Hora Santa - Emaus.
Hora Santa - Emaus.
Hora Santa - Emaus.
Introducción
En nuestra vida es importante encontrar momentos oportunos para rezar, para encomendarnos al
Señor por todo lo que inmerecidamente recibimos diariamente de su bondad, por eso es de
mucha importancia contar con herramientas que favorezcan especialmente nuestro encuentro
con Jesús en la Eucaristía, donde está vivo y nos espera con los brazos abiertos para mostrarnos su
amor y su misericordia a todos los que con fe acudimos a su presencia. Este texto pretende ser la
oportunidad para reflexionar sobre nuestra experiencia personal con el Resucitado. Sobre si
verdaderamente ha pasado por nuestra vida, vivificándola, así como con los discípulos de Emaús,
de tal manera, que continuemos radiantes de alegría la misión de anunciar al Dios vivo y
verdadero, fruto de la Escucha de la Palabra y la fuerza del Espíritu de Dios en nuestra vida.
Aprovechemos, cada momento de nuestra vida para estar con Jesús Sacramentado, acudamos a Él
con fe, amor y devoción y pidámosle nos conceda las gracias que tanto necesitamos alcanzar, sea
este texto una herramienta valiosa para experimentar un encuentro personal con Jesús en la
Eucaristía.
Oración:
Señor Jesús, que en nuestra vida te podamos reconocer al partir el pan, especialmente, desde el
amor sin egoísmos a nuestros hermanos necesitados, tus predilectos. Que no pases inadvertido
por nuestra vida, cuando te acercas y caminas a nuestro lado y que nuestro corazón arda por la
presencia viva de tu Santo Espíritu para que cada día nos adhiramos a ti con el mismo
convencimiento y amor por la causa del Reino de Dios de una vida digna y justa para todas y
todos. Amén.
Hora Santa I
Canto
Jesús Sacramentado, que te quedaste con nosotros para acompañarnos y guiarnos por el buen
camino de la vida, postrados hoy a tus pies con espíritu de fe, amor y adoración te damos gracias
por todos los favores que inmerecidamente recibimos diariamente de Ti, te pedimos nos
acompañes, nos protejas y sobre todo que aumentes nuestra fe en Ti, que hoy podamos ser
mejores que ayer y que cada día que pasa seamos capaces de llevarte a los demás, danos la fuerza
que necesitamos para salir adelante en nuestras dificultades, no permitas nos separemos de Ti y
haz que en este momento de adoración podamos encontrarnos verdaderamente contigo, como
los discípulos de Emaús, que nosotros también podamos caminar contigo y reconocer tu
presencia salvadora en el Santísimo Sacramento del Altar, concédenos la gracia que te pedimos
este día y permítenos participar de esta Hora Santa, con fe, amor y devoción. Te lo pedimos a Ti
Señor que estás con nosotros y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Canto
Meditación personal
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista setenta estadios de
Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y
discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como
incapacitados para reconocerle.
La experiencia de estos dos discípulos también puede ser la nuestra, y al igual que ellos muchas
veces no entendemos que está pasando. No hemos entendido que la Verdad del amor pasa por la
prueba del dolor, porque en el sufrimiento se purifica la mente y el corazón, y el oro del amor, se
ve libre de todo desecho. De ahí que la experiencia de estos discípulos se repite una y otra vez en
la comunidad o en algún apostolado.
Un día también fuimos invitados por Jesús a seguirlo, nos sentimos llamados por Él, nos sedujo,
nos atrajo hacia sí, experimentamos su amor misericordioso, y lo seguimos. Hicimos nuestras sus
palabras: «Eres precioso a mis ojos, estimado, valioso y valorado». Cada uno conoce su historia y
experiencia de su propia vocación. Hasta dimos testimonio de qué manera Jesús nos invitó a
seguirlo. Estábamos dispuestos a cargar con la cruz y llevarla con gallardía como signo del amor
hasta el extremo. La cruz asumida con valentía se convierte en la revolución de la vida y del amor.
¿A dónde me escapo cuando se hace pesada la cruz o cuando me resisto al gozo? ¿A dónde
recurro yo personalmente?
Como en el texto del Evangelio que estamos meditando, también en la actualidad, sucede lo
mismo, muchas personas que un tiempo aceptaron seguir al Señor caminan sin rumbo, tristes,
fracasados, frustrados, sin esperanzas, por los problemas de la vida van a la deriva, no saben qué
hacer, piensan que Dios los ha abandonado a su suerte; pero no es así, lo que sucede es que el
Señor camina con ellos, y al igual que los discípulos de Emaús no lo reconocen. El Señor nunca
abandona a sus hijos, (acaso una madre abandona al hijo de sus entrañas, aunque lo haga, yo no lo
haré) sino son los hijos quienes abandonan a Dios, cuando atraídos por el pecado, que se muestra
tan apetitoso sucumben y caen en la tentación, o cuando los problemas son grandes, son
ahogados y esto impide ver al Señor que camina junto a nosotros en el camino de la vida. Dios nos
acompaña a través de un amigo, un hermano, su Palabra, su presencia Eucarística que nos
reconforta en nuestro caminar cristiano. Que hermosa es la imagen de estos hombres que van
caminando y el Señor que les sale al encuentro a buscarlos y caminar con ellos. Hace un tiempo
que había conocido a Jesús y Él les había cambiado la vida y ahora, aquel que les prometió tanto
había muerto. No les creen a las mujeres que dicen haberlo visto, lo han perdido. Al perder a Jesús
se han perdido a sí mismos, no tienen hogar, su corazón está rumeando una tristeza, están
sufriendo una pérdida.
Nuestros dolores generalmente están unidos a las pérdidas. Pero hay muchas formas de pérdidas.
A veces son pérdidas de personas, pero también hay otras cosas que podemos perder: a veces, la
intimidad, la seguridad, la inocencia, el amor, el hogar, los hijos…
a veces hemos perdido nuestros sueños, metas e ilusiones y preocupados, angustiados, somos
incapaces de hablar de cosas lindas. Por eso en este momento pidamos al Señor nos conceda
tener siempre un corazón que hable siempre de las bondades que de Él recibimos, pidamos al
Señor nos acompañe siempre en el camino y nos conceda llevarlo siempre a los demás, que las
dificultades de la vida no nos inquieten, sino más bien nos ayuden a cercarnos más y más al Señor.
Te damos gracias Señor por esta hora que nos has permitido poder estar contigo en tu presencia
viva y resucitada en el Santísimo Sacramento del Altar, te pedimos Señor que nos acompañes en el
camino de la vida como acompañaste a los discípulos de Emaús, que nosotros también podamos
experimentar tu presencia y sobre todo que no seamos ciegos ni lentos para conocerte, ayúdanos
a reconocerte lo antes posible y permite que seamos agradecidos por todo lo que recibimos de Ti,
aumenta nuestra fe y permite que podamos amarte y desear nuevamente estar junto a Ti, que
vives y reinas con el Padre en unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Canto:
Hora Santa II
Canto
Amado Jesús Sacramentado, nuevamente estamos ante Ti, para agradecerte por la vida que nos
das, para darte gracias por tu resurrección porque a través de ellas nos enseñas que la muerte no
es el final de la vida, sino el comienzo de una nueva vida a tu lado, para contemplar tu gloria y tu
poder. Te pedimos Señor que nos acompañes y que este día nos permitas experimentar como tu
mano nos protege, como tu amor nos acompaña y tu misericordia nos rodea. En tus manos
ponemos esta Hora Santa que vamos a dirigir delante de tu presencia viva en la Hostia consagrada,
donde por amor a nosotros te has querido quedar para mostrarnos el amor tan grande que nos
tienes a pesar de nuestras dificultades y muchas veces de nuestra poca fe, te pedimos Señor que
nos ayudes y nos des la gracia que necesitamos para poder seguir adelante en nuestra vida, danos
valor, danos entrega, danos fidelidad a Ti y a tus mandamientos. Que en esta Hora Santa podamos
verdaderamente sentirte y experimentar tu presencia entre nosotros, preocupado por lo que nos
pasa en la vida, concédenos sabernos siempre acompañado y auxiliados por tu misericordia,
concédenos poder abrirnos a Ti para contarte lo que nos pasa, para que así podamos encontrar el
consuelo y la compañía que necesitamos de Ti para seguir luchando y avanzando
en el camino hacia la vida eterna. Te lo pedimos a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
y necesidades…
Canto
Meditación personal
Él les dijo: ¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando? Ellos se pararon con aire
entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: ¿Eres tú el único residente en Jerusalén
que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?
Palabra del Señor.
Con esta pregunta Jesús estimula a sus discípulos a sacar a flote el problema gradualmente. Ayuda
a los dos a ayudarse; no los turba con su intuición profética, diciéndoles que estaban equivocados,
sino más bien obra de manera que ellos mismos pongan en claro lo que tienen dentro, que tomen
conciencia de lo que están haciendo y viviendo, que desaten los nudos interiores, objetivándolos.
Jesús pregunta sobre el objeto de la conversación, o sea sobre su estado de ánimo: «porqué están
tristes» ante la pregunta del extraño caminante uno de los dos, Cleofás da una respuesta en dos
momentos: la primera respuesta es un poco impertinente, casi como para alejar: « ¿Eres tú el
único forastero en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Ante esta
respuesta Jesús actúa como si nada ha pasado, no tiene en cuenta esta primera brusquedad,
sabiendo que las primeras respuestas a menudo no son las verdaderas, son las del erizo que se
cierra, para no revelar inmediatamente el misterio de la persona. Jesús recibe la descortesía y la
neutraliza con su paciencia, con su bondad y le da cuerda a la conversación, para ganar confianza.
Esta respuesta de Cleofás que intenta alejar a Jesús se parece a la de la mujer samaritana, cuando
Jesús le pregunta sobre su marido ella cambia la conversación, para ponerse a la defensiva y no
reconocer su pecado Jn 4,19-20. Pero Jesús la ayuda a llegar hasta el fondo del problema, hasta
lograr que abra su corazón a su amor misericordioso. Él no quiere que anidemos en el corazón
todo aquello que degrada a la persona, hasta llevarla a la muerte espiritual. «No quiero la muerte
del pecador, sino su arrepentimiento y conversión».
¿Por qué nos ponemos a la defensiva cuando la Palabra descubre lo que hay escondido en el
corazón?
¿Te dejas alcanzar por la misericordia de Dios? Basta ya de cargar con algo que carcome la vida.
Canto de meditación
En nuestra vida caminamos muchas veces sin rumbo, sin dirección, pensando que nadie se
preocupa por lo que a nosotros nos pasa, sin embargo, no nos damos cuenta que hay alguien que
aún en silencio siempre está pendiente y preocupado por lo que a nosotros nos sucede en la vida.
Como hemos leído en la parte del texto del Evangelio que proclamamos al inicio de esta Hora
Santa, Jesús camina como un desconocido al lado de aquellos dos discípulos y viendo su actitud,
viendo la condición física que llevaban por el camino les pregunta por su situación, les pregunta
por lo que les sucede. Aquellos dos discípulos que van desconsolados, tristes, sintiéndose
engañados, solos y abandonados, se sorprenden de la pregunta de aquel forastero desconocido
que se han encontrado en el camino. La respuesta de uno de esos dos discípulos no es pasiva, no
es con corazón agradecido porque alguien le pregunte que les sucede, da una respuesta fría, dura,
como diciendo: todos saben que es lo que está pasando y porqué estamos nosotros así y huyendo
de Jerusalén, ¿cómo es posible que Tú eres el único que no sepa lo que está pasando aquí? Como
podemos notar, la pregunta de Jesús, no es con interés de obtener una respuesta acertada, es más
bien una pregunta que abre el diálogo, que permite que ellos se desahoguen y le cuenten a Él,
desde su propio corazón y con sus propias palabras lo que sienten, aquello que en ese momento
está pasando. Jesús se preocupa por nosotros, quiere ayudarnos a salir delante de todas nuestras
dificultades, por eso es importante que seamos agradecidos y hablemos siempre con el Señor, no
tengamos miedo de acercarnos a Él, Él nos escucha, nos perdona y nos salva, Él quiere que seamos
felices, Él quiere llenarnos de su misericordia, dejemos pues, que Jesús nos cuestione en aquellas
cosas que quizás no van muy bien en nuestra vida, respondámosle y encontremos en Él la
compañía, que muchas veces buscamos en lugares o personas equivocadas. Él está aquí hablemos
con Él y démosle gracias por preocuparse por lo que a nosotros nos sucede en la vida.
Este día, Señor; queremos agradecerte por la oportunidad que nos concediste para estar
nuevamente delante Ti, te pedimos Señor que tu gracia nos acompañe siempre y que todos los
días de nuestra vida nos podamos sentir acompañados por Ti, gracias por preocuparte por
nosotros, gracias por mostrarnos que eres verdaderamente el amor del padre que se manifiesta
en tu bondad y misericordia, bendícenos, acompáñanos y defiéndenos siempre del mal. Gracias,
Señor, por buscarnos, por no dejarnos solos en el camino. Nos conoces y sabes que somos presa
fácil del desánimo y del abatimiento y nos cuesta mucho reconocerte en nuestra oración. Ilumina
nuestra mente y corazón para que sepamos descubrirte y experimentemos esa cercanía que nos
llena de paz y amor. Te lo pedimos a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos. Amén
Canto:
Canto
En esta hora Santa nos dirigimos nuevamente a Ti, Jesús Sacramentado para darte gracias por
todo lo que recibimos de tu bondad y misericordia, queremos pedirte perdón por la veces que no
creemos desde el primer instante posible todo lo que Tu eres capaz de hacer en nuestra vida,
muchas veces nos pasa como a los discípulos de Emaús, no creemos, desconfiamos de lo que nos
dicen acerca de Ti, pero hoy Señor, queremos pedirte que aumentes nuestra fe y que nos ayudes a
creer cada día más y más en Ti, que no desconfiemos de tu palabra y de las promesas que nos has
hecho, Tú estás vivo, y te muestras ante nuestros ojos en la Santa Eucaristía, donde te quedaste
para acompañarnos y para demostrarnos que eres grande y que tu amor es para todos los que en
Ti creen y esperan, ayúdanos pues, Señor a descubrirte vivo y resucitado en nuestras vida y
concédenos la gracia de no dudar de tu presencia resucitada verdaderamente presente aquí en el
Santísimo Sacramento del Altar. Te lo pedimos, Señor, a Ti que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
y necesidades…
Canto
Meditación personal
Él les dijo: ¿Qué cosas? Ellos le dijeron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en
obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y
magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que
iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso
es que algunas mujeres de la nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al
sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de
ángeles que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron
tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron. Él les dijo: ¡oh insensatos y tardos de
corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso
para entrar así en su gloria?
Ante la pregunta de Jesús sobre: ¿Qué es lo que ha pasado? Los discípulos melancólicos dan una
respuesta que sorprende porque se trata de un anuncio sobre Jesús de Nazaret el Salvador, como
si fuera una desgracia, anuncian el mensaje de salvación con palabras tristes. Los dos hombres
denotan cara de funeral, un reflejo del corazón. Tienen en sus bocas el anuncio de la salvación,
porque han estado con Jesús y lo han seguido, pero no entienden como tal, y por eso lo anuncian
casi como si fuera una desgracia terrible, irreparable.
Y luego continúan: «Nosotros esperábamos que sería Él quien libertara a Israel; pero, a todo esto,
ya es el tercer día desde que acaecieron estas cosas. Por cierto, que algunas mujeres de nuestro
grupo nos han dejado asombrados; fueron muy temprano al sepulcro y, no habiendo encontrado
su cuerpo volvieron hablando de una aparición de ángeles que dicen que vive». Ante todo, esto los
discípulos dicen una cosa de la que no se entiende nada, una cosa que no tenía que suceder y que
es una tragedia para todos los que esperaban en Él. Esto es un anuncio con palabras, pero sin
corazón; antes bien, hay un corazón de tristeza, de resignación, de desilusión, que causa amargura
en los que dicen y no convencen a los que escuchan. El seguimiento a Jesús no se debe anunciar
como una tragedia, un fracaso o una desilusión; los miembros de una comunidad deben transmitir
el Evangelio, con alegría como dice el Papa Francisco: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la
vida de los que se encuentran con Jesús». EG 1. La vida del cristiano debe ser con fe viva y
verdadera, no con melancolía. Revisemos como es nuestro seguimiento en nuestras comunidades.
Ojalá que no sea como el mensaje melancólico de los discípulos de Emaús que denota una verdad
transmitida con frustración.
Esta forma de hablar o anunciar a Jesús denota que en el fondo del corazón reina la decepción y
frustración, no habían entendido el mensaje de Jesús ¿En qué nos parecemos nosotros?
Ahora aunque lo tienen a su lado caminando, ellos esperaban ver a alguien diferente. Así nunca
verán a Jesús, por más claro que se les aparezca. ¿Qué nos impide muchas veces a nosotros
reconocer a Jesús que camina a nuestro lado?
La esperanza que ellos habían tenido, pequeña y a su medida, no les deja aceptar la gloria y el
gozo de la resurrección. ¿No será que los intereses personales y muchas veces egoístas se
anteponen a los intereses del reino?
¿Sería conveniente y oportuno dejarse penetrar por las palabras de Jesús, para reconocer
nuestras debilidades, que no permiten ver claramente al Señor?
Cleofás y su compañero sabían cosas sobre Jesús, pero no lo habían interiorizado en el corazón
sobre todo el anuncio de la Resurrección, esto queda al descubierto cuando Jesús les echa en cara
su incredulidad. Estos discípulos aún no habían descubierto al Dios revelado en Jesús, profetizado
en las Sagradas Escrituras, y todo lo escrito sobre Él. Esta falta de interioridad lleva a las personas a
vivir desde la intemperie, desde la superficie donde se puede creer con raíces profundas. Sin
interioridad la persona se manifiesta insegura, perdida, desequilibrada, rota. Siente que su casa no
tiene roca firme; experimenta que su casa está levantada sobre arena y que los vientos recios, las
lluvias y temblores la amenazan con la ruina. Mt 7,21-28. Los discípulos de Emaús conocen la
Sagrada Escritura, pero rechazan el escándalo de la cruz e ignoran que es la clave para entrar en
ella y comprenderla. El Señor muerto y resucitado de quien habla el Evangelio y de quien hacemos
memoria en la
Eucaristía nos lleva a acoger la historia de Jesús como realización y explicación de todo el designio
de salvación. «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en
Él tenga vida eterna.» Jn 3,16. El Señor nos ayuda a no ser incrédulo, nos ayuda a creer
profundamente en Él y en su palabra, Él mismo si se lo pedimos todos los días aumenta y alienta
nuestra fe.
…
Canto Oración final:
Al llegar al culmen de esta Hora Santa, queremos Señor darte gracias por tu resurrección, por la
vida que nos das y nos invitas a alimentarla contigo mismos, queremos agradecerte porque al
igual que a los discípulos del evangelio que hemos estado meditando en estos días, nos llamas la
atención para que no nos desviemos del camino, nos llamas la atención para que no olvidemos
todo lo que Tú nos dices a través de tu Palabrea que es vida, gracias porque siempre estás
pendiente de nosotros y nos llamas a creer siempre en lo que nos dice la Sagrada Escritura acerca
de tu presencia entre nosotros. Ayúdanos a superar la melancolía, la tristeza y todo aquello que
experimentamos cuando no somos capaces de comprender tu voluntad, permítenos a prender de
Ti que estamos para hacer siempre la voluntad del Padre que nos llama y quiere que todos
lleguemos al conocimiento de la verdad. Inflama nuestro corazón con tu amor y permítenos
esperar siempre en Ti, que con el Padre y el Hijo vives y reinas, y eres Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
Canto:
Hora Santa IV
Canto
Estamos nuevamente Señor ante tu presencia Eucarística, queremos darte gracias por lo que este
día nos has permitido realizar a lo largo de nuestra jornada, gracias porque al final de la misma,
podemos encontrarnos contigo, gracias porque hoy podemos acercarnos a Ti verdaderamente
presente ante nuestros ojos, en tus manos ponemos todas nuestras intenciones y necesidades y te
pedimos las atiendas favorablemente, según sea tu voluntad, danos la fuerza que necesitamos
para continuar nuestro caminar, fortalece nuestro corazón para que no tengamos miedo de
enfrentarnos a nuestra propia realidad, danos un corazón como el tuyo y quédate siempre con
nosotros, Tú eres nuestro Señor y Salvador, Tú eres nuestra vía y nuestra verdad, Tú eres el más
grande y omnipotente en quien siempre ponemos nuestra esperanza, Tú eres el dueño y Señor de
nuestras vidas, a tu voluntad nos acogemos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Canto
Meditación personal
Canto de aclamación al Evangelio Lucas 24, 26-29
Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él
en todas las escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos.
Jesús, ayuda a sus discípulos a entender que su pasión y muerte estaban previstas en el designio
de Dios y preanunciadas por las Escrituras. Así reenciende el fuego de la esperanza en el corazón
de sus discípulos mientras caminan con Él. A partir de ese momento la conversación se convirtió
en una contemplación:
Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él
en todas las escrituras.
No sabemos cuánto duró esa maravillosa explicación; probablemente horas, el único dato que
tenemos es que se les fue haciendo noche. Esas palabras fueron provocando una reacción en su
interior; reavivaron el amor y volvieron a encender la llama de la esperanza. Seguían caminando,
pero ya no tenían tanta prisa por llegar. Aunque sus ojos seguían sin ver y sus oídos no acababan
de comprender, su corazón había comenzado a arder, sus vidas se estaban empezando a
transformar.
Al igual que ese primer día de la semana, Jesús también camina con nosotros, y nos habla
directamente al corazón mediante su Palabra. En esta Hora Santa Él nos acompaña. Al grado de
arder el corazón con su palabra. Es por eso que se mantiene oculto, no pretende deslumbrarnos a
la vista, sino convertir corazones mediante su palabra viva.
Porque la fe nace de una predicación, y la predicación por la palabra de Cristo. Rm 10,17. Este es
el momento de reavivar nuestra fe. Quizás hace un tiempo ya experimentamos su amor y
misericordia, y aceptamos con gozo seguirlo, pero hemos decaído en la intensidad de su amor.
Este es el lugar y momento oportuno. Volvamos a encender la llama de la fe y dejemos que nos
hable al oído y renovemos nuestro caminar con Él, no antepongamos nuestros intereses
personales y egoístas. Él es nuestro Salvador y Señor.
Profesión de fe…
Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María
Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la
derecha de Dios Padre, Todopoderoso. Desde ahí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el
Espíritu Santo, la Santa Madre Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los
pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.
Silencio y meditación personal
Canto de meditación
Cuando la tarde de aquel día poco a poco iba declinándose en el ocaso, Aquel compañero
desconocido se ha hecho apreciar. Su conversación envolvió nuevamente la vida de los discípulos,
llenándolos de luz, por eso no querían dejarlo que prosiguiera su camino, sino continuar
degustando ese alimento espiritual que les había hecho que volvieran a la vida, algo misterioso
estaba sucediendo parece ser patrimonio exclusivo de aquel caminante que les había salido al
encuentro. Ambos discípulos no tardaron en invitarlo a quedarse con ellos: «Quédate con
nosotros». Ellos querían que la llama encendida en sus corazones no se apagara, para no volver a
experimentar aquello que los había alejado de Jerusalén. No habían sido capaces, todavía, ni de
descubrir su voz ni de reconocer su rostro, pero su corazón algo intuía. Por eso insistieron en que
no se fuera y espontáneamente lo invitaron. El desconocido había pasado a ser un amigo. Jesús
nunca impone su presencia. Es importante captar y entender que Jesucristo nunca nos va a
imponer su presencia, nunca nos va a obligar a su amistad. Depende primariamente de nosotros
invitarle o dejarle de invitar. Si no damos ese paso Él seguirá su camino y todo habrá quedado en
un interesante intercambio, pero sin transformación, sin verdadero cambio. Por eso, para muchos
Jesús no es más que un desconocido, un atractivo e interesante desconocido, que se cruzó un día
por sus vidas, les habló un rato, tal vez días, les impresionó, les impactó, pero no les brotó
espontáneo invitarle a quedarse con ellos, a abrirle la propia vida, la casa interior para compartir
con Él todo. Y se fue, sin darle la oportunidad de abrir sus ojos, de transformarles y de incorporar
definitivamente la experiencia de su amistad a la propia vida, llenándolo todo de sentido.
Si los discípulos de Emaús hubieran dejado que Jesús prosiguiera su camino, su encuentro con Él
en el camino hubiera sido una experiencia a medias, no habrían tenido la oportunidad de
reconocerlo y mucho menos regresar a la ciudad totalmente otros. Este es el caso de muchas
personas quienes han sido encontradas por Jesús en el camino de su vida, han quedado atraídos
por Él, pero nunca lo invitaron a entrar en sus vidas… un encuentro a medias no puede ser.
Digamos también nosotros: «Quédate con nosotros Señor».
Al finalizar este momento de encuentro contigo Señor queremos suplicarte, como los discípulos de
Emaús a quedarte con nosotros, como ellos también nosotros queremos invitarte a acompañarnos
en nuestra vida, queremos invitarte a quedarte siempre con nosotros. Quédate con nosotros
señor, Quédate con nosotros este día y tendremos contigo la paz. Quédate con nosotros, no nos
dejes, contigo la noche nunca vendrá. Quédate con nosotros, no nos dejes por los caminos del
mundo señor. Quédate siempre con nosotros, señor. Tú nuestra vía, verdad y vida: tu presencia
esté en nuestro corazón fuente de luz, alegría y amor. Que nuestro día sea fecundo, de obras
dignas de bondad, para que nuestra vida sea en el mundo un resplandor que atestigüe tu caridad.
Te lo pedimos a Ti que junto al Padre y al Hijo eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Canto:
A tan grande Sacramento
Hora Santa V
Canto
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias, A ti se
somete mi corazón por completo y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de ti, se
equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha
dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad. En la cruz se escondía
sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido
lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que
eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Oh memorial de la
muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que
siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu
Sangre, de la que una solo gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a
quien veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea
yo feliz viendo tu gloria. Amén.
y necesidades…
Canto
Meditación personal
Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.
Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su vista.
Jesús, por tanto, acepta la invitación a entrar en la casa de sus compañeros y a sentarse a su
mesa. La mesa es, tal vez, el lugar más familiar de una casa. En torno a la mesa nos descubrimos
unos a otros, es el lugar donde rezamos para dar gracias a Dios, donde preguntamos, comentamos
o nos contamos las cosas. Es el lugar de las sonrisas, pero también de las lágrimas. La mesa es,
también, el lugar donde la distancia y los silencios se hacen más dolorosos; donde los hijos
perciben la tensión o el amor de sus padres y donde los hermanos y hermanas expresan sus
enfados, envidias o el verdadero aprecio. En torno a la mesa sabemos si hay amor o si, por el
contrario, hay rencor y división en la familia. Jesús se sienta a la mesa, y al hacerlo, de ser el
invitado pasa a ser el anfitrión y realiza un gesto familiar dentro de la tradición judía, toma un pan,
lo bendice, lo parte y se lo da. Un gesto que no pasa inadvertido a los ojos de los dos viajeros, por
el contrario, es el gesto que les convence. ¿Por qué ese gesto fue tan significativo para ellos?
Podría haber muchas posibles interpretaciones, yo creo que no fue solo el gesto. Fue una gracia
especial de Dios que se había venido gestando desde el momento en que Cristo se cruzó por su
camino, pero que no se podía alcanzar hasta que no se hubiese dado el paso de la invitación. Fue
un regalo de Dios, fue el regalo de la fe.
Cuando los discípulos reconocieron a Jesús en la fracción del pan, sus sufrimientos, sus
racionalismos y sus decepciones fueron superados ante una común convicción: ¿No ardían
nuestros corazones cuando nos hablaba en el camino? Lo hemos visto, lo hemos reconocido era Él,
tantas horas compartiendo por el camino, y no hemos sido capaces de verlo. Su fe se puso a
prueba inmediatamente porque tuvieron que empezar a creer sin ver, sin poder confirmar,
tuvieron que empezar a transmitir sin tener más prueba que su propio testimonio. Como los
discípulos de Emaús también nosotros hemos de pasar de la decepción al convencimiento;
durante esta Hora Santa hemos experimentado el diálogo con Jesús, que produce transformación.
No es posible encontrarse con Él y que no haya cambios, la luz de la fe y la esperanza que Él
siembra en nuestros corazones nos debe llevar a ser sus testigos en el mundo, no olvidemos que
los dos eran discípulos de Cristo, que habían presenciado su vida pública y seguramente
presenciaron muchos de sus milagros, escucharon sus enseñanzas y vivieron su amor al prójimo de
manera inmediata. Meditemos en las siguientes preguntas y tratemos de experimentar la
presencia del Señor que está entre nosotros.
¿Cuántas veces hemos compartido con Jesús en la mesa de la Eucaristía con verdadera fe?
Al llegar al momento final de la Hora Santa de este día queremos darte las gracias Señor por todos
tus beneficios, especialmente el de habernos permitido estas aquí delante de Ti, te pedimos
Señor nuca permitas nos separemos de Ti, abre nuestros ojos para poder reconocerte, abre
nuestros ojos para poder experimentar tu presencia que es vida y es verdad, como lo discípulos
de Emaús, también nosotros queremos experimentar el ardor de tu palabra en nuestros corazones
y especialmente el latir de nuestro corazón por estar junto a Ti, te amamos Señor y nuestro
corazón late sin cesar de amor por Ti, permite que al alejarte de nuestra vista, podamos
quedarnos con tu presencia grabada en nuestra mente y en nuestro corazón para llevarte a los
demás, a aquellos que nos esperan en la casa o en el trabajo, en la calle o aquí mismo en la Iglesia,
que después de haberte contemplado y adorado en este Sacramento admirable de tu amor y de
nuestra fe, demos testimonio de lo que Tú eres capaz de hacer por nosotros. Te lo pedimos a Ti
que junto al Padre y al Espíritu Santo eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Canto:
Hora Santa VI
LA CONVERSIÓN VERDADRA
Canto
Oración inicial:
Te alabamos Señor, te bendecimos y te damos gracias por el don tan grande que nos has
concedido de quedarte con nosotros en la Eucaristía, gracias Señor porque sabemos que desde
este Sacramento nos ves y contemplas los latidos de nuestro corazón que late sin cesar de amor
por Ti, gracias por amarnos y por llamarnos para estar junto a tu presencia real, viva y verdadera
en el Santísimo Sacramento del Altar, acompáñanos en esta hora y concédenos la gracia de
encontrarnos contigo, ayúdanos a ser como Tú, enséñanos a ser misericordiosos como Tú y el
padre los son, que nosotros podamos amarte en los demás y que en este día podamos renovar
nuestras fuerzas desgastadas por los cansancios y carreras y angustias de este día, líbranos
siempre del mal y acompáñanos en el camino como acompañaste a los discípulos de Emaús, que
podamos encontrarte y así iniciar y continuar con nuestro proceso de conversión, que cada día,
podamos morir a nosotros mismos y podamos renacer a Ti y que de ese renacer contigo brote en
deseo de llevarte y transmitirte a los demás, especialmente a aquellos que se han alejado y no
creen en Ti, que con nuestro propio testimonio de vida podamos acercar a más personas a tu
camino, te lo pedimos a Ti Jesús Sacramentado que estás presente ante nuestros ojos y vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Canto
Meditación personal
Se dijeron uno a otro: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
Palabra del Señor.
Podemos darnos cuenta que después de todo el camino que los discípulos habían hecho junto a
Jesús es hasta aquí donde cayeron en la cuenta que mientras caminaban al ritmo de las palabras
de Jesús se encendió de nuevo en sus corazones el fuego de su amor en pura llama nueva. Un
fuego que da calor y luz, porque Jesús ha venido a la tierra a prender el fuego del Padre, y se
consume hasta ver toda la tierra arda y viva la experiencia de la
luz, y caminen los hombres como hijos del día, hijos de la luz…
He aquí que el punto central de este relato nos muestra sin dejar duda alguna, sin ocultar detalle,
de cómo la conversión, la verdadera conversión proviene de ese encuentro personal e íntimo con
Cristo. Estar en la presencia misma de Cristo resucitado es aquel suceso portentoso, pero oculto,
de cómo un corazón deja de ser de piedra y se hace carne. (Ez 11,19).
Evangelii Gaudium
(La alegría del Evangelio) nos dice en el numeral 1: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la
vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del
pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con
«Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora
mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta
invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».
Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús,
descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a
Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra
vez para renovar mi alianza contigo Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez
más entre tus brazos redentores». Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido,
insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos
de acudir a su misericordia. Meditemos un momento las siguientes cuestiones ante Jesús
Sacramentado.
La fe pasa por la mente, pero su lugar hondo es el corazón. ¿Hemos descubierto la certeza de lo
que la mente no es capaz de percibir?
Se cree al Resucitado con el corazón: ¿Hemos olvidado el corazón? ¿O le tenemos cierto miedo?
Canto
Oración final:
Gracias Señor por permitirnos formar parte de tu familia en la Iglesia, gracias por permitirnos este
día poder haber estado delante de Ti, gracias porque nos permites adorarte, porque
verdaderamente hemos sentido como tu Palabra hace arder nuestro corazón herido muchas veces
por las dificultades de la vida, gracias Señor porque estar contigo es experimentar tu amor, tu
bondad y tu misericordia, gracias por este don tan grande de tu amor, acompáñanos, guárdanos,
defiéndenos, sé Tú nuestro mayor consuelo, sé Tú la fuente donde nosotros podamos saciar
nuestra fe para que, nosotros con nuestra propia vida podamos conducir a los demás. Gracias por
esta Hora Santa que nos has permitido vivir, inflama nuestro corazón con tu amor y danos siempre
el deseo de buscarte y estar siempre junto a Ti que eres Dios y vives y reinas con el Padre en la
unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Canto:
Canto
Oración inicial:
Oh Señor mío Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre; yo te adoro realmente en este
admirable Sacramento; allí te confieso y te invoco, como que de ninguna manera dudo de la
verdad de tu Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad. ¡Ojalá pudiera yo contemplarte y conocerte,
amarte, alabarte y glorificarte, como te contemplan, conocen, aman, alaban y glorifican tantos
millares de Ángeles y Santos! Justo es Señor, que todas las criaturas del cielo y de la tierra te
alaben y te rindan infinitas acciones de gracias por el ardentísimo amor con que bajaste del cielo
hasta nosotros, y por habernos dejado en prenda de amor tú mismo cuerpo vivo e inmortal. ¡Oh
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo!, ten misericordia de nosotros, y danos tu paz,
y alimenta nuestras almas con esta comida espiritual, para que ni en la vida ni en la muerte nos
separemos jamás de tu misericordia. Que cada día podamos creer en tu resurrección y podamos
proclamar donde quiera que estemos, que Tú vives y reinas junto al padre y al Espíritu Santo, por
los siglos de los siglos. Amen.
y necesidades…
Canto
Meditación personal
En la experiencia de los discípulos de Jesús, algo nuevo había comenzado en su historia personal;
una luz los había inundado, algo en su corazón les decía que las cosas ya no serían como antes. Su
corazón les decía que eran parte de una nueva historia, de una historia acompañada por alguien
que está vivo y demuestra su presencia al aparecerse en el camino o en la sala de reunión aún con
la puerta cerrada. Jesús no está muerto, ha resucitado y quiere hacernos parte de su historia de
vida, quiere hacernos parte de su resurrección. El Señor nos llama para ser parte de su familia y
por eso tenemos que reconocerlo resucitado entre nosotros, no tardemos tanto, no seamos como
los discípulos de Emaús que habían caminado mucho tiempo con Él y no lo reconocieron,
reconozcámoslo presente aquí entre nosotros, reconozcámoslo presente en cualquier momento
de nuestra vida, especialmente reconozcámoslo presente en nuestros hermanos e incluso en
nosotros mismos. Jesús ha resucitado y por eso estamos alegres, Jesús está aquí y quiere que
nosotros al reconocerlo como los discípulos de Emaús, seamos capaces de ir y de anunciar esta
gran noticia a los demás, incluso a aquellos que no creen, a ellos también tiene que llegar esta
gran noticia. Pidamos al Señor que nos acompañe siempre en nuestra vida, que sea Él quien guíe
nuestro caminar y sobre todos que nos ayude a encontrarnos siempre con Él, con su presencia viva
y resucitada, verdaderamente presente entre nosotros en el Santísimo sacramento del Altar.
Hagamos nuestras las siguientes preguntas y respondámoslas desde lo más profundo de nuestro
corazón, hablando con Jesús y diciéndole cuanto lo amamos y el deseo que hay en nuestro
corazón de estar siempre con Él.
El señor ha resucitado…
¿Qué esperas?
Canto: