FILOSOFIA DE CRUYF Untitled - FR11 PDF
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LIBRARY
Mi f i l o s o f í a
J O H A N
CRUYFF
El ex futbolista y ex entrenador Johan
CruyfF (Amsterdam, 1949) es una de
las mayores personalidades deporti
vas de la historia. A principios de los
años setenta, liderando a un Ajax de
ensueño, consiguió tres copas de Eu
ropa que le valieron ser considerado el
mejor jugador del mundo. Su sonado
fichaje por el FC Barcelona en 1973
contribuyó a que el gran club catalán
recuperara un lugar de prestigio entre
la élite del fútbol europeo, prestigio
que el equipo culé consolidaría cuan
do, justamente con CruyfF como en
trenador, consiguiera, con un fútbol
brillante, la primera Copa de Europa
de su historia. El que fuera un futbo
lista genial y un entrenador innovador,
es en la actualidad una referencia para
los mejores entrenadores del mundo y
para todos los amantes de este depor
te, además de un decidido impulsor
de iniciativas solidarias a través de la
CruyfF Foundation.
Johan Cruyff
C on la colaboración de Jaap de Groot
6cu om s
Barcelona • Madrid • Bogotá • Buenos Aires • Caracas • México D.F. • Miami • Montevideo • Santiago de Chile
Título original: Voetbal
Traducción: Armand Carabén van der Meer
1.a edición: noviembre, 2012
© Johan Cruyff, 2012
© Fotografía Johan Cruyff: Noemi de la Peña / Cruyff Management
© Ediciones B, S. A., 2012, a través de Inter S.a.r.1.
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb. com
Printed in Spain
ISBN: 978-84-666-5209-4
Depósito legal: B. 8.250-2012
Impreso por LIBERDÚPLEX, S.L.
Ctra. BV 2249, km 7,4
Polígono Torrentfondo
08791 Sant Lloren^ d’Hortons
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas
en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida,
sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción
total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como
la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
Prólogo
La idea de escribir este libro surgió hace cinco años, esto es,
cuando yo iba a cumplir sesenta años. Por aquel entonces, con
motivo de mi aniversario mucha gente se dedicó a organizar
todo tipo de actividades. Aunque en la mayoría de los casos la
intención era buena, poco a poco me iba dando la sensación de
que estaba perdiendo el control de la situación.
Al final intervino mi familia y pudimos celebrar un cum
pleaños normal.
Entonces se me ocurrió la idea de invertir los papeles. Cuan
do cumpliera sesenta y cinco años, los demás no tendrían que
pensar en algo para mi, sino que yo pensaría en algo para ellos.
De ahí este libro. Un libro sobre toda una vida dedicada al
fútbol. Un juego maravilloso y simple que debe generar, sobre
todo, mucho placer.
Por eso, este libro es para todos. Para jóvenes y para mayo
res, para aficionados y para profesionales. Sobre todo quiero
dejar claro que, incluso al máximo nivel, uno tiene la obligación
de disfrutar del fútbol. Pero también para subrayar que todo
el mundo puede llegar a mejorar como futbolista. Eso sí, es algo
que no se consigue en un solo día. Si uno quiere pasar de cero
a cien, tendrá que hacerlo paso a paso. Y también tendrá que
asumir que cometerá errores, porque el fútbol es, llana y sim
plemente, un juego de errores. Por lo tanto, mejorar supone
que en lugar de cometer cinco fallos, uno cometerá solo cuatro.
— 7—
Lo importante es que en cada nivel se apliquen las mismas
reglas básicas. Y darse cuenta de que lo más fácil suele ser lo
más difícil. Por ejemplo, personalmente considero la jugada al
primer toque como la forma de técnica más elevada. Porque
para darle perfectamente al balón una sola vez, hay que haber
le dado antes cientos de miles de veces.
En una época en que se trata demasiado frecuentemente al
fútbol como una ciencia, yo quiero demostrar que es y seguirá
siendo algo simple. Por eso, en este libro no se reproducen ni
gráficos ni esquemas tácticos. Simplemente voy contando con
mis propias palabras cómo veo el fútbol y cómo lo vivo. Al
igual que se lo cuento no solo a mis nietos, sino también a los
entrenadores de élite que quieren intercambiar ideas conmigo.
Porque cuanta más gente lo entienda así, mejor se transmitirá
el mensaje.
Lo que quiero transmitir es que el fútbol no solo es un juego
simple, sino que incluso puede ser una manera de vivir. Cuanta
más gente lo comprenda, más divertido será. Tanto en el campo,
como fuera de él.
J o h a n C ru yff
1
La calle
— 9—
desaparecido muchas plazas y parques, y ha aumentado el trá
fico en las calles. Aunque desde muy pequeño uno ya puede
hacerse socio de un club, no es equiparable a las horas de en
trenamiento que antes se metían en la calle.
En algunos barrios, esta carencia he intentado compensarla
con los llamados Cruyff Courts. Se trata de pequeños campos
de fútbol multifuncionales que sustituyen de forma efectiva el
papel de la calle como lugar de entrenamiento.
Desarrollar este tipo de iniciativas de cara a la juventud
debería ser una obligación moral para quienes nos dedicamos
a esto, porque la calle no solo es la antesala del fútbol, sino
también una escuela de la vida.
— 10 —
2
El club
— 11 —
comportado una reducción de los espacios de juego y de las
oportunidades para jugar a fútbol durante el año. Cuando yo
era joven, no tenía más importancia que las instalaciones del
Ajax se abrieran al público o no. Además, el club tenía una
sección de béisbol que posibilitaba que, tras la temporada de
fútbol, uno calmara un poco el hambre de balón. En mi barrio,
Betondorp, había tantos parques con césped y plazas, que siem
pre encontrábamos el sitio y el momento para jugar.
Pero los tiempos han cambiado, y por eso no entiendo que
la política de instalaciones abiertas no se haya adaptado a ellos.
Si los chicos tienen ganas de balón, ¿por qué no darles el gusto
de poder entrar en contacto con él?
En los primeros entrenamientos después de unas largas va
caciones, no hay nada peor que ver a los chicos y chicas andan
do en círculos. La temporada no puede empezar sin balón y no
he hecho nunca caso a quien me ha aconsejado lo contrario
porque creo que no tiene sentido. U n chico o chica saludable
se ha pasado casi todas las vacaciones al aire libre. Ha utilizado
mucho más su cuerpo que durante la temporada regular, pues
to que en esta el chico o chica se pasa siete horas diarias senta
do ante un pupitre. Por eso es importante que durante las va
caciones los chicos disfruten moviéndose y relacionándose
entre ellos.
Durante estas primeras semanas de entrenamiento, pues,
soy un gran partidario de que los chicos y chicas alternen los
juegos y ejercicios con balón con algo de gimnasia. Que sigan
un entrenamiento físico de solo diez o quince minutos pero,
eso sí, repitiendo luego los ejercicios a diario. Porque es inne
gable que el estado físico de muchos de ellos y ellas se habrá
deteriorado. También en ese momento empiezan las clases de
educación física en los colegios, de modo que para el entrena
dor no es tarea fácil saber hasta dónde deben llegar sus exigen
cias. Por eso digo que para los jugadores jóvenes lo mejor es
realizar los ejercicios físicos entre juego y juego con balón. Con
el tiempo, el entrenamiento físico se convierte en un hábito y
se integra como la cosa más normal del mundo.
— 12 —
Dicha orientación es fundamentalmente una inversión a
largo plazo. H ay que tener en cuenta que a esta edad el cuerpo
experimenta un crecimiento acelerado. Tomemos el ejemplo
de los ejercicios abdominales, donde partiendo de la posición
horizontal hay que levantar la parte superior del cuerpo. Al
crecer, experimentamos un gran estiramiento de los músculos
del cuerpo. Cuanto más se robustezcan los músculos abdomi
nales, mejor «contrarrestaremos» la tensión de los músculos
que se estiran. A una edad más tardía, podremos notar el bene
ficio producido por estos ejercicios al prevenir con éxito las
habituales lesiones en la ingle.
Estirar o alargar los músculos es algo que un niño debe
aprender de manera casual. En casa o en el campo de juego, da
lo mismo. En Estados Unidos, lo hacen desde una edad muy
temprana, y no es raro ver a un niño de diez años realizar ejer
cicios de estiramiento. Antes de un entrenamiento o de un par
tido, como parte plenamente aceptada del calentamiento, los
músculos del cuerpo deben estirarse completamente. De nue
vo, se trata de una inversión a largo plazo, ya que se consigue
que el riesgo de lesiones musculares y tendinosas disminuya en
el futuro.
Los ejercicios de gimnasia deben alternarse, pues, con los
juegos con balón, que pese a todo debe ser el elemento central
de una buena preparación futbolística. En este sentido, y antes
de empezar la temporada, más que partidos completos, me gus
ta organizar partidillos donde los jugadores tengan la oportu
nidad de entrenar de forma específica los cinco elementos bá
sicos del fútbol, a saber: disparo, cabeceo, regate, conducción
y control del balón. La ventaja de este programa es que en
ningún momento nos alejamos del fútbol.
A sí pues, prefiero los partidos pequeños, por ejemplo de
cinco contra cinco y en campo pequeño. Ahora bien, que uno
quiere potenciar la velocidad de acción o evaluar la condición
física del equipo... Pues se reduce el número de jugadores por
equipo a tres. Otra manera de comprobar la capacidad pulmo
nar es organizar lo que se conoce como sistema de rotación. Se
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requiere de los jugadores que mantengan un ritmo alto. Se pue
de conseguir mediante un partido de cinco contra cinco con un
hombre de recambio que sustituya a algún compañero cada
cinco minutos, por ejemplo.
La ventaja de estos partidos es que todos se involucran en
el juego, cosa que en un terreno más amplio resultaría compli
cado. Si los jugadores se agotan al cabo de pocos minutos, siem
pre se puede volver a alguna de las cinco acciones básicas del
juego ya citadas y trabajar sobre ella.
El entrenador de fútbol base puede introducir todas las va
riaciones que desee, siempre que no se pierdan de vista los as
pectos lúdicos. Si por ejemplo se quiere mejorar la técnica en
el lanzamiento de faltas, se deja que los chicos lancen a portería
todo lo que deseen. Si lo que se quiere es transmitir rápidamen
te alguna idea al grupo, entonces es mejor y más fácil dejar que
sea un jugador bien dotado técnicamente quien efectúe los
lanzamientos. La condición es que después de esto el mismo
jugador repita los lanzamientos con su pierna mala. Así, los
chicos ven las diferencias entre ambas ejecuciones. Esto me
permite insistir sobre la importancia de practicar con ambas
piernas.
En mi opinión, practicar las cinco acciones básicas en alter
nancia con la gimnasia permite mantener el entusiasmo de los
jóvenes en el entrenamiento. Es un método que les resulta fácil
de seguir y sobre el cual se pueden introducir un sinfín de va
riaciones que al entrenador le permitirán progresar en la for
mación de sus jugadores.
Pongamos por ejemplo el cabeceo. Organicemos un parti-
dillo donde solo se pueda jugar cabeceando. N o solo estaremos
entrenando la técnica del cabeceo, sino también aspectos de
sincronización. Si nos centramos en un pequeño grupo, además
de los aspectos de sincronización, también podremos trabajar
sobre el salto, la coordinación de todo el cuerpo, el juego de
posición y de paso sobre el juego a balón parado. Todas estas
cuestiones surgen de manera espontánea durante la realización
de los ejercicios.
— 14 —
Al entrenar a jóvenes, es importante no perder de vista ni
el tono lúdico ni el trabajo constructivo, y el tenerlos ocupados.
Hay que mantener su entusiasmo por el fútbol, que estén an
siosos por volver al campo a la mañana siguiente. Lo que más
desean es oler la hierba y entrar en contacto con el balón.
¡Así que no decaiga!
— 15 —
3
La competición
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zado. ¡Error! Nueve de cada diez veces el problema parte de
una mala postura, que a la vez dificulta el correcto dominio
del cuerpo.
Incluso a día de hoy me entreno con tacos bien sujetos.
Nunca en la vida, ni siquiera cumplidos mis catorce años, he
jugado mis partidos con botas de tacos extraíbles. Cuando el
campo estaba húmedo y resbaladizo, como mucho utilizaba
botas con tacos rebajados. Pero la verdad es que tampoco res
balaba mucho en campos en esas condiciones porque, como
digo, todo tiene que ver con una buena postura.
Si todavía no habéis cumplido los catorce años, utilizad
calzado con una suela firme. Si notáis que resbaláis demasiado
o que perdéis el equilibrio, trabajad durante los entrenamientos
la flexibilidad y el control corporal. De nuevo, los ejercicios de
elasticidad y estiramiento os serán de gran utilidad.
A partir de esa edad, hay que considerar en qué medida se
pueden utilizar tacos extraíbles, si es que se contempla esta
posibilidad. Si jugáis en un equipo modesto, por pura afición,
os recomiendo que utilicéis suela de goma dura. Si sois juga
dores de élite, el calzado constituye una parte esencial del equi
pamiento. Incluso entonces insisto en que es mejor mantener
se fieles todo el tiempo que sea posible a la suela fija.
Un defensor que juegue en una parcela de terreno deterio
rada por el uso, entiendo que pueda utilizar tacos especiales.
Pero tampoco soy partidario de los tacos largos. Quizás uno
se siente más estable, pero al mismo tiempo se hunde más en el
terreno y eso conlleva el riesgo de desafortunadas lesiones de
rodilla o musculares.
Una nueva competición significa a menudo nuevo calza
do. Hay que mojar bien las botas antes de utilizarlas en com
petición y, si puede ser, haberlas probado en un campo moja
do. Sacar las botas de la caja y probarlas enseguida en campo
seco puede provocar ampollas que posteriormente nos ralen
tizarán el juego.
Lo importante de unas botas nuevas es que sean agradables
al tacto y encajen bien en el pie. Yo mismo solía apretárme
— 18 —
las un poco, porque al cabo de un rato se cogían bien al pie y el
toque de balón era óptimo.
Las botas demasiado grandes plantean muchos problemas.
Provocan ampollas en los talones y perjudican el contacto con
el balón. Además de unas botas apropiadas, las medias tam
bién deben tener la medida correcta y todos los jugadores
jóvenes deben ponerse espinilleras. Al principio resultan in
cómodas, pero no es tan duro acostumbrarse a ellas. Propor
cionan una seguridad adicional, y solo por ello ya vale la pena
utilizarlas.
Pero también hay que dejar que los chicos o las chicas se
espabilen según vayan viendo. Esto sirve para quienes desem
peñan una importante función educativa en el vestuario, sobre
todo entrenadores y jugadores veteranos. Mejor que obligar a
los jóvenes a seguir buenas prácticas, hay que fomentar su sen
tido de la responsabilidad. N o se puede practicar en serio nin
gún deporte sin autodisciplina. A sí que dejad que el o la juga
dora joven se encarguen siempre de su bolsa de equipación y
que cuiden sus botas. De este modo sentirá un mayor feeling
con el deporte que practica.
Fomentad también que cuiden algunos detalles. Por ejem
plo, que se ocupen ellos mismos de sus pies. Las uñas de los
dedos deben estar siempre bien cortadas y es importante ase
gurarse de que después de cada ducha estos queden bien secos.
Ya he dicho que todo joven jugador debe ocuparse de su
bolsa de equipación y no hace falta decir que la debe preparar
bien. Además de la equipación para los partidos, debe disponer
también de una equipación para los entrenamientos, un neceser
de higiene personal y algo de material de reserva, como por
ejemplo cordones extras.
A través de un buen cuidado del material y del físico, se
cultiva el sentido de responsabilidad del joven y se le implica
más decididamente en cuestiones deportivas. El fútbol es un
deporte que hay que tomarse mínimamente en serio, ni que sea
porque para formar un equipo se requiere la participación de
otras diez personas. N o hay nada más fastidioso que jugar al
— 19 —
fútbol con jugadores en un estado descuidado de forma o sin
rubor alguno en demostrar su desinterés por el juego. Juegue
al nivel que uno juegue, uno debe dar lo mejor de sí mismo. En
otras palabras, no hay que hacerlo solo por nosotros, sino sobre
todo por los demás.
Después del entrenamiento, toca prepararse para el partido.
Una vez os habéis asegurado de que disponéis de buenas botas
y de un chándal cómodo y tenéis el cuerpo en condiciones, os
aguarda la perspectiva de un buen partido. Después, el club
debe proveer buenos balones, apropiados para el grupo de edad
en cuestión.
Porque el mejor balón sigue siendo aquel que uno puede
dominar.
— 20 —
4
La alegría de jugar
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persiguiendo un objetivo. Mantened el programa de los entre
namientos, aunque ese día los chicos o chicas no tengan ganas
de entrenarse. Intentad mantener el humor en el grupo, si hay
que jugar bajo la lluvia, y procurad en todo momento que ¡el
equipo al completo esté siempre en el campo!
Los padres, los entrenadores y los veteranos tienen un papel
que desempeñar ahí. Estamos hablando de la fase de transición
entre el «juego bonito» y el «fútbol de rendimiento», que se da
más o menos en la categoría cadete. El propio futbolista ad
quiere su personalidad como tal, más allá de ser el orgullo de
papá y mamá o de responder a las exigencias del entrenador o
a las ambiciones del líder del grupo.
He preparado un resumen sobre cada categoría, cómo fun
ciona y qué aspectos hay que tener en cuenta. Me he basado en
mis propias experiencias y sensaciones como futbolista, sobre
todo a partir de la categoría Cadete A, porque a partir de esa
edad es difícil establecer normas fijas.
H a sta l o s d ie z a ñ o s
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que jueguen con libertad. En esta edad hay que ir puliendo los
defectos más pronunciados de los jóvenes futbolistas.
In f a n t i l e s
C adetes
J u v e n il e s
— 23 —
hablado. Si no es así, las bases para la mejora son muy preca
rias.
Estos aspectos pueden ser estimulados durante el entrena
miento, pero también mediante la introducción de una especie
de sistema de bonificación. Me refiero a una recompensa en
forma de equipación extra, por ejemplo, que sirva para que el
jugador tenga la impresión de que ha conseguido algo más. Para
un club, son unas condiciones muy fáciles de crear. Regalad
por ejemplo mejores balones al Juvenil B y dejad que alguna
vez jueguen en el campo del primer equipo. Cuantas más ins
talaciones tenga el club, más ventajas de este tipo se pueden
facilitar a los jugadores del A. Lo importante es que el jugador
vea que logrando determinado objetivo, su mejor prestación
va a ser recompensada de alguna manera.
El jugador ha entregado ese «algo» más y desea obtener
«algo» a cambio. Lo ha hecho en su propio interés y en el del
club.
Y por último, un comentario. Durante la formación, los
jugadores buenos deben jugar siempre. Si uno dispone de dos
buenos extremos derechos, por ejemplo, no es bueno sentar a
uno en el banquillo solo porque es interesante hacer jugar al
otro en esa posición. Haced si es posible que jueguen los dos
al mismo tiempo, uno en su posición habitual y el otro en cual
quier otra posición, porque los jugadores talentosos deberían
jugar siempre.
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5
Técnica
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en primer lugar, está el APRENDIZAJE de la técnica, que debe
ir mejorando hasta adquirir un alto grado de FUNCIONALI
DAD. Siempre partiendo del principio básico de que lo prime
ro es el control del balón. Cuanto más siente un jugador que
domina la pelota, más puede mejorar sus capacidades técnicas.
A continuación propongo un par de ejercicios técnicos muy
sencillos, pero que pueden resultar útiles:
Re c e p c ió n , c o n t r o l y pu est a e n c ir c u l a c ió n
DE LA PELOTA
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Ma n t e n e r e l b a l ó n e n a lto
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trol del balón. Sin esta base, es imposible mejorar en los demás
aspectos del juego como la visión, el pase, las combinaciones y
demás.
Es esencial que este tipo de ejercicios, que pueden parecer
muy simples, se vayan realizando con regularidad. Sobre todo
en esa fase en la que el joven aun se encuentra en pleno creci
miento como futbolista. Si en esta fase se descuidan algunos
detalles, se corre el peligro de que, entre otros problemas rela
cionados con el crecimiento, se pierda en buena medida esa
intimidad especial con el balón tan necesaria.
Para empezar, he hablado de dos ejercicios que se pueden
realizar durante el entrenamiento. Son dos ejemplos de cómo
se puede entrenar la técnica (esto es, el control del balón) y de
cómo lo que esta nos permite se puede trasladar a una situación
de partido. Pero como digo, se trata solo de dos ejemplos, el
punto de partida para cientos de ejercicios que además pueden
ser muy divertidos.
— 28 —
6
De la formación a la práctica
— 29 —
manera natural, los jóvenes se vean confrontados con todos los
aspectos del juego.
Tomemos por ejemplo al extremo, que siempre se las tiene
que ver con un oponente directo. Tanto el atacante como el
defensor se encuentran en situaciones de uno contra uno en las
que el primero debe superar al segundo, y este tiene el deber
de evitar que esto ocurra. Es una situación donde ambos juga
dores tienen un nivel de responsabilidad idéntico. Esto se des
vanecería en otros sistemas, donde la distribución de los juga
dores reduce el campo.
Esta formación también es una buena escuela para los cen-
trocampistas. Disponen de más espacio y cada jugador puede
jugar la pelota en ambos sentidos. El nivel de dificultad es me
nor, de modo que el trabajo en el entrenamiento puede ser más
variado —tocando un número mayor de aspectos del juego—
y el placer de jugar permanece óptimo.
Ya que uno se divierte cuando tiene el balón, tal como he
intentado dejar claro en capítulos anteriores, con el sistema
4-3-3 todos los futbolistas pueden entrar en contacto con el
balón independientemente de su nivel. Al ampliarse el campo,
no todos los errores tienen consecuencias desagradables.
A partir de una división según categorías de edad, intenta
ré determinar a continuación dónde hay que subir el grado de
dificultad en el trabajo con los chicos y chicas. Me referiré
únicamente a las líneas maestras, porque la mayoría de detalles
se deben ajustar sobre la marcha para que la experiencia en la
formación resulte positiva.
A n t e s y d u r a n t e in f a n t il e s
— 30 —
C adetes
— 31 —
ción, devolvedle a su puesto original para que recobre la con
fianza.
En términos de formación, en el primer año de cadetes poco
se puede hacer dadas las condiciones del grupo. H ay que pro
curar que tengan el físico en condiciones óptimas para el juego.
En el segundo año esta necesidad se suaviza un poco y el tipo
de entrenamiento se debe adaptar a ello, sin olvidar nunca que
el balón pierda su posición central.
Aumentando el nivel de dificultad, se pueden desarrollar
tanto la condición como la destreza técnica. Es esencial man
tener las buenas prestaciones técnicas aun en condiciones de
fatiga. Con juegos donde se combine la destreza de pies y ca
beza, golpeando al aire una, dos, tres veces el balón antes de
disparar con las variantes que se quiera, conseguiremos hacer
más llevadero todo el entrenamiento hasta el final.
La etapa Cadete A es crucial para todos los futbolistas, ya
que con el paso a la categoría juvenil termina una etapa de in
tensa formación futbolística.
J u v e n il e s
— 32 —
caso mantengan el control del balón. A veces me ha sorprendido
que el resultado conseguido después de muchos años de forma
ción en buena medida se eche a perder en cuestión de meses.
Por lo tanto, asegurad que se mantiene la técnica básica, porque
así el contraste con los partidos no es tan grande.
El segundo año de juveniles es algo más relajado en ciertos
aspectos. El nivel, tanto físico como técnico de los jugadores,
vuelve a subir. Con lentitud pero con seguridad, estos jóvenes
pueden asimilar explicaciones tácticas. Por lo general, entien
den bien lo que el entrenador pretende y tienen el físico para
llevarlo a cabo. El rendimiento a largo plazo está más asegura
do y el jugador constata que limitar las propias acciones redun
da en beneficio del equipo. Dicho de.otro modo: el jugador
entiende que pasando el balón al lado a veces es mejor que abrir
su particular caja de los truquitos.
En resumen, existe una diferencia de matiz importante en
tre el Cadete A y el Juvenil B, en lo que se refiere al entrena
miento pensando en el partido. En el primer caso el individuo
es quien ocupa el lugar central, y poco a poco el acento se va
desplazando hacia el colectivo. Si en el cadete se cambia a algún
jugador de posición, es para que mejore su conocimiento del
juego o sus prestaciones; si se hace en el B, es para reforzar al
equipo.
He dado solo las líneas maestras. Lo más importante sigue
siendo lo que el formador o el entrenador sienta que debe hacer
y cómo y cuándo. Esto es así porque cuando hablamos de estas
categorías de jugadores, a menudo la excepción confirma la
regla.
— 33 —
7
Regatear y conducir
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tres metros. Con algunos intentos más, conseguiremos que la
pelota solo se nos vaya solo un metro. Todavía no es suficiente,
pero nos habremos dado cuenta de que hemos superado una
primera limitación y esto siempre produce una gran satisfac
ción.
Así que es bueno empezar con modestia e ir subiendo pro
gresivamente el grado de dificultad. Alguna vez hay que inten
tarlo con la pierna mala, por ejemplo, o bien aumentando la
velocidad de ejecución o acercando las astas entre sí. Cuando
en condiciones de dificultad consigamos hacer un eslalon con
el balón pegado al pie sin mirarlo, podremos decir que hemos
logrado un cierto grado de perfección.
En todos los casos, se efectúa impulsando primero el balón
o con el interior o con el exterior del pie, y corrigiendo después
la desviación con la otra parte. Por eso es bueno situar al prin
cipio las astas consecutivamente una tras otra para forzar un
eslalon en línea recta. De este modo, uno se asegura de que el
jugador utilice tanto el exterior como el interior del pie. Si un
diestro empieza impulsando el balón con el interior, se dará
cuenta de que deberá corregir la excesiva desviación a la iz
quierda con el exterior de su pie derecho. Únicamente practi
cando esta alternancia el jugador conseguirá avanzar en línea
recta. Si intenta hacer el ejercicio pasándose el balón del interior
del pie derecho al interior del izquierdo, avanzará como si ca
minara al estilo Charlot, perdiendo no solo velocidad, sino
también el control sobre el cuerpo.
Ensayad los regates tanto con una pierna como con la otra,
porque de esta manera el jugador podrá direccionar el balón
tanto hacia un lado como hacia el otro. Esto es especialmente
importante para superar al contrincante.
Lo esencial de esta acción es acabar situando el propio cuer
po entre el oponente y el balón. Los jugadores que solo saben
jugar con una pierna tienen un problema cuando el oponente
se sitúa en su lado «bueno». Si no se consigue colocar el propio
cuerpo entre el defensor y el balón que uno quiere conservar,
lo más probable es que el balón se pierda.
— 36 —
El regate es pues una acción importante que precede a mu
chas acciones de pase y de conducción.
Accediendo a un mayor grado de dificultad, llegamos a la
conducción del balón. La conducción es parecida al regate, pero
se realiza en carrera, a mayor velocidad. A esa velocidad las
zancadas deben ser más amplias para mantener el balón bajo
control. El método más sencillo para entrenar la conducción
en velocidad es lo que los alemanes llaman Steigerung, «incre
mento». Partiendo de una posición de reposo, hay que empezar
a hacer correr el balón incrementando progresivamente la ve
locidad, mientras intentamos que la pelota no se escape dema
siado.
Un método de entrenamiento algo más difícil es el de la
situación de uno contra uno, El atacante tiene el balón y debe
lanzarse a gran velocidad en dirección a su oponente. Mientras
que el defensor tiene sus posibilidades (¿cuándo se separará del
balón para superarme?), el atacante debe mantener intactas las
suyas y no perder el control del balón. Este ejercicio también
puede realizarse junto a la línea de banda, alternando el pie
derecho con el izquierdo, y también pasándose la pelota de un
pie al otro.
Al igual que con el regate, existen numerosas opciones para
la conducción.
Entre los jugadores que destacan en el dominio de esta ac
ción se encuentran Lionel Messi. Entre los de antes, John van ’t
Schip y, por supuesto, Diego Armando Maradona.
Van t Schip solía empezar la jugada con un regate hacia
fuera que le permitiera lanzarse a la carrera. Al hacerlo, casi
nunca miraba al balón, por lo que su visión general se mantenía
óptima y además no permitía adivinar al defensor por qué lado
intentaría superarle, si por dentro o por fuera. Van ’t Schip no
alejaba demasiado el balón de su pie, cosa que llegado el mo
mento le permitía optar por una dirección o por otra.
Maradona era un caso totalmente aparte, ya que solo sabía
jugar con una pierna. Pero estaba tan dotado para este deporte,
que su pierna buena era como una mano. El defensor sabía que
— 37 —
era zurdo, por donde vendría la acción, y aun así era difícil de
defender. La gran fuerza de Maradona era que necesitaba un
tiempo mínimo para sacarle el máximo rendimiento a cada ac
ción. Aun encontrándose a pocos milímetros de su oponente,
era capaz de realizar la acción que tenía prevista.
Claro que un jugador que empieza en el fútbol base está
separado de Maradona por un mundo de destreza técnica. En
cualquier caso, es importantísimo que intentemos superar nues
tros límites en lo que respecta al regate y la conducción. Porque
«no tan bueno» siempre sonará mejor que «muy malo».
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8
Chutar y pasar
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Lo anterior es la postura inicial para la ejecución del chute.
Esta técnica se puede desarrollar sobre todo entrenando, es
decir, con muchas horas de práctica, y disparando siempre tan
to con el pie izquierdo como con el derecho. D a lo mismo si
estos ejercicios se realizan lanzando el balón contra una pared
o en un campo de entrenamiento con uno o varios compañeros.
El chute en sí se puede subclasificar en defensivo y ofensivo.
Si un defensa quiere desplazar el balón a gran distancia, tendrá
que tirar con fuerza. Pero con una fuerza distinta a la de un
delantero que tira a portería. En un chute/pase largo desde la
defensa, el cuerpo deberá inclinarse ligeramente hacia atrás, de
bido a lo cual se dará al balón un poco más abajo del centro. En
este caso, es importante que la pierna continúe la trayectoria del
balón después del golpeo.
En cambio, si se tira a portería, el cuerpo deberá inclinarse
más sobre el balón. Puesto que se debe tirar con más fuerza, se
debe dar al balón más en el centro.
Por lo demás, en dicha situación es importante aprovechar
el peso corporal, algo que también depende de una buena pos
tura. Si se quiere dar con el pie derecho, entonces habrá que
empezar con el pie izquierdo, tras lo cual el cuerpo girará brus
camente un poco hacia atrás. Acto seguido se deberá lanzar, por
así decirlo, todo el cuerpo en el tiro. La pierna apenas acompa
ñará el movimiento del balón después del golpeo; de lo que se
trata es de que el golpeo sea seco y explosivo.
La diferencia de tiro entre el defensa y el delantero también
se puede apreciar bien en la postura de la cabeza. En el caso del
defensa, la cabeza se inclina ligeramente hacia atrás, mientras
que en el caso del delantero la cabeza se echa un poco hacia
delante.
Sobre todo Ronald Koeman dominaba las dos técnicas como
ningún otro. Sabía utilizar de forma muy eficiente la gran fuer
za de la pierna, de lo cual se desprende que una buena técnica
es más efectiva que la fuerza.
Aún me acuerdo de un gol magnífico de Koeman contra el
F C Utrecht, cuando a 20 metros de la portería le pegó de re
— 40 —
pente al balón totalmente con el empeine. Disparó con todo el
impulso de su cuerpo, mientras que el momento de contacto
con el balón fue mínimo y el movimiento de finalización del
golpeo apenas fue perceptible.
Por lo tanto, una buena postura es imprescindible para dis
parar bien el balón. De lo contrario, tampoco se puede aprove
char de forma óptima la superficie de contacto con el balón. Por
ejemplo, alguien que está demasiado cerca del balón, mantendrá
el cuerpo demasiado erguido y no podrá utilizar su brazo. Por
consiguiente, solo podrá servirse de una pequeña parte del em
peine y la superficie de contacto será más pequeña.
Si la postura inicial es buena, entonces se podrá introducir
una mayor parte del pie por debajo del balón, debido a lo cual
la superficie de contacto será mayor y el chute será más efi
ciente.
Quiero recalcar una vez más que estos son principios bási
cos, que se pueden ir mejorando mediante un entrenamiento
adecuado e intenso. Una vez que se dominen, se puede empe
zar a entrenar, por ejemplo, el pase largo.
Por supuesto, lo más sencillo es lanzar el balón a gran dis
tancia hacia algún sitio. Una vez dominado este paso, se puede
aumentar el grado de dificultad, manteniendo la distancia, pero
disminuyendo la altura del pase. Este ejercicio se puede per
feccionar hasta acabar en el pase raso, un pase largo a ras de
suelo que aunque es igual de potente e igual de lejano, resulta
mucho más eficiente por ser más bajo y más directo.
Es difícil decir quién a qué edad puede practicar un ejercicio
determinado. En principio, los ejercicios de chutar y pasar no
dependen de la edad. Sobre todo porque, en ambos casos, la
fuerza física está subordinada a la técnica y al control corporal.
Por eso, pienso que no tiene mucha importancia si alguien de
diez, doce o quince años empieza a entrenarse en un elemento
técnico determinado.
Sin embargo, lo que sí es importante es un buen calenta
miento. Sobre todo en los partidos juveniles, a veces me quedo
perplejo ante el tipo de ejercicios previos que se hacen. Dar
— 41 —
enseguida chutes largos y lanzar penaltis con fuerza es buscar
se lesiones.
Antes de chutar, el cuerpo tiene que estar preparado. Por
eso es importante empezar poco a poco. Primero pasándose el
balón desde cerca e ir aumentando gradualmente la distancia.
Solo cuando el cuerpo ya está bien calentado, se puede disparar
a portería. Así se evitan lesiones innecesarias.
— 42 —
9
Cabecear
— 43 —
1. U N A BUENA POSTURA
2. U N BUEN EQUILIBRIO
Que se consigue con un buen uso de los brazos, que son los
que mantienen el equilibrio.
3. S i n c r o n i z a c i ó n
4. G o l p e o d e l b a l ó n c o n l a c a b e z a
— 44 —
preocupado por el impacto del balón en la cabeza, ya que a la
vez trabaja la sincronización.
Este ejercicio aun puede ampliarse a un círculo de jugadores
con un jugador en el centro, el cual entrega el balón con la ca
beza cada vez a un jugador del círculo distinto. El objetivo de
este ejercicio es dominar todavía más la técnica del cabeceo.
El ejercicio arriba descrito puede también verse enriqueci
do con una acción intermedia, donde el jugador deba por ejem
plo controlar el balón con la cabeza antes de dar un segundo
cabezazo para entregar el balón.
Todos estos ejercicios se realizan estando parados. De nue
vo insisto en la importancia de utilizar buenos balones, sobre
todo en esta fase. Está bien un balón «vivo», no demasiado
pesado ni hinchado. Soló en la segunda fase el balón se proyec
ta más lejos en el aire. También aquí es importante tener pacien
cia y no precipitarse quemando etapas. Empezad lanzando el
balón al aire en dirección al jugador para que este tenga que
devolverlo después cabeceándolo de un salto. Además de la
técnica en el cabeceo, nos enfrentamos aquí a un problema de
timing. N i que decir tiene que los participantes en este ejercicio
también pueden ampliarse.
Hasta ahora solo hemos tratado los cabezazos defensivos.
Se trata de un tipo de cabezazos particulares, puesto que el
jugador que aleja el balón con la cabeza se comporta como un
portero. A continuación, trataremos del cabezazo ofensivo.
El balón contactado con la cabeza no debe subir ahora más
arriba del corazón, así que debe ser golpeado desde un punto
más alto. Es importante golpearlo desde el punto más alto del
salto. La cabeza no debe estar situada por debajo de la pelota,
sino por lo menos al mismo nivel, o incluso ligeramente por
encima.
Suelo insistir hasta hacerme pesado en que todos los ejer
cicios se realicen con las dos piernas: que se utilicen tanto la
pierna izquierda como la derecha para regatear, conducir, dis
parar o pasar. Por absurdo que parezca, esto también vale para
el cabeceo. Un diestro cabeceará más cómodamente por encima
— 45 —
de su hombro izquierdo. Sin embargo, la gracia es que un late
ral derecho, pongamos por caso, pueda despejar un balón que
le llegue por su banda también sobre el hombro derecho. Por
eso es aconsejable proceder igual que como en el resto de apar
tados, es decir, entrenando con balones que lleguen tanto des
de la izquierda como desde la derecha.
Volvamos al cabezazo ofensivo, quizá la parte más difícil
de este capítulo. Lo dividiremos entre el cabezazo técnico y el
llamado «martillazo.» Para el primero se necesita mayor técni-
ca, ya que se pretende colocar el balón en algún lugar inalcan
zable para el portero, como por ejemplo en el ángulo contrario.
Y es que el cabezazo hacia la portería solo tiene un objetivo:
¡marcar!
Se trata de una cualidad distintiva de la que muy pocos ju
gadores pueden presumir. Marco van Basten y Hans Gillhaus
fueron por ejemplo dos buenos cabeceadores técnicos. El ex PSV
Gillhaus poseía un sentido único de la sincronización. Era de
estatura corta, pero era capaz de aguantar su posición en el aire
el tiempo suficiente para evaluar mejor adonde debía dirigir el
balón.
Klaas-Jan Huntelaar, Wim Kieft y John Bosman pertenecen
a una categoría de cabeceadores completamente distinta: gol
peaban la pelota con tal fuerza, que uno tenía la impresión de
que esta podía perforar la red. Recuerdo el gol de la victoria del
Ajax que Bosman le marcó al F C Groningen. Saltó con la ca
beza como si quisiera reventar el balón con ella, y el efecto del
«martillazo» fue parecido al de un disparo a portería que hu
biera sido efectuado con el pie. Es muy bonito de ver, se trata
de una habilidad única.
Para destacar en estas especialidades los jugadores domina
ban perfectamente los principios básicos del cabezazo: una
buena postura, un cuerpo en buen equilibrio, una sincroniza
ción perfecta y un golpeo impecable. Y además de esto, eran
jugadores capaces de ejecutar estas acciones bajo fuerte presión
y marcar igualmente.
Los brazos vuelven a jugar un papel central, también sirven
— 46 —
de escudo para proteger la posición ante el oponente. Si hay
que mantener o no los brazos extendidos durante el salto, de
pende de las circunstancias. Tanto cuando se corre como cuan
do se salta pegado a alguien, el equilibrio se mantiene debido
al contacto con los brazos del oponente.
Estamos hablando, como es obvio, de la acción perfecta, de
una obra maestra técnica que no podemos esperar de un niño
de ocho años.
Aprender a cabecear bien es el resultado de un ejercicio
adecuado y paciente. Hasta los doce años, hay que dejar que el
niño vaya aprendiendo la técnica del cabeceo. Existen muchos
juegos que son divertidos de practicar por los chicos de esta
franja de edad.
Hacia los trece años, hay que hacerles practicar un poco el
salto, después de lo cual se inicia una fase de transición bastan
te larga. Esto se explica porque el jugador joven debe aprender
a controlar de forma simultánea dos acciones: el salto y la sin
cronización. Después de esto, se puede empezar a practicar el
cabeceo para colocar el balón en un sitio determinado. Este
paso solo se puede dar si el jugador domina todas las demás
técnicas. Antes no vale la pena hacerlo, porque no tendría sen
tido entrenar una parte tan difícil del juego si no hay un domi
nio suficiente de las técnicas básicas del cabeceo.
Insisto: para aprender a cabecear con tino, se necesita mucha
paciencia. N o queráis ir demasiado rápido, se trata de un tipo
de habilidad que solo se puede dominar partiendo de unos
fundamentos sólidos. Practicad con regularidad y repetid los
ejercicios. Solo así tendréis posibilidades de éxito.
— 47 —
10
Controlar el balón
LA CABEZA
— 49 —
E l PECHO
E L FÉMUR
LO S PIES
— 50 —
cuerpo debe inclinarse ligeramente hacia delante y el balón se
orienta en la misma dirección de la carrera del jugador, que
puede continuar avanzando con él. Esto permite ganar un tiem
po considerable.
Parar el balón con el interior del pie es lo más común. Si se
quiere hacer sin fiorituras, la rodilla debe girar para que la pier
na quede ladeada y el balón delante del pie. La parte superior
del tronco debe inclinarse ligeramente hacia delante. Esto im
pide que el balón se nos vaya demasiado. Una vez que ambas
piernas recuperan su orientación normal, el balón ya puede ser
jugado.
Parar el balón con el exterior del pie es interesante sobre
todo cuando tenemos un rival detrás o cuando queremos im
primir velocidad a la jugada. Para poder controlar así el balón
es esencial que nuestro cuerpo se encuentre entre el balón y el
jugador. Así, cuando el balón se ponga en circulación inmedia
ta, quedará protegido del oponente por la parte superior de
nuestro cuerpo, que se proyecta hacia atrás. Para evitar que el
balón se nos escape en la recepción, hay que dejar el pie com
pletamente relajado, puesto que de otro modo el balón rebo
taría contra él.
Estas son las reglas de oro de las principales modalidades.
Cuanto más las domine uno, con más velocidad y eficacia po
drá continuar la jugada. Mucha gente cree que el gol que mar
qué a principios de los setenta en La Haya contra el A D O fue
el más bonito de mi carrera. Si tenéis ocasión de volver a ver las
imágenes, veréis que mi decisión de control vino forzada por
la velocidad a la que venía el balón. Desde la defensa me llegó
un pase larguísimo a la pierna derecha. En ese momento me
encontraba muy cerca del defensor Kees Weimar de La Haya,
junto a la línea de banda y con un amplio espacio por delante.
Al contactar con el balón lo hice con el interior y lo dirigí in
mediatamente hacia el espacio abierto. Conseguí ganar un tiem
po precioso, porque yo estaba más bien en posición de parar
completamente el balón y, en cambio, de esa otra manera alejé
a mi oponente.
— 51 —
O tros jugadores que optimizan el tiempo de maniobra
al parar el balón son Xavi y, en mi época, Arnold Mühren. Para
parar el balón con el empeine no ha habido otro como Mühren.
Se podría decir que hacía un movimiento como si pedaleara
con la pierna, y se colocaba el balón en una posición perfecta
para conducirlo acto seguido. Y es que Mühren paraba el ba
lón para jugarlo de inmediato. Paraba con la derecha y arran
caba conduciendo con la izquierda, cosa que requería una
enorme concentración. Siempre conseguía llevarse el balón
superando a su defensor. Puesto que Mühren jugaba con am
bas piernas, podía salir por cualquiera de los dos lados, y casi
nunca perdía la pelota.
Vemos aquí que también en lo que a parar el balón se refie
re hay que ejercitar ambas piernas. Así, después del control el
balón puede ser jugado hacia un lado u otro, condición nece
saria para que, por ejemplo, el juego posicional sea efectivo.
Lanzar el baló n
— 52 —
P a s e c o n e l p ie
R it m o d e ju e g o
R e c ib ir y ju g a r
— 53 —
11
Juego posicional
— 55 —
al balón, mientras los otros dos jugadores le esperan en posi
ción para cerrarle el paso y poner las cosas difíciles a los even
tuales receptores de sus pases.
En ambos casos se trata de saber moverse. Si uno de los tres
cazadores cubre el espacio equivocado, los otros dos estarán
trabajando para nada. Si uno de los jugadores de la línea de
banda se equivoca, perder el balón será cuestión de tiempo.
El buen desempeño del juego posicional tiene mucho que
ver con el movimiento. Cuando alguien es superado, los juga
dores ya deben estar en movimiento para recuperar el balón.
Se crea una situación ideal cuando en el ejercicio se in
troduce la obligación de tocar la pelota una sola vez como
mucho. Ahí es cuando el fútbol se juega con más eficacia y
velocidad.
Al igual que ocurre con otros aspectos del juego, existen
herramientas que pueden hacer más sencillo nuestro trabajo
sobre el juego posicional. Todos los jugadores deben moverse
para situarse en posiciones donde puedan ser vistos por el com
pañero desde ambos ángulos. Si quien lleva el balón lo pierde
de vista, tendrá que corregir la situación él mismo haciendo un
par de pasos extras, o haciendo caso de las indicaciones del con
ductor del balón para hacerse visible.
El juego de posición ya se puede entrenar desde las catego
rías inferiores. Cuanto más jóvenes, mejor, aunque al principio
se debe hacer de manera muy sencilla. Dadles todo el espacio
que pidan y dejad que confeccionen los grupos como quieran,
con dos, tres o cuatro jugadores en el centro. Poco a poco se
les va enseñando este tipo de juego. N o hay que corregirlos
después de cada jugada, claro está, sino solo cuando los errores
sean graves. Por ejemplo, cuando el conductor del balón se
encuentre con que realmente no tiene a quien pasar el balón.
Parad entonces el juego e indicad a los eventuales receptores
implicados cómo se podría resolver el problema. Normalmen
te, es dando un paso más hacia un lado u otro.
Involucrad también al portero en este tipo de ejercicios, de
jándole jugar. Por tipos como Stanley Menzo y Edwin van der
— 57 —
Sar se puede ver hasta qué punto es importante que el portero
tenga buena visión para la situación de juego. Es más, para pro
teger con eficacia la portería, entender el juego de posición es
fundamental. Un portero con una visión más amplia del juego
siempre estará en mejores condiciones de colocar a su defensa.
Otra buena herramienta en esta fase inicial es el balonma
no. Al introducir nuevas variantes sobre el juego de posición,
no es descabellado dejar que sean las manos las que lleven a
cabo lo que los pies no dominan. Correr sin balón, mirar y
pasar no es algo que se domine a la primera. Dejad pues que
vuestros pupilos se acostumbren a nuevas variantes de juego
con el balón en las manos. La mejora en su visión de conjunto
facilitará el progreso posterior del juego de posición con el
balón en los pies.
La importancia del juego de posición queda patente en las
prestaciones internacionales del Ajax, el Feyenoord y la se
lección holandesa en los años setenta. La explicación de sus
éxitos se encuentra principalmente en su dominio del juego
posicional.
Por regla general, los jugadores veteranos son los grandes
especialistas en este tipo de juego, donde no solo se trata de
calidad, sino también de rutinas bien aprendidas. Fijaos si no
en un jugador como Paul Scholes, del Manchester United.
En mi época como entrenador del Ajax eran jugadores
como Arnold Mühren y Ronald Spelbos quienes dominaban
por encima de los demás el juego de posición, dominio que se
hacía notar justamente en los partidos importantes, jugados
contra rivales fuertes. Mühren y Spelbos buscaban siempre el
desmarque, mientras que Mühren tenía en cuenta todos los
aspectos del juego de posición, hasta el último detalle.
Mühren, como vértice de un triángulo de juego, nunca se
situaba de espaldas a sus compañeros. Com o ya he apuntado,
siempre se posicionaba a la vista del conductor del balón. Y
luego, con el balón en los pies, poseía un sentido de la funcio
nalidad —y por tanto de la eficacia— único. Su gran ventaja era
que destacaba en las siguientes tres acciones:
— 58 —
- Mühren procuraba siempre imprimir la velocidad ade
cuada al balón.
- Siempre pasaba el balón a la pierna buena del receptor.
- Cualquier atacante podía contar con que Mühren le bus
cara la posición y le pasara el balón donde los oponentes
tuvieran más difícil robárselo.
— 59 —
12
— 61 —
colocar la barrera, el portero debe en principio defender una
anchura de siete metros, mientras que una persona de altura
normal solo es capaz de defender seis metros. Por lo tanto, es
importante observar qué hace el portero después de colocar la
barrera. Por eso son tan importantes las tres reglas citadas arri
ba, ya que hay que estar atentos hasta el último momento a un
eventual cambio de posición del portero.
Pongo como ejemplo un lanzamiento directo, que para el
equipo atacante significa que hay que hacer un único disparo
a portería. Después de organizar la barrera, el portero suele
situarse a la izquierda del balón, en la esquina más alejada. En
nueve de cada diez casos, el balón lanzado por un jugador zur
do irá al palo corto. Un jugador diestro también debería po
derlo hacer, pero como realiza su carrera a la izquierda del
balón, el portero lo puede ver mejor más allá de la barrera. Y
por ahí se elimina el factor de dificultad para el portero.
Otra posibilidad es esperar a que el portero se mueva, para
disparar con fuerza el balón en dirección a su pierna de apoyo.
Esto es posible lanzando el balón al ángulo largo. La portería
queda más lejos y el balón tiene que recorrer más camino, aun
que por la misma razón el portero tiene más posibilidad de
verlo. Si el balón se dispara con fuerza justo en el momento en
que el portero se mueve, tendremos posibilidades de éxito.
Ya he señalado antes que tanto para el lanzamiento directo
como para el indirecto se trata en fin de cuentas de una cuestión
de probabilidades. Por eso utilizar señuelos es tan importante.
Cuanto más ocupada esté la defensa, mejor camuflado queda
rá nuestro plan. A partir de ahí, circunstancias como una pelo
ta más o menos húmeda y el mucho o poco viento tienen su
papel en esta apasionante partida de póquer.
En los últimos años, el lanzamiento directo ha cobrado mayor
importancia en el fútbol, probablemente a raíz de la prevalencia
del juego defensivo. Este proceso no solo ha fomentado la espe-
ciahzación, sino también el vedetismo. Especialmente en Italia,
donde el héroe del día suele ser algún lanzador de faltas acertado.
Este aumento de especialistas también indica que las faltas
— 62 —
se pueden entrenar exitosamente. La naturaleza suele hacer su
trabajo en este sentido. Quienes tienen buenas sensaciones ante
esta habilidad, automáticamente la practican en los entrena
mientos, con lo que las sensaciones se refuerzan. Para mí, estas
sensaciones son las que explican la técnica de lanzamiento di
recto en relación con la distancia a la portería. El saber cómo
disparar y con qué potencia. Por cierto, yo nunca interfiero en
los entrenamientos de lanzamientos directos. En el campo los
jugadores deben llegar juntos a una solución, así que durante
los entrenamientos también dejo que sean ellos quienes se or
ganicen. Como entrenador, pienso que uno sobrepasa sus fun
ciones —tanto en un sentido literal como figurado— cuando
pretende imponerse sobre las sensaciones de los futbolistas en
cuestiones como la falta directa. En este campo, siempre he
dejado que sean ellos quienes busquen las soluciones.
Podemos dividir el lanzamiento directo o libre en tres tipos:
E l l a n z a m ie n t o t é c n ic o
E l l a n z a m ie n t o p o t e n t e
— 63 —
E l l a n z a m ie n t o c o l e c t iv o
— 64 —
13
— 65 —
esté dirigiéndose a su lado malo para aplicar el truco mágico de
cogerle a contrapié. N o le deis esta oportunidad.
Un portero tranquilo tendrá mejor visión de la jugada y por
tanto sabrá anticipar mejor la dirección del balón, que puede
ir al palo corto o al palo largo. Si le lanzan el balón al corto,
justo detrás de la barrera, tendrá el tiempo suficiente para reac
cionar.
Si el atacante lanza al palo lejano, el balón no solo debe
recorrer un trayecto más largo, sino que el portero tiene más
tiempo para actuar. Que no se deje engañar: es mediante la
conservación de su visión general de la jugada que los factores
de riesgo se reducen considerablemente.
Por otra parte, un simple cálculo indica que el portero tiene
entre uno y dos metros de ángulo muerto. En términos huma
nos, un guardameta puede apenas cubrir seis metros de la por
tería. La barrera debería reducir este problema restando un par
de metros de pantalla. Y le corresponde al portero colocarla.
Que el balón golpee contra la barrera siempre es revelador del
buen trabajo del guardameta.
Algo que no debería ocurrir nunca, y que sin embargo es
algo que vemos a menudo, es que la barrera se mueva. Nueve
de cada diez veces el balón la traspasa, ya sea porque los juga
dores se apartan de la barrera o porque avanzan algunos pasos
en dirección al disparo tapándose la cara. En ningún caso ven
el balón.
Son errores de consecuencias nefastas. Y eso que aquí se
trata solo de respetar algunas normas básicas.
Incluso en este caso, en el de que se sigan estas normas y se
forme la barrera perfecta, puede ocurrir que nos manden el
balón por toda la escuadra. En ese caso solo nos quedará aplau
dir, no tendremos nada que reprochamos. El lanzamiento per
fecto es imparable.
Sin embargo, para la parte defensiva existen varias opciones
para invertir los papeles y confundir a la parte ofensiva. Para
eso hay que salirse de los modelos estándar.
Una buena opción es preparar la barrera desde el mismo
— 66 —
palo que el portero desea cubrir. Se necesitarán entre cuatro y
cinco jugadores. O tro jugador se situará a dos metros. Si el
balón va más allá del lado exterior de este jugador, significa que
saldrá al lado de la portería. Si el balón coge efecto, impactará
contra este jugador. Si el balón no va ni hacia la barrera ni hacia
el jugador, y sí pasa por el espacio entre ambos, el portero no
debería tener problemas para interceptarlo.
Por cierto, no soy ningún gran defensor de la barrera. Si yo
fuera portero, situaría a dos hombres para cubrir el poste iz
quierdo y a dos para cubrir el derecho, y ocuparía yo el espacio
central para proteger mis seis metros. Así podría ver siempre
el balón, cosa que no resulta situando una barrera convencio
nal. Sería un verdadero combate entre atacante y portero. Con
la barrera, siempre me ha dado la sensación de que el especia
lista en lanzar faltas juega con las cartas marcadas. Como por
tero, buscaría siempre el contacto ocular con el atacante, para
ver quién es el más duro.
Aun así, como entrenador nunca impondría estas u otras
reglas que hemos visto al portero. Cada guardameta debe es
coger la protección para su portería con la que se sienta más
cómodo. Por eso tampoco existen reglas estándar para defender
una falta directa. Como si el portero prefiere situar la barrera
solo en un lado para ocupar él el otro, o como si en una indi
recta dentro del área prefiere engrosar él mismo el contingente
destinado a la barrera. Cada variante tiene sus pros y sus con
tras. A menos, claro, que uno encaje demasiados goles con ella.
Si ocurre eso, aunque pueda ser cuestión de gafe, el portero
debería cambiar de método.
En cuanto a los jóvenes y en relación con este tema, mejor
dejarlos tranquilos. Com o mucho les podremos enseñar algo
sobre la evaluación de probabilidades, porque al final esta y no
otra es la cuestión nuclear en cuanto a las faltas. Dejad que
piensen en todas las posibilidades que se les ocurran. Por ejem
plo, en colocar a los compañeros más altos en los extremos de
fuera de la barrera, porque protegen los palos. Es una manera
de contrarrestar las ventajas que pueda tener la parte atacante.
— 67 —
Resumo a continuación las principales tareas del portero:
Tr es tareas
— 68 —
14
El saque de esquina
— 69 —
otro junto al primer palo y aun otro en el punto de penalti, las
cuentas nos dicen que para defender a dos atacantes (el lanza
dor del córner y su «asistente») la defensa tiene a cuatro hom
bres ocupados. Es probable que podam os encontrar algún
hueco.
Entonces habrá que decidir si ejecutamos alguna jugada
ensayada o si queremos aprovechar sencillamente nuestro po
tencial aéreo. Si en el equipo no contamos con gente alta, lo
mejor será quedamos fuera de la zona superpoblada del área y
sacar por ejemplo un balón bombeado hasta el primer palo,
donde un cabezazo hacia atrás prolongará la jugada y dará más
opciones a los atacantes que entren a rematar.
Si ello no es posible, tampoco será el fin del mundo: la par
te defensiva no tendrá muchas dificultades para alejar de su
portería un balón que no será muy rápido. Ahí entrará en jue
go lo que se llama segunda línea de acción. Dicho de otra ma
nera: aunque el balón sea alejado 20 metros de la portería, la
parte ofensiva dispondrá de una buena segunda oportunidad
para marcar.
Si por el contrario el equipo que ataca dispone de buenos
cabeceadores, el balón debe ser centrado con fuerza para su
remate. Los atacantes solo tienen que conseguir contactar con
el balón.
Si el equipo que defiende cuenta con un portero ágil que va
bien por alto, el balón no solo tendrá que ser centrado con
fuerza, sino lejos de la portería.
Si el portero del equipo rival no es especialmente bueno en
este sentido, podremos provocar mayor pánico en el área si
tuando, por ejemplo, un par de hombres altos junto al primer
palo capaces de prolongar los lanzamientos de córner con la
cabeza.
También es posible mandar el saque más allá del área de
castigo, donde un jugador atacante debe estar preparado para
devolverlo hacia el primer palo, y ahí pueda ser rematado. Ahí
deberían aguardar este segundo centro uno o dos rematadores.
Estos pueden rematar a portería o, de nuevo, prolongar la ju
— 70 —
gada mandando el balón hacia el punto de penalti, donde lo
esperan un par de jugadores desmarcados.
En corto, un lanzamiento de córner puede dar mucho de sí
para el equipo ofensivo.
Al igual que ocurre en tantas otras situaciones, la parte ofen
siva goza de una libertad que implica algunas obligaciones. Para
un saque de esquina lanzado desde la derecha, la posición del
centrocampista derecho es crucial. En nueve de cada diez casos,
será quien deba impedir el progreso de un contraataque. Y es
que lo más habitual en un córner sacado desde ese lado es que
el balón sea despejado hacia la posición del interior derecho.
Recae pues sobre el equipo atacante no convertir su ventaja
inicial en una gran desventaja.
También sobre las medidas que debe tomar la defensa en un
córner existen muchas variaciones. Aquí me voy a centrar en
lo que hacíamos con el F C Barcelona cuando yo era el entre
nador. N o por ninguna preferencia especial, sino porque los
ejemplos serán más reconocibles.
En general, no me apetece crearme problemas, y el saque
de esquina no es una excepción. Por eso no entiendo a los equi
pos que hacen bajar a sus once hombres al área para defender
un lanzamiento de córner. Muchos equipos de primer nivel aún
hoy siguen haciéndolo. Para mí es cargarse de trabajo, porque
cada balón despejado es un balón que casi automáticamente
recupera el equipo atacante. Pero sobre todo, el portero ve su
margen de maniobra muy reducido al disponer de poco espa
cio. Para salir de debajo de los palos, pero sobre todo para ver
por dónde le pueden venir los tiros.
N o concentrar a los efectivos en el área nos habilita para el
contraataque. Pero lo más importante es que sembramos de
dudas el bando atacante. Mejor ir a buscarles las cosquillas que
dejarnos intimidar por ellos.
Cuando entrenaba al Barcelona no disponía de grandes ca
beceadores, o sea que prefería dejar más bien despejada la zona
del punto de penalti. Para mí, la mejor forma de defender los
saques de esquina es no concederlos. Por eso hacía que mi de
— 71 —
fensa hiciera su trabajo lejos de la portería. El resultado era que
concedíamos dos saques de esquina en lugar de diez. En vez de
tener que resolver diez problemas, teníamos que resolver solo
dos.
Esos dos saques de esquina, el «pequeño Barcelona» se veía
obligado a defenderlos ante cabeceadores a veces imponentes,
por lo general delanteros. De ahí que dejáramos a gente como
Romario, Stoichkov y Laudrup en sus posiciones adelantadas.
Con ello queríamos provocar una guerra de nervios. La expe
riencia indicó que los rivales preferían no correr el riesgo de
posibilitar situaciones de uno contra uno ante delanteros de esa
categoría, por lo que también dejaban a sus cuatro defensas en
sus posiciones iniciales. Por eso al final teníamos que defender
nuestra portería de la amenaza de solo cuatro efectivos, que era
de los que disponía el equipo atacante al descontar el centro-
campista colocado para impedir nuestro eventual contraataque
y el jugador que sacaba de esquina.
En principio, defendemos de la amenaza de cuatro atacan
tes debe ser factible. Sobre todo porque la defensa, y en primer
lugar el portero, dispone de más espacio y mejor visión de la
jugada. La ventaja añadida para mí era que, procediendo de esta
manera, nuestro hombre más alto, que no era otro que el por
tero Zubizarreta, disponía de más espacio de maniobra para
enfrentarse a los rematadores rivales. Así respondía el Barce
lona a uno de los problemas defensivos que se plantean en to
dos los partidos.
Para resumir, diremos que la primera opción es evitar los
dolores de cabeza. Si la opción uno resulta inviable, habrá que
optar por la dos, esto es, solucionar de la manera más eficiente
posible el problema planteado. Y para ello debe trabajar todo
el equipo.
Por lo demás, hay que dejar que sea el portero quien ges
tione la cuestión. Como técnico, es mejor quedarse un poco al
margen de esto. Al igual que en el caso de las faltas directas,
debemos dejar que sea él quien actúe según su intuición y sus
sensaciones. Si situamos a un hombre en el primer palo y a otro
— 72 —
en el segundo, sabemos que uno de ellos tendrá trabajo y el otro
no. Es normal que la responsabilidad de decidir con cuál nos
quedamos recaiga principalmente sobre el guardameta.
Para el resto de jugadores, se trata de estar atentos al lanza
miento del córner y a su continuación. A sí se reducen al máxi
mo las posibilidades de sorpresa.
— 73 —
15
El penalti
— 75 —
tenía la sensación de que alguien quería lanzar un penalti para
salvar la cara.
Yo tenía muy clara una cosa: quien lanza con 0-0 en el mar
cador, decide el desarrollo del partido. Puede ocurrir que el
jugador que en principio debe lanzarlo no las tenga todas con
sigo en ese partido y decida abstenerse. Para mí no es ningún
signo de debilidad y me parece más bien un indicio de profe-
sionalidad. Solo en una situación así es el capitán quien debe
asignar el lanzador.
— 76 —
como es obvio, son irreproducibles en un campo de entrena
miento.
El portero tiene otras preocupaciones: aguantar derecho el
máximo tiempo posible para no dejar desprotegido ningún
palo. También están los porteros que, para engañar al lanzador
y hacer que dispare en una dirección determinada, dan un paso
hacia uno de los dos lados para dejar libre el otro, que es hacia
donde esperan que lance el atacante.
Aunque el lanzador no acabe de picar, el movimiento en
gañoso del portero sí puede haberle provocado alguna duda.
Y en el juego de los penaltis, las dudas son mortales.
O tro aspecto es el de provocar penaltis. H ay jugadores a
quienes se les da muy bien. A mí esta práctica no me supone
ningún problema mientras se mantenga dentro de las reglas de
juego y de un mínimo fairp lay . En general se trata de acciones
muy rápidas lanzadas desde el centro del campo y que son
muy difíciles de parar. Jugadores como Johan Neeskens, Frank
Amesen y Sóren Lerby eran verdaderos especialistas en la ma
teria.
Otro buen ejemplo es el penalti que provoqué durante la
final de la Copa del Mundo de 1974 ante Alemania Occidental.
Desde el centro del campo, emprendí una carrera hacia delan
te mientras driblaba. Justo delante del área de castigo, cambié
de ritmo y luego me adelanté el balón para pasar entre la de
fensa. Por la velocidad que llevaba en ese momento, para el
defensor era imprescindible contactar con el balón, porque en
caso contrario yo hubiera provocado algún problema.
Y así fue. Mi oponente alemán (Uli Hoeness) no llegó a
tiempo al balón y me golpeó la pierna. Debido a mi velocidad,
me tiró al suelo. Fue falta, en absoluto simulada. De estas por
desgracia vemos muy a menudo, y la verdad es que yo no so
porto el teatro en el campo.
En este sentido, y en lo que a mí concierne, apoyaría sin
reservas un cambio en la normativa disciplinaria que previera
tarjeta roja para el jugador que se dejara caer en el área.
Independientemente de las medidas disciplinarias, una ju
— 77 —
gada que termine en caída en el área de penalti comporta un
riesgo enorme. El defensor debería reducirlo al mínim o y no
meter la pierna si no está al cien por cien seguro de tocar el
balón. Si no es así, estará pidiendo a gritos que le piten penalti
y no tendrá derecho a lamentarse después de haber contactado
con la pierna de un delantero. Como defensor, solo tienes que
preocuparte de aguantar al hombre y al balón. Son las normas.
En mi segunda etapa con el Ajax, una vez lancé un penalti
a medias con Jesper Olsen. Dejadme ser honesto: en realidad
fue una broma. Con 0-0 en el marcador, ni se nos hubiera ocu
rrido hacerlo. Pero llevábamos bastante ventaja y el partido
estaba a punto de terminar. N o había tensión, de modo que
intentamos la broma para entretener al público. Y la verdad es
que funcionó.
De hecho fue de las pocas veces en que tiré un penalti. La
verdad es que no tuve muchas ocasiones para hacerlo porque
resultó que tanto en el Ajax (con Henk de G root y Gerrie
Mühren), como en el Barcelona (con Caries Rexach) y en la
selección holandesa (con Johan Neeskens) coincidí con grandes
especialistas en la disciplina.
N os queda hablar del papel que desempeñan los penaltis
para dirimir partidos que han finalizado con empate. N o soy
contrario a la tanda de penaltis. Durante mi carrera he podido
comparar tres variantes de desempate: el lanzamiento de una
moneda, el shootout norteamericano y las tandas de penaltis.
Pienso que es la menos mala de todas las opciones. N o es el
método ideal de desempate, pero tampoco le veo una alternati
va mejor. Bueno, sí, una: convertir las oportunidades que ten
gamos mientras se juega el partido propiamente dicho.
N o r m a s b á s ic a s p a r a e l l a n z a m ie n t o
DE PENALTIS
— 78 —
Los jugadores diestros que quieran enviar el balón al án
gulo izquierdo deben golpear la pelota con la parte de
lantera del interior del pie.
Si queréis que el balón vaya a la derecha, deberéis chutar
con la parte posterior del interior del pie.
También se puede golpear el balón a la manera de Johan
Neeskens: disparar recto con toda la potencia posible.
16
El portero
— 81 —
los ángulos de disparo a los atacantes y en general a mostrarse
cooperativos.
Pero volvamos al principio, al momento en el cual un chico
empieza a ocupar la posición de portero. Sobre la selección del
guardameta en el seno de estos equipos no tengo mucho que
decir, porque no existen reglas fijas. Que ocupe esta posición
quien tenga ganas de ello. Por otra parte, no soy nada partida
rio de encasillar tan pronto a los futbolistas. El fútbol tiene la
gracia de que es uno de los pocos deportes que puede ser prac
ticado por todo el mundo.
Dado que se exige que el portero juegue cada vez mejor con
los pies, se reproduce la situación que se daba cuando de peque
ños jugábamos en los parques o en la calle: si nadie tenía ganas
de ponerse en la portería, los jugadores se iban turnando para
ocupar la posición del guardameta, y todo el mundo podía di
vertirse. Com o esta posición vuelve a ser rotatoria y todo el
mundo la ocupa alguna vez, es posible que crezcan de nuevo las
ganas de lucir el número 1 en el dorsal. En los primeros entrena
mientos de un joven portero hay que evitar ponerle demasiada
presión enseñándole mil cosas. Es mucho mejor irle transmi
tiendo la información mientras se divierte en su nueva posición.
Una de las primeras cosas que hay que enseñarle es a tirar
se bien. Un joven portero debe aprender a hacerlo porque de
ese modo no le dolerá. Cuando deja de hacerse daño, aumentan
las ganas de hacerlo bien en la portería y el rendimiento mejo
ra automáticamente.
En esta fase hay que entrenar ciertas cosas con cautela. En
primer lugar, la visión de la jugada y, por tanto, cómo mover el
cuerpo. Esto significa que no solo hay que saber mirar, sino
que hay que saber moverse.
Entonces viene, claro está, el agarrar el balón, el controlar
lo y después examinar la situación una vez lo tenemos bajo
control. Ahí va lo básico. Desde ahí podremos avanzar pasito
a pasito. Com o entrenador, hay que tener muy claro que el
portero perfecto no existe. Como tampoco aún no ha nacido
el jugador de campo perfecto.
— 82 —
Fijaos que durante este período la influencia del entrenador
es muy grande. Justamente porque debe ayudar a desarrollar
el talento del joven portero y hay que tener un cuenta muchos
factores.
Entonces viene el cambio, esa época de crecimiento que
experimenta todo chico o chica entre los doce y los dieciséis
años. Uno de los principales problemas de esta edad es la coor
dinación de movimientos, que es justamente una de las princi
pales destrezas que debe tener el portero. Lo más fácil es tirar
la toalla y decir que en esas condiciones no se puede hacer más.
Pero como entrenador uno debe saber de antemano qué se
puede esperar de este proceso y cómo aprovecharlo al máximo.
A menudo verá cómo con el tiempo el portero va manejando
la nueva situación y luego retoma su progresión.
También en las etapas posteriores de la vida la formación de
un portero debe tener una orientación muy personal. La fuer
za y la resistencia necesitan ser entrenadas con los porteros que
realmente vayan muy escasos de estas condiciones. Si el porte
ro tiene un mínimo de fuerza, mejor poner el acento en otras
cualidades.
Hemos dicho que en los primeros años el portero se debe
formar en la visión de juego, el movimiento de su cuerpo y el
agarre del balón. Una vez dominadas estas facetas, podremos
empezar a entrenar la flexibilidad y la técnica.
A medida que vamos creciendo, jugamos cada vez más rápi
do y entonces hay que empezar a formar el control del ritmo.
Quiero decir que hay unas diferencias en el tiempo de acción que
hay que distinguir. Por ejemplo, se nota cuando un portero es
profesional por su falta de precipitación. Controlar el tiempo de
reacción es importante para el portero. Es una habilidad que está
directamente relacionada con el cultivo de una cierta paz interior.
Tenemos a un portero en su última fase de formación. Ase
gurémonos primero de que los principios básicos que le ense
ñaron siendo un niño los tiene bien asimilados. Cuanto más
claros los tenga, más confiado será y más tendrá esa tranqui
lidad interior tan importante. Y cuanta más tranquilidad, más
— 83 —
control de las situaciones y mejor organización defensiva bajo
su liderazgo.
Acabo de señalar que el portero perfecto no existe, del mis
mo modo que no se puede describir al portero estándar. Si
pudiéramos vivir cien años más y evaluar entonces cómo serían
los porteros del futuro, veríamos que sus características no tie
nen nada que ver con las de los porteros de ahora. El portero
de colocación, el portero técnico, el portero imbatible por los
flancos, el portero con capacidad para dirigir la defensa... Para
gustos, colores.
Mis preferencias en este terreno creo que son bien conoci
das. Por mi formación ofensiva, siempre busco porteros que
hagan bajar a defender lo menos posible a su equipo y que por
tanto sean porteros activos.
Alguien que irradie mucha tranquilidad y que no necesite
de muchas paradas para entrar en el partido, porque solo tenga
que intervenir entre dos y tres veces por partido. Alguien que
no solo sepa parar con las manos sino también jugar con los
pies, con buen sentido táctico y capacidad de liderazgo.
Claro que, más allá de todas estas cualidades, su tarea es y
seguirá siendo evitar los goles.
C in c o in d ic a c io n e s
— 84 —
17
— 85 —
ta al otro. Uno es un mordedor, es rápido y fuerte y opera en
una mitad del campo. El otro está dotado técnicamente, actúa
con mucha libertad y tiene sentido táctico.
Dado que el entrenamiento consiste principalmente en pre
servar los puntos fuertes y minimizar los débiles, uno debe apren
der de las fortalezas del otro. Dejad que durante los entrenamien
tos el lateral defensivo muestre al ofensivo cómo no perder la
posición, mientras que el segundo puede mostrar al primero
cómo afrontar el uno contra uno. Volveré sobre ello más tarde.
Primero me gustaría hablar de lo que para mí son las cuatro
condiciones básicas que debe reunir el lateral. En primer lugar,
un buen lateral tiene que ser rápido; después, tiene que saber
entrar al oponente; gozar de una buena condición física, y su
marse al juego creativo con criterio.
A partir de los diez años ya podemos iniciar la formación
de un buen lateral. Al igual que el resto de jugadores, deberá
empezar trabajando las habilidades del balón. Un lateral debe
desarrollar una técnica funcional. Aprender de la manera más
sencilla posible a detener un balón y a sacarlo jugando.
Un lateral que por ejemplo retrase un balón a su portero
dándole efecto al esférico pondrá a su compañero en un pro
blema. El portero tiene una gran necesidad de controlar el ba
lón y no podemos complicarle la vida. En este sentido, soy un
gran partidario de la técnica inglesa: hay que enviar balones
fuertes y limpios a los compañeros, e intentar jugarlos nada
más recibirlos, sin tener que controlarlos.
Uno de los métodos de entrenamiento más útiles para me
jorar la técnica funcional es el llamado rondo. Entre ocho y
diez jugadores forman un gran anillo dentro del cual dos juga
dores intentan hacerse con el balón que en principio controlan
los de fuera. En realidad, con este método se pueden tratar
todos los aspectos del fútbol que se quieran. Hay que empezar
de manera simple y, en la medida que aumente la destreza de
los jugadores, ir incrementando las dificultades.
Es fundamental la actitud con la que los jugadores empren
den un rondo. ¿Están con el ánimo bromista o tienen ganas de
— 86 —
tomarse el ejercicio en serio? Dicho de otro modo: ¿están más
preocupados por reírse del compañero que falla o por ayudar
le cuando se ve muy presionado? Esta es también la diferencia
entre retrasar un balón hacia el portero con efecto o pasarle la
pelota bien limpia. Quizá quien tira el balón con efecto eso le
saque de un aprieto, pero no ganamos nada si le creamos difi
cultades al compañero.
En el rondo empezamos por pasarnos el balón a un solo
toque. Los dos jugadores del centro se verán superados la ma
yoría de las veces. Si estrechamos el círculo para hacer el ejer
cicio más difícil, aumentan las posibilidades de falta. Así pues,
el rondo nos da la posibilidad de mejorar muchos aspectos de
nuestro juego, porque no solo mejoran las habilidades técnicas,
sino que también se incrementa la velocidad de pensamiento.
Justamente para estimularla, en un momento dado podemos
introducir a un tercer jugador en el centro del círculo. La gra
cia del ejercicio es que el jugador que tiene el balón no ve nun
ca al tercer hombre porque su campo de visión queda reducido
a solo dos defensas. Se pueden introducir más variantes, por
ejemplo, obligando a jugar solo con uno de los dos jugadores
que tienes al lado, u obligar al tercer hombre que toca el balón
a hacerlo con la izquierda.
Pero las cosas aún son más difíciles para los jugadores de
dentro del círculo. Cuando todo el mundo se haya involucrado
plenamente en la idea del rondo, cread un cuadrado de 16 x 16
en el área de penalti. Con un poco de fantasía, se pueden intro
ducir docenas de variantes. Mi experiencia me dice que todos
los futbolistas, primerizos y veteranos, disfrutan con ello.
Hasta ahora hemos hablado del rondo más bien desde el
punto de vista del juego de construcción, pero está claro que el
papel que juegan los dos o tres jugadores del centro es mera
mente defensivo. Su trabajo es perseguir el balón, y para este
desempeño también existen tres reglas básicas:
— 87 —
- Intentad meter al atacante en una situación donde como
defensor tenga todas las de ganar. Eso puede ser obligán
dole a colocarse por el lado de su pierna buena, o arrin
conándole de alguna manera.
- Entrad al atacante (tackle ).
A algunos esto último les puede sonar raro dicho por mí,
porque en algunos niveles se ha discutido la posibilidad de
eliminar el tackle del fútbol. Yo me opongo a ello, porque con
sidero que un tackle bien realizado es parte sustancial de este
deporte.
Para entrenarlo, hay que encontrar a chicos o chicas que
tengan ganas de probarlo.
El objetivo es robar el balón del contrario estirando la pier
na. Se considera un último recurso, solo hay que recurrir a él
cuando estemos seguros de que contactaremos con el balón. Si
no es así, perdemos nosotros, porque nos habremos quedado
en el suelo, inhabilitados para defender esa jugada.
Con la entrada ocurre lo mismo que con una falta bien ti
rada. Cuanto mejor lo hagamos, mejores serán las sensaciones.
Si se hace bien, el contacto del cuerpo con el suelo es mínimo.
Uno debe deslizarse sobre una parte del muslo y una nalga, con
una pierna doblada debajo del cuerpo y con la otra, la de arriba,
dirigiendo el impulso. Lo bueno es que si lo hacemos bien, nos
podemos volver a poner de pie enseguida.
La buena entrada se consigue después de bastante práctica.
A mí se me daba bien porque de pequeño jugué bastante al
béisbol, un deporte donde en muchas ocasiones se requiere
deslizarse.
N os queda la última habilidad que define al buen lateral: el
juego posicional. Se trata básicamente de una cuestión de in
tuición, que en principio no está tan desarrollada por los late
rales más puramente defensivos. Subir el balón por la banda es
algo que se le da bastante mejor al lateral de corte ofensivo. La
forma más eficaz de entrenar esta capacidad es mediante la
presión y la salida con el balón controlado. Primero se puede
— 88 —
ejercitar a un ritmo lento (el jugador que sube con el balón lo
toca un mínimo de dos veces) para después ir incrementando
la velocidad (el jugador solo puede golpear la pelota dos veces
antes de llegar arriba).
Es probable que el equipo rival juegue con dos extremos. En
ese caso, ambos laterales deben saber guardar su posición. Es
tarea del entrenador conseguir que sus jugadores mantengan la
concentración y la intensidad defensiva durante todo el partido.
La principal tarea del juego posicional del lateral es dar apo
yos. N o solo hay que reducir el espacio del que pueda disponer
su oponente, sino también vigilar la parte interior, para que su
oponente desde la banda no entre en zonas más pobladas del
campo. De lo contrario, el campo continúa siendo demasiado
grande y eso juega a favor del atacante.
Siendo más concretos: si el rival dispone de dos atacantes,
uno de ellos atacará por fuera y el otro lo hará por el centro.
De ahí que se quede un lateral libre, el cual puede ayudar al
defensa a cerrar por el medio. El peligro de ser superados por
un pase en profundidad ya no se antoja como una amenaza. Si
todo el mundo hace lo que tiene que hacer, el defensa libre
siempre será la mejor opción, porque es quien más cerca se
mueve del portero.
La máxima expresión de la defensa zonal es cuando los dos
atacantes se quedan atrapados como en un bocadillo, tan ce
rrados que ningún compañero puede buscar jugada con ellos.
Es otra manera de defender, que solo pueden llevar a cabo ju
gadores de élite.
Al principio de este capítulo he hablado de dos tipos de la
terales. La diferencia entre el tipo Berry van Aerle / Wim Suur-
bier y el tipo Frank de Boer / Dani Alves es más o menos evi
dente dependiendo de si el rival juega con dos o tres delanteros.
Ante tres delanteros, el lateral defensivo se abrirá mucho al flan
co, mientras que enfrente de dos delanteros el tipo de lateral De
Boer / Alves es más provechoso. Si uno dispone de ambos tipos
de laterales, tiene que estudiar muy bien antes de un encuentro
a qué tipo alinea.
— 89 —
Berry van Aerle pudo, basándose en su velocidad, corregir
muchas de sus tendencias, y además en sus duelos personales
era más fuerte que Frank de Boer, que no era excepcionalmen
te rápido y debía suplir esta carencia con buena colocación. De
Boer era superior en cuanto al juego creativo.
En la actualidad esto no hubiera sido un gran problema para
Alves, a quien se le piden más cualidades de delantero que de
creador. Esto tiene que ver mucho con el hecho de que hoy en
día hay muchos equipos que solo juegan con dos delanteros
que atacan por el centro. Entonces se trata de decidir qué po
sición ocuparán ambos laterales. Uno se quedará atrás a defen
der y el otro se sumará al ataque como un delantero extra. .
Si hay poco espacio porque el rival presiona, obtendremos
más de un lateral que sepa marcar al hombre y pueda recuperar
balones. Si tenemos espacio porque el rival se queda a esperar
atrás, un lateral que sepa apoyar a la delantera y tenga menta
lidad ofensiva nos será de mayor utilidad.
Justamente la naturaleza especializada de ambos tipos de
lateral —en sí misma muy valiosa— impide que tengan un sitio
seguro en un equipo de primer nivel como la selección de H o
landa. Precisamente porque dependerá mucho de qué tipo de
rival tenga uno enfrente para que uno u otro lateral tengan su
sitio en el equipo.
A la inversa, como entrenador del FC Barcelona planteaba
mi frente de ataque en función del tipo de defensa que me iba
a encontrar, y buscaba los jugadores ideales para contrarrestar
la. Contra alguien como Frank de Boer hubiera alineado a un
jugador de gran profundidad como Goicoechea, que hubiera
obligado a De Boer a concentrarse en tareas de mareaje.
Pero ante Berry van Aerle hubiera escogido a Michael Lau-
drup, un jugador con más movilidad en todo el campo y que
solía buscar combinaciones tanto con el ataque como con la
defensa. Es decir, un jugador que obligara a Van Aerle a mo
verse de su posición.
Ya veis como la posición del lateral da mucho más de sí de
lo que cabía pensar en principio. Es injusto minusvalorar la
— 90 —
labor que realizan los laterales, porque de algún modo se des
precia su aportación al trabajo de todo el conjunto. Como ocu
rre en otros aspectos del fútbol, al final se gana por detalles
como saber valorar la aportación de un lateral.
C in c o a p u n t e s
— 91 —
18
El defensa libre
— 93 —
equipo. Trabaja para que los laterales no se queden detrás de él
y lleva la última línea de defensa tan adelante como le sea po
sible, para que el equipo forme un todo y no un conjunto de
dos grandes piezas mal ensambladas. Está claro que si el equi
po está volcado al ataque, el que muchos jugadores se queden
atrás es letal, ya que el rival podrá aprovechar la separación
entre nuestras líneas para jugar con peligro.
Dado que el defensa Ubre trabaja constantemente para que
la interacción entre la defensa y el ataque sea óptima, es lógico
que muchos de los mejores defensas Ubres de todos los tiempos
hayan sido antes centrocampistas. Ahí están los ejemplos de
Franz Beckenbauer, Franco Baresi, Ronald Koeman y también
de Ruud Krol, que había llegado a actuar como interior dere
cho.
En categorías inferiores, la formación de un defensa libre
puede comenzar muy tempranamente. Existen dos maneras de
fomentar que un futbolista joven madure como defensa libre.
La primera consiste en que, en un partido donde el rival alinee
a tres delanteros, igualemos el número de efectivos de nuestra
defensa con el de su ataque. Es decir, con dos laterales y un
defensa libre. El peligro es que debido a la natural inercia de
contar con un defensa central, nos juegue malas pasadas y per
damos el partido. Pero también habría que tener mala suerte.
Se trata sobre todo de saber dirigir al equipo evaluando las
múltiples opciones de juego disponibles. El otro método es
permitir que el defensa libre ocupe un rato una posición central
en el centro del campo. Esto es, con mucha gente a su alrededor
para obligarle a entrenar su velocidad de pase.
De esta manera se desarrollarán con naturalidad tanto sus
cualidades defensivas como su velocidad operativa. D os cuali
dades que se perderían si a este jugador de talento lo hiciéramos
jugar como puro último hombre.
Durante el proceso de aprendizaje entre los diez y los doce
años, no podemos exigir al niño que haga las mismas cosas que
Ronald Koeman en sus mejores tiempos. N o es realista esperar
que un niño de esta edad haga un pase en profundidad hacia
— 94 —
una banda. Solo, quizá, que vea la posibilidad de hacerlo, por
que el físico no le acompaña para conseguirlo, pero si sabe
identificar el momento y la oportunidad para efectuar un pase
de este tipo, estaremos en la buena dirección.
Reconocer las oportunidades es una cualidad esencial de un
buen defensa libre. Cuantas mas cosas vea, menos tendrá que
defender. Por eso en un momento dado se llega a la fase en la
que la combinación defensa libre / centrocampista defensivo
(medio centro) se hace imprescindible para liberar al defensa
libre de las tareas de mareaje. Pensemos en la vanante Danny
Blind-Wim Jonk. D os futbolistas tan buenos en el juego posi-
cional, que no esperaban a los delanteros por atrás, smo que los
cubrían por delante. El delantero rival quedaba encajado entre
el defensa libre Danny Blind y el medio centro Wim Jonk.
Hablando con propiedad, nadie lo marcaba, pero el juego po-
sicional de sus dos oponentes impedía que recibiera el balón en
condiciones y neutralizaba su peligrosidad.
Ya veis que soy muy partidario del tipo de combinación
Blind-Jonk en el Ajax, Koeman-Guardiola en el Barcelona, o
aun Koeman-Jonk de la selección holandesa. Sobre todo por
que habían comportado la transformación de un «delantero»
en un «defensa», cosa que favorecía la creación de juego.
Debido a las mejores cualidades futbolísticas del equipo, se
pierden menos balones. En vez de tener que recuperarlo, pon
gamos, cincuenta veces, solo hace falta que trabajemos duro
para recobrarlo veinte veces. Y esto solo puede significar menos
esfuerzo defensivo.
Ahí reside también la diferencia entre un equipo de altísimo
nivel y un equipo bueno. Pongamos por caso el A C Milán y el
Inter de Milán de los años noventa. Las diferencias de calidad
no había que buscarlas entre sus delanteros, sino entre sus de
fensas. Mientras que los zagueros del Inter no tenían dotes
ofensivas, Maldini, Tassotti y Baresi eran capaces de marcar
goles importantes.
Esta diferencia también se pudo apreciar en el período
1977-1984, cuando el poder del Liverpool era incontestable en
— 95 —
Inglaterra y también en Europa, donde consiguió cuatro cetros
continentales. Mientras que los equipos británicos jugaban con
un único futbolista técnico en el centro de la defensa, el Liver
pool siempre alineaba a dos.
Son precisamente este tipo de jugadores los que determinan
el escenario de un partido. Dado que Ronald Koeman era capaz
de dejar atrás con sus pases largos a cuatro, cinco e incluso seis
rivales, los delanteros de su equipo podían concentrarse en me
ter el balón en la portería. La gracia de estas jugadas tan eficien
tes (que cuanto más rápidas mejor) era como la de los cuchillos
que cortan igual por ambos lados. En primer lugar, muchos
jugadores se podían lanzar al ataque para recibir los pases de
Koeman, por lo que este tenía más opciones de pase. En segun
do lugar, el equipo era más peligroso.
Claro que si el resto de jugadores no piensa en la misma
dirección que el defensa libre, es como dejar que un buen ju
gador quede atrapado en el hielo. Por buenos que fueran Franz
Beckenbauer, Ronald Koeman y Franco Baresi, sin buenos
compañeros de equipo se hubieran quedado en poca cosa.
Si el resto del equipo no tiene ningún sentido de la antici
pación respecto de las acciones del defensa libre, el juego de
todo el equipo se resiente. Cuando pasa esto, se suele cargar
todo el peso de la responsabilidad sobre aquel. Las críticas
que Koeman recibió en su día por sus actuaciones con la se
lección holandesa son un buen ejemplo de ello. N o mucha
gente vio que no era Koeman la fuente del problema, sino el
resto del equipo. Y es que probablemente no entendían hasta
qué punto se pueden explotar las cualidades de un buen de
fensa libre.
Cuando un tipo como Koeman conduce el balón, el equipo
rival tiene que preocuparse por desbaratar alguna de las tres
líneas de pase: la del hombre que tiene al lado, el centro del
campo y las bandas. Si se rompe alguna de estas tres, el defensa
libre puede tener problemas.
Esto indica hasta qué punto la actuación del defensa libre
depende del trabajo de equipo. Aparte de su talento.
— 96 —
C in c o apuntes
— 97 —
19
El centrocampista defensivo
— 99 —
entonces como enganche y, a partir de ahí, puede jugar hacia la
derecha o hacia la izquierda. Es importante que sea muy efec
tivo y por tanto debe apoyarse en una técnica fiable. Cuanto
más rápido sepa mover el balón, más efectivo será. Cuantos más
toques para pasar el balón, más se retrasará el juego del equipo
y más predecible resultará a ojos del rival.
Concretando un poco más, si el centrocampista defensivo
no hace bien su trabajo, tendrá que ser el primero en cortar el
contraataque del equipo rival. Si lo hace bien, su equipo goza
rá casi siempre de ventaja ofensiva. En resumen, es una pieza
fundamental dentro del equipo.
Al igual que ocurre con el último hombre, no tiene mucho
sentido hacer jugar en esta posición a un joven futbolista en
plena formación. El jugador debe desarrollar primero una bue
na técnica antes de convertirse en un buen centrocampista de
fensivo. Al igual que el defensa libre, el centrocampista defen
sivo debe estar capacitado para jugar en una zona central del
campo. Esto es, con mucha gente alrededor, donde resulta fun
damental una rápida capacidad operativa.
Superada esta fase, el chico o chica ya puede ser «descubier
to» en función de esta posición. Al final, se trata de encontrar
a un chico o chica con buena técnica, buena visión de juego y
no demasiada velocidad. Alguien que sabe jugar bien con la
pelota en los pies, pero que tendría problemas para superar a
un oponente en el uno contra uno. Un jugador, en definitiva,
que tiene que encontrar soluciones para jugar con eficacia. Al
guien que no es rápido corriendo, pero que es rápido actuando.
Tener a jugadores como Gerrie Mühren y Aron Winter en esta
posición no tendría sentido, porque muchas de sus cualidades
quedarían ocultas, y esto sería un pecado. Es más bien una
posición reservada para gente como John van den Brom o Wim
Jonk, hoy retirados, o para el actual Busquets. N o son muy
rápidos, pero compensan esta carencia con una gran eficiencia
operativa. Todo gracias a su buena técnica y visión de juego.
Por supuesto que existen posibles variantes a este esquema.
Tanto el Ajax como el Barcelona han empleado muchas veces
— 100 —
defensas de tres, donde el medio centro actuaba como un cen
trocampista defensivo puro. El A C Milán convirtió a veces a
uno de sus laterales en un cuarto centrocampista, mientras que,
aun habiendo recuperado el balón, un defensa central tipo Cos-
tacurta continuaba encargándose de marcar al delantero centro
rival. Cuando en el A C Milán los impulsos ofensivos no eran
conducidos por Maldini o Tassotti, el equipo necesitaba a gen
te tipo Frank Rijkaard. También les habría venido bien Pep
Guardiola, que estaba en el Bar^a.
Y luego está el sistema holandés, donde sin posesión tene
mos a cinco hombres en la defensa, y con recuperación a dos
laterales ocupando las alas del centro del campo.
Pero bueno, independientemente de la manera en que yo
utilice un medio centro, es fundamental que, además de una
buena técnica y una buena visión, se coordine bien con el de
fensa libre y el centrocampista ofensivo. Debe estar constan
temente en contacto con estos dos para determinar si es mejor
que el equipo vaya hacia delante o conserve sus posiciones.
En su papel defensivo, el medio centro, en colaboración con
el defensa libre, se asegura de que el delantero centro del equi
po rival sea defendido por delante y por detrás. Es como si el
delantero quedara embutido entre dos rebanadas de pan, como
en un bocadillo. Es una buena manera de defender, y no solo
requiere de una buena comunicación, sino también de una dis
ciplina de hierro. Y para ello se necesita, además de calidad,
mucho trabajo en el entrenamiento.
Cuando uno es entrenador, recibe muchas preguntas de los
jugadores más conscientes. Es crucial saber responder con ra
pidez. Una pregunta que siempre me hacían era sobre lo que
había que hacer en caso de que el delantero rival se moviera con
libertad. Mi respuesta siempre era recordar que muy pocos
delanteros saben que hacer estando solos. A partir de esta idea,
empezábamos a trabajar el sistema defensivo.
Si se efectúa correctamente el juego posicional, la distancia
entre el medio centro y el defensa libre no será nunca superior
a los 15 metros. El delantero rival se moverá entre ambos. En
— 101 —
ese espacio de unos diez metros es casi imposible recibir un
pase largo desde el aire y también es muy difícil superar por
arriba a un defensa de metro ochenta.
Cuando los dos defensores están bien posicionados, tam
bién es casi imposible que el delantero reciba un pase largo a
ras de suelo. Por mucho que el delantero se mueva, siempre se
encontrará a uno de los dos defensas, ya que no estarán sepa
rados por más de cuatro o cinco metros.
Si un delantero solo es marcado por delante, siempre reci
birá por el suelo, y esto es justamente lo que se trata de evitar.
Dejadme recordar que cuando entrenaba al Barcelona nunca
llegó a portería un delantero con el balón controlado desde
atrás.
Un entretenimiento al que me he aficionado a lo largo de
los años es fijarme en delanteros que maniobraban en situa
ciones que les resultaban incómodas. Fijaos en que los arietes
británicos siempre buscan el contacto con un defensa. Así que
mejor no poner a nadie. Es gracioso ver cómo entonces el
atacante pierde el sentido de la orientación. Al no notar enci
ma a ningún defensa, pierde el sentido de la orientación y deja
de ser un problema.
Vale lo mismo para un delantero rapidísimo y tan hábil
como Wayne Rooney. Ponle encima a un defensa y durante el
partido se te escapará un par de veces. Es mucho mejor que se
las vea con una defensa de tres, y que se dedique a defenderle
el defensa que en ese momento tenga más cerca. Para salir ai
rosos de este tipo de defensa, es importante no entrar al rival
enseguida, y centrarse más bien en sus compañeros y en cerrar
los espacios.
Las distancias en la defensa son muy importantes. Para con
seguirlo, se necesitan defensores que sepan jugar el balón y una
organización sólida. Defended en situación de uno contra uno
dentro de un espacio de cinco metros. Veréis que para el delan
tero resulta muy difícil manejar bien el balón. Mientras que
vuestros colegas se aseguren de que el espacio entre vosotros y
ellos siga siendo pequeño, no habrá problema.
— 102 —
La delantera rival no puede hacer mucho daño mientras el
centrocampista defensivo posea las cualidades que le faltan al
defensa libre. De este modo dispondremos de una zona central
del campo que podremos considerar segura. La tarea de ambos
jugadores será juntar las líneas del equipo y organizar el juego
posicional.
Al igual que «todos» los defensas, debe tener un sentido de
la propiedad colectiva. Al igual que los laterales y el defensa
libre, el centrocampista defensivo debe saber defender por de
trás de su espalda. Dado que pocos jugadores saben hacerlo, ya
tenemos una pista de por qué los sistemas tácticos desde hace
cuarenta años se han ido volviendo más defensivos. Así que
todos los defensas deben ser entrenados desde el principio para
ser versátiles.
C in c o a p u n t es
— 103 —
20
El interior izquierdo
— 105 —
Por eso siempre me ha parecido una lástima que en Holan
da el interior izquierdo esté en peligro de extinción, quizá por
que también lo está la visión típicamente holandesa del fútbol.
También veo que el interior izquierdo, en vez de tener que
trabajar menos, cada vez trabaja más. De futbolista ha pasado
a ser un atleta, cubriendo grandes distancias y repartiendo ba
lones por doquier.
Como entrenador, esto me parece un pecado, y de ahí que
no esté dispuesto a aceptar este cambio. Bajo mi mando, el
interior izquierdo siempre disponía de un delantero para él,
porque así podía recuperar su papel de toda la vida.
En mi visión del fútbol, el interior izquierdo tiene un rit
mo de carrera razonable, defiende razonablemente bien y jue
ga increíblemente bien al fútbol. Es un futbolista capaz de dar
pases mortales y pases al hueco. Un futbolista que no juega
justo detrás del extremo izquierdo, sino por la parte interior
del pasillo del lateral izquierdo. De ahí que no solo pueda
hacer triangulaciones con el extremo y el lateral de la banda
izquierda, sino que también pueda triangular con el lateral iz
quierdo y el medio centro. Es el guardián del juego posicional,
por lo que además de sus cualidades técnicas también tiene
una gran visión del conjunto, porque las posiciones a su alre
dedor también cambian mucho atendiendo al movimiento del
balón.
Por lo general, tiene que vérselas con un oponente en posi
ción simétrica. En la mayoría de clubes el centrocampista de
recho es un jugador con una gran profundidad que se mueve
mucho y rápido. Por eso, para poder ganarle la partida, el in
terior izquierdo en situación de defensa tiene que ser vivo y
estar siempre al quite. La zona del interior izquierdo debe ser
segura y por eso el duelo entre estos dos tipos de futbolista es
tan emocionante.
¿Cóm o se distingue a un interior izquierdo? Pues es tan
fácil como eso. Es un tipo de jugador que se distingue él solo.
Generalmente, es alguien que pide el balón, que disfruta jugan
do y que tiene una buena visión de juego. Una diferencia crucial
— 106 —
con el extremo izquierdo es que no descansa después de cada
acción.
También hay que notar que los extremos sin buen disparo
se conviertan en laterales izquierdos y no en interiores izquier
dos. Si como extremo izquierdo no destacas por tu técnica,
como interior izquierdo tendrás problemas. Generalmente se
encuentran más laterales izquierdos. En Holanda, Theo van
Duivenbode y Hugo Hovenkamp fueron ejemplos de esta re
conversión exitosa allá a principios de los setenta.
En capítulos anteriores he ido repitiendo que no pasa nada
si durante el entrenamiento los jugadores van cambiando de
posición. De este modo, algunas cualidades que nos habían
pasado desapercibidas en ciertos jugadores, pueden salir a la
luz. La excepción a esta norma es el interior izquierdo. Porque
no me puedo imaginar a jugadores como Van Hanegem, Müh
ren y Rivelino cambiando de posición. A jugadores como estos
hay que dejarlos ir madurando en su posición de inicio.
En los entrenamientos, puedes trabajar con el interior iz
quierdo para mejorar su posesión del balón y acelerar su ritmo.
Algo que se puede hacer como entrenador de categorías infe
riores es insistir para que se conviertan en jugadores ambidies
tros. Bueno, la verdad es que siempre ha sido una ilusión mía
que ha resultado vana. Uno se sienta y se conforma con ver que
el jugador se siente más cómodo y seguro utilizando su pierna
izquierda sin grandes fiorituras. Hasta que un día vuelve a apa
recer esa pierna de seda que más que tener un pie parece llevar
un guante. Un instrumento dorado donde parece que el costa
do interior funcione un poco menos bien que el exterior. Uti
lizan solo una pierna, pero aun así son mejores que otros con
las dos piernas.
H a quedado bastante claro que me encanta este tipo de
jugador. Son muy especiales en muchos aspectos. Todo empie
za con esa manera tan suya de caminar. Un poco como si nada
fuera con ellos, aunque después, durante el partido, no se note
ningún desapego. L o bueno es que su manera de jugar nace en
realidad de su amor por el juego. De ahí que en general sean
— 107 —
futbolistas que aguantan mucho tiempo en este deporte. Juga
dores como Van Hanegem, Rivelino, Gerson, Mühren y Charl-
ton ya habían superado con mucho la treintena y seguían sien
do fijos en sus selecciones. Como jugaban muy bien al fútbol
y tenían una gran visión de juego, jugaban con eficiencia y
duraron más tiempo.
Desgraciadamente, y al igual que los extremos, son jugado
res condenados a la extinción. Es un proceso contra el que voy
a luchar con uñas y dientes, con la esperanza de que con el
tiempo pueda convencer a mucha gente de que el clásico inte
rior izquierdo no es algo que deba pertenecer al pasado del
fútbol. Y que el dorsal con el número 10 no pase por todos los
jugadores de la plantilla, sino que tome residencia en el único
tipo de jugador que siempre se lo ha merecido.
C in c o a p u n t e s
— 108 —
21
El interior derecho
— 109 —
de muchas maneras. Cuando yo jugaba de delantero puro, te
nía tendencia a irme hacia la izquierda. Así, me llevaba conmi
go un par de defensores que dejaban un espacio considerable
tras de sí que podía y sabía aprovechar un interior derecho
como Johan Neeskens. En la actualidad pasa lo mismo en el
Barcelona cuando Messi se aparta hacia la izquierda, dejando
espacio a Xavi. Tanto Neeskens como Xavi han podido hacer
muchos goles durante sus carreras.
Cuando buscas a algún joven interior derecho, te encuen
tras básicamente con chicos con muchas cualidades diferentes.
Normalmente son jugadores que pueden jugar tanto en la par
te central del medio del campo como decantados a la derecha.
Son, sin excepción, muy buenos en el juego posicional, técni
camente competentes y siempre ambidiestros, y tienen una
buena visión general del juego.
Entre sus características, lo que más se parece a una carencia
es que están poco dotados para las acciones individuales. Es
muy raro ver a un interior derecho tanto intentar el uno contra
uno como salir airoso de él.
Estamos hablando pues de un buenísimo futbolista que no
tiene ni un pero. Un jugador que aúna muchas cualidades di
ferentes, sin tampoco sacar un 10 en ninguna. Bueno, sí, quizá
se merezca esta calificación su sentido del juego posicional,
aunque este aspecto pase desapercibido para la mayoría, justa
mente porque es algo indefinible. Digámoslo ya: un interior
derecho está siempre en el lugar correcto en el momento pre
ciso. En mis tiempos como entrenador del Barcelona, Eusebio
respondía a este perfil. Era un jugador que siempre llegaba
cuando había que hacerlo, con muchas ganas de balón, no de
masiado rápido, pero siempre trabajador. En las categorías in
feriores uno ve que un jugador de estas características suele
jugar en varias posiciones. Pero a medida que el jugador va
subiendo, y donde se trata de irse especializando, suele encon
trar su posición. Muchos jugadores de banda no llegan arriba
como tales, y ven su posición retrasada, donde pueden mante
ner cierto nivel de juego.
— 110 —
El interior derecho se empieza a distinguir en esta fase, ya
que por ejemplo defiende bien, pero no de una manera excep
cional. También sabe atacar, pero tampoco de una manera ex
cepcional. Gracias a su temperamento equilibrado, el interior
derecho ofrece un punto de apoyo estable entre las aventuras a
veces caprichosas del extremo derecho y la explosividad del
lateral derecho. Es decir, jugadores que pueden cubrir un poco
la espalda del interior derecho y por quienes este trabaja mucho.
La importancia del interior derecho queda subrayada por
el hecho de que en muchos casos es considerado una segunda
opción para otras posiciones. Y en efecto, gracias a su sentido
táctico, el interior derecho puede ser utilizado en muchas otras
posiciones.
Un entrenador puede incluir a un jugador de estas caracte
rísticas en casi todas las variantes tácticas. Prueba de ello son
las carreras dejan Wouters y de Wim Jansen, quienes durante
sus carreras ocuparon varias posiciones con gran fiabilidad.
Estaban especializados en el costado derecho, pero en caso de
emergencia podían ocupar casi todas las posiciones del centro
del campo o de la defensa.
Mientras que el interior izquierdo es una excepción que
debe su éxito a su pierna izquierda de seda, el interior derecho
es más versátil. También tiene mucho que ver con el hecho de
que es ambidiestro, de manera que también puede ocupar otras
zonas del campo y mostrar otro tipo de virtudes. Mientras que
el primero, siendo como es un estilista único, puede marcar las
diferencias, el interior derecho tiene el don especial de aportar
equilibrio al equipo. Es el factor correctivo, alguien con quien
los otros diez jugadores pueden contar siempre, un enlace vital
del equipo.
C in c o a pu n t e s
— 111 —
2. Trabajad la técnica.
3. H ay que saber pasar al pie y al espacio.
4. Girad sobre vuestro eje para obtener una vista general
de la situación.
5. Trabajad para ser ambidiestros.
— 112 —
22
El centrocampista ofensivo
— 113 —
equipo, un jugador que cohesiona. Su tarea es incluso más com
plicada porque en realidad su línea está únicamente conforma
da por su posición.
Esto indica hasta qué punto es importante que dicho cen
trocampista sea versátil. H a sido bendecido con un sentido
perfecto de la proporción, y la verdad es que una evaluación
equivocada del juego pondría a alguna de las tres otras líneas
en peligro.
Tanto en su trabajo ofensivo como en el defensivo, tiene
que tener una buena visión de juego. Per ejemplo, si sube de
masiado, el centrocampista defensivo y los dos interiores pue
den tener problemas.
El centrocampista ofensivo tiene por tanto que guardar mu
cha serenidad, porque sus ganas de marcar a menudo minan su
interés por el juego de equipo.
Concretando más, puede ocurrir que deje atrás al defensa
libre y que se encuentre por delante con un espacio de siete
metros. Una reacción lógica sería hacer la maniobra necesaria
y lanzarse hacia la portería rival. Pero si perdiera el balón, pon
dría en problemas a todo el mundo, porque en ese caso hasta
seis jugadores (tres delanteros y tres centrocampistas) se que
darían en mala posición y el rival podría lanzar un contraataque
mortal de necesidad.
Aunque su reacción natural sea la de embestir la portería
contraria, el centrocampista ofensivo debe domar su instinto e
intentar por ejemplo un pase en profundidad, acción que ten
dría la virtud de mantener las líneas de ataque cohesionadas.
Debe tener paciencia, porque en la configuración táctica que
defiendo, no cabe permitir en modo alguno que en esa posición
se pierdan según qué balones.
El tiene que vigilar, por así decirlo, al centrocampista de
fensivo rival y a un delantero, y tiene la obligación no solo de
estar pendiente de ellos, sino de estar en el sitio correcto para
desbaratar sus acciones. Normalmente es cuestión de un metro
más hacia aquí o hacia allá, cosa que por cierto indica la impor
tancia que para él tiene dominar el juego posicional.
— 114 —
Se puede decir que existen dos tipos de centrocampista
ofensivo:
E l n e t a m e n t e o f e n siv o
E l d e c o r t e d e f e n s iv o
— 115 —
variante más ofensiva, el centrocampista defensivo deberá
deslizarse un poco hacia delante, para que la separación entre
líneas no se amplíe demasiado. Si jugamos en cambio con el
de corte defensivo, en general jugaremos más seguros porque
el centrocampista puramente defensivo tendrá que retrasar
ligeramente su posición. Pero en ambos casos las tareas para
el centrocampista ofensivo son las mismas. Tanto el uno como
el otro tienen que saber jugar en equipo. Cuando el equipo
tiene la posesión del balón, tienen que situarse en posición de
peligro para la portería rival; cuando se pierde la posesión,
tienen que salir a la caza del rival para desbaratar su salida del
balón.
Como ocurre en tantos casos, la excepción confirma la re
gla, y aquí tengo que citar a Diego Armando Maradona. So
bre el papel, jugaba como centrocampista ofensivo, pero en la
práctica no cumplía, como parece obvio, con los criterios de
este tipo de jugador tal como yo lo he descrito. De hecho, él
se desempeñaba en un sistema de dos delanteros formando
una línea de un solo jugador por detrás del delantero centro.
En realidad tampoco se trataba exactamente de un sistema de
dos delanteros, porque en teoría solo tendría que haber un
jugador en posición central. El valor ofensivo añadido venía
pues del centrocampista ofensivo a lo Maradona, que no solo
jugaba ofensivamente justo por detrás del delantero centro,
sino que también cubría las maniobras de este al guardarle la
espalda.
Al final se llega a la conclusión de que el centrocampista
ofensivo desempeña una tarea muy difícil, pero también muy
bonita. Al buscar a un tipo de jugador así primero hay que
intentar encontrar a un centrocampista con cualidades ofensi
vas. A alguien que en todas las posiciones de ataque se sienta
como en casa, y que durante el partido busque el balón y esté
encantado de jugar con libertad.
Si no lo hace así, es una pieza del puzle que no encaja y todo
el concepto de juego se cae a pedazos.
— 116 —
C in c o a p u n t e s
— 117 —
23
Los extremos
— 119 —
ma 4-4-2. He optado siempre o bien por el 4-3-3 o bien por un
3-4-3, y nunca me he desviado de ahí.
Optar por tres atacantes supone automáticamente que dos
jugadores jueguen por la parte de fuera. Para mí se trata de la
guinda del pastel, porque aquí estamos hablando de verdaderos
futbolistas. Tipos que saben centrar con precisión y disparar
bien. Muy a menudo, jóvenes que tienen poder de atracción
sobre el público. Por lo general, son tipos algo extravagantes,
cosa que también hay que valorar. También uno tiene que saber
qué quieren y qué no pueden hacer.
La gran cualidad que todos comparten y que destaca por
encima de las otras es, sencillamente, que saben jugar muy bien
al fútbol. Esta es la mejor base a partir de la cual trabajar con
este tipo de jugadores, aunque luego podamos poner el acento
sobre cuatro cuestiones distintas.
En primer lugar, el extremo tiene que dominar el movimien
to orientado a centrar un balón para el remate. Se trata de una
acción donde el pasador y el rematador actúan coordinadamen
te. Centrar bien es un requisito fundamental. De ahí que el
extremo deba estar técnicamente bien dotado y tenga una bue
na visión de juego.
Para poder pasar bien el balón el extremo tiene que saber
moverse hacia atrás y luego centrar bien. Sin esta habilidad,
cualquier acción de pase está condenada al fracaso. También
tiene que tener sentido posicional, porque no dispone de mu
cho espacio y está limitado por las líneas de banda y córner.
Tiene que sacar el máximo provecho de este mínimo espacio.
Aun más: debe ser capaz de evaluar la situación en la zona de
ataque del otro lado. Tiene que saber adonde dirigir el balón,
si a la zona del punto de penalti o al segundo palo, por ejemplo.
También debe saber cuándo centrar, porque si lo hace dema
siado pronto estará entregando el balón al contrario y, si se
espera demasiado, la jugada ya no tiene mucho sentido. En la
práctica, hay pocos jugadores que dominen este aspecto a la
perfección.
Un extremo debe demostrar su manejo del balón sobre todo
— 120 —
a través de una técnica efectiva. En el momento en que recibe
el balón, ya debe saber cuál será su próxima acción. Sobre todo
porque, a diferencia de un centrocampista o del delantero cen
tro, no puede ir en todas direcciones. La línea de fondo se lo
impide, de modo que tiene que concentrarse en el único lado
por el que podrá atacar. En apariencia, las posibilidades son
limitadas, pero, en la práctica, es mejor así. Siempre, claro está,
que el extremo reconozca su situación y se dé cuenta de que
debe buscar la eficacia en sus acciones.
El extremo puede optar por dos tipos de jugada. La pri
mera es la auténtica jugada del lateral, donde se dribla al opo
nente hasta llegar a la línea de fondo para centrar desde allí.
En la segunda variante, el defensor rival no es superado por el
extremo, sino por el balón. Esto se consigue jugando el balón
hacia algún espacio libre y manteniendo al lateral a distancia.
Es decir, como si el centro se efectuara delante del lateral. Así
que hay que golpear el balón con efecto para que no dé en
nuestro oponente. Y también con fuerza, para que el delante
ro pueda rematarlo con mayor facilidad, superando así a su
marcador.
Por desgracia, efectuar un centro así resulta una tarea casi
imposible para el ochenta por ciento de extremos. Sobre todo
porque en la actualidad este tipo de acción la efectúan casi siem
pre los laterales o algún centrocampista. Antes, la realizaban
con bastante mayor fiabilidad especialistas como John Rep,
Sjaak Swart, Piet Keizer o Coen Moulijn. Eran jugadores que
a veces eran ambidiestros (Swart) y que entonces resultaban
muy difíciles de defender. Marc Overmars tenía esta cualidad.
Al ser ambidiestro, podía superar a su defensor atacándole por
el lado de su pierna mala.
Un extremo izquierdo es, en nueve de cada diez casos, un
zurdo puro. Por eso es crucial que, tal como he dicho antes, la
acción de coordinación entre el pasador y el rematador sea
perfecta. Esto puede suponer que previamente el lateral dere
cho rival se haya visto superado por su pierna mala, es decir,
por dentro, y que luego el extremo izquierdo haya tenido que
— 121 —
rectificar y volver a buscar la línea de fondo con su pierna iz
quierda para centrar desde allí.
Jugadores como Coen Moulijn y Biyan Roy solo necesita
ban un par de metros para realizar esta maniobra con éxito. Es
muy sencilla, pero ¡oh!, también muy eficaz.
Pero ¿qué ocurre en la práctica? A lo largo de los años, la
mayoría de los entrenadores ha exigido de sus extremos que
fueran expandiendo su radio de acción. Es un proceso que ha
condenado a jugadores como Moulijn y Roy a la desaparición,
porque hay que trabajar mucho con ellos y se pide demasiado
de cada acción que realizan.
Un caso paradigmático fue el de Roy. Al final, casi nunca
tenía ocasiones de centrar, mientras que durante su formación
había podido progresar mucho en este sentido. En esa época,
el problema se originó fuera del recinto del Ajax. A pesar de
tener tan buenas cualidades, Roy nunca las pudo desarrollar
plenamente en las categorías inferiores de la selección holan
desa. Mientras estuvo en el Ajax junto a Richard Witschge, era
una pieza fija de las convocatorias de la selección juvenil. Pero
como en Zeist se trabajaba en base a un sistema 4-4-2, Roy
nunca llegó a jugar muchos partidos y Witschge tuvo que adop
tar un doble papel de interior izquierdo / extremo izquierdo.
En esa época eso me sacó de mis casillas y todavía no me expli
co cómo puede ser que algunos entrenadores puedan dormir
tranquilos después de sacrificar a algunos talentos únicos ya en
categoría juvenil.
¿Cóm o puede ser que los laterales sean más importantes
que jugadores como Stanley Matthews, Jairzinho, Garrincha,
Piet Keizer o Coen Moulijn? Es el mundo al revés. Yo no he
visto nunca que un buen lateral derecho se convirtiera en un
buen extremo derecho, mientras que al contrario ha ocurrido
unas cuantas veces. Sin pretender quitarle importancia al late
ral, dejadme decir aquí que un extremo debe estar en la jerar
quía futbolística por encima de un lateral. Y no entiendo cómo
pueden ignorarlo tantos entrenadores.
También vemos cómo en la actualidad se abusa del inter
— 122 —
cambio de posición entre los extremos. O sea, del zurdo colo
cado en la banda derecha y del diestro en la izquierda. Es un
recurso que va a expensas de la calidad. En lugar de centros que
se van alejando de la portería, tenemos centros que van acer
cándose a ella. Para el delantero, sin embargo, los ideales son
los del primer tipo, porque el balón no solo se aleja del portero
sino que le viene de cara para un remate franco, duro y certero.
Pero el principal problema para el extremo reside sobre
todo en la evolución de los sistemas tácticos. La mayoría de
equipos han ido pasando de las defensas de tres o cuatro juga
dores a las líneas de cinco jugadores, con tres efectivos espe
rando en la zona central. Esto ha repercutido en el espacio del
que disponía el extremo, que todavía se ha reducido más. Los
entrenadores no han tardado en concluir que el papel del ex
tremo debe ser revisado de nuevo.
Pienso sinceramente que cada uno puede tener una opinión
diferente sobre la forma como se debe jugar a este deporte. Y sé
que en él hay entrenadores más conservadores que otros. Pero
que nadie me diga que hoy en día un extremo no tiene sitio en
el fútbol porque no puede superar a una defensa fortificada.
Esto no lo puedo concebir, no lo entiendo.
Las victorias más importantes que obtuve como entrenador
del Ajax y del Barcelona se produjeron gracias al hecho de
haber alineado a tres delanteros. Así que hay que saber de qué
estamos hablando.
El problema es la posición en la que colocamos al extremo.
Justamente contra defensas reforzadas es esencial disponer de
un delantero que tenga profundidad. Bordeando el fuera de
juego, a ser posible. Si no se hace así y obligamos al extremo a
volver a menudo a la línea del centro del campo, perderá más
balones, y tanto él como el centrocampista de su lado deberán
correr mucho detrás de ellos. Así que lo mejor es que el extre
mo no se deje caer atrás, y que se aleje todo lo que pueda del
defensa libre. Así, el lateral se verá obligado a esperar al extre
mo en el uno contra uno, porque en principio nadie más puede
hacerlo en esa posición.
— 123 —
De hecho, existen dos reglas de oro para el juego del extre
mo. Con posesión, no solo debe buscar la mayor profundidad
posible, sino que también debe acercarse todo lo que pueda a
las líneas laterales. Así amplía el campo y el resto de jugadores
del equipo disponen de más espacio para avanzar. Al perder la
posesión, debe esprintar no absurdamente de delante hacia
atrás, sino hacia el interior del terreno. A sí no consigue única
mente reducir el campo de juego del rival, sino que además gana
la espalda a uno de los defensas centrales. Formulado de otra
manera: con posesión de la pelota, el extremo debe moverse en
la longitud del campo; con pérdida de posesión, en su anchura.
Se puede dar el caso de que el rival juegue con un lateral que
avance con gran profundidad. En casos así, hay que mantener
la cabeza fría. Yo dejo que el lateral avance todo lo que quiera
y busco el robo en el momento en que entrega el balón. Enton
ces, pongo a funcionar rápidamente al extremo. Si se hace bien
un par de veces, veremos cómo nueve de cada diez veces el
entrenador rival modera de inmediato las veleidades ofensivas
de su lateral para pedirle que se concentre en nuestro extremo.
¡Como debe ser!
Por desgracia, la práctica demuestra que la mayoría de en
trenadores pasa por alto la enorme calidad de algunos jugado
res, que son las principales víctimas de su falta de visión. D es
de aquí hago un llamamiento a todos los entrenadores de las
categorías inferiores para que reviertan esta tendencia. Hay que
estar muy ciego para no ver que la destreza técnica en las cate
gorías inferiores está dando pasos atrás.
También corresponde a la federación holandesa parar este
proceso. Ya he dicho antes que fue en parte ella quien puso en
marcha esta dinámica (Roy/Witschge). Por lo tanto, demos un
buen ejemplo en Zeist* y volvamos al arte, a la belleza del fút
bol. Cuanto más hagamos correr a un futbolista, menos futbo
lista será.
¡Aún estamos a tiempo!
— 124 —
C in c o a p u n t e s
— 125 —
24
El delantero centro
— 127 —
fácil. Dicho de otra manera, los otros jugadoreí tienen entre
sus tareas la de aliviar el trabajo del delantero centro.
Uno de los métodos es mantener a los extremos pegados a
la banda con el objetivo de ensanchar el campo para darle más
espacio. Los centrocampistas y los defensas también suben para
liberarlo de ciertas tareas. En general, el objetivo es que pueda
maniobrar en situaciones de uno contra uno. En situaciones así
puede y debe desplegar sus cualidades. Su visión de juego, su
técnica, su velocidad y su facilidad para marcar.
La historia ha demostrado que hay cuatro tipos de delan
tero centro.
En primer lugar tenemos al clásico ariete, al cual ya nos
hemos referido puntualmente al hablar de fútbol británico. De
técnica no excesivamente depurada, tiene mucha facilidad para
golear. Es alguien especializado en golpear el balón hacia la
meta: con la cabeza, con la pierna o con el pecho, da lo mismo.
El fin justifica los medios.
Luego tenemos al delantero centro de combinación. Se tra
ta de jugadores como Pelé, Michael Laudrup y yo mismo. Ju
gadores que preparan la jugada desde atrás y que de vez en
cuando marcan ellos mismos.
La tercera variante es el finalizador oportunista, el delan
tero que caza balones sueltos. Dentro de esta categoría, el
ejemplo perfecto es Gerd Müller. N o salía mucho de su zona,
apenas participaba en el juego colectivo, pero cuando tenía
una oportunidad, hacía saber a todo el mundo que en efecto
estaba allí.
Por cierto, yo no incluyo a Romario en esta categoría. Al
igual que Van Basten, era demasiado técnico. Soy más bien
propenso a incluirlos en la categoría de delanteros de combi
nación.
El cuarto tipo es más bien un producto de nuestra época.
Un delantero que juega completamente entregado a su equipo,
al revés de lo que dice la tradición. Pienso en alguien como Dirk
Kuyt. Se tira al suelo, entra al defensor y lucha para que tam
bién marquen otros. Este tipo de delantero se ve cada vez en
— 128 —
más equipos. Son jugadores con muy buenas cualidades físicas
y buen ritmo atlético.
Con todo el trabajo que desarrolla este tipo de delanteros,
no les podemos exigir que sean técnicamente refinados, que
actúen como un pequeño ariete oportunista o que sean rema
tadores imponentes.
He observado con regularidad cómo los puntas dotados
técnicamente marcan menos cuando juegan en formaciones
tácticas de 4-4-2. N o es sorprendente. Com o digo siempre:
cuanto más tengas que correr, menos jugarás al fútbol.
Com o delantero centro pasé por todas las etapas de la evo
lución en este puesto. Primero fue la etapa en que me podía
meter en la zona de gol sin complicaciones o salir de ella para
jugar tranquilamente al fútbol. Luego vino una época de cam
bios tácticos en que se hizo mucho hincapié en la defensa. Los
jugadores como yo, a quienes nos gustaba ir de cara a portería,
tuvimos que inventarnos cosas para poder seguir haciéndolo.
Entre mis hándicaps estaba mi físico, que no se cuenta entre
los más fuertes. Algo que podía hacer Wim Kieft, por ejemplo,
que era llevarse el balón y anotar con un defensor pegado a la
espalda; pero para mí era imposible.
En ese período aprendí sobre todo que tema que explotar
el espacio en el campo. El cómo poder, jugando de delantero
centro, aprovechar el disciplinado juego posicional de mis com
pañeros. Empecé a bascular un poco para crear espacio para los
demás. Pero también trabajé para generar ese espacio para mí,
para poder encarar la portería sin dar rodeos.
En el Barcelona tratamos de jugar así con Michael Laudrup.
Es agradable ver cómo sigue siendo lo mismo con Lionel Mes-
si. Se bascula un poco, se buscan algunas combinaciones y,
cuando la situación lo permite, se encara la portería.
He oído a mucha gente insistir en que en el Barcelona a
veces jugábamos sin extremos, pero esto es francamente absur
do. Siempre buscábamos variantes para encontrar la manera de
superar al contrario, pero una cosa que nunca se tocó fueron
los flancos.
— 129 —
Si queríamos combinar por fuera, el delantero centro salía
un poco. Cuando jugábamos con Laudrup en punta, los extre
mos eran entonces nuestros peones más adelantados. Si que
ríamos mantener las posiciones, Laudrup se dejaba caer tran
quilamente a su derecha para crear espacio para el juego.
Contra un equipo de mentalidad marcadamente defensiva,
Bakero era el encargado de romper el hielo, y así Salinas tenía
la oportunidad de jugar adelante, ya que además nos interesa-
ba jugar en profundidad. Cuando el rival quería jugar al fútbol,
era el momento para que Bakero jugara de centrocampista
ofensivo y Laudrup de delantero centro para cambiar un poco.
Cuando ciertos defensores y centrocampistas tenían el día,
los jugadores del Barcelona merodeaban sin miedo por la zona
caliente y ocupaban hasta el último espacio disponible. Esto
era para mi lo más bonito: cuando el delantero centro partici
paba plenamente en el juego del equipo.
Es bonito ver que el club ha respetado esta manera de hacer
en sus grandes líneas. Pero solo se puede jugar así con el campo
ensanchado, y eso lo ha conseguido el Barcelona manteniendo
los flancos abiertos sin caer en la tentación de cerrarlos.
Ya he indicado que el delantero centro es un tipo de jugador
especial. A menudo, es el futbolista que resulta más atractivo
del equipo. Para conseguir este estatus se requieren muchas
cualidades, tanto tácticas como técnicas.
En primer lugar el delantero centro tiene que conseguir una
altísima rapidez operativa, sobre todo en espacios pequeños.
Con mencionar a Van Basten y a Romario bastará para saber
de qué hablamos. También tiene que ser bueno en el juego
posicional: debe saber dónde pararse y cuándo. En el Barcelo-
na juegan para posibilitar que su delantero centro esté cerca de
la portería y encarado a ella al recibir el balón.
Jugadores como Van Basten y Romario aunaban práctica
mente todas las cualidades que deben encontrarse en un gran
delantero centro. Sabían jugar bien el balón, superar a un rival,
chutar bien a portería, centraban bien la pelota y tenían buen
olfato de gol. N o eran precisamente valorados por su gran ca
— 130 —
pacidad de trabajo y entrega, o sea que tampoco se trataba de
ponerles las cosas difíciles. Por eso necesitaban unos buenos
flancos, no solo para ensanchar el campo, sino también para
juntar líneas. Tener a jugadores como Van Basten y Romario
operando en campos reducidos era quizá su mayor ventaja.
Esto demuestra lo fácil que es convertir a grandes indivi
dualistas como los delanteros centro en buenos jugadores de
equipo. Es cuestión de dar y recibir. H az que el resto del equi
po concentre las cualidades básicas del juego de ataque —entrar
por los flancos, reducir la separación entre las líneas, tener buen
juego posicional y una gran velocidad de entrega del balón— y
Van Basten y Romario se verán obligados a estar constante
mente alerta.
Si todo se hace bien entre todos, veréis cómo los puntas
también jugarán en equipo. Esto pone nuevamente de relieve
que el fútbol es un juego de equipo y que, con la ayuda de uno,
el otro puede contribuir como el primero a conseguir los ob
jetivos de todos.
C in c o a p u n t e s
— 131 —
25
El equipo ideal
— 133 —
arte en la élite es utilizar al máximo el talento individual y a
partir de ahí formar un buen equipo. Si funciona, si el equipo
trasciende la mediocridad, es porque en su seno hay mucho
valor añadido. Para formar el equipo ideal buscaré una fórmu
la que me permita colocar el máximo talento posible en cada
posición. Además, intentaré que las cualidades de uno se com
plementen con las de sus compañeros.
Así que en primer lugar seleccionaría a extremos como Piet
Keizer (izquierda) y el brasileño Garrincha (derecha), a cen-
trocampistas como Bobby Charlton (izquierda) y Alfredo di
Stefano (derecha). Estos dos últimos no son solo técnica y tác
ticamente brillantes, sino también físicamente inatacables. O
sea que pueden liberar de trabajo a estilistas como Keizer y
Garrincha, y que no tenga que ser al revés.
Es más, con una selección de laterales como Ruud Krol
(izquierda) y Carlos Alberto (derecha), Charlton y Di Stefano
tendrían el apoyo técnico y de velocidad que les permitiría no
tener que trabajar como locos.
Los mismos criterios me sirven para el eje del campo. Ten
go en mente a jugadores como Franz Beckenbauer, Pep Guar-
diola, Diego Armando Maradona y Pelé. Pelé y Maradona se
complementarían perfectamente, porque el enorme sentido de
la responsabilidad de Pelé contrarrestaría el individualismo de
Maradona.
Estoy seguro de que durante el partido Pelé actuaría como
una especie de figura paterna sobre Diego. Gracias a las buenas
sensaciones que suelen tener los futbolistas, Maradona le de
volvería la confianza a Pelé y se entregaría a fondo.
Por esa misma razón seleccionaría en este equipo ideal al
legendario Lev Yashin para el puesto de portero. Con una suma
de talentos tan impresionante, no comportaría ningún perjuicio
contar con otra figura paternal que hiciera bajar a la tierra a esa
pléyade de estrellas.
Ya se debe haber fijado el atento lector de este libro en que
no he valorado específicamente el ritmo de carrera. Odio inclu
so esta palabra porque en los últimos años se ha sacado mucho
— 134 —
de contexto. Ha acompañado ese proceso donde el futbolista se
ve obligado a correr más y por tanto a jugar menos al fútbol.
Mientras el truco consista en explotar el espacio en el campo,
quien tiene que hacer el trabajo es el balón y no las piernas.
Esto nos lleva finalmente a la transición natural desde el
análisis individual de cada jugador a las prestaciones colectivas.
Hemos visto que tenemos técnica, visión de juego y sobre todo
mucho talento dentro del equipo. Ahora se trata de que estos
once individuos sepan crear espacios en el campo como equipo
para sacarle el máximo provecho individualmente. Apelamos
nuevamente a la calidad de todos. Al sentido posicional de cada
uno para que el equipo juegue unido.
Todavía me molesta enormemente ver las líneas del equipo
muy separadas, cosa que obliga el equipo a recorrer grandes
distancias. Mientras que la gracia está en que los jugadores jue
guen juntos. Solo así se pueden crear oportunidades, y las pier
nas no trabajan tanto como el balón. Así es como surge auto
máticamente la capacidad técnica necesaria para imponerse al
rival.
Para mí es tan fácil como esto. Se necesita visión de juego
para mantener juntas las líneas, técnica para mover el balón
eficazmente (con un solo toque, por ejemplo), trabajar para
hacer lo que hay que hacer y dejar que el talento haga el resto.
O sea, que no tanto correr y correr, y más mirar y ¡¡jugar
al fútbol!!
— 135 —
26
— 137 —
cosas. A partir de la base de su propia técnica, te enseñaba a
mejorar la tuya.
A menudo, esto funciona mejor con un jugador que con
alguien que no tenga más que un título, porque el jugador es
tará más inclinado a dar al chico o chica la formación que ne
cesita. Entre los jóvenes, prima el deseo de mejorar la técnica.
Y es que a esas edades es algo increíblemente importante. Es
como montar en bicicleta. Algo que se aprende a los seis años
y que a los dieciséis no se ha olvidado.
Esta técnica más adelante será la base del juego posicional,
donde la técnica se aúna con la visión de juego. Esto demuestra
que para las diferentes fases de formación se necesitan diferen
tes tipos de entrenador. Desde el jugador del primer equipo
que enseña a los chicos o chicas lo que pueden hacer, hasta el
entrenador del primer equipo para quien lo más importante es
ganar.
El último es el que busca el rendimiento adecuado. Quien,
además de entrenar con sus jugadores, está pendiente del equi
librio general. Cuando todo el mundo está cabizbajo, él mira
hacia arriba. Cuando hay euforia, siempre se saca alguna críti
ca de la manga. Por eso nunca me he fiado de los entrenadores
que hacen entrenar más duro a sus jugadores cuando las cosas
no van bien. N o han entendido nada.
Un entrenador también debe ser capaz de identificar el pro
blema de ese jugador que lo hace todo perfecto en los entrena
mientos, y que luego en los partidos se bloquea. Alguien que
funciona bien con el mánager, pero no con el entrenador.
A veces el entrenador y el director técnico coinciden en una
sola persona. Pep Guardiola, del Barcelona, es uno de ellos.
Fue un jugador con una gran destreza técnica que durante su
carrera se preocupó siempre por la organización del equipo.
Una vez en el banquillo utilizó toda su experiencia para repen
sar la organización del equipo.
Durante mi carrera, tuve tres directores técnicos y entrena
dores que me formaron como futbolista. El primero fue Jany
van der Veen, en el Ajax. Era una combinación de entrenador
— 138 —
juvenil y entrenador de primer equipo. Era alguien que había
jugado al más alto nivel y que tenía un gran ojo para la ubica
ción de cada jugador. Fue a buscar a Barry Hulshoff a la delan
tera para llevarlo al medio centro y a la internacionalidad. Tam
bién supo convertir al defensor Wim Kieft en un delantero que
llegaría a ser el máximo artillero de Europa. Van der Veen tam
bién supo transformar al extremo Wim Suurbier en el mejor
lateral derecho del mundo.
Después de Van der Veen tuve a Rinus Michels. Un verda
dero entrenador. Fue quien me enseñó a comportarme y a pen
sar como profesional. Entonces llegó Stefan Kovacs. La gran
diferencia entre ambos era que Michels asumía toda la respon
sabilidad, mientras que Kovacs la concedía. En ambos casos, el
método funcionó hasta que se alcanzó el límite de todos. Cuan
do Michels ya hubo formado a sus jugadores, cuando estos ya
eran capaces de asumir sus propias responsabilidades, se fue.
Entonces llegó el momento de Kovacs. Al cabo de un par de
años, llegó la hora de su destitución, ya que los jugadores se
habían convertido en los dueños. Empezaron a hacer cosas que
luego no se veían en los partidos.
Todas estas experiencias me influyeron cuando me conver
tí en entrenador. Al igual que Van der Veen, cambié a algunos
jugadores de posición para que rindieran más, y como Michels,
asumí toda la responsabilidad. Finalmente, y al igual que K o
vacs, a algunos jugadores les di mucha responsabilidad.
Pero lo más importante fue lo que aprendí de sus errores.
Pongamos por ejemplo la final de Copa de Europa que los del
Ajax perdimos ante el A C Milán en 1969, con Michels en el
banquillo. Teníamos mejor equipo, y sin embargo perdimos 4 - 1 .
Por primera vez un equipo holandés llegaba a una final, pero
no pudimos manejar la situación. Michels, que estaba muy ner
vioso, no pudo en ningún momento sacarnos la energía nega
tiva de dentro para impulsar al equipo.
D os años despues llegamos de nuevo a la final, y esta vez
pareció que tanto Michels como el equipo habíamos superado
la prueba y ganamos de manera convincente.
— 139 —
Más adelante, pude experimentar esa misma situación como
entrenador, cuando con el Barcelona disputamos la final de la
Copa de Europa contra la Sampdoria bajo una presión fortí-
sima. Intenté transmitir a los jugadores que aquel era un día
demasiado especial en sus días para entrar en él con negatividad.
Por suerte, mi mensaje caló en el grupo.
Esto demuestra hasta qué punto para un entrenador la ex
periencia es un grado. Y no solo la experiencia propia, cómo
nos comportamos en el pasado nosotros en esa misma situa
ción, sino también cómo lo hicieron otros. Por eso, haber sido
antes jugador de alto nivel te da una gran ventaja como entre
nador. N o es ninguna garantía de que acabes triunfando como
tal, pero por lo menos empiezas bien la carrera, con ventaja
sobre el resto.
— 140 —
27
El árbitro
— 141 —
Si por ejemplo un chico saca mal de banda, no es bueno
aplicar el reglamento a rajatabla y pasar el balón al equipo con
trario para que efectúe el lanzamiento. Es preferible hacer saber
al chico qué ha hecho mal. N o tiene nada que ver con ser par
ciales, sino con ayudar a unos chicos a desarrollarse como fut
bolistas. Si el líder lo entiende igual y no se queja, habrán hecho
un buen trabajo.
Hasta la categoría de cadetes, la función del deporte debe
ser primordialmente educativa. A partir de ahí, la actitud del
árbitro debe replantearse, porque entonces el factor resultado
tiene importancia en la formación de los jugadores. Estamos
en plena pubertad de los chavales, o sea que quieren tener razón
en todo y rompen en conatos de rebeldía. En esta fase creo que
las cualidades del árbitro es imposible que estén a la altura del
papel que juega esta figura en el carácter del futbolista. Ahí
tiene que actuar como un buen diplomático, ya que su función
didáctica no siempre obtendrá el resultado deseable.
Sigo pensando que la fase alrededor de los quince años es
muy interesante. Sobre todo si, en lo que concierne a líderes,
entrenadores y árbitros, sabemos separar el grano de la paja.
La supervisión de los jóvenes futbolistas sea probablemente lo
más complicado y en ese punto los responsables necesitan usar
todo el tacto posible.
Se trata de insistir sobre tres puntos: el respeto al rival, el
respeto a los compañeros y el respeto al árbitro.
Los jóvenes no deben percibir estos puntos como un ejer
cicio de docilidad, sino como la observación de valores funda
mentales. Quien no lo vea así, no es que no se esté comportan
do bien como futbolista, sino que fuera del terreno de juego,
donde es mucho más importante, tampoco lo estará haciendo
como persona. De ahí que no me canse de enfatizar la gran
responsabilidad educativa del árbitro.
En consecuencia, voy a romper una lanza para que futbo
listas y árbitros concluyan que van en el mismo barco y que
deben colaborar. Y podemos tratar con árbitros de cuatro tipos
diferentes:
— 142 —
El árbitro rutinario se conoce al dedillo el reglamento,
pero no tiene mucha sensibilidad respecto al juego. Sue
le provocar irritaciones innecesarias.
- El árbitro autoritario es aquel para quien la brecha de
edad es algo insalvable. Casi no hay interacción y quien
se atreva a contradecirle tendrá graves problemas.
- El árbitro fanático. Estamos ante la típica historia del tipo
que en su vida cotidiana pinta poco. El partido da salida
a sus frustraciones. ¡Mucho cuidado con él!
- El empático no sabe lo que es el estrés, pero tampoco se
deja llevar así como así. Es alguien con quien los jugado
res conectan bien. En mis tiempos, Frans Derks respon
día a este perfil. Era alguien que distinguía perfectamen
te entre un insulto y una respuesta emocional. Si como
arbitros somos capaces de hacer este tipo de distinciones,
no nos romperán el partido.
— 143 —
de queda y que tenía que callarse sus opiniones. Aunque no
pudiera entenderme, sacó la tarjeta roja y me expulsó del
campo.
Mi opinión es que el pobre Glóckner sufría en todos los
frentes. Yo siempre me sentí más cómodo con árbitros ingleses.
Los duelos donde es difícil dirimir cuánto y quién, siempre los
resuelven a la primera. Pero por encima de todo, tienen la ha
bilidad de acabar protegiendo a los jugadores porque se les da
muy bien arbitrar según el espíritu de la competición.
Mientras tanto, ha ido mejorando el nivel del arbitraje,
siempre en vistas a su total profesionalización. Es una buena
cosa, que creo que será más eficaz dotándonos de equipamien
to sofisticado, que posibilitará que el árbitro tenga un mayor
control sobre el partido. El fútbol es y seguirá siendo un juego
de errores, que no solo cometen entrenadores y jugadores, sino
también los árbitros.
Por eso yo establecería un proceso de selección más mo
derno. Creo que es un problema que los árbitros sean designa
dos por sus colegas. O sea, por gente que vive en el mismo
mundillo que ellos y sobre el cual planea el peligro de aliena
ción respecto al resto de la sociedad. Yo soy más partidario de
una evaluación semanal por parte de jugadores, entrenadores,
público y prensa. Los resultados de la misma, informatizados,
podrían tomar forma de clasificación a final de temporada.
A partir de ahí, de entre los veinte árbitros de primer nivel,
por ejemplo, descendería de categoría a los dos con puntuación
más baja y completaría el cupo con los dos mejores árbitros de
la categoría inferior.
De este modo, los mejores árbitros de fútbol destacarían
con naturalidad. Y serían árbitros que saben silbar atendiendo
al ánimo de cada partido. Porque independientemente del gru
po de edad, uno aguanta de pie o se deja caer según vea la si
tuación.
— 144 —
28
C in c o l ín e a s
— 145 —
cante algo más adelantado, más un punta todavía más adelan
tado con dos extremos por las bandas.
A partir de esta disposición se pueden aplicar todo tipo de
variantes. Más arriba, he hablado de mi variante favorita, que
en cierta manera forma la base del libro: una defensa de cuatro
(incluyendo al centrocampista defensivo), y por delante el cen
trocampista defensivo, que anticipa la posición del punta. Los
costados permanecen inalterables.
A continuación me referiré a una manera ligeramente dife
rente de jugar, porque he constatado que varios equipos holan
deses la están utilizando. Solo que de manera incorrecta, en
tiendo yo.
Si nos fijamos en la disposición de los jugadores en el cam
po, veremos que la parte ofensiva se desenvuelve en una exten
sión del terreno de juego que va desde el campo propio, más o
menos desde el círculo central, hasta el punto de penalti del área
rival. Esto es, en un espacio de 45 metros de longitud por 60 de
anchura. Esto nos da nueve metros de separación entre las lí
neas.
¿Por qué son tan importantes estas distancias? Porque, al
no estar separadas, las diferentes posiciones en el campo traba
jan con más eficiencia. Además, así siempre se tiene a más gen
te delante del balón.
Y aquí es donde se revela el error de cálculo de muchos
equipos. Demasiado a menudo el medio centro abandona su
parcela de atrás y se lanza hacia delante. Entonces llega a con
vertirse en un segundo delantero, jugando justo detrás del pun
ta. Si uno de los otros dos centrocampistas penetra hacia dentro
para cerrar el hueco, nuestro lateral se verá obligado a defender
de golpe un terreno de 20 o 30 metros en lugar de uno de 10.
El control sobre la situación disminuirá y el sentido de la orien
tación dentro del equipo también.
Si deja que el medio centro juegue un poco hacia atrás, cuan
do el equipo pierda la posesión aquel podrá ejercer de tapón.
Tomando como ejemplo a la selección nacional de Holanda,
podríamos situar a Wesley Sneijder (que tiene buena visión de
— 146 —
juego y un muy buen pase interior) en esta posición. A la de
recha podríamos colocar a un buen conductor de juego como
Nigel de Jong y a la izquierda a Rafael van der Vaart, dado que
esta posición requiere un jugador más bien zurdo que además
sepa entrar hacia la portería contraria en el momento adecuado.
Esta última posición no debe estar nunca a más de 10 metros
del lateral zurdo.
Otra variante sería proteger la zona de detrás de Sneijder
situando en ella a alguien como Mark van Bommel. En ese caso
Sneijder podría jugar un poco más a la derecha. Con Van der
Vaart en la izquierda tendríamos un centro del campo bien
organizado.
De este modo arriba habría más sitio para un delantero y
dos jugadores en las bandas. Un punta con gran profundidad
de recorrido o con movilidad facilita el trabajo de cohesión
entre las cinco líneas. Marco van Basten era del primer tipo y
yo del tipo móvil. Y en ambos casos funcionó bien en la selec
ción. En este sentido, es bueno contar con un nivel alto en todas
las posiciones.
Para atacar, se necesita defender más arriba y presionar so
bre la salida del balón. Cuando se pierde el balón, las líneas
están tan juntas que una acción individual por parte de un de
lantero pocas veces acarrea problemas, porque además la por
tería queda protegida por seis o siete jugadores. Jugando de esta
manera, el pase largo queda desterrado y estamos a la altura de
la superioridad que muchos equipos holandeses a menudo se
piensan que tienen.
Si las cinco líneas se mantienen y todo el mundo hace lo que
debería, las triangulaciones, tan esenciales para el juego posi
cional, van surgiendo de manera natural. O sea que un jugador
se concentra en el pase, otro en la recepción del balón y el ter
cero se desmarca a la espera de su turno para recibir.
En resumen, ¿para qué complicar la cosa si las fórmulas
sencillas son las que funcionan mejor?
— 147 —
L a c o n st r u c c ió n
— 148 —
ca del equipo atacante. En ese momento, tanto el extremo como
el punta podrían maniobrar en una situación de uno contra
uno.
La segunda posibilidad para el lateral es hacer llegar el ba
lón al extremo después de un sprint de máximo 2 0 metros, que
este a su vez puede hacer llegar al emergente interior derecho.
Si este empieza a tiempo, tendrá ventaja sobre su marcador y
tendrá unas cuantas opciones de pase entre las situaciones de
uno contra uno creadas a lo ancho del campo.
La intención de todas estas variantes es sorprender al rival
y crear el caos. Retomemos el primer ejemplo. Si el lateral iz
quierdo contrario y su centrocampista han dejado llegar al ex
tremo izquierdo con el balón a los pies y este sabe cómo supe
rar a su oponente, todo se hace mucho más fácil. El extremo
podrá centrar y entonces el punta entrará desde la banda dere
cha en la que se había situado hasta el primer palo y dejar tras
de sí un hueco enorme para que entre el interior derecho. Me
diante esta jugada, Johan Neeskens (Ajax y selección holande
sa) y André Hoekstra (Feyenoord) marcaron un montón de
goles. Esto también se aplica a Sjaak Swart, que tenía un ins
tinto especial para este tipo de jugadas y, que yo sepa, era el
único extremo izquierdo que sabía cabecear por encima de su
hombro derecho. Esto explica el increíble número de goles que
fue capaz de marcar como extremo.
Con un tipo de ataque así, hasta tres cuartas partes del equi
po se quedan detrás del balón y por tanto encaradas a portería.
De ahí que el riesgo de un contraataque peligroso quede muy
minimizado y en cambio haya muchas opciones de emprender
un nuevo ataque al estar muchas zonas de ataque ocupadas por
nosotros.
Es obligatorio que mientras el lateral izquierdo esté arriba
atacando, nuestro portero y el resto de la defensa estén ocu
pados buscando las posiciones de defensa adecuadas. Mientras
el ataque sigue su curso, tanto la defensa como el centro del
campo deben estar preparados para una eventual pérdida de
balón.
— 149 —
En el caso de que el portero contrario interceptara el centro
de nuestro extremo, el punta podría enseguida poner en aprie
tos al guardameta, presionándolo. Esto incrementaría la velo
cidad de acción del portero, obligado a sacar con prisas. En ese
mismo momento, la defensa y el centro del campo, alertado,
deberían poner las cosas muy difíciles al rival.
De ahí que consideremos al delantero centro como el primer
defensor, del mismo modo que antes el portero era el pri
mer atacante. De nuevo, una prueba de que tanto individual
mente como en equipo debemos ir un paso por delante de los
rivales tanto defensiva como ofensivamente.
Es una forma de juego bastante sencilla de entrenar, razón
por la cual me pregunto por qué hay tan pocos equipos que la
practiquen. Mientras tanto, el pase largo sigue siendo la norma,
y así continuamos evitando el problema del fútbol moderno
en vez de solucionarlo.
CÓRNERS
— 150 —
que en un partido provocamos ocho saques de esquina. Pues
bien, serán ocho problemas que tendremos que solucionar. Si
juegas más lejos de tu portería, concederás cuatro córners y
seguirás teniendo problemas, pero menos. Tanto como la mitad
menos.
Veamos entonces cómo podemos lograr que esos cuatro
problemas restantes nos afecten lo mínimo. Yo siempre empe
zaba mandando am ba a quienes eran malos cabeceadores. Sue
le haber tres de ellos, y a menudo es gente de ataque. Con estos
tres delante, el rival tiene que dejar a cuatro atrás. Contando al
hombre que saca el córner, el rival tenía a cinco efectivos que
no acarreaban peligro. Como siempre se pone a un tipo en la
frontal del área para recoger los rechaces, tenemos a cuatro
atacantes por defender en primera instancia.
De estos cuatro, normalmente dos cabecean bien, y dos,
mal. Normalmente, los buenos cabeceadores se sitúan juntos.
Le doy un poco la vuelta al problema y pongo a mis dos buenos
con sus malos, y me olvido. Esto me deja todavía con dos pro
blemas por resolver. De mis dos cabeceadores malos, tengo a
uno que no tiene mal salto y que se puede situar junto al hom
bro derecho del rematador. Si luego nos aseguramos de que
haya suficiente espacio en el área pequeña, el último rematador
será cosa del portero.
Para manejar mejor una situación de estas, es necesario que
el balón sea centrado bien alto. Se puede forzar un saque alto
si colocamos un defensa entre el palo y el límite del área peque
ña (cinco metros). El balón deberá subir entonces un par de
metros más.
A modo de resumen recordaré que la acción defensiva más
importante de todas las que he descrito es situar a tres hombres
arriba. Si el equipo rival se muestra más osado y solo sitúa a
tres hombres detrás, mi portero tendrá siempre la opción, en
caso de hacerse con el balón, de lanzarlo a nuestro hombre más
rápido para que efectúe el contraataque. Con solo que les asus
temos una vez, habremos acabado con el problema.
Si somos el equipo que lanza el córner, empecemos por el
— 151 —
lanzador. A menudo al segundo palo a un compañero, para que
se sitúe a unos veinte metros de la portería en dirección a la
línea de banda. Para alejar el peligro de una irrupción al área
desde allí, el rival suele alejar a un par de defensas de la portería,
dejando más espacio para una segunda acción. Para acabar, diré
que para mí un córner no es una única oportunidad para crear
peligro: primero el balón que colocamos para el remate, y lue
go el rebote.
JUGADAS
— 152 —
so instante en que el delantero acude a ese espacio, el espacio
para hacer la jugada del extremo se ha cerrado.
Por eso me irrita tanto que se repita por pereza que el ex
tremo sobra, porque el problema ha venido precisamente por
otro. N o sé cuántas veces como entrenador he discutido con
periodistas incapaces de ver una jugada y sí en cambio de cri
ticarla.
N o pueden entender que alguien juegue mal por culpa de
otro y que él no tenga culpa de un supuesto error. Mientras
que ningún otro sabría explotar las cualidades de un extremo.
Solo un gran jugador es capaz de acertar o fallar después de
considerar la dualidad entre una acción anticipada y la acción
real.
Este problema todavía se ve más durante los partidos en los
que el rival se ve de golpe reducido a diez efectivos. Esto debe
ría ser una ventaja para nosotros, pero vemos que cada vez más
el equipo con once jugadores es el que tiene el problema. Esto
es así porque de golpe los jugadores se ven con más espacio
para jugar porque el oponente se ha recluido atrás, y no saben
qué hacer con él. Lo que se ve a menudo es que el balón se
juega en rondos y que no avanza.
La única manera de solucionar este problema es buscar el
uno contra uno en todas las zonas del campo. La mayor venta
ja es que aumenta el ritmo de partido. Ningún jugador del equi
po rival puede manejar el balón con tranquilidad y lo pierde con
más facilidad, cosa que genera de inmediato más espacio y más
situaciones de superioridad. En ese momento todo el equipo
tiene que estar pensando en el espacio para sacar el máximo
rendimiento de la jugada siguiente.
Si jugamos así, es obvio que el rival no se podrá permitir ni
un solo error, al contrario que nosotros, que disponemos de un
hombre más que puede operar entre los defensas y los centro-
campistas rivales. Ellos están condenados a esperar allí y a ir
moviendo el balón, mientras que la enorme presión que sopor
ta el hervidor no ha disminuido.
Si contmuamos jugando así, anticipando la jugada, aunque
— 153 —
no obtengamos ninguna garantía de acabar ganando, sí que
sabremos que como mínimo vamos a crear alguna ocasión.
UTILIZAR LA LÓGICA
— 154 —
Para aprovecharse de este tipo de cosas, como futbolistas
debéis buscar los puntos débiles del oponente para aprovechar
los.
Vuestro oponente también puede intentar lo mismo con
vosotros. Sabiéndolo, podemos también ser más listos que él y
tratar de sorprenderlo.
Cuando, hace tiempo, con el Ajax empezamos a utilizar la
presión sobre el contrario, requeríamos la participación del
lateral izquierdo en tareas ofensivas. Entonces, yo me quedaba
en la segunda línea, algo decantado a la izquierda. Los rivales
eran conscientes de que yo sabía jugar con la zurda, pero que
lo hacía peor que con la diestra. Así que era de prever que me
intentaran tapar el costado derecho para que tuviera que irme
con la zurda.
Pero esta desventaja se acabó convirtiendo en una ventaja
porque entrené adicionalmente mis centros desde la izquier
da con el lado exterior del pie derecho. En la práctica, terna
exactamente el mismo efecto que centrando con la pierna iz
quierda.
Lo mejor de todo fue que para lograr el golpeo con la parte
exterior del pie, debía hacerlo en plena carrera, por lo que a la
hora de centrar ganaba una fracción de segundo respecto de un
centro con la zurda. A menudo, el oponente se veía sorprendi
do por esos centros «acelerados» gracias a los cuales nacieron
bastantes ocasiones de gol.
Vale la pena aclarar que esos centros no pretendían ser un
número de circo, sino una acción práctica. Queda claro que lo
práctico en el fútbol también suele comportar belleza.
El mejor ejemplo es por supuesto la transformación que
debe realizar el equipo cuando pierde la posesión. Sobre todo
si se trata de un equipo eminentemente ofensivo, porque en
tonces se supone que defensivamente es menos fuerte.
La gracia es ir reduciendo los problemas. N o solo a través
de complicados procedimientos tácticos, sino más a menudo
utilizando sencillamente la lógica.
— 155 —
E j e c u c i ó n s im p l e
— 156 —
pese a todo, y casi sin darse cuenta, los chicos y las chicas aca
ban siempre volviendo al reglamento del fútbol sin aditivos.
El 6 contra 6 se juega con un portero y cinco jugadores de
campo, de modo que los equipos se pueden organizar en tres
lineas. El problema es que estas lineas están tan cerca unas de
otras que uno tiene que jugar bien el balón para hacerlo llegar
a su compañero. N o suele haber nunca un último hombre,
porque la escasez de espacio obliga a verte en todo momento
en situaciones de uno contra uno.
En esta situación cada joven jugador debe aprender auto
máticamente tanto a superar a su oponente como a dar juego a
sus compañeros. O sea que, sin que nadie se lo explique, el joven
ya se las ve con situaciones de creación de juego.
Esto también funciona así para el portero, que no solo debe
parar los balones, sino que a veces también tiene que marcar al
hombre y a veces tiene que salir con el balón controlado.
Las competiciones de fútbol callejero son ideales para
aprender conceptos para los chicos y chicas menores de doce
años. A partir de esa edad, ya se pueden aplicar muchas más
técnicas de entrenamiento. Obligado a moverte en un espacio
pequeño en situaciones de uno contra uno, el niño se da cuen
ta de que la técnica simple es la más eficaz. Quien quiera jugar
reteniendo el balón, mejor que se olvide. Al igual que quien
quiera jugar largo. Es un juego que sirve para desaprender todo
lo malo que se ha hecho en el fútbol holandés todos estos años.
En todas las situaciones de las que he hablado en este capí
tulo, fijaos que siempre hablo de dos o como máximo tres ju
gadores involucrados. Dado que reglamentariamente el fútbol
se juega con once, esto revela todo cuanto implica el fútbol. Pero
ejercitarse con estos juegos carece de sentido si para empezar
no se domina la técnica básica.
— 157 —
29
— 159 —
PSV rigen normas diferentes que para el Heracles y el Roda,
por ejemplo.
Por suerte, he visto cómo en los últimos años ha crecido el
conocimiento mutuo. Pero aún podría mejorarse.
Pensemos en la situación de los futbolistas. Una buena coo
peración entre clubes comportaría un mayor equilibrio. Yo
todavía viví la época en que ganabas 10.000 euros pero el club
podía pedir por ti 10 millones. Era ridículo, por supuesto, pero
ahora las cosas se han desmadrado en la otra dirección. Un
jugador puede negarse a alargar un contrato y, mediante la car
ta de libertad, conseguir una increíble mejora de su estado fi
nanciero mientras que el club no recibirá nada por él.
En muchos casos esto no tiene sentido y lo que hace es
fomentar el recelo entre los clubes. En ese caso el problema es
el jugador.
Pensando en el conjunto conseguiremos que nuestra in
dustria funcione mejor. Esto también vale para el fútbol no
profesional, y también para otros deportes. Porque cuando
eres el mayor, tienes una gran responsabilidad en este sentido.
Puedes por ejemplo crear la atmósfera propicia para que se
formen atletas de otros deportes. Estarás trabajando desde la
base para que en nuestro caso Holanda sea una nación depor
tivamente más fuerte. Con el tiempo, esta implicación no be
neficia únicamente al fútbol, sino también al olimpismo y a
millones de deportistas.
— 160 —
ríos que no saben nada de deporte puedan cerrar contratos tan
suculentos.
Volvamos al jugador con carta de libertad. Hubo un día en
que los clubes tuvieron la idea de que no pagar a otro club por
la obtención de un jugador determinado era una ganga. Aunque
luego le duplicara o triplicara el salario, representaba que había
hecho una buena adquisición.
Es un error enorme, propiciado por gente que solo se fija
en lo que gasta, mientras que una ley no escrita dice que el
mejor jugador es también quien más debe cobrar. Si no, son
problemas para el vestuario. Es algo que un entrenador no debe
permitir. Aunque luego se quiera empezar de cero, la unidad
en el grupo ya se ha arruinado.
Y también se rompe algo dentro del club. Por culpa del
tesorero o de algún directivo que se ha creído más listo que
nadie, al entrenador se le crea un problema de difícil solución.
Luego, como el entrenador no consigue arreglar esa delicada
situación y los resultados no acompañan, es cesado.
En otras palabras, la gente que provoca la situación al final
carga las culpas sobre la víctima. Por eso, como entrenador
siempre quise tener la última palabra en los salarios que pedían
mis jugadores.
Es increíble el daño que puede hacer un traspaso libre mal
gestionado. En primer lugar se le hace mucho daño al club de
procedencia, que no puede aprovechar para nada la atención
mediatica. N o obtendrá m un céntimo de traspaso y encima
tendrá que gastarse dinero para cubrir la plaza vacante. Mien
tras que el representante del jugador en muchos casos sí obten
drá rédito del traspaso.
Es el mundo al revés. Si el club de destino abona unos de
rechos de traspaso, el club de origen puede reinvertir ese dine
ro en un tercer club. Esto crea un efecto benéfico del cual todo
el mundo saca algo positivo. De la otra manera, el dinero no
sale al circuito y como mucho va a parar a la cuenta bancaria
particular de un intermediario o un jugador.
Encima, un jugador sobrevalorado por definición no ren
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dirá como se espera de él. La presión dentro y fuera del vestua
rio irá en aumento y existe poca gente que sepa gestionarla. En
otras palabras, el rendimiento baja y esto repercute en la salud
financiera del club.
Finalmente, también por culpa de este tipo de traspasos,
la nueva carta de libertad del jugador se encarece en exceso.
Los salarios de un jugador de traspaso libre siempre se acaban
filtrando en el vestuario, y ya todo el mundo quiere más.
Com o es obvio, a partir de ahí el presupuesto deportivo peli
gra, demostrándose una vez más que lo barato acaba saliendo
caro.
Y eso que una de nuestras cualidades tradicionales como
holandeses ha sido estar alerta y aplicar la inteligencia para
aprovechar las oportunidades. Por eso creo que en un equipo
holandés debe haber como mínimo seis jugadores susceptibles
de ser titulares en la formación base. N o solo porque esto sea
bueno para la selección nacional, sino también para la salud
económica del país. Si el número de jugadores profesionales
holandeses aumenta, las oportunidades de traspasar a jugado
res nacionales aumentarán. N o únicamente al extranjero, sino
también a equipos nacionales. El dinero se queda en Holanda
y fortalece nuestra industria.
F o r m a c ió n
— 162 —
jeros de primer nivel, concluyo que estos muchas veces son
segundas opciones. Pienso que un mánager que no confía en
los jugadores de su fútbol base está admitiendo su fracaso, ya
que ni siquiera ha sido capaz de dar con unos cuantos futbo
listas de segunda fila.
Sigo la primera división holandesa con atención y, since
ramente, creo que la mitad de los extranjeros que juegan en
nuestro fútbol son perfectamente prescindibles. N o estoy di
ciendo, claro está, que esté en contra de los jugadores extran
jeros, puesto que yo mismo en su día di el salto a España. Pero
el Barcelona se fijó en mí porque representaba un valor añadi
do, del mismo modo que para el Ajax, el Feyenoord y el PSV
lo son sus adquisiciones foráneas.
Pero aquí esto ya no funciona. La llegada masiva de extran
jeros a nuestra liga, combinada con la pobre apuesta por la
formacion, ha creado más problemas de los que tenía que so
lucionar. Nuestra fortaleza tradicional, el juego posicional, se
ha debilitado mucho o muchísimo. Y cuando el juego posicio
nal es flojo, tácticamente también seremos flojos.
Con la formación de jugadores extranjeros también hemos
perdido fuerza. El Ajax, el Feyenoord y el PSV solían contar
con algún holandés legendario jugando en banda. Casi siempre,
formados en la casa. Pero de estos, ya no se producen.
Además, como los clubes holandeses apuestan ahora por
un sistema de juego con un punta móvil y un ariete remata
dor, los jugadores extranjeros tampoco han debido adaptarse
a la idiosincrasia de nuestro fútbol. Y es que en Holanda he
mos acabado copiando el sistema inglés de juego después de
pasarnos la vida diciendo que los ingleses de táctica no tenían
ni idea.
Otra cosa que sorprende es ver jugar a los extranjeros como
laterales, cuando lo esperable sería verlos jugar en el centro del
campo. Esto se debe a la pérdida de otra de nuestras reglas de
oro, que era el jugar con tres centrocampistas. Esto ha conlle
vado la pérdida de otra regla que decía que, con la posesión del
balón, había que ensanchar el campo y, con pérdida, reducirlo.
— 163 —
H oy vemos cómo al perder el balón los equipos se echan en
seguida hacia atrás, ensanchando de este modo el campo. Justo
al contrario de lo que hay que hacer.
Claro que esto es también atribuible a la formación. Volve
mos así sobre la posición del extremo, una de mis obsesiones.
Y es que formando a jugadores de este tipo matamos a dos
pájaros de un tiro. Al colocar a los mejores arriba a derecha e
izquierda, y a los menos buenos como laterales, tendremos un
ataque fuerte y a dos jugadores detrás que saben cómo mover
se hacia delante.
¿N o es absurdo que hayamos retrocedido tanto en términos
de juego posicional y táctica que incluso la idea básica se haya
perdido?
Puestos a tener que hacerlo, yo invertiría una parte del di
nero de la televisión en encontrar mejores entrenadores de fút
bol base. Se trata de una figura de una importancia crucial, pero
los clubes no lo ven así. En su mentalidad, el mánager-entrena-
dor es el número uno, luego viene su asistente y al final del
escalafón encontramos a los entrenadores del fútbol base. ¡Qué
gran error de apreciación! Esto ya le ha costado a Holanda mu
cho dinero.
De ahí que se necesite un pacto de caballeros para que en
cada plantilla haya al menos seis jugadores holandeses suscep
tibles de titularidad. Esto obligaría a poner al día las estructuras
de fútbol base de cada club, cosa que a la larga nos ahorrará
mucho dinero. Solo de esta manera podremos volver a recupe
rar nuestra reputación en el extranjero.
— 164 —
la Lotería Postal Nacional o del magnate de la comunicación
John de Mol.
A través de mi fundación, he tenido la oportunidad de co
nocer de cerca el trabajo de la Lotería Postal Nacional, como
antes de su asociada VriendenLoterij. Sé que tiene mucho co
nocimiento sobre deporte infantil, así que tengo buenas sensa
ciones respecto de su entrada como patrocinador de la liga
holandesa, porque podrá aportar una visión diferente sobre el
fútbol profesional.
Lo mismo pienso de John de Mol, a quien sin embargo no
conozco suficientemente bien para saber si quiere hacer algo
más que retransmitir partidos.
Pero como veo a su antiguo colaborador Joop van den Ende
involucrado en el asunto, tengo mis esperanzas. Conozco su
pasión por el teatro a través de la fundación privada que montó
para poner en contacto a la sociedad con talentos emergentes.
Se trata de iniciativas por las que siento mucha simpatía.
Ahora sé que De Mol no solo es un gran hombre de nego
cios, sino también un gran amante del fútbol. Sería bueno que
sus programas se abrieran a cosas que van más allá de los parti
dos. Me estoy refiriendo a las innumerables posibilidades que
tiene el fútbol holandés para mostrar lo «grande» que también
es fuera del terreno de juego.
Me explico. He estado un par de veces en Sudáfrica, y cada
vez me ha sorprendido darme cuenta de lo fuertes que siguen
siendo los lazos que unen ese país con el nuestro. N o solo por
que la mayoría de gente sigue hablando una lengua que se pa
rece muchísimo a la nuestra, cosa que no deja de ser curiosa,
sino, sobre todo, porque sienten simpatía por Holanda, así que
yo también la siento por Sudáfrica.
Tenemos algo así como un vínculo, que pude sentir con
fuerza a raíz de los últimos proyectos de la Fundación Cruyff
lanzados allí. Si estos proyectos acaban madurando, seguro que
habrá sitio para el fútbol. N o estoy pensando en comprar nin
gún club, ni en dar consejos sobre este entrenador o ese otro,
ni tampoco sobre jugadores extranjeros que haya que llevar
— 165 —
allí, sino en hacer algo para que el vínculo entre el fútbol de allí
y el fútbol holandés se convierta en irrompible.
Tal cosa no se da únicamente en el extranjero, sino también
en la propia Holanda. Ahí están los campos de juego especiales
que la fundación, en colaboración con la Federación de Fútbol
Holandesa, ha instalado por toda Holanda. N o sirven solo para
el fútbol, sino también para probar otros deportes. Esto de
muestra que hay formas muy sencillas para estimular a un gran
dísimo número de personas que practiquen deporte, aunque
no sea fútbol.
¿Y por qué no habría de ser así? El fútbol es el deporte más
importante y, como un hermano mayor, tiene también que
pensar en los pequeños. Porque si eres capaz de actuar unita
riamente, invertir adecuadamente el dinero y dar buena salida
al talento, estás en disposición de adoptar este papel. Y si el
patrocinador principal y los socios televisivos también están
por la labor, finalmente estaremos haciendo algo para que, más
allá del fútbol, Holanda se convierta en una gran nación de
portiva.
PARA TERMINAR
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dos, en ningún país se invierte en formación deportiva. Por eso
me gustaría que en los Países Bajos diéramos el primer paso.
En Amsterdam ya nos hemos situado allí con el Cruyff Insti-
tute desde hace algunos años, pero la idea que le da forma está
presente en muchas zonas del planeta.
Cuanto más rápido se ponga en circulación, mejor. Sobre
todo teniendo en cuenta que no estamos hablando de planes a
diez años vista, sino de cosas que ya podrían funcionar en tres
años. Volviendo al fútbol, se trata de que se forme gente del
fútbol en todos los niveles de este deporte. A nivel directivo,
sí, pero también en márketing, merchandising y otros.
Una formación tan específica es necesaria porque los de
portistas ya han recibido una formación, lo que pasa es que
diferente de la habitual. Un futbolista profesional, por ejemplo,
ha aprendido a encajar críticas y a pensar siempre en términos
pragmáticos. Unos conocimientos que ahora mismo entran en
colisión con el sistema educativo holandés. Aquí, el deportista
va a la escuela, pero puede impartir clases en el Cruyff Institu-
te ante otros atletas.
Lo más importante aquí es que nos enfrentamos a una si
tuación donde se pierde una cantidad inmensa de conocimien
to sobre el deporte, porque a los futbolistas profesionales no
se les ofrece durante su carrera la posibilidad de estudiar nada
directamente relacionado con su actividad.
Solucionar esto solo proporcionará beneficios.
Ya sea a través del Cruyff Institute, de la KN V B o de cual
quier otra institución, los futbolistas empiezan a formarse en
fútbol. En el interés de nuestro futuro. Yo estoy seguro de que
dentro de sesenta y cinco años todavía muchos millones de
personas seguirán disfrutando de este maravilloso deporte.
Tanto como yo lo he disfrutado durante mis pasados sesenta y
cinco.
— 167 —
Mi filosofía en 14 conceptos
P rólogo................................................................................ 7
1. La calle.......................................................................... 9
2. El c lu b .......................................................................... 11
3. La competición............................................................ 17
4. La alegría de ju g a r....................................................... 21
5. Técnica.......................................................................... 25
6. De la formación a la práctica..................................... 29
7. Regatear y conducir.................................................... 35
8. Chutar y pasar.............................................................. 39
9. Cabecear........................................................................ 43
10 . Controlar el balón........................................................ 49
11. Juego posicional.......................................................... 55
12 . Saque de falta: parte ofensiva..................................... 61
13. Saque de falta: parte defensiva............................. .. 65
14. El saque de esquina...................................................... 69
15. El penalti...................................................................... 75
16. El portero...................................................................... 81
17. Los defensas laterales.................................................. 85
18. El defensa lib re ........................................................... 93
19. El centrocampista defensivo..................................... 99
20. El interior izquierdo.................................................... 105
21. El interior derecho ......................... ............................ 109
22. El centrocampista ofen sivo....................................... 113
23. Los extremos................................................................ ... 119
24. El delantero centro.........................................................127
25. El equipo ideal.............................................................. ...133
26. El entrenador y el director técnico........................... ...137
27. El árbitro...................................................................... ... 141
28. Así se debería jugar al fú tb ol..................................... ...145
29. El futuro de nuestro fú tb o l....................................... ...159
Johan Cruyff
FÚTBOL
Mi filosofía
JOHAN
CRUYFF
Tienes en tus manos un acontecimiento editorial:
el primer libro, desde hace una década, en que Jo-
han Cruyff escribe sobre su visión del fútbol. Dice
Cruyff que «el fútbol es sencillo, pero el fútbol
sencillo es lo más difícil de conseguir que existe».
En este texto, claro y emocionante a la vez, el le
gendario ex futbolista y ex entrenador expone sus
ideas con su inteligencia y curiosidad habituales, y
el lector encontrará las claves que han convertido
sus ideales en la fuente de inspiración del fútbol
moderno. Cruyff nos recuerda en todo momento
de qué lado está: del lado del fútbol bello y ofensi
vo, del irrenunciable placer de jugar, de la dignidad
del jugador. Un libro para guardar, subrayar y no
olvidar.