AA - VV Barbarismos Queer Seelección PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 22

C b d n

Esta obra puede ser distribuida, copiada y exhibida por terceros si se muestra en los créditos.
No se puede obtener ningún beneficio comercial y las obras derivadas tienen que estar bajo
los mismos términos de licencia que el trabajo original.

Diseño de la colección: Joaquín Monclús

Ilustración de la cubierta: Señora Milton

© R. Lucas Platero Méndez, María Rosón Villena y Esther Ortega Arjonilla, 2017

© Edicions Bellaterra, S.L., 2017


Navas de Tolosa, 289 bis. 08026 Barcelona
www.ed-bellaterra.com

Impreso en España
Printed in Spain

ISBN: 978-84-7290-829-1

Impreso por Prodigitalk. Martorell (Barcelona)


Binari smo

Cristina Mateas Casado

Palabras relacionadas: Jerarquía sexual , sistema sexo/género,


diferencia sexual , dispositivo de género , dicotomía, distinciones
binarias.

Se trata de un pensamiento hegemónico que representa la real i dad


desde una concepción dicotómica y opositiva, basada en la i dea gené­
rica de creación del mundo y de complementariedad de los sexos , que
ha consolidado una jerarquía sexual . El bi nari smo es una superestruc­
tura del poder, lo que Monique Witti g denominó como un «pensa­
miento de la domi nación» (1992, p. 54). Es un modelo de pensamiento
rígido y androcéntrico que se confi gura exclusivamente por la rela­
ción entre dos géneros de carácter opuesto y jerárquico, en el que no
han sido contempladas todas las identidades sexuales ni expresiones
de género. El resul tado es una forma de relación esencial i sta, jerárqui­
ca y discrimi natoria en la que solo hay dos géneros (culturales) porque
exclusivamente hay dos sexos (naturales) .
La natural eza y la diferencia biológica ( basada en los órganos
reproducti vos) constituyeron la seña de identidad básica del artefacto
cultural bi nario. El sistema binario, nombrado por Gayle Rubi n (1975)
como si stema «sistema sexo/género» , nutrió a lo largo de los si glos la
confi guración de todas las extensiones bi narias que sustentan la no­
ción de un mundo único, si ngular ( mascul i no, occidental , heterosexual
y blanco) y rígido, enfrentado a lo otro , o a la otredad en la noción que
Si mone de Beauvoi r (1949) uti l i zó en su obra El segundo sexo para
descri bi r la domi nación masculina. En este modelo de domi nación ,
«los otros» representan lo «menos bueno» sirviéndonos de las pal a-
Cis

Antar Martfnez- Guzmdn

Palabras relacionadas: trans* , cisgenero , cissexual , cisnormati­


vidad , cissexismo , cisgenerismo.

El prefijo «ciS» , abreviación común de «ci sgénero» o «cissexual » , es


un térm i no usado como adjeti vo para desi gnar a personas cuya i denti ­
dad de género asumida coincide con aquel la que se les ha asi gnado al
nacer, en función de criterios normati v os de correspondencia entre ca­
racterísticas del denomi nado sexo biológico y la identidad de género .
Se refiere , pues , a la conformidad de la auto-identificación personal
con respecto a la identidad de género concedida ( por el aparato médi­
co-j urídico-social ) . Por defi nición , el térmi no «ci s » di sti ngue a perso­
nas que no se i dentifican como transgénero o transexuale s .
E l prefij o « c i S » h a dado tam bién ori gen a l térmi no «ci ssexi smo»
o «ci sgeneri smo» , que se refiere a las prácticas de discri mi nación di­
ri gidas contra personas cuya i denti dad o expresión de género difiere
en al guna medida de la categoría de género que se les ha asi gnado al
nacer o de las expectati vas sociales asociadas a la mi sma. Dicho tér­
m i no tam bién es uti l i zado para evi denciar la posición de pri v i l egio
que ocupan las personas que expresan o asumen esta correspondencia
normativa (las personas que no son tran s * ) . Se trata así, de una forma
de discrimi nación basada en la expresión e identidad de género . Como
una variante de la noción de «sexi smo» , la especificidad del fenómeno
que nom bra reside en que no se refiere a la diferencia jerárquica entre
los sexos mascul i no y femeni no ( sexismo) , ni a aquel la que afecta a
personas con orientación sexual di sti nta a la heterosexual idad ( hetero­
sexi smo) ! s i no que señala la relación probl emática entre la i dentidad
3
Cis ---- 8

a s i g na da social mente en función de determi nadas características bio­


l ó g i cas y la variabi l idad de experi encias y expresiones de género que
es cap an a di cha des i g naci ón . Por tanto , l a noción de cissexismo
p ro bl ematiza la correspondencia unívoca entre sexo e i dentidad de gé­
n ero que con frecuencia se de por sentada aún en contextos fem i ni stas
0 l és bic o-gai s .
E n tanto conj unto d e prácti cas si stemáticas d e di scri mi nación ,
i n s critas en la cultura y la estructura social , ejercidas a través de múl­
tip les mecani smos tanto simból icos como materiales , se considera que
éstas i nstauran un régi men de «cisnormati vidad» . É sta puede defi ni rse
como un mecani smo instituido de v i gi l ancia y sanción a personas que
m uestran variaciones de género que les alejan de las identidades do­
m i nantes, pero además funciona como canon prescripti vo y regulato­
rio para todas las i dentidades de género . Por el campo de experiencias
y fenómenos a los que refieren , los térmi nos cis- ( género , sexual , se­
xi smo, normati v idad) están ínti mamente v i nculados con el problema
d e la transfobia.

Ori gen y apropiaciones

El prefij o cis provi ene del latín y suele traduci rse como «del lado de»
o «de este lado» . En contraposi ción , el prefijo «trans » expresa «a tra­
v é s de» , «más al lá» o «al otro lado» . Al añad i r el sufijo «género» a
am bos términos , éstos emergen como adjeti v os descri ptivos . Por tan­
to , de sde el punto de v i sta eti mológico , «ci s» y «trans » resultan térmi ­
nos an tóni mos . Como muchos térmi nos v i nculados c o n l o s estudios
de géne ro y la teoría queer desarrol lados en las últi mas décadas , «cis­
g é nero » y los térmi nos asociados al mi smo surgen pri nci pal mente en
c onte xtos angloparlantes para después mi grar a contextos castellano­
p arl an te s y a otras lenguas . Su emergencia ocurre en el contexto del
act i v i s mo y los estudios queer, situados en el marco más general de la
l uc h a h
istórica y colecti va por el reconocimiento y los derechos de las
Pe rs on as trans * ( McGeeny y Harvey, 201 5 ) .
Con respecto a s u s usos tempranos , con frecuencia s e atri buye el
Pri me r regi stro del térm i n o a la bióloga Dana Leland Dafosse , quien
1 0 uti l izó en 1 994 en un grupo v i rtual de temas trans* (alt .transgende­
re d ) , se g uido del uso que hace Carl B uj i s en otro grupo onl i ne s i m i lar
Despatologización

Amets Suess Schwend

Palabras relacionadas: activismo, clasificación diagnóstica,


transfobia, derechos humanos trans* .

Por despatologización trans * 1 se entiende la perspectiva teórico-acti­


vi sta que conceptual iza los procesos de transición entre los géneros no
como enfermedad o trastorno mental , sino como derecho humano . El
acti v i smo i nternacional por la despatol ogización trans* demanda la
retirada de la clasificación diagnóstica de la transexual idad como tras­
torno mental de los manuales diagnósticos DSM y CIE.2 Además , rei­
vindica la cobertura públ ica de una atención sanitaria dirigida a perso­
nas trans* de la más alta cal idad disponible, así como un cambio del
modelo de atención desde un paradigma de eval uación hacia un enfo­
que de acompañamiento y deci sión i nformada . Como otras demandas
relevantes se puede nombrar el reconoci miento legal del nom bre y
género sin requisitos médicos , la protección contra la violencia trans ­
fóbica, así como la despatologi zación de la diversidad de género en la
i nfancia.3

1 A lo largo del texto, utilizaré el asterisco en «trans*» para destacar la diversidad de


.

expresiones, trayectorias e identidades de género existente en las comunidades y acti·


vismos trans* (Tompkins, 2014) .
2 . DSM , Manual Diagnóstico y Estadístico d e Trastornos Mentales publicado por l a
APA , American Psychiatric Association y CIE, Clasificación Internacional Estadístic a
de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud, editada por la OMS , Orga·
nización Mundial de la Salud .
3 . Un anál isis de las demandas y estrategias del activismo por la despatologizacióll
trans* , así como de su proceso de emergencia e internacional ización se puede encon·
trar, entre otr*s , en: Adrián (2013); Araneta Zinkunegi (201 2); Cabral (2009, 201 0·
gización
l )c sp atolo ------- 141

El marco de derechos humanos constituye un referente relevante


pa ra el acti vismo por la despatologización trans* , cuya apl icación al
á m bito de la di versidad sexual , corporal y de género se desarrolla en
l os Prin cipios de Yogyakarta .4 Además , la perspecti va de despatologi ­
z a c i ón se sitúa en el marco más ampl i o de un cuestionamiento de di­
n ám i cas de psiquiatrización y violenci a i nstitucional . En este sentido ,
e l c on cepto de despatol ogización hace referencia al cuestionamiento ,
a l a d enuncia y a l a demanda de cese de cualquier práctica basada en
l a c on ceptual i zación de la diversi dad sexual , corporal y de género
c o mo enfermedad , trastorno o anomal ía, así como a la defensa de su
respeto, reconoci m iento y celebración en el ámbito fam i l i ar, social ,
ed ucati vo, clínico y jurídico.

Proceso de emergencia e i nternacionalización

El proceso de emergencia e internacional i zación del concepto de des­


patologi zación trans * se puede anal i zar desde la conceptual ización de
l os procesos de formación discursiva como múlti ples , difusos y situa­
dos dentro de «las condiciones positivas de un haz complejo de rela­
ciones » , i ncl uyendo procesos institucionales , económicos y soci ales
( Foucault , 2003 [ 1 969] , pp. 73 -74) . A conti nuación , esbozaré su emer­
gen ci a y difusión i nternacional desde la responsabil idad ético-pol ítica
i nh ere nte a mi propia perspecti va teórico-acti vista , la mirada autocrí­
ti c a pre sente en el ámbito acti vi sta y el reconocimiento del carácter
c a m bi ante y cultural mente diverso del concepto .
A lo largo de la última década, se puede observar una creciente
di f usi ó n del concepto de despatol ogización en el marco de un acti v i s­
mo i nte rnaci onal por la despatologi zación trans* , así como en re­
fl e x i o nes teóricas contri buidas desde perspectivas académicas trans * .
D es de octubre de 2007, se convocan manifestaciones coordi nadas por

20 1 4); Missé (2010, 2 0 1 2) ; Missé , Coll - Planas (2010) ; Platero (2009, 201 1 ) ; S uess
< 2 0 1 0 ); Suess Schwend (2016); Suess, Espi neira y Walter Crego (2014).
4 · Los Principios d e Yogyakarta sobre la Aplicación d e la Legislación Internacional
cJ,, D erechos Humanos en Relación con la Orientación Sexual y la Identidad de Géne­
�º · P res entados en 2007 al Consejo de Derechos H umanos de la ONU, se han conver-
l i do e n una referencia relevante en la defensa de los derechos humanos de las personas
.C i T B I .
Gordofobia

Lucrecia Mass on

Gordofobi a es un término uti l i zado para hacer referenci a al odio haci a


los cuerpos que no encaj an en los patrones corporales normati vos ( Á l­
varez Casti l l o , 2014, p . 36) . Es una expresión de odio, es una forma de
rechazo y patologización de los cuerpos gordos . En palabras de Mag­
dalena Pi ñeyro , l lamamos gordofobia a la di scri m i nación a la que nos
vemos sometidas las personas gordas por el hecho de serlo. Hablamos
de humi llación , i nv i si bi l i zación , mal trato , i nferiori zación , ridiculiza­
ción , patologización , marginación , excl usión y hasta ej ercicio de vio­
lencia física ej ercida contra un grupo de personas por tener una deter­
minada característica física: la gordura (Pi ñeyro , 2016, p . 48) .
Para pensar la gordura tenemos que entender que exi ste un mar­
co epi stemológico que promueve la del gadez como un valor de salud
y bel leza . La gordofobi a opera como un mecani smo que controla Y
produce cuerpos normales. Engordar es una amenaza . A través del i m ­
perati vo de sal ud , esta amenaza se vuelve una política de control s o­
cial . Laura Contrera dice , solo el prej uicio y la gordofobi a leen Jos
cuerpos de una manera unívoca: una fi cción médico-pol ítica natu ral i ­
zada hace presumir que la del gadez es sal udabl e y que la gordura en
todas sus expresi ones es índice de enfermedad y al go malo en sí m i s­
mo (Contrera y Cuel lo, 201 6 , p. 35 ) . El capi tal i smo promueve la gor­
dofobia a la vez que ofrece técnicas para la desaparición de las pers o­
nas gordas . Fabrica cuerpos a parti r de i mágenes que aleccion an /
adoctri nan la mirada , marca esa l ínea que se ha perdido o que es pos i ­
ble perder, a la vez que despl i ega toda una batería de técni cas de l
cuerpo a través de las cual es se puede l l egar al estado deseado , es e
donde serás por fi n fel i z , técni cas que, es bien sabi do , fal lan cas i
. rdofob ia 209
( 1 <1
-------

�i e rn p re Lo que se vende es la i l usión del cuerpo al que si endo obe­


.

diente, se podrá acceder, lo que además convierte a las personas gor­


das e n u n cuerpo en tránsito que va en busca del cuerpo i deal . '
La industria de la dieta da lugar a un mercado gordofóbico , que
es l o su fi ci entemente d i versifi cado como para atender a las necesida­
d e s d e cada bol s i l l o . Hay propuestas para modificar el cuerpo hacia la
d e l g ade z desde lo más sofi sticadas y caras , hasta todo tipo de fajas o
batidos h i pocalóricos de baj o coste al alcance de las clases populares.
po d e rno s habl ar de tecnologías de normal i zación corporal : d ietas ,
oI:' i rn na sios , l i posucción , balón gástri co, purgas o si ropes carísi mos
q u e sostienen el ayuno. También están los cl ubes de dieta, dieti stas ,
l i bros de dieta, comidas y supl ementos dietéticos , supresores del ape­
t i to. etc .
El peso y el estar en l ínea como di spositivos de control se hacen
presentes en al gún momento de la vida, me atrevería a decir, de casi
todos los cuerpos que se i n scri ben dentro del capital i smo como modo
de ordenación de la vida, especial mente las corporal idades asociadas
a lo femenino. Se siembra la gordofobia en pos de un si stema que re­
q u i ere cuerpos producti vos y reproductivos , ágiles y dóci les, de exis­
tencias exitosas y sin demasiados cuestionamientos de lo normal . Des­
c u b ri rse en el margen de lo normal y deseable puede produci r el
efe cto que busca y dej arnos en la soledad y opresión de una exi stencia
i n c ó m o da, o por el contrari o (y éste es el camino que desde los acti ­
v i s mo s gordos proponemos) hacer de esa i ncomodidad una excitante
m an era de estar en el mundo, encontrándonos con otras i ncómodas
q u e andan por ahí (y son muchas) y rechazando los di scursos que pro­
m ueven el exterminio de nuestras corporal idades , abriendo así posi bi - ·
l i d ad es a la vida.
La gordofobia opera , entre otras formas , a parti r de la culpa. Eres
l a e n tera culpable de tu estado equivocado . No hay pena por la condi­
ci ó n corporal de la persona gorda, sino que hay reproche . Entendi endo
q u e h ay una vol untad (o falta de voluntad) detrás del cuerpo gordo.2

1. La idea de cuerpo en tránsito es una interesante reflexión que he leído en el fanzi­


nc del colectivo Cuerpos Empoderados, disponible en <http://cuerposempoderados .
11 · 1 x .
com/ gordas>.
2 Esta idea se encuentra extensamente trabajada por Magdalena Piñeyro en su li bro
St op g ordofobia y las panzas subversas, cuando habla del tripartito gordofóbico: mo­
ra l . salud, estética.
210 ______ Barbarismos qlleb

Hay en l a gordofobia tam bién un componente de cl ase . Ya no


opera la imagen/idea del cerdo burgués sino que se asocia la gordura a
las clases populares y sus hábitos descontrolados . Hablamos de cuer.
pos que no tienen acceso a gi mnasios ni di etas ni a otras tecnol ogías
de normal i zaci ón corporal . Ser gordo habl a de la falta de cuidado de
sí. Ser gordo es de mal gusto .
Otro aspecto es que la gordofobi a se i nternal i za: yo hago dieta
para sentirme bien, quiero bajar de peso para sentirme mejor. Es te es
un típico comentario de una persona típica en cualquier ciudad típica .
Entonces ¿Qué hacer si j ustamente eso que controla , que encors eta ,
genera placer? Estamos frente a un di spositi vo de control que se con ­
sume y en esta mi sma operación es capaz de tomar l a forma del bie­
nestar. El deseo de adel gazar se obedece y se traga .
En este sentido es que l a histori a de l a pal abra gordofobia no
puede s i no ser también la hi storia del movimiento que se acti va, entre
otras i deas , a partir de ella. Los acti v i smos gordos surgen de la necesi­
dad de poner en el centro l as corporal i dades gordas y de no perder de
vi sta que hay un eje de opresión que pasa por el exceso de vol ume n
del cuerpo y todo lo que de esta condición se desprende. Se presentan
como una respuesta a la domesticación y regi mentación de los cuer­
pos y contra la discipl i na hi gieni sta. Estos acti vi smos abren una posi­
bi l idad del cuerpo gordo como cuerpo puesto en diálogo , recl amo y
denuncia .

Genealogías otras

Es difícil que una genealogía logre desprenderse de lógicas colonial es .


Consi dero siempre i mportante sospechar del norte y sus recetas un i­
versal i stas que parecen poder apl icarse a cualquier geografía. Mi pro­
puesta aquí es ponernos a pensar en una genealogía otra que bus q u e
en el sur más que en el norte las voces que sugieren/i nspi ran/mo v i l i­
zan las carnes desbordadas por estas lati tudes . Se suele i ntuir que t os
conceptos v i ajan de norte a sur, creo que con las pol íticas de la gord u ­
ra el sentido de ese tráfico de saberes es di stinto , lo gordo se i nfi ltra
desde el sur. El acti vismo gordo en el estado español surge mi rando a
Lati noaméri ca. Es al l í donde se empieza a produci r di scurso en torno
a la gordura y a partir de este hecho el tema empieza a cobrar fue rza
Heteronormati vi dad

Miguel Á ngel L6pez Sáez1

La heteronormati v i dad es el régimen pol ítico, soci al , fi losófi co y eco­


nóm ico generador de violencias hacia todas aquel las personas que no
segui mos un patrón de género , de sexual idad , de prácticas y deseos
asociados a la heterosexual idad . Incl uso si se cumple con cada manda­
miento de lo considerado «normal » , si gue exi stiendo una i m portante
viol encia contra aquel las personas situadas en l os márgenes . Es u n
régi men pol ítico porque regula el poder, defi ne la comunidad y al in­
div iduo . Como expl ica B utler en Undoing Gender (2004/20 1 2) , la he­
teronorm ativ idad marca quiénes somos suj etos posi bles dentro de la
escena política. Cuando las v i das butch. femme, trans* y otras , i rrum­
pen en el marco social , están cuestionando lo que es humano . El co­
rrel ato de las «normas posi bi l i tadoras» marcan quién ha de ser oprimi­
do y agredido ( G i meno , 20 1 4) . Además , establece una máxi m a
on tológica sobre quién es el verdadero hombre-macho. Amar, des ear,
fol lar a otro hombre queda tajantemente prohi bi do . La heteronorm ati ­
vi dad estable ce un proyecto hegemoni zador e n la que todo lo rel ati v o
a l a sexu al i dad pertenece a la i ntimidad pri vada , mezcl ándose con
se nti mien tos amorosos y el parentesco ( Berlant y Warner, 1 998) .

1 . Usaré el género femenino y las palabras terminadas en «e» para represen ta r d e


ma nera más inc l usiva la diversidad de identidades , evitando las formas tradicio nales
enm arcadas dentro del bi narismo hombre/mujer, así como otras formas que se si rv en
de « * » o la « @ » , que pueden dificultar la lectura a personas con diversidades func io·
nales .
n
¡-¡ c t c ro o rmatividad
______ 229

D efi niendo , desde lo personal

H a c e u nos meses recibí un emai l invitándome a partici par en este l i ­


tiro . i n di caba: «Tienes q u e escri bi r sobre su signifi cado , su hi storia y
su p re sente en el contexto español » - decía la voz que retumba a su
a
p s o por
lo leído . Ahora bien , otra de mis voces hacía una relectura de
s usti tución de los «sues» por los «tues» . No es un mecanismo de i ndi­
v i d ual idad discapaci tante asoci ado a una enfermedad médi camente
est ab lecida, sino más bien una reapropi ación di agnóstica y uso sub­
v er s i vo de la escucha de voces . Desde ahí, donde me leo a veces como
un a s uperv i v iente , una v ícti ma en otras y un opresor algunas , tengo
q ue defi nir: LA HETERONORMA .
Pensaba empezar con un di scurso i ncendiari o , i nfl uido por los
consej os de mis ami gas Mar y El i , sobre cómo las pel i rroj as maricas
n o s hemos v i sto afectadas en nuestras corporal i dades di s identes al
tiempo que nos pri v i legia cuando somos leídas desde lo mascul i n o .
A u nque reconozco q u e me atrae , me centraré en al gunas pequeñas
experiencias que me han ayudado a situarme ante la heteronorma. Co­
menzaré con una experiencia profesional con un grupo terapéutico de
j óv enes . Dependiendo del grupo y mi estado anímico, me v i s i bi l izo
como bi sexual , homosexual , heterosexual o sin cl arificar, haciendo el
passing (o no) correspondiente . Voy cam biando mis orientaciones , de­
seos , pronombres con los que me refi ero y les refiero . Otras no. En
ocasiones j uego al despi ste y otras me caracteri zo como despi stada,
s i m plemente . Reconozco cierto placer en el vaci le y la confusión ante
l a fl uidez de i dentidades , el uso táctico o estratégico .
En esta ocasi ón compartía experiencias con un grupo d i verso de
ad ol e scentes de unos 1 5 años , ante los que decidí romper el hielo con
pre g untas sobre d i v ersos aspectos que nos conforman como perso­
nas , por ej emplo: ¿quién es heterosexual ? Un chaval respondió: «yo
no soy cosas raras de gays . . . No sé qué si gnifi ca heterosexual . Yo
so y l o normal , profe » . Decir «soy lo normal » , es la expresión más
co nci sa y cargada de signifi cado sobre lo que i mpl i ca la heteronor­
rnati v idad .
Los normales nos si túan en esas otras-cosas-raras , las otras-me­
n os - i mportante s , i ncl uso para el paradi gma académ i co . Recuerdo a
c i erta profesora i ndicándome que me constri ñese a lo que las rev i stas
« ci e ntíficas» quieren, para ser publ icabl e . ¡ Esto es cienci a ! Es Ja cien-
230 ______ Barbarismos qu,¡j.

cia que establece lo único , diferente a esas otras cosas ensayísticas 0


de reflexión o de cuidados que hacemos otras .

Ilustración de Isa Vázquez.

Somos las otras -cosas -raras , l as que somos cuestionadas y las


que ofendemos . D i go esto recordando una de esas cenas univ ersita­
rias , donde fui obl i gado a sentarme con las parej as v arones de m i s
ami gas . Yo era escéptico, no me apetecía tener que sentarme con des­
conocidos , pero decidí darles una oportuni dad desde un optim i s m o
causado por un v i no previo. Pero no pudo ser. Lo que podría ha berse
aventurado como una social i zaci ón divertida entre « machos » , pronto
acabó en tragedi a . Tratando de entablar conversación seguí a la «ma­
nada» y ante sus comentarios cosificadores sobre la camarera , añ adí:
«el camarero es muy guapo , también» . No fue bien reci bido . El ma­
cho-patri arca sentado a mi derecha soltó «no j odas que eres . . . No se
te nota» . Respondí «a ti tampoco» . Se armó, porque al señor y al re sto
que m i raban la escena , no se les tenía que notar nada. El único q u e
debía de dar expl i caciones de su anormal i dad , de avi sar del pel i gro .
era yo . No fuese a ser que el nov io de una de m i s compañeras de ca­
rrera se contagiase de «a saber qué» . Y es que siempre me ha gu stado
H d c ronormatividad ______ 23 1

"a rm arla» , «¿no podías estarte cal lado?» . Obviamente N O . Puedes ser
a n o rmal , mientras no des el «cante» y lo mantengas en pri vado .
Dar el cante siempre ha ido asociado a «la pérdida de acei te» , a
la p l uma, esos comportami entos o «parecimientos» con lo femenino.
y en la prácti ca sexual , no lo es menos . Apl icaciones de li gue que te
p reguntan : top or bottom ? Ante la i ndefinición , se encuentran los bien
defi nidos en sus roles o corporal mente , que i nsi sti rán en una categori ­
za c i ón certera. Pretenden gestionar tu i ndefinición sin i ncertidumbre .
La culpable de que no te entiendan eres tú .
En una tarde de verano decidí pararme en alguna plaza a leer
después del trabaj o . Hacía ti empo que no i ba a la que es hoy la Plaza
de Pedro Zerolo. Al sentarme , observé un grupo de adolescentes , que
a priori leí como varones maricas . Al acercarme escuché: «a mí me

gustan HOMBRES , no como el rubio que tiene una pi nta de pasiva­


-:.a » . Las que han estudiado lógica y releen la frase llegarán al razona­
mi ento: «Si es verdadero HOMBRE entonces no puede asumir una
práctica PASIVA sexual mente» . ¡ Basta ! - pensé . Me levanté v iolenta­
d o . Me sentí al go herido, aunque no hablaban de mí. Hablaban con tan
poco cuidado del otro y de sí mi smas que me i nundó la i ndi gnación .
Por lo que parece , las otras-cosas-raras no somos ajenas al di scurso
hegemónico y nos eri gi mos como señores-normal es-bien , señalando
l a ra reza de las que opri m i mos . Quizá cierta pedagogía de las opri m i ­
das nos/les permi tiese/permi ti ría reconocer nuestras/sus propias voces
Y d arn os/darse cuenta de nuestra/su auto-opresión . Intentando hacer
al go de pedagogía, nos i n v i to a conti nuar por un recorrido histórico y
refl e x i v o que contextual i ce la heteronormat i v i dad desde diferentes
di s c ursos epi stemológicos y pol íti cos dentro del panorama español .

Ace rca de la definición

La h eteronormati v i dad se considera como un régi men cul tural y fi lo­


sófi co porq ue establece el lenguaj e y la epi stemología posibles ; tiene
l a capacidad de crear lo que es legítimo y ci entífi co, y lo que es «lo
ot ro» y sobre lo que ha de «buscarse la causa» . Tal y como expresa
M o n ique Wi tti ng ( 1992) , el pensamiento heterosexual i m pone una i n­
t e rpretación total i zadora , donde:
232 ______ Barbarismos q14ee�

( . . . ) no tienes derecho a la palabra, porque tu discurso no es científico


ni teórico, te equivocas de nivel de análisis, confundes discurso y rea¡¡ �
dad , sostienes un di scurso ingenuo , desconoces esta o aquel la ci enci a
(Witttig , 1992/2010, p . 50) .

Una interpretación que aspi ra a la normal idad , que evita a toda costa
los estudi os que ponen en j aque el mito de la objeti vidad-neutrali dad
científica ( B ritzman , 1 998/2002; Wiegman , 1 997/2002) . Tam bién crea
la exclusión a través del currículo oculto (López, Echeita y Montero,
201 3) y el acoso para volver al cauce de lo correcto . Es un régimen
económico que establ ece un poder del capital sobre las personas , obli­
gando a las mujeres a ser dóci l mente heterosexuales ( MacKi noon ,
1 980; Rich, 1 980/ 1 996) . Adri anne Rich, detal la que «SU puesto de tra­
baj o depende de que fi nj a ser no simplemente heterosexual , sino una
mujer heterosexual en térmi nos de atuendo y rol femeni no y deferente
exi gido a las verdaderas muj eres» ( 1 980, p . 29) . Las normas hetero­
sexuales i m ponen no solo una orientación sexual , sino una determina­
da identi dad , en la que el género , la sexual i dad y el deseo , han de
perpetuar un si stema que eri ge como modelo al hombre-bl anco-hete ­
rosexual . Al gunas investi gadoras , como Kathleen Barry ( 1 984) , expli ­
can que la heterosexual i dad obl i gatoria i m pone a las m uj eres un so­
meti m i ento sex ual que normal i za el abuso. Una v i olencia que se
ej erce contra todas aquel las personas que transgreden lo heterosexual ,
establ eci éndose un «si stema jerárq uico de valor sexual » ( Rub in ,
1 984) . Es un régimen de terror, cuyo obj etivo pri nci pal es la ins crip­
ción de lo no humano.

Aproximación histórica

El concepto heteronormatividad surge dentro del marco de los es tu­


dios y pol íticas queer y de los femini smos Negros , l i gado a las l ucha s
de los fem i ni smos cyborg y los transfemini smos . Es un cuesti ona­
mi ento del orden social domi nante , desde el que l uchamos , resi st i ­
mos y sobrev i v i mos . Una norma i mpuesta que opri me al que no la
asume, con la que queremos romper y nos autodecl aramos m a ri c a s ,
bol leras , viciases , trans . . . No queremos i g uales derechos , lo quere ­
mos todo.
Homonormatividad

Enrique Latorre Ruiz y Jokin Al.piazu Carba/lo

Palabras relacionadas: heteronormatividad , normatividad, ne oli­


beralismo, capitalismo rosa, homonacionalismo, gay.

El térm i no homonormati v idad es una traducción di recta del i n glés ho­


monormativity , uti l i zado por los acti vi smos queer y mov i m i entos de
li beración sexual para denunciar aquel las prácticas de asi m i l ación de
ideales , valores, esti los de vida e i magi narios heterosexuales por parte
de las comunidades LGTB I , así como la i m posición social de model os
de identi dad y com portamiento . La normati v i dad homosexual se re­
produce en el tej ido social a través de representaciones y práctic as
di scursivas con las que se consol i da un modelo como el únic o legíti­
mo, cuestionando de este modo a toda aquella persona que difiera de
él . A sí, se generan jerarquías dentro de la propia comunidad LGTB I
que conducen aún más a los márgenes a aquellas prácticas o expresio­
nes de género disidentes , haciendo surgir nuevas formas de discri m i­
nación y v i olencia dentro y fuera de la propia com unidad .
En el terreno de l as pol íticas públi cas , un ej emplo es la l ey
1 3/2005 por la que se aprueban los matri monios entre personas del
mismo sexo en el estado español . Dicha ley fue ampl i amente cel ebra­
da por la mayoría de los colecti vos LGTB I , y criticada por al g u n o s
mov i m i entos queer y LGBTI . Entre sus argumentos se encuen tra el
hecho de que la ley reproduce la estructura heterosexual de la fam i li a;
valores occidental es , la monogamia; y un pl anteamiento teleoló gi co ,
la fi liación o descendenci a. Lo preocupante para esta crítica, no es q ue
se aprobase una ley que, al fi n y al cabo , ampl ia nuestra cuota de li ber­
tad , sino el trasfondo pol ítico de la ley: que fuese planteada para aq u e-
Intersecci onalidad

R. Lucas Platero

Palabras relacionadas: agencia, embodiment, empoderamiento,


enactment, ensamblajes, identidades, políticas, privilegios, racismo.

Simultaneidad , si stemas dual es , encrucijadas , i nterseccional idad , do ­


bles y tri ples di scri mi naciones , matrices de domi nación , si stemas en­
trelazados de opresión , di scri mi nación múltiple, i nterdependencia de
si stemas de opresión , entretej i mientos , urdimbres, co-constitucione s
de la opresión , agenciamientos y ensamblajes . Son solo al gunos de l os
térmi nos que se han uti l izado desde los años sesenta para poder refe­
ri rnos a una real idad encarnada: l as personas estamos atravesadas y
constituidas por diferentes organi zadores soci al es ; al gunos de ell os
son el género, la etnia, la clase , l a orientación sexual e identidad de
género, la diversidad funci onal , la procedencia nacional , y otros qu e
muy a menudo , se pierden junto a un lánguido etcétera al fi nal de una
li sta (B utler, 2007, pp. 278-279) . Lejos de ser «naturales» , estas cate ­
gorías son construidas socialmente y están i nterrelacionadas entre sí ,
posi bi l i tando un anál isis que no se l i m i te a descri bi r cuál es son tales
categorías , si no entender y articular qué papel j uegan en situaci one s
personales y estructural es dadas , facilitando procesos de resiste nc ia .
pero también de v ul nerabi lidad (Platero, 201 2) .
S e trata de u n conj unto de herramientas conceptuales que faci li ­
tan el anál isis crítico sobre las relaciones de poder, las posibi l i dades
de tener agencia y autodetermi nación sobre tu propi a v ida , res i s t ir
frente a la di scri mi nación , así como de señalar el pri v i legio que s e
di stribuye de manera desi gual (Johnson , 2002 , p . 7) . Son aproxi ma­
ci ones que prov ienen de los movimientos sociales , con el objeti v o de
1 11 1c rseccionalidad _______ 263

t ran sformar la sociedad ( hooks , 1 984) , y que pasan a formar parte l os


e st udios críticos femini stas , queer, anti rraciales , decol oniales , sobre la
J i ve rsidad funcional , entre otros . Tras i ncorporarse a la academia, a
\' ec es desde di scursos neutral i zantes ( Ere! et a l . , 2008) , estas herra­
m i en tas empiezan a formar parte de al gunas políticas públ icas i nterna­
c i on ales y estatales , a menudo ol vidando estas raíces transformadoras .
Es ta porosidad y transferencia del conocimiento pone de manifiesto la
i nte rrelación entre movimientos soci ales , experticia y academia, así
c orno los procesos de institucional ización y apropi ación de la i nter­
secci onal idad como herramienta que surge en un femi ni smo del punto
d e v i sta estructural i sta y Negro.
Los térmi nos mencionados al pri nci pio hacen referencia a las di­
ferentes perspecti vas sobre esta situación encarnada de simultaneidad
de opresiones , y como dice Yuderkys Espi nosa , «cada uno de estos
i ntentos de nombrar son un reflejo de una inconformidad con lo que se
al canza a esbozar a través de las propuestas anteriores» ( 20 1 4, p. 2 1 ) .
Evidencian desacuerdos y evol uciones conceptual es que aluden a l a
o p resión del sujeto m ujer, transi tando desde las metáforas que descri ­
ben y afirman la existencia de di sti ntas opresiones , ¿ son opresiones
dobles , tri pl es , múltiples? Para más tarde concebi r que estas opresio­
nes están entretej idas , aspi rando a desgranar su funcionamiento en un
c ontexto dado . De fondo, se hace tangible que en esta evolución se
parte de poder desafiar una idea universal del suj eto , como categoría
homogeneizadora , es decir, las mujeres , las personas afroespañolas , la
i nfancia . . . ¿Son grupos sociales con necesidades comunes , o más bien
c ontienen diferencias? Estos cuestionamientos no solo surgen al rede­
dor del sujeto pol ítico del femi nismo, sino en todos los movimientos
s ociales , con una conciencia de que estas categorías sociales han de
ser entendidas de manera plural . Es parte del tránsito a un femi ni smo
d e l a tercera ola (y de otros movimientos sociales , como anti rracismo,
t eo rías críticas con la diversidad funcional y la sexual idad , decolonia­
l es , etc . ) . También está l i gado a la conciencia de que esta idea uni ver­
sal del suj eto estaba favoreciendo las experiencias y saberes de una
Parte de la pobl aci ón , que estaban en una posición de tener pri v i le­
gi o s , frente a otras voces que se mantenían en l a periferia, a menudo
di fíci lmente identificables debido a procesos de invisibi l i zación .
------

Intersexualidades

Dau Garcfa Dauder y Nuria Gregori Flor

Palabras relacionadas: intersex, intersexualidad/es, desarrollo


sexual diferente (DSD), dualismo sexual , normalización quirúrgi­
ca, norma/diversidad corporal binarismo .

El térmi no intersexual idad refiere a personas que nacen con caracte­


rísticas sexuales (i ncl uyendo genitales , anatomía reproducti va, góna­
das y/o cromosomas) que no encajan en la noción típica bi naria de
cuerpos mascul i nos y femeninos . Es un término paraguas que se us a
para descri bi r un amplio abanico de variaciones corporales naturale s .
En al gunos casos de i ntersexual idad , los rasgos son v i s i bles al naci ­
miento - por la estructura, la forma y el tamaño de los genitales ex­
ternos - , mientras que en otros no se descubren hasta la pubertad o
incl uso posteriormente - por una hernia i ngui nal , ausencia de mens ­
truación , desarrol lo de pechos en chicos , esteri lidad , etc . Muchas de
las variaciones no tienen porqué ser vi si bles en la apariencia externa.
Según al gunos estudios , la prevalencia esti mada de condiciones inte r­
sexuales es 1 entre 4.500-5 .500- la esti mación superior sería s imilar
al número de población pel i rroja ( Sax , 2002) .
Al i gual que otros térmi nos , «i ntersexual idad» es un conc epto
dependiente de un contexto moderno-colonial dual i sta. Situarlo es im­
portante porque dej a abiertas otras formas de entenderla más allá de l
marco i nterpretati vo de la medicina moderna . Son varios los trabajos
que han recogido su s referentes mitológicos o premodernos l i gado s
históricamente al «hermafroditi s mo» o a otras forma s de «tercer s exo»
no a s i milables al dual i s mo sexual ( Herdt, 1 993 ; Vázquez y Moreno.
1 997) . Según la s época s y lo s enclaves geográficos , estos refere n tes
1 1 1 1c rsex ualidades ------- 273

he rm anados con la i ntersexual idad moderna podían al udi r a caracte­


r ís ti c as anatómicas , pero también psicológicas , sociales o i ncluso má­
o i ca s . Reli gión , derecho y medicina son las pri nci pales instancias que
h i st óricamente han tratado de regular el «sexo verdadero» en cuerpos
y v i das que i nterfi eren los l ím i tes del dual i smo sexual ( Foucaul t ,
1 985 ) .
A pesar de que el término i ntersexual idad tiene su ori gen en la
zoo l ogía, concretamente en el trabajo de Goldsmith ( 1 917) , Gregario
Marañón es quien lo desarrolla en su trabajo Evolución de la sexuali­
dad y los estados intersexuales publicado en 1 930, para nombrar, estu­
d i ar y vigilar desarrol los sexuales no normati vos o «ambiguos» en
té rmi nos médicos . Marañón entendió por estados i ntersexuales «aque­
l los casos en que coi nciden en un mi smo i ndividuo - sea hombre , sea
m ujer- esti gmas físicos o funcionales de los dos sexos ; ya mezclados
en proporciones equi valentes o casi eq uivalentes ; ya, y esto es mucho
más frecuente , con i ndi scuti ble predominio del sexo legítimo sobre el
espurio» ( 1 930, p. 4) . No obstante , en su trabaj o , al gunas formas de
i ntersexual idad se corresponderían con lo que hoy conocemos como
homosexualidad , transexual idad o travesti smo.
Así, las definiciones de i ntersexual idad o estados intersexual es ,
sus significados , clasificaciones, usos y sobre todo sus apropiaciones ,
han sido actual i zadas o han m udado con el paso de los años . De he­
c ho, en la l l amada «era de las gónadas» del siglo XIX (Dreger, 1 998) ,
por ser las gónadas el pri nci pal criterio en la determi nación del sexo,
térmi nos como «hermafroditi smo» o «pseudohermafroditismo mascu­
l i no y femenino» fueron los uti l i zados para denomi nar las «di scordan­
c i as entre sexo cromosómico, gónadas y genitales» . Décadas después ,
l a m edicina segui ría siendo la autoridad para regular, siempre patolo­
g i z ando , todos los cuerpos sexuados no normati vos , cambiando los
c ri terios de asi gnación de un sexo y las formas de i ntervención . Ya en
el siglo XXI , en el contexto español , la intersexual idad es defi nida
com o el «resultado de errores en el desarrol lo del feto, ya sea a ni vel
c ro mosómico, embriológico o por defectos bioquímicos» (Pi ró, 2002 ,
p . 1 29) .
A l o l argo del tiempo, el término i ntersexual idad permanecerá
sec uestrado en la esfera médica, ajeno y desconocido por l as personas
a quienes apelaba , e invi sible o l leno de estereoti pos y prej uicios en
o t ros ámbitos de lo social . A estas personas y a sus fami l ias se les co-
Performatividad

Iñaki Este/la

Del i nglés , performativity . Concepto que engloba todo un conjunto de


teorías que , partiendo de una concepción anti -esencial i sta y construida
de la subjeti v i dad , enti ende la i denti dad (en un pri mer momento de
género y posteriormente en su total idad) como el desenvol v i miento de
una serie de normas , di scursos y acti tudes previamente exi stentes. Se­
gún l a teoría de la performati v i dad , la i denti dad no responde a una
real i dad natural i nmutable , sino a noci ones construidas a partir del
lenguaj e , del di scurso y del poder.
La teoría de la performati v idad tiene origen en los planteami en­
tos fem i ni stas de pri ncipios de los noventa a parti r de los cuales se
ampl ía hasta referi rse de forma general a todos los modelos de identi ­
fi cación del suj eto . Esta corriente del fem i ni smo partió de la fi losofía
del lenguaje y del postestructural i smo para proponer que el sujeto no
es una determi nación biológica sino una construcción cultural pues ta
en marcha antes i ncluso de la asi gnación del sexo del feto . El ac to de
señalar al feto como niño o n i ña pone en funci onamiento toda la carga
cultural e ideológica v i nculada a cada sexo, lo que determi na su adop­
ción por parte del sujeto . La determi nación del sexo no es , por tanto
descri pti va sino prescri pti va: construye aquello que nombra ( hom bre ,
mujer) . Al nom brar actual i za todas las asociaci ones que v i nculamo s
con lo femeni no y lo masculino que serán adoptadas por el suj eto. El
suj eto , entonce s , actual i za esas normas determ i nando un conj unto de
prácti cas y com portamientos que son respetadas o subverti das .
La teoría de la performati vidad ha sido uno de los más i m po rta n ­
tes desarrol los de la fi losofía en las últi mas décadas . Su i nfl u e n cia
repercute en la crítica al suj eto cartesiano , i niciada por Mich e l fo u -
333
pc rformativ idad
___
__

cau l t , q u e lleva a s u s últimas consecuenci as . Su planteamiento h a con­


t agia ndo a la comprensión de todo ti po de identidades preexistentes de
c a rácter étni co, nacional , rel i gioso , etc . Sus últi mas concl usi ones se
p u eden encontrar en una concepción radi cal de la democracia.
Sería i m posible hablar de teoría de la performati v i dad sin hablar
Je la fi lósofa Judith B utler, cuyo trabaj o desarrol lado en El género en
disputa ( 1 990) , Cuerpos que importan ( 1 993) y Lenguaje, poder e
identidad ( 1 997) , supusieron una auténtica revolución tanto en la aca­
d e m i a como en los mov i m i entos LGTBQ norteameri canos de pri nci ­
pi o s de los noventa. Su propuesta teórica es heredera del debate sobre
l a i denti dad femeni na de aquel momento que se encontraba cruzada
por la di scusión sobre el esencial i smo y el construccionismo. Junto
con B utler, Eve Kosofsky Sedgwick también ha sido una i mportante
teórica del concepto aunque no lo defi ne específicamente .
Hacia fi nales de los ochenta, diferentes corrientes del femi ni smo
de segunda ola habían afianzado l a di sti nción entre sexo (la material i ­
dad del sexo) y género ( las condicionantes sociales , culturales , i deoló­
gi cas y psicológicas que determi nan la feminidad y la mascul i ni dad)
q ue se basaban en el l ema de S i mone de Beauvoir «muj er no se nace ,
s e ll ega a serlo» . En este marco , B utler dio un paso más allá: si el sexo
s e consideraba el último resquicio de la naturaleza , deshacerse de ese
resquicio material suponía un verdadero avance hacia l a consol ida­
ción de una concepción construida de la subj eti vidad . De este modo
para B utler no solo el género es cul tural , siendo por tanto construido,
s i no que además el sexo también es una construcción cultural . Para
ex pl i car esta i dea B utler debe recurri r tanto al psi coanál i s i s de Sig­
m und Freud y de Jacques Lacan como a la crítica postestructural i sta
h eredera de Foucault y de Louis Althusser, para l legar a la concl usión
de que no exi ste un exterior al lenguaje y al si gnificado , de que todo
- i ncl uso el sexo- está sometido a un orden l i ngüístico y simból ico
que estructura su si gnifi cado . De este modo , como expl i ca en el Géne­
ro en disputa , el género y el sexo se convierten en elementos esencia­
l es dentro de este régimen de significado del cual no se puede escapar,
n i se puede sustentar en j ustificaciones naturales pre-li ngüísticas .
A pesar de el l o , uno de los prerrequisitos de esta estructuración ,
es que para ser plenamente asumida debe parecer natural , escondi endo
por tanto su carácter construido. Es así, recurriendo a la i nevitabi l i dad
de lo natural , cómo este si stema se disem i na y asi enta asegurándose

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy