Parménides de Elea fue un filósofo griego del siglo VI a.C. que fundó la escuela eleática. Considerado el fundador de la ontología, Parménides sostuvo que lo real es uno, inmutable y eterno según la razón, mientras que la pluralidad y el cambio son meras apariencias de los sentidos. Su única obra conocida fue un poema didáctico donde estableció que el ser es y el no-ser no es, y derivó propiedades lógicas del ser como que es ingenerado, imperecedero e in
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Parménides de Elea fue un filósofo griego del siglo VI a.C. que fundó la escuela eleática. Considerado el fundador de la ontología, Parménides sostuvo que lo real es uno, inmutable y eterno según la razón, mientras que la pluralidad y el cambio son meras apariencias de los sentidos. Su única obra conocida fue un poema didáctico donde estableció que el ser es y el no-ser no es, y derivó propiedades lógicas del ser como que es ingenerado, imperecedero e in
Parménides de Elea fue un filósofo griego del siglo VI a.C. que fundó la escuela eleática. Considerado el fundador de la ontología, Parménides sostuvo que lo real es uno, inmutable y eterno según la razón, mientras que la pluralidad y el cambio son meras apariencias de los sentidos. Su única obra conocida fue un poema didáctico donde estableció que el ser es y el no-ser no es, y derivó propiedades lógicas del ser como que es ingenerado, imperecedero e in
Parménides de Elea fue un filósofo griego del siglo VI a.C. que fundó la escuela eleática. Considerado el fundador de la ontología, Parménides sostuvo que lo real es uno, inmutable y eterno según la razón, mientras que la pluralidad y el cambio son meras apariencias de los sentidos. Su única obra conocida fue un poema didáctico donde estableció que el ser es y el no-ser no es, y derivó propiedades lógicas del ser como que es ingenerado, imperecedero e in
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Imagen de Parménides de Ele
Biografía de Parménides de Elea
(Elea, actual Italia, h. 540 a.C. - id., h. 470 a.C.) Filósofo griego, principal representante de la escuela eleática o de Elea, de la que también formaron parte Jenófanes de Colofón, Zenón de Elea y Meliso de Samos. Fundador de la ontología, Parménides concibió lo real como uno e inmutable; desde la misma Antigüedad, su doctrina se contrapuso a la Heráclito de Éfeso, para quien lo real es perpetuo devenir. Ambos son considerados los más profundos pensadores de la filosofía presocrática. Apenas se conocen datos fiables sobre la biografía de Parménides; inciertas son incluso las fechas de su nacimiento y muerte. Sabemos que fue hijo de familia aristocrática y que nació y vivió en Elea, antigua colonia griega situada en la península itálica de la que toma su nombre la escuela eleática. Algunas fuentes afirman que fue discípulo de Aminias, seguidor de Pitágoras, y otros testimonios (entre ellos el de Platón y Aristóteles) lo consideran discípulo de Jenófanes de Colofón, fundador de la escuela eleática. Preocupado por la política, parece ser que intervino directamente en el gobierno y que escribió, además, las leyes de la ciudad. Según una controvertida tradición, en los últimos años de su vida se trasladó con su discípulo Zenón de Elea a Atenas, donde el joven Sócrates oyó sus enseñanzas. No cabe duda de que sus doctrinas tuvieron un fuerte impacto en el ambiente ateniense; Plutarco refiere que Pericles asistía con interés a sus clases. Si en algo podrían estar de acuerdo todos los filósofos del pasado y del presente es en la sorprendente grandeza del pensamiento de Parménides. Por el rigor de sus argumentaciones y la profundidad de sus análisis, Platón lo definió como venerado y terrible, le dedicó un diálogo (el Parménides) y lo reconoció como padre espiritual, hasta el punto de sentir su propio desacuerdo como una especie de parricidio. Este prestigio está bien justificado: Parménides fue el primero en sostener la superioridad de la interpretación racional del mundo y en negar la veracidad de las percepciones sensibles: ver, oír o sentir no produce certezas, sino sólo creencias y opiniones. Su doctrina, todavía objeto de múltiples debates, se ha reconstruido a partir de los fragmentos que se conservan de su única obra, un extenso poema didáctico titulado Sobre la naturaleza. El poema consta de un proemio y dos partes; en la primera de ellas se señala y recorre el camino que llega a la verdad, sirviéndose de la razón; en la segundo, el camino que conduce meramente a la opinión, empleando los sentidos, con los que sólo es posible llegar a la apariencia de las cosas. Naturalmente, es en la primera parte donde se halla lo más valioso e innovador de su filosofía. Desde su surgimiento en el siglo VI a.C. con la escuela de Mileto, el pensamiento griego había intentado establecer un principio común (arjé) a todos los seres de la naturaleza. Cabe la posibilidad de que, al querer tratar el asunto desde una perspectiva racional, Parménides prescindiese de la observación naturalista que había llevado a postular tal o cual sustancia como arjé (el agua en Tales, el aire en Anaxímenes) y se plantease más bien, por la vía del intelecto, qué es lo que tienen en común todos los seres. Y lo que tienen todos en común, innegablemente, es la cualidad de ser: los seres son, existen, hasta el punto de que los seres que no son no pueden considerarse seres. El ruido o la luz son seres; el silencio o la oscuridad no existen, son ausencia de ruido y de luz. De esta consideración podría haber surgido su famoso principio: el ser es y el no- ser no es. Todo lo anterior no es más que una especulación que no puede en modo alguno desprenderse del poema, porque Parménides presenta este punto de partida (el ser es y el no-ser no es) como la primera de las revelaciones que recibe de una diosa, a cuya presencia ha sido conducido por un carro volador en el alegórico viaje relatado en el proemio. En un primer acercamiento el lector puede sentirse inclinado a aceptar tal revelación o incluso a calificarla de perogrullesca; sólo a posteriori, a la vista de las consecuencias que se extraen, se capta su verdadero sentido y la naturaleza cuanto menos problemática de ese axioma, pues «el no- ser no es» significa, en Parménides, que no existen la nada, el vacío o el espacio. Sentado este principio (el ser es y el no-ser no es), el resto de la primera parte del poema expone las consecuencias que, en rigurosa lógica, se derivan del mismo, y que no son otras que las propiedades del ser o de lo real, extraídas del análisis lógico del concepto mismo. Así, el ser o lo real es ingenerado, imperecedero y eterno: no puede proceder del no-ser, pues el no-ser no existe, ni disolverse en él por la misma razón. El ser es uno, continuo y macizo: no puede estar dividido en varios seres, pues para ello debería estar separado por algo distinto de sí mismo, lo que implicaría de nuevo el no-ser. El ser o lo real es idéntico a sí mismo en todas partes, pues únicamente el no-ser, que no existe, podría crear discontinuidades en su seno. El ser o lo real, por último, es inmóvil e inmutable: no hay nada fuera de él en que pueda moverse, ni puede cambiar y convertirse en una cosa distinta de lo que es, es decir, en no-ser. Por este desarrollo, Parménides es considerado el fundador de la ontología, rama de la filosofía que tiene como objeto el estudio del ser en cuanto ser. Para Parménides, el hecho de que sus conclusiones parezcan contradecir la evidencia de los sentidos (por los cuales percibimos una pluralidad de seres en constante movimiento y transformación) indica únicamente que el conocimiento a través de los sentidos sólo conduce a la opinión (doxa) y a la apariencia, nunca a la verdad; sólo a través de la razón (de un razonamiento impecable como es el suyo) se llega a una verdad necesaria. Dicho en otras palabras, Parménides identifica el plano lógico con el ontológico; para él, nada en el mundo puede contradecir lo que es forzosamente verdadero desde el punto de vista del pensamiento lógico. La pluralidad y el movimiento son pura apariencia porque, al ser sometidos a un riguroso análisis lógico, manifiestan su irracionalidad y, por ende, su imposibilidad. En su concepción de lo real, Parménides de Elea llegó a conclusiones opuestas a las de otro insigne filósofo, Heráclito de Éfeso, para quien lo real se caracteriza precisamente por hallarse inmerso en un perpetuo devenir, en un incesante proceso de cambios y transformaciones. No hay que ver en ello una voluntad polémica, pues, aunque fueron contemporáneos, no es posible establecer cuál de ellos formuló antes sus doctrinas, ni existen testimonios de que conocieran la obra del otro. La antinomia, sin embargo, fue percibida por los filósofos posteriores, que intentaron conciliar ambas posturas. Así, tanto el eclecticismo pluralista de Empédocles y Anaxágoras como el atomismo de Leucipo y Demócritco transfirieron los atributos del ser de Parménides a una pluralidad de elementos o partículas. Solamente su discípulo Zenón de Elea se mantuvo enteramente fiel al maestro Parménides, cuya doctrina trató de probar por el camino de problematizar la posibilidad del movimiento a través de una serie de paradojas (como la de Aquiles y la tortuga) que se harían célebres. Obras Datación Transmisión textual La forma de poema épico didáctico Proemio Las vías de la indagación Los signos de la vía de la verdad, determinaciones de «lo que es» Las opiniones de los mortales Anécdota Noticias recogidas por Diógenes Laercio sobre Parménides Jenófanes tuvo por discípulo a Parménides, hijo de Pireto, natural de Elea; aunque Teofrasto en su Epítome dice fue discípulo de Anaximandro. Ello es que si lo fue de Jenófanes, ciertamente no lo siguió en los dogmas. Vivió con Aminias y con Dioquetas, pitagórico (como dice Soción) hombre pobre, pero honrado y bueno, por cuya causa lo siguió, y en muriendo le construyó un monumento heroico. Siendo como era noble y rico, fue llamado a la tranquilidad de vida por Aminias, no por Jenófanes. Fue el primero que demostró que la tierra es esférica y que está situada en el medio. Que los principios o elementos son dos: el fuego y la tierra; aquél tiene lugar de artífice; ésta, de materia. Que la generación primera de los hombres fue del sol. Que el sol es cálido y frío, de los cuales constan todas las cosas. Que el alma y la mente es una misma cosa, como escribe Teofrasto en sus Físicos, donde expone los dogmas de casi todos. Dijo que la filosofía es de dos maneras: una procedente de la verdad, otra de la opinión. Escribió de la filosofía en verso, a imitación de Hesíodo, Jenófanes y Empédocles. Dijo que la razón es el criterio que juzga de las cosas, y que los sentidos no son criterios exactos ni seguros. Sus palabras son: Ni los dioses te induzcan a un camino común por ser trillado. No resuelvan los ojos sin examen; no juzguen por el eco los oídos, ni por la lengua juzgues. Juzgue, sí, la razón en las cuestiones. Diógenes Laercio, "Vidas de filósofos ilustres", trad. José Ortiz, ed. Iberia, Barcelona, 1962.