Teoria Marxista de La Historia

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Teoria Marxista de la Historia.

Vega Cantor, Renán


Este capítulo no pretende disertar sobre un tema tan complejo, sino simplemente
esbozar algunos puntos de vista sobre el Materialismo Histórico después de los
acontecimientos de los últimos años, considerando brevemente los ataques
provenientes de “El fin de la Historia” y de lo que algunos autores denominan el
“revisionismo histórico”, ataques que se iniciaron antes de 1989 pero que han
adquirido fuerza a la luz de los recientes sucesos6.. Como en la actualidad la
teoría marxista de la historia, el Materialismo Histórico, es cuestionado desde los
más diversos frentes, es pertinente considerar sus fundamentos, para observar si
la propuesta de Marx sobre la historia le dice algo al mundo de hoy, o, como se
sostiene alegremente en muchos círculos académicos, poco representa en estos
instantes para la disciplina histórica.

I. Las consideraciones marxistas sobre la historia


Como los presupuestos de la teoría marxista de la historia, del Materialismo
Histórico, están cuestionados en el momento actual, antes que entrar a discutir los
alcances del fin de la historia y de la “historia revisionista”, es pertinente
considerar los fundamentos de la teoría histórica de Marx. Conviene aclarar que
se trata de diferenciar entre la concepción de Marx y Engels, la tradición del
marxismo clásico, y la de los vulgarizadores que esclerotizaron la teoría de Marx.
La diferencia es significativa, pues hay quienes sostienen que, a raíz de los
sucesos de Europa Oriental, todo el pensamiento marxista, de Carlos Marx en
adelante, ha demostrado su fracaso y que, por consiguiente, como paradigma
teórico ha muerto. Así, olímpicamente se despacha el pensamiento original del
fundador del Materialismo Histórico confundiéndolo con el del marxismo vulgar
o catequístico, como si fueran idénticos y como si Marx no tuviera nada que
decirle al mundo actual. En este capítulo trataremos de mostrar que, en el terreno
específico de la historia, Marx realizó unos aportes invaluables que hoy, a pesar
de la crisis del socialismo histórico, se mantienen como parte esencial de la
disciplina histórica. Por fortuna Marx no era un historiador, en el sentido
restringido y empobrecedor que hoy se le asigna a esa palabra; es decir, no era un
“especialista” cuya práctica profesional se autolegitima a partir de la
reconstrucción de fragmentos del pasado, práctica anclada en un territorio
reducido y un espacio microscópico, descuidando cualquier interpretación global
de la totalidad social. El pensamiento de Marx era todo lo opuesto al
mecanicismo a que hoy lo han sometido sus críticos y muchos de los que se
reclamaron como sus seguidores. A Marx es difícil encasillarlo en disciplinas
separadas y tampoco se le puede reducir, como hacen ciertos críticos de
oportunidad, a un “economista” de algún relieve y a un “desastroso
epistemólogo”.2 Dada la diversidad del pensamiento de Marx, fueron notables
sus contribuciones a la disciplina histórica en diversos frentes, como lo veremos
enseguida.

1. Marx nunca intentó fundar una Filosofía de la Historia


Una de las diferencias fundamentales entre Marx y Engels y los sistemas
interpretativos anteriores radica en que aquéllos nunca pretendieron crear una
nueva filosofía de la historia que sustituyera al sistema hegeliano, kantiano u
otras interpretaciones de tipo filosófico. Esto no quiere decir que en su
interpretación Marx no se hubiera apoyado en la filosofía, de la que tenía un
amplio conocimiento, sino que él no quiso fundar un sistema cerrado que a la
manera de cualquier filosofía de la historia quisiera brindar un esquema
interpretativo general, como cajones en los que simplemente habría que
acomodar los hechos históricos. La filosofía de la historia busca a partir de un
conocimiento general y a menudo muy superficial del material histórico dar una
interpretación global de los diversos sucesos de la historia humana a nivel
universal. Sus particularidades serían, entonces, universalismo y evolucionismo,
mientras que la historia concreta quedaría reducida y subordinada a las
necesidades y contingencias de lo universal, es decir, del marco interpretativo
global. Este tipo de visión histórica tuvo vigencia, precisamente, hasta la
aparición de la interpretación marxista. En adelante cualquier filosofía de la
historia perdió la importancia de la que había gozado.3 Sin embargo, siempre se
ha acusado a Marx de haber constituido una nueva filosofía de la historia.4 ¿Qué
tanto fundamento tiene esta impugnación? Los que sostienen que el marxismo ha
sido una nueva filosofía de la historia se remiten a la teoría de las diversas etapas
por las que habría atravesado la humanidad, que fueron consideradas por Marx y
Engels como sucesivos modos de producción o formaciones sociales. La versión
catequística redujo la historia a una necesaria sucesión de modos de producción,
en donde fatalmente uno reemplazaría a otro, explicando la dinámica social a
partir de la globalidad y no del conocimiento de la historia concreta. Que esto
haya sucedido así, no supone que el planteamiento inicial tuviera ese objetivo.
Marx simplemente diseñó una arquitectura conceptual que le permitiera una
interpretación coherente del devenir histórico, propuso una teoría para estudiar
las sociedades en movimiento.5 Dentro de esa construcción teórica se destaca el
concepto de Modo de Producción, el que fue dogmatizado a tal punto que se le
convirtió en una suerte de noción filosófico-histórica, que servía para ajustarse a
los hechos concretos, como si Marx hubiera tenido eso en mente. Que los
fundadores del Materialismo Histórico nunca concibieron su teoría como una
nueva filosofía de la historia lo demuestra el hecho de que a lo largo de su vida
modificaron sucesivamente sus interpretaciones sobre diversos aspectos, en
concordancia con los avances investigativos de su tiempo en el campo del
conocimiento histórico, antropológico y etnológico; e indicaron además que su
periodización era aplicable a determinadas regiones del mundo, más
específicamente al caso de Europa occidental, de donde tomaron sus
formulaciones más importantes, puesto que era la historia de esa región del
mundo la que mejor conocían. Pero de la misma forma cuando lo consideraron
necesario incursionaron en el conocimiento específico de España, Rusia, India,
Asia e incluso nuestra América. Y aunque no siempre sus formulaciones fueron
afortunadas –recuérdese el caso de Simón Bolívar6– lo importante es que ellos
tenían una constante preocupación por aproximarse directamente a los problemas
estudiados y si era posible conociendo fuentes de primera mano. Antes de
emprender el conocimiento de un tema, Marx y Engels se familiarizaban con el
idioma del país que irían a estudiar. Previamente al conocimiento de la historia
de España, por ejemplo, Marx estudió nuestro idioma e incluso llegó a leer El
Quijote en su versión original. Igualmente eso se puede decir para el caso de la
historia rusa o de otras regiones. Marx y Engels aplicaban en la práctica, y mucho
mejor que la mayor parte de los historiadores actuales, la lógica del conocimiento
histórico, entendiéndola como la necesaria interrelación entre material histórico –
fuentes– e interpretación teórica. Es ilustrativo que Engels, al final de sus días,
cuando tuvo que clarificar los aspectos fundamentales del Materialismo Histórico
debiera aclarar que “(...) la concepción materialista de la historia tiene muchos
partidarios, a quienes sirve de excusa para no estudiar historia”.7 De la misma
forma las generalizaciones a las que arribaban Marx y Engels eran resultado de
un conocimiento al detalle del material histórico y empírico existente en la
época.8 Al respecto sólo es necesario recordar que El Capital, obra cumbre de la
abstracción en el campo del conocimiento social, no fue escrito de un momento a
otro; fue el resultado de 25 años de investigación y de una consulta sistemática y
exhaustiva de miles de fuentes de información. Marx y Engels no partían de
suposiciones u ocurrencias apriorísticas, al margen de los acontecimientos
históricos reales. Pero la ventaja sobre cualquier historiador convencional
radicaba en que no se quedaban en la contemplación de las minucias y detalles
secundarios, sino que trataban de extraer aquellos aspectos que les permitieran
hacer comparaciones, deducciones, generalizaciones lógicas. Eso se puede ver en
los estudios de Marx sobre las formaciones precapitalistas, en las que muestra la
complejidad de un entramado social con su propia lógica, diferente a la del
mundo capitalista occidental9, o sus estudios sobre España.10 Nada sintetiza
mejor el hecho de que Marx se negó a pensar su teoría en términos de una nueva
filosofía de la historia, que la famosa carta que envió a un publicista ruso a fines
de 1877, en la que contradijo lo que consideró una interpretación mecanicista de
su propia concepción de la historia. Haciendo alusión a esa malinterpretación de
su pensamiento, Marx afirmaba:
Para él es necesario reemplazar mi boceto sobre el origen del capitalismo en
Europa occidental por una teoría histórico-filosófica de un Progreso Universal,
impuesto fatalmente a todos los pueblos, sin consideración alguna acerca de las
circunstancias históricas de su actual etapa de desarrollo, terminando finalmente
en un sistema económico que asegure la mayor cantidad de fuerza productiva de
trabajo social y posibilidades para la evolución del hombre. Pero tengo que
objetar. Esto es hacerme mucho honor y desacreditarme demasiado. En distintas
partes de El Capital he aludido al destino de los plebeyos en la antigua Roma.11
Y retomando este caso, seguidamente Marx ilustra su visión de la historia:
Originariamente eran campesinos libres que cultivaban sus propias parcelas por
su cuenta. En el curso de la historia romana se les expropió. El mismo
movimiento que los separó de sus medios de producción y subsistencia, trajo no
solamente la formación de las grandes acumulaciones de capital. De ahí que una
buena mañana se encontraron por un lado hombres libres despojados de todo,
excepto de sus posibilidades de trabajar, y por el otro, dispuestos a explotar su
trabajo, los poseedores de toda la riqueza así adquirida. ¿Qué pasó? Los
proletarios romanos no se convirtieron en asalariados sino en un populacho inútil,
más abyectos que los “blancos pobres” del sur de los Estados Unidos y junto a
ellos se desarrolló una forma de producción que no era capitalista, sino que
estaba basada en la esclavitud. Así, sucesos muy parecidos, pero ocurridos en
circunstancias históricas distintas, dieron resultados distintos.12
Con el ejemplo, Marx muestra el cuidado con el que se deben mirar los sucesos
históricos para no caer en extrapolaciones y generalizaciones abusivas que
conspiren contra la especificidad de cada proceso. A partir del ejemplo, Marx
extrae la conclusión más ilustrativa para nuestro análisis:
Estudiando por separado cada una de estas evoluciones y comparándolas
después, puede hallarse fácilmente la clave de estos fenómenos, pero nunca se
encontrará el “sésamo ábrete” de una teoría histórico-filosófica, cuya virtud
suprema consiste en ser supra-histórica (es decir, ubicada más allá de la
historia).13
Marx es bastante cauto como para atreverse a dar recetas de índole general que
primaran sobre el material histórico concreto, sin considerar las particularidades
de cada contexto. Que posteriormente, por diversas circunstancias que no cabe
enumerar aquí, el marxismo haya sido reducido a una vulgar filosofía de la
historia, que pretendiera sustituir las explicaciones anteriores de carácter
universal al margen de la historia menuda, eso ya no es culpa de Marx. Esta
concepción poco tiene que ver con el marxismo clásico, aunque se haya apoyado
en referencias aisladas del propio Marx, la más famosa de todas, el célebre
prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, de 1859. Sin
embargo, antes que concentrarse en referencias canónicas al pensamiento de
Marx, efectuando citas aisladas, habría que considerar la obra de conjunto para
entender cómo los fundadores del Materialismo Histórico analizaron la historia e
interrelacionaron teoría y análisis concreto como guía de estudio de la historia
real. Por eso, el viejo Engels enfatizaba: “Nuestra concepción de la historia no es
ningún instrumento de construcción a la hegeliana, sino que es, ante todo, una
instrucción en y por medio del estudio”.14

2. La importancia de la totalidad
A menudo también argumentan los críticos de Marx que su interpretación es en
esencia de corte economicista y que a eso se reduce la fundamentación de su
teoría. También en este caso la versión se origina más en los divulgadores que en
el conocimiento de la obra del propio Marx, incluyendo sus textos de tipo
económico. Porque en verdad es difícil postular que El Capital, los Grundrisse o
La Teoría Crítica de la Plusvalía fueran obras de alguien que profesara un
estrecho economicismo. Aunque desde luego Marx realizó un significativo
vuelco teórico al demostrar la importancia que los factores económicos juegan en
la historia, esa interpretación no suponía una visión reduccionista al absurdo. Se
podría señalar que incluso las visiones economicistas son más comunes en el
caso de historiadores profundamente conservadores y no sólo del marxismo
vulgar.15 En 1923 el marxista húngaro George Lukacs en su libro Historia y
Conciencia de clase, postulaba que lo definitivo del Materialismo Histórico no
era su énfasis en lo económico sino en la totalidad.16 Esta interpretación nos
parece adecuada para comprender el proyecto del Materialismo Histórico. La
noción de totalidad muestra unas preocupaciones que van más allá de las
consideraciones parceladoras que hoy impregnan al conocimiento. Para Marx,
totalidad suponía la comprensión de la sociedad en forma global, sin fragmentar
el análisis hasta límites de lo absurdo. La concepción metodológica de totalidad
es la que se refiere a la
(...) ciencia social misma, considerada no como un saber compartimentado,
fragmentado, sino como una ciencia unitaria de la sociedad; ciencia que
comprende aspectos económicos, sociológicos, antropológicos, pero en la que
estos aspectos figuran como “disciplinas” sino tan sólo como las facetas de un
mismo problema y de una misma ciencia: ciencia social.17
O como decía Leo Kofler, para Marx lo fundamental es el conocimiento
comprensivo del proceso total, puesto que la “orientación concreta del
pensamiento hacia la conexión total de los fenómenos está presente aun allí
donde la exposición no lo deja traslucir a primera vista”.18 Según el mismo
autor, el estudio de cada fenómeno particular sólo puede ser comprendido en
relación con el todo, que a su vez se refleja en los fenómenos del acaecer. En
cualquier categoría “se refleja el hecho de que la sociedad representa una unidad
dialéctica entre ser y conciencia, y por tanto es un todo”.19 El concepto de
totalidad no es totalitario, si por tal se concibe el predominio de los elementos
más genéricos de la realidad, sino que en Marx apuntaba a precisar la existencia
de un conjunto de relaciones que constituyen una totalidad concreta. Ese
conjunto de relaciones permite entender la esencia de una totalidad, por lo que
metodológicamente el análisis no se queda en el análisis de las partes de manera
aislada ni en la imposición de la generalidad sobre aquéllas. Son las dos cosas al
mismo tiempo, la interrelación entre las diversas partes que constituyen la
totalidad y el juego recíproco de cada una de ellas. El ejemplo más brillante de la
noción de totalidad en Marx, lo encontramos en su texto Introducción General a
la Crítica de la Economía Política, de 1857, considerado por Pierre Vilar como el
único intento hasta ahora realizado por escribir un tratado de teoría de la
historia.20 Y la sugerencia de Vilar es importante, porque nadie hasta ahora lo ha
analizado así, pues lo han visto solamente como un oscuro texto de economía. En
dicho tratado de teoría social, Marx efectúa un minucioso y magistral análisis de
las categorías centrales del análisis económico. Disecciona cada categoría por
separado para encontrar en cada una de ellas lo esencial, pero al mismo tiempo
las interrelaciona para descubrir la manera cómo se estructura y jerarquiza la
totalidad social y el papel que dentro de dicha totalidad desempeñan los diversos
factores involucrados. Hablando concretamente de la manera cómo en cada
forma o totalidad social existe una producción dominante “que asigna a todas las
otras su correspondiente rango e influencia”, Marx emplea una metáfora muy
ilustrativa sobre su concepción de totalidad, al considerar que en ésta se
encuentra un factor dominante –la producción– que es como una “iluminación
general donde se bañan todos los colores y que modifica las particularidades de
éstos. Es como un éter particular que determina el peso específico de todas las
formas de existencia que allí toman relieve”.21

3. La primacía de las condiciones materiales de existencia


Hasta Marx siempre se había hecho énfasis en que la historia se restringía al
campo de los fenómenos espirituales o estaba determinada por un sinnúmero de
factores ideales. Con Marx se pone término al predominio de explicaciones poco
fundamentadas en el estudio de la vida de las sociedades. Cuando se habla de
condiciones materiales el análisis efectuado por Marx no se redujo –ni mucho
menos– a considerar la producción –en el sentido económico del término– sino
que involucró todos los aspectos materiales relacionados con la producción y
reproducción de la vida social, de las relaciones centrales de una determinada
estructura y de la reproducción de los miembros de dicha sociedad. Indicar la
primacía de las condiciones materiales de existencia suponía establecer un sólido
fundamento para el estudio histórico. Ese fue el comienzo de la investigación
histórica apoyada en factores medibles, cuantificables y que se podían abarcar
con rigor. Y colocar a la cabeza de las explicaciones históricas las condiciones
materiales, paradójicamente suponía poner en el centro de la historia al hombre
en sociedad, desechando las explicaciones providenciales que veían como razón
de la historia a fuerzas sobrenaturales, geográficas o metafísicas. Los principios
del Materialismo Histórico están estrechamente relacionados con cierta
definición de la estructura de instintos impulsiva del hombre, como se manifestó
desde el momento en que el hombre se constituyó como tal y se separó del reino
animal, en el sentido productivo del término. Que, según Marx, la producción sea
el fundamento del orden social y condicione a la totalidad de los procesos vitales,
sociales, políticos y espirituales se sustenta en que los hombres “(...)
primeramente, comen (...) antes de que puedan dedicarse a la política, la ciencia,
el arte (...)”. “Esto implica que una parte considerable de las energías que se
invierten en las luchas políticas y religiosas, provienen de la aspiración de lograr
bienes materiales”.22 La producción es importante puesto que “al producir sus
medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”. Sin
embargo, el término producción no puede considerarse como una clave mágica,
pues debe ser concebido “en función de la población y de las relaciones de los
hombre entre ellos”.23 Ya lo decían Marx y Engels en la Ideología Alemana al
considerar a la producción como un “proceso activo de vida” y tan pronto como
se “expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de
hechos muertos, como lo es para los empiristas, todavía abstractos, o una acción
imaginaria de sujetos imaginarios, como para los idealistas”.24 El filósofo Henri
Lefebvre precisa la importancia que tiene para el marxismo, como fundamento de
la estructura social, el principio de la producción y la reproducción material:
El “cuerpo orgánico” de la sociedad se produce y se reproduce en el “tiempo
histórico”, implicando la producción y reproducción de los individuos como
tales, y por consiguiente de la individualización social (...) Luego, el análisis y el
desarrollo de la producción terminan por poner en evidencia la reproducción
como esencia y llave de la comprensión del proceso, no siendo concebida esta
reproducción como hechura o formación de objetos, sino como creación y re-
creación de las relaciones, que incluyen lo individual y su nexo con lo social.25

4. El antagonismo entre fuerzas productivas y relaciones de producción


La interpretación marxista de la historia fue delineando como conceptos básicos
del análisis las nociones de fuerzas productivas y relaciones de producción. Pese
a las diversas interpretaciones que se presenten sobre este tópico, lo determinante
en el análisis original de Marx son las relaciones de producción.26 Lo que
determina, en este sentido, cada período de la historia no es el grado de desarrollo
técnico ni la evolución en las capacidades productivas sino el tipo de relaciones
existentes. Señalar este principio supone afirmar que a nivel histórico es más
importante la acción del hombre y no la técnica o la evolución de la ciencia o de
los objetos de trabajo, como si éstos no fueran obra de los hombres e hiciera parte
de las mismas relaciones humanas. Lo que realmente indica, por ejemplo, el
cambio de una organización social es la sustitución de las relaciones de
producción por otras diferentes.27 En otras palabras, lo que define una época
histórica es la naturaleza de las relaciones que se establecen entre los hombres.
Por eso las relaciones de producción no implican únicamente la producción de
bienes, sino que en un sentido global son relaciones
(...) que integran su actividad vital, y en cuyo logro formulan múltiples
exigencias (...) relativas al tiempo de trabajo, a las condiciones de trabajo, a las
formas de cooperación y subordinación sociales; no interesa solamente el
producto bruto, sino también la manera cómo se obtiene y se lo distribuye
socialmente.28
Que se haya interpretado a Marx como a un cultor de las fuerzas productivas ha
originado desastrosos resultados teóricos y prácticos. Con esa visión, Marx se ha
reducido a un vulgar cultor de la técnica, del progreso, del crecimiento y hasta
algunos podrían decir que en uno de los antecesores de los nefastos teóricos del
desarrollo, cuya mira siempre ha estado puesta en el crecimiento a ultranza y en
la ideología “progresista” que todo lo puede a costa de lo que sea. El
pensamiento de Marx es algo opuesto a esa visión tecnicista de las fuerzas
productivas, ya que como lo demostró en los Formen, sus preocupaciones
técnicas se desprendían del análisis específico del conjunto de relaciones sociales
que definen un determinado modo de producción. Lo demás ha sido una nefasta
vulgarización de Marx o una apresurada interpretación de algunos de sus textos.
En lo relacionado con la importancia que para el análisis histórico ha significado
el estudio en términos de relaciones de producción, Antonio Gramsci nos
proporciona una magistral síntesis:
Para conocer con exactitud cuáles son los objetivos históricos de un país, de una
sociedad, de un grupo, lo que importa ante todo es conocer cuáles son los
sistemas y las relaciones de producción y cambio de aquel país, de aquella
sociedad. Sin ese conocimiento es perfectamente posible redactar monografías
parciales, disertaciones útiles para la historia de la cultura y se captarán reflejos
secundarios, consecuencias lejanas; pero no se hará historia, la actividad práctica
no quedará explícita con toda su sólida compacidad.29

5. La conflictividad social como dinamizadora de la historia


Uno de los elementos más nombrados pero a su vez menos conocidos del
pensamiento de Marx es el relacionado con las clases y la lucha de clases. “La
historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora, es la historia de la
lucha de clases”, la famosa sentencia con la cual comienza el Manifiesto
Comunista es una célebre afirmación programática para el conocimiento respecto
a la conflictividad social como motor de la dinámica humana a través de la
historia.30 Esta sentencia, sin embargo, ha sido reducida al absurdo desde
distintos flancos. Tanto la derecha como cierta izquierda dogmática han hecho
“bellezas” con la teoría de la lucha de clases. Para la derecha la lucha de clases es
la invitación a la violencia, al caos y al desorden; la lucha de clases no existe en
la realidad sino que ha sido un invento de los marxistas.31 Para el dogmatismo
de izquierda se tomó esa afirmación textualmente como una receta para aplicarla
a cualquier situación sin examinar las condiciones específicas de una
determinada circunstancia histórica y sin comprender que la noción de lucha de
clases debe ser construida mediante la interacción de la reflexión teórica y la
acción. El estudio de la sociedad como un organismo dividido en clases, cada una
de las cuales cumple un papel particular en esa sociedad, ocupa un lugar en la
producción, jerarquiza cierto tipo de relaciones sociales con las otras clases,
defiende sus intereses, genera una serie de valores ideológicos y “culturales”, son
aspectos imperecederos en la contribución de Marx a la explicación histórica.32
La introducción de la noción de clase al estudio de la historia constituyó por parte
de Marx la construcción de una “sociología histórica”; es decir, el intento de
encontrar nexos funcionales entre distintos grupos de la sociedad, relacionarlos
con la totalidad social, examinar las formas de conciencia social, la ideología, el
Estado, etc.33 Para Marx, las clases no son algo a priori, definidas antes de su
presencia real en la historia, sino que se constituyen en el proceso de su
enfrentamiento, asumiendo identidades y diferencias a partir de la comprensión
de las formas de dominación, de los mecanismos de explotación o de hegemonía
–en el caso de las clases dominantes–.34 Resaltar el papel de las clases es romper
con una interpretación mecanicista de la historia, que le asignaría a fuerzas
“objetivas” externas distintas a los hombres mismos y por encima de ellos, una
determinación fatalista. Una teoría de las clases enfatiza que la acción de los
sujetos conscientes es el verdadero motor de la historia, aunque esa actuación se
desenvuelva en condiciones objetivas, sobre las cuales los hombres actúan y que
de hecho, para mal o para bien, modifican con sus acciones, sea para reforzar las
condiciones y relaciones de una sociedad, sea para transformarlas. Walter
Benjamin resumía magistralmente su interpretación de la teoría de la lucha de
clases de Marx y su impacto en los historiadores:
La lucha de clases, que el historiador educado en Marx tiene siempre presente, es
una lucha por las cosas burdas y materiales, sin las cuales no existen las más
finas y espirituales. Pero estas últimas están presentes en la lucha de clases, y no
como la simple imagen de una presa destinada al vencedor. En tal lucha esas
cosas se manifiestan como confianza, valentía, humor, astucia, impasibilidad y
actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos.35

6. El papel del Estado


Junto con la importancia que Marx le asignó a las clases sociales y a la lucha de
clases, también hay que resaltar su contribución respecto del Estado. Marx en
este terreno también fue el primero que hizo descender al Estado de la metafísica,
que era el lugar adonde lo habían colocado los filósofos, los tratadistas de
derecho y, por supuesto, los estadistas. Hasta Marx las “teorías” del Estado
adquirían connotaciones profundamente ahistóricas e inmateriales. Se hablaba
del Estado como la “encarnación del interés general”, y se le consideraba como
un ente abstracto separado de la sociedad. Marx, ya desde sus primeros escritos,
emprendió una crítica a las concepciones ahistóricas sobre el Estado, para
examinarlo como parte de una realidad social (unas relaciones sociales
específicas) y como un espacio privilegiado de la lucha y los antagonismos de
clases. En este orden de ideas se realza el análisis de Marx en términos de
totalidad, si se tiene en cuenta que, a nivel del Estado, se produce una
convergencia de lo económico, lo social y lo político, pues Marx rompe el
análisis dualista de lo político (el Estado) y lo social como realidades separadas.
Según Max Adler, así como Marx demostró en su análisis del fetichismo de la
mercancía que ésta era la expresión engañosa de un conjunto de relaciones
sociales, “deshizo también el fetichismo del Estado, o sea, la autonomización de
la personalidad del Estado contra la sociedad”.36 No nos vamos a referir en este
lugar a todas las implicaciones políticas y sociológicas de Marx en torno del
Estado, sobre lo que existe un notable acervo bibliográfico, simplemente
hablaremos de sus implicaciones respecto de la historia. En primer término, Marx
a lo largo de su vida realzó el carácter temporal del Estado, indagando sobre las
condiciones históricas en que aparece, para lo cual en varias ocasiones señaló las
formas específicas que adoptó la formación del Estado en la génesis de la
sociedad de clases. Análisis magistrales sobre este tópico pueden encontrarse en
la Ideología Alemana y en los Formen, textos en los que se muestra cómo Marx
se apropiaba del material histórico de su tiempo para configurar su visión del
Estado en las primeras sociedades de clase. Otra implicación del análisis del
Estado que efectúa el Materialismo Histórico, supone que la lucha entre las
clases se resuelve en última instancia “en el nivel político de la sociedad, y no en
el económico o cultural”.37 O, para expresarlo en términos de Perry Anderson,
autor de una magistral obra de tipo histórico sobre el Estado absolutista,
“mientras las clases subsistan, la construcción y destrucción de los Estados es lo
que cierra los cambios básicos en las relaciones de producción”.38 En este
sentido, hoy cuando se habla de una historia “desde abajo” –en la que se
reconstruyen aspectos tan fundamentales como el de la cultura popular, formas
de resistencia, luchas sociales de los sectores plebeyos, construcción de la
contrahegemonía, etc.–, es necesario recalcar que en el intento de explicar
globalmente a la sociedad eso no es suficiente. La historia “desde abajo” no debe
sustituir el imprescindible análisis de la “intrincada maquinaria de la dominación
de clase”, que es esencial en una explicación histórica integral.39 Partiendo de
esta consideración, en el Materialismo Histórico el análisis del Estado es
correlativo en importancia al de las clases sociales, pues los dos no se pueden
disociar, ya que el enfrentamiento de clases sociales a través de la historia tiene
su más suprema y fundamental expresión –mas no la única, desde luego– en el
Estado, o mejor en los dispositivos del Estado para refrendar diversas formas de
dominación. Formas de dominación que son, justamente, históricas, y que por
ende se modifican en cada fase histórica, en las que el Estado asume roles
diferentes. En este sentido, en Marx no encontramos una teoría general del
Estado –como no encontramos teorías generales sobre nada, ni sobre economía,
sociedad o historia– que pretendiera proporcionar una explicación universal y
ahistórica al margen del estudio concreto de la realidad histórica. Y ésta debe
considerarse como otra significativa contribución del análisis de Marx que,
dejando de lado las visiones metafísicas y abstractas que postulaban una filosofía
política general aplicable a cualquier contexto histórico-social, no pretendió
sustituirla por otra doctrina similar que explicara las características del Estado, de
la política y del poder, sino por análisis concretos, vale decir, esencialmente
históricos.40 Un punto importante que se debe mencionar es que Marx nunca fue
un cultor del Estado, como hoy lo presentan los críticos del socialismo y también
los burócratas de los socialismos históricos. En términos reales, Marx estaba muy
lejos de esa visión estatista del socialismo, que hoy tiende a prevalecer y la cual
denuncian los neoliberales como propio de Marx y el marxismo. Marx, que
reafirmaba en todos sus análisis el carácter histórico —por tanto finito y
perecedero– de todas las estructuras sociales, no podía considerar que el
socialismo era sinónimo de estatismo. Por el contrario, reafirmó frecuentemente
que el Estado en la sociedad del futuro debía desaparecer tal y como surgió en
determinado momento de la historia. Una de las grandes tragedias del
pensamiento marxista y de la experiencia socialista es, que por muy diversas
razones históricas y políticas que no pueden ser consideradas aquí, los procesos
socialistas emprendidos en el siglo XX reforzaran el Estado antes que debilitarlo.
Que los procesos hayan seguido este curso, no es ni imputable a Marx ni se
puede decir que el espíritu marxista sobre el Estado sea el de reforzarlo o rendirle
culto al mismo. Por el contrario, Marx fue un crítico implacable del Estado, como
forma de dominación, de coerción, de opresión, por lo que no dejó de
denunciarlo y de estudiar algunos de los mecanismos de sojuzgamiento propios
de cualquier Estado. En síntesis, en materia de Estado, podemos recordar que
Joseph Schumpeter consideró a Marx como el fundador de la moderna ciencia
política.41 Desde luego que el análisis político de Marx que situó el Estado en el
mundo real, también dio un vuelco a la historia política tradicional, que se
concentraba hasta mediados del siglo XIX en escribir crónicas sobre reyes,
dinastías e instituciones.

7. Captar la historicidad de los procesos o pensar históricamente


Marx no fue un historiador, como hoy se puede entender el término en un sentido
empobrecedor, reducido a coleccionar y recoger documentos apolillados. Marx
no podía ser un historiador especializado ni en una época ni un espacio concreto,
ni tampoco era un recopilador o archivista. Pero aunque su objetivo no fuera el
de ser un historiador, sí pensaba en términos históricos, y, aunque no escribió
libros de historia, en la mayor parte de ellos sí subyace una mirada histórica. Con
ello, como bien lo ha dicho Pierre Vilar, lo que se quiere significar es que si El
Capital, por ejemplo, no es un libro de historia, su autor sí reflexionaba como
historiador integral. Esto fue posible porque Marx partió de una rica y compleja
visión de totalidad, trabajó escrupulosamente con fuentes, empleó un utillaje
conceptual que le permitía captar la riqueza del material empírico analizado,
sometió ese material a una disección profunda y a una ordenación rigurosa a
partir de unos criterios de investigación definidos. En el fondo de cualquier
trabajo de Marx subyace la mirada histórica para interpretar el nacimiento,
desarrollo y contradicciones de cualquier proceso, sea de naturaleza económica,
política, social o cultural. Por esta circunstancia, en Marx la historia es, por
decirlo así, el telón de fondo en el que discurren las diversas actividades
humanas. Marx estableció en ese sentido una sólida relación entre la historia y las
demás disciplinas que hoy se llaman ciencias sociales, como la antropología, la
economía, la sociología. Qué más ricos análisis históricos que los que se
encuentran en El Capital sobre la jornada de trabajo, la evolución de la
maquinaria, la acumulación de capital, o la génesis capitalista de la renta. En la
actualidad ciertos marxistas ingleses consideran que la lectura economicista que
hasta hoy se ha hecho de ese monumental libro que es El Capital, ha restringido
la comprensión de diversos problemas históricos, que trascienden la esfera
económica. Raphael Samuel considera que en El Capital también se puede
encontrar una historia por abajo, pues en forma precisa con todo el rigor del
conocimiento histórico serio y meditado, Marx reconstruyó las formas de
explotación en su génesis y desarrollo.42 Además consideró diversos sectores
sociales que antes poco habían sido mencionados en la historia como los esclavos
e incluso los indígenas americanos, tal y como lo hace en el célebre capítulo
XXIV sobre la Acumulación originaria del Capital, o en sus artículos
periodísticos sobre la guerra civil de los Estados Unidos.43 Captar la historicidad
de los procesos llevaba a Marx a determinar el origen de la situación actual para
comprender las diversas contradicciones del presente histórico y las múltiples
posibilidades de desarrollo hacia el futuro. Porque, esto también hay que
reafirmarlo, el pensamiento de Marx no era fatalista, más bien era altamente
probabilístico.

8. Una historia razonada


También se le puede atribuir a Marx el indudable mérito de haber sido uno de los
primeros autores en introducir el uso de conceptos y categorías para el análisis
histórico. Si hoy en día en nuestro medio la búsqueda de una historia razonada
sigue siendo una exigencia, en virtud del predominio de una historia descriptiva
sin teoría que la sustente, cuál no sería la importancia para el conocimiento
histórico en el siglo XIX al dotarlo de una terminología, que hoy sigue siendo
vital en la construcción de cualquier discurso histórico. Muchas de las categorías
que le han dado vida y dinámica a la historia proceden de Marx: clase social,
lucha de clases, modo de producción, ideología, conciencia, fuerzas productivas,
relaciones de producción. Marx introdujo la “historia razonada”; o sea, una
historia que “ni separa ni mezcla el momento económico, el social, el político y
el puro acontecer sino que los combina todos. Más aún esta historia razonada, por
el brotar espontáneo de los razonamientos, por la viveza y la ironía del relato es
una historia viva”.44 Además, uno de los elementos fundamentales de una
historia razonada radica en la interrelación entre estructura y acontecimientos,
relación que antes de Marx y Engels no se había efectuado.45 Sintetizando el
aporte de Marx a la construcción de una historia razonada, el economista y
escritor austríaco Joseph Schumpeter recalcaba cómo Marx fue el primero que
produjo un discurso en el que se mezclaban adecuadamente los datos históricos y
el análisis teórico. La mezcla de Marx es una mezcla química –afirma
Schumpeter–, es decir que él introdujo los datos históricos en el mismo
razonamiento del que deriva sus conclusiones. Fue el primer economista de rango
superior que vio y enseñó, sistemáticamente, cómo la teoría económica puede
convertirse en análisis histórico y cómo la narración histórica puede convertirse
en histoire raisonnée.46

9. La visión política de la historia


En Marx encontramos una múltiple relación entre pasado, presente y futuro. Para
Marx la historia no podía ser un “culto reaccionario del pasado”, o un conjunto
de fósiles de colección; él le veía una utilidad social: delinear las contradicciones
del presente, recurriendo al estudio del pasado pero pensando en una sociedad
futura. Todos los esfuerzos interpretativos de Marx apuntaban al objetivo de
pensar históricamente el futuro. Antonio Gramsci expresaba lúcidamente la
importancia de la política en el análisis histórico, cuando ante la pregunta
“¿cómo estudiar la historia?”, él mismo respondía:
Porque la historia nos interesa por razones “políticas”, no objetivas, dicho sea en
el sentido de científicas. Tal vez hoy estos intereses se ensanchan con la filosofía
de la praxis, en cuanto nos convencemos que sólo un proceso histórico puede dar
cuenta del presente y dar una cierta verosimilitud al hecho de que nuestras
previsiones políticas sean concretas.47
Para Marx, hay que decirlo concretamente, la historia tenía como utilidad el
desentrañar los procesos de su presente histórico. Eso es lo que captamos en sus
estudios sobre las sociedades precapitalistas, en la historia de España, en los
análisis de las crisis económicas y por sobre todo en su obra cumbre, El Capital.
Para Marx la historia no podía ser como lo es hoy, una mercancía, una
especialidad, un producto de consumo. La Historia Crítica de la Teoría de la
Plusvalía, obra por desgracia inconclusa, es un caro ejemplo de lo que era la
historia para Marx –y una obra sobre el pensamiento, porque el materialismo no
niega el pensamiento ni los factores conscientes, simplemente dice que éstos no
pueden explicarse a partir de sí mismos–, una búsqueda de los factores que
explican el surgimiento de la teoría de la plusvalía, de las seudoexplicaciones y
de los avances para clarificar lo específico de la economía clásica y su
mistificación del capitalismo. Por eso el actual abandono del aparato categorial
del marxismo, no solamente es un problema terminológico, es una argucia para
despolitizar la historia y producir un discurso insustancial, sin fuerza interior, que
no genere pasiones. Un discurso histórico en el mundo moderno que se niegue a
asumir la politicidad de lo histórico y sus implicaciones es en realidad
premarxista en el peor sentido de la palabra, porque desconoce los avances
presentados en el campo del conocimiento social e histórico desde la época de
Marx. Los factores anteriormente enumerados simplemente pretenden señalar
aquellos presupuestos de la teoría de Marx sobre la historia, que, pensamos,
continúan siendo válidos para abordar el mundo actual. Era necesario precisarlos,
puesto que el Fin de la Historia, el último grito de la moda ideológica made in
USA y diversas corrientes historiográficas, principalmente made in Francia, han
estructurado su discurso a partir de una crítica abierta al marxismo. El primer
caso, el de Francis Fukuyama, constituye una crítica débil, poco seria, pues se
apoya en un desconocimiento absoluto de la obra de Marx, aunque cuenta con
propagandistas, medios de comunicación, financiación en dólares y el respaldo
del Departamento de Estado de los Estados Unidos. La segunda crítica, la
“Historia revisionista” es más seria, tiene a su favor una apreciable producción
historiográfica, controla los centros de decisión académica en Francia y en
algunos otros lugares de Europa occidental, y cuenta con los nuevos mandarines
intelectuales de la derecha, extrema y moderada. Sin embargo, esta segunda
crítica tampoco supone una destrucción del Materialismo Histórico.

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