La Mujer en El Jazz PDF
La Mujer en El Jazz PDF
La Mujer en El Jazz PDF
MUJER
EN
EL
JAZZ
Carles “Tocho” Gardeta
Jazzitis Web
Serie de 10 capítulos publicados originalmente en www.jazzitis.com
© Carles “Tocho” Gardeta, 2017
La mujer en el jazz
La mujer en el jazz: intro 1
La mujer en el jazz: años 20 8
La mujer en el jazz: años 30 18
La mujer en el jazz: años 40 26
La mujer en el jazz: años 50 39
La mujer en el jazz: años 60 48
La mujer en el jazz: años 70 57
La mujer en el jazz: años 80 69
La mujer en el jazz: años 90 83
La mujer en el jazz: Siglo XXI 96
Dedicado a la memoria de Dorothy Lucille Tipton.
Tineke Postma, saxofonista contemporánea.
De todo eso, y de algunos nombres propios de mujeres que optaron por dedi-
carse al duro oficio del jazz, tratará este capítulo y los siguientes de “La mujer
en el jazz” que próximamente se publicarán en Jazzitis.
Vamos allá. Lejos queda aquel 1619, cuando llegaba al asentamiento colonial
en Jamestown, Virginia, la primera mujer esclava secuestrada en África, a la
que se le puso el nombre de Isabelle. Con ella, y en el transcurso de un par de
siglos, con las cientos de miles de mujeres y hombres víctimas de este vergonzoso
comercio, desembarcaría en América del Norte una rica y variada tradición
musical que, después de un complejo proceso intercultural (o de aculturación,
como más propiamente diría un antropólogo), cristalizaría en la música genui-
namente norteamericana, lo que hoy conocemos como gospel, blues y jazz.
Sin embargo su papel de transmisora de la tradición musical por vía oral era
fundamental, era ella la que les cantaba a sus hijos las canciones que había
aprendido de sus padres, y lo que casi es más relevante para nuestra historia:
este papel de cantante sí era aceptado por la sociedad blanca. De manera que la
práctica musical de la mujer se limitaba a cantar. Esta especialización dificultó
enormemente el acceso de la mujer al instrumento.
afroamericana: Ger-
trude “Ma” Rainey,
Bessie Smith, la citada Mamie Smith, Ida Cox, Rosa Henderson, Victoria
Spivey, Alberta Hunter, Clara Smith, Bertha “Chippie” Hill, Sippie Wallace
o en menor medida su sobrina Hociel Thomas que perdió la vista en una vio-
lenta pelea con su hermana en la esta resultó muerta.
Una mujer del blues rural que merece la pena ser mencionada es Louise John-
son, colega de Son House, Charley Patton y demás bluesmen míticos de la
primera época de grabaciones de blues rural, unos diez años después de las pri-
meras grabaciones del blues de vodevil, ella cantaba y tocaba el piano en gari-
tos barrelhouse, nada que ver con los ambientes de vodevil de las cantante del
llamado blues clásico, gran dominadora del boogie y una de las pocas mujeres
que se mencionan en las crónicas del blues del Delta, se conocen cuatro temas
grabados y una toma alternativa que se pueden encontrar en alguna recopila-
ción de pioneros del blues.
El alto índice de miembros de una misma familia que sabían leer música a
principios del siglo XX explica el fenomenal negocio de la venta de partituras
EL PIANO
En la segunda mitad del siglo XIX, y sobre todo a finales del siglo, en EEUU
el piano se convirtió en un elemento obligado no sólo en los hogares de clase
media y alta, sino también en las familias más modestas. La adquisición de un
piano, o un órgano, tenía una prioridad más alta que la compra de una vajilla
en condiciones o de otros objetos del hogar que hoy consideramos imprescin-
dibles. La venta de pianos alcanzaba cifras espectaculares, había multitud de
fabricantes, se podían comprar por correo, con una oferta de pianos de todos
los precios, y la venta a plazos hasta la 1ª Guerra Mundial tuvo un auge impre-
sionante.
INSTRUMENTOS FEMENINOS
E INSTRUMENTOS MASCULINOS
Una salida laboral, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial y a pesar
de que no estaba demasiado bien considerado, era la de tocar en una orquesta
de baile en las fiestas sociales, y muchas mujeres optaron por esta alternativa
semi-profesional, con el permiso de sus maridos, para ganar algún dinero y
desarrollar alguna actividad más allá de las tediosas labores domésticas, aun-
que no podían desarrollar carreras muy largas porque normalmente cuando
se casaban debían dedicarse al hogar, y no digamos cuando tenían su primer
hijo. Eso las obligaba, en la inmensa mayoría de casos, a interrumpir su carrera
profesional o a abandonarla definitivamente.
Whiteman tuvo un
éxito colosal tocando
ese jazz reblandecido
que, con la ayuda de sus
programas de radio y de
Hollywood, le valió el
apodo de Rey del Jazz,
aún confesando que no
entendía el jazz negro,
Paul Whiteman y su orquesta. con el que además mos-
traba una gran indife-
rencia. Este tipo de jazz
comercial fue imitado por cientos de orquestas blancas, y cuando un norteame-
ricano medio decía que le gustaba el jazz, se refería a esa especie de sucedáneo.
El colectivo afroamericano, sin embargo, tenía claro que el jazz era otra cosa.
En la mente del norteamericano medio el hot jazz estaba asociado a los caba-
rets, clubs nocturnos y lugares varios de prostitución, espacios que estaban cla-
ramente alejados del lugar de actividad de una mujer “como dios manda”. El
racismo imperante consideraba normal que los negros, hombres y mujeres, se
desenvolvieran en esos ambientes, pero que lo hiciera una mujer blanca era
En Kansas City, meca para los músicos de jazz sureños de las décadas de los
años 1910 y 1920, uno de los más populares pianistas fue Julia E. Lee, tenía
una pequeña banda con su hermano que dejó para tocar y cantar sola, aunque
no logró grabar hasta 1945. Estuvo activa con su estilo de shouting blues hasta su
muerte en 1958. Era más que habitual que las mujeres formaran bandas con
miembros de su familia, hermanos o maridos, debido a las dificultades en ser
aceptadas por los hombres en sus orquestas.
Chicago fue otro de los centros del negocio de la música en los años 20, y las
mujeres también hicieron una importante contribución al jazz. Allí tocaba la
pianista y jefa de banda Garvinia Dickerson; o Cleo Brown, que con su gra-
bación del Boogie Woogie de Pinetop Smith popularizó el típico “ocho golpes
por compás” del boogie; o Lottie Hightower vocalista y pianista especialista
de boogie-woogie, ragtime y blues, que tenía su propia orquesta formada por
hombres, entre ellos su marido; o la gran Ida Maples, que lideraba la banda
femenina Melody Makers y de la que se dice que no era solamente una tre-
menda pianista, sino también una terrible mujer de negocios.
En St. Louis, donde los mejores pianistas eran mujeres, Marcela Kyle, Pau-
line Coates, Ruth Green o Marge Creath Singleton, que fue la primera
mujer en tocar en los barcos de vapor que navegaban por el Mississippi, viajó a
Chicago y llegó a hacer una gira en Europa con Mezz Mezzrow, se trasladó a
California y participó en alguna película en los 40.
Y en Philadelphia empezaba su
carrera uno de las más grandes figu-
ras del jazz, María Elfrieda Scruggs,
conocida como Mary Lou Williams,
nacida en Georgia, hija de una pia-
nista de iglesia, la segunda de doce
hermanos destinada a un enorme
papel en la reivindicación de la mujer
en el ámbito del jazz.
Mientras otras mujeres músicos deja- Andy Kirk y sus Twelve Clouds of Joy, con Mary Lou
Williams de pianista y arreglista.
ban la profesión cuando formaban
una familia, ella siguió su carrera para
convertirse en uno de los personajes centrales de la evolución del piano jazz,
puente entre el jazz clásico y el moderno, y de la que seguiremos hablando en
los próximos capítulos.
En los años iniciales del jazz no sólo había pianistas: Dyer Jones y su hermana
Dolly Jones, de Carolina del Sur, tocaban la corneta y la trompeta, una trom-
Otra mujer destacable fue Irma Young, hermana de Lester Young. Ella domi-
naba varios saxos, Paul Quinichette contaba que los dos hermanos sonaban
extraordinariamente parecidos, aunque después de esta década abandonó el
instrumento para trabajar como cantante, bailarina y comediante. Su hermana
Martha Young fue una pianista que corrientemente tocaba en el área de San
Francisco.
En definitiva, ese artículo del Down Beat reflejaba una idea compartida por la
mayoría de la sociedad de la época, la idea de que, para tocar bien, la mujer
Dado el éxito en los años 20 de las orquestas de chicas, el filón comercial siguió
siendo explotado por los empresarios en los 30. Las orquestas femeninas fueron
un fenómeno muy destacable en esta década, las más populares de los años 20
continuaron su actividad, como las Fourteen Bricktops (imagen superior de la
cabecera de este capítulo) y las Ingenues, y se crearon un gran número de nuevas
orquestas. En 1932 Lil
Hardin montó una
orquesta femenina de
alto nivel, la Lil Har-
din’s All-Girl Band,
y poco más tarde se
fundaron dos de las
mejores, la Dixie
Sweethearts liderada
por Mayme Lacy, y
la Harlem Playgirls.
Estas tres bandas, a
pesar de estar compues- The Harlem Playgirls.
tas por mujeres, fueron
muy bien consideradas
por la crítica especializada. Dos mujeres dirigiendo sendas orquestas de hom-
bres, Ann Dupont y Ana Webster, vencieron el estereotipo sexual que impedía
a las mujeres trabajar en orquestas de hombres, y aún menos dirigirlos.
Y no solo en los EEUU había mujeres que se sentían atraídas por el jazz. El
padre de la inglesa Ivy Benson, músico de orquesta sinfónica, ambicionaba
convertir a su hija en pianista de concierto, pero cuando tenía catorce años ella
escuchó al joven Benny Goodman y dejó el piano para dedicarse al clarinete y
saxo alto. Ya era una destacada solista cuando en los 30 formó su propia banda
en Inglaterra de todo mujeres, muy popular y activa hasta los años 80. (Aquí se
pueden ver imágenes y escuchar un audio de Ivy Benson: https://youtu.be/KVtu-7rV15g).
A pesar de la existencia de orquestas femeninas, la mujer permanecía subordi-
Sin embargo a las cantantes les favoreció la progresiva tendencia de las gran-
des orquestas de sustituir a los vocalistas varones por cantantes atractivas para
el público masculino. Con la mejora de la tecnología de los micrófonos ya no
eran necesarias esas voces poderosas que se tenían que imponer a pelo, o con
un cucurucho, al sonido de la orquesta, y aprovechando el rendimiento comer-
cial del estereotipo sexual, contrataban a una mujer cantante para dotar a la
orquesta de una imagen glamurosa, aspecto que aumentaba notablemente el
interés de la audiencia masculina.
De esa época del swing en periodo formativo cabe citar a Helen Ward, que
cantaba en la orquesta de Benny Goodman; la popular cantante Lee Wiley, que
En esta década surgieron dos de las mujeres más transcendentes para la historía
del jazz, y que enseguida destacarían sobre todas las demás: en 1935 irrum-
pió la superdotada Ella Fitzgerald
descubierta por Chick Webb, y a la
muerte de este, cuatro años más tarde,
ella continuó al frente de la orquesta,
Ella Fitzgerald está considerada como
la más brillante cantante de toda la
historia del jazz, con una carrera que
se prolongó hasta finales del siglo XX;
y Billie Holiday, la más innovadora
y original vocalistas de todos los tiem-
pos, en sus inicios trabajó brevemente
con Count Basie y al final de los 30 Billie Holiday y Ella Fitzgerald en 1947.
con Artie Shaw, pocas cantantes han
conseguido transmitir tanta emoción
y sentimiento como ella, y ejercer tanta influencia en el resto de músicos de jazz
y en cantantes posteriores, con un estilo único y verdaderamente vanguardista.
Pero el número de cantantes fue enorme, para citar a algunas: Mildred Bailey,
cuyo primer marido fue Red Norvo (ambos aparecen en la portada de la revista
Desde sus orígenes las orquestas de todo chicas eran percibidas como algo
extravagante, admiradas más por su apariencia que por su talento y habilidad
musical. Los músicos de jazz varones definían el jazz como esencialmente mas-
culino, y defendían que la mujer en el jazz carecía de la agresividad y fuerza
necesaria para el swing. En la influyente revista Down Beat se escribía “la mujer
es como un violín, y el jazz va de tambores y trompetas”. Era frecuente la
tensión entre ellos y ellas cuando ellas
reclamaban ser tratadas en un plano
de igualdad. En general cuando se
juzgaba a una orquesta de mujeres,
o a una instrumentista, el trato era
sexista pero condescendiente y de ten-
dencia paternalista en el mejor de los
casos, y en el peor era abiertamente
ofensivo.
En 1941 EEUU entró en la II Gue- Mujeres trabajando en una factoría de material bélico
rra Mundial, y se produjo un cambio durante los años de la II Guerra Mundial.
Cuando finalizó la guerra la situación volvió a ser como antes en el mundo del
jazz, la mayoría de mujeres fueron despedidas, se quedaron sin trabajo y des-
La idea era que la mujer primero tenía que ser una jovencita modélica, luego
esposa amante y enseguida madre entregada, y a eso debía dedicarse con todo
su empeño, todo lo que no correspondiera a este esquema significaba ser una
mujer fracasada.
EL NUEVO JAZZ
Así se formó la una orquesta interracial, con chi- Cinco de las chicas de la International
cas latinas, asiáticas y afroamericanas. Esto era un Sweethearts en ruta.
verdadero problema en el Sur, ya que las Leyes Jim
Crow prohibían que artistas de diferente color de
piel compartieran escenario como consecuencia de la cínica filosofía de “negros
y blancos serán iguales, pero separados”. Para evitar problemas en sus bolos por
el Sur, las chicas blancas tenían que oscurecer su piel con maquillaje. En los hote-
les para blancos no admitían a afroamericanos, y en los que eran para negros
no admitían a blancos, por lo que habitualmente tenían que comer, dormir,
ensayar, cambiarse…
en fin… vivir en el auto-
bús cuando no podían
engañar al regente del
hotel de turno con sus
maquillajes.
Esta orquesta no sólo fue un hito en la historia del jazz por su categoría y su sofisti-
cada calidad musical, sino también en la historia de la sociedad norteamericana
por su tozudez en superar estereotipos y romper prejuicios. Por ella pasaron
numerosas instrumentistas, algunas siguieron su propia carrera al margen de las
Sweethearts, entre otras, Pauline Braddy, baterista y cantante que había reci-
bido clases de Jo Jones; Evelyn McGee Srone, cantante; Helen Jones Woods,
trombonista solista; Helen Saine Coston, clarinetista y saxofonista; Willie
May Wong, al saxo alto; Anna Mae Winburn, directora de orquesta, vocalista
y guitarra, que montó y dirigió alguna
orquesta de hombres antes de aceptar
la dirección de la International Swee-
thearts of Rhythm, incluso después
de la desbandada de la gran orquesta
ella continúo en los 50 liderando
un pequeño combo con el nombre
de las International Sweethearts of
Rhythm; la trompetista Norma Car-
son y Edna Williams trompetista y
directora musical. La también trom-
petista y cantante Ernestine “Tiny”
Davis (en el anterior vídeo se planta La explosiva trompetista Tiny Davis, con las
en el centro del escenario en el minuto International Sweethearts, en acción.
Con el contrabajo había varias mujeres con excelente consideración, entre otras:
June Rotenberg con carrera en el jazz y en la música clásica, entre otros gru-
pos estuvo con el de Mary Lou Williams, Lucille Dixon, Natalie Clair y Carline
Ray, tocaba el contrabajo, bajo eléctrico, guitarra, piano y también cantaba,
estuvo en las Sweethearts, y con las orquestas de Ellington, Sy Oliver, Mary Lou
Williams, Melba Liston o en la Big Apple Jazzwomen; Vivien Garry, que
dirigía su propio quinteto o trío en el que también tocaba su marido.
En los años siguientes al final de la II Guerra Mundial la mujer había sido lla-
mada otra vez a cumplir su más importante rol en aquella sociedad conserva-
dora, o sea las tareas domésticas, su lugar volvía a ser la cocina. Aumentó la tasa
matrimonial, se produjo un baby boom, el altruismo femenino y el auto sacrifi-
cio eran sinónimos de “amor”, concepto sublimado
hasta el paroxismo. En esta década, pasados ya unos
años desde la finalización de la guerra, la vuelta a
los roles tradicionales habían sido aceptados por
todo el mundo en nombre de la “normalidad”, sin
embargo el papel de la mujer en el jazz sufriría algu-
nos cambios.
Tres mujeres en un mundo de hombres. Destacadas con un círculo, de izquierda a derecha, Maxine Sullivan,
Marian McPartland y Mary Lou Williams.
El jazz se alejaba más y más de ser música bailable, y desde el advenimiento del
bebop en la anterior década, en esta se iba a desarrollar en diferentes direccio-
nes: el cool y la música modal de Miles Davis; los experimentos con el sonido y
ritmos menos nerviosos de músicos de la Costa Oeste como Dave Brubeck; la
tercera vía (Third Stream), síntesis de música clásica y jazz, que cultivaban The
Modern Jazz Quartet entre otros; el hard bop, que volvía la vista a las raíces de
la música negra, con músicos de jazz como Art Blakey y sus Messengers… Los
músicos afroamericanos mostraban más que nunca una firme resistencia a la
cultura dominante (blanca).
La cantidad de nuevas cantantes fue muy numeroso, como muestra unas cuan-
tas más: Teddi King, que empezó con George Shearing y continuó indepen-
diente hasta su muerte en 1978; Barbara Lea, que en estos años grabó para
Riverside y Prestige; Della Griffin, con una voz sorprendentemente parecida a
Billie Holiday; Lodi Carr, cantante de gran personalidad; Dakota Stanton,
a la cual la revista Down Beat votó como la cantante más prometedora en
1955; Linda Hopkins, actriz de musicales y cantante de blues, R&B y jazz;
Annie Ross, miembro del conocido trío vocal junto a Dave Lambert y Jon
Hendrix, en los 60 continuó su carrera en solitario; Chris Connor, empezó en
la orquesta de Stan Kenton en 1953 y luego grabó más de cuarenta discos a su
nombre; Sathima Bea Benjamin, sudafricana, casada con el pianista Abdu-
llah Ibrahim, descubierta por Duke Ellingnton que la contrató más tarde, en los
años 60, como vocalista en su gran orquesta.
EL FREE JAZZ
EL JAZZ AVANZADO
EL NUEVO MAINSTREAM
CANTANTES EN LOS 60
En el ámbito de las cantantes de jazz ocurrió que muchas mujeres que durante
las anteriores décadas no habían dejado de trabajar, en esta fueron condenadas
al ostracismo, debido por un lado al cambio en el gusto de los nuevos aficiona-
Otra tendencia en el jazz tomó forma con la fundación del sello alemán ECM,
que incluía en su catálogo a una buena cantidad de músicos europeos junto
a otros norteamericanos, con una línea estética musical muy coherente y el
máximo cuidado en la calidad del sonido de sus grabaciones, de un creativo
vanguardismo no agresivo que significó una nueva e influyente dirección en el
jazz.
Como se ve, la década de los 70 significó para el jazz una época de notable
diversificación estilística, considerada por musicólogos e historiadores una
época de transición. Por otro lado la práctica del jazz se había extendido a
todos los rincones del planeta, y se produjo un fenómeno de mestizaje y conta-
gio con músicas de diversas tradiciones y culturas de los cinco continentes. En
el retrato del jazz de la década aparece una amalgama de hombres y mujeres
de cualquier década y tendencia: mainstream, bop, vanguardia, free o fusion.
Joanne Brackeen se consolida como una de las (y los) pianistas más sólidas de
su generación, con un importante número de discos a su nombre, sola, en dúo o
en trío; Amina Claudine Myers, pianista, organista, cantante y compositora,
destacada miembro de la AACM de Chicago desde 1966, ha trabajado con
los grandes de esa escuela y del Black Artists Group (BAG) de St. Louis, Lester
Bowie, Roscoe Mitchell, Muhal Richard Abrams, Henry Threadgill o Arthur
Blythe, también con Cecil McBee o con su propia orquesta, comprometida en
En los 80 el jazz fusión evoluciona hacia el smooth jazz, un género muy discu-
tido por los aficionados al jazz por su desnaturalizada orientación al pop y por
su altísimo componente comercial. Con la ayuda de la emisión en programas
de radio, con emisoras especializadas exclusivamente en este género con mucha
influencia funk pero suavizado, consigue una aceptación masiva en el mercado
de consumo, alcanzando cifras de ventas que lo sitúan muy por encima de cual-
quier otra tendencia del jazz.
En esta década el disco de vinilo queda sustituido por el CD, y se imponen los
procesos digitales de grabación. El formato digital tendría un impacto imprevi-
sible en la industria de la música, abaratando los costes de producción haciendo
más fácil la auto producción independiente a cargo de los propios artistas. Por
otro lado el intercambio de archivos por internet provocaría, con los años, una
reformulación severa de la comercialización tradicional.
La lista de mujeres que estuvieron en la punta de lanza del jazz de esta década
es larga, otro ejemplo de mujer con un concepto avanzado de la música es
Joëlle Léandre, contrabajista francesa, cantante y compositora, vinculada a la
música inequívocamente vanguardista, en el campo de la música contemporá-
nea ha trabajado con Pierre Boulez o John Cage, quien compuso piezas para
ella, en los siguientes años desarrollará su carrera en el ámbito de la vanguardia
y libre improvisación con prestigiosos músicos cómo Derek Bailey, Barre Phi-
La batería, el instru-
mento que ha sufrido
con mayor intensidad
los esterotipos sexis-
tas, también en estos
años contó con músi-
cas sobresalientes, por
ejemplo la percusionista
Marilyn Manzur,
pianista, compositora,
directora de orquesta
La percusionista Marilyn Manzur con Miles Davis.
y bailarina, pero prin-
cipalmente baterista y
percusionista, a finales de los 80 estuvo con Miles Davis, actualmente reside en
Dinamarca donde ha formado la orquesta Shamani compuesta por once muje-
res; otra destacada mujer baterista que ya se había consolidado en la anterior
década es Sue Evans, muy solicitada en los estudios de grabación, fue inte-
grante de la orquesta de Gil Evans entre 1969 y 1982, en los 70 grabó con músi-
cos como Steve Kuhn, Art Farmer, Bobby Jones, George Benson, Urbie Green
o Roswell Rudd’s Jazz Composers Orchestra y acompañado en sus giras a músi-
cos como Aretha Franklin, Sting, James Brown, Billy Cobham, Blood Sweat
and Tears, Philip Glass… además de participar en orquestas sinfónicas del más
alto nivel como la New York Philharmonic o la New Jersey Symphony Orches-
tra; y sobre todo Terri Lyne Carrington, baterista, compositora, cantante,
líder de banda, productora y empresaria, niña prodigio que en los 80 consolida
su carrera definitivamente con su primera nominación a un premio Grammy
en 1989. Ha colaborado con infinidad de músicos, desde Dizzy Gillespie, Stan
Getz, Clark Terry, Oscar Peterson, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Joe Sam-
ple o Al Jarreau hasta Lester Bowie, Pharoah Sanders, Cassandra Wilson, Greg
Siguiendo con más cantantes de los 80: Carmen Lundy, cantante, pianista,
compositora y pintora, su primer contrato importante fue con la Thad Jones/
- Un jazz experimental sin límites de ningún otro tipo, con una utilización de
los instrumentos lejana a la ortodoxia convencional, explorando los límites
sonoros de los mismos. El ruido y el hardcore se incorporan a la práctica
de una tendencia de ese jazz experimental influenciado por la actitud punk
surgida años atrás en el rock, y por las vanguardias atonales europeas.
Una de las mujeres más relevantes del jazz que surgieron en los 90 fue la direc-
tora de orquesta y compositora Maria Schneider, alumna de Gil Evans y
Bob Brookmayer, formó su gran orquesta a principios de esta década y grabó
en 1995 su primer disco “Evanescence”, que fue recibido con entusiasmo por
la crítica, y desde entonces su orquesta es la más solicitada en los grandes
festivales internacionales de jazz, ha recibido multitud de premios y ha sido
comisionada para diri-
gir una larga y variada
lista de orquestas: la
Carnegie Hall Jazz
Orchestra, la del Jazz
at Lincoln Center, Los
Angeles Philharmonic
Association, The Ame-
rican Dance Festival,
Kronos Quartet, The
Metropole Orches-
La directora de orquesta y compositora Maria Schneider tra, the Danish Radio
Orchestra, etc. Maria
Schneider fue la pri-
mera mujer en el jazz, sin ser cantante, galardonada con un premio Grammy.
Es pionera en la fórmula ArtistShare, una plataforma de crowfunding para
la financiación de sus proyectos mediante la aportación económica de sus
seguidores. Ha publicado hasta ahora ocho discos, todos estupendamente
bien acogidos por público y crítica, y ha celebrado conciertos con su orquesta
por todo el mundo.
Dejando de lado a las vocalistas, en las listas de mejores músicos del año que
publican medios especializados de ámbito internacional, son artistas habitua-
les: Jane Ira Bloom (saxo), Jane Bunnett (saxo) que tiene una banda cubana,
Maqueque, de todo chicas, Regina Carter (violín), Terry Lyne Carring-
ton (batería), Maria Schneider (directora de orquesta), Anat Cohen (saxo/
clarinete), Esperanza Spalding (cantante y contrabajo), Mary Halvorson
(guitarra), Carla Bley (directora de orquesta), o Tia Fuller (saxo), entre otras
mujeres.
Y vamos con unos premios que están más vinculados a la gran industria, los
Grammy de la especialidad de jazz:
– En 2004, por primera vez, en los 47 años que venían otorgándose estos
premios, irrumpe una mujer como vencedora en una categoría del jazz
que no es la de cantante (que habitualmente se le otorga a una mujer),
se trata del premio al mejor disco de orquesta, concedido a Maria Sch-
neider.
– En los premios Grammy de 2013 por primera vez una mujer gana el
primer premio al mejor disco de jazz instrumental, Terry Lyne Carrin-
gton con “Money Jungle: Provocative In Blue”. En 2011 ya había ganado
su primer Grammy al mejor disco de jazz vocal con “Mosaic”, grabado
con participación exclusivamente femenina.
Aunque no hay que ser tan optimista con el grado de evolución de la gran
industria, porque las multinacionales siguen echando mano del sexismo en sus
campañas publicitarias con demasiada frecuencia, promocionando para sus
negocios mujeres con talento pero enfatizando su atractiva imagen desde el
Portada y fotos interiores del disco “Glad Rag Doll” de la cantante superventas Diana Krall, publicado
en 2012 por el sello Verve, división del grupo multinacional Universal Music.
El lector verá que en este capítulo se pone especial acento en el jazz avanzado y
las músicas improvisadas que bordean los límites del jazz, con aproximaciones
a otras músicas improvisadas de perfil contemporáneo y de difícil categoriza-
ción. El objetivo es ofrecer una panorámica del jazz actual y músicas limítrofes
creadas desde una mirada más hacia un incierto futuro que repitiendo fór-
mulas de un confortable pasado, prestando una atención especial a las artistas
creativas más innovadoras que con su actividad artística están ensanchando la
panorámica del nuevo jazz, aunque tampoco se dejarán de lado de lado a otras
En la actualidad son muchas las mujeres de una nueva generación que se han
erigido en protagonistas del jazz más avanzado, siendo referencias ineludibles
de primer orden en la
música contemporáneo.
Ejemplo de ello es la
innovadora guitarrista
Mary Halvorson, que
se dio a conocer con su
participación en los gru-
pos de Anthony Brax-
ton, y que su intensa
actividad en el círculo
del jazz progresista que
La saxofonista Ingrid Laubrock y la guitarrista Mary Halvorson. se está desarrollando en
Nueva York está bas-
tante bien documen-
tada en su generosa producción discográfica, apuntando a una nueva dirección
en el jazz con su música intrincada e impredecible, aclamada por la crítica
especializada
El sello vanguardista Tzadik, fundado por el activo John Zorn en Nueva York,
En la escena de los músicos del jazz avanzado de Chicago, otro de los centros
más creativos del jazz actual, aunque sus músicos frecuentemente tocan y gra-
ban con los de Nueva York y viceversa, destacan desde la década anterior la
muy activa Nicole Mitchell, y la creativa violoncelista Tomeka Reid, habi-
tual acompañante de Nicole Mitchell e integrante de la AACM Great Black
Music Ensemble y de la Chicago Jazz Philharmonic, y entrado el siglo XXI
Obviamente el papel de
la mujer en el jazz no
se limita al jazz avan-
zado de tintes vanguar-
distas, también figuran
mujeres músicas en
un campo más mains-
tream que compiten al
más alto nivel, alguna
con una más que buena
aceptación por parte del La cantante Norah Jones.
Y unas cuantas chicas más, más que nada para hacerse una idea de la cantidad
de mujeres interesantes que hay actualmente en la escena del jazz de cualquier
tendencia: la joven pianista de la escena neoyorkina Carmen Staaf, ganadora
del prestigioso concurso de piano Mary Lou Williams de 2010, ha tocado con
Henry Grimes, Dee Dee Bridgewa-
ter, Wynton Marsalis, Matt Maneri
o Allison Miller; Erika Von Kleist,
flautista, saxofonista y compositora
del entorno del Jazz at Lincoln Cen-
ter, docente y empresaria, ha grabado
a su nombre y con Wynton Marsalis o
Darcy James Argue’s Secret Society;
la pianista israelí Anat Fort, discí-
pula de Paul Bley, y la alemana Julia
Hülsmann, ambas graban en el sello Anat Fort.
ECM; Pamela Hines, pianista con sus
propios grupos; la baterista francesa
Anne Paceo, que colabora con la European Jazz Orchestra; la violinista de
formación clasica Sara Claswell, se pasó al jazz y ha grabado con númerosos
músicos y tien tres discos a su nombre, en sus comienzos formó parte del grupo