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DE LA
ACADEMIA
NACIONAL
DE LA
HISTORIA
Nº 391
TOMO XCVIII
JULIO-SEPTIEMBRE
2015
Nº 391
comisióN DE PUBLICACIONES
Manuel Donís Ríos
ElÍas Pino Iturrieta
Pedro Cunill Grau
Inés Quintero
Germán Carrera Damas
DEPÓSITO LEGAL
19123DF132
issn
0254-7325
ÍNDICE
PÁG. 5 PRESENTACIÓN
............................
PÁG. 47 Estudios
...................
PÁG. 49 Veinticinco años de historiografía venezolana, 1988-2013
Tomás Straka
PÁG. 123 Mala conducta: borrachos y jugadores. Una visión hacia la vida
cotidiana en tiempos del obispo mariano martí en el siglo XVIII
Rebeca Gerardina del Valle Padrón García
También se publica un artículo del numerario Manuel Donís Ríos, Circa 1816, en
el que se ofrece un visión del país y el proceso de independencia a la llegada de Morillo
y al proceso que se va gestando en cada bando para lo que será el desenvolvimiento
de la guerra. Cada facción tiene una lectura distinta de la situación y problemas que
le son propios; el reagrupamiento de las fuerzas patriotas y la necesidad de ayuda
exterior en el bando republicano, el restablecimiento total del orden monárquico y
continuar conduciendo la guerra en el bando realista; pero la importancia estratégica
de dominar Guayana va perfilándose en ambos grupos. Se trata de un sugestivo texto
que invita a nuevas miradas sobre la independencia.
5
de Hispanoamérica del Dr. Carlos Hernández Delfino. La investigación sigue a Ma-
nuel Torres y sus esfuerzos en torno al reconocimiento de la independencia de la Re-
pública de Colombia por parte de los Estados Unidos y a las consecuencias que tuvo
esta victoria diplomática. Un ensayo que resultará de interés tanto para los estudiosos
de la independencia como para quienes abordan nuestra historia diplomática.
Rebeca Padrón presenta un estudio sobre la embriaguez y los juegos de evite y azar
en la Caracas en la que vivió el Obispo Mariano Martí. A través del estudio de algunos
expedientes judiciales, el lector podrá asomarse a la valoración social que se tenía de
estos divertimentos y de los esfuerzos del Obispo Martí por atajar estos males en su
visita pastoral.
En la defensa de Cartagena
* Conferencia dictada en el Seminario "200 años del sitio de Morillo en Cartagena"; Banco de la República, Cartage-
na de Indias, agosto, 2015.
**
Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, Sillón Letra “L”.
9
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
el apoyo del presidente de Haití, Alejandro Petion, cuya finalidad es regresar a Vene-
zuela; Sucre se retira a Trinidad; Montilla y Bermúdez, con claras desavenencias frente
a Bolívar, no participan en la expedición.
A pesar de las diferencias, todos se mantienen en las filas patriotas y son actores de
primera línea en las campañas que, finalmente, permiten la derrota del ejército realista
en la Nueva Granada y Venezuela. Bermúdez, Sucre y Soublette están presentes en la
campaña de Guayana; Piñango, Soublette y Sucre en la batalla de Boyacá y en Carabo-
bo; Sucre y Salom son piezas claves en el sometimiento de Pasto; Montilla participa
en la campaña que permite la recuperación de la plaza de Cartagena en 1821, y luego
está presente en la campaña de Maracaibo.
10
ESTUDIOS
Los restos mortales de cada uno de ellos –menos los de Sucre que están en la Ca-
tedral de Quito– se encuentran en el Panteón Nacional, cuya creación fue decretada
el 27 de marzo de 1874 con la finalidad de conservar la memoria de los héroes guar-
dando sus cenizas “…con religioso respeto, levantado así el perdurable monumento de
gratitud nacional”1.
Todos estos hombres, como se desprende del apretado resumen de sus biografías,
fueron figuras esenciales en la historia de la independencia y en la historia de Vene-
zuela; sus actuaciones públicas, las campañas militares en las cuales participaron, los
cargos desempeñados les han conferido un lugar en la historiografía venezolana, aun
cuando algunos con mayor figuración que otros, como sucede con Antonio José de
Sucre o Carlos Soublette de quienes se han publicado numerosos estudios.
Reflexionar sobre ello es el propósito del presente artículo. Cómo y bajo qué pre-
misas tiene lugar el surgimiento de las historiografías nacionales en Venezuela y Co-
lombia; cómo fue atendido el sitio de Cartagena por la historiografía venezolana y
qué tipo de criterios y valoraciones estuvieron presentes en la consideración histórica
de este hecho por parte de los historiadores venezolanos, son algunas de las interro-
gantes que nos proponemos responder en las páginas que siguen.
1
Decreto de 27 de marzo de 1874, en que se declara la Iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas, Panteón Nacional,
Recopilación de leyes y decretos de Venezuela, Caracas, Imprenta de la Opinión Nacional, tomo VII, p. 14.
11
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“Para los historiadores del siglo XIX el punto de constante retorno era el período
de la Independencia en el cual se hallaban contenidas todas las promesas. Su labor
consistía ante todo en una reificación permanente del momento de la epifanía. [...]
Su concepción original representaba la solución, en un plano ideológico, de conflic-
tos culturales profundos. Como una forma de representación de la realidad crearon
una conciencia histórica que actuaba efectivamente en el universo de la política y
de las relaciones sociales”3.
2
Un estudio comparado del surgimiento de ambas historiografías puede verse en Inés Quintero. “El surgimiento de
las historiografías nacionales: Colombia y Venezuela, una perspectiva comparada”, en Historia y Sociedad, Medellín,
Universidad Nacional de Colombia, No. 11, septiembre 2005, pp. 93-113.
Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura. Ensayo sobre la historiografía hispanoamericana del siglo
3
12
ESTUDIOS
En el transcurso del siglo xix y a partir de estas primeras historias generales se fija
el espacio geográfico en el cual transcurren los hechos fundamentales del pasado, los
territorios de cada nueva nación, y se va conformando un amplio y sólido cuerpo de
referentes histórico que se conocen convencionalmente como las Historias Patrias.
Sus expresiones y las maneras mediante las cuales se difundió y extendió fueron de
una gran diversidad y con resultados bastante efectivos en la totalidad de los países
que surgieron con la disolución de la monarquía española.
5
Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura, p.18.
6
Una interesante compilación de estudios sobre las construcciones historiográficas del siglo XIX y temprano siglo
XX en América Latina fue realizada por Michel Bertrand y Richard Marin, Écrirel’histoire de l’Amerique
latine XIX-XX siècles. Paris, CNRS Èditions, 2001.
7
En 2010, como parte de la conmemoración del bicentenario de la Independencia se hizo una cuidadosa reedición a
cargo de Leticia Bernal Villegas. Fue publicada bajo la supervisión editorial de la Universidad de Antioquia con la
participación de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, la Universidad del Rosario y la Universidad
de Medellín.
13
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Más avanzado el siglo xix, en 1853, se publica la obra de José María Samper Apun-
tamientos para la historia de la Nueva Granada, ocho años después, en 1861, sale de
imprenta su Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas
colombianas. Antes de concluir la década, en 1869 José Manuel Groot publica la His-
toria Civil y Eclesiástica de la Nueva Granada. El primero fue un político liberal, el
segundo de clara orientación conservadora. Ambos escriben influidos por el debate
político del momento y, desde sus convicciones y posiciones políticas, expresan sus
juicios y puntos de vista sobre los hechos que narran9.
En Venezuela, fueron tres las principales obras que se publicaron y conocieron des-
pués de 1830, cuando se estableció de manera definitiva la República de Venezuela,
luego de la disolución de Colombia. La primera fue la Historia de Venezuela de Feli-
ciano Montenegro y Colón, impresa en 1837 y dedicada al general José Antonio Páez;
su autor fue fundador del Colegio Independencia, inaugurado el 19 de abril de 1836,
como uno de los primeros colegios laicos privados de Venezuela; allí recibieron su
formación inicial muchos de los más importantes políticos venezolanos del siglo xix.
Véase Germán Colmenares, “La Historia de la Revolución por José Manuel Restrepo: una prisión historio-
8
gráfica”, La Independencia. Ensayos de historia social, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1986, pp. 8-23.
También Jorge Orlando Melo, “Historiografía colombiana-Realidades y perspectivas. Los estudios históricos en
Colombia: situación actual y tendencias predominantes”, Revista de la Dirección de Divulgación Cultural, Bogotá,
Universidad Nacional, Nº 2, Enero-Marzo 1969, pp. 15-41.
9
Un breve análisis crítico de las obras de ambos autores puede verse en el ensayo ya citado de Jorge Orlando Melo,
“Historiografía colombiana-Realidades y perspectivas. Los estudios históricos en Colombia: situación actual y ten-
dencias predominantes”.
14
ESTUDIOS
Baralt para que escribiese la historia antigua y moderna de Venezuela, a fin de que pu-
diese acompañar el resultado final del proyecto. El libro de Baralt, en el cual colaboró
Ramón Díaz, constituye referencia fundamental en la historiografía venezolana del
siglo xix, fue también fuente insoslayable en la preparación de los primeros manuales
de enseñanza y en la fijación de muchos de los hitos canónicos de la historia patria10.
En esos mismos años, circuló un manuscrito escrito por Francisco Javier Yanes bajo
el título Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que
se declaró estado independiente hasta el año de 1821. No se publicó como libro sino en
1943, cuando la Academia Nacional de la Historia compró a sus descendientes el ar-
chivo y los derechos de sus originales. Sin embargo, en las obras y testimonios previos a
su publicación es referido con frecuencia, con ese mismo título. Yanes fue activo prota-
gonista de los hechos de la independencia y también se ocupó tempranamente de recu-
perar y publicar los documentos que permitiesen escribir la historia de aquellos impor-
tantes años. Junto con Cristóbal Mendoza, quien había presidido el poder ejecutivo en
1811, inició la publicación de la Colección de documentos relativos a la vida pública de
Colombia y el Perú Simón Bolívar, al morir Mendoza, en 1829, tenían publicados 15
volúmenes. Yanes continuó la empresa editorial hasta alcanzar 22 volúmenes, en 1833.
Esta gran diversidad de textos escritos, en su gran mayoría, al calor de los sucesos de
la independencia y de los debates y tensiones políticas que suscitó la creación y forma-
ción de las nuevas naciones, establecieron los hitos y referentes fundamentales de ese
pasado circunscrito al ámbito espacial o territorial de las nuevas naciones. La obra de
Restrepo, por ejemplo, al ser escrita y publicada en tiempos de la República de Colom-
bia, es la única que incorpora las historias previas de la Nueva Granada y Venezuela,
desde finales del siglo xviii hasta el establecimiento de la nación colombiana en 1819;
a partir de ese momento la narración se refiere a la historia de la nueva entidad.
Sobre los alcances y significación del Resumen de la Historia de Venezuela puede verse en Elena Plaza, “La idea de
10
Nación en la historiografía política venezolana del siglo XIX: el caso del Resumen de la Historia de Venezuela de
Rafael María Baralt”, Anuario de Estudios bolivarianos, Universidad Simón Bolívar, Bolivarium, No. 5, 1996, pp.
229-351.
Una lista de las principales autobiografías, memorias y testimonios publicados en Colombia y Venezuela, en el siglo
11
xix está recogida en Inés Quintero, “El surgimiento de las historiografías nacionales: Colombia y Venezuela, una
perspectiva comparada”, pp. 93-113.
15
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
En las obras que se publican a partir de 1830, tanto en Colombia como en Vene-
zuela, el relato atiende de manera preferente los sucesos “nacionales” o aquellos que
incidieron de manera decisiva en la historia de la Nueva Granada o de Venezuela, por
separado.
Feliciano Montenegro y Colón, Historia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, Tomo I, p.
12
307.
16
ESTUDIOS
un estrecho sitio […] quedando en la plaza más de 2.000 personas exánimes y casi otras
tanta muertas al rigor del hambre y la peste”13.
Mayor interés despierta la llegada de Pablo Morillo a las costas venezolanas al man-
do de la expedición pacificadora, así como fijar posición respecto al juicio que les
merecen el jefe pacificador y sus colaboradores. Igualmente, ponen especial empeño
en denunciar y condenar los abusos y excesos cometidos por éstos cuando llegaron a
Venezuela y, posteriormente, durante el sometimiento de los neogranadinos, aspecto
del cual se ocupa solamente Francisco Javier Yanes.
El juicio de Montenegro no deja lugar a dudas en relación con los vicios y excesos
que caracterizaron la actuación del pacificador:
“Morillo era orgulloso y brutal hasta el exceso; infatigable y valiente a la par de los
capitanes más distinguidos, pero sin grandes conocimientos de su profesión; igno-
rante de cuanto podía haberle servido de utilidad para merecer el título de pacifi-
cador; y dotado de una sangre fía, tanto para hacer frente a los peligros como para
mandar a asesinar a los que se le antojaba, escudado unas veces con sentencias de
tribunales sometidos a su capricho, y guiado en otras de su inclinación feroz y en la
confianza de que nunca sería reconvenido”14.
Francisco Javier Yanes, Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró
13
estado independiente hasta el año de 1821, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1943, tomo I, p. 274.
Feliciano Montenegro y Colón, Historia de Venezuela, p. 306.
14
Ibídem, p. 308.
15
Ídem.
16
17
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Son las mismas opiniones que se plasman en el libro de Baralt y Díaz. Luego de
hacer una descripción detallada de la expedición pacificadora, la cual presentan como
clara expresión de la decisión de Fernando VII de asegurar el control de sus dominios
en el Nuevo Mundo, se detienen en la narración de la llegada de Morillo a la isla de
Margarita el 7 de abril de 1815, de su desembarco dos días después, y del contenido
de sus proclamas prometiendo el perdón a los insurgentes y el olvido absoluto de lo
pasado. El juicio que les merece el jefe expedicionario es como sigue:
“Morillo era duro y cruel por sistema, más que por inclinación: distinto de Morales,
Puy, Antoñanzas y otros monstruos que figuran con fama infernal en los fastos co-
loniales, no estaba desprovisto de sentimientos generosos , y puede decirse que mató
por precaución más que por ferocidad. Lo que le hacía mayormente temible era su
profunda ignorancia en todas materias y la necesidad en que se veía de oír consejos
de algunos perversos, sedientos de oro y sangre americana […] Tenía Morillo, es
verdad, dos cualidades que con frecuencia mancharon en sangre sus manos: una
la cólera, de que se dejaba arrebatar fácilmente; otra una suma desconfianza, rara
por cierto en un hombre de genio franco y de un valor a toda prueba”17.
No hay, pues, nada que rescatar ni saludar de la presencia y actuación de los pacifi-
cadores, tal como se plasma también en el texto de Yanes, el tercero de los libros cita-
dos. Denuncia Yanes las multas, arrestos y castigos corporales que se infligieron a los
patriotas inocentes, incluyendo a las mujeres. Como una manera de dejar constancia
de los excesos cometidos por los hombres de Morillo, narra lo ocurrido en Cumaná
con la señora Leonor Guerra, quien estaba emparentada con las principales familias
de la ciudad:
“Esta señora fue denunciada de haber cantado una cuarteta, alusiva a la patria, y
sin justificación del hecho, puesta en la cárcel y condenada a castigo corporal, que se
le aplicó en seis esquinas, después de pasearla por las calles más públicas, montada
en un burro, con una coroza, mandando el Gobernador concurriesen a su casa las
Rafael María Baralt y Ramón Díaz, Resumen de la Historia de Venezuela, París, Imprenta de H. Fournier y Com-
17
18
ESTUDIOS
No se limita Yanes a los sucesos de Venezuela, también, como se dijo párrafos atrás,
es el único que se ocupa con mayor detalle de relatar lo sucedido en Cartagena, y de
ofrecer información acerca del régimen de terror impuesto por Morillo en la pacifica-
ción y sometimiento de la Nueva Granada.
Al concluir el sitio de Cartagena, según narra Yanes, Morillo concedió ocho días
de saqueo y licencia a los expedicionarios. Al día siguiente, encargó a Morales de to-
mar los castillos de Bocachica. Concluida la toma del lugar publicó Morales
“…un bando que ofrecía completa seguridad y amnistía a todos los vecinos que,
confiados en sus promesas, se le presentaron hasta el número de 400 personas, sexa-
genarias, mujeres y niños, pescadores infelices, que ninguna parte había tenido en
la revolución, y a todos los mandó degollar y arrojar al mar”20.
Ibídem, p. 274.
20
Ibídem, p. 281.
21
19
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
destacan sus atrocidades, se les condena y acusa por sus excesos, abusos y despotismo y,
al mismo tiempo, se realiza la apología y defensa de los patriotas, víctimas indefensas
de la ignominia española22.
En los tres casos, los autores colocan especial empeño en mencionar y describir el
sufrimiento, compromiso y entrega de los patriotas frente al desenfreno de los realis-
tas y su disposición a enfrentarlos decididamente, incluso a costa de sus propias vidas.
Al referirse a la respuesta de los margariteños luego de la llegada de los pacificadores,
dice Montenegro lo siguiente: “Fueron tantos los habitantes pacíficos que se exaspera-
ron con las tropelías de los realistas que ninguno temió su número y todos corrieron a
alistarse en las filas de los jefes proscritos, resueltos a perecer o concluir con sus orgullosos
opresores”23. Yanes, por su parte, narra la valentía y arrojo de un grupo de patriotas
quienes, al ser perseguidos por los españoles “…los acometieron a manos limpias en
la población de Güiria, y les pusieron en fuga”24. Baralt y Díaz, destacan las respuestas
armadas que tuvieron lugar en distintas partes del territorio de Venezuela para repeler
a los realistas; en los llanos, en oriente y en la zona de Guayana y concluyen diferen-
ciando lo ocurrido en la conquista con lo que sucedía en tiempos de la independencia:
“No eran esta vez los oprimidos indios mansos e indefensos a quienes se pudiese
injuriar impunemente. Por todas partes, como se vio la injuria, se levantaron ven-
gadores, y cuando pecho hubo noble y generoso, fue enemigo”25.
Esta característica de las historiografías nacionales ha sido trabajado de manera comparada para los casos de Colom-
22
bia y Venezuela en el artículo ya citado: “El surgimiento de las historiografías nacionales: Colombia y Venezuela,
una perspectiva comparada” en Historia y Sociedad, No. 11, septiembre 2005, pp. 93-113. Para el caso específico de
Venezuela puede verse el estudio de Johana Vergara, “Monstruos sedientes de sangre. Sobre la crueldad realista
en la guerra de independencia”, en Inés Quintero (coord.), El relato invariable. Independencia, mito y nación,
Caracas, Editorial Alfa, 2011, pp. 155-182.
Montenegro y Colón, Historia de Venezuela, p. 310.
23
20
ESTUDIOS
Se ocupa Gil Fortoul brevemente del sitio de Cartagena y también de los desmanes
y “barbaridades sin cuento” cometidas por Morillo y los suyos al llegar a Bogotá, co-
menzando por “fusilar a más de 600 americanos”. Concluye su referencia a los hechos
ocurridos en la Nueva Granada, afirmando que la Confederación granadina desapare-
ce en 1816, de la misma manera que había ocurrido en Venezuela en 181427.
Un completo estudio sobre la obra historiográfica de José Gil Fortoul puede verse en Elena Plaza, José Gil Fortoul:
26
Los nuevos caminos de la razón, la historia como ciencia (1861-1943), Caracas, Congreso de la República, 1985.
José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, Madrid, 1977, tomo I, p. 367.
27
Dos grandes colecciones de documentos se publican en Venezuela en la segunda mitad del siglo xix la preparada
28
por José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, Caracas,
Imprenta de la Opinión Nacional 1876, 14 volúmenes y las Memorias del General O’Leary, Caracas, Imprenta Na-
cional, 1879-1883-1914, 32 volúmenes. En el primer caso, el tomo V reúne una importante selección de documen-
tos referidos a los sucesos de la Nueva Granada y Cartagena en los años 1815 y 1816; en las Memorias de O’Leary el
tomo xiv está dedicado casi en su totalidad a estos mismos acontecimientos. En ambos casos sólo se reproducen los
documentos, sin comentarios ni notas explicativas.
En la abundante bibliografía sobre la independencia producida en Venezuela, tanto en el siglo xix como en el xx,
29
no hay estudios específicos sobre el sitio de Cartagena; incluso la completísima obra de Caracciolo Parra Pérez, Ma-
riño y la Independencia de Venezuela, reeditada recientemente por la Academia Nacional de la Historia y el Banco
del Caribe, en 5 tomos, no atiende este hecho, básicamente porque Santiago Mariño no estuvo allí.
21
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Hasta aquí resulta bastante claro que la omisión o la escasa atención que merece el
sitio de Cartagena en la historiografía venezolana forma parte del proceso de naciona-
lización del relato histórico mediante el cual, como se dijo, no solamente se establecie-
ron los linderos geográficos dentro de los cuales ocurre la historia nacional, esto es el
territorio venezolano; sino que, al mismo tiempo, se fijaron los referentes icónicos de
ese pasado nacional: héroes, fechas patrias y grandes sucesos a recodar año tras año. Y,
entre los héroes, Simón Bolívar, sin duda, es el exponente principal.
De forma tal que, para comprender la omisión y el breve tratamiento del sitio de
Cartagena en una parte representativa de la historiografía venezolana, resulta funda-
mental tener presente la relevancia y atención que tiene Bolívar en el discurso histo-
riográfico del siglo xix así como su prolongación y fortalezas en el siglo xx.
Un primer aspecto tiene que ver, entonces, con el hecho de que Bolívar no estuvo
en el sitio de Cartagena, por tanto, la historia que va tras las huellas del héroe no tie-
ne ningún motivo para detenerse en un episodio en el cual el “padre de la patria” no
Un balance sobre las nuevas tendencias de la historiografía venezolana referida a la independencia puede verse en
30
el ensayo de Inés Quintero, “Historiografía e Independencia: Venezuela”, en Manuel Chust y José Antonio Se-
rrano (eds), Debates sobre la Independencia Iberoamericana, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana Veurvert, 2007,
pp.221-236.
Germán Carrera Damas, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la Historia de las Ideas en Venezuela.
31
Caracas, Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca, 1973, p. 43. Sobre la complejidad del culto
a Bolívar y sus diversas manifestaciones pueden verse también los trabajos de Luis Castro Leiva, De la patria
boba a la teología bolivariana, Caracas, Monte Ávila Latinoamericana, 1991; Manuel Caballero, Por qué no soy
bolivariano. Una reflexión antipatriótica, Caracas, Alfa Editorial, 2006 y Elías Pino Iturrieta, El divino Bolívar,
Caracas, Alfa Editorial, 2006.
22
ESTUDIOS
estuvo presente. Pero, en segundo lugar y, seguramente, más importante que lo prime-
ro, es necesario tomar en cuenta las valoraciones que suscitó, en su momento, y en la
historiografía escrita posteriormente, la actuación de Bolívar en la Nueva Granada y
especialmente durante los sucesos previos al sitio de la ciudad.
Sobre este aspecto es elocuente la explicación que ofrecen Rafael María Baralt y
Ramón Díaz, en el Resumen de la Historia de Venezuela, ya citado. De acuerdo a lo
referido por estos autores, el Congreso de la Nueva Granada recibió a Bolívar para
conocer los resultados de su campaña sobre Venezuela, luego de escucharlo se aprobó
su actuación y se le tributó un merecido homenaje por su virtud y valor, encargándole
entonces que se dirigiera a Santa Marta, a liberarla de la presencia de los realistas. No
obstante, explican Baralt y Díaz que, mientras Bolívar se encontraba preparando su
expedición a Santa Marta
“…. el rencoroso coronel Manuel Castillo, que mandaba las tropas de Cartagena,
publicaba contra él un horrible libelo, no solamente para tachar su conducta pú-
blica, sino para manchar su honor en la vida privada con imputaciones crueles y
torpes tanto como injustas. Castillo no podía perdonar a su antiguo enemigo el que
hubiera desmentido sus pronósticos en la jornada de Cúcuta a Caracas con una serie
de brillantes triunfos; no podía perdonarle aquella generosidad del hombre superior
con que Bolívar había siempre desdeñado devolverle el insulto y aun procurado la
reconciliación. Tal fue en esta ocasión la conducta del noble hijo de Caracas”32.
Pero, todo fue en vano. Según narran Baralt y Díaz, Bolívar para evitar los males
que se desprenderían del antiguo enfrentamiento con el coronel Castillo, solicitó que
fuese removido y ascendido a general de brigada. Su empeño fue totalmente inútil
porque Castillo “…despreció el empleo que lo alejaba de aquellos lugares en que podía
hacer mayores daños a Bolívar”33.
El relato continúa destacando las acciones que Bolívar hizo a fin de “aplacar la in-
justa saña de sus enemigos”; las penalidades sufridas por su ejército, como consecuencia
de las medidas tomadas por el gobierno de Cartagena para obstaculizar la campaña
sobre Santa Marta; las hostilidades de las que fue objeto; los infructuosos esfuerzos
realizados para lograr un entendimiento con Castillo; pero la respuesta del gobierno de
Cartagena fue someter a prisión o desterrar “…a todos los que se considerasen sospechosos
de amistad con el general venezolano”.
Ibídem, p. 260.
33
23
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Según se desprende de la narración de los hechos que hacen los autores del cita-
do Resumen, la única víctima de este enfrentamiento fue Simón Bolívar quien, desde
Turbaco, hizo todos los intentos por evitar la guerra civil, renunciando al mando, si
era necesario. Entonces -continúan Baralt y Díaz:
Ibídem, p. 264
34
Ídem.
35
Felipe Larrazábal, Vida del Libertador Simón Bolívar, Madrid, Editorial América, Tomo I, p. 351.
36
Ibídem, p. 360.
37
24
ESTUDIOS
“Era Castillo enemigo personal de Bolívar, desde que en 1813, logró el último sus-
tituirle en el mando de la primera expedición sobre Venezuela, y se negó ahora a
concederle el auxilio de recursos que, cumpliendo instrucciones del Congreso, le pe-
día para continuar a Santa Marta. Inútilmente, el jefe venezolano –quien a pesar
de su genio impulsivo supo en esta ocasión posponer el rencor egoísta al interés pú-
blico– envió repetidas veces a Castillo emisarios de reconciliación, y aun ofreciendo
renunciar al mando del ejército. Tres meses pasaron en embajadas, discusiones e
intrigas. Castillo en la plaza y Bolívar a sus puertas, dándose así el triste ejemplo de
la guerra civil, al mismo tiempo que tomaba cuerpo en los pueblos vecinos la reac-
ción española […] Por fin perdida toda esperanza de traer a partido a su enemigo,
Bolívar salió para el extranjero, dejando el ejército –diezmado por la deserción y
las enfermedades–, al mando de Florencio Palacios, que tampoco pudo avenirse
con el intratable Castillo”40.
Ibídem, p. 358.
38
Ibídem, p. 363.
39
25
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“La situación de Bolívar era la más crítica y desesperante, según se halla pintada
en el acta de la junta de guerra y en el oficio anterior43. Sin embargo, no creemos
que el remedio de hacer la guerra a Cartagena pudiera mejorarla. Era casi segura
la destrucción de su pequeño ejército y más funestas las consecuencias que debían
Vicente Lecuna, Crónica razonada de las guerras de Bolívar, New York, The Colonial PressInc, 1950, tomo I, p. 393.
41
42
José Manuel Restrepo. Historia de la Revolución de la República de Colombia en la América meridional, Medellín,
Universidad de Antioquia, (edición académica de Leticia Bernal Villegas), 2009, p. 335.
43
Se refiere al oficio de Bolívar con fecha 26 de marzo de 1815 dirigido al gobierno de la Unión, citado por el mismo
Restrepo en la p. 337.
26
ESTUDIOS
seguirse. Así es de nuestro deber improbar semejante resolución, que colmó la me-
dida de los males de la patria. En el estado que tenían los negocios, el único partido
decente que podía y debió adoptar el Libertador, fue dejar el país renunciando por
entonces a sus ideas de adquirir gloria y de dar libertad a las costas de Nueva Gra-
nada. Las miserables pasiones de los gobernantes de Cartagena habían frustrado
proyectos bien concebidos, y que probablemente se habrían realizado sin aquellas
lamentables desavenencias”44.
Este juicio de Restrepo no se advierte en obras como la de José Manuel Groot, His-
toria eclesiástica y civil de Nueva Granada. Allí el autor, si bien reprueba la acción de
Bolívar, termina disculpándolo y otorgándole mayor responsabilidad en el desenlace
de los hechos a la actitud asumida por Castillo45. Una posición similar puede verse
en la Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, de Gerardo Arrubla y Jesús
María Henao46, texto ganador del concurso convocado por la Academia de la Historia
para la celebración del centenario. De acuerdo a la versión que ofrecen ambos autores
se desprende que el gobierno de Cartagena fue el iniciador del conflicto y el responsa-
ble del descalabro sufrido por los patriotas47.
“Verdaderamente es deplorable que el general Bolívar hubiera incurrido en falta tan grave y de tan perniciosas
45
consecuencias; falta que solo puede disculparse, como se disculpan todas las de la flaqueza humana; y como se pu-
diera disculpar también la de Castillo, si no hubiera tenido por origen una pasión personal: si no hubiera sido tan
meditada y tan sostenida con desprecio de todos los acomodos que se proponían para evitar un mal paso. De Bolívar
puede decirse que fue impelido por su amor propio ofendido por tantas muestras de odio hacia su persona. ¿y qué
hombre no está expuesto en semejantes casos a ser vencido por el celo de su honra personal ofendida por
una ciega emulación?” José Manuel Groot. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, Bogotá, Imprenta y
Estereotipia de Medardo Rivas, 1869, tomo II, pp. 392-393.
Sobre el impacto de la Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, escrita por Arrubla y Henao, puede verse
46
desgracias que arruinaron a la República. Se perdieron mil hombres de las tropas de la Unión y cayeron en manos de
los realistas más elementos que guerra que lo que pedía Bolívar para liberar a Santa Marta; los odios personales y las
pasiones ofuscaron los entendimientos y la patria vino a ser víctima de tan deplorables extravíos”, Gerardo Arrubla
y Jesús María Henao, Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, Bogotá, Librería Colombiana Camacho
Roldán & Tamayo, 1920, p. 328.
27
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Sin embargo, en este caso, no es ése nuestro propósito sino más bien destacar la
uniformidad que se advierte en el tratamiento del tema entre autores como Baralt y
Díaz, Larrazábal, Gil Fortoul y Lecuna; todos ellos escriben en distintos momentos,
tienen diferente formación, son de tendencias historiográficas diversas, sus orienta-
ciones políticas no son coincidentes, pero comparten, sin ningún tipo de reservas, la
irrestricta y apasionada defensa del Libertador; un aspecto que, en el caso venezolano,
tiene un peso decisivo en lo que ha sido la conformación, desarrollo y fortaleza del
culto a Bolívar, y cuya manifestación se advierte en la manera cómo cada uno de ellos
presenta, justifica y defiende la figura y actuación de Bolívar, en este episodio en parti-
cular, así como en muchos otros controversiales momentos de su trayectoria pública.
De forma tal que, para el relato bolivariano lo esencial no es qué pasó en Carta-
gena luego de que Bolívar se fue sino qué pasó con Bolívar después de su renuncia y
salida de Cartagena: su llegada a Jamaica, las penalidades a las que se ve expuesto, el
intento de asesinato que tiene lugar en Kingston, los importantes documentos que
escribe desde su exilio y su posterior campaña de Los Cayos, para reiniciar la lucha
por la independencia. En un segundo plano quedan los sucesos del sitio de Cartagena
y la recuperación del territorio neogranadino por las fuerzas realistas. La historia de
los sucesos en la Nueva Granada vuelve a tener interés, tres años después cuando, al
mando del ejército libertador, Bolívar vence a los realistas en las sabanas de Boyacá, el
7 de agosto de 1819 y libera a los neogranadinos del yugo español.
28
ESTUDIOS
Saludo, por tanto, esta oportunidad que se nos ofrece de conversar y compartir con
los colegas colombianos como una ocasión especial para insistir en la necesidad de
avanzar en el conocimiento mutuo de esta y muchas otras historias compartidas por
venezolanos y colombianos, en estos últimos 200 años. Muchas gracias.
29
La República de Venezuela entre la pérdida
de la Segunda República y la llegada
de Pablo Morillo
Manuel Donís Ríos*
Por decreto real se dispuso que la fuerza expedicionaria pasara a las provincias del
Río de la Plata. El sitio de concentración fue Jerez de la Frontera y sitios aledaños;
allí “estuvo la tropa acuartelada y vigilada para evitar las deserciones. Todos los días se
anunciaba la salida para el siguiente”3. Se les engañó en cuanto a su destino, pero la
repugnancia
*
Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, Sillón Letra “F”.
1 María Teresa Puga García, Fernando VII, Barcelona, España, Editorial Ariel, S. A, 2004, pp. 100-101.
2 La Junta de Generales, a 1 de julio de 1814. Título de General en Jefe del ejército expedicionario a 14 de agosto.
3 Rafael Sevilla, “Memorias de un Militar”, en: Anuario, Instituto de Antropología e Historia, Universidad Central
de Venezuela, vol. II, Caracas, 1969, p. 1552.
31
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“a una guerra colonial, unida al temor de los peligros de un largo viaje y de un cli-
ma malsano, se apoderó también de tal suerte de los soldados, que desde el primero
hasta el último hubieran suscrito y se hubieran entregado con alegría a otra cual-
quier empresa, por arriesgada que fuese, con tal que se los librase de la expedición” 4.
Sin duda, la monarquía hizo un gran esfuerzo por restablecer el orden colonial. En
decreto de 9 de mayo de 1815 el rey dejó ver su interpretación sobre lo ocurrido en
América desde 1810. Manifestó su deseo de auxiliar eficazmente los esfuerzos de “los
buenos Americanos que trabajan por conservar en aquellos hermosos países la tranquili-
dad de que tanto necesita”; y su disposición “a recibir como un verdadero padre a los que
conociendo los males que acarrean a su Patria con su conducta temeraria y criminal qui-
sieran reconciliarse cordialmente”5. En pocas palabras: una discordia entre hermanos
generada por la ausencia del padre.
Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo Morillo, Primer Conde de Cartagena, Marqués de la
4
Puerta (1778-1837). Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1908, T. II, pp. 462.
Germán Carrera Damas, “Estudio Preliminar”, Anuario, Instituto de Antropología e Historia, UCV, vol. I,
6
32
ESTUDIOS
nes con el Nuevo Reino de Granada se enviarían las tropas que se juzgasen necesarias
al Perú, “prefiriendo siempre remitir las que hubiese de los naturales de Caracas por lo
conveniente que es alejarlos de donde son odiados”8. Una clarísima alusión a la descon-
fianza que inspiraban los soldados locales que habían reinstaurado la monarquía bajo
el mando de Boves.
Esta política habría de ser nefasta para el ejército real dado que las tropas que ha-
bían combatido con el difunto caudillo y ahora con Francisco Tomás Morales de-
sertaron a centenares; pronto se unieron a los insurgentes que vieron engrosadas sus
fuerzas con elementos veteranos. Los efectos de esta transformación del ejército expe-
dicionario no pueden ser subestimados: No sólo perdió el ejército expedicionario su
base popular, sino que pasó a depender de los contingentes peninsulares.
El Rey concedió a Morillo amplias facultades para alterar parcial o totalmente las
Instrucciones de acuerdo a lo más conveniente para cumplir con sus objetivos. Uno de
los puntos más sensibles fue la autorización para ejercer las funciones del Presidente
de la Real Audiencia como interino, pudiendo asesorarse con un Juez o letrado del
seno de la Real Audiencia o fuera de ella.
Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo…, T. II, pp. 441-442.
8
33
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Murió también la Segunda República. La casi totalidad del país quedó en poder
de los realistas, con excepción del territorio ocupado por las guerrillas republi-
canas, pequeñas bolsas que se distribuyen por la región llanera oriental y suro-
riental, más la zona sureste del Lago de Maracaibo; y en la Nueva Granada, al sur
del río Arauca.
Las bolsas republicanas estaban dirigidas, de Este a Oeste, por José de Jesús Barre-
to, (sur de Monagas, límite con delta Amacuro), José Tadeo Monagas (sur de Anzoá-
tegui), Pedro Zaraza (sur del Guárico), Manuel Sedeño (noroeste de los estados Bolí-
var y Amazonas). Al sur de Trujillo se hallaban las guerrillas de Vicente de la Torre y
Abreu; y de Francisco Colmenares. En los Llanos del Casanare, las del neogranadino
Ramón Nonato Pérez10.
El poder real quedó restablecido pero sus defensores vivían una grave situación
interna. Están divididos y el grupo vencedor, ahora bajo el mando de su sucesor, Fran-
cisco Tomás Morales, aparecía como enfrentado al poder legítimo del capitán general
Juan Manuel Cajigal.
Las razones las hemos asomado: la guerra civil que se vivió a partir de 1813. Boves,
caudillo que salió de las entrañas del Llano venezolano había logrado interpretar “en
su predominio personal el lenguaje de una violencia insospechada y de una rebelión po-
pular” favorable a la causa del Rey11. La sociedad colonial parecía “un edificio cableado
con dinamita”. ¿Por qué razones? Básicamente por el grado de marginalidad a la que
En su Atlas Físico y Político de la República de Venezuela (París, 1840), Agustín Codazzi incluyó un MAPA DE
10
VENEZUELA, para servir a la historia de las campañas de la guerra de independencia en los años 1815, 1816 y
1817, bastante ilustrativo para visualizar la recuperación del territorio venezolano por la monarquía española, luego
del fracaso de la Segunda República.
Edgardo Mondolfi Gudat, José Tomás Boves, Caracas, El Nacional-Bancaribe, 2005, p. 44.
11
34
ESTUDIOS
fue sometida la casta de los pardos –elemento social mayoritario de la sociedad colo-
nial– evidenciada con fuerza en su precaria situación económica y en “el grado de es-
casa o nula influencia que podían ejercer ante la sociedad en su conjunto”, especialmente
frente a la poderosa ascendencia que tenían los grandes terratenientes blancos. Boves
fue quien consiguió presionar “el óbolo para activar aquella conflagración racial”12.
La nueva sociedad pensada por los criollos principales quedó plasmada en la Cons-
titución de 1811. Era igualitaria y abolió los fueros y expresiones legales de discrimi-
nación racial, pero la igualdad fue suplantada por una desigualdad real basada en el
sufragio que limitaba el voto y la ciudadanía a los propietarios. Era una igualdad sólo
en el papel para los pardos; los esclavos seguían siéndolo.
“Encargará y obligará a los señores sacerdotes que echen su plática después del
Evangelio, explicando la doctrina cristiana, y encendiendo el santo fuego del amor
hacia Dios y a su Rey; haciéndoles entender el horrible delito que comete el rebelde
a ambas Majestades, y las justas penas a que se hace acreedor” 14.
Ibídem, p. 74.
12
35
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“yo publicaré siempre que Boves libertó mi Iglesia de los peligros a que iba expuesta;
de que bien impuesto de mi opinión, trabajos, y sacrificios hechos por la causa de V.
M., dispensó a mi persona las consideraciones que creyó deberla, oyó mi voz y logré
suavizar su saña primera; le impuse del estado general de las cosas, y mis avisos le
sirvieron de norte; en una palabra, siempre diré que después de Dios, a Boves le
debo mi vida; pero con la ingenuidad que debo, Señor, a V. M., confieso que Boves
que era un héroe para destruir, no era un hombre para edificar”.15
“Yo mismo he oído muchas veces esta horrible máxima [que los pardos eran fieles
y revolucionarios los blancos criollos con quienes era necesario acabar], la cual se-
guían constantemente Boves, y los demás bandoleros, que se propusieron desolar a
Venezuela en nombre de Fernando Séptimo, y ser insurgentes de otra especie, por-
que no obedecieron a nadie, ni reconocían la autoridad de los jefes nombrados por
el Gobierno Supremo de la nación”.16
Narciso Coll y Prat, Memoriales sobre la Independencia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia,
15
2010, p. 372.
José Francisco Heredia y Mieses, Memorias sobre las Revoluciones de Venezuela (1812-1817), Caracas, Academia
16
36
ESTUDIOS
La Junta se reunió el 5 de diciembre y decidió que al estar nombrado por las Cor-
tes el capitán general Cajigal y no por el Rey recién instalado en el trono, era mejor
esperar la Real Orden correspondiente. Lo que no dijo Morales fue que algunos jefes
y oficiales leales a Cajigal disintieron de las decisiones de la Junta y en consecuencia
fueron ajusticiados. Sus cabezas se remitieron a Caracas19.
Juan Uslar Pietri, Historia de la Rebelión Popular de 1814, Caracas-Madrid, Edime, 1972, pp.163-164.
18
Tomás Pérez Tenreiro, Para acercarnos a Don Francisco Tomás Morales, Mariscal de Campo Último Capitán
19
General de Tierra Firme y a José Tomás Boves, Coronel Primera lanza del Rey, Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1994, p. 33.
Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo Morillo, Primer Conde de Cartagena, Marqués de la
20
37
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“Esta feliz ocurrencia que evitó una nueva guerra civil, cuyo resultado hubiera
sido la última ruina de la provincia, causó la mayor alegría por lo mismo
que nadie la esperaba, ni la creía posible, en vista del descaro con que se de-
claró la junta de Urica, y de la disposición a sostener su tiranía con el terror
que manifestó el nuevo jefe con el suceso de los siete Capitanes”. 22
José Francisco Heredia y Mieses, Memorias sobre las Revoluciones…, pp. 322-323.
21
Ibíd.
22
Ibídem, p. 329.
23
38
ESTUDIOS
Por Morales, Morillo supo la muerte de Boves. De la entrevista entre ambos jefes
salió el proyecto de tomar la isla de Margarita, en poder de los patriotas, obteniendo
Morales la autorización “para embarcar un batallón de negros zambos [700 hombres],
que era el terror del enemigo, siéndole concedido”25.
En la tarde del día 24 de abril se produjo un incidente serio para las tropas del Rey.
El navío San Pedro Alcántara, buque insignia de la escuadra, fondeado frente a la isla
de Coche, comenzó a arder. Fueron infructuosos los esfuerzos para apagar el incendio
en sus bodegas y a las 6 de la tarde voló el navío. Además de la pérdida de 2 oficiales y
36 soldados y marineros, se fueron al fondo del mar
“seiscientos mil pesos del ejército y quinientos mil de la Marina en efectivo; un mag-
nífico tren de artillería de campaña y de plaza; ocho mil fusiles, e igual número
de monturas, espadas y pistolas; ocho mil vestuarios completos de paño, infinidad
Ibídem, p.127.
25
39
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Se preguntará usted qué tiene que ver este asunto en el relato que hemos venido
desarrollando. Pues mucha. Destaca en las Instrucciones dadas al Jefe de la Marina,
general Pascual Enrile y del Ejército, Pablo Morillo el especial interés de la corona por
la defensa y conservación de la provincia de Guayana. Apenas llegados a Tierra Firme
ambos jefes debían trabajar en conjunto con ese objetivo: despachar pliegos con órde-
nes e instrucciones para el gobernador de la entidad, a las de Santa Fe y Quito; al clero
diocesano, cuidando los oficiales de hablar con respeto de los sacerdotes de los pue-
blos; y no dar cuartel a los españoles simpatizantes de los rebeldes que se defendiesen,
entre otras disposiciones. Morillo podía solicitar al gobernador de Guayana víveres,
dinero, caballos y ganado para mantener las tropas, debiendo el oficial designado para
ello enterarse del estado de Santa Fe y Quito, así como de las misiones.28
Aparte de los recelos producto de las trabas económicas impuestas desde Caracas,
Guayana siempre mantuvo una posición firme y sostenida ante Inglaterra en defensa
de sus fronteras. Tenía motivos para recelar del proyecto caraqueño en momentos en
que España era su aliada frente al enemigo común: La Francia de Napoleón. A dife-
rencia del resto de las provincias, Guayana temía un predominio inglés en el futuro.
Ibidem, p.1566. Véase: Luis Farage Dangel, La Expedición Pacificadora de 1815 y el Misterio del Navío San Pedro
27
40
ESTUDIOS
Dirá Morillo en 1819 sobre la pérdida de Guayana y la del Nuevo Reino: La batalla
de San Félix puso
Morillo en Caracas
Una vez en Caracas, Morillo dirigió una Proclama a los habitantes de Venezuela
(11 de mayo de 1815), suerte de perdón de todo lo pasado y amenaza a la vez:
“[…] Ese acero que habéis distraído del cultivo para volverlo contra vosotros mis-
mos, restituirlo a la agricultura […] olvidad vuestras querellas y a los autores de
ellas: todo se olvide al oír el nombre del Rey […] Venezolanos: somos vuestros her-
manos: pertenecemos a la misma familia: el Rey es nuestro común padre […] No
venimos a derramar vuestra sangre […] El ejemplo lo tenéis en Margarita […]
Mis facultades alcanzan a perdonar, recompensar y castigar: obligadme a que sólo
use de aquellas dos facultades, y llenaré los deseos del Rey. Pero si me obligáis a
desenvainar la espada, no culpéis al Rey más clemente, de los arroyos de sangre que
correrán [subrayado nuestro]”.32
30
Tomás Surroca y De Moutó, La Provincia de Guayana en la Independencia de Venezuela, Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 2003, pp. 106-107.
Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo…, T. I, p. 411.
31
Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo…, T. II, pp. 464-466.
32
41
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Enumeramos las disposiciones del Jefe expedicionario, las cuales desvanecieron las
esperanzas de pacificación de muchos realistas moderados: 1.- Restablecimiento del
orden colonial en lo social: se discrimina a los pardos y se protege a los esclavos. 2.-
Prohibición a los soldados europeos de contraer matrimonio con criollas. 3.- Prohi-
bición de vender pan de trigo so pena de muerte a quien no formase parte del ejército
expedicionario. 4.- Suspensión de la Real Audiencia, sustituyéndola por un Tribunal
de Apelación. 5.- Creación de una Junta de Secuestros presidida por el brigadier Sal-
vador Moxó. 6.- Agudización de exacciones y empréstitos destinados a la dotación
del ejército que emprendería la campaña de la Nueva Granada (Se exigió de Caracas
un empréstito forzoso, mejor, una contribución de 200.000 pesos. Una suma enorme
y más en aquellos tiempos de escasez y miseria). 7.- Establecimiento de un Consejo
de Guerra permanente para juzgar delitos de infidencia presidida por Moxó. Y de un
Tribunal de Policía.
42
ESTUDIOS
“insensato desprecio con que Morillo y sus oficiales afectaron ver a aquellos valerosos
soldados americanos que habían destruido la República, y elevado sobre sus ruinas
el antiguo edificio colonial. Burlándose de ellos dijo cierto día el coronel de la Unión
don Francisco Mendívail: «Si estos son los vencedores, ¿quiénes serán los vencidos?”
Y aquel dicho impertinente, repetido de boca en boca entre los expedicionarios, lle-
gó a oídos de Morillo para ser aplaudido por él, y elogiado repetidas veces como un
chiste agudo y saleroso»”35.
La Carta de Jamaica
Tomás Straka, La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821, Caracas, UCV, 2000, p.
34
182.
José de Austria, Bosquejo de la Historia Militar de Venezuela, II, Caracas, Academia Nacional de la Historia,
35
43
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
El documento que nos ocupa, a juicio de Elías Pino, quien más y mejor ha trabaja-
do el tema en fechas recientes, debe ser entendido como
“una estrategia urgente para salir del atolladero, razón que orienta el documento
por la ruta de la praxis. Hacen falta salidas perentorias, en lugar de la retórica.
De allí la necesidad de un examen descarnado, sin otro interés que la búsqueda de
remedios inmediatos”36.
“En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan
rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigen-
cia y a una soledad espantosa […] Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólo oprimen
a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia […]
Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten
con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a
los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos
que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de
habitantes se contaba en Venezuela; y sin exageración se puede asegurar que una
cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las
peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra”37.
El autor ha exagerado los hechos y la Leyenda Negra, negando todo cuanto hizo
España en 300 años, campea por sus fueros en aras de la propaganda política, expli-
cable en esos años turbulentos. No obstante, es cierto que la revolución venezolana
ha sido la más violenta de la América española, todo un baño de sangre y un país en
ruinas, sin comercio, ni rentas, ni justicia, ni gobierno. La guerra ha sido a muerte y en
eso el autor de la Carta tiene una responsabilidad directa al dictar en Trujillo en 1813
(15 de junio) su célebre decreto.
Elías Pino, Nueva Lectura de la Carta de Jamaica, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1999, pp. 15-
36
16.
Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, 1965, pp. 15-16.
37
44
ESTUDIOS
“no puedo ignorar los planes que tienen los jefes de la insurrección, refugiados en
esa isla […] ni el aire de gobierno que quieren darse Marimon, Bolívar, etc., en el
territorio de V. E. […] Digo todo esto a V. E. para que se haga cargo de que estoy
enterado del plan y de los medios, y que si el ánimo de V. E. es encerrarse en los prin-
cipios de neutralidad que me asegura en su escrito, no parece compatible ésta con
aquellas operaciones, con dejar reunir porción de hombres armados en su territorio
y dejar que se dirijan donde gusten […] Si V. E. añade a lo dicho el que en la plaza
de Cartagena hubo venezolanos y habitantes seducidos de ese país [haitianos], al
propio tiempo que en los corsarios insurgentes, hay porción de ellos, tal vez fraudu-
lentamente, convendrá V. E. que debo reclamar la neutralidad para que reine, con
las posesiones españolas, aquella amistad que hasta ahora no se ha alterado”38.
La constancia premia los esfuerzos del caraqueño y con ayuda de Alejandro Petión
desembarca el 3 de mayo de 1816 en Juan Griego, isla de Margarita. Pocos días des-
pués será ratificado como Jefe supremo de la República en una Asamblea celebrada en
Santa Ana del Norte. Se inicia otra etapa en la vida de Bolívar, exitosa, que lo llevará
al año siguiente a Guayana, entidad que se convertirá en la capital de la Venezuela re-
publicana. Los días de la república de Colombia a la que se refirió en su Carta estarán
próximos. La libertad de medio continente lo espera. Otra historia.
Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo…, T. III, pp. 38-39.
38
45
ESTUDIOS
Veinticinco años de historiografía venezolana,
1988-2013*
Tomás Straka**
Así, mientras Carrera Damas denunciaba la pobreza temática como un mal de nues-
tra historiografía en 1961, Pérez Vila veía en 1988 una pluralidad de perspectivas que
iban de la historia económica y social, historia de las ideas vistas desde una perspec-
tiva sociohistórica y la historia regional hasta incluso la historia del arte; mientras el
* El presente estudio se hizo en 2013 a propósito de la reforma curricular de las Maestrías de Historia de Venezuela e
Historia de las Américas de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas). Su propósito fue analizar los cambios
en la disciplina para hacer los ajustes pertinentes en cada programas. La reforma fue aprobada en 2015 y comenzó
a ser implementada a partir de 2016.
**
Doctor en Historia por la UCAB e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas “Hermann González
Oropeza, sj de esa universidad.
1
Manuel Pérez Vila, “Quince notables características de la producción histórica en Venezuela (1958-1988)”,
Tiempo y espacio, No. 12/Vol. VI, Caracas, julio-diciembre 1989, pp. 9-12.
2
Germán Carrera Damas, “Sobre la historiografía venezolana”, introducción a Historia de la historiografía Venezolana
(textos para su estudio), Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1961, pp. x-lxxii.
49
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
A casi un cuarto de siglo del trabajo de Pérez Vila, ¿qué ha sido de la historiografía
venezolana? ¿Qué ha pasado con las tendencias que se identificaban en 1988? Si la
conferencia de Pérez Vila cerraba una etapa, también abría otra, probablemente aque-
lla en la que seguimos estando –o acaso comenzamos a salir- en 2013. Las siguientes
páginas esperan dar un esbozo al respecto con el ánimo de definir cuál es nuestra
situación actual.
Cuando en 1989 Pérez Vila hablaba ante los estudiantes y profesores del Pedagógi-
co, acababa de publicarse la obra colectiva de más aliento de la historiografía venezo-
lana, el Diccionario de Historia de Venezuela, editado bajo su coordinación por la Fun-
dación Empresas Polar4. Tres tomos con casi cuatrocientos colaboradores de las más
variadas disciplinas, presentando el estado de la cuestión sobre un gran espectro de
ámbitos y personajes de la vida venezolana. En 1981 Federico Brito Figueroa fundó
un programa de postgrado –especialización, maestría y doctorado– en la Universidad
Santa María, de Caracas, de la que salieron muchos de los nombres en ascenso del mo-
mento –Reinaldo Rojas, Catalina Banko, Luis Ugalde, Adelina Rodríguez Mirabal,
3
Véase: María Elena González Deluca, Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX,
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2007.
4
Diccionario de historia de Venezuela, Caracas, Fundación Empresas Polar, 1988, tres tomos.
50
ESTUDIOS
entre otros– avalados por un conjunto de tesis que pronto se convirtieron en refe-
rencias dentro del área. François Chavalier llegó a llamar “Escuela de Caracas” a este
movimiento del cual, entre 1982 hasta el presente ha salido la más grande cantidad
de doctores en historia egresados de una universidad venezolana, todos de altísima
calidad y con obra reconocida, además de libros, revistas y eventos de carácter inter-
nacional como el centenario de Bloch en 1986 y la visita posterior a Barquisimeto de
Etienne Bloch5. La buena salud de la disciplina era evidente. Había abundantes con-
gresos y revistas. En 1983 comenzó a publicarse Tierra Firme, revista de historia y cien-
cias sociales, que llegará a nuclear un amplio movimiento de historiadores regionales
en todo el país. En 1987 había aparecido la Geografía del poblamiento venezolano en
el siglo XIX6, de Pedro Cunill Grau, que desde entonces es una referencia obligatoria
para quien quiera conocer al país durante el período; y en 1988 la empresa Lagoven,
filial de Petróleos de Venezuela, editó cinco textos en su prestigiosa colección “Cua-
dernos Lagoven”, que buscaron ofrecer una visión global de la historia republicana
del país. Redactados por protagonistas o vástagos de la profesionalización emprendi-
da tres décadas atrás, rápidamente se convirtieron en clásicos: Venezuela 1810-1830,
aspectos desatendidos de dos décadas, de Graciela Soriano de García Pelayo; La idea
política de Venezuela, 1830-1870, de Diego Bautista Urbaneja; Formulación defini-
tiva del proyecto nacional, 1870-1900, de Germán Carrera Damas; Venezuela metida
en cintura: 1900-1945, de Elías Pino Iturrieta; y El dilema octubrista, 1945-1987,
de Luis Castro Leiva7. Escritos con vocación de ensayos, destinados a presentar los
grandes problemas que la historiografía profesional había identificado entonces, pero
que aún estaban distantes del gran público (incluidos los maestros); y editados con
abundante apoyo gráfico, gozaron de una gran acogida y como prueba de su vigencia
y proyección, todavía se usan en muchas cátedras universitarias.
Sin embargo, las cosas estaban por cambiar. No carece de importancia el hecho de
que Pérez Vila dio su charla en un Pedagógico que apenas se recuperaba de la arreme-
tida de la que fue objeto durante los sucesos del Caracazo. De hecho, las clases estaban
prácticamente suspendidas. Y esto, para angustia de los estudiantes que soñaban con
graduarse algún día, se encadenaba a una sucesión de paros que los profesores habían
5
Sobre el tema, véase: Tomás Straka, “Federico Brito Figueroa: política y pensamiento historiográfico en Venezue-
la (1936-2000)”, Tiempo y espacio, No. 36/Vol. XVII, julio-diciembre 2001, pp. 21-50; Reinaldo Rojas, Federico
Brito Figueroa, maestro historiador, Barquisimeto, Fundación Buría, 2007; y José Pascual Mora, “La escuela de
historiadores «Federico Brito Figueroa»: un ejemplo en la formación de investigadores en Venezuela”, Tierra Fir-
me, No. 103, Vol. XXI, 2008, pp. 295-317.
6
Caracas, Presidencia de la República, 1987, tres tomos.
7
En todos los casos el pie de imprenta es: Caracas, Cuadernos Lagoven, 1988.
51
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
venido haciendo desde 1985 y que en 1988 desembocaron en uno indefinido (que a
la postre duró cuatro meses, es decir, un semestre académico). El dato es importante
para entender el contexto en el que se desarrolló la historiografía venezolana de los si-
guientes veinticinco años. La “década perdida” de 1980 fue la de inflexión del modelo
económico y social que Venezuela había venido desarrollando desde 1936. Por eso,
cuando el siglo xxi llega con un renovado interés por los estudios historiográficos y,
gracias a eso, con una aparente confirmación de las tendencias esperanzadoras atis-
badas por Pérez Vila, todo indica que este interés se debe en gran medida al mismo
clima de crisis –fin de un sistema político, la quiebra de un modelo económico– que
se respiraba cuando dictaba su conferencia.
En efecto, para el momento en que se escriben estas líneas (2013) hay libros de
historia que logran colarse entre los de autoayuda y de vampiros en las listas de los
más vendidos, en una tendencia que llegó a ser aún mayor cuatro o cinco años atrás8;
muchos historiadores se han vuelto invitados habituales de los medios de comunica-
ción; y aunque en Caracas cerró la maestría de historia de la Universidad Santa María,
se han abierto programas de postgrado en diversos puntos del país –Barquisimeto,
Mérida, Margarita, Valencia, Guayana, entre otros– así como una nueva escuela de
historia en Guárico y numerosos diplomados y cursos no conducentes a títulos que
atraen a un considerable público. A su vez, el Estado creó un nuevo organismo para
promover el estudio de la historia desde el visor que promueve, el Centro Nacional
de Historia, un poco en contraposición de la Academia Nacional de la Historia, do-
minada por figuras de oposición. El punto es que la gente compra esos libros y asiste
a las conferencias y cursos para comprender un contexto en el que la proclamación de
una nueva república (la quinta), que se contrapone a las “cuatro” anteriores; al tiempo
que la advocación de Simón Bolívar y otros personajes históricos –Ezequiel Zamora,
Guaicaipuro, Cipriano Castro– se ha metido en su vida diaria. Como la evaluación
que se tenga del pasado, en especial del período de 1958 a 1998, determina la justifica-
ción (o no) que haga cada quien del régimen actual, se explica que un libro tan denso
como Rómulo histórico, de Germán Carrera Damas, se haya vuelto un éxito editorial9.
8
En febrero de 2012, El fabricante de peinetas, de Inés Quintero, fue el libro más vendido de Venezuela (http://www.
elmundo.com.ve/noticias/estilo-de-vida/libros/los-libros-mas-leidos-en-venezuela-y-latinoamerica.aspx). Justo un
año después biografía de Simón Bolívar escrita por Elías Pino Iturrieta se ubicaba en esta lista (http://yaesnoticia.
com/informativos/estos-son-los-libros-mas-vendidos-en-febrero-del-2013/). En 2010 La herencia de la tribu. Del
mito de la independencia a la Revolución Bolivariana, de Ana Teresa Torres, se convirtió en un verdadero suceso de
ventas (encabezando el top ten muchos meses).
9
Caracas, Editorial Alfa, 2013.
52
ESTUDIOS
Pero al mismo tiempo, toda esa atención agarra a los historiadores en un momento
el que los buenos presupuestos universitarios que les permitieron en los años sesenta
y setenta investigar, viajar y publicar sin grandes problemas, ya sean cosa del pasado10.
Por eso el panorama también debe incluir los riesgos que se ciernen sobre la academia
el día de hoy, especialmente si los medimos por el bajo número de jóvenes profesio-
nales dispuestos a ocupar cátedras universitarias, o por la necesidad de aquellos que
lo hacen de combinarlas con otros trabajos en liceos, en organismos o proyectos gu-
bernamentales (cuando la filiación política lo permite) o incluso en empresas de cual-
quier otra índole11. Aunque menos que en otras áreas, algunos han comenzado a emi-
grar, y si todavía no hay una “historiografía de la diáspora”, como ya hay una potente
“literatura de la diáspora”, todo indica que muy pronto puede haberla. Por último, los
enfrentamientos políticos por los cuales invitan a los historiadores a la televisión o se
logran vender sus libros, también han hecho que cualquier tesis que esbocen sea eva-
luada en función de la actualidad política, más que por cualidades académicas.
Así, al mismo tiempo que hay más gente estudiando y leyendo historia que nunca,
con la crisis de la profesión universitaria, se han reducido las oportunidades para vivir
de ella. No sabemos qué se impondrá al final, si lo hará la tendencia que vemos de la
asunción de la historia por la sociedad, o la que encierra la crisis de la universidad. Una
vez más, es una clima de incertidumbre que nos remite a los años ochenta. En 1985
la Universidad Metropolitana, de Caracas, organizó un ciclo de conferencias titulado
“Apreciación del proceso histórico venezolano”. Pérez Vila, Carrera Damas, Eduardo
Arcila Farías, NikitaHarwich Vallenilla, Castro Leiva y Ramón J. Velásquez se encar-
garon de hacer las exposiciones, pero la conferencia inaugural quedó en manos de Ar-
turo Uslar Pietri. Normalmente visto con recelo por los historiadores profesionales,
en este caso el escritor demostró un notable conocimiento –y en especial entusiasmo-
por la “revolución historiográfica” –ahora sí en clave de Burke– de la Escuela de los
Annales. Debió ser toda una sorpresa para aquellos que siempre lo señalaron como un
“conservador” en todo en lo que fuera posible serlo –estilísticamente, políticamente,
A partir de 2006 el presupuesto de las universidades se ha ido reconduciendo, con todo lo que eso significa en un
10
país con una de las inflaciones más altas del mundo, con un promedio de casi el 30% anual durante la última década
(para las cifras oficiales: http://www.bcv.org.ve). Véase: Carmen García Guadilla y otros, Informe Venezuela,
proyecto CINDA-Educación Superior Iberoamericana, 2006 (http://www.universia.net/wp-content/uploads/
INFORME-VENEZUELA.pdf ).
Según revela un estudio coordinado por Carmelo Marsullo, José Luis Sánchez y Hernando Herrera, de la Univer-
11
sidad de Oriente, en 2013 un profesor de una universidad pública venezolana gana en promedio 1,4 salarios míni-
mos, cuando en 1982 ganaba 7,9 (http://www.diarioregion.com/seguir_leyendo.php?id=1186#.UlYubGBUpjo).
El sueldo de los profesores de las universidades públicas venezolanas es el más bajo de América Latina: alrededor
de US$ 500,00, cuando en Brasil oscila en torno a los US$ 5.000,00 (¡diez veces más!) y en México a unos US$
3.000,00 (Universidad de Carabobo, Boletín digital universitario, mayo 2013, http://boletin.uc.edu.ve/index.php/
actualidad/61489-sueldos-de-los-docentes-universitarios-de-venezuela-entre-los-mas-bajos-del-mundo).
53
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“¿Qué va a ser ese país [una tentativa Venezuela post-pretrolera]? ¿Va a ser un re-
caer en la miseria, lleno de inmensos problemas insolutos, decepcionado, escéptico,
pesimista, negativo? ¿Va a ser un país con un sentido del rumbo, adaptado a las
necesidades y reclamos de su tiempo, preparado para enfrentar el futuro, creando
el futuro, porque el futuro lo creamos los hombres y no nos llueve del cielo, que
ha aprovechado esta riqueza para echar las bases de una riqueza petrolera no
permanente?”12
Dejemos al lector las respuestas. No obstante, habrá consenso en que estamos lejos
de ser un país post-petrolero. También en que son unos cuantos los problemas que
no se resolvieron (a veces están peores) y que, con razón o sin ella, también son unos
cuantos los escépticos y los pesimistas. Este es el panorama en el que hoy investigamos
y escribimos. Veamos brevemente cómo y de qué.
En el año 2000 José Ángel Rodríguez compiló un grueso volumen –729 páginas–
en el que cuarenta historiadores jóvenes y consagrados exponían el estado de la cues-
tión en sus respectivas especialidades, bien desde una perspectiva teórica, o bien desde
la experiencia de sus últimas investigaciones. Así, bajo el título de Visiones del oficio.
Historiadores venezolanos en el siglo XXI13, la nueva centuria también despuntaba con
perspectivas alentadoras: tendencias que venían desde los ochenta había adquirido
plena consolidación, y así Graciela Soriano de García Pelayo y Elena Plaza reflexiona-
ban sobre las historias de política y la de las ideas políticas; Marisol de Gonzalo daba
un panorama sobre la historia diplomática, José Rafael Lovera otro sobre la historia
de la alimentación y el libro reproducía el muy famoso y estudiado ensayo de Arístides
Arturo Uslar Pietri, “¿Qué es la historia?”, Apreciación del proceso histórico venezolano. Caracas, enero-julio 1985,
12
54
ESTUDIOS
Medina Rubio “Teoría, fuentes y método de la historia regional”. Pero al mismo tiem-
po se abría un piélago de temáticas y enfoques que apenas se esbozaba entonces y que
hablaba de una historiografía de aliento multidisciplinario. Dora Dávila explicaba de
qué iba la nueva historia social y Luis Felipe Pellicer de qué iba la de las mentalidades,
Arturo Almandoz Marte demostraba la importancia de la historia del urbanismo y
Francisco Javier Pérez de la que tiene la lingüística; Margarita López Maya advertía
que lo popular es un tema para la historia, Gerardo Vivas Pineda le revelaba a los ve-
nezolanos que el mar también es un tema para historiar, mientras Carlos Duarte, Juan
Carlos Palenzuela, Morella Barreto, José Miguel Acosta y Fidel Rodríguez Legendre
dejaban en claro que las historias de la música, las artes visuales, el cine y el patrimo-
nio cultural son fundamentales para quien quiera investigar el pasado de cualquier
sociedad. Pedro Enrique Calzadilla subrayaba la importancia de los testimonios de
los viajeros como fuentes históricas, y el compilador tuvo el acierto de reproducir un
texto de la ya entonces fallecida Jousune Dorronsoro sobre la que tiene la fotografía
en la investigación.
55
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Como con las tarjetas perforadas, este sistema de encubrir a otras disciplinas con la
etiqueta de la historia cuando en realidad no lo son, ha sido dejado de lado. Tal vez el
liderazgo del mismo Pino Iturrieta y su influencia en toda la generación que se formó
en las décadas de 1980 y 1990 haya ayudado a eso; pero también ayudó la crisis del
marxismo que siguió a la Caída del Muro de Berlín. Aunque en el elenco de “maes-
tros” citados por Pino hay hombres como Popper e incluso Gadafi –que en efecto
entusiasmó a muchos en la universidad venezolana– la quiebra del socialismo real
generó una gran desconfianza en todas las teorías de pretensiones omniexplicadoras;
desconfianza que en algún grado atizó inmediatamente después con la posmoderni-
dad, entiéndase lo que se entienda por ella. El resultado fue un retorno al estudio de
problemas concretos como tendencia dominante, con resultados en muchos casos no-
tables. Ya son muy pocos los que esperan zafarse del paciente trabajo en archivos por
la simple extrapolación de una teoría sociológica o económica. No es que esas teorías
dejaran de ser útiles, es que no pueden sustituir (encubrir) lo específico del método
histórico. Como veremos, a partir de la década de 1980, y en buena medida por el
Todas las citas han sido tomadas de: Elías Pino Iturrieta, “Historiador-encubridor”, Tierra Firme, revista de
14
historia y ciencias sociales, No. 5/Vol. II, enero-marzo 1984, pp. 7-13.
56
ESTUDIOS
Historiográfica. Revista de estudios venezolanos y latinoamericanos, cuyo primer número apareció en el 2000.
15
Manuel Caballero, “De lo político a la política” en Ni Dios ni Federación. Crítica de la historia política, Caracas,
16
18
Ibídem, p. 24.
En ambos casos en Caracas, bajo el sello de Monte Ávila Editores.
19
57
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Las palabras de Caballero caían en un terreno fértil. Atrás habían quedado los días
en los que la Historia de Venezuela (1971)20 de Guillermo Morón era el contraejemplo
de lo que debía hacerse21, mientras la Historia económica y social de Venezuela (1966)22
de Federico Brito Figueroa se perfilaba como modelo. Aunque nadie niega que, más
allá de los extremos e injusticias (por ejemplo con Morón) en que se cayeron, esta
ruptura con la tradición significó un paso necesario y muy importante para renovar
nuestra historiografía, a cuarenta y tantos años de todo aquello ahora vemos virtudes
en la obra de Morón que hubieran sido anatemas en los años sententas, o nos parece
que la “historia militante” de Brito Figueroa se deja llevar demasiado por lo ideológi-
co, al menos cuando se refiere al siglo xx.
Pero había mucho más. Nuevamente, la crisis del marxismo a partir de la década de
1990 ayudó en el alejamiento de los determinismos económicos y sociales; pero del
mismo modo, a pocos metros de la Escuela de Historia en la Ciudad Universitaria de
Caracas se estaba perfilando una nueva corriente en la Escuela de Ciencias Políticas.
Bajo el liderazgo de Manuel García Pelayo, era muy difícil que sus discípulos no se
dejaran tentar por temas históricos. Su esposa, Graciela Soriano de García Pelayo,
será una de ellas; así como lo es Diego Bautista Urbaneja, que en un famoso ensayo de
1976 introdujo la historia intelectual a Venezuela23. Conjuntamente, en el Instituto
de Estudios Avanzados (IDEA) de Caracas, Luis Castro Leiva hará otro tanto a los
largo de las décadas de 1980 y 1990. Los tres formaron una escuela que actualmente
sigue muy activa, entre los que se destacan Carole Leal Curiel, Fernando Falcón y Ca-
rolina Guerrero24; y tras ellos todo un grupo muy prometedor de jóvenes que apenas
rondan los treinta años, que han sido sus alumnos y colaboradores, y que ya tienen
trabajos muy importantes, como en el caso de Guillermo T. AveledoColl25.
21
Al respecto es un clásico el trabajo de Angelina Lemmo, De cómo se desmorona la historia: observaciones a la “His-
toria de Venezuela” de Morón, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1973.
Federico Brito Figueroa, Historia económica y social de Venezuela, Caracas, Universidad Central de Venezuela,
22
1966, dos volúmenes (se elevaron a cuatro para su edición definitiva en 1987).
Diego Bautista Urbaneja, “Consideraciones sobre metodología en la historia de las ideas políticas”, Politeia,
23
58
ESTUDIOS
Gustavo Vaamonde y Ángel Almarza han sido ganadores del importante premio Rafael María Baralt, que otorga
26
la Academia Nacional de la Historia, con sus respectivos trabajos Los novadores de Caracas: La Suprema Junta de
Gobierno de Venezuela de 1810 a 1811 (Caracas, Academia Nacional de Caracas, 2009) y Por un gobierno represen-
tativo. De la Junta Central al gobierno de Cúcuta. Génesis de la República de Colombia (Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 2013). Dentro de su amplia obra, Inés Quintero se distinguió con La conjura de los mantuanos,
Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2002); y sobre todo con su super éxito de ventas, La criolla principal.
María Antonia Bolívar, la hermana del Libertador, Caracas, Fundación Bigott, 2005.
Respectivamente: Caracas, Universidad Central de Venezuela/Academia Nacional de la Historia, 2010; y Caracas,
27
59
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
El XII Congreso de Historia Regional y Local se reunió en Cumana en julio de 2013. Promovido ahora por el Centro
28
Nacional de Historia –cuando en sus inicios era organizado por una red autónoma de historiadores, nucleados en
torno a Tierra Firme– se celebró en “Homenaje al Comandante Hugo Chávez”. Aunque no por eso dejaron de pre-
sentarse trabajos de gran solvencia académica, el gesto le restó al carácter plural que estos eventos siempre tuvieron.
29
Hemos estudiado el tema en: Tomás Straka, “Geohistoria y microhistoria en Venezuela: reflexiones en homenaje
a Luis González y González”, Tzintzun. Revista de estudios históricos, No. 42, julio-diciembre 2005, pp. 87-112.
30
G. Cardozo Galué, Maracaibo y su región histórica, el circuito agroexportador, 1830-1860, Maracaibo, La Uni-
versidad del Zulia, 1991; Tarcila Briceño de Bermúdez, Comercio por los ríos Orinoco y Apure. Segunda mitad
del siglo XIX, Caracas, Fondo Editorial Tropykos, Caracas, 1993. Carlos Viso difundió su obra principalmente a
través de artículos en Tierra Firme.
31
Adelina Rodríguez Mirabal, La formación dellatifundio ganadero en los Llanos de Apure: 1750-1800, Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1987. Catalina Banko, El Capital comercial en La Guaira y Caracas, (1821-
1848), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1990; Reinaldo Rojas, El régimen de la encomienda en Barqui-
simeto colonial: 1530-1810, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1995.
60
ESTUDIOS
Lovera Reyes, José Pascual Mora o Francisco “Larry” Camacho32, por poner unos
ejemplos, demuestran hasta qué punto estudios centrados en regiones específicas dan
luces para la comprensión de procesos globales. Es una reconfiguración de la historia
regional a la que se suman los aporte desde otros ámbitos, como la historia oral, la
antropología y la etnohistoria, también se está reconstruyendo el pasado de diversas
comunidades33, lo que ha ampliado la temática y las fuentes, así como las perspectivas
del devenir histórico venezolano.
Elina Lovera Reyes, De leales monárquicos a ciudadanos republicanos. Coro 1810-1858, Caracas, Academia Na-
32
cional de la Historia, 2006; J. Pascual Mora-García, La dama, el cura y el maestro (la historia de la educación
y de las mentalidades en la vicaría foránea de La Grita y región andina venezolana), Mérida, Universidad de Los
Andes, 2004; Francisco Camacho, Redes, élites y poder social en Barquisimeto. El club del comercio 1941-1958,
Barquisimeto, Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, 2007; Isaac López, La elite coriana en el proceso de
independencia: el caso de la familia Garcés, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2010.
Por ejemplo: Horacio Biord, Niebla en las sierras. Los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela (1550-
33
1625), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2005; o Suzuky Gómez Castillo, La Dolorita: ejercicio de
reconstrucción histórica, Caracas, Centro Nacional de Historia, 2009.
Ramón Tovar, “El enfoque geohistórico”, Tiempo y espacio, No. 1, Vol. I, enero-julio 1984, pp. XXXX (el ensayo fue
34
recogido dos años después en un libro titulado igual, El enfoque geohistórico, editado por la Academia Nacional de
la Historia).
61
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Por todo esto es una lástima que en otros ámbitos de la geografía histórica –dentro
de la que incluimos a la historia territorial– que hace veinticinco o treinta años estaba
tan fuerte con autores como Pedro Cunill Grau o José Ángel Rodríguez, acusen, con
las excepciones del caso35, una producción más bien baja. Aunque Cunill Grau publi-
có recientemente una Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela36que abre todo un
camino y coordinó una monumental geografía de Venezuela37, y otros autores como
Manuel Donís Ríos continúan publicando38, en un momento en el que la geohistoria
–al menos una de sus vertientes- debería, si nos apegamos a la ley, entrar a los pro-
gramas escolares, el interés por el tema no parece proporcional a su importancia en
espacios distintos a los Pedagógicos.
5. Una nueva historia social y cultural en ciernes: Cuando en 1971 Elías Pino Itu-
rrieta publicó La mentalidad venezolana de la emancipación39, sentaba las bases de
una corriente que terminaría de cuajar veinte años después, hasta convertirse en una
moda durante los años noventa40. En conjunto puede hablarse de nueva historia social
Por ejemplo el caso de Luis Alberto Ramírez, La tierra prometida del sur del lago de Maracaibo y la Villa y. Puerto
35
de San Antonio de Gibraltar (Siglos XVI-XVII), Caracas, Editorial El Perro y la Rana, 2011, dos tomos; o Lorena
Puerta Bautista, Los paisajes petroleros del Zulia en la mirada alemana (1920-1940), Caracas, Centro Nacional
de Historia, 2010.
Pedro Cunill Grau, Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela, Caracas, Fundación Empresas Polar, 2011.
36
Pedro Cunill Grau, Geo Venezuela, Caracas, Fundación Empresas Polar, 2007, diez volúmenes.
37
Destáquense sus trabajos: Historia territorial de la provincia de Mérida de Maracaibo (1573-1820), Caracas, Acade-
38
mia Nacional de la Historia, 2006; Historia territorial y cartografía histórica venezolana, Caracas, Academia Nacio-
nal de la Historia, 2010; y la provincia de Guayana para mediados del siglo XVIII, Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 2013.
Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1971
39
Dos libros muy influyentes entonces fueron: Elías Pino Iturrieta, Contra lujuria, castidad. Historias de pecado en
40
el siglo XVIII venezolano, Caracas, Alfadil ediciones, 1992; y José Ángel Rodríguez, Babilonia de pecados: norma
y transgresión en Venezuela, siglo XVIII, Caracas, Alfadil ediciones, 1998.
62
ESTUDIOS
A modo de conclusión:
lo hecho y lo que falta por hacer
Para unos títulos representativos: Yuleida Artigas y Robert Castillo: Linajes de la elite colonial Merideña:
41
los García de Gaviria y los Avendaño. (Siglos XVI y XVII). Mérida, Editorial Venezolana, C.A, 1998; Elías Pino
Iturrieta, País archipiélago. Venezuela, 1830-1859, Caracas, Fundación Bigott, 2001; Dora Dávila (Edts.),
Historia, género y familia en Iberoamérica (siglos XVI al XX), Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2004;
Mirla Alcibíades, La heroica aventura de construir una república. Familia-nación en el ochocientos venezolano.
1830-1865, Caracas, Monte Ávila Editores/CELARG, 2004; Carlos Pacheco, Luis Barrera Linares y Beatriz
González Stephan, Nación y Literatura: Itinerarios de la palabra en la cultura venezolana, Caracas, Fundación
Bigott, 2006; Inés Quintero, La palabra ignorada. La mujer: testigo oculto de la historia en Venezuela. Fundación
Empresas Polar, 2008; Antonio de Abreu Xavier, La pasión criolla por el fashion: una historia de la pinta en la
Venezuela del siglo XIX, Caracas, Editorial Alfa, 2011; Cecilia Rodríguez Lehmann, Con trazos de seda. Escritu-
ras banales del siglo XIX, Caracas, Fundavag ediciones, 2013.
63
Manuel Torres y las relaciones internacionales
de Hispanoamérica
Carlos Hernández Delfino
1
En el contexto de estas líneas entenderemos por reconocimiento de un nuevo Estado a la seguridad ofrecida por
otra nación de que, en el marco de sus relaciones internacionales (políticas, comerciales y de otro tipo), le será
permitido mantener su rango y lugar con el carácter de un organismo político libre, soberano e independiente en
la sociedad de las naciones. Adaptado de la definición inserta en William S. Robertson, “The Recognition of the
Hispanic American Nations by the United States”, The Hispanic American Historical Review, Vol. 1, No 3, Aug.,
1918, p. 239, disponible en <http://www.jstor.org>.
65
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
2
Algunas precisiones temporales útiles: en marzo de 1814, un mes antes de la primera abdicación de Napoleón, las
potencias europeas comenzaron a acordar los tratados que darían origen al Congreso de Viena. Este Congreso,
que restableció el balance de poder en Europa por cerca de 40 años, se inició en septiembre de 1814, cinco meses
después de la primera abdicación de Napoleón, y concluyó en junio del año siguiente con la firma del Tratado de
Viena, nueve días antes de la batalla de Waterloo. Como veremos, en septiembre de 1815 nació la Santa Alianza.
Sobre la labor de Manuel Torres en los Estados Unidos véase, además de la bibliografía adicional que será citada en
lo sucesivo, a Nicolás García Samudio, La misión de Manuel Torres en Washington y los orígenes suramericanos
de la doctrina Monroe, Imprenta Nacional, Bogotá, 1941. Nicolás García Samudio, La independencia de Hispa-
noamérica, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1a edición 1945, pp. 149-184. Nicolás García Samudio,
Capítulos de Historia Diplomática, Imprenta Nacional, Bogotá, 1925, pp. 43-98; 161-222. Igualmente Francisco
José Urrutia, Páginas de historia diplomática. Los Estados Unidos de América y las repúblicas hispanoamericanas
de 1810 a 1830, Bogotá, Imprenta Nacional, 1917, pp. 129-257. También Ángel César Rivas, Ensayos de His-
toria Diplomática, Editorial América, Madrid (probablemente de 1916). La consulta de estas tres últimas obras
fue posible por cortesía de la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y de la historiadora
María Consuelo Andara. Francisco José Urrutia, Política internacional de la Gran Colombia, Bogotá, Editorial
El Gráfico, 1941, pp. 23-40. La labor de Manuel Torres se encuentra también tratada en Raimundo Rivas, His-
toria diplomática de Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1961. Una importante referencia general para la Polí-
tica Internacional de los Estados Unidos es la de Martín García Mérou, Historia de la diplomacia americana.
Política internacional de los Estados Unidos, Buenos Aires, Félix Lajouane y Ca., 1904, tomo I, en particular en
cuanto concierne a estas líneas, el capítulo IX; disponible en la Biblioteca Digital del Patrimonio Iberoamerica-
no, <http://www.iberoamericadigital.net/BDPI>, o <https://ia801408.us.archive.org/1/items/historiadeladip
00unkngoog/historiadeladip00unkngoog.pdf> digitalizado por Google.
3
Además de la bibliografía ya citada en el punto anterior y la que referiremos en lo sucesivo, pueden encontrarse los
rasgos fundamentales de la vida y labor de Manuel Torres en el Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación
Polar, Tomo 4, segunda edición, 1997, pp. 62-63 y en la bibliografía allí referida: Antonio Cacua Prada, Don
Manuel Torres: primer diplomático colombiano en los Estados Unidos, Servicio Diplomático y Cultural de Los Es-
tados Unidos, 1976; Alberto Miramon, Diplomáticos de la libertad: Manuel Torres, I. Sánchez de Tejada, Pedro
Gual, Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1956, pp. 15-59; estas fuentes están disponibles en la Casa del
Estudio de la Historia de la Fundación Empresas Polar en Caracas; agradecemos a Laura Márquez, de la biblioteca
de esta institución, su apoyo. También Nicolás García Samudio, La misión de don Manuel Torres en Washington
y los orígenes suramericanos de la doctrina Monroe. Algunos de los autores citados señalan a 1764 como el año del
nacimiento de Manuel Torres mientras que Antonio Cacua Prada menciona 1762.
66
ESTUDIOS
fue nombrado virrey de la Nueva Granada por Carlos III y ocupó esa posición hasta
1788; al año siguiente regresó a España.
67
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
así como la vinculación de Torres con Clemente no le creó una condición desfavorable
para la misión que habría de cumplir ante las autoridades estadounidenses.
Torres era un hombre ilustrado, versado en matemática, con buen dominio del
inglés y el francés; buen conocedor de la materia financiera que había aplicado al estu-
dio de las finanzas del gobierno de los Estados Unidos; de claro entendimiento de la
política internacional, del acontecer europeo y de la postura de las grandes potencias
con respecto a América. Conocedor de la sociedad e instituciones políticas de los
Estados Unidos y de las estructuras políticas, administrativas y culturales de las colo-
nias de España, reunía las capacidades y competencias para cumplir con las exigentes
responsabilidades que le serían encomendadas. La prudencia, discreción y serenidad
que concurrían en sus actividades diplomáticas, le allanaron el camino a los logros que
en ese ámbito de sus responsabilidades habría de contabilizar. Mostraba una firme
vocación y disposición a la causa de la independencia americana.
García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 143-148; Francisco José Urrutia, Páginas de his-
toria diplomática, pp. 73-114. En esta referencia podrán encontrarse: la porción del mensaje del presidente Monroe
al Congreso, el 29 de enero de 1819, dedicada al episodio de la isla Amelia; la exposición y protesta de Vicente
Pazos y la respuesta de John Q. Adams, entre otros documentos de interés. Sobre el episodio de la isla Amelia, puede
también consultarse: Tulio Arends, Sir Gregor Mac Gregor. Un escocés tras la aventura de América, Caracas, Monte
Ávila Editores, Colección Tiempo de Venezuela, 1988, pp. 99-111; David Sinclair, The Land that Never Was. Sir
Gregor MacGregor and the Most Audacious Fraud in History, Cambridge MA, Headline Book Publishing, 2003, pp.
172-188; y Tomás Polanco Alcántara, “La relación Venezuela-Estados Unidos durante el período 1806-1900”,
Venezuela y Estados Unidos a través de 2 siglos, Caracas, Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria,
2000, pp. 47-54. En la comunicación que dirige Francisco Antonio Zea a Bolívar, el 8 de junio de 1819, da cuenta de
la conducta de Clemente, de la reprobación del gobierno de los Estados Unidos a su persona y de su disposición (la de
Zea), de no aprobar lo actuado por Clemente, Memorias del general O’Leary, Caracas, Ministerio de la Defensa, 1981
(reimpresión de la obra publicada en 1881), tomo xvi, pp. 397-400. En el Correo del Orinoco, No 24 de 27 de marzo
de 1819, apareció un extenso artículo en el que se critica severamente la conducta de los Estados Unidos con relación
a la isla Amelia. La autoría de esa pieza ha sido atribuida a Juan Germán Roscio: Tomás Polanco Alcántara,
“La relación Venezuela-Estados Unidos durante el período 1806-1900”, pp. 49-51; Tulio Arends, Sir Gregor Mac
Gregor. Un escocés tras la aventura de América, 109-110.
5
William Duane visitó Colombia en 1822, estimulado por el interés que en él sembraron las conversaciones con
Manuel Torres. Producto de esa experiencia resultó una notable relación de las características del país y de las ex-
periencias de su viaje. En 1826 Duane publicó en Filadelfia su obra: A Visit to Colombia, en la cual hace constantes
referencia a Torres. Cfr. En honor del prócer Manuel Torres, 1764-1822, Legación de Colombia, Washington, D.
C., 1926; digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Disponible en
<www.banrepcultural.org>
68
ESTUDIOS
Torres también publicó escritos en los que expresaba su opinión favorable al libre
comercio y promovía las ventajas comerciales de la América española en los Estados
Unidos, así como también dio a conocer ensayos de corte político. Entre aquellos, me-
rece mención la guía que preparó en 1815 para orientar a quienes desearan establecer
relaciones comerciales con Hispanoamérica, titulada An Exposition of the Commerce
of Spanish America; with some Observations upon its Importance to the United States.
Anteriormente, en 1812, apareció en Filadelfia el panfleto Manual de un Republicano
para el uso de un Pueblo Libre, atribuido a Torres. Esa publicación respondía al pro-
pósito de divulgar, entre los hispanoamericanos, los conceptos, principios y prácticas
republicanas que se aplicaban en los Estados Unidos6.
Torres contaba, además, con recursos propios suficientes para sostenerse en su nue-
vo país de residencia, aunque gradualmente las fuentes originarias fueron mermando.
Sus incursiones en el mundo financiero, con la intención de expandir su capital y sus
ingresos, resultaron en pérdidas sustanciales, al colocar en manos de especuladores
que defraudaron su confianza sumas de dinero elevadas para los estándares de la épo-
ca7. En medio de la variedad de actividades que desarrollaba en Filadelfia, encontró en
la enseñanza del Castellano alivio a sus necesidades de recursos.
6
Charles H. BOWMAN Jr., “Manuel Torres, A Spanish American Patriot in Philadelphia. 1796-1822”, The Penn-
sylvania Magazine of History and Biography, Volume 94, N° 1 January 1970, pp. 26-53; disponible en <www.jstor.
org>, pp. 41-44. Este artículo está referido en la semblanza de Manuel Torres inserta en <www.mcnbiografías.
com>.
Ibídem, pp. 28-29; 32. Una importante propiedad agrícola de Torres en Nueva Granada, llamada “San Carlos”,
7
ubicada cerca de Santa Marta, fue confiscada como represalia por su apoyo a las actividades de los patriotas en los
Estados Unidos. Luis de Onis se mantenía atento y consideraba a Torres un actor peligroso para los intereses de
España, sujeto por tanto a la mayor vigilancia y a las represalias que pudiesen concretarse. Ibídem, p. 37.
Ibídem, pp. 31, 39. Esta fuente señala que dos supuestos agentes secretos del Embajador español en Estados Unidos,
8
Luis de Onis, de nombres Francisco Sarmiento y Miguel Cabral de Noroña, atentaron contra la vida de Torres una
noche en un apartado lugar de Filadelfia.
69
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“[…] para hacer en los Estados Unidos todo aquello que sea concerniente a poner
de una vez término a la lucha de los Patriotas venezolanos por su independencia y
libertad, bien sea negociando con el gobierno de aquellos estados, con los bancos o
individuos las medidas necesarias a este fin[…]”
9
Las credenciales, instrucciones y piezas importantes de la correspondencia relacionada con la misión de Manuel
Torres se encuentran en Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 136-214.
10
Comunicación de José Rafael Revenga a Manuel Torres, fechada en Angostura el 2 de febrero de 1820, ibídem, pp.
146-148.
70
ESTUDIOS
Sin embargo, Zea nunca cumplió la misión pues luego de permanecer un tiempo
en Saint Thomas viajó a Londres sin detenerse en los Estados Unidos. Se mantenía en
el Gobierno y el Congreso una expectativa muy favorable de su visita, al punto que el
representante Henry Clay, fervoroso partidario de la independencia de Hispanoamé-
rica y vehemente opositor a la cautelosa política del gobierno de Washington hacia esa
porción del continente, había objetado (el 28 de marzo de 1820) el tratado de cesión
de las Floridas con el propósito subsidiario de prolongar las sesiones del Congreso,
que debía entrar en receso en esos días, a la espera en vano de Zea. La prolongación de
las sesiones permitiría también preparar el ambiente en la Cámara de Representantes
contra la activa gestión de los sucesivos embajadores españoles en Washington en esos
días, en particular, Francisco Dionisio Vives, dirigida a bloquear cualquier forma de
ayuda del gobierno estadounidense y, más aún, el reconocimiento11. El 10 de abril
Clay propuso una moción que habría de resultar en un respaldo explícito del Congre-
so a la independencia de los gobiernos republicanos de la América del Sur. Según la
iniciativa de Clay, el Presidente de los Estados Unidos debía enviar representantes au-
torizados a esas naciones en la oportunidad que considerase conveniente. La moción
fue aprobada por cinco votos12.
Puesto que se hará referencia a distintos representantes diplomáticos de España en Estados Unidos, conviene inser-
11
tar aquí una breve cronología con la intención de prevenir confusiones similares a las que padeció el autor de estas
líneas. Francisco D. Vives se desempeñó como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario (EE y MP) de
España en los Estados Unidos desde mayo de 1820 a octubre de 1821. Anteriormente Luis de Onis fue el EE y MP
de España en ese país entre octubre de 1809 y mayo de 1819. A este le sucedió Mateo de la Serna como Encargado
de Negocios por cerca de once meses. Joaquín de Anduaga actuó como EE y MP entre octubre de 1821 y noviembre
de 1833. La relación de representantes diplomáticos de España en los Estados Unidos puede encontrarse en <www.
state.gov/s/cpr/94445.htm>. Nos referiremos a Anduaga más adelante con ocasión del informe del presidente
Monroe al Congreso relativo a su disposición a reconocer la independencia de varias repúblicas suramericanas.
Después de cumplida su misión en Estados Unidos y luego de un lapso en España, Luis de Onis actuó como MP en
Londres en 1821 y 1822, donde desplegó una persistente actividad para evitar que las potencias europeas diesen a la
cuestión del reconocimiento una favorable atención, una vez conocida allá la decisión del gobierno estadounidense
a favor del reconocimiento.
Comunicación de Manuel Torres a J. G. Roscio y J. R. Revenga de 20 de mayo de 1820 en Pedro Ignacio Cadena,
12
Anales Diplomáticos de Colombia, Bogotá, Imprenta de Manuel J. Barrera, 1878, pp. 123-135.
Oficio de Manuel Torres a J. G. Roscio y J. R. Revenga de 20 de mayo de 1820, ya citado, ibídem, pp. 131-132. El
13
17 de julio de 1820, el gobierno de Colombia le manifiesta a Torres que no podía entenderse que para conseguir un
71
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
En síntesis, fueron tres los objetivos en los cuales centró Torres sus gestiones: la
adquisición de armas y otros pertrechos, con particulares o directamente con el go-
bierno de Estados Unidos; la negociación y contratación de un empréstito; y el reco-
nocimiento de Colombia como una república soberana e independiente.
Con relación al primero de los objetivos, Torres desplegó una nutrida actividad,
en atención a las exigencias expresas de su gobierno y con el fervor que solía impri-
mir a los cometidos de su misión. En el oficio de 2 de febrero de 1820, que ya hemos
citado, Revenga instruyó a Torres a procurar al menos 10.000 fusiles con sentido de
gran urgencia, y a esos efectos lo autorizó a “fijar y estipular un interés de 10% por la
demora que exceda de los plazos dichos [los plazos previstos para el pago en efectivo
suplemento de fusiles del gobierno de los Estados Unidos fuese necesaria la presencia allí de Zea. Torres respondió
(el 24 de septiembre) que el presidente de esa nación había resuelto proceder en concordancia con el Congreso, para
lo cual debía someter previamente a consulta del cuerpo legislativo el objeto de la misión encomendada a Zea, quien
había actuado nada menos que como segundo Magistrado de la República de Colombia. Torres no estaba facultado
en aquel momento para abordar los cometidos de la misión de Zea. Cfr. Nicolás García Samudio, Capítulos de
Historia Diplomática, pp. 48-52.
Nuevas credenciales de Manuel Torres emitidas por J. G. Roscio el 15 de mayo de 1820, véase Francisco José Urru-
14
72
ESTUDIOS
del armamento] y asegurar el pagamento… con las rentas ordinarias, y con todo lo que
pertenezca a la Hacienda Nacional”.
En vista de esta situación y del escaso volumen de armas que había logrado adquirir
en establecimientos privados de Estados Unidos y de las Antillas hasta ese momento
–apenas 4.000 unidades en buen estado– Torres, atendiendo la indicación del pre-
sidente Monroe, planteó al secretario Adams la necesidad en que se encontraba de
solicitar a su gobierno la dotación de armas, colocando particular énfasis de las inten-
ciones de las monarquías europeas coaligadas en la Santa Alianza para impedir o re-
trasar la emancipación de la América española, a través de diversos medios, incluida la
provisión de elementos bélicos a España, como fue el caso de Rusia que facilitó navíos
de guerra a Fernando VII en 1817, y de otros Estados europeos que procedieron de
igual forma con la entrega de armas, municiones y diversos auxilios. Torres concretó
su petición de 20.000 fusiles, en la memoria que presentó al Secretario de Estado el
Entrevista de Manuel Torres con J. Q. Adams el 17 de noviembre de 1819 en Memoirs of John Quincy Adams.
16
Comprising Portions of his Diary from 1795 to 1848. Edited by Charles Francis Adams, Volume IV, Phila-
delphia, J. B. Lippincott & Co., 1875, pp. 440-441, <https://archive.org/details/memoirsofjohnqui
04damuoft>. Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 155-156.
Ibídem, p. 156. Nicolás García Samudio, Capítulos de Historia Diplomática, pp. 56-57.
17
73
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
18 de marzo de 1820, y advertía que con ese armamento podría extenderse la causa
revolucionaria a Perú y México18.
El texto completo del memorial de 18 de marzo de 1820 dirigido por Manuel Torres a J. Q. Adams se encuentra
18
en Pedro Ignacio Cadena, Anales Diplomáticos de Colombia, pp. 113-120. También en Francisco José Urru-
tia, Páginas de historia diplomática, pp. 152-158. En realidad, Rusia (bajo el zar Alejandro I, mentor de la Santa
Alianza) no entregó graciosamente esos buques de guerra a España: esta compró ocho navíos de los cuales apenas
dos podían ser utilizados pues los demás estaban “apolillados y podridos”, lo que solo pudo constatarse cuando la
escuadra llegó a Cádiz a comienzos de 1818. En el estado de penuria de la España de esos tiempos esa adquisición
carecía totalmente de sentido, y solo podría atribuirse a las ligerezas de Fernando VII y su condescendencia ante la
influencia del embajador ruso en Madrid. Modesto Lafuente, Historia general de España, Barcelona, Montaner
y Simón Editores, 1889, tomo 18, p. 217. Destaca Torres en su comunicación de 18 de marzo que esa conducta de
Rusia contrastaba con el apoyo que en su momento proporcionó a Miranda el Gabinete de San Petersburgo para
insurreccionar las colonias hispanoamericanas contra la metrópoli.
“El Secretario de Estado de los Estados Unidos de América a Manuel Torres”, 30 de marzo de 1820, Francisco José
19
Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 158-159. Pedro Ignacio Cadena, Anales Diplomáticos de Colombia,
pp. 121-122. Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 160-161. En su diario, Adams
escribió el 29 de marzo de 1820, día de la reunión del Gabinete que conoció la petición de Torres: “Suplir las armas
para el propósito enunciado por Torres en su memoria, sería una desviación del principio de neutralidad, un acto de
absoluta hostilidad hacia España… yo estoy opuesto a la medida”. Memoirs of John Quincy Adams, Edited by Charles
Francis Adams, Volume V, Philadelphia, J. B. Lippincott & Co., 1875, pp. 46-47, <https://archive.org/details/
memoirsofjohnqui05adamuoft>.
Apuntes de J. Q. Adams en fecha 30 de marzo de 1820, ibídem, p. 51. Nicolás García Samudio, La independen-
20
man Jr., “Manuel Torres, A Spanish American Patriot in Philadelphia. 1796-1822”, p. 38, que Torres y Telesforo de
Orea habían logrado embarcar un importante lote de armas hacia Venezuela a fines de 1811.
74
ESTUDIOS
Desde 1814 y claramente hasta 1816 la política de Washington hacia las repúblicas
hispanoamericanas se tornó menos favorable de lo que había sido hasta entonces en
razón de los asuntos pendientes con España –la cesión de las Floridas a la que ya nos
hemos referido, así como un conjunto de reclamaciones–, el resultado incierto de la
guerra de independencia y la posibilidad de reconquista por parte de España. Por un
lado el Presidente de los Estados Unidos adoptó una resolución fechada el 1o de sep-
tiembre de 1815 en contra de las expediciones organizadas en ese país con destino a
las posesiones españolas de ultramar22. Por el otro, el Congreso de los Estados Unidos
dictó en 1817 la Ley sobre neutralidad que luego fue complementada con otras nor-
mas, un acto que ofrecía cierta pero no total satisfacción a España en su pretensión de
que Washington desconociera a las provincias rebeldes.
En 1816 se iniciaron las negociaciones entre Estados Unidos y España para con-
cretar la cesión de las Floridas, occidental y oriental. Sin embargo, el gobierno esta-
dounidense no accedió a desconocer a las colonias rebeldes de España ni a impedir el
comercio con ellas. Los agentes que estas destacaban en los Estados Unidos actuaban
allí con relativa libertad para proveerse de elementos para la guerra y, como en el caso
de Torres, eran recibidos por la administración oficiosamente23. Y, de su parte, el go-
bierno de los Estados Unidos enviaba agentes a las provincias sublevadas para conocer
en el propio terreno la realidad de su situación, el desarrollo de la contienda y atender
los asuntos relacionados con el intercambio comercial24.
La política del gobierno estadounidense hacia esas provincias y sus gobiernos, fue
haciéndose cada vez más flexible a partir de 1817 en función de sus simpatías por la
emancipación americana, del curso de las revoluciones y de la mayor certidumbre de
22
Francisco José Urrutia, Política internacional de la Gran Colombia, pp. 24-25.
23
Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 227-230. Francisco José Urrutia, Política inter-
nacional de la Gran Colombia, pp. 23-27. Este autor refiere que en su mensaje al Congreso de 1817, el presidente
Monroe, al reiterar la postura neutral de su gobierno, señalaba que los Estados Unidos “miraban la contienda no
como una ordinaria insurrección o rebelión, sino como una guerra civil entre partes iguales y que tenían derechos iguales
en relación con los neutrales…”.
En la primera parte del libro de Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 3-15, se hace referencia
24
a estos agentes. El primero de ellos en llegar a Venezuela luego del pronunciamiento de 1811, fue Robert K. Lowry,
Agente comercial y marítimo en La Guaira y otros puertos, designado a mediados de 1810. Fue, en la práctica, el
primero de su clase en la América Hispana. Más adelante, en 1812 y luego en 1823, Lowry cumplió funciones como
cónsul en La Guaira y otros puertos. A raíz del devastador terremoto de 1812, el presidente Madison fue autorizado
mediante una ley especial a prestar apoyo a los venezolanos. Para cumplir esa finalidad y otras relacionadas con la
necesidad de información sobre la situación de Venezuela, fue designado Alexander Scott como Agente político de
los Estados Unidos a mediados de 1812. Ambos, Lowry y Scott, fueron expulsados de Venezuela por Domingo de
Monteverde. Por nuestro lado, Telésforo de Orea y José Rafael Revenga fueron los primeros agentes diplomáticos
destacados en Washington por un Estado hispanoamericano que había ya declarado su independencia. Cfr. William
Spence Robertson, “The Beginnings of Spanish-America diplomacy”, New York, Ginn and Company, 1915; digi-
talizado por la Universidad de Illinois y disponible en HathiTrust, <http://hdl.handle.net/2027/uiuc.3414091>.
75
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
su desenlace, lo que tenía por contrapeso los intereses que vinculaban a los Estados
Unidos con España y otras naciones de Europa. Era al mismo tiempo notorio que
España carecía del poder político, militar y económico para acometer con éxito la re-
conquista de los territorios ya liberados de su dominación, condición que contrastaba
con la suma de triunfos militares y los avances institucionales de las nuevas repúblicas.
Quedaba desde luego sujeta a comprobación con base en los hechos, la capacidad de
las sociedades en proceso de separación de España para sostener su independencia,
darse gobiernos estables e instituciones permanentes que dieran sustento a sus aspira-
ciones de progreso.
El empréstito
Francisco José Urrutia, Política internacional de la Gran Colombia, p. 26. Este autor cita la siguiente fuente que
25
también ha sido consultada: John Bassett Moore, Henry Clay and Pan-Americanism, Address before the Ken-
tucky State Bar Association, July 8, 1915, en la biblioteca de la Universidad de Indiana, digitalizado por Google y
disponible en <https://archive.org/details/henryclayandpan00moorgoog>.
Pedro Manuel Arcaya M., Historia de las Reclamaciones contra Venezuela, Caracas, Librería Historia C. A., Edito-
26
76
ESTUDIOS
El servicio de capital e intereses de esta obligación se cubriría con los recursos pro-
venientes de la exportación del tabaco de Barinas, para lo cual la República de Co-
lombia debía posesionarse del monopolio del tabaco en los mismos términos en que
los ejercía el gobierno español. El interés anual del crédito se fijó en 8% con pagos de
interés semestrales y un plazo de diez años, luego de cumplidos dos años de gracia.
La amortización del capital se haría en diez pagos anuales iguales y consecutivos a
partir del tercer año, inclusive. La operación se documentaría con diez certificados
de 400.000 pesos cada uno, suscritos por el Presidente de la República –lo que apre-
ciamos como un requisito de validez excesivo aun en aquellos tiempos– y por el Se-
cretario de Hacienda. El producto de la exportación del tabaco hacia Holanda debía
aplicarse exclusivamente al pago de intereses y de capital de los certificados y para
asegurar que así sería cumplido, se nombrarían agentes de recepción del tabaco en
los puertos de Venezuela. La comisión de agencia se estipuló en 4% sobre el principal
suscrito28, además de una comisión de 3% por concepto de pagos y corretaje sobre el
valor del tabaco exportado. El gobierno de Colombia debía emitir una declaración
afirmando que estaba en control pleno del monopolio del tabaco así como una auto-
rización para la contratación del empréstito. El descuento a favor de los suscriptores
se estipuló en 6%. Así pues, de suscribirse la totalidad del monto previsto, quedaría
una cantidad líquida a la República de 3.600.000 pesos, mientras que la tasa de interés
efectiva sería de 8,51%29.
Comunicación de Manuel Torres dirigida al Secretario del Departamento de Venezuela de 8 de abril de 1820, Pedro
27
procesos administrativos tales como la colocación del empréstito entre los inversionistas interesados, la recepción
de los fondos para el servicio de la deuda, la distribución de los pagos de capital e intereses entre los acreedores y la
atención de los asuntos impositivos, además de cumplir con otras funciones propias de los agentes (fiscales) en una
colocación de deuda. En el caso del proyectado empréstito, esta casa se ocuparía también de las gestiones relaciona-
das con la recaudación de los fondos provenientes de la exportación del tabaco, que formarían la base para cumplir
con el servicio de la deuda, y asegurar que tales fondos se aplicarían al pago de capital e intereses de la deuda y no a
otra finalidad.
Al deducir del monto del empréstito (4.000.000 de pesos), la comisión de 4% que cobrarían los agentes de la ope-
29
ración (160.000 pesos) y el descuento de 6% contemplado en el prospecto (240.000 pesos), resulta la cantidad
de 3.600.000 pesos que recibiría en efectivo la República. La comisión de corretaje, si se colocaba la totalidad del
monto previsto, sería de 192.000 pesos. El flujo corriente de los intereses y gastos en comisiones del empréstito
totalizaría 2.592.000 pesos a lo que debe añadirse el capital de 4.000.000 de pesos para determinar la suma total
de 6.592.000 pesos que debería pagar la República de Colombia en el plazo estipulado de doce años, con base en
el valor de las exportaciones de tabaco a Europa. No obstante lo significativo de este flujo de pagos, se derivan dos
conclusiones importantes del detallado análisis de esta operación elaborado por Torres: la primera, es la determina-
ción del volumen de quintales que debía ser exportado con la finalidad de servir la deuda y cubrir comisiones, y que
estableció en 164.800, al precio internacional de 40 pesos vigente en 1820 (que él consideró estable a lo largo de
los doce años); y, segundo, el costo efectivo para la República, calculado al costo de producción del tabaco exportado:
77
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Zubieta informa que Santander aceptó los términos y condiciones del empréstito
que no pudo concretarse debido a que la Provincia de Barinas cayó en manos de los
españoles y no podía en consecuencia perfeccionarse la garantía de pago prevista en
el prospecto30.
Es preciso destacar la laboriosidad y cuidado con los cuales Torres elaboró sus informes
relativos a esta operación, expresión de su seriedad y rigor, pero también de sus conoci-
mientos en materia financiera y comercial. Conviene mencionar que la Provincia de Ba-
rinas fue ocupada por los patriotas a comienzos de octubre de 1820, pero no se tiene no-
ticia de que a la luz de este acontecimiento, se reiniciara la negociación del empréstito31.
El reconocimiento
algo menos de 13 pesos el quintal. La cantidad necesaria –valorada al costo de producción– para cubrir el servicio
de la deuda y los gastos asociados, fue estimada en 32,3% del monto total que sería efectivamente recibido por los
acreedores, al liquidar el tabaco exportado al precio de mercado internacional (insistimos, 40 pesos el quintal a pre-
cios de 1820). De esa forma, afirmaba Torres, el costo de un fusil comprado en Bélgica (bajo el dominio de Holanda
en esos tiempos) con el producto del empréstito, sería solamente de tres pesos, en comparación con 12 pesos que
costaría en Londres. Si bien el argumento pudo haber tenido capacidad persuasiva, pasó por alto el hecho de que
para Venezuela el valor de mercado del tabaco entregado para el servicio de la deuda venía dado por su precio in-
ternacional y no por su costo de producción. De otra parte, surge aquí la cuestión relativa al excedente o déficit que
podría producirse al comparar el valor del tabaco exportado, a los precios internacionales vigentes en cada entrega,
con los pagos del servicio de la deuda previstos, puesto que el prospecto del empréstito establece que “[…] el Gobier-
no de la República destinará exclusivamente a dicho objeto el producto que resulte en Holanda de todo el tabaco
del Departamento de Venezuela que el Gobierno destine a la exportación” (cursivas nuestras). No encontramos en
la negociación arreglo alguno, tal como la creación de un fondo nutrido con el producto de las exportaciones, con
cargo al cual se satisfagan los pagos de capital e intereses así como los gastos asociados a la operación, complemen-
tado con reglas que resuelvan la cuestión del excedente o déficit que podría resultar al aplicar el saldo disponible en
ese fondo a los pagos por la deuda contraída. Sobre el proyectado empréstito véase, además de lo ya citado, a Pedro
Ignacio Cadena, Anales Diplomáticos de Colombia, pp. 104-110. En estas páginas podrán encontrarse el prospecto
de la operación y el análisis realizado por Torres, quien solicitó, encarecidamente, la autorización del gobierno de
Colombia para negociar este empréstito en su oficio, ya citado, de 20 de mayo de 1820. García Samudio afirma que
el empréstito fue aprobado y suscrito por el gobierno de Venezuela: Nicolás García Samudio, La independencia
de Hispanoamérica, p. 161.
Pedro Zubieta, Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia, p. 56.
30
José Félix Blanco y Ramón Azpurúa, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, Caracas,
31
78
ESTUDIOS
Por otro lado, las potencias europeas se sentían amenazadas ante la posibilidad del
triunfo de la América Hispana en su lucha contra la metrópoli, por lo que para ellas era
necesario evitar la expansión de estas revoluciones y procurar la pronta pacificación de
las colonias. De concretarse el reconocimiento de la independencia por el gobierno
estadounidense resultaría un revés irremediable para las potencias coaligadas, además
del temor que generaba la expectativa de que pudiese entonces constituirse una gran
federación americana, encabezada por los Estados Unidos.
Estas potencias europeas, lideradas por Rusia, aspiraban a que los Estados Unidos
se unieran al pacto que habían suscrito Rusia, Austria y Prusia en septiembre de 1815
(que luego en noviembre suscribió Francia), en el cual se comprometían a ejercer el
poder conforme a principios cristianos de humanidad y justicia, sin un objeto espe-
cífico. Había nacido la Santa Alianza. A ese pacto se adhirieron casi todas las monar-
quías europeas excepto Inglaterra. Pero en la Europa de los congresos, esas potencias
constituyeron más tarde una liga para impedir o sofocar las revoluciones de origen
popular que amenazaban a los gobiernos monárquicos, incluidas entre ellas las que
perseguían la independencia definitiva de las nuevas repúblicas de América33.
En el Congreso de Aix-la-Chapelle, en septiembre de 1821, se creó una alianza para proteger la estabilidad de los
33
gobiernos monárquicos, pues las reacciones al despotismo de los reyes se habían dejado sentir en España, donde fue
proclamada la Constitución de Cádiz en 1820, y luego en Nápoles y Cerdeña que se adhirieron a ese código. En
respuesta a estos sucesos, las cinco potencias (Rusia, Austria, Prusia, Francia e Inglaterra) se reunieron en octubre
(en Troppau y luego en Lybach) donde fue considerada la intervención militar en Italia, a lo que Inglaterra se opuso
ya que solo admitía esa posibilidad excepcional en situaciones de grave riesgo a la seguridad de un Estado. Austria
invadió Italia en 1821 y restituyó el absolutismo. Más tarde, como resultado directo de la Conferencia de Verona
en 1822 y no obstante la tenaz oposición del duque de Wellington, Francia ocupó España a comienzos de 1823
con un poderoso ejército invocando al Dios de San Luis, en respaldo a Fernando VII. Este monarca había jurado
la Constitución liberal pero al verse apoyado por ese formidable contingente de 100.000 hombres, restituyó el
absolutismo con tal grado de represión y tiranía, que hasta los franceses lo criticaron abiertamente y lo forzaron,
tiempo después, a moderar sus ímpetus de venganza. Finalizó así el trienio liberal español (1820-23) y comenzó
la ominosa década de Fernando (1823-33). Existía, pues, a raíz de estos acontecimientos, el temor de que las po-
tencias de la liga intentaran intervenir en el conflicto entre España y sus antiguas colonias, a lo cual se oponían los
Estados Unidos con toda la fuerza de sus convicciones, sus intereses y su poderoso embate diplomático en Europa.
Cfr., Modesto Lafuente, Historia general de España, tomo 18, pp. 306-316 y tomo 19, pp. 20-128. También
sobre este tema y la diplomacia de los Estados Unidos para sofocar los peligros de la intervención de las potencias
aliadas en Hispanoamérica: Martín García Mérou, Historia de la diplomacia americana. Política internacional
79
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
de los Estados Unidos, pp. 296-317. Con relación al Tratado [secreto] de Verona, presentado por estos autores y por
otros como expresión auténtica de los principios y acuerdos de las potencias firmantes (Austria, Francia, Prusia y
Rusia) el 22 de noviembre de 1822, con el objeto de intervenir en España y Portugal para restituir el absolutismo
en la Península (texto completo del Tratado en ibídem, pp. 23-24), ha podido establecerse que dicho documento,
ampliamente aceptado como representativo del carácter reaccionario de la Santa Alianza, es falso y fue el resultado
de una invención periodística según T. R. Schellenber, “The Secret Treaty of Verona: A News Paper Forgery”,
The Journal of Modern History, Vol. 7, No 1, March, 1935, pp. 280-291, <http://www.jstor.org>.
Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 161-165; Pedro Zubieta, Apuntaciones
34
sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia, pp. 58-59. El tratado para la cesión en venta de las Floridas por
parte de España a los Estados Unidos fue suscrito en Washington el 22 de febrero de 1819 entre el embajador es-
pañol Luis de Onis y J. Q. Adams, pero no había sido aún ratificado cuando el embajador español Vives formuló su
insólita pretensión. La ratificación por Fernando VII, con la autorización de las Cortes españolas, ocurrió el 24 de
octubre de 1820 y de esa forma: “S. M. C. cede en pleno dominio y soberanía todos los territorios que le pertenecieron al
este del Misisipi conocidos por el nombre de Floridas oriental y occidental […]”. Anteriormente, Luis de Onis propuso
a Monroe (cuando ejercía la Secretaría de Estado), un tratado entre ambas naciones contra las provincias en guerra
con España a cambio de concretar la cesión de las Floridas. Escritos de Cristóbal Mendoza sobre la cuestión de las
Floridas, en José Félix Blanco y Ramón Azpurúa, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador,
pp. 446-449.
80
ESTUDIOS
Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 171-175; p. 178; pp. 181-182. Comunica-
35
ción de Manuel Torres a J. Q. Adams de 30 de noviembre de 1821, Pedro Ignacio Cadena, Anales Diplomáticos de
Colombia, pp. 143-150. En la génesis de la llamada Doctrina Monroe (más bien una declaración de principios) se
advierten diversas influencias, pero su forma definitiva y la oportunidad de su adopción corresponden íntegramente
al presidente Monroe y a su gobierno, en particular a J. Q. Adams. El historiador Indalecio Liévano Aguirre refiere
el memorándum confidencial que el ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, George Canning, dirigió
al embajador estadounidense en Londres, Richard Rush, el 20 de agosto de 1823, cuando ya en ese momento había
sido restablecido el absolutismo de Fernando VII y existía la perspectiva de una empresa militar respaldada por
la Santa Alianza para recuperar el control de los antiguos dominios españoles en América. En esa comunicación
Canning proponía un acuerdo entre ambas naciones en torno a las colonias hispanoamericanas en función de un
conjunto de principios de los cuales referiremos aquí dos: “No pretendemos [Estados Unidos y Gran Bretaña] apro-
piarnos ninguna porción de esas colonias” y “No veríamos con indiferencia que una porción de ellas pasase al dominio de
otra potencia”. El primero imponía también sobre los Estados Unidos el compromiso de no extender sus dominios
hacia esas colonias de lo cual se percató Adams (y otros), lo que contrariaba los intereses de los Estados Unidos pues
su expansión era concebida como una necesidad, en particular hacia Cuba dado que se le apreciaba como una exten-
sión natural de la Florida. El segundo se insertaba en la médula de lo que en breve sería la famosa Doctrina Monroe.
De otra parte, la renuncia de Francia a sus aspiraciones políticas y territoriales sobre la América Hispana en octubre
de 1823, debilitaba los designios de la Santa Alianza al extremo de evidenciar la imposibilidad de las potencias
que la integraban de emprender una operación militar de envergadura en el Nuevo Mundo. Este acontecimiento
fundamental fue conocido en Washington cuando ya la Doctrina Monroe había sido incorporada al mensaje que
el Presidente presentaría al Congreso de 2 de diciembre de 1823. Indalecio Liévano Aguirre, Bolivarianismo
y monroísmo, Caracas, Biblioteca Venezolana de la Historia, 1971, pp. 26-37. Véase también José Gil Fortoul,
Historia constitucional de Venezuela, tomo I, 4a ed., Caracas, Ministerio de Educación, 1953, pp. 536-539; Martín
García Mérou, Historia de la diplomacia americana. Política internacional de los Estados Unidos, pp. 318-327.
Más tarde, en 1825, la cuestión de Cuba y Puerto Rico contribuiría a quebrantar irremediablemente la unidad
política con respecto a Hispanoamérica que cohesionaba a las potencias de la Santa Alianza. Nos referimos a las
tensiones entre los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, México, Colombia y la intervención de Rusia ante España
para el cese de la guerra, con relación a la soberanía sobre estas islas, todavía bajo el dominio español. El Libertador
consideró la posibilidad de armar una expedición para liberar a estas dos islas en razón de su estratégica ubicación y
recibió una propuesta de México para unir esfuerzos en torno a esa empresa que nunca se llevó a efecto. Cfr., Tomás
Polanco Alcántara, Simón Bolívar. Ensayo de una interpretación biográfica a través de sus documentos, 5a ed.,
Barcelona, España, eg ediciones GE, 2000, pp. 537-550.
81
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
El 23 de mayo de aquel año, Adams le informa a Torres que será recibido por el
Presidente de los Estados Unidos con el carácter de Encargado de Negocios de la Re-
pública de Colombia. Ya el 8 de marzo Monroe había presentado su mensaje a la
Cámara de Representantes, y en él expuso su determinación al reconocimiento de
la independencia de las naciones constituidas en la América Hispana y sometió el
asunto a la consideración de ese cuerpo, en consonancia con la justicia y el derecho
de ambas partes y observando estrictamente perfecta neutralidad. Allí decía Monroe:
Las comunicaciones de fechas 20 de febrero, 30 de noviembre de 1821 (ya citada) y 2 de enero de 1822, dirigidas
36
por Torres al Secretario de Estado, así como la respuesta a estas comunicaciones de J. Q. Adams fechada el 18 de
enero de 1822, se encuentran en Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 177-185.
Mensaje del Presidente Monroe al Congreso el 8 de marzo de 1822, sobre el reconocimiento de las repúblicas
37
hispanoamericanas, en Pedro Zubieta, Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia, pp. 60-
62. También en Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 238-242. El Presidente anexó a su
informe las comunicaciones remitidas por Torres al Secretario de Estado que aquí se han citado, al igual que su-
ministró a la Cámara los informes que el gobierno había recibido de los comisionados de otras Provincias del Sur.
Francisco José Urrutia, ibídem, p. 132. Previamente, el 30 de enero, la Cámara de Representantes había solicitado
al Ejecutivo información sobre el estado de las revoluciones en el sur de América. Nicolás García Samudio, La
independencia de Hispanoamérica, p. 186.
82
ESTUDIOS
abordó la cuestión desde tres perspectivas: el estado en que se encontraban las nue-
vas repúblicas, sus derechos para solicitar y recibir el reconocimiento de los Estados
Unidos y los derechos que asistirían a España para recuperar sus colonias. Concluye la
Comisión que a la luz del examen de los hechos, en su parecer, las naciones de México,
Colombia, Buenos Aires, Perú y Chile, son, de hecho, independientes. Finalmente la
Cámara de Representantes manifestó su conformidad con lo propuesto por Monroe
y resolvió presentar al Congreso para su aprobación una partida de cien mil dólares a
fin de sufragar los gastos relacionados con el reconocimiento. El 4 de mayo Monroe
firmó el ejecútese de la ley que autorizó la disponibilidad presupuestaria para las mi-
siones diplomáticas a ser destacadas en las nuevas repúblicas38.
Una síntesis del informe que presentó el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes con mo-
38
tivo del mensaje del presidente Monroe, se encuentra en Nicolás García Samudio, La independencia de Hispa-
noamérica, pp. 186-189. Las resoluciones que dicho Comité propuso a la Cámara de Representantes de los Estados
Unidos de América, es decir, el reconocimiento de la independencia de las provincias americanas y la consideración
de una suma de cien mil dólares para dar eficacia al reconocimiento, se encuentran en Pedro Zubieta, Apuntaciones
sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia, pp. 62-63. El informe completo de esa Comisión, al igual que
el Mensaje del presidente Monroe, se encuentran enFrancisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp.
238-252. Véase también, William Spence Robertson, “The United States and Spain in 1822”, American Histori-
cal Review, Vol. XX, No 4, July, 1915, pp. 781-800, en <https://archive.org/details/usandspain182200roberich>.
Nicolás García Samudio refiere detalles de la entrevista extraídos del Diario de J. Q. Adams. Nicolás García Sa-
39
mudio, La independencia de Hispanoamérica, p. 193. Véase Memoirs of John Quincy Adams, Volume VI, <https://
archive.org/details/memoirsofjohnqui06damuoft>, pp. 23-24. Refiere Adams que escasamente podía Torres sos-
tenerse y caminar por sí solo cuando fue recibido por Monroe. Adams publicó un artículo al día siguiente de la en-
trevista en The National Intelligence, en el cual destaca el “estimable carácter y la conducta de este caballero [Torres]”.
Sobre la cuestión del reconocimiento y las gestiones de Torres con ese propósito puede también consultarse la
detallada obra de Nicolás García Samudio, Capítulos de Historia Diplomática, en particular las pp. 77-98.
83
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“¿Dónde están los gobiernos que van a ser reconocidos?, ¿dónde las garantías de
su estabilidad?, ¿dónde la prueba de que aquellas Provincias no volverán a unirse
con España como muchos de sus pobladores lo desean?; y en suma, ¿dónde está el
derecho de los Estados Unidos para sancionar y declarar legítima una rebelión sin
causa y cuyo resultado no es conocido aún?”.
“Toda cuestión relacionada con la independencia de una nación envuelve dos prin-
cipios: uno de derecho, y el otro de hecho. El primero depende exclusivamente de la
determinación de la nación misma, el otro resulta de la eficaz ejecución de aquella
determinación”.
Nota de protesta del embajador español en Washington, Joaquín Anduaga y respuesta del Secretario de Estado de
40
fechas 9 de marzo y 6 de abril de 1822, respectivamente, en Pedro Zubieta, Apuntaciones sobre las primeras mi-
siones diplomáticas de Colombia, pp. 65-66. Estos documentos también se encuentran en Francisco José Urrutia,
Páginas de historia diplomática, pp. 252-257.
84
ESTUDIOS
“El derecho político de los Estados Unidos para reconocer la independencia de los
nuevos Estados sin ofender a otros, no emana de la causa que invocan los primeros,
sino del hecho de la situación actual. Para justificar nuestro reconocimiento sólo es
necesario demostrar, como se ha demostrado ya suficientemente, que el pueblo de
Sur América, dentro de sus propios límites, es exclusivamente soberano y por ello
independiente”.
85
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
De inmediato Martínez de la Rosa instruyó a sus embajadores ante las cortes eu-
ropeas para que activamente contrarrestaran los efectos de la política que anunciaba
Monroe en su mensaje y les remitió un manifiesto (mayo de 1822) contentivo de lo
que, a juicio de la corte española, era la verdadera situación de las provincias rebeldes,
abiertamente distanciada de lo que sostenían Adams, Monroe y el Congreso de los Es-
tados Unidos42. En general, las cortes europeas aliadas mantuvieron en esos tiempos
una posición desencontrada con la de Estados Unidos pues atribuían la decisión del
reconocimiento a la inexacta información sobre el estado de las colonias en que se había
fundamentado. Correspondía al gobierno de ese país presentar sus argumentos a favor
del reconocimiento basado en el hecho de haber alcanzado las colonias españolas su
emancipación y sostenerse como naciones independientes, así como en la imposibilidad
en que se encontraba España de recuperarlas. Ese era el ámbito en el cual Estados Uni-
dos logró situar la controversia, no en el del derecho que podía asistir a las nuevas nacio-
nes a darse una existencia independiente y soberana, con lo cual se trataba entonces de
constatar la existencia o no de las condiciones que darían justificación al reconocimien-
to. Sin duda, un logro contundente de la política internacional de los Estados Unidos.
William Spence Robertson, “The United States and Spain in 1822”, p. 785.
41
Ibidem, p. 788.
43
86
ESTUDIOS
Podría deducirse algún grado de influencia de las acciones del gobierno de Mon-
roe con relación al reconocimiento de las repúblicas emancipadas de España sobre la
disposición a actuar que ya asomaba el gobierno inglés. Por un lado, la apertura de
Lord Castlereagh a recibir en Londres un representante de Colombia; y, por el otro,
la declaratoria de admisión de los buques mercantes de las repúblicas hispanoamerica-
nas en los puertos del Reino a solicitud de los comerciantes, lo que a su vez colocaría
en desventaja comercial a otras naciones de Europa45. Al mismo tiempo se amplió la
brecha que ya separaba a Inglaterra de las monarquías aliadas, particularmente Rusia,
Prusia y Austria, como quedó evidenciado en el Congreso de Verona y en la política
José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de Colombia, tomo IV, parte III, capítulo V, p.
45
387. En Hamburgo, un grupo de comerciantes solicitó a la Diputación de Comercio de esa ciudad que se considera-
sen políticas apropiadas para establecer relaciones económicas directas con las repúblicas hispanoamericanas, pues-
to que el inminente reconocimiento de la independencia por los Estados Unidos y luego por Inglaterra colocaría en
evidente desventaja a los alemanes en el comercio con esas naciones, particularmente con Colombia. La respuesta
política al planteamiento fue de prudente distancia, hasta tanto pudiesen verificarse las condiciones reales de esas
repúblicas. Esta iniciativa sembró inquietud en los círculos económicos de Inglaterra. En el Correo del Orinoco,
entrega del 23 de marzo de 1822, N° 28, tomo V, se inserta la traducción de una extensa nota sobre la importancia
general de la independencia de la América del Sur y, en particular, para el comercio y las manufacturas de la Gran
Bretaña, y advierten sobre las consecuencias de los propósitos de los alemanes. En la referida edición del Correo del
Orinoco se cita una nota del mismo tenor publicada en el Mercantile Advertizer de Nueva York en la que se destacan
las ventajas para los Estados Unidos del comercio con esa región y su preponderancia sobre otras naciones en ese
campo. Cfr. Catalina Banko, “Repercusiones de las guerras emancipadoras en la economía venezolana” en Una
mirada al proceso de Independencia, bid & co. Editor, Caracas, 2011, pp. 173-176. La Gaceta de Colombia da noticia
de las gestiones de un grupo de comerciantes británicos ante la Cámara de los Comunes a fin de inducir a su gobier-
no a reconocer a Colombia como un Estado libre e independiente y destacar agentes comerciales que velen por los
intereses británicos en los nuevos Estados de la América española; números 197 de 2 de noviembre de 1823 y 110
de 23 de noviembre del mismo año. Las anteriores referencias ilustran, por un lado, el vivo interés de los factores
económicos de varias naciones europeas por establecer relaciones comerciales con las nuevas repúblicas y de allí las
presiones hacia el estamento político para activar el reconocimiento; y, por el otro, la intensa rivalidad comercial
entre aquellas, y entre los europeos y los estadounidenses.
87
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
del zar Alexander I, que se negó a recibir a cualquier enviado de las naciones belige-
rantes con España46. Dos años más tarde, mientras Fernando VII abolía en la forma
y en los hechos la Constitución liberal española, desplegando toda la represión de la
que era capaz, España perdía para siempre en Ayacucho sus posesiones de ultramar.
El 15 de julio de 1822, a los 58 años, murió Manuel Torres, ese patriota excep-
cional, en la casa de campo Hamiltonville, situada cerca de Filadelfia. Ya retirado en
esa villa dedicó sus últimas energías a procurar del gobierno de Monroe algún apoyo
para que José Rafael Revenga fuese recibido por el gobierno inglés a fin de cumplir la
compleja misión que se le había encomendado, la cual incluía entre sus objetivos el
reconocimiento de la independencia, el establecimiento de relaciones comerciales, la
celebración de tratados y el arreglo de los problemas financieros de Colombia47.
El intercambio diplomático
Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, p. 261. Martín García Mérou, Historia de la diploma-
46
Biográfica Venezolana, Volumen 44, El Nacional y Bancaribe, Caracas, 2006, pp. 63-72.
Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 194-199; Nicolás García Samudio, Ca-
48
pítulos de historia diplomática, pp. 95-98; Pedro Zubieta, Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de
Colombia, pp. 67-68; Francisco José Urrutia, Política internacional de la Gran Colombia, p. 30; Antonio Cacua
Prada, Don Manuel Torres: primer diplomático colombiano en los Estados Unidos, pp. 11-13.
88
ESTUDIOS
Salazar debía también cursar la invitación al gobierno de ese país para que enviara
representantes al Congreso de Panamá51. Estuvo a cargo de esas responsabilidades
hasta octubre de 1827 y cumplió luego funciones diplomáticas en París donde murió
al año siguiente.
Adams registró en su Diario, el 29 de noviembre de 1823, la reunión sostenida con Salazar en la cual este le mani-
49
festó el interés del gobierno colombiano en celebrar las negociaciones del tratado en Bogotá como un precedente
importante de negociaciones similares que, a su tiempo, podrían sostenerse con Europa. Adams no opuso resisten-
cia a la petición y concedió a Colombia ese privilegio, aun cuando la propuesta de concretar el tratado partió de
Manuel Torres y que de acuerdo con los usos diplomáticos debían de realizarse las negociaciones en Estados Unidos.
Memoirs of John Quincy Adams, Volume VI, p. 219.
La posibilidad de una guerra provocada por la Santa Alianza para frustrar la propagación de los principios republi-
50
canos era considerada seriamente, de allí una de las razones que explican la insistencia de Torres en la provisión de
armamentos en su memorial del 18 de marzo de 1820, ya citado. Decía Torres: “Mi gobierno se halla correctamente
informado hace más de un año de los designios de los principales poderes europeos sobre este nuevo continente, y en mi
opinión no es improbable que el presente o futuro estado político de Europa y América produzca una guerra de parte de
los soberanos que componen la Santa Alianza […]”.Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, p. 157;
Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica, pp. 158-159.
Extracto de las instrucciones del ministro Pedro Gual a Salazar, en Francisco José Urrutia, Páginas de historia
51
diplomática, pp. 289-295. Sobre la misión de Salazar véase Francisco José Urrutia, Política internacional de la
Gran Colombia, pp. 33-37.
89
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
relaciones con Colombia y era portador de los documentos que acreditaban el reco-
nocimiento. Todd llegó a Bogotá a comienzos de 1823 y estuvo allí tres años. Ante-
riormente ya había actuado como agente comercial en Margarita en 1820 y 1821.
No obstante que la misión de Todd no ostentaba cualidades diplomáticas, fue muy
activo en asuntos que revestían ese carácter y quizás por la permisividad y cordialidad
con la cual fue tratado, tanto por el vicepresidente Santander como por Pedro Gual
en su condición de Secretario de Relaciones Exteriores, Todd incurrió en excesos al
pretender ser objeto de tratamientos que no se correspondían con su condición: se
dirigió directamente a Santander y reclamó en términos inapropiados el arreglo de
ciertas reclamaciones, al punto de crear situaciones incómodas que obligaron a Gual
a suspender todo trato con él después de exigirle que observara “el estilo que exige la
cortesía”. La misión de Todd concluyó a fines de 182352.
Tomamos la licencia de una digresión para mencionar que Adams propuso al pre-
sidente Monroe la designación de Henry Clay como representante diplomático en
Colombia, pues en su opinión reunía considerables talentos y una meritoria carrera
pública, además de anticiparse una muy favorable acogida en los círculos políticos
de Washington y en Bogotá, particularmente por el Libertador, con quien Clay ha-
bía sostenido alguna correspondencia. Monroe mostró una disposición favorable al
nombramiento no obstante que el trato de Clay hacia él y su gobierno no había sido
amistoso, y menos aún en el caso de Adams hacia quien Clay había revelado siempre
una actitud “hostil e insidiosa”, según apunta Adams en su Diario. La consideración
Pedro Zubieta, Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia, p. 68; Francisco José Urrutia,
52
Páginas de historia diplomática, pp. 273-288. El 20 de julio de 1823, Todd informa a Adams sobre el quebranta-
miento de sus relaciones con el gobierno colombiano “por causa de ciertos incidentes penosos”, y que su estadía allí se
limitaba a esperar la llegada del representante diplomático destacado en Bogotá, ibídem, p. 283. Adams registra en
su Diario, el 29 de noviembre de 1823, una conversación sostenida con José María Salazar en la cual fue considerada
la incómoda situación a que condujo en Bogotá la conducta de Todd y lamenta que haya contribuido a agriar la
relación con el doctor Pedro Gual, a quien se atribuyó una actitud inamistosa hacia los Estados Unidos, que se des-
prende del episodio de la isla Amelia, y se manifestó (según ese sentir) en el tratamiento inequitativo, con respecto
a Europa, del arancel de importaciones de Colombia. Esta última situación no pasó de ser un error involuntario.
Memoirs of John Quincy Adams, Volume VI, pp. 219-220.
En la Gaceta de Colombia No 114, de 21 de diciembre de 1823, se inserta una reseña de la recepción de Anderson
53
en Bogotá por parte de Santander como encargado del Poder Ejecutivo, en la que estuvo presente el secretario de
Relaciones Exteriores Pedro Gual.
90
ESTUDIOS
Francisco José Urrutia, Política internacional de la Gran Colombia, p. 30. Memoirs of John Quincy Adams, Vol-
54
ume VI, p. 26. H.L. Hoskins, “The Hispanic American Policy of Henry Clay, 1816-1828”, Hispanic American
Historical Review 7, November, 1927, pp. 460-478. El autor agradece la amable gestión de la Lic. María Antonieta
Lafontant de la Biblioteca Ernesto Peltzer del Banco Central de Venezuela para obtener este artículo.
91
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Estos tratados habrían de propiciar una relación armónica entre Colombia y los
Estados Unidos por muchos años, aunque no estuvieron libres de críticas56.
El vacío creado con la muerte de Anderson fue cubierto interinamente por Beau-
ford J. Watts como Encargado de Negocios en Bogotá, entre abril de 1826 y agosto
de 1828, pues a fines de 1825 Anderson viajó a los Estados Unidos y regresó a Bogotá
para asistir al Congreso de Panamá como ya fue indicado. Movido por la preocupa-
ción que sembraron en su ánimo la situación política de Colombia y los graves sucesos
desencadenados al inicio de 1827, a raíz de la insubordinación de José Bustamante,
comandante granadino de las tropas del ejército auxiliar colombiano en el Perú, Watts
escribió a Bolívar, el 15 de marzo de 1827, quien se encontraba en Venezuela, rogán-
dole que acelerara su regreso a Bogotá para evitar el desbordamiento de las tensiones
políticas. La carta fue publicada en Caracas y al enterarse el Secretario de Estado,
pidió explicaciones a Watts que fueron dadas por él desde su sincera percepción de
los peligros que amenazaban la paz de Colombia. Watts tuvo un desempeño decoroso
y mereció la estima y consideración del Libertador, según fue acreditado por él en
comunicación a Henry Clay de noviembre de 182757.
El Congreso inició sus sesiones el 22 de junio de 1826 y fue clausurado el 15 de julio. Sobre los aspectos gene-
55
rales del Congreso Anfictiónico de Panamá, véanse, por ejemplo, los capítulos XXVIII y XXXI titulados
“Colombia frente a la Santa Alianza” y “El Congreso de Panamá” en Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar,
pp. 387-401 y 442-468, respectivamente. Asimismo, sobre el tema de las invitaciones al Congreso véase Indalecio
Liévano Aguirre, Bolivarianismo y monroísmo, pp. 52-73.
Sobre la misión de Anderson en Bogotá y documentos relacionados véase Francisco José Urrutia, Páginas de
56
fue entregada a Watts cuando partía de Bogotá hacia Washington y lleva fecha 21 de noviembre de 1827. Estas
comunicaciones y otras referencias a la misión de Watts se encuentran en ibídem, pp. 323-327.
92
ESTUDIOS
Sobre Harrison y su misión diplomática en Colombia véase, Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplo-
58
mática, pp. 329-378. También Ángel César Rivas, Ensayos de historia política y diplomática. “La diplomacia de
los Estados Unidos y la monarquía en Colombia”, pp. 179-212. En esta obra se hace referencia a una exposición de
Harrison en la que afirma: “Desde el momento mismo de mi llegada y en el trascurso del viaje, todo cuanto vi y oí era
muy apropiado para que me formase la opinión de que los negocios del país estaban desastrosamente manejados y que el
gobierno en realidad era un despotismo militar”.
Con relación a la misión de T. P. Moore: Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 379-413.
59
93
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
94
ESTUDIOS
presentó sus credenciales en mayo de 1826. Su primer cometido fue la ratificación del
tratado de amistad y de comercio que ya habían suscrito Clay y Cañas60.
60
Sobre el tema del intercambio de misiones diplomáticas entre los Estados Unidos y las repúblicas hispanoameri-
canas de México, Buenos Aires, Chile, Perú y las Provincias Unidas del Centro de América, se han consultado las
obras: Francisco José Urrutia, Páginas de historia diplomática, pp. 261-271; Francisco José Urrutia, Política
internacional de la Gran Colombia, pp. 23-40; Nicolás García Samudio, La independencia de Hispanoamérica,
pp. 200-203; William S. Robertson, “The First Legations of the United States in Latin America”, The Mississippi
Valley Historical Review, Vol. 2, No 2, Sep., 1915, pp. 183-212; y William S. Robertson, “The Recognition of the
Hispanic American Nations by the United States”, The Hispanic American Historical Review, pp. 239-269, ambos
disponibles en <http://www.jstor.org>, y Office of the Historian en el sitio web <https://history.state.gov/>.
William Spence Robertson, “The Recognition of the Spanish Colonies by the Motherland”, The Hispanic Ameri-
61
can Historical Review, Vol. 1, No 1, Feb., 1918, pp. 70-91, disponible en <https://www.jstor.org> y<https://archive.
org/stream/jstor-2506014/2506014#page/n7/mode/2up>. En este importante trabajo se resumen las condiciones
esenciales de los tratados suscritos y ratificados entre España y las repúblicas surgidas de sus antiguas colonias.
95
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Epílogo
William S. ROBERTSON, “The First Legations of the United States in Latin America”, ibid., p. 212.
62
96
Espacio público, esfera pública y opinión pública.
Un estudio historiográfico
José Javier Blanco Rivero*
*
Universidad Simón Bolívar - Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium. Este trabajo se enmarca dentro del
proyecto Historiografía de las independencias, financiado por el DID de la USB.
97
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
las cuales eclosionó el individuo moderno. Así que el estudio del espacio público, la
esfera pública o la opinión pública constituye también hoy en día un vigoroso campo
de investigación para las ciencias históricas.
Pero, ¿por dónde empezar? Esta no es una pregunta trivial y no porque se desco-
nozca o sea difícil determinar quiénes fueron los autores pioneros. Sino porque antes
que nada debemos enfrentarnos a una interrogante que no es fácil de responder: nos
remitimos a una historia ¿de qué?, ¿cómo está constituida esa unidad de referencia
que reúne a un conjunto de investigaciones en un mismo campo? ¿Estamos hablando
de una historia de la opinión pública, de la publicidad, de lo público, de los medios de
masas, del espacio público o de la esfera pública? ¿Acaso todas estas palabras signifi-
can lo mismo? ¿Estamos hablando de una génesis de lo público, de los orígenes de los
medios de comunicación, de cómo la gente expresando su opinión se convirtió en un
nuevo poder político o de todas esas cosas a la vez?
Los inicios son fatales, decía el sociólogo alemán Niklas Luhmann, pues por más
azarosas que puedan ser las condiciones de partida, el valor de estas variables iniciales
condicionará el comportamiento posterior del sistema1. Es por esto que resulta de
Niklas Luhmann, Die Wissenschaft der Gesellschaft, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1992, pp.236, 595.
1
98
ESTUDIOS
gran importancia estudiar cómo se abrió la brecha para el estudio de este campo de
investigación, pues los conceptos y distinciones que se usaron en aquel entonces han
acabado por demarcar el terreno en el que nos movemos hoy en día. Y ciertamente,
como veremos, muchas cosas complejas y disímiles se hallan arrejuntadas en el campo
que estudiamos: lo público y la política, la sociedad y sus auto-afirmaciones (dentro
de las cuales la política es sólo una de ellas), la publicidad y las sociabilidades, la econo-
mía y el nuevo mercado del libro, la génesis del autor como sujeto social, entre otros.
Por otra parte, tampoco podemos perder de vista que al escribir esta historia estamos
engendrando una unidad que no existía, estamos amalgamando un conjunto de nexos
de sentido y produciendo significaciones y comprensiones que no son las originales.
Pues el resultado de una historiografía no es el reflejo nítido de la cosa como en un
espejo. Pero justamente porque no es posible un revival o una repetición es que tiene
sentido nuestra tarea, pues precisamente así se producen nuevas comprensiones que
podrán ayudar en la elaboración de nuevos conocimientos y quizá en la apertura de
nuevos campos de investigación.
Todo origen esconde una mitología2, pues el origen de este campo que podríamos
llamar provisionalmente historia de la publicidad, es el que éste ha construido, a tra-
vés de sus autores, para sí mismo. Bajo la forma de citas, referencias o declaración de
deudas intelectuales, los historiadores han anclado sus investigaciones a un par de
investigaciones pioneras: Crítica y Crisis (1959) de Reinhart Koselleck3 y sobre todo
Historia y crítica de la opinión pública (1962) de Jürgen Habermas4.
Ambas obras tienen en común que se mueven dentro del ámbito intelectual del
marxismo y la teoría crítica (aunque no exclusivamente, claro está), lo cual se puede
observar palmariamente en los títulos de sus obras y en las categorías de análisis que
emplean. El libro de Koselleck tiene como subtítulo Un estudio sobre la patogénesis del
mundo burgués, dando a entender que la modernidad engendrada por la burguesía
padece de una enfermedad; se trata, sin más, de una modernidad enferma. Habermas,
por otra parte, no sólo escribe una historia, sino que hace una historia crítica en donde
2
Ver Michel Foucault, La arqueología del saber, México, Siglo XXI editores, 2006, pp. 39-41.
Reinhart Koselleck, Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, Madrid, Editorial Trotta,
3
2007.
4
En este escrito trabajaremos con la siguiente edición Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La
transformación estructural de la vida pública, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2009.
99
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Se trata de una obra de argumentos complejos, la cual si bien pone sobre el tapete
el problema de lo público y de la opinión pública, no toma a ninguna de ellas como
sus categorías centrales. Es por esto que el mayor impacto en la comunidad académica
lo tendrá Jürgen Habermas.
En opinión del teórico crítico, existen varios tipos de publicidad. La publicidad re-
presentativa configuraba el punto de partida sobre el cual emergería la publicidad bur-
guesa. La publicidad representativa no era pública en sí, no se basaba en la distinción
público/privado, sino que se refería al estatus ligado a una persona, el cual le confería
capacidad de presentarse ante la sociedad, de representar a la sociedad. La publicidad
burguesa emerge dentro de un contexto de evolución del capital comercial y de emer-
gencia del Estado liberal, cuya autocompresión inscrita en el concepto de opinión pú-
blica, describía un público constituido de personas privadas que razonaban sobre los
asuntos públicos. Se pensaba en la opinión pública como una esfera libre de dominio.
Sin embargo, sí había dominio en ella; dominio de la clase burguesa que monopoliza-
ba la opinión, pues acumulaba las fuentes de ilustración y de individualidad, que sólo
podían estar garantizadas por la posesión de propiedad.
100
ESTUDIOS
La nueva publicidad está contextualizada en una cultura del consumo que ador-
mece la crítica y deja que los poderes sociales se hagan representar políticamente y
terminen haciéndose valer. El individuo queda desplazado del circuito de poder, a me-
nos que forme parte de una organización, asociación o partido, las cuales conservan,
como instancias representativas, la capacidad de presentar una opinión con carácter
101
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
102
ESTUDIOS
No obstante, hay que advertir que no hubo una transición fácil y automática que
llevó de estos estudios a la apertura de un nuevo campo de conocimiento. Hubo de
pasar algún tiempo y tuvieron que ocurrir algunos cambios de tendencia dentro de las
corrientes historiográficas.
103
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
sabido, después de la Segunda Guerra Mundial, la historia estaba dominada por los
enfoques sociológicos y económicos; la historia social, la historia serial, la historia
económica, llevaban la voz cantante. Incluso dentro de la nueva veta de la historia de
las mentalidades, los temas políticos carecían de interés, pues resultaba todo un cam-
po virgen explorar la sexualidad, la locura, la muerte, entre otros5.
No fue sino con el giro introducido por François Furet con su libro Pensar la Revo-
lución Francesa (1978)6, que se produjo un retorno hacia la historia política. Con este
nuevo impulso François-Xavier Guerra se propuso sentar las bases de una nueva histo-
ria política cuyo legado es de gran importancia para la historiografía iberoamericana.
Según Guerra, la nueva historia política abogaba por el estudio de los actores
sociales y políticos, en el entendido que durante el antiguo régimen lo político era
indiferenciable del manido tejido de las relaciones sociales basadas en la amistad, la
clientela, el compadrazgo y el parentesco. Una vez comprendiendo estos vínculos
era posible determinar el efecto que las transformaciones culturales, producidas por
la emergencia de nuevas formas de sociabilidad (las tertulias, los cafés, los clubes li-
terarios, las sociedades económicas, las logias, entre otros) y el surgimiento por vez
primera de espacios de publicidad y de la opinión pública, habían ejercido sobre la
élite dominante. Para el nativo de Vigo, España, el mundo hispánico, a diferencia del
anglosajón, conoció una vía a la modernidad caracterizada por la ruptura, es decir, un
brusco quiebre en la institucionalidad legal y política en coexistencia contradictoria
con una sociedad de profundos y arraigados valores tradicionales7.
5
Sobre la evolución de la Escuela de los Anales véase el brillante análisis de François Dosse, La historia en migajas,
México, Universidad Iberoamericana, 2006.
François Furet, Pensar la Revolución Francesa, Barcelona, Ediciones Petrel, 1980.
6
François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, FCE,
7
2010 (la primera edición data de 1992); François-Xavier Guerra, Figuras de la modernidad. Hispanoamérica.
Siglos XIX-XX, Bogotá, Taurus, 2012.
François-Xavier Guerra, Annick Lempérière, et alia, Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y
8
104
ESTUDIOS
Otra novedad del enfoque político-cultural de Guerra es su interés por los proble-
mas de la semántica histórica. El significado cambiante de las palabras integrantes del
léxico político no será un factor desdeñable a la hora de detectar las líneas de ruptura
causadas por la modernidad. En este sentido, el concepto de público reclamaría su
atención. De igual manera, optará por hablar en plural de espacios públicos, justa-
mente para denotar la diversidad de ellos10.
9
Ibídem, p.9.
10
Ibídem, p.7, 10.
105
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
La autora divide el trabajo en tres partes. La primera tiene que ver con la forma en
que las autoridades y las clases pudientes (fundamentalmente profesionales con una
formación académica, quienes trabajaban para la policía o escribían sus propios dia-
rios) juzgaban a la plebe. La segunda tiene que ver con el hecho de que el populacho
observaba los asuntos de la monarquía con interés, procurándose noticias por cual-
quier medio, pero al mismo tiempo se sabía observado por las autoridades, quienes
introducían noticias para arriarlos. Este juego de observación de segundo orden (ob-
servar, ser observado y observar que se es observado) lleva a la gente común a adquirir
un espíritu crítico, pues sabe que no puede confiar plenamente en las noticias que
recibe. Por tanto, busca discernir entre lo que presentan los divulgadores de noticias y
lo que anuncia la propaganda monárquica para hallar la verdad. Los rumores se con-
vierten así en la fuente de información tanto de policías como de personas comunes.
La tercera parte tiene que ver con las fuentes que provienen de los encarcelados. Se re-
vela aquí la evolución de la trama entre el rey y sus súbditos, la cual pasó de un estado
Annick Lempérière, Entre Dios y el rey: la república. La ciudad de México de los siglos XVI al XIX, México, FCE,
11
2013.
Utilizamos la versión inglesa Arlette Farge, Subversive words. Public opinion in eighteenth-century France,
12
106
ESTUDIOS
Quentin Skinner, Vision of Politics. Volume I: Regarding Method, Cambridge, Cambridge University Press, 2002.
13
J.G.A. Pocock, Political Thought and History. Essays on Theory and Method, Cambridge, Cambridge University
14
Press, 2009.
107
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
que los propios actores históricos le confirieron a sus emisiones, había que descifrar su
intención lingüística. Es decir, aquello que hacían al decir.
Hasta ahora no hemos logrado descifrar qué tanta influencia tuvo Habermas en
este contexto, si es que tuvo alguna. Su obra fue traducida al inglés en el año de 1989,
el mismo año en el que aparece un estudio, dirigido por Terence Ball, James Farr y
Russell Hanson, Political Innovation and Conceptual Change, en el que se examinan
un conjunto de conceptos básicos del léxico político, entre ellos el de opinión pú-
blica15. Lo curioso es que no se trata de estudios sobre lenguajes políticos, cuestión
que distingue a los miembros de esta escuela, sino que se trata de un estudio sobre el
cambio conceptual en su dimensión política. El concepto es desarrollado por el aca-
démico canadiense J.A.W. Gunn, quien esgrime un par de argumentos a considerar:
primero, comparando las experiencias francesas e inglesas, constata tanto su inter-
penetración como sus contrastes; en lo que a contrastes se refiere, destaca el hecho
de que en Inglaterra hubo un gran desarrollo institucional pero un poco desarrollo
conceptual sobre la opinión pública, mientras que en Francia ocurrió el fenómeno
inverso. Segundo, que la historiografía temprana sobrevaloraba el rol de los pensado-
res franceses en el desarrollo del concepto –refiriéndose directamente a los alemanes
Ferdinand Tönnies y Wilhelm Bauer. Para el autor resultaba claro que la experiencia
anglosajona había sido la triunfadora, al convertirse en el significado dominante del
término en el mundo moderno16. Algunos años más tarde el mismo autor contribuirá
al tema con una monografía completa titulada Queen of the World: Opinion in the
Public Life of France from the Renaissance to the Revolution (1995)17.
Pero el autor que más se destaca por sus aportes en este campo, y quien se inscribe
más conscientemente dentro de los parámetros metodológicos de la Escuela de Cam-
bridge, es Keith Michael Baker. Baker publica en el año de 1990 una compilación de
ensayos bajo el título Inventing the French Revolution18. El autor parte del concepto
de cultura política, el cual entiende como la actividad a través de la cual los indivi-
duos y grupos en una sociedad articulan, negocian e implementan sus divergentes y
plurales demandas, para finalmente imponerlas sobre otros o sobre el todo. Esto lo
realizan a través de un conjunto de discursos o de prácticas simbólicas que engendran
Terence Ball et alia, Political Innovation and Conceptual Change, Cambridge, Cambridge University Press, 1989.
15
J.A.W. Gunn, “Public opinion”, Political Innovation and Conceptual Change, Cambridge, Cambridge University
16
Press, 247-265.
J.A.W. Gunn, Queen of the World: Opinion in the Public Life of France from the Renaissance to the Revolution,
17
108
ESTUDIOS
Para Baker la opinión pública se trata de una invención, en el sentido de que fue
un recurso ideológico y cultural desde el cual se pudo repensar la legitimidad política.
La opinión pública tenía, en su surgimiento en Francia, dos caras: sociológicamente
era indeterminada, pues dejaba abierto a qué grupo social se refería; políticamente,
en cambio, el concepto de público revestía una nueva significación, que le venía con-
ceder la función de fundar un nuevo sistema de autoridad y una idea de legitimidad
mucho más abstracta al son de la nueva cultura política. Según el académico anglo-
sajón, el problema de la opinión pública había surgido en Francia tanto por el influjo
del modelo inglés (que inspiraba a la vez desconfianza y admiración), como por la
emergencia de una nueva cultura de contestación política –que fue alimentada por
los nuevos medios escritos20.
Ibíd. pp.4-5.
19
Keith Michael Baker, Au tribunal de l’opinion. Essais sur l’imaginaire politique au XVIII ͤ siècle, Paris, Payot,
20
1993; Keith Michael Baker, “Public opinion as political invention”, Inventing the French Revolution, Cambridge,
Cambridge University Press, 1990, pp.167-199.
Keith Michael Baker, “Public opinion as political invention”, p.171.
21
109
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Sobre el contexto intelectual del autor véase José Luis Villacañas y Faustino Oncina, “Introducción”, Historia
22
y Hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 9-62. Sobre la estructura y composición de su teoría de la historia
remítase el lector a José Javier Blanco Rivero, “La historia de los conceptos de Reinhart Koselleck: conceptos
fundamentales, Sattelzeit, temporalidad e histórica”, Revista Politeia, 2012, No.49, Vol. 35, pp. 1-33.
110
ESTUDIOS
conlleva también el examen de cómo los conceptos exhiben una estructura temporal
entre espacio de experiencia y horizonte de expectativas, entre semántica y pragmáti-
ca, y entre cambio, duración y unicidad.
En España la obra del historiador alemán encontró una excelente acogida. Bajo la
dirección de Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, se redactaron dos
diccionarios políticos y sociales en España para los siglos xix y xx, respectivamente25.
Por iniciativa de Javier Fernández Sebastián este proyecto se extendió a Iberoamérica,
resultando también en la publicación de dos diccionarios de conceptos fundamen-
tales político-sociales en los periodos 1750-1850 y 1770-187026. En el primer tomo
de este diccionario de Iberconceptos figura el concepto de opinión pública, al cual le
vamos a dedicar unas palabras.
Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck, Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur
23
111
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
112
ESTUDIOS
es su verdadera expresión. Por otra parte, estrecha lazos con los conceptos de libertad
de expresión y asociación.
Javier Fernández Sebastián y Joëlle Chassin (coord.), Lʼavènement de lʼopinion publique. Europe et Amerique
27
en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política, México, FCE, 2002, pp. 167-209.
113
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
el cual la influencia del marco conceptual del joven Koselleck es bastante palmaria29;
y El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado (2007), en cuyo capítulo tercero
expone los vínculos semánticos y políticos entre los conceptos de opinión pública,
razón y voluntad general30. Para el ámbito americano el autor plantea en sus escritos
una incógnita fundamental: ¿cómo fundar un gobierno o un orden político estable
sobre la volátil base de la opinión? De esta incertidumbre de partida emergerá lo que
el autor denomina un modelo estratégico de la opinión pública, en el entendido que
se trataba de un “campo de intervención y espacio de interacción agonal para la defini-
ción de las identidades subjetivas colectivas.”31
Elías Palti, “Critique et crise du “modele juridique” de lʼopinion publique (Mexique, XIXe siècle)”, Lʼavènement
29
de lʼopinion publique. Europe et Amerique XVIII ͤ - XIX ͤ siècles, Paris, LʼHartmann, 2004, pp. 331-342.
Elías Palti, El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2007.
30
Ibíd. p.192.
31
Roger Chartier, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución
32
114
ESTUDIOS
Otro trabajo interesante del mismo autor, aunque menos citado, es El orden de los
libros (1992)33. En esta obra el académico francés examina tres temas fundamentales:
el autor como una construcción social, el texto y los problemas de su interpretación y
las bibliotecas como sistema archivístico, si se quiere, del conocimiento. Lo interesan-
te es que el autor examina las prácticas de lectura, la manera en que las ediciones de los
libros influyen en el sentido y cómo se relacionan la alta cultura y la cultura popular
en este mundo literario.
Roger Chartier, El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII,
33
1987.
Robert Darnton, El negocio de la ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie, 1775-1800, México, FCE,
35
2006.
Robert Darnton, Los Best-sellers prohibidos en Francia antes de la revolución, México, FCE, 2008.
36
115
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
se han transmitido por medio de los caracteres impresos y cómo la difusión de la palabra
impresa ha afectado el pensamiento y la conducta de la humanidad”37.
Uno de los rasgos importantes de esta empresa es que los investigadores que la
llevan a cabo están conscientes de que están estudiando un fenómeno comunicativo
multidimensional y complejo, pues no sólo abarca un circuito que va desde la escri-
tura de un libro hasta su lectura por el consumidor, sino que también involucra la
consideración de los contextos culturales (entre cuyos elementos la traducción resulta
un factor nada desdeñable), políticos, sociales, jurídicos y económicos. Es un campo
interdisciplinar, y como lo reconoce Darnton, sumamente amplio en la actualidad.
Por otro lado se encuentra la monografía de Nancy Vogeley, titulada The Bookrun-
ner. A History of Inter-American Relations –Print, Politics and Commerce in the United
States and Mexico, 1800-183041. La autora nos cuenta cómo a partir de 1808 los acon-
tecimientos en España y el Caribe produjeron un aluvión de publicaciones sobre el
mundo hispano, tanto en inglés como en español, lo que condujo a una gran conciencia
Robert Darnton, “¿Qué es la historia del libro?”, El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural, México,
37
1968.
Nancy Vogeley, The Bookrunner. A History of Inter-American Relations –Print, Politics and Commerce in the
41
United States and Mexico, 1800-1830, Philadelphia, American Philosophical Society, 2011.
116
ESTUDIOS
de la política internacional por parte de los editores así como del público lector. La
autora realiza un gran esfuerzo rastreando las publicaciones realizadas, así como por
reconstruir la trama política y económica en la que tal empresa estaba imbuida. La au-
tora dedica unas páginas a El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo de Juan Germán
Roscio, analizando el impacto de la obra en el público mejicano.
Lo interesante de este tipo de trabajos es que nos remiten a una infraestructura que
subyace a los distintos espacios públicos; se trata de redes internacionales de comer-
cio, difusión y traducción de obras escritas. De manera que esta inmensa red se erige
sobre una inmensa correa de transmisión que pone a disposición de quien lo necesite,
los argumentos que necesite, para el contexto político que juzgue más apropiado. Se
trata, si se lo quiere ver así, de una red de sociabilidad muy específica y particular: la
de los editores-militantes políticos.
42
Carole Leal Curiel, “Tertulia de dos ciudades: modernismo tardío y formas de sociabilidad política en la Provincia
de Venezuela”, Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, México, FCE, pp.
168-195.
Véronique Hébrard, “Opinión pública y representación en el Congreso Constituyente de Venezuela (1811-1812)”,
43
Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, México, FCE, pp.196-224.
117
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Hubo que esperar hasta 2006 para ver otra publicación sobre el tema, cuando el
historiador Rodolfo Ramírez se propuso examinar el problema de la articulación de la
opinión pública en el periodo que va desde 1812 hasta 182144. En 2009 observamos
la primera historia conceptual formal de la opinión pública aparecida en el primer
tomo del diccionario de Iberconceptos, la cual fue redactada por Colette Capriles y que
cubre el periodo de 1797-184545. Ese mismo año salen a la luz pública las Memorias
de las VIII Jornadas de Historia y Religión, dedicadas al bicentenario de la Gaceta de
Caracas. En ese volumen se reúnen varios artículos que trabajan tanto la historia de la
prensa en Venezuela, como la historia intelectual de los lenguajes difundidos a través
de ella46. No obstante, este último trabajo no representa novedad en sí al dedicarse al
estudio de la prensa venezolana de la emancipación, pues ya Elías Pino Iturrieta había
abierto esa brecha años antes (1971)47.
Rodolfo Ramírez, “La querella de la opinión. Articulación de la opinión pública en Venezuela, 1812-1821”, Boletín
44
de la Academia Nacional de la Historia, No. 353, 2006, pp.135-161. La ampliación de este trabajo le hará merecedor
de un reconocimiento dentro del marco del Premio Baralt, ver Rodolfo Ramírez, La opinión sea consagrada: la
articulación e instauración del aparato de opinión pública republicana, 1810-1821, Caracas, Fundación Bancaribe/
ANH, 2009.
Colette Capriles, “Opinión pública – Venezuela”, Diccionario político y social del mundo iberoamericano, Madrid,
45
2007.
118
ESTUDIOS
Al redactar este artículo hemos escrito la historia de algo que no tenía un nom-
bre propio. Hemos descrito la historia de una variedad de corrientes historiográficas
y metodologías que fundamentalmente tienen en común reconocer los trabajos de
Habermas y Koselleck como precedentes y que se han ocupado de examinar desde
diversas perspectivas lo público, la publicidad, las publicaciones, la opinión pública
y los medios de comunicación (fundamentalmente la imprenta frente al rumor y el
manuscrito). Y a todo esto le hemos querido dar el nombre de campo historiográfico
de la publicidad. Este es un problema que debemos poner sobre el tapete antes de
aventurarnos en cualquier ponderación: le hemos dado unidad a algo que no lo tenía.
Ahora bien, una vez que la unidad se ha hecho visible, se deslindan interrogantes que
son pertinentes formularse y pretensiones que exigen satisfacción –y no es fácil separar
una de otra: ¿acaso no existirá un problema común en el cual puedan reconocerse todas
las corrientes, y que admita una formulación consensuada, de modo que al tiempo que
oriente las inquietudes de cada área de investigación, permita sistematizar la gran canti-
dad de datos y conocimientos acumulados y así orientar la investigación futura?
De entrada pareciere que proponemos algo en demasía ambicioso y que, por ende,
estaría condenado al fracaso. Pero el hecho de que hayamos podido narrar una histo-
ria de algo que llamamos “publicidad” arroja indicios de que esos elementos comunes
existen y se encuentran por doquier, pero que carecen de una formulación teórica ade-
cuada. Ello no significa que de lograr tal teoría la diversidad y pluralidad del campo se
reduciría a la unidad creada por la teoría; pero significa que la teoría podría abrir un
nuevo campo de investigación nutriéndose de toda la variedad existente.
49
Robert Darnton, “¿Qué es la historia del libro?”, p.117.
119
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Fernández Sebastián, entre otros, enfatizan los problemas de la retórica, los juegos de
lenguaje o los lenguajes políticos están enfatizando un problema comunicativo. En
consecuencia, no es difícil reconocer que todos estos estudios están enhebrados en
el amplio concepto de comunicación. Esto puede parecer una trivialidad, pues este
concepto se encuentra aquí y allá como moneda común y ello no necesariamente ha
de significar un punto de convergencia. Pero puede llegar a serlo si se dispone de una
adecuada teoría de la comunicación.
Como su obra culmine ver Niklas Luhmann, La sociedad de la sociedad, México, Herder, 2008.
51
120
ESTUDIOS
121
MALA CONDUCTA: BORRACHOS Y JUGADORES.
UNA VISIÓN HACIA LA VIDA COTIDIANA EN TIEMPOS
DEL OBISPO MARIANO MARTÍ EN EL SIGLO XVIII
Rebeca Gerardina del Valle Padrón García*
“Quando entró éste cura acá había cuatrocientos indios, y casi todos han muerto
desde que se introdujo el guarapo, que lo introdujo un francés el año de 1741, que
vivía acá. Desde entonces se empezó a extender el guarapo y con pretexto de ser ésta
*
Licenciada en Artes Cinematográficas y Licenciada en Educación ambas de la Universidad Central de Venezuela. Es-
pecialización en Multimedia (CDDD), Maestría en Historia de Venezuela Republicana de la Universidad Central de
Venezuela.
1
El Obispo Mariano Martí, nació el 24 de diciembre de 1721, en Brafin, Cataluña, España, desempeñó durante
veintidós años el Obispado de la Provincia de Venezuela (1770-1792), murió el lunes después de la quincuagésima,
20 de febrero a las siete y tres cuartos de la noche de 1792. Un año y dieciocho días después del fallecimiento
del Obispo Diez Madroñero, luego de un largo y complicado proceso, el 18 de marzo de 1770, Don Mariano
Martí quien era Obispo de la isla de Puerto Rico, es promovido finalmente a ejercer el cargo de Obispo de Caracas,
recibiendo el pase regio. Entre las facultades de la Corona estaba el pase regio establecido en 1538, según el cual
no se podía ejecutar en las Indias ninguna bula ni breve pontificio que no hubiera sido examinado y aprobado
previamente por el Consejo de Indias. Para ampliar información se recomienda consultar: Laura Febres, “El
expolio del obispo Mariano Martí y la riqueza en la Venezuela colonial de la segunda mitad del siglo XVIII”,
Boletín de la Academia de la Historia., 2005, número 349, pp. 91-123; Guillermo Figuera, Documentos para la
historia de la Iglesia Colonial, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1965; Manuel Gutiérrez de Arce, El
Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del regio placet a las constituciones
sinodales, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1975, pp. 124-125; Agustín Moreno,
Implicaciones entre el poder civil y el poder eclesiástico durante la dominación española en América, Caracas, 2009; Blas
Joseph Terrero, Teatro de Venezuela y Caracas, Caracas, Litografía del Comercio, 1926; Pablo Vila, El Obispo
Martí Interpretación humana y geográfica de la larga marcha Pastoral del obispo Mariano Martí en la Diócesis de
Caracas, Caracas, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 2 Volúmenes, 1981.
123
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
una bebida provincial (la cual se compone de azúcar de papelón y agua, y ahora
le mezclan otras cosas como cabos de fumasos, pedazos de hierro, con lo que se hace
agrio y muy fuerte y destempla los estómagos y emborracha mucho, y por un corto
precio dan grande cantidad de esta bebida) informaron al Rey, creo que unos diez y
ocho años, en tiempos del señor Ricardo, y esta renta o privativa de vender guarapo
la consignó el Rey al Hospital de San Lázaro de Caracas, que es casa cuantiosa, y si
no se quita acabará del todo a los indios y tiene perdida la tropa y otros españoles, y
los indios se emborrachan mucho y se destruyen con esta bebida”2.
“Y la razón que hace más fuerza es que son sujetos a la embriaguez y dados al
vino, y por esto no deben ser religiosos… Y siendo estos indios dados a este vicio, y
llevándoles su natural a él, de fuerza ha de aver recelo que puestos en la ocasión se
abanzaran a ella. Y por esto se excusó siempre el recibirlos, y uno que hubo en cierta
2
Lino Gómez Canedo, “Estudio preliminar”, Obispo Mariano Martí. Documentos relativos a su visita pastoral de la
Diócesis de Caracas (1771-1784), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1998, tomo I, p. 8.
3
Carlos Duarte, Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en 1783, Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1998, p 143.
4
Juan Torquemada fue un misionero e historiador español. Siendo niño marchó a México, donde ingresó en la orden
franciscana. Es autor de Monarquía indiana, escrita en 1609 y publicada en Sevilla en 1615. Aunque la obra trata temas
eclesiásticos, se ocupa especialmente de la historia de la Nueva España y de las costumbres y tradiciones de los indios.
124
ESTUDIOS
orden en estas partes (aunque por engaño tomó el hábito en Castilla, sin saber que
era indio) olía a pez y bebía cuanto podía, y era admirable latino, pero tocado de
esta roña y lepra”5.
En el siglo xviii los lugares en donde se vendían bebidas eran diversos, se ubicaban
tanto en zonas urbanas como rurales, las primeras se les conocía como pulperías, las
habían urbanas y en las periferias, así mismo en las zonas rurales se encontraban como
las guareperías persas, las tabernas y las bodegas, muchas veces estos establecimientos
se prestaban para tener clandestinamente juegos de envite y azar y por supuesto al
haber estos vicios muchas veces traían como consecuencia riñas, insultos entre otros
escándalos que alteraban el orden público.
Ahora bien, las pulperías debían contar con la permisología correspondiente expe-
dida por las autoridades, al respecto podemos citar a Salazar:
“Parecen haber sido los establecimientos donde se permitía la venta de mayor nú-
mero de productos, ya que en ellas se podían vender frutas, hortalizas, caldos, acei-
tes, vinagres y bebidas alcohólicas. Si bien esta situación pudiera lucir ventajosa,
debe señalarse que las mismas estaban sometidas a uno de los impuestos más im-
portantes del siglo XVIII, de ordenanza o composición, y cuyo destino final podía
ser las arcas de la Corona o las arcas de propios de la ciudad”7.
La persona que arrendaba una guarapería por un año, debía abonar al organismo re-
matador una suma acordada entre ambos, quedando el resto como ganancia del rema-
te. Parte de estas rentas sostenían hospitales y hospicios, como una forma de contribuir
a la labor social desplegada por las autoridades civiles y eclesiásticas8.
Juan Olaechea Labayen, El indigenismo desterrado, la lucha contra la marginación del nido en la América
5
125
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Con respecto a sus características físicas, cabe destacar las Representaciones y Ban-
dos de Buen Gobierno ordenaban que estos locales tuviesen mostradores a la calle por
un asunto ligado a la moral y las buenas costumbres9, para evitar que se formasen lo
que se llamaba corrillos o reuniones de personas bebiendo o dedicándose al juego u
otros actos ilícitos10.
Vale la pena mencionar la noción de moral propuesta por María Luisa Tosta, cuan-
do se refiere a la moral y los convencionalismos sociales:
En cuanto a los jugadores, nos asombra, más no es de extrañar como algunos clé-
rigos solían descuidar sus oficios religiosos por jugar una partidita, muestra evidente
se aprecia en los registros de la visita pastoral realizada por el Obispo Mariano Martí
a Carora, en el mes de marzo del año 1776, muchas fueron las denuncias por parte
de los feligreses en advertir al Ilustre Obispo Martí del mal camino en que andaban
ciertos personajes religiosos, y los pecados públicos cometidos; y es así como el padre
Francisco Antonio Alvares, presbítero secular, no sólo le gustaba jugar dados y naipes
con gente de baja esfera12, sino también le gustaba beber mucho aguardiente:
“[…] presbítero, juega a dados y naipes, en cualquiera casa, con negros, sambos y
otras gentes, y llevando algunas veces por comisión de estos curas el Viatico, habla
malas palabras muy toscas e indecorosas. Vide Supra […] y vive en esta ciudad, ya
en un hato ya en el río del Tocuyo, ya en Aregue, y regularmente en casas de baja
esfera, y con esto da motivo a que las gentes murmuren. Vide Supra”13.
9
Rosario Salazar Bravo, Caracas, 1753-1810, p. 232.
10
Archivo Histórico del Cabildo Metropolitano de Caracas, Actas del Cabildo de Caracas, 1770, folio 11vto.
11
María Luisa Tosta, Guía de Introducción al Derecho, Caracas, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, 2013, pp.
13, 14.
12
Lino Gómez Canedo, “Estudio preliminar”, p. 324.
13
Ibidem, pp. 320, 321.
126
ESTUDIOS
Sin duda alguna los clérigos estaban incumpliendo públicamente con sus deberes y
estaban faltando a lo establecido en las Constituciones Sinodales, el juego y la bebida
acompañaban no sólo a los clérigos, sino a todo aquél individuo que sintiera cierta
afición a estos vicios y los espacios y la afición por estos no distinguían calidades, ni
jerarquías sociales.
“[…] ningún clérigo tenga en su casa tablajería, ni garita, de ningún juego de nai-
pes, dados, pelota, ni de otros semejantes, haciendo su casa lugar de diversión, y
entretenimiento público: ni ellos los usen en sus casas, ni en otras partes”18.
Los naipes españoles, como los de cualquier otro país, tienen cuatro palos o colores,
que representaban los cuatro estados o clases sociales de la época: los eclesiásticos
estaban simbolizados por las copas o cálices y en los naipes franceses por corazones,
gens de coeur, gente del coro. La nobleza por las espadas, que equivalían a las lan-
zas o picas. Los comerciantes o burgueses, por los oros y en los franceses diamantes,
piezas cuadradas del antiguo arte de la albañilería. Por último, los cazadores y
labradores con los bustos; en Francia con la hoja del trébol, llamada así por la
Ibidem, p. 324.
14
Ibidem, p. 324.
15
Ibidem, p. 325.
16
127
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
corrupción de la palabra club. Se piensa que esta vez fue tomada por los naipes
españoles. Las cartas españolas serán las que pasen al Nuevo Mundo, como es de
suponer, y las que usarán durante todo el período hispánico”19.
La preferencia por las bebidas y los juegos de envite y azar fueron no sólo de una
clase social, sino más bien de todas las calidades, la autoridad civil y eclesiástica hizo
cualquier tipo de presión mediante decretos, órdenes, providencias, para evitar que la
población tuviera como diversión estos vicios, pero muchas veces algunos represen-
tantes de las autoridades se dedicaban en sus tiempos de ocio a jugar, beber entre otros
pecados.
La pasión del juego llegó a América con los descubridores y conquistadores y a los
pocos años se había transformado en una verdadera plaga social. No hubo lugar, por
remoto o pequeño que fuera, donde no se practicara y, casi siempre, con exceso. Estas
maneras de pasar el tiempo fueron prohibidas por incontables leyes, disposiciones,
bandos, reglamentos.
La preocupación española por moderar los juegos de envite y suerte arranca del
siglo xii, y concretamente de las Ordenanzas de Banda de 1132. Pero será Alfonso X
el sabio quien intentará reglamentarlos, ya que era muy dado a las diversiones honestas
de dados, tablas y ajedrez, su obra nos da una visión de la vida cotidiana del juego en
la Edad Media dando aportes en cuánto a los orígenes de algunos juegos. Esta inclina-
ción hizo que se constituyera en el principal legislador de la Edad Media20. En las siete
partidas (1265) dictó varias leyes, que prohibían expresamente a algunos miembros
de la sociedad su práctica, como prelados, eclesiásticos o simples clérigos, sin importar
su jerarquía21. Valdría la pena mencionar, en 1387 aparecen prohibidas por primera
vez en Castilla los juegos de naipes: todo aquél que en público jugara a los naipes será
castigado22.
En términos legales existieron dos tipos de juegos: los permitidos y los prohibidos.
La división entre ambos no era ambigua porque se tuvo en cuenta fue evitar la ociosi-
dad y mal entretenimiento23.
Ángel López Cantos, Juegos, fiestas y diversiones en la América española, Madrid, Editorial Mapfre, 1992, p. 278.
19
Ibid.
20
Ibid.
21
Ibid.
22
128
ESTUDIOS
Diferenciar los permitidos de los prohibidos era una tarea difícil, sobre todos hasta
1771, año en que se promulga la pragmática que determina expresamente un buen
número de modalidades de uno y otro signo. Mientras que los dados estuvieron to-
talmente prohibidos, en las cartas existían modalidades toleradas, siempre que cum-
pliesen unas medidas muy concretas. Las apuestas y los envites no podían sobrepasar
de una cantidad de pesos determinada, en Venezuela las Normas del Bando del Buen
Gobierno lo establecían.
“[…] podría definir como juego prohibido toda manifestación lúdica competitiva,
al margen de la suerte y el azar, en la que se cruzaran apuestas y estas fueran supe-
riores a las cantidades que las disposiciones fijaban. Sin embargo, no todos los casos
podían ser considerados iguales, dependía de la modalidad que se practicara”25.
Ibidem, p. 274.
25
129
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Para el año 1777, mientras el Obispo Mariano Martí se encontraba en su visita pas-
toral en Trujillo, en donde también las malas conductas estaban presentes; como es el
caso del isleño de nombre Don Marcos Peres, soltero, quien vivía mal con una mulata
llamada María Inés, este se emborracha con aguardiente26. Así mismo, se encontraba
el sacerdote Joseph Antonio Asuage, quien juega dados en casa de Don Joseph Diego
Uscategui, alcalde, que vive en este pueblo27. En éste último caso, se evidencia como los
representantes tanto del poder civil como el eclesiástico violan leyes, cuando deberían
de dar el ejemplo.
En ese mismo año 1777 en Caracas, Juana Jacinta Pantoxa, viuda, honesta y vecina
de esta ciudad28, introduce una querella y escribe a las autoridades una carta, su hijo
legitimo José Rafael Cienfuegos, de calidad pardo libre, se hallaba en la Real Cárcel
de Caracas por quimerista, provocativo y muy envegesido vicio que padece en la bebida
del guarapo29. Su madre afirma que su hijo tiene el vicio de la bebida, así como otros
vicios como los juegos y el tener riñas con las personas. En el expediente se evidencia a
partir de las declaraciones de los testigos, como Joseph Rafael Cienfuegos no sólo era
bebedor, sino que maltrataba de palabra y daños físicos a su progenitora.
“[…] que como su madre le reprehendía, para que dexase semejante vicio, y desarre-
glo de vida; intentando no solo levantar la mano contra ella, sino vituperándola con
razones denigrativas, la ha amenazado intimándole que le ha de acabar a pésames
Ibid.
27
“Autos criminales de oficio contra Rafael Cienfuegos por abusar del consumo del guarapo y otros vicios”, Archivo
28
“Carta de la progenitora Juana Jacinta Pantoxa a las autoridades”, Archivo de la Academia Nacional de la Historia,
30
130
ESTUDIOS
Muchos delitos fueron cometidos durante las noches caraqueñas, producto del ex-
ceso de la bebida, así se registra en 1785 en las adyacencias de la parroquia Altagracia,
una noche a eso de las diez, el militar pardo, de oficio sastre llamado Miguel Churión
iba junto a su prometida y unos amigos caminando por las calles caraqueñas, cuando
en medio de la oscuridad se apareció embriagado Alberto Arteaga, cuñado de una
amiga de la novia de Miguel Churión, quien estaba presente en el grupo; Arteaga
estaba obligando a su cuñada por la fuerza a que se fuera con él, Miguel Churión trató
de defender el honor de la dama, y a cambio recibió una puñalada, la cual hizo que
estuviera grave de salud y se siguiera un juicio al atacante32.
“Causa seguida a Alberto Arteaga por heridas a Miguel Churión”, Año 1785, Archivo de la Academia Nacional de
32
131
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“Joseph Rafael Cienfuegos, vecino de esta ciudad y preso en su Real Cárcel en los
autos que se ofició de justicia se siguen imputándome de hombre dado a las bebidas
y de genio cabildante por querella de mi legitima madre Juana Jacinta Pantoxa y
de Joaquín Figueroa […]”33
Muchos fueron los testigos que declararon en el caso, inclusive el mismo Cienfue-
gos nombró a varios conocidos para que atestiguara, a pesar de ser conocidos de más
de dieciocho años las declaraciones no contribuyeron positivamente al caso, según las
declaraciones de Don Bernando Calsadilla, Cienfuegos era enemigo de Figueroa des-
de hacía mucho tiempo, porque al parecer visitaba a su madre, y el no quería que fuese
a su casa por ser negro, el declarante conocía a la familia desde hace más de veinte
años. Quizás el problema de Joseph Rafael Cienfuegos era relacionado con la calidad
de los individuos con que se relacionaba su familia, lo cierto es que, en marzo de 1777,
el acusado es sentenciado a tres años de destierro cinco leguas distantes de esta ciudad34,
y que en caso de reincidir nuevamente a cometer los delitos y de andar vagando, se le
estimará presidio.
“Para que se eviten escándalos y pecados públicos, a más de prevenido al Teniente Jus-
ticia Mayor de acá, lo he prevenido también a este doctor Prado que en todos los terri-
torios de esta jurisdicción se aumente el número de Cabos o Comissionados de dicho
Teniente, para que estos avisen al dicho Teniente y a este Vicario de qualquier pecado
público que sepan o averigüen; y me persuado que sabiendo estas gentes que hay mu-
chos zeladores, se abstendrán de pecar por el temor de ser descubiertos y castigados”35.
“Carta de Joseph Rafael Cienfuegos, preso en la Real Cárcel de Caracas”, Archivo de la Academia Nacional de la
33
132
ESTUDIOS
Ahora bien, ¿cómo controlaba la autoridad civil que los juegos prohibidos no se
realizaran?, y más aún ¿cómo controlaba la cantidad de pesos que se hacían entre las
apuestas y los envites, cuando eran estos jugados es espacios privados como lo era la
casa de una familia?
Los espacios de socialización en la sociedad colonial eran las calles, las plazas, las
iglesias, el mercado, claro cada uno con sus propios controles y normas, donde el com-
portamiento de un colectivo era determinado por la buena conservación de la moral
y las buenas costumbres, siempre preservando el orden público.
“Como lo suele hacer en esta ocasión las rondas que se ejecutan a la casa y las mora-
das de Doña Rosalía Hermoso donde […] se denuncio se mantiene juego prohibido
llegaron a esta casa donde sintieron ruido de gente […]”38.
Emanuele Amodio, “Vicios privados y públicas virtudes. Itinerarios del eros ilustrado en los campos de lo público
36
y de lo privado”, Lo público y lo Privado. Redefinición de los ámbitos del estado y de la sociedad, Caracas, Fundación
Manuel García-Pelayo, 1996, tomo I, p. 176.
Ibid.
37
“Autos de oficio contra José Ramón Montesinos, Juan Pedro Reina y Juan Ignacio Mendivil por juegos prohibidos
38
en la casa de Doña Rosalía Hermoso”, Archivo Academia Nacional de la Historia, Civiles, Juegos, año 1779, s/f.
133
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
A pesar de que las autoridades habían llegado a tiempo a la casa de Doña Rosalía
Hermoso, muchos de los presentes lograron escaparse por el patio en donde se halló
una silleta arrimada a una tapia por donde se infiere salieron a la casa del vecino39. Los
detenidos fueron llevados presos a la Real Cárcel de la ciudad, entre ellos se encontra-
ban José Ramón Montesinos, de calidad mestizo, casado, de treinta y dos años, Juan
Ygnacio Mendivil, de calidad pardo natural y vecino de esta ciudad de Caracas, su oficio
zapatero, estado soltero edad de veinte y seis años, así mismo un negro llamado Juan
Pedro. Todos los detenidos confesaron haber ido en varias ocasiones a esa casa a jugar, lo
más impresionante y que nos llama la atención es cómo en la casa de Doña Rosalía Her-
moso las jerarquizaciones sociales, y las diferencias de castas no eran relevantes, ya que
compartían en un espacio en común, un mismo gusto, costumbre y diversión: el juego.
Ibid.
39
La institución del cabildo provino de España, donde los habitantes de cada ciudad elegían a sus regidores y alcaldes
40
para que administraran y reglamentaran sus comunidades. Los “regidores perpetuos” eran originalmente una
institución centralizadora instaurada por la Corona española: a mediados del siglo xvi el rey comenzó a nombrar
regidores perpetuos en los ayuntamientos peninsulares más importantes, con lo cual el cuerpo pasaba a ser una
dependencia directa del rey, no una emanación de la comunidad local. La situación en América fue completamente
distinta, ya que se trataba de cargos vendidos, con funcionarios que –por razones geográficas– estaban obligados a
residir permanentemente en las ciudades en que tenían sus cargos. De este modo, una institución centralizadora en
España devino descentralizadora en América.
Archivo de la Catedral de Caracas Libro de bautismos, tomo 11, folio 53.
41
Archivo Archidiocesano de Caracas, Libro de Matrimonios de la parroquia San Pablo, libro 12.
42
134
ESTUDIOS
“Según lo escrito por el obispo al rey se hacían diferentes partidos entrando unos
jugadores y saliendo otros y cada partido se sacaba barato una cantidad indeter-
minada de dinero de esta nueva imposición y sobre la cobranza hay y ha habido
pesadumbre. Valdría esto al cabo del año, según me han referido dos mil pesos”43.
“[…] las mantuanas llevan una vida plácida, entre el hogar y la iglesia. Su casa
está atendida por grupos de sirvientes y esclavas negras que realizan las labores
pesadas del hogar y sirven de criadores y ayas de los niños blancos. Sin embargo, las
diversas clases sociales marcan hondas diferenciaciones: entre las mismas blancas
las hay, pues algunas llevan una vida sedentaria y tranquila en su casa caraqueña,
pero otras son dueñas de haciendas, de hatos y de enconmiendas, las cuales dirigen
personalmente a falta de marido”45.
Una visión muy diferente sobre la mujer venezolana fue registrada por el caballero
Coriolis durante su visita a Venezuela en 1783:
Ángel López Cantos, Juegos, fiestas y diversiones en la América española, pp. 262-263.
43
Ana García, La mujer en la historia de América: La mujer en la historia de Venezuela., Caracas, Asociación Civil la
44
135
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
“Ninguna mujer dispensa de ir a misa todos los días. Ordinariamente, éstas asisten
a la iglesia muy temprano por la mañana, con un velo sobre la cabeza y acompa-
ñadas por una negra que les lleva una alfombra, sobre el cual se arrodillarán”46.
Carlos Duarte, “Testimonios del Caballero De Coriolis” Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela
46
en 1783, p. 146.
Diana Sosa, Los pardos, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2004, p. 154.
47
Se recomienda la lectura de Carlos Duarte, La vida cotidiana en Venezuela durante el período hispánico, Caracas,
48
136
ESTUDIOS
Al respecto uno de los detenidos expresa a las autoridades: “[…] que ignoraba los
bandos y que él huyó porque los demás que se hallaban en esta casa hicieron lo mismo que
Don Juan Ynacio un zapatero tuerto, Juan Eligio Corao, Evaristo un platero y Ramón”49,
todos huyeron por el patio.
Así mismo, uno de los presos en la Real Cárcel, le confiesa a las autoridades su des-
conocimiento de que se publicaban anualmente los Bandos del Buen Gobierno, pero si
le expresa y confiesa tener conocimiento de aquellos espacios (en su mayoría casas de
familia), en donde se llevan a cabo juegos: “que por lo regular en su ocupación la de jue-
go de naipes y de dados con dinero se embite que las casas donde juegos son comúnmente
en la de Fernando Landaeta, la de Bonsoso, la de doña Rosalía y otras”50.
El expediente culmina con una sentencia desigual, a la dueña de la casa Doña Rosa-
lía Hermoso de Mendoza de Zerezo sólo se le asigna una multa, quizás sus influencias,
el honor de su familia y su calidad determinaron la sentencia, a pesar de haber sido
en su casa el establecimiento de juegos prohibidos, y a pesar de ser mujer, la sociedad
no la juzgó, si hubiese sido de calidad india o negra quizás los calificativos y la mala
fama hubiesen tenido otro color. No obstante, es pertinente reseñar un caso particular
de un abogado noble caraqueño llamado Pedro Domingo Gil, quien fue juzgado no
sólo por haber asistido a la boda del pardo Rafael Churión con la hija de Juan Gabriel
Landaeta en la parroquia Altagracia, sino por haber compartido en la misma mesa
juegos de naipes con militares y hombres, pardos y mulatos: “El Ilustre y Real Colegio
de Abogados suspende del oficio por cuatro meses, como castigo, al Dr. Don Pedro Domin-
go Gil, por haber asistido al matrimonio y bailes que se celebraron en la casa del mulato
Gabriel Landaeta”51.
La justicia quizás se medía por quién, cómo y cuándo se comete el delito o quizás el
pecado. En cuanto a la suerte de los detenidos en la Real Cárcel de Caracas en el caso
de la casa de Doña Rosalía Hermoso, los sentenciaron a lo siguiente: “[…] a Ramón
Montesinos y a Juan Pedro Reyna en dos meses a trabajo en los cuarteles de milicias que
se están fabricando y a Juan Ygnacio Mendivil en doce pesos en multa”52.
“Declaraciones de unos de los detenidos a las autoridades,” Archivo Academia Nacional de la Historia, Civiles, Juegos,
49
Se recomienda consultar el Boletín del Archivo General de la Nación, XXX, Pedro Domingo Gil, Número 169, Tomo
51
137
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Los juegos como los naipes, dados, rifas eran juegos prohibidos y las normas esta-
blecían penalidades debido a que su control era más complicado, ya que podía cual-
quier espacio público o privado ser el escenario ideal para la diversión de aquellos que
tenían mala conducta y no cumplían con sus deberes familiares, laborales y religiosos.
A diferencia de los juegos prohibidos, las peleas de gallos eran juegos permitidos
que se podían jugar en espacios públicos autorizados, estos traían beneficios econó-
micos a las autoridades tanto civiles como eclesiásticas, ya que las galleras pagaban
impuestos, estas eran más fáciles de controlar, ya que ocultar a estos animales era un
poco difícil, más no imposible.
En Caracas, una noche del mes de febrero del mismo año, durante las rondas noc-
turnas, a eso de las once, la autoridad escucha ruidos extraños en casa de Joseph Mo-
reno, quien tenía la permisología correspondiente para que mantuviera una gallera,
no obstante las autoridades luego de haber insistido y tocado varias veces la puerta,
finalmente logran entrar a la casa en donde detienen a varias personas, todas de ca-
Ibid.
54
138
ESTUDIOS
lidad pardo, por estar realizando juegos prohibidos a la sombra de los lícitos55 a puerta
cerrada.
Muchas fueron las personas que escaparon por los trascorrales de la casa de Joseph
Moreno, quien le confiesa a las autoridades que él antes de irse a dormir ninguno de
los presentes en su casa se encontraba jugando, así mismo expresa no haber escuchado
ni la puerta ni los ruidos de los jugadores porque se encontraba durmiendo, y que los
presentes no jugaban con su permiso juegos de embite56, de este modo Joseph Moreno
miente a las autoridades. Habría que preguntarse ¿realmente Joseph Moreno no sabía
que realizaban juegos prohibidos en su casa? Otro de los presos en la Real Cárcel
miente a las autoridades, se trata de Phelipe Ortega, de calidad pardo, natural y vecino
de esta ciudad, de estado soltero, con oficio de carpintero, de edad quarenta y dos años57;
Ortega le confiesa a las autoridades que él no se encontraba en la casa de Joseph Mo-
reno jugando, que él estaba ejerciendo su oficio de carpintero y que él se ocultó de las
autoridades pero que él no estaba jugando. Es difícil imaginarse en el siglo xviii un
carpintero trabajando a media luz a las once de la noche, mientras otros de su misma
calidad se divierten en juegos de envite y azar.
Ahora bien, vale la pena mencionar los involucrados en el caso y que se encontra-
ban detenidos en la Real Cárcel: el dueño de la casa y de la gallera, Joseph Moreno,
pardo, 41 años, de oficio platero y casado, Phelipe Ortega, pardo 42 años, carpintero,
soltero y Pasqual Ylasabal, pardo, 29 años, barbero y casado. Otros de los involucra-
dos, más no estuvo detenido sino fue testigo confesor, Juan Antonio Jue, pardo, 25
años, platero y soltero.
“Autos de oficio contra Joseph Moreno, dueño del truco (naipes) y arrendatario del juego de gallos, y otros sujetos por
55
juegos prohibidos”, Archivo Academia Nacional de la Historia, Civiles, Juegos, año 1779, s/f.
Ibid.
56
Ibid.
57
139
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Ysidro, Francisco Conde58, y en cuanto a los juegos que se llevaban a cabo a puerta ce-
rrada confiesa que juegan albures.
Todos los detenidos menos Joseph Moreno, confiesan que desconocían saber que
las leyes del Bando del Buen Gobierno se publiquen las normas sobre juegos prohibi-
dos y permitidos, al respecto Joseph Moreno confiesa ante la pregunta de si sabía que
era delito que se jugaran juegos prohibidos a las sombras de los lícitos59, confesó que sí lo
sabe, que él antes de irse a dormir no vio que estuviesen jugando60.
Existía un decreto que exigía que no hubiese juegos prohibidos y advertía que
aquellos considerados lícitos y honestos debían de concluir a las nueve de la noche. Las
personas involucradas junto a Joseph Moreno estaban faltando a las leyes, por dos co-
sas como bien se mencionó al principio, el tiempo y el espacio, la hora no era la permi-
tida, y el espacio no estaba de acuerdo a como debían llevarse los juegos, ya que estos
se estaban realizando a puerta cerrada. El a puerta cerrada significaba que los locales
debían permanecer con las puertas abiertas y listos para cualquier inspección ocular
pero también intentaba evitarse la aparición en las mesas de naipes y dados como la
libre y desenfadada promiscuidad social61.
Los denominados juegos de gallos era una diversión común en campos y ciudades.
Las casas que funcionaban para ello pagaban los derechos por el arriendo, aportes
importantes porque beneficiaban obras públicas diversas y colaboraban con el sos-
tenimiento de algunas instituciones, bien se puede leer en uno de los documentos
pertenecientes al caso en donde las autoridades indican: “[…] debiendo celar con la
mayor eficacia y velar incesantemente para obrar la transgresión de las leyes que prohíben
los juegos de naipes tan perjudiciales a la República”62.
Las peleas de gallos le fueron muy rentables económicamente a la Corona, por ello
concedían licencias en donde los propietarios o arrendatarios de las galleras como
Joseph Moreno debían pagar impuestos. Descubrir que se realizaran juegos prohibi-
dos bajo la sombra de los juegos de peleas de gallos era ilegal y rompía con las normas
establecidas, por ello Joseph Moreno admite conocer los Bandos del Buen Gobierno,
Ibid.
58
Ibid.
59
Ibid.
60
61
José Ángel Rodríguez, Babilonia de Pecados, p. 173.
“Carta de las autoridades refiriéndose al caso de Joseph Moreno”, Archivo Academia Nacional de la Historia, Civiles,
62
140
porque parte de su trabajo cotidiano estaba relacionado con el mundo de los juegos, y
el desconocerlo podría haberlo perjudicado en la sentencia final.
A pesar de haber incumplido las normas, la legalidad, la sentencia fue desigual para
todos, quizás para no dejar de perder los beneficios económicos de la gallera de Joseph
Moreno, las autoridades fueron más flexible con su decisión comparándola con la
sentencia de los otros implicados:
“Vista la averiguación de los juegos prohibidos que a la sombra de los lícitos se disi-
mulaban en la casa de Joseph Moreno debiendo celar con la mayor eficacia y velar
incesantemente para obrar la transgresión de las leyes que prohíben los juegos de
naipes tan perjudiciales a la República cuyos individuos deben estar bien ocupados
según sus respectivos estrados y la se procédase a la prisión de Abaristo Placido, Jose-
ph Domingo Herrera, Joseph Bernardo Molina, Narciso Arévalo y Fulano Rangel,
haciéndose saber a Don Diego Moreno se presente en este tribunal personalmente
que sea requerido […] Por lo que respecta a Phelipe Ortega y Pasqual Ylazabal y Jo-
seph Moreno presos en la Real Cárcel se mantendrán los dos primeros en la prisión
hasta veinte y cuatro del que corre y el citado Joseph Moreno por hallarse encargado
del arrendamiento de los gallos en consideración a sus cargos jurando de equidad
póngase en libertad […]”64.
Pasarían cinco años para que Joseph Moreno volviera a ver a las autoridades, esta
vez no como detenido sino como demandante, en 1784, siendo éste nuestro segundo
caso cuando Joseph Moreno denuncia a Don Laureano Machado por una deuda de
Antonietta De Rogatis, Separación matrimonial y su proceso en la época colonial, Caracas, Academia Nacional de
63
riña de una pelea de gallos, en una gallera ubicada en Antímano, al parecer propiedad
de Joseph Moreno.
Ante tal situación el Tribunal emite un comunicado obligando bajo cualquier cir-
cunstancia las declaraciones de Don Laureano Machado, sin escusa ni pretexto sea el
que fuese y no verificando en el propio acto se le ponga a prueba en la Real Cárcel a cuyo
efecto y para su cumplimiento, el ministro del tribunal acompañaría68.
Finalmente, Don Laureano Machado emite sus declaraciones, pero también de-
manda a Joseph Moreno ante las autoridades ya que Moreno lo molestaba. Quizás el
honor de Don Laureano fue sentido debido a que sus influencias con el Gobernador
no le valieron de mucho porque tuvo que dar las declaraciones a las autoridades. El
“José Moreno contra Laureano Machado sobre una riña de gallos”, Archivo Academia Nacional de la Historia, Civiles,
65
Ibid.
67
Ibid.
68
142
ESTUDIOS
caso no tiene conclusión, sólo se sabe que Don Laureano solicita que se suspenda todo
procedimiento y no se le moleste más.
“[…] es que las pelotas todas o su mayor número van sobre mis texados, y con la
violencia que llevan, y la gravitación que contienen, no me dejan de texa a visa, me
prometen con evidencia la destrucción de mi casa, y me tienen en continuo movi-
miento cogiendo goteras […]”70.
El litigio introducido por Joseph Moreno tuvo una duración de más de diez años.
Acerca del personaje Rodriguez, señala: José Moreno era dueño de una gallera en el
centro de Caracas. El anfiteatro lo había construido a unas pocas cuadras de la cate-
dral, en un solar que había adquirido y donde también tenía una casa de habitación71.
Se ignora en que parroquia de Caracas vivía Joseph Moreno, sólo se sabe que para el
año 1779, no poseía bienes de fortuna debido a que se encontraba en un estado de
pobreza. Sin duda, los juegos debieron generarle resultados positivos, porque se evi-
dencia su movilización social cuando en 1790 poseía no sólo un solar sino una gallera
a pocas cuadras de la Catedral.
José Moreno fue un hombre muy activo a quien le gustaba divertirse, entretener-
se y también ganar dinero a través de los juegos, prueba de ello son los dos casos de
expedientes que se hallaron y que por los momentos no se han encontrado estudios
previos, siendo éste inédito para la presente investigación.
Declaraciones de José Moreno ante las autoridades. Para ampliar sobre la temática y el caso, se recomienda el estudio
70
realizado por Gustavo Flamerich, Diversiones en 4 siglos en Venezuela 1300-1900, Caracas, Imprenta Miguel
Ángel García e hijo, S.R.L, 2005, pp. 55-56.
José Ángel Rodríguez, Babilonia de Pecados, p. 179.
71
143
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
CONCLUSIONES
Se buscaba cuidar lo que podría llamarse en términos modernos “la fuga de ri-
quezas”, es decir la fuga de impuestos que no llegarían a la Corona y a las autoridades
respectivas, determinando no sólo horarios de funcionamiento de las pulperías, bo-
degas, sino la forma de vender al público, así como horarios para asistir a la iglesia,
los horarios de espacios públicos para juegos permitidos, entre otras actividades, que
formaban parte de los gustos de entretenimiento y la diversión de la población.
Habría que retroceder un poco más el tiempo, y darnos cuenta que no sólo en
tiempos de Martí se evidencian estas problemáticas, de alguna forma fueron las pro-
pias autoridades tanto civiles como eclesiásticas las que permitieron, con su indiferen-
cia o su complacencia (porque muchos fueron los involucrados en diversos vicios),
que con el transcurrir de los años los individuos independientemente de la calidad
que fuesen, generaran sus propios comportamientos y sus formas de movilidad social,
en esos espacios que muchas veces pasaban de ser privados para convertirse en refu-
gios de “pecados públicos”.
144
ESTUDIOS
FUENTES REFERENCIALES
Primarias.
Documentación de archivo
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(1779). “Autos de oficio contra Joseph Moreno, dueño del truco (naipes) y arrendatario del juego de ga-
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145
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TERRERO, Blas Joseph (1926). Teatro de Venezuela y Caracas. Caracas: Litografía del Comercio.
VILA, Pablo (1981). El Obispo Martí Interpretación humana y geográfica de la larga marcha Pastoral
del obispo Mariano Martí en la Diócesis de Caracas. Caracas: Facultad de Humanidades y Educación,
Universidad Central de Venezuela, 2 volúmenes.
146
DOCUMENTOS
Ambigüedades en tiempos de incertidumbre.
A propósito de las “felicitaciones de
particulares” a Morillo en Venezuela, 1818-1820
También hubo otros personajes, aquellos que se aferraron a una misma convicción
desde el inicio de los acontecimientos. Estos, quizás una minoría entre uno y otro ban-
do, acabaron por ser los protagonistas decisivos, ya en la victoria como en la derrota.
Los documentos que alcanzamos aquí reúnen algunas firmas que dan cuenta de todos
estos perfiles. Conviene acercarse a alguno de ellos, los pocos de quienes tenemos in-
formación, con el objeto de observar en sobrevuelo efímero esto que mencionamos
acerca de esa coyuntura terrible que en nada se parece a la gloria de la historia patria.
La llegada de Morillo, para aquellos que aparecen en estos manuscritos y seguramente
para muchos otros que vivieron el vaivén de las incertidumbres, debió representar el
retorno a la estabilidad, el final de la pesadilla, la vuelta al equilibrio. Quizás por ello
se aprecia un tono de agradecimiento y confianza que flota en cada uno de estos pape-
les, un suspiro que eventualmente rayó en la devoción.
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“Lleno de la más viva emoción” aparece Feliciano Montenegro y Colón, el mismo
que en tiempos de la república publicara su célebre Geografía general para el uso de la
juventud de Venezuela, trabajo que incluía la primera historia del país, anterior a la
obra de Baralt. De Montenegro conocemos sus idas y venidas entre ambas causas, ha-
biendo conformado la Secretaría de Guerra de la Primera República para luego servir
a España hasta acompañar al propio Morillo con su Ejército Expedicionario al arribar
a estas tierras. Por estas ambigüedades propias de aquel contexto de desconciertos, su
famoso Colegio Independencia, fundado en Caracas hacia 1837, fue visto con recelo
por muchos. El apoyo decisivo de José Antonio Páez y José María Vargas, por ejemplo,
le salvó del rechazo general. Tal rescate de su moral limpió parcialmente su dubitativo
pasado. Aquí lo vemos entregado a la presencia del general que fue la esperanza mo-
nárquica en aquellos años.
Nicolás de Castro había sido oficial del ejército español hasta que se une a la causa
patriota también en la Primera República. Firma el Acta de Independencia y confor-
ma el gobierno revolucionario con el grado de brigadier. Miranda le encarga la defen-
sa del paso de La Cabrera ante la avanzada de Monteverde en 1812, y mientras ejerció
como diputado por la ciudad de Caracas, alcanzó a firmar leyes en nombre de la re-
pública. Perdida la causa en julio de ese mismo año, se pasó al ejército monárquico,
y siendo partidario del rey desempeñó cargos oficiales en su favor hasta 1822. Volvió
a figurar en la República de Colombia como corregidor del cantón de Caracas, hasta
que se retiró de responsabilidades institucionales en 1830.
Felipe Fermín Paúl era abogado en tiempos de la colonia. Se sumó a la causa re-
publicana y también firmó el Acta de Independencia. Como miembro del Congreso
Constituyente pronuncia un discurso el 22 de julio de 1811 donde señala su “dulce
satisfacción” al observar cómo “el grave peso de la justicia de nuestra causa destruye las
maquinaciones de sus enemigos, los confunde en los medios que les sugiere la malicia y el
interés”. Luego de la Capitulación de San Mateo pasa al bando realista apoyando la
entrada de Monteverde a Caracas. En tiempos de Morillo se convirtió en su consultor
jurídico, y fue nombrado auditor general del ejército español. Siempre pretendió la
resolución pacífica del conflicto y apoyó la convivencia; quizás por ello promovió
en ambas causas, cada vez que tuvo oportunidad, “el civismo y la moderación”, como
lo indicó Pérez Vila. Fue comisionado por Bolívar para defender sus intereses ya en
tiempos de Colombia, y en la paz republicana desempeñó la docencia en la universi-
dad hasta sus últimos días.
La “Muy noble y muy fiel ciudad de Maracaibo” también aparece en estos ma-
nifiestos de agradecimiento y felicitación a don Pablo Morillo. Le congratulan por
haber recibido su título de Conde de Cartagena y le subrayan su merecimiento ante
“la insensatés de una gavilla de malvados ansiosos de nuestra destrucción”. Allí también
aparece firmando Montenegro, junto a muchos otros entre quienes advertimos el
nombre de Joseph de Almarza ( José Antonio Almarza), oficial que tomó el partido
republicano desde temprano, aunque estuvo activo militarmente a partir de 1821,
según Héctor Bencomo Barrios. Toda la referencia a este oficial en la entrada del Dic-
cionario de Historia de Venezuela le refiere como un activista por la independencia, a
pesar de que aquí lo hallamos firmando a nombre del ayuntamiento marabino y salu-
dando los títulos otorgados a Morillo por la toma de Cartagena, de los que aseguran
que “conservarán en la posteridad de V. M. la noble emulación de imitarle: títulos que
renovaran entre nuestros descendientes la memoria de inmensos bienes marcados con la
sangre de V.E…”
Entre estos documentos que publicamos aquí se encuentra una carta de Manuel
Vicente de Maya, quizás uno de los más entusiastas monárquicos, a pesar de que tam-
bién firmó el Acta de Independencia. Su participación en el Congreso como represen-
tante de La Grita le dio la oportunidad de debatir su posición ante la independencia,
alegando que aquello que se firmó el 19 de abril de 1810 fue la defensa de los derechos
del rey, y que eso no debía conducir hacia otros destinos. Con todo, fue un miembro
activo del Congreso, lo que le figura como un opositor cuya beligerancia fue, ante
todo, política y no bélica. Su vida como sacerdote le mantuvo en cargos importantes,
y siendo uno de los electores de diputados a las Cortes de España hacia 1820, elevará
su voz ante el rey para solicitar que Morillo permanezca al frente de las fuerzas monár-
quicas como garantía de la estabilidad en estas provincias, intentando que no regresa-
se tan pronto a la península. El documento que se encuentra en este legajo da cuenta
de un trato de proximidad con el general, e indica una comunicación regular sobre los
asuntos eclesiásticos que estaban a su cargo, deslizando en su contenido, a pesar de la
presencia del pacificador, que las circunstancias no estaban del todo aseguradas, pues
“ya casi no tenemos en quien fiarnos” entre quienes les rodeaban entonces.
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
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Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid
Fondo Documental Pablo Morillo
Signatura 9/7709
Documento 1
Excmo. Señor.-
Lleno de la más viva emoción, y con la justa satisfacción que es tan devida a las
brillantes acciones que V.E, ha dirigido en honor de las armas del Rey, me tomo
la libertad de felicitar a V.E. por sus nuevas glorias y los inmensos bienes que
sin cesar recibe de V.E este desgraciado país. Digne V.E. admitirla por este papel
ya que mis males aun me impiden mandar a tributarla en persona; quedando
con el sentimiento de que V.E haya participado de los riesgos a que le conduce
siempre su valor e interés por el mejor servicio de nuestro soberano.
Excmo. Señor.-
Feliciano Montenegro
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Documento 2
Excmo. Señor
Dime, o Musa los yerros y locuras
Que han pasado a tu vista en pocos años;
Los sustos, los trabajos y amarguras
Que han padecido indígenas y extraños;
Píntame, si es que puedes, las figuras
En tanto que reciben desengaños
Pero ¡ay que es vano tal intento mío
No hay Musa que preceda al desvarío.
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DOCUMENTOS
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DOCUMENTOS
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Documento 3
EPIGRAMA
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DOCUMENTOS
C. S. P.
Medellín 1816. Imprenta del Gobierno, por Don Manuel María Viller-Calderon
Documento 4
Quintillas
Viva Fernando
Viva Morillo
Y tiemble el orbe
Á este caudillo.
--
Nuestro General Morillo
Á Cartagena rindió
Pues a sus fuertes sitió
Con las armas, el caudillo
que Fernando nos mandó.
--
Cartagena en triste llanto
Llora su desolación,
Sus fuentes en confusión
Y sus Jefes con espanto
huyen á su rendición.
--
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
No lloréis, cartageneros,
pues Morillo os convidó
Y á la paz os provocó
con afectos muy sinceros
Y por lo tanto os rindió.
--
Cartagena se ha rendido
Morillo triunfa en la acción
viva España y su nación
Y viva porque ha sabido
confundir la insurrección.
--
Viva Fernando
Viva Morillo
y tiemble el orbe
á este caudillo.
Documento 5
162
DOCUMENTOS
Escribano de Cabildo
Documento 6
Acta
Tratado
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Documento 7
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DOCUMENTOS
Ahora que le vino la real orden anda al sol, al agua y al sereno… y quien sabe
que estará haciendo.
Excmo. Señor
Andrés Torres
Documento 8
José A. Díaz
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Documento 9
Entre todos los sugetos que disfrutan el Beneficio de vivir en Venezuela bajo las
ordenes de V. E. todos los mas me exceden en talentos con los que con mucha
elegancia felicitaran y darán a V. E. la enhorabuena por la nueva promosion con
que S. M. le ha condecorado, pero nadie se regocija más verdaderamente que
yo, y ciertamente que las Regias Potestades que residen en V. E. han llenado mi
ambision toda; yo dirijo fervorosos votos al cielo en acción de gracias y por la
conservación de la vida y salud de V. E.
Documento 10
Excmo. Sor
166
DOCUMENTOS
Estos son sus votos. Dígnese V. E. admitirlos por la voz de su Alcalde de segunda
Nominación Dn José María Luzardo que con solo este objeto pasa cerca V.E. ya
que por la distancia no es dable á todo este ayuntamiento un acto personal de
reconocimiento á la persona de V.E.
Excmo. Señor
Feliciano Montenegro
Bonifacio Fernández Jose Maria Luzardo
Felipe Quintana Francisco Roldan
Juan Hernández Cavallero Diego de Melo
Joseph de Almarza José Ignacio Baralt
Juan Francisco Perozo Francisco Lezama
Felipe Casanova Juan de Garbiraz
Manuel de Linares González Mateo Monsanto.
Ignacio Palenzuela Joaquín de Frías, Secretario
Documento 11
Excmo. Señor
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
168
DOCUMENTOS
Mucho deseo ver a U., mi amado Gral, y ojalá acabara de llegar el Señor Obispo
administrador de esta diócesis, que estamos esperando; pues entonces iría en
persona á Valencia á dar mil abrazos á U. Su afectísimo amigo servidor Cap.
Q. B.S.M.
Documento 12
Excmo. Señor
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Excmo. Señor
170
VIDA DE LA ACADEMIA
La Universidad Católica Andrés Bello publicó, de nuestro académico Dr. Manuel
Donís Ríos, el folleto Bases históricas de la controversia entre Venezuela y Guyana sobre
el territorio Esequibo. Trabajo en el que se hace un breve repaso por los documentos y
acciones que ha emprendido el gobierno venezolano con el fin de que sea reconocida
su soberanía sobre el Esequibo.
173
La Directora Inés Quintero participó, junto a destacados historiadores colombia-
nos, en el seminario 200 años del sitio de Morillo a Cartagena, auspiciado por el Banco
de la República de Colombia. La ponencia se tituló “Los venezolanos en el sitio de
Cartagena: presencias y ausencias historiográficas”. El evento se realizó el 13 de agosto
en el teatro Adolfo Mejía de Cartagena de Indias.
Colección Bicentenario
de la Indepedencia
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
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COLECCIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
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aviso
BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela
Distribución: Palacio de las Academias. Bolsa a San Francisco, planta baja.
Distribuidora: Telf.: 482.27.06
Librería: Telf.: 745.40.64
Vol. 54: Descubrimiento y conquista de Venezuela. Estudio preliminar de Joaquín Gabaldón Már-
quez. Tomo I.
Vol. 55: Descubrimiento y conquista de Venezuela.. Advertencia del compilador: Joaquín Gabal-
dón Márquez. Tomo II.
Vol. 56: Tratado de Indias y el doctor Sepúlveda. Fray Bartolomé de las Casas. Estudio preliminar
de Manuel Giménez Fernández.
Vol. 57: Elegías de varones ilustres de Indias. Juan de Castellanos. Estudio preliminar de Isaac J.
Pardo.
Vol. 58: Venezuela en los cronistas generales de Indias. Estudio preliminar de Carlos Felice Cardot.
Tomo I.
Vol. 59: Venezuela en los cronistas generales de Indias. Tomo II.
Vol. 60: Arca de letras y teatro universal. Juan Antonio Navarrete. Estudio preliminar de José Anto-
nio Calcaño.
Vol. 61: Libro de la razón general de la Real Hacienda del departamento de Caracas. José de Li-
monta. Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo.
Vol. 62: Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Estudio preliminar de Guiller-
mo Morón. Tomo I.
Vol. 63: Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Tomo II.
Vol. 64: Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Estudio preliminar de Manuel Pérez Vila. Tomo
I (1580-1770).
Vol. 65: Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Tomo II (1771-1808).
Vol. 66: Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Edición restablecida en su texto ori-
ginal, por vez primera por Demetrio Ramos Pérez, con Estudio preliminar y notas. Tomo I.
Vol. 67: Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Idem, también anotado por Deme-
trio Ramos Pérez. Tomo II.
Vol. 68: El Orinoco ilustrado. José Gumilla. Comentario preliminar de José Nucete Sardi y Estudio
bibliográfico de Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 69: Los primeros historiadores de las misiones capuchinas en Venezuela. Presentación y estu-
dios preliminares sobre cada autor de P. Buenaventura de Carrocera, O.F.M.
Vol. 70: Relaciones geográficas de Venezuela durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Estudio preliminar
y notas de Antonio Arellano Moreno.
Vol. 71: Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Traducción y estudio preliminar de
Antonio Tovar. Tomo I.
Vol. 72: Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo II.
Vol. 73: Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo III.
Vol. 74: Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Estudio preliminar y se-
lección del Padre Guillermo Figuera. Tomo I.
Vol. 75: Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Tomo II.
Vol. 76: Instrucción general y particular del estado presente de la provincia de Venezuela en los
años de 1720 y 1721. Pedro José de Olavarriaga. Estudio preliminar de Mario Briceño
Perozo.
Vol. 77: Relato de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en las islas y en Tierra Firme
de América Meridional. P. Pierre Pelleprat, S.J. Estudio preliminar del Padre José del Rey.
Vol. 78: Conversión de Píritu. P. Matías Ruiz Blanco. Tratado histórico. P. Ramón Bueno. Estudio
preliminar y notas de P. Fidel de Lejarza, O.F.M.
Vol. 79: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Estu-
dio preliminar del P. José del Rey S.J.
Vol. 80: Protocolo del siglo XVI. Estudio preliminar de Agustín Millares Carlo.
Vol. 81: Historia de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. Estudio preliminar y edición crítica
de P. Pablo Ojer, S.J. Tomo I.
Vol. 82: Estudio de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. (Texto y Notas). Tomo II.
Vol. 83: Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Selección y estudio preliminar de
Lino Gómez Canedo, O.F.M. Tomo I.
Vol. 84: Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Tomo II.
Vol. 85: Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la Amé-
rica. P. Joseph Cassani. S.J. Estudio preliminar y anotaciones al texto del P. José del Rey, S.J.
Vol. 86: La historia del Mundo Nuevo. M. Girolano Benzoni. Traducción y Notas de Marisa Vanni-
ni de Gerulewicz. Estudio preliminar de León Croizat.
Vol. 87: Documentos para la historia de la educación en Venezuela. Estudio preliminar y compila-
ción de Ildefonso Leal.
Vol. 88: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada
por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Tomo I.
Vol. 89: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada
por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Tomo II.
Vol. 90: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada
por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Tomo III.
Vol. 91: Historia documentada de los agustinos en Venezuela durante la época colonial. Estudio
preliminar de Fernando Campo del Pozo, Agust.
Vol. 92: Las instituciones militares venezolanas del período hispánico en los archivos. Selección y
estudio preliminar de Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 93: Documentos para la historia económica en la época colonial, viajes e informes. Selección
y estudio preliminar de Antonio Arellano Moreno.
Vol. 94: Escritos Varios. José Gumilla. Selección y estudio preliminar de José del Rey, S.J.
Vol. 95: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro personal. Estudio preliminar de Lino Gómez Canedo, O.F.M. Tomo I.
Vol. 96: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro personal. Tomo II.
Vol. 97: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo III.
Vol. 98: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo IV.
Vol. 99: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Libro de Providencias. Tomo V.
Vol.100: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán. Tomo VI.
Vol. 101: Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771‑1784). Obispo
Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán, Tomo VII.
Vol. 102: La Gobernación de Venezuela en el siglo XVII. José Llavador Mira.
Vol. 103: Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela. Selección y estudio
preliminar de Ermila Troconis de Veracoechea.
Vol. 104: Materiales para la historia de las artes decorativas en Venezuela. Carlos E. Duarte.
Vol. 105: Las obras pías en la Iglesia colonial venezolana. Selección y estudio preliminar de Ermila
Troconis de Veracoechea.
Vol. 106: El real consulado de Caracas (1793-1810). Manuel Nunes Días.
Vol. 107: El ordenamiento militar de Indias. Selección y estudio preliminar de Santiago-Gerardo
Suárez.
Vol. 108: Crónica de la provincia franciscana de Santa Cruz de la Española y Caracas. José Torrubia.
O.F.M. Estudio preliminar y notas de Odilio Gómez Parente, O.F.M.
Vol. 109: Trinidad, Provincia de Venezuela. Historia de la administración española de Trinidad. Jes-
se A. Noel.
Vol. 110: Colón descubrió América del Sur en 1494. Juan Manzano Manzano.
Vol. 111: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Introducción y resumen histórico.
Documentos (1657‑1699). de R. P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capuchino.
Tomo I.
Vol. 112: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Documentos (1700‑1750). de R. P.
Fray Buenaventura de Carrocera. O. F. M. Capuchino. Tomo II.
Vol. 113: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Documentos (1750-1820). de R. P.
Fray Buenaventura de Carrocera. O. F. M. Capuchino. Tomo III.
Vol. 114: Población de origen europeo de Coro en la época colonial. Pedro M. Arcaya.
Vol. 115: Curazao hispánico (Antagonismo flamenco-español). Carlos Felice Cardot.
Vol. 116: El mito de El Dorado. Su génesis y proceso. Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 117: Seis primeros obispos de la Iglesia venezolana en la época hispánica (1532-1600). Mons.
Francisco Armando Maldonado.
Vol. 118: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. José
del Rey Fajardo, S. J. Tomo II.
Vol. 119: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. José
del Rey Fajardo, S. J. Tomo III.
Vol. 120: Hernández de Serpa y su “Hueste” de l569 con destino a la Nueva Andalucía. Jesús María
G. López Ruiz.
Vol. 121: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su histo-
ria (1513‑1837). Selección, estudio preliminar, introducciones especiales, edición y notas
de Lino Gómez Canedo.
Vol. 122: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su histo-
ria. Consolidación y expansión (1593-1696). Selección, estudio preliminar, introduccio-
nes especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 123: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su histo-
ria. Florecimiento, crisis y extinción (1703-1837). Selección, estudio preliminar, introduc-
ciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 124: El sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del
regio placet a las constituciones sinodales indianas. Manuel Gutiérrez de Arce. Tomo I.
Vol. 125: Apéndices a el sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración
canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Manuel Gutiérrez de
Arce. Tomo II.
Vol. 126: Estudios de historia venezolana. Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 127: Los orígenes venezolanos (Ensayo sobre la colonización española en Venezuela). Jules
Humbert. Traducción Feliciana de Casas
Vol. 128: Materiales para la Historia Provincial de Aragua. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 129: El Oriente venezolano a mediados del siglo XVIII, a través de la visita del Gobernador
Diguja. Alfonso F. González González.
Vol. 130: Juicios de Residencia en la provincia de Venezuela. I. Los Welser. Estudio preliminar de
Marianela Ponce de Behrens, Diana Rengifo y Letizia Vaccari de Venturini.
Vol. 131: Fortificación y Defensa. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 132: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767). Siglo XVII (1633-1699). Ildefonso
Leal. Tomo I.
Vol. 133: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767). Siglo XVII (1727-1767). Ildefonso
Leal. Tomo II.
Vol. 134: Las acciones militares del Gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor (1637-1644). Lucas
Guillermo Castillo Lara.
Vol. 135: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispánico. Santos
Rodulfo Cortés. Tomo I.
Vol. 136: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispánico. (Docu-
mentos anexos). Santos Rodulfo Cortés. Tomo II.
Vol. 137: Las Fuerzas Armadas Venezolanas en la Colonia. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 138: La Pedagogía Jesuítica en la Venezuela Hispánica. José del Rey Fajardo, S. J.
Vol. 139: Misión de los Capuchinos en Guayana. Introducción y resumen histórico. Documentos,
(1682‑1785. R. P. Fray Buenaventura de Carrocera, O. F. M. Capuchino. ). Tomo I.
Vol. 140: Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1760-1785). R. P. Fray Buenaventu-
ra de Carrocera, O. F. M. Capuchino. Tomo II.
Vol. 141: Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1785-1819). R. P. Fray Buenaventu-
ra de Carrocera, O. F. M. Capuchino. Tomo III.
Vol. 142: La defensa de la integridad territorial de Guayana en tiempos de Carlos III. María Consuelo
Cal Martínez.
Vol. 143: Los Mercedarios y la política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Lucas G. Castillo
Lara. Tomo I.
Vol. 144: Los Mercedarios y la vida política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Lucas G.
Castillo Lara. Tomo II.
Vol. 145: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II - Juan Pérez de Tolosa y Juan de Ville-
gas. Recopilación y estudio preliminar de Marianela Ponce y Letizia Vaccari de Venturini.
Vol. 146: Las salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento. Jesús Varela Marcos.
Vol. 147: Los extranjeros con carta de naturaleza de las Indias, durante la segunda mitad del siglo
XVIII. Juan M. Morales Alvarez.
Vol. 148: Fray Pedro de Aguado: Lengua y Etnografía. María T. Vaquero de Ramírez.
Vol. 149: Descripción exacta de la Provincia de Venezuela. Joseph Luis de Cisneros. Estudio preli-
minar de Pedro Grases.
Vol. 150: Temas de Historia Colonial Venezolana. Mario Briceño Perozo.
Vol. 151: Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 152: Los comuneros de Mérida (Estudio). Edición conmemorativa del bicentenario del movi-
miento comunero. Tomo I.
Vol. 153: Los censos en la Iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Estudio
preliminar y recopilación de Ermila Troconis de Veracoechea. Tomo I.
Vol. 154: Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Recopila-
ción de Gladis Veracoechea y Euclides Fuguett. Tomo II.
Vol. 155: Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Recopila-
ción de Euclides Fuguett. Tomo III.
Vol. 156: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo I (A-C).
Vol. 157: La ocupación alemana de Venezuela en el siglo XVI. Período llamado de los Welser (1558-
1536) de Jules Humbert. Traducción y presentación de Roberto Gabaldón.
Vol. 158: Historia del periodismo y de la imprenta en Venezuela. Tulio Febres Cordero G.
Vol. 159: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo II (CH-K).
Vol. 160: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. I- Don Francisco Dávila Orejón Gas-
tón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Letizia
Vaccari S. M.
Vol. 161: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II- Don Francisco Dávila Orejón Gas-
tón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental, de Letizia
Vaccari S. M.
Vol. 162: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. III- Don Francisco Dávila Orejón Gas-
tón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Letizia
Vaccari S. M.
Vol. 163: La aventura fundacional de los isleños. Panaquire y Juan Francisco de León. Lucas Guiller-
mo Castillo Lara.
Vol. 164: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo III (L‑P).
Vol. 165: La unidad regional. Caracas-La Guaira-Valles, de 1775 a 1825. Diana Rengifo.
Vol. 166: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Ismael Silva Montañés. Tomo IV (Q-Z).
Vol. 167: Materiales para el estudio de las relaciones inter-étnicas en la Guajira, siglo XVIII. Docu-
mentos y mapas de P. Josefina Moreno y Alberto Tarazona.
Vol. 168: El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Celestino
Andrés Araúz Monfante. Tomo I.
Vol. 169: El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Celestino
Andrés Araúz Monfante. Tomo II.
Vol. 170: Guayana y el Gobernador Centurión (1766-1776). María Isabel Martínez del Campo.
Vol. 171: Las Milicias. Instituciones militares hispanoamericanas. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 172: San Sebastián de los Reyes. La ciudad trashumante. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo I.
Vol. 173: San Sebastián de los Reyes. La ciudad raigal. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo II.
Vol. 174: Los Ministros de la Audiencia de Caracas (1786-1776). Caracterización de una élite buro-
crática del poder español en Venezuela. Alí Enrique López Bohorquez.
Vol. 175: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel
González Torres de Navarra. Marianela Ponce. Tomo I.
Vol. 176: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel
González Torres de Navarra. Marianela Ponce. Tomo II.
Vol. 177: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel
González Torres de Navarra. Marianela Ponce. Tomo III.
Vol. 178: Historia de Colombia y de Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días. Jules Hum-
bert. Traducción de Roberto Gabaldón.
Vol. 179: Noticias historiales de Nueva Barcelona. Fernando del Bastardo y Loayza. Estudio prelimi-
nar y notas de Constantino Maradei Donato.
Vol. 180: La implantación del impuesto del papel Sellado en Indias. María Luisa Martínez de Sali-
nas.
Vol. 181: Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos (Palmira), Capacho. Lucas Guillermo
Castillo Lara.
Vol. 182: Temas de Historia Colonial Venezolana. Mario Briceño Perozo. Tomo II.
Vol. 183: Historia de Barinas (1577-1800). Virgilio Tosta. Tomo I.
Vol. 184: El Regente Heredia o la piedad heroica. Mario Briceño-Iragorry. Presentación de Tomás
Polanco Alcántara.
Vol. 185: La esclavitud indígena en Venezuela (siglo XVI). Morella A. Jiménez G.
Vol. 186: Memorias del Regente Heredia. José Francisco Heredia. Prólogo de Blas Bruni Celli.
Vol. 187: La Real Audiencia de Caracas en la Historiografía Venezolana (Materiales para su estudio).
Presentación y selección de Alí Enrique López Bohorquez.
Vol. 188: Familias coloniales de San Carlos. Diego Jorge Herrera-Vegas. Tomo I (A-H).
Vol. 189: Familias coloniales de San Carlos. Diego Jorge Herrera-Vegas. Tomo II (I-Z).
Vol. 190: Lenguas indígenas e indigenismos - Italia e Iberoamérica. 1492-1866. Ana Cecilia Peña
Vargas.
Vol. 191: Evolución histórica de la cartografía en Guayana y su significación en los derechos vene-
zolanos sobre el Esequibo. Manuel Alberto Donis Ríos.
Vol. 192: Elementos historiales del San Cristóbal Colonial. El proceso formativo. Lucas Guillermo
Castillo Lara.
Vol. 193: La formación del latifundio ganadero en los Llanos de Apure: 1750-1800. Adelina C. Ro-
dríguez Mirabal.
Vol. 194: Historia de Barinas (1800-1863). Virgilio Tosta. Tomo II.
Vol. 195: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas (1804-1809).
Conflictos internos y corrupción en la administración de justicia. Teresa Albornoz de Ló-
pez.
Vol. 196: Ideología, desarrollo e interferencias del comercio caribeño durante el siglo XVII. Rafael
Cartaya A.
Vol. 197: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538-1810). Los Funda-
dores: Juan Maldonado y sus compañeros (1559). Roberto Picón-Parra. Tomo I.
Vol. 198: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538-1810). Los funda-
dores: Juan Rodríguez Suárez y sus compañeros (1558). Roberto Picón‑Parra. Tomo II.
Vol. 199: Historia de Barinas (1864-1892). Virgilio Tosta. Tomo III.
Vol. 200: Las Reales Audiencias Indianas. Fuentes y Bibliografía. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 201: San Cristóbal, Siglo XVII. Tiempo de aleudar. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 202: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Traslado y estudio preliminar
de Antoinette Da Prato-Perelli. Tomo I.
Vol. 203: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. (Traslado y estudio prelimi-
nar). Antoinette Da Prato-Perelli. Tomo II.
Vol. 204: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. (Traslado y estudio prelimi-
nar). Antoinette Da Prato-Perelli. Tomo III.
Vol. 205: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. (Traslado y estudio prelimi-
nar). Antoinette Da Prato‑Perelli. Tomo IV.
Vol. 206: Simón Rodríguez maestro de escuela de primeras letras. Gustavo Adolfo Ruiz.
Vol. 207: Linajes calaboceños. Jesús Loreto Loreto.
Vol. 208: El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo del poder regio
(Venezuela siglo XVIII). Carole Leal Curiel.
Vol. 209: Contribución al estudio de la “aristocracia territorial” en Venezuela colonial. La familia
Xerez de Aristeguieta. Siglo XVIII. Elizabeth Ladera de Diez.
Vol. 210: Capacho. Un pueblo de indios en la Jurisdicción de la Villa de San Cristóbal. Inés Cecilia
Ferrero Kelleroff.
Vol. 211: Juan de Castellanos. Estudios de las Elegías de Varones Ilustres. Isaac J. Pardo.
Vol. 212: Historia de Barinas (1893‑1910). Virgilio Tosta. Tomo IV.
Vol. 213: La Nueva Segovia de Barquisimeto. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo I.
Vol. 214: La Nueva Segovia de Barquisimeto. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo II.
Vol. 215: El Régimen de la Encomienda en Barquisimeto colonial, 1530‑1810. Reinaldo Rojas.
Vol. 216: Crítica y descolonización. El sujeto colonial en la cultura latinoamericana. Beatriz Gonzá-
lez Stephan y Lucía Helena Costigan (Coordinadoras).
Vol. 217: Sobre Gobernadores y Residencias en la Provincia de Venezuela. (Siglos XVI, XVII, XVIII).
Letizia Vaccari.
Vol. 218: Paleografía Práctica (su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezola-
nos). Antonio José González Antías y Guillermo Durand González.
Vol. 219: Tierra, gobierno local y actividad misionera en la comunidad indígena del Oriente venezo-
lano: La visita a la Provincia de Cumaná de don Luis de Chávez y Mendoza (1783-1784).
Antonio Ignacio Laserna Gaitán.
Vol. 220: Miguel José Sanz. La realidad entre el mito y la leyenda. Lenín Molina Peñaloza.
Vol. 221: Historia de Barinas (1911-1928). Virgilio Tosta. Tomo V.
Vol. 222: Curazao y la Costa de Caracas: Introducción al estudio del contrabando en la Provincia
de Venezuela en tiempos de la Compañía Guipuzcoana 1730-1780. Ramón Aizpúrua.
Vol. 223: Configuración textual de la recopilación historial de Venezuela de Pedro Aguado. José
María Navarro.
Vol. 224: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558-1810). Roberto
Picón Parra. Tomo III.
Vol. 225: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558-1810). Roberto
Picón Parra. Tomo IV.
Vol. 226: El ordenamiento jurídico y el ejercicio del derecho de libertad de los esclavos en la provin-
cia de Venezuela 1730-1768. Marianela Ponce.
Vol. 227: Los fiscales indianos origen y evolución del Ministerio Público. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 228: Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su Historia 1682-1819. Ana Cecilia
Peña Vargas. Tomo I.
Vol. 229: Historia social de la región de Barquisimeto en el tiempo histórico colonial 1530-1810.
Reinaldo Rojas.
Vol. 230: Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su historia 1682-1819. Ana Cecilia Peña
Vargas. Tomo II.
Vol. 231: El Teniente Justicia Mayor en la Administración colonial venezolana. Gilberto Quintero.
Vol. 232: En la ciudad de El Tocuyo. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo I.
Vol. 233: En la ciudad de El Tocuyo. Nieves Avellán de Tamayo. Tomo II.
Vol. 234: La conspiración de Gual y España y el ideario de la Independencia. Pedro Grases.
Vol. 235: Juan Picornell y la conspiración de Gual y España. Casto Fulgencio López.
Vol. 236: Aportes documentales a la historia de la arquitectura del período hispánico venezolano.
Carlos F. Duarte.
Vol. 237: El mayorazgo de los Cornieles. Zulay Rojo.
Vol. 238: La Venezuela que conoció Juan de Castellanos. Siglo XVI (Apuntes geográficos). Marco
Aurelio Vila.
Vol. 239: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Ana Cecilia Peña Var-
gas. Tomo I.
Vol. 240: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Ana Cecilia Peña Var-
gas. Tomo II.
Vol. 241: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Ana Cecilia Peña Var-
gas. Tomo III.
Vol. 242: Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en 1783. Carlos Duarte.
Vol. 243: Dos pueblos del sur de Aragua: La Purísima Concepción de Camatagua y Nuestra Señora
del Carmen de Cura. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 244: Conquista espiritual de Tierra Firme. Rafael Fernández Heres.
Vol. 245: El Mayorazgo del Padre Aristiguieta. Primera herencia del Libertador. Juan M. Morales.
Vol. 246: De la soltería a la viudez. La condición jurídica de la mujer en la provincia de Venezuela en
razón de su estado civil. Estudio preliminar y selección de textos legales. Marianela Ponce.
Vol. 247: Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. José del Rey Fajardo, S. J. Tomo I.
Vol. 248: Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. José del Rey Fajardo, S. J. Tomo II.
Vol. 249: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII). Compilación de los textos,
notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Tomo I.
Vol. 250: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII). Compilación de los textos,
notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Tomo II.
Vol. 251: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII). Compilación de los textos,
notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Tomo III.
Vol. 252: Aristócratas, honor y subversión en la Venezuela del Siglo XVIII. Frédérique Langue.
Vol. 253: Noticia del principio y progreso del establecimiento de las misiones de gentiles en río
Orinoco, por la Compañía de Jesús. Agustín de Vega. Estudio introductorio de José del Rey
Fajardo, S. J. y Daniel Barandiarán.
Vol. 254: Patrimonio hispánico venezolano perdido (con un apéndice sobre el arte de la sastrería).
Carlos F. Duarte.
Vol. 255: Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Choroní, Chuao
y Zepe. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo I.
Vol. 256: Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Choroní, Chuao
y Zepe. Lucas Guillermo Castillo Lara. Tomo II.
Vol. 257: Separación matrimonial y su proceso en la época colonial. Antonietta Josefina De Rogatis
Restaino.
Vol. 258: Niebla en las sierras. Los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela 1550-1625.
Horacio Biord.
Vol. 259: Asentamiento español y articulación interétnica en Cumaná (1560-1620). Ricardo Igna-
cio Castillo Hidalgo.
Vol. 260: Francisco de Miranda y su ruptura con España. Manuel Hernández González.
Vol. 261: De la Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar de Zaragoza al convento de San Francisco. Edda Samu-
dio.
Vol. 262: La República de las Letras en la Venezuela Colonial (la enseñanza de las Humanidades en
los colegios jesuíticos). José del Rey Fajardo S.J.
Vol. 263: La estirpe de las Rojas. Antonio Herrera-Vaillant B.
Vol. 264: La estirpe de las Rojas. Antonio Herrera-Vaillant B.
Vol. 265: La artesanía colonial en Mérida (1556-1700). Luis Alberto Ramírez Méndez.
Vol. 266: El Cabildo de Caracas. Período de la colonia (1568-1810). Pedro Manuel Arcaya.
Vol. 267: Nuevos aportes documentales a la historia de las artes en la provincia de Venezuela (pe-
ríodo hispánico). Carlos R. Duarte.
Vol. 268: A son de caja de guerra y voz de pregonero. Los Bandos de Buen Gobierno de Mérida.
Venezuela 1770-1810. Edda O. Samudio y David J. Robinson.
Vol. 269: El Nudo Deshecho: compendio genealógico de el Libertador. Antonio A. Herrera-Vaillant B.
Vol. 270: Los Jesuitas en Venezuela. Nosotros también somos gente. Indios y Jesuitas en la Orinoquia.
José del Rey Fajardo.
Vol. 271: El cabildo de Caracas durante el período de los Borbones: cartas del cabildo de Caracas
1741-1821. Lila Mago de Chópite.
Vol. 272: La provincia de Guayana para mediados del siglo XVIII. Manuel Alberto Donís Ríos.
BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Serie Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela
INDIVIDUOS DE NUMERO
I. GUILLERMO MORÓN
II. ERMILA DE VERACOECHEA
III. CARLOS F. DUARTE
IV. MARIO SANOJA OBEDIENTE
V. TOMÁS ENRIQUE CARRILLO BATALLA
VI. MARIANELA PONCE
VII. RAMÓN TOVAR LÓPEZ
VIII. JOSÉ DEL REY FAJARDO, S.J.
IX. MANUEL RODRÍGUEZ CAMPOS
X. ELÍAS PINO ITURRIETA
XI. JOSÉ RAFAEL LOVERA
XII. PEDRO CUNILL GRAU
XIII. GERMÁN JOSÉ CARDOZO GALUÉ
XIV. INÉS QUINTERO
XV. GERMÁN CARRERA DAMAS
XVI. MARÍA ELENA GONZÁLEZ DELUCA
XVII. MANUEL DONÍS
XVIII. EDGARDO MONDOLFI GUDAT
XIX. María Elena Plaza
XX. Diego Bautista Urbaneja
XXI. Rogelio Pérez Perdomo
Los Académicos de Número y los Miembros Correspondientes son colaboradores natos de este Boletín. La colaboración
de otros autores sólo se publicará cuando sea solicitada. Ni la Academia ni la Comisión Editora de su Boletín son necesari-
amente responsables de las ideas expresadas por los colaboradores.
Publicación arbitrada, propiedad de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
ISSN: 0254-7325
SUCESIÓN DE ACADÉMICOS
A. J.P. Rojas Paúl, Fundador de la Academia como Presidente de la República. (No provista después de su muerte).
B. Vicente Coronado - Rafael Villavicencio - Lisandro Alvarado - Mario Briceño Iragorry - Alfredo Boulton - Pedro
Grases - Héctor Bencomo Barrios - María Elena Plaza (19).
C. José de Briceño - Manuel María Urbaneja* - León Lameda* - Pablo Giusseppi Monagas - Alfredo Jahn - Julio
Planchan - Jesús Sanabria Bruzual* - Héctor Parra Márquez - Santiago Gerardo Suárez - Simón Alberto Consalvi -
Rogelio Pérez Perdomo(21).
D. Julián Viso - José Manuel de los Ríos* - R. López Baralt - Andrés Ponte - Héctor García Chuecos - José Carrillo
Moreno - Lucas Guillermo Castillo Lara - Germán José Cardozo Galué (13).
E. Ezequiel María González - Jesús Muñoz Tébar - Pedro Manuel Arcaya - Edgar Sanabria - Marianela Ponce (6).
F. Laureano Villanueva - José Ladislao Andara - José E. Machado - Pedro Emilio Coll - Mariano Picón Salas - Jerónimo
Martínez Mendoza - José Luis Salcedo-Bastardo - Manuel Caballero - Manuel Donís (17).
G. Martín J. Sanabria - Andrés Mata - César Zumeta - Luis Beltrán Guerrero - José Rafael Lovera (11).
H. Jacinto Regino Pachano - Ricardo Ovidio Limardo* - Heraclio Martín de la Guardia* - Ángel César Rivas
- Caracciolo Parra León - Cristóbal Benítez - José Núcete Sardi - Osear Beaujón - Ramón Tovar Lopéz (7).
I. Amenodoro Urdaneta - F. Tosta García - Vicente Dávila - Carlos Felice Cardot - Carlos F. Duarte (3).
J. Jacinto Gutiérrez Coll - Guillermo Tell Villegas* - Julio Calcaño - Felipe Francia - Excelentísimo Nicolás E. Navarro
- Eminentísimo Cardenal José Humberto Quintero - Rafael Fernández Heres - Edgardo Mondolfi Gudat (18).
K. J. M. Nuñez de Cáceres - José Gil Fortoul - Jesús A. Cova - Blas Bruni Celli - Diego Bautista Urbaneja (20).
L. Diógenes A. Arrieta - Félix Quintero - Luis Correa - Augusto Mijares - Tomás Polanco Alcántara - Inés
Quintero (14).
LL. Francisco González Guinán - Rafael Requena* - Pedro José Muñoz - Mario Sanoja Obediente (4).
M. Andrés A. Level - Pedro Ezequiel Rojas* - Vicente Lecuna - Eduardo Picón Lares* - Mario Briceño Perozo - Manuel
Rodríguez Campos (9).
N. Andrés Silva - Manuel Fombona Palacio - R. Villanueva Mata - Diego Bautista Urbaneja* - Enrique Bernardo
Nuñez - Carlos Manuel Möller - José Antonio Calcaño - José Antonio de Armas Chitty - Elías Pino Iturrieta (10).
O. Rafael Seijas - Eduardo Calcaño* - José María Manrique - Eloy G. González - Jesús Arocha Moreno - Ángel Francisco
Brice - Ildefonso Leal**.
P. Telasco A. Mac Pherson - Manuel Diez - Santiago Key-Ayala - Guillermo Morón (1) actual Decano.
Q. Marco Antonio Saluzzo - Francisco Jiménez Arráiz - Cristóbal L. Mendoza - Ermila de Veracoechea (2).
R. Teófilo Rodríguez - Juan José Mendoza - Joaquín Gabaldón Márquez - Manuel Pérez Vila - Manuel Alfredo
Rodríguez - Pedro Cunill Grau (12).
S. Eduardo Blanco - Laureano Vallenilla Lanz - Esteban Gil Borges* - Diego Carbonell - Antonio Alamo - Ramón
Díaz Sánchez - Tomás Pérez Tenreiro - José del Rey Fajardo (8)
T. Felipe Tejera - M. Díaz Rodríguez - Luis Alberto Sucre - Caracciolo Parra Pérez - Ramón J. Velásquez**.
V. Luis Level de Goda - Ángel Rivas Baldwin* - Carlos F. Grisanti - Rufino Blanco Fombona - Ambrosio Perera -
Nicolás Perazzo - Tomás Enrique Carrillo Batalla (5).
X. Antonio Parejo - Pbro. Ricardo Arteaga - Rafael Cabrera Malo - Plácido Daniel Rodríguez Rivero - Lucila L. de Pérez
Díaz - Rafael Armando Rojas - Germán Carrera Damas (15).
Y. R. Andueza Palacio - Manuel Clemente Urbaneja* - José Santiago Rodríguez - Virgilio Tosta - María Elena González
Deluca (16).
Z. Pedro Arismendi Brito - Manuel Segundo Sánchez - Eduardo Röhl - Arturo Uslar Pietri - Santos Rodulfo Cortés**.