Cs Conversion Religiosa
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aproximacion-desde-la-psicologia/
La conversión religiosa:
Una aproximación desde
la Psicología
Fecha: 8, agosto, 2008Autor/a: Saúl Sánchez6 Comentarios
La religiosidad y su significado
De forma general es posible entender a la religión como el conjunto de
creencias, dogmas y sentimientos acerca de la divinidad, que dan forma a
una serie de normas morales para la vida personal y social y a un
conjunto de prácticas.
Sin embargo los psicólogos de la religión la han definido como la
búsqueda de significado encaminado hacia lo sagrado. Un significado
es aquello que le da un sentido a la vida. Se trata de una búsqueda pues la
persona se ‘lanza’ a la aventura de elegir un camino de entre muchos para
alcanzar éste significado. Lo sagrado se refiere a lo que es concebido
como ‘lo supremo’: Dios, la divinidad, lo trascendente.
La formación que un ser humano recibe y hace suya, posteriormente
constituye su sistema de valores. La formación religiosa contribuye al
proceso de identidad y da un sentido a la vida; la religión y las
convicciones religiosas constituyen uno de los elementos fundamentales
de la persona, son expresión de la libertad y por tanto siempre merecen ser
respetadas.
La forma en cómo se vive la propia religión es lo que se conoce como
religiosidad.
La religiosidad puede ser de dos tipos: Pasiva y Activa
La religiosidad pasiva es en la que la persona se identifica en uno o varios
aspectos con una religión o fe, pero desempeña un doble rol: por un lado
la persona cumple con las costumbres (actos de fe, ritos. etc.), sin
embargo su orientación religiosa no trasciende en su vida, personal ni
social (conductas, estilo de vida, etc.)
La religiosidad activa es aquella donde la persona construye una nueva
concepción del mundo y un nuevo estilo de vida a partir de su fe. Este
sujeto conoce lo que de acuerdo a su religión es bueno y malo, por lo que
vive una moralidad -sus valores constituyen su vida, vive en razón de sus
valores-.
La conversión religiosa[1]
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Necesidades personales.
Es muy común que la mayoría de las personas procuren la religión para
atender sus necesidades personales y subjetivas; la relación establecida
con Dios -divinidad, etc. – puede funcionar como un suplemento de la
relación con los demás, el amor de un Dios padre por ejemplo es capaz no
solo de suplir sino de rebasar el de un hombre (padre o madre); Dios
desarrolla a menudo un papel de comodín en nuestra lista de carencias.
Aquellas situaciones donde “fracasamos” se redirigen a una nueva meta:
Dios, a quien concebimos de acuerdo a nuestros deseos. [2] Cuando una
persona se convierte, este acto obedece entre otras cosas a necesidades
emocionales que la nueva fe por una u otra razón ayuda a satisfacer.
Necesidades sociales. Cuando una persona ‘se encuentra’ con un grupo
que no lo juzga, sino lo acepta a pesar de sus defectos, de su pasado, de su
estilo de vida y de sus errores, es muy satisfactorio. Si se descubre un
grupo donde se convive en armonía, donde se recibe cariño, un cariño que
talvez hasta ése momento no se conocía, que quizá faltó en la familia,
entonces difícilmente se desea alejarse del grupo. Cuando esas personas
poco a poco se han ganado nuestra confianza y nuestro cariño se forma un
nexo difícil de romper; la persona desea más y más esos sentimientos:
sentirse amada, respetada,incluida…de esta forma la persona puede
encaminarse a una conversión gradual donde el grupo –y no la fe en sí–
satisface las necesidades de la persona.
Necesidades de sentido. Las personas a menudo pueden tener una vida
que poco les satisface, monótona y en su opinión sin sentido, sin
dirección. No se encuentra respuesta a los paraqués de la vida, falta un
propósito y una motivación. La conversión religiosa puede bien, dar por
primera vez un sentido -y el sentimiento de un sentido-, o bien reconstruir
el sentido de vida de la persona. Dios, ayudar al prójimo, etc., la fe
conduce a al persona hacia una meta suprema. “Convertirse entonces
significa, apropiarse de un nuevo sentido de vida, y es precisamente la
identidad religiosa la que le sirve al sujeto para encontrar ese nuevo
sentido de vida”
Necesidad de un cambio en el estilo de vida. Vivir la pobreza, la tensión y
el desgaste de un clima familiar nada agradable, la carencia afectiva, la
enfermedad de un ser querido, el desempleo, son situaciones que pueden
deprimir y/o estresar a la persona, hacerla desgraciada. Una nueva religión
conlleva a menudo nuevas costumbres, una nueva forma de organizar el
tiempo, de ver la vida, implica conocer a nuevas personas y desarrollar
nuevas actividades lo que trae consigo nuevas satisfacciones; esto aunado
a un nuevo sentido de vida, crea un círculo virtuoso de satisfacciones,
motivación y felicidad, que puede hacer maravillas por la persona, que
logra entonces salir de aquél ambiente que le hacía infeliz.
Necesidad de seguridad y afecto. El sentimiento de aproximación a Dios
produce un efecto tipo elixir; el sujeto puede sentirse invulnerable a las
calamidades, puede sentir que tiene un destino, que es un sujeto único y
especial así como única y especial es su relación privada con Dios, que
nunca está sólo, que nunca está desamparado, que todo en su vida sucede
por una razón, que no importando las desgracias al final todos los
problemas en su vida se resolverán (“Dios proveerá”), que Dios lo ama y
acepta a pesar de todo. Los sentimientos de debilidad, depresión, soledad,
desgracia, se aminoran o incluso desaparecen. La persona al encontrar una
fe nueva o una nueva forma de vivir su fe goza de estas experiencias
revitalizantes.
Necesidad de una nueva identidad. Muchas veces estamos a disgusto con
nosotros mismos, no nos aceptamos, no nos amamos, no creemos servir
para nada ni que nuestra vida tenga un sentido o trascendencia. La forma
en que nos auto-percibimos (autoconcepto) y nos auto-valoramos
(autoestima) es lo que constituye nuestra identidad, cuando se opta por
cambiar de religión y esta nueva religión es vivida de forma activa -con
intensidad- entonces también se transforma la identidad. Ya no nos
percibimos como desamparados, nuestra vida vida tiene un sentido, nos
sentimos trascendentes y con una misión, nos sentimos únicos y
especiales, sentimos que vale la pena vivir; no sólo sentimos que somos
otro, realmente nos convertimos en otro.
La familia.
La familia tiene para los sujetos un papel formador, transmite un
patrimonio, unas costumbres, gustos, roles, una cosmovisión del mundo,
normas sociales y morales, una “herencia” en la que la religión puede
desempeñar un papel trascendental tanto al interior de la familia como en
las relaciones con los demás. La familia media la relación entre la persona
y la realidad, es a partir de la familia como el sujeto construye su
representación particular del mundo.
Son muchas las formas e que la familia puede influir para que una persona
decida convertirse, ante todo hay que remarcar que en el caso de los hijos
por ejemplo, es durante la adolescencia que la frecuencia y la probabilidad
de conversión religiosa aumenta dramáticamente como en ningún otro
momento de la vida, esto da pauta para entender que la conversión
religiosa también juega un papel en el desarrollo del ser humano hacia su
madurez, denota deseos de independencia y búsqueda de una identidad
propia.
Cuando una persona se convierte a una religión diferente a la que su
familia profesa, y la familia valora -ya por tradición o por cualquier razón-
mucho su fe, entonces puede entenderse que dicha conversión obedece a
razones emocionales por parte del converso, el hijo no sólo rompe
relación con la religión de la familia, está rompiendo con la propia familia
-a través de la religión-, es una forma de desquite, una manera
inconsciente de afirmarse abiertamente en contra de la familia, de las
personas que la integran o la situación familiar que se vive; al mismo
tiempo la nueva fe sirve de refugio, la persona se cobija con el grupo y
Dios suple las carencias afectivas y personales que la familia por una u
otra razón no fue capaz de suplir.
Si en vez de un hijo nos referimos a uno de los padres, la situación
realmente no es tan diferente, aunque el rompimiento encubierto es más
bien con el cónyuge, la religión sigue funcionando como refugio – entre
otras cosas quizá también de las responsabilidades-.
Crisis
Está ampliamente corroborado por la psicología de la religión que existe
una relación directa y fuerte entre el fenómeno de la conversión religiosa
y las crisis personales -intrapsíquicas, de relación con otras personas o de
cualquier tipo-; el stress causado por las contingencias de la vida y las
calamidades a menudo encuentra alivio en el descubrimiento de una
nueva fe, la persona percibe de una forma positiva las desgracias
haciéndose más y más inmune a las mismas, las relaciones sociales en el
grupo religioso se fortalecen lo que ayuda a la persona a ser más relajada
y aumentar su autoestima, en fin, los recursos personales del sujeto
aumentan, de tal forma que se hace más capaz de combatir las vicisitudes
de la vida sin desarrollar tanto stress. Además las crisis casi siempre
tienen efectos de cambios importantes en la persona en todos los sentidos,
las crisis a menudo nos llevan a desear un cambio en nuestra vida, o nos
invitan a ver la vida desde otra perspectiva.
Cambios de personalidad
La persona conversa vive en un estado anímico exaltado que es reforzado
por los compañeros de culto; existe en él una vitalidad y una resistencia
que conllevan a una actitud heroica ante la vida. Lo que en palabras de
James es un ‘segundo nacimiento’.
Cambios en el estilo de vida
La persona recién conversa debe adaptarse a una cierta dinámica de culto,
esto a veces puede ser fácil, aunque a veces también implica situaciones
más complejas como el cambiarse de residencia, salir a otro país de
misiones, salir a profesar la fe en su comunidad, donar un porcentaje de su
sueldo, etc. Es posible que deje de hacer actividades que antes hacía,
como ejercicio, visitar amistades, asistir a fiestas, incluso trabajar, pues
sus nuevas actividades le podrían absorber bastante tiempo, o bien podría
haber cambiado de intereses y tener otras prioridades.
Cambio de cosmovisión
El fervor de la fe religiosa puede alterar a la persona con tal fuerza que
lapercepción muchas veces se ve afectada, las personas interpretan y dan
significados nuevos a diversos sucesos y situaciones. Por ejemplo, puede
darle un nuevo significado y sentido al sufrimiento humano de tal forma
que las desgracias son vividas como una ‘prueba de fe’ que revitaliza a la
persona, ’la hace más fuerte’. Pero también puede adoptar formas más
conflictivas, por ejemplo, un problema de salud de uno de los miembros
de la familia que pertenezca a otra religión puede ser visto como un
’castigo de Dios’ y el resto de la familia como ’adoradores del diablo’
Lo que se considera bueno y malo puede cambiar, o dichas concepciones
adquirir un tono rígido y fatalista (la persona sólo es capaz de ver las
cosas como completamente buenas o completamente malas). Así mismo la
conciencia de ’pecado’ se transforma, pudiendo volver a la persona
excesivamente culposa, inflexible, etc.
Ruptura de relaciones
La persona conversa adquiere nuevos valores, los cuales pueden entrar en
conflicto con la familia, amigos, sociedad en general, en ocasiones la
persona no logra comulgar su fe con las normas sociales y finalmente
termina por romper sus relaciones.
Anhelo de convertir
A menudo la persona recién conversa se halla tan exaltada
emocionalmente, tan feliz, que desearía que sus seres queridos y otras
personas compartieran su felicidad, por tanto a menudo intenta compartir
sus ideas y sentimientos con los demás, algunas veces con el propósito
exprofeso de convertir a los demás. Esto puede suceder también porque
así lo exige su culto.
En la familia.
Difícilmente el núcleo familiar podrá aceptar la conversión de un
miembro de la familia, esto sucede porque no lo comprenden, en sus ideas
la solución es tratar de reconvertir a la persona a través de presión , de
insistencia, de chantajes emocionales. La familia puede tratar de ‘castigar’
a la persona en cuestión y pensar que , en el caso de un hijo, se ha
fracasado en su formación, generando culpa.
En el círculo social.
Los nuevos valores del converso generan nuevas conductas, actitudes y
modo de vida; las personas alrededor probablemente no entenderán el
drástico cambio de la persona, esto aún cuando se enteren que se debe a
un cambio de religión. Ahora que no se comparten los mismos valores a la
gente le resultará complicado entender los nuevos significados que para la
persona ha adquirido lo bueno y lo malo, pudiendo parecerles su conducta
absurda, contradictoria, irracional, insana, etc.
BIBLIOGRAFIA
http://webcache.googleusercontent.com/search?
q=cache:3hJ97qxfjCcJ:josepmarclaporta.blogspot.com/2013/04/sociologia-de-la-
conversion.html&hl=es&gl=es&strip=1&vwsrc=0
· Sociología de la conversión
5- LA CONVERSIÓN LITÚRGICA
En sociología denominamos síndrome de subordinación litúrgica al
comportamiento de aquellos individuos que, en su instinto de trascendencia
y relación con la divinidad, desean de manera muy predominante
experiencias litúrgicas y ceremoniales eclesiales. Los misterios, los
sacramentos y los símbolos religiosos son iconos de espiritualidad que
implícitamente atraen al devoto, provocando un general y satisfactorio
estado de creencia convicta, mitigando o amortiguando preguntas y
razonamientos más comprometidos, profundos y trascendentes.
Por lo general, este tipo de creyente encuentra placer y satisfacción
espiritual en la contemplación de dichos símbolos. Al conceder a la liturgia y
a los rituales una absoluta representación de su espiritualidad, se siente
realizado y completo en la rigurosa observancia, por lo que no es extraño que
inconscientemente opte por una actitud religiosa conformista y contentada,
sin más planteamientos ni consideraciones respecto al alcance trascendente
de su fe.
Este síndrome se reproduce en todas las religiones del planeta. En los
países de ancestrales tradiciones no teístas, el comportamiento ritual de la
población se traspasa de padres a hijos como una conducta aprehendida y
sedimentada de subordinación litúrgica. Así sucede en Asia, con el budismo y
el hinduismo; o en el Medio Oriente con el islamismo. Y también en Europa
en muchos sectores del cristianismo; o en África o América con las antiguas
espiritualidades tribales. La seguridad emocional y espiritual que
proporcionan las liturgias y los rituales hace del devoto un adepto
complacido, seguro y satisfecho espiritualmente.