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CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
Por otro lado, la Corte declaró la responsabilidad internacional del Perú por la violación de los
derechos a la propiedad privada, vida privada y familiar, en perjuicio de las 14 víctimas de
desaparición forzada mencionadas que pertenecían a dos grupos familiares, así como de sus
familiares Zenón Cirilo Osnayo Tunque y Marcelo Hilario Quispe. Además, declaró la violación
del derecho a la libertad personal de Elihoref Huamaní Vergara y sus familiares. Finalmente,
declaró la responsabilidad internacional estatal por la violación de los derechos a las garantías
judiciales y protección judicial, derecho a conocer la verdad y el derecho a la integridad
personal de los familiares de las víctimas de desaparición forzada, a saber: Zósimo Hilario
Quispe, Marcelo Hilario Quispe, Gregorio Hilario Quispe, Zenón Cirilo Osnayo Tunque, Víctor
Carhuapoma de la Cruz, Abilio Hilario Quispe, Marcelina Guillen Riveros y Marino Huamaní
Vergara, así como de las personas fallecidas con posterioridad al año 2000, Ana de la Cruz
Carhuapoma, Viviano Hilario Mancha, Dolores Morán Paucar, Justiniano Guillén Ccanto,
Victoria Riveros Valencia y Alejandro Huamaní Robles.
Integrada por los siguientes jueces: Humberto Antonio Sierra Porto, Presidente; Roberto F. Caldas,
Vicepresidente; Manuel E. Ventura Robles, Juez; Alberto Pérez Pérez, Juez; Eduardo Vio Grossi, Juez, y Eduardo
Ferrer Mac-Gregor Poisot, Juez. Presentes, además, el Secretario del Tribunal Pablo Saavedra Alessandri y la
Secretaria Adjunta Emilia Segares Rodríguez. De conformidad con el artículo 19.1 del Reglamento de la Corte
Interamericana aplicable al presente caso, el Juez Diego García-Sayán, de nacionalidad peruana, no participó en la
deliberación de esta Sentencia.
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Además, la Corte resolvió, en cuatro cuestiones previas: i) incluir a una persona que no
figuró en el Informe de Admisibilidad y Fondo como presunta víctima en el caso, ya que
estimó razonable que hubiese sido complejo identificarla inicialmente como presunta
víctima; ii) considerar como presunta víctima a una persona quien expresó su voluntad de
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continuar como tal en el caso pero no participar en el litigio por temor; iii) determinar que
los hechos alegados por los representantes en cuanto al presunto robo y destrucción de
bienes y quema de viviendas eran parte del marco fáctico del caso, y iv) considerar que la
alegada omisión del Estado de entregar los resultados de las pruebas de ADN y las acciones
forenses realizadas a partir del año 2009 formaba parte del marco fáctico del caso.
III. Hechos
Los hechos del caso se enmarcan en el contexto del conflicto armado peruano y la práctica
sistemática de violaciones de los derechos humanos, entre ellas, ejecuciones extrajudiciales y
desapariciones forzadas de personas sospechosas de pertenecer a grupos armados al margen
de la ley. En este marco, el 14 de junio de 1991 se decretó la prórroga del Estado de
Emergencia en el Departamento de Huancavelica y las Fuerzas Armadas asumieron el
control del orden interno en dicho Departamento.
El 2 de julio de 1991, en ejecución del “Plan Operativo Apolonia”, operativo militar diseñado
como parte de la política estatal de combatir la subversión en la Provincia y Departamento
de Huancavelica, salieron de Bases Militares la patrulla “Escorpio” y la patrulla “Ángel” con
el fin específico de incursionar en la localidad de Rodeopampa, comunidad de Santa Bárbara
y “capturar y/o destruir” elementos terroristas que operaban en dicha zona. El 4 de julio de
1991 la patrulla del Ejército “Escorpio”, acompañada de algunos elementos civiles, llegó al
caserío de Rodeopampa en la comunidad campesina de Santa Bárbara, en donde los
efectivos militares ingresaron a las viviendas de las presuntas víctimas, sacaron a quienes
estaban allí y prendieron fuego a dichas viviendas para horas más tarde apoderarse de una
gran cantidad de ganado, animales menores y pertenencias de los detenidos. Los efectivos
militares detuvieron a 14 pobladores, entre los que se encontraban tres niñas y cuatro niños
entre las edades de 8 meses y 6 años de edad, un hombre adulto mayor, cinco mujeres
adultas, una de ellas en el sexto mes de embarazo y un hombre adulto. A dichos pobladores
se les infligieron diversos maltratos, conduciéndolos hacia una mina abandonada llamada
“Misteriosa” o “Vallarón”. Ese mismo día Elihoref Huamaní Vergara fue interceptado por
efectivos militares en el camino hacia Rodeopampa, quienes lo sumaron al grupo de los 14
pobladores que trasladaban. Durante el trayecto, los detenidos fueron golpeados y
obligados a caminar varias horas amarrados y sin alimentos ni agua. Cuando llegaron a la
mina abandonada llamada “Misteriosa” o “Vallarón”, los efectivos militares introdujeron a los
15 detenidos al interior del socavón, acribillándolos con Fusiles Ametralladoras Ligeras
(FAL). Posteriormente, se hizo detonar en la mina cargas de dinamita, provocando el
fraccionamiento de los cuerpos.
mina “Misteriosa” o “Vallarón”. No se realizó diligencia posterior relacionada con las piezas y
restos encontrados y al día de hoy se desconoce el paradero de los mismos. Se iniciaron
procesos tanto en la jurisdicción militar como ordinaria, así como un incidente de competencia
entre ambos que fue resuelto por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de la
República en favor de la jurisdicción ordinaria el 17 de junio de 1993. En el año 1995 se
aplicó la Ley de Amnistía en ambas jurisdicciones. Tras la emisión en el año 2001 de las
Sentencias de la Corte Interamericana en el Caso Barrios Altos Vs. Perú, en el año 2002 se
reabrió el proceso en la jurisdicción militar y en el año 2005 en la jurisdicción ordinaria. No
constan actuaciones posteriores en el fuero militar, y en la jurisdicción ordinaria consta que
en octubre de 2006 la Sala Penal Nacional de Lima avocó conocimiento del proceso. El 6 de
diciembre de 2007 se inició el juicio seguido en contra de cinco procesados, de los que
cuatro se encontraban ausentes. Entre los años 2009 y 2011 se realizaron diversas
diligencias relacionadas con la búsqueda, recuperación e identificación de los restos óseos
humanos en la mina abandonada “Misteriosa” o “Vallarón”. Sin embargo, aún se mantiene
la incertidumbre sobre su correspondencia con las víctimas de este caso, ninguna de las
cuales ha sido identificada.
Los días 9 de febrero de 2012 y 29 de mayo de 2013 la Sala Penal Nacional de la Corte
Superior de Justica de Lima y la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la
República del Perú dictaron sus respectivas sentencias sobre el caso. Los hechos ocurridos
en la comunidad campesina de Santa Bárbara el 4 de julio de 1991 se calificaron como
delito de lesa humanidad y su acción penal imprescriptible. Al respecto, se condenó a Oscar
Alberto Carrera Gonzales por el delito de homicidio calificado y se dispuso la captura de los
procesados ausentes. Paralelamente, en agosto de 2011 el Cuarto Juzgado Penal
Supraprovincial de Lima abrió instrucción contra Simón Fidel Breña Palante y el 22 de febrero
de 2013 la Sala Penal Nacional de la Corte Suprema de Justicia de la República declaró el
corte de secuela del proceso en su contra. El caso de los 15 pobladores de la comunidad
campesina de Santa Bárbara fue documentado el 28 de agosto de 2003 en el Informe Final de
la CVR, en un capítulo que denominó como: “2.50. Las ejecuciones extrajudiciales en Santa
Bárbara (1991)”.
IV. Fondo
sin fórmula de juicio, seguida del ocultamiento del cadáver con el objeto de borrar toda huella
material del crimen y procurar la impunidad de quienes lo cometieron. En este sentido, la
Corte ha conocido de casos en los cuales la existencia de mayores o menores indicios sobre
la muerte de las víctimas no modificó la calificación como desaparición forzada. En
específico, del análisis de los casos Rodríguez Vera y otros, Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña, La
Cantuta, Gómez Palomino, 19 Comerciantes, Bámaca Velásquez y Castillo Páez, lo que
calificó el hecho como desaparición fue precisamente lo que los agentes estatales hicieron
después de dar muerte a las víctimas, esto es, la adopción de medidas dirigidas a ocultar lo
que realmente había ocurrido o borrar todo rastro de los cuerpos para evitar su
identificación o que su destino y paradero fuera establecido.
En el presente caso, la Corte concluyó la desaparición forzada de las 15 víctimas debido a los
siguientes aspectos fácticos del caso: a) la negativa de las autoridades del Ejército de
reconocer la detención de las víctimas durante los primeros días de ocurridos los hechos; b) el
modus operandi utilizado en la destrucción de evidencias durante los primeros días de
ocurridos los hechos; c) la incertidumbre sobre la evidencia recolectada el 18 de julio de
1991; d) la inscripción de las partidas de defunción en los años 1991 y 1992, y e) las
diligencias de búsqueda, recuperación y eventual identificación de los restos óseos humanos
recuperados. Si bien para la Corte las sentencias dictadas a nivel interno los días 9 de
febrero de 2012 y 29 de mayo de 2013 son un referente importante y positivo en el actuar
estatal de su Poder Judicial, debido a que en este caso la investigación forense en la
búsqueda, recuperación, análisis y eventual identificación de restos se caracterizó por una
clara falta de seriedad y debida diligencia, especialmente grave, la Corte consideró que no
procede acoger el alegato estatal sobre la procedencia del principio de subsidiariedad y
complementariedad. Es así que, en el presente caso, la desaparición forzada de las víctimas
permanece hasta el día de hoy.
Seguidamente, la Corte consideró que el Estado violó los derechos reconocidos en los
artículos 7, 5.1, 5.2, 4.1, y 3 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de
dicho instrumento, en perjuicio de las 15 personas, y en relación con el artículo 19 del
mismo en perjuicio de las siete niñas y niños, todos ellos desaparecidos forzosamente.
Asimismo, la Corte concluyó que dichas violaciones ocurrieron también en relación con el
artículo I.a y II de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, a
partir del 15 de marzo de 2002, fecha de su entrada en vigor para el Perú.
La Corte concluyó que militares quemaron las viviendas de las dos familias mencionadas y
se llevaron ganado de allí, en violación del artículo 21 de la Convención Americana, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de las personas que vivían en la
Comunidad de Santa Bárbara en la época de los hechos, lo cual también constituyó una
injerencia abusiva y arbitraria en su vida privada y domicilio, en violación del artículo 11.2
de la Convención, en relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento.
En primer lugar, la Corte determinó que existió falta de debida diligencia en las primeras
diligencias de la investigación del caso debido a que: i) la diligencia de levantamiento de 18
de julio de 1991 no fue llevada a cabo sino hasta 2 semanas después de los hechos, 10 días
de haberse denunciado y 6 días después de informado el hallazgo de los cuerpos; ii) se
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desconoce lo ocurrido con la evidencia recolectada en dicha ocasión; iii) no consta que, una
vez que las autoridades correspondientes recibieron noticia de los hechos ocurridos, hayan
adoptado, de forma inmediata, las medias de búsqueda necesarias a fin de encontrar a las
personas desaparecidas; iv) el Estado no ha demostrado que las autoridades hayan realizado
diligencias mínimas tales como la inspección del lugar donde residían dichos comuneros y
fueron quemadas sus viviendas, y v) la pérdida de los restos recolectados el 18 de julio de
1991 en la mina “Misteriosa” o “Vallarón” no se ajusta a los estándares mínimos relativos al
manejo de la escena del crimen y el tratamiento de los cadáveres de las víctimas.
En segundo lugar, la Corte determinó que el recurso de hábeas corpus interpuesto por el
señor Alejandro Huamaní Robles a favor de su hijo, Elihoref Huamaní Vergara, ante el
Juzgado de Instrucción de Huancavelica no fue efectivo, debido a que la resolución que lo
denegó fue emitida cuatro días después de interpuesto el recurso, y no constan en ella las
“constancias” que habrían sido efectuadas por parte del Juzgado, más allá de las
declaraciones recibidas por parte de miembros del ejército y de la Policía, a fin de verificar la
existencia de la detención denunciada. Asimismo, la mencionada resolución fue apelada; sin
embargo, no fue probado que se hubiera resuelto dicha apelación. Por consiguiente, la Corte
consideró que el Estado violó el artículo 7.6 de la Convención Americana en perjuicio de
Elihoref Huamaní y sus familiares.
En cuarto lugar, la Corte estableció que existió falta de debida diligencia en los procesos
reabiertos luego de las Sentencias del Tribunal en el caso Barrios Altos, por los siguientes
motivos: i) las deficiencias en los trabajos de excavación, exhumación y análisis de restos
óseos realizados en los años 2009 a 2011; ii) según informó el Perú, desde diciembre de
2006 sólo había efectuado ocho acciones concretas con el propósito de capturar a los reos
ausentes, ninguna con posterioridad al mes de julio de 2013; iii) en su sentencia de 9 de
febrero de 2012, la Sala Penal Nacional de la Corte Superior de Justicia de Lima dispuso la
remisión de copias certificadas de la causa al Ministerio Público para que se investigue a
varias personas, no obstante, la Corte no cuenta con información respecto de posibles
investigaciones abiertas con posterioridad a ello; iv) han transcurrido 24 años desde que
ocurrieron los hechos, sin que todavía se haya esclarecido completamente lo ocurrido ni
determinado fehacientemente el paradero de las personas desaparecidas, lo cual constituye
una demora prolongada.
En quinto lugar, el Tribunal consideró que el Perú violó el derecho a conocer la verdad de los
familiares de las víctimas desaparecidas, debido a que: i) aún no ha esclarecido todo lo
ocurrido, ni ha establecido el paradero de las víctimas a través de una identificación efectiva
de sus restos; ii) agentes del Estado intentaron borrar las huellas del crimen, y iii) la
incertidumbre sobre lo sucedido a sus seres queridos es una de las principales fuentes de
sufrimientos psíquico y moral de los familiares de las víctimas desaparecidas. En este caso,
como en otros, dicha violación se enmarca en el derecho de acceso a la justicia.
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Por todo lo anterior, la Corte consideró que el Estado violó, en perjuicio de las víctimas
desaparecidas forzosamente y sus familiares, los derechos a las garantías judiciales y a la
protección judicial consagrados en los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana, en
relación con el artículo 1.1 de la misma, así como en relación con los artículos 1, 6 y 8 de la
Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, y con el artículo I.b de la
Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas a partir del 15 de marzo
de 2002, fecha de su entrada en vigor para el Perú.
La Corte aplicó la presunción juris tantum sobre el daño a la integridad psíquica y moral de los
familiares en casos de desapariciones forzadas, y concluyó que el Estado violó el derecho a la
integridad personal establecido en el artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con
el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio de los familiares de las 15 víctimas de la
desaparición forzada.
V. Reparaciones
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