La Investigacion Del Modulo Habitacional Paola Copoola P
La Investigacion Del Modulo Habitacional Paola Copoola P
La Investigacion Del Modulo Habitacional Paola Copoola P
Objetivos y motivaciones
*(N. del T.) La palabra edilicio en este caso y a través de todo el libro significa:
el conjunto de edificios que constituye un núcleo urbano, sin que haya ninguna
referencia a su valor arquitectónico, histórico, social, económico, etc. implícito en el
término.
Estamos, en fin, insatisfechos con el escaso interés que la planeación arquitectónica dedica
a la calidad de vida, ya que en gran parte de la calidad depende del ambiente en que se vive y,
particularmente, del ambiente en que se habita. Pienso en una calidad de vida menuda, difusa,
ligada a por menores y detalles que requiere la habitaciones aisladas, cuartos iluminados por
un trozo de cielo, espacios verdes de juego bajo las ventanas de casa, recorridos interesantes
entre la casa y el trabajo, pero también alturas adecuadas de los techos y de los vanos, manijas
cómodas, colores y materiales variados e interesantes. En suma, arquitectura pensada para
asegurar a los habitantes las mejores condiciones de vida.
El objeto de la investigación
Por estos motivos hemos afrontado el problema en una escala que no dejara posibilidades de
evasivas o de "fugas hacia adelante". El ámbito preestablecido para la investigación es
reducido: una “parte” del sistema residencial, el módulo habitacional, es decir, un paquete
de células habitacionales, de conectores y de servicios comunes, de dimensiones tales para
poder excluir las referencias a otros sistemas interrelacionados con la residencia: los
sistemas educativos, sanitarios, de comunicación, etc….
Se parte, por ello, de la hipótesis de que la ciudad está constituida por un conjunto de
sistemas parcialmente autónomos que interactúan unos con otros y que determinan, en su
conjunto, la estructura urbana: el sistema escolar, sanitario, de transporte y comunicación,
comercial, deportivo, etc... Dichos sistemas son de diferente naturaleza y tienen diferente
"peso" en la estructuración de la ciudad, pero tienden cada día más a ser analizados,
proyectados y administrados cada uno en su totalidad como sistemas autónomos.
Tomemos como ejemplo el sistema escolar. Está constituido bajo el perfil institucional en
escuelas primarias, escuelas secundarias y escuelas secundarias técnicas en varios campos;
bajo el perfil de organización, en sedes centrales, sedes coordinadas y sedes independientes;
bajo el perfil territorial, en unidades base, centros escolares, sedes distritales, etc. El sistema
hospitalario comprende unidades sanitarias, hospitales de zona, hospitales regionales y así
sucesivamente para los otros sistemas. Estos complejos conjuntos requieren cada uno de su
organización, por un lado autónoma y por otro integrada con los otros sistemas y con la
vivienda.
Desde este enfoque, la vivienda se configura en la ciudad más como un conector de base
sobre el que inciden los varios sistemas, que como un sistema autónomo, como algunos lo han
considerado. Un sistema exige en su interior diferentes cualidades, diferentes especificaciones,
jerarquías eventuales, funciones diferenciadas, pero sobre todo requiere de la premisa de que
cada una de las partes que componen el conjunto o sistema se modifiquen al diferenciarse una de
las otras. La residencia, en cambio, es más bien una capa de espesor variable pero de naturaleza
constante, que "cubre" o forma el fondo de una ciudad entera. Un conector pues, sobre el que se
insertan los varios sistemas. Un conector constituido por un conjunto de viviendas y por ese
mínimo de servicios y de instalaciones comunes para las necesidades de primer orden y para una
dosis limitada de tiempo libre. Un conector que resuelve la función de "habitar" o "alojar", pero
que delega a otros sistemas las funciones educativas, sanitarias, deportivas y comerciales.
No sería, por tanto, posible definir la franja residencial de una ciudad como un ''sistema'', ya
que le falta la premisa base de cada sistema, es decir, la interacción interna entre las partes -. La
vivienda está constituida por partes o módulos escasamente interrelacionados en modo directo,
pero relacionados uno con otro a través de los otros sistemas (el centro escolar como nudo de
intercambio entre los residentes de diferentes barrios; el centro comercial o deportivo como lugar
de encuentro, etc.).
Por tanto, definimos la vivienda o residencia, como veremos enseguida, como el "conector
urbano", es decir el material de fondo de la ciudad, constituido por unidades básicas repetitivas
llamadas precisamente módulos habitacionales. Entre un módulo habitacional y otro, la
interacción (elemento típico de cada sistema) casi no existe, en cuanto cada uno de ellos goza de
una relativa autonomía. Si por ejemplo yo substituyo un módulo habitacional extensivo
(horizontal de mediana densidad) por uno intensivo (vertical de alta densidad), el módulo
adyacente no modificará para nada su funcionamiento interno, mientras que el efecto del cambio
resultará evidente para los servicios y, para los otros sistemas.
Empero, cada módulo habitacional está constituido en su interior por partes diferentes por
naturaleza, jerarquizadas e interdependientes entre sí, y constituye, por tanto, en sí mismo, un
sistema. Estas partes se pueden representar por esquemas en los tres tipos de espacios contenidos
en el módulo: a) espacio privado, b) espacio semiprivado, c) espacio semipúblico.
Estas tres categorías de espacios están estrechamente interrelacionas: entre más tienda el
espacio privado a reducirse y a proyectar hacia afuera funciones y actividades que hasta ayer le
eran propias (lavar y planchar, comer, estudiar, ver la televisión, etc.) más crecerán los espacios
denominados semiprivados y semipúblicos, que absorberán, junto con las instalaciones externas
(servicios generales), dichas funciones, modificando las relaciones, ya sea cuantitativo
dimensionales como cualitativas, entre las diversas partes en cuestión .
Por tanto, el objetivo de nuestra investigación es el analizar, programar y proyectar el
módulo habitacional como sistema.
Ambito y autonomía.
Una vez definido el módulo vivienda o habitacional en estos términos, nos preguntamos: ¿es
concebible hoy un tipo de investigación semejante? ¿Una investigación completamente referida
al espacio habitacional, que enfoque la atención en la vivienda, en la agregación y en los
espacios de conexión y de servicio estrechamente vinculados a él? ¿Una investigación que
prescinda tanto de la ubicación del lugar como del contexto urbano de referencia?
La habitación, se ha dicho, es el material de fondo para la construcción de la ciudad. Se puede
entonces deducir que para este material, como para cualquier otro, es posible realizar una
investigación que mejore sus cualidades e incremente su potencialidad de utilización.
Se puede llevar a cabo una investigación sobre el ladrillo, sobre la mezcla, el color, la forma y
la dimensión del ladrillo, se puede proyectar también un nuevo ladrillo sin necesariamente
conocer el proyecto del edificio en el que se usará; es suficiente tener presente que éste dará
lugar al edificio y que el edificio está, de alguna manera, condicionado por sus características
intrínsecas y objetivas (color, forma, agregación, etc.).
Es suficiente con tener claro y definido el "campo de investigación" y la gama de problemas
que a él se refieren dentro de la escala dimensional preestablecida. Se puede, por tanto, yo creo,
conducir una investigación de proyecto sobre la habitación en la escala cercana al módulo
habitacional, en cuanto al material para la construcción de la tipología y morfología urbanas.
La primera operación es la de realizar una serie de cortes, ya sea hacia arriba o hacia abajo,
en la compleja problemática de la habitación, para concentrar el interés sobre los problemas
específicos del espacio utilizable cotidianamente. ¿Cuál espacio?
Evidentemente el "espacio privado en el tejido de las relaciones en que está
estrechamente ligado"; no así el espacio privado solo, no la célula habitacional, sino ese sistema
de agregaciones de unidad de base que permita en su interior ciertas relaciones a veces
definibles.
Las técnicas y los métodos para controlar la planeación de este espacio se convirtieron en el
objeto de nuestra investigación -. El análisis de los espacios en los cuales el hombre habita y de
los modos en los que él utiliza el espacio definen un campo nuevo de la ciencia que hemos
llamado toponalisis. Este campo cubre el análisis de las respuestas (espaciales) que el hombre da
a sus necesidades. En todas la civilizaciones, dice Amos Rapaport, estas diferentes respuestas
dieron lugar a la forma de la habitación". 1 Desde la choza, redonda o cuadrada, a las tipologías
de la ciudad moderna, han sido las necesidades del hombre y sus modelos culturales los que han
dado forma y estructura al sistema habitacional, es decir, los que han producido la
fenomenología de 105 "tipos" de habitación existentes sobre la faz de la tierra. La relación
directa entre necesidades, modelos culturales y espacios utilizables, antes simple e inmediata,
hoy ha desaparecido y con ella desapareció la relación bilateral entre cultura y modos aplicables
que encontramos en las civilizaciones del pasado. Se deriva como consecuencia también la
desaparición del espíritu de cooperación que hacía del arquitecto el portavoz de las necesidades
colectivas y brindaba al individuo la oportunidad de participar en la construcción y en la
administración del propio ambiente.
Más adelante regresaremos sobre este tema. Lo que nos interesa, por ahora, es identificar
los instrumentos que el arquitecto tiene a su disposición para suplir de alguna manera la
desaparición de la relación directa entre instancia y modelo espacial, entre forma de
utilización y respuesta habitacional. Estos métodos vienen a la arquitectura de varias
disciplinas, de la psicología de las ciencias sociales, de los métodos matemáticos. Estos son
instrumentos para la planeación, no fugas ni panaceas. Forman parte integrante del campo
disciplinario de la arquitectura.
¿Habitación o residencia?
Quienquiera que se disponga hoy a efectuar una investigación sobre la planeación de la
residencia, se encontrará ante las dificultades implícitas en la ambigüedad del término. La
vivienda es en realidad el lugar donde se vive; para el registro público es la sede que el
individuo indica como su dirección habitual, es decir, el agregado urbano completo en el que
vive: el municipio, la ciudad o la metrópoli a la que pertenece, En el diccionario, residencia
significa también la habitación asignada a un funcionario o a quien desempeñe un cargo
público, por tanto, en un sentido amplio, vivienda se convierte, en una acepción áulica,
vivienda aristocrática para una élite.
Sólo recientemente el término "residencia" ha asumido para los arquitectos y los
urbanistas (pero únicamente para ellos) una serie de connotaciones ligadas a la función
habitacional de todo un sector urbano, que no está constituido por simples viviendas, pero
que asegura el desarrollo de todas las funciones vinculadas con el "habitar", como la
educación de los niños, el abastecimiento de los productos de primera necesidad, el deporte
y la recreación. Su uso se ha generalizado con la práctica urbanística de la zonificación, es
decir, de la subdivisión de la ciudad en zonas destinadas a usos diferenciados. 2 El éxito que
ha alcanzado este término entre los arquitectos está vinculado a su acepción más amplia que
significa más servicios, más zona verde., etc., es decir, a una comprensión que determino la
moda en donde la palabra va asociada a una visión amplia, comprometida, no sectorial del
problema de la vivienda.
En realidad, la ambigüedad del término es precisamente inherente a la dificultad de
definir las funciones vinculadas con el "habitar" y de circunscribir y delimitar en la ciudad
un área dentro de la cual éstas efectivamente se desarrollen. La ambigüedad se vuelve aún
más evidente cuando, habiendo superado la práctica de la zonificación, la urbanística
propone, en cambio, (como en Cumbernauld o Milton Keynes) estructuras urbanas
complejas, desde el punto de vista funcional, sobre áreas polifuncionales, en las cuales la
demarcación entre las residencias y las otras funciones se vuelve imposible.
2. En la práctica urbanística los colores del plano regulador indican en algunos casos los
diferentes destinos de uso (industria, centro de dirección, residencia), en otros, las
diferentes tipologías constructivas. Aquí nos referimos al primer caso.
Si, además el concepto de zonificación se substituye por la hipótesis más actual de los
"sistemas urbanos" con una connotación funcional, la ambigüedad no sólo cambia, sino que se
refuerza. ¿Cuáles son las funciones que forman parte del sistema sanitario, del sistema educativo
o del sistema del tiempo libre?
Es por ello que la investigación sobre la residencia se ha extendido automáticamente a la
investigación sobre la ciudad entera. La ciudad es un organismo unitario dentro del cual
interactúan, como en el cuerpo humano, una serie de sistemas, cada uno de alguna manera
autónomo e identificable en sí mismo. Cada sistema puede aislarse temporalmente para ser
estudiado y analizado en sus dinámicas internas, pero, de cualquier modo, debe estar relacionado
con los otros sistemas para identificar sus acciones recíprocas.
¿Cómo definir entonces, en relación a los otros sistemas, el sistema residencial?. ¿Cómo
precisar su consistencia y su autonomía?
¿Cómo hablar entonces de residencia en una escala que no sea la urbanística? ¿Cómo aislar
un "espacio residencia" diferente de los otros sistemas, cuando se desciende a la escala arqui-
tectónica? ¿Cómo identificar sus requisitos y sus cualidades?
El abuso del término residencia ha avanzado, entre los arquitectos, al mismo ritmo que la
mala suerte del término habitación, mucho más rico, sin embargo, que el primero. Habitar en
latín, en efecto, significa "continuar a tener", es decir, "tener costumbre del lugar", mientras que
residir significa "sentarse", es decir, permanecer temporalmente, sin implicaciones afectivas.
Según Heidegger 3 habitar no significa sólo vivir, sino el sentido que tú das a la vida: "la
manera en que tú eres y yo soy, la manera en que nosotros los hombres somos sobre la tierra es
el 'bauan', es decir, la habitación. Ser hombres quiere decir estar sobre la tierra, o sea, habitar", y
en la palabra del alemán antiguo bauan está implícito también el concepto de construir, realizar
y, por tanto, dar forma.
Y de hecho, la forma de la habitación está estrechamente ligada a las diferentes formas de
organizarse del grupo social que usa esa habitación o que la ha usado en el tiempo. Podemos, por
tanto, decir que la forma de la habitación es para nosotros un trazo del contenido de la vida de
los individuos y de su modo de vivir asociado. Esta constituye un espejo en el cual se pueden leer
las modalidades de vida, las costumbres y las relaciones humanas que se sucedieron en las
diferentes épocas.
3. Martin Heidegger, Bátir Habiter Penser in Essais et Con féren ces, Gallimard, París, 1958.
Pero la gente, o mejor dicho los arquitectos, han atribuido al término habitación una serie de
significados restringidos, asimilándolo o como simple alojamiento y, por tanto, como los
problemas totalmente internos de un cierto ámbito espacial o como la introversión de la casa
burguesa y su clausura hacia el exterior.
Interesarse por la habitación ha significado erróneamente privilegiar el espacio interno y
descuidar las relaciones entre el alojamiento y los espacios colectivos. A este equívoco se le
sumó, en Italia, una actitud puntual hacia la investigación, que, con el temor de ser considerada
obsoleta o decadente, se dirigió hacia las relaciones funcionales, morfológicas y estructurales del
material residencial con la ciudad descuidando la pequeña escala de la función cotidiana. Desde
los años 50 no se efectúo en Italia ninguna investigación o experimentación seria para e1
mejoramiento de las condiciones habitacionales, sobre la calidad de la vida determinada por la
organización de los espacios comunes y por la agregación de los elementos mínimos
habitacionales, para la organización interna de la vivienda en relación a su función.
Las implicaciones sociales y políticas que el análisis del llamado sistema residencial
transfería a la ciudad, atrajeron y sedujeron gran parte del interés de los arquitectos, trayendo
como consecuencia el descuido de la tipología y del espacio de la habitación a pequeña escala,
para privilegiar, en cambio, al diseño urbano o al planivolumétrico, es decir, la escala de las
relaciones entre tipología residencial y morfología urbana, donde el campo ambiental de
aplicación era 1a ciudad entera y la estructura urbano-territorial, el contexto de referencia natu-
ral. En el fondo, se ha tratado de una verdadera y propia "fuga" en el sentido psicoanalítico del
término; los proyectistas, temiendo no saber afrontar el problema real de la planeación de un
hábitat conveniente, "relegaron" el problema a la urbanística, haciéndose ilusiones de encontrar
la panacea a su propia crisis.
Pero también podría existir otra razón para motivar el desinterés por el espacio privado y
semiprivado.
Esta razón está ligada a la hipótesis (formulada al principio de este capítulo) que atribuye,
todavía hoy, a la "casa" (a través de la familia) la función de socialización primaria, la formación
de los “valores” y del mantenimiento de los "roles". Ahora bien, existe un consentimiento
general sobre la necesidad de modificar la estructura social y las relaciones de producción y, por
consiguiente, los lugares donde está se llevan a cabo, es decir, la ciudad y la estructura de la
instalación; pero hay una convicción mucho menos profunda y generalizada sobre la necesidad
de modificar las relaciones interpersonales a nivel familiar (las relaciones de autoridad, la
jerarquía de los valores, la estructura de los "roles" masculinos y femeninos, la relación de la
pareja, el trabajo de la mujer, la autonomía de los hijos) y, por consiguiente, de modificar
estructuralmente, el lugar donde estas relaciones se manifiestan, es decir el espacio de la
vivienda.
De hecho no es difícil constatar cómo personas políticamente comprometidas
manifiestan, a nivel de relaciones familiares, tendencias conservadoras y reaccionarias,
profundamente sentidas, aunque constantemente rechazas de manera consciente.
De hecho, el modelo de instalación no es más que la expresión del tipo de vida que en él se
desarrolla; constituye la cimentación de un modelo de relaciones humanas. El conformismo
hacia la vivienda no es más que el resultado de una institución familiar vacía de contenidos. La
desolación de la ciudad moderna y la disgregación de los suburbios residenciales de las grandes
ciudades no son más que el reflejo de una condición sociológica envilecida y descalificada.
Pero la casa, dicen los sociólogos, al reflejar una cierta forma de vivir asociados, ayuda a
estabilizar este modelo de vida y, alimentándolo, ayuda a su perpetuación.
¿La casa no es tal vez un instrumento de control de la sociedad, un medio a través del cual
el sistema social tiende a estabilizar un tipo de familia y a perpetuar relaciones y costumbres
funcionales para garantizar su propia continuidad?
Variar las relaciones internas de la vivienda, o variar las relaciones entre espacio privado,
espacio semiprivado, semipúblico, público, significa cambiar el modo de utilización del espacio,
es decir, significa modificar las relaciones sociales, crear o ayudar a crear una sociedad
distinta.
Los indicios de esta "otra" sociedad existen; el proceso dinámico de los cambios está
actuando, la sociedad industrial y urbanizada está cambiando o hasta está en crisis, así como está
en crisis la estructura tradicional de la familia.
Necesitamos de una nueva casa; es decir, de modelos de habitación no convencionales, no
especulativos, no conformes con los "tipos" sedimentarios.
Debemos ponernos a estudiar cuál es la casa que necesitamos, qué es y qué quiere el hombre
de hoy; cuáles son las instancias que debemos conservar y cuáles debemos rechazar.
Y junto a todo esto, debemos perfeccionar los instrumentos de nuestro análisis y, como
arquitectos, sugerir hipótesis de instalación y modelos residenciales a través de nuestro lenguaje
de signos, de representaciones, de símbolos y de imágenes.
No por casualidad, por tanto, nuestra atención se centró "en el espacio privado del
sistema de las relaciones humanas". Por lo que respecta al espacio privado consideremos que:
a) El espacio privado es uno de los elementos constitutivos de la estructura urbana, pero
cuantitativamente el más consistente. La consistencia cuantitativa del espacio privado y los
servicios a él estrechamente ligados (habitación) constituyen la base para la construcción de
la ciudad, asumiendo, en muchos casos, una "función estructural" de todo el sistema urbano y,
por tanto, asegurando su control.
b) El espacio privado, como unidad habitacional mínima, constituye una expresión de la
organización social. Sus extensiones o interrelaciones con la estructura urbana son el
síntoma, en cada sociedad, de las relaciones entre el individuo y la colectividad; mientras que
la organización de los espacios internos refleja las relaciones interpersonales entre cada uno
de los componentes del grupo primario y las modalidades con las que ciertas actividades se
desarrollan.
c) El espacio privado en cada sistema social representa un polo de la dialéctica individuo-
sociedad. Dialéctica no entendida en términos de oposición, sino, por el contrario, de
integración, como posibilidad de conciliar los dos momentos fundamentales del hombre: el
individual y el social. A la ciudad que se construye como "lugar de lo social", se contrapone la
célula habitacional como "lugar de lo individual". Pero como en una existencia integrada,
individuo y colectividad, son dos aspectos no opuestos, sino integrados armónicamente; así,
espacio social y espacio privado, se constituyen en la estructura urbana en relación dialéctica.
d) La organización funcional y distributiva del espacio privado revela profundos vínculos con las
exigencias ya sea biológica o psicológicas de los individuos y de los grupos que lo utilizan. 6
La variedad de formas asumidas por la casa en los diferentes contextos culturales demuestra
cómo a necesidad y condiciones ambientales análogas, pueden darse respuestas edilicias
diferentes. La fenomenología de los "tipos" de habitación constituye precisamente, como ya
se vio, la expresión espacial de la cimentación de diferentes modelos de relaciones humanas.
e) La "casa" constituye para cada grupo humano y para cada individuo un valor distinto que el
simplemente económico. Como representación de una forma de vida adecuada a las propias
aspiraciones, la casa se convierte en representación del Yo, es decir, asume significados
inconscientes y simbólicos. De la casa china, como representación del universo y símbolo del
cielo, a la casa-madre, refugio o protección, que ha inspirado a los arquitectos "organicistas"
modernos, a la casa "símbolo de la familia" de memoria reciente. Del mismo modo la casa
asume hoy significados ligados a los "valores" verdaderos o falsos de la civilización
contemporánea. El "mobile home" americano, última y ambicionada morada del jubilado de
clase media en las ciudades para ancianos de Florida o de California, expresa con su
inestabilidad, la presencia transitoria y marginada de su habitante; la casa "moderna" de la
ciudad capitalista denuncia agresivamente el "status" económico de su habitante y su ser, por
tanto, consumo o mercancía.
6. Ver con este propósito, pero relativo a la ciudad: AAVV, Roma: esperienze di lettura
urbana, New University Press, Roma, 1973.
Para el sistema de relaciones sobre el que incide el espacio privado, la investigación ha
asumido:
a) Que no es concebible hoy, en un ámbito metropolitano, como el de nuestra hipótesis,
un espacio privado entendido como fenómeno aislado (es decir, reducible a una estructura
de células desligadas); el sistema de relaciones urbanas lleva consigo, por tanto, junto a la
pluralidad de intercambios y de relaciones interpersonales, la idea de agregación, de
repetición, de crecimiento y de la compactibilidad del sistema mismo.
b) Si entonces la unidad de agregación mínima es la célula o espacio privado, la unidad
base de la investigación es el "módulo habitacional". El "módulo" constituye ese conjunto
formado por un cierto número de espacios privados, semiprivados y semipúblicos. La
característica del "módulo" es la de excluir de su interior a los elementos de espacio público
urbano, como escuelas, mercados, bibliotecas, teatros, etc. Su definición es, por tanto,
puramente instrumental para el trabajo, con la finalidad de facilitar el análisis y la
planeación de los mencionados espacios. El módulo no constituye una unidad tipológica
definida, sino un "modelo experimental", susceptible de convertirse en tipo edilicio en el
momento en que de la fase modélica se pase a la fase de proyectos resolutivos, es decir, a la
proposición de proyectos.
No hay que confundir al "módulo" con el "vecindario", dimensión exquisitamente
sociológica, encaminada hacia la institución, en la ciudad, de grupos residenciales. El
"módulo habitacional" es pues una dimensión exclusivamente funcional ligada al desarrollo
de ciertas actividades y de ciertas relaciones sociales; su esencia debe buscarse en la
especificidad habitacional y para los fines de estudio como la cantidad de habitación inde-
pendiente. Su aplicación está en la constitución material básica del conector residencial,
disponible para organizarse (en los diferentes contextos) en tipologías constantes, repetibles
y componibles en el sistema o en tipologías variables cada vez.
Si la forma es una relación específica de los componentes que actúan unos con otros, nuestra
investigación se plantea, por tanto a pesar de la identificación y especificación de esa forma,
como la identificación de una serie de posibles relaciones en el interior del sistema o leyes que lo
rigen. De esta manera, nosotros nos planteamos "antes de la arquitectura", o por encima de ella
pero siempre dentro del proceso de planeación, aceptando la idea de que una fase del proyecto es
la de indicar no la solución, sino una gama de posibles soluciones dentro de unas normas (o
reglas) que rigen las relaciones.
El Control del espacio del hábitat en la Cultura contemporánea
Las obras más auténticas de la arquitectura son aquellas en las cuales entre proyecto,
ambiente natural y ambiente cultural nace una unión. Es la sensación de encontrarse en un
espacio calibrado y dimesionado para nosotros, en ese momento y en ese lugar, el "asombro" que
se siente cuando todo está perfecto y en su sitio, dosificado en los pesos, armónico en los
contrastes, cortado en la forma para su contenido. Se siente tanto en los suks del Cairo, en la
plaza de Siena, en las casas de Whrigt, como en los jardines japoneses. Pero no se siente en
Chandigarth, ni en Ahmenabad, no se siente en Brasilia ni en Varsta.
Se siente este asombro cuando los espacios son como deberían ser; no tienen nada superfluo
ni faltante; se viven sin que oprima; cuando se entra en absoluta sintonía: cuando, en otras
palabras, estos espacios son auténticos.
Pero la autenticidad es cosa rara y preciosa. Cuando se logra advertirla y vivirla se alcanzan
niveles de conciencia excepcionales, próximos al fondo de la realidad de la vida, pero
súbitamente se entienden cosas que siempre se han sabido, pero de las cuales se intuye el valor.
En la plaza de Siena, en la catedral de Chartres, o en el jardín del templo Ryoanji no hay palabras
y no se puede hacer otra cosa más que quedarse y percibir en silencio.
13. Robert Veutun, Complexity and Contradietíon in Architecture, The Museum of Modern Art,
Nueva York 1966.
No sólo los arquitectos y los urbanistas han puntualizado los límites y los inconvenientes del
enfoque racionalista, sino que las críticas más sistemáticas a la interpretación demasiado rígida
del funcionalismo vinieron, precisamente, de los miembros de otras disciplinas. Sobre la estela
del libro de Mitscherlich, El fetiche urbano, Berndt, Lorenzer y Horn, tres estudiosos de la
escuela Sigmund Freud en Frankfúrt, llevaron adelante el análisis de las macroestructuras
espaciales y de la urbanística moderna, valiéndose de los métodos de la sociología y del
psicoanálisis. Si, por consiguiente, El fetiche urbano se limita a preguntar si en la ciudad el
espacio constituye todavía un "biotipo", 14 es decir, si el espacio urbano permite todavía
formas de vida que mantengan un equilibrio, en la Ideología de la arquitectura se critican las
consecuencias urbanísticas de un funcionalismo que tiende a satisfacer las exigencias
higiénicas mínimas dictadas por las funciones instintivas del hombre (comer, dormir, moverse).
15
Los autores revelan, en efecto, los inconvenientes socio-psicológicos del ambiente urbano
"expresivamente pobres", de la ausencia en la ciudad de aquello que puede definirse como un
campo emotivo", de la insistencia de elementos-estímulo para la fantasía. Estas carencias son
la causa y, al mismo tiempo, el efecto de la enajenación del hombre moderno, de la falta abso-
luta de "identificación con el lugar en que se vive", pero, sobre todo de la dificultad de
comunicación y de relaciones humanas, que hacen imposible la constitución de vínculos que
unan al individuo a su ciudad y a sus conciudadanos. El funcionalismo viene definido como
una estética en una dimensión: "su novedad no consiste en el intento de proporcionar a las
bases tecnológicas de la sociedad industrializada estructuras funcionales (también la
arquitectura y la urbanística de la Edad Media eran funcionales): la verdadera novedad del
funcionalismo como dirección estética, es la consciente pobreza de su contenido expresivo".
El funcionalismo arquitectónico actual es una estética "en una dimensión". Refleja esa
unidimensionalidad de todo el desarrollo social, en esa tendencia a la autonomía de los
medios técnicos con respecto de los objetivos sociales, en lo cual Herbert Marcuse reconoce
la ideología de los países altamente industrializados. 16 Pobreza expresiva, desnudez
arquitectónica, ausencia de decoración, espacio funcional entendido en sentido puramente
físico, son las consecuencias de una actitud garantizada de coherencia incondicional al credo
racionalista. Pero la ideología de esta "desnudez funcional" fue investigada también por
Adorno, que puso en relieve la unilateralidad de tal posición con respecto a consciencia que
aun tomando en consideración aquello que es funcional, respeta también su antítesis, lo
antifuncional. "En las configuraciones lo funcional y lo antifuncional no deben en absoluto
separarse el uno del otro. La funcionalidad sin objeto es la sublimación de los objetos. Lo
estético no existe en sí mismo, sino únicamente como campo de tensión de estas
sublimaciones; pero por esto mismo, no existe tampoco una funcionalidad químicamente
pura, opuesta a lo estético". 17
Por tanto, para ser auténticamente "funcional" la arquitectura debe comprender también lo
antifuncional, es decir, aquello que no es funcional a nivel consciente, pero que es funcional
con respecto al inconsciente, como el mito y el símbolo, que no es funcional en sentido físico,
pero lo es en un sentido psicológico, como la adhesión emotiva, o la enajenación o el rechazo,
que no es funcional en términos biológicos, pero que lo es en términos exquisitamente
estéticos.
Si la arquitectura funcionalista orientó sus objetivos hacia la satisfacción de instancias
esquematizadas, parece ser más "funcional" un acercamiento que trate de satisfacer la
realidad en su complejidad comprendiendo los aspectos opuestos y contradictorios del
hombre. "De hecho parece que el arquitecto o el urbanista funcionalista hayan ido en busca
(leí paraíso perdido, de una unidad y de un orden de la simplicidad, comprensible a primera
vista, fácilmente identificable, que no tuviera la ambigüedad de la vida, sino la especificidad
de la muerte". 18 Las investigaciones realizadas en los últimos cincuenta años (en el campo
de la filosofía, de la psicología, etnología, antropología, etc.) han puesto precisamente en
evidencia la complejidad del hombre y la imposibilidad de esquematizar sus necesidades en
simples diagramas. Hoy estamos más conscientes de nuestras relaciones con el prójimo y de
nuestras reacciones personales; estamos más conscientes de los procesos que se desarrollan
alrededor de nosotros; estamos conscientes de nuestras percepciones y de nuestros
comportamientos; estamos conscientes hasta de nuestro inconsciente y de nuestro
subconsciente.
20. Haciendo a un lado las tentaciones de construir nuevas “weltanschauungen” como habían
hecho las filosofías precedentes, la fenomenología se esforzó para alcanzar un genuino grado
científico, precisamente a través de la verificación en la subjetividad.
La fenomenología es, por tanto, un regreso al sujeto, no como categoría artificial, sino como
sujeto en primera persona, como es cada uno dé nosotros. "El fenómeno - dice Enzo Paci - es
aquello que aparece, aquello que vemos así como lo vemos, y como podemos fielmente
describirlo sin juzgarlo antes de verlo precisamente así como es. Juzgar antes quiere decir emitir
un juicio antes de ver las cosas. En otras palabras, someterse a un prejuicio. Por esto se ha dicho
que la fenomenología es un regreso a las cosas mismas o, con una acepción decididamente
crítica que es abstención juicio'."
Pero me parece que precisamente por este aspecto, que tiene en sí valores casi ingenuos, la
fenomenología ha proporcionado la mejor contribución al arquitecto. De hecho, por lo que se
refiere a la planeación y a la lectura del espacio, la fenomenología restituyó, por medio de la
revaluación del sujeto (ya sea este arquitecto o usuario), todo e1 valor a la experiencia directa
como conocimiento subjetivo de los fenómenos.
Particularmente las contribuciones de Heidegger (ver Esser e il tempo y Essais et Conférences)
propusieron en términos nuevos el valor de la experiencia espacial del Individuo: "Hablemos del
hombre y el espacio, lo que suena como si el espacio se encontrara de un lado y el hombre del
otro. Pero el espacio no es para el hombre una comparación. No es ni un objeto exterior ni una
experiencia interior. No está el hombre y, además, el espacio" (p.186 Essays et Conférences).
Por consiguiente, se puede decir que "la experiencia espacio-temporal (de la cual hoy
estamos conscientes) fuera desconocida para un hombre del Renacimiento, cuya construcción
geométrica del espacio estaba sometida a reglas fijas. Hubiera sido absolutamente diferente para
quien, como los griegos, concebía el espacio como entidad discontinua, como simple vacío entre
los objetos. Sólo la subjetivización progresiva de la noción de espacio, hasta el moderno
descubrimiento de las ciencias, instituyó esa estructura perceptiva a la que nos referimos cuando
destacamos la transformación específica de nuestra visión al atravesar un cuarto como secuencia
espacío-temporal" (Gregotti en "Il territorio dell'architettura", Feltrinelli, Milán).
Se puede decir, por tanto, que toda la experiencia espacial ha sido, en síntesis revaluada por la
fenomenología.
“.... La obra de arte arquitectónica, si nos invita a ser espectador, nos autoriza a serio más
completamente: el objeto es estético de parte en parte y es necesario que lo verifique con un
paseo que va de sorpresa en sorpresa y no tiene fin porque, como dice Alain, "el monumento se
abre si se camina y se cierra en el momento en que nos detenemos"… Pero más aún, si cesamos
de ser espectadores, si utilizamos el monumento en vez de contemplarlo, su potencia se afirma
todavía más: lo que hay de estético en él se impone a nosotros a través del cuidado que damos a
nuestros asuntos y si podemos decirlo, nos estetiza” (Mikel Dufrenne, 'Phénomenologie de
l'expérience eathéttque' citado en "L'Architettura" no. 37, 1960, p 267).
El ejemplo más conocido de acercamiento fenomenológico de la realidad urbana es el
realizado por Lynch en "La Imagen de la Ciudad" en el cual los diferentes elementos que
constituyen la ciudad (los cruces de carreteras, los bordos, las bardas) se definen en base a las
experiencias personales individuales de los habitantes en relación a la imagen que cada uno de
ellos se fabricó de la ciudad, pero todo se revela sobre la base de las experiencias espaciales
individuales.
24 Piaget lo explica con gran claridad. En un conjunto los elementos están constantemente
subordinados al todo, y cada modificación local determina un reordenamiento del
conjunto. La primera ley de las totalidades perceptivas es, por tanto, que no sólo existen
propiedades del "todo como tal", sino que también el valor cuantitativo del todo no es
igual al de la suma de las partes (por ejemplo, un espacio dividido parece más grande que
uno no dividido).
En el terreno de la percepción la Gestalt sostiene todavía más claramente que el sujeto no es
simplemente "el teatro en cuyo escenario se representan obras independientes de éste: él es el
actor y frecuentemente, también el autor de estas estructuraciones". Lo cual propone a la
atención del proyectista la importancia del sujeto-usuario del espacio o de la variabilidad de la
percepción misma )
25 Una contribución fundamental a la planeación urbana fue proporcionada en este siglo por
el desarrollo de la sociología y particularmente por ese sector específico de la sociología
definido como sociología urbana que trata precisamente los problemas de la ciudad y del
ambiente. Estos estudios toman consistencia durante la primera posguerra en los Estados
Unidos, y centran el interés sobre el análisis de las condiciones sociales existentes en los
ambientes urbanos y sobre las relaciones entre los fenómenos sociales y el ambiente
(ecología urbana). La influencia de la sociología sobre la política habitacional después de
la Segunda Guerra Mundial fue evidente en todo el mundo: es suficiente pensar en el
ejemplo de las nuevas ciudades inglesas, estructuradas sobre la dimensión sociológica del
vecindario como base o módulo urbanístico que, repetido y combinado por grupos, dio
lugar a toda la estructura de la ciudad. Los estudios más recientes de sociología de la
comunidad, encaminados a revaluar la importancia de los grupos primarios dentro de la
ciudad en relación a toda la estructura urbana tuvieron, en cambio, un efecto y una
referencia más directa sobre la habitación. Los análisis tipológicos de las manzanas
urbanas se acompañaron, cada vez con más frecuencia, de los análisis de la manzana
demográfica y del uso de los análisis estadísticos, hasta de los análisis de la estructura
familiar y de las dinámicas familiares, particularmente de las familias obreras. De esto se
derivó una literatura vastísima sobre la patología de la habitación y sobre las conse-
cuencias sociológicas de los varios tipos de aglomerados urbanos, extensivos e
intensivos, de un piso o de varios, etc., así como todos los estudios sobre las zonas
marginadas, los efectos psicosociales de las instalaciones de población uniforme, etc.,
que en la actualidad no pueden ser ignorados por el proyectista de casas. De hecho, hoy
es inconcebible afrontar la planeación d~ una instalación residencial sin la colaboración
del sociólogo. ~a que la sociología ha proporcionado a la planeación no sólo una
contribución instrumental indispensable en la definición de los contenidos (cuestionarios,
análisis de campo, normas, etc.), sino que también permitió al arquitecto adquirir una
visión más articulada del problema de la ciudad, con la cual considerar prioritariamente
las interrelaciones existentes entre el ambiente físico y las estructuras y comportamientos
sociales.
La superación de las barreras es un objetivo claro, pero ¿cómo alcanzarlo? ¿Cómo favorecer
la integración del individuo en la sociedad y al mismo tiempo la "individuación" de su per-
sonalidad, si persisten en la sociedad fuerzas de signo opuesto? ¿Cómo poner en marcha esta
reorganización si el hombre que se refuerza en la confrontación con la colectividad requiere, sin
embargo, todavía de la familia la función de refugio y compensación?
Y particularmente para el proyectista, ¿cómo diseñar un ambiente que estimule las
relaciones con el grupo y la inserción en la colectividad preservando, empero, la imagen de un
espacio cerrado y secreto para la casa; realizando un microhábitat complementario y
compensatorio con respecto al macro hábitat externo?
La solución está en la superación de los dos territorios opuestos de dentro y de fuera por
medio de la creación de una serie de espacios intermedios.
En estas condiciones la unidad habitacional ya no debe ser un conjunto de espacios
referidos a l esfera privada más otros espacios referidos a la esfera pública, sino un coágulo
dialéctico de las dos esferas. En el coagulo sé determinan espacios adecuados a las funciones
intermedias típicas de una vida de grupo más sana, de participación y de autogestión. Estos
espacios son los que interesan a nuestra investigación. En estos espacios se reconstruye el "yo"
eficaz e individual, la personalidad humana integrada. Fuera del estereotipo generado por la
colectividad, y fuera de los comportamientos conflictivos ligados a la familia, el hombre
encuentra su forma de expresión en el grupo, en la participación y en la autodirección,
reconstituyéndose y afirmando su individualidad a través de una imagen más real de si mismo.
Para la definición de los espacios intermedios entre público y privado, por ahora, disponemos
solamente de análisis funcionales o fenomenológicos. Entre los primeros nos referimos a la
jerarquía de espacios (existentes entre la esfera pública y la esfera privada) individuada por
Chermajeff y Alexander. 3
Estudiando la autonomía urbana en relación a la privacía, ellos aislaron seis ámbitos de vida
urbana con diferentes características, que definen una articulación jerárquica de espacios
entre la vida privada y la vida publica.
Estos espacios son:
a) el privado individual - es el refugio más íntimo donde el individuo puede apartarse también
de su familia. Sirve para el descanso, el recogimiento, la meditación, la creación. Por ejemplo: la
recámara, el estudio, etc.;
b) el privado familiar - es el espacio destinado a las actividades colectivas como la comida, la
recreación, la higiene, etc. Por ejemplo: los ambientes comunes del departamento;
c) el privado de grupo - son los espacios comunes a un grupo de viviendas, confiados a la
gestión directa de los habitantes. Por ejemplo: la lavandería, el cuarto de diversiones, el campo
de juego, las áreas de acceso, el jardín, los locales para la calefacción;
d) el público de grupo - son las zonas de encuentro entre las instalaciones públicas y la
propiedad privada. Por ejemplo: estacionamientos, recolección de la basura, repartición del
correo;
e) el semipúblico urbano - es el espacio controlado por instituciones gubernamentales u otras
instituciones. Por ejemplo, escuelas, hospitales, mercados, oficinas;
f) el público urbano - son los lugares o los servicios de propiedad pública. Por ejemplo:
parques, calles, carreteras.
3 Serge Chermajeff y Christopher .Alexander, Spazio di relazione c spazio privato, II Saggiatore,
Milán 1968.
Aunque es difícil destacar la presencia contemporánea de los seis ámbitos en los análisis de
las condiciones reales de las varias instalaciones, es interesante notar cómo este análisis ha
conducido al estudio del hábitat hacia dos direcciones diferentes.
La primera constituye la motivación de fondo de la investigación desarrollada en el ensayo
antes mencionado: es decir, garantizar tanto a la familia como al individuo una privada adecuada
y suficiente. Los seis ámbitos resultan ser, de hecho, instrumentos para este fin. Estos son
utilizados por los autores como diafragmas y barreras que interponen entre la vida privada y la
vida social debidamente proyectados, los espacios abiertos o cerrados, funcionales dentro de una
categoría o de otra, son ingeniosamente introducidos entre la casa y los lugares más fastidiosos o
ruidosos de la vida social (estacionamientos o juegos) como barreras sucesivas para garantizar
intimidad y aislamiento a la habitación.
En cambio, la segunda dirección interesa más directamente esta investigación en cuanto orienta
al proyectista a agrupar a los departamentos en conjuntos dotados de espacios sociales y de
servicios comunes. La dimensión, la localización y la organización de estos espacios sociales
y de servicio, intermedios entre la esfera privada y la esfera pública, es precisamente un
argumento fundamental de nuestra investigación.
Establecer una jerarquía de espacios lleva automáticamente a diferenciar el límite de una
agregación, es decir, a establecer el número de departamentos o de personas correspondiente a
cada categoría de espacio, a cada instalación. Como dicen los mismos autores, "cada tipo de
instalación o de servicio tiene un óptimo de rendimiento en diferentes dimensiones de
agregación. Hay instalaciones que funcionan mejor como elementos autónomos: por ejemplo
una estufa de cocina. Dividir una estufa de cocina, aun sólo para dos familias no sería funcional,
porque ambas deberían utilizarla a las mismas horas. En cambio, una lavadora-secadora
automática puede fácilmente servir a más (le una familia; en efecto, si se sitúa en el local de un
bloque de departamentos puede ser usada por turno durante muchas horas al día y puede servir a
diez familias medianas. Si nos formulamos la misma pregunta para otros componentes
tecnológicos, encontraremos que la dimensión óptima de la agregación, (desde estos otros puntos
de vista, corresponde a un numero diferente de departamentos. Los sistemas de calefacción
combustible líquido, pueden empezar a usar un petróleo bruto, más económico, cuando sirven a
aproximadamente veinte departamentos.
Así el equipo de aire acondicionado de alta velocidad se vuelve conveniente cuando la carga es
superior a 9,000 metros cúbicos de aire: lo que corresponde de nuevo a aproximadamente veinte
departamentos. La instalación colectiva que los hace económicamente posibles indica en la
agregación de veinte departamentos otro límite de ruptura".
El razonamiento, evidentemente, puede valer para las otras instalaciones; además de las
técnicas. ¿Cuál es el número de departamentos suficiente para "sostener" un comedor? ¿Por
cuántos departamentos como máximo puede ser utilizada una sala de televisión; un cuarto de
diversiones; una sala de ping pong; un ambiente de estudio para los muchachos? A estas pre-
guntas se pueden intentar algunas respuestas aun en función de las hipótesis antes expuestas
acerca de las tendencias existentes en la evolución de la familia.
De los análisis realizados sobre la demanda de habitaciones se derivan algunas
dimensiones jerarquizadas del hábitat como:
a) el cuarto como lugar del espacio privado individual
b) la vivienda como conjunto de lugares del espacio privado familiar
c) el paquete de viviendas como generador de lugares del espacio privado de grupo o
interfamiliar (semiprivado)
d) el módulo habitacional como generador de lugares del espacio público de grupo
(semipúblico)
Desde este punto de vista la realidad presenta al hombre en una sucesión jerárquica de
ámbitos que van del propio cuerpo al mundo entero. Cada ámbito está caracterizado por un
tipo de barrera y por diferentes tipos de percepción.
La primera concha es el cuerpo y es la zona delimitada por la propia piel. La piel constituye
la frontera del ser, la demarcación entre el Yo y el mundo. Esta es también una fuente inex-
tinguible de mensajes y de informaciones del y para el mundo que nos rodea.
La segunda concha es el ámbito del gesto; esa zona dentro de la cual se efectúa el gesto
de una persona: un empleado en su trabajo, un piloto en su cabina, un recién nacido en
su cuna. Ocupa aproximadamente un metro cúbico del espacio que rodea al hombre y,
además inicia la esfera de la imagen.
La tercera concha es la esfera visual, que corresponde generalmente al cuarto. El
cuarto es un ambiente definido por la vista; es una unidad espacial visible,
delimitada por paredes.
La cuarta concha es la vivienda; ese ámbito que define el límite de lo privado dentro
del cual, seres y objetos son familiares. Su demarcación es definida e inviolable:
simbólicamente por la cerradura de la puerta de casa.
La quinta concha es el barrio; ese conjunto de lugares conocidos y explorados, donde
es familiar dirigirse, sin imprevistos o programaciones. Es el lugar de la
espontaneidad en las relaciones sociales; el lugar privilegiado para el encuentro; es un
ámbito carismático por excelencia.
La sexta concha es la ciudad completa. Moles la define como el territorio de caza. Ahí uno
va y actúa según un programa. Es el lugar donde el individuo se vuelve anónimo y extraño para
los demás. Donde se encuentran los servicios secundarios, las ocasiones, los estímulos las
incitaciones.
La séptima concha es, finalmente, el mundo entero, el espacio ligado a un proyecto, la zona
de la exploración, de los viajes, la reserva de lo nuevo.
Esta concepción del espacio en forma de cebolla, cuyo centro es el hombre, forma parte
de una visión fenomenológica del mundo, que parece particularmente adecuada para el
arquitecto que proyecta nuevos espacios. La arquitectura es, de hecho, inconcebible, como
ya se ha dicho muchas veces, fuera del hombre que la vive y la usa, que en ella se mueve y
la percibe en las varias etapas de su movimiento, que la hace funcional y estética al mismo
tiempo.
Las capas de la cebolla están delimitadas en la habitación por barreras ya sea físicas o
simbólicas las capas que interesan a esta investigación son las primeras cinco de las ocho
descritas por Moles: éstas se vuelven a proponer en las jerarquías espaciales del módulo
habitacional.
Privada y participación
Aunque la necesidad de privada asume niveles diferentes en las distintas poblaciones del
mundo es, sin embargo, indudable que cada individuo tiene tanto la necesidad de un porcentaje
de privada así como de participación.
Podemos considerar a la privada como una esfera o una burbuja invisible y de dimensión
variable que rodea el cuerpo de una persona y no puede ser superada por intrusos. 5
Entre los prisioneros del campo siberiano descrito por Soljenitzen, el sufrimiento más
grande era la casi total falta de privacía y el máximo goce, por el contrario, era el momento en
que lograban permanecer solos consigo mismos. Pero esta privacía, espacialmente contenida
dentro de la burbuja del propio cuerpo, era siempre insegura porque constantemente era
"invadida" por extraños...
Una situación análoga, aunque menos dramática, sucede en los hospitales y más aún en los
manicomios donde muchos internos se lamentan de constantes violencias en el propio espacio
personal (privada), como del propio espacio corporal por parte de los enfermeros, estudiantes y
médicos.
La dimensión de la burbuja generalmente crece al aumentar los medios
económicos
Para el habitante de los suburbios y del arrabal, cuya "puerta" está siempre abierta sobre la
calle, la privada está restringida al cuchitril donde pone su cama en la noche. Mientras que para
el gran Gatsby" la burbuja de privacía es más grande que su propia casa y comprende la piscina,
la terraza y todo el jardín.
La necesidad de privacía y el deseo de defenderla a toda costa, puede asumir, empero,
proporciones paroxísticas. La obra de Oscar Newman 6 sobre la defensa de los espacios privados
por medio del diseño urbano que obtuvo en los Estados Unidos un notable éxito, constituye un
ejemplo de profunda corrupción de la territorialidad y de la propiedad privada del suelo en modo
anormal, poniendo en acción a todos los posibles medios para defenderse de la invasión y de la
agregación.
Sin embargo, la dimensión de la burbuja privada es también, en gran medida, función de los
modelos culturales de una época o de un lugar. El príncipe renacentista limitaba su privacía a
pocos espacios de su gran castillo la cama con docel donde corría las cortinas para hacer el amor,
debido a que el servicio dormía en el mismo cuarto; y el ''cuarto para pensar" anexo a la
biblioteca frecuentada por otras personas. Mientras que los ricos propietarios de las grandes
villas de Wright entendían por privacía el espacio que rodeaba la casa hasta los límites visibles
del paisaje.
5. Ver Robert Sommer, Personal Space - The behavioral of desigin,, Prentice Hall, Enplewood
Cliffts, Nueva Jersey 1969.
6 Oscar Newman, Defensible Space, Crime preuention througt Urban Design The MacMillan,
Nueva York 1971.
Los ingleses y los alemanes tienen un contacto de la privacía diferente de los italianos y los
franceses: su espacio personal de respeto es mayor. Es suficiente observar una fila frente al teatro
en Londres y/o Roma, en la primera es una ordenada que guarda las distancias, la segunda es un
corro sin forma definida.
Una puerta cerrada tiene un significado diferente si estamos en Alemania o en Sicilia. en
Alemania es una costumbre, en Sicilia, un símbolo.
La cantidad de espacio privado disponible incide directamente sobre la densidad urbana
cíe un barrio. la densidad territorial de las primeras ciudades nuevas inglesas de 1945-48 era de
60 habitantes por hectárea, mientras que las nuevas instalaciones extensivas inglesas y alemanas
alcanza hoy hasta 250 habitantes por hectárea. Para obtener una privacía análoga se deben
realizar, en el segundo caso, muchas estrategias que en el primer caso no eran necesarias.
En Hong Kong, por ejemplo, las casas construidas por el gobierno para los refugiados
alcanzan densidades muy elevadas. La superficie de viviendas útil percapita es de 3.5 metros
cúbicos contra los 16-20 acostumbrados. Esto determina un "paisaje urbano" inmediatamente
perceptible que refleja un fenómeno peculiar ya sea a 1a vista o para el oído. Pero
aproximadamente un kilometro de distancia se advierte el rumor de muchedumbre humana que
proviene de los grandes edificios como de un inmenso panal; ruido que se confirma,
acercándose, por la presencia de dos o tres cabezas que se asoman a cada ventana
Este hormiguero humano, intolerante para un europeo, encuentra en esos pueblos una mayor
facilidad de adaptación (aunque no optima) ya que están acostumbrados a densidades mucho
mayores que las nuestras. La ciudad de Hong Kong de tres millones está construida en un área
pequeñísima si la comparamos con los estándares norteamericanos o europeos.
La periferia de Londres y los suburbios norteamericanos, constituidos 'por casitas
unifamiliares con jardín, nunca se pudieron transferir a los países mediterráneos, donde la gente
los rechaza. porque se siente sola, aislada y lejos del "centro".
Estar en el centro de los acontecimientos, estar comprometido, es en las culturas latinas
una exigencia primaria: estar "fuera" es un gran riesgo.
Además, los latinos aman la reunión, se «divierten" con el ruido: si un restaurante no está
agolpado y vociferante es apagado y triste. Los jóvenes se encuentran frente a los bares de la
plaza, las motonetas tienen índices sonoros intolerables para un anglosajón.
Y no se trata tampoco de condicionamientos ligados a la dimensión geográfica del
territorio nacional. Italia e Inglaterra tienen un número análogo de habitantes en un territorio
similar. Sin embargo, los comportamientos, en relación al espacio, resultan ser completamente
diferentes.
A un biólogo norteamericano, cita De Jonge, 7 al visitar un laboratorio en Inglaterra, se le
rogó que "perdonara la aparente indiferencia de los ingleses". La razón dada era que "este es un
pequeño país superpoblado, nosotros sólo podemos existir ignorándonos unos a otros".
De Jonge concluye que una persona, en la multitud, puede vivir sólo demostrando
"indiferencia" hacia los demás y restringiendo los contactos personales a un número limitado de
personas y creando en la multitud una espesa burbuja de privada personal. Esto, en cambio, no es
verdad si verificamos la hipótesis en la situación latina, donde la indiferencia no es ciertamente
la característica peculiar de la gente, así como tampoco lo es la impenetrabilidad de la burbuja.
7 Derk De Jonge, Some notes on Sociological Research in the field of Hausing, Universidad de
Deft, 1967.
Las exigencias de privacía y de participación son diferentes de pueblo a pueblo.
La medina de Fez, por ejemplo, demuestra cómo para un árabe es, no sólo posible, sino
agradable, pasear, trabajar, vender, fumar, comer y dormir en medio de la multitud vociferante y
de gran colorido de las pequeñas calles de los suks o pasajes cubiertos. Toda la ciudad es para los
una "gran casa" 8 cuyas habitaciones son los locales y las calles, los corredores, y los pasajes.
Ruidos a veces ensordecedores, olores fuertísimos, colores violentos corresponden al ritmo de
los movimientos rapidísimos de los trabajadores de tapetes, de telas, de metales, etc. la sucesión
de calles estrechas y demasiado agolpadas, a la mímica acelerada de los rostros.
* En cambio, la participación en países latinos es distinta. La calle es una prolongación de la
habitación. En la calle sé crece, se trabaja, se limpian las lentejas, se charla, se toma el
fresco. Por la calle se cultivan unas pocas plantas en macetas: una silla, dos escalones, el
descanso de una puerta. La calle es la estancia: donde los niños juegan a la vista de sus
madres, los perros y los gatos buscan comida, quien pasa, saluda.
Casa y calle constituyen un tejido estrecho y único. Los varios ámbitos no están diferenciados,
las barreras son invisibles.
8.Stefano Branca, Architcktur und Labensform. Studiopaper, Artemis, Zurich 1975.
- los espacios privados (individuales, familiares, interfamiliares) en los cuales el acceso está
prohibido para los demás, (excepto- los con permiso);
- los espacios semiprivados: disponibles a todos los habitantes de la unidad habitacional aunque
en la práctica estén restringidos a ciertos grupos de departamentos;
- los espacios semipúblicos: que pueden ser disfrutados por todos los ciudadanos pero están
restringidos a los habitantes del módulo o del sector en el cual el módulo está insertado.
La necesidad de unir el módulo habitacional, la esfera privada y la esfera pública, orienta a
la planeación del hábitat hacia la búsqueda de una interrelación y, por tanto, de una definición
de los pasos, de las intersecciones, de los salientes y de las barreras que separan, uno del otro
a los varios espacios.
Más bien diría que hoy todo el problema de vivir asociados, (y, por tanto, del módulo
habitacional) es el de obtener una integración adecuada entre estos espacios asegurando
también la privacía en donde es necesaria. Se trata de proyectar organismos articulados en los
cuales no se repita ni la rigidez de la casa racionalista con departamentos ordenados a lo largo
de un balcón corrido, ni el amontonamiento de los vecindarios postbélicos, ni el aislamiento
del departamento burgués separado por el rellano, pero tampoco la colectivización del
falansterio, donde el espacio privado perdió su individualidad.
El intento, por demás ambicioso, de la cultura moderna es precisamente el de salvaguardar
la independencia y la individualidad tanto del cuarto privado como del departamento, pero
también el de acentuar arquitectónicamente el valor de los espacios semiprivados y
semipúblicos, organizándolos en un único organismo polifuncional y compacto en el cual las
varias actividades y el comportamiento humano resulten positivos.
Gran parte de las soluciones que proponemos en este libro tienen como solución de fondo,
precisamente el de las interrelaciones entre los tres tipos de espacio, ordenados en las
categorías arriba mencionadas. Se trata de soluciones en las cuales, el semipúblico, el
semiprivado y el privado se encuentran en relación de tan recíproca interdependencia que
determinan una graduación de pasajes entre las varias esferas, en lugar de la fractura
tradicional. Estos espacios han sido desagregados y vueltos a ordenar pensando en las
actividades y en sus relaciones. Las células habitacionales se volvieron a encajar en niveles
falseados con respecto a las zonas de recorrido y de servicios; y éstas, a su vez, sobresalen y
se encajan sobre espacios de uso colectivo; espacios privados que fluyen dentro de espacios
semiprivados; espacios semipúblicos que fluyen dentro de espacios públicos. En el análisis de
las funciones se explotan las diferencias aritméticas; se utilizan espacios de doble altura,
iluminados desde lo alto, obtenidos bajo balcones corridos. La diferencia de altura de sólo dos
escalones puede marcar simbólicamente el límite entre un espacio público y uno semipúblico,
entre un espacio privado familiar y uno privado individual. En la organización de las zonas de
encuentro, en las definiciones de los recorridos comunes (no siempre rectilíneos, sino curvos,
inclinados o con esquinas), la iluminación juega un papel primordial, ayudada por medio de
escotillones, cilindros, claraboyas, en los sitios más apropiados e interesantes. Lo mismo para
los análisis de la vivienda, donde los espacios privados individuales y privados comunes, las
zonas de servicio y las servidas, los espacios invariables y los variables fueron desagregados
en fenómenos independientes y luego vueltos a integrar, a ordenar y a ensamblar dentro de
una lógica compositiva preorganizada.
Este fue el intento y el acercamiento con el que hemos afrontado la investigación de la
planeación de la habitación. Pero un elemento nos ha parecido, en todo caso, perjudicial: que el
cómputo global de los espacios privados, semiprivados y semipúblicos no superara en su
conjunto a los estándares convencionales. Es decir, que los espacios colectivos crecieran en
proporción a la reducción realizada sobre la dimensión de los espacios privados.
De hecho, se considera que ningún país, ni siquiera el más rico, puede permitirse
derroches o excesos en la solución del problema de la casa. Si la casa es un bien social debe ser
disponible para todos y esto requiere, necesariamente, de un cómputo cuidadoso de las
superficies y de los costos.
Los estándares italianos para la residencia están hoy entre los más altos del mundo. Estos
deben mantenerse en el cómputo de los costos; pero las superficies deben ser utilizadas de otra
manera (reduciendo la superficie asignada a los espacios privados en favor de la asignada a los
espacios de relación, a aquellos que definimos como espacios semiprivados y semipúblicos.
Amalia Signorelli
Integración, Consenso, dominio: espacio y vivienda en una perspectiva antropológica
Espacio y valor
1 Cfr. B. Malinowsk¡, Teoria scientiflca della cultura e altri saggi págs. 45-49, Feltrinelil, Milán
1962.
En suma, el funcionalismo (y el racionalismo que éste presupone) no logran explicar
fenómenos que son específicos y que caracterizan el nivel social, y si se quiere, el cambio y el
conflicto. 2 En fin, lo biológico no explica lo social, no puede más que darle una interpretación
reductiva.>No es una casualidad que Chombart de Lauwe 3 al querer basar su interpretación de
la organización de la ciudad en una teoría de las necesidades, tuvo que articularía admitiendo que
es necesario distinguir entre necesidad-obligación y necesidad-aspiración, entre prioridad y
primacía o precedencia de hechos que se verifica al satisfacer las necesidades. El hecho de que
una necesidad esté íntegramente satisfecha no significa necesariamente que ésta sea una
necesidad prioritaria; ni el descuido parcial o total de una necesidad significa que ésta no tenga
un valor prioritario. Sin embargo, está claro que este tipo de afirmaciones no hace más que
multiplicar los problemas en lugar de resolverlos. Tullio-Altan 4 utiliza las dos categorías de
necesidades subconscientes y de necesidades inducidas para enriquecer la tipología esquemática
malinowskiana basada sobre el binomio necesidades primarias-instituciones: pero también en
este caso se quedará sin explicación la mayor parte: la diferenciación (¿por qué ciertas
necesidades son conscientes y otras no?) y la subordinación (¿quién y por que induce qué
necesidades a quién?).
En realidad, como hasta el propio Malinowski demostró en sus investigaciones de campo, la
inteligibilidad de la condición humana está dada por lo que ella tiene de específico y peculiar, no
por lo que tiene en común con otros niveles de lo real. Son las relaciones sociales las que
plasman las necesidades infinitamente flexibles o instintos humanos y no viceversa. Por lo que
sabemos, 5 las relaciones de poder parecen estar presentes y ser constitutivas en todos los
sistemas sociales, ya que en el caso del hombre la relación entre agente y recurso no se plantea
sólo como la oportunidad de satisfacer una necesidad: sino también como la posibilidad de
adquirir poder. En la condición humana, el control de los recursos no tiene como finalidad
solamente su uso funcional para la satisfacción igualitaria de las necesidades, ya que en la
condición humana el control de un recurso se convierte en fuente de poder.
2 Cfr. para todos G. Deleuze, Difíerenza e ripettzione, II Mulino, Bolonia 1971.
3 J. Chombart de Lauwe, Immaginii della cultura, págs. 23-26, Guaraldi, Florencia.
4 C. Tullio-Altan, Manuale di Antropologia culturale, págs. 431-448, Bompiani, Milán
1971.
Como cualquier otro recurso, el espacio es, por tanto, fuente de poder; y las modalidades
de control de su uso, serán decisivas para hacer del recurso un instrumento de subordinación o de
liberación, de diferenciación o de igualdad. Como prueba de esto se pueden observar dos hechos:
en ninguna sociedad el uso del espacio se deja a la inmediación y a la espontaneidad instintivas;
por el contrario, éste está siempre reglamentado socialmente y definido culturalmente.
Dicha reglamentación y definición encuentran una precisa comprobación en las relaciones
sociales. (No es difícil verificar en cada sociedad) la correspondencia entre clasificación y
calificación de los espacios, reglamentación del derecho de acceso a cada uno de ellos y
estratificación de la sociedad en clases, castas, grupos; así como es evidente que el sistema
cultural del grupo constituye la raíz ideológica, por tanto, el instrumento de racionalización (en
sentido freudiano, justificación) del sistema de organización del espacio adoptado por el grupo
mismo. Sólo hay que pensar en la función que tuvo y que tiene, como agente modelador del
espacio en las sociedades occidentales, el valor culturalmente reconocido de la propiedad
privada.
En otros términos, la relación hombre-spacio coincide con la relación entre los hombres
en el espacio y con la conciencia cultural de esta relación. Por tanto, no la satisfacción racional
de una necesidad abstracta, sino una realidad históricamente definida y manipulada a nivel
cultural, es la que tenemos enfrente cuando examinamos nuestro espacio.
5 G. Balandier, Antropologié política, pág. 30, Etas Kompass, Milán 1969.
Con frecuencia la conciencia que tenemos de nuestro espacio es ideológica; es falsa
conciencia. No es una casualidad, por ejemplo, que en la sociedad occidental, dentro de una
cultura individualista y racionalista, el acento recaiga siempre sobre el hombre-artífice que en
forma omnipresente organiza su propio espacio de manera coherente a sus propios deseos y
necesidades y en la condición de libre selección. Mientras permanece en la sombra el otro
aspecto fundamental del hombre que adopta la forma y las modalidades de uso del espacio que
encuentra disponibles, estando condicionado a organizar, en cierto modo, su propia vida y visión
de la realidad en función de ese espacio dado. Se debe subrayar que la forma y las modalidades
de uso del espacio son un instrumento importante de educación: también por medio de la forma
históricamente impresa en el espacio del cual goza, un grupo social logra que las generaciones
jóvenes se socialicen, es decir, que se adapten al sistema vigente de relaciones y de roles y que se
culturicen, interiorizando a niveles profundos la visión de la realidad propia del grupo mismo.
Todos los estudios sobre las relaciones entre cultura y personalidad evidencian por lo menos un
mismo hecho: cuán profundamente están unidos en la estructura de la personalidad los
contenidos interiorizados durante los procesos de socialización y culturización. Si en un grupo
determinado el uso del recurso espacio está organizado en términos de dominio y subordinación,
a través de los procesos de socialización, todos los miembros del grupo estarán condicionados a
este tipo de uso, que aprenderán a vivir como "natural", "obvio", "justo", como "dado". Es
evidente que de esta manera todo el sistema social quedará reforzado: y, por otro lado, una
modificación de las relaciones sociales en y con el espacio presupondrá una toma de conciencia
de su no-inevitabilidad, no-videncia, no-justicia: y esta forma de conciencia, también para quien
por estas relaciones está objetivamente afectado, desencadenaría, a su vez, una crisis de
personalidad. Esto puede explicar la larga y tenaz resistencia de ciertos contenidos culturales
relativos a la forma y al usufructo del espacio: resistencia que no es casual.
Podemos condensar en cinco puntos los contenidos principales del razonamiento desarrollado
hasta aquí, puntos que nos serán útiles para afrontar críticamente el problema de la relación entre
familia y habitación.
a) el uso del espacio no está organizado en todas partes según los mismos modelos
ni está culturalmente motivado según la misma ideología;
b) sin embargo, es común en todas las sociedades una correspondencia entre:
clasificación de los espacios, organización de la sociedad en clases, castas, rangos y grupos, y
racionalización ideológica;
c) el modelo de utilización del espacio no responde en ninguna sociedad a un
modelo funcional abstracto (necesidades), sino que más bien responde al modelo según el
cual se configuran en cada sociedad las relaciones de poder;
d) la cultura opera como factor de estabilización de este modelo porque hace que
éste sea interiorizando por cada individuo, como natural, obvio, inmutable;
e) cambiar el modelo de utilización del espacio significa, por tanto, cambiar toda la
sociedad, convertirla en otra.
6 Ruth Nanda Anshen, La famiglia, la sua funzione, il suo destino, pág. 7, Bompiani,
Milán 1976.
Es poco probable que muchas personas entre nosotros compartan el énfasis y la dureza
categórica de Ruth Anshen; tal vez nos sobresalte alguna duda y maticemos más el tono; sin
embargo, me pregunto si, de manera más o menos consciente, explícita, no estamos todos
convencidos de dos cosas: de la necesidad, indispensabilidad, insustituibilidad de la familia;
y de la última conexión, del vínculo tan intrínseco, que hasta resulta obvio, entre familia y
habitación.
¿Pero es cierto que la familia es indispensable? Y si así fuera, ¿cuál familia? ¿Para qué es
indispensable? ¿Y es cierto que siempre y en cualquier lugar se vive "en familia" y que éste
es el modo más obvio, lógico, funcional de habitar?
La hipótesis de fondo que asumimos es en síntesis la siguiente: partimos de un análisis de la
familia de hoy como dato de base para concebir y proyectar el espacio privado, el espacio
habitacional. Pero la exactitud metodológica nos impone considerar preliminariamente las
preguntas que nos formulamos hace poco: ¿debemos realmente partir de la familia? ¿Por qué?
¿Para qué sirve la familia? La respuesta, a estas preguntas debe buscarse con prudencia y
paciencia. Las afirmaciones escuetas, enfáticas y perentorias, como la de Ruth Anshen, se
muestran bastante inconsistentes si las examinamos de cerca. Dice Lévi-Strauss: "el problema de
la familia no debe ser afrontado de manera dogmática. En realidad éste es uno de los puntos más
ambiguos de todo el campo de la organización social” 7. Es su amplia experiencia de
antropólogo la que induce a Lévi-Strauss a esta prudencia. Y en efecto la literatura etnológica
está ahí para documentar la existencia (y la funcionalidad) de las formas más variadas (y para
nosotros increíbles) de matrimonio y familia.
Comencemos con un breve examen de lo que constituye la familia.
El matrimonio se basa en la esencia propiamente dicha del matrimonio, documentada por lo
menos por un caso en la historia humana (los Nayar de la costa de Malabar) a las formas mixtas
de los Masal y de los Chaga en Africa, de los Bororo y de muchas tribus del centro del Brasil,
entre los Muria y otras tribus de la India y, por absurdo que parezca, en la Alemania nazi.
Aunque el matrimonio monogámico esté muy difundido (y veremos luego por qué) son bien
conocidas las formas de poligamia, pero también de poliandria, como la de los Toda del Tíbet. Se
conoce la práctica institucionalizada del préstamo de las esposas, por lo menos en ocasiones
rituales; del matrimonio diferido; de los matrimonios entre niños: y cada una de estas formas
matrimoniales institucionalizadas puede presentarse asociada con otras instituciones relativas al
matrimonio, como la prohibición o la práctica de la libertad sexual prematrimonial, el divorcio y
su ausencia, el repudio o el abandono, la tolerancia o no hacia el adulterio. Esta extrema variedad
no nos permite ciertamente hablar en una forma matrimonial principal que sea "intrínsecamente"
congenial a la naturaleza humana. La misma forma de monogamia, mayoritariamente la más
difundida, no permite generalizaciones de este tipo: ya que la monogamia está constantemente
asociada o con las formas más modestas y burdas o con las más avanzadas y complejas de la
tecnología: y son precisamente éstas las situaciones en las cuales es más probable que haya una y
una sola mujer disponible para cada hombre, ya que las condiciones tecnológico-conómicas no
hacen ventajoso para nadie alterar (con el infanticidio u otros sistemas) este equilibrio. Hay sólo
dos consideraciones de carácter general que pueden recabarse legítimamente del examen de las
múltiples formas de matrimonio conocidas:
- existe una distinción universal entre sexualidad y matrimonio y universalmente está
admitida la posibilidad de su disociación.
- igualmente universal es la distinción entre acoplamiento y matrimonio y la relevancia
legal de este último. Es la publicidad del matrimonio lo que lo hace legal, la intervención del
grupo social que reconoce la unión acontecida.
7 C. Lévi-Strauss, La Famiglia en Razza e storia o altrí studi di antropologia, pág. 153,
Einaudi, Turín 1967.
Familia. Nos encontramos casi frente a los mismos problemas. Una unión temporal entre
una mujer, su prole y el hombre que es, o se supone que sea el padre de la prole, está presente
por doquiera; la familia parece ser otra cosa: al igual que al matrimonio, lo que la distingue no es
la reproducción, sino la confirmación social de la reproducción. La familia no sirve para hacer
niños, sino para reconocer socialmente a los niños hechos. También para la familia, la tipología
es amplia, por lo menos igual que para el matrimonio: extensa y restringida, conyugal y do-
méstica, paternidad lineal y local, maternidad lineal y local, de clan y de núcleo y hasta
biológica. ¿Cuáles son las razones de la constitución de la familia, cuáles sus funciones? Se
piensa de inmediato en los niños, en la crianza de la prole y en el aprovisionamiento
complementario del alimento. Esta última tarea está considerada como típicamente masculina,
así como es típicamente femenina la otra. Y aquí nos espera otra sorpresa. Parece que sobre este
punto, las opiniones humanas varían en una medida increíble, de modo que la pesca, la
agricultura o la cadena de montaje son tan poco adecuadas de manera "natural" a un sexo o al
otro como para poder ser asignadas diferentemente a ambos sexos en diferentes sociedades; pero
hasta tareas tan "naturales" como la lactancia y la guerra pueden ser confiadas al otro sexo: tanto
en las sociedades industriales como en las llamadas primitivas. Las únicas características
universales, es decir, que se pueden encontrar en cualquier estructura familiar, son:
- el tabú del incesto
- la división del trabajo entre sexos
pero los contenidos específicos tanto de una como de la otra (quiénes se deben y quiénes se
pueden casar, quiénes no se deben y quiénes no se pueden casar, quiénes deben hacer una cosa y
cómo pueden hacerla parecen poder variar casi hasta el infinito.
Afirma Lévi-Strauss "la división del trabajo entre los sexos es un expediente para instituir
una dependencia recíproca entre los sexos en base a razones sociales y económicas.. .y como el
principio de la división sexual del trabajo establece una mutua dependencia entre los sexos,
obligándolos a perpetuarse y a fundar una familia, así la prohibición del incesto establece una
mutua dependencia entre familias, obligándolas, para perpetuarse, a dar origen a nuevas
familias". 8
En el acto mismo de constituirse en social, la condición humana vuelve a plasmar el dato
biológico (apareamiento, reproducción) insertándolo en "otro" sistema de significados, especí-
fico, social precisamente. Desde este nuevo (y mucho más Correcto) punto de vista ya no es
cierto que la familia sea la célula de la sociedad y que la sociedad se constituya como conjunto
de familias: en cambio, es cierto lo contrario: la familia es el instrumento y el producto que cada
sistema social inventa, organiza para perpetuarse, sobrevivir y garantizar la propia continuidad: y
es por esta razón que cada sistema económico-social produce su tipo de familia que le permite
conservarse como tal. En suma, cada sociedad produce la clase de familia o de "no-familia" que
necesita para ser la sociedad que es.
Así que, para comprender qué es hoy la familia, hay que partir de una pregunta algo distinta
de la que nos habíamos formulado, es decir, debemos preguntarnos: ¿qué demanda hoy a la
familia la sociedad? O ¿de qué tipo de familia necesita nuestro sistema social? Ya que en el
centro de nuestro razonamiento está la casa y su conexión con la familia, quisiera tomar en
consideración por un momento también este otro argumento: la casa, la vivienda, el habitar. Si
nos salimos de lo abstracto o de perspectivas etnocéntricas, también este problema asume carac-
teres diferentes. 9 En suma: si es el sistema social el que necesita de un cierto tipo de familia, es
también el sistema social (¡y ya no la familia!) el que necesita de un cierto tipo de habitaciones y
el que lo impone a las familias. Creo que este es el punto de vista correcto desde el cual partir.
Un determinado sistema social tenderá a producir un tipo de familia y un tipo de habitación
complementarias entre sí y aptos para satisfacer las exigencias funcionales determinantes para la
autoperpetuación del propio sistema.
8 C. Lévi-Strauss, op. cit., págs. 167-168.
9 A. Signorelli D'Ayala, La cultura della casa. Contributo ad una analisi della domenda dialloggi
in Italia, en "Centro Sociale", No. 100402, 1971, págs. 78-79.
En las sociedades industriales y no industriales ya no es la coincidencia de la familia con la
estructura productiva y/o con gran parte de la jurídica, como sucedía todavía hasta en Europa, ni
siquiera en tiempos muy remotos, la que caracteriza el papel social de la familia. Sin embargo,
esto no significa en absoluto que "la familia esté en crisis", por lo menos desde el punto de vista
del sistema social. Significa sólo que este pide hoy a la familia que desarrolle otras tareas.
¿Cuáles? La socialización primaria o culturización, la de ser sede privilegiada del consumo y la
de ser desahogo de las ilusiones y frustraciones individuales. Estas tres funciones son
estabilizadoras y conservadoras de los equilibrios sobre los que el sistema se rige y como tales
son complementarias entre sí. En esto están de acuerdo tanto los estudiosos que consideran a
dicho proceso positivo, como Talcott Parsons; o los que como Adorno, Horkheimer, Marcuse, lo
juzgan en términos muy negativos; o los psiquiatras como Laing o Cooper que hacen remontar a
la función socializadora de la familia sus capacidades de generar enfermedades mentales.
(Podremos resumir este proceso diciendo que el consumismo familiar estandariza tanto a la
socialización como al desahogo de las tensiones)y, por tanto, está en la base de la masificación
de los comportamientos y de la masificación de los consensos. Pero será conveniente llevar a
cabo el análisis con un poco más de profundidad.
La principal y más importante de las tareas de la familia es, sin duda, hoy más que en el
pasado, la de la socialización primaria de la prole, es decir: ".. la transmisión de los modelos de
cultura de generación en generación. . “ y ". . el adiestramiento de los infantes para asimilar los
modelos de cultura dominantes. . .". Que son hoy los de una sociedad estratificada desde el punto
de vista ya sea de las clases o del prestigio y del poder.
Así, la familia insertada en la estratificación social y por ella condicionada, condiciona, a su
vez, a las nuevas generaciones para la aceptación y para la interiorización de un sistema social
cuyas desigualdades institucionalizadas se presentan como inmodificables; pero que en
compensación, se afirma,(ofrece al individuo, siempre y cuando este último lo quiera y trabaje
duro, toda la posibilidad de ascender dentro del sistema mismo, atenuando así, por lo menos a
nivel individual, la injusticia de sus posibilidades de introducirse en uno o en otro nivel.
Así la familia consolida las bases objetivas de la estratificación, en el momento mismo en
que condiciona a sus miembros a luchar para subir los peldaños de la escalera; es decir, a aceptar
los papeles de competencia y de adquisición que la sociedad ha predispuesto para ellos y que,
para la conservación del sistema, deben ser desarrollados. El resultado será inferior a las expecta-
tivas; ya que el equilibrio del sistema requiere precisamente que sólo una minoría logre subir,
pero que todos luchen por lograrlo. Una vez interiorizada, a nivel individual en el transcurso del
proceso de socialización, esta visión de la sociedad, hace que tales, fracasos, frustraciones, en el
momento en que se presenten, sean imputados a las insuficiencias y a las rivalidades personales,
en lugar de a las contradicciones estructurales; así que se tratará de encontrar compensaciones y
sustituciones a nivel personal y privado, en lugar de plantearse el problema de la modificación
del sistema.
La familia asume entonces una nueva tarea: se convierte en el refugio, el retiro, el oasis; se
cierra y se contrapone a los "demás”, a "esta especie de mundo", a "este asco de sociedad". Ha
sido puesto en evidencia cómo la función, socializadora antes, compensadora después, de la
familia, en la forma específica que asume en la sociedad post-industrial, valoriza a nivel máximo
el papel tradicional de la mujer: y, aún más, se basa precisamente en un desarrollo correcto, en
sentido adicional, de ese papel (el ángel del hogar). En este contexto, la vivienda, la casa de la
familia, no es sólo familiar, es familística. Está concebida y usada de tal manera que reproduzca
en la forma del espacio y de las decoraciones, los valores de fondo que la familia toma prestados
de la sociedad; para reforzarlos; para asegurar el funcionamiento de la familia en los modos
previstos y necesarios para el sistema social.
A pesar de todos los cambios, la casa y el departamento urbano aún han conservado para sus
usuarios una de las funciones de la antigua casa de campo: la de refugio contra los riesgos de un
ambiente social percibido como hostil, y de una garantía de seguridad para el futuro contra un
destino que todavía se presenta bajo el signo de la precariedad: de aquí, entre otras cosas, la muy
difundida aspiración de poseer una casa propia. Sin embargo, ésta ya no tiene la multiplicidad de
funciones de la casa de campo: ya no se trabaja en casa, en casa no se nace y no se muere; uno
no se enferma y uno no se cura; no se festeja y no se divierte; todo esto ya se hace fuera. Ahora
en casa se cría a los hijos; uno se refugia y se repone "del desgaste de la vida moderna"; y,
finalmente, en casa se acumulan y, en gran medida, se consumen los bienes de consumo
duraderos o no, los infinitos artículos inútiles y fetiches en los cuales el hombre y la mujer, y
hasta el niño, son inducidos a buscar satisfacciones de sustitución y de compensación de las
frustraciones que sistemáticamente encuentran en su existencia.
La casa misma asume esta función: si en el trabajo, en el aprecio de 1os demás, en el ejercicio
auténtico del poder, los niveles más altos, y muy frecuentemente también los intermedios,
permanecen cerrados; por lo menos la casa (y lo que ésta contiene y las formas de usarla) deben
restituir la ilusión del éxito alcanzado, de la insertación obtenida, de la igualdad con los vértices.
Si la casa burguesa, con sus ambientes de representación debía demostrar a los extraños el
bienestar y la respetabilidad alcanzados por la familia, la casa moderna debe convencer, antes
que a nadie, a sus propios usufructuarios; y los convence y los consuela ofreciéndose, con todo
lo que contiene, como una reproducción (estandarizada y pauperizada) de lo que
convencionalmente se considera como símbolo de éxito. La aspiración no es ser uno mismo en la
propia casa, sino ser como los que están en la cima, en una casa que se parezca lo más posible a
la de ellos: sin embargo, ya que todos quieren ser como los que están en la cima, está claro que
este esfuerzo tiene como resultado que cada quien es, lo más posible, semejante a todos los
demás: que es lo que se necesita en un sistema de producción, consumo y convivencia social de
masas. A nivel de la casa se deriva el entumecimiento y el convencionalismo de la organización
de los espacios internos, la distribución de las ocupaciones o de las funciones que, en lugar de
reflejar exigencias autónomas, refleja de manera conformista las exigencias impuestas por una
planta y por una decoración llamadas funcionales; la pérdida de un "devenir" en la casa y de la
casa, que no puede crecer, modificarse, enriquecerse y empobrecerse con quien la habita, ya que
siendo un estado-símbolo tiene solamente dos posibilidades: estar al día, o ser obsoleta. 10 No
nos parece que se ofrezcan alternativas. De la casa residencial a los departamentos perfectos,
más aún, a la habitación civil y a la construcción económica, cambian los materiales y el número
de los baños, pero no los esquemas de referencia y los valores a los que se aspira.
Y la verificación última de este razonamiento es todavía la antena de televisión sobre una
choza.
10 crf. para todos M. Castels, La questione urbana, págs. 128 segg., MarsiIio,Padua 1974.