiendo que los
humanos se dieran cuenta de cómo se desarrollaban la Primera y Segunda Guerra. Sus
esfuerzos habían sido tan efectivos, que incluso ahora, ninguno de los nobles sospechaba
que había estado activamente trabajando en su contra.
Lord Prestor volvió a unirse a la corte, afirmando que deseaba ayudar a la Alianza a
recobrarse de la guerra. Deathwing llamó en secreto a sus hijos, Nefarian y Onyxia, para
acompañarlo, también disfrazados como nobles humanos. Juntos esparcieron la
desconfianza y el resentimiento entre la nobleza como una epidemia. Viejas rivalidades
florecieron entre las naciones de la Alianza, y casi a diario, discusiones iracundas sobre el
futuro de sus respectivas facciones estallaban entre los nobles.
Después de la desaparición de Orgrim, fue fácil jugar con la desconfianza mutua de los
humanos. Deathwing y sus hijos se aseguraron de que los exploradores y patrullas de la
Alianza siempre tuvieran información equivocada. La cacería por los remanentes de la
Horda parecía constantemente plagada de vagancia, incompetencia o ambas. Ninguno de
estos problemas fue relacionado con la familia Prestor.
Nekros entró en pánico. Ordenó a su clan abandonar Grim Batol y moverse a un nuevo
complejo de cuevas oculto bajo el paso de montaña de Dun Algaz.
Sacar a los orcos de su inmensa fortaleza era exactamente lo que Deathwing esperaba. Sin
embargo, ya no era el único poderoso dragón con su atención en los Faucedraco.
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LA BATALLA DE GRIM
BATOL
10 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
Durante la Segunda Guerra, el dragón rojo Korialstrasz, se preocupó en gran medida
cuando Alexstrasza despareció. Él fue el consorte y confidente más cercano de la Dragón
Aspecto; y él juró hacer todo lo que pudiera para encontrarla. Cuando por fin descubrió
que estaba capturada por los Faucedraco, se dio cuenta de que estaba completamente
indefenso. Los Faucedraco habían atrapado a Alexstrasza con el Alma de Demonio, un
artefacto que era capaz de destruir a cualquier dragón. Korialstrasz no podría liberarla.
Pidió la ayuda de los Dragones Aspectos Ysera, Nozdormu y Malygos, pero no estaban
seguros de intervenir. Igual que Korialstrasz, temían que los orcos utilizaran el Alma de
Demonio para destruirlos, o a Alexstrasza.
Pronto quedó más que claro que Deathwing planeaba robar algunos de los huevos no
nacidos de los dragones del vuelo rojo, y Korialstrasz casi cayó en la desesperación.
Después de que Rhonin se encontrara accidentalmente con los Faucedraco, los dragones
rojos volvieron a tener esperanza. Tomando la forma de un poderoso elfo mago noble
llamado Krasus, el dragón prometió al humano toda la ayuda que pudiera reunir para
liberar a los dragones del vuelo rojo.
Rhonin estaba sorprendido por encontrar que un clan orco aún tenía tanto poder después
de la Segunda Guerra, y estaba determinado a destruir ese poder. Reunió a un pequeño
grupo de amigos —incluida la forestal elfa noble Vereesa Windrunner y el jinete de grifos
enano Falstad Wildhammer— y se apresuró a Grim Batol para liberar a los dragones rojos.
En el instante en el que los Faucedraco dejaron Grim Batol y se encaminaron hacia Dun
Algaz, Deathwing atacó y masacró a incontables orcos. No tenía ningún deseo de
mantenerlos vivos ni a ellos, ni a los dragones adultos, únicamente los huevos del vuelo
rojo le eran útiles.
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Y no estaba sola. Ysera, Nozdormu y Malygos se unieron pronto en su lucha contra
Deathwing. Aunque habían rechazado las peticiones de Korialstrasz para ayudar a
Alexstrasza, los Dragones Aspectos no lo habían ignorado. Habían decidido mantener una
estrecha vigilancia en Grim Batol en caso de que se presentara una oportunidad. El ataque
de Deathwing en contra de los orcos se las brindó.
Mientras los cinco Dragones Aspectos se enfrentaban en el cielo, Rhonin y sus aliados
mortales enfocaron su atención en los orcos y el Alma de Demonio. Rhonin encontró una
falla en el artefacto y lo destruyó. En ese momento, lo poder atrapado en la reliquia
escapó, regresando a los Dragones Aspectos.
Los dragones del vuelo rojo estaban libres de nuevo. Gran parte de los orcos de
Faucedraco perecieron en la batalla, y los aterrados sobrevivientes se perdieron en los
bosques colindantes. Seguirían siendo una amenaza en Azeroth, pero jamás recobrarían
su antiguo poder.
Cuando Deathwing huyó, Lord Daval Prestor de pronto se desvaneció de la corte real de
Lordaeron. Su hija, Onyxia, se quedó para continuar con su trabajo, y lo disfrutó. Las
relaciones entre Lordaeron y las otras naciones de la Alianza continuaron deteriorándose.
Onyxia decidió expandir su influencia hacia el reino sureño de Ventormenta.
Se disfrazó de una mujer noble llamada Katrana Prestor y se infiltró en la corte real de
Ventormenta. Lady Prestor trabajó para entorpecer los esfuerzos de reconstrucción de la
ciudad, y se metió en la política local para mantener al reino alejado de Lordaeron y los
reinos del norte.
El hijo de Deathwing, Nefarian, optó por trabajar desde las sombras. Contactó con la
llamada “verdadera Horda” en la Montaña Roca Negra, manipulando a los orcos para
permitir que los dragones del vuelo negro se establecieran ahí. Nefarian instaló un
laboratorio, esperando alcanzar el sueño de su padre de reconstruir el vuelo negro. Para
llegar a ese fin, hizo experimentos grotescos con la sangre de diferentes vuelos, gran parte
de la cual obtuvo de dragones vivos.
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JURAMENTOS
OLVIDADOS
Durante diez mil años, los Dragones Aspectos vivieron sin experimentar la totalidad de su
poder, y el repentino retorno de su fuerza fue física y mentalmente agotador. Mientras se
acostumbraban a ese cambio, llegaron a una conclusión preocupante. Por mucho tiempo,
los Aspectos se exiliaron del mundo; no podían permitírselo más. Era tiempo de hacerse
cargo de las tareas que los titanes les habían otorgado una vez más.
Ysera, el Aspecto de los Sueños, pasó más tiempo en el Sueño Esmeralda, la visión mística
de un Azeroth virgen y salvaje que ayudó a guiar a la naturaleza hacia el mundo físico.
Pero con sus poderes y sentidos de vuelta, notó que la oscuridad y la desesperanza
comenzaban a surgir dentro de los rincones más escondidos del Sueño, en la forma de
corrupción llamada la Pesadilla Esmeralda.
Ninguno de ellos lo sabía, pero ambas amenazas nacieron gracias a los Dioses Antiguos. El
toque de Yogg-Saron (y después, N’Zoth) corrompió gradualmente el Sueño Esmeralda, y
las líneas temporales sufrían el ataque de los dragones del vuelo infinito. Estas criaturas
sombrías llegaron de uno de los futuros potenciales de Azeroth, aunque su identidad
siguió siendo un misterio para Nozdormu.
Aunque la gran mayoría de los Dragones Aspectos estaban dispuestos a dejar el pasado
atrás, pasarían muchos años antes de que pudieran recuperarse por completo.
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IMAGEN ANTERIOR: ALEXSTRASZA SE LIBRA DE SUS CADENAS Y DESATA SU VENGANZA SOBRE EL ORCO
NEKROS SKULLCRUSHER
Las fuerzas del mal no esperarían a que ellos estuvieran listos.
LA LLAMADA DE LOS
DIOSES ANTIGUOS
Durante la Segunda Guerra, la traición separó a la Horda en dos. El brujo orco Gul’dan se
había separado de la facción y buscó poder prohibido en un lugar llamado La Tumba de
Sargeras. Llevó a dos clanes con él, los Cazatormentas y a los Martillo Crepuscular, los
últimos liderados por el mago ogro de dos cabezas Cho’gall. La traición de Gul’dan debilitó
severamente a la Horda, llevándola a su eventual derrota. Al final, la Legión lo castigaría
por su codicia.
Cho’gall y algunos miembros del clan Martillo Crepuscular apenas sobrevivieron y huyeron
de la tumba. No tenían ningún motivo para continuar con su lealtad ni a la Horda ni a la
Legión. En realidad, respondían a diferentes amos.
Los Martillo Crepuscular eran distintos a otros clanes de la Horda. Ellos manejaban magia
de las sombras en lugar de magia vil, y adoraban los poderes del Vacío. Los Martillo
Crepuscular eran fanáticos que creían en la Hora del Crepúsculo, una profecía oscura que
predecía el fin de todo. Cho’gall y sus seguidores se veían así mismos como agentes de
este apocalipsis; las únicas interrogantes eran cuándo, cómo y en dónde sucedería.
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Cho’gall alguna vez creyó que la Horda era la llave para traer el apocalipsis. Después de la
muerte de Gul’dan en la Tumba de Sargeras, se dio cuenta de que ese no era el caso. El
orco de dos cabezas abandonó la Horda y guio a sus seguidores en una peregrinación
hacia Kalimdor. Él sintió la presencia de un Dios Antiguo en algún punto de ese lejano
continente, y él estaba ansioso de conocer a esa entidad y deleitarse con su terrible
poder.
Fue un camino lento y peligroso desde la Tumba de Sargeras hasta Kalimdor. El Martillo
Crepuscular trabajó gradualmente su camino hacia el rincón sureño del continente, donde
susurros oscuros emanaron de debajo de la superficie. Cho’gall no conocía esa tierra, y
muchas amenazas deambulaban en Kalimdor. Meditó durante meses, sometiendo sus dos
mentes a la caótica voluntad de los Dioses Antiguos. Aunque estaban encerrados en
prisiones encantadas, milenios de desatención les habían permitido extender su influencia
a través del mundo de pequeñas formas. Los Dioses Antiguos instaron a Cho’gall a
continuar, guiándolo hacia la tierra extraña y ayudándole a evitar sus peligros.
Cho’gall y sus sirvientes establecieron una base en una red de cuevas bajo los desiertos de
Tanaris. Al este se encontraba Ahn’Qiraj, la prisión del Dios Antiguo C’Thun. Cho’gall
percibió que estaba cerca de su maestro. Desafortunadamente para Cho’gall, aun tardaría
en llegar a la entidad.
Tiempo atrás, Gul’dan, Cho’gall y sus seguidores más cercanos hechizaron a Garona y la
usaron como su arma personal. Durante la Segunda Guerra, escapó y se liberó de su
control. Garona albergó un odio interminable hacia sus antiguos amos, y había rastreado a
Cho’gall a través de un océano para conseguir su venganza. Los Martillo Crepuscular
reforzaron sus defensas y tendieron trampas, pero Garona llevaba meses estudiando la
región. La red de cuevas no era hogar de los orcos; era el lugar de caza de Garona.
Noche tras noche hallaban nuevas víctimas. Cho’gall estaba furioso, pero no tenía opción,
su clan huyó del área y buscó un nuevo lugar para continuar con su oscuro trabajo.
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NUEVOS LEGADOS
A pesar de las maquinaciones de los dragones del vuelo negro, los reinos humanos
volvieron lentamente a su antigua prosperidad, incluso si las relaciones entre ellos no eran
tan fuertes como solían ser.
El Gran Almirante Daelin Proudmoore, uno de los comandantes que derrotaron a la Horda
en el mar, aún no había superado las pérdidas que sufrió durante la Segunda Guerra.
Mantenía el orden en altamar con puño de hierro y cazaba piratas y bribones que osaban
entrar en su territorio. Su hija menor, Jaina Proudmoore, se cansó de su semblante
ensombrecido y decidió recibir educación en Dalaran. Después de muchos años, comenzó
a estudiar magia arcana con el Kirin Tor y eventualmente se volvió una aprendiz del
legendario archimago Antonidas.
El Rey Terenas Menethil II de Lordaeron tenía un hijo llamado Arthas, y se aseguró de que
siguiera los valores de la guerra y la justicia. Bajo la tutela del enano Muradin
Bronzebeard, embajador de Forjaz en Lordaeron, Arthas Menethil se volvió un maestro
espadachín. El joven también recibió enseñanzas sobre la Luz Sagrada por el venerado
paladín Uther el Iluminado. Cuando el príncipe cumplió diecinueve años, fue inducido a la
Orden de la Mano de Plata para convertirse en paladín. Aunque era obstinado, se
distinguía por ser un héroe valiente y nunca evadir sus deberes sin importar lo peligrosos
que fueran. Cuando los trols Amani enviaron partidas de guerra para saquear las fronteras
de Quel’Thalas, una nación aliada, Arthas estaba ahí para darles caza y llevarlos a la
justicia.
Se separaron y cada uno continuó su camino, mas nunca olvidaron sus sentimientos por el
otro.
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LA GUERRA DE LA
ARAÑA
Lejos de las naciones humanas, el Rey Lich aumentaba su poder rápidamente y construía
un ejército realmente terrible. La gran mayoría de los habitantes de Rasganorte fueron
fácilmente corrompidos por la plaga de no-muertos y se unieron a sus filas.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que el Rey Lich enfrentara su primera prueba real.
Una antigua raza de insectoides conocida como los nerubianos residía en Rasganorte, y
eran monstruosamente agresivos en batalla. Su gran reino, Azjol—Nerub, se extendía más
allá de la congelada tundra. Los nerubianos estaban conscientes de la presencia del Rey
Lich, y no tenían intenciones de permitir que los conquistara. Todos los intentos de
expandir la epidemia de no-muertos en su hogar fueron violentamente detenidos por el
poderoso señor de la guerra y líder de los nerubianos, Anub’arak.
El Rey Lich no encontró ninguna forma de romper sus defensas, así que se conformó con
destruir a los nerubianos.
Durante años, el ejército de no-muertos del Rey Lich peleó una guerra de desgaste contra
los insectoides. Cada caído ingresaba a las filas del Rey Lich, y cuando el fin llegó, estaba
deleitado de poder levantar al propio Anub’arak como un poderoso sirviente no-muerto.
El antiguo gobernante era ahora un esclavo, y aunque las ataduras le irritaban, no podía
liberarse de ellas.
El Rey Lich estaba tan impresionado por la resistencia de los nerubianos, que adoptó su
estilo arquitectónico. Imbuyó de magia los filosos zigurats para que surcaran los cielos de
Rasganorte. Con el tiempo, estas necrópolis se convertirían en lugares temidos por todos
Azeorth.
Ahora el Rey Lich no tenía quien se lo opusiera en Rasganorte, y sin embargo, todavía no
era momento de desatar la plaga de no-muertos en los Reinos del Este. Agregando
criaturas como Anub’arak a sus filas le había enseñado el valor de corromper mentes
poderosas. Necesitaría aliados como esos para completar el trabajo que le quedaba por
delante. Por lo tanto, el Rey Lich secretamente esperaba que pudiera ganarse a esos
sirvientes y utilizarlos para liberarse de la Legión.
El Rey Lich expandió su consciencia a través del mundo, buscando individuos que
estuvieran tentados por el poder que él podía ofrecer. Muchos respondieron a su llamado.
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Sus acciones no fueron únicamente mal vistas, fueron expresamente prohibidas por las
leyes casi tan antiguas como el propio Kirin Tor. Había sido censurado en repetidas
ocasiones, despojado de gran parte de su poder formal y estaba al borde de ser
completamente exiliado de Dalaran.
Kel’Thuzad estaba iracundo por lo que veía como las mentes cerradas y los preceptos
desactualizados del Kirin Tor. El propio Dalaran había sido atacado después de la Segunda
Guerra. Los caballeros de la muerte de la Horda, guerreros no-muertos imbuidos en poder
nigromántico, se habían infiltrado en la ciudad; Kel’Thuzad los vio de primera mano. No
tenía intención alguna de dejar esa forma de poder sin estudiar ahora que sabía de lo que
era capaz.
El Rey Lich le ofreció respuestas para todas sus preguntas, además de acceso a los
secretos más profundos de las artes nigrománticas. Al principio mantuvo ocultos sus lazos
con la Legión, presentándose como un ser en control de su propio destino.
Kel’Thuzad estaba asombrado por la entidad. Abandonó sus deberes en Dalaran y viajó a
Rasganorte para presenciar el poder del Rey Lich. Vio las ruinas de Azjol-Nerub, conoció al
conquistado gobernante Anub’arak, incluso observó los terrores que se escondían en el
corrompido zigurat llamado Naxxramas
Era mucho más de lo que podía soportar. Kel’Thuzad pensó brevemente en escapar, pero
los sirvientes del Rey Lich dejaron muy claro que ya no había tiempo para indecisiones.
Kel’Thuzad serviría al Rey Lich; la única opción que le quedaba era hacer vivo o como no-
muerto.
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Kel’Thuzad obedeció. Sus dudas se desvanecieron y su deseo por servir al Rey Lich creció.
El poder que había recibido realmente inspiraba reverencia.
Para los ricos, Kel’Thuzad optó por algo diferente. Encandiló a los nobles y terratenientes
con ofertas de gran poder —e inmortalidad— si se unían a su causa. Algunos externaron
su preocupación con lo que parecía ser un movimiento “populista” dispuesto a subvertir el
orden establecido, pero Kel’Thuzad calmó sus temores. Les hizo saber que las clases bajas
no eran ninguna amenaza, que eran simplemente una herramienta que los privilegiados
podrían usar para destruir a sus rivales y asegurar más riquezas.
Conforme pasaron los años, Kel’Thuzad reclutó a más y más gente a su causa; pocos
realmente entendían los horrores que los esperaban. Únicamente los individuos que él
estaba seguro podrían volverse a la oscuridad aprendían la verdad acerca de la epidemia
de no-muertos y lo que le haría a la humanidad.
Con el tiempo, los seguidores de Kel’Thuzad serían conocidos como el Culto de los
Malditos.
El culto estableció su base en las catacumbas de una antigua fortaleza humana llamada
Scholomance. Allí, Kel’Thuzad enseñó nigromancia a sus cultores más leales. Los
hechiceros oscuros rápidamente perfeccionaron ese arte. Llevaron a cabo terribles
experimentos, animando esqueletos desenterrados de debajo de la fortaleza. Algunos
nigromantes desmembraban los cadáveres desenterrados y los usaban para crear unas
criaturas gigantescas no-muertas llamadas abominaciones.
Mientras éste trabajo progresaba, Kel’Thuzad se mantenía ocupado con los experimentos
más importantes. Había llevado ejemplares de la plaga de no-muertos del Rey Lich desde
Rasganorte hasta Scholomance. Trabajó fervientemente para crear una cepa de la
enfermedad que fuera tanto efectiva como sutil. Planeó esparcir la epidemia mediante las
reservas de granos de Lordaeron, y quería que su periodo de incubación fuera lo
suficientemente largo para que los humanos pudieran consumir la comida contaminada
antes de que apareciera cualquier síntoma y, por lo tanto, maximizando el número de
víctimas.
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THRALL
Al sur de Scholomance, la Alianza de Lordaeron continuó canalizando recursos hacia su
red de campos de internamiento. El liderazgo sobre las prisiones recayó en un humano
noble llamado Aedelas Blackmoore, un veterano distinguido de la Segunda Guerra.
Sin embargo, Aedelas, igual que su padre, era un estratega militar muy listo. Poseía un
arma secreta que creía podía restaurar su posición legítima dentro de la Alianza…
Justo antes del fin de la Primera Guerra, Aedelas Blackmoore había encontrado algo
sorprendente, halló un bebé orco, solo y abandonado, en la nieve junto a sus padres
muertos y algunos de los asesinos que los habían matado. Aedelas había resistido su
instinto de matar a la criatura ahí mismo, decidiendo que sería mejor criar al orco.
Lo nombró “Thrall” y lo entrenó para ser un gladiador. Una vez que Aedelas hubo
determinado que el orco no sería un simple bruto tonto, comenzó a instruirlo en la
estrategia, filosofía y los finos puntos de liderar a otros a la batalla. Solía poner a prueba a
Thrall muy seguido, empujándolo a batallas en contra de numerosos oponentes. Los fosos
de lucha eran muy comunes en los campos de internamiento, y los guardias forzaban a los
prisioneros orcos para enfrentarse en un combate sangriento. Aedelas mantenía a Thrall
en esas arenas de gladiadores no solo para incrementar sus habilidades de lucha, el
hombre era un ebrio al que le gustaba apostar los resultados de los encuentros. Thrall
aprendió que su amo era volátil, cruel y, ocasionalmente, brillante.
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Cuando Thrall llegó, encontró a los Frostwolf y aprendió la verdad sobre sus padres,
Durotan y Draka. Habían resistido con valentía a la demoniaca corrupción de la Horda y
habían pagado a ese desafío con sus vidas.
También aprendió que tenía muy poco en común con los Frostwolf y con el resto de los
orcos en Azeroth. Libres o encarcelados, habían vivido sus vidas como orcos. Thrall había
sido criado como algo menos. No un humano, ni siquiera un orco repudiado; había sido
adiestrado como un arma para conquistar, nada más.
Para reunirse con su pueblo, debería descubrir quiénes eran ellos, y quien era él.
EL SEÑOR DE LOS
CLANES
Thrall pasó mucho tiempo aprendiendo lo básico de lo que significaba ser un orco
honorable. Gran parte de su raza había abandonado su legado chamánico cuando
aceptaron la magia vil, pero había uno entre los Frostwolf que había regresado a sus
raíces. El viejo orco Drek’Thar había retomado su conexión con los elementos e instruyó a
Thrall en las artes chamánicas.
Tal vez no fue criado como un orco, pero su brutal educación le había dado exactamente
lo que la Horda necesitaba: amor por la libertad, admiración por la nobleza que perdieron
los clanes y el deseo de verlos juntos nuevamente.
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Orgrim Doomhammer cayó en batalla mientras liberaban uno de esos campos y con su
último aliento declaró que Thrall debía continuar como el nuevo jefe de guerra de la
Horda. Thrall tomó el arma homónima de Doomhammer, su armadura y sus
responsabilidades y juró desmantelar el sistema de internamiento por entero con un solo
golpe.
LA ALIANZA SE
RESQUEBRAJA
La destrucción de los campos de internamiento terminó siendo el punto álgido para
muchos dentro de la Alianza en Lordaeron. Lady Katrana Prestor se aseguró de ello
hablando apasionadamente con cada persona noble que pudiera. Los orcos se habían
escapado, el dinero gastado en su encarcelamiento fue desperdiciado, ¿cuál era el
propósito de ésta tambaleante Alianza?
Los elfos nobles de Quel’Thalas fueron los primeros en abandonar la Alianza. Las naciones
humanas de Gilneas y Stromgarde pronto le siguieron. Siempre habían creído que estaban
mejor solos y la “incompetencia” de Lordaeron parecía confirmarlo.
El Rey Genn Greymane de Gilneas tenía una idea para detener a la Horda —y a otros
enemigos— de continuar amenazando su reino otra vez. Su nación se encontraba en una
península y estaba rodeada por agua casi por entero. Él cortó todos pactos militares con la
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Alianza y construyó su masiva Muralla de Greymane para aislar su reino. Estaba claro que
no tenía interés alguno en añadir a otras naciones. Gilneas era autosuficiente y necesitaba
muy poco en lo que se refería a comida o recursos del resto de la Alianza.
Varios reinos se aseguraron de dejar en claro que no tenían intenciones de permitir que la
Alianza colapsara. El Rey Varian Wrynn de Ventormenta, el Rey Terenas Menethil de
Lordaeron, el Kirin Tor de Dalaran, el Gran Almirante Daelin Proudmoore de Kul Tiras, el
Rey Magni Bronzebeard de Forjaz y Gelbin Mekkatorque de Gnomeregan reafirmaron su
compromiso de unificarse en contra de cualquier prueba que tuvieran.
Esto no agradó en lo absoluto a Lady Prestor pues había esperado que la Alianza se
desintegrara.
Pero si las naciones se mantendrían vigilantes hacia amenazas externas, Lady Prestor
decidió aumentar los conflictos internos cómo pudiera. Su discreta intromisión en la
reconstrucción de Ventormenta dejó a la nobleza insatisfecha con el trabajo del Gremio
de Albañiles; mientras tanto, los trabajadores estaban furiosos con la nobleza por
amenazar con retener el pago por su labor.
El Rey Varian Wrynn juró castigar a los responsables y actuó con rigor hacia los
alborotadores. Los albañiles huyeron de la ciudad y se escondieron en las áreas rurales de
Páramos del Poniente hasta que la situación se calmó. Gran parte de ellos tuvieron que
mantenerse escondidos pues sabían que la furia de Varian jamás menguaría.
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Una de estas voces era Tirion Fordring, un paladín de la Mano de Plata. Se había
encontrado con un viejo orco llamado Eitrigg y Tirion creyó que era sincero en su deseo
de vivir en paz. Por lo tanto, el paladín hizo frente a los humanos que buscaban matar al
orco. Esto fue considerado traición y Tirion fue echado de la Mano de Plata por su crimen.
A pesar de esto, Tirion se dio cuenta que aún conservaba su conexión con la Luz Sagrada,
y así supo que había hecho lo correcto.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
LA OSCURIDAD SE
PREPARA
La Alianza había sido diezmada. Ventormenta batallaba con sus conflictos internos. Los
elfos nobles y los humanos de los Reinos del Este ya no confiaban en el otro.
Las naciones del mundo eran más vulnerables de lo fueron en años. Kil’jaeden finalmente
susurró al Rey Lich que era el momento perfecto para desatar la plaga de no-muertos
sobre Lordaeron.
El Rey Lich estaba listo al igual que sus siervos. En años recientes, Kel’Thuzad y el Culto de
los Malditos habían desperdigado su influencia por todo el granero de Lordaeron, los
Páramos del Este. La orden secreta tenía mucho peso en algunos lugares importantes,
especialmente en Andorhal. La ciudad era el punto principal para la distribución agrícola
en la región. Todos los granos que fueron contaminados por la epidemia en Andorhal
eventualmente llegarían a todos los rincones de Páramos del Este.
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IMAGEN ANTERIOR: THRALL RINDE HOMENAJE A ORGRIM DOOMHAMMER EN LA PIRA FUNERARIA DEL
ORCO CAÍDO
Kel’Thuzad y sus nigromantes imbuyeron los graneros de la ciudad con la epidemia. Los
ciudadanos de Andorhal desconocían el peligro acechando en sus alimentos. Incluso
muchos cultores ignoraban que era lo que habían hecho con exactitud. Los granos no
mostraban ninguna señal de corrupción, solamente después de haberlos consumido la
epidemia se activaría y seguiría su curso.
Los mercantes transportaban su cargamento letal por las rutas de comercio usuales, y los
ciudadanos inocentes consumían los granos recién llegados. Pasaron muchos días antes
de que las primeras señales de que algo estaba mal aparecieran en los pueblos y aldeas
más cercanos a Andorhal. Hubo quejas de fatiga y fiebres leves, principalmente de los
jóvenes, después familias enteras enfermaron. Luego aldeas enteras.
Ninguna de las víctimas sabía la oscura fuente de sus padecimientos, ni que era un
precursor de la invasión de la Legión.
No obstante, había alguien que sí sabía lo que planeaban los demonios. Su nombre era
Medivh, y había muerto años atrás. Mientras su alma vagaba más allá de los límites de la
realidad, miró a la plaga cernirse lentamente sobre Páramos del Este como una marea
oscura. Medivh solamente deseaba advertir al mundo acerca de lo que estaba por venir,
pero no tenía ninguna forma de comunicarse con la gente de Lordaeron.
Solamente había una persona en Azeroth a la que podía acercarse, alguien con quien
compartía una conexión más fuerte que la magia.
Su madre, Aegwynn.
GUARDIANES CAÍDOS
18 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
Al otro lado del Mare Magnum, en las costas del este de Kalimdor, deambulaba una
humana solitaria. Muy pocos sabían su nombre. Todavía menos sabían de su pasado
extraordinario y trágico. Era Aegwynn, una de las principales Guardianas de Tirisfal de la
historia.
Mucho tiempo atrás, Sargeras envió a Azeroth un avatar imbuido con una parte de su
alma, esperando arrastrar a Aegwynn a la batalla. Ella había aceptado el reto y enfrentó al
demonio, su forma monstruosa envuelta en llamas. En lo que parecía una victoria
trascendental, Aegwynn acabó con su enemigo. La Guardiana no solamente le había
ganado a un agente de la Legión… No, había vencido al soberano de la Legión.
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Aegwynn nunca sospechó de los verdaderos planes de Sargeras. Justo antes de que su
avatar pereciera, transfirió su alma a la Guardiana. Una parte del propio poder de Sargeras
—una parte de su alma— ahora vivía dentro de la defensora más grande de Azeroth.
Cuando Aegwynn dio a luz a Medivh y le heredó sus poderes de Guardiana, también le
transfirió a su hijo el alma de Sargeras. Conforme pasaron los años, el soberano de la
Legión impuso su voluntad en el nuevo Guardián y lo forjó en un arma. Eventualmente,
utilizó el inmenso poder de Medivh para crear el Portal Oscuro y llevar a la Horda de los
orcos a Azeroth. La terrible guerra que siguió reclamó miles de vidas.
Más tarde Medivh fue asesinado, y sus poderes de Guardián ya no eran una amenaza para
Azeroth. Sin embargo, este pensamiento reconfortó un poco a Aegwynn. Ella se culpaba
por todo lo que Medivh causó, la invasión de la Horda, la carnicería que fueron la Primera
y Segunda Guerras, pero sobre todo, se culpaba por haberle robado a su hijo una vida
plena, una oportunidad de alcanzar su verdadero potencial como una fuerza del bien.
Fue durante estos días oscuros que Aegwynn tuvo un sueño extraño. En él, vio a Medivh
vestido con una capa de plumas de cuervo y le dijo a Aegwynn que tenía un mensaje para
el mundo y le rogaba a su madre ayudarle a volver a Azeroth. En un principio, Aegwynn
sospechaba del sueño, creyendo que era obra de la Legión, pero una parte de ella decía lo
contrario. Sintió el alma de Medivh vagar más allá del velo de la realidad y sintió que
estaba fuera del alcance de Sargeras; esta era su oportunidad de resarcir sus fallos, tanto
hacia Azeroth como hacia su hijo.
Aegwynn utilizó el poco poder mágico que le quedaba y buscó el alma de Medivh. Pasaron
meses sin resultados, pero ella se rehusó testarudamente a darse por vencida. Buscó
artefactos mágicos para ayudarla con su invocación. La tarea de regresar a su hijo al
mundo se volvió una obsesión. El trabajo era duro, pero también satisfactorio. Por
primera vez en años, Aegwynn tenía un propósito. Se sintió como su viejo yo.
Aegwynn finalmente tuvo éxito invocando a Medivh a Azeroth. Una forma fantasmal se
materializó ante ella. Igual que en su sueño, él vestía una capa con plumas de cuervo. En
el instante en el que Aegwynn miró a su hijo a los ojos, supo que su intuición había sido
correcta: Medivh estaba libre de la influencia de Sargeras.
La reunión entre madre e hijo fue bastante solemne. Aegwynn se disculpó por todo lo que
sucedió y Medivh la perdonó rápidamente. Él sabía que ambos habían sido víctimas de
Sargeras. También sabía que no era el momento de lamentarse por el pasado.
Medivh le dijo a Aegwynn que mientras su espíritu vagaba más allá del reino físico, había
sido testigo de muchas cosas. Su vasto poder le había permitido echar un vistazo dentro
del Vacío Abisal y tocar las mentes de los demonios de la Legión. De ellos aprendió acerca
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del Rey Lich y la epidemia de no-muertos, también aprendió lo que la Legión había
planeado después de que su padecimiento debilitara al mundo.
En la Guerra de los Ancestros, la Legión trató de dañar una fuente de magia llamada el
Pozo de la Eternidad para llevar a los demonios a Azeroth. Al usar sus energías, estuvieron
a punto de crear un portal para que Sargeras llegara al mundo. Sus planes habían fallado,
y el Pozo de la Eternidad fue destruido. No obstante, existía otra fuente de energía. Éste
segundo Pozo de la Eternidad se encontraba en la cima del Monte Hyjal, protegido por el
enorme Árbol del Mundo Nordrassil. Con la fuente, la Legión podía terminar lo que
empezó, podría crear un portal a través del cual Sargeras y todo el poder de sus ejércitos
pudieran invadir Azeroth.
Aegwynn lo instó a utilizar sus poderes de Guardián contra la Legión, pero Medivh tenía
otras ideas. Su corrupción le había enseñado acerca de los peligros de apoyarse en un
único Guardián para proteger el mundo. La posibilidad de que ese individuo fuera
convertido al mal era demasiado grande. No, la época de los Guardianes había terminado.
Si los reinos del mundo iban a sobrevivir a la tormenta que se avecinaba, tendrían que
unirse y proteger a Azeroth.
Medivh juró actuar como un catalizador para la unidad. Viajaría por el mundo y advertiría
a sus habitantes de los planes de la Legión, uniéndolos en ese propósito.
ESCARCHA Y SOMBRA
En Rasganorte, el Rey Lich le daba vueltas a su esclavitud. Soñaba con el día en el que
pudiera hacer de los no-muertos sus sirvientes y que traicionaran a la Legión. Sin
embargo, aún no era tiempo para eso. La plaga apenas había comenzado a echar raíces en
Lordaeron.
Por ahora, el Rey Lich enfocó su atención en otros asuntos. Atrapado en el Trono Helado,
necesitaba una forma de ampliar su voluntad en el mundo exterior. Poseía control
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absoluto sobre criaturas no-muertas, pero su fuerza dependía de su número.
Individualmente eran criaturas débiles e irracionales. Estaba Kel’Thuzad, pero el
nigromante servía a un propósito específico, liderar el Culto de los Malditos. El Rey Lich
buscaba otra cosa, algo más. Un campeón poderoso que actuaría como su sustituto
directo más allá del Trono Helado.
El Rey Lich aún no sabía quién sería su sustituto, pero sí sabía que crearía a su sirviente. La
clave estaba dentro de esa prisión congelada. Frostmourne. Era un arma temible, capaz de
consumir almas. Si alguien la empuñaba, lo encadenaría a la voluntad del Rey Lich.
Sin embargo, los señores del terror jamás permitirían que el Rey Lich creara a su nuevo
sirviente. Debía hacer creer a los demonios que era por el bien de la Legión.
Conforme pasó el tiempo, el Rey Lich descubrió el más grande temor de los señores del
terror: Kil’jaeden. Si la plaga fracasaba, el señor demoniaco los castigaría. El Rey Lich
utilizó sus conocimientos para su ventaja. Jugó con los temores de los señores del terror y
gradualmente los convenció de que encontrar a otros campeones mortales como
Kel’Thuzad sería la clave para la victoria. Las propuestas del Rey Lich fueron sutiles y
estratégicas; hizo creer a los demonios que localizar a un nuevo sirviente y armarlo con
Frostmourne era idea de ellos.
Solamente Kel’Thuzad estaba enterado de las verdaderas intenciones del Rey Lich. La
entidad le había revelado al nigromante que la Legión estaba detrás de la plaga de no-
muertos, pero Kel’Thuzad mantuvo su fidelidad. En secreto prometió rebelarse a los
demonios en el futuro.
Con la aprobación de los señores del terror, el Rey Lich siguió adelante con su plan,
canalizó su poder dentro del Trono Helado y liberó el pedazo de hielo que contenía a
Frostmourne. La espada cayó en la base del Glaciar Corona de Hielo, en donde esperaría a
su víctima.
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CAPÍTULO II
LA TERCERA
GUERRA
LA PLAGA DE
LORDAERON
En Lordaeron, la epidemia de no-muertos siguió esparciéndose. Los ungüentos y pociones
curativos no tenían efecto en la enfermedad, ni siquiera los sacerdotes locales podían
calmar el sufrimiento de las víctimas con su magia sagrada a menos que trataran la
infección en las primeras etapas. Reportes de la epidemia alcanzaron pronto la capital de
Lordaeron, pero nadie sabía si debían creerlos. Las enfermedades no eran extrañas,
especialmente tras la Segunda Guerra. La población de Lordaeron había sufrido mucho
por la enfermedad y la hambruna.
Aunque estas historias parecían de otro mundo, eran reales. El efecto final de la plaga
estaba surtiendo efecto, las víctimas renacían como zombis no-muertos, esclavos de la
voluntad del Rey Lich.
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En los meses que siguieron, el nombre Plaga definiría a todos aquellos que servían al Rey
Lich.
LA ADVERTENCIA DEL
PROFETA
La plaga de no-muertos se esparcía mucho más rápido de lo que Medivh había anticipado.
Aunque le costaba admitirlo, sabía que no podía salvar a aquellos que se habían
contagiado, no había tiempo. La verdadera amenaza de Azeroth era el plan de la Legión de
utilizar el segundo Pozo de la Eternidad. Medivh necesitaba enfocar todos los recursos
que pudiera adquirir para proteger la fuente de poder, incluso si eso significaba
abandonar a Lordaeron a los horrores de la plaga.
Medivh decidió reunir a cuantos ciudadanos sanos de Lordaeron como le fuera posible y
guiarlos hacia el segundo Pozo de la Eternidad. Canalizó sus latentes poderes de Guardián
y contactó a los individuos más influyentes a través de la región. Visitó a algunos en
sueños, apareciendo como un cuervo, con otros se reunió personalmente, tomando la
forma de una figura encapuchada únicamente conocida como “el Profeta”. A todos les
ofreció una terrible advertencia: debían marcharse de los Reinos del Este y viajar al oeste
hacia las antiguas tierras de Kalimdor, de otro modo el mundo entero caería en la ruina.
Medivh nunca reveló su verdadera identidad. Aquellos que reconocieran su nombre lo
conocerían como un villano, el mago siniestro que llevó la Horda a Azeroth.
Dos de los humanos más influyentes a los que se acercó Medivh fueron el rey de
Lordaeron, Terenas Menethil II, y el gobernante de Dalaran, el Archimago Antonidas.
Ninguno de ellos prestó atención a la advertencia del Profeta.
Para Terenas II, los orcos libres seguían siendo una espina clavada en su costado. Las otras
naciones de la Alianza se habían levantado en armas ante la amenaza de sus grandes
enemigos vagando libremente por el campo. Terenas había enviado sus fuerzas militares,
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incluyendo paladines sagrados, para derrotar a los orcos. Tomó las palabras de Medivh
como si provinieran de un loco.
Antonidas tenía otra razón para ignorar a Medivh. Él y sus magi habían aprendido de la
misteriosa plaga esparciéndose a través de Páramos del Este. A diferencia de Terenas,
estaban profundamente preocupados por los reportes de esta epidemia móvil. Antonidas
teorizó acerca del origen mágico de la epidemia, pero solamente la evidencia podía
confirmar sus creencias. Envió a su estudiante más prometedora, la hechicera Jaina
Proudmoore, a observar y reunir toda la información posible acerca del brote.
Medivh tuvo poco éxito con los humanos, pero encontró esperanza entre los orcos. La
ironía no estaba perdida en el antiguo Guardián. Los salvajes sedientos de sangre que
habían invadido Azeroth y casi habían arruinado el mundo, podrían ser las únicas criaturas
que lo salvarían de la destrucción.
PERSIGUIENDO
VISIONES
La nueva Horda enfrentaba un futuro incierto.
Thrall, el jefe de guerra, había liberado a muchos orcos de los campos de internamiento,
pero no tenían hogar. Vivían como nómadas, buscando a otros orcos en Lordaeron y las
tierras aledañas mientras se movían constantemente para evitar las fuerzas militares
humanas. Otra guerra con la Alianza parecía inevitable.
Los orcos buscaban a Thrall para obtener respuestas, pero no tenía ninguna. La
preocupación carcomía sus pensamientos y las pesadillas plagaban su sueño. Noche tras
noche, veía a los orcos cayendo en una batalla brutal ante la Alianza. Veía a su pueblo
siendo pastoreado hasta prisiones y abandonados para pudrirse ahí.
Fue en ese momento de incertidumbre que Medivh visitó a Thrall. Le comentó al orco
sobre la tormenta oscura que se acercaba a Azeroth, una invasión demoniaca que lo
reduciría todo a cenizas. Medivh le dijo que una única forma en la que Thrall podría
detener a la Legión Ardiente, sería atravesar el Mare Magnum hacia una tierra llamada
Kalimdor.
El encuentro con Medivh dejó a Thrall profundamente perturbado. Aunque era muy joven
para recordar cuando la Legión esclavizó a su pueblo, sabía de los demonios. Orcos
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veteranos como Orgrim Doomhammer y Grommash Hellscream le habían contado
historias acerca de cómo la Legión casi había destruido a su raza. Thrall temía que, de no
hacer frente a los demonios, los orcos cayeran una vez más en la esclavitud o que
sufrieran un destino aún peor.
Sin embargo, Thrall dudaba acerca de confiar en un extraño. Buscó respuestas en los
espíritus elementales del aire, agua, tierra y fuego, pero fueron contundentes: confía en el
extraño. Para un chamán como Thrall, eso era todo lo que necesitaba.
Thrall no escondió nada a su pueblo, les hizo saber del viaje que se avecinaba y del
enemigo que enfrentarían. Muchos orcos no estaban seguros de aventurarse en lo
desconocido, pero confiaban en su jefe de guerra. De no ser por él, seguirían
encarcelados.
Thrall movilizó a la nueva Horda y se puso en marcha para encontrar una forma de
atravesar el mar.
LOS ESTRAGOS DE LA
PLAGA
Aunque la Horda todavía vagaba por el campo de Lordaeron, Terenas Menethil ya no
podía ignorar a la plaga. Sabía que el Kirin Tor había enviado a la hechicera Jaina
Proudmoore para investigar la enfermedad y pensó que sería prudente ayudarla. El rey
envió representantes liderados por su propio hijo, Arthas Menethil para acompañar a
Jaina y buscar por la fuente de la plaga juntos. Con algo de suerte, encontrarían una forma
de detener la propagación de la enfermedad.
A pesar de que las circunstancias eran desfavorables, Arthas y Jaina estaban felices de
poder pasar tiempo juntos. Habían terminado su relación sentimental, pero aún tenían
sentimientos por el otro. No tenían idea de que esa misión destruiría lo que quedaba de
su inocencia y los cambiaría para siempre.
Cruzar hacia los Páramos del Este era como entrar a través de un portal hacia otro mundo.
Ya no existía la tranquilidad de la que una vez gozó la región, una sombra se cernía sobre
la tierra, trayendo consigo miedo y paranoia. Arthas estaba destrozado por el sufrimiento
que presenciaba; ellos eran su pueblo y su responsabilidad era protegerlos. Si fallaba,
¿qué clase de gobernante sería? Juró hacer lo que pudiera para liberar a su pueblo de la
desgracia.
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Desde el comienzo, Arthas tuvo poco éxito. Utilizó sus poderes para curar a las víctimas de
la plaga que encontraba, pero la Luz Sagrada no surtía efecto y era poco confiable. Arthas
no podía hacer otra cosa por esas pobres almas excepto ofrecerles palabras de consuelo
asegurando que acabaría con la epidemia.
Conforme pasó el tiempo, Arthas y Jaina desenmarañaron un misterio tras otro respecto a
la plaga, y cada revelación era más perturbadora que la anterior. Este padecimiento se
transmitía de un extremo a otro de la región a través de envíos de granos desde Andorhal.
Fue todavía más atemorizante descubrir que la plaga no mataba a sus víctimas: las revivía
en la no-muerte y los convertía en cadáveres tambaleantes.
Nada de esto sucedía por casualidad. Un culto humano liderado por Kel’Thuzad era el
responsable del esparcimiento de la plaga, y contaban con un ejército de no-muertos a su
disposición. Un ejército llamado La Plaga.
Descubrir que humanos estaban detrás de la plaga avivó la ira de Arthas. Canalizó su furia
en la misión de atrapar a Kel’Thuzad y sus seguidores, ansioso por hacerlos pagar por las
vidas inocentes que destruyeron.
Una vez más, el Rey Lich manipuló sutilmente a los señores del terror para que enfocaran
su atención hacia Arthas. Lo vieron como el campeón perfecto para corromper, pero
llevarlo hacia Frostmourne en Rasganorte no sería tarea fácil. El joven humano apenas
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había comenzado su camino hacia la autodestrucción y el Rey Lich y los señores del terror
tendrían que guiarlo el resto del camino.
Los demonios confeccionaron un plan con base en los consejos del Rey Lich. Enviaron a
Kel’Thuzad a enfrentarse a Arthas en batalla y revelar que era solo un sirviente de alguien
más poderoso: Mal’Ganis, el señor del terror que acechaba en la ciudad sagrada de
Stratholme. No sería suficiente para Kel’Thuzad darle dicha información a Arthas; tendría
que morir en el proceso. Sólo con la muerte del nigromante el príncipe enfocaría su
atención en llegar a Stratholme y derrotar a Mal’Ganis.
Stratholme fue escogido por razones específicas. Estaba muy poblado y era la ciudad más
importante de la región, estratégica y económicamente. También era un lugar sagrado, el
lugar de nacimiento de la orden de paladines. Si Stratholme caía a manos de la plaga y se
atestaba de no-muertos, sería desastroso. Lordaeron perdería el control de los Páramos
del Este.
Cuando Arthas llegó a Andorhal, Kel’Thuzad no huyó. Sabía que el Rey Lich lo reviviría
como una criatura no-muerta más poderosa de lo que podría imaginar. Enfrentó al
príncipe en batalla y reveló la presencia de Mal’Ganis en Stratholme.
Justo como estaba planeado, Arthas Menethil desató su furia en Kel’Thuzad y acabó con la
vida del nigromante. Después se movilizó para salvar Stratholme, aún más desesperado y
trastornado que antes.
LA MATANZA DE
STRATHOLME
Conforme pasaban los días, Jaina Proudmoore notó un cambio en Arthas Menethil. El odio
dominaba sus pensamientos y empujó a Jaina y sus soldados al límite, forzándolos a ir al
frente sin darles descanso. Aunque la hechicera quería detener la plaga tanto como
Arthas, temía que la misión estuviera causando estragos en la psique del príncipe.
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De camino a Stratholme, la única persona en Lordaeron con la capacidad de hacer entrar
en razón al príncipe se unió a Arthas y Jaina: Uther el Iluminado.
Cuando Uther se unió a Arthas en esa misión, percibió que algo iba mal con el joven
paladín, pero no era de su incumbencia; sabía que el príncipe podía ser testarudo a veces.
Arthas solamente deseaba hacer lo mejor para su pueblo y Uther creía que entraría en
razón.
Arthas creía que solamente existía una forma de prevenir que Stratholme se convirtiera
en un bastión de La Plaga. Ordenó a sus camaradas purgar la ciudad entera antes de que
sus habitantes sucumbieran. Para Arthas, esto era tanto un acto de misericordia como una
decisión estratégica. Si la gente de Stratholme supiera que estaban a punto de convertirse
en monstruos no-muertos que atacarían a todo y todos lo que habían amado en vida,
¿qué preferirían? Si Arthas hubiera contraído la plaga, hubiera preferido morir como un
humano con libre albedrío antes que permitir que el padecimiento lo levantara de la
tumba como un cadáver andante.
Algunos de los aliados del príncipe obedecieron la orden, muchos otros no lo hicieron.
Uther y los paladines bajo su mando estaban asqueados por el pensamiento de matar
inocentes, no tomarían parte en eso. Su desobediencia únicamente empujó a Arthas a
extremos aún más sombríos; dio la espalda a los otros paladines llamando su negación un
acto de traición.
Arthas pidió a Jaina que se uniera a él, pero ella también se rehusó. No podía soportar ver
al príncipe cometiendo tal atrocidad. Se marchó junto con Uther y los paladines.
En medio de la matanza, Arthas encontró a Mal’Ganis. El señor del terror estaba ansioso
por destruir al humano, pero ese no era su propósito. Lanzó un reto al príncipe: ir a
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Arthas no perdió tiempo y lo siguió, creía que, si podía vencer al señor del terror, podría
acabar con La Plaga y detener la epidemia de no-muertos para siempre. Mientras el fuego
aun consumía las ruinas de Stratholme, reunió a sus seguidores y marcharon hacia el
helado continente de Rasganorte.
Días más tarde, Jaina y Uther volvieron a Stratholme. Gran parte de la ciudad fue
destruida hasta sus cimientos. Los cuerpos plagaban las calles. Era aún peor de lo que
esperaban.
Mientras observaba las ruinas, Jaina se maldijo por no hacer algo para prevenir la
matanza. Pudo haber utilizado su magia para retener a Arthas, mas no lo hizo. Su falta de
acción había permitido que el príncipe cometiera un acto que lo perseguiría por el resto
de sus días. Y Jaina cargaría con esa culpa durante años.
Ni Jaina ni Uther sabía que la próxima vez que vieran a Arthas Menethil, el príncipe que
habían conocido y querido habría desaparecido para siempre.
LA HOJA MALDITA
La Matanza de Stratholme fue el punto sin retorno para el Príncipe Arthas Menethil. Su
corazón se había oscurecido y su cordura se desgajaba. Casi estaba listo para convertirse
en el sirviente más grande del Rey Lich. Casi.
El Rey Lich volvió su atención a los enanos exploradores que caminaban a través de
Rasganorte. Guiados por el gran guerrero Muradin Bronzebeard, habían llegado de la
ciudad montañosa de Forjaz en busca de artefactos antiguos. Durante la juventud de
Arthas, Muradin había servido como embajador en Lordaeron y había entrenado al
humano en combate. Sería el mensajero perfecto para informar a Arthas acerca de
Frostmourne.
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Con la guía del Rey Lich, Mal’Ganis y los otros señores del terror manipularon a los
enanos. Los demonios plantaron pistas en secreto acerca de Frostmourne y su paradero
en el campamento de los exploradores, incluyendo mapas e historias antiguas que
hablaban de la legendaria hojarruna. Ninguno de los enanos podía recordar de dónde
venía esa información, asumieron que no la habían notado antes. La hojarruna intrigaba a
Muradin y los enanos se disponían a encontrarla.
Mientras tanto, Arthas y sus soldados tocaron tierra en una región de Rasganorte llamada
el Fiordo Aquilonal. Las condiciones invernales eran duras, y la Plaga estaba siendo
misteriosamente evasiva, un cambio drástico de sus tácticas agresivas en Lordaeron.
El Rey Lich utilizó a la Plaga para atacar a Muradin Bronzebeard y guiarlo hacia Arthas.
Cuando los caminos del enano y el príncipe al fin se cruzaron, parecía una casualidad, una
muy fortuita. Muradin le dijo a Arthas acerca de lo que hacía en Rasganorte y de su más
reciente misión para encontrar a Frosmourne. La historia de la hoja interesó al príncipe
pues podría servirle en su lucha contra Mal’Ganis.
Las esperanzas de Arthas crecieron, solamente para ser destrozadas por las noticias
provenientes de Lordaeron. Un emisario real había seguido al príncipe y le dio las órdenes
del Rey Terenas: Arthas y sus soldados debían regresar a Lordaeron de inmediato. Por más
que los seguidores del príncipe deseaban quedarse a su lado, desobedecer las órdenes del
rey equivaldría a la traición.
Arthas sabía que, si volvía ahora, tal vez no tendría otra oportunidad de encontrar a
Mal’Ganis; solamente vio una opción. En secreto, quemó sus barcos. Cada uno de ellos.
Ninguno de sus soldados sabía que había sido obra de su príncipe. No tuvieron otra opción
que quedarse en Rasganorte, al menos hasta que pudieran construir más embarcaciones.
Con las fuerzas del príncipe atrapadas, Mal’Ganis y la Plaga atacaron en masa. Los no-
muertos llegaron en cantidades que Arthas no había visto antes y amenazaban con
sobrepasar a sus soldados. Su única esperanza era buscar otro poder.
FROSTMOURNE
Mientras las fuerzas del príncipe mantenían la Plaga a raya, Arthas y Muradin rastrearon la
hojarruna hasta una pequeña caverna. Ahí, suspendida dentro de un bloque brillante de
hielo, se hallaba la espada. La hoja no solamente irradiaba poder, sino también algo
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inquietante y sobrenatural. Muradin instó a Arthas a no tocar a Frostmourne, pero era
algo que el príncipe no podía hacer. Había llegado muy lejos para marcharse ahora.
Arthas se apresuró a sanar a su amigo. A pesar de que la Luz Sagrada había estado
inconstante e inestable en Páramos del Este, respondió al llamado del príncipe. La
centelleante energía atravesó a Arthas y brilló intensamente en sus dedos. Todo lo que
debía hacer era aceptarla.
En ese momento, Arthas Menethil dio la espalda a la Luz para siempre y se hizo con
Frostmourne. Su terrible poder lo consumió. Sus venas se volvieron hielo. Devoró su alma.
A través de Frostmourne, el Rey Lich ahora podía hablar directo a la mente de Arthas y
guiar sus acciones. Todavía no esclavizaba al príncipe. Por el momento, permitió a Arthas
creer que estaba en control de su propio destino.
Arthas tenía que hacer una última cosa antes de tomar su lugar en la Plaga.
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……………………………………………………………………………………………………………………………………
EL DESTINO DE MURADIN
A pesar de lo que Arthas Menethil creía, el fragmento de hielo que había golpeado a
Muradin Bronzebeard no lo mató. Solamente lo había dejado inconsciente.
Después de que Arthas dejara la caverna, Muradin despertó. Sus heridas eran graves, y no
recordaba quien era o por qué había ido a Rasganorte. Muradin vagó por los residuos
nevados al borde de un colapso. Habría muerto de no ser por la intervención de los
Natoescarcha, una facción de enanos que llamaban hogar a Rasganorte.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
EL CAMPEÓN DE LOS
CONDENADOS
Arthas Menethil volvió a su campamento justo cuando la Plaga comenzaba a acorralar a
sus fuerzas. La voz del Rey Lich murmuró a través de Frostmourne, animando al príncipe a
alimentar su hoja. Y vaya que lo hizo. Arthas se abrió paso entre los no-muertos con la
furia de una tormenta invernal.
Los humanos se regocijaron al ver a su príncipe y su nuevo poder. Ninguno sabía el precio
tan alto que tuvo que pagar.
Arthas no permitió que sus tropas descansaran. El Rey Lich le informó que Mal’Ganis se
encontraba entre los no-muertos. El príncipe creía que si podía encontrar al señor del
terror —si pudiera matarlo— entonces salvaría Lordaeron. Arthas reunió a sus soldados y
lanzó un contraataque. Las bajas aumentaron entre los humanos, pero el príncipe ignoró
las pérdidas. Siguió adelante hasta que halló a Mal’Ganis.
El Rey Lich no ordenó a Arthas descansar. Éste era el primer paso de la entidad hacia la
libertad, una oportunidad para eliminar a uno de los más grandes manipuladores de la
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Legión. El Rey Lich emitió una única orden a través de Frostmourne. Arthas hundió la hoja
en el señor del terror, venciendo a su enemigo.
Días después, Arthas volvió al campamento. Su piel se había vuelto pálida como la muerte
y su cabello se tornó blanco como los huesos. El príncipe de Lordaeron se había ido; en su
lugar se hallaba algo más. La primera de las nuevas creaciones no-muertas del Rey Lich:
caballeros de la muerte.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………………………………………………………………………
EL DESTINO DE MAL’GANIS
La muerte de Mal’Ganis enfureció a los otros señores del terror, pero no castigaron al Rey
Lich. La entidad convenció a los demonios de que su muerte había sido un desafortunado
accidente. Arthas Menethil aún no estaba bajo su control absoluto. Ahora lo estaba, y el
Rey Lich prometió que los caballeros de la muerte no volverían a levantar la mano en
contra de los señores del terror.
En lo que respectaba a Arthas y al Rey Lich, Mal’Ganis había muerto. Sin embargo, ese no
era el caso. Cuando los señores de la muerte forjaron Frostmourne, se habían protegido de
su poder. La hoja no había devorado el alma de Mal’Ganis; simplemente la había enviado
de vuelta al Vacío Abisal. Con el tiempo, el señor del terror renacería en un nuevo cuerpo.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
Costa Sur fue el objetivo perfecto. Su puerto albergaba un gran número de galeones y no
estaba bien defendida. Bajo el manto de la noche, la Horda entró al pueblo, pero no
masacraron a sus habitantes. Masacres sin sentido era la forma de la vieja Horda. Con
muy poca sangre derramada, la Horda se hizo con los barcos de la Alianza y partió.
Rumores del robo llegaron a oídos del Gran Almirante Daelin Proudmoore, comandante
de la flota de la Alianza. Juró cazar a los orcos, y no tenía intenciones de capturarlos vivos.
Daelin Proudmoore y su flota eran amos del mar abierto. Rápidamente localizaron a Thrall
y estaban a punto de destruir los barcos de la Horda, pero el destino tenía otros planes.
Una tormenta monstruosa bulló por el cielo y los mares se revolvieron furiosos. La
tempestad golpeó los navíos de la Horda y la Alianza, lanzó los buques como si no fueran
más que juguetes.
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Thrall y su pueblo se refugiaron en una cadena de islas cercana. Las nubes se dispersaron
eventualmente y los mares se calmaron. La flota de la Alianza no se encontraba por
ningún lado, pero eso no fue suficiente para tranquilizar la ansiedad de Thrall. Una parte
importante de su flota había desaparecido en la tormenta, incluyendo a Grommash
Hellscream y el clan de los Grito de Guerra, su paradero era incierto. Su preocupación
inmediata era la condición de los barcos en posesión del jefe de guerra. La tormenta había
dañado los buques y los orcos necesitarían repararlos antes de continuar al este.
Los días venideros no fueron fáciles para Thrall y los suyos. Se encontraron luchando
contra enemigos nuevos y viejos. La tormenta había arrojado parte de la flota de Daelin
Proudmoore a las islas y los humanos se distribuyeron por toda la costa. Y sobre todo, las
cavernas bajos las islas eran el hogar de una hechicera naga de nombre Zar’jira. La
aborrecible criatura serpentina comandaba un ejército de seres pisciformes llamados
murlocs.
No obstante, Thrall no se enfrentó solo a esos peligros. Había forjado una alianza
inesperada con otra raza que llamaba hogar a esas islas: los trols Lanza Negra.
Los Lanza Negra habían sido parte del fragmentado imperio Gurubashi en el Valle de
Tuercespina. Durante siglos la cercanía constante a la hambruna y las guerras habían
plagado a los trols. Los Lanza Negra no eran salvajes ni despiadados como las otras tribus,
lo cual los volvió presas fáciles. Habían sufrido una crueldad inmensa a manos de los
Gurubashi antes de abandonar por fin Tuercespina. Los Lanza Negra navegaron al oeste y
se instalaron en una remota cadena de islas.
Thrall se sintió inmediatamente identificado con los Lanza Negra y su anciano y sabio
cabecilla, Sen’jin. Él vio la bondad en su corazón además de diversas similitudes entre su
pueblo y los trols. Ambos habían sufrido opresión y ambos necesitaban ayuda para
sobrevivir en un mundo que parecía determinado a erradicarlos.
La Horda y los Lanza Negra lucharon codo a codo en dos frentes: uno contra los humanos
y el otros contra Zar’jira y sus escamosos seguidores. Thrall y sus aliados prevalecieron,
pero no sin pagarlo caro. Se derramó sangre en todos los bandos, y entre los caídos estaba
Sen’jin.
En honor al cabecilla caído, Thrall invitó a los Lanza Negra a unirse a la Horda. Los trols
aceptaron, viendo poco futuro en su hogar destrozado por la guerra.
Después de reparar sus buques, los orcos continuaron su camino por el Mare Magnum.
Muchos trols Lanza Negra se les unieron, pero otros se quedaron atrás por el momento. El
liderazgo de la tribu recayó en el hijo de Sen’jin, un joven cazador de las sombras llamado
Vol’jin. Él reunió lo que quedaba de su pueblo además de tantos recursos como pudo.
Después se marchó al oeste tras la Horda con la esperanza de que él y su tribu pudieran
encontrar paz en las lejanas tierras de Kalimdor.
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EL HEREDERO AL
TRONO
Mientras Thrall y su Horda navegaban por el Mare Magnum, los no-muertos
misteriosamente se retiraron de los Páramos del Este y desaparecieron de la vista. Los
ciudadanos no sabían la causa, pero tenían teorías. La gran mayoría de los humanos creían
que su amado príncipe había tenido éxito en su misión de destruir a la Plaga en
Rasganorte.
La realidad era que el Rey Lich había ordenado la retirada de la Plaga en preparación para
la bienvenida de Arthas. Si la gente creía que su príncipe había derrotado a los no-
muertos, lo recibirían en la capital de Lordaeron como un héroe. Para cuando alguien
sospechara que algo estaba mal con Arthas, sería demasiado tarde.
Arthas Menethil llegó pronto a su ciudad natal con un ejército tras él. Había traído a más
que sólo sus no-muertos y caballeros de la muerte en el viaje a Lordaeron. Sus fuerzas
incluían todo tipo de monstruosidades de la Plaga: nigromantes humanos, gigantescas
abominaciones, bestias no-muertas de aspecto arácnido, gárgolas aladas e incluso vermis
de la escarcha resucitados e imbuidos con magia de hielo.
Al pie del trono, Arthas y su padre se reunieron, pero no hubo abrazos. Tampoco lágrimas
de alegría. El hambre de Frostmourne se avivó y Arthas la satisfizo con el alma de Terenas
Menethil.
Antes de que la ciudad supiera que el rey había muerto, Arthas y sus caballeros de la
muerte se desbocaron entre las calles. Tantas personas de buena voluntad habían ido a la
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capital que la abarrotada ciudad rápidamente llevó al caos y la confusión. Los ciudadanos
no tenían oportunidad contra Arthas y sus sirvientes. Simultáneamente, la Plaga emergió
de su escondite por todo Lordaeron y lanzó ataques contra los vivos.
Las otras naciones de la Alianza apenas podían creer las noticias que llegaban de
Lordaeron. Ninguno de ellos jamás se habría imaginado que ocurriría algo que parecía
sacado de una pesadilla. La gran mayoría no estaban preparados para lidiar con ello, pero
eso no los detuvo. Magis de Dalaran, enanos de Forjaz y Pico Nidal, gnomos de
Gnomeregan y soldados humanos de diversos reinos vecinos coincidieron en Lordaeron
para derrotar a la Plaga. Incluso Quel’Thalas, que había cortado sus lazos con la Alianza,
envió a sacerdotes elfos para ayudar a vencer a los no-muertos.
Pero nada podía hacerle frente a la Plaga. Los no-muertos eran más que solamente un
ejército de zombis. Bajo las órdenes del Rey Lich, cada criatura tenía un propósito. Los
nigromantes empoderaban a sus aliados con magia oscura y revivían los cadáveres de los
enemigos caídos. Las abominaciones pisoteaban a los soldados de la Alianza como armas
de asedio andantes. Los malignos de cripta cavaban y emboscaban a sus enemigos. Las
gárgolas y los vermis de hielo abordaban a los jinetes de grifos y otros apoyos aéreos.
Hasta el momento, Arthas y sus caballeros de la muerte eran las armas más efectivas de la
Plaga. Eran hábiles en combate físico además de en nigromancia. Un caballero de la
muerte podía volver la batalla a su favor y por sí solo acabar con incontables soldados de
la Alianza.
Y eso fue exactamente lo que Arthas hizo. Lordaeron era su hogar y conocía el terreno.
Sus años de entrenamiento marcial y de paladín le habían dado una idea de las tácticas de
la Alianza.
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LA INVASIÓN DE
GNOMEREGAN
Aunque todas las razas de la Alianza habían enviado soldados para socorrer a Lordaeron,
uno estaba muy ausente de la batalla: los gnomos.
Los gnomos eran gente increíblemente inteligente, reconocidos por sus habilidades en la
ciencia y la ingeniería. Ellos proporcionaron sus armas más avanzadas y sus máquinas de
guerra a la Alianza.
Cuando la Tercera Guerra se llevaba a cabo, los gnomos enviaron estos armamentos a
Lordaeron, pero ofrecieron muy poco en lo que respectaba a soldados. Esto resultó ser
todo un misterio para las otras naciones de la Alianza. Algunos miembros de la facción
incluso cuestionaron la lealtad de los gnomos.
Lo que el resto de la Alianza no sabía era que Gnomeregan estaba bajo asedio, no por la
Plaga, sino por unas criaturas brutas llamadas troggs.
Los troggs habían resultado ser una amenaza recientemente. Durante miles de años,
habían dormido en las oscuras profundidades de una fortaleza conocida como Uldaman.
Se habrían mantenido durmiendo para siempre de no ser por un encuentro con enanos de
Forjaz.
Los enanos habían profundizado en Uldaman para reunir artefactos y conocimientos y, sin
darse cuenta, despertaron a los monstruos que dormían en su barriga. Los troggs
masacraron con alegría a los exploradores. Los sobrevivientes batallaron para salir de
Uldaman en terror y volvieron a Forjaz. Los enanos estaban aliviados al saber que los
troggs no los habían seguido. Su observación era parcialmente correcta.
Los troggs no los estaban cazando en la superficie; los cazaban desde abajo.
Lo que los troggs escucharon fueron las grandes fábricas en el corazón de Gnomeregan, la
gloriosa capital de los gnomos. El traqueteo de los engranajes y el golpeteo de las
máquinas era irresistible para las criaturas. Los troggs cavaron hacia la ciudad y su
desprevenida población. Cuando finalmente atravesaron los niveles más bajos de
Gnomeregan, no encontraron resistencia.
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Físicamente los gnomos no eran rivales para los mucho más grandes y fuertes troggs. Sin
embargo, mentalmente eran muy superiores. El brillante líder de los gnomos, el Manitas
Mayor Gelbin Mekkatorque, atajó la invasión de los trogg como si lo hubiera hecho con
cualquier otro problema. Él no permitió que el miedo o la ira lo dominara. Se mantuvo
tranquilo, confiando en el ingenio y la sabiduría técnica de su pueblo para encontrarle una
solución.
EL OJO DE LA
TORMENTA
Lordaeron había caído. La Alianza estaba paralizada.
Ahora la Legión ardiente podría reunir sus fuerzas en los Reinos del Este con poca
resistencia. Desde ahí, los demonios cruzarían el Mare Magnum para asediar el segundo
Pozo de la Eternidad. Aunque Kil’jaeden había construido los cimientos para esta invasión,
no la lideraría. Ese honor recaía en Archimonde el Profanador.
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Debido a las circunstancias, Archimonde contaba con un contingente reducido.
Simplemente no había forma de crear un portal lo suficientemente poderoso para llevar
toda la fuerza de la Legión a Azeroth, no hasta que Archimonde hubiera conquistado el
segundo Pozo de la Eternidad. Pero incluso solamente transportarlo al mundo no era fácil
en absoluto, uno de los sirvientes de la Legión tendría que abrir un portal desde Azeroth.
Cuando el Rey Lich supo de este predicamento, propuso una solución a los señores del
terror. Tenía conocimiento de un artefacto llamado el Libro de Medivh, que ahora se
encontraba bajo llave en Dalaran.
Muchos años atrás, Medivh imbuyó el libro con algo de su inmenso poder de Guardián.
También había guardado detalles de los hechizos que utilizó para crear el Portal Oscuro, la
entrada que conectaba Draenor a Azeroth. Las energías que guardaba ese libro, junto con
las instrucciones para crear portales, serían suficientes para llevar a Archimonde y su
vanguardia a Azeroth.
Recuperar y usar el libro no sería fácil. El Rey Lich sabía que Kel’Thuzad era la clave para su
éxito. No solamente era un mago dotado, sino que había sido uno de los gobernantes de
Dalaran. Si la Plaga resucitaba a Kel’Thuzad, sería capaz de traspasar las defensas de la
ciudad y hallar el Libro de Medivh.
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Kil’jaeden y los señores del terror estaba satisfechos con el plan del Rey Lich. Los
demonios nunca sospecharon de los verdaderos motivos del leal esclavo. Las afirmaciones
del Rey Lich acerca de Kel’Thuzad eran verdad, pero recuperar el Libro de Medivh no era
la razón principal por la que quería revivir al humano. El nigromante era uno de los pocos
esclavos en los que podría confiar cuando decidiera rebelarse contra la Legión.
71
EL CAMINO DE LOS
CONDENADOS
Recuperar los restos de Kel’Thuzad recayó en su asesino: Arthas Menethil. El caballero de
la muerte no tenía reservas para ayudar a su antiguo enemigo, su única preocupación era
servir la voluntad del Rey Lich, y eso fue lo que hizo. Movilizó una tropa de no-muertos y
marchó hacia Andorhal, el lugar donde Kel’Thuzad pereció.
A pesar de las horribles condiciones, Andorhal era uno de los pocos lugares en Lordaeron
que seguían bajo el control de la Alianza. Uther el Iluminado y gran parte de los paladines
sobrevivientes se habían reunido en la ciudad. La utilizaban como cuartel general desde
donde lanzar ataques en contra de la Plaga.
Arthas veía a los paladines como presa fácil y la mayoría lo era. Él entró a Andorhal y
eliminó a los guerreros sagrados, los hombres y las mujeres junto a quienes había
entrenado y combatido.
Uther no cayó fácilmente, se mantuvo firme contra Arthas e hizo lo que nadie más pudo:
fue mejor en combate que el caballero de la muerte y envió al guerrero impío al suelo. La
victoria estaba al alcance de Uther, un golpe de su martillo imbuido en la Luz… eso era
todo lo que se necesitaba para vencer a Arthas.
Pero el golpe nunca llegó. A pesar de que Uther era poderoso, no era tan ágil como
Arthas. El príncipe se recuperó y golpeó al paladín una y otra vez. Arthas no dio tregua a
su enemigo. El aprendiz que alguna vez entrenó bajo la tutela de Uther, quien una vez fue
como un hijo para él, finalmente hundió a Frostmourne en el corazón del gran paladín.
Arthas no sintió nada al ver a su antiguo mentor morir. Uther solamente era un eco de
otra vida; un fantasma de un pasado turbio y olvidado.
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El Rey Lich había convencido a los señores del terror que podían hacer más solamente
revivir a Kel’Thuzad, podían transformarlo en un lich, un ser espectral imbuido con magia.
Los señores del terror creyeron que esta nueva y poderosa forma ayudaría a Kel’Thuzad a
llevar a la Legión a Azeroth. Lo haría. Pero para el Rey Lich, también haría de su sirviente
un arma formidable.
Concederle a Kel’Thuzad esa nueva forma requeriría una fuente potente de energía
arcana. El Rey Lich y los señores del terror sabían de una en lo profundo del reino de los
elfos nobles, Quel’Thalas.
73
74
LA MALDICIÓN DE LOS
HUARGEN
Mientras Arthas Menethil y la Plaga marchaban al norte hacia Quel’Thalas, otros no-
muertos rondaban en Lordaeron. Algunos se arrastraban hasta los límites de las Tierras de
la Peste en el este, mientras que otros iban al sur hacia una región llamada Bosque de
Argénteos.
El Rey Genn Greymane no envió a ninguno de sus soldados a luchar contra la Plaga y tomó
la caída de Lordaeron como una confirmación de que había tomado la decisión correcta al
aislar a su reino del mundo. Gracias a la Muralla de Greymane la gente de Gilneas estaba a
salvo.
Las filas de la Plaga eran pequeñas al principio, por lo que Greymane estaba seguro de que
su pueblo podría simplemente esperarlos. Los no-muertos se retirarían una vez se
hubieran dado cuenta que no podían atravesar la muralla. Pero la Plaga nunca claudicó;
no necesitaban comida ni descanso. Más y más no-muertos parecieron a las afueras de
Gilneas y el ejército golpeó la muralla día y noche.
Bajo las órdenes de Greymane, su ejército se desplegó. Las puertas del reino se abrieron
de golpe y una ola de soldados gilneanos fluyó hacia el Bosque de Argénteos.
Arugal solamente tenía una cosa en mente. Había aprendido acerca de unas criaturas
míticas llamadas huargen, físicamente muy similares a los lobos pero que caminaban en
dos patas como lo haría un humano. Arugal no sabía de los orígenes de los huargen, pero
sí sabía en dónde encontrarlos. Había sentido a esas bestias adormiladas en otra
dimensión, el reino etéreo conocido como el Sueño Esmeralda. Invocar a las criaturas a
Gilneas sería un desafío, pero eso no era lo que le preocupaba a Arugal. De acuerdo con la
leyenda, los huargen eran una raza muy salvaje, conducidos por furia primitiva.
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Controlarlos sería difícil y peligroso, así que la pregunta no era si podía llevar a los huargen
a Gilneas, sino si debería.
Arugal advirtió a Greymane sobre la naturaleza rebelde de los huargen, pero el rey no
tenía otra opción. Las bestias lupinas parecían ser su única esperanza.
Fue justo como Arugal había temido. La diferencia entre amigo y enemigo no existía entre
los huargen; solamente querían matar.
Lo que el rey y Arugal desconocían era que los huargen tenían una maldición. Se había
propagado entre los soldados gilneanos que fueron mordidos por los huargen, gilneanos
que se habían retirado tras la muralla. Con el tiempo, la condición transformó a las
víctimas en bestias lupinas. Estos nuevos huargen deambulaban por todo Gilneas
esparciendo la maldición a más ciudadanos.
76
LA CAÍDA DE
LUNARGENTA
Más al norte de Gilneas, Arthas Menethil y la Plaga marcharon hacia las tranquilas tierras
boscosas que bordeaban Quel’Thalas. Para su sorpresa, no hallaron resistencia. Los
bosques estaban extrañamente silenciosos y desiertos, era como si el reino de los elfos
nobles hubiera huido aterrorizado antes de que llegaran los no-muertos, pero nada estaba
más lejos de la realidad.
Los elfos estaban ocupados preparándose para la Plaga. El rey Anasterian Sunstrider
movilizó a su pueblo a la acción, pero dejó la tarea de organizar las defensas y liderar a la
milicia a la General Forestal Sylvanas Windrunner.
Sylvanas provenía de una distinguida familia de elfos nobles. Sus hermanas, Alleria y
Vereesa, se habían ganado alabanzas por su valentía en batalla. Sylvanas no era la
excepción. Igual que sus hermanas, había luchado en las primeras líneas durante la
Segunda Guerra, cuando la Horda orca invadió Quel’Thalas e incineró sus bosques. Incluso
antes de eso, ella se hizo con la reputación de ser una forestal astuta y valiente cuando
luchaba contra los trols del cercano imperio Amani.
Sylvanas ordenó a la gran mayoría de los magi y sacerdotes del reino reunirse en
Lunargenta. Ellos serían la última línea de defensa en caso de que la Plaga llegara a la
capital, pero la general forestal esperaba no llegar a ese punto. Sylvanas llevó a sus
forestales hacia los bosques a las afueras de Lunargenta en donde planeaba montar una
resistencia tan feroz que obligara a los no-muertos a marcharse.
Conocidos como los Errantes, los forestales llevaban armaduras muy livianas y sus tropas
eran altamente móviles. Históricamente ellos servían como la primera línea de defensa
contra cualquier intruso que amenazara Quel’Thalas. Era un trabajo peligroso pero lleno
de gran honor y prestigio.
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78
Bajo las gloriosas agujas de Lunargenta, el caballero de la muerte y la general forestal se
enfrentaron. Sylvanas era temible, pero estaba fatigada por los días de ardua batalla. Su
fuerza se desvaneció y Arthas encontró una oportunidad.
La muerte no era el final para Sylvanas Windrunner. Arthas castigó a la general forestal
por desafiarlo: arrancó el espíritu de la elfa noble de su cuerpo y lo convirtió en un
banshee espectral. Este acto encadenó a Sylvanas a la voluntad del Rey Lich; no podría
desobedecerlo, aunque quisiera. Fue forzada a tomar parte en el asalto a Quel’Thalas y a
asesinar a su propia gente, la misma que había jurado proteger hasta el final de sus días.
Estaban equivocados.
Arthas no necesitaba una flota. Tenía a Frostmourne. Cuando alcanzó la costa al norte de
Quel’Thalas, sumergió la hojarruna dentro del espumoso mar. El agua alrededor del arma
se congeló y el hielo fue expandiéndose gradualmente por todo el océano hasta que se
formó un puente provisional.
Conforme Arthas y la Plaga se dirigían hacia Quel’Danas, el Rey Anasterian se preparó para
la batalla. Si los elfos tenían una oportunidad de sobrevivir, estaba en él. Anasterian era
anciano, pero era hábil y sabio y, al igual que Arthas, blandía una gran arma: una espada
antigua conocida como Felo’melorn.
El rey se batió en duelo con Arthas en las costas congelas de Quel’Danas. El entrechocar
de las dos hojas retumbó en el cielo igual que un relámpago. Anasterian duró mucho más
tiempo que los demás en contra Arthas, pero no era rival para el caballero de la muerte.
Tampoco lo fue Felo’melorn.
Con un golpe brutal, Arthas Menethil destrozó la hoja de rey. Su siguiente golpe terminó
con la vida de Anasterian.
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LA TRAICIÓN DE DAR’KHAN
Lunargenta estaba protegida por numerosas barreras mágicas. Dos eran las puertas
élficas ubicadas en puntos estratégicos en el camino principal de la capital. La tercera y
más poderosa barrera llamada Ban’dinoriel. Era un escudo impenetrable que recibía su
poder de la Fuente del Sol. Arthas Menethil y la Plaga jamás habrían pasado esas defensas
de no ser por el magister elfo noble Dar’Khan Drathir.
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La moral decayó entre los elfos nobles que aún quedaban defendiendo y la Plaga barrió
Quel’Danas. Muy pocos elfos escaparon.
Victorioso, Arthas llegó a la Fuente del Sol y sumergió los restos de Kel’Thuzad en sus
relucientes profundidades. El caballero de la muerte aprovechó la infinita magia de la
fuente y tejió un hechizo que rehízo al nigromante caído en un aterrador lich incorpóreo.
Esta transformación fue un duro golpe para los elfos. Convertir a Kel’Thuzad en un lich
envenenó la Fuente del Sol. La fuente jamás volvería a ser la misma y sus energías
contaminadas permearon gradualmente Quel’Thalas y a los elfos que aun vivían ahí.
80
EL VUELO A KALIMDOR
Con la Plaga acercándose a Dalaran, el Archimago Antonidas y el Kirin Tor se prepararon
para la batalla. Evacuaron a gran parte de los civiles, dejando únicamente a una pequeña
tropa de resistencia. Aunque estos defensores eran pocos, eran algunos de los mejores
magi en el mundo. Y no solo eso, el propio Dalaran era un arma. La magia recorría las
calles. Las barreras arcanas cubrían la ciudad. Gran parte de estas protecciones destruirían
a cualquier no-muerto que las tocara.
Era muy tarde para que Antonidas fuera al oeste. Como líder del Kirin Tor no podía
abandonar Dalaran, debía proteger la ciudad y sus bóvedas arcanas. No obstante, había
alguien que podía llevar a cabo el consejo del extraño y salvar vidas inocentes: Jaina
Proudmoore.
Después de mucho debatirlo, Jaina cedió. Entendió, igual que Antonidas, que la ciudad no
podría aguantar en contra de la Plaga. Si el archimago y ella morían, ¿quién prestaría
atención a la advertencia del extraño?
El maestro y la aprendiz se separaron. Aunque ninguno lo dijo, ambos sabían que era la
última vez que se verían.
Durante los siguientes días, Jaina trabajó incansablemente para movilizar a tantos
refugiados como fuera posible. No todos accedieron a ir con ella, pero muchos lo hicieron.
Cuando finalmente partió hacia Kalimdor, su contingente incluía miembros de casi todas
las razas de la Alianza. Algunos eran sobrevivientes de Lordaeron y Quel’Thalas. Otros
eran enanos y gnomos de la milicia de la Alianza. Y otros más eran humanos de
Stromgarde, Kul Tiras y otras naciones de la región.
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Aunque venían de diferentes lugares, siguieron a Jaina Proudmoore por alguna razón. Ella
representaba algo que casi se había extinguido en los Reinos del Este.
BAJO EL CIELO
ARDIENTE
Camino a Dalaran, Kel’Thuzad confió en Arthas Menethil y le reveló un poco del plan del
Rey Lich para rebelarse contra la Legión. Él le dijo al caballero de la muerte que no se
podía confiar en los demonios pues veían a la Plaga como armas desechables, algo de lo
que podían deshacerse una vez que Azeroth estuviera en las manos de la Legión.
Kel’Thuzad no le dijo a Arthas cuándo o cómo podría llevarse a acabo la rebelión contra
los demonios, pero le advirtió que debía estar preparado.
Con el conocimiento de Kel’Thuzad, Arthas superó las defensas internas de Dalaran. Tomó
un atajo hacia la bóveda que contenía el Libro de Medivh, únicamente para encontrarse
con Antonidas.
Igual que muchas otras almas valientes antes de él, falló; Frostmourne reclamó un alma
más. Esta vez, era uno de los magi más sabios y dotados del mundo.
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Arthas había esperado encontrarse con Jaina Proudmoore junto a Antonidas, y se
sorprendió al descubrir que no estaba. De hecho, no parecía estar en Dalaran en lo
absoluto. Ese pensamiento hizo que una emoción extraña recorriera a Arthas, algunos
fragmentos persistentes de su vida pasada; estaba aliviado por la ausencia de Jaina. El
sentimiento se desvaneció tan rápido como llegó.
Arthas ordenó a la Plaga retirarse de Dalaran; tenía lo que necesitaba. Archimonde y sus
demonios estaban esperando.
Conforme Kel’Thuzad se preparaba para abrir el camino para la Legión, se maravilló por el
libro de hechizos de Medivh. El lich no había visto ese tomo antes, era uno de los objetos
más celosamente guardados de Dalaran y ni siquiera él tenía permiso para tocarlo. Ahora
Kel’Thuzad entendía la razón. El libro contenía una gran cantidad de poder y conocimiento
que Kel’Thuzad aprovechó para conjurar el mayor hechizo de su existencia.
El influjo de poder creó una brecha que enlazó Azeroth y el Vacío Abisal, haciendo que los
demonios fluyeran de sus ardientes fauces. Los primeros en llegar fueron bestiales
sabuesos viles y unos brutales constructos sin mente conocidos como infernales. Después
llegaron demonios aún más grandiosos como Mannoroth y el señor de la fatalidad Kazzak,
un guerrero sanguinario. Al final, llegó la imponente silueta de Archimonde.
Después de más de diez mil años, el señor de los demonios estaba nuevamente en
Azeroth.
El señor de los demonios transfirió entonces el control de la Plaga a los señores del terror.
Archimonde ya no veía necesidad del Rey Lich, la entidad había servido su propósito
creando un ejército de no-muertos leales a la Legión. Archimonde ahora desconfiaba más
en el Rey Lich todavía más de lo que Kil’jaeden había hecho.
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Mannoroth y a Tichondrius a Kalimdor para que pudieran limpiar el camino para la llegada
de la Legión.
LA LARGA MARCHA
Medivh sintió a la Legión Ardiente en Azeroth y supo que los demonios pronto
comenzarían su asalto en Kalimdor. Afortunadamente, los remanentes de la Alianza y de
la Horda casi habían llegado al continente. Aunque Thrall y su pueblo se habían marchado
primero, Jaina Proudmoore y sus seguidores los alcanzaron. La Alianza había disfrutado de
mareas calmadas y navíos completos; ellos no tuvieron que resistir la terrible tormenta
que golpeó la flota de la Horda y los había hecho perder el rumbo.
A pesar de que Medivh tuvo éxito al llevar a la Horda y la Alianza a Kalimdor, sabía que los
esperaba un reto aún mayor. Las facciones necesitaban unirse, pero no podía
simplemente pedírselos. Todavía persistía la enemistad entre ellos. Él tendría que llevarlos
sutilmente a un encuentro cara a cara. Sólo entonces podría presentarse y convencerlos
de hacer a un lado sus diferencias por el bien de Azeroth.
Medivh escogió reunirse con Thrall y a Jaina en un lugar específico en Kalimdor: la Cima
del Espolón. La montaña, ubicada al sur del Árbol del Mundo Nordrassil, era considerada
sagrada por las culturas locales. La cima resplandecía con una magia que le confería una
cierta significancia y dignidad.
El terreno era difícil, el erial escarlata ofrecía poco en cuanto a comida y bebida. La vida
salvaje era igual de difícil. Albergaba peligrosas criaturas como los jabaespinos salvajes y
los escórpidos venenosos que plagaban las escarpadas colinas. Conforme pasaban los días,
tanto Jaina como Thrall se preguntaban si habían tomado la decisión correcta al viajar a
Kalimdor.
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orcos habían sobrevivido a la tormenta y habían llegado a Kalimdor primero. No los veía
por ningún lado, por lo que Thrall asumió que se habían ido por su cuenta.
Impulsado por sus descubrimientos, Thrall guio a sus seguidores al interior de Kalimdor,
ansioso por encontrar al resto de la Horda. Pero en lugar de encontrar a Grommash, el
joven jefe de guerra se encontró a la mitad de una guerra.
El conflicto bramaba entre dos de las razas oriundas de Kalimdor: los tauren y los
centauros. Aunque ambos eran poderosos y robustos, eran muy distintos. Los tauren eran
unas enormes criaturas bovinas, pero su tamaño imponente albergaba un cálido espíritu.
Tenían lazos profundos con la naturaleza a través de su deidad a quien llamaban Madre
Tierra. Los tauren también comulgaban con los elementos del mundo a través de una
larga tradición de chamanismo.
Los centauros veían el misticismo como una debilidad. Eran una raza brutal y beligerante
que cazaban a los tauren como deporte. Con poderosos cuartos traseros equinos y torsos
humanoides, los centauros eran los guerreros más temibles de las amplias llanuras de
Kalimdor.
Por generaciones, los tauren repelieron los ataques intermitentes de los centauros. Los
combates cobraron un alto precio en ambos bandos. A pesar de que los tauren eran muy
nobles, no se retiraban del combate. Hacían pagar a los centauros por cada ataque sin
provocación.
Sin embargo, no les gustaba la guerra. Cada vez que aparecía un centauro, los tauren
optaban por encontrar un nuevo lugar al que llamar hogar en vez de echar sus vidas por la
borda. Vivían en un estado constante de agitación y nunca se quedaban en un lugar por
mucho tiempo. Un año de paz siempre era seguido por uno de guerra. Los tauren llegaron
a aceptar este ciclo de conflicto como algo de lo que no podían escapar. Era la única vida
que conocían, pero estaba a punto de cambiar.
Thrall entabló una amistad con el sabio líder de los tauren, el Gran Jefe Cairne Bloodhoof.
Al jefe de guerra le parecía admirable que gran parte de los tauren practicaran
chamanismo y respetaran la tierra. Los tauren poseían corazones nobles y anhelaban un
mejor futuro, pero eran arrastrados constantemente a sangrientas batallas. Thrall no
ignoraría la injusticia que presenciaba. Su Horda representó un rayo de esperanza para las
razas como las de los tauren: los incomprendidos, los oprimidos y los olvidados. Y su
Horda pelearía para proteger a aquellos que los necesitaban.
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La derrota sorprendió a los centauros y los envió con el cuerpo y el orgullo herido lejos de
los Baldíos. Nunca más verían a los tauren como una presa fácil.
Por primera vez en la historia, los tauren vieron la promesa de un nuevo futuro. Los
centauros siempre serían una amenaza, pero no tanto como lo fueron antaño. La
existencia nómada de los tauren había llegado a su fin. Por fin habían roto ese ciclo de
conflicto.
Tras la batalla, Cairne Bloodhoof ofreció a Thrall suministros e incluso a algunos de sus
más poderosos guerreros para ayudar a la Horda a alcanzar la Cima del Espolón en el
norte. La gran mayoría de los otros tauren se aventuraron al oeste hacia una planicie
herbosa conocida como Mulgore. Ahí por fin se asentarían y construirían su hogar
permanente.
EL CLAMOR DE LOS
GRITO DE GUERRA
Mientras Thrall y su Horda ayudaban a los tauren, Jaina Proudmoore y su expedición
avanzó hacia la Cima del Espolón. Ella no sabía a ciencia cierta lo que podría encontrar ahí,
pero esperaba descubrir un arma nueva o conocimiento que le ayudaría a salvar al mundo
de la Plaga. Por lo menos eso era lo que ella asumía que le daría el extraño encapuchado.
Encontrar agua y comida se volvió una lucha diaria. El terreno inclemente desgastó
lentamente a los refugiados de la Alianza. Lo único que mantenía sus esperanzas vivas era
Jaina. Aunque ella tenía sus propias dudas acerca del futuro, las escondió de ellos. Sin
importar cuán difíciles se volvieron las condiciones, mantuvo la determinación.
Después de días de viaje, las fuerzas de la Alianza llegaron a una exuberante zona boscosa
conocida como Vallefresno. La región estaba llena de recursos, ríos y lagos prístinos y
abundante caza. Sin embargo, no carecía de peligros.
Justo cuando Jaina llegó a las faldas de las Montañas Stonetalon, los orcos Grito de Guerra
emergieron de los bosques con sus hojas afiladas y la muerte en los ojos. Grommash
Hellscream los lideraba.
Grommash y su pueblo deambularon por los Baldíos durante muchos días antes de
encontrarse con Jaina en Vallefresno. En vez de lanzar un ataque inmediato, el cabecilla
de los Grito de Guerra decidió seguir a la Alianza. Encontrar a su viejo enemigo en esa
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tierra exótica fue todo un misterio y Grommash los espió durante un tiempo antes de
finalmente sucumbir a la urgencia de derramar su sangre.
Las fuerzas de la Alianza repelieron el ataque sorpresa con pocas bajas, pero el encuentro
los dejó trastocados. Nadie esperaba encontrar orcos en Kalimdor. Jaina estaba dispuesta
a evitar una batalla prolongada, por lo que lideró a los refugiados hacia la Sierra Espolón.
Algunos de los seguidores de Jaina se quedaron en la retaguardia y erigieron defensas
para detener a los orcos.
Thrall y el resto de la Horda llegó a las faldas poco después. Estaban sorprendidos al
descubrir tropas de la Alianza en el área, pero también estaban extasiados por reunirse
con Grommash y sus Grito de Guerra. Al igual que Jaina Proudmoore, Thrall estaba reacio
a llevar a su pueblo hacia una guerra innecesaria, especialmente después de lo que habían
vivido en los Barrens. Derrotar a la Alianza no era su propósito.
Thrall ordenó a la Horda ignorar a la Alianza, pero muchos orcos lo ignoraron; algo extraño
le estaba sucediendo a su pueblo. Desde que llegaron a Vallefresno, se habían vuelto más
agresivos y sanguinarios. Similar a la antigua Horda.
Grommash Hellscream y sus Grito de Guerra eran los peores. Desafiaban a Thrall
constantemente y empapaban sus hojas con sangre de la Alianza.
Thrall fue incapaz de tolerar ese comportamiento por más tiempo. Envió a Grommash y
sus Grito de Guerra al interior de Vallefresno con órdenes de establecer un puesto
fronterizo. Thrall creía que esa tarea los mantendría distraídos hasta que él volviera de la
Cima del Espolón.
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LA GUERRA DE LOS
ANCESTROS
Los elfos de la noche eran miembros de una de las razas más antiguas del mundo. Hacía
más de diez mil años, ellos construyeron un glorioso imperio que alcanzó los lugares más
recónditos del entonces único continente de Azeroth. Éste gran logro fue únicamente
posible gracias al Pozo de la Eternidad, la fuente mística de energía arcana que era la
sangre de la sociedad de los elfos de la noche.
Las divisiones se formaron entre los elfos de la noche y una resistencia emergió para
expulsar a la Legión de Azeroth. A estos valientes elfos de la noche se les unieron otras
razas nativas, al igual que por los antiguos Dioses Salvajes, criaturas primordiales que
vagaban en las profundidades de los bosques. El conflicto que se desarrolló fue conocido
como La Guerra de los Ancestros.
Esta guerra vio el auge de muchos héroes mas ninguno fue más famoso que la sacerdotisa
Tyrande Whisperwind, el druida Malfurion Stormrage y su hermano gemelo, el hechicero
Illidan.
En medio de la batalla, Illidan abandonó a sus aliados y se unió a la Legión. Él creía que, al
fingir una alianza con los demonios, podría ganar un poder inimaginable y utilizarlo para
destruirlos, y al hacerlo probaría su grandeza.
Illidan Stormrage encontró poder, pero pagó un precio terrible. Sus ojos fueron quemados
y reemplazados por pozos ardientes de magia, y su piel fue marcada con tatuajes de magia
vil. Pero lo peor era que los otros elfos de la noche lo veían como un traidor.
Para expulsar a la Legión de Azeroth y terminar la guerra, la resistencia envió una ofensiva
en contra de Azshara en el propio Pozo de la Eternidad. La subsecuente batalla causó que
la fuente se deshiciera. El Pozo de la Eternidad se desmoronó, precipitando una catástrofe
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conocida como el Gran Cataclismo. Las placas tectónicas se desplazaron y el único
continente de Azeroth se fragmentó en continentes separados. El mundo cambió para
siempre.
Más que por su falsa alianza con la Legión, fue ese acto lo que le ganó a Illidan Stormrage
el nombre “Traidor”. Malufrion sugirió que Illidan fuera encerrado en una prisión
subterránea para prevenir que hiciera más daño al resto de su gente.
Los elfos de la noche temían que la Legión pudiera usar el segundo Pozo de la Eternidad
para invadir Azeroth nuevamente. Los antiguos Dragones Aspectos compartían estas
preocupaciones. Alexstrasza, Ysera y Nozdormu tenían conocimiento de esa nueva fuente
y estaban determinados a protegerla. Alexstrasza plantó una semilla encantada en el
segundo Pozo de la Eternidad que creció hasta convertirse en el colosal Árbol del Mundo
conocidos como Nordrassil. El árbol cubrió el manantial de poder y evitó que cualquiera
pudiera abusar de su poder.
Los Dragones Aspectos veían a los elfos de la noche como los guardianes de Nordrassil.
Para ayudarlos con esa tarea, Alexstrasza y sus aliados imbuyeron el Árbol del Mundo con
encantamientos muy potentes: mientras Nordrassil estuviera en pie, los elfos de la noche
disfrutarían inmortalidad e inmunidad para las enfermedades. El Árbol del Mundo
también serviría como un portal hacia el Sueño Esmeralda, permitiendo que Malfurion y
futuros druidas tuvieran un acceso más fácil al reino etéreo.
La tarea de liderar a los elfos de la noche recayó en Tyrande Whisperwind. Muy atrás
habían quedado los días de la construcción del imperio y la magia imprudente pues tales
empresas los habían llevado a la muerte y a la ruina. Tyrande fomentó una cultura que era
mucho más insular y precavida que antes. Los elfos de la noche mantuvieron en los
bosques de Hyjal y rara vez se aventuraban a tierras más lejanas. Para proteger sus
fronteras, Tyrande creó un grupo militar llamado los Centinelas. Esa fuerza era compuesta
en gran parte por sacerdotisas elfas de la noche, la mayoría endurecidas veteranas de la
Guerra de los Ancestros. Los Centinelas establecieron diversos puestos fronterizos por
todo Vallefresno y en las fronteras del territorio de los elfos de la noche.
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Defender los bosques conllevaba ciertos peligros, pero los Centinelas podían invocar otras
criaturas para ayudarles. A veces despertaban a los druidas de su estancia en el Sueño
Esmeralda o de llamar a los espíritus de la naturaleza que moraban en la espesura. Los
bosques tenían a estos aliados potenciales: fieras quimeras, dragones feéricos, sabios
antárboles, dríades y los ancianos guardianes de la arboleda.
Por mucho, la más poderosa de esas criaturas era un Dios Salvaje llamado Cenarius. Había
enseñado a los elfos de la noche el arte del druidismo y se preocupaba por su bienestar y
prosperidad. Cenarius compartía la misión de los elfos de la noche de proteger Nordrassil
y al segundo Pozo de la Eternidad. Él había combatido en la Guerra de los Ancestros, había
visto a los otros Dioses Salvajes ser destrozados por los demonios y había presenciado los
bosques ardiendo en enormes murallas de fuego vil. Cenarius sabía que, para prevenir esa
catástrofe de no repetirse jamás, los elfos y los espíritus del bosque debían trabajar
juntos.
Y con la ayuda de Cenarius lo hicieron. Los elfos de la noche y las criaturas del bosque
derrotaron a todos los enemigos que amenazaban sus tierras.
Esta vigilia no se extendió hasta los Reinos del Este. Tyrande Whisperwind y su pueblo
estaban parcialmente conscientes de los eventos que ocurrían al otro lado del Mare
Magnum, pero rara vez intervenían. Cuando lo hacían, sus actividades siempre eran sutiles
y pasaban desapercibidas.
Los druidas fueron los primeros en notar la plaga de no-muertos que mataban los bosques
conforme se expandían por los Reinos del Este. Desde el interior del Sueño Esmeralda, sus
espíritus se acercaron al mundo físico para detener la plaga. Sin embargo, tuvieron muy
poco éxito. Algunos de esos druidas le dijeron a Tyrande lo que estaba sucediendo y
aunque mantuvo su aislamiento, sintió una fuerza familiar trabajando detrás de la plaga.
Percibió a la Legión.
90
LOS ESPIRITUS DE
VALLEFRESNO
Cuando los Centinelas reportaron intrusos en Vallefresno, Tyrande Whisperwind esperó lo
peor. De algún modo estaba aliviada al descubrir que esos extraños no eran demonios.
Tyrande asumió correctamente que los refugiados de la Alianza y la Horda estaba
huyendo de la plaga. Y por la manera en la que peleaban, también dedujo que eran
enemigos.
Tyrande ordenó a sus Centinelas observar a los recién llegados desde la distancia.
Esperaba que los refugiados simplemente estuvieran de paso en Vallefresno. Estaba
equivocada. Algunos de los orcos de piel verde de la Horda hacían guerra en los bosques.
Ellos robaban de ellos sin preguntar, talando árboles con total despreocupación. A
Tyrande no le agradaban esas criaturas, eran salvajers y violentas. Y ya no toleraría su
presencia.
Los Centinelas atacaron a Grommash Hellscream y a sus Grito de Guerra. Algunos elfos de
la noche, sentados muy alto en los árboles, desataron una tormenta de flechas en su
presa. Otros, armados con afiladas gujas, descendieron a espaldas de bestias aladas
llamadas hipogrifos o felinos enormes llamados sables de la noche.
Los Centinelas eran tan letales como cualquier otro enemigo que hubieran enfrentado los
orcos. Eso no asustó a Grommash ni a sus guerreros; los emocionaba. Habían estado
esperando por una oportunidad para combatir a un enemigo digno.
En poco tiempo, los orcos se encontraron muy superados. Cenarius también había estado
observando a los recién llegados y olió la sangre demoniaca en sus venas. Pensando que
las criaturas de piel verde eran sirvientes de la Legión, Cenarius los atacó junto con los
elfos de la noche.
Los orcos no tuvieron oportunidad alguna contra los elfos de la noche y sus aliados del
bosque. A pesar de que su sed de batalla no disminuyó, su derrota parecía inminente. Fue
en ese momento de desesperación que una forma de energía maligna y familiar llamó a
Grommash y sus seguidores. Siguieron esa fuente de magia hacia un estanque de líquido
esmeralda, escondida en un rincón en el denso bosque.
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LA SANGRE DE
MANNOROTH
Grommash Hellscream y sus orcos no se encontraron con la sangre de demonio por
casualidad.
Antes de que los demonios pudieran comenzar, se presentó otra oportunidad. Los orcos.
Habían pasado muchos años desde que los orcos bebieron la sangre de Mannoroth, pero
la maldición permanecía en sus venas. Los vinculaba al Señor del Foso y los hacía muy
susceptibles a su influencia.
Y eso fue exactamente lo que Mannoroth les daría. Al beber su sangre, los orcos se
volverían suficientemente poderosos para derrotar a Cenarius y también se convertirían
nuevamente en esclavos de la Legión. Mannoroth derramó su sangre en el bosque y
después se ocultó.
92
93
Como era de esperarse, Grommash encontró el estanque. Sospechaba de los peligros de
beber la sangre, pero sabía que era la única forma en la que sus orcos sobrevivirían a la
batalla contra Cenarius. Incapaces de resistirse a la tentación, Grommash bebió. Sus
seguidores hicieron lo mismo.
Con el poder sobrenatural recorriendo sus cuerpos, los orcos arrasaron con Vallefresno.
Decenas de elfos de la noche y criaturas del bosque cayeron ante sus hambrientas hojas.
El propio Grommash combatió con Cenarius. El Dios Salvaje peleó con su toda su ira, pero
ni siquiera él pudo hacer frente al poder sobrenatural del orco. El hacha de Grommash se
hundió en Cenarius y el Grito de Guerra venció a su enemigo.
Sólo después Grommash descubriría de dónde venía la fuente de su nuevo poder. Para
entonces, sería muy tarde para que el orco o sus seguidores pudieran resistirse. Estaban
vinculados a la voluntad de Mannoroth.
ATADOS POR EL
DESTINO
Mientras Grommash Hellscream luchaba contra Cenarius y los elfos de la noche, Thrall y
Jaina Proudmoore guiaron a sus seguidores hacia las Montañas del Espolón. Ambos
tomaron caminos diferentes por las escarpadas laderas y solamente cuando se adentraron
en las cavernas de la cima se encontraron cara a cara.
En un instante las hojas fueron desenvainadas y los soldados cerraron filas. Jaina y Thrall
querían evitar el conflicto abierto, pero ahora la violencia parecía inevitable.
Antes de que se derramara sangre, Medivh se presentó. Jaina y Thrall se congelaron al ver
a la figura encapuchada. Era el hombre que los había atraído a Kalimdor con terribles
advertencias.
94
Esas noticias acerca de Grommash horrorizaron a Thrall. Él había prometido que su pueblo
jamás reviviría los oscuros días de la Horda. Si unirse con sus enemigos de la Alianza era su
única forma de honrar su promesa, lo haría.
Jaina Proudmoore consideró una locura unirse a la Horda, pero eventualmente vio la
sabiduría en las palabras de Medivh. Durante sus estudios en Dalaran, había aprendido un
poco acerca de la Legión Ardiente. Todo eso la aterrorizaba. Si una invasión demoniaca
realmente se estaba desarrollando, sería estúpido no hacer todo lo que estuviera a su
alcance para detener a la Legión. El fracaso significaría más que la propia muerte de Jaina;
significaría que todos los que habían sacrificado sus vidas para defender a Lordaeron
habían muerto en vano.
Thrall y Jaina acordaron una incómoda tregua. Ninguno confiaba plenamente en el otro,
pero estaban dispuestos a dejar de lado viejos rencores y trabajar juntos por el momento.
La primera prueba de esa frágil alianza era lidiar con Grommash Hellscream y sus Grito de
Guerra.
LA MALDICIÓN DE LA
SANGRE
Después de descender de las Montañas del Espolón, el conjunto de refugiados de la
Alianza y la Horda se movilizaron en contra de Grommash Hellscream y sus sanguinarios
seguidores. Los Grito de Guerra estaban tan perdidos en las profundidades de la ira que
no diferenciaban entre amigo y enemigo. Eliminaron a la Alianza y a la Horda con igual
ferocidad, derramando la sangre de los orcos que alguna vez vieron como hermanos y
hermanas.
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Conforme la batalla se desarrollaba, Thrall guio un asalto audaz a través de las filas de los
Grito de Guerra y capturó a Grommash. Al mismo tiempo, el chamán de la Horda y los
sacerdotes de la Alianza utilizaron su magia para purgar la sed de sangre de sus venas.
Funcionó. Por primera vez en días, la nube de odio se levantó de los ojos de Grommash.
Vio el monstruo en el que se había convertido, y la vergüenza lo apabulló.
Y entonces recordó quién le había hecho eso. Mannoroth estaba ahí fuera, en alguna
parte, acosándolos a través de los bosques, diviertiéndose con la matanza que había
desencadenado. Grommash y Thrall sabían que, de no confrontar al demonio, su pueblo
estaría condenado.
Mientras los refugiados de la Horda y la Alianza trabajaban para tranquilizar al resto de los
Grito de Guerra, Grommash Hellscream y Thrall rastrearon a Mannoroth hacia un cañón
corrompido con energía vil al sudeste de Vallefresno. El Señor del Foso encontró a los dos
orcos más como una atracción que como una amenaza. Vio a Thrall como poco más que
un inofensivo cachorro y lo hizo a un lado con facilidad. El Señor del Foso no esperaba
represalias de Grommash; él jamás se atrevería a levantar la mano contra Mannoroth, su
amo.
Grommash Hellscream hundió su hacha en lo profundo del pecho del Señor del Foso, un
golpe mortal que causó que el cuerpo del demonio se resquebrajara y se desintegrara.
Mannoroth explotó en un cegador haz de luz y energía vil abrasadora inundó el cañón.
Ya no existía el Señor del Foso, pero su derrota había salido cara. La explosión había
herido de muerte a Grommash.
Exhaló su último aliento con Thrall a su lado, satisfecho por saber que se había redimido al
destruir a Mannoroth. Al derrotar al demonio, finalmente había purgado maldición de la
sangre de los orcos.
Eran libres.
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……………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………
LA INVASIÓN DE
KALIMDOR
A pesar de la muerte de Mannoroth, había alcanzado su misión. Cenarius estaba muerto.
Los espíritus del bosque todavía resistirían la invasión de la Legión, pero su fuerza
primigenia había sido reducida en gran medida.
Archimonde dejó a algunos de sus demonios y no-muertos en los Reinos del Este para
asegurarse de que las naciones se mantuvieran tranquilas y envió el resto de sus fuerzas
hacia Vallefresno. Mientras los infernales caían del cielo, miles de no-muertos y demonios
aparecieron en los límites al este de la región. Archimonde y sus seguidores pronto
encontraron resistencia de los elfos de la noche, espíritus del bosque y los ejércitos
combinados de la Horda y la Alianza. Pero esos defensores peleaban en frentes separados,
dispersos por todo Vallefresno. La Legión los superó fácilmente. El inflexible ejército de
Archimonde marchó a buen paso hacia el Monte Hyjal, arrasando con los bosques y todo
lo que interpusiera en su camino.
El progreso era rápido, pero Archimonde no dejaría nada al azar. Había liderado
incontables guerras y sabía el valor de asegurar cada ventaja que pudiera, incluso al
enfrentarse a un enemigo inferior. Había un arma que no había usado: la Calavera de
Gul’dan. Tichondrius todavía tenía el artefacto en su poder. Ya no lo necesitaba para
matar a Cenarius, pero podría usarlo para debilitar los bosques y abrirse paso al segundo
Pozo de la Eternidad.
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Tichondrius se separó del ejército principal de la Legión y encontró una esquina tranquila
en el bosque cercano a Hyjal. El señor del terror extrajo las energías viles de la Calavera de
Gul’dan e imbuyó la tierra con ellas. La magia tóxica bulló por toda la tierra, mutando los
árboles y la fauna local en monstruos que servían a la Legión. El río prístino que
serpenteaba a través de los bosques se volvió de un tono verde enfermo. Ese bosque
envenenado se conoció como Frondavil.
Las magias viles continuaron expandiéndose por las laderas de Hyjal, corrompiendo todo a
su paso. Pronto, las energías alcanzarían las orillas del segundo Pozo de la Eternidad. Esto
permitiría a la Legión marchar a través de los oscurecidos bosques encontrando poca
resistencia.
EL DESPERTAR
La imagen de Archimonde y su vanguardia corrompiendo Vallefresno llenó a Tyrande
Whisperwind de conmoción y furia, pero sabía que era solo el comienzo. La Legión no
estaba en Kalimdor para conquistar los bosques; los demonios querían consumir el mundo
entero. Con el Segundo Pzoo de la Eternidad, tendrían el poder de hacerlo. Podrían abrir
portales para el resto de la Legión… Tal vez incluso para Sargeras.
Tyrande necesitaba cada arma a su disposición para defender Hyjal. Eso significaba
despertar a los druidas de su estadía en el Sueño Esmeralda. Le preocupaba que Malfurion
Stormrage y sus seguidores no hubieran emergido del Sueño. Deberían haber percibido la
corrupción expandiéndose por todo Vallefresno. ¿Qué otra razón podría tener para
quedarse en el reino etéreo?
La razón era Cenarius. Cuando él cayó, su muerte había enviado una onda de choque por
todo el Sueño, debilitando a los druidas y lanzándolos a un estado de confusión. Malfurion
y sus seguidores percibieron fragmentos de lo que sucedía en el mundo físico, pero
estaban atrapados en el Sueño Esmeralda.
Cuando Tyrande al fin logró despertar a Malfurion, él estaba atónito al ver en lo que se
había convertido Vallefresno. El fuego vil consumió sus amados bosques, mientras una
tóxica plaga no-muerta ahogaba toda la vida de esas tierras. Malfurion se apresuró a
despertar a los otros druidas, dispuesto a salvar los bosques.
Tyrande y él caminaron por Hyjal y hasta las colinas nevadas de Winterspring con la
finalidad de llegar a las guaridas subterráneas en dónde dormían los otros druidas.
Malfurion envió a algunos de los recién despertados druidas a unirse a los Centinelas en la
batalla contra la Legión. Envió a otros a reunir a las criaturas del bosque y despertar al
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resto de los Dioses Salvajes. Estos seres eran elusivos incluso en los mejores momentos y
sin Cenarius para dirigirlos, sería casi imposible para los druidas encontrarlos y
convencerlos de unirse a la batalla. A pesar de eso, los elfos de la noche lo intentaron.
La misión de despertar a los druidas era ardua, pero dio a Malfurion Stormrage y a
Tyrande Whisperwind tiempo para reconectarse. Habían pasado siglos desde que se
vieron por última vez. Malfurion se dio cuenta que todos esos largos años defendiendo a
los elfos de la noche habían cambiado a Tyrande. Ella era más feroz que antes y más
dispuesta que nunca a sacrificar cualquier cosa si eso significaba proteger a su pueblo del
peligro. Malufrion no se daba cuenta que tan lejos llegaría Tyrande con tal de salvaguardar
las tierras hasta que se encontraron con un antiguo portal dentro de una de las guaridas
subterráneas de Hyjal.
Tyrande vio a Illidan Stormrage como un arma potencial. Era un hechicero excepcional y
su conocimiento de los demonios no tenía igual dentro de los elfos de la noche. Si ella iba
a liberarlo, él podría desencadenar su poder en contra de la Legión.
Después de sopesar los riesgos, Tyrande decidió liberar a Illidan y se marchó sola. Todo lo
que se interponía en su camino eran los Vigilantes, una orden de elfos de la noche que
habían resguardado al Traidor durante milenios. Cuando Tyrande les pidió que liberaran a
Illidan, ellos la desafiaron abiertamente.
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EL TRAIDOR
Durante los diez mil años que estuvo encerrador, Illidan Stormrage languideció en la
oscuridad. La interminable soledad había tirado de los hilos de su sanidad. Conforme
pasaba el tiempo, había enfocado sus pensamientos en encontrar una forma para que
Azeroth se protegiera a si misma de la Legión. Reflexionar sobre esos escenarios llevó a
Illidan a una conclusión: Azeroth nunca derrotaría a la Legión al luchar una guerra
defensiva.
Si los demonios eran derrotados, volverían otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Y así hasta que
finalmente conquistaran al mundo. Incluso la “victoria” durante la Guerra de los Ancestros
no había sido más que un aplazamiento.
Cuando finalmente salió de su prisión, Illidan estaba desesperado por empezar su guerra
contra la Legión. No tenía intenciones de trabajar con los otros elfos de la noche pues no
los había perdonado por su encarcelamiento. Y lo que era peor, sabía que nunca
confiarían en él. Incluso si él les explicara las revelaciones que había tenido para derrotar a
la Legión, los elfos sospecharían de sus palabras o lo verían como a un loco.
Illidan llegó al bosque de Hyjal destruido por la guerra. No tenía un destino específico en
mente, pero tenía un propósito. Para obligar a la Legión a arrodillarse necesitaría un poder
y un conocimiento aún mayores. Illidan percibió ambas emanando del norte de
Vallefresno, en donde grandes cantidades de energía vil rezumaban desde la espesura.
Siguió el rastro de la magia y pronto se encontró en Frondavil.
La primera criatura que se interpuso en su camino no era un demonio. Era un humano que
apestaba a muerte.
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UN DESTINO DE LLAMA
Y SOMBRA
Por órdenes del Rey Lich, Arthas Menethil se había unido a la invasión de Kalimdor, no
para ayudar a los demonios sino para obstaculizar sus esfuerzos en secreto. El caballero de
la muerte trabajaba desde las sombras, siempre cuidadoso de no alertar a los demonios.
Sutilmente influenciaba a la Plaga, en ocasiones causando que desobedecieran a sus amos
de la Legión y enloquecerse. Esto ralentizó el progreso de los demonios hacia el Monte
Hyjal. Y, en ocasiones, incluso permitió que sus enemigos escaparan.
Sin embargo, esas medidas eran nimiedades. Mientras Arthas reflexionaba acerca de otra
forma de herir a la Legión, se halló atraído a Tichondrius y la Calavera de Gul’dan. El señor
del terror había utilizado el objeto para corromper una gran extensión de Vallefresno con
magia vil. Esas energías oscuras se desperdigaban cada día más lejos, acumulándose
lentamente en las laderas de Hyjal.
Si Arthas pudiera acabar con Tichondrius y destruir la Calavera de Gul’dan, impediría que
la magia vil siguiera extendiéndose y sería un golpe muy significativo para los esfuerzos
bélicos de la Legión. Sin embargo, matar al señor del terror no sería tan fácil. El propio
Arthas no podría destruir a Tichondrius sin alertar a Archimonde de la traición del Rey
Lich. ¿Pero qué pasaría si alguien más lo mataba por él?
Arthas percibió la insaciable hambre de poder de Illidan. Sería muy fácil usar la ambición
del elfo de la noche como un arma.
Illidan sospechana de Arthas, pero ya había percibido el gran poder que emanaba del
interior de Frondavil. Era demasiado tentador para ignorarlo. Illidan fue en su búsqueda y
dejó atrás a Arthas. No sería la última vez que se verían.
101
Un rastro de demonios caídos se extendía detrás de Illidan Stormrage cuando encontró la
Calavera de Gul’dan. Estaba complacido al descubrir que el artefacto estaba rebosante no
solamente de energía sino de conocimiento. La calavera contenía las memorias del orco
brujo. En lugar de solamente extraer el poder de la reliquia, Illidan la consumió por
completo. La magia vil surgió a través de su carne y su sangre. Enormes cuernos brotaron
del cráneo de Illidan, mientras unas alas coriáceas se desplegaron de su espalda. Illidan se
transformó de un elfo de la noche a algo más. Un demonio.
Conforme el poder fluía dentro de Illidan, también lo hacían los recuerdos de Gul’dan.
Aprendió acerca de Draenor, el hogar de la criatura, además de los misterios y los antiguos
artefactos encerrados dentro de la Tumba de Sargeras.
A pesar de que había ayudado a los elfos de la noche, Illidan recibió el desprecio de su
hermano e incluso de Tyrande Whisperwind. Había ido demasiado lejos al consumir la
Calavera de Gul’dan. Se había convertido en un demonio, una de las criaturas que los elfos
batallaban para derrotar. Malfurion Stormrage expulsó a su hermano de las tierras de los
elfos de la noche. Illidan obedeció, pero únicamente porque sabía que quedarse en Hyjal
no tenía sentido. Si los elfos de la noche frustraban la invasión de la Legión no importaría.
Una simple derrota no evitaría que la Legión regresara.
Illidan Stormrage tenía una batalla propia que librar. Para él era la única guerra que
importaba.
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LA BATALLA DEL
MONTE HYJAL
21 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
Conforme la Legión ascendía incesantemente el Monte Hyjal y se acercaba al segundo
Pozo de la Eternidad, miles de Centinelas elfos de la noche y druidas se reunieron cerca de
la cumbre de la montaña. Ellos no luchaban solos. A pesar de que los druidas habían sido
incapaces de invocar a los Dioses Salvajes, sí habían movilizado a muchos otros espíritus
del bosque, como las dríades y los guardianes de la arboleda. Los refugiados de la Horda y
la Alianza también atacaron al ejército demoniaco con toda su fuerza.
Esta reunión de razas no se había visto desde la Guerra de los Ancestros. No obstante, los
defensores eran inferiores en número. Y lo que era peor, la gran mayoría de ellos no
estaba trabajando juntos. Los elfos de la noche y las criaturas del bosque estaban
recelosos de los refugiados de la Horda y la Alianza. Tyrande Whisperwind, en particular,
creía que esas dos facciones eran las responsables por guiar a la Legión a Kalimdor.
Con los defensores de Hyjal en desorden, Archimonde sintió que la victoria estaba al
alcance de su mano. Pero no sabía de la presencia de Medivh ni de sus grandes planes.
Malfurion propuso una solución. Una muy peligrosa y arriesgada. El Árbol del Mundo
Nordrassil estaba imbuido con los poderosos encantamientos de los Dragones Aspectos,
encantamientos que le garantizaban a los elfos de la noche la inmortalidad e inmunidad a
enfermedades. Malfurion creía que él y sus druidas podrían encender esa magia,
causando una explosión que aniquilaría a Archimonde y a los invasores. Pero hacerlo
significaría destruir los encantamientos, dejando a los elfos de la noche vulnerables al
envejecimiento y la enfermedad por primera vez en más de diez mil años. El impacto en la
sociedad de elfos de la noche sería devastador pero los defensores no tenían más
opciones.
Mientras Malfurion y sus druidas se preparaban para extraer los encantamientos, el resto
de los defensores atacó en los alrededores de Hyjal para comprarles tiempo. Orcos y
104
humanos, elfos de la noche y tauren, trols y enanos; todos luchar una amarga batalla en
contra de una incansable ola de no-muertos y demonios.
Miles de defensores murieron ese día, pero no sacrificaron sus vidas en vano. Para cuando
Archimonde llegó a Nordrassil, Malfurion y sus druidas ya habían completado su trabajo.
Incontables espíritus incorpóreos conocidos como fuegos fatuos emergieron de los
bosques alrededor de Hyjal. Se cerraron alrededor de Archimonde, pero no lo atacaron.
En su lugar, a señal de Malfurion, canalizaron sus energías en el Árbol del Mundo e
incendiaron los encantamientos en su interior.
A lo lejos, Medivh estudió el mundo destruido por la guerra y se sintió aliviado por lo que
veía. La invasión de la Legión había fallado. Azeroth estaba a salvo… por ahora. Medivh
sabía que otras amenazas, como el Rey Lich, todavía acechaban en los rincones más
oscuros del mundo, pero no podía detenerlas. Sus poderes estaban disminuyendo y sintió
que su tiempo en el plano físico llegaba a su fin.
La tarea de salvaguardar Azeroth ahora recaía en sus habitantes, justo como lo había
querido. Medivh les había mostrado que había fortaleza en la unidad. Todo lo que podía
hacer era esperar que pudieran continuar luchando juntos como habían hecho en Hyjal.
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CAPÍTULO III
EL TRONO
HELADO
INSURRECCIÓN
Una vez más, contra todo pronóstico, los defensores de Azeroth repelieron a la Legión
Ardiente.
A pesar de la aplastante derrota, el señor demoniaco Kil’jaeden no creía que todo estaba
perdido. Aún contaba con el Rey Lich, algunos de sus señores del terror y a la Plaga. Los
no-muertos habían sufrido importantes bajas en Kalimdor, pero miles de criaturas
monstruosas permanecían en control de Lordaeron. La Plaga podría reponer rápidamente
sus filas y volver a atacar.
Pero cuando Kil’jaeden se acercó al Rey Lich sus esperanzas murieron. La entidad se negó
a seguir las órdenes del señor demoniaco.
El Rey Lich había tomado la derrota en el Monte Hyjal como una oportunidad para
liberarse de la Legión y no perdió tiempo. Reunió a Arthas Menethil, Kel’Thuzad y al resto
de la Plaga en Lordaeron. Con sus fuerzas bajo su control, los envió en contra de sus
carceleros demoniacos: Balnazzar, Varimathras y Detheroc.
Los señores del terror poco pudieron hacer en contra de un hervidero de no-muertos. Los
demonios huyeron hacia las Tierras de la Peste y usaron su magia oscura para ocultarse.
Ahora la Legión no podía oponerse al Rey Lich. La Plaga era solamente suya.
Kil’jaeden siempre había tenido sospechas de que el Rey Lich pudiera revelarse. Lo que el
señor demoniaco no esperaba era cuán sinuosa se había vuelto su arma. El Rey Lich había
ocultado su verdadera fuerza de Kil’jaeden y sus señores del terror. Había hecho su parte
como un sirviente leal, todo mientras manipulaba a los demonios. Mientras la Plaga
crecía, también lo hacía la fuerza del Rey Lich. Su poder psíquico iba más allá de lo que una
vez fue.
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Solamente quedaba una cosa por hacer: destruir al Rey Lich. Kil’jaeden percibió a un
nuevo demonio en Azeroth que era lo suficientemente fuerte para llevar a cabo esa tarea.
Alguien que se había aliado con la Legión durante la Guerra de los Ancestros…
EL SIERVO DE LA
LEGIÓN
Al consumir la Calavera de Gul’dan, Illidan Stormrage adquirió conocimiento y fuerza
sobrenaturales. Pero transformarse en un demonio también hizo su presencia conocida
para Kil’jaeden.
Desde lejos, Kil’jaeden contactó a Illidan con una oferta. Si el antiguo elfo de la noche
destruía al Rey Lich, le concedería cualquier deseo. Illidan se sintió intrigado. Dada su
historia con la Legión, habría esperado que Kil’jaeden lo viera como un enemigo, no como
un aliado potencial. Claramente el señor demoniaco lo necesitaba y pensaba que el
antiguo elfo de la noche simplemente se arrodillaría ante él por un poco de poder.
Kil’jaeden no sabía nada de la misión particular de Illidan para destruir a la Legión. Aunque
con mucho esfuerzo, el antiguo elfo de la noche enterró sus verdaderos pensamientos en
el fondo de su mente, ocultándolos del señor demoniaco.
Illidan fingió aliarse a Kil’jaeden y aceptó su oferta, tomándolo como una oportunidad de
aprender más acerca de la Legión. También estaba ansioso por erradicar del mundo al Rey
Lich. En su opinión, la entidad no era nada más que un arma forjada por la Legión.
Mientras más pronto pudiera extraer a la criatura de Azeroth, más pronto podría enfocar
toda su atención en la Legión.
Por lo que Illidan sabía acerca de la Plaga y sus vastas filas, un ataque frontal al Rey Lich
sería imposible. Así que se le ocurrió otra cosa, algo más de acuerdo a sus habilidades de
hechicería.
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La Calavera de Gul’dan le había concedido conocimiento acerca de un artefacto llamado el
Ojo de Sargeras. Podría servir como un conducto para la propia magia de Illidan,
amplificándola y permitiéndole golpear al Rey Lich desde una distancia considerable.
Solamente había un inconveniente, uno enorme. El artefacto se hallaba al otro lado del
mar en la Tumba de Sargeras, una antigua estructura ubicada en un archipiélago conocido
como las Islas Quebradas.
Las Islas Quebradas alguna vez pertenecieron al imperio de los elfos de la noche, pero eso
había sido hacía más de diez mil años. Illidan sabía poco acerca de los peligros que podría
encontrar ahí. Necesitaba aliados que le ayudaran a recuperar el Ojo de Sargeras, pero no
podía pedir ayuda a los elfos de la noche, no después de que Malfurion Stormrage lo
hubiera exiliado de sus tierras.
Además, estaban cazando a Illidan. Las Vigilantes que lo habían custodiado durante
milenios estaban furiosas porque Tyrande Whisperwind lo había liberado, y ninguna más
que la líder de la orden, la Celadora Maiev Shadowsong.
Epítome de las Vigilantes, Maiev era una militarista defensora de la ley que dedicaba su
vida a vigilar a los prisioneros y cazar a criminales peligrosos. Ella veía el acto de Tyrande
como algo más que simple imprudencia; lo veía como traición. Tyrande había matado a
muchos de sus Vigilantes para liberar al Traidor. Maiev la perdonaría por eso. Jamás. Y
tampoco permitiría que Illidan Stormrage caminara en libertad.
Illidan sabía que era cuestión de tiempo antes de que los Vigilantes lo encontraran. Con
pocas opciones, contactó con criaturas de su pasado: hechiceros Altonatos.
EL SIERVO
Diez mil años atrás, cuando el Pozo de la Eternidad original explotó durante la Guerra de
los Ancestros, los hechiceros Altonatos fueron succionados hacia las profundidades del
mar junto a su reina, Azshara. Ahí, en la oscuridad bajo las olas, encontraron salvación de
los Dioses Antiguos.
Illidan Stormrage solamente había escuchado rumores acerca del destino de los Altonatos.
Si eran o no verdad, no lo sabía. Pero cuando lanzó un poderoso hechizo para contactar a
109
los Altonatos en las profundidades del océano, respondieron. Un grupo de nagas liderado
por Lady Vashj emergió de las profundidades, un ejército de escamas y colmillos. Todos
juraron lealtad a Illidan.
Los naga no respondieron a su llamado por la historia que compartían con el antiguo elfo
de la noche, ni tampoco respetaban su poder como demonio. Habían acudido a su
llamada porque era la voluntad de los Dioses Antiguos.
Los Dioses Antiguos tomaron en cuenta a Illidan. Su hambre de poder y su pasado caótico
los intrigaba. Su misión de destruir al Rey Lich podría empezar una nueva guerra en
Azeroth, una que probablemente envolvería a los no-muertos, las naciones del mundo y a
la Legión. Con esa clase de tumulto consumiendo Azeroth, Cho’gall y sus cultores podrían
despertar a los Dioses Antiguos relativamente sin oposición.
Illidan tenía mucho potencial y los Dioses Antiguos enviaron a los naga para asegurarse de
que su campaña contra el Rey Lich tuviera éxito. Si el antiguo elfo de la noche se volvía
problemático, que así fuera. Los Dioses Antiguos simplemente ordenarían a los naga
arrancarle el corazón corrompido por la vileza.
De cualquier modo, los Dioses Antiguos estaban seguros de que podrían usar a Illidan
Stormrage para comenzar una nueva era de conflictos en el mundo.
EL OJO DE SARGERAS
Con la ayuda de sus nuevos aliados, Illidan Stormrage cruzó el Mare Magnum y llegó a las
Islas Quebradas. Había crecido en la región, pero eso había sido mucho antes del Gran
Cataclismo. El tiempo y el aislamiento habían cambiado las Islas Quebradas. Illidan
percibió y vio a muchas criaturas interesantes acechando en las costas, mas no cedió a su
curiosidad. Maiev Shadowsong y sus Vigilantes le pisaban los talones.
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De todos los Vigilantes que se enfrentaron a Illidan en la tumba, únicamente Maiev
sobrevivió.
Illidan emergió de la tumba más tarde, aunque a regañadientes. Había más poder que
podía obtener de la estructura, pero sabía que Maiev seguía con vida. Además, otra cosa
consumía su atención. El Ojo de Sargeras no era tan poderoso como había esperado.
Incluso cuando canalizó su propia magia a través del artefacto, no podía atacar al Rey Lich.
La distancia era demasiado grande. Necesitaba una fuente de magia adicional para
amplificar sus hechizos. Una vez más filtró el conocimiento de los recuerdos de Gul’dan. Y,
una vez más, encontró su respuesta.
En el ojo de su mente, vio una resplandeciente ciudad al este. No solamente estaba llena
de magia, sino también estaba construida en un nexo de potentes líneas ley arcanas. El
nombre la ciudad era Dalaran.
Illidan envió a Lady Vash y a casi todos sus naga a explorar Dalaran y sus líneas ley en
preparación para el ataque. El antiguo elfo de la noche lidiaría con Maiev Shadowsong por
su cuenta. Mientras ella viviera, sería una espina en su costado. Era momento de sacar esa
espina y destrozarla de una vez por todas.
Illidan y los aliados que le quedaban atacaron a Maiev y sus Vigilantes. Los elfos de la
noche estaban exhaustos y heridos. Sabían que la batalla que se avecinaba sería que la
última, pero la enfrentarían con inexorable determinación. El único deseo de Maiev era
que, con su último aliento, pudiera tener la oportunidad de matar a Illidan.
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Los refuerzos de los elfos de la noche pusieron la balanza de la batalla en contra de Illidan
quien escapó al este, desesperado por llegar a Dalaran. Pudo haber utilizado el Ojo de
Sargeras en contra de Tyrande y Malfurion, mas no lo hizo. A pesar de que los dos elfos de
la noche lo veían como un traidor, él todavía albergaba sentimientos por ambos.
LA MALDICIÓN DE LOS
ELFOS DE SANGRE
Mucho había cambiado en los Reinos del Este desde la caída de Lordaeron. La Plaga
continuaba vagando por esas tierras, cazando a los sobrevivientes y combatiendo con la
resistencia de la Alianza. Sin embargo, Lordaeron no era la única nación con problemas
para afrontar las secuelas de su derrota. Los elfos de la noche de Quel’Thalas habían
sufrido tantas pérdidas como sus vecinos del sur. El caballero de la muerte, Arthas
Menethil no solamente había dejado las, una vez, hermosas tierras como un asolado
cementerio, sino que también había corrompido la Fuente del Sol, la fuente de magia
arcana que era el corazón de la sociedad de los elfos nobles. Llorando por la aniquilación
de su hogar, los elfos nobles decidieron nombrarse elfos de sangre en honor a su pueblo
caído.
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Evaluó las ruinas de Lunargenta y se presentó en el funeral de su padre, pero tuvo
problemas para conectar con los elfos. No obstante, Kael’thas siguió tratando. Él de
verdad quería a su pueblo y a su reino, mucho más de lo que algunos elfos creían. Y fue
ese cariño lo que lo llevó a la corrompida Fuente del Sol.
Kael’thas se horrorizó al ver la Fuente del Sol y las retorcidas energías moviéndose en sus
profundidades. A través de su sintonía con la magia, percibió que el oscuro poder de la
fuente poco a poco estaba cubriendo Quel’Thalas. Con el tiempo penetraría en los
corazones y mentes de los elfos de sangre y los mataría. No había forma de purgar la
Fuente del Sol con seguridad; otros viejos elfos de sangre de Quel’Thalas habían llegado a
la misma conclusión. Junto con Kael’thas, decidieron que solamente había una manera de
detener la propagación de las energías tóxicas de la Fuente del Sol.
Kael’thas reunió a los magi más poderosos de Quel’Thalas en la fuente. Al mismo tiempo,
llevaron a cabo un gran ritual que destruyó la Fuente del Sol. Una explosión de energía
salió de la fuente, destruyendo a los que quedaba de la Plaga en el área.
Los elfos de sangre sintieron de inmediato la pérdida de la fuente. Habían pasado sus
vidas enteras bañándose en las energías de la Fuente del Sol, tanto que se habían vuelto
adictos a la magia arcana. Ahora que estaban desvinculados de la fuente, comenzaron a
sufrir de abstinencia. Los dolores de la adicción se volverían más debilitantes conforme
pasara el tiempo y muchos elfos caerían enfermos y aletargados.
La partida de Kael’thas no sorprendió a la mayoría de los elfos de sangre. Una vez más
estaba dejando atrás su hogar para aventurarse a tierras lejanas.
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IMAGEN ANTERIOR: BATALLA ENTRE LA PLAGA Y LAS FUERZAS DE LA ALIANZA EN LA TERCERA GUERRA.
HIJOS DE LA SANGRE Y
LAS ESTRELLAS
Aunque la resistencia de la Alianza se agrupaba en reductos esparcidos por Lordaeron, el
grupo más grande se había reunido en el Bosque de Argénteos. Ésta fuerza estaba
liderada por un humano, el Mare Magnumiscal Othmar Garithos. Como el sobreviviente
de más alto rango del ejército de Lordaeron, Garithos era el líder por casualidad, no por
mérito propio. Estaba muy lejos de ser el comandante ideal pues él tenía mal genio y eran
un xenófobo que despreciaba a los no—humanos dentro de sus filas.
Cualquiera que fuera esa perturbación, enardeció a la Plaga. Los no-muertos fluyeron
hacia la región en masa. Los elfos de sangre se prepararon contra la ola de no-muertos y
cada día batallaban para defenderse. Kael’thas estaba en medio de retirar a sus soldados
de las primeras líneas cuando se cruzó con extraños de tierras lejanas. Después de batallar
contra el tormentoso clima y el mar, Maiev Shadowson, Tyrande Whisperwind, Malfurion
Stormrage y otros elfos de la noche, llegaron a la costa de Lordaeron en busca de Illidan.
Los elfos de la noche y los elfos de sangre compartían historia, pero sus culturas eran muy
diferentes. No obstante, Kael’thas no lo vio como algo malo, podía aprender mucho de sus
primos lejanos, tal vez incluso algo que pudiera ayudar a cesarla abstinencia mágica de su
pueblo. Cuando Kael’thas descubrió que los elfos de la noche estaban cazando a su
poderosos demonio llamado Illidan, teorizó que la criatura debía ser la responsable por la
anomalía en Daralan. Eso explicaría la razón por la que la Plaga se enardeció de repente.
115
Kael’thas accedió a ayudar a los elfos de la noche a dar caza a Illidan Stormrage. Después
de estar separados por más de diez mil años, las sociedades élficas divididas trabajarían
juntas por un bien común.
El Rey Lich siempre había sabido que Ki’ljaeden tomaría represalias en su contra y parecía
que el señor demoniaco había encontrado a un nuevo agente para llevar a cabo sus
designios. Y era un agente muy poderoso.
Estaba claro que Illidan pronto enviaría ese inmenso hechizo al Trono Helado. No era la
primera vez que le recordaban al Rey Lich su única debilidad: estaba atrapado en hielo,
algo que lo hacía vulnerable a Illidan. El único recurso del Rey Lich era desatar el poder de
la Plaga en Dalaran y detener el hechizo. Los no-muertos fluyeron a través del suroeste de
Lordaeron, pero llegaron a Illidan demasiado tarde.
Los preparativos habían concluido. Illidan envió la tormenta de energía arcana hacia el
techo del mundo, canalizando su furia sobre el Glaciar Corona de Hielo. Incluso Lady Vashj
y sus naga estaban perplejos ante esa demostración de poder. El influjo de magia causó
que la tierra se retorciera. Aparecieron unas fisuras masivas, no solamente cerca de
Dalaran sino en regiones de todo el mundo.
Illidan ignoró esos efectos secundarios, así como a la Plaga que se cerraba a su alrededor.
Mientras sus seguidores mantenían a los no-muertos a raya, enfocó sus pensamientos en
la Corona de Hielo. Ola tras ola de magia golpearon el hielo. El bombardeo al final logró
romper la prisión del Rey Lich, dejando a la entidad expuesta. Unos cuántos golpes más
era todo lo que Illidan necesitaba para acabar con el señor de la Plaga. Pero conforme
preparaba su última avalancha, se vio envuelto en caos. El ejército combinado de los elfos
de la noche y los elfos de sangre se lanzaron contra las tropas de Illidan.
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de magia sobre el Glaciar Corona de Hielo se calló. En un instante, la victoria de Illidan se
convirtió en desastre.
Estaba furioso pues los elfos de la noche habían salvado al Rey Lich sin saberlo, pero no
sintieron remordimiento alguno por ello. El hechizo de Illidan había devastado la tierra y
habría causado aún más destrucción si no lo hubieran detenido. Illidan, en cambio,
acusaba a los elfos de la noche de falta de visión. No entendían que tendrían que estar
preparados para sacrificarlo todo si querían destruir a los demonios y a sus creaciones. Los
elfos no tenían la voluntad de luchar la guerra de Illidan en contra de la Legión.
EL MUNDO MUERTO
Illidan Stormrage sabía que Kil’jaeden no le mostraría piedad ante su fracaso. Todavía
tenía mucho que planear para su guerra en contra de la Legión y despertar la ira del señor
demoniaco en ese momento tan frágil podía acabar con sus planes permanentemente.
Necesitaba un refugio para escapar de la ira de Kil’jaeden y reunir a sus fuerzas, así que se
asentó en Draenor. Tuvo su primer vistazo de ese mundo en los recuerdos de Gul’dan, un
reino moribundo por el uso desmedido de la magia vil. Su deplorable estado no molestaba
a Illidan. Si la mayoría de las criaturas de Draenor habían muerto, eso haría más fácil para
él la construcción de su santuario.
Pero eso solamente podía hacerse después de que reabasteciera sus tropas. La mayoría
de sus fuerzas habían perecido en la batalla en las ruinas de Dalaran. Lady Vashj y sus naga
sobrevivientes habían logrado escapar de la pelea y resguardarse en las profundidades del
Lago Lordamere.
Illidan ordenó a Lady Vashj encontrar nuevos aliados para su ejército. Mientras tanto, él
exploraría las tierras de Draenor.
Descubrió una rotura en el velo de la realidad cerca de Dalaran. Sin saberlo, ese era el
lugar en el que Kel’Thuzad había abierto un portal para invocar a Archimonde y su
vanguardia hacia Azeroth. El puente entre Azeroth y el Vacío Abisal ya había desaparecido,
pero quedaba una pequeña brecha. Illidan la utilizó junto con sus conocimientos de la
Calavera de Gul’dan para tejer un nuevo portal, uno que llevara a Draenor.
Illidan esperaba llegar al mundo de los recuerdos de Gul’dan, un lugar muerto perfecto
para conquistar, pero lo que encontró fue un reino destrozado conocido como
Terrallende. Numerosos portales resplandecían en el horizonte, cada uno de los cuales
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conducía a un rincón desconocido del cosmos. A través de estas brechas, el Señor del Foso
Magtheridon y una hueste de demonios llegaron a Terrallende y reclamaron gran parte de
esas tierras.
La presencia de los demonios preocupó a Illidan, pero no podía volver a Azeroth. Los elfos
de la noche lo volverían a encerrar en su vieja prisión en la primera oportunidad que
tuvieran. La única esperanza de Illidan era quedarse en Terrallende y ponerla bajo su
control. El destruido reino aún podría servir como una base perfecta en su guerra, pero
solamente después de haber eliminado a la Legión de ese mundo y encargarse de
Magtheridon.
Conforme Illidan estudiaba las fuerzas de la Legión en Terrallende, percibió que alguien lo
estaba persiguiendo. Pero para el momento que lo descubrió, ya era demasiado tarde.
Maiev Shadowsong y sus Vigilantes habían seguido a Illidan desde Azeroth. Sin sus naga ni
el Ojo de Sargeras, era una presa fácil. Maiev superó tácticamente a su némesis y lo
encarceló en una jaula encantada, una hecha especialmente para atrapar al antiguo elfo
de la noche y neutralizar sus poderes de hechicero. Después de muchos meses de arduo
trabajo, por fin la venganza era suya.
UNA OSCURA
COALICIÓN
Después de la derrota de Illidan Stormrage en las ruinas de Dalaran, Tyrande Whisperwind
y Malfurion Stormrage volvieron a Kalimdor. Aunque los elfos de la noche simpatizaban
con la difícil situación de los defensores de Lordaeron, era momento para que ellos
volvieran a casa. Nordrassil estaba debilitado y los elfos necesitaban hacer todo lo que
pudieran para reconstruir los bosques y proteger el segundo Pozo de la Eternidad.
Con su partida, Kael’thas Sunstrider y sus elfos de sangre se reunieron con Othmar
Garithos y el resto de las tropas de la Alianza. Ellos se hicieron con el control de Dalaran y
lo convirtieron en su base de operaciones. Sus esfuerzos comenzaron a reconstruir la
ciudad en ruinas.
Reclamar Dalaran debió haber sido un momento trascendental para Kael’thas pero fue
eclipsado por los efectos de la adicción a la magia de su pueblo. Él y sus elfos trataron de
conectar con las líneas ley que convergían en la ciudad, pero no pudieron extraer energía
118
suficiente para satisfacer sus necesidades. Los dolores de la abstinencia se volvieron más
pronunciados y debilitantes. Incluso Kael’thas tenía problemas para soportar ese peso.
Seguir las órdenes del Mare Magnumiscal Garithos solamente aumentó la aflicción de
Kael’thas. El humano constantemente hacia menos a los elfos y los relegaba a hacer tareas
insulsas, creando una brecha entre Kael’thas y el comandante que se agrandaba conforme
pasaba el tiempo.
Lady Vashj y sus naga estaban conscientes de ese problema. Habían estado observando a
los elfos de sangre desde las sombras. Lady Vashj había notado la fatiga crecer en
Kael’thas y su pueblo mientras batallaban para mantener a raya su adicción. Ella también
había visto menguar su moral por los maltratos de Garithos. Casi estaban listos para
convertirse a la causa de Illidan.
Lady Vashj se acercó a Kael’thas y lo convenció de que los naga eran inofensivos. Le
explicó que su raza estaba ansiosa por destruir a los no-muertos y que su batalla a las
afueras de Dalaran había sido resultado del rencor entre Illidan y los elfos de la noche. Ella
le aseguró que los naga no tenían malas intenciones hacia Kael’thas.
Al principio, Kael’thas estaba reacio hacia Lady Vashj, pero pronto la vería como una aliada
más confiable que Garithos.
Mientras la Plaga avanzaba, parte del ejército de los no-muertos comenzó a acumularse
en el flanco de la Alianza. Garithos envió elfos de sangre al nuevo frente y les ordenó
detener a los no-muertos antes de que llegaran a Dalaran. Kael’thas y su pueblo
obedecieron, pero su victoria parecía imposible. Garithos había divido las tropas de los
elfos de sangre, manteniendo a gran parte de sus soldados bajo su comando en el campo
de batalla. La Plaga estaba por sobrepasar a Kael’thas cuando Lady Vashj y sus naga
llegaron a ayudarlo.
Kael’thas no tenía otra opción que aceptar su ayuda. Su decisión salvó su vida. Con los
naga, los elfos de sangre detuvieron el avance de la Plaga, protegiendo el flanco principal
del ejército de la Alianza y rechazando el ataque de los no-muertos.
119
Garithos encadenó a los elfos de sangre y los encerró en los calabozos de Dalaran para
esperar su ejecución. Kael’thas no podía creer semejante afrenta. Estaba desgastado por
las divagaciones intolerantes del comandante, pero esto era más de lo que podía soportar.
En los oscuros corredores bajo Dalaran, perdió toda la fe en la Alianza.
Una vez más, Lady Vashj apareció ante Kael’thas en un momento de necesidad. Se
adentró en los calabozos bajo el manto de la noche y le hizo una oferta. La Alianza no
tenía nada que darles a los elfos de sangre, pero Illidan… Illidan podían darles todo lo que
querían: libertad de sus cadenas y su adicción a la magia.
El libre albedrío.
Gran parte de los no-muertos estaban perplejos ante este cambio. Vagaban por el reino
caído en confusión, inseguros de lo que debían hacer. Pero había otros miembros de la
Plaga que veían la debilidad del Rey Lich como una oportunidad para vengarse. Entre ellos
estaba el alma en pena Sylvanas Windrunner.
Desde su muerte, Sylvanas había luchado por liberarse del control del Rey Lich, pero sus
esfuerzos habían sido en vano. La voluntad del Rey Lich era tan fuerte como el acero y la
entidad la había forzado a pelear contra los vivos. Su odio hacia el Rey Lich y su principal
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sirviente, Arthas Menethil, había aumentado. La venganza y la ira consumían su alma,
pero no tenía forma de canalizarlas hacia sus enemigos.
Ahora la tenía. Sylvanas movilizó a otros no-muertos con libre albedrío y les otorgó un
propósito. Nunca más les devolverían las vidas que les fueron arrebatadas, pero tendrían
venganza. Su primera víctima sería la criatura que había devastado el hermoso reino de
Sylvanas, aquél que le había arrebatado su futuro y la había convertido en un monstruo:
Arthas.
Arthas no estaba en condiciones para sofocar esas insurrecciones. Conforme el poder del
Rey Lich se desvanecía, también lo hacía el suyo. El una vez temido y casi invencible
caballero de la muerte se encontró acosado en varios frentes por Sylvanas y los señores
del terror. Aunque Arthas estaba dispuesto a pelear, tenía un propósito más urgente. El
Rey Lich le ordenó abandonar Lordaeron. La entidad necesitaba que toda esa Plaga que
aún le era fiel estuviera a su lado en Rasganorte, pues sabía que solamente era cuestión
de tiempo antes de que Kil’jaeden atacara el Trono Helado.
El Rey Lich estaba en lo cierto al esperar represalias de sus enemigos. Pero no vendría de
los señores del terror ni de Sylvanas Windrunner. Vendría de Terrallende.
A pesar de que Maiev había capturado a Illidan, fue incapaz de encontrar el camino de
regreso a Azeroth pues el portal que había utilizado ya no estaba. Existían muchos otros
portales en Terrallende, pero ninguno de ellos los llevaba a casa. Maiev no conocía la
geografía de ese reino destrozado ni tampoco los peligros que existían ahí. Ella y sus
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Vigilantes anduvieron cuidadosamente hasta que encontraron con algo bastante
inesperado: soldados de la Alianza.
Los vestigios de los Hijos de Lothar habían establecido un bastión conocido como Bastión
del Honor en la Península del Fuego Infernal. Maiev vio a esos refugiados como su mejor
opción para encontrar una salida de Terrallende, pero antes de que los Vigilantes pudieran
alcanzar el Bastión de Honor, fueron atacados por Kael’thas y Lady Vashj. Los elfos de
sangre y los naga emergieron de las polvorientas llanuras con las armas desenvainadas. A
pesar de lo feroces que eran los Vigilantes, el enemigo los superaba en número. Kael’thas
y Lady Vashj liberaron a Illidan y obligaron a Maiev y a sus seguidores sobrevivientes a huir
hacia la espesura.
Illidan tuvo que reprimir sus ganas de perseguir a Maiev. Buscar a la celadora en las Islas
Quebradas había resultado ser una pérdida de tiempo y no volvería a repetir ese error, sin
importar cuánto quisiera destruirla.
Illidan evaluó a sus nuevas tropas con satisfacción. Los elfos de sangre estaban bien
entrenados y eran luchadores fieles. Su líder, Kael’thas Sunstrider, era un hechicero muy
hábil, aunque batallaba con sus demonios internos. Illidan percibió de inmediato la
agitación persistente en los corazones de los elfos. Sin rodeos le dijo a Kael’thas que no
había cra para su adicción a la magia. Sin embargo, eso no significaba que estaban
condenados a vivir con ese tormento. Illidan prometió encontrar una nueva fuente de
magia para Kael’thas, una aún más poderosa que la Fuente del Sol.
No era la respuesta que Kael’thas había esperado, no obstante, era igualmente tentador.
No siempre podía encontrarse con alguien que tuviera un manejo de la magia mejor que
el suyo. Kael’thas ya había llegado muy lejos; era momento de jurarle lealtad a Illidan.
La campaña fue implacable. Illidan pedía demasiado de sus seguidores y daba muy poco a
cambio. Pero su inquebrantable sentido del deber y su indomable fuerza de voluntad
espoleaban a sus solados para seguir adelante.
Mientras Illidan Stormrage se acercaba al Templo Oscuro, encontró nuevos aliados entre
los Tábidos. Esas criaturas retorcidas eran parte de la tribu Lengua Ceniza y fueron
liderados por un antiguo exarca draenei llamado Akama. Él también buscaba liberar al
Templo Oscuro de Magtheridon, aunque por razones diferentes. Antaño, esa fortaleza
había sido un sitio sagrado para los draenei y Akama pensó en reclamarlo como una forma
de redimir a los Tábidos ante los ojos de la raza draenei.
122
LA CAPTURA DE
MAGTHERIDON
El ejército de Illidan Stormrage se lanzó contra el Templo Oscuro y descargó su ira en sus
defensores. Magtheridon había imbuido a los orcos con su sangre, transformándolos en
guerreros bélicos de piel roja llamados orcos viles. Los demonios lucharon junto a estos
soldados, mientras las máquinas de guerra d ela Legión atacaban a los invasores. Bañaron
los terrenos a las afueras de las murallas en un fuego esmeralda, pero no fue suficiente.
Illidan y sus seguidores se abrieron paso a través de los defensores de la Legión hasta
confrontar a Magtheridon.
Illidan, Lady Vashj, Akama y Kael’thas Sunstrider eran formidables en solitario, pero juntos
eran imparables. A pesar de su terrible fuerza, Maghteridon sucumbió ante sus enemigos
con una rapidez increíble.
Illidan pudo haber matado a Magtheridon, pero el Señor del Foso le era más útil vivo que
muerto. Él había visto lo que la sangre del demonio les había hecho a los orcos viles, los
había transformado en criaturas sedientas de sangre que vivían con un solo propósito: la
guerra. Illidan podía usar a soldados de mente simple como ellos en su propio ejército. Y
con la sangre de Magtheridon, podía crear todavía más.
Illidan apareció frente al resto de los defensores del Templo Oscuro y les ofreció una
opción muy simple: arrodillarse o enfrentar el olvido. Algunos escogieron la muerte, pero
la gran mayoría aceptó a Illidan como su nuevo amo. A pesar de que muchos eran orcos
viles, los demonios también le juraron lealtad.
El hecho de que Illidan permitiera que hubiera demonios en su ejército horrizó a Kael’thas
y a Akama, pero él apaciguó sus miedos. Forjar un pacto con los demonios era una
oportunidad, ellos podían revelar mucho acerca de las fortalezas y debilidades de la
Legión. Este conocimiento podría ayudar a Illidan y a sus aliados cuando Kil’jaeden tomara
represalias contra él.
Esa represalia llegó mucho antes de lo que Illidan esperaba. El polvo de la batalla apenas
se asentaba cuado el rostro llameante de Kil’jaeden apareció ante Illidan y sus seguidores.
123
124
Kil’jaeden todavía estaba seguro de que podría manipular a Illidan. Los demonios eran
criaturas intrigantes y no era extraño para ellos traicionarse en busca de poder. Así era
exactamente como Kil’jaeden veía la reciente trasgresión de Illidan: su sirviente había
reclamado Terrallende como un premio. Kil’jaeden ordenó a Illidan regresar a Azeroth y
acabar con el Rey Lich. Si obedecía, Terrallende sería suyo para hacer lo que quisiera. Si
desobedecía, Kil’jaeden haría todo lo que pudiera para tomar el control de ese destrozado
reino de las manos de Illidan y además acabaría con el antiguo elfo de la noche.
Para Illidan, ese ultimátum era un golpe de suerte. Necesitaba más tiempo antes de poder
comenzar con su verdadera guerra en contra de la Legión y Kil’jaeden acababa de
concederle eso. Illidan Stormrage fingió sumisión una vez más y movilizó a su ejército para
invadir Azeroth. Usando uno de los muchos portales en Terrallende, hizo uno nuevo para
regresar a ese mundo.
No llevó consigo todo el poder de sus tropas. Illidan dejó atrás a Akama y a algunos de sus
otros seguidores para asegurar Terrallende en su ausencia.
LA ASCENSIÓN
Cuando Illidan Stormrage y su ejército llegaron a Azeroth, los peores temores del Rey Lich
se hicieron realidad. Kil’jaeden había enviado a sus siervos a derrotarlo de una vez por
todas. Estaban determinados y ejercían magia formidable que les ayudó a llegar a
Rasganorte a una velocidad impresionante.
Arthas Menethil no tenía forma alguna de acelerar su viaje. Para cuando hubiera llegado a
Rasganorte, las fuerzas de Illidan ya estarían marchando hacia la Ciudadela de la Corona
de Hielo.
Solamente existía un camino por el cual Arthas sería capaz de llegar al Rey Lich antes que
sus enemigos. Se adentró en los olvidados pasillos de Azjol—Nerub, el reino nerubiano
que se alargaba debajo de la tierra. No era un camino fácil ni tampoco seguro. Azjol—
Nerub era antiguo, un lugar construido cuando el mundo era joven. Esbirros de los Dioses
Antiguos acechaban en sus profundidades y estaban dispuestos a detener a Arthas para
que no ayudara a su amo.
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IMAGEN ANTERIOR: ILLIDAN STORMRAGE, AKAMA, LADY VASHJ Y KAEL’THAS SUNSTRIDER LUCHANDO
CONTRA MAGTHERIDON.
126
Illidan se sorprendió por la súbita aparición de Arthas y la Plaga, pero eso no lo desalentó.
La batalla comenzó en las sombras de la Ciudadela de la Corona de Hielo. Ninguno de los
bandos tomó prisioneros. Esta no era una guerra para conquistar; era una de aniquilación
total.
Conforme pasaba la lucha, Arthas cabalgó para encontrarse con Illidan en un combate uno
contra uno.
Aunque sus energías estaban disminuyendo, el Rey Lich le brindó a Arthas un poco del
poder que le quedaba. Era una apuesta peligrosa que empujó a la entidad aún más cerca
del olvido, pero era la única oportunidad que tenía de sobrevivir. Si Arthas fallaba, el Rey
Lich caería al igual que el resto de la Plaga. Pero si el caballero de la muerte tenía éxito,
inclinaría la balanza en contra de los elfos de sangre y los naga.
Arthas Menethil lucho contra Illidan Stormrage ante la vista de ambos ejércitos.
Frostmourne colisionó con las legendarias gujas de guerra del antiguo elfo de la noche, las
Hojas Gemelas de Azzinoth. Reforzado por el poder del Rey Lich, Arthas sacó ventaja.
Frostmourne cortó la carne de Illidan y casi lo mató. Sin embargo, Arthas nunca dio el
golpe final. El Rey Lich lo instó a ir al Trono Helado lo más pronto posible.
Illidan ya no estaba, pero eso no cambiaba el hecho de que el poder del Rey Lich
continuaba derramándose a través de la grieta en el Trono Helado. El Rey Lich
eventualmente desaparecería por completo, sus energías se disiparían en el aire helado
de Rasganorte. Solamente existía una forma de escapar de su destino: fusionarse con su
más grande campeón.
A través de ese acto, el Rey Lich podría hacer más que solamente salvarse del olvido.
Podría reclamar una vasija física y usarla para liberarse del Trono Helado. El Rey Lich sabía
de las dudas internas de Arthas y creía que la mente del caballero de la muerte sería fácil
de dominar.
Por órden de su amo, Arthas se acercó al Trono Helado y lo destruyó con un solo golpe de
Frostmourne. El yelmo encantado que contenía el espíritu del Rey Lich cayó a los pies del
caballero de la muerte.
127
LA REINA ALMA EN
PENA
Arthas Menethil abandonó Lordaeron, pero eso no otorgó paz a la región. Los no-muertos
que seguían siendo leales al Rey Lich continuaban deambulando desde el centro del reino
caído hasta los límites del este de las Tierras de la Peste. Desde el suroeste, Othmar
Garithos y los remanentes de la Alianza seguían lanzando ofensivas hacia esas tierras. Y
atrapados entre esos bandos, se encontraban las dos facciones rebeldes de no-muertos:
una liderada por Sylvanas Windrunner y la otra por los señores del terror Balnazzar,
Detheroc y Varimathras.
Los señores del terror percibieron el odio ardiendo en el interior de Sylvanas y la vieron
como un aliado útil. Le ofrecieron un puesto en su ejército.
Como respuesta, Sylvanas les dio guerra. Recientemente había recuperado su libertad del
Rey Lich y no iba a jurarle lealtad a un nuevo amo. Además, los señores del terror habían
ayudado a llevar la plaga de no-muertos a Azeroth. Ellos habían ayudado a crear a Arthas.
Y, por consiguiente, ellos la habían convertido en un monstruo.
Varimathras fue el primero en caer ante Sylvanas. Para evitar la derrota, él se arrodilló
frente a ella y le prometió actuar como un siervo fiel. La lealtad significaba muy poco para
los demonios, un hecho que Sylvanas entendía bien. Pero ella vio a Varimathras como un
arma potencial. Él era poderoso y sabía qué tácticas pretendían utilizar los otros dos
señores del terror contra ella. Mientras él siguiera siendo útil, ella le permitiría vivir.
Sylvanas no dio cuartel a los otros señores del terror. Aunque sus no-muertos eran menos,
ella había obtenido poderes formidables en la no-muerte. Además, sus años como general
forestal la habían hecho una maestra de la estrategia y las tácticas bélicas, y
metóficamente desmanteló las fuerzas de los señores del terror.
Detheroc fue el siguiente en caer ante su ira. Balnazzar se encerró detrás de las murallas
caídas de la capital de Lordaeron y se preparó para el inevitable asedio. Sus esfuerzos
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fueron en vano. Sylvanas y sus tropas entraron a la ciudad, derrotando al señor del terror
y quedándose con el fuerte.
Con la capital bajo su control, Sylvanas ahora tenía un refugio en donde protegerse de sus
enemigos. Llamó a sus seguidores los Renegados y se proclamó su Reina Alma en Pena.
Sylvanas ordenó a sus Renegados establecer un nuevo reino en las criptas subterráneas,
mazmorras y cloacas de la ciudad. Esa pútrida guarida sería conocida como Entrañas. En
sus pasillos tóxicos, Sylvanas Windrunner y sus Renegados planearon su venganza contra
el Rey Lich.
LA DIVISIÓN DE LA LUZ
Arthas Menethil se quedó en Rasganorte después de que se fusionara con el Rey Lich. La
tarea de comandar a la Plaga en Lordaeron recayó en Kel’Thuzad. Aunque Sylvanas y sus
Renegados estaban atrincherados en Entrañas, los no-muertos del exánime seguían
dominando gran parte de las Tierras de la Peste. Sin embargo, existía un enemigo
problemático que competía por el control del dominio de Kel’Thuzad.
La Orden de la Mano de Plata había sido devastada por la guerra con la Plaga, pero los
paladines que quedaban se juntaron y juraron expulsar a los no-muertos de esas tierras.
Entre esos guerreros sagrados se encontraba Alexandros Mograine, portador de la
Ashbringer. El arma, fabricada en Forjaz e imbuida con la Luz Sagrada, se había convertido
en una leyenda. Destruía a cuántos no-muertos tocara, dejando únicamente cenizas a su
paso. Conforme los paladines combatían a la Plaga, se esparcieron rumores de las hazañas
de Alenxandros. Pronto adoptó el mismo nombre que su espada.
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……………………………………………………………………………………………………………………………………
EL DESTINO DE GARITHOS
Sylvanas Windrunner no asedió la capital de Lordearon en solitario. Detheroc había
embrujado a Othmar Garithos y a muchos soldados de la Alianza. Cuando Sylvanas venció
al señor del terror, también liberó al comandante humano y a sus tropas. Garithos
desconfiaba de Sylvanas y sus no-muertos, pero veía a los señores del terror como una
amenaza todavía mayor. Accedió a ayudar a Sylvanas a atacar la capital y, a cambio, ella
prometió darle el control de la fortaleza.
Garithos se dio cuenta demasiado tarde de lo que significaba realmente una promesa de
Sylvanas. Después de conquistar la ciudad, Sylvanas recompensó a Garithos con la
muerte. Sus necrófagos se alimentaron de los restos del humano. Todo lo que dejaron
fueron huesos...
……………………………………………………………………………………………………………………………………
El señor del terror había caído ante las tropas de Sylvanas en el asedio en la capital de
Lordaeron, pero no lo habían destruido. Hizo uso de lo último de su poder para huir hacia
las Tierras de la Peste. Sin la ayuda de los otros señores del terror, su control sobre los no-
muertos era limitado. Se mantuvo en las sombras, temeroso de que un día la Plaga
pudiera descubrir su presencia. En los paladines Balnazzar vio una posibilidad de
protegerse, una posibilidad de cear un nuevo ejército.
Con el tiempo, el señor del terror manipuló al hijo mayor de Alexandros, Renault
Mograine. Convirtió al joven humano a la oscuridad y lo forzó a cometer uno de lo actos
más graves.
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Tanto el cadáver de Alexandros como Ashbringer fueron recuperados más tarde por la
Plaga. Kel’Thuzad vio un uso para ambos. El exánime revivió al legendario paladín en la no-
muerte y lo transformó en un obediente siervo. La propia Ashbringer, después de haber
sido utilizada para un propósito tan noble, se deformó en una impía sombra de lo que una
vez fue.
La muerte de Alexandros golpeó a los paladines. Algunos de ellos sospecharon que una
fuerza oscura había poseído a Saidan Dathrohan y a sus seguidores más cercanos, pero no
podían probarlo. Sus sospechas crearon divisiones entre los paladines. Los guerreros
sagrados se separaron en dos facciones: el Alba Argenta y la Cruzada Escarlata.
Los del Alba Argenta se mantuvieron firmes a los principios de la Luz, pero su contraparte
no. Balznazzar retuvo el control sobre la Cruzada Escarlata. Eran el ejército que había
estado buscando y muy pronto se convertirían en sinónimo de corrupción y extremismo.
LA BÚSQUEDA DE LA
FUENTE DEL SOL
Al norte de Lordaeron, las repercusiones de la destrucción de la Fuente del Sol
continuaron. Cuando Kael’thas Sunstrider y su gente destruyeron la Fuente del Sol, la
explosión no destruyó su poder. Las energías de la fuente se esparcieron por las tierras. El
dragón rojo Korialstrasz descubrió esta magia desprotegida y estaba profudamente
preocupado de que pudiera atraer la atención de distinas facciones e inicar un conflicto.
Korialstrasz registró las devastadas tierras alrededor de Lunargenta y reunió cada pizca de
poder que pudo. Sabiendo que tenía poco tiempo, creó un avatar humano llamada
Anveena Teague y la imbuyó con la energía de la Fuente del Sol. Le proporcionó recuerdos
falsos e incluso creó la ilusión de una familia humana para ella. Esperaba que ella pudiera
pasar desapercibida de cualquiera que estuviera tras el poder de la Fuente del Sol.
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Anveena no tenía idea de lo que era, ni sabía que las fuerzas oscuras harían de todo con
tal de reclamar su poder.
Usando su nuevo poder, Dar’Khan tomó el control y Korialstrasz y lo obligó a luchar contra
Kalecgos. Cuando todo parecía perdido, Anveena desertó su verdadero potencial. Se dio
cuenta de que el poder de la Fuente del Sol estaba dentro de ella y fue capaz de ejercerlo.
HERALDOS DE LA
SOMBRA
Lejos de Quel’Thalas, Garona estaba de caza.
Ella había acosado a Cho’gall y sus cultores del Martillo Crepuscular por todo el sur de
Kalimdor, disminuyendo sus números lentamente. Su presa era astuta, pero también lo
era ella. Garona no dio cuartel a sus enemigos y juró nunca dejar de matar hasta hundir
sus dagas en el corazón de Cho’gall.
133
En lo profundo de los densos bosques de Feralas, Cho’gall encontró una manera de sacar a
Garona de su escondite. Tomando un gran riesgo propio, envió lejos a sus cultores y
esperó por la cazadora. Él sabía que ella lo quería muerto, y sabía que ella nunca
desaprovecharía la oportunidad de enfrentarlo, especialmente si estaba desprotegido.
Justo como lo esperaba, Garona atacó. El mago ogro y la asesina semi—orco lucharon
entre la neblina y la espesura. Garona hirió de gravedad a Cho’gall, pero no fue suficiente
para derrotarlo.
Cho’gall fue mejor que la asesina en combate y la llevó de regreso a sus dominios. Tiempo
atrás, el Consejo de la Sombra había entretejido cadenas mentales en Garona,
convirtiéndola en una sierva poco dispuesta. El archimago humano Kadgar había deshecho
esos lazos, concediéndole libertad a la semi—orco. Sin embargo, Cho’gall sabía como
volver a forjarlos y así lo hizo, transformando a Garona en su mascota. Su asesina.
Con Garona bajo su control, Cho’gall regresó a su tarea original de despertar a los Dioses
Antiguos. Tomó lo que quedaba de sus cultores del Martillo Crepuscular y se aventuró
hacia los áridos desiertos de Silithus. Cho’gall percibió a un Dios Antiguo en algún lugrar
bajo la arena dorada. Sintió que la entidad lo llamaba, su poder revolviéndose en sus
venas.
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135
CAPÍTULO IV
VIEJOS ODIOS
EL NUEVO ÁRBOL DEL
MUNDO
La Tercera Guerra había dañado terriblemente a los elfos de la noche. Su Árbol del
Mundo, Nordrassil, los había protegido durante miles de años, pero ahora sus
encantamientos ya no estaban. Los elfos de la noche estarían sujetos a enfermedades y a
la vejez. El daño a Nordrassil también complicó la entrada de los druidas al místico Sueño
Esmeralda.
El Archidruida Fandral Staghelm creía tener una solución. Propuso plantar un nuevo Árbol
del Mundo, uno que pudiera restarurar la inmortalidad de los elfos de la noche. Había
intentado algo similar miles de años atrás, cuando plantó un Árbol del Mundo conocido
como Andrassil. Aquello terminó en fracaso, pero Fandral había aprendido de sus errores,
y lo más importante, ahora sentía que tenían que actuar.
Cuando Malfurion no despertó, los otros druidas buscaron su espíritu en el Sueño, pero no
tuvieron éxito. En un principio eso no fue motivo para preocuparse seriamente. Antaño,
136
Durante la ausencia de Malfurion, Fandral Staghelm tomó el control de los druidas del
Círculo Cenarion y los guio a la región costera de Darkshore, en donde se unieron para
plantar un nuevo Árbol del Mundo. Los druidas lo llamaron Teldrassil, o “Corona de la
Tierra”. Se elevó muy alto sobre el océano, su tronco era tan grande que parecía una isla.
Fandral de verdad había aprendido de sus errores al plantar a Vordrassil. Ese nuevo Árbol
del Mundo se erguía resplandeciente, poderoso y, aparentemente, incorrumptible.
Rebosante de esperanza, los elfos de la noche establecieron una ciudad, Darnassus, entre
las imponentes ramas del Árbol del Mundo.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
EL SIERVO DE LA PESADILLA
La corrupción de Teldrassil fue culpa de Fandral Staghelm, pero fue guiado por fuerzas
oscuras. Él había caído bajo el influjo de Xavius.
En la Guerra de los Ancestros, Xavius había fungido como el consejero más confiable de la
Reina Azshara hasta que Malfurion Stormrage lo derrotó. Al igual que muchos otros
cercanos a Azshara, él ahora obedecía la voluntad de los Dioses Antiguos. Xavius, quien
ahora era conocido como el Señor de la Pesadilla, planeó extender la Pesadilla tanto como
pudiera, incluso más allá de los límites del Sueño Esmeralda.
Xavius se había ganado el apoyo de Fandral gracias al dolor del elfo de la noche. El Señor
de la Pesadilla lo hizo creer que su hijo caído, Valstann Staghelm, seguía vivo. Xavius se
valió de una imagen falsa del fallecido elfo para hablar con Fandral, giando sus acciones
y convenciéndolo de infectar el Árbol del Mundo Teldrassil con el toque de la Pesadilla.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
Desde el corazón del Sueño Esmeralda, la Pesadilla alcanzó a Teldrassil. En poco tiempo,
se filtró en la esencia del Árbol del Mundo.
137
Fandral llegó muy lejos para esconder la incipiente oscuridad del resto de los elfos de la
noche. Era muy fácil mantenerlos ocupados. Los sátiros y los saqueadores furbolg creaban
pequeños conflictos en el territorio de los elfos y la Horda había establecido nuevas
naciones al sur de Vallefresno. La facción se había aliado con los elfos de la noche en
contra de la Legión Ardiente durante la Tercera Guerra, pero antes de eso, habían sido
enemigos feroces.
LA FUNDACIÓN DE
DUROTAR
Un gran peso había desaparecido del corazón del Jefe de Guerra Thrall. Él y su pueblo
habían defendido a Azeroth de la Legión Ardiente, su antiguo amo. Los crímenes de la
primera Horda jamás serían borrados, pero las recientes batallas eran la prueba de que los
orcos merecían tener un hogar en ese mundo.
Poco después de la Batalla del Monte Hyjal, Thrall guio a su pueblo a una desolada región
desértica que bordeaba la costa del este de Kalimdor. Él nombró a esa tierra Durotar, en
honor a su padre, Durotan.
Durotar era muy distinta a las praderas de Mulgore. Era un área áspera y, los primeros
años de los orcos ahí estuvieron llenos de dificultades. Thrall consideró esos tiempos
difíciles como una penitencia por el daño que los orcos habían causado décadas atrás en
ese mundo.
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139
El asentamiento de Durotar llamó la atención de Rexxar, un viejo maestro de las bestias
que había invadido Azeroth junto a la primera Horda. Después él había abandonado el
ejército al no estar de acuerdo con lo que se había convertido. Durante años él había
vivido solo, aprendiendo cómo sobrevivir y prosperar en los bosques de Azeroth. La Horda
de Thrall parecía una fuerza de orgullo y honor y Rexxar se unió a los orcos, con cautela,
en su nuevo hogar.
Mientras la Horda construía sus naciones, algunos de sus antiguos aliados en la Tercera
Guerra se movieron más al sur. Los refugiados de la Alianza, liderados por Jaina
Proudmoore, se asentaron en Dustwallow Marsh y establecieron una ciudad marítima
llamada Isla Theramore.
LA FLOTA DE
KUL TIRAS
Aunque la Horda y los humanos de la Isla Theramore mantuvieron la paz durante años,
ésta no duró. Sin embargo, no fueron ni el Jefe de Guerra Thrall ni Jaina Proudmoore
quienes reiniciaron el conflicto.
Una enorme armada naval de la Alianza llegó a las costas de Kalimdor. Ésta era liderada
por el padre de Jaina, el Gran Almirante Daelin Proudmoore. Inmediatamente la flota
lanzó ataques contra los orcos y los asentamientos cercanos de trols. El Almirante
Proudmoore había combatido en la Segunda Guerra e incluso había perdido un hijo a
manos de la Horda. No tenía intención de dejar que las criaturas que estuvieron a punto
de destruir los reinos humanos recuperaran su fuerza. Su meta no era otra que el
exterminio.
Thrall esperaba hacer las paces con los humanos y convencerlos de que su nueva Horda
no era como aquella que había diezmado a los Reinos del Este. Sin embargo, nunca tuvo la
oportunidad de hacer su petición.
140
Ella vio el derramamiento de sangre entre las facciones como una distracción. La Plaga y
otras amenazas todavía estaban en Azeroth. Las razas nobles del mundo necesitaban
unirse en fortaleza para centrarse en sus verdaderos enemigos. Ella había tratado de
convencer a su padre de eso, pero él se había negado a escuchar.
El propio Rexxar asestó un golpe mortal en el Gran Almirante Daelin Proudmoore. Para él
no era nuevo ver cómo los prejuicios y el odio podían oscurecer los corazones de buenos
soldados. Él había visto ese destino caer en muchos miembros de la antigua Horda, por lo
que pidió a Jaina Proudmoore recordar a su padre como el orgulloso guerrero que alguna
vez fue, no la persona en la que se había convertido.
La Horda dejó la ciudad en manos de Jaina después de que todo terminó. Gran parte de
los sobrevivientes de la flota de Daelin partieron de regreso a los Reinos del Este.
141
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Enfurecidos, el pueblo de Kul Tiras se aisló del resto de la Alianza. Pero su rabia no se
enfocó en el Rey Varian Wrynn ni en ningún otro líder de la Alianza. En su lugar,
comenzaron a odiar a Jaina Proudmoore, la hija que había traicionado a su familia.
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LOS RENEGADOS Y LA
HORDA
Al otro lado del mar de Kalimdor, la Reina Sylvanas Windruuner y sus Renegados fueron
rodeados por sus enemigos. A la Cruzada Escarlata no le interesaba que esos no-muertos
hubieran reclamado su libre albedrío del Rey Lich; la secta fanática había jurado
erradicarlos sin importar nada.
Sylvanas buscó a su antiguo pueblo en Quel’Thalas, pidiéndoles asilo. Ella había dado la
vida por protegerlos y esperaba algo a cambio por su sacrificio. Sin embargo, negaron su
petición. Los elfos de sangre temían a los no-muertos y los trataban como monstruos.
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La primera señal de esperanza llegó de un lugar inesperado: los tauren. Un archidruida
llamado Hamuul Runetotem vio más allá del monstruoso exterior de los no-muertos y
creyó que podían ser redimidos y revividos, tal vez no física pero espiritualmente. Él llevó
a los embajadores Renegados a encontrarse con Cairne Bloodhoof, el gran jefe de las
tribus tauren, y Cairne aceptó que los no-muertos debían tener la oportunidad de florecer.
Thrall invitó a Sylvanas Windrunner a Orgrimmar. Él tenia simpatía por sus seguidores
—los orcos también estuvieron corrompidos alguna vez y ese había sido un legado difícil
de superar— pero también reconocía el valor estratégico de los Renegados. Ellos vivían en
las ruinas de Lordaeron. La ciudad sería una invaluable posición estratégica dentro de los
Reinos del Este si la Alianza nuevamente provocaba una guerra.
Pero lo más importante, la Plaga no había sido erradicada; solamente había sido
temporalmente derrotada. La Horda necesitaba cada aliado que pudiera encontrar para
proteger sus tierras del ejército no-muerto del Rey Lich.
Después de mucho pensarlo, Thrall tomó una decisión. Los Renegados fueron aceptados
en la Horda.
LA CAÍDA DE
GNOMEREGAN
25 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
Durante la Tercera Guerra, los salvajes troggs asediaron a los gnomos de Gnomeregan.
Con el tiempo, los gnomos gradualmente comenzaron a perder terreno en su propio
hogar.
El dotado ingenieron Sicco Thermaplugg propuso una solución: bañar las secciones
invadidas de Gnomeregan en una radicación letal. Los gnomos se refugiarían y esperarían
la muerte de los troggs. Era un plan brutal y desesperado, pero parecía que podría
143
funcionar. Eventualmente, el líder de los gnomos el Manitas Mayor Gelbin Mekkatorque,
aceptó el plan. Parecía mejor que esperar que un desastre inevitable acabara con la
ciudad.
En cuestión de días, casi el ochenta por ciento de los gnomos perecieron. Los
sobrevivientes no tuvieron otra opción que evacuar su propia ciudad. Thermaplugg se
quedó atrás, atrapado en el horror que había causado.
Los enanos de Forjaz aceptaron a los refugiados y los gnomos crearon un pequeño hogar
para ellos dentro de la montaña, llamándolo Tinker Town. El futuro de los gnomos era
incierto y hubo opiniones divididas sobre lo que debía hacerse a continuación.
Algunos gnomos dijeron que debían enfocar toda su atención y recursos en reclamar
Gnomeregan tan pronto como fuera posible, pero Mekkatorque no estuvo de acuerdo.
Aunque planeaba volver a la capital eventualmente, creía que los gnomos tenían
obligaciones más apremiantes con la Alianza. La Tercera Guerra había diezmado a la
facción y los aliados gnomos necesitaban toda la ayuda que pudieran obtener para
sobrevivir. Mekkatorque instó a su gente a investigar nuevas tecnologías que pudieran
reforzar a la Alianza.
En su mente, los destinos de la Alianza y los gnomos estaban entrelazados. Si la facción
sucumbía, Gelbin Mekkatorque y su pueblo jamás tendría la oportunidad que requerían
para restaurar Gnomeregan a lo que alguna vez fue.
EL REY PERDIDO
Después de la Tercera Guerra, el equilirio de poder entre los reinos humanos cambió.
Lordaeron estaba en ruinas y las naciones de Gilneas y Kul Tiras se habían aislado. En su
lugar, Ventormenta se alzó como el nuevo bastión de liderazgo y poder militar en la
Alianza. Esto concedió inmensio prestigio e influencia mundial al reino, pero también lo
convirtió en un objetivo.
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Los dragones del vuelo negro todavía deseaban aplastar a los remanentes del poder de la
Alianza en los Reinos del Este, pero querían hacerlo en silencio. Onyxia, disfrazada de una
mujer noble llamada Katrana Prestor, se había jurado debilitar Ventormenta. Se había
enlistado para ayudar a la Hermandad de Defias, un grupo de humanos rebeldes que se
oponían a la nobleza del reino.
Los Defias supieron que el Rey Varian Wrinn navegaría a Theramore en una misión
diplomática. Emboscaron la embarcación, asesinando a todos abordo excepto al rey, y
enviaron a Varian a una isla remota. Onyxia los estaba esperando.
Ella llevó a cabo un ritual oscuro para dividir el espíritu de Varian, despojándolo de todas
las características que le permitirían desafiarla: su fuerza, su determinación y su voluntad
indomable. Ella pretendía destruir esa mitad de Varian, dejando un cascaron moldeable
que parecería ser un rey encantador y regio… pero que le serviría ciegamente como una
marioneta.
Onyxia estaba furiosa porque esa mitad de Varian había escapado, pero sus planes no
habían fracasado del todo. Eventualmente ella volvería a Ventormenta con su rey
marioneta, pero solamente hasta que estuviera segura de que él sería un incuestionable
sirviente.
Ni Bolvar ni Anduin creían que Varian hubiera merto y nunca perdieron la esperanza de
volver a verlo.
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LOS CAMPEONES SE
LEVANTAN
Los problemas del mundo se multiplicaban a una velocidad impresionante.
El armisticio entre la Horda y la Alianza era, como mucho, frágil. Grandes batallas
estallaron gradualmente en locaciones estratégicas como el Valle de Alterac, Grito de
Guerra Gulch y Arathi Basin, acercando a ambas facciones a una guerra sin cuartel.
Las amenazas fuera de la Horda y la Alianza eran de mayor preocupación. En Mulgore, los
tauren lidiaban con bandas invasoras de criaturas primitivas llamadas jabaespinos. En el
Bosque Elwynn, pueblos humanos eran sitiados por ladrones kóbold y animales enfermos.
En Durotar, partidas de guerra de los centauros conspiraban para hacerse cargo de las
tierras periféricas de los orcos. Las crisis parecían interminables. En cada continente, en
cada nación, en cada región, el caos se esparcía, amenazando con volverse una catástrofe.
Lo que la Horda y la Alianza no notaron era que esa explosión de desorden era, en parte,
obra de los Dioses Antiguos. Las entidades avivaban sutilmente las llamas del conflicto
para debilitar a las naciones del mundo. Si nadie lo remediaba, esas pequeñas chispas
podrían esparcirse e iniciar un crepitante fuego salvaje de destrucción.
Conforme pasaron los años, esos campeones extraordinarios serían llamados para hacer
lo imposible. Sin ellos, Azeroth habría sucumbido al mal.
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EL SUFRIMIENTO DE
LOS HIERRO NEGRO
Más de dos siglos atrás, el señor feudal—hechicero del clan enano Hierro Negro, condenó
a su pueblo a la esclavitud cuando invocó a Ragnaros, el Señor del Fuego, de vuelta a
Azeroth. La violenta erupción mató a muchos y formó un volcán que se conoció como la
Montaña Roca Negra. Los Hierro Negro sobrevivientes construyeron un fuerte en sus
profundidades llamada Ciudad Forjatinieblas. Durante generaciones, ellos fueron forzados
a servir a Ragnaros y a sus lugartenientes.
Los clanes enanos Wildhammer y Bronzebeard fueron incapaces de salvar a sus primos
lejanos, aunque tampoco quisieron hacerlo. Los Hierro Negro se habían ganado ese
destino al declarar la guerra contra los otros enanos. Ahora tendrían que atenerse a las
consecuencias.
Cuando Ragnaros ordenó a Dragan preparar a los Hierro Negro para una nueva guerra, el
emperador estaba jubiloso. Siempre había soñado con conquistar a los otros clanes
enanos, no solamente para gobernarlos sino para utilizar su poder combinado y así
liberarse del control del Señor del Fuego.
Su primer acto de agresión fue secuestrar a la Princesa Moira Bronzebeard, la hija del rey
de Forjaz, Magni Bronzebeard. Pretendía usarla como su rehén una vez que la guerra
comenzara. Él creía que Magni haría todo por proteger la vida de su hija y, por lo tanto,
nunca consideraría atacar Montañana Roca Negra si eso suponía ponerla en peligro.
Dargan se sorprendió al darse cuenta de que se había enamorado de ella. Moira era astuta
y tenía una voluntad de hierro, y su predicamento no la intimidaba en lo más mínimo. Los
dos enanos empezaron a conversar mucho acerca de sus esperanzas para el futuro. Moira
era la heredera de Forjaz, sin embargo, su padre jamás había pensado que una mujer
pudiera reinar tan bien como un hombre. Dragan le confesó que él quería liberar a su
pueblo de la esclavitud y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para conseguirlo. En pocos
meses, Moira y Dragan se casaron.
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El Rey Magni no podía creer los rumores acerca de que su hija había aceptado casarse con
el enemigo. Reclutó un grupo encubierto de campeones de la Alianza para infiltrarse en el
fuerte Hierro Negro y rescatar a Moira.
Para sorpresa de los infiltrados de la Alianza, Moira Bronzebeard estaba iracunda. Ella
rechazó su oferta de rescate y les hizo saber que estaba embarazada de Dagran
Thaurissan.
Ella había llegado a creer en el plan de Dagran de liberar a los Hierro Negros y estaba
dispuesta a llevar a cabo su trabajo sin él.
EL NÚCLEO FUNDIDO
Para honrar la memoria de su esposo, Moira Thaurissan hizo a un lado su enojo por su
muerte. El golpe a la Ciudad Shadowforge había dejado a su clan en caos total y, por el
momento, eso era una ventaja. Los lugartenientes de Ragnaros sospechaban de cuan leal
sería la esposa de Dagran Thaurissan al Señor del Fuego, pero estaban demasiado
ocupados tratando de reestablecer el control sobre los Hierro Negros para mantenerla
vigilada.
Ella no desaprovechó esa oportunidad. Moira hizo correr la voz de que los enanos Hierro
Negro estaban siendo forzados a crear un ejército masivo para el Señor del Fuego. La
muerte de Dagran Thaurissan había retrasado la creación de dicho ejército, pero no por
mucho. Ragnaros y sus fuerzas se volverían más fuertes conforme pasara el tiempo. Para
llamar la atención tanto como le fuera posible, Moira se aseguró de que el resto del
mundo supiera que había riquezas y artefactos de poder desconocido escondidos en las
profunidades de la montaña. Ella tenía la esperanza de que algunos héroes aventureros (o
codiciosos) se juntaran para destruir las defensas de Ragnaros y expulsaran al Señor del
Fuego de regreso al Plano Elemental.
Su plan funcionó mejor de lo que esperaba. Antes de que la Alianza o la Horda actuaran,
otra fuerza lo hizo: los Señores del Agua de Hydraxian, seres elementales del agua que
eran los enemigos naturales de los elementales del fuego. Ellos ofrecieron ayuda y
recompensas a cualquiera que reatara a Ragnaros.
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IMAGEN ANTERIOR: MAYORDOMO EXECUTUS GOBERNANDO SOBRE LOS ENANOS HIERRO NEGRO EN
MONTAÑA ROCA NEGRA.
En poco tiempo, los Señores del Agua habían reclutado montones de poderosos
campeones para invadir los dominios de Ragnaros en el corazón de la montaña: Núcleo de
Magma. Cuidadosamente se movilizaron a través del fuerte llameante, atrayendo y
matando a los elementales del fuego.
Conforme caían los defensores de Núcleo de Magma, los campeones utilizaron los regalos
de los Señores del Agua para destruir las runas protectoras de Ragnaros, deshaciéndose
de cualquier barrera entre ellos y el Señor del Fuego.
La fuerza de Ragnaros era legendaria, pero no fue suficiente para acabar con los invasores.
Derrotado, fue expulsado de vuelta al Plano Elemental.
Los enanos Hierro Negro eran libres al fin. Todos los que habían dudado de las intenciones
de Moira rogaron por su perdón. Como la viuda del Emperador Dagran Thaurissan, ella
siempre tendría el derecho de gobernarlos. Ahora, como su liberadora, tendría su lealtad.
Pero su victoria no significaba que todo mejoraría para los Hierro Negro. Ni tampoco
significaba que Moira Thaurissan había olvidado el sueño de conquista de su esposo.
LOS MISTERIOS DE
MARAUDON
Por más de un milenio, las tribus tauren y los centauros habían luchado una guerra atroz,
dejando incontables muertos en ambos bandos. El único descanso había llegado
recientemente. Cuando los tauren se unieron a la Horda, el Jefe de Guerra Thrall se había
asegurado de que sus nuevos aliados estuvieran protegidos. Cualquier centauro que
desafiara sus fronteras se enfrentaba a una lección dolorosa.
Durante años, eso había restringido las hostilidades. Gran parte de los centauros se habían
retirado a la región sin vida de Desolace. Mientras tanto, los tauren estaban ansiosos por
un nuevo futuro brillante en su nuevo hogar, Cima del Trueno.
Sin embargo, la reaparición de los centauros destrozó cualquier esperanza de paz. Las
partidas de guerra arrasaron con las regiones cercanas a Desolace. Thrall llamó a los
héroes emergentes de su facción para hacerse cargo de ese disturbio y terminarlo de una
vez por todas.
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Las fuerzas de la Horda descubrieron rápidamente que las diferentes tribus de centauros
se estaban matando entre ellas tan seguido como si estuvieran atacando a los foráneos.
Cuando investigaron más a fondo, descubrieron a un centauro llamado Warug, un líder de
la tribu Magram.
Warug le dijo a la Horda que Desolace había sido corrompida y que la fuente de esa
corrupción se encontraba en un lugar llamado Maraudon. Era un sitio sagrado para los
centaruos. También era hogar de la elemental de la tierra conocida como la Princesa
Theradras y el espíritu de su compañero fallecido, Zaetar. Las leyendas decían que esos
dos seres habían dado vida a la barbárica raza de los centauros.
La Horda ayudó a reprimir a las otras tribus violentas y entonces sus campeones voltearon
a ver a Maraudon. Viajaron hasta las profundidades de la tumba y derrotaron a todas las
criaturas en su interior, incluyendo a Theradras.
Sin embargo, nadie sabía cuánto tiempo durarían en ese camino de paz.
LAS RUINAS DE LA
MASACRE
La Horda apenas había asentado una crisis en Desolace cuando apareció una nueva fuente
de oscuridad. En las profundidades de los bosques al sur de Feralas, partidas de guerras de
151
los ogros arrasaban campamentos y pueblos, además de acechar a cualquier viajero lo
suficientemente desafortunado para cruzarse en su camino. Los druidas también
percibieron corrupción y podredumbre retorciéndose los bosques.
Después de una serie de escaramuzas por todo Feralas, la Horda supo que la fuente de
ambos problemas estaba en La Masacre, la ciudad élfica alguna vez conocida como
Eldre’Thalas que ahora estaba en ruinas.
Casi quince años antes, un líder ogro conocido como Gordok había llevado a su clan, los
Gordunni, a La Masacre. No solamente habían sobrevivido las secuelas de la Segunda
Guerra, sino que habían prosperado.
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Los Gordunni habían convertido La Masacre en una arena de gladiadores, la cual se volvió
muy popular entre los mercenarios y maleantes del mundo.
Gordok siempre había sido un líder cruel y sin escrúpulos, pero ahora su mente estaba
llena de susurros terribles, instándolo a la locura y la matanza. Él había ordenado a su clan
matar indiscriminadamente a cualquiera que encontraran.
La Horda envió sus tropas a registrar a los Gordunni de La Masacre. Ellos habían esperado
únicamente matar a Gordok y terminar con su reino de locura, pero una vez que llegaron,
descubrieron dos fuentes distintas de corrupción acechando en la ciudad. La primera era
de la Pesadilla Esmeralda. La energía oscura de los Dioses Antiguos había sobrepasado los
límites del Sueño Esmeralda y se manifestaba en el mundo físico. Había sido ese poder el
que llevó a Gordok a la locura y los campeones de la Horda sabían que erradicarlo era la
única manera de salvar Feralas.
152
Horda descubrió que esos elfos habían capturado a un demonio llamado Immol’thar y se
alimentaban de su poder, no tuvieron otra opción que actuar.
Los elfos que quedaron huyeron de La Masacre. Pasaron muchos años deambulando por
los bosques, tratando de librarse del poder demoniaco y volver a sentirse completos.
ASALTO A LA GUARDIA
ALANEGRA
Muy lejos de La Masacre, la incertidumbre reinaba sobre la Montaña Roca Negra.
Ragnaros fue derrotado. Él y sus esbirros elementales habían sido expulsados de vuelta a
las Tierras del Fuego. Los aventureros que habían triunfado volvieron a casa para disfrutar
de las mieles de la victoria, creyendo que los peligros dentro de la Montaña Roca Negra ya
no existían.
Moira Thaurissan no opinaba lo mismo. Su gente había sido liberada de los elementales,
pero ahora estaban expuestos a un nuevo enemigo atemorizante.
Por más de una década, una frágil tregua había prevenido a los esbirros del fuego de
entrar en conflicto con los remanentes de la nidada de Deathwing. Nefarian había
mantenido su presencia oculta, apoyándose en aliados inusuales para proteger su
territorio.
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abierta en contra de lo ejércitos de Orgrimmar, la Horda de Dal’rend había decidido pasar
su tiempo en la fortaleza de la Cumbre de Roca Negra.
A cambio de la lealtad de la verdadera Horda, Nefarian prometió que los poderes del
vuelo negro pelearían contra Thrall y su Horda. Era una promesa vacía. Nefarian no tenía
interés alguno en una insignificante guerra civil pues tenía metas mucho más terroríficas.
Mientras el vuelo negro se avivaba, Moira Thaurissan planeaba salvar a su gente. Ella
sabía que no tenía mucho tiempo. Antes de que Nefarian volcara su poder sobre la región,
sin duda conquistaría la vieja guaria de Ragnaros y acabaría con los Hierro Negro.
Moira estaba impresionada por la ferocidad de los campeones que habían acabado con el
reinado del Señor del Fuego. Una vez más, tenía a su gente enviando información a los
rincones más lejanos de Azeroth, diciéndole al mundo que la Horda de Dal’rend se había
aliado con los dragones del vuelo negro. Sus espías se aseguraron de que esa información
llegara hasta Orgrimmar.
Algunos de los campeones emergentes de la Horda viajaron a los Reinos del Este para
terminar con ese asunto de una vez por todas. Dal’rend se unió personalmente a la
defensa de Roca Negra Spire. Aunque era un poderoso guerrero, los héroes que enfrentó
lo eran todavía más. El autoproclamado líder de la verdadera Horda murió en su fuerte. El
resto de sus seguidores se esparcieron, dejando a los dragones del vuelo negro sin sus
protectores.
Nefarian volcó su ira en los intrusos de la Horda, pero no huyeron. Se abrieron paso a
través de interminables olas de las retorcidas creaciones de Nefarian hasta que él también
cayó a manos de su fuerza y persistencia.
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Los campeones de la Horda tomaron la cabeza de Nefarian como prueba de su victoria y
volvieron a Orgrimmar como héroes conquistadores. Hasta donde los ciudadanos de
Azeroth sabían, el último bastión de poder del Vuelo Negro había sido borrado y jamás
volvería.
DRAGONES DE
PESADILLA
Lejos de las costas del oeste de Kalimdor, Fandral Staghelm batallaba para esconder del
resto de los elfos de la noche la corrupción que se estaba extendiendo en Teldrassil. Sin
embargo, la emergente Pesadilla Esmeralda pronto comenzó a tocar el mundo físico en
diferentes lugares por todo Azeroth.
Los druidas fueron los primeros en reconocer esa creciente amenaza, incluso si sus
orígenes no estaban claros. A regañadientes, Fandral permitió a los miembros del Círculo
Cenarion, incluso aquellos que no eran elfos, a unirse a la batalla en contra de la Pesadilla.
Las investigaciones del Círculo Cenarion los llevaron por todo el mundo. Un sistema de
cavernas subterráneas conocido como la Cueva de los Lamentos se convirtió en uno de los
primeros puntos de conflicto. Después de que una orden de druidas quedara atrapada —y
algunos corrompidos— en las profundidades de la caverna, la Horda montó una misión de
rescate, limpiando las cavernas de la Pesadilla y salvando a muchos de los druidas.
Pero peligros más atermorizantes comenzaron a emerger en otros lugares. Una vieja
amenaza volvía a avivarse.
Más de mil años atrás, Ysera y su vuelo verde había intervenido cuando un grupo de trols
fanáticos —los Atal’ai— habían tratado de invocar a un dios oscuro a Azeroth. Su nombre
era Hakkar, el Loa de la Sangre y su sustento eran los sacrificios vivientes. Los dragones del
vuelo verde habían enterrado el templo de los Atal’ai muy por debajo de las marismas del
Pantano de las Penas y mantuvieron la vigilancia para asegurarse de que jamás volviera a
ser utilizado por el mal.
Pero los dragones verdes estaban siendo afectados sutilmente por la Pesadilla Esmeralda.
Los descendientes de los trols Atal’ai regresaron al Templo Sumergido y encontraron que
sus guardianes estaban desorientados y vulnerables. Tanto la Pesadilla como los trols
155
llevaron a los dragones a las profundidades de la locura y la corrupción. Con el firme
control del templo, los Atal’ai comenzaron sus espantosos rituales para invocar a Hakkar a
Azeroth una vez más.
Un dragón verde llamado Itharius pidió la ayuda del Círculo Cenarion y los druidas
enviaron una tropa de la Alianza a limpiar el templo. Estos campeones mataron a muchos
seguidores de los Atal’ai y pusieron fin a sus rituales, pero los efectos dominó de la
Pesadilla apenas habían comenzado. Los dragones verdes corrompidos emergieron de la
Pesadilla Esmeralda por todo Azeroth. En la locura, asesinaron a cientos de inocentes,
focalizando indiscriminadamente a cualquier criatura viva que estuviera cerca.
Los miembros del Círculo Cenarion estaban afligidos pero decididos. Muy pocos dragones
verdes podrían salvarse. Muchos fueron asesinados. No había otra manera de detener su
desenfreno. El recuerdo de ese día perseguiría a los dragones del vuelo verde durante
muchos años.
Y aún así, a pesar de que los druidas y sus aliados tuvieron éxito, el peligro no había
terminado.
EL LOA DE LA SANGRE
Los trol Zandalari se sorprendieron al saber acerca del intento de invocar a Hakkar. Ellos se
veían a sí mismos como los líderes espirituales y guardianes de toda su raza y creían que el
regreso del Loa de la Sangre anunciaría tiempos oscuros para su gente. Los Zandalari
sintieron un gran alivio al saber que los Atal’ai fueron derrotados en el Templo Sumergido,
pero el alivio pronto se convirtió en horror.
Algunos de los seguidores de Hakkar habían sobrevivido y continuaban con la misión. Ellos
se habían infiltrado discretamente en Zul’Gurub, la capital de los trols Gurubashi y
esclavizaron las mentes de muchos de sus sacerdotes más podereosos. Juntos, los Atal’ai y
sus reacios sirvientes estaban realizando espeluznantes rituales para atraer a Hakkar al
mundo.
No todos los trols de la región cayeron bajo el influjo de los Atal’ai. Algunos lanzaron una
ofensiva para retomar Zul’Gurub, pero terminó en fracaso. Los poderosos trols que
entraron sin temor a la capital jamás regresaron. En su lugar, los Atal’ai también los
capturaron y esclavizaron.
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Los Atal’ai y su líder, Jin’do el Aojador, se volvían más poderosos con el paso de los días.
Los Zandalari estaban conscientes de que no tenían los recursos suficientes para
expulsarlos de Zul’Gurub.
A través de los trols Lanza Negra, los Zandalari pidieron a la Horda actuar de inmediato. Si
los Atal’ai completaban su invocación de Hakkar, sumergiría al mundo en el caos. Thrall
ordenó a una gran fuerza de ataque responder a la amenaza.
La batalla por Zul’Gurub fue costosa y brutal. La Horda cargó hacia la ciudad, atravesando
masad de Atal’ai y sus seguidores esclavizados. Aunque mataron a Jin’do el Aojador, su
muerte llegó demasiado tarde para detener la llegada de Hakkar a Azeroth.
El Loa de la Sangre se manifestó como una fuerza de muerte y locura. Envenenó la sangre
de algunos campeones de la Horda y trató de llevar sus pensamientos hacia la locura
absoluta. Sin embargo, fue el propio poder de Hakkar el que terminó siendo su ruina. Con
desesperación, todos los invasores de la Horda se permitieron ser envenenados y
permitieron que el loa se alimentara de su sangre corrompida.
En su estado frenético, Hakkar prestó poca atención a las tácticas de sus aparentemente
inofensivos enemigos. Sus pensamientos se llenaron con una sobrecogedora urgencia de
consumir sangre. Hakkar se alimentó de su presa hasta hartarse, ignorante del veneno
que fluía por sus venas hasta que fue demasiado tarde. El Loa de la Sangre sucumbió a su
propia magia oscura. Los sobrevivientes se tambalearon fuera de la ahora silenciosa
ciudad de Zul’Gurub, cansados, desgastados pero victoriosos.
LA APARICIÓN DE
C’THUN
La mano de los Dioses Antiguos se sentía en cada rincón importante del mundo, aunque
pocos podían identificar sus orígenes. La propagación de la Pesadilla Esmeralda, por todo
el daño que había causado, era el único síntoma del resurgente poder de los Dioses
Antiguos y era solamente una fracción de lo que podrían ser capaces de hacer si sus
sirvientes los liberaban de sus prisiones.
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Siglos atrás, una fuerza combinada de elgos de la noche y dragones había erigido el Muro
del Escarabajo para retener a los habitantes de Ahn’Qiraj: insectoides despiadados
llamados los silítidos y los qiraji. Ninguno podía pasar el muro, ni volando sobre él, ni
cavando túneles.
Pero Cho’gall no necesitaba pasarlo físicamente. Afuera del muro, él y sus cultores
llevaron a cabo un gran ritual. Su magia se extendió más allá de la barrera, atravesando la
cámara de la prisión en dónde C’Thun estaba encadenado. El influjo de poder destrozó las
cadenas del Dios Antiguo. La liberación de C’Thun llegó a un alto precio para los
seguidores de Cho’gall pues las energías que se desataron por el ritual destruyeron a la
mayoría de los cultores que habían tomado parte. Los pocos que sobrevivieron quedaron
catatónicos, incapaces de hablar o moverse. Cho’´gall los abandonó en el desierto; ya no
le eran útiles.
Una vez que C’Thun estuvo libre de sus ataduras, Cho’gall se marchó. Había otros Dioses
Antiguos encarcelados bajo la superficie de Azeroth. El mago ogro necesitaba alojar sus
ataduras sin importar nada.
Bajo las órdenes de C’Thun, Cho’gall también se dispuso a reclutar a nuevos miembros
para los Martillo Crepuscular, voluntaramente o no. Sus cultores se propagarían en
secreto por todos los rincones de Azeroth. Se infiltrarían en cada ciudad, gremio y facción
como una plaga invisible. Entonces, cuando llegara el momento, los Dioses Antiguos
llamarían al culto a alzarse y anunciar la Hora del Crepúsculo.
Mientras tanto, C’Thun hizo preparativos por su cuenta. Miles de qiraji y silítidos dormían
en Ahn’Qiraj y bajo las arenas de Silithus. Ambas razas eran vestigios del Imperio Negro,
sirvientes leales forjados por la sangre de los Dioses Antiguos.
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LAS PUERTAS DE
AHN’QIRAJ
Los acontecimientos de Ahn’Qiraj no pasaron desapercibidos. Los puestos avanzados de
los druidas cayeron ante los enjambres de silítidos y qiraji. Los gritos de ayuda
desesperados se escuchaban tanto por la Horda como por la Alianza, quienes enviaron
ayuda para defender las tierras. Pronto la verdad del ataque de los insectoides salió a la
luz gracias a los dragones del vuelo bronce.
Anachronos, el dragón que había peleado con los qiraji siglos atrás, percibió el despertar
de C’Thun. No cabía duda de que el Dios Antiguo podía ser el único en empezar una
guerra contra Azeroth, pero esto no era más que un fragmento del potencial de C’Thun.
El Dios Antiguo estuvo encerrado por demasiado tiempo y necesitaba tiempo para reunir
todo su poder. Una vez que lo hizo, Anachronos no podía creer que ningún ejército fuera
capaz de detener a la entidad.
Juntos, los héroes de Azeroth hicieron frente a las olas de qiraji y silítidos. Pero los
insectoides parecían contar con efectivos interminables; eventualmente ellos ganarían la
guerra por desgaste. La única esperanza de victoria para la Horda y la Alianza era asaltar
directo al corazón de Ahn’Qiraj y desafiar directamente al Dios Antiguo.
Nadie sabía si era posible derrotar a C’Thun pero no tenían otra opción, y no faltaban
voluntarios.
El Muro del Escarabajo que rodeaba Ahn’Qiraj era impenetrable, y el único instrumento
capaz de abrirlo había sido destruido y sus piezas dispersadas por todo el mundo. Los
campeones de Azeroth recorrieron los continentes en busca de los fragmentos de ese
artefacto, el Cetro del Mar de Dunas. Reunieron los fragmentos hasta que finalmente fue
ensamblado.
Varok Saurfang marchó con sus ejércitos a las puertas de Ahn’Qiraj y ordenó que usaran el
cetro.
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Las puertas se abrieron de golpe. Fue como si un dique reventara: una oleada
interminable de silítidos y qiraji se abalanzó sobre las tropas de Azeroth. Incontables
héroes cayeron ante los insectoides ese día, pero la línea no claudicó y no se rompió. El
tamaño del ejército de C’Thun había sido igualado y cuando cayeron, el camino hacia
Ahn’Qiraj finalmente se abrió.
Varok no perdió tiempo. No tenía intenciones de dejar que el Dios Antiguo recuperara sus
fuerzas y engendrara un nuevo ejército. Ordenó un ataque doble sobre las tropas de
C’Thun. El primer ataque tenía como objetivo las ruinas de Ahn’Qiraj, hogar de la mayoría
de los qiraji. Varok sabía que los insectoides no mostrarían piedad, así que envió a sus
mejores campeones de la Horda a la batalla, creyendo que solamente ellos podrían
soportar una batalla tan brutal.
Mientras la Horda mantenía la línea en contra de los qiraji, la Alianza atacaría las
profunidades de Ahn’Qiraj. Ellos no enfrentarían enjambres de insectoides, pero lucharían
contra los esbirros más poderosos de C’Thun… y entonces enfrentarían al Dios Antiguo.
Y, sin embargo, ellos tuvieron éxito. Gracias a espadas, escudos y magia, un Dios Antiguo
fue derrotado.
El triunfo de los defensores de Azeroth era una advertencia para el resto de los Dioses
Antiguos: cuando los mortales unían fuerzas, se volvían lo suficientemente fuertes para
derrotarlos.
ASHBRINGER
Lejos de Silithus, la Plaga continuaba asolando el reino caído de Lordaeron. Las tóxicas
Tierras de la Peste se veían anegadas por los no-muertos, los venenos mortales y los
espíritus vengativos de aquellos reclamados por los recientes años de violencia.
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Uno de los nuevos reclutas de Alba Argenta era Darion Mograine, el hijo más pequeño del
fallecido Alexandros Mograine. La muerte de su padre había afectado profundamente a
Darion pues la Plaga no fue quien segó la vida de Alexandros, si no su propia sangre.
Contra todo pronóstico, recuperó a Ashbringer, el arma sagrada que se había ganado el
reconocimiento de su padre por esas tierras. Después de la muerte de Alexandros, la hoja
había sido corrompida para la causa del Rey Lich. Darion podía escuchar a alguien
hablándole a través de Ashbringer, y para su sorpresa, no era otro que su padre. Su
espíritu estaba atrapado dentro del arma y buscaba desesperadamente una forma de
escapar.
Darion obedeció los deseos de su padre y buscó a Renault Mograine. Cuando los dos
hermanos se enfrentaron, el espíritu de Alexandros emergió de Ashbringers y decapitó a
Renault en un acto de justicia. Pero cualquier satisfacción que Alexandros Mograine sintió
no lo liberó de su maldición pue seguía atrapado.
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Finalmente, Darion pidió ayuda a Tirion Fordring, un viejo héroe de guerra que vivía en el
exilio. Tirion sabía del legado de Ashbringer y comprobó con gran pesar que había sido
corrompida. Sin embargo, no existía una forma fácil de purificarla. La única manera de
terminar con la maldición y liberar el alma atrapada en ella era llevar a cabo un acto de
compasión más grande que la traición que profanó el arma.
Darion casi cayó presa de la desesperación al ser incapaz de entender lo que Tirion quería
decir. Volvió con los Alba Argenta y se les unió en la Capilla de la Esperanza de la Luz, en
las Tierras de la Peste. Un ejército de la Plaga estaba montando una ofensiva en contra del
sitio sagrado. A pesar de que los Alba Argenta eran irremediablemente superados por
número, Darion se mantuvo firme en el frente.
La Batalla por la Capilla de la Esperanza de la Luz era un intento desesperado. Si los Alba
Argenta fallaban, la Plaga reclamaría ese suelo consagrado y a todas las piadosas almas
que descansaban ahí.
Y si Darion pudiera liberarlo, entonces tal vez Alexandros Mograine podría salvar a los
Alba Argenta de la aniquilación.
Darion tomó a la corrompida Ashbringer y se empaló con ella. Ese acto desinteresado hizo
más que liberar a su padre. Las almas enterradas bajo la capilla también despertaron.
Junto con Alexandros, su furia vengativa derrotó al ejército invasor de la Plaga.
La Capilla de la Esperanza de la Luz fue salvada, pero muchos habían caído. Algunos,
Darion incluido, fueron recuperados por la Plaga; a pesar de que salvó el alma de su
padre, él había condenado la propia.
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LA SOMBRA DE LA
NECRÓPOLIS
La derrota de la Plaga en la Capilla de la Esperanza de la Luz no preocupó al Rey Lich. Sus
agentes habían estado observando a la Horda y a la Alianza. Los conflictos recientes en
Ahn’Qiraj y otras partes del mundo habían debilitado a ambas facciones. Aunque gran
parte de sus ejércitos seguía en Rasganorte, él creía que tenía una oportunidad de
fortalecer su posición en Kalimdor y los Reinos del Este.
Sin previo aviso, el Rey Lich envió sus necrópolis al ataque. Las fortalezas flotantes
aparecieron sobre varias regiones de Azeroth y aterrorizaron a la población local.
El Alba Argenta hizo saber a todo el mundo que el centro de poder de la Plaga se
encontraba en Naxxramas, el sitio mejor defendido de toda la necrópolis. Hogar del
exánime Kel’Thuzad y otros poderosos no-muertos, flotaba sobre las Tierras de la Peste.
Bolvar Fordragon reclutó héroes de la Alianza para asaltar Naxxramas. Las retorcidas
criaturas que rondaban la necrópolis paracían ser casi invencibles. Los campeones de la
Alianza enfrentaron abominaciones de la plaga, a una monstruosa vermis de escarcha y
los caballeros de la muerte más poderosos de la Plaga. Finalmente, confrontaron a
Kel’Thuzad y el exánime desató todo su poder sobre ellos.
Pero al final, Kel’Thuzad cayó. La Alianza había tenido éxito deteniendo la fugaz invasión
de la Plaga. Aunque no pudieron destruir Naxxramas, nadie se atrevió a quedarse dentro
de la fortaleza que pronto volvió a Rasganorte.
Con su último aliento, Kel’Thuzad prometió que regresaría más fuerte que nunca. Sus
palabras no fueron en vano.
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EL TIEMPO SE
DESMORONA
Hace diez mil años, un grupo de mortales se unió a los poderosos Dioses Salvajes para
resistir la invasión de la Legión Ardiente. Fue una guerra larga y cruenta, repleta de
victorias increíbles, traiciones sorprendentes y sacrificios desgarradores.
Para criaturas como los dragones del vuelo bronce que era capaces de navegar por las
sendas en el tiempo, ese gran periodo histórico llamó mucho su atención. Era común para
ellos observar tranquilamente y a detalle la Guerra de los Ancestros, pues siempre parecía
haber nuevos actos heróicos que presenciar.
Pero conforme los dragones bronce estudiaban la Guerra de los Ancestros, descubrían que
algunas partes de la historia estaban cambiando. Al principio, esas anomalías fueron
sutiles, pero fueron volviéndose más drásticas, llegando al punto en el que la Legión
Ardiente pareció haber ganado la guerra. Nozdormu, el Aspecto del Tiempo, no era capaz
de saber qué fuerza estaba corrompiendo las sendas en el tiempo y eso lo alarmaba.
Al no poder discernir qué estaba alterando la historia desde fuera, Nozdormu envió a tres
héroes al pasado para asegurarse de que los eventos transcurrieran de forma correcta.
Ellos fueron el mago humano Rhonin, el dragón rojo Korialstrasz y Broxigar, un orco
veterano de la Primera, Segunda y Tercera Guerras.
Él murió en Argus, la cumbre del poder de la Legión, mientras retaba al propio Sargeras.
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Una vez que sucede un evento, no puede cambiarse. Estos eventos y elecciones, hechas por
todas las criaturas y fuerzas en el cosmos, se unen como un río, compartiendo la misma
realidad. Las distintas elecciones y las distintas posibilidades giran naturalmente
alrededor del río del tiempo como pequeños arroyos y estuarios, bajando y fluyendo por un
rato. Si esas sombras de lo que pudo haber sido no se tocan, eventualmente se disiparán
hacia la nada. Si se hacen esfuerzos para preservarlas (o alterarlas), podrían entonces
mantenerse indefinidamente en la existencia. Incluso pueden voler a alimentar el río
principal; criaturas muertas pueden aparentemente “volver a vivir” y el pasado (o futuro)
podría volver a perseguirte literalmente. Ese no es un fenómeno natural y los habitantes de
la senda en el tiempo principal encontrarán que esas experiencias son alarmantes.
Pero la única senda en el tiempo que tiene un efecto permanente en el cosmos es la senda
en el tiempo principal. Las criaturas como los dragones de bronce, que tienen jurisdicción
sobre la magia temporal, pueden ver las incontables hebras de universos alternos y líneas
temporales, e incluso pueden moverse de un lado a otro por todo el afluente para observar
el pasado y el futuro.
Si ese río principal colapsara, podría esparcir desastre y condena. Toda la vida en Azeroth
depende de que el tiempo siempre fluya hacia delante. Sin la seguridad de que el sol saldrá
y se pondrá cada día, las estaciones no existirían, el ciclo de la vida se convertiría en algo
insignificanete y todos los seres vivos eventualmente morirían al no ser capaces de
mantenerse por sí mismos. Evitar que eso suceda es la misión más importante de los
dragones del vuelo bronce.
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CAPÍTULO V
LA CRUZADA
ARDIENTE
EL SEÑOR DE
TERRALLENDE
Años antes del asalto a Núcleo de Magma y Ahn’Qiraj, el conflicto nació en el reino
quebrado de Terrallende.
La campaña fallida de Illidan Stormrage en contra del Rey Lich había llegado a un precio
alto. Él había huído de Rasganorte, herido y humillado, con gran parte de su ejército roto y
ensangrentado. Su derrota también había atraído la ira de Kil’jaeden. El señor demoniaco
no le daría otra oportunidad para probar su valía.
Pero Illidan no la necesitaba. El tiempo de fingir lealtad a la Legión había llegado a su fin.
El momento de su verdadera guerra había llegado.
Illidan asumió que Kil’jaeden lanzaría un ataque a Terrallende pronto, por lo que reforzó
sus defensas. Para restablecer su ejército, transfirió al capturado Señor del Foso
Magtheridon, a la Ciudadela del Fuego Infernal, antigua capital de la vieja Horda. Los
sirvientes de Illidan aseguraron al demonio con ataduras encantadas dentro del fuerte.
Extrajeron la sangre de Magtheridon de sus venas e imbuyeron a cientos de orcos con ella,
transformándolos en despiadados soldados bélicos.
Antaño, Marisma de Zangar fue un vasto mar, pero la destrucción de Draenor lo había
convertido en una región pantanosa atestada de islas y canales. La región albergaba todo
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Sin embargo, los Tábidos no fueron tan afortunados. En años recientes, algunas de las
retorcidas criaturas habían hecho las paces con los draenei y trabajaban en conjunto. No
obstante, muchas tribus de Tábidos deambulaban aisladas por la espesura. Lady Vashj
rastreó a esos grupos y esclavizó a muchos de ellos como mano de obra para forjar la
Reserva Colmillo Torcido en el corazón de Marisma de Zangar. La masiva fortaleza
albergaba una compleja red de maquinarias diseñadas para extraer agua del pantano.
Desde el Templo Oscuro, Illidan Stormrage supervisaba esas actividades. Gran parte de
ese reino destrozado había caído bajo su influencia, si no bajo su control directo.
Terrallende era su dominio.
Con sus defensas en orden, enfocó su atención en moldear una nueva arma para atacar a
la Legión. Años atrás, él había envisionado crear guerreros a su imagen, elfos
empoderados por energía demoniaca. Una fuerza bélica unida por su necesidad de
venganza, dispuesta a sacrificarlo todo para destruir a la Legión.
LOS CAZADORES DE
DEMONIOS
Illidan Stormrage fojó a sus cazadores de demonios usando a elfos de sangre y elfos de la
noche que llegaron de todos lugares del mundo. Eran hijos, hihas, madres y padres.
Algunos estaban familiarizados con las artes de la guerra, otros simplemente eran
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artesanos. La única cosa que tenían en común era el odio que quemaba sus almas. Todos
habían perdido a alguien a manos de la Legión. Y todos estaban consumidos por esa sed
de venganza.
Illidan entrenó a esos elfos en el interior del Templo Oscuro, pero mantuvo su existencia
en secreto del resto de sus aliados. Incluso Kael’thas Sunstrider, líder de los elfos de
sangre, solamente sabía rumores acerca de lo que sucedía. Las historias que sí alcanzaron
sus oídos eran demasiado macabras y sobrenaturales para creer.
La verdad era aún más inquietante. Illidan no dio cuartel a sus cazadores de demonios
durante su entrenamiento. Él no podía permitir debilidad en aquellos que estaría a su lado
contra la Legión. Forzó a cada uno de sus sirvientes a comer la carne de un demonio y unir
su espíritu con el de la criatura. Esto concedió gran poder a los elfos además de visiones
de la verdadera naturaleza de la Legión. Lo que vieron fue tan impactante, tan terrorífico
que se sacaron los ojos.
Comer carne de demonio también imbuyó a los aprendices con energía vil. Los elfos se
transformaron y les nacieron cuernos y alas muy parecidas a las de Illidan. Desde ese
momento, cada cazador de demonio lucharía una batalla interna contra el monstruo que
acechaba en su alma. Los espíritus de los demonios dentro de ellos murmuraban
constantemente en sus mentes, instándolos a dar la espalda a Illidan y unirse a la Legión.
Haciendo uso de los portales que permanecían abiertos en Draenor, Illidan y sus sirvientes
llegaron a mundos controlados por la Legión y saciaron su sed de venganza con sangre de
demonio.
Para Illidan, esas operaciones no eran más que una simple antesala de lo que estaba por
venir. No era suficiente para él destruir a los agentes de la Legión; necesitaba destruir sus
mundos. El objetivo principal de Illidan era el centro neurálgico de la Legión y hogar de
Kil’jaeden y muchos otros comandantes de alto rango: Argus. Debido a su localización en
el Vacío Abisal, cualquier demonio que Illidan matara no volvería jamás.
Destruir un mundo entero no estaba lejos del alcance de Illidan Stormrage. Él había
estudiado el destino de Draenor y había aprendido cómo el incontrolable hechizo de
Ner’zhul había destrozado el mundo. Illidan haría lo mismo con Argus, pero primero debía
hallarlo.
Él tenía conocimiento de un solo lugar en donde encontraría pistas: Nathreza, hogar de los
señores del terror y repositorio del conocimiento arcano y prohibido de la Legión. No
obstante, a Illidan le tomaría algo de tiempo preparar el asalto.
172
RED DE MENTIRAS
Kil’jaeden había juzgado mal a Illidan Stormrage. Él había considerado al antiguo elfo de la
noche como poco más que una peste problemática, pero ya no era el caso. Illidan había
forjado un ejército de guerreros imbuídos en vileza. Él había encontrado una forma de
atacar a los mundos controlados por la Legión.
Kil’jaeden sabía que eso era únicamente el comienzo. Illidan era impredecible y reservado,
pero sus verdaeros motivos ahora estaban claros: buscaba destruir a la Legión. Kil’jaeden
especuló que incluso podría atacar Argus directamente. Las únicas interrogantes eran
cuándo y cómo.
Kil’jaeden temía que Illidan lanzara nuevos ataques contra la Legión antes de que Kruul y
sus tropas se movilizaran. Esperar a que eso sucediera no era una opción. Kil’jaeden
necesitaba otra arma y la encontró entre sus enemigos.
La obsesión de Illidan por combatir a la Legión era su más grande debilidad. En su fervor,
había aceptado la magia vil y había alienado a los pueblos de Azeroth. Ellos no distinguían
entre él y la Legión, lo veían como a un monstruo. Si la Horda y la Alianza descubrián que
se había hecho con el control de Terrallende y había construido un ejército —con sangre
demoniaca alimentado a gran parte de ellos —lo detendrían. Lo único que las naciones de
Azeroth necesitaban para movilizar sus tropas en contra de Illidan era un empujón en la
dirección correcta y Kil’jaeden se los proporcionaría.
Mientras ese plan se formaba en su mente, Kil’jaeden vio otra oportunidad. Si pudiera
manipular a la Horda y a la Alianza para que destinaran una gran cantidad de recursos
hacia Terrallende, eso dejaría a Azeroth vulnerable a una invasión de la Legión.
Kil’jaeden lideraría personalmente ese ataque. Los fracasos del Rey Lich e incluso de
Archimonde le habían demostrado que no podía confiar en nadie más para asegurar
Azeroth. Sin embargo, necesitaba un poderoso portal para entrar a ese mundo. Durante la
Tercera Guerra, la Legión había intentado asediar el segundo Pozo de la Eternidad en el
Monte Hyjal para formar dicho portal. El asalto había fallado y la fuente de magia ahora
estaba bajo resguardo de los elfos de la noche. Enviar un segundo ataque en contra de
173
Hyjal atraería demasiado la atención. No obstante, existía una alternativa: la Fuente del
Sol.
Después de la Tercera Guerra, lo que quedó del ejército de la Legión se había esparcido
por Azeroth. Kil’jaeden había utilizado a estos sobrevivientes para espiar a las naciones del
mundo. A través de uno de sus agentes, el señor demoniaco supo de una fuente de poder
en algún lugar en las profundidades de Quel’Thalas. Sus sirvientes más astutos asumieron
las formas de elfos de sangre y se infiltraron en el cícrulo interno del reino. Pronto
escucharon acerca de la existencia de Anveena Teague, un avatar que contenía la energía
perdida de la Fuente del Sol.
LA RESPONSABILIDAD
DEL LIDERAZGO
Illidan Stormrage le había enseñado al Príncipe Kael’thas Sunstrider y a su gente cómo
extraer energía de artefactos, criaturas y del entorno para satisfacer su sed de magia. Sin
embargo, esos métodos tan solo dejaban al príncipe y a los suyos queriendo más.
Desesperados por encontrar una fuente de poder más satisfactoria, Kael’thas se fijó en la
magia vil. El príncipe sabía de los peligros de consumir esa caótica energía, pero creía que
podía controlarse. Hasta ahora, él había confirmado la existencia de los cazadores de
demonios y los había visto usar la magia vil sin caer bajo el influjo de la Legión. Si ellos
174
podían utilizar ese poder a su voluntad, entonces Kael’thas pensó que también podría
hacerlo.
Kael’thas convenció a Illidan para que le mostrara como alimentarse de energías viles. El
príncipe procedió con cautela, solamente extrayendo pequeñas porciones de magia. En
poco tiempo, se volvió completamente adicto a ella. Mientras más se alimentaba de
energía oscura, más devoraba su cuerpo, mente y alma. Su dependencia a la magia vil
fragmentó los lazos entre él y su gente. Aunque él estaba desesperado por salvar a los
elfos de sangre, en secreto se volvió paranoico. Estaba convencido de que lo veían como
un fracaso.
Las emociones con las que lidiaba el príncipe lo hicieron impredecible. En ocasiones era un
príncipe de buen corazón, pero otras atacaba a sus seguidores con súbita e inexplicable
furia.
Kil’jaeden se dio cuenta de que no sería fácil manipular al príncipe por lo que actuó con
cautela. Kael’thas estaba al tanto del papel de la Legión en la formación de la Plaga. Él
sabía que los demonios eran responsables de la destrucción de Quel’Thalas y la corrupción
de la Fuente del Sol.
Kil’jaeden susurró en la mente del príncipe y aseguró que Illidan estaba reteniendo los
verdaderos secretos del uso de la magia vil. El antiguo elfo de la noche solamente había
compartido una manera de extraer las caóticas energías. Los cazadores de demonios
habían hecho uso de esas técnicas más refinadas y eso los había hecho tan poderosos. La
razón por la que Illidan no compartió ese conocimiento con Kael’thas era simple: él no
creía que el príncipe y su gente eran dignos. El antiguo elfo de la noche los veía como
herramientas que sacrificar en su guerra contra la Legión. Nada más.
El príncipe rechazó la oferta del señor demoniaco, pero Kil’jaeden continuó con sus sutiles
propuestas. En los días siguientes, sus palabras ahondaron en la maltrecha mente de
Kael’thas Sunstrider, erosionando su confiaza en Illidan Stormrage.
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LUZ EN LA OSCURIDAD
El constante arribo de las fuerzas de la Legión a Terrallende llamó la atención de criaturas
por todo el reino. Nadie estaba más preocupado que Velen, el líder de los draenei. La
Legión siempre había tenido presencia en Terrallende, pero los demonios ahora la
invadían a mayor escala.
Durante más de una década, Velen había hecho todo lo posible para mantener a los
draenei escondidos en asentamientos esparcidos por todo Terrallende. A pesar de sus
esfuerzos, temía que los demonios pudieran descubrirlos. Temía que terminaran lo que
empezaron todos esos años atrás y matar a los draenei que quedaban.
Velen no era el único que había buscado la ayuda de los naaru. El Archimago Khadgar
había permanecido en Terrallende desde la destrucción del Portal Oscuro, sobreviviendo
apenas junto con otros miembros de los Hijos de Lothar. Con el tiempo, él había hecho
uso de su magia para escudriñar el Vacío Abisal en busca de aliados para combatir a la
Legión. Junto a las plegarias de Velen, la presencia de Khadgar fue percibida por los naaru
del Ejército de la Luz.
Los naaru A’dal, M’uru y O’ros se ofrecieron de voluntarios para asistir a los pueblos de
Terrallende. A bordo de una fortaleza dimensional conocida como el Castillo de la
Tempestad, esos seres atravesaron las estrellas y aterrizaron en un extraño rincón del
mundo destrozado conocido como la Tormenta Abisal.
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criaturas estaban divididas, pero no tenían que estarlo. Todas buscaban protegerse de la
Legión.
A’dal buscó un lugar para movilizar a las facciones de Terrallende y organizarlos en una
fuerza de defensa. Los naaru escogieron la Ciudad de Shattrath después de percibir los
rituales sagrados que se llevaban a cabo ahí. Una orden de sacerdotes draenei, los Aldor,
se habían asentado en un templo en las ruinas de una fortaleza y habían continuado con
su adoración a la Luz Sagrada.
Los Aldor recibieron a A’dal con los brazos abiertos y juraron cumplir con sus designios.
Pronto, otras criaturas llegaron a Shattrath. Atraídos por el poder sagrado de A’dal,
viajaron desde los rincones más alejados de Terrallende. Velen solamente llevó a un
puñado de seguidores a la ciudad, temiendo que fuera una trampa de la Legión, pero se
sintió aliviado al descubrir la verdad, sus plegarias habían sido escuchadas.
El consejo del naaru fue bien recibido por todos. Al igual que los draenei, Khadgar y sus
seguidores estaban cansados de las adversidades. Ellos no estaban ansiosos de hacer
enemistades. Bajo la guía de A’dal, las fuerzas de la Alianza y los draenei comenzaron a
reconstruir Shattrath como una luz de esperanza que un día brillaría por todo Terrallende.
LOS ARÚSPICES
Los draenei y los Hijos de Lothar no eran las únicas facciones que notaron la llegada del
naaru. También lo hizo Illidan Stormrage. Él vio el resurgimiento de Shattrath como una
amenaza potencial a su guerra con la Legión. Si los naaru reunían fuerza suficiente, serían
capaces de movilizarse en contra de las posiciones de Illidan y retomarían el control
Terrallende.
Illidan decidió atacar mientras Shattrath todavía estaba débil. Ordenó a Kael’thas
Sunstrider enviar a sus elfos de sangre a la ciudad y tomarla por la fuerza.
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Kael’thas pidió que los cazadores de demonios se unieran al asalto, pero Illidan se negó.
Ellos tenían otro propósito, aunque se mantuvo en silencio acerca de lo que era.
Sin embargo, el ataque a Shattrath terminaría antes de que se derramara una sola gota de
sangre.
Camino a Shattrath, Voren’thal tuvo una visión. Él vio un destello del futuro, una época en
la que su pueblo se levantaría a su antigua gloria y vivirían libres de adicción y
desesperación. En el corazón de esa visión se encontraba un naaru. Su Luz Sagraba
irradiaba por todo Quel’Thalas y calmaba el tormento en el alma de cada elfo de sangre
que tocaba.
Voren’thal cambió para siempre gracias a lo que vio. Le habló a sus seguidores acerca de
su visión y los convenció de que los naaru eran, de algún modo, la clave para salvar a su
pueblo. Los elfos de sangre aceptaron el futuro optimista de Voren’thal. No era una
decisión difícil para ellos. Habían enfrentado dificultad tras dificultad en Terrallende. Los
elfos estaban desesperados por un nuevo camino que seguir, incluso uno basado en una
visión efímera.
Al llegar a Shattrath, Voren’thal y su ejército dejaron las armas y juraron lealtad a A’dal.
Esos elfos de sangre recién llegados se conocerían como los Arúspices.
Kael’thas estaba furioso pues su ejército lo había abandonado para seguir al naaru.
Públicamente, condenó ese acto como traición y un ataque en su autoridad como
príncipe. En privado, vio la deserción de Voren’thal como evidencia de su propio fracaso.
El incidente abrió aun más la brecha entre Kael’thas e Illidan. El príncipe ordenó que el
antiguo elfo de la noche tomara represalias contra los naaru, pero nada sucedió. Illidan
estaba tan enfocado en sus cazadores de demonios que le prestó poca atención al ejército
de Voren’thal. Eso solamente le probó a Kael’thas que las palabras de Kil’jaeden habían
sido ciertas: a Illidan no le interesaba el príncipe ni su gente.
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Kael’thas no permitiría que Illidan sacrificara a sus elfos de sangre como si fueran peones.
Perdió toda la fe en el antiguo elfo de la noche y buscó a Kil’jaeden como un nuevo
benefactor. Una pequeña parte de Kael’thas sabía que no debía confiar en la Legión,
especialmente luego de lo que le había hecho a su reino. Pero no pudo resistir la tentación
de la magia vil. El prospecto de encontrar nuevas formas de alimentarse de la energía
oscura dominaba sus pensamientos y hacía que todo lo demás pasara a segundo término.
Con muy pocas dudas, Kael’thas hizo un pacto con el señor demoniaco y accedió a
abandonar a Illidan Stormrage. A cambio, Kil’jaeden garantizó al príncipe lo que más
quería: más conocimiento acerca del uso de la magia vil.
LOS CABALLEROS DE
SANGRE
Mientras Illidan Stormrage estaba enfocado en sus cazadores de demonios, Kael’thas
Sunstrider y gran parte de sus seguidores abandonaron discretamente el Templo Oscuro.
El príncipe prometió que volvería, pero era mentira. Buscó un rincón distante de
Terrallende conocido como la Tormenta Abisal en donde estableció su nueva base. Más
tarde, Illidan se daría cuentaque Kael’thas no tenía intenciones de volver al Templo
Oscuro.
Kael’thas había ido antes a la Tormenta Abisal tratando de hacerse con las energías
latentes que permeaban la región. Pero incluso para un hechicero tan talentoso como
Kael’thas, había sido una tarea imposible. Las magias del Vacío Abisal eran caóticas y
efímeras y los esfuerzos del príncipe habían resultado en poco más que frustración.
Sin embargo, eso fue antes de la llegada del Castillo de la Tempestad. Tenía tecnologías
más allá de cualquier cosa que hubiera visto en Azeroth.
Kael’thas sabía poco de los trabajos internos del Castillo de la Tempestad, pero creía que
podría configurar la maquinaria para capturar la magia errante de la región y alimentarse
de ella. Él y su pequeño ejército de elfos usaron su recién adquirido poder sobre la energía
fel para infiltrarse en la fortaleza y sobrepasar sus defensas. Los naaru en su interior no
tenían oportunidad alguna contra los invasores. O’ros usó su magia para evitar que los
elfos entraran a su ala de la fortaleza, una estructura con forma de satélite en el Castillo
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de la Tempestad conocida como el Exodar. M’uru sufrió un destino diferente. Cayó bajo el
control de los elfos de sangre.
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ANVEENA TEAGUE
Gracias a sus agentes demoniacos en Quel’Thalas, Kil’jaeden supo que Kael’thas
Sunstrider no tenía conocimiento de la existencia de Anveena Teague. Únicamente el
regente del reino, Lord Lor’themar Theron y un puñado de otros estaban conscientes de su
presencia y de lo que era realmente. Ellos mantuvieron la información en secreto de
Kael’thas. Lor’themar y sus seguidores entendían que el príncipe estaba desesperado por
salvar a los elfos y temían que, si sabía acerca de Anveena, podría actuar sin considerar
las consecuencias. Los elfos no sabían qué pasaría si el poder del avatar se imbuía en la
Fuente del Sol. Quel’Thalas ya era una nación herida y otro desastre podría destruirla
para siempre.
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preocupaciones y algunos pasaron meses experimentando con M’uru. Eventualmente
aprendieron como extraer la energía del naaru por la fuerza y apropiarse de su Luz.
Pero a través de M’uru, Liadrin y los suyos encontraron una manera de llamar a la Luz
Sagrada. Ellos usarían las energías del naaru a su voluntad.
Liadrin fue la primera en deleitarse con las energías de M’uru. Ella y aquellos que seguían
sus pasos forjaron una nueva orden de elfos paladines conocida como los Caballeros de
Sangre.
LOS ETÉREOS
Junto con M’uru, Kael’thas Sunstrider envió otra fuente de poder a Quel’Thalas. Él y sus
elfos de sangre habían descubierto como aprovechar las tecnologías del Castillo de la
Tempestad para extraer magia del Vacío Abisal. Desmantelaron paretes de la fortaleza y
construyeron una serie de artefactos llamados forjas de maná. Los elfos colocaron esas
máquinas arcanas por toda la Tormenta Abisal. Las forjas recolectaban la magia del Vacío
Abisal y la almacenaban en contenedores de maná encantados con los que se alimentaban
los elfos de sangre.
Con el tiempo, las forjas de maná debilitaron la tela de la realidad en la Tormenta Abisal.
Esto atrajo a misteriosos etéreos, una raza de científicos dotados y de magi que
originalmente moraban en el mundo de K’aresh. En su búsqueda por el conocimiento y las
teconologías arcanas, se habían condenado y a su hogar: los K’areshi habían abierto una
recha hacia el Vacío y atrajeron la ira de un ser conocido como Dimensius el Devoratodo.
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funcionaron parcialmente. Su magia había bloqueado el poder sombrío de Dimensius,
pero la energía arcana pura había destrozado sus cuerpos físicos. Todo lo que quedó
fueron sus almas cargadas de magia. Desde ese día en adelante, esas criaturas incorpóreas
se llamaron a sí mismos etéreos.
Esas facciones veían Terrallende como un reino en dónde podrían alcanzar sus intereses.
Los mercantes esperaban encontrar comercio y descubrir nuevas riquezas, mientras que
los etéreos más belicosos buscaban nuevas armas para pelear su guerra contra el Vacío.
EL ASALTO A
NATHREZA
Mientras Kael’thas Sunstrider se asentaba en la Tormenta Abisal, Illidan Stormrage
continuó sus ataques contra la Legión. Su obsesión con los cazadores de demonios no
tardó en apartar a otro aliado: Akama.
Akama se había unido a Illidan con la esperanza de que los Tábidos asumirían el control
del Templo Oscuro, un sitio que él y su gente consideraban suelo sagrado. Eso todavía no
había ocurrido y no tenía la certeza de que fuese a ocurrir algún día. Illidan era un líder
reservado y despiadado. Había aceptado abiertamente la magia vil al igual que los
misteriosos cazadores de demonios que vivían bajo su sombra. Illidan no difería mucho
del antiguo señor del Templo Oscuro, Magtheridon.
La desconfianza de Akama hacia Illidan lo orilló a buscar nuevos aliados que pudiera
liberar al Templo Oscuro del mal. Entre todos, la principal era Maiev Shadowsong.
Maiev y sus Vigilantes se habían quedado en Terrallende, construyendo sus tropas para
otro ataque contra Illidan. Habían enfrentado muchas dificultades en el reino destrozado,
pero Maiev les daba poco descanso.
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Su obsesión por cazar a Illidan nublaba su juicio y la empujaba a extremos peligrosos. Ella
se rehusaba a marcharse de Terrallende hasta no capturar a su presa, sin importar si su
misión ponía en peligro a sus Vigilantes.
Akama fue muy cuidadoso en mantener esos tratos escondidos de su amo, pero poco
importaba. Illidan era mucho más perceptivo de lo que el Tábido creía. Supo de la traición
de Akama, pero no lo mató; Illidan tenía otro uso para los Tábidos.
Los cazadores de demonios apenas estaban preparados para invadir Nathreza. Todo lo
que restaba era abrir un portal, pero hacerlo requería una inmensa fuente de poder. Las
almas de los seguidores de Maiev serían suficientes.
Illidan forzó a Akama a atraer a Maiev y a sus aliados hacia una emboscada. Ella y sus
Vigilantes cayeron en la trampa. Los seguidores de Maiev cayeron ante Illidan y sus
soldados y sus almas fueron utilizadas para alimentar el portal entre los mundos. De todos
los Vigilantes, solamente Maiev sobrevivió, pero no fue por compasión, Illidan ordenó a
sus sirvientes encarcelarla. Él ansiaba atormentarla igual que ella había hecho con él, pero
eso tendría que esperar.
Illidan y sus cazadores de demonios atacaron el hogar de los señores del terror con una
precisión letal. Se adentraron en el archivo principal de Nathreza y masacraron a sus
guardianes. Nada podía interponerse entre Illidan y su premio: el Sello de Argus. El
artefacto latía con potente energía y conocimiento. Illidan sabia que era la clave para su
guerra pues contenía la localización del mundo principal de la Legión.
Después de tomar el artefacto, Illidan y sus sirvientes se abrieron paso a través de las
defensas de ese mundo y se marcharon en el portal de vuelta a Terrallende. En lugar de
cerrar el portal de inmediato, Illidan enfocó todo su poder en desestabilizarlo.
Era tiempo de ver si podía hacer con Nathreza lo mismo que hicieron con Draenor años
atrás.
El portal se deshizo y una gigantesca ola de magia cubrió Nathreza. La tierra rugió como
protesta, las ciudades de los señores del terror se volvieron polvo. Illidan Stormrage cerró
rápidamente el portal en Terrallende para proteger sus dominios de la destruicción que se
desarrollaba en Nathreza.
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Fue la derrota más grande que la Legión Ardiente había sufrido en milenios.
EL EXODAR
En la Penísula del Fuego Infernal, el Alto Señor Kruul y sus tropas invasoras avanzaron
sobre la región y construyeron fortalezas en las yermas colinas. Su fuerza aumentaba día
tras día.
A’dal necesitaba nuevos aliados y no podía sacarlos del Ejército de la Luz. El naaru
entonces se fijó en Azeroth. A’dal sabía del mundo y sus héroes y sabía también de su
historia con la Legión. Llegar a Azeroth sería difícil mas no imposible. Aunque Kael’thas
Sunstrider y sus elfos de sangre habían desmantelado partes del Castillo de la Tempestad,
A’dal sintió que había un ala de la fortaleza que todavía era capaz de atravesar las estrellas
y alcanzar Azeroth. O’ros se había escondido en el Exodar y permanecía a salvo de los
elfos de sangre.
Cuando A’dal propuso requisar el Exodar, Velen de inmediato se ofreció como voluntario
para realizar ese peligroso viaje. Estaba cansado de esconderse y sintió que era su deber
hacer algo para proteger de la Legión a lo que quedaba de su pueblo. También conocía el
funcionamiento interno de las fortalezas naaru.
A’dal le dio su bendición y Velen movilizó una tropa de draenei para entrar por la fuerza al
Castillo de la Tempestad. Aunque se adentraron en secreto a la Tormenta Abisal, no
pudieron eludir los siempre atentos ojos de Kil’jaeden. En poco tiempo, él supo de su plan
de llegar a Azeroth.
Kil’jaeden decidió no detener a los draenei por mucho que saboreara la posibilidad de
matarlos. Odiaba a Velen y había pasado miles de años soñando con una oportunidad
para hacerlo sufrir. Aunque fue difícil, Kil’jaeden hizo a un lado su sed de sangre al no
querer comprometr su verdadera meta.
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Era peligroso permitir que los draenei llegaran a Azeroth y que unieran fuerzas con las
naciones del mundo. No obstante, Kil’jaeden creía en los posibles beneficios de ese viaje
compensaban los riesgos. Si los draenei les informaban a los habitantes de Azeroth acerca
de la presencia de la Legión y las fechorías de Illidan en Terrallende, los impulsarían a
actuar.
Y una vez que arrivaran al reino destruido, Kil’jaeden creía que declararían la guerra en
contra de Illidan y pondrían fin a su funesta campaña contra la Legión.
Los draenei concentraron su asalto en en el ala del Castillo de la Tempestad que albergaba
a O’ros, aplastando las defensas de los elfos de sangre. La estructura en forma de satélite
se separó del Castillo de la Tempestad y se desvaneció en una explosión de magia.
Solamente después de que su viaje comenzó, Velen se dio cuenta de que algo estaba mal
con el Exodar. Durante la batalla en el Castillo de la Tempestad, un puñado de elfos de
sangre se abrieron paso dentro del Exodar y lo sabotearon, esperando deshabilitar la
estructura. Fallaron, pero su intromisión tuvo repercusiones.
Nada más alcanzar Azeroth, Velen perdió el control del Exodar. La fortaleza cayó a través
de una abertura en los cielos igual que una estrella fugaz. El Exodar se estrelló contra un
área remota al norte de Kalimdor llamada Isla Bruma Azur. El choque casi destuyó el
Exodar y a sus indefensos viajeros. Las pérdidas fueron elevadas, pero muchos de los
pasajeros sobrevivieron.
Los elfos de la noche de Teldrassil vieron un haz de luz en los cielos e investigaron el
fenómeno. Aunque estaban reacios a los draenei recién llegados, los elfos de la noche
pronto se dieron cuenta que Velen y su gente no eran una amenaza. Compartían a la
Legión como enemigo en común.
Desde Ventormenta hasta Forjaz, los mensajeros transmitieron las historias de la llegada
de los draenei y el estado de Terrallende. La Alianza votó por dar la bienvenida a los
draenei dentro de sus filas, así como proporcionarles refugio y protección. La decisión fue
unánime.
A pesar de que las historias sobre las fechorías de Illidan y del ejército de la Legión que
crecía en Terrallende preocupaban a la Alianza, los líderes de la facción aceptaron no
intervenir todavía.
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NUEVAS LEALTADES
Quel’Thalas seguía en crisis. Grupos de no-muertos rondaban por doquier. En los límites
sureños, los trols Amani comenzaron a lanzar ataques contra los debilitados elfos de
sangre. El regente Lord Lor’themar Theron tenía pocos recursos para proteger su hogar de
esas amenazas. El ejército del reino estaba deteriorado. Los excesos de magia habían
transformado a algunos elfos en unas criaturas marchitas conocidas como los
Desdichados, unas almas desafortunadas que le dieron la espalda a la sociedad y vagaban
por las tierras en busca de magia para alimentarse.
Una respuesta llegó de una fuente inesperada: Sylvanas Windrunner. La Reina Alma en
Pena instó al líder de la Horda a aliarse con los elfos de sangre, pero sus razones eran un
misterio. Los rumores que circulaban decían que una parte de ella todavía simpatizaba
con Quel’Thalas y sus dificultades. Otras historias insinuaban que Sylvanas tenía motivos
escondidos. Cualquiera que fuera la verdad, ella consiguió que el Jefe de Guerra Thrall y el
Gran Jefe Cairne Bloodhoof se reunieran con Lor’themar y discutieran esa posibilidad.
A pesar de la historia amarga de guerra entre los elfos y los orcos, Lor’themar estaba
receptivo a la idea. Sabía que esa Horda era diferente a la que había devastado
Quel’Thalas en años pasados. También estaba dolorosamente consciente de que se le
acababa el tiempo a su reino y a su príncipe.
Thrall y Cairne vieron una gran promesa en los elfos de sangre. La gente de Quel’Thalas
había probado su coraje y determinación mientras luchaban para proteger su reino de
amenazas foráneas como la Plaga. Thrall y Cairne creían que la Horda y los elfos de sangre
se necesitaban para sobrevivir a los días venideros. Ellos ofrecieron su mano a Lor’themar
y éste aceptó.
Esa alianza beneficiaba a ambos bandos. Mientras los elfos de sangre ahora contaban con
aliados que les ayudaran, la Horda había obtenido otro punto de apoyo dentro de los
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Reinos del Este. Thrall y Cairne también vieron la ayuda a los elfos de sangre como un acto
de honor. Al igual que muchas otras razas de la Horda, eran un pueblo al borde de la
extinción. Los enemigos acechaban por todos lados. La guerra constante y la adicción a la
magia habían mermado su orgullo y su gloriosa cultura. Thrall y Cairne creían que podían
ayudar a los elfos de sangre a encontrar paz.
Después de que los elfos de sangre fueron añadidos a la Horda, Lor’themar Theron hizo
saber a Thrall y Cairne Bloodhoof de la presencia de la Legión en Terrallende y su deseo de
encontrar a Kael’thas Sunstrider. Las noticias acerca de los demonios eran muy
problemáticas. Sin embargo, igual que los líderes de la Alianza, Thrall y Cairne no estaban
seguros de querer aventurarse a Terrallende.
LA INVASIÓN DE
TERRALLENDE
26 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
Kil’jaeden no había anticipado la unión de los elfos de sangre a la Horda, pero la agradeció
igualmente. Las noticias de la presencia de la Legión en Terrallende y de la conquista de
Illidan Stormrage se esparcieron por las naciones más poderosas de la Alianza. Los líderes
consideraron discutir lo que harían, pero se mantuvieron reacios a actuar. El Portal Oscuro
estaba cerrado. Terrallende era una amenaza distante.
En Terrallende, Kil’jaeden ordenó al Alto Señor Kruul y aus tropas reunirse en el Portal
Oscuro. Él dio la misma órden a sus tropas en Azeroth. Muchos demonios habían quedado
atrapados en ese mundo después de la Tercera Guerra. El más poderoso entre todos ellos
era el señor de la fatalidad Kazzak. Como el líder de facto en Azeroth, congregó a cuantos
demonios encontró y los llevó al emplazamiento del Portal Oscuro en las Tierras
Devastadas.
Entonces Kil’jaeden guio a sus seguidores en un gran ritual para reabrir la brecha. Anque
el Portal Oscuro había sido cerrado, la realidad estaba permanentemente envuelta en su
antigua presencia. Los hechizos de la Legión se aprovecharon de esa debilidad y el puente
entre los mundos reapareció.
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Kazzak llegó a Terrallende y tomó el control del ejército de la Legión. Él era un
comandante más experimentado que el Alto Señor Kruul e inspiraba más miedo y respeto
a sus seguidores.
Kil’jaeden tenía otro propósito para Kruul. El alto señor sería la chispa que encendería la
guerra entre Azeroth y Terrallende. Kruul reunió a una pequeña tropa invasora y marchó
por el Portal Oscuro. Atacó Ventormenta, Orgrimmar y otras locaciones por todo el
mundo. Su propósito no era conquistar sino enfurecer a la Horda y a la Alianza. Y sin duda,
lo logró.
La Horda y la Alianza enviaron a sus ejércitos a Terrallende. Para gran parte de esos
soldados, era la primera vez que veían el mundo destrozado. Muchos orcos habían estado
ahí antes, pero incluso ellos estaban impresionados por lo que veían.
Kruul, Kazzak y un masivo ejército de la Legión los recibió al otro lado del Portal Oscuro. Y
esta vez, los demonios no se retirarían.
Sin embargo, esa nunca había sido la intención de Kil’jaeden. El señor demoniaco sacrificó
a Kruul y Kazzak para enardecer a la Horda y a la Alianza. Él necesitaba que tomaran
posiciones en Terrallende y volcaran su ira en Illidan tan pronto como fuera posible. Una
guerra prolongada contra la Legión no servía al propósito de Kil’jaeden pues habría
provocado que se retiraran a Azeroth.
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de Honor y a sus habitantes. Los Hijos de Lothar no habían perecidos como se pensaba. El
comandante del Bastión de Honor, el venerado guerrero humano Danath Trollbane,
recibió a la Alianza con los brazos abiertos.
La Horda no tenía fortalezas preexistentes que pudiera reclamar, así que construyeron un
nuevo asentamiento, Thrallmar, en el norte de la Península del Fuego Infernal. Pronto, la
Horda encontró aliados que se unieron a su causa: los orcos Mag’har.
Los Mag’har era pocos, pero probaron ser combatientes feroces. Ellos nunca sucumbieron
a la maldición de la sangre demoniaca que había afectado a tantos otros orcos, volviendo
sus pieles de café a verde y transformándolos en soldados bélicos. Desde la destrucción de
Draenor, pequeñas comunidades de Mag’har se habían aferrado a la supervivencia en
Terrallende, honrando sus tradiciones chamánicas y las viejas artes de su pueblo. Ellos
vieron a la nueva Horda por lo que era: un regreso al orgullo y el honor de la antigua
sociedad de los orcos.
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Desde el Bastión de Honor hasta Thrallmar, la Alianza y la Horda continuaron con sus
ofensivas en contra de la Legión. Destrozaron la fuerza de los demonios y los empujaron a
los linderos de la Península del Fuego Infernal.
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Y había otras historias, unas que hablaban de Illidan entrenando a un ejército de elfos
imbuidos con poder demoniaco.
FANTASMAS DE
DRAENOR
Después de aplastar a la Legión en la Península del Fuego Infernal, la Horda lanzó una
ofensiva contra los orcos viles de Illidan Stormrage en la Ciudadela del Fuego Infernal.
Para muchos miembros de la Horda, ese ataque era personal. Los feroces orcos de piel
roja eran un recordatorio de la corrupción demoniaca que había plagado a la vieja Horda.
Usando la sangre del Señor del Foso Magtheridon, Illidan había forjado un ejército de
soldados brutales. El infame cabecilla del clan orco Shattered Hand, Kargath Bladefist,
comandaba en la Ciudadela del Fuego Infernal. Él y sus orcos viles no tenían salvación. No
mostraron piedad alguna a la Horda y no se les ofreció ninguna.
Sin embargo, el tiempo de la Horda en Terrallende también les dio esperanza y redención,
especialmente a Thrall. Nacido en Azeroth, nunca había v isto el hogar ancestral de su
raza. Quedaba muy poco del antiguo Draenor, pero había un lugar casi intacto por la
calamidad que había recaído en el mundo.
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conexión más cercana con ellos. Ella le enseñó mucho acerca de sus padres, su pueblo y él
mismo.
Pero Thrall también tenía algo que enseñar. El líder de Garadar era Garrosh Hellscream,
hijo del legendario guerrero Grommash Hellscream. Garrosh desconocía las hazañas de su
padre en Azeroth. Él creía que Grommash era un monstruo, uno de los orcos que había
llevado a su gente a las garras de los demonios. Thrall se apresuró a decirle que su padre
era un héroe y le contó cómo Grommash se había sacrificado para derrotar a Mannoroth,
cómo había levantado la maldición de sangre que había afligido a los orcos. La verdad
llenó a Garrosh de confianza.
Thrall vio mucho pontencial en Garrosh. Era rudo y propenso a la ira, pero Thrall creía que
el feroz orgullo de Garrosh y su conocimiento de la cultura orca serían de gran ayuda para
la Horda. El jefe de guerra convenció al orco de Mag’har de servir como su consejero en
Azeroth.
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Años atrás, se había abierto una brecha entre padre e hijo. Leroxx se oponía a la antigua
Horda y no estaba deacuerdo con la decisión de Rexxar de unirse a ellos. Una feroz
discusión los había consumido a ambos y se separaron con ira en sus corazones.
El tiempo aún no curaba esas heridas. Rexxar no podía enfrentar a su padre, pero hizo
todo lo que pudo para ayudar a los mok’nathal a derrotar a los enemigos que les
amenazaban en las Montañas Filospada.
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LA RESERVA LA LA
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LA RESERVA
COLMILLO TORCIDO
En poco tiempo, la Alianza y la Horda se adentraron en los lodosos pantanos de Marisma
de Zangar.
Los draenei que se habían unido a la Alianza estaban ansiosos por reconectar con aquellos
que habían dejado atrás en Terrallende y muchos de ellos habitaban en Marisma de
Zangar. Las tropas de la Alianza pronto se reunieron en el santuario de Telredor, la
fortaleza más grande draenei y la región.
La Alianza supo muchas cosas perturbadoras gracias a los draenei de Telredor. Las
condiciones en Marisma de Zangar se deterioraban rápidamente. Las enfermedades se
habían esparcido entre plantas y animales por igual. Las reservas de comida se
desvanecían, llevando a la locura a muchas criaturas locales. Las tribus cercanas de
Tábidos etaban desapareciendo para nunca volver.
Lady Vashj y sus naga eran la causa de los problemas de Marisma de Zangar. Sus esfuerzos
por drenar su agua habían mermado el delicado ecosistema de la región. La naturaleza
estaba alterada y solamente continuaría empeorando a menos que se hiciera algo al
respecto.
La Alianza no dudó. Sus campeones asaltaron la fortaleza acuática de los naga, la Reserva
Colmillo Torcido.
Al igual que el ataque de la Horda contra Maghteridon en la Ciudadela del Fuego Infernal,
el asalto de la Alianza en la Reserva Colmillo Torcido cobró varias vidas. La fortaleza estaba
llena de fauna enferma y los más temibles guerreros naga de Lady Vashj. Los Tábidos
esclavizados también deambulaban po la Reserva Colmillo Torcido y casi todos ellos
agradecieron la promesa de libertad. Las tropas de la Alianza destrozaron sus cadenas
mientras se adentraban en la fortaleza de los naga.
Lady Vashj fue la última en caer por las hojas de la Alianza. Con su muerte, la Reserva
Colmillo Torcido ya no representaba una amenaza. Aunque tomaría tiempo, el equilibrio
volvería a Marisma de Zangar. Los habitantes de Telredor ahora podrían expandirse por
toda la región.
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Gran parte de ella provenía del Archimago Khadgar, quien se había vuelto una figura de
gran influencia en la ciudad. A pesar de ser un miembro de la Alianza, sabía que la Horda
jugaba un papel crucial para determinar el destino de Terrallende. Buscó crear un puente
entre ambas facciones y armarlos con conocimiento acerca de los dominios de Illidan
Stormrage.
Khadgar supo de las brechas que se abrieron entre el Traidor y sus terratenientes,
especialmente con Kael’thas Sunstrider. Los elfos de sangre habían abandonado a Illidan
Stormrage, dejándolo con muy poco ejército para defenderse.
Pero eso no parecía molestar a Illidan y ver al cazador de demonios se había vuelto cada
vez más raro. Khadgar no estaba seguro de las actividades de Illidan, pero sabía que el
tiempo de atacar el Templo Oscuro estaba cerca. Había muy poca oposición al plan dentro
de la Horda y la Alianza. Illidan casi había destruido Zangarmarsh y había utilizado a
Magtheridon para corromper a cientos de orcos. Si se le dejaba a sus anchas, solamente
sería cuestión de tiempo antes de que causara otra calamidad.
Sin embargo, los héroes de Azeroth no estaban listos para sitiar el Templo Oscuro. Gran
parte de sus tropas seguían dispersas por todo Terrallende. Muchos estaban reunidos en
la Tormenta Abisal, particularmente los elfos de sangre de la Horda.
En Shattrath supieron del destino de Kael’thas Sunstrider. Era peor de lo que habían
esperado. La noticia de que el príncipe había jurado lealtad a la Legión Ardiente se
difundió.
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Algunos elfos de sangre no creían esas historias, al menos no en un principio. Cuando se
aventuraron a la Tormenta Abisal, vieron la verdad con sus propios ojos. Kael’thas había
aceptado la magia vil, convirtiéndose en un peón de la Legión. Él ya no era su príncipe.
La noticia de su descubrimiento llegó a Lor’themar Theron y a los otros elfos de alto rango
de Quel’Thalas. Aquello rompió sus corazones, pero llegaron a un concenso. Kael’thas
estaba perdido y era su deber derrotarlo y terminar con su traición.
La Horda comenzó una guerra contra Kael’thas y sus seguidores. La batalla se extendió
dentro de la Tormenta Abisal y sumergió cada rincón de la fortaleza dimensional. Fue ahí
donde el príncipe tuvo su última batalla. Fue ahí en donde algunos de sus súbditos más
leales derramaron su sangre y terminaron con su reinado.
Kil’jaeden había esperado la derrota del príncipe y se preparó de acuerdo con ello. Los
aliados demoniacos de Kael’thas lo rescataron de las puertas de la muerte. Poco quedaba
de la mente del elfo, ahora era el sirviente más leal de Kil’jaeden y haría cualquier cosa
que su amo le pidiera.
Mientras la Horda y la Alianza dirigían sus tropas hacia el Templo Oscuro, Kael’thas y sus
compañeros de la Legión viajaron a través del Portal Oscuro con destino a la Fuente del
Sol.
EL ASEDIO AL TEMPLO
OSCURO
Illidan Stormrage se estaba quedando sin tiempo.
Junto con las fuerzas de Shattrath, la Horda y la Alianza habían llegado a las murallas del
Templo Oscuro y comenzaron su asedio. Las defensas de Illidan eran fuertes, pero no
resistirían por mucho tiempo. La desesperación lo consumía. Había descubierto la
localización de Argus, pero unos poderosos encantamientos rodeaban ese mundo,
evitando que pudiera abrir un portal ahí. Un método para alcanzar la sede de poder de la
Legión se hallaba en un lugar dentro del mundo destrozado del Vacío Abisal conocido
como Mardum. Illidan había descubieron que esa tierra destrozada era hogar de un
artefacto invaluable llamado la Piedra Angular Sargerita que era capaz de abrirle camino
hacia Argus.
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Conforme sus enemigos se abrían paso hacia el Templo Oscuro, Illidan tomó una decisión.
No podía simplemente abandonar Terrallende. Después de recuperar la Piedra Angular
Sargerita, necesitaría volver y prepararse para el asalto a Argus, en cambio, envió a sus
cazadores de demonios a Mardum mientras él se quedaba en el Templo Oscuro para
combatir a sus enemigos. Esperaba que lo que quedaba de sus seguidera pudiera detener
el ataque.
No pudieron. Una tropa unificada de la Horda, la Alianza y Shattrath se abrieron paso a
través del Templo Oscuro. Algunos de los sirvientes de Illidan pelearon hasta la muerte,
otros huyeron aterrorizados. Y otros vieron el asalto como una oportunidad para volverse
contra el Traidor.
Akama fue uno de ellos. Su tiempo sirviendo a Illidan había estado lleno de sufrimiento y
decepción. Cuando el asedio comenzó, había liberado a Maiev Shadowsong de su prisión y
la instó a atacar a Illidan. No necesitó demasiado convencimiento.
Maiev se marchó sola mientras Akama ayudaba a los campeones de Azeroth a entrar al
corazón del Templo Oscuro. Eventualmente, ella se unió a los invasores mientras ellos
confrontaban a Illidan y atacó al Traidor para poner fin a su larga sed de justicia y
venganza.
Illidan Stormrage utilizó todo su poder y conocimiento para imponerse a sus atacantes.
Peleó no solamente para salvarse a sí mismo sino también para mantener viva su guerra
contra la Legión. Su convicción nunca claudicó, pero no fue suficiente para garantizarle la
victoria.
Al final, cayó.
Fue un giro cruel del destino que aquellos héroes del único mundo que Illidan deseaba
proteger fueran quienes lo mataran y terminaran con su guerra contra los demonios. En
sus momentos finales, sus pensamientos se volvieron hacia su viejo némesis. Él sabía que
su derrota arruinaría a Maiev Shadowsong, pues había pasado mucho tiempo de su vida
actuando como su carcelera y cazadora. Ahora que su misión había terminado, había
perdido su propósito.
Terrallende estaba libre de Illidan Stormrage y su ejército. Sin embargo, antes de que la
Horda y la Alianza pudieran celebrar, se encotraron con noticias amargas. Kael’thas
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Sunstrider no estaba muerto y había movilizado una tropa de elfos corruptos y demonios
en Azeroth.
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Zul’jin era un líder astuto y su ataque fue motivado por su odio hacia Quel’Thalas además
de razones estratégicas. Los elfos de sangrese habían unido recientemente a la Horda, lo
que les había garantizado más poder y recursos. Zul’jin creía que Quel’Thalas
inevitablemente convencería a sus nuevos aliados para atacar al imperio Amani.
Dentro de la capital Amani, Zul’Aman, los sacerdotes trols llevaron a cabo rituales para
aprovechar el poder de sus loa. Esas poderosas criaturas deambulaban por la ciudad en
forma de bestias gigantes. Sus energías llenaban a los soldados trol, transformándolos en
personificaciones vivientes de los loa.
La Horda estaba desesperada por no luchar una guerra a dos frentes, Terrallende y
Quel’Thalas. Los campeones más fuertes de la facción se ofrecieron como voluntarios para
atacar Zul’Aman. Ellos no tenían la fuerza de enfrentar directamente al ejército trol, pero
no tenían necesidad de hacerlo. La fuerza de ataque de la Horda cortó la cabeza de la
serpiente, matando a Zul’jin y sus sacerdotes antes de que su masacre en Quel’Thalas
hubiera empezado.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
LA FURIA DE LA
FUENTE DEL SOL
Al norte de Zul’Aman, Kael’thas Sunstrider y sus tropas invadieron Quel’Thalas. Con gran
parte de sus soldados todavía en Terrallende, el reino no pudo hacer mucho para detener
al príncipe caído.
Bajo las órdenes de Kil’jaeden, Kael’thas y sus tropas capturaron al naaru M’uru y a
Anveena Teague, el avatar de las energías de la Fuente del Sol. El príncipe extrajo su poder
199
para reformar la arruinada Fuente del Sol. Una brillante explosión emergió de la fuente
devolviéndola a la vida por primera vez desde la Tercera Guerra. Kael’Thas fortificó su
ritual con energía de las celdas de maná que había reunido en la Tomernta Abisal.
Kael’thas comenzó a tejer el poder de la Fuente del Sol en un portal para que Kil’jaeden
llegara a Azeroth. Mientras él trabajaba, algunos elfos de sangre huyeron a Terrallende
para advertir a los líderes de la Horda acerca de lo que sucedía. Uno de esos elfos era el
Caballero de Sangre Liadrin. Ella había presenciado el asalto de Kael’thas con sus propios
ojos. En Shattrath, Lady Liadrin se encontró con A’dal, renunciando a su alianza hacia
Kael’thas y jurando derrotar a la Legión. El naaru la recibió en una nueva orden que había
forjado para hacer frente al príncipe llamada la Ofensiva Sol Devastado. Ésta incluía tanto
a los draenei de Aldor como a los elfos de sangre de los Arúspices.
La Ofensiva Sol Devastado marchó hacia la Fuente del Sol y libró una feroz batalla contra
las tropas de la Legión en el área. Aunque fueron costantemente sitiados por los
demonios, Liadrin y sus aliados tuvieron impacto. Interrumpieron el hechizo de Kael’thas
lo suficiente para que llegara más ayuda.
Mientras tanto, la Alianza se infiltró en la Meseta de la Fuente del Sol, pero el hechizo de
Kael’thas había abierto una brecha en las profundidades de la fuente. Ante los ojos de la
Alianza, Kil’jaeden emergió del portal.
Los soldados de la Alianza lucharon con toda su fuerza para hacer volver a Ki’jaeden a
través del portal, pero sus efuerzos no tuvieron efecto. Al final fue Anveena Teague quien
decantó la batalla a favor de los héroes de la Alianza. Ella sacrificó su existencia,
expandiendo lo que le quedaba de energía para debilitar a Kil’jaeden. Esto fue suficiente
para que la Alianza finalmente expulsara al señor demoniaco y cerrara su portal hacia
Azeroth.
El mundo se salvó de la Legión una vez más, pero hubo consecuencias. La intromisión de
Kael’thas había contaminado la Fuente del Sol. Igual que antes, las energías corruptas
corrían a través de la fuente y pronto se esparcirían por todo Quel’Thalas envolviendo a
los elfos de sangre. Lor’themar Theron y sus seguidores consideraron destruir la Fuente
del Sol nuevamente, pero se presentó otra solución.
Velen había llegado a la Fuente del Sol a presentar sus respetos a M’uru. Poco quedaba
del naaru excepto su corazón. Velen percibió un poco de poder —de esperanza— en lo
que quedaba de M’uru y utilizó su corazón para purificar la Fuente del Sol y transformarlo
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en una fuente de Luz Sagrada y magia arcana. Su brillante energía refulgió por la tierra y el
cielo para que todos en Quel’Thalas lo vieran.
Este cambio de eventos tuvo un profundo efecto en los elfos de sangre, especialmente en
Lady Liadtrin y sus Caballeros de Sangre. Ellos abandonaron el uso de las energías sagrdas
por la fuerza y regresaron a sus antiguas formas. A través de la Fuente del Sol ellos
pedirían por la bendición de la Luz.
La Fuente del Sol renació y su regreso trajo consigo un futuro prometedor para los elfos
de sangre. Con la fuente para alimentarse, ya no necesitaban buscar en otros lados para
satisfacer su sed de magia.
LOS DRAGONES
ABISALES
El viaje a Terrallende tuvo un profundo impacto en la Horda y la Alianza, pero también
cambió el destino de muchos seres que no visitaron el reino destrozado.
Mientras exploraban Terrallende, la dragona azul Tyrygosa había hecho amistad con una
nidada de criaturas conocida como dragones abisales. Su linaje podía rastrearse al Dragón
Aspecto negro, Deathwing, cuando dejó algunos de sus huevos en Draenor para
mantenerlos a salvo. Cuando el mundo explotó, el influjo de energías había envuelto a los
huevos no nacidos en seres parcialmente incorpóneros. Esos dragones abisales eran
poderosos pero infantiles. No tenían un líder real y eso los hacía ingobernables, además
de haberlos suceptibles a influencias externas.
Sus planes no dieron frutos, pero su abuso a los dragones abisales afligía profundamente a
Tyrygosa. A ella le preocupaba que pudieran morir por las heridas que sufrieron mientras
luchaban bajo el mando de Ragnok. Tyragosa transportó a muchos de esos dragones
abisales al refugio de los dragones del vuelo azul, el Nexo. Ella esperaba que sus energías
pudieran reinvigorar a las criaturas heridas. Lo que Tyragosa nunca consideró fue si los
dragones azules estarían a salvos de sus nuevos invitados.
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202
Los dragones abisales se bañaron en las energías arcanas del Nexo. La magia no era como
nada que hubieran experimentado antes. La querían toda, viéndola como una forma de
hacerse más furtes para que nadie pudiera controlarlos como había hecho Ragnok. Los
dragones abisales lanzaron un ataque sorpresa contra los dragones azules para conquistar
el Nexo.
Milenios atrás, después de que Deathwing traicionara a los otros vuelos en la Guerra de
los Ancestros, Malygos se había recluído escondiéndose en el Nexo, hundido en la pena y
el dolor. Malygos ignoraba mucho de lo que sucedía en el mundo exterior, apoyándose en
sus sirvientes para investigar anomalías y vigilar Azeroth. Sin embargo, no podía ignorar
un ataque en su propio refugio.
Malygos atacó a los dragones abisales, absorbiendo casi a todos ellos en su interior.
Inesperadamente, las energías de las ciratura incorpóreas arrasaron con la neblina de
sufrimiento y arrepentimiento que había nublado su mente.
El ataque de los dragones abisales convenció a Malygos de que debía aceptar su deber
sagrado de salvaguardar la magia arcana en Azeroth una vez más. Evaluó el estado de los
asuntos mágicos en el mundo y no estaba contento con lo que vio. En su opinión, las
acciones insensatas de de los magi mortales los habían conducido a la guerra y el caos.
Malygos hizo un plan para restablecer su dominio sobre la magia. Él serviría como enlace
entre los mortales y las energías arcanas latentes presentes en todo Azeroth.
LA SOMBRA DE LA LUZ
Mientras los eventos se desarrollaban en Azeroth y Terrallende, Cho’gall continuó
expandiendo el culto del Martillo Crepuscular. La organización se había transformado en
algo completamente diferente de lo que antaño había sido el clan orco. El culto daba la
bienvenida a miembros de todas las razas y condición social. Los seguidores de Cho’gall se
esparcían por todas las principales ciudades de Azeroth, evangelizando en secreto y
convirtiendo a otros a su causa. Usualmente acechaban a sobrevivientes de la Tercera
Guerra, especialmente a aquellos que habían presenciado los horrores indescriptibles en
Lordaeron.
Uno de esos individuos era el Arzobispo Benedictus, líder la Iglesia de la Luz Sagrada. Él
había vivido durante la Primera y Segunda Guerras. Aunque el sufrimiento que había visto
lo preocupaba, no había quebrantado su fe. De alguna forma, él había tomado esos
203
AL igual que otros sacerdotes, el Arzobispo Benedictus sabía de la magia de las sombras,
pero no había experimentado con ella, creyendo que era profana y corrupta. Sin embargo,
ahora comenzaba a preguntarse si realmente era asi o si solamente era algo que había
creído.
Y fue esa curiosidad la que abrió el camino a los Dioses Antiguos. Ellos susurraron en los
sueños del arzobispo y le mostraron la Luz desde su perspectiva. La energía sagrada no era
tan benevolente como pareció antaño. Solamente toleraba perfecto orden y obediencia y
servía a sus partidarios mortales cuando lo necesitaba, no por su fe.
Esos sueños continuaron durante varias noches, culminando en una visión de la Horda del
Crepúsculo. Benedictus se sintió conmovido por lo que vio. Él consideró que la Hora del
Crepúsculo no era el fin apocalíptico de todo, sino una oportunidad para librarse de la
tiranía de la Luz Sagrada, una oportunidad para crear un nuevo mundo en donde él podría
ser el dueño de su propio destino. Llegó a creer que los Dioses Antiguos y los poderes del
Vacío era el estado natural del universo y que estaba mal luchar contra esa realidad como
había hecho alguna vez como practicante de la Luz Sagrada. La Luz solamente le había
traído, a él y a miles de personas, dolor y decepción. El Vacío no era la fuente de metiras
sino de cada posible verdad. No abandonaría ni ignoraría a sus seguidores, y Benedictus
consagró su vida a servirlo.
204
EL REQUIÉM DEL
NORTE
Aunque Cho’gall estaba complacido por la creciente fuerza del culto Martillo Crepuscular,
seguía turbado por la caída de C’Thun. Él nunca espero que los morteles tuvieran el poder
dederrotar a un Dios Antiguo. No obstante, Cho’gall no abandonó su misión de comenzar
la Hora del Crepúsculo.
Yogg-Saron tiempo atrás embrujó a los centinelas de Ulduar, pero su dominio sobre ellos
era frágil. Convencerlos de ayudar directamente al Dios Antiguo había resultado en vano,
pero no habría tal problema con Cho’gall. El ogro de dos cabezas mermó voluntariamente
las ataduras encantadas. No pudo romperlas, pero sí logró debilitar las cadenas.
Eso era suficiente para aumentar diez veces la influencia de Yogg-Saron. El control del Dios
Antiguo sobre los cuidadores se volvió tan fuerte como el hierro. Encomendó al más
grande de ellos, el Guardián Loken, crear un ejército con la Forja de los Deseos. En las
manos correctas, esa máquina extraordinarioa tenía el poder de crear formas de vida
nobles. En las manos de Loken, fabricó legiones de enanos con la piel metálica y vrykul
que solamente deseaban sangre y guerra.
Cho’gall no podía permitir que volvieran a hacerlo, así que sembraría discordia entre la
Horda y la Alianza. Y la oportunidad perfecta pronto se presentó.
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EL REY GLADIADOR
Durante la invasión a Terrallende, Varian Wrynn vivió sin el completo conocimiento de su
pasado. Su esencia había sido dividida en dos mitades que habitaban cuerpos diferentes:
una era su lado diplomático y responsable, y el otro erasu voluntad indomable. Luego de
que su mitad voluntariosa había escapado de las garras de Onyxia, él fue esclavizado por
un orco llamado Rehgar Earthfury y entrenado como un gladiador. Esta parte de Varian se
convirtió en un guerrero sin igual y tuvo renombre por su estilo de pelea feroz. Sus
hazañas le valieron el sobrenombre de Lo’Gosh, un nombre que los tauren le habían dado
al Dios Salvaje Goldrinn. Las leyendas decían que ese enorme lobo blanco posería una ira y
una furia sin precedente, igual que Varian.
Lo’Gosh llegó a la ciudad sin darse cuenta de que había sido amigo de Jaina. En sus ojos,
ella era una extraña más.
Jaina no reconoció de inmediato al ajado guerrero, pero percibió algo familiar en él. La
magia que había cercenado el estpíritu de Varian también lo había envuelto en un aura de
magia oscura. Esas energías ocultaban su identidad de todos, inlcuidos sus antiguos
amigos.
Animado por ese conocimiento, Varian volvió a casa. Estaba consternado al encontrar a un
impostor usando su corona, un hombre que se veía igual que él. Con el disfraz de Lady
Katrana Prestor, Onyxia había colocado la otra mitad de la esencia cercenada de Varian en
el trono como una marioneta regente a qien ella podía manipular a su gusto. La población
de Ventormenta había sido engañada, pero muchos de aquellos que habían sido cercanos
a Varian lo notaron. El Príncipe Anduin Wrynn sabía que algo estaba mal con el hombre
que decía ser su padre, pero no tenía manera de actuar bajo esa sospecha.
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207
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EL LEGADO DE AEGWYNN
Después de la Tercera Guerra, Theramore atrajo aventuraros, conmerciantes e incluso
héroes del pasado. Uno de ellos fue el antiguo Guardián de Tirisfal, Aegwynn. Jaina
Proudmoore había convencido a la legendaria hechicera para quedarse en la ciudad.
Aegwynn había aceptado, convirtiéndose en la ayudante de cámara oficial de Jaina. La
posición no tenía la gloria de su vieja vida, pero ese fue un cambio bienvenido. Después de
traer a su hijo, Medivh, de vuelta al mundo, Aegwynn perdió gran parte de su poder. Ella
deseaba una existencia mucho más simple y pacífica.
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Las dos mitades de Varian estaban en conflicto, cada una afirmando que era el verdadero
rey. Sin embargo, en lo que ambas estaban de acuerdo era en su amor por Andiun. Ambos
hicieron a un lado sus diferencias para dar caza a Onyxia y marcharon como uno hacia la
guarida de la dragona. Fue esta unidad, este compromiso compartido de sacrificar sus
vidas para proteger a su hijo, lo que cambiaría el curso de la vida de Varian y la historia de
Ventormenta.
Con Anduin a su lado, Varian regresó a su trono en Ventormenta. La cabeza de Onyxia fue
colgada en las puertas de la ciudad, una advertencia del destino que esperaba a
cualquiera que buscara destruir el reino.
Varian Wrynn había vencido, pero nunca volvió a ser el mismo del todo. Su espíritu
guerrero seguiría dominante en su corazón. En los años venideros, batallaría para
controlar su furia, esa aterradora parte de él que se había ganado el nombre de Lo’Gosh.
LA PROMESA DE PAZ
Las tensiones entre la Horda y la Alianza comprometían su pacto, pero la campaña en
Terrallende había probado que las facciones podían trabajar juntas. Sitiar el Templo
Oscuro y la Fuente del Sol solamente había resultado gracias a su unión. Por primera vez
208
Jaina Proudmoore promovió ese camino. Ella estaba segura de que Azeroth enfrentaría
nuevas amenazas en el futuro, ya fuera por la Legión, el Rey Lich u otras fuerzas oscuras.
Ella organizó una reunión entre la Horda y la Alianza en Theramore, prometiendo que su
ciudad sería neutral.
No todos en la Horda y en la Alianza buscaban paz, pero la mayoría de sus líderes sí lo
hacían. Varian Wrynn y Thrall guiaron delegaciones de sus respectivas facciones y se
encontraron en Theramore. Fue una reunión sin precedentes en lahistoria de las
relaciones entre la Horda y la Alianza. Tenía el potencial de cambiar el destino de Azeroth
para mejor.
El ogro de dos cabezas supo de la cumbre. Era exactamente la oportunidad que había
estado esperando para sembrar el caos entre las facciones. Cho’gall encomendó a Garona
asesinar a Varian y a otros miembros de la delegación, un acto que estaba seguro
comenzaría una guerra. Ella no tuvo otra opción mas que obedecer a su amo.
Mientras la cumbre se llevaba a cabo, Garona lanzó un ataque sorpresa intentando llevar
acabo su misión. El rey apenas pudo contrarrestar el asalto y Garona fue capturada.
Varian estaba lívido. Él creía que ella era una asesina de la Horda y teníauna buena razón
para pensarlo. Durante la Primera Guerra, Garona había asesinado al padre de Varian, el
Rey Llane Wrynn en la sala del trono del Castillo de Ventormenta. Varian vio el ataque en
Theramore como un intento de repetir la historia. Él acusó a Thrall y a la Horda de traición
y se retiró de la cumbre de paz con la guerra en la mente.
Varian Wrynn estaba sediento de venganza, pero nunca tuvo oportunidad de buscarla.
Noticias de Orgrimmar y Ventormenta llegaron a Theramore. Después de un largo periodo
de inquietante silencio, el Rey Lich se había movido en Rasganorte.
La Plaga, en número que no se habían visto desde la Tercera Guerra, estaba lanzando
ataques por todo el globo.
209
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EL DESTINO DE GARONA
Después de la noticia de los ataques de la Plaga, las delegaciones de la Horda y la Alianza
se marcharon de Theramore. Jaina Proudmoore y Aegwynn estaba a cargo de vigilar a su
nueva prisionera: Garona. La hechicera sabía que la semi-orco no era del todo ella. Una
nube de energía oscura flotaba sobre ella. A pesar de sus esfuerzos, Jaina y Aegwynn no
pudieron romper las ataduras encantadas que Cho’gall había puesto en la mente de
Garona.
Garona eventualmente se marcharía sola una vez más, ansiosa por vengarse de Cho’gall y
sus cultores por lo que le habían hecho.
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211
CAPÍTULO VI
LA IRA DEL
REY LICH
EL DEBACLE DE LOS
DRAGONES DEL VUELO
AZUL
Los problemas comenzaban a sucitarse en las montañas heladas y las tundras de
Rasganorte. Yogg-Saron estaba reuniendo fuerza y el Rey Lich preparaba su plan definitivo
para conquistar Azeroth.
Pero entre los picos nevados en el techo del mundo, una amenaza completamente nueva
se alzaba. Malygos, el Aspecto de la Magia, estaba convocando a sus dragones del vuelo
azul. Había decidido que los magi mortales estaban causando la ruina del mundo y que la
única manera de dar fin a sus transgresiones era aislarlos de la magia por completo.
Ordenó a sus seguidores recorrer Azeroth en busca de cada línea ley mágica y dirigir su
energía hacia el Nexo. Conforme lo hacían, el Dragón Aspecto tomó los torrentes de poder
reunidos y los canalizó hacia el Vacío Abisal.
En pocas palabras, Malygos pretendía desviar toda la energía de cada fuente de poder
arcano en Azeroth y desecharla en donde ningún mago pudiera alcanzarla, así borraría la
magia arcana del mundo.
Los magi de Azeroth notaron rápidamente que algo no estaba bien. Los caminos naturales
de poder arcano que se habían acostumbrado a usar estaban desapareciendo y podían
percibir que los estaban redirigiendo a Rasganorte.
Unos pocos magi poderosos del Kirin Tor fueron a investigar. Cuando llegaron al Nexo,
fueron confrontados por el propio Malygos. El Dragón Aspecto azul no les escondió nada.
212
Ellos, al igual que Malygos, no sabían del daño que su plan pudo haber causado si se
hubiera implementado en su totalidad.
Los titanes habían otorgado a los Dragones Aspectos con poder y conocimiento
incalculable, pero había un hecho que ellos no compartieron: Azeroth albergaba un alma
del mundo adormilada que un día podría despertar y convertirse en el titán más poderoso
jamás visto.
Desconocido para el resto del mundo, otra batalla había concluido recientemente en sus
dominios: la pelea entre Arthas Menethil y Ner’zhul.
213
Cuando Arthas se había puesto la armadura del Rey Lich, había temido que la entidad
pudiera consumir su mente en el proceso. Eso no había sucedido. La personalidad de
Arthas se mantuvo intacta y él había obtenido un poder aún mayor, el poder que usaba
junto a Ner’zhul. Ambos espíritus coexistían dentro del mismo cuerpo físico.
Con el tiempo, Arthas había decidido que compatir el poder del Rey Lich con Ner’zhul
solamente los llevaría a malentendidos, confusión y desorden. Una sola mente podía
utilizar ese poder con precisión y aprovechar su verdadero potencial.
Arthas había tratado de abrumar el espíritu del orco y Ner’zhul casi estaba destruido.
Arthas se había sentado en el Trono Helado, satisfecho porque estaba en total control de
la fuerza del Rey Lich, el único regente de la Plaga. Después de algunos años se dio cuenta
que estaba equivocado.
En lo profundo de su mente, podía sentir a Ner’zhul batallando para despertar. Los dos
seres comenzaron una guerra por el control permanente del poder del Rey Lich.
Ner’zhul tenía una ventaja inicial, pues él había vivido con ese poder mucho más que
Arthas. Pero Arthas era orgulloso, testarudo y determinado. Encontro la única debilidad
en el alma de Ner’zhul: la persistente culpa por su papel involuntario en la esclavitud de
los orcos a la Legión Ardiente. Arthas había enterrado su culpa hacía mucho tiempo. El
asesinato de su padre, los inocentes que había masacrado y el resto de sus traiciones, él
ya no sentía ni una pizca de remordimiento por nada de eso.
Por pura fuerza de voluntad, Arthas se abrió paso por las heridas mentales del orco y
destrozó la mente de Ner’zhul. El proceso fue agonizante para el orco pues Arthas no
solamente lo había ahogado en la culpa, sino que deliberadamente rompió los lazos de su
sanidad, ocasionando que el orco se hundiera más y más en la desesperanza.
Cuando la batalla final terminó, no quedaba nada de Ner’zhul excepto un triste lamento
en el fondo de la consciencia del Rey Lich. Arthas lo ignoró con facilidad.
Un mundo gobernado por los no-muertos ya no tendría injusticia, no más guerras, no más
defectosmortales. Pero tal vez lo más importante para el Rey Lich, él creíaque su Plaga
sería mucho más capaz de defender a Azeroth en contra de las amenazas que trataran de
conquistarlos. Él había observado el despertar de C’Thun y los intentos de la Legión
Ardiente de lanzar otros ataques en Azeroth. Ni los demonios ni los poderes del Vacío
descansarían hasta que controlaran el mundo. Un mundo fracturado, constantemente
asolado por escaramuzas entre la Alianza y la Horda, simplemente no estaría preparado
para otra incursión.
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El Rey Lich pronto tuvo su estrategia. Él había tenido visiones del destino y había trazado
todos los posibles desenlaces de sus planes. No sería suficiente conquistar el mundo
mediante pura fuerza. Muchos otros lo habían intentado y fracasado. Para controlar
Azeroth, el Rey Lich esclavizaría a las criaturas más poderosas, a los grandes campeones
que sehabían alzado dentro de la Alianza y la Horda.
Una vez que estuvieran bajo su voluntad, el rsto del mundo caería en una guerra de
desgaste. Pero el Rey Lich primero necesitaba atraer a esos campeones hacia sus garras.
Alzó a sus ejércitos en Rasganorte y ordenó a sus agentes más confiables prepararse para
su batalla final contra el mundo. Siguiendo las órdenes del Rey Lich, los no-muertos
lanzaron ataques brutales sobre la Horda y la Alianza. Comenzaron por infectar las
reservas de comida en muchos pueblos y comunas con la plaga de la no-muerte,
condenando a cientos de inocentes a convertirse en sirvientes de la Plaga contra su
voluntad. Los héroes de ambas facciones fueron forzados a destruir a sus propios
ciudadanos para prevenir el esparcimiento de la epidemia.
Para la Alianza, eso reabrió viejas heridas de la caída de Lordaeron. Para la Horda, era una
experiencia nueva pero no menos horrible. Ambas facciones fueron obligadas a actuar y
conforme cada pedazo de infección se limpiaba, su determinación por derrotar al Rey Lich
crecía más fuerte.
LOS CABALLEROS DE
LA ESPADA DE ÉBANO
Los ataques de la Plaga en Kalimdor y los Reinos del Este eran en su mayoría fintas
diseñadas para elevar la rabia y provocar un ataque a Rasganorte. Pero había una parte
del plan del Rey Lich que no era una artimaña. Los no-muertos lanzaron una ofensiva a
gran escala en una pequeña comuna humana llamada New Avalon en los linderos al este
de las Tierras de la Peste. El Rey Lich no dejó nada al azar; él personalmente comandó esa
campaña.
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216
Mientras el fuego y las cenizas azotaban la ciudad, Darion condujo a sus nuevos caballeros
de la muerte contra el último bastión de justicia en la región: la Capilla de la Esperanza de
la Luz. Ese lugar tenía un significado especialpara Darion. En su suelo sagrado, él había
dado su vida para salvar el atormentado espíritu de su padre. La cruel ironía de enviar a
Darion a la capilla era un símbolo, no del sadismo del Rey Lich, sino de su estrategia. A él
le importaban poco los caballeros de la muerte. Él estaba preparado para sacrificarlos a
todos para atraer a una persona en particular: Tirion Fordring.
Tirion era un experimentado paladín y un líder nato. El Rey Lich esperaba terminar con él
antes de que Tirion tuviera una oportunidad de tener un papel importante defendiendo a
Azeroth de la nueva guerra de la Plaga.
Como el Rey Lich había planeado, Tirion salió a defender la Capilla de la Esperanza de la
Luz. Junto a los paladines de la Mano de Plata y los Alba Argenta, él desató su furia
sagrada contra los ejércitos invasores de no-muertos. La Luz sobrecogió a la Plaga y los
caballeros de la muerte conocieron la derrota.
El Rey Lich pronto apareció y reveló que el ataque era una maniobra para atacar a Tirion.
Darion estaba enfurecido pues lo habían usado como carnada y golpeó a su maestro con
toda su ira.
Darion Mograine resistió el control del Rey Lich lo suficiente para darle la corrompida
Ashbringer a Tirion Fordring. El paladín recurrió al poder de la Luz y purificó la hoja con un
cegador haz de energía. Con la restaurada Ashbringer a sus órdenes, Tirion llevó al Rey
Lich fuera del suelo sagrado de la capilla.
Los paladines del Alba Argenta y la Orden de la Mano de Plata tenían un nuevo campeón
detrás del cual movilizarse. Tirion junto a ambos grupos en una sola facción que llamó la
Cruzada Argenta y juró ver al Rey Lich destruido.
Ese día, gran parte de los caballeros de la muerte en el campo habían sido liberados del
control del Rey Lich. Darion movilizó a esos caballeros de la muerte con libre albedrío y les
concedió un nuevo nombre: los Caballeros de la Espada de Ébano. Ellos regresaronasus
hogares entre la Horda y la Alianza y se comprometieron a combatir al Rey Lich junto a las
dos facciones. Aunque existía mucha inquietud acerca de formar un pacto con esos no-
muertos, la Horda y la Alianza creían que los caballeros de la muerte serían valiosos
aliados en la guerra venidera. Eventualmente ellos aceptaron alos caballeros de la muerte
entre sus filas.
Los antiguos sirvientes del Rey Lich pronto tendrían la oportunidad de buscar venganza.
217
El Rey Varian Wrynn de la Alianza ordenó al paladín Bolvar Fordragon eliminar a la Plaga.
El ejército bajo su control fue nombrado la Expedición de Denuedo. Al llegar a Rasganorte,
establecieron un puesto de avanzada en el Fiordo Aquilonal, una oscura costa de pesadilla
repleta de vrykul hostiles y peligrosos espíritus. El alcance del Rey Lich pronto se volvió
terriblemente claro: muchos de esos vrykul habían caído bajo el influjo del Trono Helado y
se abalanzaron sobre las defensas de la Alianza hasta que fueron exterminados.
Una vez que los campeones de la Alianza aseguraron la línea costera, encontraron rostros
más amigables tierra adentro. Los enanos Natoescarcha, que vivían en las heladas
Cumbres Tormentosas, inicialmente estaban dubitativos de unirse a una guerraen contra
del Rey Lich, pero eventualmente ofrecieron asistencia a la campaña de la Alianza.
El Jefe de Guerra Thrall encomendó al orco Garrosh Hellscream el liderazgo de las tropas
de la Horda. Garrosh estaba hambriento por mostrarse ante su gente y ya había tenía una
reputación por mostrar un apasionado liderazgo en batalla. Su ejército fue nombrado la
Ofensiva Grito de Guerra en honor al ancestral clan orco, y vanaglorió a muchos
venerados guerreros. Dos de los más famosos fueron los experimentados luchadores
Varok Saurfang y su hijo, Dranosh Saurfang. Al último se le concedió mando sobre la
vanguardia de la Horda, una tareaque aceptó con mucho orgullo.
Las tribus cercanas de una raza noble, ancestros distantes de los tauren llamados los
taunka, se unieron a las tropas de Garrosh al hacer retroceder a la Plaga. Más tarde, esas
poderosas, pero bondadosas criaturas se aliaron formalmente con la Horda.
218
EL DESTINO DE
NAXXRAMAS
A través de ofensivas separadas, la Alianza y la Horda gradualmente se adentraron en
Rasganorte, acercándose al asiento de poder del Rey Lich. Después de su llegada al valle
congelado del Cementerio de Dragones y establecieron toscos puesto de avanzada, la
Plaga lanzó su primer gran contraataque.
Naxxramas, la temible necrópolis, apareció en los cielos sobre las tropas de la Horda y la
Alianza. Al frente de la fortaleza estaba su antiguo maestro, Kel’Thuzad. Él había revivido
por el poder el Rey Lich y era mucho más fuerte que antes. Kel’Thuzad guio a sus ejércitos
de no-muertos con una precisión letal, acechando a la Horda y la Alianza con ataques por
todos los frentes. Sus espías escondidos sembraron el caos entre ambas facciones e
interrumpieron el flujo de información crucial de sus líderes. Las vanguardias de la Alianza
y la Horda, encabezadas por Bolvar Fordragon y Dranosh Saurfang, se acercaban cada vez
más a la Citadela de la Corona de Hielo, pero la estrategia de Kel’Thuzad amenazaba con
dividir sus campañas y dejar vulnerables a sus ejércitos.
Sin embargo, Kel’Thuzad cometió un error crítico. Al acercar Naxxramas a las primeras
líneas, había abierto la oportunidad para un osado ataque frontal contra la fortaleza.
A pesar de los esfuerzos del Rey Lich de enviar refuerzos a la fortaleza, Kel’Thuzad fue
derrotado. Los rumores de que su alma estaba perdida en las Shadowlands, el reino de los
muertos, se esparcieron rápidamente. Su caída privó al Rey Lich de uno de sus más
poderosos terratenientes justo con la invasión a Rasganorte se acercaba a su cénit.
La más grande estrategia del Rey Lich peligraba gracias a esa inesperada derrota, pero
afortunadamente para él, otra amenaza pronto distraería a los héroes de la Alianza y la
Horda.
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220
LA GUERRA DEL NEXO
La caída deNaxxramas había permitido a los ejércitos invasores establecer puntos de
apoyo en el Cementerio de Dragones desde donde esperaban atacar la Citadela de la
Corona de Hielo.
Eso no sucedería. El Kirin Tor finalmente había descubierto lo que estaba sucediendo en el
Nexo. Malygos y gran parte de sus dragones de vuelo azul estaban drenando la magia
arcana de Azerothy estaban matando a cada mago que se atreviera a oponerse.
El Archimago Rhonin y los altos mandos del Kirin Tor estaban sorprendidos al descubrir
que algunos de los suyos habían desertado para unirse a la causa del vuelo azul. El peligro
que representaba Malygos era tan grande que los magi de Dalaran hicieron algo sin
precedentes: combinaron su poder y teletransportaron su ciudad a los cielos sobre
Rasganorte.
Desde su nuevo observatorio, el Kirin Tor lanzó una ofensiva para detener la campaña de
Malygos, pero el progreso fue lento. El Dragón Aspecto Azul ys us sirvientes eran
demasiado fuertes para incluso el magi más poderoso de Dalaran. Al final, el Kirin Tor
pidió ayuda a la Alianza y a la Horda. La idea de desviar recursos de la guerra contra el Rey
Lich no le sentó bien ni a Garrosh Hellscream ni a Bolvar Fordragon, pero ambos
aceptaron que era necesario.
Miembros de la Horda y la Alianza fueron a explorar las defensas del vuelo azul alrededor
del Nexo. A ellos se les unieron representativos de los otros vuelos que también
desaprobaban las medidas de Malygos. Los mortales y los dragones intentaron contactar
con el Aspecto de la Magia y convencerlo de terminar su cruzada destructiva, pero sus
esfuerzos se encontraron con hostilidad abierta.
221
DRAGONES CREPUSCULARES
Los dragones del vuelo negro intentaron tomar ventaja de la guerra contra Malygos. Uno
de los pocos dragones abisales que escaparon de la ira del Aspecto de la Magia fue
capturado por Sintharia, consorte de Deathwing. Ella estaba determinada a reconstruir su
vuelo al crear una nueva y temible raza de dragones.
Sintharia aprovechó el poder de los dragones abisales para fojar criaturas conocidas
como dragones crepusculares. Su intento desesperado por restaurar el vuelo negro fue
parcialmente existoso. Algunos héroes, incluyeron a los dragones Kalecgos y Koralstrasz
supieron de los experimentos de Sintharia y lanzaron un ataque contra el dragón negro,
matándola y erradicando a gran parte de su progenie.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
Con gran pesar, los dragones llegaron a un acuerdo de lo que sería conocido como el
Acuerdo Reposo del Dragón. Por el bien de Azeroth, ellos se unirían a los mortales y
declararían la guerra a Malygos. Llegar a esa decisión fue difícil para todos ellos,
especialmente para Alexstrasza. Ella consideraba a Malygos como un hermano y como
guardián de la vida, ella aborrecía el derramamiento de sangre que estaba por venir. Sin
embargo, si no hacía nada, sabía que el número de vidas perdidas sería inimaginable.
Las fuerzas unidas del Acuerdo Reposo del Dragón atacaron la fortaleza de Malygos en el
Nexo. La propia Alexstrasza estaba ahí cuando los defensores de Azeroth enfrentaron al
Aspecto de la Magiay lo derrotaron. Ella no sintió ni alegría ni alivio al terminar con la vida
de su viejo amigo, solamente una profunda tristeza.
Con la muerte de Malygos, la campaña del vuelo azul llegó a su fin. Los miembros del Kirin
Tor pasarían años revirtiendo el daño hecho a las líneas ley de Azeroth, eventualmente
restaurándolas a su antiguo poder.
222
LA BATALLA DE LA
PUERTA DE CÓLERA
Después de la muerte de Malygos, la Horda y la Alianza volvieron a enfocarse en la
Ciudadela de la Corona de Hielo. Bolvar Fordragon y Dranosh Saurfang llevaron a cabo
campañas separads contra la Plaga, empujando a los ejércitos de no-muertos más y más
hacia el Cementerio de Dragones.
Ambos comandantes rápidamente se dieron cuenta de que una victoria en contra del Rey
Lich para una facción era una victoria para todos. Cuando un bando atacaba a los no-
muertos, el otro “casualmente” ordenaría a sus propias tropas atraer la atención de la
Plaga a otro frente. Un reticente respetuo mutuo se formó entre ambos comandantes y
sus sutiles intentos de coordinar sus ataques fueron notablemente efectivos. Aunque sus
esfuerzos llevaron a la Horda y la Alianza en direcciones diferentes, eventualmente se
reencontraron en la entrada al sur de Corona de Hielo: Angrathar, la Puerta de Cólera.
Una vez que la Puerta de Cólera fue asegurada, ambas facciones serían capaces de montar
ofensivas en contra de la Ciudadela de la Corona de Hielo en el momento que quisieran.
Las defensas del Rey Lich eran formidables y atravesar los inmensos baluartes de la puerta
requeriría una batalla brutal y costosa.
Ni Bolvar ni Dranosh permitiría que el otro tuviera toda la gloria. Por lo tanto, cuando el
día del asalto a la Puerta de Cólera llegara, ambos bandos se reunieron eventualmente en
el campo de batalla. El ejército de la Plaga que se encontraba ante ellos era mayor a
cualquiera que la Horda y la Alianza hubieran enfrentado hasta entonces. Una pelea
despiadada y cruenta estaba asegurada.
Ante el poder combinado de los defensores de Azeroth, las filas de la Plaga cedieron.
Lentamente, Bolvar y Dranosh se abrieron paso hasta los pies de la Puerta de Cólera. La
victoria parecía estar cerca pero el Rey Lich no permitiría que sus enemigos prevalecieran.
Su plan de reclutar a los campeones de la Horda y la Alianza a su bando solamente tendría
éxito si ambas facciones estaban agotadas para cuando llegaran al Trono Helado. Si
llegaban radiantes de confianza y en una posición de poder, bien podrían acabar con la
Plaga en su totalidad.
El Rey Lich emergió de la Puerta de Cólera para unirse a la batalla. Su simple presencia
pudo haber puesto la balanza a favor de la Plaga. Sin embargo, la Alianza y la Horda se
rehusaron a huir ante su presencia. Los combatientes hicieron de tripas corazón y
continuaron la pelea.
223
224
Si la Batalla de la Puerta de Cólera hubiera llegado a su fin, bien pudo haber sido el fin del
Rey Lich. Pero eso no pasaría.
Desde una elevación cercana a la Puerta de Cólera, una lluvia de contenedores cayó sobre
ambos ejércitos que los obligó a detener la pelea del todo. Una letal neblina verde, capaz
de matar a vivos y no-muertos por igual, cubrió el campo de batalla. El Rey Lich de
inmediato comprendió lo que sucedía y se retiró sin dudarlo. Todos lo que permanecían
en el campo murieron: Bolvar Fordragon y cerca de cinco mil soldados de la Alianza, y
Dranosh Saurfang y más de cuatro mil seguidores leales de la Horda.
La epidemia se hubiera esparcido por toda la región y destruido a quien la tocara de no ser
por los dragones del vuelo rojo. Alexstrasza y sus sirvientes descendieron de los cielos y
purificaron la tierra con fuego encantado. Ellos no podían salvar a los caídos, pero sí
erradicaron la epidemia.
LA BATALLA POR
ENTRAÑAS
Después del desastre en la Puerta de Cólera, el Jefe de Guerra Thrall envió una citación a
la Reina Sylvanas Windrunner pero ella ya estaba en camino a encontrarse con él. Ella le
dijo al jefe de guerra que había sido forzada a huir de su hoga en Entrañas después de que
una facción de no-muertos disidentes y demonios habían intentado derrocarla. El señor
del terror Varimathras —que se creía se había acobardado y había dejado la Legión
Ardiente— aparentemente había estado en su contra todo ese tiempo. Él había
convencido a un dotado alquimista, el Gran Boticario Putress, de que la Legión le ofrecería
más regalos que la Reina Alma en Pena. Juntos habían creado una nueva epidemia de no-
muerte que no solamente había sido capaz de matar a los vivos, sino también de destruir
a la Plaga y tal vez incluso al propio Rey Lich.
225
Cuando Jaina le dio la noticia a Varian, él recibió la explicación de Sylvanas con sospecha.
Pero si la Reina Alma en Pena mentía o no, Varian vio una oportunidad. Por el momento,
Entrañas no estaba bajo control de la Horda. Tal vez era tiempo para que la Alianza
reclamara la vieja nación de Lordaeron.
La Horda y la Alianza lanzaron ofensivas separadas contra Entrañas. La Horda, liderada por
Sylvanas y Thrall, tenía como objetivo a Varimathras, la mente maestra detrás de todo. La
invasión de la Alianza, encabezada por Varian, atacó a través de las cloacas de la ciudad en
busca de Putress.
Ambas misiones fueron exitosas. Varimathras y Putress pagaron el precio por su traición y
fueron derrotados.
Pero Varian no estaba satisfecho. Todavía enfurecido, marchó al trono de Entrañas con las
espadas desenvainadas para confrontar a Thrall. No importaba quien era responsable del
ataque en la Puerta de Cólera, Varian Wrynn no confiaba en la Horda y creía que el mundo
sería un mejor lugar sin ellos. Él declaró la guerra a Thrall y su gente en ese mismo
instante.
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Pero la epidemia había sido creada por órdenes suyas. Sylvanas estaba dispuesta a
vengarse del Rey Lich a casi cualquier precio, incluso si eso significaba fabricar un arma
tan letal como la plaga. Si ella estaba o no al tanto de que Putress y Varimatrhas
planeaban utilizar el brebaje seguía siendo un misterio. Los rumores decían que ella supo
con del ataque a la Puerta de Cólera con antelación y sus negaciones no calmaron las
dudas de sus detractores.
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Una batalla catastrófica se desenvolvió, pero Jaina Proudmoore usó su magia para
someter a todos los presentes y teletransportar a las tropas de la Alianza fuera de
Entrañas.
Por un momento, se evitó una guerra a gran escala. Pero las tensiones aún persistían
entre ambas facciones. En los días siguientes, los ejércitos de la Horda y la Alianza en
Rasganorte chocaron frecuentemente, aunque solamente en pequeñas y fugaces
escaramuzas.
LOS SECRETOS DE
ULDUAR
Mientras la guerra en Rasganorte continuaba, Yogg-Saron continuó amasando sus tropas
en las profundidades de Ulduar. El Dios Antiguo estaba muy complacido por el caos que se
llevaba a cabo en la superficie. No solamente la Horda y la Alianza estaba en conflicto con
el Rey Lich, sino que habíanvolcado su ira los unos contra los otros. No obstante, Yoog-
Saron sabía que mientras más tiempo estuvieran ambas facciones en Rasganorte en busca
de puestos de avanzada de la Plaga escondidos, era más seguro que descubrieran la
presencia de la entidad en Ulduar.
Yogg-Saron había estado observando de cerca cuando C’Thun fue derrotado en Ahn’Qiraj
y no tenía deseos de seguir el mismo camino. El Dios Antiguo ganó un poco de tiempo. Su
sirviente corrupto, Loken, reavivó la Forja de los Deseos y fabricó nuevas generaciones de
temibles enanos de hierro y vrykul, todos fieles a Yogg-Saron.
Sin embargo, a pesar de que el Dios Antiguo ocultó su presencia, no pudo esconderse para
siempre de los ojos mortales. Uno de los fundadores de la Liga de los Exploradores, Brann
Bronzebeard, se encontró con el secreto. Él había legado a Ulduar buscando revelaciones
acerca de la historia antigua de su raza y encontró más de que lo que había esperado.
Brann apenas pudo escapar con vida de Ulduar e inmediatamente notificó a Rhonin del
Kirin Tor que una pesadilla viviente se estaba suscitando dentro de la fortaleza olvidada.
227
Ulduar, toda esperanza de cooperación se desvaneció pues Garrosh y Varian casi llegaron
a los golpes, y habrían peleado a muerte de no ser por la intervención de Rhonin.
Los campeones de la Horda estaban profundamente perturbados por las palabras del
guardián. A través de intermediarios en el Kirin Tor, cautelosamente se acercaron a los
héroes de la Alianza que habían asaltado la Forja de los Deseos para preguntarles si sabían
el significado de la advertencia de Loken. Brann Bronzebeard se mostró preocupado al
instante. Por lo que había aprendido hasta ahora de Ulduar, estaba convencido de que la
muerte de Loken tendría consecuencias terribles para el mundo entero, pero todavía no
entendía del todo la razón. La única manera de aprender más era viajando al corazón de
Ulduar, en dónde habitaba Yogg-Saron.
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LA SANGRE DE YOGG-SARON
Miles de años atrás, briznas de la esencia de Yogg-Saron emergieron a la superficie del
mundoen forma de un extraño mineral llamado saronita. La afilada sustancia afloró por
todo Rasganorte.
Cuando el Rey Lich llegó por primera vez a Rasganorte, descubrió y estudió la saronita. Él
encontró que era casi indesctructible e increíblemente resistente a muchas formas de
magia. El Rey Lich también descubrió que tenía el poder de desturir cuerpos y almas de
criaturas no-muertas. Intrigado, ordenó a sus sirvientes utilizar la saronita para crear
armaduras, máquinas de guerra e incluso fortalezas por todo Rasganorte.
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El asalto a Ulduar fue más difícil de lo que cualquiera imaginaba. La fortaleza era
defendida por lo que quedaba del ejército de hierro de Yogg-Saron juntocon los otros
poderosos guardianes que, al igual que Loken, habían caído bajo la influencia del Dios
Antiguo. La cruenta batalla en contra de esas tropas rugió desde las gélidas murallas de la
fortaleza hasta sus oscuras cámaras subterráneas.
Pero, igualque pasó cuando enfrentaron a C’Thun, los mortales de Azeroth prevalecieron.
Yogg-Saron fue derrotado y su control sobre Ulduar se desvaneció.
EL SEGURO DE LOS
TITANES
Los defensores de Azeroth habían alcanzado lo imposible una vez más, pero no podían
darse el lujo de descansar.
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Su muerte había activado las primeras fases de un mecanismo de seguridad dinseñado por
los titanes.
Años atrás, los titanes habían ordenado a los guardianes construir dos artefactos
encantados: la Forja de los Deseos y la Forja de los Orígenes. La primera moraba en Ulduar
y la segunda estaba asentada en el suelo muy al sur, en un lugar llamado Uldum. La Forja
de los Orígenes tenía un propósito completamente distinto al de su contraparte en el
norte. Si Azeroth llegase a sucumbir a la corrupción, las energías de esa máquina podrían
lanzarse para purgar la flora y fauna del mundo. Una vez que se completara la extinción, la
Forja de los Orígenes activaría un proceso que crearía una nueva generación de vida.
Para supervisar ese procedimiento, los titanes habían nombrado a un constelar llamadado
Algalon el Observador. La entidad juzgaría el estado de Azeroth y decidiría si el mundo
debía ser purificado o no.
Los héroes de Azeroth pelearon valientemente para detener a Algalon ante la confusión
del constelar. Él no podía ver la lógica en sus acciones; el mecanismo de seguridad ya
había sido activado, y su muerte no detendría el procedimiento.
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Pero los mortales no se dieron por vencidos. Ellos lucharon por su mundo, sus hogares y
por sus amigos. Y, al final, hicieron ceder a Algalon.
Algalon se conmovió ante su determinación. Azeroth no era el primer mundo que había
purgado y nunca había considerado que la vida en esos otros mundos hubiera querido
sobrevivir con tanta desesperación como esos héroes. Él decidió que se habían ganado el
derecho a luchar contra la corrupción de Azeroth por sí mismos. Algalon permitió que los
mortales revirtieran el protocolo de seguridad antes de que la Forja de los Orígenes se
activara de nuevo.
Entonces, Algalon desapareció, pero no se fue muy lejos. Él seguiría vigilando Azeroth
desde la distancia durante muchos años más.
EL TORNEO ARGENTA
A pesar del caos y la masacre que se desenvolvía en Rasganorte, la guerra contra el Rey
Lich se desarrollaba bien. Los ejércitos de la Horda y la Alianza habían aplastado
numerosos puestos de avanzada de la Plaga por todo el continente, tomando territorio
no-muerto poco a poco.
Todo lo que quedaba era el asalto final a la Ciudadela de la Corona de Hielo. El Rey Lich
mantenía a gran parte de las tropas que le quedaban ahí, casi instando a sus enemigos a
entrar al Trono Helado.
Garrosh Hellscream y Varian Wrynn estaban ansiosos por ver al Rey Lich destruido, pero
ninguno dio la orden de atacar. Tirion Fordring, el líder de la Cruzada Argenta, había
enviado un mensaje a ambos líderes, advirtiéndoles que esperaran. Él creía que un ataque
completo y sobrecogedor era exactamente que el Rey Lich quería.
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232
Tirion creía que solamente había una manera de conquistar la Corona de Hielo: una tropa
pequeña y quirúrgica haría un agujero en las defensas de la ciudadela y se abriría paso
hacia el Rey Lich.
Con ese fin, Tirion llamó a los campeones de Azeroth para probarse dignos de esa misión
crucial. Y así nació el Torneo Argenta.
A pesar de la tensión entre las facciones, ambas confiaban en Tirion Fordring. Él había
mostrado una valentía ejemplar en su lucha para proteger la Capilla de la Esperanza de la
Luz y la Horda recordaba su compromiso con la justicia en la defensa del orco Eitrigg
muchos años atrás. Nadie dudaba de su sinceridad y de su único deseo de ver al Rey Lich
destruido. No faltaban héroes dispuestos a marchar a su lado sin importar la facción.
Incontables héroes participaron en las pruebas del torneo. En poco tiempo, Tirion había
reducido las filas para escoger a los pocos elegidos. La Cruzada Argenta y él ya tenían a sus
campeones. A ellos se les unió Darion Mograine y gran parte de sus caballeros de la
muerte bajo el estándarte de una nueva orden llamada el Veredicto Cinéreo.
La batalla que hundió a la Ciudadela Corona de Hielo puso a prueba la fuerza y la voluntad
de Tirion Fordring y sus seguidores. No solamente el Rey Lich había mantenido a su lado a
sus esbirros más poderosos y peligrosos, sino que también comandaba a un héroe del
pasado: Dranosh Saurfang.
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Después de que el orgulloso orco cayera en la Puerta de Cólera, la Plaga recuperó su
cadáver. El Rey Lich entonces transformó a Dranosh en un caballero de la muerte y ahora
era forzados a pelear en contrar de sus antiguos camaradas, y ellos fueron forzados a
derrotarlo. Cuando Varok Saurfang supo en lo que se había convertido su hijo, estaba
destrozado. Incluso miembros de la Alianza simpatizaron con él, así de malvado y cruel era
el tormento inflingido en su querido hijo.
Los guardianes de la Ciudadela Corona de Hielo eran muchos, pero el equipo de ataque
persistió. Se abrieron paso a través de las filas de la Plaga hasta que estuvieron ante el
Trono Helado.
Allí encontraron a otro héroe que había desaparecido de la Puerta de Cólera: Bolvar
Fordragon. Su cuerpo había sido desfigurado el fuego encantado del vuelo rojo y estaba
suspendido con cadenas sobre el Trono Helado. Igual que Dranosh, el paladín había sido
recuperado por el Rey Lich, pero él no había sido tan fácil de corrmpero como el orco.
Bolvar fue sujeto a horribles torturas mientras el maestro de la Plaga batallaba para
convertirlo a la oscuridad.
Los campeones no pudieron liberar a Bolvar, no hasta quese enfrentaran al Rey Lich.
Estaban exhaustos, golpeados y enfurecidos… justo como había planeado el Rey Lich. Su
verdadero permio ahora se encontraba frente a él: los más poderosos héroes de Azeroth.
Si ellos sucumbían al Rey Lich, él los levantaría en la no-muerte y los usaría como armas
contra los vivos.
El Rey Lich desató toda su furia. Tirion Fordring y sus campeones lucharon en una batalla
valiente que sacudió la Ciudadela Corona de Hielo hasta sus cimientos. El Rey Lich arrancó
las almas de varios héroes con Frostmourne, pero ni siquiera eso los detuvo. Los
campeones atrapados en la espada maldita siguieron peleando, avivando a los otros
espíritus atrapados en la espada para que actuaran.
Pero a pesar de su valor y heroísmo, los campeones no prevalecieron. La fuerza del Rey
Lich los abrumó a todos. Tirion Fordring fue encerrado en un bloque de hielo y sus
seguidores fueron asesinados.
Tirion se rehusó a darse por vencido. Se liberó de su gélida prisión, y con un golpe
desesperado, destruyó a Frostmourne con la Ashbringer. En un instante, las almas
atrapadas en la espada fueron liberadas. Los espíritus de las víctimas del Rey Lich giraron
alrededor de su atormentador, pagando su crueldad con venganza justificada.
234
El espíritu del padre de Arthas Menethil, Terenas Menethil II, revivió a los campeones
asesinados y volvieron a unirse a la batalla. Esta vez el Rey Lich estaba indefenso y fue
herido de muerte.
En sus momentos finales, Arthas sintió la corrupción del Trono Helado desvaneciéndose y
se enfrentó con sus imperdonables crímenes. Entonces, se hundió en una gélida muerte
hacia una vida en el más allá fría e imperdonable llena de oscuridad.
Todo lo que quedaba era decidir cómo iban a lidiar con lo que quedaba de la Plaga. El
espíritu de Terenas advirtió a Tirion Fordring y a sus campeones que, sin una poderosa
consciencia controlando a los no-muertos, las criaturas vagarían por el mundo provocando
daños inimaginables al mundo.
……………………………………………………………………………………………………………………………………
REGRESO TRIUNFAL
Después de la derrota del Rey Lich, los ejércitos de la Alianza y la Horda regresaron a
casa como conquistadores victoriosos. Ellos habían triunfado sobre una de las más
grandes amenazas que Azeroth jamás hubiera conocido. Garrosh Hellscream fue recibido
en Orgrimmar con estruendosos aplausos por sus hermanos. Él ahora era visto como un
digno heredero del linaje Hellscream y un sobresaliente comandante en batalla por
méritos propios.
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Tirion estaba de acuerdo, pero esa era una carga que no podía pedir que nadie más
llevara. Él tomó el yelmo del Rey Lich y se dispuso a convertirse en el carcelero de los
condenados... Pero antes de que pudiera ponerse la armadura maldita y sellar su destino,
Bolvar Fordragon intervino.
Ahora libre de sus ataduras, Bolvar se ofreció como voluntario para tomar el lugar de
Tirion. Las heridas que había sufrido en la Puerta de Cólera dejaron su cuerpo destruido y
su mente lastimada. Él nunca podría volver a su antigua vida, él nunca podría caminar
entre los vivos como había hecho antaño. Por el bien de Azeroth, él usaría el yelmo del
Rey Lich y mantendría a la Plaga a raya. Al hacerlo, Bolvar esperaba que la amenaza que
presentaba la Plaga se fuera para siempre.
235
EL TRONO DURMIENTE
Conforme los ejércitos de la Horda y la Alianza se retiraban de Rasganorte, apenas vieron
a la Plaga. Como muchos creían que el Rey Lich ya no existía, fue fácil asumir que los no-
muertos ya no representaban una amenaza. Eso, por supuesto, no era verdad.
Bolvar Fordragon tenía problemas para mantener el control sobre las interminables filas
de no-muertos. El Rey Lich les había ordenado pelear contra los vivos y era difícil reprimir
su agresión. Bolvar luchó para mantener su sanidad; podría haber sido un paladín durante
toda su vida adulta peor en el momento que se había puesto el yelmo del Rey Lich, la Luz
Sagrada lo había abandonado. Sus nuevos poderes nigrománticos guerreaban con su
sentido de justicia y rectitud y usó casi toda su fuerza para contener a los no-muertos.
La caída no la mató sino los afilados picos de saronita que estaban enterrados en el suelo.
Igual que el Rey Lich, la Alianza y la Horda habían descubierto y experimentado con ese
elemento misterioso. Tenía muchas propiedades intrigantes, una de ellas era que podía
destruir el alma y el cuerpo de los no-muertos.
Sylvanas sufrió un terrorífico y desolador más allá. Unos seres espectrales conocidos como
las Val’kyr encontraron su alma ahí y le dieron un vistazo del futuro de su pueblo. Sin ella
para protegerlos, los Renegados morirían aplastados por la Horda hasta extinguirse. Las
Val’kyr le ofrecieron un pacto: ellos devolverían el alma de Sylvanas a su cuerpo, pero
solamente si ella se vinculaba con ellos. Las Val’kyr ansiaban liberarse del control del Rey
Lich y a cambio ellos servirían gustosos a la Reina Alma en Pena. Sylvanas aceptó y regresó
a Azeroth para continuar liderando a los Renegados.
Bolvar se sorprendió al sentir que su conexión con los Val’kyr de pronto se había roto.
Cuando trató de reestablecer su voluntado sobre ellas, no hubo respuesta. Era como si
ahora sirvieran a otro amo.
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Bolvar consideró este evento como una lección aprendida y aceptó su destino. No
solamente tenía que mantener a los no-muertos alejados de los vivos, sino que debía
detener a otros para que no hicieran mal uso del poder de la Plaga.
LA GUERRA CONTRA LA
PESADILLA
Los Dioses Antiguos habían intentado corromper el Sueño Esmeralda durante milenios.
Ellos habían extendido su influencia hacia el reino etéreo y los efectos de eso fueron
conocidos como la Pesadilla Esmeralda. La reciente derrota de Yogg-Saron en Rasganorte
no había erradicado el peligro, de hecho, había incitado a los esbirros de la entidad a
actuar.
Después de la muerte del Rey Lich, la Pesadilla se extendió todavía más en el mundo
exterior. Por todo Azeroth, la gente experientaba sueños horribles. Tyrande Whisperwind
era una de las afectadas por esos terrores nocturnos. Mientras investigaba la causa, ella
tuvo una visión de la diosa Elune, un ser venerado por los elfos de la noche. En esa visión,
Tyrande vio a su compañero, Malfurion Stormrage, muriendo dentro del Sueño
Esmeralda.
Malfurion había estado durmiendo en el Sueño durante años, pero hasta ahora, no había
existido una causa para alarmarse. Muchos druidas pasaron largos periodos de tiempo
explorando el reino. Tyrande había tratado de despertarlo, pero no pudo, entonces quedó
claro que casi todos losque habían entrado al Sueño recientemente, druidas o no, eran
incapaces de despertar. Incluso Ysera, el Aspecto de los Sueños, estaba encerrada en un
letargo perpetuo.
Fandral Staghelm, líder del Círculo Cenarion en ausencia de Malfurion, declaró que tenía
respuestas. Él minimizó la corrupción que afectaba al Árbol del Mundo Teldrassil, llegando
a sugerir que estaba libre de la influencia de la Pesadilla Esmeralda. Sin embargo, eso era
mentira. La Pesadilla ya se había esparcido a Teldrassil, pero Fandral había ocultado su
presencia de los otros elfos de la noche.
Para mantener su mentira viva, él declaró que podía proteger Teldrassil y prevenir que la
Pesadilla tuviera poder alguno sobre él. Una vez que eso estuviera hecho, él dijoque
estaba seguro de que habría una manera de salvar a Malfurion.
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IMAGEN ANTERIOR: TIRION FORDRING Y SUS ALIADOS DERROTANDO AL REY LICH EN EL TRONO
HELADO.
Tyrande no se quedaría quieta mientras Malfurion estaba en peligro. Ella entró al Sueño
por sí misma para encontrarlo. Justo a tiempo descubrió que Malfurion era prisionero de
un antiguo enemigo: Xavius, el Señor de la Pesadilla.
Xavius respondía a los Dioses Antiguos, pero tenía muchos sirvientes propios. Entre ellos
se encontraba Fandral Staghelm. Años atrás, Xavius había tentado al druida a unirse a los
suyos al convencerlo de que su hijo muerto, Valstann Staghelm, seguía vivo.
Tyrande y sus aliados pelearon para liberar a Malfurion. Una vez que despertó, ellos
lanzaron un ataque en contra de Xavius y la Pesadilla.
Al final, Xavius fue derrotado y la Pesadilla fue purificada por el Sueño. Ni Tyrande
Whisperwind ni Malfurion Stormrage pudieron erradicarala por completo, así que sellaron
la corrupción, junto con el espíritu de Xavius, en un rincón del Sueño Esmeralda llamado la
Falla de Aln. Ellos esperaban que la Pesadilla se mantuviera contenida ahí, pero temían
que tal vez un día pudiera encontra una forma de salir.
La victoria dentro del Sueño Esmeralda tuvo efectos duraderos en muchos de los que
habían sufrido por la Pesadilla. Ysera fue liberada de su interminable letargo y tomó un
nuevo nombre para marcar su regreso: la Despierta.
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CAPÍTULO VII
CATACLISMO
LOS OCULTOS
Los Dioses Antiguos habían sufrido sorprendentes fracasos en años recientes, incluyendo
las derrotas de C’Thun y Yogg-Saron a manos de los defensores de Azeroth. Ellos nunca
hubieran anticipado una resistencia tan feroz ni la aparición de esos héroes tan valientes.
N’Zoth alimentó su propia energía oscura dentro del corazón de Deathwing, imbuyendo al
Dragón Aspecto negro con un poder que nunca había sentido. Ese inlujo de fuerza
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Por órdenes de N’Zoth, los cultores del Martillo Crepuscular se adentraron en Infralar para
ayudar a Deathwing. Los cultores clavaron placas de elementium sobre las heridas del
Dragón Aspecto negro para prevenir que su cuerpo se destrozara. El proceso fue
agonizante y Deathwing frecuentemente deastaba su furia en los cultores.
Mientras los cultores curaban a Deathwing, N’Zoth se acercó a sus otros aliados antiguos
en el Plano Elemental. Cuando el mundo era joven, los Dioses Antiguos habían esclavizado
a los destructivos espíritus elementales de Azeroth y los usaron como armas. Ellos
tendrían también un papel en la Hora del Crepúsculo. N’Zoth llamó a los elementales a
prepararse para la guerra, pero no todos respondieron.
Los señores elementales restantes aceptaron la orden de N’Zoth. Ragnaros el Señor del
Fuego y AL’Akir el Señor del Viento adoraban la idea de la guerra y sus lazos con los Dioses
Antiguos permanecieron intactos. N’Zoth prometió liberarlos de sus prisiones y dejarlos
deambular libremente por Azeroth como habían hecho antaño.
El propio Deathwing sería la llave para su liberación. Una vez que el Dragón Aspeco negro
estuviera listo para la guerra, él emergería deInfralar y abriría una brecha entre el Plano
Elemental y la superficie de Azeroth. Deathwing también serviría como una extensión de
la voluntad de N’Zoth, comandando al Martillo Crepuscular y a los elementales para
coordinar sus ataques. El Dios Antiguo le hizo creer que, al hacerlo, él podría destruir a los
otros dragones y reclamar el mundo como propio.
242
EL TUMULTO
ELEMENTAL
28 AÑOS DESPUÉS DEL PORTAL OSCURO
En Infralar, Deathwing se deleitaba en las energías duales de N’Zoth y el Plano Elemental.
Él se recuperó a un paso sorprendente, pero llegó a un gran alto precio para el mundo.
Absorber el poder del Plano Elemental había desestabilizado el reino y envió a los
elementales a una gran agitación. Su dolor y su confusión no quedaron limitados al
Infralar; se esparció a la superficie de Azeroth.
Los océanos rugieron con furia. Tormentas extrañas bajaron ululando desde las montañas
para cubrir de hielo regiones normalmente cálidas. La tierra se retorcía desencadenando
terremotos por todo el mundo. Estos desastres naturales no se detuvieron, al contrario,
crecieron más frecuentes y severos. Viajar se convirtió en un peligro y numerosos navíos
mercantes se perdieron en el mar.
El Jefe de Guerra Thrall y otros chamanes percibieron que algo estaba muy mal con los
elementos pero lo que estaba causando ese tumulto se mantuvo en un misterio. En
muchas ocasiones Thrall trató de comunicarse con los espíritus elementales, pero no
estaban en condiciones para darle respuestas. Él no podía hacer nada para calmar a esos
seres. Entonces tuvo una idea: si él no pudiera comunicarse con los elementales de
Azeroth, entonces tal vez podría hablar con aquellos en Terrallende y recibir su consejo.
Antes de que Thrall se marchara a Terrallende, nombró a Garrosh Hellscream como el jefe
de guerra de la Horda en su ausencia. El guerrero aún tenía mucho que aprender, pero ya
había demostrado ser un líder capaz en la guerra en contra del Rey Lich. La valentía y
orgullo feroz de Garrosh lo hicieron muy popular, especialmente entre los orcos.
No todos los consejeros de Thrall estuvieron de acuerdo con su decisión del jefe de
guerra. El Gran Jefe Cairne Bloodhoof argumentó en contra de pasar el control de la Horda
a Garrosh a quien veía como un salvaje conflictivo. Thrall tenía mucho afecto por Cairne,
pero su decisión era final. Él creía que esa nueva responsabilidad aportaría serenidad a
Garrosh y le concedería sabiduría. Estaba equivocado.
Tomar el mando del liderazgo solamente alentó a Garrosh a dar rienda suelta a su
agresividad. Él creía que la Horda era demasiado cohibida. Los recursos eran escasos,
especialmente después de la guerra en Rasganorte. El tumulto elemental hundiendo el
mundo solamente había empeorado todo.
243
Después de la partida de Thrall, Garrosh volteó al noroeste, hacia los frondosos bosques
de Vallefresno. Erauna tierra vasta y estaba al alcance de la Horda. Gran parte de la región
pertenecía a los elfos de la noche, pero eso no detuvo a Garrosh de enviar tropas hacia los
bosques. Él no estaba interesado en pedirle recursos a la Alianza ni en comerciar por ellos.
¿Por qué haría eso cuando simplemente podría tomar lo que quisiera por la fuerza?
Garrosh no hizo caso a su sabiduría así que Cairne habló un lenguaje que el orco pudiera
entender. Retó a Garrosh al mak’gora, el ritual de duelo.
Ante una multitud de testigos, el tauren y el orco pelearon por el futuro de la Horda. En un
lado estaba la promesa de un futuro pacífico. En el otro, la promesa de sangre y conquista.
La sangre y la conquista ganaron ese día. Cairne Bloodhoof peleó valientemente, pero
cayó ante su oponente. Con la muerte del viejo tauren, no quedaba nadie que se opusiera
a Garrosh Hellscream.
EL CONSEJO DE LOS
TRES MARTILLOS
Al igual que la Horda, la Alianza estaba batallando con disturbios internos. La turbulencia
elemental había golpeado a la ciudad enana de Forjaz muy fuerte. Terremotos masivos
sacudieron las colinas nevadas a las afueras del fuerte, causando destrucción y pérdida de
vidas.
244
voluntario para llevar a cabo el ritual y así poder saber qué estaba causando esos
problemas en Azeroth.
El ritual no fue como estaba planeado. No solamente conectó a Magni con la tierra; lo hizo
uno con ella. Se transformó en una estatua aparentemente sin vida. Muchos creyeron que
estaba muerto y Forjaz lloró la pérdida de su rey.
La noticia del destino de Magni llegó a su hija ausente, Moira Thaurissan, en Shadowforge.
En años recientes, ella había trabajado para liberar al clan enano Hierro Negro de sus
antiguos amos, los elementales de fuego y protegerlos de los dragones del vuelo negro.
Sin embargo, los eventos recientes amenazaban con destruir el progreso de Moira.
Conforme los espíritus elementales sevolvían más caóticos, algunos de los Hierro Negros
regresaron a sus viejos hábitos. Ellos hincaron la rodilla ante Ragnaros y llevaron a cabo
una revuelta contra Moira.
Moira vio el trono vacante de Forjaz como una oportunidad para enviar a sus Hierro
Negros leales a un lugar seguro. Ella sabía que los enanos de Forjaz no los recibirían con
los brazos abiertos. Los Bronzebeard eran viejos rivales de los Hierro Negros. Sin embargo,
eso no detuvo a Moira. Por las leyes de la sucesión real, la corona le pertenecía y su
palabra era ley.
Ella marchó hacia Forjaz con sus Hierro Negros y se declaró la reina bajo la montaña.
Algunos enanos estaban furiosos por su regreso, pero otros la aceptaron como su líder.
Las tensiones crecieron en la ciudad, amenazando con comenzar una guerra civil.
Para prevenir que se desatara la violencia, Moira tomó una posición con puño de hierro.
Ella prohibió a todos entrar o dejar Forjaz hasta que completara su transferencia de poder.
Esto resultó ser un grave error. El príncipe de Ventormenta, Anduin Wrynn, se encontraba
en la ciudad. Tenerlo como rehén fue visto por el Rey Varian como un acto de guerra. La
única familia que le quedaba era su hijo y haría cualquier cosa por protegerlo, incluso
derramar sangre real.
Varian Wrynn reunió una tropa de asesinos y se infiltraron a Forjaz. Se desplazaron como
sombras por toda la ciudad hasta que arrinconaron a Moira. Varian le hubiera cortado la
garganta de no ser por Anduin. El príncipe pidió a su padre que mostrara misericordia. Fue
difícil para Varian contenerse y caminar el sendero de paz, pero al final vio la sabiduría en
las palabras de Anduin.
245
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Magatha había envenenado a Gorehowl, la legendaria hacha de Garrosh. Fue esa ventaja
la que le permitió acabar con Cairne.
Después del duelo, Magatha lideró un golpe en Cima del Trueno y asedió la ciudad. Sin
embargo, su victoria fue fugaz. El hijo de Cairne, Baine Bloodhoof, lanzó un contraataque
que derrocó a Magatha. Él tenía todo el derecho de ejecutar a su enemiga, pero no lo hizo.
Él recurría a las enseñanzas de su padre por guía u decidió que caminar el sendero del
honor y la compasión era la marca de un verdadero líder. Al final, él exilió a Magatha
lejos de Cima del Trueno.
Durante estos eventos, Magatha suplicó la ayuda de Garrosh, pero él se la negó. Estaba
furioso porque había envenenado su hoja pues había ensuciado su victoria en el mak’gora
y ponía en duda si era en realidad un mejor peleador que Cairne.
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Varian le había perdonado la vida a Moira, pero no podía garantizarle el control absoluto
de Forjaz después de lo que había hecho. Él llamó a una nueva organización para regir la
antigua ciudad. En respuesta, los enanos formaron el Consejo de los Tres Martillos, un
cuerpo gubernamental que incluía a un representante de cada uno de los clanes rivales.
Algunos enanos le dieron la bienvenida, pero otros rechazaron la idea los clanes siendo
gobernados por un concilio. Aunque tomó tiempo, el Concilio de los Tres Martillos se
estableció. Tres enanos prominentes servirían en él durante los años venideros: Moira
Thaurissan, Falstad Wildhammer y Muradin Bronzebeard.
Los tres clanes no habían vivido juntos durante cientos de años, así que ponerse de
acuerdo era una batalla diaria. Las tensiones permanecieron altas y violencia esporádica
estallaba entre los enanos.
Las condiciones estaban destinadas a empeorar en los meses siguientes, tanto para Forjaz
como para el resto del mundo.
246
EL TRONO DE LOS
ELEMENTOS
Thrall desconocía los eventos que se sucitaban en Azeroth.
Había chamanes talentosos entre los orcos Mag’har de Terrallende. Geyah llamó a su
estudiante más brillante para ayudar a Thrall. Su nombre era Aggra y no dio cuartel a su
nuevo pupilo. Ella no estaba impresionada por el hecho de que Thrall había liderado a la
Horda, al contrario, ella consideraba que esa parte de la razón por la cual estaba teniendo
problemas para crecer como chamán. Aggra argumentaba que él había dividido su atenció
entre sus deberes como jefe de guerra y como chamán y que no alcanzaría su verdadero
potencial como ninguno hasta que escogiera uno en el cual enfocarse.
Una vez que Thrall estuvo seguro de sus nuevas habilidades, vistó el Trono de los
Elementos. Ese lugar sagrado era un hogar para los espíritus elementales en Terrallende y
un lugar de plegaria para los chamanes. Cuatro grandes seres llamados las Furias
Elementales moraban allí: Gordawg, la Furia de la Tierra; Incineratus, la Furia del Fuego;
Kalandrios, la Furia del Aire; y Aborius, la Furia del Agua.
Las Furias habían sufrido inmensamente en décadas recientes. Cuando la vieja Horda
había llegado al poder, su uso de la magia vil había roto la fuerza de los elementales.
Entonces vino la destrucción de Draenor, que casi los aniquiló. La recuperación de las
Fruias había sido un proceso lento y doloroso, pero el futuro era brillante. La paz al final
había llegado a Terrallende.
Thrall suplicó la ayuda de las Furias, uma solución para calmar a los elementales de
Azeroth. En su lugar, él recibió una advertencia: el tumulto elemental en el mundo
asemejaba las condiciones en Draenor justo antes de que fuera destruido.
Thrall regresó a Azeroth para advertir a su gente de lo que había aprendido. Aggra decidió
acompañarlo. Aunque fue difícil para ella abandonar su hogar en Nagrand, ella creía que
247
era su deber como chamán ayudar a los elementos de Azeroth. Adempas, no quería que
Thrall enfrentara solo las pruebas que estaban por venir. Ella había llegado a verlo como
algo más que a un pupilo, incluso más que a un amigo.
Azeroth había cambiado desde la partida de Thrall. Se sorprendió al saber del conflicto
renovado entre la Horda y la Alianza, pero estaba perturbado al descubrir que Cairne
Bloodhoof fue asesinado por el orco en el que Thrall había confiado para liderar a su
gente. Thrall se había equivocado al poner su fe en Garrosh Hellscream y se culpaba por
todo lo que había sucedido.
Pero no tuvo oportunidad de enmendarlo todo. Ante los ojosde Thrall, el mundo se
retorció en agonía. El suelo se abrió bajo sus pies.
LA DEVASTACIÓN
La hora había llegado. La forma volátil de Deathwing refulgió con fuego y sombras. Las
placas de elementium se aseguraban de evitar que todo ese poder destruyera su cuerpo.
Con la orden de N’Zoth, él reunió su furia y la desató. Deathwing explotó desde Infralar
hasta Azeroth, rompiendo las barreras entre el Plano Elemental y el mundo físico.
Su regreso activó una reacción en cadena de desastres naturales por todo el mundo, lo
que se conoció como el Cataclismo. Las montañas se volvieron polvo. Flamígeras grietas
desgarraron la tierra mientras gigantescas olas golpeaban las costas aniquilando ciudades
costeras y causando inundaciones. Las víctimas se contaban por miles, pero vendría más
muerte. Mucha más.
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Cho’gall condujo a muchos de los cultores a las Tierras Altas, una idílica región costera al
norte de Forjaz. Una numerosa población de enanos Wildhammer habitaban en esas
colinas y montañas, sin embargo, no eran el único poder en las Tierras Altas. Después de
la Batalla de Grim Batol, lo que quedaba den clan orco Faucedraco había huido a esa área
y establecieron una fortaleza en la costa.
Ni los enanos ni los Faucedraco estaban preparados para los Martillo Crepuscular. El
ataque del culto fue súbito y brutal. Sus miembros declararon la guerra en los pueblos de
las Tierras Altas y establecieron una fortaleza en el corazón de la región. Cho’gall llamó a
ese fuerte el Bastión del Crepúsculo y loconvirtió en la base de operaciones del culto yun
lugar para que los miembros adoraran a sus dioses ocultos. Las energías del Vacío se
introdujeron en el terreno colindante, mutando toda la vida que se aproximara a la
sombra de la fortaleza. La propia tierra se tornó oscura y deforme y pronto la región se
conoció como las Tierras Altas Crepusculares.
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Ventormenta había estado a merced de Deathwing, pero destruirla nunca había sido su
intención. La gente de la ciudad le servía más viva que muerta. Su verdadera meta había
sido destrozarlos para que pudieran volverse sus sirvientes.
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249
Para la Horda y la Alianza, los enemigos aparecían por todos los frentes. Sin embargo,
incluso cuando el mundo se derrumaba a su alrededor, parecían determinados a
destruirse.
LA INVASIÓN DE
GILNEAS
Mientras el Cataclismo se desenvolvía, Thrall se encontró en una encrucijada. La Horda
necesitaba su guía como Jefe de Guerra, pero el mundo también necesitaba de su ayuda
como chamán. Aggra estaba en lo cierto: no podía dividir su atención entre dos
responsabilidades. Tenía que escoger. En su corazón, sabía que el camino de la sanación
del mundo era el correcto, si Azeroth era destruida como Draenor, no quedaría ninguna
Horda.
Thrall y Aggra se reunieron con el Anillo de la Tierra, una facción neutral de chamanes
dedicados a mantener el balance entre los elementos. Incluía a chamanes de la Horda y la
Alianza, individuos que habían hecho a un lado viejas rencillas por el bien del mundo.
Thrall, Aggra y muchos de los miembros del Anillo de la Tierra viajaron al lugar en donde
Deathwing apareció en Azeroth: la Vorágine, un gigántesco torbellino situado en el Mare
Magnum.
En esa locación específica, el regreso del Dragón Aspecto negro había dejado una cicatriz
entra la superficie de Azeroth y el Plano Elemental. La inestabilidad en la Vorágine
repercutía en todo el mundo, llevando a los espíritus elementales a un frenetismo mayor.
Si el Anillo de la Tierra no podía sanar la brecha que Deathwing había hecho, la
destrucción del mundo continuaría desenvolviéndose por toda Azeroth.
Con Thrall en la Vorágine, el Jefe de Guerra Garrosh Hellscream tenía libertad para reinar.
El Cataclismo no lo había disuadido de su guerra contra la Alianza. Él creía que la Horda
necesitaría cada ventaja para sobrevivir. Él quería expandir desesperadamente los
dominios de la Horda en los Reinos del Este para reunir más recursos y fortalecer la
presencia de su facción en el continente.
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Gilneas había escapado de una invasión de fuerzas externas gracias a la gigantesca
Muralla Greymane en su frontera al norte. Pero eso había cambiado con el Cataclismo. Los
terremotoso habían destruido parte de la muralla, dejando a Gilneas vulnerable.
Garrosh Hellscream no era el único miembro de la Horda que deseaba Gilneas. Sylvanas
Windrunner estaba ansiosa por poner al reino bajo su dominio. Ella convenció a Garrosh
de darle control sobre las tropas invasoras y lideró los ataques de la Horda a través de la
aislada nación.
La incursión de la Horda no pudo haber llegado en un peor momento para Gilneas. Una
guerra civil, la Rebelión Northgate, había mermado la fuerza de Gilneas. Además, también
tenía una batalla interna mucho más oscura. Durante años, la maldición de los huargen
había devastado el reino, transformando a muchos de sus ciudadanos en bestias lupinas
salvajes. Esas criaturas eran esclavas de su propia ira, incapaces de diferenciar entre
amigo y enemigo. El propio Rey Genn Greymane era víctima de esa maldición.
La maldición de los huargen se había originado hacía mucho tiempo entre los elfos de la
noche. Algunos de ellos habían percibido el hechizo del Archimago Arugal sacar a las
bestias lupinas del Sueño Esmeralda, y habían ido a Gilneas a investigar. Los elfos de la
noche sintieron que era su responsabilidad ayudar a la nación humana a lidiar con la
maldición. Mientras la invasión de la Horda sellevaba a cabo, ellos realizaron una
ceremonia llamada el Ritual del Equilibrio para traer armonía a muchos de los huargen. No
erradicó la maldición de sus venas, pero calmó la furia en sus corazones y tranquilizó su
sed de sangre.
El Ritual del Equilibrio tambié trajo paz a la población dividida de Gilneas. Genn Greymane
movilizó tanto a huargen como a humanos, recordándoles que todos eran Gileanos. Ellos
no eran un pueblo que se daba por vencido. Nunca. El ejército Gilneano peleó
valientemente contra la Horda con garras y espadas.
Las pérdidas fueron grandes en ambos bandos, especialmente para el rey de Gilneas.
Sylvanas casi lo asesinó con una flecha envenenada que nunca llegó a su objetivo. El único
hijo de Genn Greymane, Liam Greymane, cubrió a su padre del ataque. La flecha tomó la
vida del príncipe en su lugar.
Parecía que todo estaba perdido para los Gilneanos hasta que una flota de barcos de elfos
de la noche apareció en la costa. Una vez más, los extraños del otro lado del mar habían
llegado a ayudar a Genn Greymane y su gente.
251
252
La decisión de abandonar la tierra de sus ancestros fue una de las más dificiles que Genn
tuvo que tomar, pero era su última opción. Quedarse en Gilneas hubiera significado la
muerte segura para él, para lo que quedaba de su familia y para sus leales súbditos. Él
ordenó a su gente abordar los barcos y zarparon hacia la distante capital de los elfos de la
noche, Darnassus.
Incluso si le llevaba años, incluso si le costaba la vida, Genn Greymane juró volver un día y
restaurar a Gilneas a su antigua gloria.
EL CARTEL PANTOQUE
Gilneas no era la única nación independiente que sufrió por el Cataclismo. La devastación
empujó a los inteligentes goblins del Cártel Pantoque al borde de la extinción.
Durante años, ellos habían vivido en la Isla de Kezan, el eje central de un vasto imperio
mercantil. Los goblins eran ingenieros talentosos y dominaban los mares, pero eran mejor
conocidos por su descarda avaricia. Ellos rara vez escogían un bando en las guerras entre
la Horda y la Alianza pues mantenerse neutrales les había permitido comerciar con ambas
facciones y maximizar sus ganancias.
No obstante, esa neutralidad los dejó sin aliados confiables a los cuales llamar en tiempo
de necesidad. El Cataclismo provocó la erupción del Monte Kajaro, un enorme volcán en
Kezan. Roca fundida llovió en la isla, destrozando parte de las fábricas, almacenes y barcos
del Clan Pantoque. Una ola de lava descendió del volcán, consumiendo todo lo que
quedaba de pie.
Los goblins no tuvieron otra opción que huir. Su hogar estaba condenado.
Si los goblins estaban esperando que el peligro hubiera pasado, estaban decepcionados.
Las corrientes los llevaron directo al conflicto entre la Horda y la Alianza.
A mitad de una batalla naval, los barcos de la Alianza hundieron el barco de los goblins.
Esa hostilidad innecesaria eventualmente envió a los goblins a los brazos de la Horda. No
fue fácil para el Cártel Pantoque dejar ir su querida neutralidad, pero Gallywix sabía del
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IMAGEN ANTERIOR: EL REY GENN GREYMANE LAMENTÁNDOSE DESPUÉS DE QUE SU HIJO, LIAM, FUESE
HERIDO DE MUERTE POR SYLVANAS WINDRUNNER.
valor de adaptarse a los tiempos y estaba determinado a convertir esos eventos
desafortunados en ganancias.
LA FURIA DE LOS
HUARGEN
La invasión de la Horda en Vallefresno llegó en un momento de gran incertidumbre para
los elfos de la noche. Al final de la Tercera Guerra, ellos habían perdido los
encantamientos que los vinculaban con el Árbol del Mundo Nordrassil. Su inmortalidad y
protección contra las enfermedades y el envejecimiento ya no existían; ahora tenían que
enfrentarse a su propia mortalidad inevitable.
La cultura y las tradiciones de los elfos de la noche también estaban en decadencia. Los
Shen’dalar, hechiceros Altonatos de La Masacre se habían asentado en Darnassus al igual
que los Gilneanos. Muchos elfos de la noche estaban recelosos de sus invitados. Ambos
pares de recién llegados revivían recuerdos dolorosos del pasado. Los Altonatos en
particular eran tratados con sospecha y hostilidad abierta. Durante la Guerra de los
Ancestros, su obesión por la magia arcana había llevado la Legión a Azeroth y ese no era
un pecado que se perdonara u olvidara fácilmente, incluso después de diez mil años.
254
Tyrande Whisperwind hizo lo mejor que pudo para calmar los temores de su gente y
convencerlos de la necesidad de tener más aliados. Los elfos de la noche estaban en un
estado frágil y con la Horda en un camino de guerra, necesitaban toda la ayuda que
pudieran encontrar. Ahora no era el momento de aislarse; era momento de hacer nuevos
amigos y reafirmar el compromiso de los elfos de la noche con la Alianza.
Tyrande creía que agregar a los huargen a la Alianza reforzaría a la facción. Sin embargo,
no era una decisión que pudiera tomar sola. Ella llamó a una reunión de las naciones de la
Alianza en Darnassus para introducir a los huargen a sus filas.
El Rey Varian Wrynn no sentíaaprecio alguno por el Rey Genn Greymane y rechazó
abiertamente una alianza con los huargen. Él despreciaba al rey de los Gilneanos por su
decisión de abandonar la Alianza y aislar su nación del resto del mundo. No obstante, la
furia de Varian también era producto de su propia batalla interna. Desde que había vuelto
a estar completo después de que se rompió el hechizo de Onyxia, él había sufrido ataques
de ira incontrolable. Su rabia había sido apartada lentamente por sus amigos, sus
confidentes e incluso su porpio hijo, Anduin, pero ahora amenazaba con destrozar a la
Alianza.
El Archidruida Malfurion Stormrage sútilmente enmendó los lazos entre los reinos
humanos. Él arregló que se embarcaran en una excursión de cacería en dónde se verían
forzados a trabajar juntos. Mientras más aprendía Varian sobre Genn, más lo vio como un
regente honorable y valeroso. Incluso llegó a pedirle ayuda al rey de Gilneas para
temperar la furia en su corazón. Genn guio a Varian a través del mismo Ritual de Equilibrio
que los otros huargen y él habían utilizado para controlar su ira.
Funcionó. Por primera vez en años, Varian Wrynn se sintió completamente en paz consigo
mismo.
Varian Wrynn, Genn Greymane y los huargen se unieron a los elfos de la noche en la
defensa de su hogar. La fuerza combinada de la Alianza colisionó contra las líneas de la
Horda y detuvieron su avance. Los huargen demostraron ser unos guerreros temibles en
batalla y se abrieron paso entre los soldados de la Horda con una ferocidad primitiva,
haciendo que sus enemigos huyeran aterrorizados.
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Después de la batalla en Vallefresno, la Alianza llevó a cabo otra votación para inducir a
Gilneas en sus filas. Esta vez fue Varian quien se alzó como el principal defensor del
pueblo. La decisión fue unánime. Los líderes recibieron a Genn Greymane y a su gente en
la Alianza. A cambio, los Gilneanos juraron luchar por su facción, juraron morir por ella de
ser necesario.
LA DEFENSA DE
AZEROTH
Después de los eventos en Vallefresno, se dieron batallas esporádicas entre la Horda y la
Alianza en otras regiones. Con las facciones dispersas, Deathwing desató a los esbirros de
los Dioses Antiguos.
Bajo las olas, se reavivó otro sirviente de N’Zoth. Ella se llamaba Reina Azshara y había
reinado en el antiguo imperio de los elfos de la noche antes de caer en la voluntad de los
Dioses Antiguos. Ella envió a sus leales naga a una región bajo el agua conocida como
Vashj’ir, en donde se encontraba una brecha hacia el reino elemental de Neptulon el
Cazamares. Los elementales del agua habían desafiado la orden de N’Zoth y por eso
tendrían que sufrir. Sin embargo, Azshara y sus naga buscaban algo más que solamente
destruir a Neptulon. El señor elemental tenía el poder de controlar los mares del mundo y
eso era lo que exigía N’Zoth. Con eso, los naga podrían acabar con los viajes marítimos
entre continentes, convirtiendo a las naciones del mundo en enclaves aislados.
256
N’Zoth confiaba que incluso si la Horda y la Alianza lograban detener a algunos de sus
sirvientes, no podrían detenerlos a todos. Si una de las campañas del Dios Antiguo tenía
éxito, desembocaría en la Hora del Crepúsculo.
Las facciones neutrales se movilizaron para hacerle frente a Deathwing y sus seguidores.
Los primeros fueron los chamanes del Anillo de la Tierra, quienes se reunieron en áreas de
tumultos elementales para restaurar el equilibrio mundial. Ellos pidieron la ayuda de la
Horda y la Alianza, de alguien lo suficientemente sabio para hacer a un lado sus guerrillas
y enfocarse en salvar a Azeroth de la destrucción.
Las campañas en Vashj’ir y Uldum se encontraron con éxito similar. Las tropas de la
Alianza y la Horda se aventuraron bajo las olas y destruyeron la fuerza de los naga y sus
aliados. En Uldum, aseguraron la antigua Forja de los Orígenes antes de que el Martillo
Crepuscular pudiera asegurar sus energías. Fue aquí en donde los defensores de Azeroth
dieron un golpe aplastante a los esbirros elementales de N’Zoth, a través de un portal en
Uldum, se infiltraron en el Muro Cielo y derrotaron a Al’Akir, el Señor del Aire.
La derrota de Al’Akir les dio a los defensores del mundo un rayo de esperanza. Y la
necesitarían para lo que estaba por venir.
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LA QUEMA DE HYJAL
Mientras el conflicto sacudía Vashj’ir y Uldum, otra batalla se desarroló en el Monte Hyjal.
Poco después del Cataclismo, Deathwing y una tropa de cultores del Martillo Crepuscular
se había reunido cerca de la cumbre de la montaña. El corrompido Dragón Aspecto llevó a
cabo un gran ritual que abrió una brecha en las Tierras del Fuego, el dominio de Ragnaros
en el Plano Elemental. De ella emergieron miles de entidades flamígeras y como líder de
ese ejército estaba el propio Ragnaros.
Los elementales se deleitaron ante su reciente liberación. Estaban más que satisfechos
por poder incendiar los bosques, pero Ragnaros les dio otro propósito. Él indujo una furia
irrefrenable en sus sirvientes y los envió montaña arriba, hacia el Árbol del Mundo
Nordrassil.
Como los jurados guardianes de la naturaleza, los druidas del Círculo Cenarion y sus
antiguos amigos, los dragones verdes, se mantuvieron en la primera línea de defensa en
contra de los elementales. Pronto se les unió la milicia de los elfos de la noche y los
campeones de la Horda y la Alianza. Ese fuerte unido estableció defensas por toda la
montaña, pero ni siquiera esto fue suficiente para detener la tormenta de humo y brasas.
Los defensores de Hyjal necesitaban algo más. Necesitaban a los Dioses Salvajes, los
guardianes más feroces de la naturaleza.
El Círculo Cenarion lideró los esfuerzos por movilizar a los Dioses Salvajes para la batalla.
La gran mayoría de esas enormes bestias, o habían muerto durante la Guerra de los
Ancestros o se habían ocultado después del conflicto. En tiempos recientes, solamente
Cenarius había tenido un papel activo en salvaguardar los bosques. En la Tercera Guerra,
había caído por el hacha de Grommash Hellscream y su espíritu se había perdido en las
profundidades del Sueño Esmeralda.
Conforme la Tercera Guerra iba llegandoa su fin, los druidas habían intentado despertar a
los otros Dioses Salvajes del Sueño para pedir ayuda, pero habían fracasado. La muerte de
Cenarius había puesto en crisis a las criaturas.
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IMAGEN ANTERIOR: LOS DEFENSORES DE HYJAL LUCHANDO CONTRA LAS FUERZAS ELEMENTALES DE
RAGNAROS.
Ahora había pasado suficiente tiempo para que los Dioses Antiguos encontraran paz
interior. Lentamente y con mucho cuidado, los druidas y sus aliados llevaron a las
majestuosas criaturas a Hyajl e incluso encontraron el espíritu de Cenarius en el Sueño y lo
trajeron de vuelta al mundo físico. Los bosques pronto temblaron con las pisadas de
leyendas como Goldrinn, el Gran Lobo y Tortolla, la sabia e imparable tortuga.
El regreso de los Dioses Salvajes fue un momento histórico. Desde la Guerra de los
Ancestros no se habían juntado con tantas otras razas para defender el mundo.
Con un propósito unido, los guardianes de Hyjal eran imparables. Con hechizos y espadas,
garras y colmillos, destruyeron la presencia del Martillo Crepuscular en la región e hiceron
retroceder a los elemtales de fuego. Incluso Ragnaros huyó ante la furia de los Dioses
Salvajes y sus aliados mortales. Él y lo que quedaba de sus sirvientes se desvanecieron por
la brecha entre Azeroth y las Tierras de Fuego.
LA CAÍDA
DEL MARTILLO
CREPUSCULAR
Con los asaltos frustrados de los elementales y los naga, la balanza de la guerra fue
trastocada. La Alianza y la Horda permanecieron consumidas en su propia lucha de poder,
pero los eventos recientes les habían enseñado que no podían ignorar lo que sucedía en el
resto del mundo. Aunque los verdaderos propósitos detrás del Cataclismo y la invansiones
de los elementales eran desconcidos, los ataques habían sido claramente coordinados. La
La Alianza y la Hora creían que Deathwing estaba utilizando el culto de los Martillo
Crepuscular para organizar una campaña en contra del mundo.
En otro momento, la Alianza y la Horda habían considerado el culto como nada más que
una orden de fanáticos vagamente afiliados y agitadores. Ahora, sabían que los Martillo
Crepuscular estaban altamente organizados y eran extremadamente peligrosos. Los
cultistas se habían propagado por la tierra como ratas y solamente se volverían más
poderosos si eran ignorados.
260
La Horda y la Alianza lanzaron un contraataque en contra del Twilight’s Hamer,
enfocándose en sus propiedades más prominentes. Esa ofensiva culminó con un ataque
en las Tierras Altas Crepusculares. Flotas de naves voladoras repletas de máquinas
deguerra y soldados cubrieron el sol. La Horda y la Alianza no atacaron al unísono, pero
tenían el mismo objetivo: ellos querían poner de rodillas al culto y esperaban asegurar las
Tierras Altas para ellos en el proceso.
La Alianza encontró nuevos amigos entre los enanos Wildhammer de la región. Eran gente
muy independiente, aislados del resto de la sociedad enana y no estaban acostumbrados
a trabajar con forasteros. Les tomó tiempo ganarse su apoyo, pero resultó invaluable en
las batallas venideras.
El vuelo rojotambién llegó para ayudar a la Alianza, especialmente en Grim Batol. Desde el
fin de la Segunda Guerra, el clan se había mantenido aislado y distante. El Jefe de Guerra
Garrosh Hellscream convenció a los orcos Faucedraco de comprometerse con su Horda
con promesas de sangre y gloria. Bajo su mando tuvieron ambos.
Mientras la guerra estallaba en las Altas Tierras Crepusculares, Garona emergió para
acabar con el culto. Ella no había olvidado su misión de destruir a Cho’gall y sus
seguidores. Aunque no se había unido a la nueva Horda, peleó a su lado. Ella era la
venganza encarnada y cubrió sus dagas con la sangre de todos aquellos que llevaban el
sello de los Martillo Crepuscular.
La Horda eventualmente atacó el asiento de poder del culto: el Bastión del Crepúsculo. Las
defensas del fuerte se derrumbaron ante el embate y los mejores campeones de la Horda
se abrieron paso a través de la ciudadela. Ellos no descansarían hasta que hubieran
perforado el negro corazón de Cho’gall con sus espadas. El ogro de dos cabezas no huyó
de sus enemigos y aceptó su destino. A pesar de las derrotas que había sufrido, él murió
creyendo que la Hora del Crepúsculo era inevitable.
La caída de Cho’gall y del Bastión del Crepúsculo acabó con la fuerza del culto, pero su
influencia perduró. Muchos de sus miembros se mantuvieron activos por todo el mundo.
Con la muerte de Cho’gall, el Arzobispo Benedictus ascendió a una posición de liderazgo,
deshaciéndose de su antigua identidad de una vez por todas y asumió su verdadero
nombre: el Padre Crepuscular.
261
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Después de esos desastres naturales, una fuerza extraña comenzó a asaltar a los trols, un
enemigo del pasado.
Etos eventos fueron los últimos en una cadena de penurias que debilitó a los trols. La tribu
Zandalar alguna vez había reinado sobre un imperio que se extendía hasta los lugares más
recónditos del mundo. Esos días gloriosos habían terminado. Durante milenios, los trols
habían conocido poco más que guerra y hambruna.
Un misterioso profeta conocido como Zul se alzó para ayudar a su gente. Él había tenido
visiones preocupantes de su isla natal hundiéndose en el mar e instó a los trols a
abandonar Zandalar y embarcarse a un nuevo destino. El Cataclismo había causado
agitación política por todo el mundo y Zul lo vio como una oportunidad. Los Zandalari
podrían aprovechar el caos para unir a las tribus de trols desperdigadas en un poderoso
impedio y establecerse como el poder prominente de Azeroth igual que antaño.
El regente de los Zandalari, el Rey Rastakhan, no prestó atención al consejo de Zul acerca
de abandonar su hogar, pero sí le concedió permiso para tomar una flota de la tribu y
llevar consigo a quien quisiera unirse a él.
Otras tribus de tols por todo el mundo, entre las que destacaban las poderosas Grubashi y
Amani, aceptaron la llamada de Zul. Con la guía de los Zandalari, reconstruyeron sus
devastadas naciones y se prepararon para la guerra.
Zul se comunicó también con Vol’jin y trols Lanza Negra, esperando ganarse su apoyo.
Esto resultó ser un grave error. Vol’jin no solamente rechazó la oferta, sino que se
movilizó paraterminar con el belicismo Zandalari.
Vol’jin no era tan hostil con la Alianza como lo era el Jefe de Guerra Garrosh Hellscream
y viendo la sabiduría en la cooperación, reclutó a héroes de la Alianza y la Horda para
aplastar el imperio trol en ascenso. Ellos tuvieron éxito, pero eso no desalentó a Zul. Él
continuaría buscando maneras de reivindicar el dominio trol sobre el mundo.
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EL ACUERDO
FRACTURADO
Después de la llegada de la Horda y la Alianza a las Altas Tierras Crepusculares, Deathwing
apareció brevemente en los cielos al igual que Alexstrasza, el Aspecto de laVida. Ella se
había horrorizado por el poder destructivo absoluto desatado por el Cataclismo y por las
incalculables muertes que había ocasionado. Sin embargo, cuando se enteró de que
Deathwing era responsable del desastre, ella sabía que era solamente el comienzo.
Alexstrasza juró detener al Dragón Aspecto caído y acabar con el sufrimiento de Azeroth.
Los dos dragones se enfrentaron sobre las Tierras Altas Crepusculares en una tormenta de
fuego y escamas. Deathwing fue gravemente herido por el encuentro, no obstante, salió
victorioso. Alexstrazsa fue forzada a huir ante su furia.
A pesar de su victoria, Deathwing estaba preocupado. Él apenas había sido mejor que
Alexstrasza, ¿qué habría pasado si Ysera y Nozdormu hubieran estado con ella?
Pronto se presentó una oportunidad de atacar a los Dragones Aspectos. Alexstrasza había
llamado a Ysera y Nozdormu para reunirse en el Templo del Reposo del Dragón con la
esperanza de traer orden a los vuelos dispersos y unirlos en contra de Deathwing.
Los dragones azules Kalecgos y Arygos también llegaron al Templo del Reposo del Dragón
para discutir el futuro de su vuelo. Con la muerte de Malygos, ellos habían surgido como
los dos candidatos más prometedores para sucederlo. Sin embago, no podían ser más
diferentes. Kalecgos era sabio y ecuánime. Arygos, el hijo de Malygos, era impetuoso y
arrogante. Él aún culpaba a Alexstrasza por la muerte de su padre y no tenía intenciones
de perdonarla.
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Una acalorada discusión estalló entre Arygos y los otros dragones. Fue en ese momento
que atacaron las tropas de Deathwing.
Los dragones crepusculares descendieron de los cielos y atacaron el Templo del Reposo
del Dragón y sus defensores. Poco sabían Alexstrasza y sus aliados que el asalto era
solamente una distracción.
Miembros del Martillo Crepuscular infiltraron una serie de santuarios sagrados situados
bajo el Templo del Reposo del Dragón, que alebergaba huevos de todos los vuelos. Los
cultores inundaron las nidadas con energías del Vacío, transformando lentamente las
criaturas no nacidas en dragones crepusculares.
Él extrajo su propia esencia vital, comenzando una explosión de fuego encantado dentro
de los santuarios. Cada huevo y cultor fue destruido en la llamarada, incluyendo a
Korialstrasz.
La explosión sacudió el Templo del Reposo del Dragón hasta sus cimientos. Poco después
los dragones crepusculares se retiraron y desaparecieron en los cielos.
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Tras investigar los santuarios, Alexstrasza y los otros dragones descubrieron que
Korialstrasz era el responsable por la destrucción de los huevos. No obstante, no sabían
por qué los había destruido. En lugar de tomar sus acciones como un sacrificio heroico, los
dragones creyeron que había caído bajo la influencia de Deathwing.
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Ésta aparente traición, la pérdida de mucha vida nueva, destrozaron el corazón de
Alexstrasza. Abrumada por la tristreza, desapareció de Rasganorte. Los otros que se
habían reunido en el Reposo del Dragón también abandonaron gradualmente el templo.
Con su partida, cualquier esperanza que quedaba de unificar a los vuelos se desvaneció.
A pesar de que el plan de Deathwing de corromper los huevos había fallado, estaba
complacido por las consecuencias. Los lazos entre los vuelos se habían roto. El Templo del
Reposo del Dragón quedó bajo el control de las tropas de Deathwing. Él ordenó al Padre
Crepuscular ocuparse del templo sagrado junto con un ejército de cultores y dragones
crepusculares.
Todavía quedaba mucho trabajo que hacer antes de que los Dragones Aspectos fueran
eliminados para siempre.
EL CREPÚSCULO DE
LOS ASPECTOS
Al sur de Rasganorte, Thrall y el Anillo de la Tierra continuaron con su lucha para restaurar
el balance de los elementos. Día y noche realizaban rituales en la Vorágine y todos
terminaron en fracaso. Los problemas del Anillo de la Tierra no solamente eran por los
elementales rebeldes; Thrall era culpable también.
Ysera había previsto la Hora del Crepúsculo. En una visión, ella vio un mundo gris
desprovisto de toda vida. Incluso Deathwing perecería en ese terrible futuro. Sin embargo,
existía un rayo de esperanza. Ysera no sabía con exactitud el papel que jugaría Thrall, pero
estaba determinada a averiguarlo.
Insegura de cómo aprovechar las habilidades de Thrall, en un principio Ysera le pidió que
hiciera una misión simple para calmar a los elementos en un rincón lejano de Feralas. El
orco se resistió ante la petición, pero Aggra lo convenció de participar. Aunque fue difícil
para él admitirlo, él estaba dañando más la Vorágine de lo que la ayudaba. Necesitaba
tiempo para reflexionar si sería capaz de superar sus incertidumbres.
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La misión de Thrall comenzó en Feralas, pero pronto se convirtió en algo más. Tiempo
después, el orco viajó a los confines más alejados del mundo con la misión de ayudar a los
Dragones Aspectos. Él vería cosas que pocos mortales habían visto.
Después de visitar Feralas, Thrall se adentró en las sendas del tiempo y encontró a
Nozdormu. El sabio Aspecto del Tiempo se había perdido en su propio dominio, quedando
atrapado en todos los momentos del tiempo. Thrall ayudó a liberar a Nozdormu de su
pisión temporal y el Dragón Aspecto bronce volvió al presente.
La experiencia cambió a Nozdormu. En las sendas del tiempo descubrió que los Dioses
Antiguos eran los responsables de la corrupción de Deathwing, la Pesadilla Esmeralda y
otros eventos oscuros de la historia. Durante miles de años, las entidades viles habían
mermado la fuerza y la unidad de los Dragones Aspectos.
Nozdormu también supo que los Dioses Antiguos habían orquestado el levantamiento de
los dragones del vuelo infinito. Esta fuerza sombría era responsable por las anomalías
temporales que habían consumido su atención durante tantos años. E igualmente
perturbadora fue la identidad del líder de los dragones del vuelo infinito.
El propio Nozdormu.
Más tarde, Thrall viajó al Nexo para ayudar a los dragones azules a seleccionar a un nuevo
Dragón Aspecto para su vuelo. Había una división muy profunda entre aquellos que
apoyaban a Kalecgos y los que appoyaban a Arygos. La mayoría de los dragones trataron
de tomar su decisión con razón y la cabeza fría, pero Thrall los convenció de confiar en sus
corazones. Al hacerlo, escogieron a Kalecgos.
Lo que el resto del vuelo azul no sabíaera que Deathwing se había ganado a Arygos. Él
había utilizado la ira que consumía al dragón azul desde loa muerte de su padre. Arygos
había cultivado mucho odio en contra de Alexstrasza y los mortales que habían acabado
con Malygos. Él vio sus acciones como traición y deseaba una manera para pagar con la
misma moneda. Por su alianza con Deathwing y el Martillo Crepuscular, Arygos creía que
tenía un ejército lo suficientemente poderoso para acabar con aquellos los habían
agraviado a él y a su padre.
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IMAGEN ANTERIOR: LA VISIÓN DE YSERA DE LA HORA DEL CREPÚSCULO, CON DEATHWING EMPALADO
EN EL TEMPLO REPOSO DEL DRAGÓN.
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Arygos reveló su alianza con Deathwing al atacar el Nexo con un ejército de dragones
crepusculares. Su ataque fracaso y Arygos fue asesinado. Él murió como un traidor de su
vuelo.
Thrall compartió la visión con Alexstrasza y eso reavivó su esperanza. Encontró inspiración
en el noble sacrificio de Korialstrasz y encontró una razón para pelear de nuevo.
Junto a Thrall, Alexstrasza movilizó a los dragones y se marchó al Templo del Reposo del
Dragón. Por primera vez en diez mil años, los nobles vuelos se unieron en un propósito.
La batalla para reclamar el Templo del Reposo del Dragón de las tropas de Deathwing fue
extensa y brutal. Al final, la fuerza combinada de los Dragones Aspectos y sus seguidores
era más de lo que el Martillo Crepuscular podía soportar y abandonaron el templo.
LA FURIA DE LAS
TIERRAS DEL FUEGO
Los Dragones Aspectos estaban ansiosos por luchar contra Deathwing y lo que quedaba de
los Martillo Crepuscular, pero primero debían sanar al mundo destrozado. Se reunieron en
el Monte Hyjal para realizar un ritual en Nordrassil. El Árbol del Mundo se estaba sanando,
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pero no lo suficientemente rápido. Al imbuirlo con su poder, los Dragones Aspectos
esperaban restaurar Nordrassil a su antigua gloria. Sus raíces secas crecerían y florecerían
otra vez, fortaleciendo al mundo y apresurando la recuperación de Azeroth.
Deathwing invocó una nueva arma para acabar con Thrall: los Druidas de las Llamas. Ellos
eran liderados por Fandral Staghelm, el antiguo líder del Círculo Cenarion.
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EL PRÍNCIPE NEGRO
La corrupción de Deathwing se había extendido a casi todos los miembros de su vuelo
negro. Ellos personificaban su maldad y su sed de destrucción. No obstante, había algunas
excepciones. Después del Cataclismo, una dragona roja llamada Rheastrasza se había
embarcado en una peligrosa misión de capturar un huevo de dragón negro y purificarlo de
la influencia de Deathwing. Ella tuvo éxito.
La criatura que incubó se conoció como Whration, el Príncipe Negro. A pesar de ser una
cría, era sabio y muy poderoso. Libre del control de Deathwing, él vio con otros ojos en lo
que se habían convertido los dragones negros y reconoció la amenaza que eran para
Azeroth. Wrathion solamente sabía de una forma de purificar al vuelo: la muerte. Él lanzó
una campaña brutal para asesinar al resto de los dragones negro.
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Fandral nunca se recuperó de la pérdida de su hijo. Después de su derrota en la Guerra
Contra la Pesadillas, él supo que revivir a Valstann era imposible, y ese hecho consumió su
alma y corazón. Su único deseo era llevar la ruina a Azeroth y el Martillo Crepuscular le dio
las armas para hacerlo.
Cerca de la Cima Hyjal, Fandral y sus druidas emboscaron a Thrall y usaron el propio poder
chamánico del orco para destruir su espíritu y lanzar sus piezas por todo el Plano
Elemental. Cada porción de su esencia personificaba una de sus emociones puras.
Muchos de los aliados de Thrall lo creían muerto, pero Aggra no. Ella no abandonaría al
orco que había llegado a querer. Convenció a miembros de la Horda y la Alianza para
buscar el espíritu fracturado de Thrall. Juntos volvieron a completarlo.
El Círculo Cenarion llegó a las Tierras del Fuego y construyó un fuerte conocido como el
Frente de Magma. Los elementales del fuego golpeaban constantemente a los defensores
de Hyjal, pero resistieron. Pronto, refuerzos de la Horda y la Alianza se unieron al Círculo
cenarion. Lentamente se adentraron en las Tierras del Fuego hasta que llegaron a la
Fortaleza Sulfuron, la abrasadora ciudadela de Ragnaros.
Seguro en su dominio, Ragnaros se pensó lejos del alcance de simples mortales. Sin
embargo, también lo había hecho Al’Akir. Igual que el Señor del Viento, Ragnaros cayó
ante el embate de los defensores de Azeroth. Sus más grandes terratenientes, incluidos
Fandral Staghelm y gran parte de los Druidas de las Llamas, sufrieron el mismo destino.
Con la destrucción del Señor del Fuego, Hyjal al fin se salvó de esas llamas que lo
consumían todo.
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EL ALMA DE DRAGÓN
Con la paz de nuevo en Hyjal, los Dragones Aspectos finalmente volvieron a su tarea
original. Se reunieron en la base de Nordrassil y canalizaron sus energías en el Árbol del
Mundo. Los efectos fueron inmediatos. Las heridas de Nordrassil sanaron y una nueva
vida recorría sus miembros. Su follaje verdoso tocaba los cielos y sus raíces se enterraron
en los lugares más profundos del mundo.
Las energías vitales de Nordrassil bañaron los bosques aledaños. Entre los árboles
calcinados que salpicaban la montaña, árboles jóvenes se abrieron paso entre las cenizas y
desplegaron hojas nuevas.
Los Dragones Aspectos estaban satisfechos con su trabajo, pero todavía quedaba mucho
que hacer. Ellos se quedaron en Nordrassil y discutieron cómo, o incluso si, podrían
derrotar a Deathwing. Él no era la misma criatura con la que habían luchado en Grim Batol
años atrás. Las energías del vacío ahora corrían por sus venas, volviéndolo casi invencible.
Para derrotarlo, los Dragones Aspectos necesitarían deshacer a Deathwing. Ellos
necesitarían destruir cada pedazo de su esencia.
Kalecgos teorizó una manera de hacerlo. Los Dragones Aspectos necesitarían combinar
sus poderes y amplificarlos de algún modo Y él conocía un artefacto que podía llevar a
cabo esa tarea, un artefacto hecho especialmente para contener sus energías.
Los demás Dragones Aspectos estaban reacios a esta idea. El Alma de Dragón era algo
peligroso. Hacía mucho tiempo, había sido encantada para que nadie de su raza pudiera
tocarla sin sufrir dolorosas y posiblemente fatales consecuencias. Sin embargo, Kalecgos
tenía una solución en mente: Thrall. Él no era un dragón, así que era inmune a los
encantamientos de esa reliquia. Y no sólo eso pero él podría imbuir el artefacto con el
elemento de la tierra, lo cuál haría que Deathwing fuera especialmente vulnerable a su
poder.
Para Nozdormu, recuperar el Alma de Dragón iba en contra del propio propósito de su
existencia. Su deber era proteger la santidad de las sendas del tiempo, no interferir con
ellas sin importar cuán noble era la razón. Fue únicamente después de mucha
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introspección, que Nozdormu se dio cuenta que aventurarse en el pasado era la única
esperanza del mundo para detener la Horda del Crepúsculo.
Nozdormu sabía que el primer paso para reclamar el artefacto era romper el control que
el vuelo infinito tenía sobre las sendas del tiempo y eso significaba enfrentarse a
Murozond. Tan poderoso como era Nozdormu, temía no tener la fuerza para luchar a esa
distorsionada futura versión de él. Fue gracias a los campeones de la Horda que encontró
el coraje. Ellos también creían que el Alma de Dragón era la respuesta para acabar con
Deathwing y ofrecieron voluntariamente sus vidas para unirse a Nozdormu en su misión.
Juntos se aventuraron en una sombría brizna de las sendas del tiempo, un futuro en el que
Murozond y sus dragones infinitos habían torcido la realidad más allá del reconocimiento.
Inspirado por la voluntad de hierro y la valentía de sus aliados mortales, Nozdormu ayudó
a la Horda a enfrentar a su sombra y acabar con Murozond.
La victoria fue agridulce para Nozdormu. Azeroth estaba a salvo, pero sabía que un día
sería corrompido y se convertiría en Murozond. El destino era inaludible. Él se alegró en le
hecho de que, cuando ese destino terrible sucediera, héroes se levantarían para
derrotarlo y acabar con su subversión de lassendas del tiempo.
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ANOMALÍAS TEMPORALES
La decidión de tomar el Alma de Dragón del pasado no fue fácil para Nozdormu. Su
propósito era proteger el tiempo, no intervenir con él. No obstante, él estaba preparado
para hacer lo que fuera necesario para detener a Deathwing. Si la Hora del Crepúsculo
sucedía, no quedarían sendas del tiempo para proteger.
Recolectar el Alma de Dragón de la Guerra de los Ancestros causó perturbaciones en las
sendas del tiempo, pero Nozdormu sabía que serían fugaces. Después de que el artefacto
fuera utilizado en contra de Deathwing, regresaría al pasado, por ende, restaurando el
orden del tiempo.
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Con las sendas del tiempo libres del control del vuelo infinito, Nozdormu abrió un camino
a la Guerra de los Ancestros, la era de la primera invasión de la Legión Ardiente a Azeroth.
Viajar por ese periodo de tiempo sería peligroso pero necesario. Los Dragones Aspectos
necesitaban el Alma de Dragón en su forma pura, no mucho después de que Deathwing la
hubiera creado y los convenciera a sus antiguos amigos de imbuirla con sus energías.
Esta vez fueron los héroes de la Alianza los que se enfrentarían al reto. Junto a Nozdormu,
se aventuraron en los destruidos campos de batalla del pasado. Los demonios avanzaban
por una tierra ardiendo en fuego vil y obstruida por cuerpos. Ellos evitaron convertirse en
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víctimas de la guerra por muy poco y ayudaron a Nozdormu a recuperar el Alma de
Dragón y regresarla al presente.
El Dragón Aspecto se encaminó al Templo del Reposo del Dragón para imbuir el artefacto
con su poder combinado junto con el poder chamánico de Thrall. Sus acciones no pasaron
desapercibidas. Deathwing tenía agentes por todo el mundo y sabía del regreso del Alma
de Dragón y los planes para fortificarla.
Si sus enemigos tenían éxito, Deathwing perecería. Así que desató toda su furia en el
Templo del Reposo del Dragón.
LA HORA DEL
CREPÚSCULO
Deathwing no se guardó nada.
La tropa de dragones crepusculares y cultores que había movilizado al Templo del Reposo
del Dragón era mayor a cualquier ejército que jamás hubiera reunido. Desde tierra y
desde aire, sus sirvientes rodearon la torre sagrada. Incluso N’Zoth envió a sus propios
esbirros para ayudar en el asalto. A la orden del Dios Antiguo, criaturas de pesadilla
llamadas n’raqi o “ignotos” llegaron al Templo del Reposo del Dragón al mismo tiempo
que los Dragones Aspectos y sus aliados.
Las pérdidas para ambos bandos fueron terroríficas. Cientos de cultores y dragones
crepusculares perdieron la vida, incluyendo al Padre Crepuscular. Y casi el mismo número
de defensores del templo cayeron en la batalla.
Sin embargo, los dragones rojos, azules, verdes y bronce no murieron en vano. Sus
sacrificios permitieron que los Dragones Aspectos y sus aliados enfocaran su ira en
Deathwing. Ni con toda su fuerza pudo ganarles a sus enemigos unidos ni prevenir que
fortificaran el Alma de Dragón. Thrall y los Dragones Aspectos desataron el artefacto en
Deathwing y lo llevaron lejos del Templo del Reposo del Dragón.
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Herido y enfurecidos, Deathwing huyó hacia la Vorágine con la esperanza de poder llegar
a Infralar a través de sus arremolinadas profundidades. Refugiarse en el reino elemental
era su única esperanza de escapar de los Dragones Aspectos y recuperarse de sus heridas.
Los defensores del Reposo del Dragón persiguieron a Deathwing a través de los cielos y
lentamente redujeron sus fuerzas. N’Zoth percibió que su sirviente estaba al borde de la
derrota. Los planes del Dios Antiguo se estaban desbaratando e hizo un último y
desesperado intento para poner la balanza a su favor. N’Zoth imbuyó a Deathwing con
más de su poder, más de lo que el Dios Antiguo jamás le había dado al Dragón Aspecto
negro. El influjo de energía fue tan grande que el cuerpo inestable de Deathwing se separó
y tentáculos fundidos se desplegaron de su pellejo roto.
Thrall puso el Alma de Dragón en contra de esa aberración. Para asegurarse de que
destruiría a Deathwing, los Dragones Aspectos sacrificaron todo el poder que quedaba en
el artefacto. Sus esencias, combinadas con el elemento de la tierra que Thrall había tejido
en el arma, quemaron a través de Deathwing. El poder explosivo aniquiló su atormentado
cuerpo y mente.
En ese instante, la campaña de N’Zoth para provocar la Hora del Crepúsculo colapsó.
Azeroth estaba salvada, pero había cambiado parasiempre. El Cataclismo había reformado
el mundo y reclamado incontables vidas. A las naciones de Azeroth le tomaría años
recuperarse del daño. Para algunos las cosas jamás volverían a ser como antes.
Los Dragones Aspectos habían sacrificado sus energías para derrotar a Deathwing. Ellos
permanecerían activos en los asuntos del mundo, pero con sus poderes disminuidos, ya
no podrían servir como los protectores de Azeroth. Ellos dejaron ese deber sagrado en
manos de nuevos defensores.
La era de los Dragones Aspectos y los Guardianes de Tirisfal había terminado. La Horda y la
Alianza habían demostrado ser capaces de enfrentar a cualquier fuerza que amenazara
Azeroth.
Ahora el mundo era suyo para proteger, pero si estaban o no listos para esa
responsabilidad era otra cuestión. El ciclo de odio que había consumido a la Horda y la
Alianza permanecía inquebrantable. Derrotar a Deathwing no había logrado que ambas
facciones reflexionaran acerca de su belicismo. Al contrario, con la derrota del Dragón
Aspecto negro y los Martillo Crepuscular, la Horda y la Alianza ahora enfocaron toda su
atención, toda su ira, en el otro.
CONTINUARÁ…
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