Cuaderno San Martin
Cuaderno San Martin
Cuaderno San Martin
San Martín, así llamado en recuerdo del cuaderno escolar del mismo
nombre, data de 1929. Sus poemas evocan también a Buenos Aires, pero ahora es la
ciudad mítica e insustituible, atisbada en el diario trajinar. Con un lenguaje que se
vuelve universal, Borges traza el carácter singular que aún perdura en la gran
metrópoli de hoy.
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Jorge Luis Borges
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Título original: Cuaderno San Martín
Jorge Luis Borges, 1929
Editor digital: Titivillus
Primer editor digital: Moro
ePub base r2.0
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As to an ocasional copy of verses, there are few men who have
leisure to read, and are possessed of any music in their souls, who
are not capable of versifying on some ten or twelve occasions
during their natural lives; at a proper conjuction of the stars. There
is no harm in take advantage of such occasions.
FITZGERLAD
en una carta a Bernard Barton (1842)
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PRÓLOGO
He hablado mucho, he hablado demasiado, sobre la poesía como brusco don del
Espíritu, sobre el pensamiento como una actividad de la mente; he visto en Verlaine
el ejemplo de puro poeta lírico; en Emerson, de poeta intelectual. Creo ahora que en
todos los poetas que merecen ser releídos ambos elementos coexisten. ¿Cómo
clasificar a Shakespeare o a Dante?
En lo que se refiere a los ejercicios de este volumen, es notorio que aspiran a la
segunda categoría. Debo al lector algunas observaciones. Ante la indignación de la
crítica, que no perdona que un autor se arrepienta, escribo ahora «Fundación
mítica» y no «Fundación mitológica», ya que la última palabra sugiere macizas
divinidades de mármol. Las dos piezas de «Muertes de Buenos Aires» título que debo
a Eduardo Gutiérrez— imperdonablemente exageran la connotación plebeya de la
Chacarita y la connotación patricia de la Recoleta. Pienso que el énfasis de «Isidoro
Acevedo» hubiera hecho sonreír a mi abuelo.
Fuera de «Llaneza», «La noche que en el Sur lo velaron» es acaso el primer
poema auténtico que escribí.
J. L. B.
Buenos Aires, 1969
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FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES
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el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
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ELEGÍA DE LOS PORTONES
MANUEL BILBAO:
Buenos Aires, 1902
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y el andar hamacado del compadre.
Palermo del principio, vos tenías
unas cuantas milongas para hacerte valiente
y una baraja criolla para tapar la vida
y unas albas eternas para saber la muerte.
El día era más largo en tus veredas
que en las calles del centro,
porque en los huecos hondos se aquerenciaba el cielo.
Los carros de costado sentencioso
cruzaban tu mañana
y eran en las esquinas tiernos los almacenes
como esperando un ángel.
Desde mi calle de altos (es cosa de una legua)
voy a buscar recuerdos a tus calles nocheras.
Mi silbido de pobre penetrará en los sueños
de los hombres que duermen.
Esa higuera que asoma sobre una parecita
se lleva bien con mi alma
y es más grato el rosado firme de tus esquinas
que el de las nubes blandas.
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CURSO DE LOS RECUERDOS
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se nos volvieron geografía;
un alto era «la montaña de tierra»
y una temeridad su declive.
Jardín, yo cortaré mi oración
para seguir siempre acordándome:
voluntad o azar de dar sombra
fueron tus árboles.
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ISIDORO ACEVEDO
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caras de barba que se estarán desvaneciendo en daguerrotipos,
caras que vivieron junto a la suya en el Puente Alsina y Cepeda.
Entró a saco en sus días
para esa visionaria patriada que necesitaba su fe, no que una flaqueza le impuso;
juntó un ejército de sombras porteñas
para que lo mataran.
Así, en el dormitorio que miraba al jardín,
murió en un sueño por la patria.
En metáfora de viaje me dijeron su muerte; no la creí.
Yo era chico, yo no sabía entonces de muerte, yo era inmortal;
yo lo busqué por muchos días por los cuartos sin luz.
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LA NOCHE QUE EN EL SUR LO VELARON
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(El velorio gasta las caras;
los ojos se nos están muriendo en lo alto como Jesús.)
¿Y el muerto, el increíble?
Su realidad está bajo las flores diferentes de él
y su mortal hospitalidad nos dará
un recuerdo más para el tiempo
y sentenciosas calles del Sur para merecerlas despacio
y la noche que de la mayor congoja nos libra:
la prolijidad de lo real.
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MUERTES DE BUENOS AIRES
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I
LA CHACARITA
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La muerte es vida vivida
la vida es muerte que viene;
la vida no es otra cosa
que muerte que anda luciendo.)
Mono del cementerio, la Quema
gesticula advenediza muerte a tus pies.
Gastamos y enfermamos la realidad: 210 carros
infaman las mañanas, llevando
a esa necrópolis de humo
las cotidianas cosas que hemos contagiado de muerte.
Cúpulas estrafalarias de madera y cruces en alto
se mueven —piezas negras de un ajedrez final— por tus calles
y su achacosa majestad va encubriendo
las vergüenzas de nuestras muertes.
En tu disciplinado recinto
la muerte es incolora, hueca, numérica;
se disminuye a fechas y a nombres,
muertes de la palabra.
Chacarita:
desaguadero de esa patria de Buenos Aires, cuesta final,
barrio que sobrevives a los otros, que sobremueres,
lazareto que estas en esta muerte no en la otra vida,
he oído tu palabra de caducidad y no creo en ella,
porque tu misma convicción de angustia es acto de vida
y porque la plenitud de una sola rosa es más que tus mármoles.
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II
LA RECOLETA
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que su existir dormido y gracioso
es el que mejor puede acompañar a los que murieron
sin ofenderlos con soberbia de vida,
sin ser mas vida que ellos.
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A FRANCISCO LÓPEZ MERINO
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BARRIO NORTE
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EL PASEO DE JULIO
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Detrás de los paredones de mi suburbio, los duros carros
rezarán con varas en alto a su imposible dios de hierro y de polvo,
pero, ¿qué dios , que ídolo, que veneración la tuya, Paseo de Julio?
Tu vida pacta con la muerte;
toda felicidad, con sólo existir, te es adversa.
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JORGE FRANCISCO ISIDORO LUIS BORGES ACEVEDO (Buenos Aires, 24 de
agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un escritor argentino, uno de los
autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos
y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento humano, ha sido
objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones, trasciende cualquier
clasificación y excluye cualquier tipo de dogmatismo.
Es considerado como uno de los eruditos más grandes del siglo XX, lo cual no impide
que la lectura de sus escritos suscite momentos de viva emoción o de simple
distracción. Ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas,
geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, silogismos
ornitológicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, thrillers teológicos,
nostálgicas geometrías y recuerdos inventados son parte del inmenso paisaje que las
obras de Borges ofrecen tanto a los estudiosos como al lector casual. Y sobre todas
las cosas, la filosofía, concebida como perplejidad, el pensamiento como conjetura, y
la poesía, la forma suprema de la racionalidad. Siendo un literato puro pero,
paradójicamente, preferido por los semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y
mitólogos, Borges ofrece —a través de la perfección de su lenguaje, de sus
conocimientos, del universalismo de sus ideas, de la originalidad de sus ficciones y
de la belleza de su poesía— una obra que hace honor a la lengua española y la mente
universal.
Ciego a los 55 años, personaje polémico, con posturas políticas que le impidieron
ganar el Premio Nobel de Literatura al que fue candidato durante casi treinta años.
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