Jhon Ruskin PDF
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DNI: 43204113-Q
Trabajo tutelado por: Dr. Francisco Falero Folgoso
Historia de la crítica de Arte, John Ruskin, Arquitectura, Estética, Revival Gótico, Industrialismo.
JOHN RUSKIN, CRÍTICO DE ARQUITECTURA:
CONCEPTOS FUNDAMENTALES
Abstract. The proposals for socialist emancipation in Europe in the second half of the
nineteenth century not only had a political, economic and social character. The reform
of taste in Victorian England gave rise to personalities such as that of John Ruskin
(1819-1900), able to gather theoretical criteria and a practical methodology to apply to
the architectural artifact. It is not only a matter of describing and systematizing the
established criteria and the methodology used by Ruskin within his theoretical context,
but also of specifying the fields of action of his critique, of assessing the limits that their
positions can present and of introducing the contributions offered to contemporary
architectural and artistic criticism.
De esta manera, los cinco objetivos establecidos para el trabajado son los siguientes:
1
más concreto en torno a su discurso crítico sobre arquitectura, no siguiendo la línea
cronológica de su vida, sino a partir de una sistematización conceptual y temática.
Lógicamente, los aspectos biográficos son fundamentales y se han tenido en cuenta,
pero se ha apostado por un discurso mucho más reposado en torno a temas concretos, en
la mayoría de casos interpretarlos a partir de las fuentes primarias; es decir, de sus
textos u obras fundamentales para nuestro campo: Las siete lámparas de la arquitectura
(1849), Las piedras de Venecia (1851-1853), Conferencias sobre Arte y Arquitectura
(1855) y La Biblia de Amiens (1880-1885).
1
Román de La Calle, Estética y crítica, Valencia, Edivart ediciones, 1983, p. 31.
2
Antonio Miranda, Ni robot ni bufón: manual para la crítica de arquitectura, Madrid, Cátedra,
Universidad de Valencia, 1999, p. 29.
3
Antonio Miranda, Ni robot ni bufón…, p. 32.
4
Íbid., p. 283.
2
2. ESTADO DE LA CUESTIÓN
La primera y más completa edición de los escritos de Ruskin dentro del periodo
ruskiniano,8 y que muestra la variedad temática de su pensamiento, la constituye The
Works of John Ruskin realizada por E. T Cook y A. Wedderburn entre 1903 y 1912.9 En
los dos tomos de la versión española publicada por España Moderna en 190610
podemos ver la recopilación de todo su pensamiento a partir de sus propios escritos,
clasificados temáticamente por capítulos, sin tener en cuenta cronología alguna. Pero el
material recogido no es tan solo sobre arquitectura, pintura o escultura, sino que abarca
un fin de temas, como filosofía, literatura o educación. Dicha colección es muy
5
Frédéric Harrison, John Ruskin (1819-1900), Traducido al francés por Louis Baraduc, Paris, Societé su
Mercure de France, 1909.
6
Wolfgang Kemp, The desire of my eyes: the life and work of John Ruskin, Traducida por Jean van
Henrch, New York, Ferran, Straus and Giroux, 1990.
7
Es la biografía más completa, útil y actualizada, ya que reúne los dos volúmenes de la misma, antes
publicados separadamente, véase en Tom Hilton, John Ruskin, New Haven, 2002.
8
Juan Calatrava llama «el gran periodo ruskiniano» al impacto bibliográfico creado a causa del interés de
Marcel Proust en la figura de John Ruskin tras su muerte, véase en Juan A. Calatrava, «Dos peregrinos y
una catedral: Ruskin, Proust, Amiens», en J. Ruskin, La Biblia de Amiens, Introducción y edición de Juan
Antonio Calatrava. Prefacio de Marcel Proust. Madrid: Abada editores, 2006, (pp. 5-55) p. 31.
9
Edward Cook y Alexander Wedderburn, The Works of John Ruskin, Londres, George Allen, 1903-1912.
10
John Ruskin, Obras Escogidas de John Ruskin. Vol. I-II. Traducción del inglés por Edmundo
González-Blanco, Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, Madrid, La España Moderna (449,
446), 1906.
3
importante porque nos aportará las palabras literales de Ruskin en torno a lo que piensa
sobre arquitectura en todos sus aspectos, ya que recoge prácticamente toda la
información y nos ayudará a construir una argumentación o a poner algún ejemplo
clave.
Pero, sin duda alguna, fue Marcel Proust el autor que mejor puso de manifiesto su
interés intelectual por Ruskin tras su muerte: primero en artículos periódicos y luego en
la traducción de algunas de sus obras, concretamente en el prefacio de La Biblia de
Amiens (1880-1885).11 Opina que es un hombre de una religiosidad universal, capaz de
reunir arte, ciencia, historia y religión: un genio enciclopédico dominado por una
inspiración divina. Sin embargo, según Viriato Díaz12 algunos críticos del momento
como Pompeyo Gener, Tolstoi o Gómez Carrillo hablan de arte y critican lo moderno
sin parecer conocer a Ruskin, catalogándolo, en caso de conocerlo, de «esteticista
inglés», cosa que no fue jamás. Además, incluso, en la Historia del arte desde un punto
de vista sociológico de Jean Marie Guayu (1889) tampoco se le cita en ninguna parte.
Por tanto, su pensamiento parece no haber sido explorado por todos los estudiosos de
arte y arquitectura del momento, aunque Viriato, en este caso, sí que cita aquellos
autores que lo trataron en vida y justo después de su muerte, y que lo definieron como
uno de los grandes pensadores y críticos: John Lubbock, Bourdeau, La Sizeranne,
Jacques Bardox o Max Nordau.
4
Klingender13 o Pierre Francastel14 es analizar cómo afectó los avances técnicos de la
revolución industrial al proceso de producción en las artes. Los principios de la
mecanización, la ciencia y las transformaciones del nuevo objeto marcan un discurso
puramente analítico, como forma de explicar parte de un periodo histórico. Pero es en la
segunda tendencia ideológica, la que hizo frente a los valores materialistas y de
progreso, en la cual debemos enmarcar a nuestro autor como crítico de arquitectura.
Dicha afirmación la comparten todas las corrientes bibliográficas y prácticamente no
hay discusiones, solamente varía el enfoque. Por un lado, autores como Peter Collins15 o
Leonardo Benevolo16 tratan la actividad crítica de John Ruskin como punto de partida
para explicar el desarrollo teórico de la arquitectura moderna; y, por otro lado, autores
como Donald Drew-Egbert17 lo enfocan claramente desde el plano ideológico, como un
radical que se ubica entre la influencia artística del socialismo utópico inglés, el
radicalismo filosófico y la continuación del pensamiento de Morris, enmarcándolo en
sus tres contextos teórico-sociales: el socialismo cristiano, la estética de la «fidelidad a
la naturaleza» y el revival gótico inglés. En cualquier caso, a pesar del diferente
enfoque, siempre se le considera un verdadero influyente en el plano artístico y
arquitectónico como consecuencia de sus opiniones y convicciones políticas y sociales:
el anhelo de un paraíso moral y social perdido. Además, en su contexto teórico siempre
se le enmarca junto a William Morris, ambos, al parecer, líderes de una alternativa de
cambio en las conductas sociales, morales y estéticas en su sociedad.
13
Francis Klingender, Arte y revolución industrial, Madrid, Ensayos Arte Cátedra, 1983 (Londres, 1947).
14
Pierre Francastel, Arte y técnica en los siglos XIX y XX, Versión castellana de Mª José García Ripoll,
Madrid, Debate, 1990 (Editions Minuit, 1947).
15
Peter Collins., «Influncia de la literatura y la crítica», en Los ideales de la arquitectura moderna: su
evolución (1750-19509, Traducción de Ignacio de Solà- Morales Rubió, Barcelona, Gustavo Gili, 1970
(Londres, Faber and Faber, Limited, 1965), (pp.249-270) pp. 254 y 264.
16
Leonardo Benevolo, «Las iniciativas para la reforma de la ciudad industrial desde Robert Owen hasta
William Morris», en Historia de la arquitectura moderna, Barcelona, Gustavo Gili, 1914, (pp. 187-226)
pp. 195-211.
17
Donald Drew-Egbert, «Otros artistas y críticos radicales en Inglaterra, desde el “Sign of the time” de
Carlyle hasta la muerte de William Morris», en El Arte y la izquierda en Europa: de la Revolución
Francesa al Mayo de 1968, Barcelona, Gustavo Gili, 1981 (Nueva York, Alfred A. Knopf, 1970), (pp.
352-427) pp. 372-390.
5
pintura. Dicho campo lo conforma Lionello Venturi,18 cuya aportación consiste
fundamentalmente en definir, a partir de Ruskin y de otros autores, una nueva línea
metodológica de estudio de la historia del arte basada no tanto en la calidad artística,
sino en el gusto hacia una determinada escuela o época concreta. No nos aporta grandes
contenidos prácticos de su crítica arquitectónica, ya que se centra casi exclusivamente
en el terreno pictórico, pero sí que nos proporciona gran parte de sus contenidos teóricos
y que, por tanto, son válidos también para la crítica arquitectónica. La línea de Venturi
en torno a la hermandad de las artes será seguida en los años setenta por George P.
Landow,19 que en su obra articulará de forma más ampliada todas las teorías estéticas y
críticas de John Ruskin en todos sus aspectos.
18
Lionello Venturi., «Ruskin», en El gusto de los primitivos, versión española de Jesús Pardo de
Santayana, Madrid, Alianza, 1991 (Bolonia, Zanichelli, 1926), pp. 129-151.
19
George P. Landow, «Ruskin’s theory of the sister arts», en The Aesthetic and Critical Theories of John
Ruskin, Nueva Jersey, Princeton university press, 1971, pp. 43-86.
20
Kenneth Clark, «Architecture», en Ruskin Today, Nueva York, Penguin Books, 1964, pp. 225-260.
21
Renato De Fusco., «Viollet-Le-Duc y Ruskin», en La idea de arquitectura: Historia de la crítica desde
Viollet-Le-Duc a Persico, Barcelona, Gustavo Gili, Colección Punto y Línea, 1976 (Milán, Kompass,
1968), pp. 11-37.
22
John Unrau, Looking at architecture with Ruskin, Londres, Thames and Hudson, 1978.
23
Anuradha Chatterje, John Ruskin and the Fabric of Architecture, Nueva York, Routledge, 2018.
6
XVIII, XIX y XX de la Lámpara de la Memoria. Evidentemente, su opinión en torno al
patrimonio arquitectónico del pasado y al proceso restaurador del momento se convierte
en crítica porque habla, en definitiva, de arquitectura. Por tanto, sus teorías que han
dado pie a la doctrina conservadora sobre el patrimonio arquitectónico han sido
estudiadas por la historiografía. Los análisis más completos y rigurosos aparecieron en
los años setenta dentro de la moderna cultura de restauración italiana, concretamente a
partir de dos autores fundamentales: Roberto Di Stefano24 y Giuseppe Rocchi.25
No podemos terminar dicho estado de la cuestión sin citar dos trabajos de autoría
española que resumen y sintetizan la gran parte de los contenidos teóricos de nuestro
trabajo: la introducción de Ignasi de Solà-Morales en Las siete lámparas de la
arquitectura26 y el prólogo de Juan Calatrava en La Biblia de Amiens.27 En ambas
obras, fundamentales para articular el pensamiento crítico de John Ruskin en el plano
arquitectónico, tanto Solà como Calatrava no sólo nos contextualizan el autor, la época
y la obra en cuestión, sino que nos ayudan a descifrar un contenido teórico de marcado
carácter literario. Sin duda, estas dos obras, además de contener todas las referencias
bibliográficas necesarias para estudiar en profundidad a John Ruskin, nos ponen de
manifiesto los dos momentos clave de su actividad crítica: el paso de un misticismo
racionalista a una reflexión sociológica.
24
Roberto Di Stefano, John Ruskin, interprete della’arquitettura e del restuaro, Edizione Scientifiche
Italiane, Nápoles, 1969.
25
Giuseppe Roccchi., «John Ruskin e le origini della moderna teoría sul restauro», en Restauro, núm. 13-
14, 1974, pp. 13-73.
26
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin. Siete palabras sobre arquitectura», en J. Ruskin, Las siete
lámparas de la arquitectura, Introducción de I. de Solà-Morales, versión al castellano y edición anotada
de Xavier Costa Guix, Valencia, Artes Gráficas Soler, Colección Tratados, 1989, pp. 9-28.
27
Juan Calatrava., «Dos peregrinos y una catedral: Ruskin, Proust, Amiens», en J. Ruskin, La Biblia de
Amiens…, pp. 5-53.
7
3. INFLUENCIAS
Por otro lado, es evidente que la posibilidad de poder realizar viajes con sus padres (su
padre fue comerciante de vino) a Francia e Italia, desde su infancia hasta su entrada en
la Universidad de Oxford en 1838, hizo que se familiarizara e interesara por los
elementos pictóricos y arquitectónicos de forma clara y consciente. La visión artística
que obtuvo gracias a los viajes y a la entrada en la Universidad de Oxford le sirvió para
formarse en dibujo y a interesarse por el arte medieval cristiano y en el naturalismo de
Turner, que se complementó con una formación puritana típicamente victoriana, bíblica,
pero nunca dejando de lado la cultura clásica y las ciencias naturales. Sin duda, tras su
graduación en minerología y geología en 1842, fueron sus frecuentes y dilatas estancias
en Italia, concretamente Venecia, o Francia entre 1843 y 1860 lo que le permitieron
conocer en profundidad los pintores primitivos medievales y la arquitectura gótica.31
28
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 5.
29
Francisco Calvo-Serraller, El Arte Contemporáneo, Madrid, Tourus, 2001, p. 102.
30
Sergio Givone, Historia de la estética, traducción de Mar García Lozano, apéndice de Mauricio
Ferreiras y Fernando Castro Flores, Madrid, editorial Tecnos, colección Metrópolis, 1990 (Roma, Laterza
&Figli Spa, 1988), pp. 111-113.
31
Frédéric Harrison, John Ruskin…, pp. 9-46.
8
Además de su capacidad apreciativa e intuitiva del arte, se sirvió de obras
fundamentales en relación al arte cristiano que le ayudaron a conocer, aún más, el arte
medieval: en 1847 apareció en Londres la Historia del arte cristiano de Lord Lindsay.
Ruskin (y aquí se observa su sensibilidad artística) no estaba de acuerdo con él en
considerar las imágenes del arte antiguo como símbolo y en asignar un valor absoluto
sólo a la moral y no, también, al propio arte.32 Esto marcará su consideración de la
arquitectura como un hecho esencialmente artístico e histórico, ligado sobre todo a la
visión pictórica y religiosa, no sólo como un hecho de orden técnico o estructural.33
32
Lionello Venturi, El gusto…, p. 132.
33
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 8.
34
Roger Scruton, La estética de la arquitectura, versión española de Jesús Fernández Zulaica, Madrid,
Alianza, 1985 (Londres, Methuen & Co., 1979), pp. 125-126.
35
David Watkin, Moral y arquitectura: desarrollo de un tema en la historia y la teoría arquitectónicas
desde el “revival” del gótico al Movimiento Moderno, traducción de Enrique Lyneh, Barcelona, Tusquets
editores, serie de Arquitectura dirigida por Xavier Sust, 1981 (Oxford University Press, 1977), pp. 31-49.
36
Roger Scruton, La estética…, p. 126.
37
Íbid., p. 171.
9
constructores góticos.38 Pero mientras Pugin articuló el revival gótico como proyecto
para devolver el catolicismo a Inglaterra desde un punto de vista moral y religioso, es
decir, la arquitectura entendida sólo como medio para cristianizar una sociedad amenaza
por el materialismo del sistema industrial, Ruskin orientó los principios fundamentales
del gótico añadiéndole un significado estético al problema planteado por Pugin.39 Por
tanto, sin dejar de lado el carácter moral de Pugin en lo que se refiere al valor
ornamental, Ruskin fue más allá: trató de demostrar que el proceso constructivo y el
proceso ornamental no deben entenderse independientemente.40 En definitiva, el peso
aplastante de las consideraciones de orden moral y religioso en sus críticas sobre el
análisis estrictamente arquitectónico se debe, en parte, a la influencia de Pugin y del
revival gótico. 41
38
Íbid., p. 126.
39
Giulio Carlo Argan., «El Revival», en G.C Argan et alt., El pasado en el presente: el revival en las
artes plásticas, la arquitectura, el cine y el teatro, versión castellana de Rossend Argués, Barcelona,
Bustavo Gili, 1977 (Milán, Gabriel Mazzotta, 1974), (pp.7-28) p. 17.
40
Roger Scruton., La estética…, p. 126.
41
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 8.
42
Roberto Masiero, Estética de la arquitectura, traducción de Francisco Campillo, Madrid, Balsa de la
Medusa, serie Léxico de Estética, 2003 (Bolonia, Società editrice il Mulino), p. 185.
43
Donald Drew-Egbert, El Arte y la izquierda…, p. 383.
10
pedía productos hechos a mano porque pensaba que el mecanicismo ponía en peligro los
intereses morales del hombre, ya que sólo a través de un oficio manual puede el obrero
tener esperanza de albergar alegría en la creación.44 Esta defensa de la humanidad del
obrero caló muy fuerte en Ruskin. Insistía, igual que Carlyle, en que el obrero no debe
ser una herramienta alquilada (una mano que manipula una máquina para realizar un
objeto o una estructura arquitectónica), sino que debe ser educado para que con su
propia artesanía pueda crear obras individuales de utilidad social y de belleza, y
experimentar así la alegría del trabajo.45 Pero, a diferencia de Carlyle, que despreciaba
la pintura, la escultura y consideraba la arquitectura el único arte útil (además de la
propia artesanía),46 Ruskin (igual que K. Marx) elimina la distinción entre bellas artes y
oficio por el hecho de apreciar la pintura y la escultura y pensar que los hombres que
trabajan felizmente con un espíritu comunitario, además, producen las mejores obras de
arte.47 Por tanto, podemos ver y dejar claro que el carácter social de rechazo a las artes
industriales y el apoyo a la artesanía dentro de una sociedad comunitaria manifestado
por Ruskin, que más adelante explicaremos detalladamente, continúa una corriente
ideológica ya presente y que, en este caso, Carlyle le presenta. Sin embargo, él adquiere
estos posicionamientos de oposición a la ciencia y al sistema industrial, pero nunca se
plantea renunciar a los valores artísticos de creación más allá de la funcionalidad.
4. CRITERIOS
44
Íbid., p. 374.
45
Íbid., p. 386.
46
Íbid., p. 374.
47
Íbid., p. 386. Esta última frase la pronuncia en la conferencia sobre Economía política del arte en 1857.
48
Lionello Venturi, El gusto…, p. 143.
49
Íbid., p. 145.
11
no sólo se puede representar en la naturaleza misma de forma orgánica, sino también en
el arte a través del espíritu imaginativo y creador del hombre.50
50
Íbid., p. 138.
51
Josep Mª Montaner, Arquitectura y crítica, Barcelona, Gustavo Gili, 1999, pp. 25-26.
52
Donald Drew-Egbert, El Arte y la izquierda…, p. 381.
53
John Ruskin, Las siete lámparas…, pp. 55-57.
54
Íbid., p. 42.
12
Abadía» puede ser también «sublime como las almenas de una torre fronteriza», ya que
la aplicación del arte tiene el mismo valor.
Nos equivocaríamos si pensásemos que John Ruskin creyó alguna vez solamente en
leyes de carácter normativo derivadas de la arquitectura del pasado o bien de un
55
Renato De Fusco, La idea de arquitectura…, p. 29.
56
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 26.
57
Íbid., p. 17.
58
John Ruskin, Las piedras de Venecia y otros ensayos sobre arte, traducción del inglés y notas por
Francisco B. del Castillo, Barcelona, Obras Maestras, Editorial Iberia, 1961, p. 31.
59
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 22.
13
pensamiento puramente ideológico. El objetivo de su crítica era reconocer la auténtica
validez de aquellas obras arquitectónicas procedentes de la naturaleza humana y de las
propiedades de los materiales.60 El criterio que utiliza Ruskin para distinguir una obra
verdadera de una falsa consiste en analizarla y observarla en base a tres principios,
manifestados en la lámpara de la verdad 61: en primer lugar, se debe saber si el tipo de
estructura o suporte es distinto del verdadero; en segundo lugar, hay que saber
interpretar si el revestimiento de la superficie intenta simular otros materiales distintos a
los reales, ya sea en la estructura interior o en los adornos; y, en tercer lugar, es muy
importante saber distinguir entre los ornamentos hechos a mano o a máquina. En suma,
Ruskin juzga la arquitectura en base al auténtico valor de los materiales en sus distintas
partes: estructura, superficie y ornamentación. Parte de la idea de que una arquitectura
debe deleitar y no engañar, y por tanto hay que saber distinguir dichos engaños que
intentan imitar y substituir.62
60
Hanno Walker Kruft, Historia de la teoría de la arquitectura II: Desde el siglo XIX hasta nuestros
días, Vol. II, versión castellana de Pablo Diener Ojeda, Madrid, Alianza, 1990 (Munich, 1985), p. 575.
61
John Ruskin., Las siete lámparas…, p. 80.
62
La explicación detallada del propio Ruskin en torno a los engaños en arquitectura se puede observar en
Íbid., pp. 80-100; Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura…, pp. 210-211, también analiza
detenidamente los contenidos de su juicio en este sentido.
63
John Ruskin, Las piedras…, p.72.
64
Loc.cit.
14
en materia (typical beauty), sino también como sentimiento subjetivo del espectador
(vital beauty).65
65
Podemos encontrar detalladas las teorías de Ruskin sobre la Belleza en George P. Landow, «Ruskin’s
theories of Beauty», en The Aesthetic…, pp. 89-179.
66
La consideración de que la pintura y la escultura no están subordinadas a la arquitectura, sino que son
las herramientas de su configuración total, y que la mejor manera de acercarse a la arquitectura es a partir
de una admiración artística y racional, se recoge en el Prefacio de la segunda edición de Las siete
lámparas de la arquitectura de 1855, véase en John Ruskin, Las siete lámparas…, p. 41.
67
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 23.
68
Peter Collins, Los ideales…, p. 113.
69
John Ruskin, Las siete lámparas..., p. 179.
70
Lionello Venturi, El gusto…, pp. 146-147; en torno a las teorías de Ruskin sobre el color y el
ornamento, véase en John Unrau, Looking…, pp. 65-152; y Anuradha Chatterje, «The adorned edifice(s)»,
en The fabric..., pp. 87-113.
71
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 33.
72
Lionello Venturi, Historia de la crítica de Arte, Barcelona, Gustavo Gili, 1979 (Turín, Giulio Einaudi
editore, 1964), p.188.
15
en los cuales el hombre ejecuta dicho proceso siguiendo dos caminos: el del color
(fantasía e imaginación artística) o el del claroscuro (abstracción de la realidad mediante
la ciencia).73 En este sentido, asocia74 e identifica la arquitectura con los
acontecimientos que afectan a la propia sociedad, ya que considera al monumento
arquitectónico como una entidad absolutamente abstracta fruto en un proceso continuo,
donde se deben tener en cuenta las circunstancias económicas, las relaciones con el
destinatario, los métodos de ejecución, los cambios de propietarios…, así como el uso y
las modificaciones de los materiales.75 Por ejemplo, las causas que hacen decaer el arte
renacentista italiano, según Ruskin, son: la especificación del arte y la conversión de la
arquitectura en ciencia.76
73
Lionello Venturi, El gusto..., p. 146.
74
La teoría asociacionista explicar las relaciones entre los principios, las ideas, las imágenes, los
símbolos y las impresiones. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, las formas, los elementos y los
estilos del pasado son interpretados en base a sus psicológicos, simbólicos, emblemáticos y legendario,
véase en Luciano Patetta, «Los revivals en arquitectura», en Guilio Cargo Argan (coord.), El pasado en el
presente…, (pp. 129-165) p.130.
75
Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura…, p. 209.
76
Götz Pochat, Historia de la estética y la teoría del arte. De la Antigüedad al siglo XIX, traducción de
Joaquim Chamorro Mielke, Madrid, Akal, 2008, p. 548.
77
La teoría de las correcciones y adaptaciones de la norma a la realidad son expresadas por Ruskin en la
Lámpara de la Vida, véase en John Ruskin, Las siete lámparas…, pp. 189-215.
78
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 24.
79
Marcel Proust, «Prefacio…, p. 105.
80
Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura…, p. 210.
16
4.6 Negación de la técnica moderna
Aunque integre elementos hasta entonces externos en la lectura arquitectónica, como
pueden ser los factores sociales, siempre atribuye un valor negativo a la técnica
moderna de reproducción en serie. Identifica las causas de todos los males que afectan
al arte y a la arquitectura, no en algunos defectos del sistema industrial, sino en el
propio sistema, desde la filosofía de producción hasta el resultado final.81 Pero si
tenemos en cuenta sus reflexiones en torno a los cambios que hicieron terminar con el
arte medieval en Italia, debemos interpretar esta negación a la técnica moderna no solo
dirigida a la máquina en sí, sino al mero ejercicio de imitar. Piensa que la arquitectura
solo es representativa si es fruto del consenso o de la obediencia del trabajador al
patrono y del artesano a su maestro. Por tanto, según Ruskin el trabajo consensuado
entre los diferentes entes que conforman su reproducción es el fundamento de la vida
social, el principio de la felicidad tanto individual como colectiva y, como
consecuencia, de una buena arquitectura.82
81
Íbid., p. 210.
82
Ignacio De Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 25.
83
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, pp. 35-36.
84
Donald Drew-Egbert, El arte y la izquierda…, p. 386.
85
Lionello Venturi, Historia de la crítica…, p. 186.
86
Lionello Venturi, El gusto…, p. 142.
17
máquina con la muerte y, por tanto, sintió todas las desviaciones mecánicas como
manifestaciones de vida.87
5. METODOLOGIA
87
Ernst J.H Gombrich, El sentido de orden: estudio sobre la psicología de las artes decorativas,
Barcelona, Gustavo Gili, 1980 (Oxford, Phaidon Press, 1979), p. 71.
88
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 27.
89
Götz Pochat, Historia de la estética…, p. 545.
90
Brian Lukacher, «La naturaleza convertida en historia: Constable, Turner y el paisajismo romántico»,
en Stephen F. Eisenman (Coord.), Historia crítica del Arte del siglo XIX, traducción de Alfredo Brotons
Muñoz, Madrid, Akal, 2001 (Londres, Thames and Hudson, 1994), (pp. 121-171) p. 121.
91
John Ruskin, Técnicas de Dibujo, traducción de Rufo C. Salcedo, introducción de Manuel Clemente
Ochoa, Barcelona, Laertes ediciones, 1999, pp. 93-224.
18
la vida que transmiten los elementos arquitectónicos, ya que es una experiencia visual y
sensitiva, donde se deben tener en cuenta muchos otros factores.92
92
Francisco Legares Prieto, «Dibujo del natural: un modo de aprender y ver», en Asunción Jodar Miñarro
(Coord.), Por dibujado y por escrito, Granada, Universidad de Granada, 2006, (pp. 223-236) pp. 223-225.
93
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 23.
94
Javier Maderuelo, «La teoría de lo pintoresco y la obra de William Gilpin», en William Gilpin, Tres
ensayos sobre la belleza pintoresca, traducción de Maysi Veuthey, edición y prólogo de Javier
Maderuelo, Madrid, Abada ediciones, 2004, (pp. 5-44) p. 41.
95
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 12.
19
variados y elásticos que los de las estatuas realizadas mecánicamente, según él.96
También, pero en torno al valor que le otorga al color, podríamos destacar la acuarela
que realiza en 1869 de la fachada de San Anastasia de Verona (Fig.4), donde se pone de
manifiesto el interés que da, no sólo al color, sino a la calidad del mármol como
elemento dominante en la composición arquitectónica.
No me diréis que no sentís complacencia al mirarla; o que no os es posible llegar a interesaros por
el arte que la produjo; o que si todas las ventanas existentes en vuestras calles fuesen de esa forma,
con continuos cambios en sus adornos, podrías pasear por ellas con tanta indiferencia como ahora.
¿Podéis suponer por un instante que el arquitecto que construyó esta ventana era más grande o más
sabio que el que construyó aquélla, o que en la colocación de estas tristes y monótonas piedras hay
más talento y sentido del que podéis adivinar? 98
Por tanto, muestra, a partir de la técnica del dibujo, su gusto hacia una determinada
forma de ventana por la expresión que ella misma provoca hacia el exterior y por su
espíritu constructivo como consecuencia de los valores morales del artífice.
96
Ernst J.H Gombrich, El sentido del orden…, p. 70.
97
John Ruskin, Prerrafaelismo y Conferencias sobre Arte y Arquitectura, traducción de E. Morales
Veloso y Edición de Pedro Miguel Pérez Errea, Pamplona, Analecta, 2014, pp. 75-76.
98
John Ruskin, Prerrafaelismo…, p. 78.
20
5.3 Recreación literaria
Para Ruskin el dibujo y la observación no son más que una herramienta útil que le
ayuda a entender y a expresar, más aún, aquello que le gratifica. Una vez él comprende
la obra en su conjunto, su fin es traducir en palabras todo aquello que ha observado y
reflexionado anteriormente. Como dice el mismo Ruskin en las Piedras de Venecia:
«hacer un examen crítico mediante un lenguaje adaptado al lector, tal vez no
relacionado con la materia».99 Se trata de un ejercicio que requiere un grado de artesanía
literaria importante porque, mientras el artista (o los artistas o artesanos) crea, el crítico
debe recrear imágenes y situaciones.100 Para Ruskin las artes también son un modo de
comunicación hacia la sociedad y, por tanto, plantea un discurso de carácter itinerante y
didáctico, fruto de su propia experiencia emocional y sentimental. La característica
principal de este aspecto de la crítica ruskiniana es que no solo intenta explicar cómo se
expresa una arquitectura ya construida, sino que traza comparaciones y deduce
significados que permiten penetrar hasta en los más mínimos detalles de la comprensión
arquitectónica.101
El treinta y seis es el último de la serie de la fachada de la Piazzetta. Está elaborado con un gran
esmero y situado bajo el ángulo del Juicio. Su follaje está copiado sobre el del capitel dieciocho. El
escultor del Renacimiento ha hecho un visible esfuerzo para superar la delicadeza de su modelo,
esfuerzo que le ha elevado un poco en verdad. Este capitel es comúnmente considerado como el
más bello de la serie, y posee auténtica nobleza. Las figuras están bien estudiadas, muy graciosas y
más reposadas que las del antiguo Palacio, aunque más pequeñas; respecto al follaje, no está
superado por el de la Higuera.102
Podemos ver que, además de un positivo análisis formal, le otorga al capitel un valor
significativo en cuanto a su fama en la ciudad. Aunque automáticamente lo compara con
el capitel decimo-octavo del ángulo de la Higuera, el gótico (Fig.8): «el más interesante
y también el más hermoso del Palacio (…) Tanto por la ejecución como por el
agrupamiento de las hojas, este capitel es el más bello que se conoce en Europa. El
99
John Ruskin, Las piedras…, p. 31.
100
Donald Drew-Egbert, El Arte y la izquierda…, pp. 661-663.
101
Roger Scruton, La estética…, pp. 125-126.
102
John Ruskin, Las piedras…, p. 135.
21
escultor ha concentrado toda la fuerza de su talento».103 Esa obsesión metodológica en
torno a la búsqueda permanente del gótico puro también se manifiesta en la segunda
mitad de su vida (alejado ya de algunos parámetros critico-estéticos manifestados en las
Piedras de Venecia104) en varios pasajes de La Biblia de Amiens (1880-1885), como por
ejemplo al inicio de sus «interpretaciones» donde da a conocer, ya en edad avanzada, su
predilección por la catedral francesa de Amiens:
Amo a un número demasiado grande de catedrales como para permitirme el ejercicio fácil y
tradicional implícito en el mencionado privilegio, y prefiero demostraros mi sinceridad y daros a
conocer mi opinión desde el principio confesado que la catedral de Amiens no puede vanagloriarse
de sus torres, que su flecha central es simplemente el bonito capricho de un carpintero de pueblo,
que el conjunto de su arquitectura es inferior a Chartres en nobleza, a Beauvais en sublimidad, a
Reims en esplendor decorativo y a Bourgesen cuanto a la gracia de las figuras esculpidas. Nada
tiene que se parezca a las híbridas mamposterías y molduras de las arcadas de Salisbury, nada de la
fuerza de Durham; no posee ni las incrustaciones dedálicas de Florencia ni el esplendor de fantasía
simbólica de Verona. Y, sin embargo, superada por esas catedrales en esplendor y en fuerza, la
catedral de Amiens merece, más que ellas, el apelativo que le otorga Viollet-le-Duc: «el Partenón
de la arquitectura gótica». 105
Interpretamos que no entiende el gótico puro solamente como una proeza técnica de
elevación e iluminación, sino fundamentalmente como un trabajo realizado con los
materiales del lugar, con los recursos económicos de la comunidad y por las manos de
los hombres de la ciudad.106 En su discurso literario observamos que discrimina, en este
caso, a propósito las grandes proezas de las demás catedrales en favor de elementos
simbólicos como la madera o la sencillez del pueblo artífice. Tal vez sea fruto del giro
ideológico de su crítica hacia parámetros más sociales que no estéticos a partir de los
años sesenta.107
103
Íbid., pp. 133-134.
104
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 27.
105
John Ruskin, La Biblia…, pp. 259-260.
106
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 28.
107
En la segunda mitad de su vida, a partir de la década de los sesenta, Ruskin califica el arte más allá de
los problemas estilísticos, de las leyes compositivas y de la excelencia técnica. Sus sueños sociales están
por encima del arte y la arquitectura, y la fundación de la cofradía de San Jorge como acción social es el
mejor ejemplo, véase en Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, pp. 33-34; y en torno a las razones
del cambio de paradigma ideológico, véase en Frédéric Harrison, «The social reformer», en John
Ruskin…, pp. 133-157.
22
5.4 Conocimiento del espacio
Además de su intuición paisajística, de la búsqueda del atractivo gratificante y de la
recreación literaria de los elementos arquitectónicos, su metodología contiene un cuarto
aspecto fundamental. Según Ruskin no se puede comprender y juzgar un tipo de
arquitectura o un espacio concreto de la misma si no se tiene en cuenta el espíritu
humano, político o religioso que configuró su construcción. Este aspecto, basado en el
conocimiento histórico, político y teológico del espacio el cual se está analizando, lo
utiliza desde el principio en Las piedras de Venecia (1851-1853) y en las numerosas
guías que realiza de Venecia y Florencia, hasta el final de su vida, es decir, en la Biblia
de Amiens (1880-1885). En esta última obra encontramos un ejemplo relevante en este
sentido, cuando habla del ábside de la catedral:
Esta concepción de Cristo acompañado de sus santos (la capilla más al este de todas estaba
consagrada a la Virgen) era la base de la disposición entera del ábside con sus soportes y sus
separaciones de arbotantes y entrepaños; y las formas arquitectónicas nunca podrán
verdaderamente encantarnos si no nos encontramos en simpatía con la concepción espiritual de la
que salieron. Nosotros hablamos loca y miserablemente de símbolos y alegorías, pero en la vieja
arquitectura cristiana todas las partes del edificio debían ser leídas literalmente. 108
Observamos que Ruskin utiliza los ojos y el espíritu del pasado para juzgar el valor
arquitectónico de un espacio concreto, en este caso el ábside de la catedral de Amiens.
Considera que los espacios realizados a raíz de una concepción religiosa o política
concreta en el pasado no pueden ser juzgados con los ojos presentes: «el sentido de cada
acción y de cada arte de las épocas cristianas no puede ser leído en nuestros tiempos
sino al revés, a través del espíritu contrario, que es ahora el nuestro».109 En
consecuencia, opta por reestructurar el espacio arquitectónico en relación al espíritu de
su época para poder leer y analizar el monumento a la manera que a él le interesa. Su
inmensa erudición bíblica y clásica le permite trazar puentes entre el arte pagano y el
cristiano, es decir, entre Platón y la Biblia cristiana. Este aspecto hace reforzar en sus
análisis las potencialidades directamente pedagógicas de los grandes programas
escultóricos y pictóricos que otorgan a la arquitectura su verdadero valor,110 en este caso
del ábside de la catedral.
108
John Rusin, La Biblia…, p. 263.
109
Íbid., p. 291.
110
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 28.
23
6. FINES CRÍTICOS
En lo que se refiere a la ciudad moderna, su crítica está enfocada en los ritmos sociales
y al ambiente que ésta ofrece a los ciudadanos. El ferrocarril, por ejemplo, es para él el
máximo emblema de la vida dentro de la ciudad moderna. Las prisas, el desarraigo, la
superficialidad, el materialismo, la ignorancia y la ausencia de espíritu de sacrificio
hacen que, desde la visión humana y rápida del tren, no se pueda contemplar la vida y la
belleza que nos rodea.112 Este rechazo hacia los valores modernos de la ciudad llevaron
a Ruskin a soñar con comunidades preindustriales y a recuperar directamente mitologías
pastoriles, que no sólo esbozó en sus textos críticos, sino que incluso intentó poner en
práctica durante los años setenta a través de la fundación del Guild of St. George y de
una comunidad agrícola cerca de Sheffield. A pesar de su fracaso el mensaje era claro:
un lugar donde los ritmos son tan rápidos y los hombres se deben apiñar para tener
experiencias, tanto individuales como colectivas, nunca podrá ser el origen de una
auténtica creación arquitectónica.113
111
Debemos tener presente que su interés por la arquitectura no fue profesional, como sí lo fue en el
terreno pictórico y social, véase en Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 12.
112
Íbid., pp. 22-23.
113
Antonio Pizza, Londres-Paris: teoría, arte y arquitectura en la ciudad moderna, Tomo I, Barcelona,
edicions UPC, 1998, p. 61.
24
moldes conllevaba una baja calidad y honestidad en el producto, ya que la mecanización
niega la personalidad y la imaginación del trabajador.114
114
Antonio Pizza, Londres-Paris…, pp. 60-61.
115
Juan Plazaola, Introducción a la Estética: Historia, Teoría y textos, Madrid, editorial católica, 1973,
pp. 151-152
116
Antonio Pinelli, «La dialéctica del revival en el debate clásico-romántico», en Giulio C. Argan et alt.,
El pasado en el presente…, pp. 47-64.
117
Hay que tener presente que las posiciones neogóticas de Ruskin corresponden a una fase conclusiva de
esta tendencia historicista, véase en Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 27.
118
Kenneth Clark, «John Ruskin y el Gothic Revival», en Luciano Patteta (Coord.), Historia de la
arquitectura: antología crítica, traducción de Jorge Sainz Avia, Madrid, Celeste ediciones, 1997 (Etas
Libri, 1997), pp. 365-366.
119
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 12.
120
John Ruskin, Prerrafaelismo…, p. 154.
121
John Ruskin, Las piedras…, p. 179.
25
gótico desarrolla una fantasía delicada, una decoración rica, una brillantez de color y
muestra, por su rudeza de ejecución, que para complacer a los otros no se preocupa por
dejar ver su ignorancia», ya que servía para dar culto a Dios. Vemos que asocia los
valores y las formas de la arquitectura clasicista (la relectura de Vitrubio y Palladio: el
neoclasicismo arquitectónico) con una sumisión a la ciencia y al poder estatal de
gobierno. Es por este motivo, por la falta del gran arte, de sinceridad, de vida y, en
definitiva, de orden sin objeto, que le proporciona un juicio negativo y se opone
radicalmente al neoclasicismo y a cualquier manifestación fruto de la racionalidad y la
imitación.122 En definitiva, no es ni más ni menos que la tradicional dialéctica del
revival gótico romántico a nivel europeo contra los parámetros clasicistas. Con la
diferencia de que, mientras que en figuras como Viollet-Le-Duc el neogótico deriva de
su experiencia directa como restaurador, para Ruskin el neogótico es un movimiento
intelectual fruto de la tradición nacional: la alternativa inglesa a las reformas importadas
del humanismo tardío y del Barroco en favor del sentimiento nacional, moral y
religioso.123
122
Lionello Venturi, El gusto…, p. 137.
123
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 27.
124
Dicha teoría ha sido interpretada en Las siete lámparas de la arquitectura (1849), concretamente del
último aforismo (XX) de la lámpara de la memoria, véase en John Ruskin, Las siete…, pp. 234-235.
125
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, p. 17.
26
que se detenga dicho proceso de destrucción y construcción sin sentido.126 Ruskin
atribuye un derecho de propiedad a los bienes naturales, es decir, al patrimonio
arquitectónico, negando la facultad de echarlos al suelo o destruirlos. Su crítica
claramente va dirigida a la construcción por sustitución, característica en la primera fase
de la Revolución industrial y que todavía conservaba un carácter vigente.127
Refiriéndose a la destrucción de la catedral de Avranches128, Ruskin manifiesta que
«ningún edificio pertenece a quienes lo dañan. Pues son gentuza, y lo serán siempre; no
importa que estén enfurecidos o intencionalmente locos; la gente que destruye algo sin
razón no es más que gentuza, y la arquitectura siempre se destruye sin razón. Un
edificio hermoso siempre valdrá más que el terreno sobre el que se levanta».129 Esta
afirmación es la manifestación de un malestar social que se evidencia en la falta de
continuidad entre pasado y presente.130
126
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 21.
127
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 33.
128
La catedral de Avranches se destruyó intencionadamente en 1799 para evitar el derrumbamiento, que
parecía inminente debido a su perentoria estabilidad. La destrucción fue completa, sólo conservándose la
columna donde en 1172 Enrique II de Inglaterra cumplió penitencia ante los legados papales por el
asesinato de Bechet, véase en John Ruskin, Las siete…, p. 235.
129
Loc.cit.
130
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 25.
131
Ignacio González-Varas, Conservación de Bienes culturales: teoría, historia, principios y normas,
Madrid, Manuales Cátedra, 2000, p. 208.
132
John Ruskin, Las siete…, p. 233.
27
d’Oro de Venecia133, Ruskin también sabe apreciar el grado de fidelidad que puedan
llegar a alcanzar una restauración en estilo, en este caso del Palacio de Justicia de
Ruán.134 Es muy importante tener presente que cuando Ruskin en Las siete lámparas de
la arquitectura (1849) compara el grado de fidelidad de la Casa de l’Oro con el Palacio
de Justicia de Ruán, las obras en la casa veneciana dirigidas por Modena (Fig.8)
llevaban solamente cuatro años en curso; mientras que las de Ruán, dirigidas por
Grégoire, estaban en marcha desde 1818.135 Por tanto, las primerizas actuaciones que
vio en la casa d’Oro en 1845 puedo haber influenciado a la hora de emitir su juicio.
133
La restauración de la Casa de l’Oro estuvo a cargo de Gianbattista Modena (1801-1880) entre 1845 y
1850, el mismo autor que estuvo al mando de la restauración de la Basílica de San Marcos en la misma
Venecia entre 1852 hasta su muerte, también objeto de crítica por parte de Ruskin, véase en Ignacio
González-Varas, Conservación…, pp. 208-211.
134
El Palacio de Justicia de Ruán es de finales del siglo XV. El arquitecto H.-C.-M. Grégoire (1791-1854)
inició su restauración en 1818. Louis-François Desmarest le sucedió en el puesto y continuó la
restauración desde 1857 hasta 1885, véase en John Ruskin, Las siete…, p. 233.
135
Ignacio González-Varas, Conservación…, p. 208.
136
John Ruskin, La Biblia…, p. 202.
28
7. LÍMITES
137
Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura…, p. 210.
138
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 10.
139
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 35.
140
Íbid., p. 37.
141
Juan Calatrava, «Dos peregrinos…, pp. 13-15.
29
el gótico puro.142 Además, el corporativismo medieval y la idea del artesano contento de
ser un miembro anónimo de su gremio y dedicado exclusivamente a su trabajo sólo para
glorificar a Dios es un mito, propio del Romanticismo.143
En cualquier caso, no podemos afirmar una cierta miopía de Ruskin en torno a las
cuestiones tectónicas de la arquitectura, sino que las discrimina conscientemente cuando
habla del papel fundamental que deben tener el ornamento y el color en la arquitectura.
No niega en absoluto que el cuerpo del edificio exija «muros fuertes y pilares
macizos»145, pero sostenía que la ciencia de la construcción interior debía ser
abandonada, ya que solamente la escuela de arquitectura incrustada era capaz de una
decoración cromática permanente y perfecta.146 Esta postura limita una crítica racional,
técnica, como hacía por ejemplo Viollet-Le-Duc, no exenta, por otra parte, de un
carácter social importante. La diferencia está en que dicha postura, que podríamos
llamar violletiana, está en sintonía con la estructura de la sociedad contemporánea, es
decir, con los nuevos materiales y las imitaciones vanas, intolerables por parte de
Ruskin.147 Por tanto, nos encontramos ante una crítica fundamentada pero, a la vez,
limitada y contradictoria en torno a la proyección, ya que aboga primeramente por una
142
Donald Drew-Egbert, El arte y la izquierda…, pp. 387-388.
143
Rodolf y Margot Wittkower, Nacidos bajo el signo de Saturno: genio y temperamento de los artistas
desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 2015, p. 19.
144
Ignacio de Solà-Morales, «John Ruskin…, p. 23.
145
John Ruskin, Las piedras…, p. 72.
146
Peter Collins, Los ideales…, p.114.
147
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 26.
30
reforma ideológica y socio-económico, donde el arquitecto sea, además, pintor y
escultor a la vez.148
8. APORTACIONES A LA CRÍTICA
148
Mario Manieri Elia, William Morris y la ideología de la arquitectura moderna, traducción de Juan de
Atariri y Rodríguez de los Ríos, Barcelona, Gustavo Gili, 1977 (Roma, Laterza y Figli, 1976), p. 55.
149
Leonardo Benevolo, Historia de la arquitectura…, pp. 209-210
150
Dicho fragmento corresponde a una nota a pié de página de Juan A. Calatrava, véase en John Ruskin,
La Biblia…, p. 205.
151
Lionello Venturi, El gusto…, p. 150.
152
Marcel Proust, «Prefacio…, p. 105.
31
tratados o manuales, sino en algo aplicable a nuestro vivir y a nuestra evolución,
mezclado múltiples disciplinas para una única interpretación.153
Esa ruptura, por parte de Ruskin, del recorrido histórico del Renacimiento,
caracterizado en la visión vasariana, no sólo limitó la ciencia ante el arte, sino que hizo
variar el discurso de la propia Historia del arte y de la crítica a lo largo del siglo XX.
Lionello Venturi recuperó el juicio ruskiniano sobre los primitivos e introdujo, en el
plano teórico, la diferencia entre el gusto y las artes históricas en general. Mientras que
la calidad artística distingue a cada uno de los artistas o arquitectos, el gusto es un
impulso personal y moral que nos permite clasificarlos por épocas y por escuelas, así
153
Viriato Díaz-Pérez, John Ruskin y sus siete…, p. 12.
154
Lionello Venturi, El gusto…, p. 131.
155
Silvia Danesi, «La Edad Media revisada: the pre-raphaelite brotherhood», en Giulio C. Argan et.alt, El
pasado en el presente…, (pp. 69-92) p. 71.
156
Anthony Vidler, El espacio de la Ilustración, versión española de Jorge Sainz, Madrid, Alianza
editorial, 1997 (Princeton, Architectural Press, 1987), p. 23.
157
Lionello Venturi, El gusto…, p. 130.
32
como por el interés que nos proporcionan.158 Podríamos decir que se debe a Ruskin esa
focalización hacia un gusto determinado, que va más allá de lo puramente artístico o
arquitectónico y tiene que ver con cuestiones extra-artísticas como los sistemas de vida
o la concepción religiosa y moral.
158
Giulio C. Argan, «Prefacio», en Lionello Venturi, El gusto…, pp. 13-23.
159
Lonardo Benevolo, Historia de la arquitectura…, p. 211.
160
Íbid., pp. 205-208.
161
Marta Llorente, «Estètica», en Carmen Rodríguez (ed.), Introducció a l’arquitectura: conceptes
fonamentales, edición de Carmen Rodríguez, Barcelona, edicions UPC, Arquitext, 2000, (pp. 69-94) p.
86.
162
Peter Collins, Los ideales…, p. 109.
163
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 37.
164
Íbid., p. 130.
33
tensión renovadora como consecuencia de los acontecimientos sociales.165 Sus criterios
tuvieron un impacto enorme en la crítica sociológica articulada posteriormente porque
calificó y juzgó la arquitectura más allá de los problemas estilísticos, de las leyes
compositivas y la excelencia técnica.166
9. CONCLUSIONES
Llegados a este punto, los seis conceptos fundamentales establecidos sobre John
Ruskin (influencias, criterios, método, fines, límites y aportaciones), en su papel de
crítico de arquitectura, se aproximan a los objetivos formulados en la introducción del
trabajo. Es evidente que, por falta de espacio, los objetivos temáticos pueden ser
ampliados, profundizados y articulados desde otros puntos de vista, no sólo a partir de
bibliografía específica, sino mediante los propios textos de sus obras. Tal vez un estudio
completo de las fuentes ruskinianas en el terreno arquitectónico, desde una perspectiva
cronológica, acompañado de la bibliografía específica correspondiente, sea el paso
siguiente al presente trabajo presentado, ya que la interpretación directa de los textos
literarios es la mejor fuente de estudio en el campo de la crítica de arte y arquitectura.
En cualquier caso, las conclusiones a las cuales llegamos a partir del trabajo
presentado tienen un carácter relativo. Los seis ejes desarrollados están absolutamente
relacionados los unos con los otros y, a la vez, también abiertos a posibles referencias
de interés. Las influencias que recibe por parte de la religión artística, la eclesiología de
Pugin y la controversia económico-social de Carlyle están absolutamente identificadas y
definen, en gran parte, los criterios establecidos y la metodología utilizada. Por
consiguiente, nos encontramos con unos criterios fundamentados teóricamente a partir
de la yuxtaposición de influencias que recibe, que utiliza para oponerse al
industrialismo de la ciudad moderna, al neoclasicismo arquitectónico y a la destrucción
y restauración de la arquitectura. No obstante, su determinismo histórico hace muy
difícil que los criterios descritos en el trabajo profundicen en la realidad como
herramienta transformadora. Algo parecido ocurre con la metodología utilizada, ya que
su obsesión por los elementos que le interesan hace que no se centre en aspectos
165
Íbid., pp. 179-180; sobre el desarrollo histórico de la crítica sociológica en arquitectura, véase «La
crítica sociológica», en Íbid., pp. 130-180.
166
Renato de Fusco, La idea de arquitectura…, p. 33.
34
puramente estructurales de la arquitectura. A decir verdad, es el peso aplastante de las
consideraciones morales y religiosas sobre los análisis estrictamente estéticos y
arquitectónicos lo más destacado y positivo de su crítica arquitectónica. Además es lo
que más aporta, no sólo a la historia del gusto y la de crítica, sino en el campo
puramente arquitectónico y patrimonial, a partir de intermediarios como William
Morris, Camilo Boito, entre otros, capaces de aplicar, en cierta medida, sus postulados
críticos al plano estético y político. A fin de cuentas, su afán de reformador social lo
llevó a comprender la arquitectura, especialmente la gótica, como el único espacio
donde poder observar y defender valores como la honradez, el esfuerzo o el sacrificio,
incapaces de apreciarse fuera de la experiencia. Por encima de todo, defendió la
creatividad contra la destrucción y la conservación de la arquitectura del pasado como la
más preciosa herencia del ser humano.
35
10.BIBLIOGRAFIA
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(Prerrafaelismo. Conferencias sobre arte y arquitectura. Traducción de E. Morales
Veloso, edición de Pedro Miguel Pérez Errea, Pamplona, Analecta editorial, Colección
Ensayo, sección estética, 2014).
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traducción de Rufo C. Salcedo, introducción de Manuel Clemente Ochoa, Barcelona,
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de Marcel Proust, edición de Juan Calatrava, Madrid, Abada editores Lecturas de
Arquitectura, 2006).
36
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Scientifiche Italiane, Nápoles, 1969.
Unrau, John. Looking at architecture with Ruskin, Londres, Thames and Hudson, 1978.
40
11.ANEXO FOTOGRÁFICO
1)
Fig.1 John Ruskin Parte de la fachada de la desaparecida iglesia de San Michele in Foro, Lucca,
tal como se encontraba en 1845.1845. Ashmolean Museum, Univerdidad de Oxford.
2)
Fig.2 John Ruskin: dibujo de una parte de la catedral de St. Lö, Normandía. Las siete lámparas de la
arquitectura, 1849.
41
3)
Fig.3 John Ruskin: Dibujo de las esculturas de la catedral de Ruán. Las siete lámparas de la
arquitectura, 1849.
4)
Fig.4 John Ruskin: Acuarela. Mármol de Verona. Base de un pilar de la fachada de San Anastasia de
Verona. 1869. Colección de Ashmolean Museum, Universidad de Oxford. WA.RS.REF.068.
42
5)
Fig.5 John Ruskin: dibujo de una ventana de Edimburgo. Conferencias sobre Arte y Arquitectura, 1855.
6)
Fig.6 John Ruskin: dibujo de una ventana gótica de una casa particular inglesa. Conferencias
sobre Arte y Arquitectura, 1855.
43
7)
Fig.7 John Ruskin. Acuarela. Capitel renacentista (número 36) del Palacio Ducal de Venecia Las
piedras de Venecia, 1850-1860.
8)
Fig.8 John Ruskin: Dibujo. Capitel gótico (número 18) del Palacio Ducal de Venecia. Las
piedras de Venecia, 1855 (segunda edición).
9)
Fig.9 John Ruskin: Acuarela. Fachada de la casa d’Oro de Venecia. 1845, justo el mismo año
que empezaron las reformas.
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