Biomarcadores

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Biomarcadores de carga alostática del estrés crónico y el impacto en la

salud y la cognición

El modelo de carga alostática expande la literatura de estrés-enfermedad


proponiendo una cascada temporal de desregulaciones fisiológicas
multisistémicas que contribuyen a las trayectorias de la enfermedad. Al incorporar
un índice de carga alostostática que representa el funcionamiento neuroendocrino,
inmunológico, metabólico y del sistema cardiovascular, numerosos estudios han
demostrado una mayor predicción de la morbilidad y la mortalidad más allá de los
métodos tradicionales de detección empleados en la práctica biomédica. Este
artículo revisa el trabajo teórico y empírico utilizando el modelo de carga alostática
con respecto a los efectos del estrés crónico sobre la salud física y mental. Se
aclaran los factores específicos de riesgo y protección asociados con el aumento
de la carga alostática y se proponen políticas para promover el envejecimiento
exitoso.

Contenido

1. Introducción

2. Concepto de alostasis

3. Modelo de carga alostática.

4. Revisión de estudios que incorporan algoritmos de carga alostática

4.1. Adultos mayores y de mediana edad

4.2. Adultos que trabajan

4.3. Niños y adolescentes

5. Conclusión

Referencias.
1. Introducción

El estrés psicosocial crónico y las consiguientes desregulaciones fisiológicas se


ven cada vez más como catalizadores del envejecimiento acelerado y agitadores
de las trayectorias de la enfermedad. Las diferencias individuales en las
interpretaciones del cerebro y las reacciones del cuerpo frente a factores
estresantes ambientales son, sin embargo, los determinantes finales de la
vulnerabilidad hacia o la resiliencia frente a las enfermedades relacionadas con el
estrés (Lupien et al., 2009; McEwen, 1998b, 2009). Por lo tanto, la salud y el
envejecimiento exitoso pueden conceptualizarse como una capacidad para
adaptarse y responder eficazmente a los desafíos dinámicos de estar vivo.
Encarnando esta noción es el modelo de carga alostática, que evalúa las
desregulaciones fisiológicas que se producen cuando el funcionamiento
homeostático normal se desplaza hacia rangos anormales a través de la secreción
prolongada de hormonas de estrés y las posteriores mal adaptaciones que esta
cepa ejerce sobre sistemas interdependientes. Esta revisión resume los
desarrollos teóricos y estudios que incorporan algoritmos de carga alostática
utilizados para predecir los resultados cognitivos y de salud a lo largo del
desarrollo de la vida.

2. Concepto de alostasis

El término alostasis se refiere al proceso mediante el cual un organismo mantiene


la estabilidad fisiológica cambiando los parámetros de su medio interno,
adecuándolos apropiadamente a las demandas ambientales (Sterling y Eyer,
1988). Los modelos homeostáticos tradicionales definen la salud como un estado
en el que todos los parámetros fisiológicos operan dentro de los valores normales,
mientras que aquellos que no justifican la intervención farmacéutica. Por el
contrario, la alostasis define la salud como un estado de capacidad de respuesta y
una fluctuación predictiva óptima para adaptarse a las demandas del medio
ambiente (Sterling, 2004). La alostasis difiere de la homeostasis con respecto a su
énfasis en los puntos de equilibrio biológico dinámico y no estáticos, las
consideraciones del papel del cerebro en la regulación de la retroalimentación y la
visión de la salud como una adaptación del cuerpo entero a los contextos
(Schulkin, 2003b). Estas ideas han fomentado nuevas formas de conceptualizar
actividades biológicas complejas y multisistémicas donde, como escribió Heráclito,
"la única constante es el cambio". El modelo de carga alostática amplía la teoría
de la alostasis aplicándola a la causa y los efectos del estrés crónico.

3. Modelo de carga alostática

La carga alostática (AL) representa el "desgaste" que experimenta el cuerpo


cuando se activan respuestas alostáticas repetidas durante situaciones
estresantes (McEwen y Stellar, 1993). Las amenazas reales o interpretadas a la
homeostasis inician la liberación del eje simpático-suprarrenal-medular (SAM) de
las catecolaminas y la secreción hipotalámica-pituitaria-suprarrenal (HPA) de los
glucocorticoides que movilizan la energía necesaria para las respuestas de lucha o
huida (Sapolsky et al., 2000). La coordinación de la alostasis, por tanto, depende
de la evaluación del cerebro de la amenaza (hipocampo, amígdaloide y regulación
cortical prefrontal); (Herman et al., 2005, McEwen, 2007) y la ejecución de
respuestas fisiológicas. La percepción de la amenaza y la movilización de estos
mecanismos alostáticos están fundamentadas por las diferencias individuales en
los factores constitucionales (genética, desarrollo, experiencia), conductuales
(afrontamiento y hábitos de salud) e históricos (trauma / abuso, eventos
importantes de la vida, entornos estresantes) Factores que en última instancia
determinan la resiliencia a la tensión (Fig. 1, McEwen, 1998a).

Fig. 1. El modelo de carga alostática (McEwen, 1998a).


Mientras que la adaptación aguda, la sobreactivación crónica de los productos del
eje SAM y HPA produce un "efecto dominó" en sistemas biológicos
interconectados que sobrecompensan y eventualmente se derrumban, dejando al
organismo susceptible a enfermedades relacionadas con el estrés (Korte et al.,
2005; Et al., 2006, McEwen, 1998b). Los cambios cerebrales asociados con el
estrés crónico y AL (por ejemplo, la remodelación sináptica y dendrítica, la
neurogénesis suprimida, la atrofia estructural / hipertrofia) disminuyen aún más la
capacidad del cuerpo para procesar cognoscitivamente y responder
fisiológicamente a los factores estresantes (McEwen, 2000b). Estos factores
contribuyen a los estados fisiopatológicos de la alostasis (Fig. 2) que reflejan
patrones de respuesta en los que los sistemas alostáticos están sobreactivados y /
o desregulados (McEwen, 2003b). Estos procesos están enraizados en
antecedentes biopsicosociales integrados dentro del modelo AL que postula una
cadena secuencial de desregulación en múltiples mediadores sistémicos.

Una característica clave de la alostasis, la AL y, en última instancia, la sobrecarga


alostática es que múltiples mediadores de adaptación están implicados e
interconectados en una red no lineal. Cada sistema mediador produce efectos
bifásicos y está regulado por otros mediadores, a menudo de manera recíproca, lo
que conduce a efectos no lineales sobre muchos sistemas de órganos del cuerpo
(McEwen, 1998a). En un principio, la secreción prolongada de las hormonas del
estrés epinefrina, norepinefrina y cortisol (antagonizadas por la
dehidroepiandosterona) puede vacilar en su capacidad de proteger al individuo en
dificultades y en su lugar comenzar a dañar el cerebro y el cuerpo (McEwen,
2006a). Las hormonas de estrés y sus antagonistas, en conjunción con citoquinas
pro- y antiinflamatorias (por ejemplo, interleuquina-6, factor de necrosis tumoral
alfa) representan los biomarcadores de AL llamados mediadores primarios
(McEwen, 2003b). Los efectos sinérgicos de estas moléculas ejercen efectos
primarios sobre las actividades celulares (enzima, receptor, canal iónico,
genómico) que comprometen la integridad fisiológica de los mecanismos
alostáticos. Con el tiempo, los sistemas biológicos subsidiarios compensan la
producción sobre y / o bajo de mediadores primarios y, a su vez, cambian sus
propios rangos de operación para mantener las funciones químicas, tisulares y
orgánicas disminuidas. Esta etapa prodrómica se conoce como los resultados
secundarios, por lo que el metabolismo (por ejemplo, insulina, glucosa, colesterol
total, colesterol de lipoproteínas de alta densidad, triglicéridos, deposición de
grasa visceral), cardiovascular (por ejemplo, presión arterial sistólica y diastólica) e
inmune , Fibrinógeno, proteína c reactiva (PCR)) alcanzan los niveles subclínicos.
La etapa final de la progresión de la AL es la sobrecarga alostática, por lo que la
culminación de las desregulaciones fisiológicas conduce a puntos finales
desordenados, enfermos y fallecidos referidos como resultados terciarios.

El modelo de AL propone que midiendo las interacciones multisistémicas entre


mediadores primarios y efectos, en conjunción con biomarcadores sub-
clínicamente relevantes que representan resultados secundarios, se pueden hacer
avances biomédicos en la detección de individuos con alto riesgo de resultados
terciarios (McEwen, 2000a McEwen y Seeman, 1999). Los médicos habitualmente
incorporan muchos de estos biomarcadores ya, excepto que la atención se coloca
en gran medida en los valores que alcanzan niveles clínicamente significativos. Al
incorporar e integrar biomarcadores adicionales, la identificación de
biomarcadores preclínicos

Valores y métodos de triangulación con varias otras medidas si es factible (por


ejemplo, psicosociales, genotipos y fenotipos), se puede lograr una mayor
predicción de patologías. Debido a que los mediadores que conducen a la AL y las
susceptibilidades de la enfermedad interactúan de una manera no lineal, por lo
que las fluctuaciones en los valores inducen la remediación compensatoria a lo
largo del tiempo (Figura 3), es difícil delinear los cursos de tiempo de la
desregulación (McEwen, 2008). La cuantificación de AL a nivel biológico, y mucho
menos con respecto a la multiplicidad de moduladores psicosociales, ha
representado un desafío significativo. Sin embargo, los avances en la última
década han ayudado a allanar el camino a una mayor comprensión de la carretera
sinuosa a AL.
4. Revisión de estudios que incorporan algoritmos de carga alostática

4.1. Adultos mayores y de mediana edad

Las secciones siguientes resumen los estudios que utilizan medidas compuestas
de AL en relación con los resultados cognitivos y de salud a lo largo de la vida útil
(ver Tabla 1). Los estudios de MacArthur sobre el envejecimiento exitoso han dado
los primeros pasos hacia una definición operativa de AL. En la validación
preliminar se incluyó un índice de AL basado en el recuento que representaba los
10 biomarcadores siguientes: producción de cortisol urinario de 12 h, epinefrina y
norepinefrina; Sulfato de dehidroepiandrosterona sérica (DHEA-S), colesterol total
(CT), colesterol de lipoproteína de alta densidad (HDL) y colesterol de HDL;
Hemoglobina glicosilada plasmática (HbA1c); Presión sistólica y diastólica
agregada (PAS y PAD); Y la relación cintura-cadera (W / H) (Seeman et al.,
1997a). Los valores de los participantes que se encontraban dentro del percentil
75 del riesgo alto con respecto a las distribuciones de biomarcadores de la
muestra se dicotomizaron como "1" y los que estaban dentro de rangos normales
como "0", y se sumaron en un índice AL (0-10). Las dos excepciones fueron
DHEA-S y HDL colesterol, por lo que el percentil 25 inferior significaba mayor
riesgo. Utilizando este índice multisistémico que ha incorporado posteriormente
variantes de inclusión de biomarcadores (Figuras 4 y 5, Tabla 2) y formulaciones
alternativas (Tabla 3), numerosos estudios han evaluado la relación entre los
antecedentes de AL y la significación funcional de AL alta (Stewart , 2006).
Fig. 2. Estados alostáticos. Hay cuatro perfiles que ilustran cómo los estados alostáticos se
desvían de las respuestas saludables: (1) golpes repetidos de múltiples factores de estrés;
(2) la falta de adaptación reflejada en un fracaso para acostumbrarse a los estresores; (3)
respuesta prolongada debido a una retroalimentación negativa deteriorada; Y (4) una
respuesta inadecuada o un estado hipoactivo (McEwen, 1998a).
Fig. 3. Red no lineal de mediadores de la alostasis implicada en la respuesta al estrés. Las flechas
indican que cada sistema regula los otros, creando una red no lineal. Tenga en cuenta que muchos
sistemas corporales están influenciados por el mismo mediador (McEwen, 2006b).

La validación preliminar del modelo de AL se ha basado en la cohorte MacArthur


de adultos mayores de alto rendimiento (de 70 a 79 años de edad) nacionalmente
representativos, que fueron seguidos longitudinalmente (Berkman et al., 1993).
Análisis transversal reveló que incluso dentro de aproximadamente un millar de
estadounidenses exitosos, AL más alto se relacionó con un menor funcionamiento
de la línea base, el rendimiento cognitivo más pobre (compuesto de lenguaje,
abstracción, capacidad espacial, reconocimiento espacial retrasado, Retraso,
puntuación de retardo de la memoria de la historia), y un desempeño físico más
débil (medidas cronometradas de equilibrio, marcha, apoyos de la silla, grifos de
los pies y habilidad manual, Seeman et al., 1997a). A lo largo de 3 años, aquellos
con mayor AL mostró una disminución significativamente mayor en el
funcionamiento cognitivo y físico y aumento del riesgo de enfermedad
cardiovascular incidente (ECV) independientemente de los datos
sociodemográficos y el estado de salud basal. Es importante destacar que ninguno
de los biomarcadores individuales que componen el índice AL explicó de manera
significativa estos resultados terciarios, apoyando la utilidad de un enfoque multi-
sistémico compuesto para predecir los resultados terciarios en las poblaciones
geriátricas. Estos resultados se corroboraron después de un seguimiento de 7
años, por lo que un efecto umbral se reveló en aquellos con los niveles más altos
de AL con mayor riesgo de disminuciones cognitivas y físicas y el riesgo de ECV.
Lo más importante es que la AL más elevada se relacionó con un mayor riesgo de
mortalidad por accidente (Seeman et al., 2001).

La ruptura del índice AL en biomarcadores neuroendocrinos (estrés, hormonas y


DHEA-S) versus biomarcadores del síndrome metabólico (presión arterial, perfiles
lipídicos, relación W / H) reveló que estos grupos no se superponían, lo que
sugiere que cada grupo podría contribuir de forma independiente a los riesgos
para la salud. Específicamente, los biomarcadores del síndrome metabólico fueron
en gran parte responsables de la predicción de ECV incidente y resultados
sorprendentemente cognitivos (Seeman et al., 2001), mientras que tanto el
síndrome metabólico como los biomarcadores neuroendocrinos representaron el
riesgo de mortalidad y sólo marginalmente a la disminución física. Estas vías
diferenciales han proporcionado apoyo para la inclusión de un índice AL completo
en lugar de subcategorías de biomarcadores. Dicho esto, el índice AL predijo la
mortalidad y el funcionamiento físico de manera más uniforme que sus grupos o
constituyentes. Las vías conducentes al síndrome metabólico (obesidad,
hiperlipidemia, hipertensión, resistencia a la insulina) deben distinguirse de las
relacionadas con la AL y los resultados terciarios posteriores. Estudios futuros
también necesitarán descomponer la secuenciación temporal de los efectos
neuroendocrinos e interacciones asociadas con las etiologías del síndrome
metabólico (van Dijk y Buwalda, 2008).

En este esfuerzo, las nuevas tecnologías lipídicas (Oresic et al., 2008), los
modelos de alostasis de glucosa (Golay y Ybarra, 2005, Stumvoll y Bogardus,
2009, Stumvoll et al., 2003, 2004) y la incorporación de biomarcadores no
incluidos actualmente En la nomenclatura del síndrome metabólico (es decir, la
leptina, el cortisol (Chrousos, 2000, Kahn et al., 2005, Maggio et al., 2006, 2007,
Rosmond, 2005)) será esencial tanto para la investigación como para la práctica
clínica.
Usando correlaciones canónicas (Thompson, 1984) en un análisis separado,
Karlamangla et al. (2002) encontraron que los mediadores primarios contribuyen
de forma independiente a los factores de riesgo cardiovascular y metabólico en la
predicción cognitiva y el funcionamiento físico disminuye. Específicamente, la
epinefrina, la relación W / H y el cortisol contribuyeron en mayor medida a la
mayor predicción de la AL de disminuciones físicas, mientras que la DBP, la
epinefrina y la HbA1c contribuyeron más a las disminuciones cognitivas
(Karlamangla et al., 2002). Este resultado posterior extiende el trabajo previo
usando esta cohorte que mostró niveles crecientes de cortisol en mujeres a
deterioros de la memoria (Seeman et al., 1997b) y el aumento de los niveles de
epinefrina en hombres a declives cognitivos (Karlamangla et al., 2005). Además,
estos estudios ponen de relieve la ventaja de la incorporación de biomarcadores
multisistémicos, aunque los grupos específicos parecen predecir los resultados
terciarios diferencialmente

Fig. 4. Frecuencias de inclusiones de biomarcadores para 58 estudios de carga alostática. El


gráfico circular central ilustra la frecuencia de todos los biomarcadores neuroendocrinos, inmunes
(factores inflamatorios y coagulantes), metabólicos, cardiovasculares / respiratorios y
antropométricos combinados. Estos se desglosan en biomarcadores específicos para cada
clasificación en las cinco barras periféricas donde el eje x representa la frecuencia y el eje y
representan las abreviaturas de los marcadores: ACT: alfa 1-antiquimotripsina, Adi: adiponectina,
Alb: albúmina, Aldo: aldosterona, IMC: índice de masa corporal, Cort: cortisol, Creat: creatinina,
CRP: proteína c reactiva, DA: dopamina, DD: d-dímero, DHEA-S: sulfato de
dehidroepiandrosterona, DBP: presión arterial diastólica, E: epineferina, EBV -ab: anticuerpos del
virus de Epstein-Barr, Fib: fibrinógeno, GFR: tasa de filtración glomerular, Gluc: glucosa, HbA1c:
glucosilación de hemoglobina, HDL: colesterol de lipoproteína de alta densidad, HDL / TC:
colesterol total a HDL, Ho: homocisteína, HR: frecuencia cardíaca, HRflex Insul: insulina, IR:
resistencia a la insulina, LDL: lipoproteína de baja densidad, NE: concentración de insulina-
glucosa, IL-6: interleucina-6, ILG-1: Norepinefrina, P: pulso, PAI-1: inhibidor del activador del
plasminógeno 1 antígeno, PR: respuesta presora, Pro: prolactina, pico: flujo espiratorio máximo,
RFP: Índice de patrón de grasa relativa, PAS: presión arterial sistólica, subsc: pliegues cutáneos
subescapulares, T / AIII: complejo trombina / antitrombina III TC: colesterol total , TNF-a: factor de
necrosis tumoral alfa, t-PA: antígeno activador de plasminógeno tipo tejido, Tricep: tríceps, Trig:
triglicéridos, Visf: visfatino, vWF: Factor von Willebrand, W / H: relación cintura-cadera , Peso:
peso,% grasa: porcentaje de grasa corporal.
En este sentido, se han empleado técnicas de partición recursiva (Breiman et al.,
1984, Zhang y Singer, 1999) para separar las combinaciones de biomarcadores
que demarcan el riesgo de mortalidad a los 12 años entre los sexos. Las vías de
alto riesgo de la agrupación de biomarcadores para los hombres incluyeron
epinefrina, norepinefrina, interleucina-6, PCR y fibrinógeno, mientras que para las
mujeres incluyeron IL-6, PCR, HbA1c y PAS (Gruenewald et al., 2006).
Curiosamente, la PAS elevada se produjo en el 100% de las vías femeninas de
alto riesgo, pero sólo el 17% en las vías masculinas de alto riesgo, principalmente
dominadas por niveles elevados de fibrinógeno, norepinefrina y epinefrina,
completamente ausentes para las mujeres. Tales '' firmas biológicas '' demuestran
que hay múltiples rutas sexuales específicas por las cuales los biomarcadores
exacerbados conducen a AL y el riesgo de mortalidad. En un análisis anterior, sin
embargo, los biomarcadores cardiovasculares fueron más frecuentemente
desregulados para los varones, mientras que los biomarcadores neuroendocrinos
fueron más frecuentemente desregulados para las mujeres (Seeman et al., 2002).
Estos hallazgos de la misma cohorte, medidos en diferentes puntos temporales,
revelan que las vías AL difieren realmente entre los sexos, aunque los grupos de
biomarcadores sexuales dependen de la edad.

Complementando culturalmente los hallazgos de mortalidad de MacArthur en una


cohorte taiwanesa, Goldman et al. (2006b) demostraron que el riesgo de
mortalidad a los 3 años era en gran parte atribuible a los mediadores primarios
neuroendimunológicos, pero no tan fuertemente a los marcadores clínicos
estándar de los sistemas cardiovascular y metabólico. Los factores de riesgo
específicos incluyeron alta HbA1c e IL-6, mientras tanto los valores altos y bajos
para el índice de masa corporal (IMC), PAD y epinefrina. Sin embargo, los
mediadores primarios no ejercieron efectos directos sobre los biomarcadores de
resultados secundarios como se teorizó en el modelo AL (Goldman et al., 2006b).
Los autores afirman que, si bien los biomarcadores neuroendocrinos e inmunes
son predictores importantes de la supervivencia futura, se sabe poco sobre sus
niveles y procesos normales o patológicos a medida que envejecen, su diferente
peso causal y los cursos de tiempo comparados con otros biomarcadores de salud
y cómo los profesionales pueden modificar Su funcionamiento.

La utilidad de la evaluación de múltiples biomarcadores, en particular los


mediadores primarios, parece ser una forma poderosa y práctica de mejorar las
estrategias de detección biomédicos y, finalmente, la ejecución de intervenciones
anteriores para promover la longevidad y una mejor calidad de vida (McEwen,
2003b). En el primer estudio se evaluaron los cambios inexplicables en los niveles
de AL en los riesgos de 2,5 y 4,5 años de mortalidad por todas las causas, ya que
eran más viejos y / o un varón relacionado con la AL basal más alta. Tal vez lo más
alentador en el seguimiento fue que, independientemente del sexo, las
disminuciones en la AL se relacionaron significativamente con las reducciones en
el riesgo de morir (Karlamangla et al., 2006). Estos hallazgos sugieren fuertemente
que incluso en edades más avanzadas, pueden alcanzarse esperanzas de vida
más largas cuando se disminuyen las desregulaciones fisiológicas. Si una AL más
alta se asocia con resultados terciarios como mortalidad, eventos de ECV,
deterioro cognitivo, dificultades físicas e incluso fragilidad (Szanton et al., 2009),
más allá de los biomarcadores clínicos tradicionales, se deduce que la
identificación y el abordaje de sus antecedentes pueden tener importantes factores
biomédicos trascendencia.

Los factores psicosociales contribuyen a los diferenciales en los niveles de AL


entre las sociedades y los sexos. Al combinar la cohorte de MacArthur y los del
Estudio Longitudinal de Wisconsin (WLS), se informó retrospectivamente que los
vínculos parentales positivos y las relaciones armoniosas posteriores de la vida se
relacionaban con la AL más baja en los hombres, que se beneficiaba más del
apoyo emocional (Seeman et al.)
Tipo Biomarcadores Función
Glucocorticoide producido por las glándulas suprarrenales.
Las funciones incluyen la conversión de grasas y proteínas
almacenadas en carbohidratos, efectos antiinflamatorios e
inmunosupresores, aumento de la presión arterial y del ritmo
Cortisol
cardiaco, supresión de las actividades digestivas, de
crecimiento y reproductivas y modulación de las regiones
límbicas y prefrontales al atravesar el cerebro sanguíneo
barrera.
Andrógeno producido por las glándulas suprarrenales. Las
funciones conocidas incluyen su papel como un antagonista
del eje HPA y su capacidad para convertirse en andrógenos y
Deshidroepiandrosterona estrógenos. También suprime las citoquinas inflamatorias,
mejora el metabolismo de los lípidos y la masa muscular
magra, disminuye la resistencia a la insulina y reduce el
daño oxidativo al cerebro.
Catecolamina producida por las glándulas suprarrenales y el
cerebro. Como parte de la respuesta de "lucha o huida",
Neuroendocrina Epinefrina aumenta la frecuencia cardíaca y los niveles de glucosa,
mientras que disminuye las funciones digestivas e
inmunológicas.
Catecolamina producida por el cerebro. Como parte de la
respuesta de "lucha o huida", aumenta la presión sanguínea,
Norepinefrina
contrae los vasos sanguíneos y modula las actividades
cerebrales.
Catecolamina producida principalmente en el cerebro y las
glándulas suprarrenales. Es un neurotransmisor bien
caracterizado involucrado en muchas actividades
Dopamina
neurológicas (motivación, movimiento voluntario,
cognición) y también aumenta la presión arterial y la
frecuencia cardíaca.
Minerocorticoides producidos por las glándulas
suprarrenales. Funciona reabsorbiendo sodio, reteniendo
Aldosterona agua y excretando potasio en los riñones para mantener la
acidez de la sangre, así como para disminuir el volumen
sanguíneo y la presión arterial.
Citocinas producidas por macrófagos y células T. Funciones
en la pro-inflamación y anti-inflatorias mediante la
Interleucina-6
estimulación de células B y diferenciación de células T que
ayudan a las reacciones de fase aguda al daño tisular
Factor de necrosis tumoral Citocinas producidas por los macrófagos. Funciones en la
inflamación sistémica evocando mediadores de reacciones
alfa de fase aguda así como en la apoptosis tumoral
Proteína sintetizada en el hígado. Funciones mediante el
Proteína C-reactiva aumento de la fagocitosis durante las reacciones de fase
Inmune
aguda que promueven la inflamación
Hormona de la proteína del polipéptido producida sobre todo
Factor de crecimiento tipo en el hígado y el páncreas. Funciona como un estimulador
insulina-1 del crecimiento celular y como un inhibidor de la apoptosis
celular
Proteína que se sintetiza en fibrina en el hígado. Tras la
síntesis, funciona como un factor de coagulación de la
Fibrinógeno
sangre que promueve la coagulación, pero cuando aumenta
el riesgo de trombosis.
Lipoproteína sintetizada en el hígado. Transporta el
Colesterol de lipoproteínas colesterol de los tejidos al hígado. Comúnmente se conoce
como "colesterol bueno", ya que su forma de alto contenido
de alta densidad en proteínas / bajo colesterol es más fácilmente eliminada
por la sangre en el hígado y excretada en la bilis.
Lipoproteína sintetizada en el hígado. Transporta el
colesterol a los tejidos que sintetizan las membranas
Colesterol de lipoproteínas celulares y las secreciones. Comúnmente se conoce como
"colesterol malo", ya que su forma de baja proteína /
de baja densidad colesterol alto es más probable que se deposite en las
paredes de los vasos sanguíneos y contribuir a la
aterosclerosis.
Glicérido formado a partir de glicerol y tres cadenas de
Triglicéridos ácidos grasos. Funciona como una fuente importante de
energía y como un transportador de grasa dietética.
Hemoglobina utilizada para indexar la concentración media
de glucosa durante muchos días, semanas e incluso meses.
Hemoglobina glicosilada Esta proporción representa la cantidad de glucosa a la que la
hemoglobina analizada ha estado expuesta durante su ciclo
Metabolismo
celular.
Monosacárido sintetizado en el hígado y los riñones.
Glucosa
Funciona como nuestra principal fuente de energía.
Hormona proteica producida en el páncreas. Funciona
Insulina reduciendo los niveles de glucosa y promoviendo el
almacenamiento de energía en forma de glucógeno.
Proteína producida por el hígado. Funciones en el
Albúmina mantenimiento de la regulación del volumen sanguíneo y
como portador de moléculas de baja solubilidad en agua.
Producto de residuos nitrógeno del fosfato de creatina
muscular que es filtrado y excretado por el hígado. El
Creatinina
aclaramiento de creatinina es un marcador de la tasa de
filtración glomerular que representa el funcionamiento renal.
Aminoácido biosintetizado a partir de metionina y puede
convertirse en cisteína. Funciones en las vías de
remethylation y transsulfuration que dependen en parte de la
Homocisteína
ingesta nutricional de ácido fólico y vitamina B12. Los
niveles excesivos de homocisteína han sido implicados en el
riesgo de enfermedad cardiovascular.
Medido con un esfigmomanómetro. Representa la fuerza
máxima ejercida por la sangre contra las paredes de los
Presión sanguínea sistólica
vasos sanguíneos cuando el ventrículo izquierdo se contrae
durante la sístole.
Medido con un esfigmomanómetro. Representa la fuerza
mínima ejercida por la sangre contra las paredes de los vasos
Presión arterial diastólica
sanguíneos cuando el ventrículo izquierdo está relajado
Cardiovascular y durante la diástole.
Medido utilizando un medidor de flujo máximo. Representa
respiratorio Máximo flujo de expiración la velocidad máxima de la espiración y el grado de
obstrucción del flujo de aire a través de los bronquios.
Medido en sitios donde la pulsación arterial se puede sentir.
Representa el número de palpaciones hechas por el corazón
dentro de un período de tiempo.
Frecuencia cardíaca / pulso
Medida de la circunferencia de la cintura y la circunferencia
de la cadera usando valores de cinta métrica que se calculan
en una proporción dividiendo la cintura por la cadera. Los
niveles más altos representan una mayor distribución de
Relación cintura-cadera grasa adiposa de interés para los individuos obesos. Las
formas del cuerpo que comúnmente se conocen como
"formas de manzana" (mayor tamaño de la cintura) se
Antropometría consideran en mayor riesgo de problemas de salud que las
formas de pera (mayor tamaño de cadera).
Medida de peso y altura que luego se calcula en un índice
dividiendo el peso por la altura2. Representa una medida
indirecta del porcentaje relativo de grasa corporal de un
Índice de masa corporal
individuo que varía de severamente bajo peso, bajo peso,
normal, sobrepeso, a tres clasificaciones diferentes de la
obesidad.
Tabla 2. Ejemplo de biomarcadores repetidamente utilizados en estudios de carga alostática con un
breve resumen de sus funciones

Por el contrario, las mujeres, pero no los hombres, que asisten regularmente a los
servicios religiosos, exhiben niveles más bajos de AL (epinepherine inferior y W /
H) independientemente de las características de la red social o religiosidad
subjetiva (Maselko et al. Un mayor sentido de la coherencia y significado en la vida
también se ha relacionado con la AL más baja en un estudio de 6 años de mujeres
suecas de mediana edad (Lindfors et al., 2006). Estos estudios representan el
impacto positivo que los recursos emocionales, espirituales y personales pueden
tener sobre la salud, el bienestar y, además, la resiliencia al estrés y AL que
afectan a las sociedades en todo el mundo.

La investigación de las dimensiones sociológicas en relación con las


formulaciones de AL tradicionales y alternativos ha sido corroborada
transculturizadamente en un estudio de personas de edad avanzada (edades 54-
70) y ancianos (edades 71+) que participaron en el Estudio Social Ambiental y
Biomarcadores del Envejecimiento (SEBAS ). En línea con los resultados de
Seeman et al. (2002), la menor AL se asoció con la presencia de un cónyuge en
hombres cercanos a los ancianos, pero no en las mujeres, mientras que los lazos
sociales con amigos íntimos y / o vecinos eran protectores para las personas
mayores independientemente del sexo (Seeman et al., 2004a). Utilizando el
SEBAS en un estudio separado, el riesgo de mortalidad a 3 años, las limitaciones
de la movilidad, las disminuciones cognitivas y los síntomas depresivos fueron
parcialmente predictivos de una AL más alta; Sin embargo, estos resultados fueron
impulsados diferencialmente por factores de riesgo clínicos tradicionales,
mediadores neuroendimunológicos y atenuados por controles de salud (Goldman
et al., 2006a). En estudios similares, Seplaki y sus colaboradores aportaron varios
análisis metodológicos importantes utilizando las técnicas de grado de afiliación
(Manton et al., 1994) y los índices AL alternativos usando nuevamente la cohorte
SEBAS. Ellos mostraron

Que la mayor AL se relaciona con un estado de salud más pobre (autoestimación


de la salud, actividades de la vida diaria, movilidad, orientación temporal),
síntomas depresivos y deterioro cognitivo (Seplaki et al., 2004, 2005, 2006). Estos
resultados dependen en gran medida de la formulación del índice AL utilizada (por
ejemplo, 2 colas versus tradicionales de cola 1, 10 y 90 frente a 25 y 75
percentiles). Cada formulación produce resultados comparables, aunque existen
pequeñas pero moderadas diferencias predictivas basadas en los biomarcadores y
los resultados utilizados. Por ejemplo, las formulaciones de dos colas
(distribuciones altas y bajas de biomarcadores) deben ser más restrictivas que las
de corte tradicional de 1 cola, aunque a su vez podrían tener un umbral menos
sensible y por lo tanto una capacidad limitada para ser usadas como un Señal de
alerta temprana de la salud y disminuciones funcionales (Seplaki et al., 2004).
Estudios futuros podrían quizás emplear permutaciones de AL con el SEBAS y
otras cohortes en conjunción con las historias de vida (Ryff y Singer, 2000), es
decir, vías entre movilidad socioeconómica y relaciones sociales en diferentes
puntos temporales usados para delinear interacciones potenciales con resultados
terciarios inminentes . Para ilustrarlo, Singer y Ryff (1999) han aplicado tales vías
y han demostrado que la vinculación parental de la infancia y la categoría de
ingresos del hogar corresponden a AL más alta. En contraste con las relaciones y
las finanzas de los adultos, se reveló que el aumento de la movilidad a la baja se
relacionaba con el aumento de la AL, al igual que los bajos ingresos de los padres
y las relaciones sociales negativas (Singer y Ryff, 1999). Por lo tanto, los cambios
en el curso de la vida en la posición social y la calidad de las redes sociales
pueden utilizarse para mapear gradientes en el riesgo de enfermedad.
La aparición de efectos socio-demográficos ha demostrado que la educación y la
pobreza interactúan fuertemente con la AL y los resultados asociados. Por
ejemplo, los informes previos de un mayor riesgo de mortalidad a los 7 años en el
estudio de MacArthur de los agresores exitosos de diversos estratos
socioeconómicos, fueron fuertemente afectados por la interacción entre AL alta y
baja educación (Seeman et al., 2004b). En la cohorte de SEBAS, Hu y sus colegas
mostraron que la AL más alta, así como la menor educación y el ingreso se
asociaron independientemente con una salud auto-evaluada más pobre, más
dificultades en las actividades instrumentales de la vida diaria y menos actividad
física. Mientras que los análisis bivariados revelaron que AL alta relacionada con la
edad avanzada, el sexo femenino, menos educación, menor ingreso, menos uso
de alcohol y peor estado de salud, las asociaciones entre educación, ingresos y
estado de salud no fue mediada por el índice convencional AL Hu et al., 2007). Del
mismo modo, otro estudio encontró que el estatus socioeconómico (SES) no
estaba mediado por AL ni cortisol (Dowd y Goldman, 2006, para una revisión,
véase Dowd et al., 2009). A la inversa, al combinar las cohortes de SEBAS y
MacArthur, se reveló que el menor nivel socioeconómico (educación inferior,
situación ocupacional, finanzas) y mayores desafíos sociales (viudedad reciente,
altas demandas) se relacionaban con una AL más alta (Weinstein et al.2003) En el
Estudio de Envejecimiento Normativo, la educación inferior también se relacionó
con una AL más alta, pero fue mediada por rasgos de personalidad hostiles que
mantuvieron un efecto independiente sobre la AL (Kubzansky et al., 1999).
Colectivamente, estos estudios ponen de relieve la necesidad de más análisis
longitudinales que son sensibles a la interacción entre AL, SES, e incluso rasgos
de personalidad en la predicción de las enfermedades que se siguen.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES) reveló que la AL atenúa los


efectos de la educación y los gradientes de ingresos en la predicción de la
cardiopatía isquémica y la enfermedad periodonal (Sabbah et al., 2008). Siguiendo
cerca de quince mil participantes de la misma cohorte a lo largo de 6 años,
Crimmins et al. (2009) demostraron que los que viven en la pobreza muestran
aumentos más pronunciados en AL hasta la edad media y luego se estabilizan
alrededor de los 70 años de edad y más. Los individuos de mayor edad con AL
más alta están en mayor riesgo de mortalidad, mientras que la edad atenúa el
efecto de la pobreza. Sorprendentemente, aquellos con AL mhigh tienen una
expectativa de vida que es 6 años más corta que aquellos con bajo riesgo
biológico con un estado de pobreza similar y emparejados por sexo (Crimmins et
al., 2009).

Los resultados de este grado representan las consecuencias muy reales de una
AL más alta en la salud pública, un efecto que tristemente trasciende los estratos
SES e infringe las disparidades raciales / étnicas de salud. Por ejemplo, los
afroamericanos con enfermedad arterial periférica en la NHANES tienen los
niveles más altos de AL (mayor PAS, CRP y homocisteína y menores tasas de
filtración glomerular), incluso después de controlar la edad, el sexo y la raza
(Nelson et al. Afirma que la salud de las mujeres no caucásicas se deteriora en la
edad adulta temprana, ya que las consecuencias físicas de la desventaja
acumulativa del SES contribuyen a las complicaciones reproductivas
intergeneracionales (Geronimus et al., 2006). Substantivamente, los caucásicos
pobres eran menos propensos que los no-pobres afroamericanos a tener AL más
alto. Para los individuos del SES de barrio más bajo en la cohorte de NHANES, el
riesgo de tener una IG superior es de 200% para los afroamericanos, 70% para los
mexicanos urbanos y 30% para los caucásicos, lo que sugiere que los vecindarios
son más privados para los no caucásicos (Merkin et al. ). Del mismo modo, los
norteamericanos estadounidenses y afroamericanos también muestran niveles
más altos de AL que los hispanos y caucásicos nacidos en el extranjero. En cuanto
a los grupos de biomarcadores, los afroamericanos y los caucásicos mostraron los
gradientes más fuertes en las vías cardiovasculares y metabólicas, mientras que
los factores de riesgo inflamatorio predominaron en los mexicoamericanos
(Seeman et al., 2008). Independientemente de las estratificaciones étnicas, sin
embargo, la menor educación y los ingresos relacionados con una mayor AL. AL
más alta también se ha encontrado en las mujeres mayores Samoanos de
América en el mayor riesgo de diabetes, sin embargo, la edad se relacionó
negativamente con la AL en los hombres (Crews, 2007). Estos estudios
demuestran que la SSE más baja incurre en un mayor riesgo de aumento de la AL
(ver revisión Szanton et al., 2005), concomitante a importantes desigualdades
raciales / étnicas que deben ser abordadas en la evolución de las políticas
públicas.

Independientemente de su SES y en consonancia con la teoría de la AL,


circunstancias estresantes se han informado en relación con desregulaciones
fisiológicas y secolea psicopatológica. Uso de la cohorte SEBAS, concurrente y
acumulativo percepción de estrés relacionado con el aumento AL (de alta y baja
DHEA-S, la glucosa y los niveles de IL-6) más fuertemente en las mujeres
(Goldman et al., 2005). Otro análisis de las historias de vida estresantes (p. Ej.,
Estado civil, participación en grupo, correlación con el hijo casado) no encontró
asociación con los parámetros neuroendócrinos de AL y, sin embargo, el estrés
percibido se encontró nuevamente en las mujeres (Gersten, 2008a). Este hallazgo
concuerda con la teoría de AL, que estipula que el estrés crónico está en el centro
de las desregulaciones fisiológicas, pero los hallazgos pueden deberse a
limitaciones en la evaluación del estrés y los matices culturales (McDade, 2008). ).
En un análisis más completo de SEBAS a lo largo de 2-4 años, la combinación de
bajo nivel de control, redes sociales y posición social hizo que los individuos
fueran más vulnerables a percibir y responder fisiológicamente a los estresores
adversamente, aunque la magnitud estadística era débil (Glei et al., 2007).

El estrés subjetivo percibido, en oposición al estrés ambiental objetivo, se


correlacionó con los mediadores primarios de AL más altos en cuidadores de
demencia veteranos de Australia durante 2 años cuando se comparó con los
nuevos y los no cuidadores (Clark et al., 2007). Por otro lado, un mayor número de
eventos negativos de la vida y las dificultades relacionadas con AL más alto
basado en z-score composites de dinámica de procoagulación antes y después de
una tarea de 15 minutos de estrés de habla en Alzheimer cuidadores (von Kanel et
al. La naturaleza inherentemente estresante de ser un cuidador también se ha
probado en madres de niños con cáncer y controles, lo que revela que el aumento
de AL (norepinefrina, IMC y cortisol inferior) se asocia con síntomas de trastorno
de estrés postraumático intensificado en un patrón de respuesta a la dosis (Glover,
2006). En un estudio relacionado con treinta madres de niños con enfermedades
graves que amenazan la vida, Glover et al. (2008) demostraron que la mayor AL
se relacionó con el número de meses desde el inicio de la enfermedad del niño y
con volúmenes del hipocampo derecho significativamente más prominentes en las
madres sintomáticas del TEPT (Glover et al., 2008). Estos estudios pioneros
utilizaron extremos altos y bajos de la variación del cortisol, ya que el
hipocortisolismo puede caracterizar ciertos síndromes y enfermedades (Fries et
al., 2005). Junto con los estudios de Gianaros et al. (2007) sobre el estrés crónico
de la vida y, como lo resume Sheline (2003) para los trastornos del estado de
ánimo, el hipocampo es un campana sensible de los efectos retardados del estrés
crónico en individuos normales y deprimidos.

Del mismo modo, en un estudio de adultos jóvenes y mayores hipocortisolemia o


control (dictomizados según diurna y dexametasona suprimida variaciones de
cortisol, psicometría de dolor, fatiga y estrés percibido), no se encontraron
diferencias significativas de grupo en relación con el aumento de la AL excepto
para la edad avanzada (Hellhammer et al., 2004). En varios estudios sobre
pacientes con síndrome de fatiga crónica (SFC), aquellos con mayor nivel de AL
tuvieron peor salud (dolor, funcionamiento físico, gravedad de los síntomas, pero
no fatiga, Goertzel et al., 2006) y menor educación (Maloney et al., 2006) .
Recientemente, se demostró que el riesgo de desarrollar SFC era tres veces
mayor en aquellos con AL más alta, lo que también estaba relacionado con
síntomas depresivos más intensos y una duración de fatiga sorprendentemente
más corta (Maloney et al., 2009). En el primer estudio genético de AL, se
evaluaron 32 genes candidatos (eje HPA, neurotransmisión, sistema inmunológico
y sistemas metabólicos) en 182 pacientes con SFC, lo que reveló que el alelo T
del gen ACS rs4968591 estaba relacionado con AL más elevada , CRP y cortisol
inferior en mujeres) independientemente de la edad, sexo, IMC y estado de fatiga
(Smith et al., 2009). La relación entre este polimorfismo de la enzima convertidora
de angiotensina-1 y las desregulaciones de biomarcadores neuroendocrinos e
inmunes representa un efecto de diátesis-estrés consistente con el marco de AL.
Futuras investigaciones de los mecanismos genéticos que contribuyen a la AL
fortalecería la comprensión de las interacciones mente-cuerpo con respecto a las
etiologías de enfermedades multisistémicas (Epel, 2009). Además, la literatura
teórica que vincula compuestos de AL a psicopatologías como trastornos del
estado de ánimo (Kapczinski et al., 2008, McEwen, 2003c, 2004, 2005), trastornos
de ansiedad (McEwen, 2002; Schulkin et al., 1994, 1998) (Koob et al., 2004, Koob
y Le Moal, 2001, Schulkin, 2003a, Valdez y Koob, 2004, Zimmermann et al., 2007)
han sido acompañados por una escasez de evidencia empírica en humanos,
Representando otra vía de investigación. En suma, los estudios citados apoyan el
modelo AL frente a numerosos resultados terciarios en la edad media y avanzada,
aunque representan manifestaciones fisiopatológicas enraizadas en la mala
adaptación a factores estresantes de experiencias pasadas

4.2. Adultos que trabajan

El estrés crónico es la explicación más común de cómo los ambientes de trabajo


adversos contribuyen a las trayectorias de la enfermedad (Taylor et al., 1997). El
primer estudio de AL en el lugar de trabajo encontró que los trabajadores
industriales alemanes mayores (21 y 61 años) con mayores demandas de empleo
tenían mayor AL (mayor PAS, PAD, CRP, Schnorpfeil et al., 2003). Un estudio
posterior encontró que el consumo de tabaco por AL y el hábito de fumar por
esfuerzo-recompensa desequilibrio (Siegrist et al., 2004) los efectos de la
interacción en la predicción de la baja médula ósea derivados de células
progenitoras (Fischer et al., 2009). La observación fundamental de que el
tabaquismo interactúa con un mayor estrés laboral o AL apoya firmemente la
noción de que los factores de riesgo sinérgicos conductuales y psicosociales
agotan las células progenitoras y por lo tanto debilitan la integridad vascular.

Para los trabajadores industriales chinos, los parámetros de glico-lípidos


desregulados del índice AL relacionados con el aumento de la edad, siendo
masculino, y menor control del trabajo (Li et al., 2007). Asimismo, el aumento de la
edad, la menor educación, las latitudes de decisión más bajas, las demandas de
empleo más altas y los rasgos de personalidad de tipo A relacionados con la AL
más alta en una muestra más amplia (Sun et al., 2007). Utilizando el análisis de
grupos de k-medios (Aldenderfer y Blashfield, 1991), se encontró que el aumento
de la edad, la fatiga y la falta de recuperación relacionadas con la AL más alta en
las mujeres trabajadoras de salud pública sueca (von Thiele et al., 2006). En un
estudio de gerentes de telecomunicaciones holandeses, no se establecieron
asociaciones significativas con el agotamiento emocional (agotamiento emocional,
despersonalización / cinismo, eficacia profesional, Maslach y Jackson, 1981); Sin
embargo, los autores sostienen que los participantes pueden haber sido
demasiado jóvenes para detectar desregulaciones fisiológicas (Langelaan et al.,
2007) y ninguno de los mediadores primarios se incluyó en los índices AL. Sin
embargo, un estudio más reciente de maestras alemanas de la misma edad
(media 45 años) reveló que un mayor desequilibrio esfuerzo-recompensa,
agotamiento vital y agotamiento, medido con agotamiento emocional,
correspondía a niveles AL ligeramente superiores (Bellingrath et al., 2009 ). En una
muestra finlandesa aún más joven, la mayor inestabilidad en la carrera entre las
edades de 27 y 36 aumentó el riesgo de una mayor AL a los 42 años con tres
frecuencias con el aumento simultáneo de las frecuencias de síntomas
psicosomáticos (Kinnunen et al. Por el contrario, no se encontraron asociaciones
entre la AL y los patrones de carrera de vida / ocupación, conflicto de familia a
trabajo, optimismo y bienestar medidos 6 años después en una muestra de
mujeres suecas (Johansson et al., 2007).

Estos autores afirman que sus hallazgos sugieren colectivamente que las mejores
opciones de trabajo-familia del estado de bienestar sueco promueven una mejor
salud en las mujeres como lo demuestra su AL baja. Estas propuestas demuestran
las implicaciones que la investigación de AL puede tener para evaluar los efectos
de las políticas públicas y las condiciones de trabajo (Behrmann y Juster, en
preparación). Por ejemplo, las mujeres suecas que trabajaban en el sistema de
salud (en comparación con las tecnologías de la información y los medios de
comunicación), que se caracterizaban por un aumento de la edad, una educación
más baja y una autoevaluación de la salud más pobre, presentaban AL más alta
(Hasson et al. Como las condiciones de trabajo ejercen un fuerte efecto sobre los
gradientes de SES en salud y los diferenciales entre sectores (por ejemplo, el
trabajo manual y los trastornos musculoesqueléticos, Lundberg, 1999), la
descomposición de los factores físicos y psicológicos específicos que median y / o
moderar enfermedades inminentes es imprescindible.

También es importante reconocer que los efectos de las inseguridades en el


empleo y las condiciones de trabajo adversas pueden no surgir hasta mucho más
adelante en la vida, una realidad que pronto afectará a la sociedad a medida que
las poblaciones en todo el mundo se retiran y envejecen (Fischer y Thayer, 2006).
En un estudio descriptivo de más de veintidós mil participantes de la NHANES, se
observó que la AL aumenta constantemente con la edad hasta los años 20-60 y
posteriormente en las mesetas durante los años 60-90 durante el período de
mayor riesgo de mortalidad (Crimmins Et al., 2003). Esta trayectoria de la edad
sugiere que hay, por lo menos, una "ventana de la oportunidad" de 40 años de
intervenir en escalar niveles del AL que se estabilizan alrededor de la edad de la
jubilación. Dicho esto, la carga alostática se desarrolla incluso antes de la edad
adulta.

4.3. Niños y adolescentes

Varios estudios han demostrado que la AL puede ser detectada en jóvenes


desfavorecidos. El trabajo del grupo de Gary Evans ha vinculado a los mayores
factores de riesgo acumulados (aglomeración, ruido, problemas de vivienda,
separación / agitación de la familia, violencia, relación entre ingresos y tono de
voz, padre soltero, abandono materno de la escuela secundaria) 2003) ya la
interacción entre estas adversidades y la baja capacidad de respuesta materna a
los 13 años (Evans et al., 2007). Más recientemente, la duración más prolongada
de la pobreza se ha relacionado con los impedimentos de la memoria laboral a los
17 años (Evans y Schamberg, 2009). Del mismo modo, la menor educación de los
padres incrementó la AL en adolescentes de 9º a 12º grado (Goodman et al.,
2005). Un estudio de campo de nepalíes encontró que los aldeanos sin hogar y
rurales eran más susceptibles al aumento de los niveles de AL en comparación
con los ocupantes urbanos y los estudiantes de 10-14 años de clase media
(Worthman y Panter-Brick, 2008).

Los gradientes SES como éstos pueden tener consecuencias conductuales y para
la salud a lo largo de toda la vida (McEwen, 2003a). Por ejemplo, la edad más
temprana de la menarquia, que difiere entre los estratos raciales / étnicos / SES y
aumenta el riesgo de futuros problemas de salud, se asoció con un riesgo de más
de dos veces de AL aumentada en mujeres adultas jóvenes (Allsworth et al.,
2005). Sin embargo, el daño acumulado a lo largo del tiempo y / o la incrustación
biológica de las adversidades durante los períodos de desarrollo sensibles se
experimentan y se manifiestan de manera heterogénea, de modo que la expresión
fisiológica del sistema de respuesta al estrés se procesa de forma diferente como
estrés positivo, tolerable o tóxico Shonkoff et al., 2009). Los hallazgos y marcos
antes mencionados defienden fuertemente que las trayectorias de la enfermedad
comienzan temprano y se llevan adelante hasta la muerte a menos que sean
abordadas por los factores de aprovechamiento que fomentan la resiliencia.

5. Conclusión

La descomposición de los factores protectores que hacen a los individuos


resilientes a la disminución cognitiva y de salud relacionada con la edad depende
de nuestras definiciones conceptuales del envejecimiento exitoso y la apreciación
de las diferencias individuales (Lupien y Wan, 2004). En lugar de ser la ausencia
de patología o la desaceleración de la senescencia, la resiliencia es un estado de
adaptación a una vida de estrés y tensión. La evidencia de los estudios de AL ha
demostrado claramente que la mala adaptación a ambientes estresantes tiene
consecuencias graves y, lo que es más importante, también ha arrojado luz sobre
los factores protectores y de riesgo involucrados. Aunque la AL parece aumentar a
medida que envejecemos y difiere por sexo (McEwen, 2000c) , Podemos además
proclamar asociaciones a lo largo del desarrollo de la vida que incluyen SES,
social / relación, lugar de trabajo, estilo de vida, raza / etnia y factores genéticos
(Fig. 6). Factores específicos de protección (por ejemplo, vínculos parentales,
educación, apoyo social, lugares de trabajo saludables, sentido del significado,
etc.) están disponibles o se manifiestan en diferentes momentos a lo largo del
desarrollo de la vida, y sin embargo, cada uno de ellos tiene la capacidad de
promover la resiliencia a lo largo de toda la vida contra la AL. Por lo tanto, es
esencial orientar los antecedentes de AL en períodos críticos y ejecutar programas
que cultivan la resiliencia para mejorar la salud pública.

La siguiente etapa en la investigación de AL podría ser evaluar la eficacia de las


intervenciones en la reducción de AL con estos factores en mente. A nivel
individual, los programas que fomentan la calidad / cantidad del sueño mejorado,
el apoyo social, el sentido del propósito, la autoestima, la dieta saludable, la
evitación de sustancias y la actividad física, mientras que aquellos a nivel social
pueden incluir políticas que crean incentivos para prácticas beneficiosas En el
lugar de trabajo, los vecindarios más limpios y más seguros y la motivación hacia
la educación superior son sólo algunos ejemplos de beneficios para toda la vida
que podrían mejorar la salud mental y física (McEwen, 2008). Específicamente
para los ancianos, se podría aplicar la terapia de bienestar enfocando la
autonomía, el propósito en la vida, el crecimiento personal, las relaciones positivas
con los demás, el dominio del medio ambiente y la autoaceptación (Singer et al.,
2005) y las intervenciones cognitivas podrían centrarse en las actividades físicas y
sociales (Elias y Wagster, 2007). Estos enfoques centrados en la persona para
disminuir la AL representan en común un alejamiento de panaceas
polifarmacéuticos que actualmente plaga estrategias de tratamiento biomédico.
En conclusión, el modelo de AL ha recibido un apoyo empírico convincente en su
capacidad para predecir una plétora de resultados de salud utilizando un enfoque
multisistémico, mientras que también conceptualmente extiende las literaturas
multidisciplinarias sobre estrés, SES y envejecimiento exitoso que colectivamente
llevan importantes políticas públicas y Implicaciones biomédicas.
Fig. 6. Un modelo de sistemas ecológicos de antecedentes identificados de carga alostática. Las
proposiciones centrales del modelo ecológico general de Bronfenbrenner son que los individuos
tienen una forma evolutiva a través de complejos sistemas de interacción recíproca. Estas fuerzas
interdependientes consisten en el entorno inmediato del individuo (micro-sistema), las
interconexiones entre varios individuos (meso-sistemas), la influencia indirecta de las estructuras y
ajustes sociales (exo-sistema), y finalmente la corriente cultural y subcultural Patrones (macro-
sistema) en el tiempo (crono-sistema). Los ejemplos se proporcionan en el diagrama a la izquierda,
con factores de riesgo y de protección paralelos identificados en relación con la carga alostática
enumerada a la derecha. Adaptado de (Bronfenbrenner, 1977, 1994, 1995).

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