Sermon 3134
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2 La Oración, el Remedio para la Ansiedad Sermón #2351
Entonces, aquí está la enseñanza del texto: “Por nada estéis llenos de
cuidado.” La palabra “llenos de cuidado” no significa exactamente ahora
lo mismo que significaba cuando la Biblia fue traducida (1); al menos, me
transmite un significado diferente del que transmitía a los traductores.
Yo diría que debemos tener cuidado. “Tengan cuidado” es una buena lec-
ción para los muchachos y los jóvenes cuando comienzan en la vida; pe-
ro, en el sentido en que la palabra “cuidado” era entendida en el tiempo
de los traductores, era que no debemos tener ‘afán,’ esto es, que no de-
bemos estar ‘llenos de afanes.’ El texto quiere decir: no estén ‘ansiosos’;
no estén pensando constantemente acerca de las necesidades de esta vi-
da mortal. Voy a leerlo otra vez, estirando un poco la palabra, y entonces
entenderán su significado: “No estén llenos de afán por nada.” ¡Oh, que
Dios nos enseñara cómo evitar el mal que es prohibido aquí, y a vivir con
esa santa despreocupación que es la mismísima belleza de la vida cris-
tiana, cuando toda nuestra ansiedad es echada sobre Dios, y nosotros
podemos gozarnos y regocijarnos en Su providencial cuidado de noso-
tros!
“¡Ah!”—dice alguien—“no puedo evitar afanarme.” Bien, el tema de es-
ta noche es para ayudarte a abandonar el afán; y, primero, consideren
aquí lo que sustituye a la ansiedad. Por nada estén afanosos, sino que
deben orar por todo; éste es el sustituto del afán: “oración y ruego.” En
segundo lugar, noten el carácter especial de esta oración, que ha de con-
vertirse en el sustituto de la ansiedad: “Sean conocidas vuestras peticio-
nes delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Y
luego espero que nos queden unos minutos para considerar el dulce efec-
to de esta oración: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
I. Para comenzar, entonces, aquí está, primero, EL SUSTITUTO DE LA
ANSIEDAD.
Yo supongo que para muchos de nosotros es cierto que nuestros afa-
nes son múltiples. Una vez que te vuelves afanoso, ansioso e inquieto,
nunca serías capaz de contar tus afanes, aun cuando pudieras contar los
cabellos de tu cabeza. Los afanes son propensos a multiplicarse para
quienes están llenos de afanes; y cuando estás tan lleno de ansiedades
como piensas que podrías estarlo, con seguridad recibirás otra cosecha
de ansiedades que crecen a todo tu alrededor. La propensión a dejarse
dominar por este hábito maligno de la ansiedad conduce a permitirle que
establezca su dominio sobre la vida, hasta el punto de que no vale la pe-
na vivir la vida en razón de la ansiedad que tenemos por ella. Los afanes
son múltiples; por tanto, las oraciones suyas deben ser múltiples. Con-
viertan en una oración todo lo que sea un afán. Las ansiedades deben
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ser la materia prima de sus oraciones; y, así como los alquimistas espe-
raban convertir la escoria en oro, así ustedes, por una santa alquimia, de
hecho convierten en un tesoro espiritual lo que naturalmente habría sido
un afán, en la forma de una oración. Bauticen cada ansiedad en el nom-
bre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y así, conviértanla en una
bendición.
¿Tienes ansiedad de poseer? Ten cuidado para que la ansiedad no te
posea. ¿Quieres realizar una ganancia? Preocúpate de no perder más de
lo que ganas con tus ganancias. Te suplico encarecidamente que no ten-
gas ansiedad de ganar más de lo que te atrevas a convertir en una ora-
ción. No desees tener aquello que no te atrevas a pedirle a Dios que te dé.
Mide tus deseos de acuerdo a una norma espiritual, y así serás guardado
de todo lo que se asemeje a la codicia. A muchas personas les vienen sus
afanes por sus pérdidas; pierden lo que han ganado. Bien, éste es un
mundo en el que existe la tendencia a perder. Los reflujos siguen a las
crecidas, y los inviernos aplastan a las flores del verano. No se sorpren-
dan si ustedes pierden como lo hacen otras personas; antes bien, oren
acerca de sus pérdidas. Acudan a Dios con ellas y en vez de inquietarse,
conviértanlas en una ocasión para esperar en el Señor, y para decir: “Je-
hová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. ¡Hazme en-
tender por qué contiendes conmigo, y libra a Tu siervo de quejarse algu-
na vez de Ti, sin importar lo que Tú permitas que pierda!”
Tal vez tú digas que tu ansiedad no es ni por tus ganancias ni por tus
pérdidas, sino sólo acerca de tu pan diario. ¡Ah, bien, tú tienes promesas
para eso, y lo sabes! El Señor ha dicho: “Habitarás en la tierra, y te apa-
centarás de la verdad.” Él te da un dulce aliciente cuando dice que Él
viste a la hierba del campo, y ¿no te vestirá mucho más a ti, hombre de
poca fe? Y el Señor Jesús te manda que consideres a las aves del cielo,
que ni siembran ni recogen en graneros y, sin embargo, tu Padre celestial
las alimenta. Acude a tu Dios, entonces, con todos tus afanes. Si tienes
una gran familia y un ingreso raquítico, y enfrentas muchos problemas
para subsistir y para proveer cosas honestas a los ojos de todos los hom-
bres, tienes muchas excusas para tocar a la puerta de Dios, y muchísi-
mas razones para ser encontrado a menudo en el trono de la gracia. Yo
les ruego que conviertan los afanes en algo de mucho provecho. Yo me
siento en libertad para apelar a un amigo cuando realmente tengo que
tratar algo con él; y ustedes pueden ser osados para apelar a Dios cuan-
do las necesidades los oprimen. En vez de preocuparse por cualquier co-
sa con un inquieto afán, conviértanla de inmediato en una razón para
una renovada entrega a la oración.
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bra: “oración”; y entonces, aunque sus afanes sean múltiples, sus ora-
ciones también serán múltiples.
Noten, a continuación, queridos amigos, que un afán indebido es una
intrusión en la esfera de Dios. Es hacerte, tú mismo, el padre de la casa,
en lugar de ser un hijo; es hacerte, tú mismo, el señor, en vez de ser un
siervo para quien el señor provee sus raciones. Ahora, si en lugar de
hacer eso, convirtieras el afán en oración, no habría intrusión, pues pue-
des acudir a Dios en oración sin ser acusado de presunción. Él te invita
a orar; es más, aquí, por medio de Su siervo, te manda que “sean conoci-
das vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con ac-
ción de gracias.”
Además, los afanes no nos sirven de nada, y nos causan un gran daño.
Si fueras a preocuparte tanto como lo desearas, no te podrías hacer una
pulgada más alto, ni hacer crecer otro cabello en tu cabeza, ni cambiar el
color de un cabello a blanco o a negro. Eso nos dice el Salvador; y Él pre-
gunta: si el afán falla en cosas tan pequeñas, ¿qué podría hacer el afán
en los más elevados asuntos de la providencia? No puede hacer nada.
Un agricultor visitó sus campos y dijo: “No sé qué sucederá con todos
nosotros. Si esta lluvia continúa, el trigo será destruido; no tendremos
ninguna cosecha a menos que tengamos algún buen clima.” Caminaba
de arriba para abajo, estrujando sus manos, y preocupándose, e incomo-
dando a todos los miembros de la familia; pero no produjo ni un solo ra-
yo de luz del sol, a pesar de toda su preocupación; con todo su lenguaje
petulante, no pudo dispersar ninguna nube ni pudo detener ni una sola
gota de lluvia, no obstante todas sus murmuraciones.
Entonces, ¿de qué sirve que sigan royendo su propio corazón, si no
pueden obtener nada con ello? Además, eso debilita nuestro poder de
ayudarnos y, especialmente, nuestro poder para glorificar a Dios. Un co-
razón lleno de ansiedades nos impide juzgar rectamente en muchos
asuntos. A menudo he usado el ejemplo (no conozco otro mejor) de tomar
un telescopio, soplar sobre él el cálido aliento de nuestra ansiedad, acer-
carlo al ojo, y luego decir que no podemos ver nada sino nubes. Por su-
puesto que no podemos, y nunca lo haremos mientras exhalemos aliento
sobre él. Si fuéramos imperturbables, tranquilos, serenos y poseídos por
Dios, haríamos lo correcto. Deberíamos tener, como decimos, “presencia
de ánimo” en el tiempo de dificultad. El hombre que tiene la presencia de
Dios, puede esperar tener presencia de ánimo. Si olvidamos orar, ¿se
sorprenden de que estemos todos inquietos, y preocupados, y que haga-
mos lo primero que se nos ocurre, que es generalmente lo peor, en vez de
esperar hasta ver lo que deba hacerse, y luego hacerlo confiadamente y
con fe, como a los ojos de Dios? La ansiedad es perjudicial; pero basta
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dad. Acude a Dios de esa manera, pues ésa es una oración real, y ese es
el tipo de oración que echará fuera tu ansiedad.
Además, queridos amigos, el tipo de oración que trae libertad de la an-
siedad es comunión con Dios. Si no le has hablado a Dios, no has orado
realmente. Se ha sabido de un niñito (me atrevería a decir que sus hijos
también lo han hecho) que fue y puso una carta debajo de la rejilla de un
desagüe; y, por supuesto que no hubo nunca ninguna respuesta a una
carta enviada de esa manera. Si la carta no es puesta en el buzón para
que sea enviada a la persona a la cual está destinada, ¿de qué serviría?
Entonces, la oración es una comunicación real con Dios. Tienes que cre-
er que le hay, y que es galardonador de los que le buscan, o de lo contra-
rio no podrías orar. Él tiene que ser una realidad para ti, una realidad vi-
va; y tienes que creer que, en verdad, Él oye la oración, y entonces debes
hablar con Él, creer que vas a recibir la petición que le haces a Él, y así
habrás de recibirla. Él todavía no ha dejado de honrar nunca una ora-
ción de fe. Puede ser que te haga esperar por un tiempo, pero las demo-
ras no son denegaciones, y Él ha respondido a menudo una oración que
pedía plata, dando oro. Podría haber denegado el tesoro terrenal, pero ha
otorgado riquezas celestiales equivalentes a diez mil veces el valor, y el
suplicante ha quedado más que satisfecho con el intercambio. “Sean co-
nocidas vuestras peticiones delante de Dios.”
Yo sé lo que haces cuando tienes problemas; recurres a tu vecino, pe-
ro tu vecino no quiere verte tan a menudo en relación a una cierta caren-
cia. Posiblemente recurras a tu hermano; pero hay un texto que te ad-
vierte que no vayas a la casa de tu hermano en el día de tu calamidad.
Cuando estás en apuros de dinero, no puedes visitar a un amigo con
demasiada frecuencia; él podría estar muy contento de verte sólo hasta
oír qué pretendes. Pero si acudes a tu Dios, Él nunca te dará la espalda;
Él nunca dirá que acudes con demasiada frecuencia. Por el contrario, in-
cluso te reprochará porque no acudes a Él con suficiente frecuencia.
Hay una palabra que acabo de pasar por alto ahora, porque quería de-
jarla para mi última observación sobre este punto: “Sean conocidas vues-
tras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de
gracias.” Ahora, ¿qué quiere decir eso? Quiere decir que el tipo de ora-
ción que mata al afán es una oración que pide alegremente, gozosamente,
agradecidamente. “Señor, yo soy pobre; he de bendecirte por mi pobreza,
y entonces, oh Señor, ¿no suplirás todas mis necesidades?” Ésa es la
manera de orar. “Señor, estoy enfermo; yo te bendigo por esta aflicción,
pues estoy seguro de que quiere decir algo bueno para mí. ¡Ahora yo te
suplico que te dignes sanarme!” “Señor, me encuentro en una gran tribu-
lación; pero yo te alabo por la tribulación, pues yo sé que contiene una
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¿Por qué existía esa paz bajo tales circunstancias? Era “la paz de Dios,
que sobrepasa todo entendimiento.” Nosotros no tenemos que sufrir así
en nuestros días; pero si se llegara a ese punto alguna vez, es portentosa
la paz que goza un cristiano. Después de que había habido una gran
tormenta, el Maestro se puso de pie en la proa del barco, y le dijo al vien-
to: “Enmudece,” y leemos que “se hizo grande bonanza.”
¿Han sentido ésto alguna vez? Ustedes, en verdad, lo sienten esta no-
che, si han aprendido este arte sagrado de hacer que sean conocidas sus
peticiones en todo ante Dios, y la paz de Dios que sobrepasa todo enten-
dimiento habrá de guardar sus corazones y sus pensamientos en Cristo
Jesús.
Esta bendita paz que guarda sus corazones y sus pensamientos es
una paz que custodia. La palabra griega implica una guarnición. ¿No es
acaso algo extraño que un término militar sea usado aquí, y que sea una
paz que actúa como un custodio para el corazón y la mente? Es la paz de
Dios que debe proteger al hijo de Dios. ¡Es una extraña pero hermosa fi-
gura! He oído que el miedo es como el ama de llaves para un cristiano.
Bien, el miedo puede ser un buen guardián para mantener alejados a los
perros; pero no tiene una alacena llena. Pero la paz, aunque parezca de-
bilidad, es la esencia de la fortaleza y, mientras vigila, también nos ali-
menta y suple nuestras necesidades.
Es también una paz que nos vincula a Jesús: “La paz de Dios, que so-
brepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos,” esto es, sus afectos y su mente, sus deseos y su intelec-
to; guardará su corazón, de tal manera que no temerá; guardará su men-
te, de tal manera que no conocerá ningún tipo de perplejidad. “La paz de
Dios… guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús.” Todo es “en Cristo Jesús,” y por tanto, es doblemente dulce y
precioso para nosotros.
Oh mis queridos oyentes, algunos de ustedes vienen aquí los jueves
por la noche, y no saben nada acerca de esta paz de Dios, y tal vez se
pregunten por qué, nosotros los cristianos, hacemos tal alboroto acerca
de nuestra religión. Ah, si lo supieran, ustedes, tal vez, harían más albo-
roto acerca de ella del que hacemos nosotros; pues aunque no hubiera
un más allá—y nosotros sabemos que lo hay—el hábito bendito de acudir
a Dios en oración, y de echar toda nuestra ansiedad sobre Él, nos ayuda
a vivir de manera sumamente gozosa, incluso en esta vida. Nosotros no
creemos en el secularismo; pero si lo hiciéramos, no habría preparación
para la vida terrenal como este vivir para Dios, y vivir en Dios. Si ustedes
tienen un dios falso, y simplemente van a la iglesia o a la capilla, y llevan
su libro de oración o su himnario y por eso piensan que son cristianos,
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(1) Para entender mejor esta explicación que nos da el pastor Spurgeon
sobre el significado de la palabra, hay que tener en cuenta que la versión
de la Biblia en inglés, King James, dice: “Be careful for nothing…” ‘Care-
ful’ hoy se entiende más como: cuidadoso, cauteloso, precavido, etc. No
se vincula claramente con afán o ansiedad. En nuestra versión en espa-
ñol no tenemos ese problema porque la traducción dice, directamente,
afanosos.
http://www.spurgeon.com.mx/sermones.html
Oren diariamente por los hermanos Allan Roman y Thomas Montgomery,
en la Ciudad de México. Oren porque el Espíritu Santo de nuestro Señor
los fortifique y anime en su esfuerzo por traducir los sermones
del Hermano Spurgeon al español y ponerlos en Internet.
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PRAYER, THE CURE FOR CARE
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