1968: Un Año Revolucionario
1968: Un Año Revolucionario
1968: Un Año Revolucionario
1968, un año revolucionario / Pablo Rieznik ... [et. al.]. - 1a ed. - Buenos Aires: Editorial de la Facultad
de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, 2010.
178 p.; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-1450-78-7
ISBN 978-987-1450-78-7
© Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2010
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Prólogo
Días que también conmovieron al mundo
5
sin cesar. En abril, una masacre contra mujeres y niños en la
aldea de My Lai provocó una conmoción planetaria. Aquella
famosa foto de niños desesperados corriendo desnudos con
el telón de fondo de una ruta bombardeada se transformó
en símbolo de la brutalidad imperialista. El “Tío Sam” fue
colocado a la defensiva: el presidente Lyndon Johnson tuvo
que renunciar a su segundo mandato. El régimen político
yanqui se sacudió ese mismo año con dos “magnicidios”: el
de Martin Luther King, en abril, y el de Robert Kennedy, a
principios de junio.
En agosto, el centro de los acontecimientos se desplazó
de nuevo y violentamente hacia Europa, esta vez al Este.
Cinco mil tanques rusos y doscientos mil soldados invadían
Checoslovaquia para aplastar la llamada “Primavera de Pra-
ga”, un hito clave en las rebeliones que desde hacía más de
una década sacudían el territorio dominado por el stalinis-
mo y sus gobiernos títere en Europa oriental. El proletaria-
do y la juventud de los Estados no capitalistas ocupaban así
también un primer plano en la lucha contra el dominio de
los usurpadores que decían gobernar en su nombre. En oc-
tubre, cuando el año de las grandes conmociones se acerca-
ba a su fin, la policía y el ejército mexicano reprimieron a
sangre y fuego una concentración estudiantil, asesinando a
decenas de compañeros en lo que se conoce como la Masa-
cre de Tlatelolco.
Vietnam, el Mayo Francés, Praga y Tlatelolco son los hitos
más destacados pero no los únicos de ese 1968 que también
“conmovió al mundo”. En las fronteras argentinas el prole-
tariado uruguayo se levantaba contra el gobierno creando
una situación revolucionaria. En Bolivia, se desarrollaba la
guerrilla de Inti Peredo contra la agónica dictadura del gene-
ral Barrientos. En Brasil, el estudiantado se levantaba contra
su propia dictadura ocupando las calles de San Pablo; en
la Argentina, debutaban las huelgas que culminarían en el
Cordobazo; en El Salvador una huelga general de maestros
6 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
hacía temblar el país. En Italia, en España, en Inglaterra,
en Alemania, en Polonia, en Japón... la revuelta de los estu-
diantes, las huelgas y la radicalización política trazaban su
propio camino. En China, se llegaba al punto más alto de la
“Revolución Cultural”. Como se ve, 1968 no fue un happening
contra la “sociedad de consumo”.
Las huelgas, las calles y las plazas, los obreros, los estu-
diantes y la juventud, la guerra de los pueblos oprimidos y las
manifestaciones populares en los territorios más distantes se
reconocen en el escenario común de una quiebra de los equi-
librios políticos y económicos armados al finalizar la Segunda
Guerra Mundial. Por primera vez aparecían en primer plano
las masas explotadas en una revuelta “global”. Sacudieron los
pilares del orden trazado a mediados de los años cuarenta por
los acuerdos del imperialismo con los burócratas del Kremlin
en las conferencias de Yalta y Potsdam.
París y Praga no solo socavaron la “coexistencia pacífica”
de los burócratas y explotadores sino que también liquida-
ron de un plumazo la concepción prevaleciente entonces
sobre el irremediable “aburguesamiento” del proletariado.
En 1968, la especie de una quiebra definitiva en las posibili-
dades históricas de la clase obrera mundial sufrió un revés
que modificaría la línea de acción del imperialismo mundial
en las décadas subsiguientes. El ciclo de revoluciones que se
inició en 1968 recién se cerraría con las derrotas de la revo-
lución portuguesa en 1975, y de la sandinista y la de Polonia,
a principios de la década del ‘80.
El ‘68 vino a demostrar el carácter mundial de la lucha de
clases que no es sino un reflejo de la naturaleza del modo de
producción capitalista. Fue preparado por todas las circuns-
tancias y contradicciones del orden mundial armado en la
posguerra. Fue en 1968, precisamente, cuando se evidenció
la quiebra de la arquitectura económica internacional capi-
talista. Las erogaciones de la guerra de Vietnam, los gastos
en la reconstrucción europea y los recursos que requería el
8 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Primera parte
CAPÍTULO 1
El lugar histórico del ‘68
11
arrojada por la “historia oficial” de la izquierda y de la inte-
lectualidad, encargada de presentar la supuesta integración
del proletariado al capital como un hecho irreversible. El
“ensayo general” de 1936 encarnó en la huelga general de
1968 por la mediación de una joven generación obrera y con
la novedad de un movimiento estudiantil de masas, como no
había existido hasta entonces.
Para acabar con la insurgencia de finales de los sesenta la
burguesía tuvo que otorgar nuevamente concesiones signifi-
cativas y apelar al colaboracionismo del Partido Comunista.
El régimen del entonces presidente Charles de Gaulle, sin
embargo, quedó herido de muerte. La burguesía tuvo que
ejecutar a su modo la tarea que quedó inconclusa con el le-
vantamiento de la huelga. “¡Diez años ya basta!” era la con-
signa de las grandes manifestaciones de mayo. Y aunque el
proletariado fue echado atrás en junio de 1968, y la situación
“normalizada”, un año después el Bonaparte encaramado en
el poder desde una década atrás tuvo que irse sin pena ni
gloria, derrotado en un plebiscito sobre su permanencia en
el poder.
La insurgencia obrera puso fin de esta manera al equi-
librio político de una década y no solo en Francia. Con el
aplastamiento de la revolución húngara por parte del stali-
nismo, en 1956, y con el golpe del propio De Gaulle, en 1958,
se habían controlado los focos claves de inestabilidad que
sacudían a la Europa de posguerra. Fue en ese contexto que
el imperialismo norteamericano replanteó su propia política
mundial, con el frente “estabilizado” en el viejo continente.
Se consagró entonces a planificar una nueva ofensiva que se
concretaría en los primeros años de la década siguiente con
la invasión a Vietnam, un medio para cercar a la China de
Mao. El agotamiento del bonapartismo con sede en París,
al terminar los años ‘60, estaba llamado en consecuencia a
tener repercusiones internacionales. Más aún cuando se veía
confrontado a una gran rebelión obrera que era, además, el
12 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
signo de un nuevo período. El imperialismo veía revertirse
la situación en Vietnam, cuya heroica lucha se transforma-
ba, a su vez, en emblema de lucha en el mundo entero. Los
cimientos del orden europeo consagrados diez años antes
eran socavados por otra rebelión, nuevamente en el Este,
esta vez en Checoslovaquia.
Giros y virajes
14 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
las salidas democratizantes. Tendremos entonces tanto los
Videla y Pinochet, en América Latina, como el “redescubri-
miento” de la democracia en Europa, como instrumento
clave de la contrarrevolución.
Ambas posibilidades fueron evaluadas muy concretamen-
te en 1975 cuando, con la revolución portuguesa de un lado
y la agonía del franquismo del otro, la revolución europea
asomaba otra vez en el horizonte. En ese momento Henry
Kissinger, canciller norteamericano, convocó a los gobier-
nos europeos para sondear las posibilidades de un golpe. El
representante francés hizo valer su experiencia de algunos
años atrás: “Golpe no”, planteó, “salidas electorales y parla-
mentarias para disipar la situación y proceder a la recons-
trucción del régimen político”. Era Valery Giscard d’Estaing,
el mismo que en la mañana del 30 de mayo de 1968, en la
peor zozobra de la Francia capitalista, cuando se rumorea-
ba la eventualidad de una asonada militar, declaró que esa
alternativa era inviable; se llamaría en cambio a levantar la
huelga para votar una nueva Asamblea Nacional que queda-
ría disuelta esa misma tarde.
En la defensa de la “democracia” convergió progresiva-
mente el conjunto de las fuerzas del “orden”, en el Este y
en el Oeste. La “democracia” fue el arma privilegiada para
avanzar con la restauración capitalista y para proceder al
desmonte de las propias dictaduras militares “setentistas”
en cuya descomposición se incubaba la emergencia de un
estallido revolucionario. En Europa, el ejemplo francés
cundió. La bandera de la “democracia” se presentó bajo la
apariencia de renovación por parte de un stalinismo aggior-
nado que, con la excusa de rechazar el “totalitarismo”, plan-
teaba ir hasta el final del camino en la integración-disolu-
ción del Estado capitalista. Fue planteada explícitamente
como una alternativa a la revolución, naturalmente, con la
excusa de rechazar al stalinismo. En esto hizo punta el PC
italiano, con su planteo de “compromiso histórico” con la
16 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 2
Mayo Francés, crisis mundial, intelectuales
y clase obrera
17
Mundial– han hecho del período 1967-1968 el más proble-
mático que haya conocido el sistema monetario internacio-
nal desde finales de la década del cuarenta”. Lo destacaba
un alto funcionario del gobierno francés en el área econó-
mica, “para subrayar la gravedad de la situación sin intentar
minimizarla ni banalizarla”. Y no era para menos: en apenas
cuatro meses, desde noviembre de 1967, se habían produci-
do dos acontecimientos clave: la devaluación de la libra e,
inmediatamente, una especulación contra el oro que no era
otra cosa que la manifestación de una devaluación encu-
bierta del dólar. Por eso las autoridades monetarias yanquis
establecieron un “corralito” en ese mismo 1968, impidiendo
que los bancos centrales de otros países pudiesen cambiar
sus dólares por oro. Fue apenas el principio de un verdade-
ro terremoto que llevaría a la inconvertibilidad definitiva
del dólar, pocos años después.
El año 1968 no es entonces solo políticamente em-
blemático; también lo es porque “marca el final de una
época”.1 Liquida la base de los llamados acuerdos de Bretton
Woods, que dieron nacimiento al Fondo Monetario Inter-
nacional. Uno de los propósitos clave de su creación había
sido precisamente el de evitar las devaluaciones de las mo-
nedas nacionales que habían contribuido decisivamente a
quebrar el comercio mundial en la preguerra. Establecía
un sistema de paridades fijas entre las diversas monedas
y la utilización del dólar como moneda de reserva de los
diversos países. Por eso mismo la devaluación de la libra
arrastró a todo el sistema monetario internacional. Que-
brada la relación fija de la libra con las otras monedas,
todo el edificio se desbalanceó.
1 Denizet, Jean. Histoire du systeme monetaire international depuis 1945. París, Fayard, 1985.
18 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
¿Problemas “monetarios”?
La devaluación de la libra sobre el final de los años ‘60 era el
remate de todo un proceso histórico de decadencia del imperio
inglés. Diez años antes, en 1957, las autoridades monetarias ha-
bían tenido que liquidar el uso de la libra en las transacciones
internacionales de otros países. La city londinense mantenía
hasta entonces una posición clave en el movimiento financiero
mundial, pero la condición de la libra como moneda de reserva
era insostenible para la economía británica. En un par de años
sucumbió a la competencia del eurodólar, o sea a los dólares
acumulados en las cuentas bancarias de Europa. Se creó en
Londres el llamado mercado del “eurodólar”, al autorizarse a
los bancos a recibir depósitos en dólares por afuera del sistema
bancario regulado, adonde iban a parar los dólares originados
por la emisión de Estados Unidos para financiar un déficit de
cuentas con el exterior. Ayudó a sostener la cotización del pro-
pio dólar, pero solo dilató el momento de su devaluación.
A comienzos de 1960, un célebre trabajo de un economista
norteamericano había señalado que si los intercambios de los
Estados Unidos con el resto del mundo eran “deficitarios”, el
comercio internacional se vería favorecido con dólares que
permitirían su desarrollo y expansión, pero los bancos cen-
trales acumularían billetes por los cuales no podría respon-
der el oro de la autoridad monetaria norteamericana. Si, en
cambio, los Estados Unidos eran “superavitarios” en el mer-
cado mundial, el comercio internacional carecería de medios
de circulación y, al revés, la acumulación de oro podría llevar
a una revaluación del dólar, equivalente a una devaluación
general del resto de las monedas nacionales. En cualquier
caso se trataba de un equilibrio condenado a romperse tarde
o temprano.2
2 Triffin, Robert. El oro y la crisis del dólar. México, Fondo de Cultura Económica, 1968.
Otra etapa
20 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Intelectuales y clase obrera: macaneos ayer y hoy
Si la crisis económica está ausente en la práctica totalidad
de los análisis actuales sobre el Mayo Francés, algo similar
sucede con los principales protagonistas de la contestación
a ese orden capitalista de posguerra que comenzaba a res-
quebrajarse: los trabajadores. “La revolución del deseo y la
palabra”;5 “...la primera lúdica de la historia...”;6 “...incapaz
de plantear una sociedad alternativa...”;7 “una revolución fi-
losófica, por eso intensa y fugaz...”;8 “...que marcó nuestra
cultura...”;9 “una relación entre el cero y la alegría.”10 Las
citas que podrían seguir, vibrando siempre en una cuerda
similar en la cual ya nada puede faltar hasta el límite de lo
incomprensible, recogen algunas de las definiciones más sig-
nificativas de periodistas e intelectuales convocados por la
prensa argentina en ocasión de recordar el Mayo Francés
al cumplirse cuatro décadas. Son significativas, en realidad,
no por lo que dicen las notas respectivas sino, al revés, por
lo que callan.
En efecto, entre decenas de artículos que contabilizamos
en los diarios porteños, en ninguno se hace referencia al
acontecimiento decisivo del año 1968 en Francia: la huelga
general más grande de la historia del país, acompañada de
una ocupación masiva de fábricas que colocó al proletaria-
do galo en el centro de un sacudimiento revolucionario sin
precedentes en las décadas previas y solo comparable al le-
vantamiento obrero de 1936. Esta omisión grosera domina
absolutamente todos los enfoques de las notas que aluden al
22 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
de la “memoria” y del “no olvidar”. Pero tiene su explicación
porque expresa una suerte de antagonismo histórico visce-
ral: el proletariado de 1968 no solo paralizó a Francia sino
que propinó un golpe terrible a la “cultura” de su tiempo,
cuyos mejores exponentes había profetizado que el tiempo
histórico de la clase obrera había caducado. La intelectuali-
dad y la cultura fueron hostiles al Mayo que no previeron...
y los desbordó.
En efecto, entre tanta tinta derramada en los artículos
de este aniversario apenas uno da la pista sobre la cuestión
cuando destaca un trabajo que parece poner los puntos so-
bre las íes:
27
de la izquierda; al stalinismo y a los socialistas, impedir los
rigores de un neofascismo nativo. Debemos recordar que
el capitalismo francés había aceptado la invasión de Hitler
como una suerte de mal menor frente al susto que todavía
le provocaba el ascenso revolucionario que cristalizó en el
levantamiento de 1936, que el Frente Popular evitó conduje-
ra a la clase obrera al asalto del poder. Es precisamente para
intentar disciplinar las fuerzas opuestas de la lucha de cla-
ses en un país de grandes tradiciones revolucionarias que
con De Gaulle se impuso una suerte de dictadura, bajo el
rótulo formal de la “V República”.
Según Mark Kurlansky, autor de un importante trabajo
sobre 1968:
28 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
combatiendo criminalmente la creciente movilización con-
tra la guerra. En esta escuela se formó también una nueva
generación: quienes serán “los hermanos mayores” de los
jóvenes del ‘68. Y es como parte de ese mismo movimien-
to, en los ‘60, con el movimiento estudiantil que resurge,
que la izquierda toma las riendas de la Union Nationale des
Étudiants de France (UNEF), la federación nacional de es-
tudiantes universitarios que tendrá su protagonismo en los
días del mayo revolucionario.
El arbitraje gaullista fue golpeado también por las ten-
tativas del movimiento obrero de quebrar la adaptación de
sus aparatos dirigentes, “socialistas” y “comunistas”. Para el
stalinismo, sometido a las directivas de la burocracia mos-
covita, De Gaulle era una especie de “aliado”: buscaba una
posición propia para su burguesía frente al imperialismo
norteamericano y había concluido por retirar a Francia de la
OTAN. El “bonapartismo” del general francés tenía una di-
mensión internacional que parecía robustecer su apariencia
indestructible. Es en París, además, donde en ese mayo de
1968 debían iniciarse las conversaciones sobre cómo poner
fin a la guerra en el sudeste asiático entre los representantes
norteamericanos y vietnamitas, como si Vietnam (territorio
del viejo imperio francés) fuera ahora un territorio neutral
entre el imperialismo y la revolución.
A pesar del intento de pasar como el gran árbitro capaz
de regimentar la vida social, el régimen gaullista debió en-
frentar una oleada de huelgas que tuvo su pico en la de los
mineros, en 1963. En 1967, la tentativa de lanzar, a través
de medidas “especiales” del Poder Ejecutivo, una política
de “ajuste” contra el salario y el sistema jubilatorio, volvió
a replantear un reguero muy significativo de luchas y huel-
gas en varias ciudades del país. Otro síntoma: en las elec-
ciones legislativas de marzo de 1967 se registró un gran
crecimiento de los candidatos del socialismo y del PCF.
Tras las formas de un poder “fuerte”, 1968 fue preparado
15 Para una breve reseña de los agrupamientos políticos del trotskismo francés durante 1968, ver el
artículo incluido en el Apéndice documental del presente volumen.
30 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
prensa de la “situación satisfactoria” de su país frente a los
“problemas y crisis” que recorrían en ese momento diversos
países del continente europeo (Paris Match, 23 marzo de
1968). En realidad, todo estaba a punto de empezar.
33
creciendo en el último período, estimuladas desde fines de
1967 por la repercusión mundial que tuvo el asesinato del
Che y, a principios del año siguiente, por la enorme ofensiva
de la resistencia vietnamita. Se vivaba a Ho Chi Minh y se
gritaban consignas en favor de la victoria de la guerrilla del
Vietcong. La burocracia soviética y sus satélites reclamaban,
en cambio, la “paz” y la negociación como parte de su estra-
tegia de “coexistencia” con el imperialismo.
El movimiento estudiantil de Nanterre evidenciaba además
una corta pero rica y sintomática historia. La Universidad ha-
bía sido fundada pocos años antes, en un “oscuro barrio” de
la periferia parisina, con el propósito de aliviar la sobrepobla-
ción de la Sorbona, desbordada por el constante incremen-
to de la población estudiantil.17 El campus de la nueva casa
de estudios “era una suerte de paraje desolado”: por eso el
gobierno prohibió la inscripción en la Sorbona de estudian-
tes de varios barrios de París, los más próximos a Nanterre,
de modo de obligar a una “inscripción forzada” en la nueva
Universidad. Para compensar esta especie de ultimátum tuvo
que ofrecer instalaciones más amplias y una mejor relación
entre el número de profesores y estudiantes. Pero la situación
se deterioró rápidamente por el aumento de la matrícula es-
tudiantil, que no cesaba de crecer: dos mil estudiantes en el
año lectivo 1964-1965; ocho mil en 1966-1967. Nanterre sufría
el fenómeno más general de la “sobreproducción” universita-
ria. El mal llamado “boom económico de la posguerra” expre-
saba sus límites en la imposibilidad de utilizar sus recursos
más calificados. Crecía el número de jóvenes profesionales sin
oportunidades de trabajo y se hacía sentir la asfixia de recur-
sos económicos: el mundo universitario se desenvolvía en una
rutina burocrática y regimentadora contra la cual se eviden-
ciaba una creciente inquietud estudiantil.
17 Crouzet, François. “A University Besieged, 1967-69”. Political Science Quarterly, vol. 84; n° 2, 1969.
34 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Ya en 1966 una huelga estudiantil de tres días por mejoras
en las condiciones de estudio había dado lugar a la formación
de piquetes en Nanterre e inclusive a un enfrentamiento con
profesores de derecha. A comienzos del año siguiente, un mo-
vimiento de mayor envergadura se levantó contra las normas
que regían la actividad en la residencia universitaria de Nan-
terre, reclamando la libre circulación de los estudiantes de
ambos sexos, ya que los hombres tenían prohibido el acceso
al ala femenina. El rector de la Universidad llamó a la poli-
cía cuando un grupo de estudiantes ocupó las instalaciones.
Fueron desalojados y expulsados de la residencia. La situación
empeoró: “los estudiantes que vivían en el campus estaban ais-
lados, sin oportunidades de entretenimiento, deprimidos por
la pobre geografía circundante; además muchos de ellos pro-
venían del interior del país y estaban separados de sus fami-
lias”. La descripción es de un derechista que protesta porque
así se creaban las condiciones para un activismo político cre-
ciente, “entreverado con la promiscuidad sexual”.18 El hombre
prueba, a su modo, las condiciones materiales concretas que
estuvieron en el origen del movimiento estudiantil de 1968.
El clima se tornó más caldeado sobre el final de 1967,
cuando el gobierno anunció una reforma universitaria que
incluía diversas medidas limitacionistas y la creación de “ca-
rreras cortas” para evacuar las pobladas aulas de la enseñan-
za superior. Era el llamado “Plan Fouchet”, por el nombre
del entonces ministro de Educación. El ala más politizada
del movimiento estudiantil, el de la carrera de Sociología,
decidió una huelga activa que incluía el boicot a las clases y
reclamó a los profesores debatir la reforma en las aulas, exi-
giendo la formación de comisiones paritarias para discutirla
con las autoridades. La movilización fue muy contundente: a
los piquetes se sumaron grupos organizados de alumnos que
18 Ídem.
36 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
y de la sociedad del consumo. La “alienación” estudiantil hun-
día sus raíces en el terrenal mundo de la universidad limi-
tacionista y regimentadora, de los límites del capitalismo de
posguerra y de una experiencia política forjada en la acción
y en la lucha.
De Nanterre a París…
38 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
diantes siguieron la consigna y se produjo una manifesta-
ción combativa por el centro de París, en dirección a la em-
bajada alemana. El gobierno, que hasta entonces no había
enviado a la policía contra las manifestaciones estudiantiles,
ordenó cargar sobre ellos. Era el primer choque violento. La
policía podía ser resistida. Poco a poco, esta idea iría reco-
rriendo su camino entre numerosos estudiantes. El ejemplo
de la solidaridad con Rudi consolidaría una nueva actitud
ante el poder: resistencia y, si es preciso, ataque. Ni las vaca-
ciones, ni la policía, ni el cierre de facultades habían logrado
frenar un movimiento estudiantil de nuevo tipo que, desde
Nanterre, se iba extendiendo a la Universidad parisina y a
otros lugares de Francia.21
39
los cursos. Pero las autoridades académicas decidieron pasar
a la ofensiva: anunciaron que ocho estudiantes de Nanterre
debían ser juzgados por el “Conseil de l’Université”, con la
intención de expulsarlos. Se fijó la fecha: 6 de mayo de 1968.
Pero antes, el 2 de mayo, los estudiantes habían convocado
a una “ jornada antiimperialista” y organizaron la seguri-
dad, colocando las instalaciones bajo su propio control. A
las ocho de la noche el rector de Nanterre anunció que la
Universidad sería cerrada hasta nuevo aviso. La Sorbona, en
tanto, era un hervidero de estudiantes, se discutían nuevas
iniciativas y se creaban comisiones para organizar la solida-
ridad con Nanterre:
40 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 5
Arde París
41
vehículo policial, un estudiante anónimo gritó: “¡Liberen a
nuestros compañeros!”. El grito fue retomado: los jóvenes se
reagruparon, la consigna se mantenía. Se organizó una ma-
nifestación y la policía trató de dispersarla: algunos adoqui-
nes volaron contra la prepotencia represiva. Rápidamente,
los manifestantes eran más de dos mil; a los universitarios se
sumaban chicos de los secundarios, jóvenes trabajadores e
incluso transeúntes del populoso barrio universitario parisi-
no... el Barrio Latino.24
En lo alto de la avenida central –el boulevard Saint Mi-
chel– se detuvo un camión blindado de la policía. Los uni-
formados descendieron para ayudar a un policía que había
sido aislado de la tropa por los estudiantes. El sonido de
la explosión de bombas lacrimógenas era continuo y la at-
mósfera irrespirable. Una foto en la prensa ilustra mejor
que cualquier otra cosa lo que fue esa manifestación: los
muchachos se ocupaban de levantar una precaria barrica-
da; bajo el brazo todavía llevaban... sus libros de estudio.
Aún con refuerzos y con una violencia cada vez mayor, a
la policía no le resultaba fácil quebrar la movilización. No
fue sino a las diez y media de la noche que, según la con-
sagrada fórmula, “el orden quedó restablecido”. Quedaban
centenares de heridos, seiscientos detenidos. El rector de
la Universidad anunció que los cursos quedaban suspendi-
dos... ahora en la Sorbona.
Un nuevo dato quedaba instalado en el escenario político:
la enorme combatividad de los estudiantes y la juventud que
enfrentaron con enorme resolución, y organizándose de im-
proviso, a la represión policial. La UNEF convocó a organizar
el repudio a la represión policial y al cierre de la Sorbona.
La organización estudiantil estaba recorrida por una inten-
sa deliberación política. En su seno intervenía el Comité de
24 Relato de la movilización del 3 de mayo: De Massot, François, La grève générale (mai-juin 1968). París,
Informations Ouvrières, 1968.
42 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Enlace de Estudiantes Revolucionarios (CLER), encabezado
por militantes trotskistas de la organización dirigida por Pie-
rre Lambert. Por iniciativa de este grupo, en el Congreso de
la UNEF de Lyon, en julio de 1967, se había aprobado una
campaña de manifestaciones en todo el país contra la política
educacional del gobierno y los ataques a las conquistas de los
trabajadores. En marzo de 1968, los militantes de la CLER
habían enfrentado (en una asamblea general) la línea de pa-
sividad, cómplice con el gobierno, de la dirección socialde-
mócrata y el stalinismo. Fue bajo la presión de los aconteci-
mientos y la vanguardia estudiantil que la UNEF reaccionó,
luego de la represión del viernes 3, y llamó a la población a
participar masivamente en la manifestación que se prepara-
ba para el lunes 6 de mayo, al mismo tiempo que invitaba
a los sindicatos obreros y de profesores a organizar la lucha
en común. La gran gesta del ‘68 estaba en marcha con una
consigna histórica contra la represión del Estado burgués:
“¡Liberen a nuestros compañeros!”.
A la calle
44 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Con esta bandera se congregaron entre cincuenta y se-
senta mil estudiantes. De nuevo el objetivo era la Sorbona.
El cortejo en marcha alcanzó los primeros piquetes de poli-
cía, mucho más numerosos que el día anterior. ¿Qué hacer?
La gran masa inició entonces lo que sería la “larga marcha”:
treinta kilómetros recorridos por todo París, atravesando
los barrios populares, cruzando los puentes del Sena y des-
embocando en la más simbólica de las avenidas burguesas
de Francia: los Campos Elíseos. La Internacional resonó
con vigor en el mundialmente conocido Arco del Triunfo.27
Stalinismo, impasse
29 Por el nombre de su más conocido dirigente, el belga Ernest Mandel (1923-1995). Ver artículo en el
Apéndice documental.
46 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
acciones en un barrio amurallado de uniformados pertre-
chados hasta los dientes podía conducir a una masacre.
48 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
rezagados y toma posesión de las barricadas... Efímero
y triste triunfo, inútil triunfo que tan solo durará unas
horas más. La crisis política que las barricadas han pro-
ducido va a obligar al gobierno a retroceder. 31
51
la fábrica automotriz más grande de Europa, con más de vein-
te mil obreros– la burocracia sindical del stalinismo repartía
panfletos a los trabajadores pidiendo “unidad y calma” y advir-
tiendo sobre la actitud de “provocadores”.
En los alrededores de la fábrica, afiches pegados por la
CGT denunciaban a grupos trotskistas, maoístas y anarquis-
tas de pretender infiltrarse en la clase obrera al amparo de
la policía. Cerca de las siete de la mañana, cuando llegaron
grupos de militantes trotskistas para vender su periódico,
grupos de la burocracia intentaron impedirlo y se produje-
ron forcejeos. El “servicio de orden” de la CGT pretendía im-
pedir que militantes de la FER (lambertistas) se dirigiesen a
los trabajadores que estaban reunidos en asamblea. Ante el
reclamo de los presentes, debieron dejarlos hablar, y uno de
sus dirigentes llamó a la lucha unificada contra el estado po-
licial y a sumarse a la marcha de esa tarde. Hablaron los bu-
rócratas de las distintas centrales, que también convocaban
a la manifestación, pero insistían en advertir sobre la acción
de “provocadores”. El clima era de tensión y de movilización.
Se cantó La Internacional dentro de la fábrica, por primera
vez en veinte años. La situación se repetía en otras plantas
industriales y barriadas.
Hacia el mediodía, la ciudad estaba completamente pa-
ralizada. La huelga había sido convocada con escasa antici-
pación y ni siquiera era “legal” (el régimen gaullista exigía
anunciar los paros con cinco días de antelación), pero el es-
tado de ánimo de las masas era de lucha. Todas las fuerzas
se dirigían a la manifestación, convocada por las centrales
sindicales, la federación estudiantil y las asociaciones de pro-
fesores (FEN y SNESup). No se veían autobuses ni coches
en las calles, las cuales estaban completamente en manos
de las masas. Tampoco había policías a la vista. Los contin-
gentes de manifestantes llegaban de todos los extremos de
la ciudad. La convocatoria era impresionante: un millón de
manifestantes ocupaba las calles de París, conformando una
52 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
marea humana extraordinaria. “Piqueteadores” de los perió-
dicos de todos los grupos políticos desafiaban la resolución
burocrática tomada por las organizaciones sindicales, que
establecía que solo podría venderse el material de los gru-
pos convocantes. Podían verse las banderas de la Jeunesse
Communiste Revolutionaire (mandelistas) y de la FER, la
UJCML y Servir au Peuple (maoístas). La columna estudian-
til era inmensa: el movimiento “22 de marzo”, la UNEF, los
sindicatos docentes, los estudiantes secundarios de los liceos.
Había decenas de columnas sindicales: empleados públicos,
docentes, bancarios, metalúrgicos, ferroviarios, empleados
del metro. Todo el mundo parecía estar ahí.
París de rojo
54 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
pactar una salida compatible con el régimen gaullista. Ya lo
había intentado la semana previa, buscando regimentar las
manifestaciones estudiantiles. Pero otra vez se verá superado
por los acontecimientos. La masa de la clase obrera se había
puesto en movimiento y se abría una nueva etapa del Mayo
Francés. La manifestación “del millón” era el primer acto de
la huelga general.
En la mañana del martes 14, los 2.800 obreros de la fá-
brica Sud-Aviation, en la ciudad de Nantes, plantearon una
serie de reivindicaciones inmediatas: ante el rechazo de la
patronal, decidieron ocupar la fábrica y se declararon en
huelga indefinida. El gerente fue retenido en su oficina. Al
anochecer del 14, una bandera roja flameaba sobre la fábri-
ca.34
La mayoría de los periódicos intentaron restar importan-
cia al hecho. Le Monde decía que “al estilo de los estudiantes,
los obreros de Sud-Aviation, ocupan la planta de Nantes”.
Pero el movimiento se extendía: el miércoles hacían lo mis-
mo los trabajadores de la fábrica Renault-Cleon. El jueves 16,
a iniciativa de los trabajadores más jóvenes y combativos, se
ocupó un taller en la ya mencionada Renault de Boulogne-
Billancourt. Al día siguiente, la fábrica más importante de
Europa había sido ocupada por sus trabajadores.
Ante la extensión de la ocupación de fábricas, el PCF vol-
vió a adaptar su táctica para no perder la oportunidad de
maniobrar sobre el movimiento. Si salía a enfrentar la ola
huelguística, corría el grave riesgo de perder el control sobre
la base de los trabajadores movilizados; si se ponía al frente
de la lucha perdía su lugar de “garante del orden” ante el
gobierno gaullista. La CGT stalinista resolvió, entonces, que
“aceptaría las decisiones de las bases”. Al no poder dirigir
el movimiento, buscaba evitar que se volviese en su contra.
56 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
paralización del país será un hecho: desde los transportes,
hasta los servicios, pasando por la producción, todas las ac-
tividades en Francia serán suspendidas.”37 Desde la huelga
general de 1936 Francia no vivía una situación semejante.
En la semana que comenzó el 20 de mayo, la huelga ge-
neral era imparable. El viernes 24 París volvió a ser ocupada
por una manifestación masiva de trabajadores, jóvenes y es-
tudiantes, en lo que se conoció luego como la “segunda no-
che de las barricadas”. La acción de la clase obrera planteaba
una crisis revolucionaria. La burguesía vacilaba, al mismo
tiempo que la labor de vaciamiento de la huelga por parte
de la dirección stalinista seguía su curso.
Mientras los manifestantes se lanzaban a las calles de París
el 24 de mayo, el presidente De Gaulle, con Francia comple-
tamente paralizada, se dirigió por radio y televisión a todo el
país. Reconocía lo que llamaba genéricamente la “demanda
de cambios” que se expresaba en la huelga general, pero no
se refirió a ninguna reivindicación concreta. Convocaba, en
cambio, a renovar el mandato del gobierno mediante un re-
feréndum. Pretendía un apoyo plebiscitario para renovar su
gastada capacidad de arbitraje. Sonaba a burla y a una espe-
cie de ultimátum. Por eso mismo exasperó a todo el mundo.
En las manifestaciones convocadas para ese día por la CGT
y por la UNEF, la respuesta al discurso fue prácticamente
inmediata: “Fuera De Gaulle” era la nueva consigna que se
gritaba en la capital francesa.
El clima era de extrema tensión: la manifestación avanzó
y encontró una feroz represión policial. Otra vez se observa-
ban actos salvajes de brutalidad policial, encarnizamiento
con los heridos, centenares de detenidos. Otra vez las barri-
cadas: los manifestantes mostraban una tenaz combatividad,
que expresaba la fuerza de la huelga general y el ascenso
37 Ídem.
¿…y ahora?
58 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
en la medida en que se sometieran a la coordinación del viejo
aparato. Los mantuvo separados unos de otros en todo lo po-
sible, por fábrica y por región, consciente de que así impedía
una organización adaptada al estallido huelguístico masivo y
que se desarrollara como un nuevo poder. La propuesta de un
comité nacional de huelga le sonaba a provocación. Mientras
tanto, la dirección de la CGT buscaba restringir las ocupa-
ciones a un acto menor, enviando a los trabajadores a casa y
dejando una suerte de “guardias” bajo control del aparato.
Los trotskistas vinculados a la corriente mandelista, que
actuaban en común con el grupo dirigido por el publicitado
Cohn-Bendit, pregonaban la formación de “comités de ac-
ción” pero al planteo de poner en pie una organización cen-
tralizada de la huelga oponían la línea de que las empresas
ocupadas se pusieran a producir (una “autogestión” genera-
lizada), eludiendo –con un clásico argumento “basista”– la
cuestión clave: plantear la lucha por el poder.
Quedaba instalada la vieja consigna de cambiar el mundo sin
tomar el poder que, por supuesto, no condujo a ningún lugar.
La cúpula de la CGT, naturalmente, se oponía a plantear cual-
quier consigna con relación al derrocamiento del gobierno y
se limitaba a trazar las reivindicaciones inmediatas que im-
pulsaron la huelga con reclamos de orden salarial, respecto a
la jornada, a las condiciones de trabajo y al régimen jubilato-
rio. Cuando el 25 el gobierno planteó “negociar” para frenar
la marea incontenible de la huelga, el stalinismo presentó la
cuestión como una victoria. Estimaba que la soga de algunas
concesiones se podía atar al cuello de la clase obrera insurgen-
te, en el cuadro del régimen político vigente.
60 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Séguy anunció que la CGT no había dado la orden de ir al
paro, y por lo tanto no podía pedirles a los trabajadores que
volvieran al trabajo. Unas horas después de la asamblea en
la Renault, la CGT indicó a su comisión negociadora que no
firmase el acuerdo de Grenelle dadas las “concesiones insufi-
cientes” de los patrones.39
62 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 7
Punto de viraje
63
levantamiento. Se decía que De Gaulle partiría para su resi-
dencia en el interior del país, pero los medios informaban
que nadie sabía dónde estaba. Recién al caer la noche, el
presidente fue localizado en su casa. El clima era de confu-
sión: en los mentideros de la burguesía se hablaba de vacío
de poder. La tensión aumentó al comenzar el día siguiente.
Se extendió el rumor de que el presidente había expuesto la
necesidad de un golpe de Estado en una cita sigilosa con los
jefes del Ejército que se había concretado en un cuartel de
tropas francesas en la ciudad alemana de Baden-Baden.
En esa atmósfera de incertidumbre, De Gaulle habló
por radio y televisión en la tarde del día 30. “He tomado
una decisión –afirmó de entrada–: no voy a renunciar y
cumpliré con mi mandato”. El discurso fue corto, neto y
preciso: el referéndum anunciado seis días antes quedaba
suspendido porque no existían “condiciones materiales”
para ponerlo en práctica. La decisión ahora era otra: se
disolvería el Parlamento (la Asamblea Nacional) y se con-
vocaría a nuevas elecciones. Con la zanahoria de un pro-
greso propio en la institucionalidad “renovada”, se preten-
día entonces que la izquierda garantizase las “condiciones
materiales” para que el pueblo votase; en pocas palabras,
terminar con la huelga. Pero también había un “plan B”
explícito: “Si esta situación de fuerza se mantiene”, con-
cluía monsieur le president, “para mantener la República y de
acuerdo con la Constitución, tendré que tomar medidas
distintas a un inmediato voto popular”.
Operativo contraataque
64 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
paso a una salida parlamentaria. Ahora, se “abría el juego”.
No se trataba de más de lo mismo. Se planteaba un cambio
de frente en el régimen político, apelando al recurso clásico
en situaciones de peligro para la burguesía: la colaboración
más abierta de las direcciones contrarrevolucionarias. A cam-
bio de echar atrás la huelga, la izquierda podría hacer su ca-
mino en la “institucionalidad”.
El alto mando militar obligó a De Gaulle a sacrificar un
golpe en beneficio propio. El ejército actuó como represen-
tante general de la clase capitalista, planteó la variante de
agotar los términos de una salida política y guardó “en úl-
tima instancia” la posibilidad de una salida de fuerza, pre-
servando al aparato represivo. Los uniformados exigieron
la libertad de los jefes de la derecha militar, encarcelados
por atentados y tentativas de golpe algunos años atrás, en
ocasión de la crisis que provocó la decisión de De Gaulle de
conceder la independencia a Argelia.
El nuevo discurso presidencial traducía un rearme de
conjunto del frente patronal. El operativo fue puesto en
marcha de manera inmediata: las fuerzas de “seguridad”
tomaron algunas refinerías paralizadas y se dispuso norma-
lizar el suministro de combustible; los medios de comuni-
cación lanzaron una enorme campaña en favor de la nueva
línea oficial, en defensa de la “democracia” que se renovaría
por el voto y de una superación de la huelga mediante el
dialogo sectorial y hasta caso por caso. Como parte de la
maniobra, el gobierno ofreció más concesiones a los gre-
mios ferroviarios y del transporte, para fracturar el paro y
contribuir a una normalización de la vida ciudadana, con
los servicios funcionando. No era todo: en su propio discur-
so De Gaulle había reclamado que “en todas partes e inme-
diatamente hay que organizar la acción cívica “para ayudar
al gobierno... y a los prefectos (intendentes), que serán o
volverán a ser los comisarios de la República, en sus tareas
que consisten en asegurar al máximo posible que la gente
Zanahoria y palos
66 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
ascendente del movimiento para renovar siempre su intento
de echar atrás la huelga general. Después del rechazo a los
acuerdos de Grenelle y con la situación abierta por el nuevo
planteo gaullista, la línea ahora era: nada de negociación de
conjunto, separar las reivindicaciones por sector, negociar
por rama, región o fábrica y preparar las condiciones para
un “exitoso retorno al trabajo”, título literal de una edición
del diario del PCF de esos primeros días de junio. En lugar
de centralizar a la clase obrera, atomizarla. El contraataque
oficial estaba en marcha, la dislocación de la huelga tam-
bién. No sería una tarea sencilla y no faltaría la represión
abierta contra los huelguistas.
El 31 de mayo Les Echos pintaba el país de esta manera: “Las
huelgas y las ocupaciones de fábricas prosiguen... salvo algu-
nos casos excepcionales no hay hasta el momento un retorno
importante al trabajo.” Estaba por comenzar el desarme pro-
gresivo: sería una mezcla de zanahoria y palos.42
42 A propósito de la huelga general de 1926, León Trotsky escribía: “Es necesario mirar la realidad de frente:
los esfuerzos esenciales de los dirigentes del Partido Laborista y de un número considerable de dirigen-
tes de los sindicatos no estarán dirigidos a paralizar al Estado burgués mediante la huelga general sino
a paralizar la huelga general con la ayuda del Estado burgués”.
43 De Massot, op. cit.
69
la táctica oficial: el sábado 1 de junio, la CGT declaró que
“en un número importante de sectores las negociaciones
han concluido con resultados que representan indudables
victorias”. El diario Le Monde confirmaba, ese mismo día,
que “las conversaciones en curso hacen esperar un retorno
general al trabajo para el martes”. El domingo, un nuevo
comunicado de la CGT prometía que “tomará las disposi-
ciones necesarias para organizar una solidaridad material
masiva con los trabajadores que se vean obligados a continuar
con la huelga…”.44 Era el discurso de una burocracia que se
preparaba para entregarse en forma inminente. A la pre-
sión de los burócratas se sumaba el apriete represivo.
Durante todo el fin de semana, sin embargo, los trabaja-
dores no cedieron. Aun con enfrentamientos menores con
las fuerzas “del orden” en algunas fábricas, las ocupaciones
y los piquetes se mantuvieron. Todavía se sentía la fuerza de
la huelga general. Al día siguiente del discurso de De Gaulle,
un editorial de Les Echos se planteaba la pregunta esencial:
“¿Quién puede desmovilizar las fábricas?” El martes 4 de ju-
nio todavía no había respuesta.45
70 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
todas las restantes reivindicaciones de los obreros en huelga.
La burocracia hizo votar la aceptación de las condiciones en
aquellos lugares que controlaba mejor, más alejados de la
capital y con menor cantidad de trabajadores. Luego presen-
tó a los trabajadores más combativos el hecho consumado
del levantamiento. El 6 de junio, un comunicado de todas
las centrales sindicales anunciaba que “los ferroviarios han
evaluado los aspectos positivos [de la negociación] y han
decidido democráticamente en la mayoría de los centros el
principio del retorno al trabajo”.
Otro sector estratégico era el de los transportes (auto-
bús, subterráneo) de la zona de París. La prensa patronal
anunciaba día tras día que era “inminente” el levanta-
miento del paro y que había “serias posibilidades de una
vuelta al trabajo el miércoles 5”. En este caso, las mejoras
ofrecidas por el gobierno eran aún más escasas: un au-
mento global de salarios del orden del 12 % y algunas
promesas, sin nada concreto, sobre condiciones de tra-
bajo y jornada laboral. La burocracia debió extremar sus
esfuerzos para hacer pasar este arreglo. Durante todo el
día miércoles, a pesar de los anuncios periodísticos, Pa-
rís siguió sin transportes. La burocracia organizó una vo-
tación “en las bases” cuyos resultados nunca se hicieron
públicos. Por la noche anunció que había sido aprobado
el levantamiento de la huelga, sin dar ninguna cifra de
la votación, y llamó a los trabajadores “a levantar la huel-
ga con la misma unidad que han mostrado en la lucha”.
Al día siguiente ya circulaban algunos ramales y autobu-
ses, pero en varias terminales los sectores más combativos
mantenían los piquetes y las líneas más importantes no
circulaban. Recién al anochecer del jueves 6 de junio los
piquetes fueron desalojados por la policía y los obreros
del transporte volvieron a trabajar.
Un operativo similar tuvo lugar contra los trabajadores del
correo. Ya durante el fin de semana algunas oficinas habían
Macartismo y palos
72 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
conjunto. El aparato del PCF, a la cabeza de la CGT, deci-
dió pasar a la ofensiva e inclusive enfrentar a sus propios
militantes, que resistían, discutían, cuestionaban. “Elec-
ción = Traición” era la consigna de la vanguardia más ac-
tiva. Es lo que se cantaba en la manifestación del sábado
1º de junio, convocada por la UNEF y boicoteada por la
CGT. Pero no eran solo estudiantes los que se hicieron
presentes en las calles parisinas; entre los cuarenta mil
que volvieron a desfilar en la capital francesa se notaba
una gran presencia de la nueva generación obrera. El sta-
linismo redobló la ofensiva.
En L’Humanité del 6 de junio se hablaba de “exitoso
retorno al trabajo” y se destacaba la “unidad” y el “entu-
siasmo” de los trabajadores junto con sus direcciones. Al
mismo tiempo se multiplicaban los artículos y comentarios
dirigidos contra los “grupúsculos”, los “izquierdistas” y los
“aventureros” que se negaban a apoyar la vuelta al trabajo.
Según el PCF, “bajo el cubierto de frases pseudorevolucio-
narias y de actos aventureros, estos grupos llevan en reali-
dad la batalla, no contra el poder y la patronal, sino contra
los militantes y las organizaciones que conducen la lucha
de los trabajadores”.46
La preocupación casi histérica por los “izquierdistas” tenía
su lógica: la situación todavía no estaba bajo control. El ope-
rativo burocrático había logrado levantar la huelga en varios
sectores estratégicos, pero ahora se trataba de rematar la ta-
rea. Había que aislar a los sectores que siguiesen en lucha,
terminar de desmontar la huelga general. Con sus artículos
de “advertencia”, el stalinismo preparaba el terreno para la
represión gubernamental. Y la represión no tardó en llegar.
El núcleo de resistencia obrera al levantamiento de la huelga
eran los metalúrgicos de las principales fábricas del país, el
74 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
El 11 de junio
En plena madrugada, la policía desalojó la planta de Peu-
geot en Sochaux, cuyos obreros habían decidido también
continuar con la huelga. Los trabajadores se concentraron
en la puerta e intentaron reingresar: se produjo un brutal
enfrentamiento con la policía que duró varias horas. Una
vez más corrió sangre: dos trabajadores cayeron muertos
ante la represión de las fuerzas policiales. La CGT llamó a
“reaccionar vigorosamente” y convocó a un paro de... una
hora, para el día siguiente.
Mientras tanto, en París, se realizaba una manifestación
convocada por las asociaciones estudiantiles, en repudio
al asesinato de Tautain. En una gran terminal ferroviaria
de París (Gare de l’Est) se reunieron estudiantes y jóvenes
trabajadores frente al llamamiento de la UNEF. La CGT,
dirigida por el stalinismo, desconoció la convocatoria. El
aislamiento se sentía. En las movilizaciones estudiantiles de
mayo, cuando la burocracia sindical abandonaba al movi-
miento juvenil, la movilización se apoyaba en el progreso de
conjunto de la lucha y en la creciente intervención de la clase
obrera que paralizaba Francia. Esta vez, la dislocación de la
huelga general era lo decisivo: “La fatiga y el agotamiento
del movimiento estudiantil ya eran evidentes”.47 Además, “se
presiente el enfrentamiento violento –dice la crónica de un
testigo de la época–, se intuye que esa noche se juega la últi-
ma acción importante del proceso iniciado un mes atrás”.48
La policía, que en mayo había buscado acantonar a los es-
tudiantes en el barrio de la Universidad, buscaba ahora impe-
dir la llegada de los manifestantes al Barrio Latino y trataba
de evitar que se formara una auténtica manifestación; por
76 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
eran detenidos, activistas extranjeros fueron expulsados del
país. Las manifestaciones y los mítines quedaron prohibidos.
Hubo, sin embargo, una última manifestación popular,
aún después de la prohibición de las movilizaciones callejeras
y la ilegalización de las organizaciones de izquierda. Fue la
que se organizó para el entierro de Gilles Tautain, el joven es-
tudiante secundario de 17 años asesinado por la policía, en la
represión en los suburbios parisinos de días anteriores. Eran
“muchos miles de manifestantes que, en un silencio solo roto
por el Canto de los Mártires y La Internacional, acompañaron al
camarada muerto hasta el cementerio de Batignolles”. La poli-
cía no apareció en esa marcha, que fue la última gran protesta
callejera.50 Pero el ataque represivo en los frentes de lucha que
aún se mantenían abiertos no cesó. El Teatro Odeón, uno de
los más famosos de París, ocupado desde hacía varias sema-
nas, fue desalojado por la fuerza el 15 de junio. Finalmente,
luego de una campaña mediática de denuncia a los ocupan-
tes como “provocadores”, las fuerzas represivas desalojaron la
Sorbona el domingo 17 de junio. “En la semana laboral del 10
al 15 de junio se levantó el paro en la mayoría de las grandes
plantas metalúrgicas de la región parisina que aún seguían
en huelga”.51 El 18 se volvió al trabajo en la más importante de
ellas, la Renault. Era el fin de la huelga general.
50 Ídem.
51 Seidman, op. cit.
52 Ídem.
La campaña electoral
78 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Los gaullistas se reivindicaban como los garantes de la “ley
y el orden” ante la amenaza “comunista”. El primer minis-
tro Pompidou pidió a los votantes que eligieran a la UDR (la
Unión en Defensa de la República, gaullista) “si quieren de-
rrotar a la subversión y cerrarle el paso a un partido totalita-
rio que amenaza nuestras libertades”.54
El PCF respondió a esta ofensiva corriendo el eje de su cam-
paña hacia la derecha. Defendió su condición de partido “res-
ponsable”, comprometido con el “marco de la legalidad”. Esto,
en el mismo momento en que el régimen la violentaba con la re-
presión y el estado de emergencia. “No somos aventureros”, dijo
Waldeck Rochet, el secretario general del PCF: “en estos mo-
mentos difíciles la actitud de nuestro partido permitió evitar el
conflicto violento que el régimen gaullista estaba buscando”.55
Detrás de la fachada de polarización electoral, el gobierno y los
“comunistas” reivindicaron lo mismo: la vuelta al orden.
La pequeña burguesía ahora vacilaba. Si se trata de “or-
den” conviene convocar a los “especialistas”, dirá el autor
de un libro sobre la conducta del PCF en aquel momento. 56
El gaullismo se preparó entonces para recoger en las urnas
el efecto de la cuidadosa tarea de desmonte de la huelga
general ejecutado impiadosamente por el stalinismo. En la
campaña electoral, el ataque del PCF a lo que denominaba
“ultraizquierda” no cesó; ni siquiera luego de los decretos
represivos que colocaron a los partidos de izquierda en la
ilegalidad. “Los estridentes ataques del PCF contra los ul-
traizquierdistas no buscaban solamente enfrentar la propa-
ganda gaullista y asegurarse el respaldo del electorado bur-
gués: eran también una respuesta nerviosa ante un nuevo
desafío político e ideológico... Nunca en su historia el PCF
Los resultados
80 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 9
¿Qué balance?
81
La burguesía y la huelga, el régimen y la historia
El argumento stalinista era doblemente falso. En primer
lugar porque el gobierno buscó las mediaciones que im-
pidieran una prueba de fuerza directa con el movimiento
obrero insurgente. Para evitar los costos de abordar la repre-
sión con los métodos de la guerra civil, los explotadores dise-
ñaron una salida parlamentaria (disolución de la Asamblea
Nacional, elecciones generales) y concesiones reivindicativas
que en ningún otro caso habrían otorgado. Lo que querían
el gobierno y la burguesía era lograr el levantamiento de
la huelga general lo más rápido posible, para evitar que se
avanzara en el camino de un doble poder, con el proletaria-
do acaudillando la rebelión popular que había detonado la
protesta universitaria. En segundo lugar, el problema no era
pasar de inmediato a la insurrección armada. El desarrollo
de la huelga general unificando un pliego único de recla-
mos (no dividiéndolos por sector y fábrica), masificando las
ocupaciones de fábrica (en lugar de mantenerlas con una
suerte de “guardias mínimas”), poniendo en pie los comités
de huelga y centralizándolos a nivel nacional en una red de
tipo soviético (sin oponerles el “aparato” sindical y su rutina
burocrática); todo ello hubiera colocado en otro nivel a la
clase obrera en su avance para “asaltar el cielo”. La frase fue
acuñada por Marx en ocasión de esa gesta histórica de los
obreros parisinos de la Comuna, el primer gobierno obrero
de la historia en 1871.
El Mayo Francés, colocando al proletariado como clase
frente al Estado de sus explotadores, era la reconstrucción
de una historia propia: la que quedó definitivamente esta-
blecida con la huelga general de 1936. Entonces, los trabaja-
dores de Francia también paralizaron al país con una gran
huelga general, que fue echada atrás por el stalinismo, bajo
el comando de los burócratas de Moscú. Los mismos que,
en ese otro gran momento histórico, ataban la soga en la
82 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
garganta del proletariado que fue más allá que cualquier
otro en su levantamiento revolucionario en el siglo XX: el
de la república española. El “ensayo general” de 1936 encar-
nó redivivo en la huelga general de 1968, a través de una
nueva generación obrera y con la novedad de un movimien-
to estudiantil de masas.
El gaullismo y los explotadores temieron entonces que
un choque más violento con los huelguistas terminara por
pudrir aún más su propia situación. No eran los mejores los
recursos de un régimen que daba numerosas muestras de
agotamiento luego de una década en el poder. “Diez años
ya basta” cantaban los manifestantes en las masivas mo-
vilizaciones de mayo. Por eso mismo no concitó apoyo en
el bloque patronal el planteo de un referéndum, que De
Gaulle formuló el 24 de mayo en la tentativa de reflotar el
deteriorado régimen de poder personal. La descomposi-
ción del bonapartismo había alcanzado una magnitud que
sorprendió a la propia clase dominante. Algunos cronistas
del ‘68 compararon la situación con la descomposición del
bonapartismo del sobrino de Napoleón en 1848, cuya pro-
fundidad no había sido prevista y concluyó también con un
levantamiento obrero.
60 Hobsbawm, Eric. “Mayo de 1968” (1969), en Gente poco corriente. Barcelona, Crítica, 1999.
61 Sartre, Jean Paul. Alrededor del 68. Buenos Aires, Losada, 1973.
84 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
De Gaulle había tomado, además, cierta distancia de los yan-
quis en defensa del imperialismo propio. Los socialistas con
los cuales estaba llamado a hacer un “frente” el PCF eran un
pequeño partido muy disminuido, dividido y... “atlantista”,
es decir, proyanqui. La unión “de gauche” quedaría para otra
oportunidad, como efectivamente ocurrió en otro contexto
en la década siguiente.
89
período de “desestalinización” que pretendía reconstruir
la credibilidad en la burocracia dirigente. Frente a esta “li-
beralización” las masas obreras y estudiantiles de Alemania
oriental, Hungría y Polonia iniciaron entre los años 1953-
1956 un verdadero proceso de revoluciones políticas que
fueron prontamente abortadas por la intervención de Mos-
cú y la traición de sus direcciones.
Berlín, 1953
62 Ver Rieznik, Pablo. “Genocidio y trabajo esclavo en la URSS stalinista”, en Rieznik, Pablo (ed.). Un mundo
maravilloso. Capitalismo y socialismo en la escena contemporánea. Buenos Aires, Biblos, 2009.
90 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
produjeron levantamientos muy importantes en los campos
de Siberia. Las capillas dirigentes temían ser devoradas por
el monstruoso mecanismo represivo, que se había incremen-
tado con purgas y procesos en los últimos años del propio
Stalin y después de que, al finalizar los años ‘40, triunfaran
las revoluciones en Yugoslavia y China desafiando las “órde-
nes de Moscú”. La represión fue acompañada entonces por
una mayor presión sobre los trabajadores en el intento de ele-
var la producción y remontar el derrumbe heredado de la
guerra y de la propia política de los burócratas en el poder. El
poder debía reacomodarse. La “estabilidad” que reposaba en
la brutalidad física y el exterminio no daba para más.
63 Claudín, Fernando. La oposición en el “socialismo real”. Unión Soviética, Hungría, Checoslovaquia, Polonia
1953-1980. Madrid, Siglo XXI, 1981, p. 11.
92 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
represión) ni el de los “renovadores” pretendían alejarse
de las políticas del Kremlin. Sin embargo, “la burocracia
en su conjunto era consciente de que sin un replanteo de
fondo de sus relaciones con Moscú y un cambio en el cli-
qué dirigente, Polonia marchaba a una repetición de los
sucesos de Poznan a escala nacional.”64
La reunión del CC no resolvió la crisis (se programó una
nueva reunión para el 19 de octubre, que debía dar culmi-
nación al proceso de “autoreforma” de la burocracia), pero
se decidió recurrir a Wladyslaw Gomulka (antiguo dirigente
del sector “renovador” del PC, que había sido anteriormente
purgado) como única salida para desactivar la creciente mo-
vilización popular. Esta decisión no hizo más que intensifi-
car la lucha de fracciones dentro del gobierno y del partido,
bloqueando su iniciativa, lo cual sería aprovechado por las
masas. En agosto y septiembre, la liberalización política se
extendió a todas las capas de la población: se formaron los
primeros consejos obreros, los estudiantes organizaron ma-
sivos actos y asambleas junto a los trabajadores.
A medida que se acercaba la fecha del nuevo plenario, la
situación en Varsovia se transformaba en prerrevoluciona-
ria. Ante el rumor de que el ala “dura” se aprestaba a dar un
golpe preventivo para evitar el ascenso de los “reformistas”,
los obreros y estudiantes se declararon en estado de alerta y
en las grandes fábricas se distribuyeron armas.
El 18 de octubre de ese año, aterrizó imprevistamente
Kruschev (secretario general del PCUS) en la capital polaca,
acompañado por una imponente delegación, entre quienes
se encontraba el jefe militar de las tropas del Pacto de Varso-
via. Al mismo tiempo, los tanques rusos iniciaban maniobras
en la frontera del país. Kruschev se entrevistó con la direc-
ción del Partido Comunista Polaco y aceptó la nominación
Hungría, 1956
94 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
casos terminaron confraternizando con los trabajadores.
Paralelamente, se formaron consejos obreros y comités revo-
lucionarios en todas las fábricas y pueblos, un poder obrero
que tenía la autoridad sobre las masas y, en muchos casos, el
poder real.65
Tras el triunfo de la insurrección, Hungría vivió una se-
mana de completa libertad política. Reaparecieron los vie-
jos partidos políticos que habían actuado hasta ocho años
antes, suprimidos policialmente por el stalinismo y no su-
perados políticamente por las masas. Los socialdemócratas,
el numeroso partido de los pequeños propietarios, y hasta
grupos monárquicos aparecieron en escena.
65 Manuel, François. La revolution hongroise des conseils ouvriers. París, Selio, 1976.
66 “1956, octubre revolucionario en Europa oriental”. Prensa Obrera, n° 160, 23 de octubre de 1986.
96 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 11
Praga en primavera
97
XX Congreso del PCUS, el ala represiva del PC checoslo-
vaco no pudo impedir la revisión de los procesos llevados
adelante en 1949-1953 y la rehabilitación de las víctimas.
Esta cuestión
Praga en movimiento
98 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
dad y contra la represión generalizada. El movimiento superó
rápidamente los límites del medio estudiantil. En junio de ese
mismo año, el IV Congreso de la Unión de Escritores se con-
virtió en una potente voz de oposición política. Votó un lla-
mamiento público que firmaron 183 escritores, 69 artistas, 56
científicos y 21 cineastas:
100 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
para impresionar a las mujeres. Cuando se cansaban de un
coche en particular, siempre podían vendérselo a los amigos
con un beneficio enorme.” Novotny tuvo que renunciar a la
presidencia. El 27 de marzo, en medio de una creciente deli-
beración popular, se nombró para sustituirlo al general Lu-
dvik Svoboda. Una manifestación estudiantil protestó contra
este nombramiento. Era un hecho inédito: la concentración
se extendió durante muchas horas sin que nadie interviniera,
hasta la medianoche, cuando se concentró ante la sede del
Partido Comunista y exigió hablar con Dubcek para manifes-
tar su descontento por el nuevo presidente.74
El Comité Central del partido se reunió en los primeros
días de abril. Los “renovadores” ocuparon nuevos cargos,
aunque se mantenía un compromiso que preservaba posi-
ciones en los organismos dirigentes para la fracción de No-
votny; eran exigencias del Kremlin. Se votó también un “pro-
grama de acción” para compatibilizar con las presiones de
Moscú. Todas las fracciones del Comité Central renovado lo
aprobaron por unanimidad. Se establecieron algunas modi-
ficaciones en los mecanismos electorales y se procedió a “re-
habilitaciones”. Según cifras oficiales, había habido más de
130.000 condenados a prisión, sin contar las detenciones sin
proceso, las asignaciones compulsivas de trabajo y/o residen-
cia, las expulsiones de centros escolares, las causas por “va-
gancia” contra personas privadas previamente de su trabajo.
Las revelaciones, a lo largo de 1968, ponían al descubierto
que toda esta salvajada contaba con la intervención directa
de los servicios manejados desde la dirigencia de la URSS.75
El “programa de acción” de los renovadores definía una
perspectiva restauracionista, bajo la cobertura de otorgarle
racionalización al “socialismo”: planteaba “abrir la economía
al mercado mundial con el objetivo de crear las condiciones
102 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 12
Las 2.000 palabras del verano
76 Rhodes James, Robert. The Czechoslovak crisis, 1968. Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1969.
77 Broué, op. cit.
103
a la historia como el “Manifiesto de las 2.000 palabras”. Fue
divulgado el 27 de junio con un centenar de firmas de perso-
nalidades pertenecientes a diferentes sectores de la sociedad
checoslovaca –artistas, actores, profesores, dirigentes obre-
ros, deportistas– y reproducido en los días siguientes en las
principales publicaciones del país.
El Manifiesto declaraba su apoyo al “Programa de acción”
de los renovadores, que planteaba una perspectiva restau-
racionista aunque, al mismo tiempo, llamaba a defenestrar
sin miramientos a los conservadores y a defender la libertad
de expresión. Era un llamado a la acción para acabar “con
los que se abusaron del poder y se comportaron de manera
deshonesta y brutal”. Apelaba a todos los medios posibles,
“críticas públicas, adopción de resoluciones, manifiestos,
huelgas” y al desarrollo de una organización propia: “Esta-
blezcamos comités para la defensa de la libertad de expre-
sión y nuestros propios organismos de seguridad para pro-
teger nuestras asambleas... desenmascaremos a los espías...”.
104 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
La burocracia delibera
La reacción de los conservadores fue inmediata. Reclama-
ron la implementación de medidas punitivas contra los autores
del Manifiesto, la prohibición de su difusión y la recuperación
del control de los medios de comunicación, inclusive por la
fuerza, contra la voluntad de sus trabajadores y periodistas.
El ala renovadora de la burocracia rechazó este extremo pero
admitió que la dirección partidaria emitiese una declaración
condenando al Manifiesto que, “debido a la situación interior
y exterior, coloca en peligro al conjunto del proceso de demo-
cratización”. La cúpula del partido, con los renovadores a la ca-
beza, aseguró que estaba decidida a utilizar “todos los medios
disponibles” para mantener el orden público. La burocracia
soviética, que temía por sobre todas las cosas que las masas
interviniesen en las disputas por el control del partido, pos-
tergó la salida de las tropas de los “países socialistas amigos”,
que venían de desarrollar ejercicios de “rutina”. El comando
del Pacto de Varsovia inició una serie de conversaciones con
las autoridades polacas para lograr un arreglo. Como parte de
este tortuoso proceso, se informó que a mediados de mes se
reunirían los representantes del Pacto en la capital de Polonia.
El gobierno afirmó que no concurriría; el cónclave se concre-
tará igual a mediados de julio con representantes de Alemania
oriental, Polonia, Bulgaria, Hungría y la Unión Soviética.
Las opiniones no eran unánimes. El presidente de la
URSS, Alexei Kosigyn, lideraba un ala proclive a sostener la
labor de los “reformistas” checoslovacos. Brezhnev, secreta-
rio general del PCUS, proponía una línea intermedia ante
otros sectores del partido que reclamaban una invasión mili-
tar directa. Los burócratas de los países intermedios temían
el efecto contagio. Otras voces se levantaron para señalar
que una eventual invasión amenazaría la relación con los
otros partidos comunistas, llamados a una conferencia mun-
dial en Moscú para noviembre.
Confusión
79 Valenta, Jiri. Soviet Intervention in Czechoslovakia, 1968. Anatomy of a Decision. Baltimore, John Hopkins
University Press, 1979.
106 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
se realizó una semana después, el 29 de julio, en Cierna-nad-
Tisou, un pequeño pueblo eslovaco en la frontera entre am-
bos países. La “cumbre” finalizó el 2 de agosto con una con-
vocatoria para el día siguiente, esta vez a los seis miembros
del Pacto de Varsovia (URSS, Alemania oriental, Polonia,
Bulgaria, Hungría y Checoslovaquia) para encontrarse en
Bratislava (capital de Eslovaquia). Esa misma noche del 2 de
agosto, Dubcek pronunció un discurso radial expresando su
alegría por el éxito de las conversaciones y aseguró al pueblo
checoslovaco que su soberanía como Nación no se veía ame-
nazada, y que para ello las buenas relaciones con la Unión
Soviética eran esenciales. El clima explosivo reinante se aflo-
jó y la nueva situación fue presentada como una victoria del
pueblo checoslovaco.
109
dar curso a la negociación y, al mismo tiempo, a los pre-
parativos para una eventual invasión. 80 El “plan A” estaba
comenzando, el “plan B” calentaba los motores.
Apenas dos semanas antes del encuentro bilateral de fin
de julio, la publicación de una carta firmada por los dirigen-
tes soviéticos despotricando contra la anarquía reinante en
Checoslovaquia había derivado en una mayor movilización
de los trabajadores y la juventud en Praga. Había puesto en
evidencia, al mismo tiempo, la debilidad de los sectores “du-
ros” del aparato stalinista checoslovaco. Con este panorama
habían ganado cierta ventaja los argumentos del sector de la
burocracia rusa que planteaba negociar con el primer minis-
tro checoslovaco Dubcek: fuera de los “reformistas”, no había
nada para intentar contener la revolución antiburocrática.
Y eran los propios burócratas liberales quienes mantenían
un salvavidas para los conservadores. Por eso la representa-
ción del Partido Comunista Checoslovaco, además de los re-
formistas (Smrkovsky, Cernik y Kriegel, quienes apoyaban a
Dubcek), incluyó tres miembros de la minoría conservadora
(Bilak, Kolder y Svestka), contraria a las reformas y partidaria
de la mano dura para acabar con la revolución en marcha.
Acuerdos secretos
110 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
“socialistas” sino un ensayo general de invasión. El hom-
bre gozaba de cierta popularidad en la Praga insurgente y
había señalado también la necesidad de preparativos para
resistir tal posibilidad.81 La burocracia soviética interpretó
esto como evidencia de que Dubcek no pensaba resistir una
invasión y como un gesto de “buena voluntad” que se refor-
zaba con la integración de los “duros” a la representación
oficial en las conversaciones. Muchos años después, con la
apertura de los archivos secretos, se supo que esos mismos
“duros” habían entregado sigilosamente, en un baño y en
medio de las conversaciones, una solicitud formal de ayuda
a sus amigos del Kremlin, reclamando “asistencia” soviética
contra el “peligro contrarrevolucionario”.82
Cuando el debate entre las delegaciones parecía empan-
tanarse, un compromiso fue establecido por un comité ad
hoc liderado por las cabezas de las fracciones conciliadoras.
No ha quedado ningún acta ni escrito del acuerdo, pero los
variados testimonios sobre el asunto indican que los buró-
cratas checoslovacos se comprometieron a limitar la libertad
de prensa, vehículo en su país de la enorme deliberación po-
lítica entre la vanguardia obrera, la juventud y la intelectua-
lidad. También habrían aceptado desplazar a los dirigentes
más radicales del partido y disolver las organizaciones con-
sideradas por los soviéticos como contrarrevolucionarias.83
En estas condiciones la burocracia soviética habría admitido
la realización del XVI Congreso Extraordinario del Partido
Comunista Checoslovaco convocado para septiembre.
Para sancionar este acuerdo se sumaron a las conversa-
ciones Alemania oriental, Bulgaria, Hungría y Polonia. Pero
también había divergencias: mientras el húngaro Kádár
81 Ídem.
82 Navrátil, Jaromir, et al. The Prague Spring 1968. A National Security Archive Documents Reader. Central
European University Press, 1998, p. 309.
83 Broué, op. cit., p. 134. Valenta, op. cit., p. 83.
Dos semanas
112 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
PC checoslovaco tuvo que prohibir las asambleas nocturnas.
El 9 y el 15 de agosto, llegaron a Praga los líderes de dos
países distanciados de los rusos: Tito, de Yugoslavia, y Ceau-
cescu, de Rumania; se reforzaba el temor soviético de que
Checoslovaquia se sumase a los países que se resistían a su
influencia. El 10 de agosto, se publicó la propuesta de refor-
ma de los estatutos partidarios que debía ser discutida en
el inminente Congreso Extraordinario del PC checoslovaco.
La reforma reconocía derechos para las minorías y estable-
cía el voto secreto para la elección de los cargos de dirección
y límites temporales en su permanencia. Un informe interno
sobre dicho Congreso Extraordinario del partido advertía
que el grueso de la vieja dirección antirreformista y proso-
viética sería barrida y que la burocracia reformista no tenía
el control de la situación. Estalló la crisis y el Presídium che-
coslovaco prácticamente se disolvió. Se planteaba una carre-
ra contra el tiempo. Para los dirigentes soviéticos la principal
prioridad era ahora evitar que se reuniese el congreso. El 17
de agosto, el Politburó soviético tomó la decisión. La inva-
sión estaba en marcha. Al fin y al cabo, las tropas del Pacto
se habían retirado del territorio checoslovaco... pero no de
sus fronteras.
115
aislamiento político de personas”.87 Pero cuando el 10 de
agosto se publicó el proyecto de reforma de los estatutos par-
tidarios para el Congreso Extraordinario del PC checoslova-
co, en Moscú se encendieron luces amarillas. La propuesta
de voto secreto para la elección de los cargos de dirección,
que solo podrían ser ejercidos en plazos limitados, se plan-
teaba como una amenaza para los burócratas más cercanos
a la cúpula moscovita. Las luces viraron a rojo cuando, tres
días después, se conoció un informe reservado sobre el XIV
Congreso. El informe advertía que “con excepción de una
pequeña parte del núcleo dirigente, prácticamente la tota-
lidad del Comité Central sería relevada de sus funciones”
y que “es muy poco claro el futuro de los órganos centrales
(de dirección del partido) y su composición”. La conclusión
era que la nueva situación tendría serias consecuencias y que
los “extremistas” con “opiniones políticas románticas” busca-
rían incrementar la hostilidad contra la URSS.88
Al día siguiente de conocerse semejante documento, el
13 de agosto, Leonid Brezhnev se comunicó telefónicamente
con Dubcek, el nuevo líder “reformista” del PC checoslovaco.
Ambos habían sido los artífices del acuerdo de principios de
mes. La trascripción de la conversación, contenida en un do-
cumento “desclasificado” en la década del ‘90, revela a Brezh-
nev impugnando con indignación la falta de cumplimiento
de lo que había sido pactado.89 Se quejaba de la continui-
dad de la campaña “antisoviética” en los medios. Recordaba,
además, la promesa de remover a los líderes reformistas más
extremistas y proteger a las fuerzas de seguridad, cuyos man-
dos respondían a los “duros”, incondicionales del stalinismo
soviético. Dubcek “reconoció sus promesas”, pero planteaba
que la remoción de los dirigentes partidarios debía estar
116 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
a cargo del Comité Central, cuya reunión plenaria sería a
principios de septiembre. El documento desclasificado de
los servicios informa, además, que Brezhnev se dirigía a su
“par” a los gritos y que Dubcek, intimidado, llegó a plantear
su renuncia al hombre de Moscú, que la rechazó e insistió en
que reformulase la dirección del partido.
Luego de la conversación entre los máximos dirigentes, los
líderes “duros” del PC checoslovaco abandonaron las reunio-
nes de la dirección y declararon que se “apartaban de las
tareas de preparación del Congreso”, con el propósito de
poner de manifiesto frente a sus aliados en Moscú una suer-
te de vacío de poder. La situación se degradó y el ritmo de
los acontecimientos se tornó vertiginoso. El 15 de agosto
visitó el país el líder de Yugoslavia, Josep Tito, un burócrata
“autónomo” enfrentado con los dirigentes del PCUS. La se-
mana previa había estado en Praga el rumano Ceaucescu,
que también estaba enfrentado con el centro moscovita. Ya
no había retorno: faltaba apenas la orden de que la inva-
sión se pusiera en marcha.
90 Bischof, Günter y Ruggenthaler, Peter. “Prague Spring and the Warsaw Pact invasion of Cechoslovakia in
1968”. Humanities and Social Sciences Online, 2008, p. 2.
91 Rhodes, op. cit., p. 111.
92 Claudín, op. cit., p. 253.
93 Valenta, op. cit.
94 Bischof y Ruggenthaler, op. cit. Valenta, op. cit., p. 142. Rodhes, op. cit., p. 77.
118 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
planteadas por los líderes checoslovacos. Otra cosa estaba
en juego: el desarrollo de una revolución política, que po-
dría contagiar al resto de los países del bloque soviético y
reforzaría a los activistas disidentes que se hacían notar al
interior de la propia URSS.95 Lo que inclinó la balanza para
definir la invasión fue el fracaso del precario compromiso
alcanzado en los días de agosto. A pesar de sus vacilaciones,
los burócratas del Kremlin estimaron que no había salida
sin intentar un golpe de fuerza. Es lo que se concretaría de
un modo brutal el 20 de agosto.
121
El cuerpo de paracaidistas rodeó el edificio del Comité
Central, desconectó las líneas telefónicas y esperó la orden
de ingresar. A las nueve de la mañana un oficial de la KGB,
escoltado por docenas de soldados, irrumpió en la sede don-
de se encontraban los dirigentes. Sin oponer resistencia,
Dubcek, Cernik (jefe del Gobierno) y Smerkovski (presiden-
te de la Asamblea Nacional) fueron detenidos y trasladados
a una prisión soviética.
“El propósito de Moscú era formar inmediatamente un
nuevo gobierno, presidido por Alois Indra (uno de los más
caracterizados conservadores y filosoviéticos de la dirección
del partido) e intentó concretarlo presionando al general
Svoboda, presidente de la República, para que avalase la
operación. Pero Svoboda se negó; todos los órganos legales
del partido y del Estado se opusieron y reclamaron la liber-
tad inmediata de los detenidos”. Según Jiri Hayek, ministro
de Relaciones Exteriores del gobierno de Dubcek, el plan
original fracasó inclusive antes de que las tropas entraran
en territorio checoslovaco: consistía en que un autoprocla-
mado nuevo gobierno convocara a la “asistencia de los países
socialistas amigos” con el propósito de evitar la disolución
nacional. Así, en medio de una doble bancarrota política, y
con el poder de los tanques en la calle se creó una insólita
situación... de vacío de poder.
La resistencia
122 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
prioritario de los invasores. Muchos jóvenes y obreros corrie-
ron hasta allí para defenderla. Se sentaban o acostaban en
el camino de los tanques y lograban detenerlos por un mo-
mento. Cuando los tanquistas detenían su avance y salían
de los blindados, los jóvenes checos comenzaban a hablar
con ellos en ruso. Preguntaban: “¿Qué hacen aquí? ¿Por qué
no vuelven a su país?”. Los tanquistas se ponían nerviosos,
desobedecían las órdenes de no atacar y comenzaban los ca-
ñonazos. Pero los jóvenes checos no huían: lanzaban bombas
molotov contra los tanques, muchos se incendiaban y eran
detenidos; otros tiraban contra la multitud, había heridos y
muertos. En ese momento Radio Praga emitió: “Hermanos
en la tristeza, cuando oigan el himno nacional sabrán que
todo ha terminado”. Pronto el himno comenzó a sonar, pero
solo pudieron escucharse los primeros compases: un tanque
T-55 se dispuso frente al edificio y disparó, reduciendo Ra-
dio Praga a escombros.
Por todo el territorio se repetían los mismos hechos. En
Bratislava, las jóvenes levantaban sus minifaldas frente a los
tanques; cuando los jóvenes soldados rusos se detenían para
admirarlas, los estudiantes y obreros eslovacos atacaban los
tanques destruyendo sus faros con piedras e incendiando los
bidones de petróleo. Cuando una nueva columna de tanques
cruzó el Danubio en dirección a la ciudad, los estudiantes los
recibieron con piedras e insultos. Los soldados respondie-
ron con las armas, matando a un estudiante de quince años.
La multitud se enfureció aún más y corrió contra los tanques
que respondían con las ametralladoras, sumando otros cua-
tro estudiantes a la lista de muertos. La lucha era desigual:
tanques y ametralladoras contra bombas molotov, ladrillos y
latas que eran lanzados o puestos en las bocas de los blin-
dados. Antes de que los invasores pudieran tomar las radios
y la televisión, salieron del país en forma clandestina varias
cintas que mostraban los acontecimientos. Pronto serán emi-
tidas por la BBC y la European Broadcast Union para toda
124 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
contar con el aval de los miembros del Comité Central y
del Presídium) resolvió convocar por la radio a una confe-
rencia inmediata de los delegados electos al XIV Congre-
so. La resolución ya era conocida cuando, en la noche del
miércoles 21 de agosto, unos sesenta miembros del Comité
Central se reunieron de urgencia. La intención era nombrar
a los nuevos dirigentes del Estado. Los filosoviéticos no se
atrevían a hacerse con el poder: los renovadores se limita-
ban a protestar y a reclamar la libertad de los detenidos. Los
debates continuaron hasta el amanecer, cuando finalmente
se decidió que sostendrían la política impuesta desde ene-
ro y el “programa de acción” de abril. Llamaron a la pobla-
ción a “mantener la calma” y “colaborar con los ocupantes”.
El Secretariado y el Presídium se reunieron en forma con-
junta la mañana del 22. Establecieron un acuerdo frente a
la amplitud de la reacción nacional, sobre la necesidad de
emprender, como prioridad, medidas para la liberación de
Dubcek. No se habló del XIV Congreso y un alto funcionario
del partido, que sustituía interinamente al líder detenido,
llamó a no reconocer la convocatoria del comité de Praga.
Pero ya era tarde... El XIV Congreso se reuniría clandestina-
mente. La situación pegará un violento viraje. “No ponemos
el socialismo en peligro –dirá uno de los protagonistas del
momento–; por el contrario, ponemos en peligro a la bu-
rocracia que está enterrando al socialismo a nivel mundial.
Es por eso que no podemos esperar ninguna cooperación o
comprensión fraternales de la burocracia”.
96 Pelikan, Jiri. Le congres clandestin. París, Editions du Seuil, 1970, pp. 9-10.
126 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Por radio también se informó que el congreso se realiza-
ría en el edificio del Parlamento, pero la información era
falsa y sirvió para despistar a la policía. La población hizo
el resto. Cambiaron los carteles con las direcciones, desac-
tivaron las centrales telefónicas, todo para desorientar a los
soldados rusos. Y lo lograron.
128 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
El viraje de Moscú
La situación política había pegado un viraje profundo.
La cuestión de controlar al movimiento obrero insurgente,
que había reaccionado como un resorte frente a la invasión,
volvió al primer plano de la agenda, porque desbordaba los
planteos de la burocracia “reformista” e inviabilizaba todo
el andamiaje represivo de la invasión. El dato “nuevo” era la
clase obrera de carne y hueso que se había puesto a la cabe-
za de la resistencia popular, quebrando todas las especula-
ciones previas sobre las alternativas de la invasión: eran los
mineros y obreros del carbón, en huelga desde el comienzo
de la invasión; eran los trabajadores del ferrocarril, que fre-
naban los transportes del material proveniente de Alemania
y Rusia destinado a los ocupantes; eran las ciudades obreras
de Checoslovaquia, donde estallaban los incidentes más vio-
lentos contra los invasores.
En solo unos pocos días, el panorama se modificó radical-
mente. Los capitostes de Moscú tuvieron que abandonar la
idea de formar un nuevo gobierno. La consigna de la hora
era desconocer el Congreso realizado en la clandestinidad
y oponerle... las autoridades preexistentes, que los hombres
del Kremlin habían buscado destronar. En estas condicio-
nes, el presidente Svoboda, encabezando una delegación de
dirigentes del PC checoslovaco, se preparó para partir a Mos-
cú. La invasión y el secuestro del gobierno nacional checos-
lovaco se habían convertido muy rápidamente en un colapso
político. La dirección del Kremlin convocó a los dirigentes
del gobierno de Dubcek que había detenido y propuso su
restitución en los cargos a cambio de un doble compromiso:
por un lado, la aceptación de la invasión; por otro, el control
ruso sobre las decisiones del gobierno (derecho a veto sobre
cualquier medida del gobierno checoslovaco). El conjunto
de la dirección “renovadora”, con la única excepción de un
dirigente (Kriegel), capituló y firmó un documento secreto
130 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
CAPÍTULO 16
Dubcek pacta en Moscú terminar
con la Primavera de Praga
131
La democracia “normaliza”
Con el retorno de los dirigentes de Moscú, comenzó enton-
ces la “normalización”. Se convocó al viejo Comité Central, no
al recientemente elegido en el XIV Congreso, que era impug-
nado con argumentos relativos a su irregular convocatoria.
Pero fueron convocados también varios de los delegados ele-
gidos para lo que debería ser el nuevo Comité Central. La po-
lítica de “cooptación” iría disolviendo a este último. Los me-
dios de comunicación comenzaron a disciplinarse a la nueva
línea y la censura fue ganando terreno. Los elementos más ra-
dicales del ala renovadora fueron desplazados en las semanas
siguientes. Un nuevo XIV Congreso se reconvocó para meses
después. Por sobre todas las cosas, los reformistas se empe-
ñaron en desmovilizar y frenar las acciones de protesta para
“facilitar” el progresivo retiro de las tropas extranjeras. Era
la política de estrangulamiento “pacífico” del levantamiento
obrero y juvenil. El movimiento de masas se desmoralizó y
se confundió frente a la política de la burocracia. Comenzó
un proceso de emigración masiva. Todavía en los meses de
noviembre, diciembre y enero importantes huelgas y mani-
festaciones obreras y estudiantiles se oponían al invasor y a
sus equipos de colaboradores impuestos. En un acto heroico
y desesperado, un joven se inmoló públicamente en una plaza
de Praga para provocar la respuesta del pueblo.
132 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
El pacto contrarrevolucionario puso de relieve el antago-
nismo irreductible entre el ala renovadora de la burocracia
y la perspectiva abierta por la irrupción de las masas. Para la
cúpula, la “democratización” era el instrumento para desa-
rrollar un programa de integración progresiva con el capital
mundial, como quedó claro en los planteos del programa
de acción que había propuesto en marzo, luego de haber
liquidado el gobierno del stalinista Novotny. La clase obrera
y su vanguardia no encontraron una vía propia para la revo-
lución política que acabara con la burocracia y recuperara
su propio gobierno. No se planteó el problema estratégico
del poder, reconstruyendo su propio gobierno, la dictadura
del proletariado. No se preparó para un enfrentamiento y
depositó su confianza en una dirección que acabó echando
la soga democratizante al cuello de la revolución. La “de-
mocratización” concebida como un fin en sí mismo volvió a
mostrar sus límites insalvables.
134 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Anexo
La lucha popular en los Estados Unidos de los ‘60
y la Ofensiva del Têt
100 Anderson, Terry H. “1968: The End and the Beginning in the United States and Western Europe”. South
137
por un amplio período previo de movilización popular con-
tra la guerra y un régimen político racista de republicanos y
demócratas.
Las movilizaciones de los años previos habían sido prota-
gonizadas por dos sectores: el movimiento negro en su lucha
por los derechos civiles y el movimiento estudiantil. En la
segunda mitad de la década, la lucha antibélica le dio un
poderoso impulso a ambos y preparó el terreno para la crisis
política de 1968. A partir de la Contraofensiva del Têt, los
norteamericanos comprenderían que los “años dorados” de
la posguerra se habían acabado, aunque esto no quiere decir
que, antes de Têt, todo lo que brillaba fuera oro.
138 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
inestabilidad política tanto en las metrópolis como en las
colonias. En cualquier caso, los “treinta años” quedarían re-
ducidos a una década, y ni siquiera tan gloriosa, desde el
momento en que en 1959 la revolución cubana trastocó el
“orden” latinoamericano, a solo pocas millas de Florida.
Los primeros seis años de la década de 1960, de todos
modos, fueron una etapa de crecimiento económico soste-
nido que enmarcó el intento de los Estados Unidos de lan-
zar una política ofensiva a nivel internacional. La sucesión
de varias revoluciones derrotadas (como en Congo, Brasil,
la República Dominicana, Indonesia y Grecia); y la situación
de reflujo de la propia clase obrera norteamericana (causa
y consecuencia de dicha política agresiva) pretendía, a su
vez, profundizar el sometimiento obrero en la metrópoli.
Hay que partir de esta situación de reflujo para comprender
los años de boom económico y no hacer al revés, como la
plétora de “teóricos” y políticos de toda laya que argumenta-
ban sobre el “aburguesamiento” de los obreros de los países
capitalistas y creían encontrar en ello la base de un “nuevo
capitalismo”.
Si en Europa este reflujo obrero se vinculaba a las derro-
tas de las situaciones revolucionarias obtenidas por el im-
perialismo gracias al apoyo de la burocracia stalinista y sus
partidos comunistas, en los Estados Unidos hay que hallar
sus causas en la incapacidad del ascenso obrero de 1944-
1946 para romper con la política de la burocracia sindical,
el stalinismo americano y el Partido Demócrata. La fusión
de la CIO (central obrera creada por la militancia comba-
tiva del movimiento obrero en la década del ‘30), con la
podrida burocracia sindical de la AFL, en 1955, puso como
broche el sometimiento de la clase obrera a la política del
Partido Demócrata y sentó las bases para un período pro-
longado de retroceso político de la clase obrera norteame-
ricana, enmarcado además en el clima chauvinista y macar-
tista de la época.
El movimiento negro
140 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
cobró impulso a partir del boicot a los autobuses realizado
en 1955 en la ciudad de Montgomery, Alabama, luego de
que Rose Parks se negase a cederle el asiento a un blanco, tal
como estipulaba la normativa racista de ese estado. Tuvieron
que pasar algunos años, todavía, para que comenzara a pro-
ducirse una ruptura con el liderazgo moderado de la NA-
ACP (National Association for the Advancement of Colored
People), que proponía vías de lucha estrictamente jurídicas
y se había sumado a la caza de brujas macarthista de la épo-
ca. A partir de finales de la década del ‘50, el movimiento
negro empezó a abandonar las medidas puramente legales
que hasta entonces habían predominado, sin lograr ningún
objetivo, y a desarrollar acciones de lucha de masas.
En 1960, se sucedieron las “ocupaciones” en comedores
universitarios, luego de que varios jóvenes negros fueran ex-
pulsados de uno de ellos en Greensboro, Carolina del Norte,
por utilizar un espacio que estaba reservado a los blancos.
Aumentaron así medidas de lucha como boicots, freedom rides
(viajes en autobús para desafiar las leyes segregacionistas) y
tomas de edificios, que casi siempre terminaban con desalo-
jos, represión y detenidos.
El inicio de la guerra de Vietnam potenció al movimien-
to por los derechos civiles. Como había sucedido durante la
Guerra Mundial, los negros debían soportar las cargas más
pesadas de la aventura bélica imperialista. No solo eran pro-
porcionalmente más los negros que eran reclutados en el
ejército, sino que una vez allí eran asignados a las tareas más
riesgosas y morían en gran número. En la metrópoli, eran
los que más sufrían los aumentos de precios y los recortes en
los programas sociales generados por la guerra.
A partir de la segunda mitad de la década del ‘60, y como
consecuencia de los cambios demográficos ya mencionados,
la rebelión de los trabajadores negros se trasladó del Sur ru-
ral a los guetos urbanos de las grandes ciudades industriales
del Norte, donde los negros estaban cerca de conformar la
142 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
exhibiese abiertamente y saliese en televisión. El reverendo
Ralph Abernathy, número dos del movimiento, dijo: “Vamos a
ir allí para hablar con LBJ (Lyndon Johnson), y si LBJ no hace
algo al respecto con lo que vamos a decirle, vamos a derribarle
y conseguiremos que otro sí lo haga”.102
Por otro lado, la lucha de los movimientos de liberación
en las colonias, como las de Argelia y Cuba, que se convirtie-
ron en un símbolo de resistencia al orden mundial estableci-
do, ayudó a establecer una conexión entre los negros nortea-
mericanos oprimidos que trataban de liberarse del gobierno
de los blancos y los musulmanes africanos oprimidos que
trataban de hacerlo de los europeos. Esta es la cuestión en
torno a la que giraba el movimiento Musulmanes Negros di-
rigido por Malcolm X, quien fuera asesinado en 1965.
Martin Luther King también identificó el movimiento de
los derechos civiles con la lucha en las colonias. En 1955 dijo
acerca del boicot de Montgomery:
144 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Luther King fue asesinado de un tiro en el lado derecho
de su cara por un hombre blanco llamado James Earl Ray.
Al difundirse la noticia la violencia estalló en ciento vein-
te ciudades norteamericanas. Hubo saqueos e incendios y
para restablecer el orden intervino una vez más la guardia
nacional que, en ciudades como Chicago, tenía la orden
incluso de “tirar a matar”. En los barrios negros hubo pér-
didas por millones de dólares y fueron muchos los muertos
a manos de las fuerzas represivas. Cinco días después, el
presidente Lyndon Johnson declaró un día de luto nacio-
nal por la pérdida del líder de los derechos civiles. Una
muchedumbre de 300.000 personas asistió a su funeral ese
mismo día. El vicepresidente Hubert Humphrey asistió en
nombre de Lyndon Johnson, que estaba en una reunión
sobre la guerra de Vietnam en Camp Davis. La ausencia
no era casual: el ambiente estaba caldeado y se temía que
Johnson pudiese ser agredido por los seguidores de King y
se produjesen reclamos contrarios a la guerra.
105 Fraser, Ronald. 1968: A Student Generation in Revolt. New York, Pantheon Books, 1988.
146 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
sistema de reclutamiento se debía también a que los jóvenes
de clase media y alta eludían fácilmente ir a Vietnam. Allá
eran enviados mayoritariamente los pobres y los miembros
de las minorías raciales. Los afroamericanos, que represen-
taban el 11 % de la población total, suponían el 31 % de las
tropas destacadas en Vietnam. Por otra parte, nadie quería
ir a morir en una guerra que parecía absurda, a miles de
kilómetros en las selvas de un país desconocido, por moti-
vos tan abstractos como “la defensa de la libertad”. Si bien
esta conducta era penada con prisión, la magnitud que iba
adquiriendo el movimiento hizo que muy pocos realmente
vieran las rejas. La posibilidad cada vez más concreta de evi-
tar el reclutamiento fue uno de los principales motivos que
minaron la moral del soldado norteamericano.
Mientras tanto las marchas fueron creciendo en número
y desembocaron en las manifestaciones del 15 de abril de
1967, las más grandes de la historia de los Estados Unidos,
que se desarrollaron simultáneamente en San Francisco y
en Nueva York. En octubre del mismo año, se produjo el lla-
mado “cerco al Pentágono”, una movilización popular que
rodeó el centro militar del imperialismo norteamericano.
Este hecho inédito en la historia marcó un salto político del
movimiento, al apuntar directamente al centro militar del
imperialismo, y fue la antesala de las luchas que recorre-
rían el mundo el año siguiente. Así era relatado por Mauri-
ce Isserman en su artículo “The Flower in the Gun Barrel”:
148 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
el perímetro, los manifestantes serían capaces de encontrar
un punto débil en el cerco policial, un sector desprotegido
de un terraplén que desembocaba en las escalinatas mismas
del Pentágono. Una vanguardia de aproximadamente una
docena de manifestantes logró de hecho entrar al edificio
antes de ser salvajemente reprimidas. Mientras tanto, unos
5.000 manifestantes se abalanzaron sobre el terraplén hasta
que una línea policial pudo restablecerse.
Recuerdo que hubo una angustiante sensación de incerti-
dumbre en esos primeros minutos sobre el terraplén. Ya ha-
bía corrido sangre en las escalinatas del Pentágono. Nadie
sabía cómo iban a reaccionar las tropas que salían del edifi-
cio ante nuestra presencia, o si sus armas estaban cargadas.
Hubo algunos empujones y algunos proyectiles se lanzaron
sobre las tropas desde la multitud. Pero un joven manifestan-
te encontró la manera de aliviar la tensión. Bernie Boston,
fotógrafo del Washington Star, tomó una fotografía de ese
joven cuando colocaba claveles en el cañón del rifle de un
soldado. Los editores de Boston aparentemente no le dieron
mucha importancia a la foto, que salió en la página 12 del
periódico del día siguiente. Más tarde se convertiría en una
de las imágenes icónicas de los sesenta.106
106 Isserman, Maurice. “The Flower in the Gun Barrel”. The Chronicle Review, 54:8.
107 Luego de la guerra de Indochina entre los vietnamitas y el imperialismo francés, al finalizar la Segunda
Guerra Mundial, los acuerdos de Ginebra, en 1954, habían establecido la división del país. Vietnam del
Norte, que quedó bajo la dirección del Partido Comunista, y Vietnam del Sur, una suerte de protectora-
do del imperialismo.
150 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
350.000 efectivos con recursos infinitamente más precarios.
Todo el poderío norteamericano, poco antes del Têt, de-
molía gradualmente a las fuerzas de Vietnam del Norte. El
presidente Lyndon Johnson recorría el país con un mensaje
triunfal: la victoria era inevitable. El mando norteamerica-
no, sin embargo, recibió informes e indicios abundantes de
la ofensiva guerrillera que estimó como un último acto de
desesperación. Según sus cálculos la guerrilla estaba debili-
tada y agotada, y solo sería cuestión de tiempo su derrota fi-
nal. Pero la magnitud de la ofensiva lo tomó de sorpresa. La
guerrilla no logró tomar el poder y sufrió enormes bajas, de
un tercio de sus efectivos; sin embargo fue una victoria polí-
tica y propagandística decisiva. Logró cambiar la percepción
en el mundo sobre la marcha de la guerra de Vietnam: Esta-
dos Unidos la estaba perdiendo.
El impacto sobre la opinión pública norteamericana fue
enorme. Las imágenes de la televisión, que poco antes ha-
bía comenzado las transmisiones en vivo, sacudieron a los
norteamericanos. El comentarista más popular de la TV –
Walter Cronkite– transmitiendo desde las calles de Saigón,
la capital de Vietnam del Sur, y ante millones de televiden-
tes liquidó la “historia oficial”: “¿Qué diablos está pasando?
Creí que estábamos ganando la guerra”. Semanas después
el presidente Lyndon Johnson renunció a postularse a su
reelección –que poco antes parecía asegurada. La burgue-
sía más poderosa del mundo se dividía respecto al asunto y
la desmoralización del país respecto de la guerra se volvió
ruinosa.108 En los Estados Unidos se hizo definitiva la idea
de que salir de Vietnam solo era cuestión de tiempo. El
movimiento antiguerra que venía preparando el terreno
con importantes movilizaciones tomaría entonces propor-
ciones inmensas.
152 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
La crisis política: una crisis sistémica
A pesar del reflujo del movimiento obrero y de la políti-
ca agresiva del imperialismo norteamericano, detrás de la
fachada del capitalismo próspero y exitoso se había estado
incubando una movilización popular en contra del régimen
imperialista. Se trataba de un movimiento políticamente he-
terogéneo, escasamente organizado y con contradicciones
políticas no resueltas. Pero más allá de sus limitaciones, im-
plicaba una intervención de las masas en la situación política
del principal país imperialista del planeta. Cuando a princi-
pios de 1968 la ofensiva militar de los vietnamitas se combi-
nó con la movilización antibélica al interior de los Estados
Unidos, se abrió una crisis del régimen político de grandes
proporciones:
154 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Guerra Mundial de 24.600 millones de dólares. El valor del
dólar se fijaba según el oro, y los especuladores que contem-
plaban esas cifras concluyeron que Estados Unidos no sería
capaz de mantener el precio del oro, fijado en 35 dólares la
onza. Estados Unidos no tendría pues en teoría suficientes
reservas como para vender a 35 dólares a todos los com-
pradores, lo cual obligaría a subir el precio del oro. Aque-
llos que estuvieran en posesión de oro sacarían enormes
beneficios. Lo mismo ocurrió con la libra esterlina en 1967,
cuando los británicos devaluaron su moneda. Los especu-
ladores en oro se pusieron a comprar con tal frenesí que
provocaron un pánico que la prensa tildaría de “la mayor
fiebre del oro de la historia”. Más de doscientas toneladas
de oro con un valor de 220 millones de dólares cambiaron
de manos en el mercado londinense del oro, estableciendo
un nuevo récord en una sola jornada. Los economistas del
mundo entero predecían un desastre. “Nos hallamos en el
primer acto de una depresión mundial”, diría el economista
británico John Vaizey.110
Si bien el gasto norteamericano en la guerra era un factor
de desestabilización de la economía global, este era parte,
como bien señalaba Vaizey, de una crisis más de conjunto
que comenzaba a manifestarse. La aventura bélica en Viet-
nam no se limitaba al objetivo geopolítico de evitar que un
país relativamente pequeño y muy atrasado se sustrajera del
“mundo libre”, occidental y capitalista y que, peor aún, esto
sirviera de ejemplo para que otros pueblos oprimidos por el
imperialismo siguiesen el camino de la guerra revoluciona-
ria.111 La guerra de Vietnam en una primera instancia había
servido como válvula de escape de la economía norteameri-
cana, ya que esta implicaba la reactivación de un conjunto
156 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
para siempre la suerte de la guerra, el régimen político nor-
teamericano se tambaleaba como nunca antes. En los años
venideros la crisis económica se agudizaría, se declararía la
inconvertibilidad del dólar, estallaría la crisis del petróleo, la
conflictividad social recrudecería en el mundo y, finalmente,
EE.UU. sería derrotado en Vietnam. Pero toda esta etapa
histórica siguiente no se puede entender si no es a la luz de
comprender la etapa abierta a finales de los años ‘60, como
el fin de una época y el comienzo de una crisis del sistema
capitalista que conmocionaría al mundo hasta nuestros días.
161
en serio. La administración tendría que autorizar la apertu-
ra de las aulas para las discusiones políticas. Creo que enten-
derá que la gente que hoy está aquí no son terroristas como
se dijo apresuradamente.”
Todo empieza el martes. Por la mañana los “142” repar-
ten octavillas llamando a los estudiantes a convertir el vier-
nes 29 en una jornada de amplio debate. Hay cuatro temas
escogidos, pero no son limitativos: el capitalismo en 1968 y
las luchas obreras, la Universidad y la universidad-crítica, la
lucha antiimperialista, las luchas obreras y estudiantiles en
los países del Este.
(…)
Todo el mundo participa de esta amplia jornada política,
hasta los maoístas. Todo el mundo excepto un ausente de
peso: la UEC (Unión de Estudiantes Comunistas). Aquella
misma mañana L’Humanité condena severamente la agita-
ción fomentada por “unos grupos irresponsables”…
162 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Henri Lefevbre: “Yo no soy un policía”
Extractos de un reportaje publicado en
www.laletraausente.com/laletraausente1/ombligo2.htm
163
a través de su experiencia, la de los gendarmes, la del es-
pacio controlado, el de la universidad, el de los suburbios y
villas miseria que rodeaban las facultades de Nanterre. La
experiencia necesita de una teoría para cristalizar en una
consigna. La enseñanza del marxismo auténticamente crí-
tico cristalizó la tendencia contestataria en los estudiantes.
En Nanterre se tendía en general a la represión, mientras
que en el llamado Departamento de Sociología reinaba una
atmósfera excepcionalmente abierta (…) Al principio del
curso escolar 1967-1968, el señor decano me convocó para
decirme: “Si ve un estudiante que enciende un cigarro en el
aula, por favor, pídale su carnet de estudiante y rómpalo allí
mismo”. Le contesté: “Señor decano, no soy un policía.” A
partir de ese momento, las relaciones entre el Departamento
de Sociología y las autoridades se deterioraron.
164 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Los acontecimientos franceses reflejan
toda la situación internacional
Política Obrera, año II, n° 31, lunes 10 de junio de 1968.
165
El agravamiento relativo de la situación social en Francia
es un reflejo de las tendencias a descargar sobre las masas
populares la crisis mundial que se incuba. La crisis financie-
ra internacional ha obligado al capitalismo francés a incre-
mentar su ritmo de superexplotación obrera para evitar la
inflación y la devaluación de la moneda. Toda la mentada
“solidez” del capitalismo francés puede medirse por el he-
cho de que la satisfacción del 13% de aumento pedido por
los sindicatos obreros hubiera obligado a la devaluación del
franco, que está respaldado por 6.000 millones de dólares
en oro.
La agudización de la lucha de clases en Francia parece
caída del cielo solo para los putschistas pequeñoburgueses
que jamás se interesaron por los esfuerzos de la vanguar-
dia obrera europea para independizarse de su propia bu-
rocracia. Por el contrario, los sucesos de Francia son solo
el anuncio de una crisis similar en Europa y en los EE.UU.,
que la crisis económica internacional en desarrollo va a po-
ner al día. El fracaso yanqui en Vietnam, la crisis sin salida
del imperialismo en el mundo semicolonial y el parate de la
expansión del capitalismo yanqui en su país y en Europa son
los factores que preanuncian una extrema agudización de la
lucha de clases. Francia muestra y enseña que esta agudiza-
ción tiene, y debe tener, un carácter revolucionario.
166 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
El trotskismo en el movimiento estudiantil
(según un cronista)
Citado en Vidal Villa, José. Mayo 1968. Madrid, Bruguera, 1978.
167
como soviéticos –por stalinistas– así como a los tercermun-
distas –Che Guevara o el FNL de Vietnam son pequeñobur-
gueses. Su punto de referenda principal es el programa de
transición de Trotsky y su centro privilegiado de actuación
la Union Nationale des Etudiants de France (UNEF), el sin-
dicato estudiantil.
Con mayor vitalidad que el CLER y con una política mar-
cadamente antiimperialista, la Jeunesse Communiste Revo-
lutionnaire (JCR), surgida de una escisión en la Union des
Etudiants Communistes (UEC) del PCF en 1966, y encabeza-
da por Alain Krivine, Issy Joshua, Henri Weber y Daniel Ben-
said, se entronca con otra ala del trotskismo –Frank y el Par-
ti Communiste Internationaliste (PCI)– y tienen entre sus
apoyos principales a la figura del comunista revolucionario
belga Ernest Mandel. La JCR anima la lucha antiimperialista
a través de la acción de los Comités Vietnam Nacional y ha
logrado dar una imagen nueva a las movilizaciones estudian-
tiles, pasando del enfrentamiento verbal con la burguesía y
las burocracias, a la acción directa y la puesta en práctica de
nuevos métodos de lucha. En el terreno internacional, la JCR
apoya sin vacilar la lucha de los pueblos por su liberación y
critica la burocratización de los regímenes tanto chino como
soviético. Asimismo, toma parte en la conferencia de Bruse-
las, el 11 y 12 de marzo de 1967, donde se reúnen organiza-
ciones revolucionarias de todo el mundo, tales como el SDS
alemán, el colectivo Falce-Martello italiano, la Jeune Garde
Socialiste belga y otras, entre ellas los Etudiants Socialistes
Unifies (ESU), sección estudiantil del PSU francés, que tam-
bién participará activamente en las jornadas de mayo (...)
Será una de las organizaciones básicas en las jornadas de
mayo. Su órgano de prensa es Avantgarde Jeunesse.
168 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
La Sorbona recuperada
“An eyewitness account by a Libertarian Communist”,
en Marxists Internet Archive.
169
algo simplemente ocuparía uno de los salones de conferen-
cias o algún aula más pequeña.
(…)
En el patio, la política (desaparecida durante una gene-
ración) reapareció con toda la fuerza. Brotaban puestos que
vendían literatura. Aparecieron enormes retratos en las pa-
redes: Marx, Lenin, Trotsky, Mao, Castro, Guevara. Incluso
apareció Stalin (en un puesto maoísta) hasta que alguien les
sugirió diplomáticamente a los camaradas que tal presencia
no era muy bien recibida. (…) El patio de la Sorbona se ha-
bía convertido en una gigantesca tienda revolucionaria, don-
de los productos más esotéricos ya no debían guardarse bajo
el mostrador sino que podían ofrecerse abiertamente. Por
todos lados había grupos de 10 ó 20 personas, en discusiones
acaloradas, gente hablando sobre las barricadas, sobre la po-
licía, sobre sus experiencias, pero también sobre la Comuna
de 1871, sobre 1905 y 1917, sobre la izquierda italiana de 1921
y sobre Francia en 1936. Se estaba dando una fusión entre
la conciencia de las minorías revolucionarias y la conciencia
de nuevas camadas de personas, que entraban día a día al
mundo de las discusiones políticas. Los estudiantes estaban
aprendiendo en días lo que a otros les había llevado años.
Muchos alumnos de secundaria llegaron para ver de qué se
trataba todo. También fueron copados por la vorágine. Re-
cuerdo a un chico de 14 años explicándole a un incrédulo
hombre de 60 por qué los alumnos debían tener derecho a
deponer a los profesores.
170 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
“Si alguien habla de revolución... no será un comunista.”
Una extraordinaria caracterización del PCF
En su número de junio de 1968, Política Obrera reprodujo
en su periódico un artículo de The Economist,
importante órgano de la burguesía inglesa,
que caracterizaba el rol jugado por el Partido Comunista
en los acontecimientos que tenían lugar en Francia.
171
oeste de Francia, en donde el descontento entre los trabajado-
res es más pronunciado. La disparidad no fue geográfica, sino
entre generaciones. En todas partes los trabajadores jóvenes
tomaron la iniciativa y fueron seguidos por los mayores.
Una vez más, los comunistas se vieron desbordados por los
acontecimientos. Pero esta vez reaccionaron rápidamente.
El mayor de los sindicatos franceses, la CGT, dominada por
el Partido Comunista, se puso inmediatamente en contacto
con el sindicato católico, la CFDT. Luego envió instrucciones
a sus militantes para que apoyasen el movimiento, incluidas
las ocupaciones de fábricas, pero limitando las demandas a
la tradicional fórmula de salarios más elevados, menos horas
de trabajo y la abolición de las impopulares ordenanzas so-
bre seguridad social. (…)
Cada vez que, en estos días, se oye a alguien en la radio
francesa vituperando contra los “aventureros” puede darse
por supuesto que el destinatario de la crítica es Daniel Cohn-
Bendit o algún otro estudiante izquierdista. En cambio, ya
no es fácil adivinar el color político del atacante: puede ser
un gaullista o un comunista. Por otra parte, si alguien habla
de revolución, cambios estructurales o “sociedad socialista”,
puede darse por supuesto que no será un comunista.
172 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Los autores
Pablo Rieznik
Economista. Profesor titular de la Universidad de Buenos Aires (UBA) desde hace más de
dos décadas. Ha publicado numerosos trabajos en revistas del país y del exterior, donde
desempeñó su actividad profesional. Es autor de Endeudamiento externo y crisis mundial;
el caso de Brasil, editado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (1986) y de
Marxismo y Sociedad (EUdeBA, 2000). Más recientes son sus libros Las formas del Trabajo y
la Historia -Una introducción al estudio de la Economía Política– (Biblos, 2003); El mundo no
empezó en el 4004 antes de Cristo –Marx, Darwin y la ciencia moderna– (Biblos, 2005); La
Revolución Rusa en el siglo XXI (en coautoría; Rumbos, 2008); y Un mundo maravilloso –Ca-
pitalismo y Socialismo en la escena contemporánea (en coautoría; Biblos, 2009). Es militante
del sindicalismo docente universitario y dirigente del Partido Obrero.
Pablo Rabey
Profesor de Antropología graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Actual-
mente se desempeña como docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi-
dad de Buenos Aires. Ha publicado dos libros en coautoría La Revolución Rusa en el siglo
XXI (Rumbos, 2008) y Un mundo maravilloso –Capitalismo y Socialismo en la escena
contemporánea (Biblos, 2009). Es militante del sindicalismo docente universitario y
miembro del Partido Obrero.
173
Lucas Poy
Profesor de Historia graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Actualmente se
desempeña como docente en las Facultad de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales de
la Universidad de Buenos Aires y como investigador del CONICET. Ha publicado dos libros
en coautoría: La Revolución Rusa en el siglo XXI (Rumbos, 2008) y Un mundo maravilloso
–Capitalismo y Socialismo en la escena contemporánea (Biblos, 2009). Es militante del sin-
dicalismo docente universitario y miembro del Partido Obrero.
Daniel Duarte
Profesor de Historia, graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Actualmente se
desempeña como docente en las Facultad de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales de
la Universidad de Buenos Aires y como investigador del CONICET. Ha publicado dos libros
en coautoría: La Revolución Rusa en el siglo XXI (Rumbos, 2008) y Un mundo maravilloso
–Capitalismo y Socialismo en la escena contemporánea (Biblos, 2009). Es militante del sin-
dicalismo docente universitario y miembro del Partido Obrero.
Diego Bruno
Profesor de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en la materia
Historia de los Sistemas Económicos “B”. Realiza actualmente la tesis de licenciatura en Fi-
losofía en la misma facultad. Es militante del sindicalismo docente universitario y miembro
del Partido Obrero.
174 Pablo Rieznik, Pablo Rabey, Lucas Poy, Daniel Duarte y Diego Bruno
Índice
Prólogo
Días que también conmovieron al mundo 5
Primera parte
Capítulo 1
El lugar histórico del ’68 11
Capítulo 2
Mayo Francés, crisis mundial, intelectuales y clase obrera 17
Segunda parte
Capítulo 3
¿Francia se aburre? El mito del mayo “imprevisto” 27
Capítulo 4
De Nanterre a París: así arrancó el Mayo Francés 33
Capítulo 5
Arde París 41
Capítulo 6
La huelga general y la cuestión del poder 51
Capítulo 7
Punto de viraje 63
Capítulo 8
Junio: el gobierno y la burocracia desarman la huelga general 69
Capítulo 9
¿Qué balance? 81
Tercera parte
Capítulo 10
Detrás de la cortina de hierro 89
Capítulo 11
Praga en primavera 97
Capítulo 12
Las 2.000 palabras del verano 103
Capítulo 13
Diplomacia secreta quince días antes de la invasión 109
Capítulo 14
La burocracia decide mandar los tanques a Praga 115
Capítulo 15
La invasión y su fracaso 121
Capítulo 16
Dubcek pacta en Moscú terminar con la Primavera de Praga 131
Anexo
La lucha popular en los Estados Unidos de los ’60 y la Ofensiva del Têt 137
Apéndice documental
Los ciento cuarenta y dos se abren paso 161
Henri Lefevbre: “Yo no soy un policía” 163
Los acontecimientos franceses reflejan toda la situación internacional 165
El trotskismo en el movimiento estudiantil (según un cronista) 167
La Sorbona recuperada 169
“Si alguien habla de revolución… no será un comunista.”
Una extraordinaria caracterización del PCF 171