El Ser Del Terapeuta El Ser Del Terapeuta
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El Ser Del Terapeuta El Ser Del Terapeuta
psicoterapeuta será sensible y que señalará en el encuentro con sus consultantes. El ser,
expresado en cosas tan simples como la edad o el género, contribuye a la construcción de la
relación, pero también puede dificultarla. Al respecto una anécdota: es fácil recordar las
dificultades que aparecían al momento de establecer una relación terapéutica cuando se está
“recién graduada” de la universidad y acudían a consulta, personas de mayor edad, casadas, con
hijos; quienes muchas veces se sorprendían e incluso a veces comentaban “de qué manera me
puede ayudar alguien que todavía no ha vivido esta experiencia”. Éste era el desafío inicial, el
hecho de entrar en contacto con personas a cuya experiencia vital me puedo acercar en base a lo
que dicen o a lo que se ha visto en otras personas cercanas, pero que no se ha vivido. La formación
en cualquier área de la psicoterapia, en este caso, se hace referencia a la terapia familiar
sistémica; pero una base conceptual sólida, de cualquier orientación proporciona el marco teórico
y las herramientas adecuadas para acompañar de mejor manera a las familias. Este bagaje
constituye el lado cognitivo de nuestro quehacer. La teoría se ve enriquecida por una maleta de
herramientas y técnicas que se pueden aplicar en diversos momentos y circunstancias, con mucha
creatividad y espontaneidad, sin perder el asidero teórico para las mismas, lo cual contribuye
indudablemente al quehacer terapéutico. Estos bagajes teórico-prácticos se complementan o se
encarnan en el ser, se combinan con lo que el terapeuta es; razón por la cual, es fundamental el
hecho de haber trabajado la propia historia, que constituye un elemento básico para acompañar a
otras personas en su quehacer. No se puede negar ni hacer a un lado “las maletas” que se lleva,
pero sí se puede y algunas veces “se debe” revisar estas maletas para crecer y acompañar a otras
personas en el camino. Este proceso no es fácil, requiere de la íntima convicción de que hacerlo
traerá bienestar al terapeuta mismo, y de igual forma a las personas con las que trabaja.
2.3 El abordaje transgeneracional Un aporte teórico fundamental en el quehacer terapéutico, es
aquello que se aprendió durante la formación en Bélgica, donde se hacía gran énfasis en lo
transgeneracional; aquello que se transmite de una generación a la siguiente y que la influye. Este
abordaje está representado por algunos autores: Murray Bowen es el principal, aunque también lo
postulan Iván Boszormenyi-Nagy, Carl Whitaker, y Framo; cada uno hace referencia a ciertos
elementos en particular, por lo que el bagaje transgeneracional viene fundamentalmente de
Bowen, cuyos principales aportes se delinean a continuación. Bowen (1998) comparte con otros
sistémicos el hecho de considerar a la familia como un todo, al cual define como una unidad
emocional: … donde sus miembros están ligados de tal suerte que el funcionamiento de uno
influye sobre el funcionamiento del otro. En este sentido, el funcionamiento de la familia es un
producto de, y está influenciado por las generaciones que la precedieron. Los síntomas se
desarrollan en esta unidad emocional y se los considera como una señal de que se ha producido
un cambio en el sistema, el mismo que ha determinado que se modifique el circuito de
retroacciones entre los miembros para acomodarse a dicho cambio. El síntoma, en este LA
TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA 67 sentido, es una modificación del sistema para adaptarse a
nuevas condiciones de funcionamiento. Esta concepción despatologiza los síntomas, que se
vuelven la mejor opción para el sistema, en un marco restringido de alternativas para enfrentar
nuevas situaciones. Bowen elabora su teoría en base a dos variables: el grado de integración del
yo y el grado de angustia, existiendo una relación directamente proporcional entre ambas, puesto
que, a mayor integración de sí, mejor manejo de la angustia y a la inversa: a menor integración de
sí, peor manejo de la angustia. La relación entre estas dos variables determina el nivel de
diferenciación de una persona.
6. Él puede quedarse aceptando la redefinición que B da de sí mismo como aquel que decide. 7. Él
puede volver a la casa sin tomar en cuenta la objeción de B, definiendo al otro como inexistente
en la relación: “tú para mí no cuentas, tú no estás allí”. 8. Además, él puede metacomunicar el
motivo de la urgencia de regresar a la casa. A partir de esta breve descripción de un intercambio
verbal se puede entender que la definición de la relación se juega continuamente en todos los
intercambios verbales que los seres humanos tienen; entonces, cuando una persona habla con
otra siempre se plantea las cuestiones de quién decide sobre el tema que se está tratando, quién
toma la iniciativa y quién es conducido. Todas estas preguntas tienen que ver con el hecho de
definir o de redefinir una relación. En el caso de una relación, los teóricos de la comunicación
humana sostienen que ésta puede definirse de una de las dos maneras siguientes: de forma
complementaria o de forma simétrica.
3.2.6 El contrato terapéutico Implica explicitar, de la manera más clara posible, las condiciones en
las cuales se realizará el proceso terapéutico. Este contrato incluye los siguientes puntos: El
número de sesiones: implica determinar si existe un número específico de encuentros o se espera
hasta ver como avanza el proceso. En el primer caso, se trata de un contrato cerrado en el que se
establece un número de encuentros, con un mínimo de cinco. En el segundo caso se trata de un
contrato abierto, en el que el número de sesiones está determinado por el avance en el proceso.
La frecuencia: implica definir cada qué tiempo serán los encuentros terapeuta-cliente. Por lo
regular, se plantea una reunión cada quince días. Esta frecuencia parece la más adecuada puesto
que así, la familia tiene la 176 DORYS ORTIZ GRANJA posibilidad de “elaborar” lo que ha sucedido
durante la sesión y cumplir también con las tareas que se le han asignado. La frecuencia puede
variar dependiendo de las necesidades del consultante y de la situación, ya que, por ejemplo, en el
caso de una crisis quizá es necesario ver a la familia con mayor frecuencia. Sin embargo, a
diferencia de otras corrientes psicoterapéuticas, la separación entre citas nunca es inferior a una
semana.
El horario: generalmente hay que prever una hora para una cita individual y una hora y cuarto a
hora y media para una cita de pareja o de familia, y de dos horas para cuando se trabaja con
equipo. La mayoría de las veces, la familia se queda en el mismo horario que se marcó en la
primera cita, pero esto no es absoluto, ya que se puede modificar de acuerdo a las necesidades de
la familia y/o del terapeuta. El costo: existen diferentes modos para fijar el costo: el centro
establece una tarifa diferenciada de acuerdo al tipo de consulta que se realice o el terapeuta llega
a un acuerdo con la familia sobre el mismo. Este rubro varía mucho dependiendo del contexto en
el cual el psicólogo trabaje, ya que existen lugares donde el cliente no paga directamente, como es
el caso cuando el psicólogo trabaja en una institución pública o le paga directamente a una
secretaria, como sería el caso de una institución privada. El tipo de sesión: implica determinar si
las sesiones serán individuales, en el caso de que acuda una persona sola; de pareja, cuando
acuden dos personas que se han definido como tal; o de familia, cuando acuden dos personas de
diferentes generaciones (madre/hijo, por ejemplo) o son más de dos personas. De la misma
manera, se especifica si se trabaja en coterapia, es decir con un colega o con equipo terapéutico.
.1.4 Modelos de evaluación familiar Existen muchos modelos de evaluación, se ha escogido tres
de ellos debido a que toman en cuenta parámetros interesantes para conocer a la familia y han
sido los más útiles en la tarea de hacer psicoterapia y son: el modelo Circumplejo, el modelo de
Funcionamiento Familiar de McMaster y el modelo Sistémico de Beavers.
El modelo circumplejo Este modelo fue planteado por D. D. Olson (1979)90, integra en un solo
esquema las dimensiones de cohesión, adaptabilidad y apertura, a través de la comunicación. Para
realizar la evaluación sobre las variables planteadas emplea autoinformes, en donde, cada una de
las variables consideradas es evaluada gracias a varios ítems, como se menciona a continuación:
Cohesión: se refiere al apego o desapego existente en los miembros de la familia. Entre las
variables que se toman en cuenta para realizar la evaluación están: los lazos
emocionales/independencia, los límites/coaliciones, el tiempo/espacio, los amigos/toma de
decisiones, los intereses/recreación. Adaptabilidad: se refiere al grado de flexibilidad y capacidad
de cambio del sistema familiar. Entre las variables a estudiar están: la estructura del poder, los
estilos de negociación, las relaciones de los roles y reglas y la retroalimentación. Comunicación:
considerada como una dimensión facilitadora al relacionarse con las anteriores. La evaluación
lograda permite ubicar a las familias en algún sector de una clasificación elaborada por el autor y
que se retoma en la Figura 36, en la cual se puede ver, LA TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA 233 la
forma en que las familias pueden variar en las dos dimensiones estudiadas: adaptabilidad y
cohesión. La dimensión adaptabilidad determina que las familias puedan tener características de
tipo caótico, flexible, estructurado y rígido. Mientras que la dimensión cohesión determina que las
familias tengan un estilo desligado, separado, apegado y entremezclado. Gracias al cruce de estas
dos variables, se puede determinar la existencia de 16 clases de familias dependiendo del tipo más
predominante en cada dimensión. Así, por ejemplo, existe una familia flexible apegada, pero
también puede ser desligada o entremezclada. Este modelo es mucho más flexible que la
clasificación de familias en morfostáticas o morfogenéticas, por ejemplo, y amplía el campo de
posibilidades para poder ubicar a una familia en uno u otro sector, dependiendo de sus
características.
El Modelo de Funcionamiento Familiar de McMaster Fue ideado por Nathan Epstein y sus
colaboradores en 1981. Se trata de un enfoque multidimensional, que está definido en términos
de eficacia. Las áreas consideradas para dicha evaluación son las siguientes, siguiendo a J. Navarro,
(1992: 293): Solución de problemas: se evalúan dos tipos de problemas, los instrumentales y los
afectivos. La solución de los problemas se verifica cuando las personas logran pasar por las siete
etapas identificadas de resolución: identificación del problema, comunicación del mismo a la
persona adecuada, desarrollo de acciones alternativas, decisión de una alternativa, ejecución de la
misma, vigilancia y observación de la alternativa, evaluación del éxito. Se postula que hay mayor
eficacia cuando la familia pasa por las siete etapas para resolver los problemas. La comunicación:
también se evalúa en dos áreas: instrumental y afectiva, con cuatro dimensiones: clara /
enmascarada, directa / indirecta. Postulan que hay mayor eficacia cuando se trata de una
comunicación directa y clara, mientras que en el polo opuesto está la comunicación indirecta y
enmascarada.